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INÉS DE LA CRUZ
Por Rodolfo USIGLI
El siguiente estudio «cerca del teatro de Sor
Juana Info de la Cruz figura, con el titulo de "Pau-
ta," en el libro "México en el Teatro," escrito con
sentido moderno en la exposición y en la critica, y
excelente acopio de datos,
F. M.
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Francisco Aguiar y Seijas, Arzobispo de México, sucesor y antípoda
del fray Payo tan amado por Sor Juana.
Ascético predicador, y áspero, para quien eran vehículos de pe-
cado las comedias, cuando Aguiar y Seijas peregrinaba arzobispal-
mente por su diócesi, predicaba, al decir biográfico de José Lezamis,
"con grande acrimonia contra ellas," género que Sor Juana cultivaba
con aplauso y complacencia virreinales. Aun en las fiestas de los san-
tos titulares ponía el Arzobispo la cruz a las comedias, y trocaba tra-
tados sob.-e la limosna ("Consuelo de Pobres"), contra los pecamino-
sos libros de comedias, que hacía quemar, catequizando para ese fin
a feligreses libreros y lectores.
Me permito pensar, contra distinguidas opiniones, que no pueden
incluirse dentro de la obra dramática de Sor Juana Inés sus villanci-
cos, y que su bello viaje por ese género se limita a su "Loa a la Con-
cepción," sus autos de "El Mártir del Sacramento, San Hermenegildo,"
"El Cetro de Josef" y "El Divino Narciso" (éste de 1G90, obra de pos-
trimerías), y sus comedias "Los Empeños de una Casa" y "Amor es
más Laberinto." Esto no obstante que sus villancicos, por su multi-
plicidad de voces y sus características de gran instrumento —órga-
no— son buen resumen del espíritu de la musa décima.
Se ha hablado de los toques culteranos y calderonianos que hay
en las comedias citadas. No creo que se haya dicho nada acerca de
la similitud de acción que "Los Empeños de una Casa" ofrece con "La
Discreta Enamorada" del monstruo Lope, cuya maestría debió de se-
guir y admirar Sor Juana sin duda. Similitud sólo de puntos de par-,
tida y de fases dinámicas, insisto; la forma es personal en cada una,
igual que el fondo, aunque ambas sean igualmente "discretas." Más
grata es para mí, por otra parte, la canción que se canta en la co-
media de Sor Juana que la cantada en la de Lope. De todas suer-
tes, en ambas una intriga de manufactura humana, tan pronto como
queda ideada y conectada al movimiento de la realidad por los perso-
najes, empieza a ser regida por mayores poderes. De continuo se ma-
nifiesta ch ambas la intervención de una adversidad y una confusión
buscadas sabiamente y luminosamente encontradas por los autores.
También me es muchísimo más simpático el Castaño de Sor Juana que
el Hernando de Lope de Vega, aunque los dos criados se disfracen de
mujer. Además, la paradoja axiomática es más brillante en "Los Em-
peños de una Casa," y la travesura más —¿puedo decir traviesa?— y
espontánea. Esta analogía general puede explicarse a satisfacción por
la escuela impuesta, a golpes de "mil y quinientas" comedias, por el
español.
El verso de Juana de Asbaje es limpio y lleno, macizo y un tanto
conceptuoso, "a la vez que recuerda por la castiza, pura y sentenciosa
forma de sus conceptos a don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, quizá
algunas veces superándolo" (1). Podríamos decir, qur.ás, tiemrre, ya
que Sor Juana es más puramente poeta que Alarcón. Su facilidad, su
ID
"conversación" lucen encantadoramente en esta comedia que, con to-
da verosimilitud, pretende don Ezequiel A. Chávez en cierto modo
autobiográfica.
El bachiller Juan de Guevara, primo de Sor Juana Inés de la
Cruz a dicho de Francisco Fernández del Castillo, colaboró con ella
en el segundo acto de "Amor es más Laberinto" (más laberinto que
el de Creta). Intervienen en esta acción griega Teseo, Ariadna y Fe-
dra, y puede considerársela como una teoria del héroe. "Héroe es pa-
ra Sor Juana el que, como para D. Juan Ruiz ue Alarcón y Mencio-
na, aun cuando tenga la más ilustre prosapia, no se concede más no-
bleza que la de sus propias proezas" (1).
Con respecto de los autos de Sor Juana, en ellos se manifiestan
por igual la tendencia mística y la nacionalista. Aquélla está enmar-
cada en una pureza, en una dulzura clásica tal que ilustres críticos
encuentran en sus versos el siglo XVI más que el XVII y piensan
por ellos en los discípulos de San Juan de la Cruz y de Fr. Luis de
León (D. Marcelino Menéndez y Pelayo). La segunda es una simpa-
tía constante por el indio, una protesta por su retraso social, por su
desnudez de valor humano para el plan de conquista vigente..
Antes de cerrar esta devota instantánea, cabe mencionar el don
de conversación presente en toda la obra dramática de Sor Juana.
Don teatral si los hay. Se recordaba no hace mucho el "fragante lo-
cutorio de San Jerónimo" donde "la melodiosa Sor Juana Inés de la
Cruz tenía todas las tardes, antes de vísperas, animadas reunio-
nes con las personas de más pro en la ciudad, damas y caballeros, y
con los mismos virreyes que con su joyante séquito de cortesanos, iban
a embelesarse con la palabra de esa monja <en toda ciencia superla-
tiva»" (2).
Murió Sor Juana a las cuatro de la mañana del día 17 de abril
de 1695.
Clausuro aquí esta pausa consagrada a la única isla lírica cuya
tierra puede besarse en el siglo XVII.
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