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Antecedentes

Sus orígenes parecen remontarse a una tribu turca emparentada con los Uguz en
las estepas del Asia central, eran criadores de animales dedicándose al
nomadismo y a las incursiones armadas de las poblaciones vecinas, esta vida
nómada favorecía el saqueo y el contacto con otras civilizaciones.

Ante la invasión mongol en el siglo VII de nuestra era emigraron a las sierras
Iraníes dividiéndose en 24 tribus hacia el siglo XII, en siguientes avanzadas se
establecieron en Crimea, Afganistán e India sustituyendo a los árabes en el poder
militar de estas zonas.

El imperio Ghaznaive fue el estado más importante siendo derribado por un flujo
migratorio también turco, los Selyúcidas.

La ocupación de Anatolia (Turquia) fue en oleadas sucesivas, comenzando con la


batalla de Mantziquer (1071), siendo derrotado el emperador bizantino Román IV,
los selyúcidas llegaron a extenderse hasta Irán e Irak más tarde en el siglo XIII se
disolvieron por causa de la invasión de los mongoles.

Una de estas tribus turcas desplazadas se estableció en el sur de Nicea en 1221


la cual se convirtió al Islán, hostigando la frontera bizantina y agrupando en la
guerra santa contra los cristianos a anatolios, mongoles y turcos. La guerra santa
fue desde el principio de la expansión otomana un factor importante en el
desarrollo del imperio.

No se sabe con certeza los orígenes de la que habría de convertirse en la dinastía


de los otomanos, el personaje más antiguo de la familia fue Ertogrull, que recibió
del soberano selyúcida como recompensa por sus acciones militares contra los
bizantinos el feudo de una pequeña ciudad, Ertogrull murió en 1210 sucediéndole
su hijo Osmán.
Osmán I realizó una política de expansión a occidente en perjuicio de los
bizantinos, tras la batalla de Bafea, logró conquistar Brusa, que habría de ser la
primera capital del nuevo reino siendo un importante puesto de avanzada hacia el
Bósforo y Constantinopla, siendo el principal forjador de esta conquista su hijo y
heredero Orján.

Los orígenes del Imperio Otomano se sitúan en la Anatolia Occidental. Durante el


siglo XIV, el pequeño estado que rodeaba el Sogut empezó a aprovechar la
decandencia de los turcos selyúcidas para ampliar su territorio. El derrumbe de los
selyúcidas desencadenó una lucha por el poder en la región, en la que los
musulmanes otomanos participaron movidos por su deseo de convertir nuevas
tierras al islam.

El imperio otomano, fundado a finales del siglo XIII por Osmán (1300-1306),
también conocido como Utmán I, y que con el gran sultán Solimán el
Magnífico (1495-1566) alcanzó su máximo esplendor cultural. La gloria del Imperio
otomano, que se inició con la trascendental toma de Constantinopla por Mehmet II
en 1452, culminó con Solimán el Magnífico cuando éste logró apoderarse de
Hungría en 1526 tras su magnífica victoria sobre
Luis II.

Asimismo, este poderoso sultán llevó a los


otomanos a las puertas de Viena en 1529, impulsó
su poderío naval y afianzó su presencia en el
Mediterráneo. En el año 1522 había conquistado la
isla de Rodas y en el 1518, el corsario conocido
por los cristianos como Barbarroja, puso la ciudad
de Argel, de la que era dueño, bajo su protección.

Solimán II, el Magnífico Sultán que llevó el Imperio Otomano a su apogeo ( h.


1495 – Szigetvar, Hungría, 1566). A los 18 años fue nombrado gobernador de
Manisa y, ahí, comenzó su acción de gobernante y, más tarde, a la muerte de su
padre, tuvo un reinado notablemente largo, desde los 46 a los 72 años de edad ,
durante los cuales acumuló tantos títulos como triunfos guerreros. Solimán
desplegó una importante actividad legisladora principalmente sobre la
organización del eército, el feudalismo militar, la prosperidad territorial y el sistema
tributario.

Sucedió en el Trono a su padre, Selim I, en 1520. Desde entonces emprendió una


serie de guerras que, bajo su dirección personal, expandieron el dominio de los
turcos en tres direcciones principales: hacia el corazón de la Europa cristiana, en
las fronteras del Imperio de los Habsburgo; hacia el imperio persa chiíta en el este;
y por el Mediterráneo. Aprovechando que la atención del emperador Carlos V
estaba concentrada en el enfrentamiento con Francisco I de Francia, Solimán
terció en el conflicto sucesorio de Hungría, apoyando al voivoda de Transilvania
Juan Zapolya contra Fernando de Habsburgo: conquistó Belgrado (1521), venció
en la batalla de Mohács (1526), tomó Budapest (1529), puso sitio a Viena (1529),
se anexionó la mayor parte del territorio húngaro (1547) y sometió al Imperio
alemán al pago de un tributo.

Su padre era Selím, llamado el Terrible, un incansable


guerrero que había consolidado un gran imperio, pero un
día del año 1520, un correo trajo a Manisa, la noticia de su
muerte. Entonces, empezó la carrera de un rey que,
seguramente, en recuerdo del rey Salomón, su pueblo lo
llamaba Kanuni, el Legislador y, también, la Sombra de
Dios, el Protector de los Santuarios de la Meca y Medina;
pero Occidente, que lo temía y respetaba, lo llamó Solimán, el Magnífico.

En el periodo del sultanato de Solimán el Magnífico, el imperio se extendió lo


máximo y se acercó a la extensión del imperio bizantino en la época brillante del
emperador Justiniano. La época otomana es de una gran riqueza en arquitectura.
Su máximo representante será el prolífico y genial arquitecto Sinán, que realizará
sus fabulosas construcciones durante la edad de oro del arte otomano. Solamente
tuvo oportunidad de construir una mezquita en su nombre a los 30 años de su
subida al trono, aunque fuera tarde, mandó construir una de las mezquitas más
espectaculares de Estambul.

Sus ataque contra los herejes chiíes de Persia lo llevaron a conquistar Tabriz,
Bagdad y la mayor parte de Mesopotamia (1534), extendiendo sus dominios por
las costas de Arabia. En cuanto a la expansión mediterránea, comenzó con la
conquista de Rodas (1522), que le proporcionó el control de las rutas comerciales
venecianas y genovesas; continuó sometiendo al vasallaje otomano a Argel (1529)
y Trípoli (1551), mientras corsarios turcos imponían su ley en le mar.

Estos avances hacia occidente continuaron hasta la muerte de Solimán. Los


turcos recuerdan a Solimán como un gran legislador (autor del código general
conocido como Kanuname), poeta y constructor de edificios y obras públicas (
convirtio Estambul en la ciudad mas grande y monumental de Europa en el siglo
XVI).

Causas

En realidad fueron las características del imperio las que se enfrentaron con el
progreso occidental. En 1535 tienen lugar las Capitulaciones de Suleyman, los
franceses adquieren el derecho de comerciar sin trabas dentro del imperio
otomano. Además, el imperio se vio muy afectado por la rápida inflación que se
inició en Europa con el flujo de metales preciosos procedentes de América, se
abarataban y los productos entraban en el Imperio haciendo competencia sin rival
a los productos autóctonos, desaparecen sus manufacturas entre 1750 y 1850.

La antigua ruta comercial internacional que atravesaba el Oriente Próximo fue


monopolizada por holandeses e ingleses con lo que decaen los ingresos del
Imperio Otomano y termina la prosperidad de sus provincias árabes. En general,
Europa impuso un nuevo ritmo económico con el que el Imperio no pudo competir.
A esto se suma que la idea de Estado como nación identificadora de un pueblo se
impuso frente a la concepción plural otomana del territorio dominado sin unidad ni
política, ni cultural, ni étnica… su identidad no la marcaba ni la política ni la raza
sino el concepto de familia.

Europa progresivamente fue superando al Imperio en instituciones educativas y


científicas. Hubo una revolución europea también en el campo del armamento y
técnicas de guerra que terminó por dejar obsoleta la concepción de guerra
otomana. Eso llevó al Imperio a perder territorios de forma progresiva y constante
en largas guerras que agotaban sus recursos.

Hechos

El imperio otomano comienza siendo uno más de los pequeños estados turcos
que surgen en Asia Menor durante la decadencia del Imperio Selyúcida. Los
turcos otomanos van controlando paulatinamente a los demás estados y bajo el
reinado de Mehmed I acaban con lo que queda de la dinastía selyúcida.

Expansión otomana

La primera fase de la expansión otomana tuvo lugar bajo el gobierno de Osmán I y


siguió en los reinados de Orkhan, Murad I y Bayezid I, a expensas de los territorios
del Imperio Bizantino, Bulgaria y Serbia. Bursa cayó bajo su dominio
en 1326 y Adrianópolis en 1361. Las victorias otomanas en los Balcanes alertaron
a Europa sobre el peligro que este Imperio representaba y fue el motivo central de
la organización de la Primera Cruzada. El sitio que ponen los otomanos
a Constantinopla es roto gracias a Tamerlán, líder de los mongoles, quien tomó
prisionero a Bayezid en 1403. Pero el control mongol sobre los otomanos duró
muy poco.

El imperio, reunido bajo el mando de Mehmed I hacia 1412, vivió una vertiginosa
expansión con sus sucesores, Murad II y Mehmed II; el primero, vence a Ladislao
de Polonia en 1444 y, Mehmed II, captura Constantinopla en 1453. Así, los
otomanos pasaron de ser una horda nómada a convertirse en uno de los más
extensos y esplendorosos imperios del mundo. Bajo los gobiernos de Selim
I y Solimán I el Magnífico, tiene lugar la expansión del imperio
hacia Hungría, Valaquia, Moldavia y Transilvania. Parte del secreto de su triunfo
residió en la posesión de un poderoso ejército conformado por estrictas jerarquías
a las que podían pertenecer cristianos y extranjeros. Su cuerpo de elite estaba
conformado por los famosos “jenízaros”, o soldados europeos que eran robados
desde niños y reeducados en el Islam.

Los límites asiáticos del Imperio Otomano tampoco fueron respetados por mucho
tiempo. Selim I atacó a los “mamelucos” de Egipto y Siria, tomó El Cairo en 1517 y
asumió la sucesión del califato. También se vieron afectadas las propiedades
venecianas en Grecia que quedaron bajo su poder.

Durante el reinado de Solimánen 1535 comienza la proverbial amistad


entre Francia y Turquía, unidos contra los Habsburgo españoles. Solimán
reorganiza el sistema judicial y bajo su gobierno florecen la literatura, la
arquitectura y otras artes. También instaura lo que sería una de las leyes
canónicas musulmanas: la Sharia, que limitaba las prerrogativas del sultán,
adjudicándole un consejero o visir, con el poder político suficiente para cuestionar
sus acciones.
Decadencia

A la muerte de Solimán, siguió una progresiva decadencia. Los sacerdotes


(ulemas) y los jenízaros fueron ganando poder y ejercieron sobre los sucesivos
gobernantes una notable influencia que permitió la corrupción del sistema. El
primer golpe importante es infligido en 1571 a la armada de Selim II en la
famosa Batalla de Lepanto, donde españoles y venecianos al mando de Juan de
Austria derrotan a los otomanos. Sin embargo, el poder militar turco se ve
restaurado en el siglo XVII, cuando el ejército de Murad IV vence a los persas
en 1638.

En 1683, bajo el mando del Gran visir Mustafá, los otomanos llegan hasta Viena.
En auxilio de la ciudad acude Juan III de Polonia y las subsecuentes campañas
de, Carlos V de Lorena, Luis de Baden y Eugenio de Saboya terminarían en una
serie de negociaciones con la firma del Tratado de Karlowicz en 1699, que le
cuesta a los turcos la pérdida de sus territorios en Hungría.

Otras posesiones se van perdiendo paulatinamente y entre los siglos XVIII y XIX
son introducidas drásticas reformas bajo los reinados de Selim III y Mahmud II,
pero todo es inútil, Turquía y la dinastía otomana están heridas de muerte. Tras
una serie de capitulaciones, el Imperio Otomano va perdiendo poder e
independencia económica y aunque Turquía, teóricamente, vence en la Guerra de
Crimea, su economía se encuentra destrozada. En 1856, El Congreso de
París reconoce al Imperio Otomano como un estado soberano y con ello confirma,
paradójicamente, su dependencia del poder europeo.

Abdulmecit I (Abdülmecit I (en turco) o Abdulmayid I (en árabe)) fue el Sultán del
Imperio otomano desde 1839 hasta 1861.

En 1875 la rebelión de Bosnia y Herzegovina precipita la guerra contra los rusos


(1877-78). Esto representa la independencia de Rumania (antes Valaquia y
Moldavia)y hoy Serbia y Montenegro. Bosnia y Herzegovina se convierten en
estados dependientes de Austria.
La irrupción de la Primera Guerra Mundial y la Campaña de Gallipolli en contra de
las fuerzas aliadas en 1915, termina con la ocupación por parte de las fuerzas
inglesas de Bagdad y Jerusalén. En 1918 la resistencia turca se colapsa tanto
en Asia como en Europa, concluyendo con un armisticio y la definitiva caída del
Imperio Otomano, disuelto con la firma del Tratado de Sevres .

Arquitectura

La arquitectura otomana surgió en sus primeras capitales Bursa y Edirne en los


siglos XIV y XV, a partir de la anterior arquitectura selyúcida y estuvo influenciada
por las arquitecturas bizantina e iraní. Este estilo arquitectonico alcanzo cada
territorio que fue ocupado por ellos. Los otomanos dominaron las técnicas de la
construcción de grandes espacios interiores, confinados por cúpulas, semicúpulas,
bóvedas y columnas. Logrando una perfecta armonía entre los espacios interiores
y exteriores mediante la articulación de luces y sombras. La arquitectura religiosa
islámica se transformó en la principal expresión de las misma. La arquitectura
imperial otomana se divide en diferentes periodos o etapas desde el año 1300 con
el periodo temprano hasta el año 1922 con el llamado periodo de renacimiento
arquitectónico nacional:

Período otomano temprano

Tras el establecimiento del Imperio Otomano los años 1300 al 1453 constituyen la
época temprana o primera cuando sus gobernantes encomendaban a sus artistas
un estilo arquitectónico que reflejara su incipiente poder. En este período
encontramos la construcción de tres tipos de mezquitas: de gradas, de una sola
cúpula y sublínea en ángulo. La mezquita Hacı Özbek en Iznik en el año 1333,
constituye el primer ejemplo de una mezquita otomana de una sola cúpula, siendo
el primer centro de poder otomano.
Periodo de Bursa

Mezquita Verde o Mezquita Yeşil

Tuvo lugar entre los años 1299–1437, se caracterizó


por ser un estilo arquitectónico cupular, que
evolucioó a partir de las anteriores construcciones en
Bursa y Edirne, la Gran Mezquita de Bursa fue la
primera mezquita que se cubrió con una cúpula. En
Edirne se desarrollaron arquitectónicamente las
últimas construcciones que luego culminarán con la
construcción de las grandes mezquitas de Estambul.
Los edificios construidos en Estambul durante el
período comprendido entre la toma de la ciudad y la
construcción de la gran Mezquita de Beyazid (1501-1506) también se consideran
obras de la primera época. Entre ellos destacan la mezquita de Fatih (1463-1470),
la Mezquita Mahmutpasa, Mezquita Yeşil o Mezquita Verde y el Palacio de
Topkapi (1459-1465). Los otomanos integraron las mezquitas en la comunidad
urbana, añadiéndoles comedores asistenciales, escuelas teológicas, hospitales,
baños turcos y tumbas.

Periodo clásico

Mezquita Selimiye en Edirne

Esta estapa comprende los años 1437–1703, generalmente es asociada a las


obras del arquitecto Mimar Sinan quien fuera su mayor exponente. En este
periodo la arquitectura unificó los distintos elementos que previamente había
abosrvido y que aun no los armonizaba como un todo. Utilizaron un modelo
basado en la cúpula, similar al de Santa Sofía, pero cambiandole las proporciones,
abrieron el interior de la estructura y lo liberaron de columnas, añadieron más luz,
con mayor énfasis en el uso de la iluminación y de las sombras con una gran
cantidad de ventanas, se les agregó además patios interiores y exteriores a las
mezquitas. Entre las edificaciones de esta etapa encontramos la Mezquita Azul, la
Mezquita Selimiye, la Mezquita de Soliman y la Mezquita de Mihrimah.

Periodo de modernización

Durante el sultanato de Ahmed III y con el impulso de su gran vizir se produjo un


acercamiento a Francia y la arquitectura otomana comenzó a estar influenciada
por los estilos barroco y rococó que eran muy populares en Europa. Muchos
academicos refieren que este estilo ya se encontraba presente con anterioridad en
algunos elementos de edificaciones de los turcos selyúcidas como la mezquita de
Divriği y en la madrasa de İnce Minareli en Konya, este nuevo elemento es
llamado portal selyúcida. Durante este tiempo se construyeron además numerosas
villas y pabellones de recreo a orillas del mar a cargo del arquitecto francés Mellin
que había sido invitado a Estambul por una hermana del sultán. Dando lugar al
Periodo Tulipán.

Periodo Tulipán

Biblioteca Ahmed III

Comprende los años 1703–1757, es a partir de este período


cuando la clase alta y las élites del Imperio otomano comenzaron a utilizar las
áreas abiertas y públicas con frecuencia. Se hicieron populares las fuentes y las
residencias junto al agua como Aynalikavak Kasrı. Los canales de agua, las áreas
de picnic se establecieron como zonas de recreo. Entre ellas se encuentran la
Fuente de Ahmed III, la Biblioteca de Ahmet III y la Mezquita Ortaköy. La era
tulipán se convirtió en un modelo para las actitudes de occidentalización. Durante
los años 1720-1890, la arquitectura otomana se desvió de los principios de la
época clásica. Con la muerte de Ahmed III, Mahmud I tomó el trono y durante ese
período se comenzaron a construir edificaciones de estilo barroco.

Periodo barroco

Mezquita de los Tulipanes

Abarca los años 1757 hasta 1808 en las edificaciones del periodo predominan las
líneas onduladas y curvas. Los principales ejemplos son la mezquita de Nur-u
Osmaniye, la Mezquita Laleli o de los Tulipanes, la tumba de Fatih, Laleli
Çukurçeşme Inn, Birgi Çakırağa Mansión, el cuartel Militar de Taksim y el cuartel
Selimiye. Mimar Tahir fue el arquitecto más importante de la época. El edículo que
alberga la tumba de Jesús en el Santo Sepulcro en Jerusalén, el lugar más
sagrado de la cristiandad, también fue reconstruido en 1810 en estilo barroco
otomano.

Periodo Imperio

Palacio Beylerbeyi
Palacio Çırağan

Comprende la etapa desde 1808 hasta 1876, este estilo se desarrolló paralelo al
proceso de occidentalización del imperio. El principales exponenten de este estilo
fueron algunos miembros de la familia Balyan y los hermanos Fossati. Entre las
edificaciones erigidas con este estilo están el Palacio Çırağan, el Palacio
Beylerbeyi, el Palacio Dolmabahçe y la Mezquita de Ortaköy.

Periodo tardío

Se desarrolla entre los años 1876 al 1922 se también llamado renacimiento


arquitectónico nacional. Fue el último periodo arquitectónico deñl imperio otomano,
se hizo más evidente cuando la revolución de los Jóvenes turcos que tomaron el
poder entre el 1808 y 1809. El enfoque de este periodo fue un revival de la
arquitectura otomana, una reacción a las influencias extranjera, como el barroco y
la arquitectura neoclásica, teniendo como prioridad promover el patriotismo
otomano y la propia identidad. El Revival Otomano se basaba en las técnicas de
construcción modernas y el uso de materiales como el hormigón armado, el hierro,
el acero, los techos de vidrio, y en muchos casos utiliza lo que era esencialmente
una edificación Beaux-Arts con motivos exteriores estilísticos asociados con la
arquitectura original otomana.

Joyas imperiales

Anillo que pertenecio a la sultana Hurrem, regalo de


Suleiman I

El imperio otomano se caracterizó no solo por sus


bellas Mezquitas, sino tambien por las orfebrería,
contando con un gran desarrollo, sus artesanos eran
verdaderos artifices de obras de arte magníficas, las
joyas que llevaban sus gobermnantes que eran simbolos del poder de los mismos,
desde el mas simple Aga hasta el mismo Sultan, mostraba a traves de las joyas su
poder. Algunos sultanes como Suleiman I practicaban este oficio.
Consecuencias

En 1683, el Imperio otomano ya teniendo entre sus posesiones al reino de Hungría


desde 1541, decidió avanzar hacia Viena. De esta manera, se produjo el Sitio de
Viena, el cual resultó un completo fracaso, puesto que las fuerzas del Sacro
Imperio Romano Germánico se aliaron con las de Lorena y el Reino de Francia
formando una Liga Santa. De inmediato, luego de expulsar a los turcos otomanos
de los territorios del imperio germánico, varias batallas menores se fueron
sucediendo y tras la iniciativa del emperador germánico y rey húngaro Leopoldo I
de Habsburgo los ejércitos de la Santa Liga avanzaron hacia Buda, la capital del
Reino de Hungría ocupado por los turcos. De esta manera, muchos nobles
europeos se pusieron al servicio del emperador Leopoldo I, entre ellos el Príncipe
Eugenio de Saboya y luego de un largo asedio, se consiguió la liberación de
Hungría en 1686 y la expulsión de los turcos otomanos del reino europeo, que
pasó bajo control germánico.

Estas derrotas sucesivas sumado al aislamiento diplomático que siempre


mantuvieron con otras naciones ocupadas y sus vecinos fueron entre otras, varias
de las causas que motivaron el declive del imperio. Bien es cierto que algunos
otomanos rompieron, al menos parcialmente, este aislamiento durante el siglo
XVIII a través de cierto número de canales que se establecieron con Occidente.
Un reducido número de embajadores otomanos fueron enviados para firmar
tratados y participar en negociaciones y, aunque no se quedaban mucho tiempo,
fueron los primeros en comprender algo de lo que pasaba en Europa. Además, al
Imperio otomano llegaban mercaderes, viajeros y cónsules, por lo que a los
otomanos les fue imposible seguir evitando este contacto. Fue poco a poco como
las costumbres y saberes europeos empezaron a entrar entre las clases
dirigentes.
Sitio de Viena de 1683

A partir de entonces, los otomanos descubrieron que su poderío militar (basado en


la disciplina de la infantería de jenízaros y la caballería de Sipahi) estaba
naufragando y resolvieron abrirse a la diplomacia occidental. De esta manera, los
comerciantes cristianos de Constantinopla (los fanariotas) se abrieron paso en la
administración otomana. Este proceso duró todo el siglo XVIII, pero motivó el
surgimiento de la Gran Idea de reemplazar el Imperio otomano por un Imperio
Griego. Los griegos se alzaron en armas a comienzos del siglo XIX y obtuvieron
su independencia en 1823, pero jamás llegaron a concretar la Gran Idea. Los
otomanos se volvieron más fanáticamente musulmanes que nunca, y se
enredaron irremisiblemente en el juego político de las potencias coloniales de
Occidente, al tiempo que el Imperio sobrevivía a las sublevaciones que sus
propios jóvenes oficiales, educados en el arte de la guerra occidental, promovían
en nombre de esos mismos valores occidentales que habían recibido. El “hombre
enfermo de Europa”, como se calificó al Imperio, sobrevivió aún tres cuartos de
siglo más, gracias al apoyo de Inglaterra (que necesitaba a los otomanos para
contrarrestar las ambiciones de Rusia de alcanzar el Mar Mediterráneo). Esto no
impidió que los otomanos perdieran virtualmente la administración de Egipto, al
tiempo que los pueblos cristianos de los Balcanes (Serbia, Rumania, Bulgaria y
Albania) se iban independizando uno detrás de otro.
Impactos

Un planteamiento muy arraigado durante mucho tiempo sostenía que la conquista


turca de Constantinopla animó a los europeos a buscar nuevas rutas para
conseguir las especias orientales. Hoy en día tendemos a opinar más bien lo
contrario: las navegaciones de los portugueses hicieron perder interés por el
Próximo Oriente. Tampoco cabe exagerar al respecto, ya que los venecianos
trataron de desafiar el predominio portugués en el comercio de las especias
recurriendo a las rutas terrestres asiáticas en el siglo XVI.

Indiscutiblemente, el imperio otomano disfrutaba de considerables


ventajas en el cada vez más interconectado mundo de los Descubrimientos.
Enclavado en un cruce de caminos de singular valor, producía cereales, azúcar,
café, etc. Sus tejidos de algodón eran apreciados en la Cristiandad europea.
Disponía de una temible flota y su gobierno era bien capaz de controlar países
muy variados.

A los territorios otomanos afluyó el oro y la plata logradas por los


españoles en América, que tanto impacto tuvieron en los precios de la época. Las
hostilidades no impidieron los contactos comerciales, especialmente con Francia,
tan vinculada económicamente a España.

Sin embargo, los otomanos adolecieron de una carencia que ya


padecieron los romanos, la del drenaje de metales preciosos hacia Oriente,
concretamente en dirección a Persia y la India (regidas en el XVI por poderosos
imperios). La hostilidad con la Persia chií no impidió la compra de sedas muy
cotizadas. Similares problemas se les plantearon a los europeos en Extremo
Oriente con China. A través de Manila, los españoles enviaron cuantiosas
cantidades de plata mexicana para adquirir los cotizados tejidos chinos a
comienzos del XVII. En Cantón los franceses se enfrentaron con una situación
casi igual un poco después.

Este déficit oriental podían compensarlo los otomanos con su comercio


con la Europa cristiana. Sus cereales eran de gran valor para alimentar una
población en aumento, como demostró la experiencia de Polonia en relación a sus
dominios ucranianos. Los tejidos de algodón también tenían su atractivo, según
demostró la posterior experiencia de la industrialización británica.

La realidad es que poco a poco se fueron imponiendo los comerciantes


de la Europa cristiana en la economía otomana, hasta tal punto que el café y el
azúcar que tanto gustaban a las gentes del imperio procedían mayoritariamente de
las colonias americanas. La situación tiene paralelismos con la vivida por el
imperio bizantino en la Baja Edad Media.

La pérdida de dinero para un imperio con tantos compromisos militares,


en el competitivo mundo de la Edad Moderna, tuvo graves repercusiones. El cobro
de las contribuciones se confió a compañías de arrendadores, que avanzaban a
las autoridades el dinero a cambio de subir la recaudación para tener beneficios.
La carga fiscal se acrecentó y la introducción de nuevos cultivos de procedencia
americana, un fenómeno que también se dio en el África subsahariana de la mano
de los portugueses, no causó el revulsivo de otras regiones. Muchos campesinos
(de países como Egipto) abandonaron sus aldeas para malvivir en las ciudades.
Allí no encontraron las oportunidades de otros tiempos, dada la decadencia de
muchos oficios artesanales por la competencia de los géneros foráneos.
Paradójicamente, los avances del comercio extranjero y la progresión
rusa hacia la ribera del mar Negro, tan valiosa para la exportación de cereales y
para la consecución de materiales de construcción naval, no evitó una cierta
promoción de los labradores cristianos del imperio, que tenían el estatuto de
protegidos a cambio del pago de unos impuestos especiales. Aumentaron las
tensiones entre éstos y los artesanos musulmanes de las ciudades, uno de los
orígenes de los futuros conflictos nacionalistas que desgarrarían el imperio en los
Balcanes.

Aunque como poder militar los otomanos dieron muestras de entereza y


de cierta recuperación a lo largo de los siglos XVII y XVIII, la renovación de su red
de comunicaciones y de su parque de vehículos presentó notables dificultades,
especialmente en lo relativo a la dotación de carruajes. Las rutas marinas fueron
de gran ayuda e hicieron la fortuna de los navegantes griegos del imperio, pero
cada vez más dependieron de los diseños de otros países. Llegaron a comprar
sus buques a Suecia e incluso a los nacientes Estados Unidos.

Para explicar la razón última de este proceso de decadencia se ha


mantenido la incapacidad tecnológica de un imperio incapaz de adaptarse a las
novedades, demasiado condicionado por los puntos de vista de los juristas y por la
tradición. Sería la cara intelectual del despotismo, que arruinaba el bienestar de
sus súbditos.

Lo cierto es que los turcos han demostrado capacidad para el cambio a


lo largo de la Historia y algunos de sus problemas también se dieron en las
sociedades de la Europa Occidental del Antiguo Régimen. Así pues, el dedo
acusador ha señalado curiosamente a la falta de apoyo del Estado como su
principal responsable. Algún autor ha dicho que el imperio otomano careció de los
instintos de control de la economía de la Unión Soviética, a veces metida en el
mismo saco orientalista sin gran fundamento.

Los otomanos, pese al brillo de su corte y a la acometividad de sus


ejércitos, no pusieron en práctica una política mercantilista como las Provincias
Unidas de los Países Bajos e Inglaterra. Francia también la siguió con matices y
España se esforzó por aplicarla en el XVIII. La hemorragia del déficit, de las
pérdidas de metales preciosos, se conseguiría fomentando la producción y el
comercio propios, un objetivo al que consiguieron acercarse más aquellas
sociedades más cercanas a formas parlamentaristas de gobierno. Desde esta
óptica, las capitulaciones comerciales con Francia (1569) e Inglaterra (1580) han
sido valoradas negativamente, pues abrieron un portillo fiscal y mercantil a la
penetración extranjera, al modo de los tratados desiguales con la China
decimonónica. Los otomanos, en suma, adolecieron de los males de Bizancio.
Conclusión

En definitiva, el mapa mostrado ha servido de importancia para conocer parte de


los conflictos sucedidos en el siglo XIX. La decadencia del Imperio Otomano, el
aumento de los nacionalismos en Europa y el incremento del poder de nuevas
potencias provoca una reconfiguración en el mapa territorial del Este de Europa
que predominaba desde los inicios de la Edad Moderna.

Como consecuencia, surgieron nuevos países y nuevas potencias, que influirán en


el transcurso de la historia del siglo XX.
Bibliografía

Lario, Ángeles (coord). Historia Contemporánea Universal. Del surgimiento del


Estado contemporáneo a la Primera Guerra Mundial. 1ª ed. Madrid.
Alianza Editorial; 2010

Varios autores. Historia del Hombre. Selecciones del Reader’s Digest. México 1ª
ed.. Selecciones del Reader’s Digest, S.A.; 1974

Wikipedia. Imperio otomano. Wikipedia.es; 2003; [actualizada el 2 de enero de


2012; consulta el 4 de septiembre de 2018]. Disponible en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_otomano

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