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ENSAYO SOBRE LA SEGURIDAD PÚBLICA EN MÉXICO

INTRODUCCION

La seguridad pública es definida como "el conjunto de políticas y acciones coherentes y


articuladas que tienden a garantizar la paz pública a través de la persecución de los delitos y de
las faltas contra el orden público, mediante el sistema de control penal y el de policía
administrativa."nota 1
Nuestro país en los últimos años ha enfrentado una terrible crisis de seguridad pública. Uno de
los fenómenos que evidencian esta situación es el aumento constante a lo largo del país del
número de delitos cometidos, desde los meros asaltos en la vía pública hasta casos de narco
política con gobernadores y militares involucrados pasando por los famosos delitos de cuello
blanco.

El crimen flagela a todos por igual sin distinción de raza, sexo o posición social; afecta a
políticos prominentes (Ruiz Massieu, Colosio, Clouthier, etc.) o a nuestros familiares y vecinos
cercanos.

El aumento de la criminalidad tiene orígenes diversos. No se deriva de un solo fenómeno sino


de una complejo conjunto de factores. Pese a esto, la autoridad pública carga con la mayor
parte de la responsabilidad debido a su incapacidad, o su falta de voluntad, de resolver o
revertir esta escalada de inseguridad.

Junto a la crisis económica por la que hemos atravesado en los últimos 20 años, que lanza
hacia la pobreza a millones de mexicanos, encontramos la descomposición de los órganos
encargados de la Seguridad Pública como detonantes del aumento de los índices delictivos.

Hemos descubierto que los órganos encargados de protegernos se han coludido con la
delincuencia; los ejemplos llenarían cuartilla tras cuartilla: el caso de la Dirección Federal de
Seguridad y su alianza con reconocidos narcotraficantes; el caso del General Gutiérrez Rebollo
y su alianza con el cártel de Juárez; el caso de la Policía Judicial del Estado de Sinaloa y sus
nexos con el narcotráficonota 2 ; el asesinato de jóvenes por grupos policiales de extracción
militar; la violación de jovencitas por policías, etc. Los órganos que deben ser los garantes de la
ley se convierten en los primeros que no la respetan.

El panorama es aún más desalentador cuando los principales líderes políticos del país, del
presente o el pasado, son frecuentemente señalados como parte de organizaciones delictivas
que lucran en perjuicio del resto de la población.nota 3 O cuando esta misma clase política
actúa en contra de las leyes y del interés colectivo continuando su vida con tranquilidad e
impunidad.

El problema mayor es que en un ambiente de permanente y creciente inseguridad, cualquier


actividad social es imposible. No puede pensarse en hacer negocios ante la incertidumbre de
ser robado o secuestrado; no pueden tampoco desarrollarse los derechos políticos de la
población si antes no se le garantiza al menos el respeto a su integridad personal.

El Distrito Federal no tiene una situación de excepción a la del resto de la República en esta
materia. Afortunadamente, la problemática no es tan severa como en los Estados que sirven de
ruta para el tráfico de droga hacia EE.UU. (Sinaloa, Jalisco, Baja California o Tamaulipas), que
se encuentran en un estado de sitio. El problema principal del D.F. ha sido albergar al mismo
tiempo en su seno la opulencia más insultante junto con la pobreza más denigrante.

El panorama de exclusión social que se padece en la capital de la República propició la


aparición de delitos principalmente en contra del patrimonio de la ciudadanía, los robosnota 4 .
La marginación junto con la riqueza alucinante han sido el cultivo ideal para el aumento
exponencial de este tipo de delitos en la Ciudad de México.nota 5

Junto al aumento de la criminalidad los habitantes del DF sufrían un menoscabo en sus


derechos políticos. A diferencia de otras partes de la República, en la metrópoli la
democratización no había llegado y la participación de la sociedad en los asuntos públicos
estaba vedada. El DF era visto como una dependencia más dentro de la administración pública
federal, en la cual la participación y la opinión de los ciudadanos no tenía lugar. El autoritarismo
de viejo cuño seguía reinando y sus habitantes eran considerados menores de edad a pesar
del avance y desarrollo de las organizaciones sociales.

Los habitantes del DF no tenían los más elementales derechos políticos: no podían elegir a sus
gobernantes, no podían influir en el destino de la ciudad, las leyes que los gobernaban eran
redactadas en el Congreso Federal, etc. Quizás gozaban a diferencia de los mexicanos del
resto de la República de servicios públicos subsidiados, pero a un costo muy alto: el
sometimiento total a la autoridad central.

La situación cambió gracias a la Reforma Política de 1996. En ella se determinó que los
capitalinos finalmente recuperarían sus derechos políticos menoscabados desde principios de
siglo; con las reformas se recuperó la facultad de elegir democráticamente a sus autoridades
gubernamentales y además se constituyó un órgano de representación popular con facultades
legislativas. De cualquier manera la reforma dejó mucho que desear al limitarse las atribuciones
concedidas al Jefe de Gobierno y a la Asamblea Legislativa; pese a esto, fomentó la esperanza
entre la población de que un gobierno y un poder legislativo fruto de la voluntad popular serían
capaces de resolver los problemas que aquejaban a la ciudadanía, entre ellos la crisis de la
seguridad pública.

El 5 de diciembre de 1997, tras una contundente victoria electoral, Cuauhtémoc Cárdenas tomó
posesión como Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Ante si tenía uno de los retos más
difíciles en los último años: gobernar a la caótica Ciudad de México.

Vialidad, vivienda, desempleo, transporte público, contaminación, marginación, seguridad


pública, etc.; parecía que ningún problema social de la vida contemporánea estaba excluido de
la lista de asuntos pendientes del nuevo gobierno capitalino. La ciudad estaba de cabeza y era
necesaria la llegada de un gobierno que resolviera los añejos problemas que afectaban a la
población y amenazaban su desenvolvimiento futuro.

El breve ensayo que tienen ahora en sus manos tratará de dar una visión general de la obra
cardenista en la Ciudad de México, enfocándose especialmente a la manera en que se ha
enfrentado al problema de la seguridad pública.

Comienzo haciendo un breve recuento de la situación en cuestiones de seguridad pública al


momento en que la nueva administración tomó posesión, partiendo del supuesto de que los
problemas actuales son resultado de años de indolencia o complicidad frente al problema.

En el siguiente apartado hago una revisión de los órganos encargados de la seguridad pública
en la Ciudad de México. Trataré de señalar como convergen instituciones federales y locales
bajo el mismo esfuerzo de combatir a la delincuencia. Esto nos permitirá identificar las
responsabilidades y funciones de las instituciones existentes.

A continuación reviso el proyecto cardenista en seguridad pública a partir del Plan de


Desarrollo para el DF. Esto para conocer la interpretación dada al problema y la manera en que
se pretende resolver.

Finalmente trato de hacer una revisión general de los esfuerzos cardenistas para enfrentar el
problema tras 16 meses de gobierno (diciembre de 1997-marzo de 1999).

El estudio del desempeño de la administración cardenista cobra un cariz distinto a la luz de las
aspiraciones de Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD para contender por la presidencia en el año
2000. Muchos afirmaban que el DF sería la tumba de sus aspiraciones políticas... aunque ellos
mismos afirmaban que Cárdenas estaba acabado tras el sexenio de Salinas.

De los resultados de la administración cardenista que la población del DF perciba dependerán


muchas cosas: el triunfo del PRD en las elecciones para Delegados, asambleístas y Jefe de
Gobierno del DF y el éxito de la candidatura presidencial de Cárdenas para el año 2000.nota 6

Más aún, refutará o reanimará la fe de la población en los beneficios de la democracia y la


alternancia en el poder.

LA SITUACION PRECARDENISTA

La población identifica el problema de la seguridad pública con el incremento del número de


delitos cometidos. El clima de inseguridad que se percibe es resultado de los ataques en contra
de las personas y sus propiedades principalmente. Para la mayor parte de la ciudadanía el
problema es una simple cuestión de policías y ladrones.

Sin embargo, el aumento de la criminalidad es un elemento más y no el único dentro de la crisis


de seguridad pública. Existen otros problemas más allá de la delincuencia que inciden en este
estado de inseguridad y permiten su reproducción.

Encontramos por ejemplo la incompetencia-corrupción de las organizaciones encargadas de la


prevención de los delitos, de los órganos de procuración de justicia y de las instituciones cuya
función es la rehabilitación de los delincuentes. A continuación señalaré esta problemática
brevemente.nota 1

a) El aumento de los actos delictivos

El fenómeno relacionado con la crisis de la seguridad pública que con mayor facilidad percibe
la gente es el aumento de los delitos cometidos; esto debido a que afectan de manera directa a
la población , la gente es o conoce a las víctimas del delito.

No cabe duda que la crisis económica de 1994 incidió en el incremento de los delitos, pero no
fue su causa inmediata sino simplemente aceleró una tendencia histórica cuyos orígenes los
encontramos en el decenio pasado.

La recesión económica durante la década pérdida, los 80’s, pulverizó el ingreso familiar y lanzó
a millones al desempleo, orillándolos a la delincuencia o al comercio informal.nota 3 La terrible
marginación de amplios sectores de la población fue una de las causales del aumento de la
delincuencia.

Más la delincuencia no puede explicarse solamente a partir de la pobreza de la población; no


hay una relación causal lineal entre pobreza y delincuencia. La prueba fehaciente son las
comunidades indígenas depauperizadas que presentan a su interior bajos o inexistentes
niveles de criminalidad pese a su condición marginal.

Pensar que la pobreza es causa de la delincuencia es una conclusión incompleta. Deben


rastrearse más motivos, como por ejemplo la descomposición de los vínculos y de los valores
sociales. La sustitución de la solidaridad por la competencia y la rivalidad en la naturaleza de
las relaciones humanas conlleva a la degradación y eliminación de los vínculos fraternales
entre los integrantes de la comunidad. También debemos ver la manera en que la población
vive rodeada de medios de comunicación que enaltecen la violencia como medio para dirimir
los conflictos y la posesión de bienes materiales como camino hacia la felicidad y la realización
del individuo.

Lo que distingue al miembro de una comunidad indígena y al famosísismo Chuckynota 4 ,


ambos seres marginales, es el conjunto de valores y creencias que determinan la conducta de
cada uno y al resto de los miembros de las colectividades a las que pertenecen. Mientras uno
tiene la facilidad de recurrir en busca de ayuda a sus familiares u otros integrantes de la
comunidad durante los tiempos difíciles, el otro sale a la calle pistola en mano para arrebatar lo
que la sociedad le ha negado pero le restriega todos los día en los medios masivos de
comunicación.
Junto a estos elementos causales del crecimiento de la delincuencia encontramos sin duda
alguna la incapacidad de los órganos de seguridad pública: la policía preventiva, la policía
judicial, el ministerio público y el sistema de readaptación social. Su impotencia para cumplir
con sus funciones ha llevado a un estado general de impunidad.

Los delincuentes encuentran un estímulo para delinquir al ver la ineficacia de las fuerzas de
seguridad pública. No les atemoriza la idea de terminar sus días en la cárcel ante las pocas
posibilidades de que esto ocurra. En el peor de los casos los delincuentes actúan bajo la
protección de la misma autoridad.

La incapacidad-corrupción de las fuerzas de seguridad pública es la cuestión que trataremos a


continuación.

b) Incompetencia de los órganos de seguridad pública

En la Ciudad de México, como en el resto de la República, los órganos de seguridad pública se


enfrentan al desprestigio, muchas veces ganado a pulso, entre la población. Los policías de
tránsito, los preventivos, los judiciales, el ministerio público, y hasta los jueces son acusados de
corrupción e ineficiencia por parte de la ciudadaníanota 5 . La sabiduría popular indica que los
órganos de seguridad pública están coludidos con los criminales por lo que es un riesgo
solicitar su intervención en busca de justicia.

El ejemplo clásico es el período de López Portillo-Durazo en el cual la corrupción al interior de


la policía se institucionalizó y generó un problema difícil de erradicar por lo gobiernos
siguientes. Ni la renovación moral de Miguel de la Madrid, con todo y un general del ejército al
frente de la policía, pudieron acabar con esta situación que permanece incluso hasta el
gobierno de Cárdenas.

La tesis del actual gobierno perredista es que la crisis de los órganos de seguridad pública se
debe a la manera en que las anteriores administraciones plantearon el problema: para el
régimen priísta la principal amenaza a la seguridad pública no era la delincuencia sino todo
aquel que amenazara la estabilidad y permanencia del sistema político, esto es, guerrilleros,
organizaciones populares opositoras, etc.

Según esta idea, la función de los órganos de seguridad pública no era la de proteger a la
ciudadanía en sus personas y sus bienes, sino eliminar la disidencia políticanota 6 . De esta
manera se explicaría la tolerancia de los gobiernos anteriores hacia organismos como la
Dirección Federal de Seguridad ya que no importaba que se aliara con el narcotráfico siempre y
cuando eliminara a la Liga 23 de septiembre.

La seguridad pública, entendida como la protección a los ciudadanos, era un tema poco
importante para los gobiernos priístas. Fue solamente cuando esta se convirtió en una
amenaza para la estabilidad del sistema político y fuente de descontento y movilizaciones
populares que le prestaron más atención. Desafortunadamente el problema era ya demasiado
complejo y la corrupción corroía las entrañas del aparato gubernamental.

En consecuencia, las medidas sexenales de los últimos años han sido incapaces de controlar o
revertir la crisis de la seguridad pública. Estas medidas además tuvieron que enfrentarse a la
astringencia presupuestal de los últimos años que impidió destinar mayores recursos para la
creación de nuevos reclusorios, invertir en cursos de preparación para los policías, custodios y
ministerio público, la compra de armamento y equipo, etc.nota 7

Los esfuerzos gubernamentales de las últimas administraciones han sido principalmente


orientados a mejorar a las policías preventivas y judicialesnota 8 ; se orientan al mayor
equipamiento, capacitación y aumento de efectivos de esas corporaciones.

Al mismo tiempo se han venido endureciendo más las penas por los delitos cometidos. Por
ejemplo, un delito penado en 1931 con 3 años y dos meses de prisión en promedio, ahora en
1999 se castiga con 9 años.nota 9 Desgraciadamente este tipo de medidas están lejos de
inhibir a la delincuencia y a lo único que llevan es a la sobrepoblación de los reclusorios al no ir
acompañadas con un programa de construcción de centros penitenciarios.

El gobierno no se ha esforzado en reorganizar y refundar los centros de readaptación social;


los presos se convierten en ciudadanos de segunda ya que no se les ofrecen oportunidades de
readaptación y la mayor de las veces llegan a aprender nuevas artimañas, a adquirir algún
vicio, o a entablar contactos con delincuentes profesionales. Un ejemplo de esta situación es
que al interior de los penales no existen programas obligatorios para la rehabilitación de los
drogadictos; las autoridades penitenciarias en lugar de establecer proyectos de desintoxicación
y rehabilitación prefieren hacerse de la vista gorda ante el tráfico de droga al interior de los
penales.

En general se ha mostrado una total indiferencia, sino es que desprecio, por la readaptación
social de los delincuentes. Su tesis seguramente concibe que el delincuente es un especie de
perro rabioso al que únicamente hay que excluir del resto de la sociedad y esperar a que
muera. Esta actitud tiene graves repercusiones para la sociedad y es un elemento fundamental
para la explicación de la actual crisis de la seguridad pública.

La procuración de justicia también deja mucho que desear. La gente se enardece cuando salen
libres los delincuentes tras estar algunos días en el reclusorio a pesar de haber cometido una
falta grave. Lo que explicaría algunas veces esta situación es que el Ministerio Público integra
erróneamente las averiguaciones previas, que contiene los argumentos que señalan al
indiciado como culpable. Ante una averiguación previa deficiente el Juez puede decretar la
liberación del sospechoso por falta de pruebas contundentes, aunque si sospecha de la
responsabilidad delictiva del acusado está plenamente facultado para perfeccionar la
averiguación.

Este problema deriva muchas veces del número de denuncias que tiene que atender un
Ministerio Público junto al poco tiempo disponible para elaborar las averiguaciones previas, 72
horas. Otras veces es consecuencia de la deficiente preparación de los MP, que no tienen el
conocimiento ni la experiencia para llevarlas a buen término. En el peor de los casos esta
ineptitud no es más que corrupción encubierta.

Los mismos problemas enfrenta el poder judicial. Los jueces tienen que trabajar en muchos y
distintos casos al día teniendo también un plazo máximo para concluir el juicio. Bajo estas
condiciones no es de extrañar los errores cometidos en la procuración de justicia.

Otra medida tomada por las autoridades federales, y en consecuencia también en el DF, ha
sido la de sacar de sus cuarteles al ejército y mandarlo a cumplir funciones de policía. En 27
Estados a lo largo de la República los militares han sustituido a los policías de formación en las
distintas corporaciones policiacas.

La población siente una fascinación por los militares. Existe el ideal popular de que el sector
castrense tiene todas las cualidades necesarias para enfrentar el problema de la delincuencia:
honradez, capacidad, disciplina, abnegación, aptitud técnica, etc. Estas características,
comparadas a las de los policías comunes, de acuerdo con el criterio popular, resultan un imán
para el apoyo a la militarización por parte de la población. Así, los militares traerían consigo la
erradicación de la corrupción, la indisciplina y la incompetencia al interior de las instituciones de
seguridad pública.nota 10

Aunque no tarda de llegar el desencanto. En la Ciudad de México este vino tras el asesinato,
luego de juicio sumario como en tiempos de la revolución, de 6 presuntos delincuentes, jóvenes
todos ellos, a manos de la policía militarizada. Aunque algunos sectores, proclives a la mano
dura, vieron con agrado esta acción y de paso reafirmaron sus teorías sobre la solución a la
crisis de seguridad pública mediante la violación permanente a los derechos humanos de los
"delincuentes". En el resto de la república la población ha comprobado que ningún general
resiste un cañonazo de 50 mil pesos, como en los casos del General Gutiérrez Rebollo y los
jefes de las zonas militares de Baja California y Jalisco.

En la Ciudad de México los militares dejaron de participar en los órganos de seguridad pública
ya hasta la administración cardenista a pesar de las críticas en contra de la militarización por
parte de amplios sectores de la población. En el resto del país las cosas no han cambiado y los
militares fungen aún como policías a pesar de los escándalos de corrupción y la poca
efectividad de los militaresnota 11 . Los soldados, en resumen, han sido incapaces de resolver
el problema de la delincuencia, por no decir el de la crisis de la seguridad pública, y sólo han
generado nuevos conflictos.nota 12

Con la experiencia de los militares en las calles se advierte que la crisis de la seguridad pública
no es una mera cuestión de policías y ladrones y en consecuencia no se resuelve con más
policías sino que debe plantearse una estrategia que incluya tanto el factor preventivo como de
readaptación; más aún, nada de ello funcionará manteniéndose la marginación de amplios
sectores de la población.
Este era el panorama, a grandes rasgos, en cuestiones de seguridad pública en el DF al que
Cuauhtémoc Cárdenas se enfrentaba al inicio de su administración. A continuación revisaré el
trabajo del gobierno cardenista.

LA ADMINISTRACION CARDENISTA

En julio de 1997 los ciudadanos del DF votaron por el cambio. Tras años de dominio priísta, la
ciudadanía eligió al PRD y en especial al ingeniero Cárdenas para que se encargaran de la
administración de la Ciudad de México . Al comienzo, en diciembre de 1997, la población tenía
grandes esperanzas y expectativas con la llegada del nuevo régimen.

La mayor parte de los capitalinos confiaban en que el gobierno sería capaz de resolver los
problemas de la ciudad o al menos trabajaría con mayor honradez en el manejo de los asuntos
públicos, lo cual ya era ganancia.

Para entender la labor del gobierno capitalino es necesario antes que nada conocer cuales son
las instituciones que convergen en las tareas de seguridad pública. Participan tanto
dependencias federales (PGR, la Secretaría de Gobernación, etc.) como locales (PGJDF, SSP,
etc.)

Posteriormente abordó las propuestas y los programas cardenistas en la materia para


contrarrestar la crisis de seguridad pública en la Ciudad de México.

a) Organos encargados de la seguridad pública

Con las reformas constitucionales de 1997, el gobierno capitalino adquirió más


responsabilidades en materia de seguridad pública. Con estas reformas a la administración
local le fueron delegadas responsabilidades en materia de prevención y persecución de los
delitos, así como de rehabilitación de los delincuentes.

Para efectos de prevenir el delito el gobierno capitalino cuenta con la Secretaría de Seguridad
Pública (SSP), integrada por la Policía Preventiva y la Policía Complementaria (integrada esta a
su vez por la Policía Auxiliar y la Policía Bancaria e Industrial). Su función básica es la de
disuadir la realización de delitos mediante la presencia policiaca. Esto no quiere decir que estas
agrupaciones no puedan intervenir para detener a los delincuentes; por el contrario, están
facultadas para intervenir y capturar al criminal ante la comisión flagrante de un delito, sea este
del fuero federal o del fuero común, para presentarlo ante la respectiva Agencia del Ministerio
Público.

La persecución de los delitos está en manos de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal
(PGJDF). Esta institución está integrada básicamente por el Ministerio Público (MP) y la Policía
Judicial del Distrito Federal (PJDF). Ante denuncias o acusaciones por parte de las víctimas de
un delito, el MP iniciará las investigaciones, contenidas dentro de la averiguación previa, en
busca de pruebas que certifiquen la responsabilidad del acusado para presentarlas ante el
Poder Judicial.

En su labor, el MP cuenta con el apoyo de la PJDF. Este órgano tiene como función principal la
de auxiliar en sus indagatoria al MP y la aprehensión de los presuntos delincuentes.

Quien determina la culpabilidad o inocencia del acusado es el Poder Judicial, órgano con plena
autonomía respecto a la PGJDF , la SSP o los poderes Ejecutivo y Legislativo del Distrito
Federal. A partir de la información contenida en la averiguación previa, el representante del
Poder Judicial determinará la inocencia o la culpabilidad del acusado.

Luego del juicio, la responsabilidad de rehabilitar al delincuente recae nuevamente en el


Gobierno del Distrito Federal, que cuenta con la Dirección General de Reclusorios y Centros de
Readaptación Social (DGR) encargada de la administración de los reclusorios y centros de
readaptación social. Estas instituciones tiene el objetivo de castigar y rehabilitar a delincuente
para su reinserción a la vida productiva en la sociedad.

Como podemos ver, el gobierno local tiene amplias atribuciones en materia de seguridad
pública. Sin embargo aún permanecen viejos residuos de los viejos tiempos en los que la
máxima autoridad era el Poder Ejecutivo Federal.

Por ejemplo, todavía recae en el Presidente de la República el mando de la fuerza pública del
DF , así como la facultad de designar y remover al Secretario de Seguridad Pública. Como jefe
de la fuerza pública, también puede disponer de ella incluso contrariando a la voluntad y
opinión de los poderes locales (del jefe de Gobierno y de la Asamblea Legislativa).

Asimismo la Secretaría de Gobernación, una dependencia del Poder Ejecutivo Federal, tiene
una gran influencia sobre la SSP y la PGJDF. Por principio de cuentas es la que determina el
equipo que puede ser utilizado por parte de los órganos policiales de toda la República.
También, por medio del Consejo Nacional de Seguridad Pública, determina a nivel nacional la
naturaleza de los programas de capacitación y combate a la delincuencia, entre otros.

Otra dependencia de carácter federal que concurre en cuestiones de seguridad pública en el


DF es la Procuraduría General de la República (PGR). La PGR tiene como fin perseguir los
delitos del fuero federal, sin importar la entidad federativa en los que se cometan. Esta
capacidad la diferencia de las Policías Judiciales estatales que se limitan a perseguir los delitos
en materia del fuero común dentro del territorio de su Estado. Más aún las Policías Preventivas
y Judiciales de cada Estado de la República están obligadas también a colaborar con la PGR
en la persecución de los delitos del fuero federal. Así, en los casos en que se cometa un delito
del fuero federal en el Distrito Federal, la PGR tiene la obligación de intervenir para perseguir a
los culpables.

No debemos perder de vista tampoco la responsabilidad de los gobiernos municipales y estatal


del Estado de México. Dada la situación geográfica de la Zona Metropolitana del Valle de
México (ZMVM), sería ilógico pretender que las responsabilidades en materia de seguridad
pública para toda la región recaigan solamente en el Gobierno Capitalino.nota 1 .

La ZMVM abarca tanto el territorio del DF, como el de algunos municipios del Estado de
México. La delincuencia no distingue estos límites geográficos y administrativos por lo que
opera tanto en el DF como en el Estado de México. Los delincuentes traspasan diariamente los
límites entre ambas entidades federales para delinquir sin ningún problema. Sin embargo, la
PGJDF no puede actuar en territorio del Estado de México, a su vez que la Policía Judicial del
Estado de México no puede hacerlo dentro del DF.

De esta manera se impone la necesidad de una estrecha colaboración entre la policía del DF y
la del Estado de México en la lucha contra la delincuencia. Si alguna de las dos entidades no
coopera, los esfuerzos por controlar a la delincuencia se verán menguados.

Finalmente hay que señalar las tareas de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF).
Luego de las reformas de 1997, esta institución adquirió plenas facultades legislativas para el
DF, emulando las tareas de los Congresos locales de cada una de las entidades federativas.
Así, la ALDF tiene ya la posibilidad de reformar todas la legislación vigente en materia de
seguridad pública como por ejemplo el Código Penal del Fuero Común para el Distrito Federal,
la Ley Orgánica de la PGJDF, la Ley sobre Seguridad Pública, etc. A este órgano le competerá
diseñar las normas que regularán el trabajo de la administración capitalina.

b) La propuesta cardenista

El gobierno capitalino reconoce que la crisis de la seguridad pública no es una mera cuestión
de policías y ladrones; entiende que no es solamente aumentando las penas de los delitos o
militarizando a la policía como se va a resolver el problema.

La estrategia de la autoridad tiene múltiples líneas de acción que no se limitan simplemente a


lanzar a las calles a más policías y crear nuevos centros penitenciarios. Consciente de la
complejidad del problema, ha iniciado programas multisectoriales tendientes principalmente a
contrarrestar la marginación de gran parte de la población capitalina, restaurar los vínculos de
convivencia entre la población y recuperar los espacios públicos.nota 2.

Esto no quiere decir que las cuestiones plenamente relacionadas con los órganos de seguridad
pública no hayan sido consideradas y por lo tanto no se actúe en este campo para resolver el
porblema. En este rubro el gobierno capitalino se ha propuesto los siguientes objetivos:

"Abatimiento de la incidencia criminal;

Restablecimiento de la confianza y credibilidad de la sociedad en el ministerio público y la


policía; y

Integración de un sistema de seguridad pública y procuración de justicia con capacidad para


prevenir, perseguir y sancionar la delincuencia con eficacia, severidad y legalidad, con respeto
a la población y sus derechos." nota 3.

La consecución de estos objetivos sectoriales, junto con los demás planteados por la
administración cardenista en otras áreas, tenderán a revertir la crisis de la seguridad pública en
el ámbito local.

Los objetivos trazados en materia de seguridad pública revelan la perspectiva que tiene el
gobierno acerca del problema. Reconocen tanto la necesidad de disminuir el índice delictivo,
que lacera a la población, como la obligación imperante de reestructurar completamente a los
órganos de seguridad pública.

Con esta visión el gobierno demuestra que ha comprendido que el problema de la inseguridad
no se limita simplemente al incremento de la criminalidad, sino que hay muchos más factores y
procesos involucrados que deben ser confrontados si es que en realidad se pretende resolver
la problemática.

La administración establece objetivos de corto plazo, controlar el flagelo de la delincuencia, y al


mismo tiempo se involucra en un proyecto transexenal, cuya duración es mayor a su
permanencia en el poder, que busca la reestructuración de los órganos de seguridad pública.
Esta última medida quizás pase desapercibida para la mayor parte de la población, pero sin
duda constituye una pieza fundamental en la solución de la crisis de la seguridad pública.

Dentro de la estrategia gubernamental también resalta el objetivo de restablecer la confianza y


la credibilidad en los órganos de seguridad pública; este objetivo es un imperativo ante el
desprestigio que se han venido ganando a pulso estas instituciones. Esto no se logrará a través
de discursos o pronunciamientos por parte de los funcionarios de más alto nivel, sino con la
acción cotidiana de los elementos de estas corporaciones, que demuestre la erradicación de
los antiguos vicios.

Para el cumplimiento de estos objetivos el gobierno capitalino estableció 5 líneas de acción, las
cuales son:

"Fortalecer la presencia policial;

Desarticular las organizaciones criminales;

Profesionalización de los cuerpos de seguridad pública;

Integración del aparato judicial; y

Elaboración de un nuevo marco jurídico para los servicios de seguridad pública."nota 4 .

La administración capitalina considera que la presencia policial puede inhibir la realización de


actos delictivos. Por lo tanto señala la importancia de las labores preventivas en la lucha contra
el crimen y en consecuencia ha decidido incrementar la vigilancia policial en las colonias con
mayor índice delictivo, en los centros de reunión de la población (centros comerciales, sitios
turísticos, ) etc.

Para fortalecer la presencia policial considera indispensable la descentralización de las tareas


policiacas trasladando la administración y la organización de la fuerza policiaca hacia las
delegaciones políticas, haciendo un símil con la situación en los Estados de la Federación y sus
municipios. Con esta medida se pretende también promover el acercamiento entre la población
y los cuerpos policiacos recuperando la figura del policía de barrio.

La nueva administración considera que en la lucha contra el crimen resulta también


fundamental enfrentarse a la delincuencia organizada, fenómeno totalmente distinto a la
delincuencia incidental. Dada su naturaleza, las corporaciones policiacas deben de considerar
más seriamente el papel de la delincuencia organizada.

En la lucha contra la delincuencia organizada el gobierno instrumentará medidas específicas


destinadas a la desarticulación de bandas relacionadas al robo de bancos, de autos y de
transporte de carga. También contempla la creación de un cuerpo de inteligencia policial que
persiga a estas bandas y colabore para su desintegración.

En la estrategia cardenista no podría estar ausente la profesionalización de los cuerpos de


seguridad (policía) y justicia (ministerio público). La administración capitalina propone el
establecimiento de programas obligatorios de capacitación para los cuerpos de seguridad en
servicio y el impulso y reforma a las carreras técnicas de policía tanto para los aspirantes a la
SSP o la PJDF.

No sólo el factor humano pretende ser renovado, también el gobierno capitalino se ha


propuesto la actualización del equipo de trabajo de los cuerpos policiacos (radiocomunicación,
armas, armaduras, sistemas de computo, etc.)

La autoridad se propone también reformar las disposiciones legales vigentes para definir y
ampliar las funciones de la PGJDF y la SSP; para modificar el Código Penal y el de
Procedimientos Penales; para actualizar la ley de amparos; para regular la participación de los
cuerpos de seguridad privada; etc.

En el Programa de General de Desarrollo del DF no se menciona la necesidad de reformar el


sistema de readaptación social, simplemente se limita a señalar la necesidad de que los reos
cubran con su trabajo al interior de los reclusorios los gastos de alimentación y vestido que
erogan. Pese a esta omisión, el desempeño de la administración demuestra que hay una idea
clara de la necesidad de modificar las condiciones imperantes al interior de los penales, como
se señalará más abajo.

c) Acciones llevadas a cabo


Las primeras medidas tomadas por la nueva administración se orientaron a "poner la casa en
orden" y al mismo tiempo iniciar las labores establecidas en el Plan de trabajo.

Luego de que el ingeniero Cárdenas ganó la elección a Jefe de Gobierno en julio de 1997, la
administración de Oscar Espinoza relajó aún más la disciplina en el manejo de los asuntos
públicos. Esta laxitud se reflejó, por ejemplo, en la tolerada indisciplina de los cuerpos de
seguridad públicanota 5 . , el otorgamiento de licencias de diverso tipo, la aprobación y
ejecución de obras y contratos, etc. Ante esta situación, los esfuerzos del nuevo gobierno se
orientaron principalmente a revertir el desorden administrativo producido por esta actitud .nota
6.

En lo relativo a la seguridad pública, el nuevo régimen se enfrentó al inicio con una carencia de
recursos humanos para llevar a buen término sus programas de trabajo. Corrupción e ineptitud
eran los vicios predominantes entre los miembros de los cuerpos de seguridad (policías,
ministerios públicos, custodios, etc.)

Para solucionar esta dificultad, las nuevas autoridades no decidieron cesar a todos los malos
elementos, sino que les dio la oportunidad de continuar trabajando con la condición de que
superaran sus antiguos vicios y prácticas. La solución no era cesar a todos estos malos
elementos y lanzarlos a la calle porque con esta medida sólo se agravaría el problema.nota 7 .

Se comenzó a trabajar al mismo tiempo en la formación de personal acorde con los nuevos
proyectos. Los cursos de la Academia de Policía y de ingreso a la PGJDF se reformaron con el
fin de generar el recurso humano necesario para los nuevos planes de trabajo de las
autoridades. Desafortunadamente la formación de los nuevos elementos tardaría un año o más,
un plazo demasiado largo ante la demanda de soluciones inmediatas por parte de la sociedad.
Este sería un proyecto a mediano plazo con resultados a futuro, pero de importancia central en
la estrategia gubernamental.nota 8.

Ante este panorama se decidió implantar los programas de trabajo con el personal disponible.
Aunque los mandos superiores en la PGJDF, la SSP y la DGR fueron ocupados por nuevos
funcionarios. De esta manera Rodolfo de Bernardi quedó al frente de la SSP, Samuel del Villar
en la PGJDF y Carlos Tornero en la DGR. Los nuevos nombramientos fueron motivo de fuertes
críticas, que incluso auguraban el fracaso de la naciente autoridad; los cuestionamientos
arreciaron cuando se descubrió que algunos de los recién llegados tenían un pasado muy
oscuro.nota 9.

Pese a estas complicaciones iniciales se iniciaron los programas de trabajo para reestructurar
completamente a los órganos de seguridad pública.

Las autoridades se habían comprometido a aumentar la presencia policiaca como medida de


disuasión al crimen. Esta acción implicaría la necesidad de emplear a más policías, situación
difícil ante la escasez de personal. La solución aparentemente sencilla ante este problema,
tomada por otros gobiernos en el ámbito federal y estatal, sería sacar a los militares de sus
cuarteles y habilitarlos como policías.

Sin embargo, el gobierno del DF no siguió este camino e incluso decidió dar de baja a los
militares que patrullaban en la Delegación Iztapalapa y a los 135 que ocupaban puestos de
dirección en la SSP. El ingeniero Cárdenas había sido claro al respecto: no aceptaría que los
soldados realizarán labores de carácter civil.nota 10.

La solución dada por el gobierno capitalino fue la de reestructurar los sectores en los que la
SSP actuaba. La nueva división sectorial propició una asignación eficiente de los policías en
labores de prevención del delito. Junto a esta medida, la SSP implantó un programa de
supervisión para vigilar que los policías realmente cumplieran con sus actividades asignadas;
se inició también un novedoso sistema de patrullaje; comenzó el proceso para la
descentralización de la SSP y aumentar la participación de las Delegaciones Políticas en las
tareas policiacasnota 11. , se recuperó la figura del policía de barrio; se volvieron a utilizar los
módulos de policía enclavados en las colonias; se activó el servicio de denucias telefónicas 061
entre otras acciones.

Estas tareas incrementaron la presencia policial en la Ciudad de México con funciones


preventivas. La estrategia contra el crimen se complementó con las labores para desarticular
las bandas organizadas de delincuentes.

El gobierno capitalino está creando un sistema de inteligencia policial que permita la


persecución y desintegración de las organizaciones criminales y el encarcelamiento de sus
integrantes. Para desmembrar a las bandas es necesario conocer todas los vínculos que
establecen a lo largo de su carrera, los integrantes y sus antecedentes. Es algo muy común
que personas intachables dentro de la sociedad sean los líderes de estas organizaciones
criminales, para atraparlos es necesario conocer a profundidad su modus operandi.

La administración reconoce que estas organizaciones son las principales culpables del
incremento en los delitos de robo de auto, robo a transportista, robo de banco y narcotráfico
(aunque la persecución de este último es responsabilidad de la PGR). Las estadísticas de este
tipo de crímenes son mucho más precisas, por lo a partir de su análisis se podrá evaluar el
trabajo del gobierno. nota 12.

Hasta agosto de 1998 se habían disuelto 303 bandas y detenido a 1,438 de sus integrantes de
acuerdo con la información de la PGJDF.nota 13.

La depuración de los cuerpos de seguridad pública se realiza con renovados bríos: 1,242
funcionarios públicos han sido destituidos durante el primer año de gobierno. Pese a estas
acciones algunos malos elementos permanecen en sus puestos, aunque cada vez es más
frecuente la denuncia ciudadana o por parte de sus subordinados y compañeros en contra de
actos de corrupción.

En referencia a la capacitación de servidores públicos, tras un año de trabajo han aprobado sus
cursos 1,333 agentes del ministerio público, 2,942 policías judiciales y 1,109 peritos. También,
durante 1998 egresaron 2,400 policías de sus clases de especialización en el Instituto Técnico
de Formación Policial para incorporarse a la SSP.

Las reformas por parte de la ALDF no se han producido. Fuera de la creación del Consejo
Consultivo en Procuración de Justicia y Seguridad Pública nota 14., la adecuación del Código
Penal para el DFnota 15 . o la publicación del Atlas Delictivo de la Ciudad de México , su labor
en cuestiones de seguridad pública ha sido prácticamente nula.

Esto no es consecuencia de que no sean necesarias las reformas legislativas en el ramo. Para
la contingencia de la crisis de la seguridad pública es necesario actualizar y crear nuevas leyes;
por ejemplo sería bastante útil para combatir el problema: a) permitir penas extramuros para
delitos no graves; b) tipificar como delito la alteración al orden público (ahora es una mera
infracción); c) simplificar los procesos penales en contra de sospechosos; d) establecer un
programa de protección a víctimas y testigos; e) definir nuevamente la lista de delitos graves; g)
distinguir entre la delincuencia organizada y la incidental para sancionar con mayor severidad a
la primera; h) regular las labores del los cuerpos de seguridad privada; etc. Es evidente que la
ALDF tiene una larga lista de pendientes.

En los centros de readaptación social las acciones se han centrado principalmente en erradicar
las antiguas prácticas que creaban un estado de excepción en su interior. Los custodios han
sido sustituidos por personal más capacitado, el tráfico de drogas es combatido con mayor
convicción, se solicita al gobierno federal que se encargue de la readaptación de los presos del
fuero federal para combatir la sobrepoblación, etc.

Los cambios al interior de los penales han producido una turbulencia sin precedentes, los
motines por parte de los prisioneros se han vuelto más frecuentes en un intento por restablecer
el antiguo orden de cosas. La autoridad, empero, continúa firmemente con la realización de sus
planes.

CONCLUSIONES

El gobierno de la Ciudad de México ha sido todavía incapaz de resolver la crisis de la seguridad


pública a lo largo de su año y medio de gobierno. Antes de hacer cualquier descalificación hay
que considerar que es imposible revertir una tendencia de carácter nacional en tan poco tiempo
y con las carencias materiales y humanas que se tienen.

Afortunadamente la administración capitalina ha mostrado su disposición y resolución para


enfrentarse al problema, sin solapar complicidades. Los cambios van en serio y se realizan con
decisión.

Lejos de proponer soluciones que maquillen el problema y creen un ambiente falso de


seguridad con militares en la calles, penas más duras, etc. el gobierno capitalino ha iniciado
una cruzada por solucionar el problema de raíz incorporando acciones en otros ámbitos.
Al hacer una evaluación de los objetivos planteados por la administración del DF (a. reducir los
delitos cometidos; b. reestructurar los órganos de seguridad pública; c. modificar la opinión de
la población sobre los órganos de seguridad) tras año y medio de gobierno vemos que
solamente se han dado los primeros pasos para su consecución. 9

Este esfuerzo demuestra la determinación y el empeño mostrado para resolver el problema, lo


cual es ya un gran avance. Las propuestas de campaña no se han quedado en simples buenos
deseos, se trabaja con ahínco en su realización aunque desafortunadamente los resultados
serán vistos en el mediano y largo plazo.

Con mala fortuna para la administración perredista, esta falta de resultados fácilmente
apreciables por la población en el corto plazo, en el año y medio de gobierno, será señalada
por sus opositores como símbolo evidente de su incapacidad para gobernar. Los mismos
argumentos serán empuñados en contra de una posible candidatura del Ingeniero Cárdenas
para la presidencia en el 2000.

Incluso dará lugar a que los desmemoriados señalen que el problema se gestó y afianzó
durante la administración cardenista, olvidándose de la complicidad-incompetencia-desidia de
las anteriores autoridades.

Pese al bullicio electoral, debe quedarle a todo mundo claro que la crisis de la seguridad
pública precisa del esfuerzo sostenido a largo plazo por parte de la autoridad y la sociedad,
orientados por planes y programas coherentes llevados a cabo con resolución. Es en
consecuencia una cuestión pendiente todavía, y lo será por algunos años más, cuya solución
no es cuestión de 100 días.

El problema deberá resolverse a partir de una estrategia transexenal ajena a intereses y


disputas partidistas, teniendo como objetivo central el bien común. A su vez la ciudadanía debe
eregirse, por medio de su participación activa, en el garante de un proyecto en la materia a
largo plazo y actuar como censor, mediante su voto razonado, del éxito o el fracaso de las
autoridades a las que les encomienda el manejo de los asuntos públicos.

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