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Universidad Externado de Colombia

Facultad de Comunicación Social y Periodismo


Paula Garzón, Juan Manuel Piñarete, Paula Velandia
Opinión Pública

LA CONCEPCION INSTITUCIONALISTA DE LA
OPINIÓN PÚBLICA

La historia de la opinión pública se remonta en acontecimientos que datan


desde la edad antigua con los filósofos griegos como “[...] formuladores de un
pre concepto de opinión pública [...]” el cual genera, en su momento, una
interpretación de la conexión existente entre los conceptos de opinión y
pueblo, que a pesar de las modificaciones que presentan con el paso de los
años, logran llegar a nuestros días como medio de explicación a fenómenos
políticos sociales y culturales que se presentan en nuestra sociedad.

A través de los años la concepción de la opinión pública se ha interpretado


desde diferentes campos dentro de los cuales su influencia más notable se
ve reflejada en las instituciones creándose así una concepción
institucionalista del concepto configurada a partir de diferentes teóricos que
desarrollan su visión de acuerdo al entorno social que los rodea.

En 1962 Habermas bautiza la visión institucionalista de la opinión pública


como “una ficción” que supone un cambio de la visión estructural que tenían
en la primera mitad del siglo xx, cambió en donde se desarrolla el concepto
de ficción, como evidencia de la influencia que comienza a tener la opinión
dentro de las sociedades y sobre todo en ámbitos como el político. En su libro
“Opinión pública y comunicación política” Alejandro Muñoz menciona: “Según
explica Gino Germani, en <<La sociología del conocimiento>> de K. Manheim
los aspectos que la ilustración asignaba a la opinión pública de la sociedad
global quedan transferidos a una categoría determinada de personas, a un
público muy especial, el público constituido por los intelectuales.
estas menciones anteriores se enlazan en la ficción asignada por Habermas,
es decir, en el momento en el que la opinión pública se convierte en un factor
de influencia política, este reedita las estructuras políticas y crea una utopía
del ideal de opinión mostrándose como una opinión libre y abierta al populi,
en donde todas las personas pueden opinar libremente sobre política y
participar activamente, pero sin ser conscientes de que son partícipes de una
ficción en donde el poder lo tendrán unos pocos llamados “intelectuales”
mediante la legitimación consensuada por el pueblo.

“El concepto de legitimidad de las sociedades complejas se basa en el


mantenimiento de unos procedimientos y formalidades que aseguren el
apoyo de un público -el rito de las elecciones por ejemplo-, en lugar de
basarse en la comprensión y discusión pormenorizada de las actuaciones y
pretensiones públicas de quienes adoptan las decisiones”, Niklas Luhaman.

Los intereses de quienes son elegidos, está basada en el poder que tiene la
opinión pública para poder elegirlos, sin embargo, estos intereses
desaparecen cuando estos son elegidos. La crítica hecha por Luhmann son
los de los ritos de las elecciones, pues donde se eligen a los representantes
de cada institución, pero donde solo para eso se necesita la opinión pública.

Lo importante sería poder ser escuchados los intereses generales de quienes


votan por esto, y así, sería una democracia moral y no simplemente, una
democracia que está regida por las leyes. A la hora de ser elegidos, los
intereses colectivos pasan a ser intereses individuales, pasando el poder de
la opinión pública a un concepto institucionalizado, donde ellos son quienes
tiene su agenda política y su orden en el que se puedan hacer las cosas que
para uno, son más o menos importantes.

Problematización:

La opinión pública no sirve como sustento del sistema político democrático.


Esto se ve reflejado en dos factores: por un lado el de los ciudadanos, la
voluntad popular o la opinión pública no se ve totalmente representada en el
momento en el que salen elegidos miembros de las ramas del poder o las
instituciones y por otro, los políticos cuando llegan al poder hacen mal uso de
la confianza que se les ha dado.

En la actualidad, esto se ve reflejado cuando la voluntad popular o “el rito de


las elecciones”, como lo llama Luhman, se da como importante la opinión
pública porque al fin y al cabo somos nosotros quienes escogemos a las
personas que queremos que nos representen. Sin embargo, después de que
aquella persona es elegida mediante estos mecanismos de participación
ciudadana, la opinión pública pasa a ser ignorada y por lo tanto deja de existir
para las instituciones, valiendo solo lo que ellos quieran y tengan en su
agenda política. En conclusión, la democracia no se vería representada es al
fin y a cabo, los intereses políticos son “escucharnos” y entender lo que
queremos, cuando ellos en realidad están haciendo lo que mejor les
convenga.

Como segundo ejemplo, están los medios de comunicación. La influencia


mediática ha tenido efectos variados y diferenciados entre las audiencias.
Mientras la figura presidencial parece inalterable, esta imagen positiva no
parece coincidir con las otras ramas el poder público. Los medios de
comunicación nos maquillan aquello que no quieren que sepamos, pues son
ellos el cuarto poder después de las ramas que ya conocemos.

El poder de los medios de comunicación para implantarnos una ideología o


una cultura, es tratada en la “sociedad de los medios” de Maigret. Según
Marx, Tocqueville, Durkheim y Weber los medios de comunicación tienen la
dominación cultural e ideológica. Los medios mienten a la hora de decir la
verdad y son capaces de cambiar, aparte de nuestro pensamiento, nuestro
comportamiento individual.

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