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INTRODUCCION
El crimen flagela a todos por igual sin distinción de raza, sexo o posición social; afecta a
políticos prominentes (Ruiz Massieu, Colosio, Clouthier, etc.) o a nuestros familiares y vecinos
cercanos.
Junto a la crisis económica por la que hemos atravesado en los últimos 20 años, que lanza
hacia la pobreza a millones de mexicanos, encontramos la descomposición de los órganos
encargados de la Seguridad Pública como detonantes del aumento de los índices delictivos.
Hemos descubierto que los órganos encargados de protegernos se han coludido con la
delincuencia; los ejemplos llenarían cuartilla tras cuartilla: el caso de la Dirección Federal de
Seguridad y su alianza con reconocidos narcotraficantes; el caso del General Gutiérrez Rebollo
y su alianza con el cártel de Juárez; el caso de la Policía Judicial del Estado de Sinaloa y sus
nexos con el narcotráficonota 2 ; el asesinato de jóvenes por grupos policiales de extracción
militar; la violación de jovencitas por policías, etc. Los órganos que deben ser los garantes de la
ley se convierten en los primeros que no la respetan.
El panorama es aún más desalentador cuando los principales líderes políticos del país, del
presente o el pasado, son frecuentemente señalados como parte de organizaciones delictivas
que lucran en perjuicio del resto de la población.nota 3 O cuando esta misma clase política
actúa en contra de las leyes y del interés colectivo continuando su vida con tranquilidad e
impunidad.
El Distrito Federal no tiene una situación de excepción a la del resto de la República en esta
materia. Afortunadamente, la problemática no es tan severa como en los Estados que sirven de
ruta para el tráfico de droga hacia EE.UU. (Sinaloa, Jalisco, Baja California o Tamaulipas), que
se encuentran en un estado de sitio. El problema principal del D.F. ha sido albergar al mismo
tiempo en su seno la opulencia más insultante junto con la pobreza más denigrante.
Los habitantes del DF no tenían los más elementales derechos políticos: no podían elegir a sus
gobernantes, no podían influir en el destino de la ciudad, las leyes que los gobernaban eran
redactadas en el Congreso Federal, etc. Quizás gozaban a diferencia de los mexicanos del
resto de la República de servicios públicos subsidiados, pero a un costo muy alto: el
sometimiento total a la autoridad central.
La situación cambió gracias a la Reforma Política de 1996. En ella se determinó que los
capitalinos finalmente recuperarían sus derechos políticos menoscabados desde principios de
siglo; con las reformas se recuperó la facultad de elegir democráticamente a sus autoridades
gubernamentales y además se constituyó un órgano de representación popular con facultades
legislativas. De cualquier manera la reforma dejó mucho que desear al limitarse las atribuciones
concedidas al Jefe de Gobierno y a la Asamblea Legislativa; pese a esto, fomentó la esperanza
entre la población de que un gobierno y un poder legislativo fruto de la voluntad popular serían
capaces de resolver los problemas que aquejaban a la ciudadanía, entre ellos la crisis de la
seguridad pública.
El 5 de diciembre de 1997, tras una contundente victoria electoral, Cuauhtémoc Cárdenas tomó
posesión como Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Ante si tenía uno de los retos más
difíciles en los último años: gobernar a la caótica Ciudad de México.
El breve ensayo que tienen ahora en sus manos tratará de dar una visión general de la obra
cardenista en la Ciudad de México, enfocándose especialmente a la manera en que se ha
enfrentado al problema de la seguridad pública.
En el siguiente apartado hago una revisión de los órganos encargados de la seguridad pública
en la Ciudad de México. Trataré de señalar como convergen instituciones federales y locales
bajo el mismo esfuerzo de combatir a la delincuencia. Esto nos permitirá identificar las
responsabilidades y funciones de las instituciones existentes.
Finalmente trato de hacer una revisión general de los esfuerzos cardenistas para enfrentar el
problema tras 16 meses de gobierno (diciembre de 1997-marzo de 1999).
El estudio del desempeño de la administración cardenista cobra un cariz distinto a la luz de las
aspiraciones de Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD para contender por la presidencia en el año
2000. Muchos afirmaban que el DF sería la tumba de sus aspiraciones políticas... aunque ellos
mismos afirmaban que Cárdenas estaba acabado tras el sexenio de Salinas.
LA SITUACION PRECARDENISTA
El fenómeno relacionado con la crisis de la seguridad pública que con mayor facilidad percibe
la gente es el aumento de los delitos cometidos; esto debido a que afectan de manera directa a
la población , la gente es o conoce a las víctimas del delito.
No cabe duda que la crisis económica de 1994 incidió en el incremento de los delitos, pero no
fue su causa inmediata sino simplemente aceleró una tendencia histórica cuyos orígenes los
encontramos en el decenio pasado.
La recesión económica durante la década pérdida, los 80’s, pulverizó el ingreso familiar y lanzó
a millones al desempleo, orillándolos a la delincuencia o al comercio informal.nota 3 La terrible
marginación de amplios sectores de la población fue una de las causales del aumento de la
delincuencia.
Los delincuentes encuentran un estímulo para delinquir al ver la ineficacia de las fuerzas de
seguridad pública. No les atemoriza la idea de terminar sus días en la cárcel ante las pocas
posibilidades de que esto ocurra. En el peor de los casos los delincuentes actúan bajo la
protección de la misma autoridad.
La tesis del actual gobierno perredista es que la crisis de los órganos de seguridad pública se
debe a la manera en que las anteriores administraciones plantearon el problema: para el
régimen priísta la principal amenaza a la seguridad pública no era la delincuencia sino todo
aquel que amenazara la estabilidad y permanencia del sistema político, esto es, guerrilleros,
organizaciones populares opositoras, etc.
Según esta idea, la función de los órganos de seguridad pública no era la de proteger a la
ciudadanía en sus personas y sus bienes, sino eliminar la disidencia políticanota 6 . De esta
manera se explicaría la tolerancia de los gobiernos anteriores hacia organismos como la
Dirección Federal de Seguridad ya que no importaba que se aliara con el narcotráfico siempre y
cuando eliminara a la Liga 23 de septiembre.
La seguridad pública, entendida como la protección a los ciudadanos, era un tema poco
importante para los gobiernos priístas. Fue solamente cuando esta se convirtió en una
amenaza para la estabilidad del sistema político y fuente de descontento y movilizaciones
populares que le prestaron más atención. Desafortunadamente el problema era ya demasiado
complejo y la corrupción corroía las entrañas del aparato gubernamental.
En consecuencia, las medidas sexenales de los últimos años han sido incapaces de controlar o
revertir la crisis de la seguridad pública. Estas medidas además tuvieron que enfrentarse a la
astringencia presupuestal de los últimos años que impidió destinar mayores recursos para la
creación de nuevos reclusorios, invertir en cursos de preparación para los policías, custodios y
ministerio público, la compra de armamento y equipo, etc.nota 7
Al mismo tiempo se han venido endureciendo más las penas por los delitos cometidos. Por
ejemplo, un delito penado en 1931 con 3 años y dos meses de prisión en promedio, ahora en
1999 se castiga con 9 años.nota 9 Desgraciadamente este tipo de medidas están lejos de
inhibir a la delincuencia y a lo único que llevan es a la sobrepoblación de los reclusorios al no ir
acompañadas con un programa de construcción de centros penitenciarios.
En general se ha mostrado una total indiferencia, sino es que desprecio, por la readaptación
social de los delincuentes. Su tesis seguramente concibe que el delincuente es un especie de
perro rabioso al que únicamente hay que excluir del resto de la sociedad y esperar a que
muera. Esta actitud tiene graves repercusiones para la sociedad y es un elemento fundamental
para la explicación de la actual crisis de la seguridad pública.
La procuración de justicia también deja mucho que desear. La gente se enardece cuando salen
libres los delincuentes tras estar algunos días en el reclusorio a pesar de haber cometido una
falta grave. Lo que explicaría algunas veces esta situación es que el Ministerio Público integra
erróneamente las averiguaciones previas, que contiene los argumentos que señalan al
indiciado como culpable. Ante una averiguación previa deficiente el Juez puede decretar la
liberación del sospechoso por falta de pruebas contundentes, aunque si sospecha de la
responsabilidad delictiva del acusado está plenamente facultado para perfeccionar la
averiguación.
Este problema deriva muchas veces del número de denuncias que tiene que atender un
Ministerio Público junto al poco tiempo disponible para elaborar las averiguaciones previas, 72
horas. Otras veces es consecuencia de la deficiente preparación de los MP, que no tienen el
conocimiento ni la experiencia para llevarlas a buen término. En el peor de los casos esta
ineptitud no es más que corrupción encubierta.
Los mismos problemas enfrenta el poder judicial. Los jueces tienen que trabajar en muchos y
distintos casos al día teniendo también un plazo máximo para concluir el juicio. Bajo estas
condiciones no es de extrañar los errores cometidos en la procuración de justicia.
Otra medida tomada por las autoridades federales, y en consecuencia también en el DF, ha
sido la de sacar de sus cuarteles al ejército y mandarlo a cumplir funciones de policía. En 27
Estados a lo largo de la República los militares han sustituido a los policías de formación en las
distintas corporaciones policiacas.
La población siente una fascinación por los militares. Existe el ideal popular de que el sector
castrense tiene todas las cualidades necesarias para enfrentar el problema de la delincuencia:
honradez, capacidad, disciplina, abnegación, aptitud técnica, etc. Estas características,
comparadas a las de los policías comunes, de acuerdo con el criterio popular, resultan un imán
para el apoyo a la militarización por parte de la población. Así, los militares traerían consigo la
erradicación de la corrupción, la indisciplina y la incompetencia al interior de las instituciones de
seguridad pública.nota 10
Aunque no tarda de llegar el desencanto. En la Ciudad de México este vino tras el asesinato,
luego de juicio sumario como en tiempos de la revolución, de 6 presuntos delincuentes, jóvenes
todos ellos, a manos de la policía militarizada. Aunque algunos sectores, proclives a la mano
dura, vieron con agrado esta acción y de paso reafirmaron sus teorías sobre la solución a la
crisis de seguridad pública mediante la violación permanente a los derechos humanos de los
"delincuentes". En el resto de la república la población ha comprobado que ningún general
resiste un cañonazo de 50 mil pesos, como en los casos del General Gutiérrez Rebollo y los
jefes de las zonas militares de Baja California y Jalisco.
En la Ciudad de México los militares dejaron de participar en los órganos de seguridad pública
ya hasta la administración cardenista a pesar de las críticas en contra de la militarización por
parte de amplios sectores de la población. En el resto del país las cosas no han cambiado y los
militares fungen aún como policías a pesar de los escándalos de corrupción y la poca
efectividad de los militaresnota 11 . Los soldados, en resumen, han sido incapaces de resolver
el problema de la delincuencia, por no decir el de la crisis de la seguridad pública, y sólo han
generado nuevos conflictos.nota 12
Con la experiencia de los militares en las calles se advierte que la crisis de la seguridad pública
no es una mera cuestión de policías y ladrones y en consecuencia no se resuelve con más
policías sino que debe plantearse una estrategia que incluya tanto el factor preventivo como de
readaptación; más aún, nada de ello funcionará manteniéndose la marginación de amplios
sectores de la población.
Este era el panorama, a grandes rasgos, en cuestiones de seguridad pública en el DF al que
Cuauhtémoc Cárdenas se enfrentaba al inicio de su administración. A continuación revisaré el
trabajo del gobierno cardenista.
LA ADMINISTRACION CARDENISTA
En julio de 1997 los ciudadanos del DF votaron por el cambio. Tras años de dominio priísta, la
ciudadanía eligió al PRD y en especial al ingeniero Cárdenas para que se encargaran de la
administración de la Ciudad de México . Al comienzo, en diciembre de 1997, la población tenía
grandes esperanzas y expectativas con la llegada del nuevo régimen.
La mayor parte de los capitalinos confiaban en que el gobierno sería capaz de resolver los
problemas de la ciudad o al menos trabajaría con mayor honradez en el manejo de los asuntos
públicos, lo cual ya era ganancia.
Para entender la labor del gobierno capitalino es necesario antes que nada conocer cuales son
las instituciones que convergen en las tareas de seguridad pública. Participan tanto
dependencias federales (PGR, la Secretaría de Gobernación, etc.) como locales (PGJDF, SSP,
etc.)
Para efectos de prevenir el delito el gobierno capitalino cuenta con la Secretaría de Seguridad
Pública (SSP), integrada por la Policía Preventiva y la Policía Complementaria (integrada esta a
su vez por la Policía Auxiliar y la Policía Bancaria e Industrial). Su función básica es la de
disuadir la realización de delitos mediante la presencia policiaca. Esto no quiere decir que estas
agrupaciones no puedan intervenir para detener a los delincuentes; por el contrario, están
facultadas para intervenir y capturar al criminal ante la comisión flagrante de un delito, sea este
del fuero federal o del fuero común, para presentarlo ante la respectiva Agencia del Ministerio
Público.
La persecución de los delitos está en manos de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal
(PGJDF). Esta institución está integrada básicamente por el Ministerio Público (MP) y la Policía
Judicial del Distrito Federal (PJDF). Ante denuncias o acusaciones por parte de las víctimas de
un delito, el MP iniciará las investigaciones, contenidas dentro de la averiguación previa, en
busca de pruebas que certifiquen la responsabilidad del acusado para presentarlas ante el
Poder Judicial.
En su labor, el MP cuenta con el apoyo de la PJDF. Este órgano tiene como función principal la
de auxiliar en sus indagatoria al MP y la aprehensión de los presuntos delincuentes.
Quien determina la culpabilidad o inocencia del acusado es el Poder Judicial, órgano con plena
autonomía respecto a la PGJDF , la SSP o los poderes Ejecutivo y Legislativo del Distrito
Federal. A partir de la información contenida en la averiguación previa, el representante del
Poder Judicial determinará la inocencia o la culpabilidad del acusado.
Como podemos ver, el gobierno local tiene amplias atribuciones en materia de seguridad
pública. Sin embargo aún permanecen viejos residuos de los viejos tiempos en los que la
máxima autoridad era el Poder Ejecutivo Federal.
Por ejemplo, todavía recae en el Presidente de la República el mando de la fuerza pública del
DF , así como la facultad de designar y remover al Secretario de Seguridad Pública. Como jefe
de la fuerza pública, también puede disponer de ella incluso contrariando a la voluntad y
opinión de los poderes locales (del jefe de Gobierno y de la Asamblea Legislativa).
Asimismo la Secretaría de Gobernación, una dependencia del Poder Ejecutivo Federal, tiene
una gran influencia sobre la SSP y la PGJDF. Por principio de cuentas es la que determina el
equipo que puede ser utilizado por parte de los órganos policiales de toda la República.
También, por medio del Consejo Nacional de Seguridad Pública, determina a nivel nacional la
naturaleza de los programas de capacitación y combate a la delincuencia, entre otros.
La ZMVM abarca tanto el territorio del DF, como el de algunos municipios del Estado de
México. La delincuencia no distingue estos límites geográficos y administrativos por lo que
opera tanto en el DF como en el Estado de México. Los delincuentes traspasan diariamente los
límites entre ambas entidades federales para delinquir sin ningún problema. Sin embargo, la
PGJDF no puede actuar en territorio del Estado de México, a su vez que la Policía Judicial del
Estado de México no puede hacerlo dentro del DF.
De esta manera se impone la necesidad de una estrecha colaboración entre la policía del DF y
la del Estado de México en la lucha contra la delincuencia. Si alguna de las dos entidades no
coopera, los esfuerzos por controlar a la delincuencia se verán menguados.
Finalmente hay que señalar las tareas de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF).
Luego de las reformas de 1997, esta institución adquirió plenas facultades legislativas para el
DF, emulando las tareas de los Congresos locales de cada una de las entidades federativas.
Así, la ALDF tiene ya la posibilidad de reformar todas la legislación vigente en materia de
seguridad pública como por ejemplo el Código Penal del Fuero Común para el Distrito Federal,
la Ley Orgánica de la PGJDF, la Ley sobre Seguridad Pública, etc. A este órgano le competerá
diseñar las normas que regularán el trabajo de la administración capitalina.
b) La propuesta cardenista
El gobierno capitalino reconoce que la crisis de la seguridad pública no es una mera cuestión
de policías y ladrones; entiende que no es solamente aumentando las penas de los delitos o
militarizando a la policía como se va a resolver el problema.
Esto no quiere decir que las cuestiones plenamente relacionadas con los órganos de seguridad
pública no hayan sido consideradas y por lo tanto no se actúe en este campo para resolver el
porblema. En este rubro el gobierno capitalino se ha propuesto los siguientes objetivos:
La consecución de estos objetivos sectoriales, junto con los demás planteados por la
administración cardenista en otras áreas, tenderán a revertir la crisis de la seguridad pública en
el ámbito local.
Los objetivos trazados en materia de seguridad pública revelan la perspectiva que tiene el
gobierno acerca del problema. Reconocen tanto la necesidad de disminuir el índice delictivo,
que lacera a la población, como la obligación imperante de reestructurar completamente a los
órganos de seguridad pública.
Con esta visión el gobierno demuestra que ha comprendido que el problema de la inseguridad
no se limita simplemente al incremento de la criminalidad, sino que hay muchos más factores y
procesos involucrados que deben ser confrontados si es que en realidad se pretende resolver
la problemática.
Para el cumplimiento de estos objetivos el gobierno capitalino estableció 5 líneas de acción, las
cuales son:
La autoridad se propone también reformar las disposiciones legales vigentes para definir y
ampliar las funciones de la PGJDF y la SSP; para modificar el Código Penal y el de
Procedimientos Penales; para actualizar la ley de amparos; para regular la participación de los
cuerpos de seguridad privada; etc.
Luego de que el ingeniero Cárdenas ganó la elección a Jefe de Gobierno en julio de 1997, la
administración de Oscar Espinoza relajó aún más la disciplina en el manejo de los asuntos
públicos. Esta laxitud se reflejó, por ejemplo, en la tolerada indisciplina de los cuerpos de
seguridad públicanota 5 . , el otorgamiento de licencias de diverso tipo, la aprobación y
ejecución de obras y contratos, etc. Ante esta situación, los esfuerzos del nuevo gobierno se
orientaron principalmente a revertir el desorden administrativo producido por esta actitud .nota
6.
En lo relativo a la seguridad pública, el nuevo régimen se enfrentó al inicio con una carencia de
recursos humanos para llevar a buen término sus programas de trabajo. Corrupción e ineptitud
eran los vicios predominantes entre los miembros de los cuerpos de seguridad (policías,
ministerios públicos, custodios, etc.)
Para solucionar esta dificultad, las nuevas autoridades no decidieron cesar a todos los malos
elementos, sino que les dio la oportunidad de continuar trabajando con la condición de que
superaran sus antiguos vicios y prácticas. La solución no era cesar a todos estos malos
elementos y lanzarlos a la calle porque con esta medida sólo se agravaría el problema.nota 7 .
Se comenzó a trabajar al mismo tiempo en la formación de personal acorde con los nuevos
proyectos. Los cursos de la Academia de Policía y de ingreso a la PGJDF se reformaron con el
fin de generar el recurso humano necesario para los nuevos planes de trabajo de las
autoridades. Desafortunadamente la formación de los nuevos elementos tardaría un año o más,
un plazo demasiado largo ante la demanda de soluciones inmediatas por parte de la sociedad.
Este sería un proyecto a mediano plazo con resultados a futuro, pero de importancia central en
la estrategia gubernamental.nota 8.
Ante este panorama se decidió implantar los programas de trabajo con el personal disponible.
Aunque los mandos superiores en la PGJDF, la SSP y la DGR fueron ocupados por nuevos
funcionarios. De esta manera Rodolfo de Bernardi quedó al frente de la SSP, Samuel del Villar
en la PGJDF y Carlos Tornero en la DGR. Los nuevos nombramientos fueron motivo de fuertes
críticas, que incluso auguraban el fracaso de la naciente autoridad; los cuestionamientos
arreciaron cuando se descubrió que algunos de los recién llegados tenían un pasado muy
oscuro.nota 9.
Pese a estas complicaciones iniciales se iniciaron los programas de trabajo para reestructurar
completamente a los órganos de seguridad pública.
Sin embargo, el gobierno del DF no siguió este camino e incluso decidió dar de baja a los
militares que patrullaban en la Delegación Iztapalapa y a los 135 que ocupaban puestos de
dirección en la SSP. El ingeniero Cárdenas había sido claro al respecto: no aceptaría que los
soldados realizarán labores de carácter civil.nota 10.
La solución dada por el gobierno capitalino fue la de reestructurar los sectores en los que la
SSP actuaba. La nueva división sectorial propició una asignación eficiente de los policías en
labores de prevención del delito. Junto a esta medida, la SSP implantó un programa de
supervisión para vigilar que los policías realmente cumplieran con sus actividades asignadas;
se inició también un novedoso sistema de patrullaje; comenzó el proceso para la
descentralización de la SSP y aumentar la participación de las Delegaciones Políticas en las
tareas policiacasnota 11. , se recuperó la figura del policía de barrio; se volvieron a utilizar los
módulos de policía enclavados en las colonias; se activó el servicio de denucias telefónicas 061
entre otras acciones.
La administración reconoce que estas organizaciones son las principales culpables del
incremento en los delitos de robo de auto, robo a transportista, robo de banco y narcotráfico
(aunque la persecución de este último es responsabilidad de la PGR). Las estadísticas de este
tipo de crímenes son mucho más precisas, por lo a partir de su análisis se podrá evaluar el
trabajo del gobierno. nota 12.
Hasta agosto de 1998 se habían disuelto 303 bandas y detenido a 1,438 de sus integrantes de
acuerdo con la información de la PGJDF.nota 13.
La depuración de los cuerpos de seguridad pública se realiza con renovados bríos: 1,242
funcionarios públicos han sido destituidos durante el primer año de gobierno. Pese a estas
acciones algunos malos elementos permanecen en sus puestos, aunque cada vez es más
frecuente la denuncia ciudadana o por parte de sus subordinados y compañeros en contra de
actos de corrupción.
En referencia a la capacitación de servidores públicos, tras un año de trabajo han aprobado sus
cursos 1,333 agentes del ministerio público, 2,942 policías judiciales y 1,109 peritos. También,
durante 1998 egresaron 2,400 policías de sus clases de especialización en el Instituto Técnico
de Formación Policial para incorporarse a la SSP.
Las reformas por parte de la ALDF no se han producido. Fuera de la creación del Consejo
Consultivo en Procuración de Justicia y Seguridad Pública nota 14., la adecuación del Código
Penal para el DFnota 15 . o la publicación del Atlas Delictivo de la Ciudad de México , su labor
en cuestiones de seguridad pública ha sido prácticamente nula.
Esto no es consecuencia de que no sean necesarias las reformas legislativas en el ramo. Para
la contingencia de la crisis de la seguridad pública es necesario actualizar y crear nuevas leyes;
por ejemplo sería bastante útil para combatir el problema: a) permitir penas extramuros para
delitos no graves; b) tipificar como delito la alteración al orden público (ahora es una mera
infracción); c) simplificar los procesos penales en contra de sospechosos; d) establecer un
programa de protección a víctimas y testigos; e) definir nuevamente la lista de delitos graves; g)
distinguir entre la delincuencia organizada y la incidental para sancionar con mayor severidad a
la primera; h) regular las labores del los cuerpos de seguridad privada; etc. Es evidente que la
ALDF tiene una larga lista de pendientes.
En los centros de readaptación social las acciones se han centrado principalmente en erradicar
las antiguas prácticas que creaban un estado de excepción en su interior. Los custodios han
sido sustituidos por personal más capacitado, el tráfico de drogas es combatido con mayor
convicción, se solicita al gobierno federal que se encargue de la readaptación de los presos del
fuero federal para combatir la sobrepoblación, etc.
Los cambios al interior de los penales han producido una turbulencia sin precedentes, los
motines por parte de los prisioneros se han vuelto más frecuentes en un intento por restablecer
el antiguo orden de cosas. La autoridad, empero, continúa firmemente con la realización de sus
planes.
CONCLUSIONES
Con mala fortuna para la administración perredista, esta falta de resultados fácilmente
apreciables por la población en el corto plazo, en el año y medio de gobierno, será señalada
por sus opositores como símbolo evidente de su incapacidad para gobernar. Los mismos
argumentos serán empuñados en contra de una posible candidatura del Ingeniero Cárdenas
para la presidencia en el 2000.
Incluso dará lugar a que los desmemoriados señalen que el problema se gestó y afianzó
durante la administración cardenista, olvidándose de la complicidad-incompetencia-desidia de
las anteriores autoridades.
Pese al bullicio electoral, debe quedarle a todo mundo claro que la crisis de la seguridad
pública precisa del esfuerzo sostenido a largo plazo por parte de la autoridad y la sociedad,
orientados por planes y programas coherentes llevados a cabo con resolución. Es en
consecuencia una cuestión pendiente todavía, y lo será por algunos años más, cuya solución
no es cuestión de 100 días.