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(3) De este escrito no encontré traducción castellana. Intento una propia del original
alemán; d. la edición de UNDSHUT, S., de Die FTÜhschriften, Stuttgart, 1968, 207-200.
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(5) LEHMANN, K., Die Herausforderung der Kirche durch die ldeologien, en Handbuch
del Pastoraltheologie H/Z, Friburgo, 1966, 148-180; d., sobre este punto concreto,
150-155.
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(7) el. LORENZETTI, L., Art. Política, en Diccionario teológico interdisciplinar nI, Sa-
lamanca, 1982, 849.
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dible del desafio que representa la accron politica (n. 48), señala que no
se trata de imponer un modelo pülitico determinado o de transformar el
cristianismo en una ideologia de compromiso politico especifico, pero que,
sin embargo, éste es indispensable.
¿De qué se trata, entonces?
Lo cierto es que las orientaciones positivas del magisterio no pueden
ser consideradas como una respuesta acabada a esta pregunta. Mucho
menos el discurso que, en su pretensión de ser "religioso", se proclama
apolítico. Esto constituye, por decir lo menos, una ingenuidad. Tampoco
los resultados a los que llega la teologia política son convincentes. La teo-
logia de la liberación, por su parte, más que resolver la pregunta, la hace
más apremiante.
Ciertamente, no se trata de una mera cuestión de lucidez teórica, sino
que es algo que repercute en la vida de las comunidades cristianas. La
experiencia de cristianos -clérigos o laicos- insertos en medios popu-
lares ha podido captar cómo el compromiso político se constituye no pocas
veces en el umbral de la apostasia para muchos creyentes. Aqui sólo plan-
teamos la pregunta sin ni siquiera explicitar toda la complejidad que
encierra. No se ve, sin embargo, que se pueda dar razón de la esperanza
cristiana sin abocarse y responder a dicha pregunta. A mi parecer, este
no es un problema intemporal de la moral cristiana, sino una piedra de
tope de un cristianismo que quiera positivamente validarse como concien-
cia real ante la experiencia que el hombre hace de la realidad como his-
toria, a través de la cual "Dios, trascendente y creador ... interpela .. , al
hombre como libertad responsable".
Retomemos, por último, la segunda pregunta inicial de este párrafo.
¿Es la escatologia algo más que una utopia? De acuerdo al uso más bien
positivo que tiene actualmente este término (8) podria pensarse que basta
una respuesta positiva. Si asi es, en todo caso debe dejarse constancia de
que la esperanza cristiana no se apoya en la mera postulación de un fu-
turo transhistórico desvinculado de esta historia, sino que tiene la pre-
tensión de ser sentido de esta historia, el cual -según las palabras de
Gaudium et Spes 39- "no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preo-
cupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva
familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre
del siglo nuevo".
¿Significa lo anterior que la esperanza cristiana se determina y es-
pecifica como una instancia mesiánica? En América Latina los mesia-
nismos no son fenómenos de un pasado remoto. Aún más, parece que
"expresan una problemática latente" (9) que un antropólogo de renombre
resume en la tesis siguiente: "Los pueblos sometidos, cuyas culturas y
( 17) LORENZETTI, L., Art. Política, en Diccionario Teológico Interdisciplinar III, Sala-
manca, 1982, 849.
(18) RUETHER, R. R., Horizonte mesiánico de la Iglesia y de la sociedad, en Concilium IX
(1973), NQ 81, 131.
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del statu qua político. Hay que decir que la Iglesia mantiene el hori-
zonte mesiánico en su verdadera relación con la sociedad, colocándose
a una distancia critica de toda sociedad para actuar como filo pro-
fético, constantemente agudizado, de la sociedad misma, que man-
tiene la tensión entre las obras humanas y la exigencia de Dios" (9).