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A 12 años de vigencia del nuevo modelo económico, los resultados no condicen con el
discurso gubernamental.
Días atrás, el exministro de Economía y Finanzas Públicas Luis Alberto Arce Catacora
dio una charla magistral sobre los avances del modelo económico social comunitario
productivo vigente en Bolivia. Tal exposición fue presentada con toda la fanfarria y
ribetes de rigor, citando al expositor como “el mejor ministro de economía del mundo”;
calificación que antes que asombro despertó en mí la necesidad de hacer una reflexión
que ahora comparto en este artículo.
En líneas generales, el nuevo modelo económico boliviano establece que los excedentes
y rentas de la explotación de recursos naturales (hidrocarburos y minerales) pasen a
redistribuirse desde el Estado hacia los sectores vulnerables (a través de programas
sociales y bonos), y a los sectores generadores de ingresos y empleos. En otras palabras,
este modelo plantea derivar recursos estatales para que se traduzcan en inversiones que
potencien la industria nacional, de cara a abandonar el perfil extractivista y diversificar la
producción del país hacia sectores no tradicionales que generen valor agregado.
Pues bien, para responder a esta pregunta solamente es necesario analizar el discurso
político manejado día a día por diferentes voceros del oficialismo. Primero, se critica
abiertamente el capitalismo encarnado en el imperio estadounidense. Segundo, se habla
de la dignidad y soberanía de los pueblos representados y defendidos a través del Estado.
Y tercero, se reconoce al Estado como el principal y único actor en la economía nacional,
minimizando el rol de la empresa privada.
El fondo del asunto radica en la asignación de los recursos, que según el sociólogo alemán
Franz Oppenheimer tiene dos alternativas: por medios políticos y por medios económicos.
Los medios políticos vienen dados por la coerción, el uso de la fuerza y la restricción de
las libertades económicas del individuo. Mientras que los medios económicos plantean el
ejercicio irrestricto de las libertades económicas a partir del mutuo acuerdo, producto de
la negociación de precios y beneficios.
Los anteriores son tan solo algunos ejemplos que permiten comprender el verdadero
modelo económico vigente en nuestro país. En definitiva, Bolivia se acerca más a un
modelo coercitivo que de libertades económicas. De allí que, cuando se habla de un
modelo de transformación económica, se debería abandonar el discurso político teórico y
mirar la verdadera realidad del país.