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Xulio Ríos*
Tras el arribo de su nuevo inquilino, Donald Trump, una desconcertante inclinación por el
proteccionismo se fue apoderando de la Casa Blanca. Al mismo tiempo, en Zhonanghai, la
sede referencial del poder chino, se alzaba una voz en defensa de la globalización.
¿Paradójico? Sólo a primera vista, sobre todo si se toma en cuenta que Estados Unidos
representa el paradigma del orden liberal occidental, mientras que China sigue gobernada por
un partido comunista que ahora mismo celebra, con pompa y boato, el aniversario 200 del
nacimiento de Carlos Marx.
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rivales a posiciones de mayor hegemonía relativa como Rusia, pero sobre todo
China, según la última Estrategia de Seguridad Nacional.
Hasta ahora China, de quien cabe esperar una apertura gradual en el mejor de los
casos, ha buscado otorgar concesiones arancelarias o incrementos en las cuotas
de importación a terceros países, con el propósito de conservar cierto margen de
maniobra para proteger a sus industrias, el nivel de empleo y elevar la
competitividad de sectores que aún no están en condiciones de competir
internacionalmente. Aunque Occidente suele expresar su desacuerdo con el
nacionalismo económico chino, lo cierto es que la soberanía es una cuestión clave
en la política de ese país y busca preservarla a partir del control de sus sectores
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estratégicos (energía, comunicaciones, finanzas, etcétera) por parte del sector
público, auténtico brazo económico del Partido Comunista de China (PCCh).
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No debería pasarse por alto, sin embargo, que aun en el caso de que China se
convierta en la primera economía global, persistirán importantes limitaciones que
aconsejan moderación y prudencia. De hecho, la proclamación de sus intereses
globales está provocando ya importantes escaramuzas tanto en el orden económico
como de seguridad. China tiene severas deficiencias internas y un eventual exceso
de confianza podría pasarle factura más pronto que tarde. En términos de PIB per
cápita, por ejemplo, China se sitúa en la posición 93 a nivel mundial (con 8,260
dólares); la disparidad de ingresos entre las zonas rurales y urbanas fue de 12,363
yuanes frente a 33,616 en 2016; la tasa de urbanización en 2016 fue de 57.35%
cuando en los países más desarrollados promedia 80%. Es verdad que China tiene
frente a sí una oportunidad estratégica, pero en su historia reciente el voluntarismo
ha producido efectos demoledores.
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y llegan a puertos europeos; así como de diversos ramales que permitirán la
conexión a puertos del Golfo Pérsico y la Península Indochina. El One Road (una
ruta) considera la creación o modernización de puertos marítimos en
el Mediterráneo, el Mar Rojo, el Océano Índico y Mar del Sur de China. De hecho,
algunos proyectos de infraestructura ya están en marcha, como la ruta del tren de
carga Yiwu-Madrid que, tras un recorrido de 13 mil kilómetros por ocho países,
conectará a esa ciudad costera china con la capital española. La financiación del
proyecto cuenta con un fondo inicial de 40 mil millones de dólares aportados por el
Gobierno chino, así como recursos provenientes del Banco Asiático de Inversión en
Infraestructuras (AIIB, por sus siglas en inglés). Más allá de los evidentes beneficios
para el libre comercio, la infraestructura y las logísticas asociadas a ella, la nueva
Ruta de la Seda constituye una apuesta del Gobierno chino para extender su
influencia geopolítica hacia una zona de gran trascendencia, valiéndose de lo que
Joseph S. Nye denominó el soft power, que se refiere a la capacidad de un país de
persuadir a otros sin hacer uso de la fuerza o la coacción. El trazo elegido para
conectar a China con Europa cruzando por la región del Heartland (o Región
Cardial) tiene una importancia geoestratégica relevante y solo basta darle un vistazo
a las rutas terrestres y marítimas para constatarlo (ver el Mapa 1.)
La ruta del tren de carga YiwuMadrid, tras un recorrido de 13 mil kilómetros por ocho países,
conectará a esa ciudad costera china con la capital española
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La teoría geopolítica del Heartland fue propuesta por el geógrafo inglés Halford
John Mackinder a principios del siglo XX. Postula que la zona que se extiende por
los continentes europeo, asiático y africano es, por su continuidad geográfica, la
más importante del planeta.
Dentro de esta porción de tierra, a la que Mackinder identifica como Isla Mundial, se
encuentra la denominada Heartland, región de Asia Central que posee
características geográficas privilegiadas para establecer rutas comerciales con
prácticamente todo el mundo. En palabras del propio autor: “Quien domine Europa
Oriental dominará el Heartland, quien domine el Heartland dominará la Isla Mundial
y quien domine la Isla Mundial dominará el orbe”.
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Implicaciones para América Latina
Del 14 al 15 de mayo de 2017, se realizó en Pekín el foro Belt and Road. Durante
su intervención, el presidente de China, Xi Jinping, destacó los alcances del obor y
su determinación para que, a partir de este, se construya una plataforma de
cooperación, capaz de defender y ampliar la libre circulación de bienes, servicios y
capitales a escala global. El carácter aperturista del proyecto chino alienta las
expectativas de extender sus beneficios al subcontinente latinoamericano. El
comercio entre ambas regiones ha experimentado un importante crecimiento en las
últimas décadas y, tras el retiro de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de
Cooperación Económica (TTP, por sus siglas en inglés), la Ruta de la Seda se perfila
como una alternativa para ampliar los intercambios interregionales. El pujante
comercio entre China y América Latina ha dado pie a la conformación de diferentes
acuerdos de cooperación en materia comercial y de inversión. Destaca la Alianza
del Pacífico, conformada por Chile, Colombia, México y Perú, con miras a
constituirse en una plataforma para la integración económica y comercial con la
región de Asia-Pacífico. Por los países que la conforman y sus alcances, este
acuerdo constituye el mecanismo idóneo para emprender una estrecha cooperación
con el proyecto propuesto por China. De los cuatro países integrantes de la Alianza,
Perú y Chile poseen tratados de libre comercio con China; adicionalmente, Perú y
México son socios estratégicos integrales del gigante asiático. Los tres países
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latinoamericanos son también miembros plenos del Foro de Cooperación
Económica Asia-Pacífico (APEC), al que también pertenece China.
Tras el retiro de Estados Unidos del TTP, la Ruta de la Seda se perfila como una alternativa
para ampliar los intercambios interregionales
La renegociación del tlcan es un aviso inequí- voco de que el polo económico y comercial se
está moviendo (más rápido de lo esperado) del Atlántico al Pacífico