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Traducido por Anamfran para LibrosGratisMagui

Gritos
Silenciosos
Serie Suspense 11
Karen Rose

Traductora: Anamfran
Editora: Haguilar
Diseñadora: Sampu y Magui

Traducido para LibrosGratisMagui

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Argumento

Cuando una adolescente muere en un incendio sospechoso, a


la detective Olivia Sutherland se le asigna localizar al pirómano.
Luego se descubre algo más siniestro: un chantajista vicioso que
se alimenta de los jóvenes y los asesinatos sin dudarlo. Haciendo
su trabajo aún más difícil está el sexy bombero David Hunter
―que no sólo comparte el caso, sino que también provoca
recuerdos de su larga noche de pasión, cuando los sentimientos se
quedaron sin explicar y los corazones se rompieron.
David tiene sus propios fantasmas, y un millón de
remordimientos. Pero mientras él y Olivia tratan de enfrentar el
muro de dolor entre ellos, un titiritero diabólico está tirando de
las cuerdas para que un grupo de veinteañeros haga su voluntad.
Pronto Olivia y David están recorriendo la ciudad tras un
calculador criminal que parece tentadoramente cerca y se mueve
para matar.

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Prólogo

Minneapolis, Minnesota, Lunes, 20 de Septiembre, 12:00 a.m.

Habían acudido. Tenía que admitir que estaba sorprendido. No pensó que tuvieran
cojones, especialmente la chica. De todos ellos, no había pensado que ella hubiera
seguido adelante.
Cuatro estudiantes, todos vestidos de negro. Cuatro estudiantes con demasiado
tiempo. Dos de ellos con demasiado dinero de sus papás. Si todo fuera de acuerdo
con el plan, una gran cantidad del dinero de sus papás pronto le pertenecería.
Era la regla número uno de su mundo: sí la gente no quería que la chantajearan, no
debería hacer cosas malas. Regla número dos: sí hacía cosas malas, debería ser lo
suficientemente lista para no dejarse pillar. Los cuatro estudiantes no eran muy
listos.
Desde detrás de los árboles que el constructor se había tomado tantas molestias
por preservar, vigilaba el acercamiento de los cuatro, mientras filmaba cada paso
que daban. Sus caras eran plenamente visibles bajo la luz de la luna y, aunque él
hubiera apostado el dinero de sus papis a que ellos creían estar siendo sigilosos, se
movían con suficiente ruido para despertar a un muerto.
―Espera.
Uno de los cuatro se paró. Su nombre era Joel y de los tres chicos, él había sido el
más entusiasta defensor de su plan.
―Dejadme pensar en esto.
Interesante. El conflicto siempre añadía un poco de excitación. Sin ser visto, siguió
grabando.
―Nada de esperar. ―dijo la chica. Su nombre era Mary, y era una zorra.
―Estamos de acuerdo. Todos nosotros, Joel. El edificio debe desaparecer. Tenemos
que enviar un mensaje.
―Ella tiene razón. ―ese era Eric, el ‘cerebro’ del grupo. ―Esta es nuestra única
oportunidad de marcar la diferencia en estos humedales. Si no hacemos nada,
todo este lago será solo edificios. ―se volvió hacia el enorme bruto que estaba
detrás de él. ―El guarda saldrá a hacer su ronda en dos minutos. Saldrá del edificio

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por la puerta de servicio trasera. Sabes lo que tenemos que hacer. Vamos chicos.
Hagámoslo.
El bruto era Albert, pronunciado sin la ‘t’. Franco-canadiense, estaba en un equipo
de hockey en la universidad. Ala derecho. El infierno de un corrector. Albert dio la
vuelta al edificio obedientemente. Su investigación había revelado que Albert
había sido delincuente juvenil, hacía algún tiempo. Estaba bastante seguro de que
Albert sabía exactamente lo que hacía.
El espectáculo estaba a punto de comenzar. Rápido, se dijo a sí mismo, tomando
una segunda cámara de su mochila. Esta era su cámara estacionaria y estaba sujeta
a un pequeño trípode que había clavado en el blando terreno, posicionando las
lentes justo a tiempo para capturar a Mary, Eric y Joel entrando por la puerta del
hueco de las escaleras en el lado este del bloque de edificios.
La puerta había sido sostenida abierta con una roca, probablemente por un
trabajador de la construcción que quería ahorrarse algo de tiempo y esfuerzo. El
mejor sistema de seguridad del mundo podía ser neutralizado por empleados
perezosos. Aparentemente los cuatro estudiantes habían hecho sus deberes y
sabían exactamente que puerta estaría abierta. Hurra por ellos.
Dejando la cámara estacionaria grabando, se fue por el camino por el que se Albert
había ido, llegando justo mientras el guardia salía, según el horario. Cinco
segundos después el guarda estaba inconsciente en el suelo. Un satisfecho Albert
deslizó una pequeña porra en su bolsa.
Todo captado en mi grabación. La familia de Albert era pobre, así que no habría
dinero ahora, pero había una buena oportunidad de que Albert, algún día tuviera
un salario en la NHL que acabara en un montón de ceros. Puedo esperar. Eric y
Joel tenían papis suficientemente ricos para llenar su cuenta del banco por ahora.
Mientras para el padre de Mary... algunos pagos no requerían el signo del dólar.
Algunos pagos son personales.
En otro minuto, Mary salio por la entrada lateral y se unió a Albert. Ambos miraron
por la ventana, esperando.
El esperó con ellos, desde una distancia segura. Vio las primeras volutas de humo
saliendo de los pisos superiores. Mary lanzó sus puños al aire y susurró.
―Sí!
Minutos más tarde había un montón de humo, en cada planta. Pero la puerta
lateral no se había abierto de nuevo, Mary dio un paso adelante, el triunfo en su
cara se volvió preocupación, pero Albert la detuvo, agarrándola del brazo.

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―Aún están dentro. ―dijo, soltando el brazo. ―Déjame ir.
Albert sacudió la cabeza.
―Dales otro minuto.
Y la puerta se abrió bruscamente, Eric y Joel salieron luchando por respirar. Mary y
Albert corrieron hacia los resollantes muchachos, alejándolos del edificio.
―Maldito idiota. ―gruñó Eric, respirando a bocanadas― Casi nos matas.
Joel cayó de rodillas, una tos espasmódica sacudía su cuerpo. Miró hacia arriba, sus
ojos aterrados, desesperados.
―Morirá.
Mary y Albert compartieron miradas de sorpresa.
― ¿Quien morirá? ―preguntó Albert cuidadosamente.
Joel se levantó con dificultad.
―Una niña. Está atrapada. Tenemos que sacarla. ―comenzó a correr― ¡Maldición!
―gritó cuando Eric y Albert tiraron de él hacia atrás― ¡Dejadme ir!
Mary sujetó la cara de Joel.
― ¿Hay alguien ahí? ―lanzó una mirada de pánico a Eric― Dijiste que nadie vivía
ahí. Dijiste que era seguro.
―Se suponía que no había nadie ahí. ―Eric apretó los dientes― Joel no vio nada.
Vámonos antes de que alguien vea el humo y llame al 911.
―Ella está allí. ―insistió Joel, histérico ahora― La vi. ¡Miren!
Todos miraron hacia arriba y el siguió su ejemplo, apuntando sus lentes hacia
arriba mientras un grito colectivo crecía desde el grupo. En ese momento, él la vio
también. Una niña, sus puños golpeando la ventana que había sido diseñada para
tener vistas al lago, no como vía de escape. Era joven, una adolescente tal vez, su
boca abierta en un aterrorizado grito que no pudieron oír. Sus puños golpearon de
nuevo con fuerza el cristal. Entonces sus palmas se apoyaron contra la ventana
mientras desaparecía de su vista.
Joel dio un desesperado grito final.
―Va a morir. ¿No os importa? Se suponía que nadie iba a resultar herido. Dejadme
ir. Tengo que sacarla.
Mary le agarró del pelo.
―Déjalo. Entra ahí y ambos acabareis muertos.
Joel ahora estaba llorando.
―Entonces llama al 911. Por favor. Maldita sea. Por favor.

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―Escúchame… ―dijo Mary, su voz alta y urgente― Sí llamamos al 911, todos
iremos a prisión. Prisión, Joel. Eso no va a pasar. Detente, ahora mismo.
Pero Joel no estaba escuchando. El forcejeaba, tratando de escapar de su agarre
como un hombre poseído. Detrás de su cabeza, Eric asintió a Albert. Albert sacó la
porra de su bolsa y un segundo después Joel se derrumbó, justo como el guardia
había hecho.
―Vamos. ―dijo Eric lacónicamente, él y Albert levantaron a Joel y le llevaron a
través de los árboles a donde su coche estaba aparcado.
Mary echó una última mirada hacia atrás, a la ventana, ahora vacía.
― ¡Mierda! ―siseó, entonces se volvió y corrió, pasando a los esforzados chicos
que avanzaban con dificultad sobre la valla por la que habían acortado el camino―
De prisa. Empujadle a través.

Bien. El bajó la cámara, mirando mientras las luces traseras del coche
desaparecían. Eso había sido más excitante de lo que había pensado que sería. Un
sencillo incendio premeditado habría sido bueno para años de divertido chantaje.
Pero un asesinato ganaba sobre un incendio y sobre cualquier cosa. Había tenido
varios clientes que estarían de acuerdo con eso.
Rápidamente recogió sus cámaras y el trípode. El humo estaba formando nubes en
el cielo y él escuchaba el ‘pop’ de los cristales de las ventanas que comenzaban a
estallar. Las autoridades pronto estarían allí. Y yo me habré ido. Levantando su
mochila, trotó alrededor del edificio al lateral del lago donde había dejado su bote
amarrado al muelle.
―Tú, aquí. Párate.
Fue un grito fino, pero lo oyó. Dándose la vuelta, se encontró cara a cara con el
guarda de seguridad, que se tambaleaba hacia adelante, aturdido. Sangre de una
herida abierta corría por su cara. El hombre sujetaba su radio en una mano
ensangrentada, un arma en la otra.
―Para o dispararé. Lo haré.
Hoy no, Pops. Calmadamente, sacó su propia arma y disparó. La boca del guardia
se abrió por el shock, cayó sobre sus rodillas, después se derrumbó por segunda
vez en la noche.
―Deberías quedarte ahí, Pops. ―musitó.
Corrió hacia su bote y arrojó su bolsa dentro. Con un silencioso quejido, el motor
arrancó. Rápidamente se quitó la máscara de esquí que llevaba. Si cualquiera le

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viera ahora el podría decir que había visto el humo e iba a ayudar, no a huir. Pero
nadie le vio. Nadie en absoluto.
Lo que hacía escuchar sus susurrados secretos mucho más fácil. Palmeó las
cámaras en su bolsa. Lo que hacía quedarse con su dinero mucho más fácil, aún.
Adoro mi trabajo.

―Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Oh Dios mío.


Desde detrás de los árboles donde estaba escondido, Austin Dent vigilaba el
pequeño bote alejarse a toda velocidad, se tapó la boca con las manos. El guardia
está muerto. Ese hombre le ha disparado. Muerto.
«Ellos dirán que lo hice yo. Corre. Tengo que correr».
Dio unos pequeños pasos vacilantes, elevando sus ojos al edificio en damas una
vez más.
«Tracey». Iba tras él mientras salía del edificio. Pero cuando consiguió salir, ella ya
no estaba tras él. Y cuando se giró...Todo lo que pudo ver era humo. Un sollozo de
angustia salió de su pecho. «Tracey».
En la distancia pudo ver las luces parpadeando. Ya venían. La policía estaba
llegando. «Ellos me llevarán. Me meterán en una celda. No. Otra vez no. No puedo
hacerlo de nuevo». Se tambaleó hacia atrás unos pocos pasos, entonces se giró y
comenzó a correr.

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Capítulo Uno

Minneapolis, Minnesota, Lunes, 20 de Septiembre, 12:40 a.m.

―Más alto, Zell. ―dijo David Hunter por su radio, su voz apagada por la máscara
que cubría su cara. Volvió su hombro al viento que soplaba el ácido humo en el
cielo nocturno. Suspendido cuatro pisos más arriba, la cesta en la que estaba de
pie le sostenía. El cinturón le anclaba al aparato, pero sus piernas aún se tensaban
mientras mantenía su posición.
―Arriba.
Jeff Zoellner, su compañero, operaba el elevador desde la base de la escalera.
David ajustó el ángulo de la boquilla montada en la cesta mientras subía,
apuntando a las llamas que habían consumido los dos pisos bajos de la estructura
antes de que llegaran. Ninguno de ellos había entrado. Demasiado peligroso. Su
única esperanza era controlar el fuego así no se extendería por los árboles
circundantes de lo que había sido un lujoso edificio de seis plantas.
«Gracias a Dios este lugar no estaba terminado». En pocas semanas habría habido
gente dentro. «Debía haber alguien». El guardia estaba desaparecido. Si había
estado en uno de los pisos inferiores estaba muerto. Si hubiera estado un poco
más alto, aún había una oportunidad de salvarle.
Premeditado. La mandíbula de David se endureció mientras la plataforma subía.
Tenía que ser. Lo había visto antes, de cerca y demasiado personalmente. El viento
cambió de dirección de nuevo y él se encogió cuando las llamas se agitaron en su
dirección. Por un instante perdió pie. «Céntrate, tío. Tienes que vivir».
― ¿David? ―la voz de Jeff sonó urgente en medio de las interferencias― ¿Estás
bien?
―Sí. ―la plataforma subió unos centímetros más, elevándole a lo largo de una
gran ventana panorámica. Cada piso de las plantas superiores las tenía. No vio
llamas, pero el humo salía en nubes por las pequeñas ventanas que ya habían
estallado por el calor.
Pero todas las ventanas panorámicas estaban intactas. Hechas con cristal resistente
a los impactos, no habían estallado. Tampoco se abrían. Eran para ver el lago, no
para salir.
Y entonces las vio. Su corazón comenzó a latir más rápido.

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―Para. ―se inclinó sobre el borde de la cesta en la que permanecía, y así poder
acercarse a la ventana. «Se suponía que no había nadie aquí». Pero la había.
― ¿Qué es? ―la plataforma se balanceó mientras Jeff la frenaba.
Huellas de manos. La débil silueta de pequeñas huellas de manos que de alguna
manera....brillaban con la luz de su reflector. «Qué demonios». Huellas de manos. Y
arañazos, hechos por dedos arañando la ventana, tratando de escapar.
―Hay alguien aquí. Tenemos que entrar.
― ¿Hunter? ―la voz del capitán Tyson Casey atravesó la estática― ¿Ves algún
cuerpo?
Usando los controles montados en la cesta. David bordeó más cerca antes de que
la plataforma golpeara la pared. Tratando de ver a través del humo, su acelerado
corazón se hundió.
―Veo brazos. ―delgados brazos, apenas y una fina espalda. Largo cabello rubio.
No era un guardia desaparecido, un hombre de unos cincuenta― Es una mujer.
Parece inconsciente. La ventana es resistente a los impactos.
―Mantén tu posición, ―le dijo Casey― Sheridan, cierra la boquilla. Zell está de
camino con la sierra.
David sintió la presión disminuir en la línea mientras el bombero Gabe Sheridan
cerraba la válvula desde el suelo. Miró hacia abajo para ver a Jeff subiendo por la
escalera. Deprisa, quiso sisear, pero sabía que Jeff estaba haciendo lo correcto.
Seguro. Por un momento pensó en usar su propia hacha contra la ventana, pero
sabía que la potente sierra haría el trabajo en el cristal resistente a impactos más
rápido de lo que él podría, así que conservó sus energías.
Miró de nuevo a través de la ventana a la mujer de dentro. No se había movido.
Probablemente estaba muerta. «Que no esté muerta». Miró con insistencia a
través del cristal, preguntándose si había alguien más en la habitación.
Preguntándose si podría haber iniciado el fuego.
Jeff subió al cesto, con la poderosa sierra eléctrica en su mano. David señaló al lado
más alejado del cristal, lejos de la víctima y sus huellas, bloqueando la imagen
mental de lo asustada de debió haber estado mientras golpeaba y arañaba,
tratando de escapar. Podría haber provocado este fuego. Necesitaban conservar
sus huellas en el cristal para la policía.
Su depósito de aire podía estar casi vacío así que lo cerró mientras Jeff forzaba con
la sierra el casi impenetrable cristal hasta que el agujero fue suficientemente
grande para que David lo atravesara.

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Jeff le agarró del hombro.
―Ella podría haber hecho esto. ―gritó― Ten cuidado.
―Lo tendré. ―respondió.
Subió, aterrizando lo más cerca posible de la pared en caso de que el suelo cediera.
Se agachó y buscó alguien más por la habitación.
Pero, no había nadie. «Ve, sácala fuera y vete». Ella era ligera, apenas notó su peso
cuando se la echó al hombro. Se la pasó a Jeff, subió de nuevo a la ventana y pidió
a Gabe Sheridan que los bajara.
La plataforma se alejó del edificio, lejos de las llamas que aún lamían el segundo
piso. Los paramédicos estaban esperando en el suelo para llevarse a la víctima.
David se quitó la máscara en el momento que sus pies tocaron el suelo, Jeff hizo lo
mismo. Por un momento David cerró los ojos, dejando que el aire refrescara su
cara. El aire de la noche, que de otra manera habría sido una brisa, aún no era
caliente alrededor de ellos, pero comparado con llevar la maldita máscara era
como caminar en una realidad alternativa. El médico Scotty Schooner miró hacia
arriba, ceñudo.
David lo supo.
― ¿Está muerta?
Scotty asintió.
―Sí.
La mano de Jeff le agarró del hombro.
―Lo siento, amigo.
―Yo también.
Scotty se arrodilló junto a la camilla del cuerpo de la chica que David pudo ver, no
era más que una adolescente, que llevaba unos tejanos raídos y una fina camiseta.
Que desperdicio.
Scotty estaba frunciendo el ceño hacia las manos de la chica.
―Están cubiertas de algún tipo de gel.
El capitán de David y dos policías uniformados se reunieron con ellos, los tres
rodearon la camilla para ver sus manos.
― ¿Qué es esa mierda en sus manos? ―preguntó uno de los policías.
―No lo se, pero lo que quiera que sea refleja la luz. Vi sus huellas en la ventana.
―le dijo David― La luz de mi linterna tocó el cristal y las huellas brillaron. El
investigador de incendios va a tomar una muestra. Si ella provocó este incendio, se

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quedó encerrada ahí arriba y entró en pánico. Hay un montón de huellas de puños,
como si golpeara, tratando de salir.
―Si ella no provocó este incendio, es asesinato. ―dijo el otro policía― Haré la
llamada.
―Diles que es uno doble. ―dijo una voz femenina detrás de ellos. Carrie Jackson
estaba de pie, detrás de ellos. Su equipo había estado rociando el lado oeste de la
estructura, próxima al lago. ―Estaba tendiendo la línea y casi tropiezo con el
guarda. Tiene un disparo en el pecho.
Scotty se levantó.
―Iré a revisarlo.
Carrie se encogió de hombros.
―Ve. Pero está definitivamente muerto. Ha sido hace un momento.
―Te creo, ―dijo Scotty― pero son las reglas. Muéstrame donde está.
Juntos, Scotty y Carrie rodearon el edificio con el primer policía.
El segundo policía se enderezó con un suspiro.
―Llamaré a Homicidios, al Forense y al CSU. Querrán hablar con vosotros.
Especialmente con Hunter, ya que él la sacó fuera.
«Homicidios». La garganta de David se cerró en cuanto la palabra salió por la boca
del policía y por un momento otro pensamiento emergió en su mente. Había un
montón de detectives en Homicidios. Algunos no serían ella. Y, ¿si lo era? «Cruzaré
ese puente cuando llegue allí». Se aclaró la garganta ásperamente y asintió.
―Por supuesto, lo que necesiten.
―Tan pronto acabemos. ―añadió el capitán Casey― Tenemos que controlar el
segundo piso. Hunter, tú y Zell regresad dentro. Buscad en los pisos superiores.
Mirad si alguien más está donde no debería haber estado, y aseguraos que no hay
fuego en las paredes.
―Lo haremos. ―dijo David.
David alejó a los detectives de homicidios de su mente y echó una última mirada a
la chica sobre la camilla. « ¿Qué demonios estabas haciendo allí? ¿Por qué nadie
estaba cuidando de ti?» Pero sabía demasiado bien que la vida casi nunca era tan
idílica.
―Revisaré donde la encontré, a ver si puedo encontrar alguna identificación. Solo
era una cría. Tiene que pertenecer a alguien.

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―No toques nada. ―dijo el policía y David luchó contra la urgencia de poner sus
ojos en blanco. Los policías a veces les trataban como malditos niños de
guardería― ¿Lo pillaste?
―No te preocupes. Entiendo.

Lunes, 20 de Septiembre, 1:15 a.m.

La detective de homicidios, Olivia Sutherland, mostró la insignia al guardia


uniformado de la entrada del edificio en construcción y atravesó la puerta, pasó las
furgonetas de las noticias y las cámaras, agudamente consciente de todos los
flashes a su espalda. Por las preguntas que la prensa estaba gritando, ya habían
concluido correctamente que era un incendio premeditado.
Sus agitadas tripas se tensaron aún más. Sólo por estar aquí, había despertado su
reciente memoria colectiva. Entre sus preguntas gritadas sobre incendios
intencionados se habían colado referencias a su último gran caso. Era inevitable, lo
sabía. No significaba que le gustara.
― ¿Cómo ha estado detective? ―un reportero al que conocía y al que una vez
había despreciado corría junto a su coche hasta que el uniformado le detuvo―
¿Está todavía sobre la fosa común? ―gritó el reportero a su espalda― ¿Aún viendo
al psiquiatra del departamento?
Olivia apretó los dientes. Ella había asistido al psiquiatra del departamento tres
veces y ese tipo lo hacía sonar como si ella hubiera tenido citas en un diván...
Con una mirada glacial Olivia subió su ventanilla, sin detenerse antes de alcanzar el
borde del estacionamiento de vehículos oficiales y rodó hasta detenerse junto al
Ford de su compañero.
Una pieza se acomodó. Kane estaba aquí. «El sabrá que hacer».
El pensamiento la sobresaltó.
―Y yo también. ―dijo en voz alta. Firmemente― Contrólate.
Pero se temía que no podría. Porque su respiración estaba cambiando, encogiendo
sus pulmones y su corazón se iba acelerado. Porque las tres visitas ordenadas por
el departamento al psiquiatra no habían ayudado. Aún no había acabado con los
cuerpos de la fosa, la fosa común que habían descubierto en el sótano de un
asesino en serie, siete meses antes.

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En cuatro años, en el equipo de homicidios, había visto muchos cuerpos pero nada
podía compararse al asesino en serie al que habían perseguido el pasado febrero.
Apodado el ‘Asesino del Vestido Rojo’ por la prensa, por la forma en que había
vestido a sus últimas víctimas, había estado asesinando tranquilamente durante
treinta años y enterrando a sus víctimas en una fosa de cal en su sótano. No fue
hasta que aumentó su ritmo que había cometido errores y ellos le habían
atrapado, y descubierto su horroroso secreto.
Y había correspondido a Olivia y a su compañero Kane, procesar las muertes. Había
habido días en los que no había dormido, no había comido, no había hecho nada
salvo procesar muertos, informar a las familias y volver a la fosa por más. La cal no
era amable con la carne humana. No había necesitado pesadillas. La realidad era
suficientemente mala.
La prensa podía llamarle lo que quisiera. En su mente el era el ‘tipo de la fosa’,
porque era la fosa lo que regía sus pesadillas, oscura, sin fondo y llena de muertos.
Apretó el volante, haciendo profundas respiraciones, tratando de alejar el pánico.
Porque siete meses y docenas de cuerpos más tarde, se quedaba congelada cada
vez que sabía que una nueva víctima esperaba. «Un pequeño problema para una
detective de homicidios», pensó amargamente.
―Sal del coche, ―musitó― haz tu trabajo.
Endureciendo la mandíbula, abrió la puerta y obligó a sus pies a moverse, a sus
pulmones a tomar más aire. Entonces forzó a su cara a parecer como si ella no
abrigara un pensamiento que no tuviera que ver con esta escena. Esta noche. Estas
dos víctimas. Un guarda de mediana edad y una adolescente.
«Piensa en ellos. Piensa en justicia para ellos. Haz tu maldito trabajo».
Respiró otra vez, haciendo una mueca ante el hedor del humo. Había sido un mal
incendio. Dos compañías habían acudido al escenario, dos motobombas, un
camión con torreta y dos escuadras de rescate que no habían sido necesarios
después de todo.
Solo el equipo de la morgue transportaría algo esta noche.
Mientras sus pies se movían, se encontró buscando los camiones de bomberos por
los números de estación, otro hábito que había adquirido los últimos siete meses,
uno que encontraba casi tan odioso como su temor por los cadáveres. Que incluso
supiera cual era su camión era completamente humillante. Como si le preocupara
si él estaba allí o no. Pero por supuesto lo hacía. « ¿Tan patética soy? ¡Maldición!»

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Se encogió cuando vio el L21 pintado en el lateral del camión con su plataforma
aérea. El estaba aquí. O su compañía, al menos. «Que no esté de servicio esta
noche. Solo encuentra a Kane. Haz tu trabajo».
Encontró fácilmente a Kane entre la multitud. Su compañero era un hombre
grande, incluso comparado con los bomberos y los policías, sacando la cabeza y los
hombros a cada uno de ellos. También era el único en la multitud que llevaba un
fedora negro. Era su fedora de los incendios, lo sabía, el que siempre lo llevaba
cuando sabía que iba a ir a un incendio. Apestaba como humo rancio, y su esposa
Jennie le hacía guardarlo en el garaje.
Todos los otros fedoras estaban guardados con cuidado en cabezas de espuma en
su habitación de invitados. Cada hombre de la división de homicidios llevaba
fedoras en el trabajo, bonita tradición que alguien comenzó mucho antes de su
época. Era un símbolo, una conexión con los detectives del pasado, y ahora era
parte de la tradición local. Homicidios era conocido por toda la ciudad como la
‘Escuadra del Sombrero’.
A los nuevos detectives, al resolver su primer homicidio, la escuadra les regalaba su
primer fedora, sus iguales. Kane había regalado a Olivia el suyo, pero se había
sentido una tonta llevándolo. Su sombrero estaba en su escritorio en la parte de
atrás de la oficina, adornando la cabeza del busto de una deidad griega que había
encontrado en una venta de garaje.
Pero a Kane, a él le gustaban sus sombreros. Debía tener una docena. A Kane le
gustaba tener buen aspecto. En ese momento, Kane parecía perplejo. Olivia inició
la subida a la colina donde él estaba de pie junto a una camilla, con un policía
uniformado a su lado. El forense se agachaba junto al cuerpo, embolsando las
manos de la víctima, y el corazón de Olivia comenzó a latir, su estómago
revolviéndose peligrosamente. «Otra vez no, otra vez no».
«Mírala», se dijo a sí misma duramente. «Ella estará...entera». Olivia tomó aliento
firmemente, forzando sus ojos a bajar, entonces soltó el aliento mientras el alivio la
atravesaba. La víctima estaba verdaderamente intacta. La carne cubría sus huesos.
Todos sus huesos.
Lo peor había pasado. «Ahora puedo hacer mi trabajo». La chica parecía tener
unos dieciséis. Su cerúleo rostro y largo cabello rubio estaban manchados de hollín
y mugre, como lo estaba, la fina camiseta desteñida que vestía. Sus vaqueros
estaban hechos jirones, por diseño no por desgaste genuino. Sus pies estaban

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desnudos, sus plantas muy quemadas. Las uñas de sus pies estaban pintadas de
naranja brillante.
Luchando contra los escalofríos que siempre parecían seguir al alivio, Olivia esperó
hasta que su voz no temblara.
― ¿Qué tenemos?
―Mujer caucásica, ―dijo el poli de uniforme― sin identificar. Fue encontrada en la
cuarta planta. Ya estaba muerta cuando el bombero la sacó.
― ¿Causa? ―preguntó.
Isaac Londo, el técnico forense miró hacia arriba sobre las manos embolsadas de la
víctima.
―Probablemente por inhalación de humo. No vi heridas recientes. Sin embargo,
tiene antiguas.
― ¿Dónde y qué?
―Los dedos parecen estar fracturados, y hay una quemadura en el antebrazo
derecho.
Los ojos de Olivia se estrecharon. Los últimos vestigios del pánico estaban
retrocediendo, reemplazados por fría furia. «Fugitiva», le dijeron sus instintos.
Había hecho del trabajo con los fugitivos una misión personal en los últimos años,
desde que conoció a sus dos hermanastras. Mia era una policía condecorada, pero
Kelsey era una convicta, después de haber sido una fugitiva primero. Las señales
eran muy claras.
―Alguien le puso las manos encima.
―Esa es mi suposición. ―Londo se sentó sobre los talones― ¿Tu otro tipo? Una
historia diferente. El guardia recibió un golpe en la cabeza con un objeto
contundente, después, un tiro en el pecho.
― ¿Dónde está? ―preguntó Olivia.
―Al otro lado del edificio, en el lago. Dale y Mick están allá ahora.
Dale era compañero de Londo y Micki Ridgewell era jefe del CSU.
―Y ¿ese tipo? ―ella señaló a un hombre de unos cuarenta años con un traje de
jogging que se paseaba detrás de la cinta de la escena del crimen pareciendo muy
preocupado.
―Sammy Sothberg, ―dijo el uniformado― él es el director de la construcción.
Sothberg dijo que el nombre del guardia era Henry Weems, cincuenta y siete años
de edad. Era de aquí.
― ¿Has hablado con él? ―preguntó a Kane.

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―Sí. ―dijo Kane― En pocas palabras. Está sacudido. Tiene una coartada.
Tendremos que echarle un vistazo. Nos dio información personal de Henry Weems.
Vamos a tener que informar a la señora Weems.
«Y eso es divertido siempre». Olivia miró hacia arriba y vio un gran agujero con los
bordes dentados en uno de los ventanales del cuarto piso.
― ¿Ella salió de allá arriba?
―Sí. ―la respuesta vino de Micah Barlow, investigador de incendios del
departamento de policía, que se había acercado para unirse a ellos.
Inmediatamente el vello del cuello de Olivia se erizó y tuvo que ahogar lo que
habría sido un siseo.
― ¡Infierno! ―murmuró Kane, lo suficientemente alto para que Barlow lo
escuchara― El no.
―Kane. ―reprendió Olivia en voz baja y fue recompensada por un largo suspiro de
Kane. Ella y Micah Barlow habían pasado por la academia juntos. Habían sido
amigos una vez. Ahora, no tanto. Debido a que Barlow era un entrometido,
bastardo arrogante.
Barlow miró de Olivia a Kane, luego sacudió la cabeza con exagerada paciencia.
―Vamos a acabar con esto, ¿de acuerdo? Los bomberos vieron las huellas de sus
manos en el cristal. Es resistente a los golpes, por lo que tuvieron que cortar su
camino de entrada. El tipo que lo llevó a cabo se aseguró de que cortaran el otro
lado de la ventana. Quería dejar sus huellas intactas para vosotros.
―Tiene visión de futuro, ―dijo Olivia ligeramente― vamos a querer hablar con él.
―Él todavía está dentro. Te lo traeré cuando salga.
―Bien. ―dijo Olivia, haciendo poco caso de la molestia que sentía cada vez que
ella estaba en presencia de Barlow― ¿Cómo inició el fuego el incendiario?
―Por lo que pudimos ver, abrieron varias latas de adhesivo de alfombras,
extendiéndolo por los pisos primero y segundo. Dejaron los rociadores
inoperativos. Alguien cortó la cadena en el OS y la Y y cerró la válvula.
El OS y la Y eran el tornillo exterior y la llave de la válvula en la línea que traía el
agua de la ciudad a los aspersores, Olivia lo sabía.
― ¿Hay alguna tenaza desaparecida en el cobertizo de las herramientas?
―No parece. Conseguiremos un inventario completo, pero parece que trajeron la
suya propia.
―Llegaron preparados entonces. ¿Dispositivos incendiarios? ―preguntó Kane.

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―Todavía no hay nada, pero no hemos podido empezar realmente a buscar. No
creo que utilizaran una sencilla cerilla. Después de volcar toda una lata de
adhesivo, los vapores habrían estado ya suspendidos en el aire. Si hubieran dejado
caer una cerilla, no habrían llegado a la puerta. Esa cosa es muy inflamable.
― ¿Se había puesto la moqueta? ―preguntó Olivia.
―No, el encargado de la construcción, dijo que se iba a hacer mañana. Bien, hoy,
ahora. La moqueta, el relleno y latas de adhesivo se habían dejado en los tres
primeros pisos. Los pisos del cuatro al seis presentan suelos de madera y estaban
acabados.
―Alguien sabía que esos materiales estaban allí. ―reflexionó Kane― ¿cintas de
vigilancia?
Barlow frunció el ceño.
―Las cámaras se quedan inoperativas cinco minutos antes de la medianoche. El
guardia habría salido normalmente cinco minutos antes de las doce.
―Trabajo interno, ―dijo Olivia― o por lo menos tenían la información.
Barlow asintió.
―Estamos consiguiendo la lista de personal.
― ¿Dónde está la sala de control? ―preguntó Kane.
Barlow señaló los remolques de construcción.
―Hasta el mes pasado, tenían un hombre en el trailer, alimentando la cámara. El
presupuesto sobrepasado, recortó el personal. Eran un guardia por turno. El trailer
era siempre la primera parada nocturna del tipo.
― ¿Vas a enviar las latas de adhesivo utilizado al laboratorio de huellas?
―preguntó Olivia.
―Ya se los di al CSU. ―contestó Barlow― El gerente parece bastante afectado.
Weems era su amigo, y él estaba trabajando en dos empleos para enviar a su hijo a
la universidad.
Olivia suspiró.
―Vamos a comprobar sus finanzas de todos modos. Alguien se beneficia del
seguro. Tal vez se suponía que nadie iba a salir lastimado. ―ella miró la camilla, al
cuerpo sin vida de la joven― Supongo que algo salió mal.
―Échale un vistazo a sus manos, Liv. ―dijo Kane― Algún tipo de gel.
El técnico forense Londo levantó la mano izquierda de la víctima y Olivia pudo ver
que todo lo que cubría las palmas de la niña ya había manchado la bolsa de
plástico.

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― ¿Acelerante? ―preguntó.
―No ―dijo Barlow― Pasamos un detector sobre ella. El gel no se registró. Nada
en su ropa, o sea, que si ella estaba involucrada en la dispersión del adhesivo de
moqueta, fue lo suficientemente cuidadosa de no derramar nada sobre sí misma.
El detector mide los hidrocarburos de los acelerantes, así que Barlow tenía
probablemente razón.
― ¿Los bomberos encontraron algo con ella?
―Nada todavía. Acaban de terminar de apagar el fuego hace media hora. Están allí
ahora, buscando alguna otra victima. Te daremos a ti y al CSU el visto bueno tan
pronto como sepamos que es seguro.
Y lo haría. A pesar de lo desagradable que era a nivel personal, Micah Barlow hacía
su trabajo. «Como nosotros. Como vosotros. Mírala, Liv. Mírala de verdad».
―Gracias. ―dijo a Barlow, luego se agachó junto a la camilla, estudiando la mano
que Londo había tomado. El esmalte de uñas era del mismo color naranja brillante
que la chica había utilizado en las uñas de sus pies― ¿Has acabado con ella,
Londo? ―Cuando él asintió, ella vaciló sólo un momento antes de tomar la mano
de la víctima y elevándola a la luz― Mira las calcomanías en sus uñas. Ella no es de
por aquí.
―G-A-T-O-R ―leyó Kane, entonces, comprobó la mano derecha― S-R-U-L-E.
Cocodrilos Mandan.
―Es una verdad lamentable. ―murmuró Londo― Perdí mucho dinero en el
partido de la semana pasada.
―Universidad de Florida, Cocodrilos ―reflexionó Olivia―. No parece lo
suficientemente mayor como para estar en la universidad. Tal vez ella vivía en
Florida.
―Tal vez ella era solo una fan ―apostilló Kane y Olivia se encogió de hombros.
―Tenemos que empezar por alguna parte. Vamos a tomar sus huellas. Si tiene
antecedentes, esperemos que no estén sellados. Si está desaparecida, alguien
pudo haber presentado una alerta Amber o reportado al Centro para Niños
Desaparecidos y Explotados.
―Si ella se escapó, es muy probable que no hayan informado de su desaparición
―dijo Kane.
―Lo sé. Pero los vaqueros son bastante nuevos, y no son baratos. No ha estado en
la calle mucho tiempo. Haremos circular su foto por ahí y tal vez tengamos suerte
―Olivia colocó la mano de la chica con cuidado junto a ella, luego se levantó y

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miró a la cara de la chica, agitando la piedad. «Tan joven»―. ¿Tenemos alguna idea
de lo que estaba haciendo allí?
Barlow negó con la cabeza.
―Hasta ahora no hemos encontrado ninguna prueba de que hubiera alguien con
ella. Tan pronto como los bomberos salgan, te los enviaré.
―Si has acabado, me la llevaré a la morgue ―dijo Londo, y Kane asintió.
―Liv, vamos a ver al guardia ―esperó hasta que se hubieran alejado del grupo de
los antes murmurar― ¿Estás bien, chica? Parecías un poco verde al salir del coche.
Las mejillas de Olivia se encendieron.
―Sí ―dijo secamente, avergonzada de haberlo mostrado, incluso delante de
Kane―. Vamos a acabar con esto ―excepto que nunca se hacía. Siempre habría
otro niño en el lugar equivocado en el momento equivocado. Otro niño con
contusiones. Otro fugitivo. Otro hombre disparado a cuya esposa tenían que
informar. Se había quedado atascado en su garganta, ahogándola―. Vamos.
Tenemos un cuerpo más que procesar esta noche.

Lunes, 20 de septiembre, 1:20 a.m.

― ¿Algo? ―preguntó Jeff. Se habían atado sus máscaras y cambiado los tanques
de aire. Los humos generados por los materiales de construcción eran, a menudo,
tóxicos y David sabia de demasiados bomberos veteranos con pulmones dañados.
Odiaba la máscara, pero le gustaban sus pulmones.
―No ―David hizo un barrido con la cámara térmica sobre el centro del muro.
Detrás estaba el eje de ventilación, un punto privilegiado para fuego oculto. Pero
no había nada. Habían llegado a través del hueco de la escalera, buscando en los
tres pisos superiores. Ahora estaban de nuevo en el cuarto, donde había
encontrado a la chica. Hasta el momento, sin fuego y sin mas víctimas. «Gracias».
David se volvió hacia la ventana que habían atravesado. Ahora qué el humo se
había disipado, podía ver claramente las huellas de la palma que ella había dejado
atrás. Alumbró el suelo con la linterna, esperando encontrar un bolso, una
mochila, algo que les dijera quien era.
Y luego parpadeo cuando la luz se reflejó bruscamente contra él.
―Zell, mira ―dijo, señalando hacia la viga a una bola que brillaba como habían
hecho sus huellas. Tenía cerca de cuatro pulgadas de ancho y sí encontraba de a

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dos metros de donde la había encontrado. Se había acercado un par de pasos
cuando sintió que el suelo de madera se esponjaba.
Dio un gran paso atrás, conteniendo la respiración hasta que sintió suelo sólido de
nuevo.
― ¿David? ―Zell también se había quedado congelado en el sitio.
―Estoy bien ―su corazón se aceleró con la oleada de adrenalina. Haciendo caso
omiso de ella, una vez más alumbró la brillante bola―. ¿Ves eso?
―Sí. ¿Qué es?
―No sé, Pero está cubierto de gel.
―Igual que sus manos. Digo que se lo dejes a la policía.
―Estoy de acuerdo ―se volvió hacia la escalera, entonces todo lo que sintió fue el
aire cuando el suelo se derrumbó―. Zell ―por reflejo, David extendió los brazos,
enganchando los codos en los bordes del suelo que quedaba. Su cuerpo metido en
el agujero, con los pies colgando. Debajo de el, solo veía oscuridad. El fuego del
tercer piso había atravesado el techo. Si se soltaba, podría aterrizar en suelo sólido,
pero había más oportunidades de que atravesara el tercer piso, también.
Jeff se tumbó sobre el estómago, el mango del hacha extendido.
―A la de tres.
David agarro el mango del hacha con la mano izquierda, manteniendo el codo
derecho anclado para hacer palanca. A la de ‘tres’, lanzó sus caderas hacia arriba y
unos segundos más tarde yacía boca abajo en el sólido suelo, respirando
duramente, sus ojos fuertemente cerrados. La mayor parte del suelo del recibidor
había desaparecido. Demasiado cerca. Eso había estado malditamente demasiado
cerca.
Se dio la vuelta a un lado, abriendo los ojos justo cuando la babosa pelota comenzó
a deslizarse por los tablones rotos del suelo de madera, hacia el agujero. Una vez
más, los puros reflejos le hicieron estirar el brazo sobre el agujero, y la bola cayó en
su guante.
―A salvo ―murmuró y detrás de él Jeff se rió, con un sonido sibilante.
―Esa pelota lo merecía, amigo.
David miró en la palma de su guante, y luego el oscuro agujero, tratando de no
obsesionarse en lo cerca que había estado.
―Mierda. Ahora, ¿Qué hago con ella?
―Ponerla de nuevo donde la encontraste. Los polis se enfadan si tocas una
evidencia.

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―No puedo ponerlo donde lo encontré. Donde lo encontré no hay nada más que
aire.
―Entonces llévatela contigo. Pero los polis todavía se enfadarán ―Jeff usó la
radio―. El cuarto piso se ha derrumbado. Hunter y yo estamos ilesos. Regresamos
abajo a través del hueco de la escalera.
―De acuerdo ―fue la respuesta entrecortada del capitán.
David se puso de rodillas, con la pelota agarrada en el guante. Se arrastraron hasta
la escalera, sin respirar fácilmente hasta que estuvieron en tierra sólida. Se quitó la
máscara con la mano libre, aspirando aire. Sus rodillas estaban débiles, Pero nunca
dejaría que nadie viera eso.
―¿Hunter?
El investigador de incendios del Departamento de Policía había llegado. David le
consideraba un recto tirador.
―Barlow.
―Escuché que el suelo se derrumbó. ¿Estáis bien?
―Sí. ―le tendió la mano enguantada, la pelota seguía metida en su palma―.
Encontré esto cerca de donde la niña murió.
Las cejas de Barlow se alzaron.
― ¿Perturbaste la escena?
―Ya no hay escena ―dijo David secamente―. El suelo de donde la encontré ha
desaparecido por completo. La pelota iba derecha al agujero y la agarré. Reflejos.
―Fue una atrapada del infierno ―Jeff declamó―. Cierre de la novena, bases
llenas, entonces: pum. Hunter lo saca. Entonces yo lo saco a él ―agrego
irónicamente―. Ahora me debe una de las grandes.
David giró los ojos.
―Barlow, ¿quieres la maldita pelota o no?
Barlow negó con la cabeza.
―Ven conmigo. Se la darás a los de Homicidios tú mismo. Ella no estará feliz de
que perturbaras la escena.
Por segunda vez en la noche David tuvo la sensación de estar en caída libre. Ella.
Solo conocía a una mujer detective de Homicidios. Empezó a caminar. «Gracias».

Lunes, 20 de septiembre, 1:25 am

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Eric levanto la cabeza de sus manos, mirando hacia arriba mientras Mary entraba
en la habitación, con una toalla en el pelo. Ella frunció el ceño ante su sofá, donde
Joel yacía inmóvil, con los ojos cerrados.
― ¿Todavía está fuera de combate? Maldición, Albert, lo golpeaste muy fuerte.
Albert gruñó desde la silla.
―Se recuperó mientras usabas toda el agua caliente.
Ella lanzo una mirada hostil a Albert.
―Vete a la mierda. Mis compañeras preguntarían si llegara a casa oliendo como un
maldito incendio forestal―Suavemente, ella se sentó en el sofá, cadera a cadera
con Joel―. Vamos, chico ―dijo en voz baja―. Tienes que quitarte esto de encima.
El trago de Joel fue audible.
―La matamos.
Mary se encogió de hombros.
―Sí, lo hicimos. Y vamos a tener que vivir con eso. Pero no vamos a decírselo a
nadie. Tenemos que actuar como si todo fuera normal, o todos vamos a ir a la
cárcel.
Joel asintió miserablemente
―Veo su cara. Presionada contra el cristal.
Como Eric. Cada vez que cerraba los ojos, todo lo que podía ver era su boca,
abierta. Gritando. No la habían visto cuando estaban echando el pegamento. Ella
debía haber estado escondida en alguna parte. En cuclillas.
―Ella estaba en ese edificio ilegalmente.
La risa de Joel rozó la histeria.
― ¿Realmente puedes utilizar la palabra ‘ilegalmente’? Entonces que ¿no es culpa
nuestra? ¿Es eso lo que estás diciendo? ¿De verdad crees esa mierda?
―Eso es exactamente lo que estoy diciendo―dijo Eric con firmeza. Tenían que
enfrentarse a los hechos, y el hecho era que él, él no iba a ir a la cárcel―. Estamos
juntos, Joel.
―Pero la matamos―susurró Joel, su voz quebrada―. La matamos.
―Sé un hombre, Fischer―gruñó Albert―. Sí, la matamos. Terminemos con eso.
Los ojos de Mary se estrecharon.
―Déjalo en paz. Está en estado de shock y dolorido. No tenías que golpearlo tan
fuerte.
El rostro de Albert era siniestramente oscuro.

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―Tendría que haberle golpeado con más fuerza. Entonces no tendría que
escucharlo quejarse. Nosotros la matamos―le imitó cruelmente―. Así que la
jodimos malditamente. No podemos cambiarlo, así que dile a tu encoñado novio
que solo cierre la maldita boca o lo voy a callar yo mismo.
Con la cara blanca de furia, Mary abrió la boca para ofrecer lo que sin duda habría
sido una diatriba que cada vecino del piso de Eric oiría.
―Cálmate―Eric interrumpió―. Vamos a hacer la declaración. Queríamos enviar
un mensaje a los promotores para que se mantengan lejos de nuestros humedales.
Enviemos ese mensaje.
Joel se sentó, presionando con cuidado sus dedos por el chichón en la parte
posterior de su cabeza dejado por la porra Albert.
―No te hagas ilusiones. Nadie va a escuchar nuestro mensaje. Lo único que se
recordará es esa chica muerta. Por nuestra causa, ya no está viva.
―Una pérdida lamentable―dijo Mary, alisando el cabello de Joel―. Dijiste que
esto es la guerra.
Joel cerró los ojos.
―Yo sé lo que dije. Eso fue antes. Hemos matado a un ser humano, Mary. La
Policía no va a ignorar esto. Van a darnos caza.
―No habrían tenido que ir de caza muy lejos si te hubiéramos dejado llamar al
911―murmuró Albert.
―Albert―siseó Mary―. Cállate.
Eric sintió un anhelo infantil de un botón de reinicio. Pero no había aquí. Habían
hecho lo que habían hecho. Ahora tenían que permanecer bajo el radar.
―Todos vosotros, solo callaos. Tenemos que mantener la calma o todos
terminaremos en la cárcel―encendió el televisor y empezó a cambiar de canal.
Entonces se estremeció cuando el lugar del incendio lleno la pantalla de cincuenta
pulgadas―. Veamos lo que está diciendo la prensa. Entonces averiguaremos lo
que, en cualquier caso, tenemos que hacer después.

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Capítulo Dos

Lunes, 20 de septiembre, 1:30 am

―Liv. Espera.
Olivia había estado caminando casi corriendo alrededor de todo el edificio
incendiado, pero se quedo inmóvil ante el sonido de la voz firme de Kane detrás de
ella. Ella había sido brusca con él cuando él sólo había estado tratando de ayudar.
―Lo siento―dijo ella en voz baja―. No debería haberte arrancado la cabeza.
―Estoy acostumbrado a ello―dijo en el tono cantarín que siempre le recordaba a
un Eeyore1 y la hacía sonreír. Él le devolvió la sonrisa―. Eso es. Sabía que tu boca
se podía curvar. No lo hace mucho últimamente. Mira... No quería empeorarlo.
Los hombros de Olivia se hundieron.
―Estoy haciendo mi trabajo, Kane.
―Sé que lo estás―dijo, su voz era suave sin ser condescendiente―. ¿El psiquiatra
del departamento no está ayudando?
―Yo no necesito ningún maldito psiquiatra―su voz sonó infantil a sus propios
oídos y ella suspiro―. Maldita sea, Kane. Solo necesito un poco de tiempo.
―Entonces tómate un poco de tiempo. Pero prométeme algo. Si no es más fácil
para Año Nuevo, dímelo. Conozco un psiquiatra que podría ayudar. Uno que
apuesto te gustaría.
Ella sabia por qué había escogido esa fecha. La víspera de año nuevo era su último
día oficial de trabajo. Kane se retiraba después de casi treinta años en el cuerpo.
Olivia no quería pensar en ello. No quería pensar en conocer un nuevo compañero.
Pero sabía que él se preocupaba por ella, así que asintió con la cabeza.
―Bueno. ¿Podemos ahora ir al guardia muerto?
Doblaron la esquina y de inmediato vieron el cuerpo del guardia de seguridad
Henry Weems iluminado por los focos del CSU. Estaba tumbado boca abajo, un
brazo debajo de él, el otro extendido. Su pistola estaba a unos pocos centímetros
de sus dedos. La parte posterior de su uniforme estaba oscura de sangre, la herida
de salida era más grande que el puño de Kane.
Al lado de su cuerpo había una camilla con una bolsa para cadáveres desdoblada.
El compañero de Londo, el técnico forense Dale Eastman, esperaba pacientemente
mientras la CSU Micki Ridgewell tomaba fotos.
1
- Personaje de los libros de Winnie the Poo. Caracterizado normalmente como un burro vijeo, pesimista, melancólico y deprimido.

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― ¿Bala de punta hueca? ―pregunto Olivia.
―Probablemente―dijo Micki―. Todavía estamos buscando el proyectil. Tan
pronto hayamos terminado con el cuerpo, pasaremos un detector de metales. Pero
con tanta basura de la construcción, podría tomar algún tiempo. Encontramos
sangre en el suelo cerca de la puerta de atrás, la única salida al lago, por lo que es
probablemente donde fue golpeado en la cabeza. Por la cantidad de sangre en el
terreno, creo que se quedó allí durante varios minutos, por lo menos. Vamos a
darle la vuelta.
Kane y Dale lo hicieron. La parte delantera del uniforme del guardia estaba
completamente empapada de sangre, pero una pequeña herida de entrada era
visible, a la derecha en su corazón.
―Disparó a matar―comento Kane―. ¿Cuánto tiempo lleva muerto?
―Un par de horas, aproximadamente―dijo Dale―. Doc te conseguirá una ventana
de tiempo más ajustada.
Olivia cogió el arma del guardia y la olió.
―No ha sido disparada, pero estaba lista. El seguro está quitado. Si fue noqueado,
tal vez ¿volvió en si y sorprendió al pirómano?
―Que estaba de pie entre él y el lago, cuando se hizo el disparo―Kane señaló el
lago―. Hay dos maneras de salir de aquí rápidamente, a través de la puerta
principal y luego huir en coche o a través del lago en barca. Vamos a ver los cortes
de la cerca, Mick.
―Ya lo hice. Encontramos tres. Uno allí por el muelle, uno en el lateral―señaló
lejos del edificio― y otro en el mismo lado en el que la niña fue encontrada.
Comprobaremos el cable por la oxidación para determinar cuando se hizo el corte.
Olivia miró hacia arriba. Una cámara de seguridad estaba montada en el poste de
la esquina de la cerca.
― ¿Sabes algo de las cámaras?
―Si―Micki muy parecía infeliz―. Un jodido trabajo interno.
―Estamos obteniendo los registros de personal―dijo Kane―. ¿Qué tan difícil
hubiera sido apagar las cámaras?
―No lo sé todavía. Conseguiré a Sugar para revisar su sistema y te lo haré
saber―Sugar era el gurú de la electrónica de Micki.
― ¿Detectives? ¿Querían hablar con el bombero que sacó a la chica?
Micah Barlow estaba rodeando el edificio, con un bombero a su lado, y cualquier
esperanza que tuviera cuando había visto el camión de bomberos L21 se

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desvaneció. Su corazón se estremeció con tanta fuerza que aspiró aguda e
involuntariamente. Pocos hombres caminaban como él lo hacía. Ningún hombre
tenía el aspecto que el tenía. Ningún hombre tenía derecho a tener ese aspecto.
Era grande, el bombero, al menos siete centímetros más alto que Barlow, que
medía por lo menos uno ochenta. Los brillantes focos del CSU iluminaban un rostro
sucio y manchado de sudor, pero ninguna cantidad de suciedad podría cambiar el
hecho de que era el hombre más guapo que había visto nunca. O podría esperar
ver de nuevo. «Maldito él por eso».
Por supuesto había estado de guardia esta noche. Había sido, por supuesto el
bombero que encontrara a la víctima, que tratara de salvarla, había sido lo
suficientemente inteligente como para mantener intacta la evidencia clave.
Por supuesto, él era el único hombre al que no hubiera querido ver, esta noche o
cualquier otra noche. Porque se había ido lejos para no verla. Siete meses. Se había
trasladado a Minneapolis hace siete meses, pero no había habido una sola llamada
telefónica o correo electrónico. Durante meses se había preguntado por qué había
ido allí. Ahora no le importaba.
Ella enderezó su espalda. Reuniendo un tono que esperaba sonara casualmente
amable, dio un paso adelante.
―David Hunter. Cuánto tiempo sin verte. ¿Cómo estás?
Por un momento, el suave andar de David pareció atascarse, pero cuando habló
sonó solo ligeramente sorprendido.
―Olivia. Me alegro de verte.
Las cejas de Barlow se alzaron y Olivia no necesitó mirar a Kane para saber que las
suyas habían hecho lo mismo.
― ¿Os conocéis? ―preguntó Barlow.
―Tenemos amigos en común―dijo Olivia con una calma que era completa
fachada. El corazón le latía con tanta fuerza que era lo único que podía oír, igual
que había hecho cada vez que lo había visto. Nada de lo cual había significado nada
para él. Nada de lo cual importaba ahora―. Kane, ¿recuerdas al Sr. Hunter? El es
amigo de Evie.
E Evie era amiga de Olivia. Era Evie la que le había dicho que David había decidido
trasladarse a las Ciudades Gemelas. Evie, quien le había dicho que David consiguió
un trabajo en el departamento de bomberos. Y Evie quien había dejado de darle
noticias porque era obvio que a Olivia ya no le importaba.

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―Claro que me acuerdo―dijo Kane, con cautela, pensó Olivia―. ¿Cómo está el
brazo?
El brazo que se había fracturado siete meses antes cuando el tipo de la fosa común
había echado a David de la carretera, pensando que era Evie quien conducía el
coche. Había estado en el hospital, una de las últimas veces que Olivia le había
visto. David levantó el brazo, girándolo un par de veces.
―Como nuevo. Gracias.
«Basta de esto».
―El sargento Barlow dijo que encontraste a la chica―dijo ella, más cortante de lo
que pretendía.
David se estremeció, la garganta le molestó cuando él tragó saliva.
―Llegamos demasiado tarde. Ella ya estaba muerta.
Y eso le dolía, era fácil de ver. Contra su mejor juicio, Olivia lo miro sus ojos grises y
vio miseria cruda allí, y el corazón le latió dolorido por el. Ella veía la muerte todos
los días. Por suerte, él no.
―No había nada que pudieras hacer, David―murmuró―. Ella no tenía que estar
ahí. No había nadie, ¿verdad?
Por un momento, hubo una conexión. La conexión. La misma que había sentido esa
única noche que la había hecho olvidar... casi todo. Por un momento no era David
Hunter, alto, moreno, dios griego que hacía que las mujeres se derritieran en
charcos de babas. Era el hombre que había tenido un alma verdaderamente
hermosa y que, por unas pocas horas, me la mostró. Pero mientras ella miraba, los
ojos de él se cerraron, apartándola de nuevo.
―Así es―dijo él en voz baja―. Pero ella estaba allí, por la razón que fuera. Busqué
una identificación, un bolso, una mochila, Pero no vi nada. Está bastante oscuro.
Podríais encontrar algo en una de las otras plantas al amanecer.
Barlow estaba mirando de un lado a otro entre ellos ávidamente y para su
consternación, Olivia se dio cuenta de que había estado mirando la cara de David
como una adolescente enamorada. Pero, todas las mujeres se quedaban mirando
la cara de David Hunter como una adolescente enamorada, así que nadie pensaría
de ella diferente. «Porqué yo no lo era».
― ¿Podemos subir y comprobar la escena? ―preguntó ella, con un escalofrío en su
voz.

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―No esta noche―dijo Barlow―. Parte de la cuarta planta se derrumbó. No es
seguro. Tendréis que esperar hasta que la estructura sea reforzada antes de ir
hasta donde la encontraron. Pero si que trajeron algo que querréis ver. ¿David?
―Estaba en el suelo al lado de donde la encontré.
Él le tendió la mano derecha enguantada. Sobre ella descansaba una bola de
cristal, del tamaño del puño cerrado de Olivia. Estaba cubierta con algo brillante y
gelatinoso.
Olivia frunció el ceño.
― ¿Perturbaste la escena? ―preguntó bruscamente.
―Hunter estaba en el piso cuando este se derrumbó―dijo Barlow quedamente y
sus ojos involuntariamente parpadearon para alarma de David―. Que tengas esta
evidencia se debe a su rapidez de pensamiento.
―Estuvimos bien―dijo David―. La pelota estaba a punto de caer por el agujero
del suelo. Yo estaba bombeando adrenalina y la agarré por reflejo, pero luego no
pude ponerla de nuevo donde lo encontré. La zona ya no existe.
Obligó a sus músculos a relajarse. La idea de él cayendo a través de un cuarto piso
hizo que su propia adrenalina bombeara.
― ¿Es este el gel que encontramos en las manos de la niña?
―Probablemente―dijo Barlow―. El laboratorio lo confirmará.
Kane se inclinó sobre su hombro para estudiar el globo de cristal.
― ¿Por qué el gel?
―Supongo que eso es lo que tenéis que averiguar―dijo David.
Olivia se volvió para encontrase a Micki, sorprendida cuando se encontró al jefe del
CSU a pocos centímetros de pie tras ella.
― ¿Puedes embolsarla, Mick?
La mirada de Micki se desplazó del globo a la cara de Olivia a sabiendas.
―Por supuesto.
―Toma su guante, también, Por si acaso tenemos que comprobar los residuos.
¿Tienes otro guante? ―preguntó a David, esta vez asegurándose de que su mirada
permaneciera impersonal.
―Tengo extras en el camión. Si habéis acabado conmigo, todavía tengo trabajo que
hacer.
Si has acabado conmigo... No, ella no creía que alguna vez lo hiciera. No es que
importara lo mas mínimo. El había acabado con ella después de una noche. Que
idiota fui.

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Olivia se obligó a mirarlo, a sonreír tan impersonalmente como había sido su
mirada.
―Gracias. Estaremos en contacto si tenemos más preguntas. Kane, tenemos que
informar a la viuda del señor Weems antes de que ella lo vea en las noticias. ¿Algo
más que necesitemos aquí?
Kane negó con la cabeza.
―No hasta que podamos entrar. ¿Tienes nuestros celulares, Barlow?
Barlow asintió.
―Los tengo, llamaré tan pronto como sea seguro.
Micki se llevo el globo de cristal y tiro del guante de la mano de David.
―Te lo devolveré tan pronto como pueda―dijo, dejando caer el guante en una
bolsa de papel.
―No hay problema―dijo David, y sin otra palabra, se volvió y rodeó el edificio y
desapareció de la vista, cuando Olivia se dio cuenta de que había estado
conteniendo el aliento.
«Infiernos».
―Micki, ¿puedes pasar las huellas de la niña muerta? Mira cualquier cosa que
surja de Florida. Tiene uñas de los Cocodrilos 2. Llámanos cuando consigas una
coincidencia con el gel. Gracias.
―Como el hombre dijo, no hay problema―respondió Micki sencillamente, Pero
Olivia conocía esa mirada en los ojos de su amiga. Esperaría una explicación.
«Como si tuviera una».
―Abbott nos querrá en su oficina a las ocho de la mañana―dijo Olivia, cambiando
de tema. Su capitán aficionado a las reuniones a las ocho.
―Deseando que llegue el momento―fue todo lo que dijo Micki―. Voy a tratar de
pasar las huellas de la niña antes de esa hora. Después, nos podemos tomar un
café. Para ponernos al día.
―Ya lo creo―dijo Olivia rotundamente, luego se volvió hacia Micah Barlow que
estaba observándola muy de cerca y ella sintió destellar su genio. Incluso había
considerado por un nanosegundo que lo de David Hunter era parcialmente culpa
de Barlow, maldito bastardo entrometido.
―El te querrá allí, también―dijo ella con frialdad―. ¿Sabes donde encontrar la
oficina de Abbott?
―He trabajado con tu capitán antes―dijo Barlow―. Estaré allí.

2
Gators -Equipo de fútbol americano de la Universidad de Florida.

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Ella asintió con un movimiento de cabeza, y luego se dirigió a su coche, con Kane a
un lado. El no dijo una palabra hasta que hubo abierto la puerta de su coche.
Apoyándose en la capota, él cruzo los brazos sobre el pecho.
―Y ¿eso fue...?
Ella abrió de golpe la puerta.
―No tengo idea de lo que estás hablando.
Kane cerró su puerta con la palma de su mano.
―Olivia.
Ella suspiro.
―Un error de mamut, ¿ok? Uno que no quiero repetir o discutir.
El pareció decepcionado. A Kane le gustaba el chisme.
―Oh, está bien―se quejo―. Aquí está la dirección particular de Weems. ¿Quieres
que lo haga yo?
―No, lo hiciste la última vez. Es mi turno de darle la noticia―a diferencia de otros
equipos de detectives, nunca tiraban una moneda. Se dividían los deberes
desagradables al cincuenta por ciento. Siempre había sido así, incluso cuando ella
estaba verde y él era su mentor―. Nos encontraremos allí.
Ella abrió la puerta cuando Kane de alejó, luego se detuvo, repentinamente
incómoda. Mirando por encima de su hombro, vio a David de pie junto a su
camioneta, observándola, y un escalofrío le travesó la piel. Por un momento, sus
ojos se encontraron, luego la barbilla de él se inclinó como si le emitiera un
desafío. Llevaba un guante nuevo en su mano, luego volvió a su trabajo.
Temblando, Olivia entró en su coche. «No necesito esto. Ahora no».
«Ha tenido siete meses. Siete jodidos meses para decir algo. Hacer algo». Había
esperado pacientemente al principio. Entonces el dolor empezó a aumentar, a
hacerse más grande, más profundo con cada día que pasaba. Cada semana que
pasaba. Hasta que se había dado por vencida. «Le había dado tiempo suficiente».
Habían pasado dos años y medio desde la noche en que se conocieron en la boda
de su hermana en Chicago. Desde la noche que habían... «Maldición». Recordar no
debía hacer que lo deseara de nuevo. Pero lo hacía. Lo que la convertía en patética.
El había tenido dos años y medio para hacer algo.
«Tal vez está esperando que tú hagas el primer movimiento».
«Y tal vez eres la idiota más grande de la tierra». Ella sabía a quien esperaba David.
Y seguro como el infierno que no soy yo. Maldiciéndose incluso por entretenerse
con la idea de que alguien como él podría estar esperándola, ella siguió a Kane,

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ignorando las preguntas de los reporteros. Habría una conferencia de prensa muy
pronto. Estaba a punto de informar a la señora de Henry Weems que se había
convertido en viuda, que su vida había cambiado irrevocablemente.
Mientras conducía, ensayaba las palabras que cuatro años en Homicidios no se
habían vuelto más fáciles de decir.

David no podía oír nada por encima del rugido del camión junto a él mientras
sacaba un bichero3 de su compartimiento, Pero supo cuando su coche se alejó. Se
volvió y vio sus luces traseras desapareciendo por la puerta de la obra.
Ella había estado cansada esta noche. Preocupada. Y no contenta de verme. La
irritación había llenado los ojos redondos y azules de ella. Pero había más.
Compasión, preocupación. Y después vergüenza. La vergüenza le dolió ya que supo
que él la había puesto allí.
Pero sobre todo, había visto el cansancio que pesaba tanto sobre sus delicados
hombros. La había estado observando lo suficiente de cerca los últimos siete
meses para saber que no estaba mejorando. En todo caso, estaba empeorando.
La llamada la había sacado del sueño. La imagen mental fue una distracción. Había
sacrificado su habitual trenza francesa, en su lugar había estirado su pelo rubio en
una coleta tan severamente tensa que él había tenido dolor de cabeza con solo
mirarla. Cuando no estaba trabajando, dejaba caer su cabello suelto sobre los
hombros y tenia un vago recuerdo de como se sentía entre sus dedos.
Tragó saliva. Tenia un vago recuerdo de un montón de cosas, sobre ninguna de las
cuales tenia ningún sentido pensar justo ahora.
¿Cuantas veces en los últimos siete meses había casi llamado a su puerta?
Demasiados. Había renunciado a esperar que viniera a él. Y después, esta noche,
estaba aquí. Ella lo había sentido, lo que había entre ellos. Lo había de visto en sus
ojos. Así que esperaría un poco más.
«¿Cuánto tiempo más? ¿Cuánto tiempo antes de que te pesquen o te corten el
cebo?»
― ¿Y? ―dijo una voz detrás de él.
David se dio la vuelta y Micah Barlow saltó hacia atrás, sus ojos centrados en el
bichero que David apretaba en la mano.
―No te me acerques de esa manera, Barlow―apretó los dientes, y luego se obligo
a relajarse―. ¿Qué necesitas?"

3
- herramientas largas de madera, aluminio o fibra de vidrio usadas para buscar, sujetar o tirar.

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La mirada de Micah se movió desde el bichero a la puerta que un guardia
uniformado acababa de cerrar tras el coche de Olivia, luego volvió a su cara.
―Realmente no le gustas. ¿Por qué?
David sintió el calor en su cara.
―Eso no es asunto tuyo.
Micah frunció el ceño.
―Sí, es como si lo fuera. Pero trataremos eso más tarde. Por ahora, quiero que
repases conmigo exactamente lo que pasó esta noche, desde el momento en que
llegaste hasta el momento en que saliste del edificio con esa maldita pelota de
jalea en tu mano.
La rabia brotó y con ella el deseo de decirle a Micah que se mantuviera alejado de
Olivia Sutherland. «Pero no es asunto mío tampoco». No todavía. Si estaba en su
mano, eso cambiaría pronto, muy pronto. Por ahora, él haría su trabajo.
―No era una pelota de jalea―dijo―. La pelota era de cristal sólido. Sólo acabó
cubierta de gel.
―Lo que es un comienzo. Así que llévame a través de ello, paso a paso.

Lunes, 20 de septiembre, 02 a.m.

Encendió la lámpara y se recostó en su sillón, se permitió acunar la cerveza


después de apropiarse de un nuevo ‘cliente’. Esta noche se había ganado el
paquete de seis entero, pero nunca se permitía más de una. Los hombres
borrachos cometen errores estúpidos. El debía saberlo. Los errores estúpidos de
los hombres ebrios representaban una buena parte de su negocio.
Con el control remoto en la mano, repasó el DVD que había grabado, sonriendo
mientras el humo llenaba la pantalla. Cada palabra que el cuarteto había
pronunciado era discernible. Algunas partes sonaban más fuertes que otras, pero
el audio era fresco porque su equipo era de la más alta gama. Escatimar en
equipamiento era mala economía a largo plazo.
«Y yo planeo a largo plazo». Miró alrededor de su pequeño apartamento. Era
austero, útil. Pero eventualmente sus cuentas bancarias engordarían lo suficiente
para que comprara una villa en una isla con sirvientes discretos. El ya sabía que
villa elegiría. Era propiedad actual de un rico político, con una inclinación muy
desagradable hacia los jóvenes menores de edad. El político realmente creía que

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sería libre cuando terminara depositando sus pagos del chantaje en una cuenta en
ultramar en pequeñas cuotas, mensuales.
Sus objetivos siempre creían que serían libres. «Que estaré satisfecho y me iré».
Pero él nunca se iba. Simplemente, en silencio, él subía el precio, y sus blancos
siempre pagaban.
Porque siempre escogía a sus blancos con prudencia, como había hecho esta
noche. Estos cuatro tenían padres que estarían dispuestos a sacrificar mucho para
evitar que sus niños mimados fueran a la cárcel. Y la cárcel era exactamente dónde
irían. Habían sido muy traviesos, provocando un incendio. Dos personas estaban
muertas. Por supuesto, el guardia le pertenecía a él, Pero él estaba dispuesto a dar
el crédito a los cuatro estudiantes. Se habían alejado de una adolescente aterrada,
dejándola morir. Los policías no tendrían problemas para creer que habían
disparado a un guardia, también.
Con los ojos en la pantalla de TV, miró, haciendo una mueca cuando el corpulento
Albert golpeó al quejumbroso Joel con su porra. Ouch. Apostaba que Joel tenía un
dolor de cabeza del infierno ahora mismo.
Se preguntaba si ya habían empezado a volverse unos contra otros. Lo harían,
eventualmente, cuando la realidad de lo que habían hecho atravesara el shock.
Había arte en el momento de su contacto inicial. Quería permitirles cocinarse el
tiempo suficiente para estar aterrorizados por la captura, pero no tanto que
hicieran algo estúpido. Como confesar. Especialmente Joel, el quejica.
Por supuesto, si se convertía en una responsabilidad demasiado grande, podría
ocuparse de Joel.
Retrocedió hasta el punto donde Eric ‘el Cerebro’ dio a Albert ‘el Músculo’ la orden
de golpear a Joel en la cabeza. Había una frialdad en Eric, una voluntad de hacer lo
fuera necesario, que podría llegar a ser una gran ventaja.
«Porqué he estado pensando». Sus inversiones habían sufrido un duro golpe en el
colapsado mercado de valores. A la velocidad que iba, llegaría a los cuarenta antes
de que reconstruyera lo suficiente su cartera de valores para mantener el estilo de
vida que había estado planeando. El no tenía intención de esperar tanto tiempo.
Quería ser lo suficientemente joven para disfrutar de sus ganancias mal habidas.
Durante mucho tiempo había estado pensando en ofrecerse. Expandirse. Pero, ¿en
quien confiar?
Había estado en el negocio el tiempo suficiente para saber que un hombre solo era
tan confiable como la longitud de la cuerda atada alrededor de su cuello. Esto era

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igualmente cierto para las mujeres. Demonios, especial-mente para las mujeres. La
cuerda tenía que ser corta, el nudo demasiado fuerte como para deslizarse.
Observó a Albert y Eric llevando al inconsciente Joel, con Mary a la zaga. Incendio
premeditado, asesinato... hacían un nudo malditamente apretado y una longitud
muy corta de cuerda.
Levantó la botella de cerveza en un brindis. ‘Por mis nuevos empleados.
Conseguidme un montón de dinero.’ Extrajo el DVD del reproductor y lo metió en
una funda de papel. Por la belleza de la transmisión de vídeo, Eric ‘el Cerebro’
pronto sabría que su polla estaba en un cabestrillo.
Estampó un beso en el disco. ‘Todos vosotros’ murmuró, ‘sois míos.’

•••

Lunes, 20 de septiembre, 02:15 am

Eric abrió la ventana de la sala y dejó que la brisa refrescara su recalentada piel.
Amanecería pronto. Pero dudaba de que la luz de la mañana trajera nuevas
opciones. Se quedó mirando el fuego que había encendido en la chimenea. Las
danzantes llamas le enfermaron.
Burlándose de el. «Asesino. Asesino. Asesino».
Hace veinticuatro horas todo había sido dorado. Había estado a punto de hacer
algo grande. Algo que daría de que hablar. Por una vez iba a marcar una diferencia,
como Joel siempre estaba haciendo. «Yo iba a cambiar la vida de la gente».
Se rió con amargura. Eso había hecho. Su vida, la vida de los demás... nunca sería
la misma.
«¿Qué había estado haciendo ella allí?» Apretó los dientes. «Deja de preguntar».
La respuesta era la misma que las primeras cien veces que habían preguntado.
Lugar equivocado, momento equivocado.
«¿En qué demonios estaba pensando? No debería haber escuchado a Joel. No
debería haberse preocupado por sus malditos humedales. El hablará. El va a
arruinarlo todo».
«El va a arruinar mi vida. Nunca debí dejarle irse».

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Pero lo hizo. Todos se habían duchado, lavando el olor del fuego de sus pieles lo
mejor pudieron. Entonces los otros se habían ido. «Mantened la rutina normal»,
les había dicho. «Id a casa. Actuad con naturalidad. Id a clase hoy como si nada
pasara». Así que se habían ido y ahora su apartamento estaba vacío, en silencio,
salvo por el crepitar de las llamas.
Había encendido el fuego en la chimenea para enmascarar el olor que habían
traído de vuelta desde el edificio de apartamentos. Ahora sí podría decir que el
olor a humo rancio era de su chimenea, si alguien lo notara o pensara en
preguntar.
«Quieres decir, si nos pillan». Lo cual, Eric pensó firmemente, era poco probable.
Nadie los había visto. Había parado la cámara él mismo. Hackear el sistema de
vigilancia controlado por ordenador de la empresa construc-tora había sido un
juego de niños. Rankin & Sons habían automatizado todo para poder recortar en
mano de obra. Error número uno.
Error dos, subir la ruta del guardia de seguridad a su Servidor. Y error tres, no
contratar a un niño de cinco años de edad, para tratar de hackear. Habían dejado la
puerta de entrada a su Sistema abierta de par en par. Había sido casi insultante.
«Tomamos todas las precauciones. Nadie nos vio».
Excepto la chica y ella estaba muerta. Podía ver su rostro, cada vez que cerraba los
ojos. Gritando, sus manos deslizándose por la ventana.
Eric entrecerró los ojos. El guardia era un inepto, debería haber sabido que la chica
estaba allí. No fue culpa nuestra. Ella no tenía que estar allí para empezar.
―No es culpa nuestra―dijo en voz alta, y pensó que tal vez si lo decía otro millón
de veces podría realmente empezar a creerlo. «Nosotros la matamos». Esa era la
verdad. La fea verdad.
«Pero nadie lo sabía». «A Menos que Joel hablara». Eric pensó en las palabras
susurradas por Albert mientras salía del apartamento. «Debí haberlo golpeado
más fuerte. Todavía puedo».
Eric le había dicho que no, no en términos inciertos. Pero si Joel no se rehacía,
entonces, ¿que? Con el estómago revuelto, se hundió en la silla al lado de la
televisión.
Qué lío. ¡Qué maldito lío! Todo por culpa de unas estúpidas aves acuáticas.
―Al diablo con los pájaros―murmuró, encendiendo la televisión. La presentadora
estaba mirando a la cámara y Eric apostaba que secreta-mente ella se había
excitado.

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―Los bomberos están limpiando en este momento. Los daños en el edificio se
estima que excedan de cincuenta millones de dólares. Pero la verdadera pérdida
son las dos víctimas.
Eric prestó atención. ¿Dos? ¿Qué demonios?
―Las fuentes nos dicen que una de las víctimas era una mujer que fue descubierta
en el cuarto piso―La pantalla cambió para mostrar la imagen de la ventana, desde
donde la chica había estado gritando. Un gran agujero dentado había sido cortado
en el extremo más alejado―. La segunda víctima es un hombre de unos cincuenta
años. La policía está reteniendo su nombre en espera de notificarlo a su familia.
Pero nuestra fuente nos dice que el hombre fue muerto a tiros.
Por un momento Eric estuvo demasiado aturdido para hacer otra cosa que mirar.
¿Muerto a tiros? No. Albert le golpeó. Solo lo golpeó. Ninguno de ellos tenía
armas. ¿Qué diablos era eso?
Saltó cuando su teléfono celular sonó en la mesa junto a él. Lo miró fijamente,
esperando. ¿A qué? Infiernos si lo sabía. Pero su corazón latía con fuerza, duro,
lento y su mano se movía como si lo hiciera a través de melaza. Abrió el teléfono y
su corazón se detuvo mientras sus pulmones se congelaron al aparecer el mensaje
de texto.
Sé lo que hicisteis.
Eric siguió mirando y el teléfono volvió a vibrar al aparecer un nuevo mensaje.
¿Necesitas una prueba?
Había un enlace y, muerto de miedo, Eric lo pulsó. Era un video. Se vio a sí mismo y
a los demás mirando arder el edificio. Entonces la cámara enfocó a la chica en la
ventana, su boca abierta en ese grito silencioso que todavía llenaba su mente.
Entonces volvió sobre ellos y él estaba asintiendo mientras Albert sostenía a Joel.
Albert golpeo a Joel y ellos lo arrastraron lejos. El vídeo solo duraba treinta
segundos.
Pero era suficiente. Habían sido vistos. Esteban jodidos.
Con manos temblorosas, los pulgares de Eric de alguna manera pulsaron las teclas
correctas.
¿Quién es usted?
Tu dueño.
Todo el cuerpo le temblaba ahora, con violentos temblores.
¿Qué quieres?

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No te preocupes. Te lo diré pronto. Te enviaré un mensaje cuando esté listo.
Espera. No hables con nadie. ¿Si o no?
No podía pensar. No podía respirar. Solo podía mirar.
Un minuto más tarde, apareció otro mensaje.
Estoy perdiendo la paciencia. ¿Crees que la cárcel va a ser divertida? Es
horrible, guapo. No dejes caer el jabón. ¿Sí o no?
Eric hondo respiró varias veces, las náuseas se sucedían unas a otras. Solo había
una respuesta.
Sí, escribió él, y luego cerró el teléfono. Se quedó de pie, colocando
cuidadosamente el teléfono sobre la mesa. Entonces corrió al baño y vomito.

Se echó hacia atrás en su sillón, La sonrisa casi dividía su cara cuando


apareció la respuesta de Eric. ‘Sí’. Por supuesto que había dicho que si.
―Toma esa, niño rico. Tu culo me pertenece.

Lunes, 20 de septiembre, 3:30 am

Austin Dent se quedó congelado, una pierna por encima de su ventana, el haz de
una linterna cegándolo. Su mano se deslizó por el aire.
―Detente.
Austin subió por la ventana, cerrándola detrás de él. No estaba de humor para
preguntas estúpidas de su compañero de habitación, pero no parecía que Kenny
fuera a dejarlo ir.
El dedo de Kenny se movió de lado a lado.
― ¿Dónde estabas?
Austin se metió en la cama, ignorándole, pero Kenny no le dejó en paz, olfateando.
― ¿Qué es eso? ¿Humo? ¿Fuego?
―Cállate―Austin enterró la cara en la almohada. Podía oler el humo en su piel. El
personal del dormitorio lo olería por la mañana. Lo sabrían. Todo el mundo lo
sabría.
No importaba. Tracey estaba muerta.
«Oh, Dios». Un sollozo surgió en su pecho y él luchó por tragarlo, pero estalló y sus
hombros temblaron. «Está muerta. Oh, Dios. Prometí que cuidaría de ella y ella
está muerta».

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La cama se movió mientras Kenny se deslizaba hasta el suelo, palmeando su
hombro. Austin levanto la cara y miró a su amigo a los ojos. Kenny parecía
asustado.
― ¿Qué hiciste?
Austin se dio la vuelta de manera que sus manos estuvieran libres.
―No puedes decírselo a nadie.
―Decirles ¿qué?
―Que yo no estaba aquí. Que entré por la ventana. Que olía a humo.
Kenny parecía más asustado ahora.
― ¿Qué demonios has hecho?
Austin negó con la cabeza dura.
―Tú eres mi amigo. Tienes que ayudarme.
Kenny se le quedó mirando un momento y luego abrió la ventana.
―Deshazte del olor.
―Lo olerán mañana―el pánico se aferraba al pecho de Austin―. ¿Qué debo
hacer?
Kenny levantó el colchón y sacó un paquete de cigarrillos aplastado.
― ¿Es lo que hiciste peor que ser pillado fumando?
Austin pensó en Tracey, atrapada. Pensó en el guardia muerto y el hombre que le
había disparado. Miserablemente, asintió con la cabeza y en la oscuridad vio el
estremecimiento de Kenny.
―Fuma uno―dijo Kenny―. Respira fuera de la ventana o se dispararán los
aspersores. Mañana por la mañana, fuma otro. Pensarán que el olor proviene de
ellos. Te pillarán por los cigarrillos y nadie lo sabrá―Kenny sacó las cerillas que
había escondido―. Dame un cigarrillo, yo lo encenderé por ti. Te tiemblan las
manos. Tirarás la cerilla y quemarás el lugar―Las cejas de Kenny se fruncieron―.
Está bien. Todo irá bien.
No, pensó Austin aturdido, estremeciéndose mientras la llama se encendía. Nunca
estará bien otra vez.

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Capítulo Tres

Lunes, 20 de septiembre, 4:30 am

Olivia golpeó el saco con una andanada de golpes cortos que dejaron sus nudillos
doloridos, pero era dolor más fácil de tratar que el aullido que había mantenido
desde que se había alejado de los sollozos desgarradores de la señora de Henry
Weems. «Siento su perdida, señora».
El culturista que gruñía junto a ella no le prestaba atención mientras hacía sus
repeticiones, que era por lo qué venía al gimnasio a esta hora de la mañana. La
gente que estaba aquí a esta hora venía a trabajar, no para ser vista. Había un
cierto anonimato en eso.
Había días en los que ella ansiaba el anonimato, sobre todo de sí misma.
Especialmente después de decirle a otra familia de duelo que sentía su pérdida.
Ella lo había hecho mucho en los últimos meses, alejarse de un montón de
sollozantes padres, hermanos, hermanas.
«Encontramos restos de su hija en una fosa de huesos. No, usted no puede
identificarla. Siento su pérdida». Que inadecuada mierda.
Y nunca terminaba. Su marido está muerto. Fue asesinado a balazos por un
pirómano. Siento su pérdida.
La frustración aumentó y Olivia atacó el saco de nuevo, luego se derrumbó contra
él.
―Siento su maldita pérdida―murmuró, cansada.
―Tranquila, tigre.
Olivia se estremeció al oír la voz calma.
― ¿Qué estás haciendo aquí? ―preguntó cansadamente. Paige Holden no estaba
de servicio hasta las ocho. La cual era precisamente la razón por la que Olivia había
venido ahora.
―Asegúrate de que dejas algo de Jasper para todos los demás―dijo Paige
secamente.
Olivia se apartó del saco que tomaba el nombre del antiguo novio de Paige
después de cada ruptura.
― ¿Es Jasper ahora? ―Olivia había perdido la cuenta de todos los nombres de
sacos de boxeo de Paige que había aguantado en los quince años que habían sido
amigas―. ¿Qué hizo Jasper?

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―Dejarme con la nota mientras huía de un cliente por última vez.
Olivia se maravilló una vez más por la forma en que las mujeres inteligentes
pueden ser tan estúpidas cuando se trataba de hombres. «Sin excluir totalmente la
presente compañía».
― ¿Filete y una botella de vino de cien dólares?
Paige se encogió de hombros.
―Suficientemente cerca. Hablando de la cena, ¿Cuando comiste, chica emo?
Olivia le lanzó una mirada asesina.
―La cena.
― ¿Qué fue? ―presionó Paige.
Olivia cerró los ojos, buscando paciencia profundamente.
―Ensalada.
Paige sacó de su bolsillo una barrita energética.
―Necesitas proteínas, incluso si no es carne.
Olivia tomó la barra, a sabiendas de que tendría sabor a cartón. Toda la comida le
sabía a cartón desde la Fosa. La carne era especialmente difícil de digerir. Solo
pensar en ello traía los recuerdos de vuelta. Carne cayendo del hueso. Sacudió la
cabeza para despejarse.
― ¿Qué estás haciendo aquí? ―Olivia volvió a preguntar.
―Un pajarito me dijo que estabas aquí, golpeando el relleno de Jasper.
Olivia miró por encima del hombro al hombre detrás del mostrador que tenía
músculos sobre sus músculos. Pillado mirándolas, Rudy desarrolló un repentino
interés en la hoja de registro.
―Hijo de... ―murmuró Olivia― Jodida pequeña comadreja.
―Prefiero pensar en él como mi informante confidencial―dijo Paige con malicia,
entonces olfateó―. Hueles como una vieja chimenea. ¿Qué ha pasado esta noche?
―Fuego. Dos muertos―dijo Olivia brevemente, compartiendo más de lo que los
periodistas sabían.
Pero conocía a Paige desde hace mucho tiempo.
―Había que informar a las familias.
―Solo una. Por el momento en cualquier caso.
Paige hizo una mueca.
― ¿El otro es un John Doe?
―Jane―Olivia tragó saliva, recordando el rostro ceniciento de la niña―. Sólo una
niña.

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Paige le apretó el brazo.
―Lo siento, cariño.
―Yo también―se aclaró la garganta―. No voy a tener tiempo para trabajar más
tarde, así que me detuve de camino a casa por unos minutos. Iba a llamarte.
―Me llamarás. Famosas últimas palabras de Jasper―Paige señaló al equipo
Nautilus―. Ya has calentado, así que empecemos.
Olivia vaciló.
―Está bien. No tienes por qué quedarte.
―Lo sé. Pero si no lo hago, me seguirás evitando como has hecho los meses
pasados. Así que a la prensa de piernas4, detective.
Enfurruñada, Olivia obedeció, echando una fea mirada a Rudy mientras pasaba.
―Traidor.
―Déjalo en paz―murmuró Paige―. Está preocupado por ti. Yo también.
Olivia se dejó caer en la primera máquina.
―Acabemos con esto.
Paige no dijo nada más de carácter personal, simplemente contó repeticiones.
Hicieron la rotación como lo habían hecho cientos de veces antes, Olivia pasando
por los movimientos automáticamente. No fue hasta que estuvieron cerca del final,
que el muro se derrumbó.
―Ella nos estaba esperando―Olivia estaba acostada boca arriba, mirando al
techo.
Paige estaba sentada sobre sus talones, al lado del banco.
― ¿Quien? ―pregunto ella, sorprendida.
―La viuda―Olivia nunca daba nombres y Paige sabia que no debía preguntar―. La
hija vio el incendio en las noticias, sabia que era el turno de su padre. Ella fue a
sentarse con su madre y esperarnos, los portadores de gran alegría para todo el
mundo―sus palabras fueron amargas―. Había sido policía.
―Oh, no. Liv.
―Sí. Hizo sus veinticinco años, y se retiró. Nunca recibió una bala. Esta noche lo
hizo. Y he aquí que todo lo que yo tenía que decir fue ‘Siento su perdida’.
― ¿Que más se puede decir? ―preguntó Paige lógicamente.
―No lo sé. Todo lo que se es que estoy malditamente cansada de decirlo.
―No, estás más que malditamente cansada. Tu jefe te ofreció unas vacaciones.
¿Por qué no las cogiste?
4
.-La prensa de piernas es un ejercicio de peso en el que el individuo empuja un peso o resistencia lejos de al, usando las piernas.
También se refiere al aparato en el que se realiza el ejercicio.

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Unas vacaciones. Correcto.
―Lo intenté―escupió Olivia―. Era demasiado tranquilo. Todo lo que podía ver
era...
―Los cuerpos en la fosa―terminó por ella Paige.
Olivia se sentó, miró a Paige con los ojos entrecerrados.
―Y entonces aparece él―Lo cual era lo que había querido decir desde el principio
y estaba sintiéndolo, todo a la vez.
Las cejas negras de Paige se alzaron, sorprendida ahora.
― ¿Quien?
―Ese tipo. El de la boda de Mia.
Paige parpadeó. Ella era la única que sabia la historia que solo había sido contada
por los labios entumecidos por los margaritas de Olivia.
― ¿Te refieres a la boda de tu hermana? De ninguna manera. Eso fue hace dos
años, en Chicago. ¿El acaba de aparecer, después de tanto tiempo? ¡Qué idiota!.
Olivia retiró su mirada del techo. Paige no había sido actualizada recientemente.
―Dos años y medio, y, de hecho, él vive aquí ahora. Se trasladó aquí hace siete
meses.
―Un montón de cosas sucedieron hace siete meses―observó Paige en silencio―.
¿Por qué se trasladó aquí?
―Su amiga vive aquí. La conociste. Evie.
― ¿A la que salvaste del tipo de la fosa? El resto. Otra serie. Sigue.
Olivia hizo una mueca mientras se impulsaba.
El tipo de la fosa había matado a una decena de personas, la mayoría
mujeres. Evie había estado a un pelo de ser su trigésimo sexta víctima.
―Otro policía salvó a Evie, no yo. Llegue allí después de que todo acabara, justo a
tiempo para limpiar la fosa.
Paige suspiro.
―Dos más. Uno, y ya está. ¿Y? ¿Qué hay del tipo de la boda?
―Vino a visitar a Evie, acabó comprando el lugar. Ella me lo dijo. El no ha dicho ni
una palabra.
Paige hizo una mueca.
― ¿Ni una sola palabra? Entonces, ¿ese tipo de la boda tiene nombre?
La garganta de Olivia se cerró y ella tragó con dificultad.
―David.
―Y ¿A qué se dedica el tipo de la boda, David?

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―El es un maldito bombero―Y por el rabillo del ojo vio el parpadeo de los ojos
negros de Paige―. ¿Qué?
―Sólo que esta noche estaba en el incendio y tu tienes un homicidio. Una jodida
coincidencia. Así que ¿ha estado aquí, en Minneapolis, todo este tiempo? Y ¿no ha
llamado o algo?
―Ni una sola vez―y eso duele. Un montón.
―Cerdo.
―Lo se, ¿Verdad? Excepto... ―Olivia cerro los ojos. «Sé sincera, al menos contigo
misma»―. Excepto que es un buen tipo. Le gustan los dibujos animados y los
perros y ama a su madre. Cocina y arregla coches. Hemos leído los mismos libros,
le gustaba la misma música, soñaba con viajar a los mismos lugares. Se ofreció
como voluntario en refugios para mujeres y adolescentes fugitivos, fontanería y
arreglar techos Y cualquier cosa rota. Hacía karate, también. Como tú.
―Ah, ¿sí? ¿En serio?
Olivia asintió.
―Era cinturón marrón, practicando para su prueba de cinturón negro. También
daba clase en la Ymca en Chicago, a los niños. De forma gratuita. Yo habría
pensado que estaba mintiendo, que nadie podía ser tan perfecto, Pero Mia ya me
había dicho que era un buen tipo.
―Guau―Paige parecía atónita―. Pensé que sólo te lo habías encontrado esa
noche.
―Dos, en realidad. Nos conocimos en la cena de ensayo de Mia. Era primavera, y,
supongo que estaba predispuesta a que me echaran abajo. Una aventura de fin de
semana. Menudo cliché.
Paige frunció el ceño ante el tono despectivo.
―Liv. Acababas de ser abandonada por tu prometido tan solo unas semanas antes
de la boda. Todavía me gustaría usarlo como saco de boxeo por lo que te hizo.
Volver con una antigua novia. Que era una...
―Lo recuerdo―dijo Olivia con sequedad―. Yo estaba allí.
El saco de boxeo de Paige se había llamado Doug durante bastante tiempo
después de eso.
―Entonces, ni una semana más tarde, descubres que el padre al que nunca habías
conocido estaba muerto. Luego descubres que tienes dos medio hermanas.
―La policía y la convicta―dijo Olivia cariñosamente―. Encontrar a Mia y Kelsey
fue la única cosa buena que salió de todo eso.

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El ceño fruncido de Paige se relajó un poco.
―Sólo estoy diciendo que habías pasado por mucho ese invierno. Caer bajo el
hechizo de un sexy, y agradable Sr. Perfecto podría pasarle a cualquiera de
nosotras. El se aprovecho de ti.
Olivia se encogió de hombros.
―Probablemente. El día de la cena de ensayo, estaba un poco liada. Llegué tarde.
Yo acababa de regresar de encontrarme con Kelsey por primera vez.
―En prisión―murmuró Paige.
Donde la medio-hermana de Olivia estaba cumpliendo de ocho a veinti-cinco años
por robo a mano armada.
―Sí. La prisión está a alrededor de una hora de distancia de Chicago, y yo no había
podido salir antes de allí. Estaba un poco conmocionada, conocer a una de mis
hermanas de la esa manera, tras el cristal. Llegué tarde al ensayo de la iglesia y
estaba corriendo con esos estúpidos zapatos de tacón alto, y entonces lo vi,
sentado allí.
―Ese tío, David.
―Si―Olivia cerró los ojos―. Fue como recibir una patada en la tripa. Yo estaba
fascinada. Su cara... solo, wow. El tiene esa cara, Paige. Y los hombros. Y el resto de
él... no podrías olvidarlo. Yo estaba mirándole a la cara cuando mi tacón golpeo
una piedra y me tropecé. Volé directa a su regazo. Estaba demasiado deslumbrada
incluso para estar avergonzada.
―No creo haber sabido que estuvieras deslumbrada―dijo Paige tranquila-mente.
―Nunca lo estuve antes. Ni con Doug, ni con nadie. Me despellejé la rodilla y él me
remendó―sus labios se curvaron con amargura―. El me atrapó con el ‘hola’. Es un
milagro que llegara a pasar por el ensayo y la cena. Todas las mujeres parecían
querer sacarme los ojos porque él se quedó conmigo. Y hablamos. Hablamos toda
la noche.
― ¿El sabía algo de Doug?
―Dios, no. Yo no quería parecer patética. No se lo dije a ninguno de ellos. Ni
siquiera Mia lo sabia. Y, francamente, sentada allí con David, Doug era lo último en
mi mente. El no me quitaba los ojos de la cara. Me sentí... importante. Suena
estúpido ahora.
La frente de Paige se arrugó con simpatía.
―A mi me suena normal.
―Supongo que realmente quería sentirme importante para alguien, ¿Sabes?

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Paige le apretó la mano.
―Sí, nena. Lo sé.
A Olivia le escocían los ojos y quiso volver a lo que habrían sido lágrimas
mortificantes.
―No todo fue malo, sin embargo. Le hablé de Kelsey. Hacía tiempo que él conocía
a Mia, sabia de nuestro padre. Sobre el abuso. Yo estaba tan triste de ver a Kelsey
allí, en la cárcel de esa manera, incluso si había cometido un crimen. David sugirió
que hiciera voluntariado con adolescentes fugitivos, para ayudar una darles una
oportunidad. Para ayudarles a no salir como mí hermana.
―Y lo haces. Es un buen trabajo, Liv. Tu marcas la diferencia en la vida de esos
chicos.
―Gracias. Tal como dije, no fue todo malo. La cena de ensayo fue maravillosa. Fue
la noche después de la boda lo que salió mal.
―Después de que fuera muy bien―dijo Paige, levantando las cejas de manera
significativa y Olivia suspiro.
―Ojalá nunca lo hubiera visto, porqué no puedo imaginar sí alguna vez será tan
bueno otra vez.
―Pero no...
―No hasta el final―ella suspiro de nuevo―. Pero basado en lo que sucedió, creo
que todo me habría matado.
Paige estuvo callada un momento.
―Tal vez solo mintió acerca de hacer todas esas cosas agradables. Tal vez él es
realmente un idiota colosal.
―Ojalá. Desde que está aquí, ha pasado tiempo en obras de caridad. Hábitat para
la humanidad, haciendo arreglos en Refugios. Evie me habla de él todo el tiempo.
Ella cree que David es maravilloso. El es realmente un buen tipo. El solo... no me
quiere.
«Ya está». Lo había dicho en voz alta. «Debería sentirme mejor ahora». Pero no lo
estaba.
―Liv, ¿se te ocurrió que tal vez está esperando que tu hagas el primer
movimiento?
Olivia se burló.
―En mis fantasías, seguro.
― ¿Liv? ―Paige esperó que hasta Olivia la miró―. ¿Si yo fuera un chico y nos
hubiéramos separado en las circunstancias qué describiste?

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―Sólo después de que me emborracharas―intervino Olivia, frunciendo el ceño.
― ¿Como si tú me lo hubieras dicho de otra manera? Duh. Por supuesto que te
emborraché. Pero como decía, si yo fuera el chico de la boda, estaría esperando
que hicieras el primer movimiento.
Olivia recordó la inclinación del mentón perfecto de David Hunter antes de
alejarse. Había parecido un desafío. Pero también recordaba esa única noche
vívidamente. Recordó la palabra, el único nombre que él había dicho, incluso con
más intensidad.
―No.
― ¿Por qué no? ―preguntó Paige, exasperada―. ¿Qué es lo peor que podría
pasar?
―Lo mismo que pasó la última vez―dijo Olivia oscuramente y su cuerpo palpitó en
lugares que no tenían nada que ver con su entrenamiento.
―Y eso sería algo malo, ¿Cómo? No has estado con nadie desde entonces. Estás
bajo tanto estrés que estás a punto de agrietarte. ¿Que hay de malo en una
aventura? Así que úsalo. Usalo de nuevo. ¿Qué es lo peor que podría pasar?
Olivia se incorporó y se limpió el cuello con una toalla. Me gustaría ser como tú,
pensó, con tantos novios que necesite una hoja de cálculo para realizar el
seguimiento de todos ellos. Pero, por supuesto, no dijo nada de eso. Paige era su
amiga más antigua.
―Pensaré en ello―fue todo lo que dijo en su lugar―. Vamos a estirar. Tengo que
dormir un poco antes de la reunión de la mañana.

Lunes, 20 de septiembre, 7:10 am

―Whoa―Jeff Zoellner estaba en el primer piso del edificio de apartamentos,


mirando hacia arriba a través del agujero que llegaba hasta el cuarto piso―.
Habrías sentido eso seguramente.
Sobriamente, David siguió su mirada hacia arriba, y luego miró hacia abajo al
sótano. El primer piso también se había quemado.
―Sí. Supongo que te debo una.
―No se preocupes, ya se me ocurrirá del algo―Jeff empezó a caminar de nuevo,
tocando con el mango del hacha en el suelo mientras buscaba los puntos débiles.
David hacía lo mismo con el extremo de su Halligan 5, y juntos se dirigieron hacia la
5
- Halligan, también llamada barra Halligan o herramienta americana, es una herramienta especial usada por los bomberos y
fuerzas policiales. Consiste en una garra, una hoja y un pico, que es especialmente útil para la apertura rápida de diversos tipos de

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parte de atrás del edificio. Cada una de las seis plantas tenia seis unidades, pero las
unidades de este lado del edificio habían sufrido los peores daños―. Creo que
estamos en suelo sólido de aquí en adelante―dijo Jeff―. Podemos dejar a Barlow
ahora.
Micah esperaba en la puerta. Llevaba un casco y botas, Pero estaba vestido de otra
forma, como un detective. El extremo de su corbata amarilla sobresalía del bolsillo
de su traje. Sujetaba una cámara de vídeo en una mano y una barra de luz en la
otra y había trabajado junto a ellos diligente pero inteligentemente, pisando en
zonas que habían declarado seguras.
Y él no había dicho una palabra más sobre Olivia por lo que David le estaba
agradecido. Había demasiados peligros aquí para estar pensando en otra cosa,
salvo en el trabajo.
Que es lo que David se había dicho a sí mismo cada vez que pensaba en ella,
preguntándose por qué Micah Barlow sentía que ella era asunto suyo,
preguntándose si los dos tenían una historia, no quería esa imagen en la cabeza.
David hizo una mueca. Excepto que ahora que había pensado eso, existía la
imagen, aunque solo en su imaginación. Burlándose de él.
Si Micah y Olivia tenían un pasado, al menos no tenían un presente. David había
mantenido una vigilancia suficientemente estrecha sobre ella que él lo habría
sabido. Pero y ¿si ella tenia a alguien? «Me alejaré».
«Y ¿si ella no tiene a nadie, pero simplemente no te quiere?» Dados los hechos, ese
era el resultado más probable. «Cruzaré ese puente cuando llegue allí».
― ¿Por dónde puedo pasar? ―llamó Micah desde la puerta.
―El suelo es sólido dónde estás parado―dijo David, obligándose a concentrarse
una vez más―, pero se vuelve esponjoso a dos pies del borde del agujero.
Micah miró hacia arriba, luego hacia abajo, como David.
―Maldita sea. Eres un bastardo con suerte.
―Sí, Pillé esa parte―dijo David―. Por aquí está lo que queríamos que vieras.
Echaron el pegamento de moqueta a lo largo de esta línea―David se refería a los
patrones de vertido en zigzag desde la puerta delantera de la unidad hasta el
agujero, continuando a través de las habitaciones traseras―. Es el mismo patrón
de vertido que encontramos en el segundo piso. Creo que vertieron una línea
desde la puerta delantera y desde la parte posterior de la unidad, reuniéndose
aquí.

puertas, aunque, también permite realizar maniobras básicas de escarcelarción.

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―Tiene sentido―dijo Micah, filmando―. Ellos probablemente volcaron lo que
quedaba en las latas, donde el suelo ha fallado. El fuego habría sido más caliente
allí. El gerente dijo que los rollos de moqueta se almacenaban aquí, el mismo lugar
en cada piso. Empapados, habría sido peso suficiente para atravesar los pisos
segundo y tercero. Cuando el primer piso se derrumbó, los tres rollos de moqueta
cayeron al sótano.
Por un momento David pensó que Micah se aventuraría hasta el borde del
agujero para conseguir el video hasta abajo, pero se detuvo cuando aún estaba en
la zona de seguridad. Por el rabillo del ojo, David pudo ver a Jeff cerrar la boca
fuertemente, descartando el aviso que había estado a punto de soltar. No había
necesitado más que unas pocas carreras con Jeff saber que los policías le ponían
nervioso.
―Después de verter el pegamento, tiraron las latas a un lado―David señaló con el
extremo de su Halligan, y Micah siguió la filmación―. Dos latas allí, y dos más
arriba, más o menos en el mismo lugar. Junto con la que encontramos en la
entrada, derramaron cinco. Una lata en cada piso habría sido demasiado. Estos
eran unos aficionados.
―Creo que tienes razón―Micah bajó la cámara―. ¿Algo más que ver?
―Estamos trabajando de camino hacia el exterior―dijo Jeff, tocando el suelo a su
paso.
David hacía lo mismo, pero se detuvo cuando su Halligan golpeo algo suave y oyó
el crujido de papel carbonizado.
―Mira eso.
Jeff suspiro.
―La última vez que dijiste eso tuve que sacar tu culo del abismo.
Pero David ya estaba de rodillas, alumbrando sobre lo que había encontrado.
―Es una mochila, o lo era.
―Lo llevaremos al laboratorio―dijo Micah―. Tal vez puedan encontrar algo que
haya quedado.
Jeff empujó suavemente la esquina de la mochila con el mango del hacha y parte
del lateral se desmoronó.
―Buena suerte con eso. ¿Qué diablos estás mirando, David?
David se había doblado más, apuntando su luz sobre un trozo negro que sobresalía
de entre los escombros.

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―No lo sé. Una especie de caja, abierta curva. Sea lo que fuera lo que había se
fundió con el fondo de la misma. Un poco de plástico de color de rosa asoma
desde la masa carbonizada.
―Tomaré algunas fotos para mostrar a Homicidios―Micah suspiró con aire de
impaciencia―. Maldita sea. Llego tarde a su reunión de la mañana―tomó algunas
fotos con su cámara digital―. El CSU lo embolsará. Averiguarán de qué se trata en
el laboratorio. Volveré más tarde. No toquéis nada.
―No somos estúpidos―murmuró Jeff cuando Micah se había ido.
―Ni él―dijo David distraídamente, aún mirando el contenido de la caja derretida.
―Es policía―dijo Jeff rotundamente―, y todos ellos quieren ser bomberos.
Idiotas. Se habrían quemado si no fuera por nosotros, cargando con el equipo
equivocado, con el tipo equivocado de extintor. Listos para salvar el maldito día
incluso antes saber qué tipo de fuego tenían.
David lo dejo con su diatriba, sabiendo que él diría lo mismo, independientemente
de cualquier respuesta que David emitiera. Había una historia allí, pensó, y un día
Jeff se la diría.
Historia. David se quedó mirando la caja destrozada, su mente tirando de un
recuerdo largo tiempo olvidado. Había sido un niño pequeño, sentado en el regazo
de su abuela. Siempre había estado más fascinado con los aparatos que con la
historia que contaba, especialmente el aparato de que había detrás de su oreja. Lo
había alcanzado, solo para que sus pequeñas manos le alejaran suavemente. «No,
David, diría ella, no toques. Eso no es un juguete».
―Deberíamos haber dicho a Barlow que nos trajera comida―terminó Jeff con un
suspiro―. Estoy hambriento. Tomémonos un descanso y veamos lo que queda en
el camión. Hey, Dave. Vamos.
―Sé que es esta cosa de plástico rosa―dijo David.
―No me digas. Quiero adivinarlo―dijo Jeff―, está bien, dame una pista.
Era un juego al que a veces jugaban que les ayudaba a hacer frente cuando tenían
que hurgar en las cenizas de personas.
―Pita al funcionar―David se incorporó, con la esperanza de poder coger a Micah
antes de irse, pero a través de la ventana rota pudo ver las luces traseras del policía
pasar por la puerta.
Detrás de él, oyó el profundo suspiro de Jeff y supo que lo había descubierto.
―Maldita sea, David. La chica nunca tuvo una oportunidad, ¿verdad?
―No parece. Voy a salir a llamar al celular de Micah. Querrá decírselo a Olivia.

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― ¿Olivia? ―Jeff pregunto con nueva curiosidad un su voz―. ¿Quieres decir la
detective Sutherland? Ella está bastante caliente. Y te estaba mirando.
―Déjalo en paz―dijo David rotundamente―. Y no preguntes. Lo digo en serio.
Por todas sus bromas, Jeff sabía cuando dejarlo.
―Tranqui, hombre. Voy a salir contigo. Tengo que conseguir algo de comida.

•••

Lunes, 20 de septiembre, de 08 a.m.

―Feliz lunes―el capitán Bruce Abbott dejó caer un recipiente de plástico con
galletas en la mesa redonda en su oficina―. Con los saludos de Lorna".
Olivia miró el recipiente con escepticismo.
― ¿Lorna está cocinando de nuevo?
Abbott se acomodó en la silla detrás de su escritorio.
―Su consejero le dijo que si ella retomaba la clase y obtenía mejor calificación,
cancelaría el último año.
Micki abrió la tapa del recipiente.
― ¿Cómo de malo puede ser?
―Algunas personas no deberían cocinar―dijo Kane con amargura.
―Lo pillo―Micki lanzó una mirada malvada a Olivia―. Dejemos que las pruebe
Barlow. Si están horribles, le estará bien empleado―miró a Abbott―. Sin ánimo de
ofender.
Los labios de Abbott temblaban bajo su bigote.
―Nada de eso―miró las sillas vacías de manera significativa―. Hablando de eso,
¿Donde están Barlow y Gilles?
―Ian no va a venir―dijo Olivia―. Estaba a punto de comenzar la autopsia de la
niña cuando me detuve en el depósito de cadáveres.
Kane estudió su rostro.
― ¿Cuando pasaste por el depósito de cadáveres? ―preguntó, cuando lo que
quería decir realmente era «¿Por qué no te fuiste a casa a dormir como te dije»?
―De camino aquí. Quería una foto de la niña―lo cual no era del todo incierto.
Después de su sesión de ejercicios se había ido a casa, pero no podía dormir, por lo

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que había hecho lo que siempre hacía, trabajar―. No sé dónde está Barlow. Le dije
que era a las ocho.
―Estoy aquí, aquí estoy―Barlow atravesó la puerta de Abbott y se dejó caer en
una silla. Al instante, todo el mundo se aparto de él―. Lo siento―murmuró―. He
venido directamente desde el escenario. No tuve oportunidad de ducharme.
―Podemos afirmarlo―dijo Micki, luego sonrió amablemente―. Ten, toma una
galleta.
Al lado de Olivia, Kane tosió para cubrir lo que habría sido una risa.
―Gracias. No tuve tiempo de desayunar―Barlow agarró un puñado y Olivia sintió
el pinchazo de la conciencia.
―Yo daría un pequeño bocado en primer lugar―dijo ella y él entrecerró los ojos.
― ¿Hiciste tú eso? ―preguntó con suspicacia―. ¿Ahora estás tratando de
envenenarme?
Olivia puso los ojos en blanco. «Déjalo sufrir».
―Ya que estamos todos aquí, podemos empezar―ella comenzó a cerrar la puerta
de Abbott, pero Abbott levanto la mano.
―Déjala abierta―dijo―. La Dra. Donahue se unirá a nosotros.
Los hombros de Olivia se pusieron rígidos. Donahue era del departamento del
diván. El que no estaba ayudando después de tres visitas obligatorias. Ella se sentó
de nuevo. «Genial».
―Quiero un perfil de este pirómano―continuó Abbott y Olivia pudo sentir sus ojos
sobre ella. Para ser exactos, los ojos de todos estaban puestos en ella, incluso los
de Barlow. Maldito bastardo―. Donahue tiene tiempo y experiencia con
incendiarios. Y aquí está.
La psiquiatra entró por la puerta, vestida con un traje azul que parecía que había
sido adaptado especialmente para ella.
―Buenos días―dijo―. Lamento haberles hecho esperar.
―Dra. Donahue―dijo Abbott mientras ella tomaba asiento―. ¿Conoce usted a
todos?
―A todo el mundo menos a usted―sonrió a Barlow―. Soy Jessie Donahue.
―Micah Barlow, investigador de incendios. No coma las galletas―añadió Barlow
secamente.
La confusión en el rostro de Donahue en otras circunstancias habría hecho sonreír
a Olivia, pero la presencia de la mujer la tenia al límite. Se sacudió la incomodidad.

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―Acabemos con esto, ¿de acuerdo? ¿Qué sabemos, Mick? ¿Alguna identificación
de la chica?
―Nada hasta ahora. Las huellas de la niña no están en el AFIS, por lo que no tiene
antecedentes, al menos que no estén sellados. Sin respuesta todavía de la Base de
Datos de niños desaparecidos, pero estoy esperando una respuesta en una hora.
Sin Alertas Amber6, así que hasta el momento no hay identificación.
―Envié la foto de la morgue a la patrulla de carreteras de Florida―dijo Olivia―.
Espero que las calcomanías de uñas de Gator salgan bien, incluso si ella no está en
las bases de datos. ¿Qué pasa con el gel?
―No tendré resultados hasta después del almuerzo―dijo Micki―, pero tengo algo
de la bola. Queríamos preservarla, justo de la forma en que el bombero la
encontró hasta que supiéramos lo que era el gel. Así que hicimos una imagen de lo
que estaba debajo de todo este gel. Esto salió justo cuando estaba saliendo para
venir aquí.
Puso una fotografía sobre la mesa.
La pelota era un globo de cristal del mundo. Grabados en el vidrio estaban los
continentes.
―Parece un pisapapeles―dijo Olivia con precaución, aunque su mente ya estaba
juntando globo mundo y el incendio, creando un muy mal presentimiento.
A su lado, Micah Barlow maldijo en voz baja y agarro la fotografía, mirándola
consternada.
―No, es una firma. Una que no ha sido vista desde hace diez años.
―Doce―dijo Micki―. Hice una búsqueda cruzada de globos de cristal con
incendio provocado.
Barlow se frotó los ojos con las manos en un gesto cansado.
―Y te apareció SPOT, Societus Patronus Orbis Terra. Mierda.
―Hermandad de los protectores de la tierra―murmuró la Dra. Donahue.
Olivia se echó hacia atrás, frunciendo el ceño. El mal presentimiento solo empeoró.
― ¿Eco-terroristas? Demonios.
―Con mala gramática latina―dijo Donahue, casi para sí misma, y luego miró al
grupo―. Es una adición interesante para el perfil.
―Dejando la gramática a un lado―dijo Abbott―, ¿Con qué estamos tratando?
―Un grupo de activistas medioambientales que creíamos se había disuelto―dijo
Barlow―. Estuvieron en su punto mas activo en la década de los noventa. SPOT

6
- La Alerta AMBER es un sistema de notificación de menores de edad desaparecidos, implementado en varios países desde 1996.

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operaba siguiendo el modelo de resistencia sin líder, pequeñas células que
supuestamente no tenían conexión entre sí o con el jefe. Se centraban en el
desarrollo comercial de los hábitats de vida silvestre, como los humedales
delimitados por el edificio de la última noche.
Abbott se había inclinado hacia adelante, con la barbilla en sus manos
entrelazadas.
― ¿Modus operandi?
―Por lo general inteligente―dijo Barlow―. Utilizaban temporizadores electrónicos
para comenzar sus fuegos y siempre dejaban detrás un pisapapeles como el globo
de cristal, pero no lo cubrían con ningún gel. Los envolvían en telas resistentes al
fuego, por lo general, piezas de equipo de protección de los bomberos, abrigos,
etcétera.
―Querían que se encontraran―murmuró Olivia―. Intactos.
―Absolutamente―dijo Barlow, sus cejas crujieron―. Pero siempre, siempre
contactaban con los medios de comunicación locales unos minutos después de que
los bomberos fueran llamados al escenario.
―No lo hicieron esta vez―dijo Kane―. ¿Por qué?
Barlow negó con la cabeza.
―No lo sé. Tampoco utilizaron nunca armas de fuego.
― ¿Era un fuego inteligente? ―pregunto Olivia.
―Algunos aspectos lo eran. Como apagar los sistemas de cámaras y cerrar el agua
de los aspersores. Eso llevó planificación. También tenían que acceder al horario
del guardia y sabían abrir todas las puertas cortafuegos. Si la chica trató de salir a
través del hueco de la escalera, habría sido detenida por el humo y el calor. Pero en
otros aspectos fueron estúpidos. Utilizaron adhesivo de moquetas, que es
increíblemente inflamable. El fuego en sí se habría extendido rápidamente. Es una
maravilla que consiguieran salir con vida. Su modus operandi anoche no fue
coherente con sus anteriores modus operandi.
― ¿Qué estás diciendo? ―pregunto Olivia― ¿Qué han reabierto bajo una nueva
dirección?
Barlow se encogió de hombros.
―Tal vez. O tal vez es una fachada. Si alguien conocía a SPOT y quería desviar la
atención de su verdadero motivo, podrían dejar el globo atrás y hacernos
perseguirnos nuestras colas.
―O esa podría ser la ilusión Y que realmente fueran eco-terroristas―dijo Kane.

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―Lo que quiere decir que llamaremos a los federales―dijo Abbott rotundamente.
La mandíbula de Olivia se tensó.
―Tuve que decirle a la viuda de Henry Weems que no iba nunca a volver a casa.
Weems fue policía de Minneapolis, uno de los nuestros. Así que quien le disparó es
nuestro también.
―Estoy de acuerdo―dijo Abbott sombríamente―. Por ahora, llamaremos a los
federales, solo para comprobar algo nuevo que pudiera tener de este grupo. Si
estos son eco-chiflados, yo no quiero mi culo en la línea para Qué sí Sienta en La
Información. Pero si estos gilipollas de SPOT reclaman la responsabilidad,
traeremos a los federales. Sin discusiones.
Estaba en lo cierto, Olivia lo sabia, igual que sabia que estaba siendo emocional.
―Sin discusiones. Además las diferencias pesan más que las similitudes.
Barlow tenía el ceño fruncido.
―Quizás no. Hay otra similitud. En su último incendio hace doce años, murió una
mujer. Se suponía que no había nadie en el edificio, pero esta mujer estuvo
trabajando hasta tarde y se había quedado dormida en su escritorio. Después de
eso, el grupo estuvo latente. Se suponía que habían ido por caminos separados.
― ¿Eso fue obra de SPOT? ―pregunto Abbott―. Recuerdo ese incendio ahora.
―Esa es una coincidencia inquietante―dijo Jess Donahue―. Si sabían que esta
chica estaba en el apartamento la noche anterior e iniciaron el fuego de todos
modos... Eso es un juego totalmente diferente.
―Encontrarle primero, y luego averiguar lo que sabían y cuando―dijo Abbott,
luego se volvió a Barlow―. Los grupos de resistencia sin líderes tienen a menudo
un líder simbólico. ¿Lo tenía SPOT?
―Sí, Pero creo que estoy demasiado cansado para pensar en su nombre ahora.
―Preston Moss―ayudó Micki―. Saqué un par de artículos de Google. Moss creció
aquí, en las Ciudades Gemelas, pero durante los años noventa fue profesor en
alguna universidad privada en Oregon. Era autor de varios libros sobre la
preservación de los hábitats forestales. Sus primeros libros eran más
convencionales, Pero se hicieron más radicales. Se creyó que él había fundado
SPOT, con la gramática latina apropiada, Dra. Donahue. Sus seguidores
bastardizaron el nombre ya que formaron sus propias células en todo el noroeste y
el este de Wisconsin. Más tarde volvió a enseñar en Minnesota. Los humedales
fueron una de sus causas, y se creyó que Moss estuvo involucrado directamente en

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ese último incendio. Estuvo fuera de la vista después de la muerte de la mujer y no
ha sido visto de nuevo.
Barlow sonrió, pero con cansancio.
―Hiciste tu tarea. ¿Algo más que olvidara?
―No, cubriste todo―dijo Micki amablemente―. Tienes buena memoria.
― ¿Cómo recordó todo esto, sargento? ―pregunto Donahue―. Este grupo SPOT
estuvo activo antes de que se uniera al Cuerpo.
Olivia lanzó una mirada rápida a la loquera, impresionada y preocupada al mismo
tiempo. Que Donahue hubiera sabido que Barlow estaba en el caso y ya hubiera
comprobado su expediente personal sobrevoló la cabeza del hombre, porque él
respondió sin pestañear.
―Durante una de mis clases de entrenamiento, tuvimos oradores del FBI y la ATF.
Uno de los tipos del FBI había estado persiguiendo a Preston Moss durante años.
Algo así como su gran ballena blanca, si usted sabe lo que quiero decir. Parecía un
poco demasiado fuerte para mi gusto, pero él debía tener más información que no
está en los archivos. Su nombre es agente especial Angus Crawford, y entonces él
estaba en la oficina local de Minneapolis.
―Le llamaré―dijo Abbott―. Barlow, ¿Tienes suficientes recursos? ¿Deberíamos
llamar a los federales como apoyo?
―Estoy bien por ahora. Tenemos investigadores de incendios del Departamento de
Bomberos de Minneapolis en el escenario, y conseguí algo de ayuda de uno de los
bomberos―la mirada de Barlow se deslizó hacia Olivia―. El que encontró a la
niña, David Hunter. Tiene buen ojo.
Olivia sintió sus mejillas acalorarse. «Los ojos de David no eran las únicas cosas que
estaban bien», pensó mientras las palabras de Paige volvieron a burlarse de ella.
«Céntrate». Miró a Barlow a los ojos.
― ¿Qué ha encontrado? ―pregunto ella, su voz fue profesionalmente rápida.
―Hunter y Zell encontraron una mochila en los escombros del primer piso, justo
antes de irme para venir aquí―dijo Barlow―. La mochila estaba casi totalmente
quemada. Puede haber estado en el cuarto piso cuando este se derrumbo y cayó,
aterrizando en el primer piso antes de acabar con el fuego. Parte del contenido se
había caído y fundido―sacó una cámara, la encendió y se la pasó a Olivia para qué
pudiera ver la pantalla digital―. No he tenido tiempo para imprimir mis fotos. Lo
encontramos a un par de metros de distancia.

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En la pantalla había un estuche negro que parecía haber contenido unas gafas,
pero no era así. Lo que contenía, no podía decirlo, ya que el contenido estaba
deformado.
― ¿Qué es?
―Un audífono―dijo Barlow―. Hunter lo identificó. Esa parte de color de rosa es el
auricular. Asumo que pertenecía a la chica.
―Sí lo es, se estrecha la búsqueda un poco―Olivia puso la foto de la niña muerta
en la mesa―. Tenía gel en sus manos, y Hunter dijo que encontró la pelota cerca
de donde el la encontró a ella. Había sujetado la pelota. Tal vez ella la plantó allí.
Tal vez estaba con los pirómanos y el fuego se salió de control y ella quedó
atrapada.
―No podemos ignorar la posibilidad―dijo Abbott―. Y si era parte de la célula,
identificarla podría llevarnos a ellos.
―O podría haber sido obligada a ser una de ellos―Kane señaló el brazo de la
muchacha―. Sus heridas eran reales. Había sido abofeteada por alguien.
―O podría haber sido una espectadora inocente que encontró la pelota y la
recogió―terminó Olivia―. En este caso, estamos de vuelta a la casilla número uno.
― ¿Encontraste alguna identificación en la mochila? ―pregunto Micki.
Barlow negó con la cabeza.
―No. Los contenidos estaban demasiado quemados. Le dije al técnico del CSU que
lo embolsara. Conseguimos unos papeles carbonizados, libros. El papel tenía gran
cantidad de daños por agua, pero el laboratorio podría reconstruir los restos de un
nombre o una pista.
― ¿Podemos entrar en el edificio ahora? ―pregunto Kane, pero Barlow negó con
la cabeza.
―Todavía no. Todavía estamos comprobando los pisos quinto y sexto, pero el daño
que hizo el colapso del cuarto piso debajo de Hunter llegó hasta abajo. Si no se
hubiera sujetado, habría caído todo el camino hasta el sótano. El camión con la
torre sigue estando en el lugar, sin embargo. El capitán Casey dijo que Hunter o Zell
podrían llevaros en la cesta, permitiéndoos mirar a través de las ventanas. También
tomé un vídeo, mientras atravesábamos los escombros. Voy a transferir los
archivos a mi PC y te las enviaré por correo electrónico cuando hayamos terminado
aquí.

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Olivia no pudo reprimir el escalofrío que la atravesó al pensar en David
cayendo cuatro plantas. Sin embargo, sofocó la mezcla de miedo y anticipación a
compartir el lugar cerrado de la cesta con él. Ella haría su trabajo, como él.
―Tomaremos un vídeo, si eso es todo lo que podemos conseguir en este
momento, pero quiero ver el escenario. Supongo que ir en la cesta es nuestra
mejor opción en este momento. Debemos salir antes de que se vayan. Han estado
allí unas ocho horas.
―Probablemente tienen otras dos horas por delante de ellos―dijo Barlow―, por
lo que no tenéis que apresuraros―sacó un sobre lleno de hollín de su bolsillo
delantero y se lo entregó a Kane―. Pediste la lista de personal de Rankin e Hijos. Le
pedí una copia adicional para vosotros.
―Gracias. Vamos a empezar con la verificación de antecedentes. ¿Alguien a quien
debamos prestar atención?
― ¿Cómo a cualquiera que tenga acceso al horario del guardia y sus cámaras?
―preguntó sarcásticamente Micki― Prueba con cualquiera de la lista con un nivel
principiante como hacker.
Olivia se estremeció.
―Te colaste en el sistema fácilmente, ¿eh?
Micki puso los ojos en blanco.
―No tuve que colarme. El tipo del departamento informático de Rankin dejó su
servidor abierto de par en par. Yo comprobaría al chico. Si no es participante, es el
más inepto que me he encontrado.
―Así que cualquiera podría haber cortado la alimentación de la cámara―dijo Kane
sombríamente.
―Lo siento―dijo Micki―. Me gustaría poder dar mejores noticias. Estamos
tratando de rastrear de donde vino la orden para deshabilitar las cámaras. Eso
llevará un poco de tiempo. Como Barlow dijo, este aspecto del trabajo está muy
bien hecho.
La Dra. Donahue se recostó en su silla.
―Sargento Barlow, ¿este fuego podría haber sido iniciado por un individuo?
Barlow vaciló.
―Tal vez. Pero si realmente fue obra de SPOT, entonces probablemente eran una
célula de dos a cuatro personas. Sí se tratara de un incendio provocado por
encargo o alguna otra razón, uno podría haberlo hecho. El trabajo en sí se podría
haber logrado en solitario, con la planificación adecuada.

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―Así que tenemos de una a cuatro personas, instruidos en redes de ordenadores,
pero que no hicieron sus deberes para actualizar el inicio de un incendio―dijo
Donahue―. Por lo menos uno de ellos fue capaz de disparar a un guardia a sangre
fría. Trajeron al menos un arma de fuego con ellos, así que estaban preparados
para violencia de alguna naturaleza, aunque fuera para protegerse. ¿Fueron
disparos de advertencia que tú pudieras ver?
―No―dijo Micki―. Encontramos la bala que mató a Weems. Calibre 38. No vimos
evidencia de otros disparos. Vamos a seguir buscando ahora que es de día.
Donahue asintió.
―Así que por ahora vamos a suponer que no hicieron tiros de advertencia, solo el
tiro que dio al sr. Weems... ¿Dónde?
―Justo en el corazón―dijo Kane sombríamente y las cejas de Donahue se alzaron.
―Interesante. Un objetivo más seguro habría sido la cabeza. Quiero decir, Weems
podría haber llevado un chaleco. En el corazón es muy personal.
―Weems representaba la autoridad, incluso si ellos no hubieran sabido que había
sido policía―dijo Olivia―. La mayoría de estos grupos son anarquistas. Que
despreciaran a Weems no es inusual.
―Pero al parecer dispararle, lo es―Donahue garabateó en un pequeño
cuaderno―. Voy a hacer algo de investigación sobre SPOT. A ver si alguien
desarrolló perfiles en los noventa.
―Nos ocuparemos de identificar a la niña―dijo Olivia―. Se supone que Ian
llamará cuando haya hecho la autopsia de la niña. Por ahora vamos a empezar a
comprobar al personal de Rankin.
―Y yo voy a llamar al agente especial Crawford de la oficina de campo del
FBI―dijo Abbott―. Mantendremos los detalles del globo de cristal lejos de la
prensa tanto tiempo como podamos. ¿Se puede confiar en que este bombero no
hablará con los periodistas?
―Sí―dijo Olivia rápidamente. Demasiado rápidamente, pensó cuando todo el
mundo la miró. Ella se encogió de hombros―. Es un viejo amigo de la familia sin
demasiado amor por los periodistas. No hablará.
Abbott asintió.
―Bien. Barlow, hazme saber si necesitas ayuda. Tengo par de detectives que
puedo sacar de otros casos si los necesitamos. Todo el mundo aquí a las cinco.

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Capítulo Cuatro

Lunes, 20 de septiembre, 8:55 am

Eric podía recitar los treinta minutos de noticias de memoria. « ¿Qué voy a hacer?»
«Te vas a sentar aquí y esperar, justo como te dijo que hicieras». Justo como lo
había hecho durante las últimas cinco horas. La noticia no era nueva desde la
divulgación de que la segunda víctima había muerto por herida de bala. Así que se
había sentado, escuchando el mismo reportaje una y otra vez, mirando su teléfono
móvil. Esperando un zumbido, esperando el siguiente mensaje de su ‘maestro’.
«¡Hijo de puta!»
«Y ¿si me hace esperar días?».
Eventualmente tendría que dejar su apartamento, ir a clase. Tal vez incluso comer.
Aunque la idea sola de la comida le daba ganas de vomitar.
«Hemos matado a una chica». Pero no habían disparado a ese guardia. Lo que
significaba que alguien más lo hizo. La única otra persona era el maldito
chantajista. El lo hizo. El disparó al guardia.
Pero, ¿quien les creería? El tipo los tenía en el video. Maldito video.
« ¿Como hemos podido ser tan estúpidos?» « ¿Como supo siquiera que estaríamos
allí?». Había atormentado su cerebro durante toda la noche, tratando de pensar en
donde, cuando habían estado juntos, discutiendo su plan. Pero hasta ahora estaba
en blanco. A menos que uno de ellos hubiera hablado.
Cerró los ojos. Era la hora en punto. Hora de otro reportaje idéntico sobre el
incendio del edificio de apartamentos, palabra por palabra. Empezó a murmurar
las palabras junto con el presentador, entonces se enderezó en su silla cuando la
voz en la pantalla dijo
―Esto acaba de llegar.
La pantalla de televisión se había dividido. El presentador estaba a la derecha, a la
izquierda estaba la imagen del guardia. Con uniforme de Policía. La boca de Eric se
quedó completamente seca y se quedó mirando la insignia del hombre mientras la
cabeza parlante de la derecha comenzaba a hablar.
―La Policía de Minneapolis ha confirmado la identidad del guardia muerto en el
incendio provocado de la pasada noche. La víctima es Henry Weems, quien se
retiró el año pasado después de una carrera de veinticinco años en la Policía de
Minneapolis. Su hija, Brenda Weems, hizo esta declaración.

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La pantalla cambió a Brenda Weems que estaba en las escaleras de una casa
modesta en un barrio modesto, con los brazos firmemente cruzados sobre su
pecho, su cara llena de lágrimas.
―Mi padre era un buen policía, un buen esposo y padre. Fue asesinado ayer por la
noche, junto con otra víctima. Sé que la Policía no descansará hasta que su asesino
sea llevado ante la justicia, no porque mi padre fuera policía, sino porque era un
miembro de esta comunidad. Mi madre y yo pedimos privacidad para poder
llorarle. Gracias.
La pantalla cambió de nuevo al presentador y Eric se sintió entumecido.
Un policía estaba muerto. Como nosotros. La Policía no descansaría hasta que
los diera caza.
Joel lo había dicho la noche anterior, cuando todavía pensaban que su peor
problema era la chica muerta. Eric se levantó bruscamente. Tenia que llegar a Joel
antes de que él se enterara de esto. Imposible decir como respondería Joel. El
podría venirse abajo, quebrarse, decírselo a todos.
«Y todos iremos a la cárcel. No va a suceder».
El se había vuelto para lavarse cuando el teléfono sonó en la mesa. Por un
momento, solo lo miró, luego lo cogió con cuidado, como si se tratara de veneno.
Sus hombros se hundieron. No era un mensaje. Era una llamada entrante de
Albert.
― ¿Has visto las noticias? Yo no lo maté. Solo le pegué. Alguien le disparó. ¿Quién?
―Yo... no lo sé―dijo Eric aturdido.
―Era policía. Si ese pusilánime de Joel habla, estamos muertos.
Pensó en el video. Los mensajes. «No tienes idea de lo muertos que estamos».
―Lo sé― Eric tomó una decisión―. Tenemos que impedir que Joel hable.
Y él tenía que guardar el mensaje que mostraba el vídeo que condenaría a
todos.
―Pero no le hagas daño, ¿de acuerdo?
Albert dijo, en voz muy baja
―No vamos a hablar de esto otra vez.
Eric tomó aliento, sabiendo que estaba sentenciando a muerte a Joel.
―No, no lo haremos―cerró su teléfono, completamente sorprendido cuando
apareció inmediatamente un mensaje.

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Ve a la 11 con Nicollet y siéntate en el banco de la parada de autobús.
Encontrarás un sobre pegado al asiento. Ven solo. No se lo digas a nadie. ¿Sí
o no?

De repente, fríamente calmado, Eric envió un mensaje de respuesta,

Sí.

Se fue a su habitación y cogió la bolsa de plástico en la que había metido su


ropa apestando a humo. No podía permitir que la camarera la encontrara. Iba a
tirarla en un contenedor de basura.
Luego deslizó su mano detrás de los montones de videojuegos en el estante del
armario, buscando su arma. Comprobó la recámara, que se encontraba llena. La
puso de nuevo en su lugar con la palma de su mano. Por si acaso el tipo de los
mensajes realmente daba la cara, estaría listo.

Se rió por dentro mientras cerraba el teléfono desechable. Luego levanto la


mirada a la televisión montada en la pared, su pose adecuadamente sombría. El
informe terminaba con viejas noticias, pero los primeros minutos le habían hecho
el día.
El guardia había sido un maldito policía. Eso era mejor. O lo peor si fueras Eric y su
banda. Un guardia asesinado era una cosa, pero ¿un policía retirado asesinado?
Oro puro.
Se pregunto si Eric habría hablado con los demás. Se pregunto qué intento de Eric
habría de contrarrestar. No importaba. «Tengo todas las cartas. Siempre las
tengo».
―Discúlpeme.
Bajó los ojos de la televisión a la cara un poco impaciente de la siguiente clienta.
―Lo siento―dijo con seriedad―. Es solo ese incendio. Esa pobre gente. Ese oficial.
La clienta suspiro, su impaciencia desaparecida.
―Lo sé. Es muy inquietante. Dejas tu vida en sus manos cada vez que dejas tu casa
en estos días.
― ¿No es esa la verdad? ―dijo con simpatía―. Así que, ¿Cómo puedo ayudarle?

Lunes, 20 de septiembre, 9:20 am

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Olivia dobló prolijamente el papel mientras se tragaba el último trozo de su
sándwich del desayuno. Sin decir una palabra, Kane retiró la mano del volante el
tiempo suficiente para entregarle el gran café del portavasos entre ellos.
―Gracias―dijo ella―. Sabes que yo podría haber conducido. Era mi día.
El le dirigió su mirada de ‘mierda’.
―Yo dormí. Tú no lo hiciste.
―Lo intenté―dijo ella en voz baja―. Realmente lo hice. Fui y de dejé el culo en el
gimnasio para estar cansada. Llevé a mi perro a correr, me di una ducha caliente,
incluso bebí un poco de té de hierbas en el que estás tan interesado, que es
totalmente desagradable, por cierto. Nada funcionó. Así que dejé a Mojo donde
Brie y vine. Y tú habrías hecho lo mismo.
―Bueno, tal vez―dijo él a regañadientes―. Todo, excepto llevar a mi perro a una
guardería para perros.
La amiga de Olivia, Brie Franconi, dirigía una perrera de adiestramiento canino,
pero había comenzado a permitir que los policías dejaran sus perros cuando tenían
un turno largo. A Olivia no le importaba como llamara Brie a su servicio, solo
estaba agradecida por ello.
―Mojo juega con los otros perros mientras yo estoy trabajando, y yo no me siento
tan culpable. El me hace compañía―añadió con un poco de nostalgia. Había
conseguido el perro poco después de que su novio, Doug, la dejara―. La casa se
queda demasiado silenciosa a veces.
Kane le lanzó una mirada.
―Ver a Barlow no debe ser fácil para ti.
Ella se encogió de hombros. Ver a David era de alguna manera un infierno mucho
peor.
―Micah hizo su elección hace mucho tiempo, pero, supongo que ponerse de parte
de Doug era lo mejor. Si Doug no me quería, supongo que es mejor que yo lo
descubriera antes de celebrar el matrimonio―ella tomo un sorbo de café,
contenta de lo fuerte que era―. He estado pensando en la chica. Si estaba en el
asunto con los incendiarios, su propósito para estar en el edificio es sencillo.
―Estoy de acuerdo. Pero si no lo estaba... ―dijo Kane― Y si su presencia allí fue
solo un muy mal momento, tenemos que preguntarnos lo que la llevó allí. A ese
edificio.
―Si no es de aquí, ¿como iba a saberlo? No se puede ver desde la carretera.

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―Pero se puede ver desde diferentes puntos alrededor del lago―dijo Kane.
―Correcto de nuevo―ella tomó una hoja de papel del maletín a sus pies―.
Imprimí un mapa del lago, que es sobre todo residencial. Pequeñas casas, una gran
cantidad de cabañas de vacaciones.
―Bueno. Podemos enseñar su foto por ahí, a ver si alguien la ha visto y preguntar
si alguien notó alguna actividad inusual anoche. Habría sido difícil ver a través de la
valla, Pero podríamos tener suerte. No podemos pasar por alto la posibilidad de
que fuera un trabajo interno.
―Hice una búsqueda en Rankin e Hijos esta mañana. Tenia la esperanza de
encontrar que estaban al borde de la quiebra o de algo que aclarara el motivo del
incendio.
―Pero ¿Rankin es sólido?
―Bueno, lo eran hasta la última noche. Un buen porcentaje de la propiedad
costera ha sido comprada por una empresa llamada KRB, que prevé la construcción
de seis bloques de apartamentos en total. Se supone que es una comunidad
planificada y Rankin fue contratado para construir la primera fase, que era de lujo.
La segunda fase serán dos edificios más, dirigidos a familias de clase media alta. La
construcción está programada para comenzar en primavera―estudio el mapa―.
Una gran cantidad de estas cabañas serán a nivel.
―Los propietarios podrían enojarse por eso―dijo Kane.
―Suficientemente enfadados para iniciar un incendio, ¿tal vez?
―Tal vez. Debemos ver si alguno de los propietarios ha protestado contra el
proyecto de construcción. ¿Es Rankin el constructor de la siguiente fase?
―pregunto Kane.
―Quizás si, quizás no―respondió Olivia―. El artículo del periódico que leí decía
que KRB evaluaría a Rankin después de la fase uno, para ver lo bien que manejaba
el presupuesto.
―Barlow dijo que despidieron a un guardia de seguridad, porque que ya estaban
por encima del presupuesto.
―Sí, lo hicieron. Así que Rankin puede haber estado en el lugar. Dependiendo de lo
mal de que estaban fastidiando, provocar un incendio podría haberle parecido una
buena idea a alguien en ese momento. De todos modos, la tercera fase serian dos
edificios para jubilados y personas asistidas. Los futuros planes comerciales
muestran un centro médico, una comunidad planificada por completo. El incendio

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de la última noche se llevó por delante el primer edificio, así que apuesto que todo
está en el aire.
― ¿A quién pertenece esta empresa KRB?
―Estaba llegando a eso cuando llamaron de la morgue. Transmití lo que tenia
hasta ahora a Faye y la pedí que finalizara la búsqueda―el empleado de Abbott es
un genio de la investigación―. Pasé al encargado de la construcción a través del
sistema. Absolutamente limpio.
― ¿El director de la construcción tiene un arma de fuego?
―El no tiene permiso. Micki le hizo una prueba de residuos en sus manos anoche.
No disparó un arma de fuego, o si lo hizo, fue lo suficientemente inteligente como
para usar guantes.
―Vamos a tener que revisar sus finanzas y las de KRB. Cuando terminemos aquí,
deberíamos empezar con las órdenes.
―A menos que SPOT reclame la responsabilidad y entonces tendremos que traer a
los federales.
Kane se encogió de hombros.
―He trabajado en grupos de trabajo con los federales antes, así que deja de
preocuparte. Te saldrán arrugas.
―Ya tengo arrugas―murmuró Olivia. Treinta y uno y casi se caía a pedazos.
Él le tendió la mano.
―Dame otro sándwich.
Con el ceño fruncido, ella metió la mano en la bolsa en el asiento entre ellos.
―No vas a dejar nada para los bomberos―ella puso uno en su mano―. No más
para ti, después de este.
Habían pasado por el Deli de camino fuera de la ciudad, la cafetería/tienda de
sándwiches que atendía a policías, estudiantes y profesores, y a cualquier otra
persona a la que le guste una buena comida. Había sido el turno de ella para
conseguir el desayuno, por lo que había pedido el favorito de Kane, huevo y
pastrami con pan de centeno, entonces por impulso, añadió una docena de
sándwiches de desayuno para los bomberos, que no tendrían ningún problema en
engullirlos. Cuando el director del Deli había descubierto para quien era la comida,
había añadido un termo de café de forma gratuita.
―Todavía quedan diez―dijo Kane―. ¿Cuántos puede comer un bombero de cara
bonita?
El rostro de Olivia se sonrojó.

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―Kane―dijo como advertencia.
El no pareció sentirlo.
―Ya casi llegamos. Debes hacer algo con esas bolsas bajo los ojos. Polvos o algo
así.
Ella tomó aliento.
―Kane―dijo ella, la advertencia fue ominosa.
Se habían detenido en un semáforo en rojo, por lo que se inclinó y sacó el bolso de
la guantera y lo dejó caer en el regazo.
―Un poco de lápiz de labios no estaría mal tampoco.
El semáforo se puso en verde y empezó a cruzar la intersección sin decir nada más.
Echando humo, ella volvió la visera hacia abajo y se comprobó en el espejo. E hizo
una mueca.
―Por todos los dioses.
―Verdaderamente―dijo Kane gravemente.
Ella le lanzo una mirada asesina.
―Al menos mi pelo está bien.
Kane se encogió de hombros.
―Si te hace sentir mejor pensar eso.
Su largo cabello estaba recogido en un moño en la base de su cuello. Lo que hacía
que sus cansados ojos se vieran aún más demacrados. Suspiró.
―A veces realmente te odio.
―No, no lo haces―él la miró―. No más de lo que lo odias a él. No viste tu cara,
Liv―añadió cuando ella abrió la boca para protestar―. Cuando Barlow dijo que
Hunter casi había caído cuatro plantas, te pusiste blanca como un fantasma.
―Siempre estoy blanca como un fantasma. Nunca me bronceo―pero abrió la
polvera y se empolvó la cara con toques apresurados. Peor que conducir hasta el
escenario toda ojerosa sería conducir mientras hacía eso en su cara. Ella tenia un
poco de orgullo, después de todo.
Kane le entrego su peine.
―Quítate el moño, chica. Trénzalo si tienes que hacerlo, pero quítate el moño. Te
hace parecer…―él fingió un estremecimiento― una bibliotecaria.
Ella se rió como él había querido y él sonrió. La esposa de Kane era bibliotecaria
retirada y Olivia sabia que la quería mucho.
―Jennie te daría una patada en el culo por eso.
―No, si ella supiera que te hizo reír. Date prisa, ahora. Ya casi llegamos.

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Lunes, 20 de septiembre, 9:45 am

Eric encontró el banco y el sobre acolchado pegado debajo. Se inclinó hacia


adelante como para atarse el zapato y cogió el sobre, deslizándolo dentro de su
chaqueta, sus dedos tocaron el frío acero de su arma mientras lo hacía. Con el
corazón desbocado, se sentó de nuevo, seguro de que todo el mundo en la calle lo
estaba observando, seguro de que todos sabían que tenía una pistola.
Pero nadie miraba en su dirección. Todo el mundo estaba ocupado con sus
propias vidas mientras él estaba sentado en un banco a plena vista, con una
maldita pistola metida en la cintura de sus pantalones vaqueros y recogiendo
paquetes como si fuera un aspirante a James Bond.
«Soy estudiante de ingeniería. Estoy en la Lista del Decano. Soy uno de los chicos
buenos. Esto no puede estar pasando». Pero lo estaba. Caminó las seis manzanas
de regreso a su coche y entró.
Se quedo mirando el sobre, lo abrió y entonces sacó un teléfono celular y un
MP3 con pantalla de vídeo de dos pulgadas y auriculares. Una risa quebradiza se le
escapó. Pronto el tipo de ‘Misión Imposible’ le estaría diciendo que la cinta se
autodestruiría.
Pero no era divertido. Esto era una pesadilla. Quienquiera que fuera ese tipo,
tenia un vídeo que podría enterrarlos a todos. Eric encontró que el tipo había
pintado un ‘1’ en la parte posterior del MP3 y un ‘2’ en la parte posterior del
teléfono celular con esmalte de uñas rojo.
Sintiéndose como un tonto, se puso los auriculares y encendió el MP3. Pulsó PLAY
y al instante el tema de ‘Misión Imposible’ resonó en sus oídos. Apretó los dientes,
entonces sintió su estómago revolverse cuando el vídeo del incendio comenzó a
reproducirse en la pequeña pantalla. La furia hervía dentro de él y quiso lanzar el
reproductor de MP3 por la ventana. Pero no lo hizo, y segundos después la música
se calmó y una voz deformada comenzó a hablar. Era imposible decir si era un
hombre o una mujer.
―Seguiste mis instrucciones. Muy bien. Ahora es el momento de la primera
prueba. Si pasas, seguirás gozando de mi buen favor. Sí te niegas, o fallas, este
vídeo será enviado a la policía y los medios de comunicación y vivirás el resto de tu
vida en una pequeña celda rodeado de hombres-simio que te encontrarán de lo
más entretenido.

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Una prisión llenó la pantalla, seguida de una foto de un hombre siendo
sodomizado. Un dolor se disparó de repente por el cuello de Eric y se dio cuenta de
que había apretado los dientes casi hasta el punto de ruptura.
―Este es tu objetivo-la foto cambió y Eric dejó escapar un suspiro, tragando la bilis
que le había subido por la garganta. La nueva imagen parecía ser una fábrica―. La
dirección ha sido enviada a tu teléfono como mensaje de texto. Debes llevar a tus
tres amigos y prender fuego a este lugar esta noche. Asegúrate de que ni una viga
sigue en pie.
Y entonces Eric lo entendió. El precio del tipo no era el dinero. Era mucho
peor. Aturdido siguió mirando la pantalla, pero no aparecieron nuevas fotos.
―El propietario tiene perro guardián―continuó la voz―. Tratad con él como
queráis. Si desea contar a sus compañeros la verdad, no lo dudes. Si temes que no
vayan a acatar sus órdenes, diles lo que quieras, pero si tan solo uno decide no
participar, el vídeo será distribuido y todos iréis a la cárcel―la voz no había
flaqueado ni una vez, no había mostrado ni una pizca de emoción―. Si alguien se
interpone en vuestro camino, matadlo. Si por alguna razón el objetivo parece
haber sido advertido, o si algo en el lugar desaparece inesperadamente, el video
será revelado. Cuando hayáis terminado utiliza la cámara del teléfono celular para
documentar la actividad y envía las fotos al número proporcionado con él. Más
instrucciones llegarán en ese momento. Buena suerte, Eric, y si sois capturados…
―ahora la voz se rió, un sonido cruel, brutal, petulante― el mundo sabrá lo que
habéis hecho.
La fábrica se desvaneció, reemplazada por un solo fotograma del video de
anoche. La misma imagen que le perseguía. La niña, con las manos en el cristal, su
boca abierta en ese grito horrible, que incluso en su mente, no tenia sonido.
El archivo terminó y la pequeña pantalla se volvió negra. Eric abrió el celular,
pinchó en el único mensaje de texto que contenía. Era, como esperaba, una
dirección. Se preguntó lo qué el propietario de este negocio habría hecho para
ganarse la ira del tipo.
Y se preguntó qué diablos iba a hacer.
Por ahora, él iría a su clase de Cálculo de las diez. Mantendría su horario
normal. Y pensaría. Mucho. Tenía que haber una manera de salir de esto. Tenia que
haberla.

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Arrancó el coche y ya lo había puesto en marcha cuando el móvil pitó,
sorprendiéndolo. Le llevó un segundo ordenar sus pensamientos. Y reunir su
coraje.
Abrió el teléfono. Otro mensaje. ¿Sí o no?
Salvajemente Eric miró a su alrededor, preguntándose si el tipo lo había seguido, si
lo estaba observando. Sus ojos buscaron las ventanas y los coches y la gente de pie
sin hacer nada en las esquinas. Podría ser cualquiera. El pánico creció, agarrado a
su garganta. Podría ser cualquiera.
¿Quien ers? Escribió.
El hombre invisible.
Pasaron unos segundos y el teléfono pitó de nuevo. ¿Sí o no? Al lado de las
palabras había un vínculo y antes incluso de que Eric hiciera clic ya sabía lo que
vería. La cara en la ventana. Su pecho estaba tan rígido que apenas podía respirar.
Sí. Escribió en respuesta.
―Hijo de puta―murmuró. Otra vez sonó el teléfono.
Sabia elección. Espero con impaciencia las imágenes de esta noche.
Eric cerró el teléfono y se quedó mirándolo. ¿Cómo había sabido el hijo de puta
que había escuchado el archivo MP3 y leído el texto? O él estaba de cerca,
vigilando, o tenía el teléfono pinchado. Eric miró a su alrededor en el interior del
coche. «O está conectado a mi coche y me está mirando en un ordenador desde
alguna parte».
Tenía que haber una manera de seguir a este tipo.
Y « ¿si no puedo? O ¿si no puedo antes de esta noche?»
«Entonces tendrás que hacer lo que dice».
―No―dijo Eric con firmeza.
Pero cuando salió a la calle, su mente ya estaba Trabajando en la logística del
incendio de la fábrica. Por si acaso.

Lunes, 20 de septiembre, 9:55 am

«Ella está aquí». Las manos de David se aquietaron en la línea que estaba
enrollando. Vio el Ford de Kane atravesar la puerta de la construcción, con el
corazón desbocado y el estomago saltando como cuando tenía trece años y estaba
a punto de pedir a un una chica ir al primer baile de la escuela.

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Una punzada de pesar atravesó sus nervios repentinos. «Y todos sabemos lo bien
que acabó», pensó con amargura. Casi veinte años de servicio no habían sido
suficientes para expiar. Estaba bastante seguro de que toda una vida no sería
suficiente. Solo podía hacer lo que pudiera. Y asegurarse de que esta vez, con esta
mujer, terminaría de forma diferente.
―Ella está aquí―dijo Jeff, arrastrando los últimos metros de la línea hasta la
camioneta. Habían pasado la última hora caminando a lo largo de la línea de cinco
pulgadas, exprimiendo cada gota de agua de la manguera. Cada pocos minutos
David echaba un vistazo hacia la puerta delantera, esperando. Ahora ella estaba
aquí.
La sonrisa de Jeff le dijo que cualquier intento de indiferencia seria una locura.
―La veo―dijo, medio esperando que su voz se quebrara como a los trece.
Afortunadamente no lo hizo.
Observó como Olivia salía del lado del pasajero, el sol de la mañana volvió dorado
el brillo de su cabello. Luego se inclinó para sacar algo del asiento delantero,
dándole una vista perfecta de su muy redondo trasero y no pudo controlar el
repentino aliento que silbó entre sus dientes. Vagos recuerdos se burlaron de él
una vez más y él alejó sus ojos, mirando en su lugar a sus manos.
El sabía como se sentían. Cómo sus redondas curvas encajaban en sus manos.
Perfectamente. No debería saberlo, pero lo hacía. Y necesitaba saber más.
Reprimiendo un estremecimiento, exhaló, deseando alejar la necesidad. Como si...
―Estoy de acuerdo―murmuró Jeff en señal de aprobación―. Muy agradable.
David apretó los dientes contra las ganas de decirle a Jeff que mantuviera sus
malditos ojos para él mismo, volviendo su voz engañosamente suave.
―Kayla te arrancaría los ojos.
La sonrisa de Jeff se amplió.
―Ella no puede decir nada. La pillé mirándote el culo.
David puso los ojos en blanco.
―Barlow llamó para decirme que querían ver el cuarto piso―se obligó a decir
razonablemente―. Échame una mano con esta línea para que podamos salir.
Pero Jeff siguió mirando el coche de los detectives.
―Hey, tu dama trajo comida. Del Deli. Eso es lo bueno. Tómate un descanso, Dave.
Sabes que quieres.
Jeff se marchó y David se puso de pie lentamente, mirándola cerrar la puerta del
coche de una patada con el pie. «Su dama». No lo era, por supuesto. Ella podría

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haberlo sido, si las cosas hubieran sido diferentes. «Si yo no hubiera hecho... lo que
fuera». Pero ella estaba aquí. «Porque es su trabajo, idiota».
Pero ella había traído comida, así que era una buena señal. «Esta es la oportunidad
que has esperado. No lo arruines como lo arruinaste la última vez».
Cosa que obviamente había hecho, pero ese era un recuerdo aún más vago
que los otros. Cuadrando los hombros, empezó a caminar, supo el momento exacto
en que ella lo vio venir. Ella se quedo inmóvil, agarrando una bolsa con una mano y
un termo en la otra, y le miró directamente. El no respiró por espacio de tres
fuertes latidos de su corazón.
Y entonces ella miró hacia otro lado cuando Jeff llegó primero, tomando la
bolsa de sus manos.
―Hay café en el termo―la oyó decir cuando se acercó.
Jeff ya estaba metiendo la cara en la bolsa.
―Tocino, huevo y queso―murmuró―. Dios mío, pensé que iba a desmayarme.
Gracias. Hay mucho, Dave. Toma un poco.
―Hay mucho―dijo ella en voz baja, con los ojos parpadeantes hacia todas partes
menos a su cara, y David sintió la frustración de ser un adulto atrapado en una
fiesta para chicos mayores.
― ¿Alguna noticia sobre la chica? ―preguntó y ella finalmente lo miró a los ojos.
Los suyos redondos, azules eran como el cielo, y muy serios.
―Todavía no. El audífono debe ayudarnos a reducirlo, así que gracias.
―Barlow dijo que queríais ver el cuarto piso. Puedo llevaros desde el exterior, pero
moverse en el interior todavía no es seguro, especialmente sin botas.
Ella asintió con la cabeza.
―Lo pillo. ¿Hay espacio para Kane y para mí en la cesta?
Kane se acerco, con una pequeña bolsa negra en una mano.
― ¿Yo, subir en la cesta? No lo creo. Tú subirás. Aquí esta la cámara y mis
prismáticos.
Ella tomo los artículos que él puso en sus manos.
― ¿No vas a subir? ¿Por qué demonios no?
La expresión de Kane era medio avergonzada.
―Alturas y yo... gran no.
Le echó a su compañero una sucia mirada.
―Gallina―murmuró, y luego volvió a mirar resueltamente a David―. Entonces
vamos para arriba. ¿Quieres comer algo primero?

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No creía que pudiera.
―No, gracias. Zell, vamos. Necesito que seas el hombre del camión.
―Yo podría subir con ella. O no―añadió Jeff cuando los ojos de David se
estrecharon. Con una sonrisa jovial, Jeff se limpió las manos en el pañuelo que
guardaba en el bolsillo y le pasó la bolsa de bocadillos al capitán, que acababa de
unirse a ellos―. Guárdame uno.
Casey sonrió a Olivia.
―Gracias, detective. Esto fue muy amable de su parte―dijo.
―No hay de qué. Pensé que todos tendrían hambre, permaneciendo aquí toda la
noche. No vamos a mantenerlos aquí más tiempo de lo necesario. Ella miró a su
alrededor.
― ¿Donde está el sargento Barlow?
―Me dijo que tenía algunos informes que escribir―dijo Casey―, y que estaría de
vuelta después del mediodía. Dos chicos de Incendios provocados están ahí ahora,
registrando cada planta por lo que puedan encontrar.
Habían buscado cuidadosamente, David lo sabía, tamizando la ceniza, buscando
cualquier cosa que pudiera conducirlos al pirómano.
―Barlow dijo que deberíamos mostraros lo que le mostramos a él. Puedes ver el
primer piso por la ventana.
David llevó a Olivia y Kane a la ventana del primer piso.
―Esta ventana era de vidrio normal y probablemente explotó en los primeros
minutos del incendio. Encontramos la mochila y el audífono al otro lado de ese
agujero―De pie detrás de ella, él se inclinó tanto que su mejilla estaba a unos
centímetros de la sien de ella y señaló―. Allí, donde los de CSU dejaron los
marcadores.
―Ya veo―murmuró. Sus hombros se tensaron, pero ella no se alejó y lo tomó
como una buena señal―. ¿El CSU ya tomó los artículos?
―Hace más o menos una hora.
El debería moverse. Realmente debería. Sabía que apestaba por el humo y el
sudor. Pero el cabello de ella olía a madreselva, tal como lo recordaba, y se tomó
otro segundo para llenar su cabeza con el perfume antes de retroceder.
Kane se había inclinado por su otro lado para pasar la cabeza por la ventana y silbó
suavemente.
―Eso es un agujero del infierno, Hunter.
―Dímelo a mí―dijo David con gravedad.

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Las cejas de Olivia se arrugaron mientras se esforzaba por ver alrededor de las
paredes interiores que quedaban.
―El gel que cubría la pelota―dijo―. ¿Encontrasteis algo aquí abajo?
―No―dijo David―. Y miré. Pero esta zona es un desastre. Si había algún gel,
estaría mezclado con ceniza ahora. El agua junta todo. Si está ahí, los chicos de
incendios lo encontrarán mientras están tamizando. Es más gruesa que la pasta de
jardín de infancia.
Ella lo miró entonces.
―Necesitamos que te guardes lo del gel y la pelota para ti mismo. Es importante.
¿Quién más lo sabe?
―Sólo yo y Zell―dijo―. Y Barlow. Y el capitán.
―Y Carrie y Gabe―añadió Jeff detrás de ellos, y luego se encogió de hombros
Cuando Olivia le lanzo una mirada blanda―. Yo no lo sabia, y David era demasiado
bueno para no decirlo.
―Carrie y Gabe están en nuestro de equipo―le dijo David cuando ella volvió su
suave mirada de Jeff a él―. Ellos pueden guardar el secreto.
―Yo también―dijo Jeff, agraviado―. Cuando sé que tengo que hacerlo.
― ¿Podemos hablar con Carrie y Gabe? ―preguntó Kane― Tenemos que
mantener el secreto.
―Por supuesto―dijo Casey―. Están recorriendo la línea ahora. Les llamaré de
nuevo al camión.
―Hablaré con los otros bomberos―dijo Kane a Olivia―, mientras tú subes.
Diviértete.
La mirada que le lanzó a Kane fue mucho menos suave, pensó David. Ella estaba
claramente molesta y una vez más no parecía muy feliz de verlo. Eso no auguraba
nada bueno.
David subió a donde descansaba la plataforma en la parte delantera del camión y
bajó la cesta hasta que estuvo a dos palmos del suelo donde ella esperaba. No
había ninguna expresión en su rostro, pero su pie golpeaba el suelo
impacientemente. El extendió la mano y después de una breve vacilación la agarró
sin mirarlo.
El la levantó y la sostuvo hasta que se estabilizó.
―Tienes que atarte―dijo él. En silencio, levantó los brazos y él pasó el cinturón de
la escalera alrededor de su delgada cintura, tratando de no enredarse en los
ganchos. O de levantar sus ojos para mirar sus pechos que arrojaban una sombra

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sobre sus manos. Tiró para probar la sujeción, luego se levantó, sin apartar los ojos
de él mismo, muy consciente de la sonrisa de Jeff y la atenta mirada de Kane―.
Estás bien.
―Ok―dijo ella, su voz ligeramente sin aliento―. Llévame arriba.
Oh, lo haré, pensó. No estaba seguro de cuando seria o de cómo iba a manejarlo,
pero esos recuerdos eran lo suficientemente claros para saber que tenía que
tenerla de nuevo.
― ¿Te molestan las alturas?
―No―su atención estaba en la pared mientras él pulsaba interruptores,
subiéndolos en el aire. Después de subir unos metros, ella lo miró sorprendida―.
Pensé que sería más movido.
―No, es muy suave.
Estaban solos ahora, los dos subiendo en un espacio de tres por cuatro. El fantaseó
brevemente de pié detrás de ella, asiéndose a los carriles uno a cada lado de ella,
enjaulándola. Presionándose contra ella. Sintiéndola contra él. Pero por supuesto
que no podía hacer eso, así que se puso a un lado, contentándose con respirar la
madreselva.
Había tantas cosas que quería preguntarle. «¿Qué hay entre tú y Barlow?» «¿Hay
alguien más?» Y la pregunta del millón de dólares « ¿Por qué te fuiste de mi
cama?»
Pero no era el momento para nada de eso, por lo que hizo la única pregunta en su
mente que no era personal.
― ¿Cual es el significado de la pelota que encontré?
Por un momento pensó que no iba a responder. Luego suspiro.
―Probablemente lo buscarás en Google cuando llegues a casa.
―Antes de llegar a casa―dijo―. Dejé mi portátil en la estación de bomberos.
―No puedes hablar de esto, ni siquiera con tu compañero.
― ¿Zell? ―David se encontró curvando los labios―. Es un buen tipo, pero tiene
problemas para guardar un secreto. No se lo voy a contar. Te lo juro―. Y se hizo
una cruz sobre el pecho.
Los ojos de ella cayeron a su mano desnuda y se demoró demasiado tiempo antes
de levantarlos de nuevo a su cara. Sus mejillas estaban ensombrecidas, más rojas
de lo que habían estado antes.

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―Incendio medioambiental―dijo ella, echando agua fría sobre sus
pensamientos―. Es un globo de cristal. Un grupo activista radical dejó globos de
cristal con grabados similares en sus incendios hace más de diez años.
―Mierda―él respiro tranquilamente―. Pero le dispararon al guardia. Justo en el
corazón. Estos grupos normalmente no se dirigen contra las personas.
―No es normal, aunque este grupo tuvo una muerte accidental, hace doce años.
El pensó en la muchacha, en su cara como la cera. Su lucha por escapar.
―Como la noche anterior.
―Tal vez. La chica sostuvo la pelota. Por ahora tenemos que incluirla entre los
sospechosos.
Él negó con la cabeza.
―Ella no estaba vestida para un incendio provocado. Ni siquiera llevaba zapatos.
Barlow pasó el detector sobre ella. Nada. Nada de hidrocarburos en sus manos.
Ella lo evaluó.
―Es cierto. Pero tenía la pelota. Tenemos que averiguar cómo y por qué.
― ¿Ese grupo radical se lo ha atribuido?
―Todavía no, y siempre lo hacían hace doce años.
―Tal vez porque mataron a dos personas―dijo David con dureza y los ojos de ella
se suavizaron.
―Tal vez. Probablemente vamos a tener que traer a los federales en algún
momento. Ellos querrán hablar contigo. Solo un mano a mano.
―Gracias―habían subido hasta el cuarto piso y detuvo su ascenso―. Aquí es
donde la encontré.
Ella se inclinó hacia adelante, entrecerrando los ojos.
―No veo ninguna huella de las manos.
David encendió el proyector y apuntó a la ventana.
― ¿Ahora?
Ella lo miró un momento y luego negó con la cabeza.
―No.
«Gracias», susurró en su mente, después se puso detrás de ella, Tomó sus
hombros con las dos manos. Bajó su cabeza hasta que su barbilla tocó su pelo,
cambió su ángulo hasta que él pudo ver el brillo.
―Ahí―murmuró―. ¿Lo ves ahora?

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Ella se había puesto rígida bajo sus manos y fue cuando tomó una temblorosa
respiración que se dio cuenta de que ella no había estado respirando antes. Lo que
era un buen presagio.
― ¿Tú viste eso? ―preguntó, con voz ronca, y un escalofrío recorrió su piel. Ella se
aclaró la garganta y cuando volvió a hablar, lo hizo enérgicamente. Aún así, él había
oído la conciencia en su voz. Fue suficiente. Era lo que había estado esperando―.
Barlow tenía razón―dijo ella con naturalidad―. Tienes buenos ojos.
Un débil zumbido de orgullo sobrepasó la emoción.
―Era más fácil de ver en la oscuridad.
Ella se inclinó hacia adelante y él la dejo ir, dando un paso a un lado.
― ¿Puedes acercarnos? ―pregunto ella, señalando― ¿Al esputo?
El maniobró hasta que el cesto estuvo a una pulgada de donde ella señalaba.
― ¿Suficientemente cerca?
Ella lo miró, con una sonrisa irónica en los labios.
―Ahora solo estás alardeando―antes de que él pudiera pensar en una respuesta,
ella sacó la cámara de la bolsa que llevaba alrededor de su cuello―. Tenemos que
llevar esta ventana al laboratorio―dijo ella, tomando una foto.
Era su turno para acercarse más hasta que vio lo que ella había señalado, una
pequeña abolladura en el vidrio a prueba de golpes, con líneas de ruptura apenas
discernibles.
― ¿Viste eso?
―Tengo buenos ojos, también―dijo ligeramente―. Yo también sabia lo que estaba
buscando.
― ¿Qué?
―Pensé sobre que ella no llevara zapatos. Si hubiera sido uno de los incendiarios,
tendría zapatos gastados de modo que pudiera alejarse rápidamente. Botas.
Zapatillas de deporte al menos. Pero no llevaba zapatos y ella sostuvo la pelota.
¿Por qué? Medía alrededor de uno sesenta, como yo―agarrando la cámara con
una mano, ella la sostuvo en alto, simulando golpear contra la ventana―. Dent
tenía razón sobre donde debía estar.
El lo entendió.
―Ella trato de usa la bola de cristal para romper la ventana. No había muebles, ni
sillas, nada que pudiera utilizar para romper el vidrio. Dios. Pobre chica.
―Lo sé―dijo―. Barlow dijo que los incendiarios vertieron el adhesivo para
moquetas en las plantas primera y segunda.

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―Es cierto. Podría mostrarte patrones de flujo si quieres.
―Hacia abajo―ella se cruzó de brazos, colgándose la cámara de su muñeca
mientras fruncía el ceño ante la ventana―. Si los pirómanos sólo alcanzaron los
dos primeros pisos y ella estaba aquí en el cuatro, y no estaba con ellos, ¿Cómo
consiguió la maldita bola?
―Creemos que vertieron el pegamento en dos plantas, pero provocaron el
incendio en el primer piso. De esa manera podían salir. Sí encendían los dos pisos,
podría haberse diseminado antes de que estuvieran fuera.
― ¿Sabemos cómo consiguieron entrar y salir?
―No que yo sepa. Tendrías que preguntárselo a Barlow―reflexionó sobre la noche
anterior―. Llegamos aquí unos cinco minutos después de recibir la llamada.
Tuvimos que atravesar la entrada, lo que nos retrasó otros dos minutos. Los dos
primeros pisos estaban plenamente comprometidos en ese momento, y no era
seguro atravesar cualquiera de las puertas. Estuvimos luchando desde fuera. Eso es
lo que estaba haciendo en el cesta en el primer piso.
Ella aún estaba frente a la ventana, pero su ceño se había vuelto reflexivo.
―Ok. ¿Y?
―Las puertas anti-incendios en el uno y dos estaban abiertas. El humo habría
llenado el hueco de la escalera. Si hubiera estado en cuclillas en uno de los niveles
inferiores...―pensó en el audífono―. Y si no pudo oírlos venir...
―Ella pudo haber estado dormida. Se despertó por el humo, trató de bajar las
escaleras, se encontró atrapada―ella lo miró―. ¿Habría podido salir a las escaleras
y el pasillo?
―Posiblemente. Pero el calor habría sido intenso.
― ¿Lo suficientemente caliente para provocarle ampollas en los pies?
El recordó las plantas de los pies de la niña.
―Sí.
Ella asintió con la cabeza, y él casi pudo ver las ruedas girando en su mente.
―Ella habría sido presa del pánico―murmuró―. Sin pensar con claridad. El humo
ahogándola. Tal vez cayó de rodillas, bajo el humo. Y de alguna manera se encontró
con la bola.
―Ella no habría podido ver nada―dijo David, su estómago se revolvió ante la idea
de lo aterrada que la niña debía haber estado―. El humo habría llenado los
primeros pisos y la escalera en cuestión de minutos. Si ella tropezó con la bota, la
encontró de alguna manera...

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Sus cejas rubias se levantaron.
―O ¿si la usaron para bloquear las puertas y dejarlas abiertas?
El había admirado su mente la primera vez que se encontraron. Eso lo recordaba
claramente.
―Posible. Así que ella la recogió, pero no podía ir más lejos, porque hacía
demasiado calor. El humo es demasiado espeso. Ella retrocede, a la escalera.
―De vuelta a la cuarta planta. Sin fuego todavía en la cuarta. Ella todavía tiene la
bola. Las personas se aferran a cosas extrañas cuando están asustadas. Ella llega a
la ventana, intenta romperla.
―Ella podría haberla golpeado con la bola hasta el segundo advenimiento y esa
ventana no se habría roto―dijo David―. Pero dudo de que ella consiguiera más
que algunos golpes. Sus pulmones ya habrían estado dañados por el humo de la
escalera, si es allí donde ella había ido.
― ¿Donde dijiste que habías encontrado la pelota?
―A poco más de medio metro de dónde sus huellas habían estado. Estaba
tumbada boca abajo, con los brazos extendidos.
― ¿El ángulo de su cuerpo respecto al muro?
―Treinta, cuarenta grados, tal vez.
―Así que tiró la bola, luego golpeó el cristal con sus manos. Estaba desesperada
para entonces― estudió las huellas en el vidrio―. Ella golpeo el cristal con sus
palmas y con los puños.
―Probablemente en orden inverso―dijo en voz baja―. Sus manos estaban
aplastadas en el cristal cuando se desplomó en el suelo. Puedes verlas bien, pero
había arañazos de sus dedos.
―Pobre chica.
Se quedó en silencio por un momento mientras él estudiaba su perfil. Había
pasado mucho tiempo desde que había estado tan cerca de ella, dos años y medio
si no contaba los minutos que ella se había sentado junto a su cama en el hospital,
después de que él rodara por el terraplén en el viejo Mazda de Evie el febrero
pasado. Y él no contaba ese tiempo mientras sus ojos habían estado demasiado
hinchados para poder ver con claridad. Ella había sido poco más que una imagen
borrosa, pero había sabido que era ella la que estaba junto a su cama tan pronto
como había olido la madreselva.
De pronto ella levantó los ojos hacia él, azules e intensos.
―Ese es un agujero infernal―dijo―. Estoy... Me alegro de que estés bien.

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Un puño apretó su corazón y él luchó por decir algo. Pero antes de que pudiera
encontrar las palabras, ella volvió su mirada hacia el lago.
― ¿Hasta dónde llega esta cesta?
El se aclaró la garganta.
―Tres metros. Estamos a un metro y medio ahora.
― ¿Me puedes llevar hasta el extremo?"
«Dulce Dios». Seguro que quería intentarlo. «Céntrate, Hunter». No estropees esto
otra vez.
―Si―la palabra salió con brusquedad, pero ella no pareció darse cuenta―. ¿Por
qué?
―Nos preguntábamos cómo la chica conocía este lugar. Creemos que ella no es de
por aquí. No se puede ver el edificio desde la carretera, Pero se puede ver desde el
lago.
El levantó la cesta más allá del tejado.
― ¿Qué buscas?
―No se lo―sostuvo la cámara delante de su cara, buscando y tomando fotos con
el zoom―. Un camino a través de los árboles, un barco oculto, algo que nos
muestre cómo encontró este lugar. Probablemente debería-mos mandar a alguien
a ras de suelo, buscando un camino por el bosque.
―Podríais intentarlo con perros.
Ella bajo la cámara, mirándole.
― ¿Para rastrearla? ―una nueva luz llenó sus ojos―. Podría funcionar―ella saltó
un poco―. Teléfono. ¿Puedes sostener esto? ―le entregó la bolsa negra con los
prismáticos y agarró su celular― Sutherland.
Su sonrisa desapareció mientras escuchaba.
―Estaremos allí en treinta minutos.
― ¿Problemas? ―preguntó él cuando ella colgó.
―El forense. Tiene algo de la chica. ¿Puedes bajarnos?
―Claro―comenzó el descenso, debatiendo sus siguientes palabras, llenando sus
sentidos con la madreselva mientras podía―. Olivia.
Ella se puso rígida y él se dio cuenta de que era la primera vez que había dicho su
nombre esa mañana.
― ¿Sí? ―preguntó ella, su mirada centrada en el lago.
«Mírame. Dame algo. Por favor».

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Entonces la vio tomar una profunda respiración y dejarla escapar. Solo volvió la
cabeza, sus ojos se encontraron con los de él.
― ¿Sí? ―preguntó de nuevo.
―Yo... ―dilo. Pero años de espera infructuosa de la mujer equivocada habían
embotado habilidades cuando se trataba de la mujer que podría ser la correcta―
Necesito hablar contigo―le espetó―. Pero no aquí, donde todos puedan oírlo.
Ella lo miró fijamente, luego, después de lo que le pareció una eternidad, asintió,
solo una vez.
―Te llamaré, cuando tenga un descanso más tarde. ¿Cuando acabas tu turno?
El alivio le inundó. Al menos ella no había dicho que no. Así que lo que fuera que
hubiera hecho, podría no haber sido tan malo... ¿verdad?
―Hace aproximadamente dos horas. Ahora son horas extras.
La cesta llegó al suelo y ella se desabrochó el cinturón ella misma, buscando a Kane
que estaba de pie al lado del capitán a tres metros de la camioneta.
―Kane, Ian llamó. Quiere que vayamos a la morgue. Le dije que en treinta
minutos― saltó de la cesta con gracia. Sus rodillas se doblaron y por un momento
quedó colgada allí, luego se enderezó como un gimnasta aterrizando―. Gracias por
la vista. Estaré en contacto―dijo enérgicamente.
Aún en la cesta, David la observó mientras se dirigía a su coche, con Kane
deambulando detrás de ella. Ella no miró hacia atrás, ni una sola vez. No fue hasta
que el coche de Kane hubo desaparecido por la puerta principal que se dio cuenta
de que nunca le había reclamado sus binoculares.
El los guardó en el bolsillo. Había ido mucho mejor de lo que esperaba.

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Capítulo Cinco

Lunes, 20 de septiembre, 10:55 am

― ¿Alguna pregunta, señor Marsh?


Eric miró, asombrado al ver que el aula se había despejado y su profesor se le
quedaba mirando fijamente.
―No, señor. Lo siento.
―Sr. Marsh, cuando duerme, ronca. Cuando está despierto, participa. Hoy no hizo
ni una cosa ni otra, y llegó quince minutos tarde. ¿Algo va mal?
―Una chica―dijo, fingiendo vergüenza―. Tendré que conseguir los apuntes de
alguien.
―Está bien. Justo a tiempo para la charla del miércoles.
―Lo haré―Eric logró escapar, luego se desplomó contra la pared externa. Si
alguien sospechara, el profesor se lo diría. «Parecía molesto, preocupado».
―Terrorífico―murmuró.
Tenia que decírselo a los demás. Esto les impactaría a todos. ¿Quemarían otro
edificio? ¿Les hablaría sobre el vídeo? Joel se asustaría. Por no hablar de lo que el
idiota haría.
Albert, pensó, no se sorprendería. Albert sabía que había alguien más allí, que
alguien había asesinado al guardia. Porque ellos no lo hicieron.
Como si alguien lo fuera a creer.
―Estamos muertos―susurró, entonces, aún desplomado contra la pared, sacó su
teléfono celular. El teléfono del tipo, que estaba en el bolsillo del pantalón, se puso
a vibrar. No podía ese bastardo haber vibrado durante la clase.
Nos vemos fuera de la biblioteca a mediodía, escribió, y luego se lo envió a
Albert, Joel, y Mary. Antes de que pudiera pulsar ENVIAR, su celular vibró. Era
Mary.
― ¿Qué?
―Oh Dios―su voz era temblorosa y hueca. Asustada―. ¿Has oído lo de Joel?
Su temor se intensificó. «¿Había hablado Joel? Maldito fuera».
―Oír, ¿qué?
Ella sollozó y él se dio cuenta de que ella estaba llorando.
―El no se presentó a clase.

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Eric dejó escapar un suspiro de alivio. «¿Eso es todo?» Mary estaba exagerando,
como de costumbre. Eric no había querido incluirla desde el principio, pero Joel
había insistido. Estar cerca de Mary siempre dejaba a Eric una sensación exagerada
y nerviosa. Nunca había entendido por qué Joel estaba tan enganchado con ella. El
sexo debía ser bueno.
―Es probable que esté encerrado en su habitación.
―No. Está muerto―su voz se quebró―. Joel está muerto.
Eric sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Guau. «Albert trabaja rápido».
― ¿Cómo? ―preguntó.
―Estaba en su coche, camino a la escuela―ella estaba llorando ahora―. El se salió
de la carretera, chocó contra un árbol. Atravesó el parabrisas. Murió desangrado.
―Infierno―le había dicho a Albert que lo hiciera de forma que no fuera doloroso.
Eso sonaba muy, muy doloroso. Pero estaba hecho. Y ellos tenían que vivir con eso,
también.
Es mejor una mala conciencia que una vida tras las rejas.
Pero ahora Joel no estaría disponible esta noche. Todos ellos tenían que participar
o el vídeo se filtraría. «Debería habérselo dicho a Albert», pensó sombríamente.
«Necesitábamos a Joel».
Tal vez el tipo aceptaría una nota. «Por favor, disculpe a Joel de cualquier extorsión
relacionada con incendios provocados, ya que está muerto». Eric cerró los ojos.
Jodidamente increíble.
― ¿Quien te lo dijo? ―preguntó.
―Su hermana me llamó. Sus... padres no sabían nada de lo nuestro. Joel dijo que
no lo habrían aprobado. Pero su hermana sabia de mí y sabia que yo necesitaba
saberlo. Pero no le digas nada a los Fischer. Yo no quiero meter a su hermana en
problemas.
Los padres de Joel eran judíos ortodoxos. Mary era católica irlandesa. Que ellos no
lo aprobarían era de esperar. Que Joel ocultara su relación con Mary... bueno, Eric
conocía a Joel desde la guardería, Y eso no era de extrañar tampoco. «Yo también
debería estar llorando», pensó. «Debería sentir algo». Pero lo único que sentía era
temor cansado. Todo este lío fue idea de Joel. Así que en cierto modo, de alguna
manera era su culpa.
―Tenemos que encontrarnos. Los tres. Biblioteca. Pronto.
―No puedo―dijo ella, aturdida―. Tengo clase.
―Evítala―espetó―. Esto es importante.

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Colgó. Tenia que tomar una decisión. De las duras. ¿Prender fuego a un almacén o
arriesgarse a la prisión? ¿Decírselo a los demás o no?
Podían huir. Dejar el país. Podían estar en Canadá en menos de tres horas. A partir
de ahí... Donde quiera que la gente fuera, al huir de la Policía. «A cualquier país
que no tuviera tratado de extradición con los Estados Unidos». Necesitaba dinero.
Necesitaba una nueva identidad. Tenia que comprar un poco más de tiempo. Pero
solo tenía trece horas.
Tal vez el tipo no lo cumpliría. ¿Por qué no iba a hacerlo? No tenía nada que
perder. «Y yo tengo todas las de perder».
Eric buscó en el bolsillo del pantalón y abrió el celular desechable, revisando la
dirección del almacén de nuevo, A pesar de que la recordaba perfectamente.
¿Quien era el propietario? ¿Eran un buen tipo o uno malo? Tal vez el dueño había
hecho algo horrible. Tan horrible que acabar con su almacén podría ser hacer un
servicio público.
«Y yo me estoy mintiendo a mí mismo». Necesito algo de tiempo. Incendiar el
almacén del desconocido le compraría ese tiempo. Mientras no hubiera más
personas heridas, solo eran cosas. Las cosas podían ser reemplazadas. Para eso
estaban los seguros.
¿No había dicho eso él mismo justo ayer? Ayer, cuando aún eran vengadores
medioambientales, Dios. ¿Cómo podían haber ido tan mal las cosas?
No podía pensar en eso. Ahora necesitaba información sobre el extraño cuyo
almacén seria cenizas para la medianoche de hoy. Tenia que encontrar una manera
de convencer a Albert y Mary de que estaban haciendo lo correcto. Necesitaba
algo de tiempo.

Lunes, 20 de septiembre, 10:55 am

Olivia estaba tranquila en el momento en que ella y Kane entraron en la morgue,


pero la voz de David todavía le llenaba la cabeza. Tengo que hablar contigo. ¿De
qué? ¿Por qué se había estado ocultando durante siete meses? ¿O iría a jugar al
prueba y verdad ‘No eres tú, Olivia, soy yo’?
Ella había mantenido la compostura en esa cesta. Tenerlo tan cerca fue un sueño y
una pesadilla, todo en uno. Pero ella no se había convertido en gelatina, aún
cuando él le había puesto sus manos sobre sus hombros y susurrado al oído.

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Incluso cuando él había dicho su nombre, su voz ronca y sexy. El hombre exudaba
sexo. Así que teniéndolo en cuenta, lo había hecho bien. Bien por ella.
― ¿Liv?―Kane estaba mirándola con una divertida, aunque dolida expresión―. O
lo sacas de tu mente o vas a casa y te tomas una ducha fría. Estás haciéndome
pensar en volver a casa para un almuerzo muy largo con mi esposa.
Sus mejillas se calentaron.
―Lo siento.
El le palmeo el hombro.
―Ian tiene que meterte en el congelador. Eso enfriará tu mecha.
― ¿Quien necesita ir al congelador?
El forense Ian Gilles salió de su oficina.
―Nadie―dijo Olivia con firmeza―. Entonces, ¿qué tienes?
―Oro―dijo Ian―. Vamos, echemos un vistazo―los llevó a la mesa iluminada,
donde un aparato de rayos X estaba montado―. El cráneo de la niña.
El corazón de Olivia comenzó a latir más rápido mientras una pieza del puzzle caía
en su lugar. Había una oscuridad distintiva, un parche con forma de lápida
aproximadamente del tamaño de una moneda de medio dólar, justo detrás de la
oreja de la niña.
― ¿Es eso lo que creo que es?
Ian pareció un poco decepcionado.
―Depende de lo que pienses que es.
Ella miró a Kane.
―David Hunter y su compañero no encontraron un audífono. No exactamente en
cualquier caso. Nuestra chica tenia un implante coclear. Lo que vio era el
procesador.
― ¿Qué es un procesador? ―pregunto Kane.
―Es un... dispositivo...―Olivia buscó a tientas las palabras― Convierte sonidos....
explícalo, Ian.
Ian se animó, su decepción se disipó.
―El procesador se coloca detrás de la oreja y convierte el sonido en señales
eléctricas. Las señales se transmiten al implante, aquí―tocó el hueso detrás de la
oreja―. El implante pasa por los sistemas auditivos normales, estimulando los
nervios auditivos. Es muy bueno. ¿Cómo es que lo conoces, Liv?
―Mi amiga tiene uno. Tú la conoces, Kane. Brie Franconi. Acabamos de hablar
sobre ella.

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― ¿La mujer que dirige la guardería de perros?―preguntó Kane.
―Era policía, pero perdió la audición. Acabó teniendo que dejar el Cuerpo,
empezar otra carrera. Ella consiguió el implante hace unos dos años―se volvió
hacia Ian―. Así que habrá un número de serie en la parte del implante, ¿verdad?
Porque el procesador se fundió, era casi imposible de identificar.
―Aquí esta―Ian le entregó una nota adhesiva con el nombre del fabricante y el
número de serie escrito en él―. Tenía esta gran presentación planificada. Vaya,
gracias.
Olivia le dio unas palmaditas en el brazo.
―Lo siento. Pero esto es realmente genial. Gracias.
―De nada. No salgáis corriendo―cuando lo dijo empezaban a hacerlo―. Hay más.
Lo siguieron hasta la sala de autopsias. Los cuerpos de aquí no la molestaban como
lo hacían en el campo. En el momento en que llegaron allí, se le había pasado el
pánico.
La chica estaba en la mesa, una sábana la cubría desde el cuello hasta las rodillas.
El hollín había sido lavado de su cabello y su cara era fantasmalmente blanca bajo
las deslumbrantes luces.
―Tan joven―murmuró Kane.
―Probablemente dieciséis años―dijo Ian―. La causa de la muerte fue inhalación
de humo. Londo dijo que notó lo que parecía ser un trauma reciente por abuso.
Sus radiografías mostraron fracturas en su brazo derecho y algunos daños en su
mano izquierda. Ella también había estado bebiendo la noche anterior. Su alcohol
en sangre era cero nueve. Había comido tacos muy poco antes del fuego.
―Si ella tomó comida local―dijo Olivia―, podríamos rastrear sus últimas horas.
―O de su pareja―dijo Ian―. Ella había tenido sexo muy poco antes de la muerte.
Una hora, muy probablemente menos.
Olivia frunció el ceño.
― ¿Alguien estaba allí con ella? ―dijo― ¿Teniendo sexo?
―Supongo que no habéis encontrado otro cuerpo―dijo Ian.
―Todavía no, pero las dos primeras plantas son aún un desastre―dijo Kane.
Entonces él hizo una mueca―. ¿Qué pasa con el guardia?
Ian negó con la cabeza y ambos Olivia y Kane soltaron rápidos suspiros de alivio.
―El tipo de sangre equivocado. Además, Henry Weems se hizo una vasectomía
hace diez años. Apareció en su ficha. La chica no usó condón y su pareja tenia un
recuento muy alto de esperma.

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―Oh, bueno―dijo Olivia―. Odiaría tener que decepcionar a la señora Weems.
―Por otra parte―dijo Kane―, o estamos buscando otro cuerpo o...
―O su pareja se escapó―el pulso de Olivia se aceleró―. Si se fue, podríamos
tener un testigo ocular.
―Cuando ella se cayó, se golpeo las rodillas―Ian tiro de la sábana hacia atrás,
revelando moratones en las rodillas de la chica―. También tiene un tobillo
levemente torcido. Ella podría haberse caído y haberse separado de esta otra
persona.
―David dijo que el humo hubiera sido tan espeso que no podría ver, y ella no
podía oír a su pareja, ya que ella no tenía su procesador. Que se separaran tiene
sentido.
― ¿Es posible que el tipo con el que tuvo relaciones sexuales sea el pirómano?
―pregunto Kane―. Tal vez ¿él la mantuvo allí en contra de su voluntad e inició el
fuego con ella allí a propósito?
Ian se encogió de hombros.
―Cualquier cosa es posible, pero la víctima no tenia cardenales o desgarros
vaginales, por lo que no parece que el sexo fuera forzado. El análisis inicial de orina
no mostró ninguna de las drogas típicas, y su índice de alcohol no era lo
suficientemente alto como para incapacitarla. Por supuesto, la toxicidad de la
sangre puede haberse bajado con algo. Lo tendré mañana por la mañana.
― ¿Qué hay del chico con el que tuvo sexo? ―pregunto Kane.
―Pelo oscuro, raza caucásica. Dejo tras de sí algo de pelo púbico. Además, si
estaban juntos cuando comenzó el fuego, El debe tener cierto deterioro pulmonar
a causa del humo. Puede ser leve o severo, dependiendo de cuanto tiempo se vio
expuesto. Dęberiais comprobar a cualquiera de los ingresados en hospitales con
líquido en los pulmones. Se filtra después de la exposición al humo.
―Como mínimo, podría estar muy conmocionado―dijo Olivia.
―Si todavía está vivo―respondió Kane―. Si él quedó atrapado en las llamas, los
bomberos podrían haber caminado justo a través de sus restos y no saberlo.
― ¿Qué pasa con el guardia? ―preguntó Olivia― Por favor, dime que estaba
sobrio.
―Como un juez. La alcoholemia fue de cero, la orina estaba limpia. Haré su
examen después del almuerzo.
― ¿Es él? ―preguntó Olivia, señalando otro cuerpo cubierto con una sábana en
una camilla a un lado de la habitación.

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―No, esa es una víctima de accidente de tráfico, traída esta mañana. El chico no
llevaba el cinturón de seguridad puesto. No queda mucho de su cara después de
pasar a través del parabrisas. No te preocupes. Tu chico va primero―dijo Ian
cuando Olivia comenzó a preguntar―. Te llamaré cuando sepa algo.
Olivia sostuvo en alto la nota adhesiva con el número de serie del implante.
―Gracias. En serio. Ahora podremos obtener una identificación.

•••

Lunes, 20 de septiembre, 11:30 am

David sabía que debería estar cansado, pero no lo estaba. Una energía fina
crepitaba sobre su piel, una que no tenía nada que ver con la urgencia por entrar
en un incendio y salir indemne. No, era la conciencia de que se encontraba al
borde de algo importante.
Algo vital. Si jugaba bien sus cartas, podría acabar con algo que nunca había
encontrado, pero siempre anheló. Algo que probablemente aún no se merecía.
«Mi propio hogar. Mi propia familia». Una esposa, hijos... todas las cosas que su
familia y amigos habían encontrado, cada uno a su tiempo. A medida que pasaban
los años, se había convertido en el tercero en discordia. El único que seguía soltero.
El único que seguía solo.
Se había quedado en Chicago demasiado tiempo, mirando mientras la mujer con la
que había soñado durante años se casaba y formaba una familia con otra persona.
Había tratado de encontrar a alguien que ocupara su lugar. Pero no había habido
nadie que estuviera cerca.
Hasta una noche de abril de hace dos años y medio, cuando Olivia cayó en sus
brazos en la cena de ensayo de su hermana. «Y tuviste que ir y echarlo a perder».
Pues bien, esta noche tenía la oportunidad de arreglar lo que fuera que la hubiera
hecho salir corriendo. El no lo jodería de nuevo.
Abrió la puerta de entrada de su edificio de apartamentos. Las paredes de la
entrada serian lo siguiente en la lista de la pintura, pensó, mirando alrededor como
hacía cada vez que entraba. Pero cada vez que entraba, el lugar parecía un poco
mejor. Todo lo que necesitaba eran algunos ‘arreglos’, como su madre diría.

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Había comprado el viejo edificio como un capricho siete meses antes. Su vieja
amiga Evie había vivido aquí antes de encontrar su propio final feliz, que tanto
merecía. Hace siete meses, ella le había pedido ayuda con su techo con goteras.
Había arreglado las fugas, entonces decidió quedarse, por un montón de razones.
La mayor de las cuales fue la forma en que su pecho se había apretado cuando
Olivia había entrado en su habitación del hospital, después de que el coche que
había estado conduciendo hubiera sido echado de la carretera por una psicópata
asesina. Ese día en el hospital, habían pasado dos años desde que la había visto. El
casi se había convencido a sí mismo que la había soñado a ella y a la noche que
habían pasado juntos.
Pero en el momento en que había olido la madreselva, había sabido que era real.
Así que había decidido quedarse, empezar de nuevo. Construir algo que fuera
suyo. En los últimos siete meses había ‘arreglado’ más este viejo edificio,
convirtiendo gradualmente sus diez apartamentos en obras maestras que los
profesionales urbanos saltarían por poseer, lo que había sido su plan. Corregir un
problema, darle la vuelta, ir al siguiente. Miró los nombres cuidadosamente
estarcidos en la fila de buzones de roble antiguo y tuvo que sonreír.
No había funcionado exactamente como había planeado, pero descubrió que le
gustaba mucho más la forma en que había terminado. Subió corriendo los tres
tramos de escaleras hasta su apartamento tipo loft, pensando en el proyecto de
embaldosado de la cocina que había dejado a medio hacer. Podía hacer un gran
avance mientras esperaba la llamada de Olivia. Tenía que mantenerse ocupado, o
se volvería loco.
― ¿David? ―era una voz fina, sonando más como un niño que como la madre de
uno. Desafortunadamente, Lacey era ambas cosas.
Miró por encima de la barandilla al rellano del segundo piso donde una joven
estaba de pie, con un bebé en sus brazos.
―Hey, Lace. ¿Qué pasa?
―Es el refrigerador. No enfría. Sé que acabas de terminar tu turno, y no habría
dicho nada, pero la señora Edwards dijo que necesitabas saberlo. Lo siento.
―No, Está bien.
Bajó rápidamente un tramo de escaleras y entró en el apartamento que aún
no había terminado de rehabilitar, aunque era habitable. Los juguetes cubrían el
suelo, y las cajas de leche para bebé estaban apoyadas contra una pared. Pero el
lugar estaba limpio, a pesar de que en ese momento olía ligeramente a vómito de

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bebe. La señora Edwards dirigía un barco muy apretado en el que cada una de sus
jóvenes madres era responsable de las tareas, pero ni siquiera la señora Edwards
podía evitar que los bebes vomitaran.
David abrió la nevera y suspiró. Estaba roto.
―Las provisiones se echarán a perder.
Lacey agachó la cabeza.
― ¿Se puede arreglar?
―No. Este refrigerador está para el depósito de chatarra. Tengo uno nuevo listo
para instalarlo, pero yo quería embaldosar el piso primero. Puedo tener la nueva
nevera aquí mañana, pero vamos a tener que mover tus cosas arriba hasta
entonces. ¿Donde está la señora Edwards?
―Elly tenía una cita con el doctor y Tiffany no tiene su carné todavía, Así que la
señora E tuvo que llevarlos―Lacey suspiró dramáticamente―. Tiffany suspendió el
examen práctico.
David hizo una mueca.
― ¿Otra vez? ¿Qué pasa con Elly?
―Nada, Solo un examen rutinario a un bebé. Y las vacunas.
―Bueno―extendió sus manos sin dudarlo y, ella puso a su bebé en ellos. El niño
de Lacey era precioso―. ¿Conseguiste el trabajo en Martino’s?
Lacey sonrió.
―Sí. Tengo de que trabajar por las noches, pero las propinas son buenas y todavía
puedo ir a mis clases de la escuela preparatoria durante el día. Gracias por las
referencias que diste por mí, ayudaron.
Como si entendiera el cambio de humor repentino de su madre, el bebé se rió,
haciendo sonreír a David. El chico tenía una risa contagiosa, haciéndole echar de
menos a sus propias sobrinas y sobrinos. Besó la mejilla rechoncha del bebé y se lo
entregó de nuevo a Lacey.
Martino’s era un italiano regentado por la familia de uno de los bomberos en el
turno B en la estación de bomberos.
―Te tratarán bien allí. Subiré tus perecederos a mi nevera. La señora Edwards
tiene una llave si tengo que salir―«Si Olivia llama, saldré pitando».
Unos minutos más tarde, estaba de pie en su puerta haciendo malabarismos
con los comestibles mientras intentaba meter la llave en la cerradura. Se apoyó
contra la puerta, tropezando cuando se abrió, revelando a una mujer sentada a su

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mesa de comedor, con una taza de café en una mano. Por un momento se quedó
mirando, luego sintió una sonrisa partir su rostro.
― ¿Ma?
Ella dejo la taza sobre la mesa con estrépito y cruzó la habitación, abriendo los
brazos.
―Te extrañé―susurro, abrazándolo con fuerza.
―Yo te extrañé también―dijo él y ella retrocedió, secándose los ojos.
―Deja que te mire―dijo, dejando caer las bolsas de comida en la mesa y le tendió
amablemente los brazos. Ella lo miró de arriba abajo y asintió, satisfecha.
― ¿Qué estás haciendo aquí, mamá? ―pregunto―. Me alegro de verte, Pero no te
esperaba hasta dentro de dos semanas. No estoy listo para decorar aún. Iba a
llamarte cuando tuviera los suelos hechos.
Su madre tenía ojo para el color y había estado ansiosa por ayudar con la
rehabilitación de su edificio. Le había prometido que podía elegir alfombras y
cortinas y los muebles y todos los adornos que hacían de la casa en la que había
crecido un verdadero hogar.
―Grace comenzó preescolar―dijo―. Mi última nieta está en la escuela y yo no
tenia nada que hacer con mis mañanas. Por eso he venido a verte.
―Deberías haber llamado. Te habría dejado una llave o habría ido al aeropuerto.
Ella frunció el ceño ligeramente.
―Conduje desde Chicago. No soy tan vieja como piensas.
―No lo es―una voz retumbó desde la cocina y David se volvió, sorprendido. Había
oído la voz de su inquilino del primer piso, pero no veía el cuerpo que iba con ella.
― ¿Glenn? ¿Qué demonios estás haciendo en mi casa?
―David―advirtió su madre―. El Sr. Redman tenía una llave. El me dejo entrar.
―No estoy enojado porque esté aquí. Estoy enojado porque está ahí abajo―David
dio la vuelta al mostrador y miró hacia abajo, dónde Glenn Redman estaba sentado
en el suelo, alineando meticulosamente los azulejos, la luz de la bombilla desnuda
se reflejaba en su brillante cabeza calva―. ¿Estás bien?
Redman le dirigió una mirada agria.
―Estoy bien. Sé lo que puedo hacer.
―Famosas últimas palabras―dijo David, con amargura. Luego miró las baldosas
que el viejo había dispuesto en un diseño geométrico preciso―. No está mal.
―Está muy bien, muchacho―resopló Redman―. Mejor de lo que tú lo estabas
haciendo. Admítelo.

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―Bien. Lo admito. Gracias.
― ¿Fue tan difícil?
Redman le tendió una mano y David lo puso de pie, sosteniéndolo hasta que
el hombre estuvo firme. El estaba al final de lo que había sido una larga serie de
quimioterapia, y su pronóstico era bueno, pero aún no tenía la energía que había
tenido cuando David se encontró con él por primera vez en la estación de
bomberos, hace siete meses. Eso fue apenas unas semanas antes de que los
médicos descubrieran el tumor de Glenn y justo un mes antes de convertirse en
inquilino de pago de David. Por supuesto, el pago era una cosa relativa.
El edificio de apartamentos de David estaba idealmente ubicado cerca del hospital,
mientras que la cabaña de jubilado de Redman estaba demasiado lejos para que él
siguiera fácilmente sus tratamientos de quimioterapia. Así lo habían acordado.
Mientras Redman viviera allí, David tendría el uso de la cabaña y su lago lleno de
luciopercas. Ambos estaban contentos con el arreglo.
―No, no fue difícil de admitir en absoluto. Odio el trabajo de embaldosar―dijo
David, después miró a su madre―. No creas todo lo que te diga, Ma. Es un
mentiroso consumado.
Ella estaba revisando sus bolsas del supermercado.
― ¿Por qué están llenas de biberones?
Redman le tendió la mano, pareciendo satisfecho.
―Diez.
Entrecerrando los ojos, David sacó su cartera y puso un billete de diez dólares en la
mano del anciano.
―No te regodees. Glenn se había apostado a que el refrigerador del 2A no iba a
durar una semana más. Yo tenia la esperanza de duraría hasta que tuviera el suelo
hecho.
Ella lo empujó suavemente a un lado y comenzó a poner la comida de ‘chicas’ en su
nevera.
―Hay bebes en el 2A, lo pillo.
―Una maldita puerta giratoria―se quejó Glenn―. La Sra. Edwards admite madres
solteras.
―El juega con los bebés cuando piensa que nadie está mirando―dijo David.
―Has adquirido una casa bastante completa―dijo su madre―. Todos esos
nombres en los buzones de la planta baja me sorprendieron. No pensé que me
fuera a encontrar a nadie viviendo aquí todavía.

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David se encogió de hombros.
―No era tampoco mi plan. Pero las personas necesitan un lugar. Tengo
habitaciones. No parecía que tuviera derecho a decir no.
―El chico es un maldito pelele―se quejó Glenn.
Su madre sonrió.
―¿Dónde puedo dormir, hijo? No tienes muchos muebles.
«Solo una cama». Porque realmente, realmente había esperado que Olivia llamara.
―Estaba esperando a dejarte elegir todo. Puedes usar mi cama. Tengo un colchón
de aire
― ¿David? ¿David, estás aquí?
Había una nueva voz en la puerta delantera abierta, una que sonaba
anormalmente molesta. Momentos después una belleza de pelo negro estaba de
pie en la puerta de la cocina, con los ojos entrecerrados.
―Necesito hablar contigo. Ahora. Por favor.
Su madre miro a Glenn, quien se encogió de hombros.
―Nunca he visto a esta―dijo Glenn.
―Mamá, esta es Paige Holden. Paige, estos son mi madre y Glenn. Paige es del
dojo y normalmente es muy educada―David frunció el ceño―. ¿Por qué no estás
siendo amable?"
Paige lanzó un profundo suspiro.
―Es un placer conocerlos a ambos. Lamento haber interrumpido. No sabía que
David tenía compañía.
Su madre parecía fascinada.
―Siempre estoy contenta de conocer a los amigos de mi hijo.
―Y eso es todo lo que es, mamá―insertó David antes de que su madre pudiera
tener una idea equivocada―. Paige y yo somos amigos y compañeros de
entrenamiento. Ella me patea el culo todos los martes y jueves, cuando no estoy
de guardia.
―Así que ¿usted es cinturón negro, también? ―preguntó su madre y Paige asintió.
―Sí, señora. David me ayuda con una clase de defensa personal que imparto. Es
nuestro uke7.

7
-UKE- Uke es una palabra proveniente del verbo japonés “ukeru”, recibir y puede usarse con varios significados. En las artes

marciales, cuando los practicantes trabajan por parejas, se llama nage a aquel que aplica una técnica determinada y uke al que la

recibe.

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―El atacante―explicó David―. Entonces sus alumnas me patean el culo.
Las cejas de Paige se levantaron.
―Uno pone una gran confianza en el uke de uno―dijo de manera significativa―.
Le confías tu seguridad. Esperas que sea honesto.
―Ya veo―dijo su madre―. Obviamente tienes algo en mente, así que Glenn y yo
guardaremos esta comida, y los dos podréis hablar.
―Gracias―perplejo, David la llevó de regreso a su vacía habitación de invitados y
cerró la puerta―. ¿Qué demonios, Paige?―preguntó, toda pretensión de cortesía
desaparecida.
Ella apoyó sus puños en sus caderas.
―Me has usado. Idiota.
― ¿Cómo te utilicé?
―Olivia vino al gimnasio esta mañana. Muy temprano, así ella podía evitarme.
David hizo una mueca.
―Ha pasado un tiempo desde que estuvo en el gimnasio.
―Y eso lo sabes porque has estado leyendo las hojas de inscripción. Rudy me lo
dijo. También me dijo que habías preguntado por Olivia y que él te dijo que éramos
viejas amigas.
―Rudy es una comadreja―murmuró David y los labios de rubí de ella se crisparon,
pero solo una vez.
―Eso es lo que Olivia dijo esta mañana porque Rudy me dijo que ella había
venido―su expresión se ensombreció―. Maldita sea, Tú la conoces. Y lo digo en el
sentido bíblico. Sabías que yo la conocía y nunca dijiste una palabra. ¿Te unes a mi
dojo solo para usarme para llegar a ella?
«En el sentido bíblico». Basado en sus vagos recuerdos, eso era muy posiblemente
la verdad.
―No es lo que piensas―suspiro―. Conocí a Olivia en una boda.
―Lo sé. La boda de su hermana Mia hace dos años y medio. Después de lo cual el
conocimiento bíblico sobrevino―su voz se elevó―. Después de lo cual nunca la
llamaste.
―Tranquila―dijo entre dientes―. Mi madre tiene orejas como un maldito
murciélago. Conocí a Olivia en la cena de ensayo. Yo estaba sentado en los
escalones de la iglesia, aplazando el momento de ir dentro.

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Sus ojos se estrecharon con desconfianza.
― ¿Por qué?
―Porque era una boda más a la que había ido solo.
La mirada de Paige se volvió escéptica.
―Ahora quieres hacerme creer que tienes problemas para conseguir una mujer.
¿Tú, Sr. Perfecto?, eso es demasiado bueno para ser verdad. Por favor.
Su risa fue sin alegría.
―Mírate tú. Eres preciosa. Eres agradable. Por lo general. Normalmente, ¿tienes
un buen hombre?
Los hombros de ella se hundieron.
―Buen punto, muchas gracias. Pero estoy jodida.
―Bueno, cariño, no eres la única―dijo con amargura―. Todos tenemos nuestros
problemas.
Ella consideró esto.
―Suficiente. Así que ¿Por qué involucrarme a mí? ¿Por qué yo?
―Evie tomó clases de defensa personal contigo y me dijo que eras buena, así que
fui al dojo a conocerte. Me gustó, así que me uní. Yo no sabia que conocías a Olivia,
no al principio.
―Olivia recomendó mi clase a Evie―dijo Paige y pudo ver que ella le creía―. Así
que estamos atrapados en un círculo de amigos. Pero luego te volviste el chico-
espía. ¿Por qué?
―Yo vi el nombre de Olivia en la hoja de registro del gimnasio y me sorprendió, Así
que le pregunté a Rudy. El dijo que venía regularmente, que las dos sois amigas. Así
que dejé que las cosas siguieran. Mantuve un ojo en la hoja de registro y Rudy me
mantuvo al tanto.
Las cejas de ella se alzaron.
―Realmente es una comadreja.
―Prefiero ‘informante confidencial’―dijo él y sus labios se torcieron―. ¿Qué?
―Eso es lo que le dije a Liv. Así que la conociste en una boda, obviamente, ligaste
con ella, jugasteis en horizontal, y después ¿no llamaste? Eso no es agradable,
David.
―Ella me dejó―protestó David―. Me desperté y ella se había ido. Sin una nota,
nada. Y yo llamé, pero el número que encontré en la guía telefónica había
cambiado.

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Ella se mudó justo en ese momento. Podrías haber pedido su número a su
hermana.
David pensó en la hermana de Olivia, Mia, que era una de las pocas que había
sabido cuan desesperadamente se había enamorado de otra persona.
―Eso es... complicado.
― ¿Te acostaste con Mia, también? ―preguntó, alzando la voz en un grito.
―Maldita sea―dijo él entre dientes―. Silencio. No me acosté con Mia, también.
Ni siquiera lo hice con Olivia. Lo qué pasó entre Olivia y yo es asunto nuestro. Tenía
la esperanza de que ella llamara y cuando no lo hizo pensé que lamentaba lo
sucedido.
―Lo que ella dice, hace."
David levantó las cejas.
―Y ¿lo hace?
―Tendrás que preguntarle a ella. ¿Por qué has venido a Minneapolis? Quiero la
verdad.
El suspiró.
―Evie necesitaba ayuda para arreglar su techo. Yo había estado buscando algún
tipo de... no sé, una señal o algo. Vine y Evie fue atacada, después me echó de la
carretera esa psicópata y Olivia era la policía encargada del caso.
―Un infierno de señal―dijo Paige.
―Sí. Debería haber dejado Chicago hace mucho tiempo. Había una mujer llamada
Dana...
La boca de ella se descolgó tristemente.
― ¿Ella murió?
―No. Ella conoció a alguien―y él había pensado que nunca lo superaría.
Ella suspiro.
―Estuve allí, hice eso. ¿Y?
―Y nada. Dana estaba contenta con ese otro tipo. Nunca supo como me sentía,
ella nunca sintió lo mismo. Me alejé. Pero no lo suficiente. Nuestras familias
están... conectadas. Cumpleaños, aniversarios, días de fiesta. Tenia que verla todo
el tiempo.
―Conozco el nombre―dijo Paige―. Dana estaba en la boda, también. Vi su foto.
―Ella era dama de honor de Mia. Me alegré de no conocer al prometido de Mia lo
suficientemente bien como para que me pidiera ser su padrino.
―Eso habría sido horrible.

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Paige tenía una especial habilidad con los eufemismos.
―Es cierto―dijo él―. Yo había estado buscando una manera de salir de Chicago
por un tiempo, pero mi trabajo estaba allí, mi familia. Evie me dio el empujón que
necesitaba para mudarme― lo había desafiado a que dejara de esconderse del
mundo, a que dejara de mirar a otras personas siendo felices. Y había tenido razón.
―Así que después de dos años, te mudaste aquí. ¿Por qué no llamaste a Liv
durante siete meses?
―Porque Olivia estaba desenterrando cuerpos de la fosa de esa psicópata,
informando a todas las familias. Evie me dijo lo retraída que Olivia se estaba
volviendo. Así que la vi, durante unas semanas. Quería ver si ella estaba mejor,
menos estresada. Quería ir hasta su puerta y―tomó aliento― retomarlo donde lo
dejamos. Pero ella parecía empeorar a medida que pasaban las semanas, nunca
era un buen momento. Mira, Evie le dijo que había comprado este lugar. Pensé que
si ella no llamaba, no quería retomarlo dónde lo habíamos dejado. Así que esperé.
Podía ser paciente.
― ¿Siete meses? ―Paige negó con la cabeza―. Ni siquiera tú eres tan paciente.
Quiero la verdad.
El cerró los ojos. No estaba seguro de poder manejar la verdad.
―La verdad es que no recuerdo mucho de esa noche.
―Sí, claro. Te acuerdas de todo lo que has visto o leído. Tienes memoria
fotográfica. ¿Cómo es posible que no recuerdes esa noche?
―Tuve que beber demasiado en la recepción. Nunca me emborracho. Nunca―un
recuerdo se clavó en él. No se había emborrachado desde aquella noche de hace
casi veinte años. Una noche que arruinó tantas vidas. Una noche por la que había
hecho penitencia desde entonces, pero todas las buenas obras del mundo nunca
traerían a los muertos de vuelta a la vida―. Yo no se por qué Olivia salió corriendo.
No sé lo que hice.
― ¿Puedo darte un consejo? ―dijo ella en voz baja.
Abrió los ojos, encontró los de ella cálidos de nuevo.
― ¿Por qué no?
―Olivia puede sacarte cualquier demonio que te esté quemando por dentro. Dile
la verdad. Déjala decidir si podéis continuar donde lo dejasteis. David, no puedes
hacerte cargo de todo el mundo. Al tratar de protegerla, hiciste exactamente lo
contrario. Le hiciste daño.
―Nunca fue mi intención. Dijo que hablaría conmigo.

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―Bueno. No lo jodas de nuevo―ella se inclinó y le besó la mejilla―. Buena suerte,
David. Confía en ti mismo.
Él negó con la cabeza.
―No puedo. Es demasiado importante.
―Tienes que hacerlo. Nos vemos mañana en el dojo. Y no te preocupes―hizo un
movimiento de cierre a través de sus labios―. No hablaré. Tengo que volver. Mi
almuerzo ha terminado.

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Capítulo Seis

Lunes, 20 de septiembre, 12:15

―Estás completamente loco―dijo Albert, retrocediendo, con las palmas hacia


fuera―. De ninguna manera.
Mary estaba sentada en el césped frente a la biblioteca, con los ojos enrojecidos.
―Eric, Joel está muerto. ¿Cómo puedes siquiera sugerir tal cosa, ahora, de todos
los momentos?
La muerte de Joel en realidad le había dado el argumento que necesitaba para
convencer a los demás para ayudarle a incendiar el objetivo del tipo de los
mensajes. «Solo uno. Pensó. Mañana, huiremos».
« ¿Cuando les hablarás sobre el vídeo para que sepan que necesitan huir?»
«Esta noche. Después de que el trabajo esté hecho».
El almacén pertenecía a un tipo llamado Tomlinson que vendía accesorios de
fontanería, pero que parecía haber hecho algo malo para ser objeto de chantaje e
incendio.
―Albert, ven aquí y deja de pasearte como un tigre. La gente se dará cuenta―Eric
se sentó junto a Mary y le acaricio la mano―. Mira, el almacén de Tomlinson era el
siguiente en la lista de Joel―lo cual no era totalmente cierto pero,
afortunadamente, Joel no estaba allí para refutarlo.
―Vende accesorios de fontanería. ¿Qué tiene eso que ver con humedales o el
hábitat? ―preguntó Mary― Joel nunca me mencionó a Tomlinson.
―Me lo mencionó a mi, muchas veces―mintió Eric sin problemas―. Tomlinson es
uno de los inversores en KRB, Inc. Uno de los mayores inversores, de hecho―por
supuesto que no lo era. Pero no esperaba que Mary o Albert supieran como
verificarlo―. Si KRB sigue adelante con su proyecto, será con el dinero que este
tipo les da.
―Estás completamente loco―murmuró Albert de nuevo―. ¿Hacer otro, después
de anoche?
―Es el momento perfecto―dijo Eric―. Míralo de esta manera. ¿Quien sabe lo que
Joel dijo a sus padres o lo que podían haber sospechado? Llega molesto a casa.
Siempre está con lo de salvar los humedales y hay un incendio. Todos tomasteis
una ducha, pero su ropa todavía olía a humo. Los Fischer no son estúpidos. Si no lo

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hacemos otra vez, pensarán que Joel prendió fuego al edificio. Si atacamos de
nuevo, sabrán que Joel no tuvo nada que ver con eso.
―Sospecharán de ti―dijo Albert fríamente―. Tú eras su amigo.
«Menudo amigo. Yo di la orden de que lo mataran».
―No, no van a sospechar de mí―dijo rotundamente―. El sr. Fischer solía decir
que no tenía imaginación. Ni pasión. Sólo un machaca-números. El se reía de ello.
Digamos que yo era una persona de confianza a quien tener alrededor de Joel. Que
evitaba que saliera corriendo mal preparado para acometer sus causas.
― ¿Cómo pudo suceder esto? ―se lamentó Mary―. Joel estaba molesto cuando lo
dejé anoche, pero no estaba... ya sabes.
―No, ¿qué? ―pregunto Albert.
―Suicida―dijo―. La carretera estaba seca. Ya era de día. Creo que se salió de la
carretera deliberadamente. Si hubiera pensado que iba a hacerse daño a sí mismo,
nunca lo habría dejado.
Eric no se atrevió a mirar a Albert.
―Fue un accidente, como la niña. Nadie tenía la intención de que la chica saliera
herida. Fue un accidente.
Mary se cubrió la cara con las manos.
―No puedo ver las noticias. No pude soportar saber el nombre de ella. Sigo
tratando de olvidarla, pero yo la veo allí, gritando.
Un escalofrío se deslizó por la espalda de Eric. La imagen no había salido de su
mente tampoco. Pero, al menos, Mary no estaba viendo las noticias, así que no
había oído hablar del guardia todavía.
―Mary, escucha. Piensa en lo que tenía a Joel tan encendido. Lo que te tenía a ti
encendida. Esos humedales. Nuestra Tierra. Queríamos mantener un rincón de
nuestra Tierra... a salvo―el rezumaba sinceridad. Se ahogaba en ella. Ayer habría
creído cada palabra. Hoy solo quería que terminara―. Les detuvimos, pero sólo
temporalmente. Con el dinero de Tomlinson, reconstruirán. Quizás, más grande.
Eso significa que todo nuestro sacrificio fue en vano. Joel habría muerto en vano.
Tú no quieres eso, ¿verdad?
Mary negó con la cabeza.
―No―susurró.
―El hubiera querido esto―murmuró Eric―. Lo sabes. Se lo debemos a él.
Ella se quedó muy quieta.
― ¿Qué hacemos? ―susurro.

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Eric quiso soltar un suspiro de alivio, pero lo mantuvo dentro.
―Reunión en el estacionamiento, mismo lugar que antes. Tomlinson tiene un
perro guardián. Tendremos que traer un poco de carne con algo de polvo para
dormir. Solo para hacer que se duerma, Mary―añadió cuando ella se
estremeció―. Tenía algún relajante muscular, pero caducaron hace mucho tiempo.
―Tengo algunas pastillas para dormir―murmuró ella―. Lo justo para hacerle
dormir.
―Absolutamente―aseguró Eric.
Ella enderezo los hombros.
―El entierro de Joel es mañana.
Las cejas de Eric se alzaron.
― ¿Mañana? Oh sí. Es una norma ortodoxa, ¿verdad?
―Entierro en menos de veinticuatro horas. Yo quiero ir, pero si voy sola con sus
padres enloqueceré. Vais a ir, ¿no? ¿Iréis conmigo?
«Si estoy todavía en el país».
―Por supuesto. Descansa un poco. No veas las noticias.
La vio alejarse, luego se volvió hacia Albert.
― ¿Estás dentro?
Albert miró al frente.
― ¿Qué tiene?
― ¿Qué tiene quien?
Un músculo tembló en la mandíbula tensa de Albert.
―El tipo que le disparo al guardia. Nos vio. Está haciéndonos cometer este
estúpido crimen―su acento se hizo más pronunciado, como siempre cuando se
emocionaba. Por lo general, Eric lo encontraba excitante. Hoy no―. Esa es la única
explicación para esta ridícula farsa. Entonces, ¿que tiene de nosotros?
¿Qué había que decir?
―Un video. De todo el asunto. Primeros planos de nuestras caras y de la cara de la
chica en la ventana. Tú golpeando a Joel y arrastrándolo.
―Así que ¿ahora somos sus perras? ―preguntó Albert con amargura.
―O eso, o huimos.
― ¿A dónde huiríamos? El mundo es un lugar muy pequeño.
Eric intentó una pequeña sonrisa que salió dolorosamente plana.
― ¿A Francia? No extraditan si existe la posibilidad de pena de muerte. Y tú hablas
el idioma.

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Albert no sonrió.
―Esto es Minnesota. Sólo iríamos a la cárcel de por vida―volvió sólo la cabeza,
taladrando a Eric con la mirada―. ¿Cuándo planeabas decírmelo, mon ami? ―lo
que antes había sido cariño ahora fue un suave gruñido.
―Esta noche. Después de que hubiéramos terminado. Necesitaba un poco de
tiempo. Si os negabais, él mostraría el vídeo y yo estaría atrapado.
―Yo, yo, yo…―murmuró Albert― Te ocupaste mucho de ti mismo. ¿Cuándo iba yo
a elegir?
― ¿Qué habrías hecho de otra manera, Albert?
Por un momento, Albert no dijo nada. Cuando habló, su voz era fría.
―No te lo habría ocultado. Yo no voy a huir. Este tipo, ¿cómo se pone en contacto
contigo?
Eric tomó el teléfono celular y el reproductor de MP3 de su bolsillo.
―El me envió un mensaje a mi celular, luego me dijo donde encontrar esto.
―Tomlinson no es un inversor de KRB.
―No.
―Esa no es la pregunta, Eric. ¿Pensaste que era demasiado estúpido para
comprobar esto yo mismo? Antes de estar de acuerdo con este esquema
incendiario tuyo, quería estar seguro de que permanecerías ileso. Revisé los
inversores del edificio para estar seguro de que la compañía de tu padre no estaba
entre ellos, que no tendrían ninguna perdida financiera. Que en tu celo no
morderías la mano que te alimenta.
―Y ¿que te alimenta a ti, también? ―preguntó Eric con amargura.
La expresión de Albert permaneció impasible.
― ¿No te preguntabas por qué seguía junto a ti?
Eric negó con la cabeza, inseguro de querer saberlo.
―Pensé que creías.
― ¿En salvar un lago? ―se burló Albert―. Yo creía en tu futuro. Pensé que si te
sacabas esta... obsesión de encima, serías capaz de seguir adelante. Quería estar
seguro de que estarías a salvo―esto lo dijo con rigidez, en tono acusador―. Así
que hice lo que tenía que hacer.
―Lo siento―dijo Eric en voz baja―. No lo pensé.
―No, no lo hiciste. Ahora es mi turno de pensar. Dime todo lo que sabes. De
alguna manera tenemos que averiguar quién es este chantajista.
― ¿Y entonces? ―dijo Eric.

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Albert se encogió de hombros.
―Nosotros le mataremos. ¿Qué es uno más?
Eric tomó aire, asintió con la cabeza.
― ¿Y luego?
―Y entonces, me iré. Búscate otro juguete. Ya no me interesa.

Lunes, 20 de septiembre, 12:45

Abbott se apoyó en el escritorio de Olivia mientras colgaba el teléfono.


― ¿Y bien? ―preguntó― ¿Conseguiste algo de ese número de serie?
―El nombre de la chica es Tracey Mullen―dijo Olivia, moviendo la figura de la
diosa a un lado para que Abbott no tirara su fedora al suelo―. Tracey tenía
dieciséis años. Su padre vive en Council Bluffs, Iowa, y su madre vive en Gainesville,
Florida.
―Tenías razón sobre los cocodrilos―dijo Abbott, luego señaló a Kane que estaba
tamborileando los dedos con impaciencia, y el teléfono aplastado contra su
oreja―. ¿Qué tiene él?
―El está hablando con el padre de Tracey Mullen en Iowa, es sordo. Están usando
un servicio de retransmisión. Kane habla, el operador escribe en un TTY 8 el sr.
Mullen escribe la respuesta y el operador se la lee a Kane. Es un proceso lento.
―Entonces, ¿qué estaba haciendo Tracey Mullen en Minneapolis?―pregunto
Abbott.
―Todavía estamos tratando de explicarlo. Yo hablé con la madre en Florida, que sí
oye y que tiene la custodia, pero dijo que Tracey pidió vivir con su padre, e ir a la
escuela para sordos en Iowa. Puso a Tracey en un avión hacia su padre dos días
antes del Día del Trabajo. Pensó que Tracey estaba con papá. Papá pensaba que
estaba con mamá. No está claro por qué Tracey se escapo, pero no ha sido vista
desde el Día del Trabajo. Había enviado un mensaje a ambos, ayer por la mañana,
indicando que estaba con el otro padre.
― ¿Acaso alguno de los padres indicó que el otro era abusivo?

8
-TTY- es un dispositivo telegráfico de transmisión de daros, ya obsoleto, utilizado durante el siglo XX para enviar y recibir mensajes
mecanografiados punto a punto a través de un canal de comunicación simple, a menudo un par de cables de telégrafo. Las formas más
modernas del equipo se fabricaron con componentes electrónicos, utilizando un monitor o pantalla en lugar de una impresora. El
sistema todavía se utiliza para personas sordas o con serias discapacidades auditivas, a fin de poner por escrito comunicaciones
telefónicas.

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―Mamá no lo hizo, pero no parecen comunicarse con mucha frecuencia. La mayor
parte de sus comunicaciones pasaban por Tracey. No hemos mencionado las
contusiones y la fractura de brazo todavía. Vamos a hablar con sus profesores y los
trabajadores sociales de la zona, tanto en Iowa como en Florida para ver si alguien
noto algo sospechoso. Esto podría tomar algún tiempo.
― ¿Cómo sonaba la madre?
Olivia se encogió de hombros.
―Devastada. Aturdida. Enojada. Ella y su marido están volando hasta aquí en el
primer vuelo que puedan conseguir.
Kane colgó y dejo escapar un cansado suspiro.
―Tiene que haber una manera mejor. Papá está en camino. El debería estar aquí
después de la cena. Parecía muy molesto, especialmente con su esposa por 'tirar a
Tracey a un lado', pero pasando por el operador, es difícil de decir.
―Mamá dijo que Tracey rogó vivir con papá―comentó Olivia.
―Papá dijo que Tracey odiaba Florida, pero nunca dijo que le había pedido vivir
con él. Va a ser interesante tener a todos en la misma habitación. Llamaré pidiendo
un intérprete de lenguaje de signos.
― ¿Qué pasa con el chico con el que tuvo sexo? ―preguntó Abbott.
―Mamá dijo que no había novio. Tracey estaba centrada en sus estudios―dijo
Olivia―. Si eso es cierto, o mamá quería que lo fuera, o mamá era ingenua, está
por verse.
―Papá dijo que Tracey no tenía novio, porque su madre la obligo a ir una escuela
de oyentes en Gainesville y estaba aislada―dijo Kane.
Abbott suspiró.
―Voy a llamar a Jess Donahue. Voy a querer que un psiquiatra evalúe a esta
familia. Pensé que esta chica tenia un implante, para que pudiera oír.
―Mamá dijo que no habían tenido mucho éxito con el implante―dijo Olivia―. No
le hicieron la cirugía a Tracey hasta que tuvo diez años, después de que la señora
Mullen se volviera a casar. Su nuevo marido pagó la cirugía. Tracey no tuvo éxito.
No todo el mundo lo consigue.
Abbott se alisó el bigote, pensativo.
―Estoy más preocupado con la identidad del varón con el que estaba justo antes
de que comenzara el fuego. Centraos en él por ahora.
―Volvamos al lago―dijo Olivia―, y veamos si alguien la vio allí.
― ¿Que está pasando con los federales? ―preguntó Kane.

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―Llamé al Agente especial Crawford, pero no estaba en la oficina. Lo intenté con
su jefe, dejé un mensaje―Abbott se levantó para irse, pero Micki entraba
alegremente desde el ascensor.
―He estado tratando de llamaros durante una hora.
―Hemos identificado a la chica―dijo Olivia―, y estamos hablando con su familia.
¿Qué tienes?
―Identifiqué el gel―Micki acercó una silla y se dejó caer en ella―. Poli acrilato de
sodio.
―Y ahora esperamos que lo digas en cristiano―dijo Kane.
―Gel para pañales de bebés―dijo Micki, riéndose entre dientes cuando se
miraron―. Comúnmente llamado Polímero o SAP super-absorbente. Los cristales
en los pañales de bebés que absorben todo.
Olivia estaba empezando a sentir el tirón de la fatiga.
― ¿Por qué?
― ¿Por qué cubrir la bola de cristal? ―pregunto Micki― Resulta que el SAP es
también un retardante del fuego.
―Absorbe pis y sofoca incendios. ¿Puede del curar el cáncer? ―preguntó Kane,
con la lengua en la mejilla.
―Listillo―dijo Micki―. No pude encontrar ningún registro de pirómanos que
recubran una bola de cristal en gel de pañales. El viejo grupo de SPOT utilizaba
abrigos de bomberos rasgados para mantener la bola de cristal a salvo del calor.
―Así que esto no es de SPOT―dijo Kane.
―No necesariamente―dijo Micki―. Los pañales para bebes ultra finos salieron
alrededor del apogeo de SPOT, pero no el conocimiento de que el gel era
retardante del fuego.
― ¿Se puede realizar un seguimiento de ese tipo de gel en particular?―preguntó
Olivia.
―No―dijo Micki―. Eso es lo que quería deciros. Este material es tan accesible
como una bolsa de pañales para bebes. Lo cual es muy, muy accesible. No hay
manera de rastrearlo, y es mucho más fácil de conseguir y más barato que los
abrigos de bombero.
― ¿No eres la alegría de la huerta? ―preguntó con amargura Abbott y ella se
encogió de hombros.
―Lo siento. Voy a volver al lugar. Estamos procesando la escena exterior y
ayudando a los chicos de Incendios Provocados en el interior.

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―Vamos a sondear la zona del lago con la foto de Tracey―dijo Olivia―.
Volveremos a las cinco.

Lunes, 20 de septiembre, 13:00

Comprobó su ordenador portátil, oculto bajo el mostrador. El teléfono que le


había dado a Eric le permitía rastrear sus movimientos por toda la ciudad. Eric
estaba en movimiento, pero no huyendo. Se había detenido en una carnicería. Se
imaginaba a Eric saliendo con unos gruesos filetes que pudiera utilizar para drogar
al perro guardián de Tomlinson.
Que no hubieran sido lo suficientemente paranoicos para tener su conversación
fuera del alcance del teléfono celular pinchado que le había proporcionado le
defraudó. Había pensado que Eric era lo suficientemente inteligente como para
detectar un teléfono pinchado, pero Eric estaba demasiado asustado para ser
inteligente justo ahora.
Que Joel estuviera muerto fue una pequeña sacudida. Se pregunto si
realmente Joel se había suicidado o si ya habían empezado a volverse unos contra
otros. Apostaría por Albert.
«Así que... están planeando matarme». Tenía que darle crédito a Albert. Al chico
grande no le habían dado muchos accesorios para el cerebro. Su plan nunca
funcionaria, por supuesto, pero era mejor que el que Eric había propuesto. Huir a
Francia. Idiota.
Pero le obedecerían en lo del almacén de Tomlinson, Por lo que al menos eran más
inteligentes que Tomlinson.
Entre clientes, escribió rápidamente un comando y accedió a la cuenta bancaria de
Eric en la pantalla de su ordenador. Eric había retirado unos mil en la sucursal
bancaria cerca de la universidad. Por lo menos fue lo suficientemente inteligente
como para retirarlo de su banco habitual, y en una cantidad que no haría alzar las
cejas a la cajera. Eric retiraba de forma rutinaria mil, y al principio había sentido
curiosidad sobre lo que el niño rico hacía con todo ese dinero.
Entonces había entrado en la de Albert. Y todo tuvo sentido. Albert habló un buen
rato sobre huir al exterior con Eric, pero no había manera de que un chico pobre
como Albert fuera a alejarse del dinero de esa manera.
Comprobó el teléfono celular que había activado para Barney Tomlinson. Su
mensaje para Tomlinson había sido simple ‘Paga o de lo contrario... ‘

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Tomlinson había sido una de los pocos blancos que había interpretado mal al
principio. Había pensado que Barney era un hombre inteligente, pero después de
que hubiera ignorado sus demandas, había cambiado de opinión. Obviamente
Barney no había creído que seguiría adelante con sus amenazas de exponer los
asuntos del hombre a su esposa. Barney Tomlinson había amasado una fortuna
modesta en los últimos años, y según sus fuentes, la señora Tomlinson no había
firmado ningún acuerdo prenupcial.
Tomlinson respondió con un mensaje en esta ocasión. «Mi esposa ya se enteró.
Ella se está divorciando de mí. ¿Qué más puedes hacer?»
Él sonrió. «Oh, Mucho», pensó. «Puedo hacer muchísimo». Había sido invisible
durante tantos años que estaba acostumbrado a ser ignorado en persona. Lo
utilizaba como ventaja, de hecho. Pero haber sido ignorado en comunicación
directa... Bueno, eso era simplemente grosero.
Si Tomlinson simplemente hubiera pagado cuando se lo había pedido la primera
vez, el hombre habría mantenido la mayor parte de su fortuna, al menos
inicialmente. Ahora, la señora Tomlinson obtendría no sólo su parte en el divorcio,
ella conseguiría todo. El seguro cubriría la pérdida del almacén. Más, los diez
millones que Tomlinson tenía en el seguro de vida proveerían a su esposa de por
vida.
«Yo personalmente no recibiré un centavo». Y estaba tranquilo con eso. Lo que
conseguiría era a)La satisfacción de saber que Tomlinson moriría verdaderamente
asustado; b)La satisfacción de que la señora Tomlinson tendría la última palabra;
c)Una ayuda visual para futuros objetivos que pensaban que podían ignorarle; y
d)Realmente mucha influencia sobre Eric, Albert, y, por último pero no menos
importante, la dulce Mary. Y estaba muy tranquilo con eso.

Lunes, 20 de septiembre, 14:10

Phoebe Hunter se inclinó en la puerta de la cocina de David, viendo a su hijo


acabar con el medallón de azulejos que su vecino había comenzado. Admitiendo
finalmente su fatiga, Glenn se había ido a la planta baja, dejándola sola con David,
el chaval que le preocupaba más que todos sus otros hijos juntos.
―No está mal―dijo.
David la miró con una sonrisa.
―Glenn hizo la mayor parte.

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―El hace un buen trabajo―comentó.
―Lo hace. Siempre estoy tratando de que descanse, pero a él le gusta mantenerse
ocupado.
―Me di cuenta de eso―dijo secamente―. Se sentó a la mesa conmigo durante un
minuto antes de levantarse, gruñendo sobre el gran lugar vacío que habías dejado
en el suelo de la cocina.
― ¿Todo un minuto? Eso está bastante bien para él. Yo le dije que no había
decidido lo que quería para el medallón, y él siguió adelante con esos ‘malditos
azulejos de fantasía’. El sólo quería hacer el diseño el mismo. Fanfarrón―lo dijo
cariñosamente.
―Me di cuenta de eso, también. Pero le gustas.
―El me gusta, también―volvió a llenar sus tazas de café y fueron a sentarse a la
mesa―. Lo conocí en el parque de bomberos mi primer día. Es uno de esos
jubilados que no pueden quedarse fuera.
―Me lo dijo. Habló más sobre ese parque de bomberos que de cualquier otra
cosa. Pero también habló de ti. Me habló de todos los inquilinos y de como cuidas
de ellos. Como meces a esos bebés del 2A para dormir por la noche, así la señora
Edwards y las chicas pueden descansar. Como rescatas al gato de las hermanas
Gorski cada vez que se sube a un árbol. Como te aseguras de que él se cuida cada
vez que va a la quimioterapia.
David se removió en su silla.
―No es nada, ma. Sólo lo que haría cualquiera. Así que, ¿Que está pasando en
casa?
David siempre cambiaba de tema cuando ella quería hablar de su trabajo de
voluntario. Bueno, es por eso que ella había venido a verlo, así que no le dejaría
salirse con la suya esta vez.
―Siempre lo mismo, siempre las mismas viejas aventuras―pero ella le contó de
todas formas, todas las noticias de sus hermanos y sobrinos, todo lo mundano.
Mientras ella hablaba, él la estudiaba, como había estudiado el suelo. El era su hijo
manitas. Siempre le encantaron sus aparatos, desarmar cosas. Ponerlas juntas de
nuevo, mejor que nuevas. ¿Con qué frecuencia había deseado que él hiciera eso
con su propia vida? ― ¿Qué estás mirando? ―preguntó ella― ¿Tengo una nueva
arruga?
El sonrió y ella vio un atisbo de su padre en sus ojos. Su marido había sido un
guapo demonio, y sus hijos lo eran, también. David, más que todos.

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―Te ves exactamente como siempre―dijo él―. Yo estaba pensando en ti
conduciendo todo este camino. Eso fue bastante aventurero para ti, ma.
―Actúas de como si yo fuera vieja―sorbió.
―No, señora, solo direccionalmente desafiada.
Eso era cierto, así que lo dejó pasar.
―Este lugar acabará siendo realmente agradable. Yo esperaba unos poco muebles
más, pero sí puedo ver que has tenido que estar ocupado.
―Gracias. Puse ventanas, molduras de madera, y la fontanería. Tengo que hacer
los suelos del uno y el dos, pero puedes empezar con muestras de colores y estilos
de moqueta ahora si quieres.
Ella asintió con la cabeza, sorbiendo su café.
―Hablando de suelos, oí que tuviste una aventura esta mañana―dijo ella con
calma, a pesar de que su corazón aún no había regresado a la normalidad―. Pero
pareces estar bien.
El puso los ojos en blanco, pero había preocupación allí.
― ¿Quien le hablo a Glenn al respecto?
―Alguien llamado Raz, que lo escuchó de alguien llamado Gabe, que lo escuchó de
alguien llamado Zell.
―Estoy seguro de que la historia no se acercaba a la verdad en el momento en que
llegó a Glenn―dijo.
―Probablemente―estuvo de acuerdo suavemente. El estaba ocultando algo.
Siempre había sido capaz de notarlo. De todos sus hijos, David parecía el más
sencillo, pero era el más complicado. Y el más infeliz.
―Entonces―dijo él casualmente―. ¿Qué te dijo Glenn?
―Que estabas buscando víctimas en esos apartamentos que han estado en las
noticias durante toda la mañana, el suelo se hundió bajo tus pies. Casi caes cuatro
plantas―ella aún estaba conmovida―. Y tú atrapaste una especie de bola antes de
que se deslizara por el oscuro agujero.
El frunció el ceño.
―Tenía la esperanza de que estuviera mucho más alejado de la verdad―se froto la
parte posterior de su cuello―. La bola se supone que es un secreto. No puedes
decírselo a nadie, ¿de acuerdo?
―Puedo guardar un secreto. Es que tus amigos estarían preocupados.

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―Sí, Lo se. Tengo que llamar a la detective―en su teléfono celular marcó un
número de la memoria, conteniendo la respiración mientras esperaba una
respuesta.
Ella oyó responder a una mujer antes de que él presionara el teléfono contra su
oreja.
―Sutherland.
Ella bajó los ojos hacia su café, espiando descaradamente. Sutherland era un
nombre que conocía. Había conocido a Olivia en la boda de Mia. La medio
hermana de Mia parecía una joven agradable. Un poco triste, pero educada. Y
bonita. Y aparentemente más involucrada con su hijo menor de lo que cualquiera
de ellos había sospechado. La voz de Paige lo había transmitido.
―Hola. Soy David Hunter. Solo quería hacerte saber que la noticia sobre la bola se
filtró―por debajo de las pestañas, Phoebe vio una mueca de dolor. La hermana
pequeña de Mia no estaba feliz.
El hizo una mueca.
―Incluso mi madre lo sabe―dijo con ironía―. Ella está de visita y lo oyó de un
amigo mío bombero jubilado que se enteró. ¿Qué quieres que haga? ―escuchó un
momento y luego lanzó una mirada preocupada sobre la mesa y se dio la vuelta―
¿Tienes un tiempo estimado de llegada? ―murmuró.
Con su cabeza aún baja, las cejas de Phoebe subieron. ¿Tiempo estimado de
llegada? ¿Olivia iba a venir aquí?
De pronto David se levantó y salio del apartamento y Phoebe se preguntó si sabia
que la puerta no se había cerrado detrás de el.
―Mi madre se está quedando aquí―le oyó decir―. Pero tengo un lugar donde
podemos encontrarnos. Te enviaré la dirección.
Hubo un silencio, y luego su voz sorprendida
― ¿La habéis identificado? ¿Ya? ―más silencio, y luego dijo en voz baja― Dile a su
padre que realmente lo intentamos. Que lo siento.
Phoebe suspiró. Glenn le dijo que David había sacado a una chica joven del fuego,
que ya estaba muerta. David se preocuparía por eso. Volvería a su mente una y
otra vez, preguntándose si podría haber hecho algo diferente. Si hubiera podido
arreglarlo. Salvado a la chica. Porqué eso es lo que David hacía. Arreglaba cosas.
Salvaba a las personas.
Era tiempo que su hijo se salvara a si mismo, y si él no podía... entonces, «yo lo
haré».

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David desconectó, luego tomó el pomo de la puerta, poniendo los ojos en blanco
cuando se dio cuenta de que la puerta no se había cerrado. «Tengo que arreglar
esto», pensó. Con ella abierta, el sonido pasaba. Era razonable suponer que su
madre había oído cada palabra.
Ella levantó la vista cuando él entró de nuevo, sus cejas se arquearon.
―Entonces, ¿Cómo está Olivia?
El se tragó un suspiro.
―Las víctimas del edificio fueron homicidios. Le tocó el caso.
―Entonces, ¿Donde te vas a encontrar con ella esta noche? ―ella levantó la mano
cuando él empezó a protestar―. Sólo lo pregunto porque si no me quieres aquí,
me puedo quedar con Evie.
Se hundió en la silla junto a ella.
―Ma.
―Puedo guardar secretos, hijo―dijo suavemente ella―. Incluso los que no me has
dicho.
No le gustaba como sonaba eso.
― ¿Qué secretos no te he dicho?
Ella se echó hacia atrás, inclinó la cabeza, se cruzo de brazos y lo miró. El conocía la
mirada. Era la misma que había usado cada vez que se había metido en problemas
cuando era niño y sabia que lo que vendría después no sería cómodo.
―Bueno, para empezar, que te enamoraste de Dana Dupinsky a primera vista.
El aparto la mirada, sus mejillas cada vez más calientes.
― ¿Lo supiste todo el tiempo? ―preguntó en voz baja.
―Sí. Yo sabía que la amabas, pero ella pensaba en ti como un hermano. Sabía que
trabajabas incansablemente para apoyar su trabajo con mujeres maltratadas, junto
con una docena de otras organizaciones de caridad en la ciudad. Y yo sabia que te
rompió el corazón cuando se casó con otro.
Cerró los ojos con cansancio.
― ¿Quien más sabia lo de Dana?
―Los que lo descubrieron por si mismos. Max y Caroline―el hermano mayor de
David y su esposa. Hace mucho tiempo, Dana había ayudado a Caroline a escapar
de un abuso doméstico brutal. Solo por eso, Dana siempre sería parte de su
familia―. Los gemelos―añadió ella. Peter y Cathy eran todavía ‘los gemelos’ a
pesar de que estaban cerca de los cuarenta y cinco.
El abrió un ojo.

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―Elizabeth, ¿también? ―preguntó.
―Sí. Tu hermana pequeña pilla más de lo que todos creemos. Seguíamos
esperando que encontrarías a alguien más, que serias feliz. Pero no lo hiciste y no
sabíamos qué hacer, así que no dijimos o hicimos nada. ¿Qué hicimos mal?
Él negó con la cabeza.
―No. No había nada pudierais haber hecho, Ma.
―Lo sé. Hace que una madre se sienta impotente cuando sus hijos son lastimados
y no pueda hacer nada. Cuando me dijiste que te mudabas, no me sorprendió.
Sabía que tenías que alejarte. Me sorprendió que te quedaras tanto tiempo como
hiciste. Cuando me dijiste que a Minneapolis, me imaginé que escogiste esta
ciudad para estar más cerca de Evie y Tom.
La vieja amiga de David, Evie, había dejado Chicago para escapar de sus propios
demonios, y su sobrino, Tom, hijo de Caroline, era una estrella del baloncesto de la
universidad de aquí.
―Lo hice―dijo, y eso era en parte cierto―. Aunque no veo mucho a ninguno de
ellos. Ambos están tan ocupados en la Escuela, ambos con sus propias vidas. Y
Noah cuida de Evie ahora.
Su madre sonrió.
―Qué es como debe ser. Ahora, ¿tú y Olivia tuvisteis una cosa... bíblica después
de la boda de Mia? Eso yo no lo sabia hasta que tu amiga Paige te confrontó―ella
arqueó las cejas―. Porqué tengo las orejas como un murciélago.
El puso los ojos en blanco, con la cara en llamas.
―Ma.
―David―respondió, imitando su tono―. Tengo que escuchar a escondidas. Nunca
me cuentas nada. Gracias a Paige, tengo una visión más completa del
rompecabezas que es mi hijo.
―No soy un rompecabezas. De todos modos, parece que tienes todo resuelto.
Ella negó con la cabeza.
―En realidad no. Hay una parte de ti que nunca he sido capaz de entender
completamente. La he admirado, amado, he presumido de ella, pero nunca la
entendí.
El se encontró levantando la barbilla a la defensiva.
― ¿Y qué es eso?

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―Lo que te impulsa a servir. Pasaste de un adolescente testarudo, y narcisista que
no se preocupaba por nadie más que por si mismo a un hombre que sirve a los
demás más que nadie que conozca. Casi de la noche a la mañana.
David controló un estremecimiento, sabiendo que le estaba observando. «Que
Dios me ayude si alguna vez lo entiendes», pensó mientras las imágenes del
pasado inundaban su mente. Cuerpos rotos. Y tanta sangre. Habían pasado
dieciocho años, y su garganta aún se cerraba cuando pensaba en Megan,
acurrucada sobre el pequeño cuerpo de su hermano, protegiéndolo con su último
aliento.
Porque él había sido un tonto narcisista testarudo, terco que no se preocupaba por
nadie más que por él mismo. La sangre de ellos estaba en sus manos.
Se dio cuenta de que estaba mirándose las manos y miró hacia arriba. Su madre lo
miraba con ojos preocupados. Forzó una sonrisa.
―Realmente no es ningún misterio. Papá murió, y tú y Max necesitabais ayuda con
su terapia para volver a caminar―El accidente de coche que mató a su padre y
paralizó a su hermano había sido un momento decisivo en su vida. Ayudar a su
hermano se había convertido en su salvación, la forma de salir del abismo en el
que había caído. Después de Megan. Después de eso, servir a los demás se había
vuelto... necesario―. Tuve que crecer.
―Y lo hiciste―dijo ella, su penetrante mirada lo atravesó mientras lo estudiaba―.
Sé lo mucho que Max lo aprecia. Abandonaste la universidad después de un solo
semestre, renunciaste a tu propio sueño deportivo para acompañarle a través de la
terapia física, y ponerlo de nuevo sobre sus pies.
El quiso hacer una mueca ante la mentira que ella siempre había tomado como
verdad, pero no lo hizo. Ya había abandonado la universidad antes del accidente de
su padre, pero su madre no sabía eso. El había estado suspendiendo, incapaz de
concentrarse en sus estudios. Incapaz de dormir. Incapaz de alejar esas imágenes
de su mente. Atender a su hermano para recuperar la salud hace tantos años había
sido la excusa que había necesitado para evitar que su familia averiguara el fracaso
que era en realidad.
―El me necesitaba―se las arregló David para decir. Su garganta estaba en carne
viva, le dolía el pecho. Nunca había entendido a las personas que se sentían
cómodas con una mentira. Dieciocho años y todavía le hacía pedazos por dentro.
―Sí―su madre aún lo miraba y él lucho contra el impulso de retorcerse―. Pero
eso todavía no explica por qué elegiste los refugios y organizaciones de caridad

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para mujeres. Incluso antes del refugio de Dana, así es como pasabas tu tiempo.
Siempre trabajando. Siempre ayudando.
―Es una buena causa.
―Sí. Cuando es una causa. Pero para ti, es más que eso―ella suspiró―. David, yo
estaba tan devastada cuando tu padre murió, los eventos que sucedieron en esa
época parecieron desaparecer. Pero los años pasaron y se me empezó a ocurrir que
tu enfoque en la caridad no era un capricho pasajero o siquiera una manía sana.
Era tu vida, excluyendo todas las demás cosas que los adultos normalmente
buscan. Sin novias, nadie especial. Miré hacia atrás, traté de averiguar cuando
empezó. Empecé a pensar en ese año. Hubo una tragedia en el barrio la primavera
antes a que tu padre muriera.
Una tragedia. Sí, había sido eso. Una tragedia que podría haberse evitado por
completo si no hubiera estado tan lleno de sí mismo. Él no dijo nada. No estaba
seguro de que pudiera.
―Murió tu amiga―dijo ella en voz baja―, su nombre era Megan, ¿no?
El tragó saliva. Asintió con la cabeza.
―Su padrastro era un monstruo―murmuró su madre.
El tragó saliva de nuevo, la escena estaba clara en su mente.
―Sí―susurro.
―El mató a toda su familia. Creo que todos pensamos que fue triste, que nos
hubiera gustado haber sabido que era capaz de tanta maldad. Nunca consideré
cuán profundamente te impactó la muerte de Megan. Debería haberlo hecho. Eran
cercanos en la secundaria. Lo siento por eso, David. Yo estaba tan absorta en
arreglármelas después de que tu padre muriera... y tú fuiste siempre tan fuerte y
constante. Nunca vi que estabas herido. Lo siento por eso, también.
El levanto los ojos hacia ella. ¿Ella lo sentía? Ella no había hecho nada malo. «No
como yo». Se aclaró la garganta, esperaba que su voz sonara normal.
― ¿Por qué sacar todo eso a relucir ahora?
Ella se echó hacia atrás en su silla.
―Porque he pensado en esto durante mucho tiempo y he querido preguntártelo
tantas veces. Nunca me pareció el momento adecuado, así que lo dejé estar. No
creo que lo entiendas.
Pensó en Olivia, la forma en que él había aplazado las cosas demasiado tiempo.
―Más de lo que crees.
Ella se inclinó hacia adelante, cubrió su mano con la de ella.

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―Durante años te he visto donar tu tiempo y tu talento a nobles causas. Pero
durante esos mismos años te vi tan solo que me rompía al corazón. Pero eres un
hombre crecido, así que seguí mi consejo.
― ¿Y ahora?
―Ahora... te ves como si estuvieras tratando de empezar tu vida de nuevo. Así que
vine a visitarte, con la esperanza de encontrarte establecido. En cambio encuentro
un apartamento vacío y un hijo que aún está solo. Que sigue siendo voluntario
cada momento de su tiempo para los demás.
David cuadró su mandíbula, miró hacia otro lado.
―Eso no es malo.
―No cuando es por las razones correctas. No estoy seguro de que tus razones sean
las correctas. Si yo no te conociera, diría que estabas haciendo penitencia.
El la miró a los ojos, miserablemente impotente. Quiso negar sus palabras, pero no
pudo.
Los ojos de su madre se llenaron de lágrimas.
―Ya me lo imaginaba. A veces, cuando piensas que nadie puede ver, tienes esa
mirada en sus ojos. Llevas el mundo sobre tus hombros. ¿Por qué?
Su pecho estaba demasiado tenso. Pero ella estaba esperando. «No le puedo decir
la verdad. No toda». Así que escarbó lo suficientemente en la verdad para hacer
que el dolor desapareciera de su rostro. «Yo la vi. La escena del crimen».
Confundida, ella parpadeo, derramando lágrimas por sus mejillas.
― ¿Qué?
―Yo volvía de casa de un amigo. Todos estabais en la misa de la mañana. Vi los
coches de policía frente a la casa de Megan, y corrí a ver. Y los vi. Muertos.
Su madre palideció, horrorizada.
―Querido Dios. Megan, su madre...estaban...
El asintió con la cabeza, su voz se mantuvo firme.
―Muertos a golpes. Sí.
Ella se sentó a la mesa, aturdida.
― ¿Por qué no dijiste nada?
«Porque estaba avergonzado. Aún lo estoy. Y no quiero que nunca sepas lo que
hice».
Él se encogió de hombros.
―Creo que estaba en estado de shock. Yo tenía dieciocho años, Ma. Los chicos de
esa edad no se emocionan por cosas como esas―Lo cual era una mentira. Había

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estado muy emotivo. Casi había perdido la cabeza―. Pero lo recordaba. Y tenia
que hacer algo para evitar que ocurriera de nuevo. No puedo ayudar a las mujeres
propiamente dichas, pero sí puedo ayudar en los refugios.
Su madre volvió a parpadear, luchando por mantener la compostura.
―David, me gustaría que me lo hubieras dicho entonces. No me puedo imaginar lo
que viste. Habríamos conseguido ayuda. Terapia.
―Yo tenía dieciocho años, Ma. No habría ido a terapia―Demonios, ni siquiera se
lo había dicho a su sacerdote―. Así que deja de culparte a ti misma.
Ella asintió con incertidumbre.
―Bueno, eso explicaría muchas cosas―Ella lo miró, con ojos intensos―. Sé que no
hay nada que puedas hacer para que no te quiera.
Y él se dio cuenta de que ella sabía que él aún mentía.
―Sí. Lo sé.
Ella cogió sus manos, apretándolas con fuerza.
―Estoy orgullosa de ti. Nunca lo olvides―Ella se echo hacia atrás con fuerza―.
Ahora, acerca de dónde me voy a quedar...
―Aquí―dijo él con firmeza, aliviado de que ya hubiera pasado―. Te vas a quedar
aquí. Es necesario que revises todos los apartamentos, hacerte una idea de los
colores.
―Eso seria lo mejor. Voy a ir a compras moquetas―dijo ella―. Si vas a salir esta
noche, debes descansar un poco.
―Conduce con cuidado, mamá―él la besó en la mejilla―. Me alegro de que estés
aquí. Te amo, también.
La vio salir, luego se dejó caer en una silla, con los ojos cerrados, agotado. Pero
seria inútil tratar de dormir. Su mente daba vueltas junto con sus tripas. Sucedía
cada vez que recordaba ese día. Hoy fue peor, mintiendo a su madre.
Se levantó cansinamente. Tenía tiempo de poner el suelo en el 2A. Podría tener el
nuevo frigorífico de las chicas puesto en la sala de estar hasta que pusiera el suelo.
Pero en primer lugar, envió un mensaje de texto a Olivia con la dirección de la
cabaña de pesca de Glenn. Todo estaba tranquilo allí. Podían hablar.
«Yo debería haberlo hecho antes. He sido un cobarde». Supuso que después de
esta noche habría un misterio menos en su vida.
«Por lo menos sabré exactamente lo que hice la noche que pasé con Olivia
Sutherland».

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Capítulo Siete

Lunes, 20 de septiembre, 14:25

Olivia frunció el ceño ante la dirección que David le había enviado. Era una
zona rural a veinte minutos de la ciudad. ¿Por qué allí?
― ¿Qué pasa? ―pregunto Kane.
―Oh, nada―Ella alejó su teléfono y volvió a estudiar el mapa del lago―. Hemos
cubierto las cabañas con vistas al edificio de apartamentos. Nadie vio a Tracey
Mullen.
―O no va a admitirlo. Algo está pasando en el edificio. Dame los prismáticos.
Olivia dio unas palmaditas en su bolsillo, luego gimió.
―Me los olvidé antes. Se los entregué a David y se me olvidó recuperarlos. Yo te
los traeré esta noche.
El empezó a hablar, Pero se lo pensó mejor. En cambio dijo: ―Creo que el perro
está aquí.
Olivia se esforzó por ver a través del lago.
―Me pregunto si es el perro del servicio de incendios o del SAR. 9
Habían dicho a Barlow que la chica había estado con un hombre antes de que
comenzara el fuego. El ya había llamado por un perro del servicio de incendios,
pero dijo que también conseguiría un equipo de búsqueda y rescate.
―Dado que no tenemos prismáticos―dijo Kane―. Vamos regresar y averiguarlo.
Cuando llegaron al edificio de apartamentos, un equipo de búsqueda y rescate
estaba listo para trabajar. El perro era un pastor alemán y su propietaria una mujer
alta, cuyo pelo rojo colgaba hasta la mitad de su espalda como una llama. Olivia
solo conocía a una persona con el pelo de ese color.
―Barlow llamó a Brie―dijo, satisfecha―. No estaba segura de que lo hiciera.
― ¿Esa es tu amiga de la guardería de perros?―pregunto Kane, sorprendido.
―Sí. Su verdadero negocio es el entrenamiento de perros para búsqueda, rescate y
detección―Ella aceleró el paso―. Barlow, Brie y yo nos graduamos juntos en la
academia. Durante un tiempo, estuvimos muy unidos―El tercer y mejor amigo de
Barlow, para ser exacta―. Barlow y Brie solían ser pareja. Estuvieron
comprometidos, en realidad.

9
-SAR- siglas en inglés del Servicio de Búsqueda y Rescate

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―Ellos ¿también? ―preguntó Kane cuidadosamente. Rara vez se refería a su
fallido compromiso y nunca se refería a Doug por su nombre, lo cual estaba bien
para ella.
―Ellos, también―dijo ella―. El compromiso tampoco funcionó para ellos. Pero
Barlow sabe que Brie es buena. Ella hizo SAR antes de dejar el Cuerpo. Su padre es
vet.
― ¿Veterinario de perros o veterano del Ejército?
―Ambos. Se encarga de los perros en su centro de formación y de la guardería,
además de su propia consulta. Mojo lo adora, incluso cuando le está poniendo una
inyección―Ella hizo un gesto―. ¡Brie!
Brie Franconi le devolvió el saludo.
―Muévete. GusGus está perdiendo el rastro.
Cuando Olivia se acercó, hizo las presentaciones y Brie estrechó la mano de Kane
con una cálida sonrisa.
―He oído hablar mucho de ti―dijo Brie―. Me alegro de conocerte por fin.
―Lo mismo digo―dijo Kane―. Me parece haber oído hablar mucho de ti.
Especialmente hoy.
―Nuestra víctima femenina tenia un coclear―le dijo Olivia en voz baja.
Las brillantes cejas de Brie subieron.
―Eso es interesante―Su forma de hablar era clara, sobre todo porque ella había
quedado sorda siendo adulta, pero parcialmente porque el implante le permitía
continuar oyendo. No tanto como antes, pero lo suficiente como para funcionar en
el mundo que había construido para ella misma después de dejar el Cuerpo.
Renunciar a su placa había herido a Brie profundamente. Olivia ni siquiera podía
imaginarlo. Pero había estado allí para ella, igual que Paige, a quien Olivia había
atraído a su círculo en los días en la academia. «Tengo suerte», pensó Olivia,
pensando en Paige esa mañana. «Tengo buenos amigas». Se habían apoyado unas
a otras a través de muchos resistentes baches. Pensó en el encuentro con David
Hunter esta noche. Si iba mal, podía ser que necesitara de nuevo a sus amigas.
―Así es como la identificamos―dijo Kane―. Por el número de serie del
dispositivo. Muy práctico.
―Es bueno saberlo―murmuró Brie―. Solo en caso de que alguna vez tengamos
un muerto sin identificación.
Kane hizo una mueca.
―Lo siento. No quise decir... demonios. Lo siento.

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Olivia le dio un codazo, fuerte.
―Ella está bromeando, Kane. Déjalo en paz, Brie.
Los ojos marrones de Brie brillaron.
―Lo siento, detective. No me pude resistir―entonces Barlow se acercó y la
expresión de Brie se volvió anodina. Para los extraños, parecían profesionales, pero
Olivia sabia que bajo la apariencia de Brie, todavía había resentimiento contra
Micah Barlow―. El sargento Barlow dice que podemos tener otra víctima en la
estructura―dijo enérgicamente Brie.
―Tal vez. No estamos seguros de si él se escapó. Si es así, lo queremos como
testigo ocular. Si no, tenemos que identificar sus restos―dijo Kane.
―Pero si él se escapo y se puede realizar un seguimiento de dónde vino la
chica―dijo Brie―, entonces podréis rastrear al testigo.
―Exactamente―Olivia miró a Barlow―. ¿Recibiste su ropa de la morgue?
Barlow levantó una bolsa de pruebas.
― ¿Podemos comprobar los restos del hombre no identificado en primer lugar?
Uno de los investigadores está en el interior, Brie. Te dará un paseo por allí―Su
sonrisa era tensa―. No quisiera que tú y GusGus cayerais a través de cualquiera de
los agujeros.
―Gracias―dijo Brie, sujetando su brillante pelo en una coleta. Ella apretó la correa
del perro―. GusGus, hora de trabajar.
Ella y el perro empezaron a dirigirse al edificio y las cejas de Kane se alzaron.
― ¿GusGus?
Olivia sonrió.
―Sí, Como el ratón de Cenicienta. GusGus. Está certificado como perro de
búsqueda de cadáveres y búsqueda y rescate y una lista de otras cosas, tan larga
como tu brazo.
Kane suspiró.
― ¿Es adicta, también, a los dibujos animados? ¿Qué estaban sirviendo en el
comedor de la academia cuando todos pasasteis por allí?
―Los dibujos animados pueden ser un tema social brillante―dijo Olivia
maliciosamente, sabiendo que Kane la estaba tomando el pelo. En mayor parte, en
cualquier caso―. Y a veces―agrego en voz baja―, es sólo un escape.
―Eso lo creo―respondió él, como ella en voz baja.

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Algunas mujeres ansiaban helado. Cuando Olivia estaba estresada, algunos
episodios del Correcaminos aliviaban su tensión. Cualquier cosa sobre un yunque
arrugando el paraguas del coyote la hacía reír, siempre.
Había visto un montón del 'Correcaminos' los últimos siete meses. Se había
convertido en costumbre durante las semanas que informaba a los familiares de las
víctimas que habían encontrado en la fosa. Volver a casa, pasear a Mojo, meter su
DVD 'Lo mejor del Correcaminos' en el reproductor, a continuación, sentarse y
mirar la pantalla hasta quedarse dormida.
Su asesino había guardado los permisos de conducir como recuerdos, haciendo la
identificación inicial mucho más fácil. El asesino había estado asesinando mujeres
en silencio durante décadas.
A veces las familias se habían mudado. Pero centrarse en detalles como el
seguimiento de los familiares mantuvo a Olivia alejada de centrarse en el terror de
la búsqueda de los restos de una víctima tras otra. A veces pasaban como una
película en su mente. Huesos, huesos y más huesos.
Los huesos en realidad no eran tan malos. Habían sido los primeros cuerpos que
había sacado de la fosa lo que había sido lo peor. La cal descompone un cuerpo en
cuestión de días. Pero el asesino había matado a demasiadas al final. La
descomposición se vio frenada por esas victimas finales.
Cerró brevemente los ojos, recordando la carne podrida. Como simplemente... caía
de los huesos al mover el cuerpo.
Si había un cuerpo en el edificio quemado, no habría quedado mucho. Se parecería
a ellos. Su ansiedad volvió en una áspera oleada y con ella, la feroz necesidad de
huir. Pero no lo hizo, obligándose a mantenerse firme. Seria más fácil. Tenia que
serlo.
Se pregunto cómo le hacía frente Kane, pero él nunca lo había compartido, Así que
nunca se lo había preguntado. Solo hacía su trabajo. «Como yo. Porqué eso es lo
que hacemos».
―Sabemos que los incendiarios salieron―dijo Barlow―. El perro olfateó un rastro
de acelerante hasta esa puerta―Señaló una puerta de la escalera, en el mismo
lado del edificio de la ventana en la que David había visto primero las brillantes
huellas de las manos de la chica.
― ¿Has encontrado huellas? ―preguntó Olivia, pero Barlow negó con la cabeza.
―Sólo manchas. Los incendiarios introdujeron el adhesivo de moquetas y lo
extendieron hasta la puerta. Por desgracia, el adhesivo de sus zapatos recogió

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suciedad, por lo qué las impresiones no son nítidas. Sin huella, no hay número de
zapato, incluso, aunque pareciera haber dos individuos.
― ¿Así que si encontramos sus zapatos...? ―preguntó Kane.
―Encontrareis trazas del acelerante y el pegamento―dijo Barlow―. Si hay algo de
ceniza o suciedad aún mezcladas con el adhesivo, podremos comparar la
composición de lo que encontremos aquí, para que podamos situarlos en la
escena. El perro siguió el rastro del acelerante a través del patio de la construcción
hasta ese corte en la cerca―Señaló uno de los tres sectores en la valla de los que
Micki les había hablado, la más cercana a la carretera.
―Así que se escaparon por la carretera―dijo Kane, frunciendo el ceño―. No por el
lago. El asesino de Henry Weems le disparó mientras estaba de pie entre Henry y el
lago.
―Pensé en eso. El entrenador llevó al perro alrededor de todo el edificio,
incluyendo el área al otro lado del edificio donde Henry Weems fue tiroteado.
Nada de acelerante en el suelo, en ningún sitio. El tirador podría haberse ido por el
lago, pero es igualmente posible que rodeara el edificio para reunirse con los
demás, escapando por la carretera.
―Entonces―dijo Olivia―, quien disparó a Henry no pasó por el adhesivo o nunca
estuvo en el edificio para empezar.
―Podría haber disparado a Henry, y luego entrar al edificio para iniciar el
fuego―teorizó Kane.
―Si Weems no inhaló humo, es una posibilidad―dijo Barlow―. Pero si Ian
encuentra humo en sus pulmones, tendría que ser después.
―Ian lo hará esta tarde―dijo Olivia―, si Weems fue asesinado después de que el
fuego se iniciara, y había dos incendiarios dentro, entonces tenemos al menos tres
incendiarios. La pregunta es, ¿Estaban Tracey y su pareja sexual involucrados con
ellos?
―Y ¿su compañero sexual sigue vivo? ―agregó Barlow.
―Y si los incendiarios salieron por la puerta lateral―continuó Kane―, ¿se fueron
de la misma manera? ¿Cómo hizo Tracey Mullen para entrar?
―El cierre de la puerta lateral no había sido manipulado―dijo Barlow―, pero eso
no significa nada. En un lugar en construcción, la gente deja las puertas abiertas
todo el tiempo.
―Eso debería haber sido algo que el guardia comprobara, ¿no? ―preguntó Olivia.

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―Estaba en su ruta. La primera parada habría sido la consola de la cámara en el
remolque de la construcción, a continuación, una comprobación de todas las
puertas desde el exterior, después caminar alrededor del perímetro. Pero Weems
fue tiroteado al salir por la puerta de atrás. Nunca tuvo una oportunidad.
Olivia miró a Kane.
―Tenemos que echarle un vistazo―dijo ella―. A Weems.
Kane asintió.
―Lo sé. No podemos ignorar que él podía haber sabido que iban a venir y lo
mataron para mantenerlo callado. Vamos a revisar sus finanzas. Pero
discretamente.
―No hay necesidad de añadir más dolor a la familia a menos que tengamos que
hacerlo―murmuró Barlow―. ¿Viste a la hija de Weems en las Noticias?
En sus ojos, Olivia vio la compasión que había visto tantas veces en el pasado.
«Excepto cuando más lo necesité, y entonces fue un bastardo arrogante».
― ¿Qué dijo ella?
Por un momento agridulce fue como si aún fueran amigos.
―Ella cantó nuestras alabanzas, Liv―El encontró su mirada y luego, la mantuvo―.
Ella fue más fuerte de lo que yo podría haber sido, teniendo en cuenta que
acababa de perder a su padre. No quisiera hacer nada que pudiera... lamentar.
Olivia asintió. Ella había perdido un padre la misma noche en que su amistad con
Micah Barlow se había derrumbado en pedazos. «Porqué Barlow había sido un
arrogante bastardo». Hoy, sus palabras podrían ser una disculpa, o el comienzo de
una. Tendría que ver.
―Tendremos cuidado―ella dijo―. Sólo queremos descartarlo como... cómplice.
Ella pudo ver que él entendió el doble sentido, como ella.
―Bien―Barlow miró hacia otro lado―. Le llevará un rato al perro de Brie cubrir
toda la estructura. Tengo los archivos de personal de Rankin e Hijos en mi coche.
Podemos echarles un vistazo mientras esperamos. Tal vez surja algo.

Lunes, 20 de septiembre, 14:40

―Gracias por venir, señora Dent―El señor Oaks, el director, saludó a su madre, y
luego lanzó una dura mirada a Austin. Los tres eran sordos y sus dedos volaban
rápido y en el caso de su madre, muy furiosos―. Tu madre condujo desde muy
lejos.

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―Tres horas―indicó su madre―. Pero esto es un error. Austin no fuma.
―El dormitorio RA olía a humo esta mañana―indicó Oaks―, después de que el
detector de humo empezara a parpadear. Cuando entré al cuarto de Austin, tenía
un cigarrillo encendido en la mano.
El rostro de su madre se puso pálido.
― ¿Por qué, Austin? Solo dime por qué.
«Porqué llevé a Tracey al edificio en construcción. Yo quería cuidar de ella.
Ahora está muerta. Y es por mi culpa». El hueco de la escalera había estado lleno
de humo. «Ella estaba detrás de mí. Yo sé que estaba detrás de mí». Había
conseguido salir, pero Tracey no.
―Lo siento―dijo Austin con sus manos. Pero no traería a Tracey de vuelta. Ella se
había ido.
Oaks frunció el ceño.
―Austin está suspendido por cinco días. Envíelo de regreso el próximo lunes.
Austin cerró los ojos. Odiaba esto, mentir a su madre. Pero si se lo decía... Recordó
al hombre del barco. El había disparado a ese guardia. Si él supiera que lo vi.
Austin había estado a punto de decir la verdad tantas veces. Pero en la medida que
el shock por la pérdida de Tracey había desaparecido, comenzó a recordar la cara
del guardia mientras caía. Y la forma en que los dientes del tirador habían brillado
a la luz de la luna, cuando había sonreído.
Y todos los detalles de la cara del tirador cuando se había quitado el
pasamontañas.
El había estado preparado para hablar. Pero si lo hacía, el hombre podría matarlo,
también.
«Las personas que se involucran, que dicen la verdad, salen lastimadas».
¿Qué debería hacer?
Su madre se puso de pie, con la de la espalda encorvada.
―Coge tu mochila―dijo ella.
Su mochila. La había dejado atrás, en el fuego. Tenía algunos de sus libros, sus
papeles, cosas de Tracey. «Mi audífono». Solo esperaba que el fuego hubiera sido
suficientemente caliente como para quemar todos los papeles. No quería que
nadie supiera que había estado allí. Pero necesitaba su audífono. Su madre no
tenía dinero para comprar uno nuevo y habían perdido su seguro hace mucho
tiempo. «¿Qué voy a hacer? Por ahora, nada».
Se puso de pie.

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―La perdí―dijo señalizando con cuidado.
Su madre lo miró, derrotada. «Otra vez no». El sabía que ella quería decirlo,
gritarlo. Pero ella se limitó a sacudir la cabeza, diciendo, con signos cansados.
―Vamos a casa.

Lunes, 20 de septiembre, 15:25

Brie se detuvo junto al coche de Barlow donde Olivia, Barlow, y Kane leían archivos
de personal.
―Debe haber escapado―dijo Brie―. No había restos humanos en la estructura.
―Entonces, al menos, tenemos un testigo del incendio―dijo Olivia. Era más de lo
que tenían después de leer los archivos de personal de Rankin. Había unas cuantas
evaluaciones de rendimiento. Una o dos pruebas de drogas. No apareció nada. Así
que saber que el compañero de Tracey no había muerto con ella era la mejor
noticia que había tenido en todo el día.
Barlow entregó a Brie la bolsa que contenía la ropa de Tracey―. ¿Podemos rastrear
a la chica?
―Por supuesto―dijo Brie formalmente.
Olivia puso el archivo que había estado leyendo en la caja en el coche de Barlow.
― ¿Puedo ver?
Brie le sonrió.
―Por supuesto―dijo ella, su voz fue sustancialmente más cálida.
Kane dejó caer su archivo en la caja.
―Estoy listo.
Brie sacó la camisa de Tracey de la bolsa y dejó que GusGus la oliera.
―GusGus, es el momento de trabajar―Los dos comenzaron, la nariz del perro en
el suelo.
Olivia y Kane siguieron, Barlow unos pasos detrás de ellos, con la cámara de vídeo
en la mano. GusGus los llevó al otro lado de los apartamentos, donde se había
encontrado el cuerpo de Weems. El cogió el rastro, serpenteando a través de los
árboles, parando en la cerca de alambre. Era otro de los tres sectores en el eslabón
de la cadena que el CSU había encontrado.
―Podemos seguir adelante―dijo Brie.
―Por favor―dijo Barlow―. Me gustaría ver como accedieron a la propiedad. A
partir de aquí, no se puede llegar al muelle. Un montón de espinas.

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Brie asintió.
―Si jalas hacia atrás la cerca, Liv, podremos pasar.
Olivia lo hizo y GusGus y Brie siguieron su camino y ellos los siguieron. Algunas
veces el perro perdió el rastro de olor, pero Brie le dejó oler la camisa de nuevo.
Por último, el perro se sentó bruscamente.
Se quedaron de pie junto a un banco del lago. Un pliegue profundo en el lodo se
introducía en el agua.
―Tenían un barco―dijo Kane, agachándose para examinar la pista en el barro―.
Pequeño. Más ancho que una canoa. Probablemente un pequeño bote de remos.
―Alguno tenia que conocer este pequeño tramo de playa―dijo Olivia―. La línea
de la playa entre aquí y el muelle está cubierta de arbustos espinosos, como dijiste,
Barlow. Este es el lugar más accesible a tierra con un bote a excepción del muelle.
―Tracey no era de aquí―dijo Kane―, pero el tipo con el que estaba podrían
haberlo sido.
―O por lo menos ha estado en una de estas cabañas en algún momento―. Olivia
se esforzó por ver a través del lago―. Por ahora, vamos a suponer que el chico de
Tracey es local. Si no podemos encontrarlo, podemos ampliar la búsqueda a una
cabaña con inquilinos permanentes y de vacaciones.
Brie estaba mirando el barro.
―Empujó este barco al agua, pero no veo ninguna huella. Tenemos un buen rastro
de la quilla del barco. También deberíamos tener una impresión de zapato. A
menos que él viniera―entregó la correa del perro a Olivia e hizo un amplio
semicírculo alrededor de ellas― por este camino―terminó. Con cautela se movió
entre los gruesos arbustos de un lado. Luego alzó la mirada con una sonrisa―.
Huellas de zapatos.
Kane siguió su camino y miró por encima del hombro.
―Zapato número diez. Bien.
La sola palabra era un gran elogio de Kane. Brie se volvió a buscar en el área.
―Mira el camino, las ramas y las hojas pisoteados ¿se detienen tres metros más
lejos de lo que quería estar?
―Estaba asustado―dijo Olivia en voz baja―, corriendo desde un edificio en
llamas. Me pregunto si sabia que Tracey no había logrado salir.
―Oh―Barlow dejó la cámara y se quedó mirando el perfil de Brie―. Yo se que
más era él―Caminó al lado de Brie y se inclinó ligeramente, su mirada centrada en
el oído de ella.

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Con rigidez, Brie se aparto y lo miró.
― ¿Qué?
Barlow se enderezó y miró a Olivia.
―Los procesadores cocleares que se llevan detrás de la oreja no tienen moldes de
oído―dijo―. No puedo creer que me olvidara de eso.
Olivia frunció el ceño. Entonces entendió.
―Oh, Dios. Tienes razón. Tantas veces como te he visto engancharlo en la oreja,
Brie... No puedo creer que también se me olvidara―Miró a Kane―. El procesador
de Brie se mantiene en su lugar por un pequeño gancho que se agarra
aquí―explicó, tocando el pliegue superior, de su oreja―. No es un molde de color
de rosa como el que David encontró entre los escombros.
―Los moldes se utilizan para los audífonos, no para los implantes―dijo Brie―.
¿Encontraste un molde rosa molde?
―En los escombros―le dijo Barlow―. El molde auricular todavía era reconocible.
― ¿Ella no tendría un audífono y un implante al mismo tiempo?―preguntó Kane.
―Quizás―dijo Brie, entendiendo ahora también―. Algunas personas usan ambos,
dependiendo del tipo de pérdida auditiva que tengan. ¿Qué tipo tenia la victima?
―De acuerdo con la madre, Tracey era sorda profunda, pero su padre se negó a
considerar el implante coclear. Ellos probaron audífonos con Tracey, sin ningún
beneficio.
― ¿Es sordo, el padre?―preguntó Brie― La controversia contra el implante en
niños no es tan ardua como solía ser, pero todavía existe. Muchas personas sordas
no ven su sordera como algo que precise ser 'arreglado'. Son protectores de su
cultura, su lengua, y muchos ven los implantes como una amenaza.
―Lo capté cuando hable con el padre―dijo Kane―, incluso a través del operador
de retransmisión que tuvimos que usar. El estaba enojado, especialmente con su
esposa. Por supuesto también estaba triste, era casi imposible captar cualquier
matiz por teléfono.
La boca de Brie se curvó con tristeza.
―Se hace más fácil con la práctica. La próxima vez, utiliza un operador por
videoteléfono, si puedes. Si el padre tiene videoteléfono, él puede hablar por
signos con el operador en lugar de escribir en el TTY. De esa manera la voz del
intérprete puede transmitirte algo de la emoción, porque está viendo la cara de la
persona que habla por signos. Te mostraré como conectar eso.
―Te lo agradezco―dijo Kane.

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― ¿Volvemos al molde? ―preguntó Barlow con impaciencia― ¿Era de la chica o
no?
―Si ella nació con sordera profunda―dijo Brie―, y no lo llevaba puesto antes de la
cirugía, es muy probable que no le perteneciera a ella. Vas a tener que confirmar
eso.
―Si no fuera suyo, la mochila que encontramos podría no haber sido suya
tampoco―dijo Kane―. Y el audífono podría pertenecer a quienquiera con el que
estuviese antes del fuego.
―Sabemos por el pelo que dejó en el cuerpo de Tracey que es de raza caucásica
con el pelo oscuro. Local probablemente, probablemente sordo o con problemas
de audición―dijo Olivia―. Lo reduce.
Brie asintió.
―Y si era de la edad de ella, sois más afortunados. El estará matriculado en la
escuela, y el Distrito tendrá papeleo de su discapacidad.
― ¿Por dónde empezamos? ―preguntó Olivia.
―Yo empezaría por la escuela para sordos―Brie miró su reloj―. La escuela está
cerrada por el día. Algunos de los niños viven en los dormitorios, por lo que
podréis comprobar allí, pero tendréis que pasar por el director, cuyo nombre es
Oaks. Lo encontré muy útil.
― ¿Tú fuiste allí? ―preguntó Kane― Pensé que perdiste tu audición como adulto.
―Lo hice, así que no, no fui a la escuela. Yo trabajo en el programa vocacional de la
escuela, dando clases de técnico veterinario. Cuando se gradúan, los chicos tienen
una habilidad.
―Así que conoces a estos niños―dijo Kane.
―A algunos de ellos. También tienen clases de cocina, mecánica, y agricultura.
Muchos adolescentes piensan que quieren ser veterinarios, pero cambian cuando
tienen que barrer las perreras. Esos chicos suelen ir a cocina―Brie sonrió―. Es el
azúcar de la mierda, solo que al revés.
Kane se rió entre dientes.
―Así que ¿podrías ayudarnos a hablar con estos niños?
Brie dudó.
―Mi lenguaje de signos es lento. Deberíais conseguir un intérprete e intentarlo por
vuestra cuenta primero. Es posible que el hombre que estáis buscando no sea de
aquí o ya esté graduado, Pero la comunidad sorda está muy unida. Si todavía vive

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aquí, alguien le conocerá. Solo tenéis que ser pacientes. A veces son muy
protectores.
―Como de los policías―dijo Kane.
―Exactamente―Brie miró a Barlow, con las cejas levantadas―. ¿Algo más,
sargento?
―No―dijo Barlow, tan rígidamente como ella―. Gracias a ti y a tu perro.
―De nada. Llámame, Liv. Podemos pasar por Paige e ir a Sal´s a tomar algo―Ella
tomó la correa del perro de manos de Olivia con una mirada mordaz―. Como en
los viejos tiempos.
«Como en los viejos tiempos». Antes del tipo de la Fosa. «Antes de empezar a
evitar a mis amigos».
―Lo prometo.
―Tengo testigos―advirtió Brie―. Vamos, GusGus. Vamos a casa.
Olivia se volvió hacia Barlow, que parecía sombrío. Y tan cansado como se sentía
ella. Antes había extendido una rama de olivo... Bueno, no una rama. Más bien una
ramita. Ella iba a subir un poco la apuesta.
―Hiciste lo correcto al llamar a Brie. Sé que no fue fácil.
La sonrisa de Barlow fue tensa.
―No lo hice al principio. Los primeros cuatro equipos de búsqueda y rescate a los
que llamé no estaban disponibles―El soltó un suspiro―. ¿Cómo seguimos?
―Buscaremos al compañero de Tracey―dijo Kane―. Sigues trabajando desde el
ángulo interno, comprueba al personal. A ver si alguno de los empleados era
sospechoso.
―O sordos o disminuidos auditivos―dijo Olivia―. ¿Qué tal si el chico de Tracey
estaba trabajando para Rankin e Hijos? ¿Qué tal si la dejaba esconderse allí? El
puede haber tenido una llave.
―Buen punto―dijo Barlow―. ¿Qué pasa con los federales? ¿Acaso Abbott tuvo
noticias del agente Crawford?
―Si lo hubiera hecho, habría llamado. Esperemos que sepa algo para las
cinco―dijo Olivia―. ¿Qué pasa con la huella del número diez en el barro?
―Voy a traer al CSU para que tome un molde de yeso de la impresión y la huella
de la quilla―dijo Barlow.
―Y tenemos el tiempo justo para hablar con Ian antes de nuestra reunión a las
cinco―dijo Kane―. Ya debe haber hecho la autopsia de Weems.

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Faltaban pocos minutos para las cuatro. Un viaje a la morgue, una reunión de
comandos por la tarde, volver a la morgue para estar con el padre de Tracey
durante la identificación oficial, después...
David, quien estaría esperando en una cabaña en un lago diferente, a media hora
de distancia. ¿Por qué allí? «Porqué quiere continuar donde lo dejamos».
Lo cual era malditamente atrayente, tanto para su herido ego como para su
solitaria libido. Aún así, ella recordaba claramente el único nombre que él había
gemido esa noche que habían pasado juntos. «Y no era el mío». Si él quería una
repetición, Ella no tenía idea de cómo respondería. «Bien, chica, tienes dos horas
para averiguarlo».

Lunes, 20 de septiembre, 16:35

― ¿Puedo ofrecerle algo más? ―preguntó a la señora en el mostrador mientras


vigilaba el resto de la tienda por la rabillo del ojo.
Ella levanto la vista de su BlackBerry, con una sonrisa soñadora en su cara y un
billete de veinte en la mano.
―No, está bien. Que tenga un buen día.
Le dio el cambio que ella no se molestó en contar.
―Lo mismo para usted. A-adiós.
Observó irse a la mujer, sin duda en su mente acerca de lo que había puesto la
sonrisa soñadora en su cara o hacia donde se dirigía. Se preguntó si su marido
sabía que le estaba engañando o que el teléfono que agarraba en una mano
contenía los correos de su amante expresando su ardor eterno, demostrado en el
motel local todos los lunes después del trabajo.
Irrumpir en su cuenta de correo había sido un juego de niños. Cada vez que ella
esperaba en la cola, comprobaba su correo electrónico, como las tres cuartas
partes de sus clientes hacían. Todo el mundo parecía tener uno de esos prácticos
smartphones en estos días, y el atractivo del internet gratis era demasiado dulce
como para dejarlo pasar, mientras esperaban en la fila.
Por supuesto, cualquier persona que iniciara sesión en el servicio inalámbrico de
internet ‘libre’ que ofrecía también recibía un pequeño troyano que extraía todas
sus contraseñas de correo electrónico, contraseñas de cuentas bancarias, listas de
contactos, todo lo que había almacenado en su teléfono celular u ordenador
portátil.

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Había enganchado a varios de sus clientes habituales para robar su información de
correo electrónico e iniciar sesión en sus cuentas. Vaya, vaya, los correos
electrónicos que las personas enviaban, y «guardaban». Eran suficientes para
hacerle sonrojar. Caliente, caliente, caliente. Y un combustible de chantaje
perfecto. «¿Engañar a tu esposa? Qué vergüenza. Págame y nadie necesitará
saberlo nunca». Era tan malditamente fácil.
Le había tomado solo unos pocos correos electrónicos de Eric darse cuenta de que
había dado con una mina de oro. Eric y Joel ya se habían enviado correos
electrónicos de ida y vuelta sobre su enojo por el desarrollo del edificio de
apartamentos y de cómo invadían los humedales. Eric no parecía del tipo que se
preocupara por los humedales, pero por sus correos electrónicos, pudo ver cómo
Joel le había enredado.
Joel era un entusiasta bienhechor, pero también sabia que botones de Eric
presionar. Por una vez en tu vida, vive, había escrito Joel. Corre un riesgo. Se un
campeón. Haz algo que marque una diferencia. Mi padre dice que eres aburrido y
seguro. ¿Es así cómo quieres vivir tu vida? ¿Quieres llegar a ser como nuestros
padres?
Quienes eran increíble, apestosamente ricos.
Lástima que Joel tuviera conciencia. El podría haberse convertido en un gran
vendedor. Eric, por otro lado, tenía poca imaginación pero una mente muy
meticulosa. Una vez llegado a un punto, seguiría adelante con la idea de ser un
héroe por una vez en su vida.
Eric se había convertido en el líder, y rápidamente el plan había tomado forma. Se
había asegurado la ayuda de Albert, su amante que se había unido, probablemente
por muchas razones, la mayoría de ellas egoístas. Entonces Joel trajo a su propia
amante, «un nombre que me detuvo en seco». Mary. Era un nombre que no había
visto en mucho tiempo. Uno que podría haber pasado toda la vida sin ver de
nuevo.
Podría haberla dejado sola para siempre si se hubiera quedado quieta. Haciendo su
trabajo. Tomando sus pequeñas clases frívolas. Pero ella no se había quedado en
su puesto. Había conocido a Joel y se había metido en este desastre
deliciosamente intensificado. Tan pronto como había visto su nombre en el correo
electrónico de Joel, había sabido que esto era mucho más grande que el chantaje.
Esto era venganza.
Y ¿que si la chica de la ventana había muerto? Esto hacía la recompensa más dulce.

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Lamentablemente, sin embargo, la muerte de la niña era mala para los negocios
hoy. Había tenido la afluencia normal, en el mostrador y la caja registradora había
estado sonando sin parar, pero el fuego y la muerte de la niña estaban dominando
todas las conversaciones ‘privadas’. La gente decía las cosas más sorprendentes en
público, creyendo que nadie podía oírlos, que nadie le prestaba atención.
«Pero yo siempre estoy prestando atención. Es por eso que voy a ser rico».
Despreocupadamente, sacó su control remoto de su bolsillo. Parecía un iPod, por
la rueda circular para el pulgar en el dispositivo para el auricular que llevaba en
una oreja.
No era algo tan frívolo como un iPod, aunque también disfrutaba de sus canciones.
Pero no cuando estaba trabajando. Giró la rueda con el pulgar, girando por todas
las zonas calientes. Había conectado todo el lugar y con su útil accesorio de
vigilancia podía escuchar cualquier conversación. Era como un zoom auditivo, una
pieza imprescindible del equipo para cualquier chantajista, y un verdadero robo en
eBay.
El conseguía la mayor parte de sus informaciones escuchando las conversaciones.
Entones hackeaba los correos para conseguir lo realmente bueno, la
documentación que haría que sus objetivos pagaran y pagaran de nuevo. A
diferencia de Barney Tomlinson, la mayoría de sus blancos pagaban.
Pero como Tomlinson, cuando no lo hacían, él se encargaba de ellos.
Permanentemente.
Su turno acabaría pronto y él podría encargarse de Tomlinson, entonces, elegiría
un lugar para ver a sus Cuatro Colegas menos Uno en acción. Se inclinó para cerrar
su portátil y saltó, sorprendido cuando su bolsillo vibró. Era unos de sus celulares
desechables en el bolsillo. Vio que era Eric, una vez que hubo encontrado el
teléfono correcto. El abrió el teléfono para leer el mensaje.
Joel está muerto. Sólo somos tres. Trabajo a tiempo.
Eric estaba tomándole la palabra, asustado de que el vídeo se filtrara si no se
presentaban los cuatro. El chico estaba asustado. Eso era bueno. Mañana, estaría
aterrorizado. Eso era mejor. Por ahora, él jugaría con ellos un poco, metiendo ese
gancho aún más profundo.
¿Cómo sé que estás diciendo la verdad? escribió. Demuéstralo.

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Capítulo Ocho

Lunes, 20 de septiembre, 16:40

Eric necesitaba probar que Joel estaba muerto. El miró a Albert, que estaba
estudiando el mapa de la calle donde se encontraba el almacén de Tomlinson. El
podía pedir una prueba, pero habían acordado no hablar de ello. Además, Albert
seguía enojado con él.
Eric recordó la nota ridícula que había aparecido en su mente esa mañana. «Por
favor, disculpe a Joel del incendio relacionado con la extorsión, porque está
muerto». Inició sesión en el sitio Web de noticias de la televisión local. Más
temprano, la nota del ‘Accidente’ de Joel había dicho solamente que la víctima
había sido un estudiante de la universidad de Minneapolis. Esperemos que lo
hubiera actualizado.
Lo había hecho y el artículo identificaba a la víctima como Joel Fischer, de 20 años.
Veinte. Debería haber tenido toda su vida por delante. Todos ellos deberían. «Y la
tendríamos si no hubiéramos escuchado al maldito Joel». Rápidamente envió un
mensaje de respuesta, incluyendo la URL del artículo.
Aquí está la prueba.
Esperó un momento y luego leyó el mensaje de respuesta.
Mis condolencias.
Sí, claro, pensó Eric, lanzando el teléfono sobre su sofá.
― ¿Cómo va eso?
Albert levantó la vista del mapa de con una mirada fría.
―Tú has tu parte. Yo haré la mía.
Se habían dividido los deberes, involucrando a Mary en la planificación lo menos
posible. Lo único en lo que estuvieron de acuerdo fue en que no se fiaban del todo
de Mary. Ellos la recogerían esta noche, justo antes de que fuera la hora, sin darle
la oportunidad de escaparse de su plan.
Antes, la situación hubiera sido diferente, los cuatro habrían vuelto sobre los
detalles una y otra vez, aquí en su sala de estar. Eric habría hackeado el servidor de
la empresa de construcción y encontrado todo lo que necesitaran, los planos
necesarios, la ruta del guardia, el horario que les había dicho que el adhesivo que
estaba colocado de los pisos primero al tercero.

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«¿Qué estábamos pensando?» Ellos no estaban pensando. Habían estado tan
atrapados.
Esta noche, Eric se haría cargo del perro, de desactivar la alarma electrónica y los
sistemas de vídeo, y de conseguir llevarles dentro. Albert procuraría la gasolina y
las cerillas y, junto con Mary, iniciaría el fuego. Una rápida comprobación había
mostrado que sólo había cámaras de grabación sencillas. Usarían máscaras de
esquí para ocultar sus rostros.
Y ¿si eran capturados? «Gran Cosa». ¿Cuánto añadiría un incendio intencionado a
su sentencia? Perpetua más unos pocos años. «Gran cosa». Sí no quedaban
atrapados, habrían comprado tiempo. Atraerían al puto tipo de los mensajes y lo
matarían, rápida y limpiamente. Era la única manera de liberarse.
―Son casi las cinco―dijo Albert―. El almacén de Tomlinson estará cerrado pronto.
―Entonces será mejor llamar―Con el teléfono del chantajista, Eric marcó el
número del almacén de Barney Tomlinson y una mujer respondió―. Hola―dijo
Eric―, mi nombre es John Davis y estoy en Seguridad Airtight. Hacemos sistemas
de seguridad de vídeo.
―Si el usted deja su número, pondré al gerente en contacto con usted―dijo la
mujer en un tono aburrido―. No estoy autorizada a escuchar argumentos de
venta.
«Zorra».
―Tenemos una oferta especial. Instalaremos las cámaras, después, conectaremos
un router inalámbrico de forma gratuita, a continuación, almacenamos y hacemos
copias de seguridad de todas sus grabaciones en nuestros servidores.
―Tenemos un sistema y funciona bien. Un vídeo anticuado, ponemos una nueva
cinta cada mes. Nada del otro mundo. Mira, chico, deje su número o colgaré.
―Espere―espetó Eric―. No cuelgue, por favor. Es mi primera llamada. Mi primer
trabajo. Realmente necesito el dinero para pagar la escuela. Sólo déjeme practicar
mi discurso. ¿Por favor?
Ella suspiró dramáticamente.
―Siga adelante. Dios, soy una boba.
―Gracias. ¿Seguro que su sistema funciona bien? ¿Ha comprobado la calidad del
vídeo últimamente? Las temperaturas extremas pueden dañar los sensores.
―La grabadora está dentro―dijo ella―. Sin problemas de temperatura.
Maldita sea. El había esperado una unidad externa.

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―Se podría pensar eso, pero si está cerca de un muelle de carga o una puerta
exterior, están dejando entrar a Mr. Freeze varias veces al día.
― ¿Mr. Freeze? Mire, no está cerca de una puerta exterior. Está en la sala eléctrica,
justo al lado del baño. Su discurso es una mierda. Mejor trabájelo o va a ser muy
pobre.
Ella colgó y Eric dejó escapar un suspiro de alivio.
―La grabadora de vídeo estará en el armario eléctrico al lado del baño. Nos la
llevaremos con nosotros. De esa forma no necesitaremos preocuparnos por como
deshabilitar las cámaras. Aunque todavía debemos usar las máscaras, por si acaso.
Albert todavía no levantaba la vista.
― ¿Qué pasa con la alarma?
―Tienen un perro. Apuesto que su sistema de alarma no es tan avanzado.
La mandíbula de Albert se tensó.
―No apuestes. Asegúrate.
Eric se preguntaba como podía él hacer las cosas bien. Luego bajó la vista hacia su
ordenador portátil en el que había estado intentando toda la tarde introducirse en
el sistema de Tomlinson.
―Me esforzaré al máximo.

Lunes, 20 de septiembre, 5:00 pm

David estudió su rostro en el espejo del baño. Colocar el suelo del 2A no le había
tomado mucho tiempo, y terminó con su energía nerviosa, había que hacer el 2B
también. Ahora estaba duchado, afeitado limpiamente, y llevando la camisa de los
domingos y los pantalones que iban con su traje. Incluso había elegido una
corbata. Odiaba esa sensación. Esta inseguridad, la inestablilidad, oh-Dios-me-
siento-como-un-monstruo. Odiaba no saber. Al menos eso terminaría pronto.
No se miraba en el espejo del baño muy a menudo. Por lo general se afeitaba en la
ducha. Durante mucho tiempo después de que Megan muriera, se había obligado a
mirarse en el espejo. Se obligó a ponerse de acuerdo con el hombre que era, no
con el hombre todo el mundo veía.
La gente veía lo que quería ver, lo sabia. En la superficie, él había sido bendecido
con una cara bonita. ¿Qué podía decir? estaría mintiendo si lo negara. El conocía a
mujeres que le echaban una segunda e incluso tercera mirada. A veces incluso se
sentía halagado.

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Pero la mayor parte del tiempo era una molestia. Las mujeres agradables asumían
que era un jugador o que nunca tendrían una oportunidad. Había habido tan pocas
que se habían tomado el tiempo de mirar por debajo de su cara. Para averiguar
quien era en realidad. En quien se había convertido.
―Entonces, ¿quién eres tú?―murmuró. Pero no tuvo una buena respuesta.
Deambuló por su apartamento, vacío salvo por las piezas absolutamente
necesarias de mobiliario que había traído consigo desde Chicago. Una mesa, unas
cuantas sillas de respaldo recto, el sillón que estaba situado frente a su TV. Y la
cama que había comprado justo después de mudarse. Una nueva cama. Una cama
grande. Esperemos que para un nuevo comienzo. «Por favor».
Podía decirse a sí mismo que no se preocupara, pero era una locura. Buscando
distracción que no le hiciera comenzar a sudar de nuevo, tomó su portátil y se dejó
caer en su sillón.
Había pensado en la bola de cristal todo el día. David creía en el destino, en la
divina providencia. Que la pelota se hubiera deslizado tan perfectamente en su
guante no había sido un accidente.
En su mente vio la cara cerúlea de la chica muerta, sus grandes ojos mirándole. En
pocas horas su padre tendría que identificar el cuerpo. Su vida se acabó, tan joven.
Como Megan. Había pensado en Megan más hoy de lo que había hecho en mucho
tiempo. Nada podría traerla de vuelta, como nada podría traer a la niña del
apartamento de vuelta. Era un desperdicio. Un desperdicio malvado y sin sentido.
Para Megan, había sido porque un bastardo egoísta quería controlar a los más
débiles que él. Para las víctimas de hoy, fue porque un grupo de radicales quería
salvar el medio ambiente. Podían hablar con retórica apasionada, desinteresada
incluso, pero por debajo de todo eran unos bastardos egoístas, demasiado. Parecía
ser un tema común.
Se preguntó si sabían que la chica estaba allí. El esperaba que no. Todavía esperaba
que Olivia los encontrara, rápidamente y esperaba que fueran a prisión por un
tiempo muy largo.
La bola que se había deslizado en su mano había sido su firma. Escribió bola de
cristal e incendio ambiental en Google y se acomodó para leer.
Encontró un artículo sobre el grupo conocido como SPOT, luego otro. Encontró el
relato de como una mujer inocente había muerto doce años antes, durante el
último incendio por el que habían reclamado la responsabilidad, y su corazón se
congeló. Seguramente ellos no sabían que la chica estaba allí anoche. Pensó en el

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guardia, disparado justo en el corazón. Eso no había sido un accidente. Los
incendiarios no eran idealistas. Eran asesinos.
David encontró un enlace a un hombre reconocido si no como un líder, como su
inspiración. Preston Moss. Había sido profesor de Filosofía de la universidad. No se
le había escuchado en doce años. Pero antes de que desapareciera, había sido
prolífico en sus escritos.
Alguien había publicado artículos de Moss en un sitio Web. Leyendo las palabras
de Moss, David casi podía oír la voz del hombre resonando en su mente.
― ¿David? ¿Estás ahí, muchacho?
Abruptamente David separó sus ojos de la pantalla de su ordenador portátil,
parpadeando para volver a centrarse en su puerta principal, que estaba abriendo.
Glenn Redman asomó la cabeza.
― ¿David?
―Sí, Glenn, Aquí estoy. Entra.
Glenn lo hizo, con el ceño fruncido.
―Llamé tres veces. Vi tu camioneta fuera, así que sabía que estabas aquí. ¿Estás
bien? Parece como si hubieras visto un fantasma.
La mente de David todavía estaba atrapada en las conmovedoras palabras de
Preston Moss. La agitación y el miedo, la defensa apenas velada de la violencia
para hacer oír su voz si el incendio no tenía éxito. David se froto la palma de la
mano sobre su pecho. Su corazón aún latía con fuerza.
―Estaba leyendo―dijo distraídamente, luego volvió a parpadear―. ¿Qué
necesitas?
El ceño fruncido de Glenn se profundizó.
―Dímelo tú. Me dejaste una nota―La sacó del bolsillo, su visión trajo al instante a
David de vuelta al presente.
―Cierto. Llamé antes, pero pensé que podrías estar descansando― apoyando su
portátil en el brazo de su silla, llevó una de las sillas de la cocina a la sala, invitando
a Glenn a sentarse en el sillón―. Quería hablar contigo sobre lo que le dijiste a mi
madre hoy.
Los ojos de Glenn se estrecharon.
― ¿Qué cosa?
La forma en que lo dijo hizo que las cejas de David se dispararan.
―Sobre mí, atrapando la bola en el incendio del edificio de apartamentos.

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―Oh, eso―El ceño de Glenn se alivió, lo que hizo preguntarse a David que otra
cosa había dicho Glenn a su madre―. Oí que fue una atrapada del demonio.
―Lo fue. Y resultó ser importante. La policía no quiere que hablemos de ello.
― ¿A quién?
―Bueno, a la prensa seguro, pero entre nosotros, tampoco. Boca cerrada y todo
eso.
―Muy bien―El hombre le miró fijamente―. Te ves bastante limpio detrás de las
orejas. El traje de los domingos. ¿Vas a salir esta noche?
Las mejillas de David se calentaron. Había esperado no parecer tan obvio.
―Si―Volvió la mirada al anciano―. Te ves muy limpio, viejo.
―Estaba pensando que a tu madre le gustaría ver la ciudad, Pero si tenéis otros
planes...
David no estaba seguro de si debía reír o fruncir el ceño.
― ¿Tienes intenciones con mi madre?
―No―dijo Glenn con fuerza. Indignado, incluso―. Sólo pensé que tal vez le
gustaría... No importa―Lucho por levantarse de la silla y David le indicó que
retrocediera.
―Siéntate. Yo no voy a salir con mi madre esta noche. Ella está fuera de compras.
― ¿La dejas sola, su primera noche aquí?
―Sólo por un rato―Tal vez. Tenía miedo de esperar más que un rato con Olivia―.
¿Donde quieres llevarla?
Glenn se encogió de hombros, avergonzado.
―A Dooley’s tal vez. Tienen buenas alas.
David negó con la cabeza.
―Mi madre es mucho para llevarla a un lugar con camareras de grandes pechos.
Además, te cambiaste la camisa y afeitado. Esto exige algo especial.
―Como yo sí pudiera permitirme algo especial―se quejó Glenn. David negó con la
cabeza otra vez, sin decir nada y Glenn dejo escapar un suspiro de frustración―.
Martino´s tiene manteles.
David rió ante su malestar.
―A ella le gustaría eso. Y es posible que veáis a Lacey del 2A. Martino la contrató.
¿Te gusta mi madre o algo así?
Las mejillas de Glenn enrojecieron.
―Es una mujer agradable. Retrocede, muchacho.

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―Es sólo que... ella no tiene citas―Era verdad, se dio cuenta―. No desde mi
padre.
― ¿Hace cuánto tiempo de lo de tu padre?
―Yo tenía dieciocho años, así que hace dieciocho años. Ella fue tan fuerte, nunca
se quejó. Ella siempre estuvo allí para nosotros. Supongo que nunca pensé que ella
alguna vez... saliera de nuevo.
―Es solo Martino´s―dijo Glenn con voz excesivamente paciente―. No voy a
casarme con ella.
David lo miró, con picardía ahora.
―Es muy bonita, mi mamá.
―No me hagas levantarme de esta silla, Hunter.
―Como si pudieras sin un torno. Sólo se amable con ella, ¿de acuerdo? Es una
buena persona.
―Eso lo podría decir yo, directamente―Glenn se aclaró la garganta―. Entonces,
¿vas donde?
Era el turno de David de inquietarse en su silla.
―A tu cabaña.
― ¿Vestido de esa manera? Incluso escupiste hasta sacarle brillo a tus zapatos de
los domingos.
―No escupí. Tengo que hablar con alguien sobre algo que pasó hace un tempo.
― ¿Como se llama?
Suspiró.
―Olivia.
Las cejas de Glenn se alzaron.
― ¿Con la que te acostaste y con cuya hermana te acostaste? También tengo las
orejas como un murciélago. Para que lo sepas.
David cerró los ojos.
―No me acosté con ninguna de ellas. Creo.
― ¿Crees? ¿Crees?
―Eso es lo que dije―Y había dicho demasiado―. ¿Qué hora es, de todos modos?
Glenn miró a la pantalla del ordenador.
―Las seis menos diez―Entonces él entrecerró los ojos, mirando más de cerca. El
levanto la mirada, sus ojos parecieron enojados―. ¿Por qué estás leyendo sobre
Preston Moss?
David se inclinó hacia delante.

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― ¿Conoces a Moss?
―No personalmente. Me acuerdo de él. Dejaban una bola de cristal en cada uno
de sus fuegos―dijo Glenn lentamente―. Esa pelota que atrapaste hoy. ¿La Policía
cree que Moss está de vuelta?
―No lo saben―dijo David―. Están tratando de mantenerlo fuera de las noticias.
―Puedo ver por qué. Este hombre era malo, Davy. Llevaba ese barniz de
sinceridad, Pero al final, era solo un matón―Su voz temblaba―. Nada más que un
matón.
― ¿Qué pasó, Glenn?
Glenn cerró el portátil.
―Se habla de la mujer que murió, la que se quedó dormida en ese edificio y no
pudo salir. De como quedó carbonizada. No hablan de los bomberos que resultaron
heridos tratando de apagar ese fuego. El edificio explotó, afectando a los edificios a
ambos lados. Tuvimos suerte de que cayeran tan rápido como lo hicieron.
― ¿Quien resultó herido? ―preguntó David, y vio el parpadeo de dolor en los ojos
de Glenn.
―Dos chicos jóvenes. Uno está marcado hasta el día de hoy. El otro tiene cuarenta
y tira de una bombona de oxigeno detrás de él como si hubiera fumado durante
cincuenta años. Quedaron atrapados en el interior. Se quedaron sin aire. Ambos
estuvieron a punto de morir. Fue una gran noticia cuando sucedió, pero ahora...
solo una de esas notas históricas. Murió esa pobre mujer, y realmente lo sentimos.
Pero perdimos dos hombres buenos ese día. Y Preston Moss simplemente
desaparece. Pésimo cobarde.
―Un cobarde pésimo que realmente podría excitar a una multitud.
―Podría. No puedo creer que esté de vuelta.
―Tal vez no lo es él. Pero necesito que mantengas esto en silencio. Ni una palabra,
Glenn.
Glenn frunció los Labios.
―Bien.
La puerta exterior de la planta baja se abrió de golpe.
― ¿David?
David se puso de pie y miró por las escaleras hasta la puerta de entrada donde su
madre estaba de pie, con los brazos cargados de bolsas de supermercado.

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―Yo lo subiré, mamá―Lanzo una mirada por encima del hombro―. Y tu piensa en
tus 'Por favor' y 'Gracias'. Ella es mi madre―Corrió por las escaleras y tomó las
bolsas de sus manos―. ¿Vas a dar de comer a un Ejército?
―Solo a ti. Y a Glenn―Ella lo siguió por las escaleras―. Y a las nuevas madres del
2A.
―Las hermanas Gorski en el 1B plantaron un jardín. Me dieron tomates durante
todo el verano.
―Entonces vamos a darles de comer también. Pero ¿no ibas a salir esta noche?
Su puerta principal se había cerrado de nuevo, y él le dio un golpe con la cadera.
―Sip. Pero Glenn tiene ganas de un italiano, ¿no, Glenn?
Ella sonrió al ver a Glenn.
―Hago una fantástica carbonara. Te va a encantar.
David negó con la cabeza, y Glenn se aclaró la garganta.
―No se puede cocinar en la cocina del chico. El acaba de poner ese medallón en el
suelo. Pero podríamos ir a Martino´s.
David puso las bolsas en la mesa y le dio un beso en la mejilla de su madre.
―Tienen manteles―dijo, y luego cogió su portátil―. No te quedes hasta más de
las once. ¿Necesitas algo de dinero por si el viejo chivo se propasa?
Ella le dio un manotazo, riéndose y ruborizándose con gracia.
― ¡Fuera de aquí!

Lunes, 20 de septiembre, 18:10

La reunión de la tarde de Abbott había sido todo un refrito de lo que Olivia ya


sabía. La única información nueva era que Ian había encontrado humo en los
pulmones de Henry Weems, pero no mucho, indicando que Weems
probablemente no estaba en el edificio mientras se estaba quemando. Aún así, eso
negaba la teoría de que el tirador le había disparado, y después, inició el fuego.
Lo que significaba que tenían al menos tres incendiarios. Barlow había verificado
los antecedentes de los empleados de la compañía de construcción Rankin. Seis
tenían antecedentes por delitos graves, ninguno por incendio provocado, y ocho de
diez parecían estar al borde de la quiebra.
Tanto que estrechaba el motivo. Barlow había pedido ayuda para procesar a los
empleados y Abbott dijo que liberaría a Noah Webster. Eso hizo feliz a Olivia. Noah
era un maldito buen detective de homicidios y fácil de trabajar con él.

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Abbott les dijo que el agente especial Crawford del FBI finalmente había devuelto
la llamada. Crawford estaba en el norte, en tierras de las Reservas, pero estaría de
vuelta y en su oficina a las ocho de la mañana. Crawford había estado
extremadamente contento de oír hablar de la bola de cristal.
Ahora ella estaba sentada junto a Kane en la oficina de Ian en la morgue. El padre
de Tracey Mullen había llegado, pero su intérprete de lenguaje de signos no. Ellos
querían esperar para iniciar la identificación hasta que pudieran comunicarse
claramente con el padre de la niña.
― ¿A quién le toca? ―preguntó Kane.
―A ti. Yo se lo dije a la señora Weems, y cada uno de nosotros habló con una de
las Mullen esta mañana. Así que es tu turno para lidiar con el padre.
―Eso pensé―dijo Kane sombríamente―. ¿Vas a salir esta noche?
―Voy a recuperar tus prismáticos―dijo Olivia con sequedad y las cejas de Kane se
alzaron.
―Bien―eso fue todo lo que dijo y Olivia se sintió aliviada.
―Oí al Sr. Oaks de la escuela para sordos―dijo Olivia―. Aparentemente él estaba
usando uno de esos videoteléfonos de los que Brie nos habló, porque la
conversación fue mucho más rápida. Oaks dijo que estaría encantado de trabajar
con nosotros preguntando a los chicos lo que sepan. A primera vista, sin embargo,
no pudo pensar en nadie al que deberíamos ver.
―Es posible que el compañero de Tracey no vaya a la escuela―dijo Kane.
―Es cierto, pero es un punto de partida.
―Como las uñas pintadas de los Cocodrilos―dijo Kane―. Fue bueno, de hecho.
Ella sonrió.
―Sólo estás tratando de darme mantequilla para que yo tome la iniciativa,
¿verdad?
― ¿Funcionó?
―No―Se pusieron en pie cuando una mujer llamó a la puerta de la oficina de Ian.
―Hola, soy Val Lehigh. Busco al detective Kane.
―Ese soy yo―dijo Kane―. ¿Es usted nuestra intérprete?
Tenía algunos mechones grises en su pelo y estaba firmemente constituida,
cómodamente capaz, y vestida completamente de negro.
―Lo soy. ¿Alguna vez ha trabajado con un intérprete antes?
―Yo sí―dijo Olivia.
―Sí, pero hace mucho tiempo―añadió Kane.

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―Bueno. Entonces les pondré al día rápidamente. Estoy aquí en calidad oficial y he
prestado juramento de confidencialidad. Nada de lo que oiga o vea se repetirá.
Daré voz a todos los signos individuales para sordos, incluso si, por otra parte,
tiene significado solo para mí. Traduciré a signos todo lo que ustedes dos digan,
incluso si solo se lo dicen uno al otro. ¿Alguna pregunta?
―Sí―dijo Olivia―. ¿Ha hecho una identificación de un cadáver antes?
―Sí. No me gusto, Pero no podemos escoger a donde vamos, más de lo que lo
hacen ustedes.
―El cuerpo de Tracey Mullen está en muy buena estado―dijo Olivia y observó que
algo de la tensión dejaba los hombros de la mujer―. Excepto, por supuesto, que ha
muerto a los dieciséis años.
El sr. Mullen se puso de pie tan pronto como los tres entraron en la sala de espera.
Su rostro estaba demacrado, Con los ojos enrojecidos Por el llanto. Sus signos
parecían frenéticos, pero Val no pareció inmutarse.
―Soy John Mullen. Aquí estoy para ver a mi hija. ¿Dónde está?
―Soy el detective Kane y esta es mi compañera, la detective Sutherland―dijo
Kane, mirando por el rabillo del ojo a la intérprete, para a continuación, volver la
mirada hacia el afligido padre―. Sentimos mucho su pérdida.
― ¿Qué pasó? Necesito saber qué le paso a mi hija.
―Ella estaba en un edificio cuando se incendió―dijo Kane―. No estamos seguros
de por qué estaba allí. Estaba atrapada en el interior y no sobrevivió.
―No se quemó―Añadió Olivia y los hombros de Mullen se hundieron, lo más
cerca posible del alivio de lo uno podría esperar dadas las circunstancias―. Ella
murió por inhalación de humo.
―Estaba sola en el momento de su muerte―dijo Kane suavemente―, pero no
antes. Nos preguntamos si usted podría saber de algún novio, alguien que
conociera que viviera en esta área.
Desconcertado, sus signos se frenaron.
―No, nadie. Ella vivía en Florida. Se suponía que debía estar a salvo en Florida.
¿Quien estaba con ella?
―Estamos tratando de averiguarlo, señor―dijo Kane―. ¿Puede decirnos si su hija
llevaba un audífono, además de su implante coclear?
Todavía perplejo, él sacudió la cabeza de nuevo.
Luego, el audífono pertenecía al hombre con el que había estado.

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― ¿Cuándo fue la última vez que vio físicamente a su hija, señor? ―preguntó
Olivia.
―Este verano, durante cuatro semanas. Tengo... ―apretó los puños, luego se
relajó para comenzar los signos de nuevo―Tenía cada Navidad, Acción de Gracias,
vacaciones de primavera, y seis semanas en el verano.
―Pero ¿se quedó solo cuatro semanas? ―preguntó Kane.
Mullen vaciló.
―Ella fue a un campamento las otras dos semanas.
Bien.
― ¿Qué campamento, señor? ―preguntó Olivia.
―Campamento Longfellow, en Maryland―Su cara se arrugó mientras el flujo
constante de lágrimas se convertía en sollozos―. Por favor, por favor, déjenme ver
a mi hija.
Kane miró a Olivia y ella asintió con la cabeza. Ella no tenia más preguntas por
ahora. Definitivamente comprobarían lo del campamento Longfellow tan pronto
como se hiciera esta identificación. Olivia tocó el hombro de Mullen y le llevó a la
sala de observación de la familia. La luz verde estaba en la esquina superior
derecha de la sala, señal de que el forense estaba listo al otro lado.
Kane corrió la cortina, y bastaron unos segundos para que el señor Mullen asintiera
aturdido. Luego cerró los ojos y lloró en silencio balanceándose. Completamente
solo.
Kane cerró la cortina mientras Olivia tragó saliva. No había habido vistas con las
victimas del Chico de la Fosa. No había quedado lo suficiente de los cuerpos de las
víctimas y se había utilizado el ADN en para la identificación en su lugar. Ahora, de
pie con el padre de Tracey, se dio cuenta de que había sido lo único positivo de
toda esa pesadilla. Ella no había tenido que ver el dolor impotente de las familias
mientras miraban a sus seres queridos a través de una ventana estéril.
Ella tocó el brazo del sr. Mullen de nuevo, suavemente, como había aprendido a
hacer cuando Brie no estaba usando su procesador. El lucho por recuperar el
control, a continuación, la miró a los ojos.
―Lo siento―dijo ella con signos. Era una de los pocos signos que conocía, un puño
apretado frotando sobre su corazón, como si calmara dolor de él. Ella señaló a
Val―. Tengo un mensaje del bombero que la sacó. El quiere que usted sepa cuanto
lo siente. Trataron de salvarla, pero para cuando llegaron, ya era demasiado tarde.

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― ¿Cuánto tiempo antes de llegar? ―dijo el sr. Mullen, con la barbilla levantada.
Olivia lo habría tomado por beligerancia si ella no lo hubiera visto antes, en
demasiados padres afligidos. Era la emoción de la ira, la necesidad de culpar a
alguien. Era humano.
―Cinco minutos desde el momento en que recibieron la llamada―dijo ella―. El
forense cree que Tracey se había ido antes de que los bomberos siquiera recibieran
la llamada. El bombero que la sacó arriesgó su propia vida―Olivia pensó en el
enorme agujero que caía cuatro pisos. Si David hubiera entrado por el camino
equivocado cuando subió por la ventana para sacar a Tracey...no podía pensar en
ello―. Todo el mundo hizo todo lo posible.
―Gracias. ¿Cuando puedo llevarla a casa?
Val expresó su pregunta y Olivia quiso suspirar. Odiaba los casos de niños, pero el
dolor se hacía peor cuando no había custodia compartida de un menor de edad.
―Su esposa llegará mañana―dijo Kane, dando un paso―. Ustedes dos tendrán
que decidir los arreglos finales.
El rostro de Mullen se volvió tan duro de como la piedra.
―Entiendo.
Luego se fue de la habitación, con el cuerpo tembloroso, de pena o rabia Olivia no
lo sabía. Probablemente una mezcla de las dos.
― ¿Va a estar disponible mañana? ―preguntó Olivia a Val― Queremos hacer a los
padres unas cuantas preguntas más, cuando estén sentados juntos en la misma
habitación.
―Pueden llamarme―dijo Val―. Lo dejaré dicho en la oficina.
―Podemos necesitarla toda la mañana―dijo Olivia, pensando en su visita a la
Escuela para sordos―. Vamos a tener que llevar a cabo algunas entrevistas.
―Limpiaré mi agenda―Suspiró Val pesadamente―. Ahora, si les parece bien, me
gustaría irme.
Olivia conocía la sensación. La morgue no era su lugar favorito.
―Claro.
Cuando hubieron firmado la salida tanto del intérprete como del señor Mullen,
Olivia se volvió a Kane.
―Ella fue a un campamento.
―El vaciló antes de decirnos eso―dijo Kane―. ¿Qué es el Campament
Longfellow?
―Vamos a averiguar.

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Se fueron a la oficina de Ian y lo encontraron saliendo de la cámara frigorífica, de
haber guardado el cuerpo de Tracey.
―Ian, ¿Podemos utilizar el ordenador durante un minuto?
―Claro―dijo Ian―. ¿Qué pasa?
Olivia se deslizó en la silla de su escritorio.
―Tracey Mullen fue a un campamento este verano.
Ian asintió.
― ¿Donde podría haber conocido a un chico al que sus padres no supieran que
conocía?
―Oh, las cosas que los padres no saben que sus hijos saben―murmuró Kane.
―Sé que yo saqué a mi madre un millón de canas―dijo Olivia con tristeza mientras
hojeaba los resultados de Google para el Campamento Longfellow―. Aquí lo
tienes. Es un campamento para estudiantes de secundaria sordos. Me pregunto
por qué Mullen dudó con eso.
―Tal vez la señora Mullen no sabia que él había enviado a Tracey―dijo Kane―.
Suena como que no estuvieran muy de acuerdo a la hora de criarla. Ian, ¿Cuánto
tiempo hace que se produjeron esas fracturas y el daño que mencionaste en su
mano izquierda?
―En algún momento de los últimos tres meses, supongo.
Olivia suspiró.
―Así que pudo haber sido papá, mamá, el nuevo marido de mamá, o cualquiera
en el campamento, o cualquier persona con la que Tracey se encontrara de camino
a Minneapolis. Sin pista de cómo encontrar a quien la golpeara o encontrar a
nuestro testigo tampoco. Mañana debería ser un día interesante.
«Y esta noche una noche interesante». El día había terminado. Ella había estado
anticipando y temiendo este momento por igual. «Levántate. Ve. Por lo menos lo
sabrás».
Ian se aclaró la garganta.
―Por mucho que sepa que amáis mi morgue, voy a tener que echaros. Todavía
tengo una autopsia más antes de poder volver a casa. Así que iros.
Avergonzada, ella se puso en pie con cansancio.
―Lo siento, Ian.
Kane esperó hasta que estuvieron en la puerta antes de hablar.
―Yo quiero mis prismáticos de vuelta―dijo suavemente―. Solo en caso de que
estuvieras pensando en cancelar lo de Hunter.

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Sus mejillas se calentaron.
―Yo no estaba pensándolo. Exactamente.
―Mira, yo no se lo que pasó y no necesito saberlo. Pero si necesitas hablar...
Conmovida, ella le palmeó el hombro.
―Estoy bien, Pero, gracias.
Estaba casi en su coche cuando le oyó gritar desde el otro lado del parking de la
morgue.
―No olvides la barra de labios―le dijo él y la hizo sonreír.

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Capítulo Nueve

Lunes, 20 de septiembre, 20:30

David apretó la mandíbula mientras lanzaba su sedal en el muelle de Glenn.


Con, sacudidas rápidas, feroces lo soltó a través de las oscuras aguas del lago,
sabiendo que nunca iba a pescar un pez tan enfadado como estaba, y no soltar una
maldición.
Olivia no había llegado. No había llamado o enviado un mensaje. Nada.
Tal vez esta era su manera de vengarse de él. Si era así, se lo merecía.
El sudor humedeció la parte de atrás de su camisa, a pesar de la temperatura más
fría de la caída de la noche. Se había enrollado las mangas hasta los antebrazos,
lanzado sus zapatos contra el suelo en el otro extremo del muelle, y ahora estaba
de pie descalzo buscando una lucioperca que nunca atraparía, contando cada
minuto de esa noche una y otra vez, y haciendo un gran esfuerzo para mantener la
calma.
Luego sus hombros se sacudieron hacia adelante. Había enganchado una. Una
malditamente grande. Los reflejos le hicieron retroceder, justo cuando oyó el
rugido de un vehículo que se aproximaba. Siguió tambaleándose mientras
escuchaba, preguntándose si seguiría adelante, como el resto de los coches habían
hecho hasta este momento.
No lo hizo. Se detuvo delante, con el motor encendido. Los minutos pasaban y el
motor continuó encendido. «Apaga el motor, Olivia». Luego dejo escapar el aliento
que había estado conteniendo, cuando lo hizo. Una puerta se cerró de golpe en la
quietud de la noche.
Dos largos minutos después oyó el golpe suave de la puerta de atrás y dejo escapar
otro suspiro. Sus manos siguieron recogiendo el carrete al oír el crujido de las hojas
caídas y, por último, detectó el tenue aroma a madreselva. Ella estaba allí.
―Pensé que no vendrías―dijo, sin darse la vuelta.
―Dije que lo haría―dijo ella en voz baja.
Se volvió entonces, mirando a la cara que había capturado su imaginación desde el
momento en que la había visto. Pero habían sido sus ojos los que le habían
atrapado esa primera noche. Se encontró con que todavía lo hacían. Redondos y
azules, habían sido agudos e inteligentes, suaves y comprensivos. Y, más tarde,

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ardientes y necesitados mientras le miraban, con su cabeza en la almohada. Tragó
saliva.
―Me alegro―dijo simplemente y sus labios se torcieron. No del todo una sonrisa.
El bajó la vista hasta su garganta y pudo ver latir el pulso ahí, rápido. Nervioso,
esperaba. No asustado. «Por favor, no dejes que esté asustada».
―Lo siento, llego tarde. Tenía que recoger a mi perro y volver a casa. Lavarme un
poco.
Sus ojos cayeron al vestido que llevaba. Se lo había visto antes. La primera noche
que la había conocido, en la cena de ensayo de Mia. La noche que se habían
sentado y hablado de todo bajo el sol hasta altas horas de la madrugada. El se
preguntaba si ella había elegido el vestido a propósito, o si simplemente era uno
de sus favoritos.
Azul como sus ojos, estaba hecho de algo diáfano que insinuaba sus curvas cuando
la tela ondeaba con la brisa. Ella se había dejado el pelo suelto, como más le
gustaba a él. El quería tocarlo, pero sus manos estaban sucias, así que las dejó
donde estaban, agarrando la caña y el carrete como si de ello dependiera su vida.
Miró a su propia ropa con pesar.
―Yo estaba limpio, quiero decir. Lo siento.
―Es mi culpa. Debería haber llamado. El tiempo se me ha escapado. A veces hace
eso.
Se la quedo mirando un largo momento, preguntándose como hacer la pregunta
con la que había cargado durante dos años y medio. «¿Por qué te fuiste? ¿Qué
hice?»
―He… atrapado un pez. El anzuelo está muy enganchado en la boca. Si corto el
sedal...
―Sufrirá. Así que péscalo. Se está bien aquí fuera, con el lago. ¿Quien vive aquí?
Recogió el carrete, impaciente ahora. Quería lavarse las manos para poder tocarla.
―Un amigo que se aloja en mi edificio de apartamentos. El que estoy
rehabilitando.
―No sabía que ya habías abierto para inquilinos.
―No lo planeé. Ellos solo necesitaban un lugar donde quedarse. Ahora estoy
medio lleno.
Algo se movió en los ojos de ella y deseó poder interpretarlo.
―Eso estuvo bien.

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―Como tu trabajo con los fugitivos. Esa noche en Chicago, dijiste que querías
hacer algo, dar a los niños como tu hermana una oportunidad antes de que
arruinen su vida. Mucha gente habla de marcar una diferencia, Olivia. Tú lo haces.
Estás allí en el refugio de adolescentes casi cada fin de semana―incluso en el
apogeo de su trabajo con las víctimas de la fosa, había mantenido su compromiso.
Eso tenía profundamente impresionado a David.
Los ojos de ella se abrieron completamente.
―Espera un minuto. ¿Cómo sabes lo que hago en mi tiempo libre?
―Yo he... prestado atención. Desde que estoy aquí.
Ahora sus ojos se estrecharon.
― ¿Has estado vigilándome?
El se centró en el carrete. «Sí».
―Algo así.
― ¿Algo así? ¿Qué clase de respuesta es esa? ―Su mano se dejó caer
pesadamente en su Cadera. Su muy curvilínea cadera. Sus ojos azules brillaron
peligrosamente.
―No es una terriblemente buena, me temo―dijo.
Ella frunció los labios, fijando su mirada en su sedal de pesca.
― ¿Tienes una mejor?
―Creo que si, pero es difícil concentrarse justo ahora.
Ella resopló.
―Entonces date prisa. ¿Qué vas a hacer con él de todos modos?
El asumió que se refería al pez.
―Depende. ¿Te gusta el pescado fresco?
―Depende. ¿Quién va a limpiarlo?
Su boca se curvó ante su tono contrariado.
―Yo.
―Entonces me gusta el pescado. No pude dejar de notar la mesa que pusiste. ¿El
pescado es para la cena?
Se había detenido en la tienda de hogar a por un mantel, candelabros, y un poco
de porcelana blanca. Nada del otro mundo, pero mejor que los platos astillados de
Glenn. El había vuelto la mesa de madera de Glenn en algo medio presentable, por
si las cosas iban bien.
―Depende. Tengo bistec marinado. No sabía si habías tenido la oportunidad de
comer.

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Algo de viento abandonaba sus velas.
―Realmente no me van los filetes. Pero el pescado suena maravilloso y yo no he
cenado. Así que, gracias.
El ya tenía el pescado bajando la caña y recogiendo rápido el sedal.
― ¿Identificó el padre a la chica?
―Sí. Su nombre es Tracey Mullen. No tenemos ni idea de por qué estaba en ese
apartamento, pero parece como que ella jugó a mamá contra papá. Cada uno
pensó que estaba con el otro.
― ¿Divorciados entonces?
―Sí. La madre viene mañana. No va a ser divertido. Le di al padre tu
mensaje―vaciló―. Le dije que habías arriesgado tu vida para salvarla. El te lo
agradeció.
―He estado pensando en él, toda la tarde. Pensando en ti, en tener que
decírselo―El pescado estaba cerca ahora―. Atrás. Este chico va a salir.
Ella se deslizó hacia atrás y él dio un último tirón, soltando la lucioperca en el
muelle donde el pescado golpeó frenéticamente.
―Grande―El levantó la vista, vio su cara inclinarse―. ¿Debería echarlo de vuelta?
― ¿Parecería tonto si dijera que si?
El la miró a los ojos.
―No―dijo él suavemente y ella se relajó―. Este chico ha vivido mucho tiempo.
Parece una vergüenza poner fin a su balanceo―Tirando de sus guantes, tomó el
anzuelo de la boca del pez y lo puso de nuevo en el agua, aferrándole hasta que el
pez reunió suficiente fuerza para alejarse nadando por su cuenta―. Yo los atrapo y
suelto la mayoría de las veces de todos modos. Un hombre solo puede comer unos
cuantos peces. Vamos adentro. Me limpiaré y luego podremos hablar.
―Y ¿voy a conseguir mejores respuestas?
―Sí―Y él esperaba obtener respuestas, también. Con las que pudiera vivir.

Lunes, 20 de septiembre, 20:45

Barney Tomlinson estaba sentado a su escritorio en su oficina en la parte posterior


de su almacén, mirando con ojos legañosos la declaración de P & L en la pantalla
de su ordenador. A ciegas cogió el vaso sobre la mesa y, al encontrarlo vacío, cogió
la botella que guardaba en el cajón.

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Estaba vacía, también. Con un estrangulado juramento, lanzó la botella a través de
la habitación, donde rebotó inofensivamente contra la pared. Licor barato en
botellas de plástico.
A eso era a lo que su vida había llegado. Licor barato, y nada más que eso. «Estoy
arruinado».
Su esposa había congelado sus fondos. Algún fantástico abogado iba ser rico...
«Con mi dinero». Dejó caer la cabeza sobre sus manos.
―Mi maldito dinero.
Espero que la putita valiera la mitad de tu dinero, se había burlado la zorra de su
mujer. Probablemente conseguiría lo que estaba pidiendo. La mitad de su dinero.
Su propio abogado no parecía esperanzado. Cuando había fotos involucradas...
Esas malditas fotos. El las había enviado. El maldito chantajista. «Quien ha
arruinado mi vida». Se asomó entre sus dedos para mirar las fotos que el abogado
de ella le había dado al suyo. Barney recordaba esa noche. El sexo había sido
bueno. No genial, pero bueno. Más que nada, Shondra le había escuchado. Le hizo
sentir... importante. Joven.
Ahora que su dinero había desaparecido, Shondra se había ido, también. La zorra
de su mujer había conseguido unas buenas risas con eso. Deseó que estuviera
muerta. Shondra y la zorra de su esposa. El lo había pensado, visto desde todos los
ángulos, pero desde cada ángulo que lo viera, él sería el primer sospechoso. Por lo
menos cuando el polvo se disipara, tendría la mitad de lo que quedara.
―Discúlpeme.
Barney miró, alzando las cejas. Un hombre estaba de pie en su puerta, con las
manos, en los bolsillos. Le parecía familiar, pero Barney no podía ubicarlo.
―No permitimos que molesten aquí―dijo Barney―. Va a tener que irse.
Comenzó a ponerse en pie, luego se hundió en su silla cuando el hombre,
casualmente, sacó una gran pistola de su bolsillo. Llevaba guantes negros. El
corazón de Barney comenzó a latir como el infierno. Sus ojos se movieron a su
alrededor, encontrando el teléfono al borde de su escritorio. Demasiado lejos para
agarrarlo.
No había nadie allí. Sus empleados se habían ido a casa. Nadie le oiría gritar.
―N… no guardamos dinero aquí―tartamudeó Barney―. P-pero tengo un
reloj―Empezó a quitárselo, pero el hombre levantó más su arma.
―No quiero tu reloj, Barney―dijo el hombre suavemente. Rodeó la mesa,
empujando el cañón de la pistola contra la nuca de Barney.

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― ¿Quién eres tú? ―exigió Barney, entonces lo supo― Tú, tú tomaste esas fotos.
Jodido chantajista, me las enviaste.
―Bueno, técnicamente, solo fue un intento de chantaje. Nunca me pagaste,
después de todo.
― ¿Qué deseas? No tengo más dinero. Me arruinaste.
―No, Barney. Te arruinaste tú. Si metes la polla en lugares en los que no debes,
tienes que aceptar las consecuencias―El hombre realmente sonaba divertido―.
Adiosito.
«Adiosito». Lo había oído antes. Ahora sabía quien era ese tipo.
―Eres…
Dio un paso atrás desde el cuerpo de Tomlinson, ahora de bruces sobre la mesa. Lo
que quedaba de su rostro, en cualquier caso. Buscó en el bolsillo de Barney,
encontrando llaves, su BlackBerry, y el celular desechable que él le había
proporcionado. Metiendo las llaves y la BlackBerry en el bolsillo, rodeó el
escritorio, con cuidado de no pisar los restos del cerebro de Barney. Haciendo una
pausa en la puerta, tomó una foto con el celular desechable, a continuación, la
comprobó para asegurarse de que había conseguido una buena toma.
La tenía, en efecto. Barney estaba bien centrado y la sangre contrastaba bien con
los papeles blancos esparcidos sobre el escritorio. Seria una buena ayuda visual
para el próximo estúpido que no le hiciera caso. Y para los Cuatro Colegas menos
uno si se resistían.
Esperaba que los policías encontraran la bala de punta hueca que había salido de la
cabeza de Barney y la relacionaran con el guardia de seguridad muerto. Eso le
permitiría tirar un poco más de la soga alrededor de los cuellos de Eric y sus
amigos.
Cerró la puerta del despacho de Barney y, poniéndose la máscara de esquí en su
rostro, salió por donde había entrado. No estaba demasiado preocupado por las
cámaras. Después de escuchar a Albert y Eric discutir sus planes, había concluido
que los dos habían cubierto las cámaras. Además, el único vídeo que importaría
después de esta noche seria el vídeo que él tomara.
En su camino de salida abrió la jaula en la que estaba el perro de Tomlinson, como
Tomlinson hacía cada noche cuando se iba. Al perro no le gustaba en absoluto
Tomlinson. El jefe del almacén manejaba al perro, alimentándolo y llevándolo de
nuevo en su jaula dónde se pasaba el día. Esperaba que Eric y Albert no tuvieran
intención de matarlo. Era un animal hermoso.

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Cerró la puerta de atrás y tiró de la cuerda que Tomlinson mantenía atada a la
puerta de la jaula del perro, como Tomlinson hacía cada noche. El perro saltó con
un feroz gruñido, saltando contra la valla, mostrándole los dientes.
Verdaderamente un animal magnífico.
Buh, adiós, pensó mientras entraba en el auto de Barney y se alejaba. Aparcaría a
un par de manzanas, y luego recuperaría su propio vehículo. De esta forma cuando
Eric y sus amigos llegaran, no verían el coche y creerían que nada iba mal, como
que Tomlinson estuviera muerto dentro. Ellos iniciarían el fuego, y por la mañana,
su control sobre ellos seria aún más fuerte.

•••

Lunes, 20 de septiembre, 20:57

―Estoy dentro―Eric estaba inclinado sobre su portátil, mirando el servidor de la


empresa de Tomlinson.
―Ya era hora―fue todo lo que Albert dijo, con la mirada pegada al televisor. Había
estado viendo las noticias para tener una idea de donde estaba la Policía en la
investigación del edificio de apartamentos.
Eric dejo que las palabras de Albert le resbalaran. El no podía preocuparse de los
dos en este momento. Tenia que encontrar la manera de ir más allá de la alarma o
no habría ‘ellos’ por lo qué preocuparse. Le había llevado mucho más tiempo de lo
que esperaba entrar en el servidor de Tomlinson, Pero estaba nervioso y no
pensando, lo que explicaba la mayor parte de la demora.
Abriendo una carpeta llamada ‘Mantenimiento’, asintió con la cabeza.
―La alarma es un diseño antiguo. La documentación aquí es de un sistema que
compraron hace diez años.
La mandíbula de Albert se tensó.
―No me importan la marca y el modelo. ¿Puedes apagarla?
―Sí. Será fácil. Solo tengo que...
Albert levantó la mano.
―Shh. Son las nueve.
En la televisión, el presentador parecía sombrío.

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―Buenas noches. Tenemos una actualización sobre el incendio que destruyó el
edificio frente al lago de anoche. La Policía ha identificado a la víctima como Tracey
Mullen. Tracey sólo tenía dieciséis años―La pantalla se dividió, una foto de una
chica muy joven con grandes ojos marrones apareció junto a la cara del
presentador.
El estomago de Eric se volvió del revés y se alegró de no haber comido nada en
horas. Tracey Mullen. Se quedó mirando la cara en la pantalla, pero lo que veía era
la cara apretada contra el vidrio, su boca abierta en un grito que resonó en su
mente. Junto a él, Albert se había tensado y Eric se preguntó si la culpa también lo
estaba comiendo como si fuera ácido.
La pantalla cambió al vídeo de una mujer con brillante pelo rojo-naranja que
llevaba una chaqueta con SAR impreso en la parte de atrás y sujetando la correa de
un pastor Alemán. La mujer y el perro entraron en el edificio quemado, mientras
otros tres miraban, una mujer rubia, un hombre de pelo oscuro, y un hombre alto
que llevaba un sombrero de fieltro. La Escuadra del Sombrero, pensó Eric. El tipo
del sombrero era un detective de Homicidios.
―Esto era el escenario de esta tarde mientras un perro buscador de cadáveres
buscaba restos adicionales en el edificio―dijo la voz del presentador―.
Afortunadamente, no encontraron nada.
Eric soltó un suspiro. Al Menos no habían matado a nadie más. Lo de la chica era
una tragedia, pero no debería haber estado allí, para empezar.
El vídeo cambió abruptamente, ahora era granulado y muy alejado.
―Noticias 8 ha obtenido este video, tomado con el teléfono móvil de un
espectador. Están viendo el perro buscador de cadáveres que, después de buscar
en el edificio quemado, continuó el seguimiento al otro lado de la propiedad, para
terminar en este tramo de playa. El capitán de Policía Bruce Abbott no tenía
comentarios sobre la relevancia de los hallazgos del perro en la investigación en
curso.
El presentador reapareció.
―En otras noticias, un accidente automovilístico fatal se cobró la vida de Joel
Fischer temprano esta mañana. El coche de Joel se salió de la carretera entre su
casa y la universidad, donde era estudiante. Nadie más resultó herido. Los servicios
funerarios serán mañana por la tarde...
―El perro encontró por donde se fue el chantajista después de matar a ese
guardia―dijo Albert falsa frialdad.

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―Pero todavía pensarán que fuimos nosotros―dijo Eric, con miedo en su voz.
―No saben de nosotros. Sin embargo, tenemos que asegurarnos de que no lo
averigüen.

•••

Lunes, 20 de septiembre, 21:02

Olivia se frotó con fuerza los brazos con las manos. En parte tenía frío, en
parte estaba nerviosa. Sobre todo nerviosa, admitió. Se puso de pie en la sala de la
cabaña, que estaba dominada por una mesa de madera cubierta de lino, velas, y
porcelana. El hombre sabía como poner una buena mesa. Y planeaba cocinar para
ella.
«¿Y luego qué?» Nada, decidió firmemente. «Nada, hasta que consiguiera algunas
respuestas».
Había estado ‘prestando atención’. «Vigilándome».
Ella captó un destello blanco por el rabillo del ojo y se volvió para seguirlo. Era su
camisa, se dio cuenta, lanzada desde el cuarto de baño a una cesta. Lo que
significaba que en este momento, el hombre estaba medio desnudo. Olivia tomó
aliento, sus brazos ya no estaban fríos. Nada estaba frío en ella. Sabía como se veía
medio desnudo.
Sabia como se veía desnudo. Ahí estaba el problema. El agua comenzó a correr y
Olivia comenzó a caminar, sus pies tenían mente propia, parándose en la puerta
abierta del baño.
El se estaba lavando en el lavabo, con la cabeza inclinada hacia el agua. Aún llevaba
los pantalones y se dijo que era algo bueno. De lo contrario, habría tenido serios
problemas que resolver. «Debía tener respuestas antes»... bueno, justo antes.
Se apoyó en el marco de la puerta sin ser detectada y simplemente lo observó. En
todo caso, se veía mejor que aquella noche, más fuerte, sus músculos más
definidos... solo mejor, lo que realmente no era justo. Por el momento, sin
embargo, le resultó difícil quejarse.
El pelo oscuro de su nuca estaba húmedo y se curvaba un poco, y sus dedos se
morían de ganas de estirarse y tocarlo, pero se quedó en silencio donde se

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encontraba. El todavía no la había visto. Con la navaja en la mano, él levanto la
vista hacia el espejo, y entonces se quedó inmóvil, mirando el reflejo de ella.
Cuando ella no dijo nada, él se enderezo y empezó a afeitarse, mirándola a los ojos
en el espejo cada vez que enjuagaba la hoja.
Era una cosa íntima, ver afeitarse a un hombre. Ella había de visto a Doug afeitarse,
todos los meses que habían estado comprometidos. Ella había echado eso de
menos, la intimidad. Echaba de menos el sexo, también, pero la intimidad por
encima de todo. Ese sentido de pertenencia a alguien, que él le pertenecía solo a
ella. Ella había pensado que había tenido eso con Doug, pero había aprendido
dolorosamente que no lo tenía.
Ella respiró, tranquilizándose. No lo tendría aquí tampoco. David Hunter nunca le
pertenecería a ella. Ella lo sabía. Se preguntaba si él también lo sabía.
Mientras observaba sus músculos moverse, sus ojos se encontraron con los de ella,
y se sintió licuarse por dentro y necesitada... se preguntó si la pertenencia, la
exclusividad de ello, importaba siquiera. Demasiado pronto él terminó con la
cuchilla. Pero no se volvió, todavía mirándola en el espejo.
― ¿Por qué me has vigilado? ―preguntó ella con voz ronca.
Su garganta se movió cuando él tragó saliva.
―Tenía que estar seguro de que estabas bien. Estabas trabajando en ese caso...
todos esos cuerpos saliendo de la fosa. Estabas pálida y estresada. Evie dijo que no
estabas durmiendo. No comías. Me preocupabas.
Ella levantó la barbilla.
―Si estabas tan preocupado, ¿Por qué no me llamaste?
Entonces él se volvió y la habitación pareció mucho más pequeña y el aire pareció
escasear. Su mirada plateada era penetrante, aunque incierta.
― ¿Y bien? ―presionó ella y solo tuvo un segundo para prepararse antes de que él
se adelantara y deslizara sus dedos en su cabello, levantándole la cara.
―Lo siento. Necesito saber―dijo con dureza, y entonces ella no pudo respirar en
absoluto. El tenía la boca sobre la de ella y fue exactamente lo mismo.
Exactamente como lo recordaba. Caliente e imprescindible. Todas las razones por
las que ella no debería besarle se desvanecieron como niebla cuando ella se puso
de puntillas, sus palmas abiertas contra su pecho, tocando todo, la piel desnuda y
el duro músculo. «Mío. Por un segundo, mío». Luego sus brazos estaban alrededor
de su cuello, estrechándolo, tirando de si misma hacia arriba. Más cerca.

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El emitió un sonido profundo en su garganta, áspero. Necesitado. Una mano se
apretó en su pelo y la otra recorrió su espalda y sus costados con impaciencia
mientras él profundizaba el beso y ella recordaba como se sentía. Su boca sobre
ella. Sus manos sobre ella. Dios, el hombre tenía unas manos increíbles. «Tócame».
Quería gritarlo, pero no había aire. Su vestido se agitó contra la parte posterior de
sus piernas, cuando él tomó un puñado de tela en su cadera y lo retorció en su
puño. Visiones de él lanzando el vestido sobre su cabeza se burlaron. Tentándola.
«Como la última vez».
El se apartó bruscamente, con el pecho hinchándose al respirar fuerte y rápido
contra el pelo de ella. Pero a pesar de que su agarre se suavizó, él no la soltó. Una
mano acunó la parte posterior de su cabeza, apoyando su mejilla contra su piel
desnuda. La otra mano se extendió firmemente contra la parte baja de su espalda,
como si la mantuviera erguida.
«Como la última vez».
Ella se apoyó en sus pies, sus manos deslizándose por su piel, encontrando un
lugar de descanso natural en su espalda. Y se aferró, porque lo necesitaba. Si ella
se apartaba, él la dejaría ir, pero no lo hizo. No pudo. El apoyo la mejilla en la parte
superior de su cabeza.
―Fue real―murmuró él, enviando un escalofrío que le recorrió la espalda―. No
me lo imaginé.
Ella pensó en cómo lo había dejado, tendido en su propia cama, roncando
suavemente. El había tomado demasiado champán en la boda de Mia mientras ella
había estado sobria al cien por cien. Durante largos meses ella se había preguntado
lo que él recordaría. Si recordaría lo que habían hecho. Lo que él había dicho.
―Depende―dijo ella con cautela―, de lo que piensas que imaginaste.
―Recuerdo el viernes―dijo él en voz baja―. Todo sobre el viernes. El sábado, no
tanto.
El viernes había sido la cena de ensayo de Mia. La primera vez que lo había visto. El
sábado había sido la boda, y el sábado por la noche... Bien, eso es por lo que ella
estaba allí.
Sus dedos comenzaron a moverse contra su cuero cabelludo, en suaves círculos
que hacían que sus ojos se cerraran.
―Yo estaba sentado en los escalones de la iglesia―dijo―, temiendo entrar.
―Otra boda a la que ibas solo―murmuró ella.
El se puso rígido, sus dedos moviéndose todavía.

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― ¿Ya te dije eso?
―El sábado por la noche, después de la recepción. Después de un par de copas de
champán me dijiste... bastante. Me preguntaba cómo podía ser cierto. ¿Cómo un
hombre como tú podía estar solo?
―Es solo una cara, Olivia.
Ella se echó hacia atrás para mirarlo, a la cara que hacía que las mujeres se
desmayaran. Sus ojos grises estaban tristes. Y solitarios.
Ella pasó sus dedos por la mandíbula de él, la sintió contraerse y se dio cuenta de
lo tenso que estaba.
―No era solo tu cara. No dejaba de pensar, tiene que ser mezquino, orgulloso,
estúpido, algo. Seguí buscando un defecto, pero nunca encontré uno.
―Tengo un montón de defectos. Créeme.
Se apoyó contra su pecho de nuevo, sus palabras derrotadas.
―No que yo pudiera ver.
Sus dedos reanudaron su lento masaje y ella pudo sentir como se derretía contra
él.
―Tú llevabas este vestido en la cena de ensayo. Tenía la esperanza de que fuera
una buena señal.
―Me preguntaba si lo recordabas.
―Como dije, me acuerdo de todo lo del viernes. Yo estaba sentado en los
escalones y casi te caíste en mi regazo.
Ella se sintió obligada a defenderse.
―Mi tacón golpeo una piedra y tropecé.
―Una razón más para estar agradecidos por una mujer con tacones
altos―murmuró―. No me oíste quejarme, ¿verdad?
―No―El había estado dulce y divertido, atendiendo la rodilla que se había
desollado cuando se había caído. El la había ayudado a entrar por una entrada
lateral de la iglesia, con su brazo alrededor de ella mientras su corazón iba al
galope. Entonces él había encontrado una silla, se agachó a sus pies, y con ternura
limpió la sangre de su rodilla mientras ella le miraba a la cara. Que estaba lejos de
ser ‘solo una cara’. Había estado casi hipnotizada―. Me pusiste una tirita de la
Sirenita.
―Mi sobrina, Grace, se había despellejado el codo esa tarde―Todavía sonaba
vagamente avergonzado, encantándola ahora tanto como entonces―. Yo las tenia
en el bolsillo.

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―Como dijiste―Mientras la había mirado con una tímida sonrisa juvenil. «Y ese
fue el momento en que me tuvo». No tuvo que ser inteligente o divertido o
reflexivo o cortés. Pero había sido: todas esas cosas, también. El había sido
perfecto―. El viernes fue una noche agradable―«Perfecta».
―Lo fue. Yo no quería que terminara.
Ninguno de ellos quería. Después de la cena de ensayo de Mia, habían terminado
en Moe’s, un restaurante de unos amigos de él, donde habían tomado tarta y café
y hablado hasta que los dueños empezaron a barrer en torno a ellos y, finalmente,
apagaron las luces.
―Creo que nunca había cerrado un restaurante antes.
―Cuando Moe supo que me trasladaba aquí, me pidió que te dijera hola. El no dijo
nada durante un largo, largo rato, aún sujetándola. Luego suspiró en voz baja.
―Hola, Olivia. Debería habértelo dicho hace meses.
Ella se echó hacia atrás, lo miró a los ojos, endureciéndose.
― ¿Entonces por qué no lo hiciste? ¿Por qué te trasladaste aquí en primer lugar?
El ni se inmutó.
―Por la noche siguiente. El sábado por la noche―Hizo una pausa, con mirada
firme, y las mejillas de ella ardieron―. Hay muchas cosas que no recuerdo de esa
noche después de la boda de Mia, Olivia, Pero recuerdo lo suficiente.
Su barbilla se levantó un tanto.
― ¿Como qué?
Sus ojos cambiaron, se movieron.
―Cómo la forma que te sentí cuando bailaba contigo, sujetándote contra mí.
Cómo tu vestido de dama de honor se acortaba por delante―Deslizó la mano por
su cabello, trazando suavemente el borde de su sujetador a través del fino vestido
que llevaba, enviando una descarga de corriente por toda su piel―. Cómo quería
saber cómo te veías sin él.
El bajó la cabeza, rozando con sus labios la curva de su hombro, sus dedos
probaron la plenitud de su pecho.
―Pero de alguna manera―susurro él―, se como te ves sin él. No debería, pero lo
sé, ¿verdad?
Ella estaba temblando ahora. «Tienes que detenerlo». Pero ella no podía. No
quería.

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―Sí―fue apenas audible, Pero por su brusca respiración, ella supo que la había
escuchado. «Tócame», quiso rogar pero una vez más no había aire en sus
pulmones.
De pronto él deslizó ambas manos hacia abajo, cubriendo su trasero. Su gemido de
alivio fue amortiguado ya que él tomó su boca de nuevo, caliente y exigente. Un
estremecimiento le sacudió y alejó sus labios.
―Dios. Recuerdo como te sentía en mis manos―murmuró, amasando su carne y
ella se alzó de puntillas, hacia él. El ya estaba duro.
Sabia como se sentía al presionar contra esa dura cresta, sintiéndolo palpitar
contra ella. Necesitaba sentirlo de nuevo. «Ahora». Ella emitió un sonido frustrado
y finalmente él la levantó, presionándola contra el marco de la puerta, su cuerpo
duro entre sus muslos.
Casi, pero no lo suficiente. Como la última vez. Se meció contra él y le oyó
pronunciar un juramento, a continuación, sus manos encontraron la piel desnuda
de sus piernas, Temblando mientras le acariciaban.
Vacilante, él cubrió con ligeros besos el costado de su cuello hasta su oído.
―Recuerdo a qué sabías, Olivia―Fue un ronco susurro, arrancando un gemido de
sus labios. La asoló y su cabeza cayó contra el marco de la puerta mientras dejaba
entrar los recuerdos. Esto. Esto es lo que ella había anhelado, todos estos meses.
Todos estos meses que él se había quedado lejos.
― ¿Lo sé?―él la beso en el cuello, con fuerza― ¿Sé como sabes?
Ella asintió con la cabeza, apretando cada músculo.
―Y sé como suenas cuando te corres.
―Si―La palabra fue casi un sollozo.
―Y entonces... ―El estaba respirando con fuerza, clavando sus dedos en sus
muslos, atrayéndola más, meciéndose arriba en ella, tan cerca que si no fuera por
los capas de ropa, estaría dentro de ella. Ella se encontró con cada embestida, tan
condenadamente cerca. Casi ahí, solo con algunas palabras susurradas y el empuje
de sus caderas.
Tragó saliva.
― ¿Qué? ―susurró ella con voz ronca. Desesperada.
―Tu boca... aún puedo sentir tu boca sobre mí. Caliente y húmeda―El se
estremeció―. No estaba seguro de si lo había soñado. Dime que no lo soñé.
―No lo hiciste―La memoria la golpeó con fuerza y ella volvió la cara lejos de él.
«Detente ahora»―. ¿Por qué? ―preguntó con brusquedad― ¿Por qué no me

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llamaste? Si te acuerdas de todo eso, ¿Por que tuviste que mantenerte alejado
todo este tiempo?
Sus caderas se detuvieron.
―Me desperté a la mañana con una resaca infernal. Sólo. El último recuerdo claro
que tenia era la recepción, bebiendo champán. Bailando contigo. Luego me
desperté en mi cama―Tragó saliva―. Desnudo. No estaba seguro de cómo había
llegado a casa. Qué era realidad y qué fantasía. Entonces te olí en mi
almohada―Volvió la cara en su pelo―. Yo supe que habías estado allí. Te habías
ido sin un adiós o una nota.
El le levantó la cabeza y ella abrió los ojos. Su mirada era intensa. Vio confusión
arremolinándose allí, y dolor. Y otra cosa que no pudo definir.
― ¿Por qué te fuiste? ―preguntó él con urgencia― Necesito saber.
―Suéltame―Al instante lo hizo. Sus rodillas estaban débiles, pero sus pies estaban
sólidamente asentados en el suelo, «donde debería haberlos dejado». Ella quiso
apartar la mirada, pero obligó a sus ojos a permanecer en su rostro―. Cuando yo...
cuando me corrí―dijo ella― ¿Qué dije?
El frunció el ceño ligeramente.
―Tu nombre. ¿Por qué? ―Su ceño se profundizó, entrecerrando los ojos cuando
ella no dijo nada más― ¿Por qué? ¿Qué dije?
Ella tomó aliento. Nunca había tenido una aventura de una noche en su vida antes
de David Hunter, él no lo creería. Y rara vez había hecho eso, incluso con hombres a
los que había conocido durante años, pero... «Dios». Había estado atrapada en una
especie de hechizo maléfico, porque no tomarle en su boca nunca había entrado
en su mente. El cuerpo de él se había resistido y encorvado y él había estado tan
malditamente... hermoso. Entonces él había echado la cabeza hacia atrás,
apretado los dientes y... dicho la palabra que había dicho todo.
Se dio cuenta de sus propios dientes apretados.
―Dana―dijo ella tensamente. «La mejor amiga de mi hermana». Quien estaba
casada con otra persona.
Sus ojos grises se cerraron abruptamente, volviéndose ilegible.
― ¿Y?
La boca de Olivia se abrió.
― ¿Y? ¿Eso es todo lo que tienes que decir?
El negó duramente con la cabeza.
―No. Eso no es lo que quise decir.

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«¿Y?» Como si no fuera nada. «Como si yo no fuera nada».
―Déjame ir.
―Olivia, espera.
Empujó sus hombros.
―No. Déjame. Ir―Ella se retorció, su vestido cayó de nuevo alrededor de sus
piernas. Alargó la mano hacia ella y ella le dio un golpe alejándole.
―Olivia, espera.
Estaba surgiendo un sollozo, maldita fuera sí le permitiera verla llorar. Ella logró
salir de la habitación, agarrando su bolso de la mesa de la cocina, con él en sus
talones. Llegó a la puerta por delante de ella y puso la palma de la mano contra
ella.
―Escúchame.
―Lo hice―escupió―. Ese es el problema. Suéltame o te juro por Dios que te vas a
arrepentir.
Lentamente él retrocedió.
―Ya lo hago. Lo siento.
―Sí, claro―se burló y abrió la puerta. Se detuvo, obligándose a calmarse. Conducir
cuando estaba tan enojada era peligroso. Se quedó mirando al frente, sin atreverse
a mirarlo de nuevo―. Yo no tengo aventuras de una sola noche, David. Lo creas o
no. No me importa. Pero escucha esto claramente. Yo no juego de segunda línea.
Cuando estoy con un hombre, quiero que esté pensando en mí. Solo en mí.
―Olivia, por favor. Yo... no tengo ninguna excusa, salva que había bebido
demasiado.
― ¿Y? ―preguntó ella con sorna― A partir de ahora, deja de vigilarme. Por favor.
―Muy bien―dijo con voz hueca―. Yo no te molestaré de nuevo.
―Bien―Ella llegó a su coche y salió a la carretera principal, a continuación, pisó el
freno y se detuvo. Esto siempre pasaba cuando se emocionaba. Es por eso que no
le gustaba emocionarse. Ella buscó su teléfono celular en su bolso y pulsó la
marcación rápida.
― ¿Y bien? ―preguntó Paige, sin saludar.
―Bar de Sal―dijo Olivia oscuramente―. En treinta minutos.
―Entonces... ¿no fue bien?
― ¿Tú qué crees? Voy a enviar un mensaje a Brie, a ver si puede reunirse con
nosotras.
Paige suspiro.

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― ¿Estás bien?
―Oh, claro. Solo un poco apachurrada. Nos vemos en treinta minutos.

David estaba en la puerta de la cabaña de Glenn, con los nudillos presionando las
sienes palpitantes. ¿Y? «¿Y?» Su estomago se revolvió. Lo había jodido de nuevo. Y
le había hecho daño. Una vez más.
―Estúpido, jodido estúpido.
Pero quedarse aquí no serviría de nada. Con hombros pesados, cerró la puerta y
empezó a limpiar la mesa sin usar cuando su teléfono sonó. Era Paige.
Por supuesto que lo era.
― ¿Qué? ―preguntó con cansancio.
―Ya sabes, para ser un magnífico chico con un cerebro brillante, eres un estúpido
hijo de puta.
Cerró los ojos, demasiado cansado para luchar.
―Gracias, Paige. Nos vemos mañana por la noche en el dojo. Puedes hacerme
trizas de nuevo entonces.
―Estoy en de camino a Sal´s a encontrarme con ella y Brie para tomarnos unos
mojitos grandes. ¿Qué hiciste?
―Esto no es de tu incumbencia. En serio.
―Voy a tener que decirle que nos conocemos. Nunca la he mentido. No voy a
empezar.
«Fantástico».
―Adelante. No hay mucho que puedas decirle que vaya a empeorarlo.
― ¿Tan malo?
―Oh, sí―«Yo no juego de segunda línea», había dicho ella―. Paige, ¿Quien le hizo
daño?
―Quieres decir, ¿además de ti?
El se estremeció.
― ¿Sabes?, no estás ayudando nada.
―Lo siento. Odio que esté molesta y voy a tener que empeorarlo diciéndole que tu
y yo somos amigos.
―Bien, al menos seguimos siendo amigos―dijo malhumorado.
―Dios. David, lo siento. No quiero retorcer el cuchillo. ¿Quieres saber quien le hizo
daño? Más recientemente, fue su ex novio.
Los ojos de David se estrecharon.

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― ¿Micah Barlow?
― ¿Conoces a Micah? Oh, espera, él estaba en un incendio provocado, así que le
conocerías. Bueno, si, Micah estaba en ello, pero no, fue su prometido. Que era el
mejor amigo de Micah, Doug.
«Segunda línea».
―El la dejo por otra persona, ¿no?
Hubo una pausa.
―Sí. Y casi la mató.
«Bien hecho, Hunter».
―Haz lo que tengas que hacer para hacerla sentir bien. Di lo que tengas que decir.
Llámame lo que quieras. No la molestaré nunca más.
―David... maldita sea.
―Mañana en el dojo, simplemente hazme saber que ella está bien.
―Ya se nos ocurrirá algo. Solo espera.
«Esperé demasiado tiempo». Ese era el problema. Pero ¿cómo iba a arreglarlo?

Lunes, 20 de septiembre, 23:15

―Es más fácil cuando las cosas ya están aquí―murmuró Albert. Como Eric, llevaba
una lata de gasolina en cada mano. Mary cerraba la marcha en silencio, llevando el
carrete de mecha. Aún tenía los ojos enrojecidos e hinchados.
«Yo debería estar de duelo», pensó Eric. «Joel era mi amigo». Pero todo en lo que
podía pensar era hacer este trabajo y sacar el infierno fuera del Dodge.
―La última vez tuvimos suerte―siseó Eric―. Allí estaba la cola. Te lo dije, las
carretillas elevadoras aquí funcionan con propano y el tanque está en la parte de
atrás. No podemos utilizarlo para iniciar el fuego.
Vestidos todos de negro, cada uno de ellos llevaba guantes y esta vez,
pasamontañas sobre sus rostros. Pasaron por encima del perro, que por fin se
había dormido después de comer la carne en la que habían inyectado un narcótico
que a Mary le había quedado de una lesión en la espalda. Ella miró hacia atrás.
―Está respirando―dijo ella―. Bien. No quiero que nadie más resulte herido.
―Es un perro, no un 'nadie'―murmuró Eric, poniendo sus latas de gasolina junto a
la puerta de atrás. «No una niña». Cuyo rostro aún podía ver cada vez que cerraba
los ojos.
―Volquemos la gasolina―instó Albert―. No nos arriesguemos a activar la alarma.

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―Tenemos que destruir lo que hay dentro―Eric hizo un agujero en la ventana de
la puerta y separo lo suficiente el vidrio para poder mirar a través―. Además, el
vídeo de las cámaras de seguridad está dentro. Tenemos que llevarnos eso. Dame
un impulso.
Quejándose, Albert lo hizo y se preparó para pasar él mismo.
―Espera―dijo Eric, mirando el panel de alarma―. No está puesta la Alarma. El
último que se fue debe haberlo olvidado.
―O estamos a punto de ser atrapados―dijo Albert―. Ábrelo. Quiero hacer esto y
salir.
Eric abrió la puerta y tomó sus latas de gasolina, y luego se hizo a un lado para
dejar que los demás pasaran.
―Primero voy a por el vídeo, entonces yo verteré mi gasolina. Mary, comienza a
poner la mecha.
El vídeo estaba donde la secretaria de Tomlinson dijo que estaría. Eric imaginó que
recordaría su llamada telefónica cuando la Policía comenzara a hacer preguntas,
pero estaba bien. Había utilizado el teléfono desechable del chantajista. Que
condujera a la Policía al verdadero chico malo.
Se guardó la cinta de la grabadora, luego extendió la gasolina entre las cajas
apiladas cerca de la zona de carga antes de encontrarse con Albert y Mary en la
puerta trasera.
―Tengo el vídeo. Mary, enciende la mecha.
―Por Joel―dijo ella, luego acercó la llama a la mecha―. Vayámonos.
Corrieron a su coche, con Eric mirando sobre su hombro, en busca del momento en
que las llamas se hicieran visibles en el interior. Cuando lo hicieron, él sacó una
foto usando el celular del chantajista.
― ¿Qué fue eso? ―preguntó Mary mientras se alejaban―. ¿Por qué tomaste una
foto?
Eric y Albert se miraron.
―Salgamos de aquí―dijo Eric―. Luego hablaremos.
Albert condujo rápidamente, luego entró en un camino lateral donde estarían
protegidos por los árboles. Saltaron y sustituyeron las placas de matrícula que
habían quitado del coche de Eric, luego entraron de nuevo y se quitaron los
pasamontañas. Una vez que se hubieron montado de nuevo, Albert comenzó a
conducir de nuevo y Eric se volvió hacia Mary.
―Es así… ―comenzó.

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Su rostro se puso pálido al escuchar.
―Dios mío. Nosotros sólo... Oh, Dios mío. El guardia... ¿Está muerto? ¿Estás
seguro?
Eric asintió.
―Le dispararon en el pecho.
Cerró los ojos.
―No puedo hacer esto.
―Debes―dijo Albert con dureza―. Hasta que encontremos a este tipo y lo
matemos nosotros mismos.
Sus ojos se abrieron.
― ¿Matarlo? ¿Nosotros?
― ¿Cómo podemos estar seguros de que no filtrará esas fotos a la Policía?
―preguntó Eric.
Ella sacudió la cabeza, con fuerza.
―No puedo matar a nadie más. No puedo.
―Ya lo hiciste―dijo Albert de nuevo, con más dureza―. Ni siquiera consideres
huir, a menos que te salgas como Joel hizo. El nos salvó de un infernal montón de
problemas.
Su mandíbula se tensó.
―Te odio.
―El sentimiento es mutuo―dijo Albert. Luego, el silencio cayó sobre el coche,
mientras regresaban a la ciudad.

Cuidadosamente dio un toque al volante de su discreto furgón blanco.


«Interesante». Los tres se habían vuelto unos contra otros, pero parecían unidos
entre si, por ahora, en cualquier caso. Tendría que ver como se desarrollaba eso a
lo largo de los próximos días, y si decidían o no huir.
Había esperado hasta que estuvieron fuera de la vista del almacén de Tomlinson
antes de retirarse detrás de ellos. Ahora se detuvo en la calle lateral, justo como lo
habían hecho ellos y cambió sus placas, también, en caso de haber sido captado en
las cámaras de seguridad de los otros almacenes.
Volviendo tras el volante, tomó su cámara de vídeo. El había estado estacionado en
el cuarto de almacén más abajo del de Tomlinson, sentado en la parte trasera de su
camioneta, filmándolos a los tres entrar, después, salir. Habían usado
pasamontañas negros esta noche, pero captó sus ojos, especialmente los de Mary

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cuando miró hacia atrás para comprobar al perro. Había incluso conseguido a Eric
en la cinta, tomando una foto con el celular desechable.
El vídeo proporcionaría algunas imágenes excelentes para enviar a Eric y sus
amigos. Ahora, a casa. Todavía tenía trabajo que hacer. No era que Eric y sus
amigos fueran su única preocupación. No, señor. No había llegado a donde estaba
poniendo todos sus huevos en una sola canasta. Tampoco había llegado a donde
estaba por tener miedo de sacrificar unos cuantos huevos. Lo que quedaba de
Tomlinson se estaba friendo ahora. Era el momento de empezar una nueva tortilla.

Lunes, 20 de septiembre, 23:55

Olivia empujó su vaso a la mitad de la barra.


―Terminé.
―Pensé que ibas a ahogar las penas―dijo Brie, sentada a su izquierda―. Has
acunado ese vaso toda la noche.
―Tal vez solo necesitas tiempo para procesar lo que pasó―dijo Paige
silenciosamente desde su derecha y Olivia le echó una mirada penetrante. Por lo
general, Paige le azuzaba, avivando las llamas de la ira ante la injusticia de los
hombres, pero había estado extrañamente silenciosa esta noche.
Las tres se sentaban en la barra, con aire taciturno mirando sus reflejos en el
espejo detrás de ella. Una pelirroja, una rubia y una morena, todas en fila.
―Las dos podríais estar en las portadas de las revistas―dijo Olivia―. Pero de entre
nosotras, no podemos encontrar un tipo decente. ¿Por qué?
―Porqué los hombres son perros―dijo Brie disgustada―. Y tu eres hermosa,
también.
Olivia le sonrió en el espejo.
―Y tú estás borracha, nena.
Brie suspiró.
―Una de nosotras tenía que estarlo.
―No fue fácil ver a Micah hoy, ¿verdad? ―murmuró Olivia.
Los ojos de Brie se cerraron.
―No.
Las cejas negras de Paige se alzaron.
― ¿Viste a Micah hoy?

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―Es un caso de incendio provocado―dijo Olivia―. Barlow fue asignado.
Necesitábamos perros buscadores de cadáveres.
―Eso es sorprendente―dijo Paige―. Pensé que él moriría antes de pedir a Brie
cualquier cosa.
―Llamó a todos los demás de la lista en primer lugar―admitió Olivia―. Pero él
conoce su trabajo.
―Su trabajo no fue el problema―murmuró Brie―. Pero estábamos hablando de
ti. No puedo creer que tuvieras sexo con un bombero en Chicago y nunca me lo
dijeras. Todavía estoy enojada contigo.
―No, no lo estás―suspiró Olivia―. Y yo no tuve sexo. Exactamente.
Brie se inclinó hacia delante, con la barbilla en el puño.
― ¿Qué tuviste, exactamente?
―Tal vez ella no quiere hablar de ello―dijo incómoda Paige.
Brie frunció el ceño.
― ¿Bueno, tú de qué lado estás?
Paige se estremeció.
― ¿Por qué siquiera me preguntas eso?
Brie se inclinó más para poder ver a Paige.
― ¿Qué te pasa esta noche?
Olivia se volvió hacia Paige.
―Sí, ¿qué te pasa?
―Nada. Solo creo que a veces hay más de lo que parece a simple vista.
Olivia suspiró.
―Obviamente, él no pensó que hubiera algo malo en gritar el nombre de otra... en
la agonía de la pasión.
Brie palmeó la mano de Olivia.
―Y si a veces '¿Y? ' significa más que ' Y.'
Olivia negó con la cabeza.
―Tenemos que conseguirte un poco de café.
―No, yo no quiero estar sobria. Sólo me preguntaba que pensó él que había dicho.
―O qué había hecho―agregó Paige. Hizo una señal al camarero―. Sal, ¿podemos
conseguir una taza de café muy fuerte para nuestra amiga, aquí?
Brie frunció el ceño.
―Aguafiestas. ¿Cuando te convertiste en la responsable?
Sal puso tres tazas humeantes de café delante de ellas.

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― ¿Necesitas un taxi, Brie?
―Supongo que sí―dijo Brie con tristeza―. Maldita sea.
―Yo la llevaré a casa―dijo Paige, luego tomó aliento―. Liv, solo creo que deberías
reconsiderarlo. Este tipo es agradable. Por lo que has dicho, quiero decir.
Brie tenía todavía el ceño fruncido.
―No, El no es agradable. Céntrate, Paige. El es idiota.
Paige vaciló, luego espetó
―Mira, Liv, necesito...
El teléfono de Olivia sonó en su bolsillo.
―Espera un minuto―Miró el identificador de llamadas―. Es Barlow. Tengo que
cogerlo.
―El es un idiota, también―murmuró Brie.
―Shh―siseó Olivia―. Sutherland. ¿Qué pasa?
―Otro incendio―dijo Barlow―. Deberías venir.
Se bajó de su taburete.
― ¿Donde?
Le dio la dirección.
―También tenemos otro homicidio. Parece que recibió un tiro en la cabeza, luego
lo dejó en el edificio para quemarlo. Y Liv, tenemos otra bola.
El pulso de Olivia comenzó a correr.
―Llamaré a Kane y estaremos allí tan pronto como podamos―Colgó y puso dinero
suficiente en la barra para cubrir su cuenta―. Me tengo que ir, chicas.

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Capítulo Diez

Martes, 21 de septiembre, 12:10 am.

El jardín trasero del edificio de apartamentos de David era su escondite. Las


hermanas Gorski lo mantenían maravillosamente, y por eso llegaron a un acuerdo
sobre el alquiler. A los setenta y dos años, las gemelas idénticas tenían pulgares
verdes idénticos y el aire estaba perfumado con las últimas rosas de la temporada.
Por lo menos no era madreselva.
Detrás de él una puerta corredera de cristal se abrió y cerró. Un minuto mas tarde,
Glenn se acomodó en la silla de al lado y respiró hondo.
―Dios bendiga a las Gorski.
David levantó la taza de té caliente.
―Oye, oye. ¿Te he despertado?
―Nah. No podía dormir. Ví la luz de tu ordenador portátil―Hizo un gesto hacia el
ordenador en las rodilla de David―. ¿Todavía lees la mierda de ese imbécil?
David miró el discurso de Preston Moss que había estado releyendo.
―Alguien copió a este tipo anoche en el fuego del edificio de apartamentos, con
intención o como cortina de humo.
Glenn parecía divertido.
―Y ¿estás jugando a los detectives?
El enojo le picaba porque había estado tratando de hacer exactamente eso, para
entender el motivo del incendio que había matado a esa chica. Para entender la
forma en que se había transformado en un asesinato a sangre fría del guardia.
―Eso, y preguntándome si estos Ecologistas citarían a Preston Moss después de
extraer unos pocos cadáveres de un incendio―dijo, y luego se sacudió ese estado
de ánimo―. ¿Tú y mi madre tuvisteis una buena cena?
―Sí, excepto que Martino coqueteó descaradamente con ella.
David se rió entre dientes ante el agrio tono de Glenn.
― ¿A qué hora llegasteis a casa?
―Un poco antes que tú, papá. Pensé que te quedarías más tiempo.
La sonrisa de David se desvaneció.
―Sí. Bueno, no funcionó de esa manera.
―Lo siento, muchacho.
David suspiro.

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―Yo también.
Durante un rato permanecieron en silencio.
―Entonces, ¿que le has hecho a tu bonita policía rubia?
David inclinó su cabeza hacia atrás para mirar a las estrellas.
― ¿Alguna vez metiste la pata, Glenn?
― ¿Con una mujer? Una vez o dos―dijo con facilidad―. ¿Qué tan malo fue lo que
hiciste?
Tal vez era Glenn, la noche, o tal vez David estaba malditamente desesperado por
un consejo.
―Yo, uh, dije el nombre de otra persona cuando nos...
―Oh―La cara de Glenn se arrugó en una prolongada mueca de dolor―. No solo
metiste la pata, chico. Realmente lo jodiste.
―Lo sé―dijo David secamente―. Gracias.
―De nada. ¿Era la otra mujer actual o pasada?
―Más bien nunca―Se quedó mirando el cielo de nuevo―. Creo que lo llaman
amor no correspondido.
―Ah. Bueno, Eso es una mierda.
―De hecho lo es.
―Así que, ¿Por qué lo hiciste? Decir el nombre de la otra mujer, quiero decir.
―Me emborraché con champán―murmuró David.
― ¿Por qué hiciste eso?
―Era una boda. Odio las bodas―Pero él no se emborrachaba en las bodas, no
importa lo miserable que hubiera sido. Diablos, ni siquiera se había emborrachado
en la boda de Dana. Entonces ¿Por qué en la de Mia? ¿Por qué delante de Olivia?
Se lo había estado preguntando a si mismo durante dos años y medio.
― ¿Tu mujer policía compró la excusa del champán?
―No―dijo con gravedad.
―No lo creo. Entonces, ¿qué vas a hacer?
―Hablar con ella de nuevo―Había prometido no molestarla otra vez, pero
sentado en medio de las rosas de las hermanas Gorski, había decidido que era una
estúpida promesa la que había hecho.
Las cejas grises de Glenn se levantaron.
― ¿Planeas esperar otros dos años y medio para eso?
David resopló una risa sorprendida.
―No.

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―Sabes―reflexionó Glenn―, yo nunca te he visto beber más que una cerveza.
―No me emborracho―dijo David rotundamente, luego lo modificó―. Casi nunca,
en cualquier caso.
― ¿Qué pasó la última vez que te emborrachaste? Antes de la mujer policía
David cerró los ojos. «Alguien que me importaba murió».
―Algo muy malo.
―Pero te emborrachaste de nuevo esa noche en la boda, de todos modos. Creo
que tienes que averiguar por qué, antes de tratar de arreglar las cosas con tu mujer
policía.
―Lo sé―dijo―. Simplemente no sé cómo.
―Sí, lo sabes―él miro a los ojos a David―. Te he observado durante siete meses y
aún no te has asentado, muchacho. Corres todo el tiempo, haciendo cosas por
otras personas. Según tu madre, mientras cenábamos la lasaña de Martino y un
par de vasos de vino tinto, esa es la historia de tu vida. San David, defensor de los
desamparados, arreglador de cosas rotas.
David apretó los dientes. Otra vez no. El no podía tener de nuevo esta
conversación.
―No es nada de malo en hacer cosas por los demás.
―Lo es cuanto te impide enfrentarse a ti mismo. Has estado huyendo de ti tanto
tiempo, que todo lo que ves es tu propio culo. Con el tiempo, eso es todo lo que
los demás verán.
David empezó a levantarse.
―Buenas noches, Glenn.
―Sienta tu culo, muchacho―espetó Glenn, y, poniendo los ojos en blanco, David
obedeció―. ¿Te preocupa ella?
David cruzó los brazos sobre el pecho.
― ¿Quien?
Glenn resopló con disgusto.
―Tu bonita policía rubia.
David imaginó el dolor en los ojos de Olivia y su ira se esfumó de repente.
―Sí.
― ¿Por qué?
David tomó aire, dejando que el aroma de las rosas lo calmara mientras
consideraba su respuesta.

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―Me sentí como si la conociera desde siempre la primera noche que la conocí.
Había algo allí. No puedo explicarlo, Pero era como... el hogar.
―Sin embargo, sabiendo que no debías, bebiste demasiado y dijiste algo que le
hizo daño. ¿Quieres saber lo que pienso?
David echó una mirada a la arrugada cara de Glenn. El viejo lo miraba con una
mezcla de compasión y sabiduría que había echado mucho de menos desde que
murió su padre.
― ¿Por qué no?
―Creo que reconociste algo especial y te asustaste. Habías estado suspirando por
esa otra mujer durante tanto tiempo que la soledad se había vuelto cómoda.
―Pero estar solo no me gusta.
―No dije que te gustara. Dije que te sentías cómodo. Existe una gran diferencia.
Una cosa que aprendí en todos los años que estuve casado es que las buenas
relaciones llevan tiempo. Cuestan corazón. Y cuestan confianza. Tal vez no querías
darle eso.
David tragó saliva.
― ¿Cuánto tiempo estuviste casado, Glenn?
―Casi cuarenta años. La echo de menos todos los días. Ella hizo mi vida... buena. Y
un hombre no puede pedir más que eso―Se dirigió a su apartamento, pero miró
hacia atrás―. He oído rumores en el escáner antes de venir. Incendio en un
almacén. Podría ser un incendio provocado. Definitivamente un homicidio. Y
hallaron otra bola de cristal.
David se puso en pie.
― ¿Mencionaron la bola de cristal en el escáner?
―Nah. Tu capitán está allí, en la escena. Trató de llamarte al móvil, pero saltaba el
buzón de voz, así que me llamó. Me pidió que te dijera que lo llamaras.
El metió la mano en el bolsillo, en busca de su celular. Entonces recordó que estaba
el interior de su apartamento, cargándose.
― ¿Por qué no me lo dijiste primero?
Glenn se encogió de hombros.
―Tu madre está preocupada por ti, así que quería decir mi parte. Tu bonita policía
rubia estará en el lugar del incendio. Ten cuidado.
David esperó hasta que Glenn tuvo la mano en la puerta de atrás.
―Gracias, viejo.
Glenn miró por encima del hombro.

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―De nada. No lo jodas de nuevo.

•••

Lunes, 20 de septiembre, 23:59

Sentado en su sillón, tomó el celular que utilizaba con Eric cuando sonó. No
había ningún mensaje de texto de Eric, solo un archivo adjunto. Estaba granulado,
pero pudo ver las llamas que consumían el almacén de Tomlinson. Se habían
tomado un tiempo antes de enviárselo, lo mas cercano a un ‘jódete’ que se
atrevieron. Una parte de él tenía que admirar su valor.
Casi os perdéis la hora límite. Esperad la próxima misión.
Cerró el teléfono y volvió a su tarea nocturna de peinar los correos de sus clientes,
buscando potenciales clientes que estaban listos para un primer contacto. Ah, aquí
había uno casi listo para ser desplumado.
Un flirteo de oficina que había estado siguiendo parecía haber dado el siguiente
paso, el hombre envió a la mujer un enlace a un pintoresco bed-and-breakfast
fuera de la ciudad. Sin embargo no había ninguna invitación, sin detalles. Pero los
habría, estaba completamente seguro.
Al principio los dos habían ido a comer, hablando más que nada de su proyecto de
la oficina. Pero en el momento en que los había de visto juntos, lo había sabido.
Siempre podía escoger las parejas que terminarían juntas. Efectivamente, después
de un par de semanas estaban compartiendo datos personales. Unas semanas más
tarde, ella le dijo al tipo que no estaba contenta con su marido, y entonces el tipo
estaba cubriendo su mano con la suya. Empezaran a pretender tener un romance
de oficina o no, no importaba. Ahí es dónde se dirigían.
Y una vez que ellos hicieran lo feo, él haría negocios. Ka-ching.
Siempre podía detectar a los mujeriegos y a los que estaban tramando algo más.
Los que hacían travesuras con frecuencia se daban cuenta de que era mejor
cometer sus negocios ilícitos a la vista, en lugar de merodear en las sombras,
llamando la atención sobre sí mismos. A veces se salían con la suya siendo malos a
plena vista, «Pero no si yo estoy escuchando».

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Se registró en su cuenta en el extranjero y sonrió. Justo a tiempo. Estudió cada
línea de su estado de cuentas y asintió. La mayoría de sus clientes pagaban
regularmente y a tiempo. Excepto uno. Dorian Blunt había olvidado su segundo
pago. Había estado enfermo el mes pasado cuando Dorian se había quejado del
monto de las facturas médicas de su hijo y su esposa desempleada. Había
suplicado más tiempo.
«Y yo le di más tiempo. Una vez». Agarrando un nuevo teléfono desechable de la
caja junto a su sillón, le envió un mensaje al teléfono celular personal de Dorian
Blunt.
Te retrasas.
Mientras esperaba, comprobó la cuenta de cheques de Dorian. El hombre
tenía una gran cantidad de facturas. Su saldo era preocupante-mente bajo. Aún así,
un trato era un trato. Después de unos minutos obtuvo una respuesta.
Estoy sin blanca. 100K tendrán que ser suficientes. No más.
Hinchó ambas mejillas, molesto. ¿Sin blanca? Casi. Dorian simplemente no había
entrado en sus ganancias obtenidas ilegalmente por temor a ser descubierto. Si él
hombre no quería jugar con sus reglas, no debía haber malversado fondos de la
compañía. «Y definitivamente no debería haber dejado un rastro de papel que
podría haber encontrado con los ojos vendados». Sabía donde Dorian guardaba su
alijo de dinero malversado. El podría tomarlo en cualquier momento. Pero eso
sería robar.
Miraba el chantaje como una especie de justicia poética con un toque de ironía.
«Eso me hace rico». Si la gente no quiere ser chantajeada, no deberían hacer cosas
malas. «O deberían ser más inteligentes al respecto». Con calma, envió un mensaje
de vuelta.
Yo lo reconsideraría. Tienes 12 horas. Ve las noticias y ten 'a plomo' miedo.
Eso debería bastar. Si Dorian no pagaba, los tres colegas tendrían su próxima
misión. Entonces, él entraría y limpiaría el alijo de dinero de Dorian, dejando el
seguro de vida de Dorian para su viuda. Siempre que era posible, dejaba siempre
algo para la viuda, doliente o no. Era lo correcto.

Martes, 21 de septiembre, 12:20 am.

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Olivia fue una de las últimas en llegar al almacén, después de haber ido a
casa a cambiarse de ropa primero. De ninguna manera iba a llegar a una escena
vestida como lo había estado para David.
«¿Y?» Hijo de puta. El hecho de que hubiera gritado el nombre de otra mujer
cuando ella le había estado dando... Bueno, él era un gilipollas. Cerró la puerta del
coche y se detuvo bruscamente, dándose cuenta de que estaba en la escena. Sus
tripas estaban tan revueltas por David, que no la habían dejado preocuparse por el
cuerpo que estaba a punto de ver.
Como cuando el Coyote de repente se daba cuenta de que estaba de pie en mitad
del aire, el estómago de Olivia cayó y ella se apoyó en su coche,
momentáneamente sin fuerzas. Ahora lo tenia revuelto por el cadáver además de
por David. Y había un mojito rodando por ahí, también, junto con algunos
grasientos dedos de pollo del bar de Sal. Tragó saliva.
Vomitar en la escena no sería bueno.
«Muévete. Encuentra a Kane». Respiró hondo e inmediatamente se arrepintió de
hacerlo. El humo acre colgaba pesadamente en el aire, Quemando sus pulmones.
«Noche de mierda».
Hizo que sus pies se movieran. Al menos David no estaría aquí. No trabajaba de
nuevo hasta el miércoles. Como siempre, encontró a Kane fácilmente entre la
multitud, su ‘fedora para los incendios’ echado hacia atrás en su cabeza. El la
saludó con la mano cuando la vio dirigirse hacia él.
―Tenemos otro―dijo Kane. Estaba de pie con Barlow y el capitán Casey, del
departamento de bomberos. Casey llevaba su equipo y parecía sombrío.
―Parece que utilizaron gasolina esta vez―dijo Barlow―. Dejaron cuatro latas
vacías en el interior del edificio. Entraron a través de una ventana rota en la puerta
de atrás.
― ¿La víctima? ―preguntó Olivia, centrándose en las palabras, no en las víctimas.
―Probablemente Barney Tomlinson, el dueño de la compañía―dijo Kane.
― ¿Probablemente? ―Seguían en pie los muros de hormigón del almacén―. ¿Fue
el fuego tan malo?
―Bastante malo―dijo Casey―, pero hay un buen montón de restos dentro. Un
montón de cromo fundido.
―Tomlinson vende accesorios de fontanería―explicó Barlow―. No se conoce
conexión con la Corporación KRB o con Rankin e Hijos, aún no en cualquier caso.
―Así que ¿el fuego quemó a Tomlinson? ―preguntó Olivia.

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Casey negó con la cabeza.
―No, señora. Le dispararon. Todavía está en su oficina, sentado en su escritorio. La
mayor parte de su rostro ha desaparecido. Le dispararon en la parte posterior de la
cabeza.
Su estómago dio un vuelco.
― ¿Quien descubrió el cuerpo?
―Uno de los bomberos de la compañía Cuarenta―dijo Barlow―. La oficina estaba
en el centro de la nave, autocontenida con muros y techo separado de dos metros.
Dentro estaba la víctima, boca abajo sobre la mesa. El equipo trató de mantener la
escena tan intacta como fue posible mientras apagaban el incendio.
―Cuando llamaste, ¿dijiste que encontraron otra bola de cristal?
―Cubierta de gel―contestó Barlow―, como antes.
―Cuando los bomberos lo vieron, se lo dijeron a su capitán, quien me llamó―dijo
Casey―. Todos habían oído hablar de la bola de cristal que atrapó Hunter ayer.
Nadie planea hablar con la prensa, aunque me sorprendería si lo mantuviéramos
en secreto por mucho tiempo más. Cuando vieron la bola de esta noche, me
llamaron. Yo llamé a Barlow.
―Yo le pedí que trajera a Hunter―dijo Barlow y la mirada de Olivia se disparó a su
cara―. Quería que Hunter se diera una vuelta y me dijera como le parecía el lugar
en comparación con el incendio de la última noche. Necesitaba la información
rápido, antes de que me dejaran entrar. Hunter está ahí ahora.
―Muy bien―dijo Olivia con calma, aunque su corazón había empezado a latir con
la primera mención del nombre de David―. ¿Qué pasa con la video vigilancia?
Kane señaló a un hombre de pie junto a los policías uniformados de servicio.
―Ese es el encargado del almacén. No he hablado con él todavía. También había
un perro guardián.
Olivia hizo una mueca.
― ¿Lo mataron?
―No―dijo Barlow―. Al parecer el animal fue drogado. El jefe del almacén lo
arrastró hasta el borde de la zona vallada, a continuación, llamó al 911. El perro
estaba inconsciente cuando los bomberos respondieron. Llamé a un veterinario.
Creo que el jefe del almacén está más preocupado por el perro que por su jefe.
Tomlinson no parecía muy querido.
―Vamos a querer hablar con Hunter y los bomberos que descubrieron el
cuerpo―dijo Kane. Miró a Olivia―. Pero primero el gerente.

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Ella asintió con la cabeza.
―Vamos.
―No sabia que Hunter estaba aquí hasta hace un momento―murmuró Kane
mientras caminaban hacia el jefe del almacén que ahora esperaba―. ¿Tú, um,
conseguiste mis prismáticos?
―No. Yo... me fui temprano. Conseguiré los malditos prismáticos más tarde, ¿de
acuerdo? ¿Quieres que interrogue al gerente?
―Como quieras, chica.
El encargado del almacén dejó de pasearse nervioso cuando se acercaron.
―Soy la detective Sutherland. Este es mi compañero, el detective Kane. ¿Usted es?
―Lloyd Hart. ¿Está ya aquí el veterinario?
―No lo creo―dijo Olivia―. Pero sé que le han llamado. ¿Es suyo el perro?
―No, pero yo soy el que se ocupa de él. Tiene cinco años. Su nombre es Bruno.
Olivia lo anotó.
―Me aseguraré de que el veterinario sabe que usted es el contacto, sr. Hart. Puede
contarle el historial médico de Bruno y asegurarse de que obtiene el mejor
cuidado.
―Gracias―Tragó saliva―. Es probable que piensen que soy una persona horrible,
estando más preocupado por el perro que por Tomlinson, o el fuego.
―También tengo perro. Así que, ¿qué puede decirnos de este fuego y el sr.
Tomlinson?
Se frotó la cara con las manos.
―Me fui a mi hora habitual, sobre las seis. Barney todavía estaba aquí. Estaba con
los libros. Dijeron que le dispararon. ¿Cómo?
―No lo sabemos todavía, y no hemos estado dentro aún. Así que el sr., Tomlinson
estaba con los libros. ¿Estaba el negocio en problemas?
Hart puso los ojos en blanco.
―Oh, sí. Tomlinson y la señora estaban en medio de un divorcio complicado. La
había estado engañando y ella tenía fotos. Ella hizo que todo el mundo supiera que
tenía fotos y con quien había estado haciéndolo Barney. Una joven que había
contratado como empleada temporal. Nadie se sorprendió porque todos sabíamos
por qué la había contratado. La chica nunca trabajó en nada, excepto con él―Hizo
una mueca―. Lo siento, detective.
―Está bien. ¿Fue el divorcio la razón por la que el negocio estaba en problemas?

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―No toda la razón. Estábamos mal antes, con la ralentización de la construcción.
La mayoría de nuestros clientes compran para construcción comercial. Pero Weezie
acababa de ordenar una auditoria de los libros, y todos nuestros gastos debían ser
aprobados. Supongo que ella pensó que él había estado comprando cosas para la
otra mujer con las cuentas de la empresa.
― ¿Lo estaba? ―preguntó.
―Sí. Traté de decirle que parara, que le iban a freír, pero no me hizo caso. Era un
hombre de cincuenta años con una veinteañera al lado. Nunca escuchan.
― ¿El nombre de la sra. Tomlinson es Weezie? ¿Abreviatura de Louise?
Él asintió con la cabeza.
―Es una verdadera lástima. Me cae bien. Ella no merecía esto.
Olivia miro a los ojos de Hart.
―Pero ¿el señor Tomlinson si?
―No―dijo―. Nadie se merece eso. Pero no voy a mentirle. Barney era un
gilipollas. El engañó a Weezie, era grosero con los empleados. Nunca te miraba a
los ojos, siempre, mirando su teléfono celular o usándolo para navegar por
internet. Probablemente mirando porno. Y odiaba a Bruno― terminó, como si
odiar al perro fuera el pecado más atroz de todos.
― ¿Y usted, señor Hart? ―preguntó ella― ¿Lo odiaba?
―Claro. Era racista, sexista, cada 'ista' malo que se pueda nombrar. Pero era mi
jefe, y decía 'Sí, señor' cuando él daba una orden. La única vez que me mantuve
firme fue sobre Bruno. Y antes de que me pregunten, yo estaba con mi esposa y
unos amigos jugando al bridge cuando comenzó el incendio. Le puedo dar sus
nombres.
―Eso sería genial. Podremos tacharle rápidamente. El sargento Barlow dijo que
fue usted quien llamó al 911. ¿Qué le hizo venir aquí?
Una expresión de vergüenza se apoderó de la cara de Hart.
―Yo instalé un detector donde Bruno. Por si acaso. Envía una alerta a mi teléfono
celular. Estábamos a punto de acabar la última partida cuando mi teléfono sonó.
Llegue aquí, ví el fuego, llamé al 911. Arrastré a Bruno más allá de la cerca. Yo no
quería que se quemara o fuera pisoteado por los bomberos.
― ¿Por qué el perro?―pregunto Kane― ¿Tenían algún problema con robos?
―Solíamos vender accesorios de porcelana aquí y tuvimos algo de vandalismo.
Chicos, con demasiado tiempo libre. Rompían la porcelana, ese tipo de cosas.

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Barney trajo al perro, con la esperanza de que Bruno mordiera a alguno de ellos.
Los chicos se fueron a otra parte y Bruno se quedó.
― ¿Vídeo vigilancia? ―pregunto Olivia.
―Cámaras fuera, ninguna dentro. Las imágenes van directamente a una grabadora
en el interior. Pasado de moda. Barney no pensó que necesitara algo nuevo,
siempre y cuando mantuviera a Bruno.
―Vamos a necesitar una lista de clientes y empleados―dijo Olivia.
―Hable con Jake Mabrow. El lleva nuestra sección de informática. Convencí a
Barney para tener un servidor externo hace un año, así podíamos tener una copia
de seguridad. Jake tendrá acceso a nuestros archivos. Lo mismo ocurrirá con
Weezie. Ella entró y realizó copias de todo lo del ordenador de Barney el día antes
de pedir el divorcio. El no sabía que ella sabía sobre la temporal.
― ¿Qué hay de usted? ―preguntó Kane― ¿Qué va a hacer ahora que este lugar ha
desaparecido?
―Retirarme. Había estado pensando en ello de todas formas. Weezie me prometió
a Bruno―La cabeza de Hart se giró a un lado, centrándose en una minivan que
acababa de llegar―. Ahí esta el veterinario.
Olivia reconoció al veterinario inmediatamente.
―Barlow llamó al padre de Brie―dijo a Kane―. Es un buen veterinario―dijo a
Hart―, cuida de mi perro. Bruno está en buenas manos.
― ¿Puedo ir? ―preguntó Hart y se fue al primer movimiento de cabeza de Olivia.
―Necesitamos obtener la lista de clientes de Tomlinson―dijo Kane―. A ver si KRB
Corp o Rankin compraron artículos de fontanería aquí.
―También tenemos que hacer una visita a la viuda de Tomlinson. Suena como que
ella no estará tan afligida. Esto no debería ser tan duro como con la señora Weems.
Es mi turno, ¿verdad?
―Lo es. Lo hiciste bien con el sr. Hart, por cierto.
Una esquina de su boca se elevó.
―Solo estás diciendo eso para que te ceda mi turno.
Las cejas de él se levantaron.
― ¿Funcionó?
―No.
―Maldita sea―Entonces sus ojos se estrecharon―. Bomberos a tus seis.
Olivia miró por encima del hombro a Barlow y a tres bomberos que venían en su
dirección. David era uno de ellos. Que su respiración se atascara en sus pulmones y

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su estomago diera un vuelco era una molestia a la que iba a tener que
acostumbrarse. David Hunter era guapo. Magnífico. Un caramelo para los ojos. Y
un idiota. «Así que acostúmbrate y haz tu trabajo».
Para cuando los hombres llegaron hasta ellos, estaba firme.
―Soy Cunkle y este es Sloan―dijo uno de los bomberos―. Estamos en la
compañía Cuarenta. Y este es Hunter. Está en la compañía Cuarenta y cuatro.
Barlow dijo que querían hablar con nosotros.
―Queremos―dijo Kane―. Dígannos lo que vieron en el interior.
―El fuego estaba completamente enganchado―dijo Cunkle―. Las paredes de la
oficina estaban ardiendo y el techo desplomado. Sloan y yo tiramos las paredes
abajo y allí estaba él.
―No estaba vivo. Le habían disparado―Sloan apretó los labios con fuerza―. Sin
cara.
― ¿Qué tal su escritorio? ―preguntó Olivia― ¿Qué vieron?
―Un montón de papeles, salpicados con su sangre. No se habían quemado
completamente, por lo que los comprobé con mi linterna. Era difícil verlos, pero
parecían fotos de sexo.
― ¿Fotos de sexo? ¿Quiere decir, como porno? ―preguntó Olivia a Sloan y él
sacudió la cabeza.
―No. Parecia que él era el hombre. Rechoncho, un montón de piel blanca.
Realmente blanca.
―Esta vez trajeron su propio combustible―agregó Barlow―. Encontraron latas de
gasolina.
―Patrones de vertido similares a los que vimos en el edificio de
apartamentos―dijo David―. Extendieron la gasolina en el suelo en una línea, y
luego echaron lo que quedaba en un charco. Parece que provenían de los lados
este y oeste del almacén y se reunieron en el medio.
―Y ¿la bola? ―preguntó Olivia y él la miró a los ojos, los de él indescifrables.
―Sujetando abierta una puerta, como tú pensaste que habían hecho en el otro
incendio. La bola está cubierta de gel. Tengo una foto de ella. Mira donde la pelota
toca el suelo―El le entregó su cámara y Olivia la volvió para que tanto ella como
Kane pudieran ver la pantalla.
― ¿Qué estoy viendo? ―preguntó ella y David miró por encima de su hombro, su
mentón casi tocando su oreja. Sus pulmones dejaron de funcionar mientras él
señalaba la pantalla.

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―Ahí está. Un pedazo de mecha. Utilizaron la bola para mantener un extremo de
la mecha en su sitio.
David se movió de nuevo, y Olivia volvió a respirar.
― ¿Cuando podemos entrar? ―preguntó.
―Una hora o dos―dijo Barlow―. Cuando se enfríe. Yo te llamo.
―Gracias―dijo Olivia, y luego lanzó a Barlow una pequeña sonrisa―. Gracias por
llamar al padre de Brie. El cuidará bien de Bruno, y eso hará al sr. Hart más
cooperativo.
Barlow asintió.
― ¿Hart tiene una coartada?
―Sí, Pero lo comprobaremos. La primera parada es la viuda. Ella tenía motivos
para matar a Tomlinson y quemar el lugar. Supuestamente ella copió los archivos
de su marido, así que veremos si podemos conseguir las listas de clientes y
empleados de ella―Se volvió a los bomberos―. Gracias por la información. Nos
pondremos en contacto.
Ella se alejó sin decir ni una palabra a David Hunter, sintiéndolo mirarla a la
espalda. Kane acompasó su zancada a la de ella, comprobando por encima de su
hombro.
―Te está mirando, Liv.
―Mejor que deje de hacerlo―dijo entre dientes, luego se obligó a relajarse―. He
estado pensando. ¿Qué tal si Barlow tenía razón ayer por la mañana, y esto no
tiene nada que ver con el grupo ecologista SPOT?
― ¿Qué la bola de cristal es solo una cortina de humo? ―Preguntó Kane.
―Sí. ¿Qué tal si alguien realmente quería matar a una persona a la que odiaba y
prepara el primer fuego para establecer un patrón falso? ¿Si matar a Tomlinson era
su plan desde el principio?
―He estado pensando en lo mismo. Suena como que la esposa de Tomlinson
realmente lo odiaba.
―Vamos a ver cuánto.
Sloan y Cunkle volvieron a sus deberes, dejando a Barlow de pie junto a David. Por
un momento ninguno de los dos dijo nada, entonces Barlow dijo: ―Ouch.
― ¿Qué? ―murmuró David― Ella fue agradable contigo.
―Por primera vez en un par de años, pero yo no estaba hablando de mi.
David vaciló, luego se encogió de hombros.
― ¿Quien era Doug?

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Barlow le lanzó una mirada de sorpresa.
―Mi amigo, entonces y ahora. Estaba comprometido con Liv. Yo los presenté, en
realidad.
―El la dejó.
Barlow suspiró.
―Lo hizo. Y yo ayudé, que es por lo que soy persona non grata.
David pensó en las palabras de Paige. «El lo era, también».
― ¿Cómo ayudaste?
―Doug tuvo una prometida mucho tiempo antes de Liv. Habían sido novios en la
universidad, y luego ella lo dejó. El nunca se recuperó, pero conoció a Liv y yo
pensé que ellos tenían una oportunidad, juntos. Pasó el tiempo, se
comprometieron. Fijaron una fecha. Yo iba a ser el padrino. Todo estaba bien.
Luego, un par de semanas antes de la boda, la ex-novia de Doug apareció. Suplicó
a Doug que volviera con ella.
―Y ¿lo hizo?
―No de inmediato. Vino a mí, pidiendo consejo, y por desgracia me involucré. Una
de las cosas más entupidas que he hecho.
David frunció el ceño.
― ¿Le dijiste que dejara a Olivia?
―No―dijo Barlow con fuerza―. Solo le dije que se imaginara a si mismo a los
ochenta y viera con quien pensaba que sería más feliz. Se fue unos días, para
pensarlo, entonces escogió a Ángela, Olivia estaba…―suspiró― mucho más
aplastada de lo que jamás pensé que una mujer pudiera estar.
«Yo no juego de segunda línea».
― ¿Cómo averiguó lo que habías hecho?
―Que hubiera sido si yo se lo dijera, otra cosa estúpida que hice. Verás, una
semana después de que Doug la abandonara, su padre murió. El era policía,
también, al parecer. En Chicago.
―Sí, lo sé. Soy amigo de la medio-hermana de Olivia, Mia. Ellas comparten un
padre―Los hombros de David se hundieron ahora, su declaración de segunda línea
tenía aún más sentido.
― ¿Conocías al padre de Liv?
David pensó en el padre Olivia y Mia, lo animal que había sido. Lo que siempre le
traía recuerdos del padrastro de Megan y lo que le había hecho a Megan y su

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familia. Lo que siempre le volvía tan loco como para matar. Con cuidado, David
relajó sus puños.
―No personalmente. Gracias a Dios.
Barlow miró las manos de David, a continuación, retrocedió con cautela.
―Tan mal, ¿eh?
―El padre de Olivia era un desgraciado hijo de puta que no merecía el aire que
respiraba. Mia no sabia que Olivia existía antes que su padre muriera. Olivia sólo
sabia que existía otra familia, que su padre había elegido vivir con ellas y no con su
madre y ella.
Barlow cerró brevemente sus ojos.
―Mierda. Y luego Doug la dejó por otra persona.
«Y entonces yo dije el nombre de otra mujer cuando ella estaba en mi cama».
―Demonios.
―Vi a Liv el día que se enteró de que su padre había muerto. Ella estaba haciendo
las maletas para ir al funeral en Chicago. Yo no sabia nada de su padre, y pensé que
estaba haciendo las maletas para irse de forma permanente debido a Doug, Traté
de conseguir que se calmara, diciéndole que no hiciera algo drástico, y de alguna
manera, le dije lo que había hecho.
― ¿Qué hizo ella?
―Sólo me miró, con sus grandes ojos azules. Como si la hubiera apuñalado en el
estomago.
«Como ella me miró cuando dije ‘y’». Suspiró.
―Conozco la mirada.
Los ojos de Barlow se estrecharon.
― ¿Qué le hiciste?
David estuvo tentado de decir que no era de su incumbencia. Pero podía ser que
necesitara un poco de ayuda. Dios sabía que no estaba teniendo demasiado éxito
por su cuenta.
―Ella piensa que quiero a alguien más, pero no lo entiende. Yo no le haría daño
por nada del mundo, pero lo hice. Entonces traté de arreglarlo, y...
―Y te hundiste aún más profundo―terminó Micah―. ¿Vas a ir tras ella?
La mirada de David se disparó hacia donde ella y Kane estaban de pie con el
encargado del almacén.
― ¿Qué, quieres decir en este momento?
Barlow puso los ojos en blanco.

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―No, no ahora. ¿Vas a hacer las cosas bien?
―Sí.
Barlow asintió.
―Bien. Ahora, volvamos al trabajo.
Se dirigieron de nuevo al almacén.
―Esto no fue un incendio por el medioambiente, Micah. No había nada en ese
almacén que valiera la pena quemar, excepto el tipo sin rostro.
―Lo sé. Algo conecta estos dos incendios provocados. Tienes buen ojo. ¿Estás
pensando en entrar en Investigación? ―preguntó.
David negó con la cabeza.
―Me llevó un tiempo entrar en extinción de incendios, por ahora no me veo
haciendo ninguna otra cosa.
―Te gusta entrar en los incendios―dijo Barlow, con un toque de envidia en su voz.
David sonrió.
―Es una carrera como ninguna otra. Al mismo tiempo, me gusta un buen
rompecabezas. El cuñado de Olivia es investigador de incendios, también, allá en
Chicago. Me gusta pensar que he cogido un par de cosas de los dos.
Barlow se colgó la caja de herramientas al hombro y sacó su videocámara del
bolsillo de su abrigo.
―Entonces vamos a ver lo que nuestros incendiarios no ambientales dejaron atrás.

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Capítulo Once

Martes, 21 de septiembre, 12:55 am.

―Llama de nuevo―dijo Kane cuando la señora Tomlinson no respondió a la


puerta.
Olivia levantó su puño para llamar de nuevo cuando la puerta se abrió, revelando a
una mujer muy alta y escultural que llevaba una bata de seda. Incluso sin
maquillaje, era muy hermosa y no todo lo que Olivia había esperado que una
mujer llamada Weezie pareciera.
― ¿Sí? ―preguntó la mujer.
―Estamos buscando a la señora Louise Tomlinson―dijo Olivia.
―Bueno, yo soy Louise, Pero no la señora Tomlinson durante mucho más
tiempo―dijo.
―Soy la detective Sutherland y este es mi compañero, el detective Kane. Estamos
aquí para hablar con usted sobre su marido.
Las cejas perfectamente depiladas de Louise se levantaron.
― ¿Qué ha hecho ahora?
―Está muerto, señora―dijo Olivia―. Fue asesinado esta noche.
Inesperadamente, la expresión altanera de Louise Tomlinson se deshizo. Cada vez
más pálida, su boca se abrió.
― ¿Está muerto? ¿Barney está muerto? No.
Sin esperar una respuesta, comenzó a llorar. Bajó la barbilla contra el pecho, se
abrazó a si misma mientras estaba de pie en la puerta y lloraba de corazón.
― ¿Podemos entrar, señora? ―preguntó Olivia.
Louise se permitió llevarles hasta un sofá en una sala de estar decorada
profusamente, donde se hundió en los cojines, con el rostro entre las manos.
― ¿Cómo sucedió esto?
―Le dispararon cuando se encontraba en su almacén.
Louise miró hacia arriba, con los ojos desorbitados.
―El no se suicidó, ¿verdad?
―No parece así, señora―respondió ella―. ¿Por qué?
―Estaba tan enojado conmigo. Muy molesto. Yo había congelado nuestros activos.
―Nos enteramos de que ustedes estaban pasando por un difícil divorcio―dijo
Olivia en voz baja.

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―Lo estábamos. El me engañó.
―Eso tuvo que hacerle enojar―dijo Kane sin problemas.
Los ojos húmedos de Louise brillaron.
―Por supuesto que lo hizo. Habíamos estado casados durante casi treinta años. Yo
quería que viviera para que sufriera, no que muriera. ¿Soy sospechosa?
―En este momento estamos hablando con las personas que conocían a su
esposo―dijo Olivia―. Pero solo para que podamos tacharla de nuestra lista,
¿Donde estaba usted esta noche?
―Aquí. Sola.
― ¿El señor Tomlinson estaba viviendo aquí?
―No. Tenía un apartamento en el centro cerca de la universidad. Nuestro hijo es
estudiante allí y vive en la residencia de estudiantes. Oh Dios, tengo que decirle
que su padre ha muerto.
Olivia puso una mano suavemente en la muñeca de la mujer.
―Nos gustaría decírselo.
Louise se puso blanca.
― ¿Creen que mi hijo tuvo algo que ver con esto?
―Creo que seria mejor si viniera con nosotros, Hasta que podamos tener todo esto
solucionado―Olivia se puso de pie―. Iré con usted mientras de cambia de ropa.

Martes, 21 de septiembre, 02:35 am

― ¿Y bien? ―preguntó Abbott.


Olivia se quedó de pie junto a la ventana mirando la sala de entrevistas Dos y negó
con la cabeza. Louise Tomlinson estaba sentada en la mesa, paralizada. Su abogado
le palmeaba la mano de cuando en cuando.
―Estaba enojada con su esposo y ella se beneficiará económicamente de su
muerte y el incendio―dijo Olivia―. Pero a menos que pagara a alguien para
matarlo, yo no creo que esté involucrada. Sin residuos de pólvora en sus manos.
Los vecinos con los que hablamos no la vieron salir de su casa. El motor de su
coche estaba frío. Nada de eso hace definitiva su inocencia, pero en este momento
no podemos situarla en la escena.
―El hijo esta en la sala de entrevistas Uno―agregó Kane―. Estuvo en una fiesta
toda la noche. Al menos cincuenta personas lo vieron. Sin residuos de pólvora en
sus manos, tampoco.

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―Entonces déjenlos ir―dijo Abbott―. Descubrid quien tenia motivos para matar a
Tomlinson, además de su esposa e hijo. Averiguad como se conecta con el edificio
de apartamentos. Nos vemos a las ocho.
Olivia lanzó a Abbott una mirada torva.
― ¿Por qué es siempre a las ocho?
―Vete a casa, Liv―dijo Kane amablemente―. Duerme un poco.
―Lo haré, después hablaremos con los Tomlinson. Espero que hablando con
dulzura suficiente, entregará la copia que hizo del disco duro de su marido. De lo
contrario tendremos que ir al chico de informática, y él querrá una orden.
― ¿Crees que puedes engatusarla después de arrastrar su culo al centro?
―preguntó Kane.
Olivia levanto una ceja.
―Tengo diez que dicen que puedo.
Kane sonrió bruscamente, sintiendo una victoria fácil.
―Acepto.
Olivia se tomó un minuto, poniéndose en el lugar de la mujer. Su dolor había sido
verdadero, igual que su rabia. Tenía derecho a ambos. A menos, por supuesto, que
pagara a alguien para hacer el trabajo sucio por ella, pero si ese fuera el caso,
encontrarían el rastro del dinero.
―Sra. Tomlinson―dijo Olivia cuando cerró la puerta detrás de ella.
El abogado de Tomlinson se puso en pie.
― ¿Hasta cuando la retendrán aquí?
―No mucho tiempo más―dijo Olivia―. Su hijo está de camino. Me gustaría hablar
con ambos.
Louise la miró.
―No quiero hablar con usted. Me trató como una criminal.
Olivia se sentó frente a ella.
―No, señora. Yo estaba haciendo mi trabajo, como respetuosamente, sé. Siento
mucho que su marido haya muerto. No puedo pretender saber como se siente en
este momento, pero trabajo en un homicidio. Mi responsabilidad es para con su
marido. Tengo que encontrar a quien lo mató. Espero que usted y su hijo quieran lo
mismo.
Louise tragó, frunciendo sus labios.
―Me tomó las huellas digitales. Tomó las huellas digitales a mi hijo.

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―Así se podrían separar sus huellas de las de cualquier otra persona en su oficina
o su apartamento. Es el procedimiento habitual. De nuevo, siento que esto tuviera
que suceder esta noche, pero cada hora que pasa es una hora que su asesino
queda libre.
Pálida todavía, Louise cerró los ojos.
―Alguien le disparó.
―Sí, señora. Parece que él estaba en su escritorio, Trabajando. Le dispararon por la
espalda.
Louise se estremeció, y luego desvió su mirada hacia la puerta cuando entró su
hijo. El parecia aún más enojado que su madre. Tomó a su madre en sus brazos y
comenzó a llorar de nuevo. Seth Tomlinson miró a Olivia.
― ¿Cómo se atreve?
―Por favor―dijo Olivia―. Por favor, siéntese.
Todavía furioso, Seth lo hizo, tomando protector la mano de su madre.
―Ya es bastante malo que tengamos que pasar por esto.
―Tiene razón―dijo Olivia y Seth entornó los ojos.
―Usted es el policía bueno. ¿Donde está el policía malo?
Olivia le devolvió la mirada furiosa con simpatía.
―Aquí mismo, en esta silla. Yo puedo ser uno u otro, dependiendo de quien esté
sentado en su silla. Necesito su ayuda.
―No―dijo Seth―. No le voy a ayudar.
―Tiene derecho a su frustración y su ira. En este momento, necesito que esté
enfadado con la persona que le metió una bala en la parte posterior de la cabeza
de su padre. El incendio destruyó muchas de las cosas que normalmente se
encontrarían, signos de lucha, por ejemplo. Señales que alguien irrumpió en su
oficina. ¿Conocía a su asesino? ¿O estaba simplemente en el lugar equivocado en
el momento equivocado? ¿Guardaba dinero en su oficina?
Louise negó con la cabeza.
―No. Ninguna de nuestras operaciones de venta era en efectivo. Todos nuestros
clientes pagaban por cheque o transferencia bancaria. Cualquier cosa que Barney
tuviera en la oficina era estrictamente para uso personal, y se estaba quedando sin
fondos. Me había asegurado de eso.
―Mamá―dijo Seth en voz baja, pero ella le dio una palmadita en el brazo.

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―Está haciendo su trabajo, Seth. Me imagino que va a ver mis finanzas para
asegurarse de que no contraté un asesino a sueldo―Louise miró a Olivia
directamente a los ojos―. No lo hice. No sabría cómo.
―Sí, señora―dijo Olivia―. Usted lo amaba todavía.
―Sí. El me hizo daño, mucho. Pero yo nunca podría haberle quitado la vida.
― ¿Quien podría?
Louise parecia perdida.
―No lo sé. Tendría que hablar con Lloyd Hart, nuestro gerente. Conocía a todos los
clientes.
―Hable con él sólo un momento. Estaba bastante preocupado por su perro.
―Bruno―murmuró Louise―. ¿Ellos lastimaron al perro, también?
―Lo drogaron. Hay una posibilidad de que lo logre. El sr. Hart dijo que los
empleados no se preocupaban por su marido.
―Eso no es cierto―dijo Seth entre dientes, pero una vez más su madre le acarició
la mano.
―Sí, lo es―Se volvió hacia Olivia―. No siempre fue así. Barney solía saber el
nombre de todos. Se aseguraba de que todos tuvieran prestaciones, pensiones.
Mientras alcanzaba más éxito, cambió. Teníamos almacenes en tres estados y
empezamos a viajar. A comprar coches de lujo―Ella levantó la barbilla―. Mujeres
de lujo, también, aunque yo no lo sabia entonces. El ya no era el hombre con el
que me casé. Luego el negocio comenzó a bajar y Barney se asustó. Y se volvió
mezquino. Estábamos discutiendo todo el tiempo.
―No, No lo estabais―protestó Seth―. Mamá.
―No peleábamos delante de ti. No queríamos que lo supieras―Se volvió hacia
Olivia―. Yo no había prestado atención a la empresa en mucho tiempo. Cuando
me enteré de la aventura de Barney, hice copias de todos sus archivos. Quería que
mi abogado tuviera tanta munición como fuera posible.
― ¿Todavía tiene la copia del los archivos? ―preguntó Olivia.
―En un par de CDs, si.
―El incendio destruyó demasiado. Podríamos comenzar mucho más rápido si
supiéramos a quien investigar.
Louise miró a su abogado que se encogió de hombros.
―Todo depende de ti, Weez. He visto los archivos. No hay nada en ellos que ya no
les hayas dicho.
―Están en mi caja fuerte, en casa―Louise frunció los labios―. Irónico, ¿no?

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Olivia suspiró.
―Tenemos un montón de triste ironía en este asunto. Sé que están cansados, pero
unas cuantas preguntas más, por favor. ¿Como se enteró de la infidelidad de su
marido?
―Contraté un detective privado. Una de mis amigas había pasado por algo similar,
así que me reuní con ella para el almuerzo y de alguna manera encontré el valor
para pedirle el nombre de su investigador, y le contraté. Tenía fotos incriminatorias
en menos de una semana. Estaba devastada―Tragó saliva―. Fui a la oficina de
Barney al día siguiente, cuando sabía que estaría jugando al golf y copié los
archivos. Luego pedí el divorcio esa tarde.
Seth estaba estudiando el perfil agotado de su madre.
― ¿Podemos irnos ahora? Ella les ha ayudado.
―Sí, lo ha hecho. Y si, se pueden ir. Sra. Tomlinson, gracias. Voy a mantenerles
personalmente informados sobre la investigación. ¿Podemos llevarles a casa?
―Yo me encargo de ellos―dijo el abogado―. Querrán esos CDs esta noche, ¿no?
Olivia echó un vistazo al reloj de la pared. Eran casi las 03 a.m. Seguramente el
almacén se había enfriado lo suficiente para que ella y Kane vieran a Barney en su
oficina ahora.
―Eso seria ideal. Mi compañero y yo le seguiremos a casa―Entonces ella y Kane
podrían volver a la escena del crimen.
Olivia encontró a Kane en la sala de observación, con un billete de diez dólares en
la mano.
―Bien.
―Guárdalo. Iba a ayudarnos de todos modos. ¿Estás listo para rodar?
―Sip. Yo conduciré. Tú podrías tomar una siesta en el camino.

Martes, 21 de septiembre, 03:58 am

Los tres se sentaron en la sala de Eric, mirando la televisión sin sonido. Estaba
sintonizada la emisora de noticias veinticuatro horas local, como había estado el
último día. Mary estaba sentada acurrucada en la esquina del sofá, con expresión
pétrea. Albert estaba sentado en un sillón, como el muy enfadado capitán de una
nave espacial.

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Eric estaba sentado a horcajadas en una silla del comedor, con la barbilla apoyada
en respaldo tallado, acaba de ser bruscamente regañado por Albert para que
dejara de pasearse y sentara su culo.
―Sube el volumen―dijo Mary planamente y Albert cogió el mando a distancia.
―La primera de las noticias a esta hora es otro incendio, esta vez en un almacén al
norte de la ciudad―dijo el presentador―. Noticias 8 acaba de saber que no sólo es
otro incendio provocado, sino que la Policía ha encontrado otro cuerpo en el
interior.
El shock hizo a Eric ponerse de pie.
―¿Qué diablos? ―gritó.
Albert se inclinó hacia adelante, agitando el brazo.
―Cállate.
Mary se enderezó, su expresión se volvió más plana, si eso era posible.
―El cuerpo ha sido identificado como Barney Tomlinson, dueño del almacén―dijo
el presentador, y una foto de un hombre de mediana con todo el pelo hacían un
lado para cubrir la calva pareció en la pantalla―. Tenemos a Joseph Bradshaw en el
lugar. Joseph, ¿qué estás escuchando?
La pantalla cambió al reportero, con un camión de bomberos al fondo.
―El fuego ha sido extinguido ya, pero la actividad aquí en el lugar del incendio no
se ha ralentizado. Detectives de Homicidios y médicos forenses entraron en el
edificio hace veinte minutos y aún no han salido. Nadie ha dado todos los detalles
de las circunstancias que rodearon la muerte de Barney Tomlinson, pero la
presencia de Homicidios sugiere que lo sucedido al dueño de este almacén se
considera juego sucio.
―Joseph―dijo el presentador― ¿alguien ha hablado de relación con el fuego del
edificio de apartamentos?
―Todavía no, pero los detectives de Homicidios, que acaban de entrar, son los
mismos que se encontraban en la escena del edificio de apartamentos, Kane y
Sutherland.
Albert silenció la televisión.
―Así que este es su juego―dijo sombríamente―. El asesina y nos embosca para
tomar la culpa.
―Destruimos la cinta―dijo Eric―. Usamos máscaras. Nadie sabrá que fuimos
nosotros.
La risa de Albert fue sin alegría.

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― ¿De verdad piensas eso, mon ami? Le doy cinco minutos, tal vez diez. El te
enviará otro texto con otro enlace a otro video.
Fue en menos de dos minutos. El teléfono celular personal de Eric sonó. Comprobó
el texto y echó una mirada a Albert.
―Dice 'Bienvenidos a mi servicio.'
―Y ¿el video? ―preguntó Mary, su voz apenas fue un susurro.
Eric hizo clic en el enlace.
―Somos nosotros―dijo cuando el vídeo comenzó―. Llevamos máscaras.
Observó como la cámara del tipo se acercaba a Mary mientras ella miraba hacia
atrás para comprobar el perro drogado. Entonces la pantalla se llenó con una
fotografía tomada de la cara de Mary, cubierta por la máscara. Acercamientos
sucesivos se centraron en el ojo derecho de Mary hasta que su iris fue todo lo que
podía verse, entonces el vídeo cortó a una imagen de Mary en el edificio de
apartamentos. Una vez más la cámara se centró, de nuevo un primer plano de su
iris.
Eric ni siquiera parpadeo cuando se vio a si mismo hacer una pausa para tomar una
foto del almacén ardiendo.
―El estaba allí―dijo inexpresivamente y pasó el teléfono a Albert―. Está diciendo
básicamente que puede situar a Mary en ambas escenas a través de sus ojos.
Albert reprodujo el video, con su mandíbula tensándose.
― ¿Donde estaba? Maldita sea.
―El pilló a Mary cuando se detuvo a ver al perro, así que tiene que haber estado
escondido a nuestra izquierda―Eric se sentó en el sofá, junto a Mary―. Esto es
increíble.
―Esto no es lo que yo planeé―dijo Mary finamente―. No puedo creer que no nos
lo dijeras, Eric. No tenías derecho a no contárnoslo.
―Dije que lo siento.
―Lo siento, no sirve. Si tuvieras alguna idea... ―Ella cerró los ojos―. Maldito seas.
―Otro mensaje―dijo Albert, luego contuvo el aliento―. Es Tomlinson. O lo que
queda de él―Pasó el teléfono y Eric se encogió.
Tomlinson yacía boca abajo sobre la mesa. Había una gran cantidad de sangre.
Eric pasó el teléfono a Mary y esperó a que ella viera el video.
― ¿Y ahora qué?
―Nosotros le sacamos fuera―dijo Mary con frialdad―. Y entonces matamos al
hijo de puta.

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Albert alzó sarcástico una ceja.
―Creí que habías dicho que no podías matar a nadie.
―Estaba equivocada―dijo―. El juego acaba de cambiar.
―Eso está bien y es todo―dijo Eric―, pero como dije antes, ¿y ahora qué?
―El tuvo que tener algún tipo de trato con Tomlinson―dijo Albert―. Quién sabe,
tal vez le chantajeaba, también―Albert se levantó y se paseó―. De alguna manera
nos descubrió. No puedo imaginarme la manera. Nunca coincidimos juntos,
excepto aquí. Nunca en público. Entonces, ¿Cómo se enteró? ¿Cómo supo de
Tomlinson? ¿Cuál es la conexión?
Eric sintió un escalofrío bajar por su espalda.
― ¿podría tener este lugar pinchado?
Albert dejó de caminar, con expresión sombría.
―Por loco que suene, tal vez.
―Pero aún tendría que saber sobre nosotros―insistió Mary―. No va a seleccionar
chicos ricos al azar simplemente y pinchar sus apartamentos―Ella levanto la
barbilla desafiante―. ¿Escuchaste eso, gilipollas? ¡Estamos hablando de ti!
―Shhh―siseó Albert― Vas a despertar a los vecinos―Entonces se quedó inmóvil,
con la mirada oscilando en torno hasta chocar con Eric― Eric.
Eric tuvo el mismo pensamiento en el mismo instante.
―Los vecinos. Estas paredes son delgadas. Alguien nos oyó hablar. ¿Cuál?
―Las paredes no son tan delgadas―se burló Mary, pero Albert miró hacia otro
lado, poniendo los ojos en blanco.
―Uno de los vecinos se quejó una noche cuando estábamos... ―Eric sintió que las
mejillas se calentaban―. Ya sabes.
―Oh―Mary se encogió de hombros―. Lo mismo nos pasó a nosotros. Joel y yo...
―Se detuvo de repente, sus labios firmemente cerrados mientras las lágrimas
llenaban sus ojos― Maldita sea―susurró―. Por un segundo se me había olvidado.
¿Cómo pude olvidarlo?
―Es parte de la pena―dijo Albert calladamente―. Vives en una residencia de
estudiantes. ¿Verdad?
―Sí. Todos tenemos nuestros propios cuartos.
― ¿Tú y Joel discutisteis esto en tu habitación? ―preguntó.
Mary negó con la cabeza, con fuerza, y luego lo consideró
―Tal vez, una o dos veces. Pero en voz baja.

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―Esas paredes son más delgadas que estas―dijo Eric―. Es por eso que nunca
hicimos nada en el dormitorio de Albert. Tus compañeros podrían haberos
escuchado. Pero ¿Como lo conectaron con Tomlinson?
―Necesitamos saber más sobre Tomlinson―Albert apuntó al ordenador portátil
de Eric―. Te metiste en el servidor de la empresa. ¿Qué encontraste?
―Sólo lo que yo estaba buscando, los archivos de mantenimiento del sistema de
alarma.
―Me metí en Google mientras intentabas entrar en su servidor―dijo Albert―.
Encontré algunas cosas generales. Tomlinson jugó al golf en un torneo de caridad
el año pasado, pero su negocio iba mal, un montón de despidos. Su esposa ha
pedido el divorcio. Tú eres mejor al ordenador, así que cava más profundo.
Averigua todo lo que puedas―Albert cogió su chaqueta.
― ¿A dónde vas? ―preguntó Eric.
―Vuelvo a mi dormitorio. Será de día pronto. Voy a cambiarme y afeitarme y luego
iré a charlar con la señora Tomlinson y averiguaré lo que su marido tramaba.
Mary se puso de pie.
―No puedes entrar en su casa y hablar con ella.
―Como periodista, sí puedo.
Eric se levantó lentamente.
―Albert, espera. ¿Y si ella te investiga? No te fundes precisamente con la madera.
Especialmente con tu acento.
La sonrisa de Albert fue sombría.
― ¿Qué acento? ―Preguntó en un tono de Minnesota perfecto.
Eric miró fijamente, con la boca abierta.
―Tú... ¿Qué es real?
Albert lo miró a los ojos, con mirada fría.
― ¿Acaso importa? ―preguntó― Comienza la investigación de Tomlinson.
Necesitamos todo lo que podamos conseguir.
Bueno. Como siempre, era mucho muy interesante. «Así que ¿Mary quiere
matarme?» «Exactamente como antes yo a ti, chica». Y «Albert, ¿no es realmente
francés?» «Di que no es así». Había visto eso a una milla de distancia. Para ser un
empollón, Eric era realmente muy estúpido.
Se echó hacia atrás en su sillón y frunció el ceño. Pero ¿Albert iba a hablar con
Louise Tomlinson? Tenia que pensar en eso. Louise no sabía nada que pudiera
contar. El se había asegurado de eso. ¿Qué daño podía hacer Albert?

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«A la inversa, ¿Cómo podía usar eso para cavar un poco más sus tumbas? ¿Y
cuánto tiempo puedo mantener la correa atada con tanta fuerza?»
El no planeaba vigilarlos tan de cerca para siempre. Cuando sus vidas útiles
hubieran terminado... sus vidas habrían terminado.
Además, él podría tener una preocupación mayor en este momento. Rebobinó la
grabación que había hecho de las noticias de las nueve. Era un vídeo granulado,
tomado por un teléfono. Un perro de búsqueda y rescate y su adiestradora de pie
en la orilla del lago, a menos de unos cien metros desde el muelle en el edificio de
apartamentos. El conocía la costa como la palma de su mano. El único camino a
ese trozo de playa abierta era en barco, pero no veía el barco en el vídeo.
Podría haber asumido que por el trozo de playa fue como la chica había llegado al
edificio en llamas para empezar, pero si fuera así, el barco todavía estaría allí,
¿verdad? Lo que podría significar que alguien había estado con ella, alguien que no
había muerto en el edificio.
«Lo que podría significar un problema para mí». Necesitaba saber lo que sabía la
Policía. Si existía un testigo, esa persona tenia que morir.

Martes, 21 de septiembre, 5:30 am

Austin Dent estaba sentado en su cama abrazando sus rodillas contra su


pecho. Su madre llegaría pronto a casa del trabajo. Trabajaba duro, su madre.
Odiaba la preocupación que había llevado a sus ojos.
Odiaba no poder olvidar el miedo en los ojos de Tracey cuando ambos habían olido
el humo. O la mirada en la cara de ese guardia cuando le habían disparado, la
forma en que había caído al suelo. Pero sobre todo odiaba que allá fuera, en algún
lugar, un asesino caminaba libre.
Austin apretó los puños. «Tengo que hacer algo». Pero tenía miedo.
«Se lo debo a Tracey. Prometí que la protegería. Ella estaba allí por mi culpa».
Pero ¿qué le debía a su madre? Si él hablaba, pondría sus vidas en peligro. Ese
hombre disparó al guardia a sangre fría. No podía llevar a ese tipo a sus vidas.
«Pero no puedo no hacer nada. No puedo vivir de esta manera, preguntándome
también si va a dispararme».
Si llamaba desde un teléfono cercano, los policías lo rastrearían. Todo el mundo en
la ciudad sabia que iba a la escuela en Minneapolis. Un Policía listo uniría los
puntos en poco tiempo.

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Así que tendría que ponerse en contacto con la Policía de Minneapolis. «Kenny me
ayudará». Envió un mensaje a Kenny, diciéndole qué escribir en la carta y Kenny
podría enviarla por Correo desde el centro. De esa manera la Policía sabría sobre el
tirador, Pero nadie sabría que él lo había contado.
Podría funcionar. Tendría que hacerlo.

Martes, 21 de septiembre, 5:45 am

Olivia parpadeó con fuerza mientras conducía de camino a su casa. Las


últimas cuarenta y ocho horas estaban pasándole factura. Iba a pasear a Mojo, a
continuación, a caer en la cama....
Desaceleró cuando su porche delantero apareció a la vista. Una forma conocida se
levantó lentamente de los escalones de la entrada y su cerebro cansado quiso
gritar 'improcedente'. Con cuidado rodeó la pickup roja que él había estacionado
en su acera y se dirigió a su garaje. Por un momento se quedó sentada en su coche,
con la frente apoyada en el volante.
Entonces la puerta se abrió y ella pudo sentir el calor de su cuerpo mientras se
agachaba a su lado.
― ¿Olivia?
―Estoy bien, David―dijo ella, sin mirarlo―. Prometiste no molestarme.
―Lo sé. Mentí.
― ¿Qué quieres de mí?
―Una oportunidad de explicarme. Por favor―Su mano se sumergió bajo la trenza,
cerrándose por encima de su cuello. Su palma era cálida, sus dedos fuertes
mientras comenzaron masajear su cráneo.
Un pequeño gemido escapó de su garganta. Estaba tan cansada y su mano se
sentía tan bien. «Céntrate, chica». Ella le agarro la muñeca y apartó la mano.
― ¿Qué hay que explicar?
―Mucho. Vamos―El la instó a salir del coche, poniéndola sobre sus pies―. Estás a
punto de caerte de bruces.
―Estaba a punto de irme a dormir.
―Entonces no me llevará mucho tiempo―Ella se dejó llevar a la puerta principal
sin quejarse cuando él tomó las llaves de su mano y abrió su puerta principal. Mojo
llegó corriendo, agazapándose con un gruñido en cuanto vio a David.

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―Abajo―ordenó Olivia y Mojo al instante cayó sobre su tripa, mirando a David
con recelo. «Perro listo. Buen perro».
David cerró la puerta detrás de ellos, rodeando al perro como si no estuviera allí.
Mojo estiró el cuello, vigilando. Maldiciendo su propia debilidad, Olivia hizo lo
mismo. David se veía tan bien yendo como viniendo. Ella lo siguió hasta la cocina,
con Mojo en sus talones.
― ¿Qué estás haciendo? ―preguntó.
De pie frente a su nevera abierta, miró por encima del hombro.
―Haciéndonos el desayuno ¿Tus huevos están a punto de caducar.
― ¿Cómo? ―dijo ella, sacudiendo la cabeza, inclinándola luego hacia los lados con
un silencioso suspiro cuando él se inclinó para revisar su bandeja de las verduras.
Demasiado bonito. Demasiado bien. «Y no es justo que todos los atractivos sean
idiotas».
De pronto se enderezó, señalando los taburetes de su barra.
―Siéntate, por favor.
Obedientemente Mojo se sentó, moviendo la cola, mirando a David con adoración.
―Traidor―murmuró ella al perro―. Quiero que te vayas, David.
Depositó todos los materiales de cocina en su mostrador, Haciendo caso omiso de
ella.
―No tengo hambre. Deja de hacer eso―le espetó cuando cascó los huevos en su
tazón mezclador con la delicadeza de un chef―. ¿Qué demonios estás haciendo?
Apretó la mandíbula.
―Cuando estoy tenso cocino.
―Tú estás tenso―Ella hizo un sonido burlón―. Por favor.
―No, en realidad estoy muerto de miedo―Levantó la vista, la miró a los ojos―.
No estoy mintiendo.
El parecía completamente serio y ella sintió que su resolución se debilitaba.
―Que buena línea―dijo ella―. Debo ser la mujer más crédula viva. Vamos, Mojo.
Su perro vaciló, mirando a David. Reprimiendo un juramento vil, tiró del cuello de
Mojo.
―Dije, vamos―Finalmente la siguió, mirando hacia atrás sobre su hombro como si
quisiera preguntar por qué el nuevo chico no iba a venir. Olivia se quedó de pie en
su patio, dando golpecitos con el pie con impaciencia. Finalmente Mojo se sentó y
ella le dejo para entrar en la casa. David estaba todavía allí, inspeccionando una
caja de setas con una mueca.

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―Ha pasado un tiempo desde que hiciste la compra―dijo él.
―He estado muy ocupada―Ella se deslizó en un taburete de la barra―. Dices lo
tuyo y te vas.
El bajó la mirada a la tabla de cortar, picando las pocas verduras que no estaban
mal.
―Yo dije el nombre de otra persona esa noche. Lo siento. No sabes como lo siento.
Pero necesito saber si hice alguna otra cosa.
Ella frunció el ceño, las palabras de Brie y Paige regresaron. «Me pregunto qué
pensó él que había dicho. O hecho».
― ¿Cómo qué?
―Como, ponerme rudo. O pedir algo que no quisieras hacer.
«¿Y?» Así que realmente no había sido una declaración de desprecio.
―No―dijo ella en voz baja―. ¿Qué pensabas que hiciste, David?
El se agarró al borde de la encimera con las dos manos, inclinando la cabeza.
―Yo no sabía. Al principio pensé que estabas avergonzada, Pero nunca llamaste y
los meses pasaron. Me preguntaba si había hecho algo para... apagarte.
―Lo hiciste. Dijiste el nombre de otra mujer cuando te estaba dando un gran
orgasmo.
Levantó su cara, con sus ojos tensos.
―Aparte de eso.
―Eso fue suficiente. Pero para tranquilizar tu mente, no, no me presionaste o
intentaste obligarme a hacer algo que no quisiera hacer.
Sus hombros se hundieron.
―Bueno―Se apartó de ella, vertiendo los huevos en una sartén.
El todavía estaba nervioso, se dio cuenta. Increíble, pero al parecer cierto. Ella hizo
el café, luego se volvió para verle cocinar.
― ¿Por qué no me llamaste?
Él se encogió de hombros.
―Me asustaba lo que hubiera hecho. Temía que tenías otra persona en casa, un
temor de que lo que yo había hecho no había sido... lo suficientemente bueno.
―Estás bromeando―dijo ella y creyó ver un atisbo de la curva de una sonrisa en
sus labios.
―Bueno, tal vez no la última parte. Pero si la preocupación―El hizo algo con la
muñeca y la tortilla se deslizó en la sartén y se dio la vuelta―. Y yo traté de
olvidarme de ti.

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― ¿En serio?
―Tú estabas aquí, yo estaba allí. Entonces Evie llamó, pidiendo ayuda con su techo
con goteras.
Hace siete meses.
―Dijo que se le cayó todo y viniste a ayudar.
―Piensa que soy un caballero blanco, así que no empañes mi armadura. La verdad
es que dejé todo y me vine de inmediato porque era lo que había estado
esperando.
Ella frunció el ceño ligeramente.
― ¿Lo qué estabas esperando? ¿Qué significa eso?
El no estaba mirándola y de repente ella deseó que lo hiciera, poder ver sus ojos.
― ¿Crees en las señales, Olivia? ¿En el destino? ¿En los milagros?
―Una vez, yo habría dicho que no. Pero ahora, si, si creo.
Su mirada era aguda.
― ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
La respuesta de Olivia salió sin pensar en absoluto. Ella supo el momento en que
había empezado a creer en los milagros.
―Encontrar a Mia cuando lo hice. Yo la necesitaba y me ella necesitaba. Acababa
de salir de una mala relación y una semana más tarde descubrí que nuestro padre,
el padre al que nunca había conocido, estaba muerto. Mia ya estaba enamorada de
Reed. Yo estaba tan celosa. Ella me preguntó si estaba con alguien y le dije que no.
No quería admitir que era un fracaso.
―Puedo entender ese sentimiento―dijo con pesar.
Ella pensó en el nombre que él había gemido, sabia que Dana estaba felizmente
casada con otra persona. Si había habido alguna vez una relación entre Dana y
David, no la había ahora.
―Supongo que puedes. En cualquier caso, ¿te acuerdas cuando Mia fue baleada
por ese tipo?
―Era un pirómano―dijo David, mirándola―. Irónico, ¿no?
«O el destino».
―Sí, mucho. El chico le disparó sólo unos días después de conocerla, perdió un
riñón. Ella solo tenía uno.
―Y nadie era compatible. Recuerdo. Todos nos hicimos la prueba―David se volvió
a mirarla, con los ojos entrecerrados―. Entonces, de repente, Mia tuvo un donante
misterioso. Ella nunca nos dijo quien era. Todos pensamos que fue anónimo―El se

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acercó más hasta que estuvo a centímetros de su cara―. Fuiste tú, ¿verdad?
Salvaste su vida.
Las mejillas de Olivia calentaron.
―Tu tortilla se quema.
Se volvió hacia el fogón.
―Fue una cosa malditamente buena la que hiciste, Olivia. Deberías estar orgullosa
de ti misma.
―Yo no lo hice para estar orgullosa. Lo hice porque me necesitaba. Nadie nunca
realmente lo hizo antes. Así que para responder a tu pregunta, si, creo en el
destino.
El apagó el quemador.
―Evie me necesitaba, también. Quería ayudarla, por supuesto, pero yo había
estado buscando algún tipo de señal. Me dije a mí mismo que era un fin de
semana, que probablemente habrías encontrado a alguien más, pero no te podía
sacar de mi mente. El techo con goteras de Evie era la señal que había estado
esperando. ‘Ve a Minnesota’ parpadeando en neón. Yo quería volver a verte, y
averiguar si había algún otro. Y averiguar lo que había hecho.
―Y entonces te metes en el camino de un asesino y terminas en el hospital―Ella
puso los platos en la mesa y miró hacia atrás para encontrarlo mirándola, sus ojos
ya no ilegibles. Estaban hambrientos y calientes y por un momento tuvo que
concentrarse en respirar.
―Yo supe que eras tú en momento en que entraste en mi cuarto del hospital―dijo
ferozmente―. Apenas podía ver nada, pero podía olerte, como te había olido en
mi almohada, y te desee entonces. Pero era el momento equivocado.
Ella tragó saliva.
― ¿Y?
―Y... Después de eso nunca me pareció el momento adecuado. Evie fue
secuestrada y todo fue una locura. Entonces tú y Noah la encontrasteis.
―Y la fosa de cuerpos―murmuró ella.
―Entonces tú estabas ocupada, estresada. Sacando los huesos de ese maldito
hoyo. Yo no quería empeorar las cosas, Pero creo que lo hice― pasó el dorso de
sus dedos por la mejilla, un toque fugaz que la hizo desear más―. No podía dejar
pasar otro día dejándote pensar que no te deseo, Que no me importas. Que tú eras
solo una sustituta de otra persona. Lamento haberte lastimado.
Ella le sostuvo la mirada, esperando no ser tan tonta para creerle.

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―Yo también podría haber llamado. Debería haberlo hecho.
El sonrió y el corazón le dio un vuelco en su pecho.
―Siéntate. Tienes que comer.
Lo hizo, sin darse cuenta de lo hambrienta que había estado. Pensó en lo que Paige
había dicho por la mañana, acerca de correr un riesgo. ¿Qué es lo peor podría
suceder? Dana. El había dicho su nombre. Tenía que haber una razón. Tenía que
haber aún algunos sentimientos. Un hombre no amaba tanto tiempo y
simplemente dejaba de hacerlo porque conocía a otra persona.
«Tú lo hiciste». Era cierto, admitió. Cuando conoció a David, todos los
pensamientos sobre Doug habían desaparecido, como si nunca hubiera existido.
«Pero yo dije el nombre de David. El dijo Dana». Y ¿si en algún momento su amor
perdido era libre? «He pasado por eso». Ella era crédula, pero esperaba no ser
tonta.
Levanto la mirada para encontrarlo mirándola expectante. Parecía como si quisiera
decir algo, pero no lo hizo, levantándose a recoger la mesa. Con Mojo pegado a sus
talones con la esperanza de una limosna, pero todo lo que David le dio fue una
rascada detrás de las orejas.
―Es un buen perro.
―No es tan listo como el oso promedio, pero es mío. El hace que este lugar no sea
demasiado solitario―Ella quería mirar hacia otro lado, pero no se lo permitiría a sí
misma―. Entonces. ¿Y ahora qué?
―Ahora, creo que dijiste que te ibas a dormir―Sus palabras fueron ligeras, pero
sus ojos aún estaban calientes. Escalofríos atravesaron su piel.
―Ese había sido mi plan, si.
―Entonces vamos―El la llevó a su sofá y la sentó en su regazo―. Duerme. Te
despertaré a tiempo para tu reunión.
Era surrealista, allí sentada, acunada en sus brazos, pero parecía natural apoyar su
cabeza sobre su hombro, por lo que lo hizo.
―Tengo que salir temprano, llevar a Mojo a la guardería―murmuró.
―Yo lo llevaré.
―Bueno. Tengo que estar en el centro a las nueve. Era a las ocho, pero el CSU
necesita más tiempo para procesar la oficina de Tomlinson―Ella bostezó―. Era
una escena desagradable.
―Lo sé―dijo él en voz baja y ella supo que lo hacía.

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―Tal vez Tomlinson era el objetivo desde el principio. Tal vez el fuego del edificio
de apartamentos fue solo una cortina de humo, para distraernos de la muerte de
Tomlinson.
―Tal vez. Excepto que no trataron de ocultar su asesinato―Sus dedos deshicieron
suavemente su trenza, peinado su pelo.
Ella se echó hacia atrás para ver su rostro.
― ¿No lo hicieron?
―No. Barlow y yo fuimos de nuevo a ver la oficina otra vez. No había señales de
gasolina alrededor o en las paredes de la oficina. Si hubieran querido que el
incendio ocultara el asesinato de Tomlinson, habrían destruido su cuerpo para
destruir la evidencia de su arma de fuego, ¿no?
―Cierto.
―Deberían haber echado gasolina sobre su cuerpo, su escritorio, sus papeles. Pero
no lo hicieron.
―Tienes razón. ¿Por qué no lo hicieron?
El volvió a poner su cabeza en su hombro.
―Lo averiguarás después de haber descansado un poco.
―Tú también estás cansado, ¿Cómo vas a despertarte?
―Puse la alarma de mi teléfono celular.
― ¿Cuando lo has hecho?
Cuando estaba sentado en el porche esperándote.
Así que había planeado esto. Ella quiso estar molesta, pero su mano estaba
masajeándole el cuero cabelludo de nuevo. Ella cerró los ojos, yendo a la deriva.
―Eso debería ser ilegal. Se siente muy bien.
La besó en la parte superior de su cabeza.
―No tal cosa como demasiado bien, Olivia.
Quería saber lo que eso significaba, pero la fatiga la arrastró.
― ¿Lo prometes?
―Oh, sí―Sus palabras retumbaron en su oído―. Definitivamente lo prometo.
Ahora duerme.

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Capítulo Doce

Martes, 21 de septiembre, 6:45 am

Eric despertó con un sobresalto. Había estado soñando con la chica en la


ventana. Su nombre era Tracey Mullen. Sólo tenía dieciséis años. El no había
querido saberlo. De todos los muertos, era ella la única que le pertenecía. Su
sangre estaba en sus manos. Pero seria culpado por los otros dos también. El
guardia y Tomlinson. «Es decir, si nos pillan».
Se quedo mirando al techo, odiando al maldito chantajista, odiando al maldito Joel.
Odiándose a si mismo. Y podría incluir a Albert allí, también. Habían sido robados.
Engañados. «Jugado por el tonto, yo». Se había preocupado por Albert, pero había
sido utilizado.
Y Albert realmente pensaba que podía deshacerse del chantajista. «Idiota».
Eric lo reconocía. En el momento en el que había visto el vídeo enviado a su
teléfono la noche anterior, había sabido que era inútil. Albert lo había emboscado,
concentrado en su propio plan después de decirle a Mary que Eric había
considerado primero huir a Francia. María había seguido a Albert enojada.
Estaban enojados porque Eric tenía dinero para empezar de nuevo, en cualquier
lugar del mundo. Mary y Albert no lo tenían. Albert quería jugar al hockey, y no
podía hacer eso como un fugitivo. Mary... ¿Quien sabia lo que esa chica quería? Un
minuto quería la sangre del chantajista. Al siguiente, ella sollozaba por el pobre
Joel. Era un caso perdido emocional.
«Y yo no soy mucho mejor». Con mano pesada por el temor, tomó el celular
desechable. No había nuevos mensajes de texto, pero los habría. Era solo una
cuestión de tiempo.
«Tengo que salir de aquí, mientras pueda».

Martes, 21 de septiembre, 06:55 am

Tenía unos minutos antes de abrir las puertas a los primeros clientes de la
mañana, así que se conectó a su cuenta en el extranjero. Sin pago del sr. Dorian
Blunt. Bueno, había dado al hombre doce horas. Dorian tenía hasta el mediodía
para pagar.

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Revisó la cuenta de Dorian, solo para asegurarse de que todo estaba allí. Aún había
dos millones dólares, hábilmente malversados durante más de cinco años, y los
empleadores de Dorian sin enterarse. Y «yo podría no haberme enterado nunca si
Dorian no hubiera sentido la necesidad de iniciar sesión en su cuenta mientras
almorzaba, mirando con nostalgia los ceros y comas en su pantalla. Había pensado
obviamente que no era visto, pero nadie nunca pasa inadvertido en mi tienda».
Estaba a punto de abrir las puertas de la tienda cuando una alerta de correo
electrónico apareció en su pantalla, lo que le hizo fruncir el ceño. «Eric, perro
astuto». Había hecho una compra considerable a cargo de su tarjeta bancaria de
un importe de concreto, 1,322.65 $, Pero ¿a quien? Rápidamente inició sesión en
la cuenta de Eric.
Air France. Cabrón. Y solo un billete. Se preguntó como tomaría Albert esa noticia.
Cerró la sesión y guardó su portátil bajo el mostrador.
El timbre de la puerta sonó, anunciando a sus primeros clientes del día.
―Buenos días. ¿Le puedo ayudar en algo?

Martes, 21 de septiembre, 7:50 am

Dormido en el ‘jardín de las Gorski' de nuevo, pensó David aturdido,


respirando el aroma de las flores. Dulce, pero un poco ahumado. De repente se
despertó, dándose cuenta en el mismo momento que estaba sentado en el sofá
Olivia y que ella estaba a horcajadas sobre él, con las manos en su pelo y la boca
ocupada en la suya. La excitación le golpeó como un bate y sus manos se
deslizaron bajo su camisa, moviéndose por su espalda, atrayéndola con murmullo
ronco de aprobación.
En un instante la tenia de espaldas, su risa sorprendida se interrumpió en un
gemido ahogado cuando su boca encontró su pecho a través de su blusa de
algodón fino.
―Dios. No pares―Sus manos atrajeron su cabeza más cerca―. Por favor.
Fue un grito de asombro mientras su cuerpo se doblaba como un arco, sus caderas
sacudiéndose contra él pidiendo más.
Su sangre latía en su cabeza, mientras tiraba de los botones de su blusa.
―Rápido―fue todo lo que ella dijo mientras él se las arreglaba con el cierre
delantero de su sujetador.

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«Mía», fue todo lo que él pudo pensar mientras su boca se cerraba sobre su pecho
de nuevo, chupando fuerte mientras ella se retorcía contra él haciendo realidad lo
que había sido un malditamente frustrante vago recuerdo. Tiro del botón de su
cintura, abrió la cremallera de sus pantalones y, con mano temblorosa, la tocó y
gimió. Estaba húmeda, empapada.
Introdujo un dedo dentro de ella, su pequeño gemido de alivio avivó el fuego en su
sangre. Dios. Ella estaba apretada. Mojada y apretada y él no quería nada más que
introducirse en ella, sentirla a su alrededor. Pero ya lo había jodido dos veces antes
y no iba a hacerlo una tercera. Cuando la tomara, seria de la manera correcta.
Lento y lo sensual, así ella no tendría ninguna duda de que era la primera en su
mente.
Pero ahora... ahora sus caderas se estaban levantando. Necesitando.
«Necesitándome a mí».
―David. Por favor―El áspero ruego le hizo sonreír con fiereza mientras tomaba el
otro pecho en la boca, succionando mientras la llevaba más arriba. Los gritos
provenientes de su garganta sonaban exactamente como lo habían hecho en sus
sueños. Añadió un segundo dedo al primero, presionó con su pulgar con fuerza
contra ella y ella envolvió sus brazos alrededor de su cabeza, acercándolo más a su
pecho mientras se tensaba, completamente en silencio mientras se corría.
Su respiración se estremeció y ella se derrumbó. En su bolsillo, su teléfono celular
sonó tres veces. Su despertador. El cuerpo de ella se tensó y supo que ella también
lo había sentido.
―Buenos días, Olivia―murmuró él y ella se rió sin aliento.
―Oh Dios.
Haciendo caso omiso de los latidos de su propio cuerpo, se tomó tiempo para
admirar lo que había disfrutado. Sus pechos estaban llenos, redondos. Perfectos.
Su piel pálida, impecable. A excepción de las zonas rojas donde su barba la había
arañado. Besó esos lugares suavemente.
―Fui un bruto.
Con los ojos todavía cerrados, ella tarareó contenta.
―Me gustó.
―Me afeitaré la próxima vez.
Sus nudillos se deslizaron por su mandíbula.
―Me ha gustado mucho. Me gusta esto. Te hace parecer como un pirata.
Ante eso él sonrió.

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―Abre los ojos―Ella lo hizo, y en ellos vio sensual satisfacción―. Eres hermosa.
Sus ojos parpadearon, sorprendiéndolo.
―Tú también.
El depositó un beso en el valle entre sus pechos.
―Estabas mojada―murmuró.
―Yo estaba soñando. Entonces estabas ahí―Sus ojos se abrieron con
problemas―. Pero, tú no lo...
―Todavía no. No hay espacio suficiente o tiempo suficiente para hacer lo que
quiero por ti.
Él podía ver latir el pulso en el hueco de su garganta.
― ¿Por mí?
―Para ti―El la besó en la boca, luego mordió ligeramente su labio inferior―.
Contigo, para ti. Dentro de ti―El pasó sus labios sobre su garganta―. Yo no lo hice
la última vez, ¿Verdad?
―No. Yo, um, entonces tú... te quedaste dormido.
Él hizo una mueca.
―Tengo mucho que compensar. Menos mal que tengo fantasías ahorradas.
Ella se estremeció.
― ¿Como qué?
―La mayoría son mejores mostradas que dichas, pero hay una... No. No se si debo
decírtelo. Nunca podrías sentarte en tu escritorio de nuevo de la misma manera.
El pudo sentir latir su pulso.
―Sólo dime que no hay implicadas esposas o mantequilla―dijo ella y él se rió en
voz baja.
―Nada de mantequilla.
― ¿Pero esposas?
―Mmm. Y tu fedora del escuadrón del sombrero. Y mi gran cama con cabecero de
hierro forjado. Y nada más.
―Menudo cliché ―Sus mejillas enrojecieron como una llama.
―Pero efectivo.
Ella tragó saliva.
― ¿Cuando?
―Esta noche estaría bien.
―No sé cuando terminaré.
―Está bien. He esperado tanto tiempo, que puedo esperar un poco más.

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Se deslizó hacia abajo, descansando la cabeza entre sus pechos. Se sentía bien.
Cómodo. Como si perteneciera a ese lugar.
Durante un largo momento ella estuvo tranquila, sus dedos jugando con su cabello,
entonces suspiro.
―Tengo que levantarme y ducharme. Ir al trabajo. No va a ser un día divertido.
El se preguntaba qué haría un día como detective de Homicidios, menos divertido
que cualquier otro. El pensaba que todos los días serían una mierda, y por eso la
respetaba por hacerlo todos los días.
― ¿Por qué no?
― ¿La chica que sacaste del edificio? Su madre viene hoy y ella querrá verla. No
me gusta esa parte.
Había pensado en ello, se preguntaba como ella y los otros policías lo hacían.
―Lo siento.
―Yo también. Pero tengo que levantarme, y por bien que te sientas, me tienes
inmovilizada.
David se obligó a moverse, levantándose del sofá y tirando de ella con él.
―Yo no tengo que regresar a la estación de bomberos hasta mañana por la
mañana a las ocho. Estoy en el dojo hasta las nueve de esta noche, pero si
consigues acabar antes, me llamas y me retiraré temprano. De lo contrario, estaré
en mi edificio de apartamentos, probablemente escogiendo moquetas con mi
madre.
Ella juntó los bordes de su blusa deliberadamente.
―Conocí a tu madre en la boda. Mia piensa que el sol sale y se pone por
ella―Estaba a mitad de camino del pasillo cuando se volvió―. ¿Has dicho dojo?
«Paige». ¿Ella no le había dicho nada?
―Sí, voy un par de veces a la semana.
Ella inclinó la cabeza, considerándolo.
―Tú me hablaste de eso, en Chicago. Eras cinturón marrón entonces. Ayudabas
con las clases de kárate para los niños en el YMCA
Que ella lo hubiera recordado le hacía sentirse estúpidamente orgulloso.
―Llegué a cinturón negro el año pasado.
Ella le sonrió.
―Y ¿aún trabajas con niños?

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―Sí. Da confianza a un niño que no podría ganarla de ninguna otra forma. Y les
enseña como protegerse a si mismos―«A veces de las mismas personas que se
supone deben protegerlos. Si Megan hubiera sido protegida...»
―Mi amiga Paige da una clase de defensa personal para mujeres En el YMCA. Debo
presentaros. Tengo que entrar en la ducha ahora o voy a llegar tarde. ¿Puedes
sacar a Mojo al patio?
Observó cerrarse la puerta del baño y chasqueó los dedos para que el perro le
siguiera fuera al patio, sacó su móvil del bolsillo y llamó a Paige.
―No se lo dijiste―le espetó cuando ella respondió.
― ¿Dónde estás, David? ―pregunto Paige con cautela.
―En el patio de Olivia. Dijiste que le dirías que éramos amigos y no lo hiciste.
― ¿Por qué estás en el patio de Liv? Pensé que ella te dejó.
―Ella pensaba lo mismo, pero me las arreglé para que cambiara de opinión.
―Oh. Exactamente ¿hasta que punto la hiciste cambiar de idea?
Pensó en Olivia tensándose en sus brazos y apretó los dientes contra una nueva
oleada de necesidad. No lo suficientemente lejos.
―No es asunto tuyo―dijo―. Mira, ella se ofreció a presentarnos y yo no supe qué
decir. ¿Y ahora qué?
―Lo intenté ayer por la noche, pero ella estaba tan enfadada―dijo Paige
miserablemente―. Estaba a punto de soltarlo cuando recibió la llamada de ese
fuego. Pensé que eras historia, y que tenía más tiempo.
―Bueno, no soy historia y no tienes más tiempo―Por lo menos esperaba no serlo.
Ella no se había tomado con amabilidad que la vigilara y no podía culparla―. Se lo
diré yo.
―Dile que yo la engañé. O podrías echarle la culpa a Rudy. Todo el mundo lo hace.
―Tentador, pero no―dijo secamente―. Te veré esta noche―Silbó al perro y volvió
a entrar. La ducha se detuvo y no pudo dejar de pensar en nada más que en Olivia
llevando puestas solo gotas de agua. Tratando de alejar la imagen de su mente,
vagó por su sala de estar, satisfaciendo por lo menos una pequeña parte de su
curiosidad.
Se había preguntado como vivía. Muy modestamente, como podía ver, la mayor
parte de su dinero iba a los carteles de la pared. Coleccionaba fotogramas
animados de arte, se lo había dicho la noche en que habían hablado hasta que
amaneció. Ahora podía verlos, colgando en su sala de estar, el pato Lucas y todos
los demás personajes de los dibujos animados que él había amado cuando era

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niño. El Correcaminos, al parecer, era su favorito. Un cartel gigante del Coyote
colgando de su pequeño paraguas colgaba sobre su TV y encima había puestos una
pila de DVDs del Correcaminos.
Había fotografías en la repisa de su chimenea. Una pareja de ancianos sonriendo
desde una instantánea desteñida que asumió eran sus abuelos. Un par de
adolescentes posando para la cámara. Se acerco más, reconociendo a una joven
Olivia y a Paige, del brazo. Había otra mujer que creía que era su madre. En otra
una pelirroja impresionante estaba sentada en la hierba, rodeada de cachorros. Y,
por último, una imagen más reciente de Olivia con Paige y la pelirroja en un
restaurante, levantando copas en un brindis.
―Esa fue en mi cumpleaños―dijo Olivia detrás de él―. Las tres grandes, oh. El
año pasado. Esas son mis amigas Brie y Paige.
Se había vestido con lo que parecía ser su uniforme de trabajo, pantalones y una
blusa. Su rostro estaba libre de maquillaje, como más le gustaba. Ella estaba
trenzándose el pelo y por un momento simplemente se permitió mirar.
―Lo sé―dijo finalmente y ella frunció el ceño.
― ¿Qué?
―Conozco a tu amiga―Sostuvo la foto como si eso lo explicara―. Paige.
Lentamente bajo los brazos.
― ¿Cómo?
Explicó como había conocido a Paige, cómo había recogido información sobre
Olivia en los últimos siete meses, como Paige no había sido consciente de ello. Los
ojos de Olivia se estrecharon y David tuvo la incomoda sensación de que así era
cómo ella se acercaba a los sospechosos.
― ¿Estás enfadada? ―preguntó él al terminar.
―No se lo―dijo ella con sinceridad―. Voy a tener que pensarlo.
―Mientras estás pensando, piensa en esto―El tomó su cara entre sus manos y la
besó con fuerza―. Todos estos meses, lo único en lo que pensé fuiste tú. En esto.
Ahora, ve a trabajar.
―Mojo...
―Puede ir en mi camioneta. Yo lo dejaré. Sólo dime donde.
Ella le dio la dirección y se alejó, estudiándole de un modo que le daba ganas de
retorcerse.
― ¿Quién eres tú? ―le preguntó en voz baja.
«Ojalá lo supiera».

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― ¿Qué quieres decir?
― ¿Quién eres tú, qué quieres de mí? Un hombre como tú podría tener a
cualquiera.
«Un hombre de como tú».
―Esta noche―dijo él―. Te voy a contar todo lo que quieras saber de mí― Con una
gran excepción. Eso no podía compartirlo―. No soy tan complicado.
Su sonrisa fue sombría.
―Si crees eso, no eres tan inteligente como yo pensaba.

Martes, 21 de septiembre, 8:55 am

Kane estaba en su escritorio cuando Olivia se dejó caer en su silla. Sus


mejillas se encendieron tan pronto como sus ojos se posaron en su fedora, con aire
desenfadado adornaba la cabeza de su estatua de la diosa como siempre lo hizo.
Había reflexionado sobre las palabras de David todo el camino y, Dios la ayudara,
podía verse a si misma sin nada más que su fedora, esposada a la cama. Se inclinó
y quitó el sombrero que cubría el rostro de la diosa. Tonto, lo sabía.
―Demonios―murmuró.
Las cejas de Kane subieron.
― ¿Algo que te gustaría compartir con la clase?
―No―Definitivamente no―. ¿Qué estás haciendo?
El se encogió de hombros, Decepcionado.
―Nunca eches más. ¿Donde está la emoción?
―No podrías manejar mi emoción, viejo―dijo secamente y le hizo reír. Ella notó
los envoltorios del desayuno en su escritorio―. Jennie se volverá loca. Sabes que
sólo te permite un sándwich de huevo y pastrami cada dos semanas.
―Jennie no se enterará―arrugó los envoltorios y los arrojo en su cubo de
basura―. Ves, problema resuelto―Le entregó una gruesa carpeta de su
escritorio―. He estado repasando los CD’s que la esposa de Tomlinson nos dio.
Esos son los clientes de Tomlinson.
― ¿Todo esto? ¿Cómo es que van a la quiebra, entonces?
Kane levantó otra carpeta, dos veces más gruesa que la primera.
―Estos son los clientes, que le debían dinero.
Olivia comenzó a revisar las páginas.
― ¿Rankin e hijos?

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―En la carpeta de no pagado.
―Así que hay una conexión. El contratista del edificio de apartamentos debe
dinero al proveedor de fontanería.
―Pero no mucho. Rankin debía mucho menos que la mayoría de estos otros tipos.
Ciertamente no lo suficiente como para justificar la muerte de Tomlinson para
hacer desaparecer la deuda.
―Tal vez la deuda era más que dinero―Olivia miró su reloj―. Son las nueve.
Vamos―Kane deambulaba mientras ella caminaba rápidamente, como de
costumbre.
― ¿Puedes decirme al menos si recuperaste mis prismáticos?
Ella hizo una mueca.
―Se me olvidó otra vez.
―Sin vasos y sin platos. Este día ya es una mierda―Entonces se detuvo
bruscamente en la puerta de la oficina de Abbott.
Olivia estiró el cuello para mirar a su alrededor. Un hombre con traje negro y
zapatos negros brillantes estaba sentado en la mesa redonda de conferencias de
Abbott, que parecía serio y ligeramente amargado.
― ¿Quién es ese? ―murmuró ella, pero lo sabía.
―Adelante―dijo Abbott―. Les presento al agente especial Crawford. Crawford,
estos son los detectives a cargo del caso, Kane y Sutherland.
Se estrecharon la mano con el agente federal y Olivia miró a Abbott por el rabillo
del ojo.
― ¿Reunión por la mañana?
―Aquí―dijo Abbott―. Crawford se unirá a nosotros. Como consultor.
La mandíbula de Crawford se tensó, pero no dijo nada, volviendo a sentarse en su
silla.
―Bruce―dijo Olivia con cautela―, tenemos que hablar contigo. ¿Fuera?
Abbott se levantó cansinamente.
―Por supuesto―Olivia sintió una agitación como de pena mientras su jefe cerraba
la puerta de su propia oficina detrás de ellos y se apoyaba contra la pared―. No
me echen más mierda, por favor―dijo―. He tenido suficiente.
― ¿De quién? ―preguntó Olivia.
―Del jefe de mi jefe, que no quiere ser pillado jugando a los vaqueros si esto es
terrorismo doméstico. ¿Me podéis decir que no lo es?
Sonaba tan esperanzado que Olivia odiaba romper su burbuja.

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―No creo que podamos decirlo con certeza del cien por ciento, todavía.
―Genial―Abbott suspiró―. Crawford está a punto de solicitar su jurisdicción.
―Mi trasero―dijo Olivia.
―Lo sé. Pero de tenemos que compartir las pruebas. Demostrad que la bola de
cristal es sólo un truco y el agente especial Crawford se va―Abbott se acerco
más―. Por favor, haced que se vaya―susurró―, es un gran dolor en el culo y solo
lo conozco hace una hora.
Olivia le dio unas palmaditas en el brazo.
―Vamos a hacer nuestro mejor esfuerzo. ¿Quieres que contemos todo?
Abbott se encogió de hombros.
―Por ahora.
Regresaron a la oficina donde Crawford estaba todavía frunciendo el ceño con
amargura.
―La brigada de investigación de incendios provocados y el CSU están de camino
desde la escena―dijo Abbott―. Espero que estén aquí pronto. Puede ir a buscar
un poco de café si quiere.
―Está bien―dijo Crawford rotundamente―. Esperaré aquí.
Abbott se encogió de hombros.
―Como quiera―dijo, y luego pareció aliviado ante la aparición de uno de sus
detectives―. Entre, detective Webster.
Olivia siempre estaba feliz de trabajar con Noah, pero eso era solo de momento. Su
compañero era Jack Phelps, que había vuelto a Homicidios hace unos meses
después de tomarse una licencia médica. Todo el mundo sabía que Jack había
pasado por rehabilitación, pero nadie lo había mencionado desde su regreso. El
nuevo compañero de Jack era el detective novato Sam Wyatt. Olivia sospechaba
que Noah le había dado a Jack mucha holgura cuando habían sido compañeros,
con la esperanza de que Jack saliera de sus adicciones por sí mismo.
Olivia también sospechaba que ella y Noah serían asignados juntos cuando Kane se
retirara a finales de año. Era un destello luminoso en una nube oscura.
Noah entró, mirando con recelo a Crawford.
―Buenos días. ¿La reunión es aquí?
―Lo es. Detective Webster, este es el agente especial Crawford, FBI.
Noah se sentó junto al Federal.
―Usted investigó a Preston Moss.

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―Lo hice―dijo Crawford, su tono no invitaba a la charla, así que Noah se volvió a
Abbott.
―Conseguí la lista de los empleados del contratista del edificio de apartamentos
de Faye. Puso los fondos en los que estaban con problemas financieros, por lo cual
estaba malditamente cerca de todos ellos. ¿Estoy buscando algo especial?
―Probablemente―dijo Abbott―, pero vamos a esperar a los demás. No quiero
que nadie se pierda nada―Se sentaron en un incómodo silencio durante dos
minutos hasta la llegada de Barlow, Micki Ridgewell, y la psiquiatra, Jessie
Donahue.
Abbott hizo las presentaciones.
―Ian llamó para decir que no estará aquí―dijo―. Ha empezado la autopsia de
Tomlinson. El dijo que el alcohol en la sangre del hombre era casi punto dos. Sin
evidencia de ningún narcótico en la orina. No ha hecho el corte, aún por lo que no
sabía si había humo en los pulmones de Tomlinson. Entonces, ¿Barlow? ¿Quieres
empezar?
―Los incendiarios entraron por una puerta trasera―dijo Barlow―, y salieron de la
misma manera. No había ninguna señal de que la alarma hubiera sido manipulada.
Ellos drogaron al perro guardián. Hablé con el veterinario esta mañana, dijo que el
perro seguía inconsciente. El veterinario le sacó sangre y la enviará al laboratorio
de pruebas, para ver qué droga utilizaron. El incendio fue provocado con gasolina,
una mecha larga y probablemente una cerilla. Lo hicieron simple.
― ¿Vídeo de seguridad? ―preguntó Abbott.
―El almacén tenía un viejo sistema de vídeo―dijo Barlow―. El vídeo debería
haber estado en una unidad de grabación en el armario eléctrico, pero la unidad
estaba vacía. El gerente, Lloyd Hart, dijo que mantienen cuatro cintas de vídeo en
ciclo, cambiando la cinta una vez a la semana. Encontramos tres cintas derretidas,
pero la del interior de la grabadora no estaba.
―De nuevo, ¿un trabajo interno? ―murmuró Olivia.
―Tal vez―Barlow alzó un croquis de la distribución del almacén―. Vertieron la
gasolina alrededor de las cajas apiladas, pero nada cerca de la oficina.
―No querían que el cuerpo de Tomlinson se quemara―dijo Olivia, recordando lo
que David le había dicho.
―Le dispararon al estilo ejecución―dijo Kane―. Tal vez estamos viendo un
mensaje de algún tipo. Rankin e Hijos era uno de los clientes de Tomlinson y le
debían dinero.

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―O tal vez es por el dinero, pero no por su forma de pensar―dijo Crawford de
forma demasiado paternal, condescendiente―. Estos activistas han incendiado a
las Compañías de Seguros que venden pólizas a los laboratorios de animales y
empresas de construcción. ¿Por qué no poner en peligro la cadena de suministro
de la empresa de construcción? Aterrorizan suficientes vendedores y lo pensarán
dos veces antes de vender a una empresa constructora en un área controvertida.
―Es posible―dijo Kane―. Por eso estamos viendo los dos incendios provocados
de forma individual, así como estableciendo conexiones.
―Pero―insertó Barlow―, estos dos incendios carecen de una característica
importante del terrorismo medioambiental. Nadie se lo atribuyó, y SPOT siempre
lo hacía.
―Pero―dijo Crawford, demasiado pacientemente―, tienen dos bolas de cristal.
Globos, justo como los que SPOT dejaba. Eso es suficiente.
―También tenemos dos víctimas por arma de fuego―dijo Micki―, hemos
encontrado la bala en un fragmento del muro de Tomlinson. Balística dice que
proviene de la misma arma que mató a Henry Weems.
―SPOT nunca disparó a nadie―admitió Crawford―. Preston Moss era anti-armas.
― ¿Ha traído fotos de las bolas de cristal que SPOT dejó atrás? ―preguntó Micki.
―Algo mejor―Crawford metió la mano en su maletín Y sacó una pequeña bolsa de
pruebas. Sacó una caja y le quitó la tapa―. Esta es una de las bolas reales.
Olivia cogió la caja, pero Crawford la echó para atrás.
―Solo ver, por favor.
Ella frunció el ceño ante Abbott, quien parecía asediado.
―Se trata de súper bolas―dijo ella―. La nuestra es más grande. Este tiene a los
continentes incrustados en el vidrio. Las nuestras están grabadas.
―Tal vez no pudieron conseguir el modelo original―dijo Crawford―. Nunca
fuimos capaces de rastrear al fabricante de esta bola. Tuvimos que reducirlo a tres
empresas. Tengo la lista.
Olivia tomó la carpeta que le ofreció.
―Dos de ellas tienen catálogos en línea ahora. Vamos a ver si venden un globo
grabado―Ella le hizo ver que estaba sorprendida por su gesto―. Gracias.
El gesto de él fue rígido.
―Pasé mi carrera persiguiendo a Moss, detective. Quiero que desaparezca.

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―Tracey Mullen tenía solo dieciséis años y Henry Weems era un buen
policía―respondió Olivia enérgicamente―. Queremos que quienquiera que les
mataran desaparezcan, también.
―Me di cuenta de que no ha dicho nada bueno de Tomlinson―dijo Crawford
secamente.
―Por todo lo que cuentan, era realmente un idiota. Pero él es una víctima y
queremos a su asesino.
―Tomlinson era muy flexible, realmente un imbécil―dijo Micki―. Había fotos en
su escritorio cuando le dispararon. Hemos reconstruido algunos de los fragmentos
de los escombros. Hay una gran cantidad de daños por agua de apagar el fuego.
Regenerarlas no será fácil.
Micki colocó copias de tres fotografías en la mesa. A todas les faltaban piezas,
como un rompecabezas en proceso, pero quedaba suficiente para que todos
hicieran una mueca de dolor.
―Ouch―dijo Kane―. ¿Cómo hizo eso?
Olivia ladeó la cabeza.
―Yo era gimnasta en la universidad, y nadie que conociera podía hacer eso.
Junto a ella Olivia pudo oír a Noah despejar la garganta, como si tragara una risa
que habría sido totalmente inadecuada.
Abbott negó con la cabeza.
―Gente―amonestó―. ¿Quién es la mujer?
―Su nombre es Shondra―dijo Kane―. Ella está en la lista de empleados de
Tomlinson, a pesar de que el gerente dijo que era temporal. Cuando la esposa de
Tomlinson se enteró del asunto y consiguió una orden de restricción de su
chequera corporativa, Shondra se fue.
―Dame una copia de la lista de empleados de Tomlinson―dijo Noah―. Haré una
comprobación cruzada con la lista de Rankin. A ver si aparece algo.
Micki empezó a recopilar las fotos, pero Olivia se lo impidió.
― ¿Cuando se tomó esta?
―No había marca de tiempo que pudiéramos ver―dijo Micki―. Las originales
parecen estar impresas en papel fotográfico de impresora, no es de un estudio
fotográfico. ¿Por qué?
―Bueno, según Hart, el gerente, dijo que Tomlinson jugaba al golf―dijo Olivia
lentamente―. Debería tener marcas de bronceado en la parte superior de los

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brazos de su camisa de golf, Pero está blanco como un fantasma. Por todos
lados―Miró a Kane―. ¿Cuando dijo Louise Tomlinson que ella pidió el divorcio?
―No lo hizo, pero los archivos que copió del ordenador de su marido estaban
fechados el 15 de junio. Hart dijo que presentó la demanda al día siguiente.
―Tiene que ser eso―murmuró―. No habría tenido tiempo de broncearse
demasiado.
― ¿Por qué es importante el bronceado, Olivia? ―preguntó Abbott.
―No lo sé. Simplemente no encaja con lo que la mujer nos dijo.
―Entonces cavemos más profundo en la señora T―dijo Kane simplemente―.
¿Algo de las latas de gasolina?
―Unas pocas huellas―dijo Micki―. Las estamos pasando por el AFIS, pero podrían
pertenecer a cualquiera. Las latas eran viejas y estaban oxidadas. Si encontráis el
coche de los pirómanos, es posible que podamos comparar los residuos de óxido
de las latas, situándoles en la escena.
―Hablando de coches―dijo Barlow―, hemos recuperado el de Barney. Estaba
aparcado a media milla de distancia, con las llaves en el contacto. No se encontró
ninguna huella en las llaves.
―Así que ¿su asesino se llevó las llaves...? ―preguntó Kane― y luego ¿condujo su
coche lejos?
―Tomó su BlackBerry, también―dijo Micki―. El gerente dijo que Tomlinson nunca
iba a ninguna parte sin ella. Encontramos huellas alrededor de la propiedad, pero
con tanto tráfico peatonal, podrían pertenecer a cualquiera, igual que las latas de
gasolina.
― ¿Qué pasa con la huella de zapato que encontramos en el barro cerca del lago?
―preguntó Olivia.
―El laboratorio las identificó como unas Converse-tops, de hombre, número
diez―dijo Micki.
―Por lo del tanto, el compañero de Tracey llevaba zapatos cuando salió corriendo
del fuego del edificio, pero Tracey no lo hizo―reflexionó Olivia―. ¿Por qué? Ellos
acababan de tener relaciones sexuales. ¿Por qué tenia los zapatos puestos?
―Tal vez se estaba preparando para irse cuando se produjo el incendio―dijo
Barlow.
―Lo que significa que él no estaba de ocupa con ella―dijo Olivia―. El tenía algún
otro lugar para estar, pero se estaba escondiendo. Más peso para la teoría de que
es de aquí. Tenemos que encontrarlo y averiguar como accedió al edificio para

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empezar―Ella miró su reloj―. Nos vamos a reunir con la intérprete de signos en
media hora. Vamos a la escuela para sordos para ver si alguien conoce a este chico.
El director prometió apoyo total.
― ¿Qué pasa con los padres de la chica? ―preguntó Abbott.
―Se supone que la madre llamará cuando ella y el padrastro lleguen al
aeropuerto―dijo Olivia.
―Nos reunimos con el padre anoche―dijo Kane―. El identificó a Tracey y nos dijo
que había ido al campamento Longfellow este verano pasado. Está en Maryland.
Nos preguntamos si podría ser donde conoció al chico.
―Entonces conseguid una lista―dijo Abbott―. A ver si tenían algunos campistas
de las Ciudades Gemelas.
―Puedo conseguir eso―dijo Noah―, mientras estáis en la escuela para sordos.
―Puede que no sea tan sencillo―advirtió Kane―. Vi el sitio Web anoche y no
pude encontrar un nombre de contacto. Hay algunas direcciones de correo
electrónico y un número de teléfono gratuito, pero hay una nota en la pagina que
dice ‘Deje un mensaje y le llamaremos lo antes posible’ estoy pensando que el
campamento no funciona durante todo el año.
―Maravilloso―Noah murmuró―. Bueno, supongo que tendré que excavar.
―Tengo que ver la casa y el almacén Tomlinson―dijo Crawford.
Barlow lanzó una mirada a Abbott, quien asintió con la cabeza.
―Puede venir conmigo―dijo Barlow.
La mandíbula de Crawford se había tensado con la doble comprobación de Barlow.
―Gracias―dijo fríamente.
―Usted ha estado callada, Jess―dijo Abbott a la psiquiatra, ignorando al federal―.
¿Qué está pensando?
―Que hay una gran desconexión―dijo la Dra. Donahue―. Los incendios fueron
provocados para quemar cosas, no personas. Pero en ambos, una persona recibió
un disparo, Weems en el corazón y Tomlinson en la parte posterior de la cabeza.
Tienes razón, Kane, Tomlinson fue una ejecución. Weems... no. Es como si el
tirador fuera tomado por sorpresa por Weems, pero disparó de todos modos. Y
con precisión. Como práctica de tiro. Pero Tomlinson... fue una venganza. Ni
siquiera encaja con el fuego. En este momento, parece que hay un conjunto muy
divergente de personalidades en este grupo.
―O agendas divergentes―dijo Olivia.
Donahue asintió.

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―Es muy posible. La pregunta es, ¿son las agendas divergentes aceptables para
todos los miembros del grupo?, Y si no, ¿cuando se dividirán?
― ¿Cuántas personas hay en este grupo? ―preguntó Abbott.
―Por lo menos tres―dijo Barlow―. Hemos encontrado dos pares de huellas
mezcladas con acelerante en la puerta de los apartamentos. Pero el que mató a
Weems no inició el fuego. Así que al menos tres.
Donahue asintió de nuevo.
―El tirador no solo trajo una pistola a los apartamentos, sino que se procuró balas
de punta hueca. El planeaba matar, si disparó.
―Mató a Tomlinson por detrás―dijo Olivia―. Tuvo que atravesar la puerta de la
oficina y rodear su escritorio. Tomlinson no tropezó con él como hizo Weems. El
fue allí a matar a Tomlinson. Pero ¿Por qué? Y suponiendo que esto no es
realmente un incendio por el Medio Ambiente, ¿Por qué ocultarlo detrás de esto?
―Id a averiguarlo―dijo Abbott―. Deseo estar informado. Volved a las cinco.
Tened cuidado.
Todo el mundo se levantó para irse, luego se detuvieron cuando la puerta de la
oficina se abrió y Faye, su secretaria, asomó la cabeza.
―Encienda el televisor. Canal Ocho. Saben de la bola.
Con un juramento, Abbott encendió la televisión, dónde un periodista permanecía
de pie delante de los restos del almacén de Tomlinson, sosteniendo una naranja en
la mano.
―Las fuentes nos dicen que la pelota era aproximadamente del tamaño de esta
naranja. También nos dicen que una bola similar se encontró en el fuego de los
apartamentos. La pelota es de vidrio sólido, con el mapa de la tierra grabado en su
superficie―dijo el periodista―. Esto es importante, ya que vincula estos incendios
a la infame organización SPOT, que destruyó un edificio de oficinas hace doce años,
Dejando una mujer muerta. El líder de SPOT, Preston Moss, todavía es buscado por
el incendio y la muerte de la mujer. Moss desapareció y no ha sido visto desde
entonces.
Abbott silenció el sonido cuando pusieron material antiguo.
―Maldita sea―gruñó.
―Es todo del cuerpo de bomberos, Bruce―dijo Olivia―. Ya te dije ayer que era
solo una cuestión de tiempo.

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―Lo sé, pero esperaba más tiempo. Esto no cambia nada nuestros planes, id a
hacer lo que ibais a hacer. Yo trataré con la prensa. Barlow, por favor presiona a los
bomberos acerca de la importancia de guardar silencio sobre esta historia.
―Ellos lo saben, capitán―dijo Barlow―. Si la fuga salió del Cuerpo de Bomberos,
estoy seguro de que lo tratarán adecuadamente. Pero se los diré de nuevo.
―Ese bombero―dijo Abbott―, el que atrapó la bola. ¿Cual era su nombre?
―David Hunter―dijo Olivia―. Lo llamaré, para advertirle.
―Está bien―Abbott les señaló puerta―. Vayan, consíganme algunas respuestas.

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Capítulo Trece

Martes, 21 de septiembre, 9:25 am

David dejó su camioneta delante de un gran cartel que decía K-9


FORMACIÓN, y debajo colgaba un anuncio mucho más pequeño en letra infantil
que rezaba Y GUARDERIA CANINA DIURNA.
―Vamos―dijo y el pastor alemán de Olivia saltó de su camioneta y corrió hacia la
puerta. Suponiendo que el perro conocía el camino, David lo siguió. Llamo a la
puerta, pero no hubo respuesta. La puerta estaba abierta, así que entró, lo que
desencadenó un pitido y una luz intermitente sobre su cabeza.
― ¿Hola? ―dijo. Podía oír a los perros ladrando desde algún lugar detrás de la
pared. Había un mostrador de recepción, pero no recepcionista. Entonces lo oyó,
un pequeño gemido de dolor. Miró a Mojo, vio que las orejas del perro se habían
alzado. Lo había oído, también.
David vio a una mujer, boca abajo en el escritorio, el pelo rojo colgaba por la
espalda, con los brazos colgando inertes a los costados.
― ¿Señora? dijo, pero ella no respondió. La tomo del brazo para comprobar su
pulso, entonces saltó hacia atrás cuando ella se puso de pie de un salto, con los
puños apretados.
― ¿Quién eres tú? ―exigió y una vez que hubo recuperado la compostura, de
inmediato la reconoció de una de las fotografías en la chimenea de Olivia.
―David Hunter―dijo―. Tú eres Brie, la amiga de Olivia.
Ella entrecerró sus ojos marrones oscuros.
―Tú eres el idiota.
David puso los ojos en blanco.
―Ya no―dijo él.
―Espera―Ella tropezó hacia su escritorio, a la búsqueda de lo que parecían ser
dos audífonos. Colocando uno detrás de cada oreja, ella le miró a la cara―. ¿Dijiste
'ya no'?
Ella tenia problemas auditivos, se dio cuenta, y no le había oído entrar.
―Lo hice. Mira, ella incluso me confió a él―Acaricio la cabeza del perro, y Mojo le
lamió la mano.
―Debes ser un conversador meloso para haberte ganado una segunda
oportunidad después de lo que hiciste.

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Avergonzado, sus mejillas se calentaron.
―Escuché gemir a alguien.
Ella se dejo caer en su silla.
―Debí ser yo. Muriéndome. No hables tan alto.
Él sonrió.
―Debes haber sido la primera con los mojitos anoche.
Ella puso su cara de nuevo sobre la mesa.
―No digas esa palabra nunca más.
―Yo podría ayudar―dijo él.
Legañosa ella lo miró.
― ¿Tienes un arma?
―Dame tu mano―El presionó contra la base de de su dedo índice.
― ¿Vudú? ―murmuró ella.
―Acupresión. Debería ayudar con las náuseas.
―Oh. Paige hace eso.
―Lo sé.
Un ojo marrón se abrió, luego se estrechó.
― ¿Cómo lo sabes?
―Porque la conozco del dojo. Entrenamos juntos.
―Ohhhh. Así que eso es lo que pasaba anoche con ella. Apuesto a que Liv está
enfadada.
―El jurado todavía está deliberando sobre eso. ¿Mejor?
―Tal vez. ¿Por qué gritaste el nombre de otra mujer cuando Liv lo estaba haciendo
contigo?
Por un momento la pregunta lo dejó sin habla.
―Porque soy un idiota.
―Muy buena respuesta―murmuró ella―. Para ser un idiota, tienes muy buenas
manos.
―Gracias―dijo secamente―. La próxima vez, tal vez no deberías tomar tantos
mojitos.
―Y tal vez la próxima vez deberías dejar el champán―replicó ella.
Él hizo una mueca.
―Touché. ¿Puedo dejar el perro contigo?
―Por supuesto. ¿Cuales son tus intenciones hacia Liv? ―preguntó.
―Honorables―Pensó en lo que esperaba que sucediera después―. En su mayoría.

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Un lado de su boca se elevó.
―Bien. Pero ella ha sido herida antes. No le hagas daño.
―Estoy tratando de no hacerlo.
―Te creo. Pero incluso si no quisiste, le diste donde más le dolía.
―Lo sé. Sé que su novio la dejó por una antigua amante. Y entonces yo dije... lo
que dije.
―Lo cual fue malo. Pero que fueras amigo de Paige primero fue sólo la guinda del
pastel.
EL frunció el ceño.
― ¿Por qué?
―Porque Paige es como una abeja de miel. Es un pequeño ego desinflado,
caminando a su lado. Peor para Liv, porque ella no se ve como todo el mundo lo
hace.
― ¿Por qué?
―Por lo que he visto, fue por su madre. Ella era... exigente.
―Ella me dijo que su madre murió el año antes que su padre―recordó David. ―
Pero hablaba como si hubiera amado a su madre.
―Ella lo hacía. Pero la vida era tensa en su casa. No puede haber sido fácil criar
una cría sola, y una ilegítima, en ese entonces. Su madre siempre estaba, 'Consigue
una educación, obtén una beca. No dependas de tu cara, utiliza tu cerebro.'
―Un buen consejo―dijo David con cautela―. ¿No?
―Cuando es equilibrado. Por lo que he aprendido durante las pasadas sesiones de
mojitos, y por lo que ví, la madre de Liv denigraba su aspecto y nada de lo que
hacía era suficientemente bueno.
―Olivia se parece mucho a su padre, como Mia―dijo David―. Debe haber sido
difícil para su madre, también, mirar a su hija y ver al hombre que la había dejado
de lado. Sin embargo, ese no significa que sea menos malo o más fácil para Olivia
conseguir superarlo.
―Es cierto. Pero estoy segura de que encontrarás una manera de hacer que Liv se
sienta muy bonita. Solo di su nombre en ese momento. Olivia. Repite conmigo
ahora. O-li-vi-a.
Las mejillas de David ardieron de nuevo.
―Ahora me voy. ¿Y el perro?
―Me quedaré con Mojo. Fue mío primero, ya sabes. Pero él suspendió en la
academia de entrenamiento y necesitaba un hogar. Olivia necesitaba compañía

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después de que Doug se fuera. Funcionó. Hey, escuché que hiciste una muy buena
atrapada en los apartamentos.
― ¿Cómo te enteraste de eso?
―Mi padre estuvo en el incendio de un almacén anoche. El es el veterinario que
está cuidando de ese perro guardián drogado. Dijo que estaban todos
chismorreando. Por lo tanto, ¿Juegas a la pelota?
―Fui a la universidad con una beca de béisbol―Durante un semestre
desastroso―. ¿Por qué?
―Porque yo juego en una liga y necesitamos un defensa. Uno de nuestros
muchachos se rompió el pie. Encabezamos los play-offs, pero sin él no será fácil. Si
quieres venir...
Reconocía un ‘Bienvenido al grupo’ cuando oía uno.
―Gracias. Me gustaría.
―Entrenamos la noche de los jueves―Ella garabateó una dirección―. Aquí.
―Sí Puedo, iré. Gracias por la charla. Espero que la cabeza deje de explotar pronto.
―Dios te oiga. No dejes que la puerta se golpee al salir.
Estaba de nuevo en la carretera cuando su celular sonó en el bolsillo. Era su madre.
―Lo siento, mamá. Debería haber llamado esta mañana, Pero quería dejarte
dormir.
― ¿Dónde estás, David? ―preguntó ella, con una tensión en su voz que no le
gustaba.
―Al norte de la ciudad. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
―En las noticias informaron sobre esa bola de cristal. No fuiste mencionado, pero
ha salido. Una docena de periodistas estuvieron aquí, con ganas de hacerte una
entrevista por la bola que atrapaste.
―Una niña murió en el incendio y un hombre fue asesinado. Y ¿quieren una
primicia sobre mí, por atrapar una bola?―El dejó escapar un suspiro enojado―.
Voy a casa para encargarme de ello.
―No, no vengas a casa. Es por eso que estoy llamando. Glenn les dijo que se
fueran, que no vivías aquí. Glenn dijo que te fueras a la cabaña a pasar el día, que
había dejado una muda de ropa para ti en la estación de bomberos.
―No es una mala idea. Pero, ¿que hay de ti? No me gusta dejarte sola todo el día.
―Tengo un edificio lleno de gente para hacerme compañía. Me levanté temprano
e hice pan fresco. Las hermanas Gorski son adorables, y ¿los bebés del 2A? Bueno,
tengo mi dosis diaria de abuela. No te preocupes por mí. Voy a comer con Tom y a

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cenar con Evie, Así que estoy demasiado ocupada para ti de todos modos―Dijo
ella a la ligera, Pero no lo engañó.
―Tom nunca tiene tiempo para almorzar conmigo. Siempre está demasiado
ocupado estudiando.
―El tiene que hacer tiempo para mí. Soy su abuela. Tú eres solo el tío. Así que, no
te preocupes por mí. Si te quedas lejos, tal vez esto desaparezca en un día o dos.
Suspiró.
―Dios te oiga, ma.
El no había acabado de colgar cuando entró otra llamada. Olivia. Esperando que
llamara para decirle que había sido marginado como receptor de la bola y no para
decirle que todavía estaba enojada y no volviera esta noche por lo que esperaba
fuera una estimulante conversación y sexo aún más estimulante.
― ¿Hola? ―respondió con cautela.
―Soy Olivia. Las noticias dieron la historia de la bola de cristal.
―Lo sé. Mi madre acaba de llamar. Tenía el patio lleno de periodistas, Así que me
voy a la cabaña. Así que si, cuando, acabes...
―Entendido―dijo ella con rigidez y se dio cuenta de que no podía hablar
libremente. Aún así, había una ronquera en su voz que le animó―. Mi jefe quiere
que te diga que no hables con la prensa, pero parece que tienes eso cubierto.
―Hay un montón de cosas que me gustaría cubrir―dijo, dejando caer su tono al
nivel de una caricia.
―Entendido―dijo de nuevo, luego se aclaró la garganta―. Me tengo que ir.
David colgó, luego sonrió. Las cosas estaban mejorando.

•••

Martes, 21 de septiembre, 9:45 am

Olivia se guardó en el bolso su teléfono mientras ella y Kane estaban de pie


en la cola del Deli, esperando que sus mejillas no estuvieran demasiado rojas. Sin
posibilidad, porque Kane le sonreía.
―Cállate.

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―Yo no he dicho una palabra―dijo él―. Podría continuar sin decir una palabra a
cambio de pastrami.
―No voy a apoyar tú adicción al pastrami. Ya tomaste dos esta mañana.
―Eso fue hace horas―se quejó él.
―Está bien. Compartiré uno contigo. Yo no tengo tanta hambre de todos modos.
Ya tomé una tortilla.
― ¿Quien te hizo una tortilla?―Sus ojos estrecharon―. El bombero que dejaste
temprano anoche regresó, ¿eh? Vamos, Liv―se quejó―. Dime.
Molesta, ella miró hacia delante de la fila.
― ¿Que está tomando tanto tiempo esta mañana?
―La evasión ha sido siempre tu defensa. A esta hora de la mañana Kirby es
siempre lento. Iría más rápido si no sí detuviera a charlar con todo el mundo.
―No te gusta porque flirtea contigo―dijo Olivia con picardía.
Poniendo los ojos en blanco, Kane miró por encima de las mesas atestadas.
―La intérprete no está aquí.
―Ella me envió un mensaje hace diez minutos. Está buscando donde aparcar.
Relájate. Estas muy tenso hoy.
―Demasiado café―La campanilla de la puerta sonó y él se volvió para mirar―.
Está aquí―. Val estaba vestida toda de negro, exactamente como había estado la
noche anterior. Ella levantó una taza, lo que indicaba que tenía café y estaría
esperando justo en la puerta―. Me pregunto ¿el negro es un uniforme o una
declaración de moda? ―murmuró Kane.
―Uniforme, de clases―dijo Olivia―. Proporciona contraste a sus manos. Los
colores sólidos oscuros son buenos. Los estampados brillantes, muy
malos―Llegaron a la parte delantera de la fila y Olivia gritó su orden, pero el
camarero detrás del mostrador no respondió. Su mirada estaba fija en la televisión
colocada en la esquina, con la frente surcada con un ceño fruncido.
―Yupi―murmuró Olivia. El reportero de Canal 2 estaba hablando de la bola de
cristal―. Kirby―Ella llamo a la barra―. Hey, Kirby.
El camarero parpadeó, luego se volvió hacia ella.
―Lo siento, detective. Es esa historia. De hecho, a menos que me equivoque, es tu
historia. Así que ¿Cual es la situación?
Ella le echó una mirada que echaba para atrás.
―La situación es una detective que realmente necesita su café. ¿Puedo tener dos
cafés y uno de pastrami y huevo?

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Kirby miró por encima de su hombro a Kane.
― ¿Tres en un día? Me siento halagado―susurró, todo menos aletear los ojos.
Detrás de ella, Kane se puso tenso y los labios de Olivia se estremecieron, sabiendo
que Kirby solo le hacía ojitos a Kane porque hacía sentir incómodo a su
compañero.
―Sólo tienes que completar el pedido, por favor―dijo Olivia con un suspiro. Ella le
pagó dejando caer su cambio en un tarro en el extremo y se llevó los cafés.
―Buh-bye, detective―cantó Kirby, saludando a Kane, mientras él tomaba el
bocadillo.
Kane negó con la cabeza.
―Adiós, Kirby―dijo, y Olivia se rió entre dientes.
Sutherland y Kane se reunieron con la mujer de negro mientras él
subrepticiamente hacía girar la rueda en el sintonizador del micrófono que se
había prendido a la cintura. Ahora podía oírles en la puerta.
―Siento llegar tarde―dijo la mujer. Kane le llamó intérprete. Sutherland dijo que
su camisa de color negro daba contraste a las manos. «Eso me dice Lenguaje de
signos».
―El director Oaks envió un mensaje para decirnos que está
esperándonos―murmuró la intérprete mientras Olivia abría la puerta―. Le dije
que estábamos retrasados.
La puerta se cerró detrás de ellos. Oaks, director, intérprete... «Llámame loco, pero
creo que van a una Escuela. Para niños sordos». Y entonces otra pieza del
rompecabezas cayó en su lugar. Se había preguntado por qué la niña del
apartamento no había corrido antes de quedar atrapada. Eric y Joel ciertamente
habían hecho suficiente ruido como para despertar a los muertos.
Pero no a los sordos. Ella no los había oído, y había muerto. Si la chica era sorda, la
persona que había llevado el barco también podría serlo. Sutherland y Kane,
obviamente pensaban así.
Sonrió al siguiente cliente.
― ¿Le puedo ayudar en algo?
Completó la orden mientras se quedaba mirando la televisión. Había visto el
informe sobre las bolas de cristal la primera vez que salio al aire, pero había fingido
estar absorto para mantener a Kane y Sutherland esperando, y charlando, unos
momentos más.

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Así que habían encontrado los globos de cristal en cada escena. «Que me aspen.
¿Quien tiene la racha nostálgica?» Podría haber adivinado que Joel, pero Joel no
había estado en lo de Tomlinson porque Joel estaba muerto. Ni Albert, porque
nunca entró en el apartamento. ¿Eric? Tal vez, pero poco probable. La nostalgia no
era el estilo del chico. No, había sido Mary.
Acababa de cambiar el juego. Los policías pueden haber considerado el terrorismo
ambiental como un motivo, pero la bola de cristal lo cimentaba. Ahora los
federales se involucrarían.
Un montón de cosas tenían sentido ahora.
El FBI no aceptaría demasiado amablemente saber del billete de avión de Eric a
Francia. Sin embargo, Albert tenía la probabilidad de tomarse a Eric huyendo
mucho más personalmente. No podía esperar a que despuntara la mañana así
podía decírselo.
En cuanto a Mary, tenia una idea bastante clara de cual era su juego final. Seria
condenadamente entretenido. El puso las tapas en los cafés del cliente que
esperaba.
―Ahora, que tenga un buen día―dijo con una sonrisa―. Adiosito. ¿Quien sigue?

Martes, 21 de septiembre, 9:45 am

Eric se puso cuidadosamente su traje negro y eligió una sobria corbata


oscura. Mary había llamado para decir que el funeral de Joel seria a las dos de la
tarde. Tendría suficiente tiempo para el servicio. Tendría que estar en el
aeropuerto dos horas antes de un vuelo internacional.
Aterrizaría en París a las 09:30 mañana por la mañana, hora local. Eso seria las 2:30
am aquí en Minneapolis. Si el chantajista no tenía planes para esta noche, estaría
bien. Nadie le echaría de menos hasta que se hubiera ido. Pero si les ordenaba que
iniciaran otro incendio esta noche con la medianoche como límite de plazo, dejaba
al chantajista dos horas y media para publicar el vídeo y para que la Policía lo
encontrara y a donde había ido. Todo lo que precisaría seria una llamada de
teléfono y la Policía de París podría estar esperándolo en la puerta. Era posible, sin
duda. Pero no probable. En este momento, la improbabilidad tendría que ser
suficiente-mente buena, porque si no hacía nada, captura y prisión estaban
garantizadas.

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Solo haría una maleta pequeña. Albert notaría que faltaban cosas si empacaba
demasiadas. El había preparado algunas pertenencias que no querría que
terminaran en manos de la Policía cuando se convirtiera en un fugitivo. Había
enviado la caja a un tío que había sido el chico malo de la familia en su juventud y
era poco probable que lo devolviera a los polis.
Detrás de el, las noticias de televisión murmuraron y su corazón dio un vuelco al oír
las palabras que ahora representaban su peor temor. «Noticias de última hora».
―Noticias de última hora en los dos incendios provocados que hemos estado
cubriendo―dijo el presentador de las noticias y Eric se volvió lentamente para
mirar. Luego frunció el ceño. «¿Una bola de cristal? ¿Qué demonios?»
Oyó SPOT e incendio ambiental e investigaciones en curso del FBI de un tipo
llamado Preston Moss del que nunca había oído hablar. Pero Joel habría sabido.
Joel leía toda esa mierda.
―Joel, maldito idiota―murmuró.
Pero no podía haber sido Joel. El no estaba allí la noche anterior. Y no podía haber
sido Albert, porque nunca entró en el apartamento. Y «yo no fui». Mary. Pero
«¿por qué?»
Cogió su teléfono para marcar su número, pero se detuvo. Mary había dejado esas
bolas de cristal. ¿Y si también había dejado huellas? No quería ninguna
comunicación entre los dos. «Si la cogían, rastrearán hasta mí».
La vería en el funeral de Joel y le preguntaría entonces. A menos que fueran
capturados antes de ese momento. Tomó aire, cerró los ojos, y se obligó a usar la
lógica que había gobernado su vida hasta hace dos putos días en que había
decidido que por una vez, solo una, seria un maldito cruzado.
El periodista había dicho que era la firma de algún grupo ecologista radical de los
años noventa. Que Joel supiera de ellos era ciertamente posible. Que quisiera dejar
algo detrás para honrar a su héroe hippie, Preston Moss, era sin duda posible.
¿Que él y Mary lo hubieran planeado a espaldas de él y Albert?
Totalmente posible. Joel y Mary habían querido dejar una firma y Eric se había
negado, diciendo que detener la amenaza para los humedales era suficiente. Albert
se había puesto de parte de él, y Joel y Mary se habían enfurruñado. «Parece que
decidieron hacerlo de todos modos».
Pensó en las palabras de Mary mientras ella había encendido la mecha del
almacén. «Esto es para ti, Joel». Que hubiera continuado con la firma que habían
planeado tenía mucho sentido de una forma totalmente loca. Ella no sabia de los

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asesinatos y él mismo le había dicho que Joel hubiera querido incendiar el lugar de
Tomlinson.
¿Y ahora qué? Mantener a Mary libre era parte fundamental de su propia
protección, al menos hasta que llegara a Francia. Entonces la mierda alcanzaría el
ventilador y los tres quedarían por su propia cuenta. Usando el celular desechable
del chantajista, envió un mensaje a Mary.
«Bola en las noticias. ¿Qué coño significa eso?»
Pulsó ENVIAR y esperó, preguntándose como demonios hacer para conseguir una
identidad falsa. Si la Policía les descubría, no habría manera de que él llegara a
Francia con su propio pasaporte. Desafortunadamente, Albert era él único que
sabía lo suficiente de malas reputaciones para conocer a la gente que podía
conseguirle documentos falsos, y Albert no seria la mejor persona a la que
preguntar.
Entonces, ¿quien? Eric se pellizco el puente de la nariz. Durante días había tenido
dolor de cabeza. Necesitaba dormir, pero cada vez que cerraba los ojos veía la cara
en la ventana.
«Nosotros la matamos. Pero no queríamos hacerlo». No importaba. «Ella sigue
muerta». Visiones de él entregándose se burlaban. Pero él no iba a la cárcel.
«Prefiero morir».
«Si Albert se entera que me voy del país, tal vez podría».

Martes, 21 de septiembre, 10:30 am

Steven Oaks, director de la Escuela para sordos, tenía un rostro paternal que
estaba arrugado en estos momentos con líneas de preocupación. Señaló una mesa
donde otro hombre esperaba.
―Estoy sorprendido, Detectives―dijo Oaks por señas y Val expresó―. Pensar que
uno de nuestros alumnos podría estar involucrado en la muerte de la esa joven.
Pero ayudaré de cualquier manera posible. Este es el dr. Haig. Es nuestro psicólogo
y conoce a todos los estudiantes de secundaria. Lo invité a ser parte de esta
reunión. Espero que no les importe.
―No, en absoluto―dijo Olivia y Val tradujo―. Quiero ser clara desde el principio,
no sabemos que el joven al que buscamos haya hecho nada malo. Creemos que él
escapó del edificio que se quemó. El podría ayudarnos.
Eso pareció dejar a los dos hombres un poco más a gusto.

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Olivia entregó a Oaks una foto de Tracey Mullen.
―Esta es la chica que murió en el incendio. Su nombre era Tracey Mullen y vivía en
Florida con su madre. ¿La conoce usted?
Oaks estudió la foto, a continuación, se la pasó a Haig y ambos negaron con la
cabeza.
―Ella nunca ha sido estudiante en esta escuela―dijo Oaks―. No les puedo ayudar.
―Creemos que Tracey vino aquí por el chico con el que estaba en los
apartamentos―dijo Olivia―. Nuestra mejor conjetura es que tiene el pelo oscuro,
de raza caucásica, y usa número diez de zapato.
―Tenemos una gran cantidad de jóvenes que podrían encajar en esa
descripción―dijo Haig en voz alta, y con signos al mismo tiempo. El oía, se percató
Olivia―. ¿Pueden darnos más?
―Lleva un audífono, pero supongo que eso tampoco lo reduce mucho―dijo
Kane―. Es posible que asistiera al campamento Longfellow este verano pasado.
Ambos hombres levantaron sus cejas.
―Algunos de nuestros estudiantes asistieron a ese campamento―dijo Oaks, la voz
de Val siguió tranquilamente―. Conozco a algunos que fueron el verano pasado,
pero yo no conozco a todos. Si sus padres hicieron los arreglos, no lo sabríamos.
― ¿Se comunicaron con la plantilla del campamento? ―preguntó Haig.
―Eso está en proceso―dijo Kane―. Está fuera de temporada.
Haig suspiró.
―Algunos fueron con una beca, así que tuve que escribir una recomendación para
ellos. Tengo una lista de nuestros estudiantes. Podemos traerlos para que ustedes
hablen con ellos primero.
―Eso seria genial―dijo Olivia―. El chico del que estamos hablando tenía una
relación con la víctima. Si él escapo del fuego, podría estar muy emocional. ¿Puede
pensar en alguno de sus estudiantes varones que pareciera excesivamente molesto
recientemente?
Oaks les echó una mirada incrédula.
―Esta es una escuela secundaria, detective―dijo―. Todos están excesiva-mente
molestos, Todos los días. Son adolescentes.
―Correcto―dijo Olivia con pesar―. Este chico estaría familiarizado con barcos, es
decir, botes de remos. Y estaba en los apartamentos cerca de la medianoche del
domingo.
Haig lo consideró.

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―No ha inducido nada para mí con los barcos. Pero si estaba en el apartamento la
noche del domingo, es un estudiante de día. Contra los que viven en el los
dormitorios―explicó―. Los estudiantes residenciales regresan del fin de semana
con sus familias el domingo por la tarde y los dormitorios están cerrados a las diez
cada noche. El personal hace controles de las habitaciones. Si él estaba en el
apartamento a medianoche, se le habría echado en falta.
― ¿Podemos pedir copias de sus anuarios de los últimos años? ―preguntó Olivia.
―Por supuesto―dijo Oaks mientras los dos hombres se ponían en pie―. Haré que
mi secretaria consiga los anuarios y pondré en una lista los estudiantes de día.
―Y ¿la lista de residentes? ―preguntó Olivia y, Oaks frunció el ceño― Por favor.
Cuando se fueron, Olivia se volvió a Kane.
―El podría estar en lo cierto, pero los chicos saldrán si quieren lo suficiente. Este
chico tenía una cita con una chica con la que tendría relaciones sexuales.
―Encontraría una manera―Kane estuvo de acuerdo―. Val, ¿Estás lista para un
grupo de adolescentes a la defensiva que no es probable que vayan a querer hablar
con nosotros?
La intérprete se encogió de hombros.
―Yo tengo dos en casa. Estoy acostumbrada a eso.

Martes, 21 de septiembre, 10:50 am

Necesitaba un descanso, pero estaba solo detrás del mostrador. Buster


llegaba tarde. Una vez más. Era difícil conseguir ayuda que llegara a tiempo.
Malditos universitarios. Irresponsables.
Comprobó a sus clientes, los encontró a todos absortos en sus propios asuntos, así
que abrió su ordenador portátil. En primer lugar, la cuenta bancaria de Eric. Todo
estaba todavía allí. Con unos pocos clics, limpió la bastante considerable cuenta de
Eric, transfiriendo el dinero a su propia cuenta. Dejo mil cien detrás, de modo que
si Eric paraba para hacer su retirada habitual de mil dólares, él no se diera la
vuelta.
No querría que sospechara. Eso estropearía la pequeña sorpresa de Albert.
En su teléfono celular, marcó el número de Albert, qué había sacado del celular de
Eric. Uno puede aprender mucho de la libreta de direcciones de un individuo. Los
números de sus contactos, direcciones, incluso información personal, como los
cumpleaños, contraseñas y PINs bancarios.

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Tu pájaro está a punto de volar del nido, escribió. Au revoir. 05:30, terminal
Lindberg
Cerró su teléfono. Eso fue todo. Se preguntó qué haría Albert. ¿Se enfrentaría a
Eric? ¿Lo obligaría a quedarse? ¿Lo mataría? Misericordia, esto era más
emocionante que la TV.
Lo siguiente en la agenda era el contable malversador, el Sr. Dorian Blunt. Dorian le
debía el pago de dos meses. El había sido debidamente advertido. Se registró en la
cuenta de Dorian y vio que solo la mitad del pago de un mes había sido abonado.
Frunció el ceño. El hombre honestamente pensó que eso seria suficiente. «Era un
tonto».
Limpió la cuenta de Dorian, enviándolo a su cuenta en el exterior. Ahora, ¿qué
hacer con Dorian? No tenía problema con la esposa y el hijo de Dorian, así que no
incendiaria la casa de la familia. Dorian no tenia tenía un almacén conveniente
como Tomlinson donde podría ser tratado en solitario. Tendría que pensar en eso
un tiempo. Estas cosas tenían que ser manejadas con delicadeza.
Sonó la campana de la puerta y el ayudante a tiempo parcial Buster se apresuró a
entrar.
―Hombre, lo siento.
―Llegas tarde.
―Lo sé. Debería haber llamado.
―Sí, debiste hacerlo―Cerró su portátil―. Tengo que hacer unos recados. Darren
llegará al mediodía. ¿Crees que los dos os las apañareis para manejar la hora punta
del almuerzo?
― ¿Está Manuel poniendo al día los sándwiches?
Había sido alabado por la comunidad por proporcionar empleo a inmigrantes. La
verdad era que estaba feliz de tener gente alrededor que no hablara inglés. Hacía
el funcionamiento mucho más suave de esa manera.
―Sí, está listo―El se hizo a un lado para que Buster pudiera registrarse―. Estaré
de vuelta antes de la cena.
―Yo podría utilizar esas horas. Puedo trabajar por la noche, incluso cerrar si
quieres.
―No, no voy a estar ausente tanto tiempo. Yo cerraré―Dios no quisiera que Buster
se pusiera a limpiar nada. Podría encontrar sus micrófonos. Pero hasta el momento
estaban a salvo. Los micrófonos estaban muy bien escondidos. Teniendo en cuenta
que Buster, Darren, y su otro ayudante eran tan mediocres como Manuel y el

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ayudante de cocina era muy trabajador, no tenía preocupaciones por dejar su
tienda. Juntos trabajaban como una canción.
Kane y Sutherland habían estado en la Escuela para sordos durante horas. Se
preguntó si habían encontrado a quien estaban buscando. Se preguntaba si esa
persona había visto algo. Se preguntaba si podía ser identificado. Eso seria malo.
Así que tendría que averiguar de alguna manera lo que sabían Kane y Sutherland.
Por suerte, él tenía un plan. Con el portátil bajo el brazo, se fue, haciendo sonar la
campanilla de la puerta detrás de él.

Martes, 21 de septiembre, 12:15

Eric colgó el teléfono público, feliz de haber hecho el esfuerzo. Los teléfonos
públicos eran difíciles de encontrar en estos días, pero no había querido usar su
teléfono para llamar a la sinagoga. Había estado angustiado sobre si debía ir al
funeral de Joel. Si los policías iban a por ellos, podrían estar esperándole allí.
Pero si nadie sospechaba, seria sospechoso que no fuera. Habían sido amigos
desde el jardín de infancia. Pero su dilema había sido resuelto. El funeral de Joel no
sería hoy, lo cual sospechaba que había arrojado a los ortodoxos Fischer a un
nerviosismo real. Recordó a Joel diciéndole una vez lo importante que era para
ellos enterrar a sus muertos dentro de las veinticuatro horas siguientes. Pero el
cuerpo de Joel no estaría listo para el entierro hasta mañana.
«Y yo estaré en Francia para entonces. Au revoir, Joel».
Ya había enviado por correo el paquete de sus recuerdos a su tío. Ahora la única
cosa por hacer era ir a su apartamento y esperar hasta que llegara el momento de
salir para el Aeropuerto. Su Vuelo era a las 5:30 en la terminal Lindberg. No tenía
intención de llegar tarde.
No fue hasta que había girado la llave en la puerta principal que se dio cuenta de
que algo andaba mal muy. Había un fuego crepitante en la chimenea. «Alguien
está aquí».
La puerta se abrió de golpe, pero lo único que vio fue una mano. Sujetando su
propia arma.
―Encontré tu arma, Eric. También encontré la bolsa. Uno realmente debe empacar
más ropa interior limpia al huir a Francia.

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Capítulo Catorce

Martes, 21 de septiembre, 13:15

David se despertó bruscamente, pero no movió ni tensó un solo músculo,


escuchó, y luego lo oyó de nuevo. Ruido de papeles en la sala de estar de la cabaña
de Glenn.
«Alguien está aquí». El Sol estaba alto en el cielo fuera de su ventana del
dormitorio. El solo había estado dormido un par de horas. Poniéndose en silencio
sobre sus pies, se arrastró hasta la puerta y se asomó. Desde allí no podía ver nada,
pero podía oír los cajones al abrirse.
«Llama al 911». Pero Glenn tenía una sola línea fija, en la cocina. «Y mi celular está
junto a él, cargándose». «Estúpido». Glenn tenía un rifle, pero estaba fuera en la
sala de estar. «Donde no me sirve para nada». Estaba de pie nada más que con sus
boxer, sin el arma y sin el teléfono.
¿Un ladrón? Entonces su mente se despertó por fin plenamente. «Esa bola de
cristal». «Malditos reporteros». Uno de ellos debía haber averiguado donde
estaba. Inclinó la cabeza para escuchar mejor. Se abrieron más cajones, Mas
papeles crujieron. Quienquiera que fuese, estaba buscando algo. ¿Pero qué?
Se deslizó por la puerta, agradecido de que la alfombra en el suelo amortiguara sus
pasos. Su corazón latía mientras su mente imaginaba lo que podría estar
esperando.
El salón quedo a la vista y se detuvo, evaluando, casi sin respirar.
Un hombre estaba de pie ante el escritorio de Glenn, rebuscando entre papeles.
Por lo menos era tan alto como David, delgado y nervudo. Era difícil decir su edad,
pero no era muy joven, ni viejo. Y lo mas importante, había una pistola metida en
la cintura del hombre. «Mierda».
El portátil de David estaba encima de una pila de correo que se había olvidado de
llevar de nuevo a Glenn anoche. «Mierda». Darse cuenta fue como una patada en
el estomago. El portátil había estado sobre la mesa al lado de la cama. El hombre
había estado en la habitación mientras dormía.
Absorto en su búsqueda, el hombre aún no le había oído, esa era una buena señal.
Viendo al hombre registrar las cosas de Glenn, David visualizó lo que iba a hacer,
luego se movió, cerrando la distancia entre ellos en dos veloces saltos.

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El hombre cogió su arma a la primera pisada de David. Pero David llegó primero,
tirándolo abajo, agarrando con su mano la muñeca del hombre. El hombre se
sacudió, pero David apretó su agarre. Era un agarre doloroso, como bien él sabia,
por todas las veces que las alumnas de autodefensa de Paige habían practicado
con él.
―Si se mueve, le romperé la mano y luego su jodido cuello―susurró David, con el
corazón palpitando como el infierno―. ¿Quién eres y qué haces aquí?
Los ojos del hombre eran salvajes. Salvajemente locos.
― ¡Suéltame, bastardo!.
―De ninguna manera―Tomó la pistola, horrorizado de que le temblara la mano,
Mientras el hombre se resistía violentamente. David volvió el agarre de la muñeca,
doblando el brazo del hombre por detrás de él. Vomitó una ristra de viles
maldiciones y David mantuvo la sujeción.
Respiraba de manera más uniforme ahora, más allá del terror inicial.
― ¿Quién es usted?
―Vete al infierno―el hombre se quedó sin aliento, temblando ahora. Tan cerca
que David pudo ver que estaba en la treintena―. ¡Bastardo!
David se inclinó más y un aullido brotó de la garganta del hombre.
― ¡Detente! ―exclamó.
― ¿Quién eres?
―Lincoln.
―Lincoln ¿qué? Maldita sea. No quiero romperle el hombro. ¿Quién diablos eres?
―Lincoln Jefferson.
«¿Lincoln Jefferson?» David casi se echó a reír. El nombre era casi definitivamente
falso, pero era algo. Mantuvo firme la presión.
― ¿Por qué está aquí?
―Estáis mintiendo, bastardos―sollozó Lincoln―. Mentisteis. Mentisteis.
Mentisteis.
―Yo no miento―No en mucho tiempo en cualquier caso―. ¿Quien le ha enviado?
―Lincoln no dijo nada, y David apretó la presa con una sacudida que hizo que el
hombre gimiera―. ¿Quien le ha enviado?
―La tierra es nuestra madre. Valla Eam―susurró Lincoln, y luego comenzó a
cantar, Una y otra vez―. Valla Eam.
David había leído esas palabras recientemente. Valla Eam.

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―Defendedla―como en defensa la Madre Tierra. ‘Valla Eam’ era la forma en que
Preston Moss finalizaba cada discurso. Había sido el grito de guerra de sus
seguidores.
Relajando su presa un pelo, David estudió al hombre, preguntándose si estaba
mirando a la persona que había creado el sitio web en el que había encontrado los
discursos de Moss. ¿Podría haber ayudado a Lincoln Moss a iniciar sus fuegos?
Hace doce años, Lincoln habría estado en la universidad.
―Seguiste a Preston Moss―dijo David en voz baja―. ¿Por qué estás en mi casa?
¿Acaso Moss te envió?
La risa de Lincoln era silenciosa, extrañamente inquietante.
―No.
David se inclinó más cerca, con cuidado de no aumentar la presión.
― ¿Cómo mentí? Dime.
―Dijiste que atrapaste la bola.
―Lo hice. Cogí la bola.
―No lo hiciste. No podías.
―Pero lo hice. Yo no miento―Pensó en la muchacha, Tracey Mullen, el gel en sus
manos. El guardia muerto y en Tomlinson sin rostro―. Yo estuve allí―murmuró―.
En ambos fuegos. Ví los cuerpos―vio el estremecimiento de Lincoln―. Cogí la
bola, Lincoln.
―No. No lo hiciste. No la suya. Tú lo pusiste ahí. Tú la plantaste allí. Vosotros
bastardos.
David parpadeó, sorprendido.
― ¿Por qué piensas que la planté, Lincoln?
Lincoln sacudió la cabeza con fuerza.
―No voy a hablar de él contigo.
«Sí, lo harás». David puso más presión sobre el brazo de Lincoln.
―Creo que deberías reconsiderar eso. Mira, yo soy un buen tipo. Pago mis
impuestos y apago incendios. Incluso salvo gatos de viejecitas de los árboles. ¿Por
qué iba a mentir sobre tu maldita bola?
― ¡No era su bola! ¡Quieres acabar con él, otra vez! Pero yo no te dejaré.
― ¿Crees que yo, un bombero que salva gatos, que paga impuestos, planté una
bola de cristal en un edificio en llamas para que tu loco líder quedara mal? Estás
más loco de lo que estaba él.
La risa de Lincoln fue frágil.

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―Oh, si. Loco estoy. Estoy loco―dijo con un sonsonete―. El médico lo dice, mamá
lo dice, el hermano lo dice. Lincoln está loco. ¿Qué le pasa a Lincoln? ¿Por qué no
sonríes, Lincoln? Lincoln, ¿Por qué estás tan jodidamente loco? ―Lincoln gritó las
tres últimas palabras y embistió, pero David le sometió.
― ¿Por qué estás loco, Lincoln? ―se preguntó en voz baja.
―Ella estaba negra―murmuró Lincoln―. Negra. Toda negra.
«Oh Dios». David recordó que Glenn le había hablado de la víctima del incendio de
SPOT, de como se había quemado la mujer.
―Tú estabas allí, hace doce años. Mataste a esa mujer en el edificio de seguros.
Has vuelto. Vi su cuerpo.
―Ardió. Todo ardió. Se la llevaron, pero ella siempre está ahí. Siempre allí―Se
estremeció y se quedó inmóvil―. Siempre allí―susurró.
Un escalofrío corrió por la espalda de David. Ver un cuerpo muerto podía empujar
a alguien a la locura. Estudió al hombre, un pensamiento indeseable se introdujo
en su mente. «Allí, por la gracia de Dios, allá voy».
― ¿Por qué has venido aquí, Lincoln? ―preguntó, con voz áspera por una
compasión que no quería sentir. Era una traición a las víctimas reales― ¿Qué
estabas tratando de encontrar?
―La carta con las mentiras. De los jefes. Todo preparado.
― ¿Crees que mis jefes me dijeron que mintiera? ¿Crees que querían el nombre de
Moss involucrado en esto? ¿Para acusarlo?
Lincoln solo suspiró. David quiso hacer lo mismo. No obtendría más.
David se apoderó de la pistola de Lincoln.
―Tengo tu arma apuntándote. Si intentas correr, te atraparé de nuevo. No quiero
hacerte más daño. ¿Me entiendes?
Lincoln no respondió. David lo dejo suelto, dando un paso hacia atrás varios metros
en el mismo movimiento, aliviado cuando Lincoln se quedó donde estaba. Tenia
que contener a Lincoln hasta que la Policía pudiera llegar. David buscó a su
alrededor algo para atarlo, cortando finalmente el cable de las persianas de la
ventana.
Rápidamente le ató las manos y los pies de Lincoln, a continuación, llamó al 911.
Luego llamó a Olivia. Le salió su buzón de voz.
―Olivia, soy David. He atrapado a un intruso al que vas a querer conocer―colgó y
se agachó junto a Lincoln, que yacía con los ojos cerrados. El hombre se veía un
poco verde.

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― ¿Estás bien? ―preguntó Lincoln.
―Vete al infierno―dijo Lincoln con cansancio.
―Espero que no―dijo con sinceridad―. Tienes que entender algo, si puedes.
Encontré una bola el domingo por la noche. Ví otra anoche. Nadie te está
mintiendo.
―No―dijo simplemente, como un niño―. Preston Moss no puede matar.
Pero lo hizo. Incluso si no había sido su intención, Moss causó la muerte de una
mujer inocente. «Como tú, San David, el asesino. Megan era inocente y ahora está
muerta».
«No. No fue igual. No era lo mismo». «Sigue creyendo eso si te hace sentir mejor».
David se sentó en el suelo, con el arma de Lincoln en la mano, y se dispuso a
esperar.

Martes, 21 de septiembre, 13:15

En dos horas y media, habían hablado con veinte adolescentes y hasta ahora
no sabían nada. O al menos eso decían. Olivia miró al adolescente turbulento
número veinte deambular fuera de la oficina de Oaks.
― ¿Cuantos más? ―preguntó.
―Legiones―dijo Kane con aire taciturno―. O seis. Parece lo mismo.
Desde el otro lado de la mesa Val, la intérprete, se rió entre dientes, pero no dijo
nada. A Olivia le gustaba. Val había hecho su trabajo de forma fiable y sin una sola
queja.
El director Oaks apareció con el siguiente chico.
―Este es Kenny Lathem―dijo por señas, tradujo Val. Oaks había estado presente
en cada entrevista y Olivia estaba segura de que había obstaculizado sus
resultados. Pero los chicos eran menores de edad, así que no había mucho donde
elegir.
Kenny tenia dieciséis años, su cabello era rubio rojizo. El era estudiante residente y
una vez más Oaks había protestado que ningún estudiante residente habría sido
echado en falta la noche del domingo. Pero Kenny había conseguido una beca para
el campamento Longfellow, por lo que era de especial interés.
―Hola, Kenny―dijo Olivia―. ¿Sabes por qué estamos aquí?

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Kenny asintió, y luego empezó a hablar por signos mientras Val traducía: ―Lo
escuché de los otros chicos. Usted está buscando a quien viera a la chica que
murió.
Los ojos del muchacho eran tan desafiantes como los veinte pares que habían
llegado antes. Excepto... excepto que había un destello de algo más allí. Miedo.
Este chico sabía algo.
Olivia deslizó la foto de Tracey encima de la mesa.
― ¿La conoces? ―preguntó.
Observó a Val traducir, echó un vistazo a la imagen, y luego negó con la cabeza.
― ¿Kenny? ―Olivia seguía viendo destellos de miedo mientras él fijaba sus ojos en
Val― Ella murió, Kenny―dijo Olivia―. Fue asesinada―Kenny apartó la mirada de
la intérprete.
Oaks dio un paso adelante, pero Olivia le advirtió que retrocediera con una mirada.
Golpeó la mesa otra vez, esperando hasta que Kenny miró Val.
―Kenny. Alguien prendió fuego al edificio con ella dentro. Ella tenia dieciséis años,
Kenny, la misma edad que tu. Alguien estaba con ella, Pero la dejó allí. La dejó allí
para morir. Ella murió a causa del humo. Asfixiada.
―Yo no la conozco―dijo por señas, pero le temblaban las manos, muy
ligeramente―. Lo juro.
―No te creo―Olivia hojeó el anuario buscando su foto―. Tú tomas clases de pista.
Yo tomaba clases de gimnasia. Ahora biatlón. ¿Sabes lo que es eso?
El negó con la cabeza, aparentemente aburrido.
―Es esquí de fondo combinado con puntería. Probé remo, pero me mareaba―Ella
golpeó la página del anuario con el dedo―. Esto dice que eres remero.
El se encogió de hombros, incómodo.
―Lo hago bien―dijo por señas―. ¿Y?
―Así que, ¿alguna vez navegaste por el lago? ¿Canoa, bote de remos, ese tipo de
cosas?
―A veces―dijo por señas tentativamente.
― ¿Como en el campamento Longfellow?
Kenny asintió con cautela.
―Tú estabas allí, el verano pasado. Ella se veía así―Olivia empujó la foto de Tracey
de nuevo hacia él―. Tal vez la conociste. Tal vez te gustaba. Tal vez le gustabas.
Empujó la imagen de vuelta.

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―Yo no la conozco―Hizo cada signo deliberadamente separados. La voz de Val
quedó cortada. Impaciente. Ella era buena.
―Me preguntó lo que los consejeros del campamento nos dirán, ¿Kenny?―Olivia
ladeó la cabeza, estudiándolo cuidadosamente― ¿Tuvisteis un romance de
verano?
―No―Esta palabra Kenny la expreso con dureza e hizo el signo a la vez.
La voz de Val llegó detrás.
―No.
Eso Olivia realmente lo creyó.
―Pero tú querías. ¿No le gustabas? ―Kenny miró hacia otro lado.
Pacientemente, Olivia tocó la mesa otra vez, hasta que él volvió a mirar a Val.
―Te hice una pregunta. ¿No le gustabas?
―Dije que no la conozco―Sus signos fueron dramáticos―. ¿Qué quiere de mí?
―Quiero la verdad. Esta chica se merece la verdad. Ella merece justicia. La persona
que la mató tiene que pagar. Así que de ti, quiero la verdad. Sabemos que ella se
encontró con alguien la noche del domingo en los apartamentos. Tuvieron sexo.
¿Eras tú?
La miró directamente a los ojos y entonces atormentado.
―No. Yo no―expresó forzadamente, haciendo los signos con fuerza, y luego se
puso en pie y salió corriendo de la habitación.
Oaks comenzó a seguirlo, pero Olivia levantó la mano.
―Que se vaya.
― ¿Podría estar protegiendo a alguien? ―preguntó Kane y Oaks dejó escapar un
largo suspiro.
―Tal vez. Kenny es uno de esos chicos que se mete en problemas, pero en el fondo
tiene buen corazón―Lo dijo por señas, miró luego esperanzado a Olivia―. ¿Sabe lo
que quiero decir?
Ella asintió con una sonrisa.
―Yo era una de esas chicas, me temo. ¿Y sus amigos? ¿Tiene Kenny amigos a los
que podría estar protegiendo? ¿Alguien con el pelo oscuro?
―Es amigo de su compañero de habitación, Austin Dent―dijo Oaks por señas―,
pero Austin tiene el pelo rojo, no marrón oscuro. Kenny es bastante sociable, pero
ya han conocido a sus amigos.
―Cinco más en la lista―dijo Kane―. Tengo que tomarme un descanso, estirar las
piernas.

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―Yo también―dijo Olivia―. Acabo de recibir una llamada al buzón de voz. No
quiero detenerme con Kenny. Hagamos un descanso para el almuerzo. Sr. Oaks,
volveremos en cuarenta minutos para hablar con Kenny de nuevo.
―Por supuesto―dijo por señas, de pie para abrir la puerta de su oficina.
En el pasillo, Val flexionó sus manos y Olivia la miró con preocupación.
― ¿Estás bien?
Val sonrió.
―Cuando trabajo en el sistema escolar, hago signos todo el día con solo una pausa
para el almuerzo. Es fácil. ¿Os veré de vuelta aquí en cuarenta minutos?
―No condujiste hasta aquí. ¿Cómo va a ir a almorzar?
―Hay un lugar a unas tres manzanas. Como allí cada vez que vengo aquí.
Cuando Val se hubo ido, Olivia cerró los ojos. Esa pequeña siesta en el regazo de
David había ayudado, pero necesitaba una noche de sueño. Tal vez esta noche.
Entonces pensó en sus fedora y sus esposas. Tal vez ella conseguiría esa noche de
sueño mañana por la noche.
Revisó sus mensajes. Noah Webster decía que aún no habían tenido noticias del
personal del Campamento Longfellow, y Faye decía que la madre de Tracey Mullen
había llamado y dicho que su vuelo de conexión se retrasó en Atlanta. El último
mensaje era de David. Ella lo escuchó, entonces, con el corazón latiendo con más
fuerza, le devolvió la llamada, aliviada cuando él respondió con normalidad.
― ¿Qué pasó? ―exigió ella.
―Yo estaba dormido y escuché un sonido. Era un hombre rebuscando en la mesa
de mi amigo.
― ¿Un periodista? ―preguntó Olivia con disgusto.
―Oh, Mejor. Este hombre seguía a Preston Moss. Dijo que su nombre es Lincoln
Jefferson. Lo sometí y contuve y está aquí, entonces llamé al 911. Olivia, creo que
este chico estaba con Moss cuando realizó el último incendio.
―Oh, Dios mío―Oyó algunos golpes y voces y gritos―. ¿Quién es ese?
―Los policías locales. Lincoln no es verdadera feliz en este momento. ¿Qué quieres
hacer con él?
―Mantenlo. Ya vamos―transmitió instrucciones al alguacil, y colgó justo cuando
Kane daba la vuelta a la esquina―. No vas a creer esto.
―Nada bueno sigue a esa declaración.
―Hoy, estás equivocado―Ella se lo contó y las cejas se alzaron.

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―Creo que deberíamos decirle al director Oaks que no vamos a estar de vuelta en
cuarenta minutos. Por supuesto, podríamos llamar a Barlow y dejar que lidie con el
intruso.
―Sí, claro―se burló Olivia y le sonrió.
―Pensé que te habías reconciliado con Barlow.
―Estamos muy lejos de estar reconciliados. Pero él está intentándolo. Aun no
significa que vaya a traerlo hasta que sepa de qué se trata. Sobre todo porque
tiene a ese Crawford siguiéndole la pista a lo largo del día de hoy. El tipo me dió
escalofríos.
―Lo mismo digo―admitió Kane―. Le diré a Oaks que estaremos de vuelta en un
par de horas.
―Llamaré a Val y se lo haré saber.

Martes, 21 de septiembre, 13:50

Después de una cuidadosa consideración, y una vuelta de inspección, decidió


qué hacer con el contable Dorian Blunt. Era el momento de reunir a las tropas.
Envió un mensaje a Eric.
Nueva asignación
Pulsó ENVIAR y envió la dirección, seguida de la información que había recogido en
su paseo.
Ningún perro. Ninguna alarma... considéralo un regalo.
Levantó la vista hacia el edificio que estaba sentado mirando. Nadie había salido en
la hora que llevaba sentado aquí, pero lo harían. Podía ser paciente. Era un
hermoso día, después de todo. Pero los minutos pasaban y él comenzó a fruncir el
ceño. No hubo respuesta por parte de Eric.
¿Podría el chico haber cambiado sus planes de viaje? ¿Escapado? Eso seria
preocupante. Y molesto. Tendría que hacer público el vídeo y estaba lejos de estar
listo para hacer eso. Le había dado a Albert toda la información necesaria para
detener la fuga de Eric. Estaba decepcionado con el tipo grande. Había pensado
que Albert tendría la situación bajo por ahora y que Eric habría cruzado la línea.
Negó con la cabeza y comenzó un nuevo mensaje al teléfono de Albert, cuando
llegó uno del desechable de Eric. Lo leyó y abrió los ojos como platos.
Al parecer, Eric ha dejado el edificio.

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Había una foto adjunta y sus ojos se abrieron aún más. Eric yacía en su cama,
desnudo, una bolsa de plástico vacía en su mesita de noche. De todos los
escenarios posibles, el suicidio era el que menos había anticipado del bueno de
Eric. No creía que el muchacho hubiera tenido el valor.
Pensó en su mensaje anterior a Albert y sospechó que Eric no se había ido por
voluntad propia.
«Maldita sea. Me hubiera gustado haber escuchado esa conversación». Pero había
estado fuera del alcance del micrófono transmisor plantado, haciendo su
reconocimiento para esta noche.
¿Quien eres? Escribió.
Moi. Tratará conmigo ahora. Quiero verte.
Se rió en voz baja. No, escribió, pulsó ENVIAR, entonces lanzó el celular de nuevo al
salpicadero. Y justo a tiempo. La puerta de entrada al edificio se abrió y salió una
mujer, vestida toda de negro.
Estaba sola. No podía pedir mucho más que eso. Hasta que la tuviera en sus
manos, por supuesto. Entonces pediría mucho más. Y ella respondería a todas las
preguntas.
Esperaba que ella diera la información que buscaba fácilmente. No le importaba
meter una bala a alguien que se lo mereciera, como Tomlinson, o que era una
amenaza directa, como el guardia de los apartamentos. Tortura, aunque... siempre
le dejaba mareado.
Pero, era inevitable. Ella tenía información y él la quería. «Que malo ser ella». «Ni
hablar».
Ella estaba caminando hacia el oeste, probablemente para tomar un bocado de
almuerzo. Puso la camioneta en marcha y lentamente la siguió. Un poco de éter en
un pañuelo y el elemento sorpresa harían el trabajo muy bien. Le gustaban sus
aparatos, pero a veces pagaba por que fuera sencillo.

Martes, 21 de septiembre, 15:50

―Deberías haberme llamado―dijo Barlow entre dientes. El y Olivia estaban de pie


mirando la sala de interrogatorios DOS, donde Lincoln Jefferson se sentaba en una
silla junto a la mesa, con las manos esposadas y grilletes en las piernas. Aún no
había pedido un abogado. Olivia no estaba segura que suficiente de su mente
estuviera presente para hacerlo.

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―Te llamé―dijo con calma―. Es por eso que estás aquí.
La mandíbula de Barlow se tensó.
―Deberías haberme llamado de inmediato.
Olivia miró a su izquierda. El agente especial Crawford estaba a su lado, su intensa
mirada fija sobre Lincoln Jefferson, como si le impulsara a hablar. No le gustaba el
hombre del FBI, pero sabía que era mejor no luchar contra su presencia.
―Estabas procesando la escena del crimen. Te llamé cuando confirmamos la
identidad de este hombre.
―No puedo creer que su nombre sea realmente Lincoln Jefferson―dijo Kane.
―Su hermano es Truman Jefferson―agregó Olivia―. Lo confirmó la madre.
―Quiero a Moss―dijo Crawford en voz baja, enojado―. Dejadme hablar con esta
mierda. Él sabrá dónde está escondido Moss.
―Será nuestro capitán quien lo permita―dijo Kane cuidadosamente―. Pero nadie
lo verá hasta que llegue nuestro psiquiatra. Lincoln puede no tener nada que ver
con nuestro caso, pero no podemos asumir eso. La Dra. Donahue le evaluará y
asesorará acerca de la mejor manera de interrogarlo.
―No está loco―dijo Crawford con desprecio―. El es un incendiario, así de simple.
―El comportamiento que David Hunter describió lo hace sonar bastante loco―dijo
Olivia―. De cualquier manera, no haremos nada hasta que llegue Donahue y haga
la evaluación psicológica.
―Estamos perdiendo el tiempo―siseó Crawford―, usted puede no sentir la
urgencia de esta situación, detective, pero yo si. Cada minuto que él está sentado
allí es otro minuto que Moss es libre para planear su próximo ataque. Hablaré con
él, antes de que sea demasiado tarde―Empezó a moverse hacia la sala de
entrevistas y Olivia lo cogió de la solapa de su traje negro.
―Calme ese genio, agente Crawford―advirtió agudamente, liberando su solapa―.
Esta no es su investigación.
―Lo será―dijo. Dejo el área de visualización y Barlow suspiró.
―Gracias. Ha estado respirando en mi cuello todo el día.
―La cual es la razón principal de que no te llamara―dijo Kane razonable―. No
queríamos a Crawford yendo a por Lincoln en el salón de David Hunter.
― ¿Donde está Hunter? ―preguntó Barlow con cansancio.
―Llenando una denuncia―dijo Olivia―. Nos siguió. Su promesa de venir a la
comisaría con Lincoln fue la única forma de poder mantenerlo lo suficientemente
calmado para trasladarlo.

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―Pensamos que íbamos a tener que solicitar una pistola tranquilizante―dijo Kane,
Solo medio en broma―. Lincoln se volvió loco cuando los policías uniformados se
presentaron para esposarlo. Solo cuando Hunter le habló se calmó. Raro
teniéndolo en cuenta.
―Sí, lo es―Jessie Donahue se unió a ellos en la ventana, observando en silencio
durante un minuto―. ¿Qué es eso que está cantando? ―preguntó― No puedo
entenderlo.
―Valla Eam―le dijo Olivia a Donahue y ella asintió con la cabeza.
―'Defenderla'―murmuró―. El grito de guerra de SPOT. ¿Qué puede decirme?
―Solo lo que su madre nos dijo―dijo Olivia―. Ella dijo que fue diagnosticado
como esquizofrénico a los veintiún años, Cuando estaba en la universidad. Con
medicación, la vida es mejor.
―Pero él no toma sus medicinas―dijo la Dra. Donahue.
Olivia asintió.
―De acuerdo con su madre, eso es cierto. Ella dijo que Lincoln ha estado entrando
y saliendo del psiquiátrico los últimos diez años.
― ¿Cree que realmente estuvo en el último incendio de SPOT? ―preguntó
Donahue.
―El era un estudiante en la clase de la universidad de Moss hace doce años―dijo
Kane―. Encaja.
―El estaba en la casa del bombero que atrapó la bola. ¿Dijo por qué?
―Teoría de la conspiración. El departamento de bomberos estaba arrastrando el
nombre de Moss por el barro―Olivia miró a Donahue. Desde su incorporación al
equipo, la psiquiatra no había hecho ninguna referencia a las tres visitas
obligatorias de Olivia. O la cuarta que había reprogramado seis veces―. ¿Está loco
Lincoln?
Donahue la miró a los ojos y Olivia tuvo la sensación de que la mujer estaba
leyendo su mente. Desconcertante.
―Si está diagnosticado como esquizofrénico, entonces sí, está certificablemente
loco. Pero eso no significa que no pueda ser considerado responsable de lo que
hizo hoy o hace doce años.
―El agente especial Crawford quiere hablar con él―dijo Kane―. Sacar el paradero
de Moss de su cerebro.
Donahue frunció el ceño.
―No creo que sea una buena idea.

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La puerta se cerró bruscamente detrás de ellos.
―No importa―dijo Crawford con aire de suficiencia. Estaba de pie junto a Abbott,
que parecía agotado.
―Estamos cooperando con el FBI―dijo Abbott rígidamente―. Así que dejadle
pasar.
Lo que siguió hizo encogerse a todos. Crawford fue dos veces más beligerante con
Lincoln de lo que había sido con ellos, repitiendo su demanda.
―Dime donde está Moss―una y otra vez. En cuestión de minutos Lincoln estaba
encogido y meciéndose en su silla.
Donahue cruzó los brazos sobre su pecho.
― ¿Que está haciendo? ―preguntó con enojo.
―Crawford es un fregadero desfasado con dos grifos―dijo Barlow―. Uno caliente,
uno frío. Esta mañana nos tocó frío. Un par de veces durante el día, fue el caliente.
No fue divertido.
―Pero tú no eres un esquizofrénico sin sus medicinas―dijo Olivia. Miró a Abbott,
frustrada―. No dejes que quiebre el cerebro de Lincoln antes de que podamos
hablar con él.
Unos segundos más tarde, el propio Crawford dio a Abbott una salida oficial
cuando agarró del cuello a Lincoln y le dio un tirón para que se sentara en la silla.
―Me responderás.
Abbott entró en la habitación.
―Agente especial Crawford, tiene una llamada de teléfono.
―Estoy ocupado. Tome el mensaje.
Abbott negó con la cabeza.
―Lo siento. Es necesario que tome esta llamada. Por favor.
Crawford dejo a Lincoln con disgusto.
―Volveré a por ti―dijo con enojo, luego siguió a Abbott a la sala de
observación―. ¿Qué diablos? ―explotó en cuanto la puerta se cerró― ¿Cómo se
atreve? Iba un quebrarle.
―No queremos que se rompa―dijo Abbott―. El es nuestro testigo.
―Se le busca por un maldito delito federal―dijo Crawford, en la cara de Abbott―.
¿Vas a darle leche y galletas? ¿Qué tipo de departamento diriges?
―Uno con éxito―dijo Abbott en voz baja, sin mover un músculo, sin dar marcha
atrás―. Ahora, vamos interrogarlo, pero vamos a seguir el consejo de nuestra
psiquiatra.

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La expresión de Crawford se convirtió en una de flagrante falta de respeto.
―Y ella va a decir que está loco, que no puede ser considerado responsable―dijo
con sarcasmo―. Entonces adelante. Pruebe el enfoque de la leche-con-galletas. A
ver si puedes sacarle una confesión.
―En virtud de este tipo de coacción―dijo Donahue―, ninguna confesión obtenida
de él tendrá peso en la corte de todos modos. Su abogado defensor saltará sobre
todo esto. Yo no creo que quiera eso, agente especial Crawford.
―Yo no lo quiero a él. Quiero a Moss―dijo Crawford lentamente como si fueran
estúpidos.
―Entonces tenemos que calmar a Lincoln―dijo Kane―. Liv, ¿Pruebas tú?
―Ambos tratamos de calmarlo de regreso desde donde David―dijo ella―. La
única persona a la que escuchaba era David Hunter.
― ¿El bombero? ―preguntó Crawford, entrecerrando los ojos― ¿Qué le dijo
Hunter?
Olivia miró a Abbott, deliberadamente ignorando a Crawford.
―David ha estado leyendo los discursos de Moss desde que atrapó la bola. Los de
uniforme habían esposado a Lincoln y lo tenían boca abajo sobre la alfombra.
David comenzó a citar discursos de Moss, palabra por palabra―Las cejas de Abbott
de arquearon―. Algunos de memoria.
«No tienes ni idea», quiso decir Olivia, pero se lo tragó.
―Aparentemente, él piensa que Lincoln podría ser el tipo que construyó el
santuario web de Moss.
― ¿Donde está Hunter ahora? ―preguntó Abbott.
―Llenando una denuncia―dijo Kane―. ¿Lo quieres ahí?
Hubo un accidente en la sala de interrogatorios. Lincoln se había sacudido en su
silla hasta que se inclinó y cayó al suelo. Ahora yacía de costado, meciéndose y
cantando, ‘Valla Eam’.
Abbott suspiro.
―Ve por Hunter. ¿Qué daño puede hacer?
―No volveremos a la Escuela para sordos antes de la hora de salida―dijo Kane―,
pero quiero ver una vez más a Kenny. Traeré a Hunter, luego diré a Oaks que
estaremos de vuelta después de la cena.
―Val me envió un mensaje diciendo que tenia un compromiso como interprete a
las tres cuando le dije que llegábamos tarde―dijo Olivia―. Ella estará ocupada

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durante un tiempo. Le diré que estaremos de vuelta en la Escuela alrededor de las
siete.
―Traeré al bombero―dijo Kane―. No hagas nada emocionante sin mí.

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Capítulo Quince

Martes, 21 de septiembre, 16:45

David estaba de pie junto a la ventana mirando a Lincoln, quien se mecía en


su silla.
― ¿Qué queréis que haga?
―Ve y habla con él―dijo Olivia―. Como lo hiciste en la cabaña. Cálmalo. Entonces
entraré y trataré de averiguar si sabe algo de estos dos fuegos. Después de eso,
queremos saber si sabe dónde está Moss.
― ¿Cuánto tiempo lleva esquizofrénico? ―preguntó David.
― ¿Por qué importa eso? ―exigió el agente especial Crawford.
A David no le gustaba, pero eso no era asunto suyo.
―Desde que tenía veintiún años―dijo Donahue―. Una edad corriente para
manifestarse.
―Y es el momento en el que conoció a Moss―dijo David―. Lincoln estaba maduro
para la cosecha para un líder radical, ¿no?
―Probablemente―Donahue estuvo de acuerdo―. Habría estado asustado y
confundido por lo que estaba sucediendo en su mente y tendió la mano a un grupo
que le ayudó a mantenerse conectado a tierra.
― ¿SPOT? ―resopló Crawford― ¿Un grupo ecologista radical lo mantuvo
conectado a tierra?
―Probablemente dieron la bienvenida a su vehemencia―respondió Donahue,
como si Crawford no la hubiera despedido―. Cuando estaba 'alto' habría sido
bastante activo.
―Y ¿ver un cuerpo carbonizado que él había ayudado a matar? ―dijo David.
―Lo hubiera empujado sobre el borde, dejando horribles imágenes en su mente.
―Comprensible―David murmuró―. He visto algunos cuerpos carbonizados y es
un... espectáculo inolvidable.
―Hunter―dijo burlonamente Crawford― ¿Siente lástima por este hombre?
David lo miró a los ojos, gratificado de que tener que mirar hacia abajo varios
centímetros para hacerlo.
―Este hombre mató a una mujer y dañó permanentemente la vida de dos buenos
bomberos. No me siento mal por él―Lo que era cierto cuando lo pensaba―.
¿Satisfecho?

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Crawford lanzó una agria mirada alrededor suyo.
―Sí.
―Entonces creo que estoy listo para entrar.
Entró en la habitación, haciendo una pausa en la mesa. Tuvo que recordarse a sí
mismo que el hombre patético delante de él había violado las pertenencias de
Glenn, que iba a robarle su ordenador portátil, y sí, había estado armado con un
arma letal. Aun así, no podía expulsar el susurro misterioso de Lincoln de su
mente. «Siempre allí. Siempre allí».
¿Sentía lástima por el hombre? Cuando pensaba en el susurro, si, David se
encontró que lo hacía. Pero él suprimió toda compasión de su voz.
―Hola, Lincoln.
El balanceo de Lincoln se desaceleró, pero no se detuvo, ni su cántico de Valla
Eam.
David se sentó y comenzó a recitar uno de los discursos de Moss, como había
hecho antes. A los pocos minutos el canto se había frenado. Después de unos
minutos, Lincoln estaba recitando junto a él. Finalmente David se detuvo. Después
de terminar el párrafo, Lincoln se quedó en silencio.
―Lincoln, la Policía quería que hablara contigo. Estás disgustado. ¿Qué pasó?
Lincoln arrugó sus ojos cerrados.
―El grito. En mi oído. En mi cabeza. Era alto.
―Lo siento―dijo David en voz baja―. Tampoco me gusta cuando la gente me
grita. Lincoln, sabes que estás en problemas, ¿verdad?
Lincoln asintió, sin decir nada, con los ojos cerrados todavía.
―La detective Sutherland te condujo hasta aquí. ¿Puede hablar contigo ahora?
El hombre no abrió el los ojos.
―No.
―Entonces, tienes un problema―dijo, manteniendo su voz tranquila―. Entraste
en mi casa. Tenías una pistola. La Policía quiere saber por qué―y después de que
la adrenalina se hubo asentado, David se dio cuenta de que quería saber quien
había dicho a Lincoln que él estaba allí―. La Detective Sutherland no te gritará
fuerte en la cabeza. Tienes que mantener la calma.
David se levantó cuando Olivia entró en la habitación.
―Hola, Lincoln.
Lincoln aún no abrió los ojos.
―Se queda. El bombero salvador de gatos se queda.

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Las cejas rubias de Olivia se arquearon.
― ¿El salva gatos?
―Gatos de ancianitas en los árboles. Se queda.
Ella hizo un gesto al asiento y David se sentó junto a él, al otro lado de Lincoln.
―El no es su abogado, Lincoln―murmuró―. Yo le leí sus derechos. Usted tiene
derecho a un abogado. David Hunter no es su abogado.
―Lo sé. Se queda. El entiende.
Ella buscó los ojos de David, con el ceño fruncido.
― ¿Qué es lo que entiende? ―preguntó, pero Lincoln se quedó en silencio. David
se encogió de hombros, sin saber qué decir frente al hombre. Inseguro de lo que
diría si estaba a solas con ella. Sí, él entendía. Pero no estaba orgulloso de ello.
―Está bien―dijo Olivia en voz baja―. Quiero hablar contigo sobre la bola de
cristal.
―No. El está escuchando.
― ¿Quien?
―El hombre ruidoso. ¿Donde está Moss? ¿Dónde está Moss?
―No, no lo está. El agente especial Crawford tuvo que irse. El no está escuchando.
David no estaba seguro de si estaba mintiendo o no. Aparentemente Lincoln no lo
estaba tampoco. Lincoln abrió los ojos, buscó lastimeramente su cara.
―El quiere a Moss.
―Sí, lo quiere―dijo ella―. Pero yo quiero hablar de la bola de cristal.
―Fue la Madre Tierra―dijo Lincoln como soñando―. Defendedla. Valla Eam.
―Usted las dejó en los incendios, estas bolas―dijo ella.
―Sí. Marcadas. Valla Eam.
Olivia sí inclinó hacia delante.
― ¿Como estaban marcadas?
―En el polo.
Ella frunció el ceño ligeramente.
― ¿En el polo?
―En el polo. Valla Eam―cantó él y Olivia ladeó la cabeza, mirándolo.
―Bueno. ¿Marcó la bola de cristal grande que fue dejada en el apartamento?
Lincoln parpadeó, parecía genuinamente sorprendido.
―No.
― ¿Cómo sabes de ello?
―Las noticias.

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― ¿Dónde estabas anoche?
―Blue Moon―Cantó de nuevo, esta vez cantando la melodía de la vieja canción.
Sus ojos se agudizaron.
― ¿El bar? ¿En Hennepin? ¿Cuando se fue?
―Campanas. Última llamada―Lo recitó, como un maquinista de tren.
―Entiendo. Lincoln, ¿Cómo supiste que fue David quien atrapó la bola?
―Bomberos. Pero el anciano dijo que no vivía allí en la vieja casa.
― ¿Cómo supiste que estaba en la cabaña?
―La chica me dijo. Bebé sonrió.
Las chicas de 2A.
―Una de mis inquilinas―susurró David a Olivia y ella asintió con la cabeza.
―Lincoln, ¿Sabes dónde está Preston Moss?
Las lágrimas llenaron sus ojos.
―Se fue pero ella se queda. Siempre allí. Siempre allí―Y entonces empezó a
balancearse de nuevo, sus ojos se cerraron tensamente.
― ¿Quien se queda? ―preguntó, pero Lincoln se había ido otra vez, de nuevo en
su propia mente.
―La mujer a la que mató―murmuró David―. Ella siempre está ahí, en su mente.
―Creo que hemos terminado aquí―murmuró ella. Los dos se fueron a la sala de
observación y David cerró la puerta―. No creo que esté involucrado en nuestras
incendios―dijo ella.
David revisó la habitación. Crawford estaba ausente de hecho.
― ¿Donde está el tipo del FBI?
―Se puso furioso cuando dijiste que sentías que gritara a Lincoln―dijo Kane―.
Salió de estampida. ¿Qué quiso decir con 'Marcado en el polo'?
― ¿El polo del Mundo? ―dijo Barlow, frunciendo el ceño. Pero no había ninguna
mención de eso en cualquiera de los documentos que he leído de SPOT.
―Vamos a ver si nuestra bola de cristal tiene una marca―dijo Abbott―. En cuanto
a este chico, a la sala de psiquiatría de la cárcel. Faltan quince minutos para las
cinco. Os veré a todos en mi oficina. sr. Hunter, gracias. Apreciamos su ayuda de
esta tarde.
―No hay de qué―Abbott y los otros se fueron, dejándolo solo con Olivia que lo
había estado observando cuidadosamente desde que habían salido de la sala de
interrogatorios― ¿Qué? ―le pregunto.
― ¿Qué es lo que entiendes, David?

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El quiso suspirar. Quiso correr. Quería mirar hacia otro lado, mentir. En su lugar,
respondió tan honestamente como pudo.
―Supongo que lo que vio esa noche aún lo persigue.
Su mirada no había vacilado.
―Te veré más tarde. Tengo que terminar una entrevista después de nuestra
reunión, Así que serán las nueve antes de que haya terminado la noche. ¿Dónde
estarás?
Su corazón se alzó desde su intestino para cerrarse de golpe contra las costillas.
― ¿Donde quieres que esté?
Ella vaciló.
―La cabaña era agradable. Te llamaré cuando esté de camino―Se volvió para irse,
y luego se volvió―. Me prometiste una respuesta a mi pregunta de esta noche.
Su corazón siguió subiendo. Ahora estaba en su garganta, ahogándolo.
―Sí, lo hice. ¿Quién soy yo?
―Exactamente. Eso es lo que quiero saber. Vamos, tengo que firmar tu salida.

Martes, 21 de septiembre, 16:55

El salió de su camioneta y tomó una gran bocanada de aire fresco. Los gritos
de la intérprete todavía resonaban en sus oídos y su estomago todavía se agitaba.
Si solo hubiera hablado, lo habría hecho mucho más fácil.
Había tratado de permanecer en silencio, suplicó por su vida, lloró por sus hijos,
pero al final, «por suerte para nosotros dos», la intérprete no había resistido tanto
tiempo.
El tenía una descripción y un nombre. Kenny Lathem, dieciséis años, pelo rubio,
ojos marrones, uno setenta y cinco, calzaba unas Converse azules. El no era el chico
que habían estado buscando, sin embargo. Ellos estaban buscando a alguien con el
pelo oscuro y calzando un 10.
Pero Kenny sabia algo y la Policía iban a tratar de hablar con él de nuevo esta
noche para averiguar lo que sabia. «Tengo que encontrarlo primero». El problema
era que el chico vivía en un dormitorio, en una maldita escuela. «¿Cómo voy a
sacarlo? ¿Como me comunicaré con él?»
La intérprete estaba muerta, pero no habría confiado en ella. Usaría papel y lápiz.
Pero primero necesitaba acceder al chico.

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Abrió el teléfono de la mujer y sonrió al último mensaje que había recibido. Olivia
Sutherland estaba ocupada, quería encontrarse de vuelta en la escuela a las siete.
Lo siento mucho, escribió en respuesta. No puedo ayudarte. Tengo un compromiso
esta noche. Alejaría la preocupación de los policías, cuando no se presentara a las
siete. Entonces encontró el mensaje más reciente que había enviado a sus hijos.
Eso no fue difícil de encontrar. Ella les había dicho que hicieran sus tareas antes de
ver la televisión después del colegio. Tengo una cita esta noche, escribió él. Cena
en la nevera. No tenia idea de si había cena en la nevera, pero ella había enviado
mensajes como este en el pasado. Eran adolescentes. No morirían de hambre.
Ahora, nadie la buscaría durante horas, tal vez hasta la mañana. Mientras tanto, no
quería que el cuerpo de la intérprete se encontrara. Seria alertar a la Policía que
sabía sobre el chico que buscaban Y eso no seria constructivo en absoluto. Arrastró
su cuerpo entre los árboles y la hizo rodar en la tumba poco profunda que había
cavado mientras dormía por el éter con que la había drogado. La cubrió con tierra y
se fue.

•••

Martes, 21 de septiembre, 17:10

Cuando Olivia volvió a la oficina de Abbott todo el mundo ya estaba sentado,


con excepción del agente especial Crawford que estaba mirando por la ventana de
Abbott. La habitación estaba muy tensa y Olivia estaba segura de que Crawford era
la razón.
―Está bien―dijo Abbott, ignorando al federal―. Entonces, ¿Dónde estamos?
―Lincoln está de camino a la sala de psiquiatría―dijo Kane―. Cuando terminemos
aquí, Liv y yo podemos acercarnos al bar Blue Moon y comprobar su coartada. No
creo que llevara a cabo nuestros incendios.
―Pero nos ha dado algo―dijo Barlow. Tomó uno de los grandes globos grabados
del sobre de pruebas, girándolo hasta el polo norte apuntó hacia ellos―. VE,
grabado en el cristal, tan levemente que lo pierdes si no lo estabas buscando. Valla
Eam.
Crawford se volvió lentamente, con el rostro inexpresivo.

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― ¿Qué dijiste?
―VE―repitió Barlow―. Donde Lincoln dijo que estaría. Grabado en el polo.
Todo el mundo estaba observando a Crawford y el federal apretó la mandíbula.
― ¿Cuando dijo eso el sospechoso?
―Después de que se fuera―dijo Barlow.
Crawford estuvo en la mesa en tres pasos.
―Dámelo.
Barlow le arrebató la bola.
―Te mostraré la mía, si me muestras la tuya―dijo fríamente.
Su mandíbula sí tensó aún más, Crawford agarró su maletín del suelo y lo puso en
la mesa redonda con un golpe sordo.
―No me gusta el tono de su voz, sargento.
―Y no me importa―dijo Barlow uniformemente―. Retuvo información.
―No queríamos imitadores, así que alejamos ese detalle lejos de la
prensa―Crawford pasó la pequeña caja de pruebas que le había mostrado esa
mañana a Barlow.
―No somos la prensa―espetó Barlow―. Estamos investigando tres homicidios.
Debería habérnoslo dicho. Podríamos haber comprobado esto esta mañana.
―Yo miré su maldita bola esta mañana―dijo Crawford entre dientes―. Ya lo sabía.
Las cejas de Abbott se arquearon.
―Eso es... sencillamente desagradable, Crawford.
Barlow negó con la cabeza, probablemente en una pérdida de palabras.
― ¿Puedo ver tu lupa, Micki?
Micki le dio la pequeña lupa que llevaba y Barlow retiró el globo más pequeño de
su caja y la estudió. ‘Idéntica’, pronunció.
― ¿Cuando planeaba decírnoslo, Crawford? ―preguntó Abbott ligeramente. Oh,
Estaba enojado.
―Cuando tuviéramos a alguien en custodia. Hasta entonces, yo estaba bajo las
órdenes de compartir esa información en base a la necesidad de saber.
Abbott estaba, visiblemente, tratando de controlar su temperamento.
―Por lo tanto, en base a su necesidad de conocer información, ya había
determinado que nuestros incendios provocados estaban conectadas a los suyos.
―He estado buscando a estos bastardos durante doce años. Ese psico-baboso de
abajo es culpable como el infierno―dijo Crawford entre dientes―. El sabe dónde

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está Moss. Puede identificar a los otros que realizaron mi incendio. ¿Qué les
importa a ustedes?
―Importa mucho―dijo Olivia―. El y otros causaron la muerte de una mujer
inocente hace doce años y él debe pagar. Pero hacerle pagar por lo que hizo. Si no
es culpable de nuestros fuegos, estamos perdiendo un tiempo valioso discutiendo.
La mandíbula de Crawford se cerró con un fuerte chasquido.
―Devuélvame mi evidencia.
―Después de que la fotografiemos―dijo Abbott con calma―. Yo no discutiría si
fuera tú.
Crawford hervía.
―Estamos perdiendo el tiempo aquí.
―Ciertamente―dijo Abbott, malentendiéndolo deliberadamente―. Micki, ¿qué
tienes?
Micki miró al rígido Crawford por el rabillo del ojo.
―Las fotografías del escritorio de Tomlinson―dijo ella y las extendió―. Hemos
recuperado algunas piezas más.
―Esperaba no tener que ver a Tomlinson teniendo sexo otra vez―dijo Olivia y
sintió que Micki estaba esperando que descubrieran algo que ella ya había
encontrado.
―Estas no fueron tomadas al mismo tiempo―dijo Kane―. Mira Tomlinson en esta
segunda. Está más delgado. Su tono muscular en su torso. El estaba trabajado.
Lustroso.
―La línea de tiempo está mal―dijo Olivia, parpadeó con fuerza, tratando de hacer
que las piezas cayeran en su lugar―. La sra. T dijo que se enteró de la infidelidad
de su marido y contrató a un detective privado.
―Por recomendación de su amiga―añadió Kane.
―Cierto. Ella contrató al DP y dijo que tenía fotos...
―Una semana después―murmuró Kane―. Ella dijo que copió los archivos al día
siguiente Y eso fue el quince de junio de acuerdo con la marca temporal en los
archivos que ella nos dio. Así que lo más pronto que estas fotos podrían haber sido
tomadas fue el ocho de junio.
Olivia colocó las fotografías del antes y el después de Tomlinson una junto a otra.
―Así que está blanco y pastoso y luego está blanco y tonificado. Debe haberle
llevado meses conseguir estar tonificado. En esta imagen de ‘después’ su piel debe
estar bronceada porque el DP la habría tomado hace pocas semanas a más tardar.

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Tomlinson jugó al golf todo el verano. Estas fotografías del 'antes' fueron tomadas
mucho antes del ocho de junio. Eso significa que la señora Tomlinson está
mintiendo.
Micki parecía impresionada.
―Guau. Yo no vi eso.
Olivia la miró, sorprendida.
―Entonces ¿qué viste?
―Los zapatos de la señora.
Noah soltó una risita.
―Siempre son los zapatos contigo, Mick.
Micki arqueó una ceja.
―Yo estaba en lo cierto en su caso―Micki había predicho correctamente el fetiche
por los zapatos del Chico de la Fosa estudiando fotos de víctimas―. Tengo razón de
nuevo.
Olivia echó a ambas imágenes otra mirada y suspiró.
―Sí, lo es. Mira el montón de ropa en el suelo. Tienes que entrecerrar los ojos a
menos que seas la reina de los zapatos.
Micki fingió limarse las uñas.
―Las reglas de la reina de los zapatos. Esas son botas de nieve encima de su parka
y su ropa interior larga. Hacía demasiado calor para esa ropa en junio.
―Hablaremos con Louise Tomlinson―dijo Kane―. Y descubriremos lo que es
realmente cierto.
―Buen trabajo―dijo Abbott―. ¿Qué más, Micki?
―Hemos reconstruido algunos papeles de la mochila que los bomberos
encontraron en el apartamento. Es una página de un libro. Busqué en Google las
frases. Es de Ethan Frome.
―Lectura obligatoria para los estudiantes de secundaria―dijo Abbott―. Mi hija
tiene que leerlo. ¿Trozos con el nombre de algún estudiante?
―Todavía no. Todavía estamos hurgando en los escombros. Tomamos muestras de
suelo alrededor del camino que los incendiarios tomaron desde el edificio. Es
extraño. Encontramos dos tipos de manchas de pies saliendo de los apartamentos.
El perro bombero captó el acelerador cerca de la valla por donde escaparon, pero
encontró pruebas de un solo par de zapatos.
― ¿Uno de ellos se quitó los zapatos? ―preguntó Olivia.

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―No lo se. Es por eso que tomamos las muestras de suelo. Regresamos a los
zapatos de nuevo.
Las comisuras de la boca de Abbott se volvieron hacia arriba.
―Mantenme informado. ¿Noah?
―Sin noticias del Campamento Longfellow―dijo Noah―. Entré en contacto con la
Policía Estatal para que comprobara el campamento, pero no hay personal en estos
momentos. Dejé mensajes de voz por todas partes. Seguiré intentándolo.
― ¿Qué pasa con las verificaciones de antecedentes de los empleados de la
constructora de los apartamentos y los empleados de Tomlinson?―preguntó Kane.
―Nadie en común en ambos―dijo Noah―. Seguí a la chica con la que Tomlinson
estaba teniendo la aventura. El tenía la escritura de una de sus propiedades
transferida a nombre de ella, una casa en Woodview. El banco inició la ejecución
de la hipoteca de la propiedad el mes pasado.
― ¿Cuándo transfirió Tomlinson la escritura? ―preguntó Olivia.
Las cejas de Noah se alzaron.
―En diciembre pasado.
―Las reglas de la reina de los zapatos―cantó Micki―. Las botas de nieve no
mienten.
La sonrisa de Abbott fue rápida pero genuina.
―Ve, Mick. Noah, sigue trabajando en el campo. Tenemos que saber a quien
podría haber conocido esa chica en el campamento este verano.
―Kenny, el de dieciséis años, en la Escuela, sin duda la reconoció―dijo Olivia―.
Vamos a volver esta noche para hablar con él de nuevo.
―Comprobad la coartada de Lincoln primero―dijo Abbott, mirando a Crawford
que estaba de pie como una estatua―. Quiero conectar a Lincoln o liberarle. Y
quiero al testigo presencial del fuego de los apartamentos―El les señaló la
salida―. Mañana, aquí, a las ocho.
De vuelta en su mesa, Olivia miró su teléfono celular, luego frunció el ceño.
―Val envió un mensaje. Ella tiene otro compromiso. Tenemos que conseguir otro
intérprete. Maldición.
Kane suspiró.
―Llamaré para requerirlo de camino al ‘Blue Moon’.
―Esto nos hará retroceder horas―se quejó Olivia, Enderezando su escritorio. Su
fedora todavía cubría el rostro de su estatua de la diosa. Después de un momento
de vacilación, tomó su sombrero y se lo colocó en la cabeza―. ¿Y bien?

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―Se ve bien―El se lo ajustó en la cabeza con ojo crítico―. Muy Ingrid Bergman.
―Ella se jactaba de estar sola, ¿verdad?
Kane suspiro.
―No, esa era la Garbo. Bergman todavía tenía Paris con Bogart. Algún día vas
dejarás de ver dibujos animados y empezar a ver películas para mayores.
―No a corto plazo, viejo―El teléfono de su escritorio sonó―. Sutherland.
―Soy Ian. Tengo algo aquí que tenéis que ver.

Martes, 21 de septiembre, 17:25

La mente de David todavía daba vueltas mientras subía las escaleras a su


apartamento tipo loft. Estaba feliz de no ver a ningún periodista delante, pero
sospechaba que volverían. No estaba seguro de lo que importaba más. Estaba feliz
de ver el coche de su madre estacionado delante.
Se detuvo en el rellano del primero, una idea repentina hizo que sus rodillas se
debilitaran momentáneamente. Su madre. ¿Y si Lincoln hubiera venido aquí en
primer lugar? Saltó por las escaleras, pero fue detenido de nuevo por la voz de la
señora Edwards, quien saco la cabeza del 2A.
―Gracias, David. Entregaron esta mañana el refrigerador. Muchas gracias.
― ¿Están bien las chicas? ―Lincoln había hablado con una de las chicas del 2A y
David no había comprobado que todo el mundo estuviera bien.
«¿Qué demonios es lo que me pasa?»
― ¿Lacey y Tiffany? ¿Por qué no iban a estar bien?
―Se lo explicaré más tarde―Subió las escaleras, abriendo la puerta y empujándola
para abrirla en un solo movimiento. Entonces se detuvo una vez más, aturdido.
Glenn y su madre estaban muy juntos. Su madre alzaba el pelo de su cuello
mientras Glenn manoseaba su collar. Ellos se giraron hacia la puerta como
adolescentes culpables.
El rostro de Glenn estaba del color de los tomates maduros.
―Ella se va a cenar. Me pidió que le ayudara con esta maldita cosa―Pero él no se
había movido, sus dedos aún sin soltar el collar de su madre. Y si David no se
equivocaba, la expresión que había tenido cuando David irrumpió había sido
inusualmente tierna.
Infiernos. Glenn se estaba enamorando de su madre.
―Yo puedo hacerlo―David manipuló el cierre y se alejó―. Te ves bien, mamá.

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―Gracias. Glenn se detuvo para asegurarse de que escuchara las últimas
noticias―le echó una mirada mordaz―. Antes de que llegara a los medios. Escuché
que tuviste un día lleno de acontecimientos.
David hizo una mueca.
―Lo siento. ¿Qué oísteis vosotros dos?
Glenn le miró.
―Que alguien irrumpió en mi cabaña. ¿Ibas a decírmelo?
―Por supuesto. Debería haber llamado a los dos. Lo siento, ¿de acuerdo? ¿Quién
te llamo?
―La oficina del sheriff local. Me dijeron que no me preocupara, Que tenían todo
bajo control. Que le habían quitado el arma al tipo. Y yo le dije, '¿Qué tipo? ¿Qué
arma? ¿Qué demonios?’ ―Miró a la madre de David―Disculpa, Phoebe.
Ella asintió con la cabeza.
―No hay problema. Yo dije lo mismo. Entonces, ¿qué diablos, David?
David se hundió en su sillón y puso las manos sobre su cara.
―Es como... ―El les contó la historia, observando el rostro de su madre. Estaba
asustada, pero lo manejaba. Glenn, por otro lado, se enojaba más con cada
palabra―. Y eso es todo―terminó David.
― ¿Donde está Lincoln Jefferson ahora? ―preguntó Glenn, con mucho cuidado.
―En la sala de psiquiatría en la cárcel. Va a ser acusado de incursión y estragos en
tu propiedad y de asaltarme. Los federales tendrán que ir contra él por los
incendios provocados hace doce años. Olivia y su compañero van a comprobar su
coartada esta noche para los últimos incendios.
―Y ¿no entregó a Moss?
―No. No creo que sepa dónde está Moss.
―Déjame ver si lo entiendo―dijo Glenn ácidamente―. El se enteró de la bola de
cristal por la Televisión, así que preguntó a los bomberos quien la atrapó y, sin
sospechar que era un jodido lunático, le dijeron que eras tú. Llegó aquí a tiempo
para oírme decirles a los periodistas que no vivías aquí. Luego habla con una de las
chicas del 2A y le habla sobre mi cabaña. Consigue la dirección de mi propiedad no
listada, irrumpe y busca en el lugar. Y todo antes de las dos. Yo diría que tenemos
un loco muy listo.
David se apretó el puente de la nariz, tratando de pensar a pesar del dolor de
cabeza que había empezado a latir.

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―El ha estado bajo cuidado psiquiátrico durante más de diez años, Glenn. Es
esquizofrénico―«Siempre allí. Siempre allí» David luchó contra un escalofrío―.
Pero marcaste un buen punto. Esa es una línea lógica muy organizada para un
hombre con una enfermedad mental.
Glenn cruzó los brazos sobre el pecho.
― ¿Tuvo ayuda?
―Supongo que es posible. Tal vez incluso probable.
Su madre se sentó en el brazo de su sillón y palmeó el hombro de David.
―Estás bien, y eso es lo importante. Me alegro de que puedas cuidar de ti mismo.
―No, lo importante es que alguien más podría haber ayudado a este pedazo de vil
mierda a asesinar―dijo Glenn y sus ojos estrecharon―. Quién te parece que
merece piedad, ¿David?
―No―David sacudió la cabeza negándolo―. Bueno, si, sentí lástima, pero no
como tú piensas.
Glenn gruñó.
―Explícamelo, entonces.
―Glenn―dijo su madre, reprochando su tono.
―Phoebe―replicó Glenn―. Este llamado esquizofrénico podría haber llegado
hasta aquí. Habrías estado aquí, no tu hijo con su cinturón negro que sabría
defenderse. Ese tipo tenia una maldita arma y habría ido tras de ti. ¿Pensaste
siquiera en eso, David?
Glenn se puso de pie, con los puños cerrados, el pecho agitado por su arrebato. Sin
decir palabra David se levantó de su silla y le indico a Glenn que se sentara, pero
Glenn negó con la cabeza.
― ¿Qué clase de lástima sentiste? ―preguntó Glenn, en voz más baja, pero no
menos intensamente.
― ¿Cuantos cuerpos has visto? ¿Cuánto tiempo te han perseguido?
―Demasiados y demasiado tiempo―respondió Glenn sin emoción―. Pero sin
matarlos yo.
―Exactamente. El la mató. Y ni siquiera estaba en su sano juicio para superarlo.
¿Debe rendir cuentas? Diablos, si. Pero él no es el hombre que era. Hace doce años
fue diagnosticado esquizofrénico, vulnerable, En busca de algo. Ahora, él es
patético. Yo no quise sentir nada por él, pero lo hice. Tal vez eso me hace débil, no
sé, Pero lo sentí―Estaba a centímetros de la cara de Glenn y retrocedió, tomó
aliento―. No necesariamente estoy orgulloso de eso, pero ahí está.

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―Creo que ahora voy a sentarme―Glenn tomó el sillón y cerró los ojos
brevemente―. No debería haber arremetido contra ti. No tienes nada de qué
avergonzarte.
«Oh, sí, tengo».
―Todo está bien. Tenías razón sobre el peligro de ma. Yo no estaba pensando con
claridad. Debería haber venido directamente desde la cabaña aquí para ver como
estaba.
―Ella está aquí―dijo su madre con intención―. Y ella está bien―añadió
amablemente. Ella palmeó el brazo de Glenn como había hecho a David―. Tengo
que ir a cenar. Llego tarde.
―Yo te llevo―dijo David, levantando la mano para acallar su protesta―. Sé que
eres una buena conductora, pero Glenn tiene razón. Cuanto más pienso en ello,
Lincoln tuvo que tener ayuda para encontrarme. Hasta que quede claro quien fue y
por qué, voy a ser más cuidadoso contigo.
―Muy bien, hijo. ¿Vas a estar aquí esta noche?
Dudó. Olivia iba a reunirse con él en la cabaña. Si la noche terminaba tan mal como
anoche, volvería. Si terminaba como esta mañana... pero eso era egoísta. No podía
permitirse pensar en lo qué podría haber sucedido si Lincoln hubiera venido aquí
en primer lugar. La seguridad de su madre era prioritaria hasta que lo solucionaran.
Aún así, había cosas que él y Olivia necesitaban discutir.
―Sí, pero estaré fuera hasta quizás las diez o las once. ¿A qué hora acabarás con
Evie y Noah?
Cuidadosamente ella lo estudió.
―Sería más fácil si me quedara con Evie esta noche. De esa manera no tienes que
traerme de vuelta después de la cena. Voy a empacar algunas cosas―Se levantó,
mirando hacia Glenn―. La invitación sigue abierta. Eres bienvenido a unirte a
nosotros para la cena.
Glenn negó con la cabeza.
―Gracias, pero estoy rendido. Y quiero hablar aquí con el chico.
David esperó hasta que su madre hubo salido de la habitación.
―Y el chico quiere hablar contigo. Pero tengo que ir al 2A y averiguar cual de las
chicas habló con Lincoln y darle un rapapolvo. Acompáñame a dejar a mi madre y
podemos hablar durante el camino de regreso. Tengo que estar en el dojo a las
siete y después de eso, tengo... algo. Tal vez una cita.

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― ¿La bonita poli rubia te dio otra oportunidad? ―preguntó Glenn, divertido―
Debes ser un orador malditamente bueno.
―Tengo mis momentos.

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Capítulo Dieciséis

Martes, 21 de septiembre, 17:55

Olivia y Kane encontraron a Ian mirando las radiografías de un cráneo a la luz


de la mesa de la morgue.
Olivia se estremeció. El cráneo que mostraba estaba aplastado en varios lugares.
― ¿Qué le ha golpeado?
―Su volante, el parabrisas, el chasis de su coche mientras rodaba por un terraplén,
y luego, creo, tres árboles. Fue traído el lunes.
― ¿Por qué estamos mirándolo? ―preguntó Kane.
― ¿Te acuerdas de la noche anterior, cuando estabais mirando ese campo y yo dije
que tenía que irme, que tenia otra autopsia que hacer? Ese era este chico. Joel
Fischer. Sin antecedentes de tabaquismo. Entonces hice el corte. Tenia daño en sus
vías respiratorias superiores. Por inhalación de humo.
A Olivia se le erizaron los pelos del cuello.
― ¿Qué clase de humo?
―Primero pensé que había inhalado humo en el lugar del accidente, Pero lo
comprobé, no hubo fuego. Entonces su análisis de tóxicos en la orina llegó, cargado
con oxicodona. Estoy sorprendido de que incluso fuera capaz de conducir el coche.
Por una corazonada, hice un análisis de sangre. Rastros de cianuro.
― ¿Fue envenenado?" preguntó Kane e Ian negó con la cabeza.
―No en este caso, sobre porque también tenía altos niveles de monóxido de
carbono. Aspiró un plástico quemado.
―Un incendio estructural―dijo Olivia―. Dios mío. Y ¿la prueba de la sangre de
Tracey Mullen?
―Toxicidad aguda de cianuro. Esto no quiere decir que estuvieran en el mismo
fuego, pero ellos estuvieron en el mismo tipo de fuego. Un edificio en llamas con
alfombras, muebles, algo basado en polímeros.
―El estuvo allí―dijo Kane―. Hijo de puta. Entonces, ¿Cómo encajan los rayos X en
eso?
―Me alegro de que lo preguntes―Ian puso otra radiografía de cráneo junto a la de
Joel Fischer. La segunda mostraba una sola grieta en la base de del cráneo―. Mira
en el mismo lugar en el cráneo de Joel.
Kane se inclinó hacia delante.

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―La mismo grieta, aunque se pierde en el resto de daños.
―Por eso no entiendo que no lo viera la primera vez―dijo Ian―. Estos segundos
de rayos X pertenecen a Henry Weems, el guardia de seguridad. No es
concluyente, pero yo diría que es muy posible que quedaran marcados por la
misma arma, por la misma persona.
―¿Acaso Joel Fischer tiene residuos de pólvora en sus manos? ―preguntó Olivia.
―No. Lo comprobé―dijo Ian―. Podría haberse lavado, pero no encontré ningún
rastro.
―¿Tienes todavía el cuerpo de este chico Fischer? ―preguntó Kane.
―Lo tengo, y me está causando bastantes dolores de cabeza. Los Fischer con
judíos ortodoxos y tenían su funeral y entierro preparados para esta tarde.
Tuvieron que cancelarlo porque yo no soltaría el cuerpo hasta que consiguiera este
análisis de sangre de vuelta. Están muy molestos conmigo.
―Van a estar más molestos con nosotros―predijo Olivia lúgubremente―. Esto es
bueno, Ian. Oro.
―Aquí está la información del chico Fischer―añadió, entregándoles una copia
impresa antes que pudieran pedirla―. He liberado el cuerpo de Weems y se lo han
llevado. ¿Cual es el estado de la chica Mullen? Su padre la identificó anoche.
Pueden llevársela.
―Mamá tenía que reclamarla hoy. Lo último que supe es que su vuelo se
retrasó―dijo Olivia―. Tengo un número de celular. Voy a averiguar donde está.
Todavía queda la cuestión de quien causo las lesiones por abuso de Tracey. No
quiero perder eso entre todo el resto.
―Nunca pensé que lo harías. La madre podría venir directamente aquí desde el
aeropuerto. ¿Quieres que la entretenga hasta que vosotros podáis llegar hasta
aquí?
―Definitivamente―dijo Kane―. Tenemos que verla a ella y a su nuevo marido
cuando les hablemos sobre las heridas―Dieron las buenas noches a Ian y salieron
de la morgue―. Entonces ¿Qué va primero? ¿‘Blue Moon’ para la coartada de
Lincoln o la casa de Joel Fischer?
―’Blue Moon’. Entonces podremos quitar a Crawford de la espalda de Abbott.
―Todo lo que eso va a hacer es mostrar si Lincoln estuvo involucrado en nuestros
fuegos―Kane sin estar de acuerdo―. Crawford no va a renunciar a que nuestros
fuegos son terrorismo doméstico hasta que se demuestre que no lo han sido. Lo

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cual, aun podría ser. Estos incendiarios conocían la marca en el Polo Norte. Y si un
universitario estaba allí... ―Abrió la puerta de la morgue para ella.
―Sí, excepto por el hecho de que a Tomlinson le ha desaparecido su cara―dijo
ella, tomando una profunda bocanada de aire fresco. Ella tomó su sombrero, lo
olió―. El olor de la Morgue está en mi sombrero.
―Pasará―dijo Kane―. De lo contrario Jennie me haría guardar todos mis
sombreros en el garaje. Vamos a querer buscar en la habitación de Joel.
Olivia miró la información personal de Joel.
―Vivía con sus padres. Voy a llamar al asistente del fiscal. Esperemos que
tengamos lo suficiente para una orden.

•••

Martes, 21 de septiembre, 18:10

La madre de David saludó a Evie y Noah, que estaban de pie fuera del
restaurante.
―Espero que no hayáis estado esperando mucho tiempo.
―Creo que no les importó, Ma―dijo David secamente, estacionando su
camioneta. La pareja estaba agarrada de las manos, sonriéndose como bobos y la
visión golpeó a David con una ola de nostalgia. El no envidiaba a Evie un único
momento de felicidad. Ella había pasado por tanto. Merecía ser feliz para siempre
con Noah.
Solo se preguntaba cuándo sería su turno.
―Tienes que conocerlos, Glenn―declaró―. Ayúdame a bajar, David. No quiero
torcerme el tobillo saltando de esta camioneta con estos tontos zapatos de tacón
alto.
Pero Noah la ayudó a bajar de la camioneta antes de que David pudiera salir. Miró
a David con curiosidad, y luego le dio un beso en la mejilla.
―Phoebe, te ves hermosa esta noche.
―Y tú eres un encanto―dijo―. Evie, ven aquí. Conoce a Glenn.
Evie parecía diferente esta noche. Ella sonreía mucho desde que conoció a Noah,
pero esta noche su sonrisa era más brillante. Algo bueno se estaba gestando.

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Amigos desde hace años, David y Evie eran más como hermanos. Evie había
llegado a la familia a través de la mujer de su hermano Max, Caroline. A través de
quien había conocido a Dana y caído de cabeza enamorado.
Eso parecía toda una vida atrás, ahora. Pensamientos de Dana, imágenes de ella en
los brazos de otro hombre, usados para lastimar su corazón físicamente. Ahora,
nada.
El tiempo curaba las heridas. Y a veces revelaba que eso que un hombre quería tan
desesperadamente no era necesariamente lo que debería tener.
Su madre tenía el brazo alrededor de los hombros de Evie.
―Glenn, esta es Evie. Te hablé de ella. Y este es Noah, su novio. Evie, este es
Glenn. Inquilino de David.
Glenn se había desenredado del asiento trasero de la camioneta y estrechó la
mano de Evie.
―He oído hablar mucho de usted, señorita―Luego levantó la mano, con una
amplia sonrisa en su rostro canoso―. ¿Es esta piedra de lo que va esta noche?
Evie miró a David a los ojos.
―Íbamos a contártelo en primer lugar, pero has estado muy ocupado.
Tuvo que tragar el nudo en su garganta mientras agarraba a Evie en un abrazo de
oso.
―Felicitaciones―se las arregló para gruñir―. No podría ser más feliz. En serio.
―Gracias―susurró ella con fiereza―. En serio.
El la dejo, la sonrisa todavía en su rostro.
―Felicidades, Noah.
Su madre estaba llorando, abrazándose a Evie tan fuerte que pensó que a
romperla. Porque esta no era la alegría sencilla por un compromiso. Su amiga
había sufrido tanto, sobrevivido a tantos ataques en su vida, había sido traída de
vuelta del borde de la muerte dos veces. Ella casi se había dado por vencida. Pero
no del todo. Estaba allí, radiante como una estrella. David sintió que sus propios
ojos se empañaban.
―Entonces, ¿cuando es el gran día? ―pregunto a Noah cuyos ojos estaban
también sospechosamente brillantes.
―No lo sabemos todavía―dijo Noah―. Evie solo quiere circular y ser mimada por
un tiempo, lo cual está bien para mí―Noah cambió su peso para acercarse más a
David, mientras las mujeres charlaban alegremente―. ¿Por qué trajiste a Phoebe?

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Noah no era tonto, como David se había dado cuenta rápidamente siete meses
antes, cuando el moreno y melancólico detective había conducido la investigación
contra el asesino en serie que había asesinado a tantos. El había confiado en Noah
casi de inmediato y se habían convertido en amigos. Que Noah y Olivia también
fueran amigos era malditamente conveniente, también. Noah había sido una de las
mejores fuentes de David sobre Olivia los últimos siete meses.
―Glenn y yo estuvimos hablando de Lincoln, el hombre que irrumpió en la cabaña.
―Oí hablar de él.
―El siguió un complejo plan para encontrarme. Nos preguntábamos si actuaba en
solitario.
―Me preguntaba lo mismo mientras me dirigía a casa. ¿Quieres que lleve a
Phoebe a tu casa más tarde?
―Ella va a quedarse con vosotros esta noche, si te parece bien―David tomó su
bolsa del asiento trasero―. Yo voy a llegar un poco tarde esta noche y estoy en el
turno de mañana a las ocho. Sigo pensando que si Lincoln hubiera subido al loft
primero...
―Bueno, no lo hizo―dijo Noah prácticamente―. ¿Tú o Glenn tenéis alguna idea
de quien podría haber estado ayudando a este tipo?
―No. ¿Tu si?
―Todavía no. Me aseguraré de que Olivia sepa esto.
David vaciló, luego se encogió de hombros.
―Se supone que debo verla esta noche. Se lo diré después.
Noah le lanzó una mirada impaciente.
―Ya era la maldita hora, Hunter.
―Lo se, lo sé. Me tengo que ir. Solo echa un ojo a Ma.
―Sabes que lo haré.
David comenzó a irse, pero Evie lo detuvo.
―Espera―Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello en un gran abrazo, y
luego le susurró al oído―. Me empujaste a dar una oportunidad a Noah y a mí
misma. Me dijiste que la oportunidad podría no volver. ¿Te acuerdas?
Él lo hacía. Ella le había retado a dejar de ver irse su propia vida esa misma noche
hace siete meses.
―Sí. Fue mi factura por arreglarte el techo.

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―Tú arreglaste mi vida en su lugar. Ahora te estoy devolviendo el favor. No dejes
que esta oportunidad se te escape. Prométeme que le dirás a Olivia como te
sientes. Y pronto.
Empezó, sorprendido.
― ¿Cómo lo supiste?
―Noah me hizo apuntarme a otra clase de defensa personal. Rudy me lo dijo.
David se rió.
―Ese tipo es una maldita comadreja.
―No, no lo es. Es un encanto, y la mejor fuente de chismes en la ciudad―Ella se
puso seria―. Prométemelo, David.
―Te lo prometo―El soltó y llamó a Glenn―. Vámonos. Tengo una cita para que
pateen mi culo en el dojo y voy a llegar tarde.

Martes, 21 de septiembre, 18:20

Había decidido cómo sacar a Kenny fuera del seguro dormitorio de la


residencia. Excepto que el horario estaba mal. Si hubiera podido iniciar su plan
para poner a Kenny en movimiento más tarde, es decir alrededor de la
medianoche cuando los policías y equipos de rescate estuvieran ocupados con el
fuego que Albert estaba planeando, el éxito estaría prácticamente garantizado.
Pero Sutherland y Kane debían volver a la Escuela para sordos a las 19:00 Tenia que
poner sus manos sobre Kenny antes de que los policías consiguieran que hablara. A
pesar de que el horario era malo, no tenía otra opción.
«Haz la llamada». Había marcado los primeros dígitos del número de teléfono
principal de la Escuela, preguntándose quien lo cogería en este momento de la
noche. La seguridad del campus, lo más probable.
Y entonces, el teléfono de la intérprete tintineó una melodía. La detective Olivia
Sutherland, una vez más. Bruscamente canceló la llamada que estaba a punto de
hacer. Sutherland aún no estaba en la Escuela, porque el ya estaba, sentado en la
calle en su furgoneta. ¿Por qué estaba llamando?
Contuvo el aliento, esperando a que la llamada fuera al buzón de voz. El le dio un
minuto, y luego marcó el número del buzón de voz de la intérprete y escuchó.
Dejo escapar el aliento que contenía con un silbido de alivio. Había llegado algo
más. Querían que Val volviera aquí mañana a las 10 a.m. Todo estaría totalmente
bien ahora.

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Sonriendo, escribió un mensaje. 10 está bien. veré entonces.
Tenia que volver a su tienda. Este era el tercer martes del mes, cuando el club local
del libro se reunía. Por suerte, hablaban más sobre sus propias vidas que de los
libros que habían leído. Había conseguido enganchar unos pocos nuevos clientes
basándose en su chismorreo solitario.

Martes, 21 de septiembre, 6:30 pm

―Eso estuvo bien―dijo Glenn tranquilamente.


David lo miró antes de volver su mirada a la carretera, donde el tráfico era avanza-
detente. Había estado tan absorto en sus pensamientos que no se había dado
cuenta de que el hombre lo había estado también.
―Sí, lo estuvo.
―Tu madre acaba de tomar a la chica bajo su ala. A Evie, quiero decir.
―Eso es como si estuviera de vuelta allí, en Chicago. Nuestra familia es más que
únicamente los parientes de sangre. Y nosotros cuidamos los unos de los otros.
―Y sin embargo te fuiste.
―Sí. Lo hice.
―Debido al nombre que dijiste durante... ya sabes―Glenn se aclaró la garganta―.
La cosa no correspondida.
David se encontró a sí mismo sonriendo ante la vergüenza de Glenn. Su propio
padre habría sido de la misma manera.
― ¿Estás listo para hablar de Lincoln Jefferson?
―Creo que eso es sabio―dijo Glenn, con alivio en su voz―. Tu amigo policía allí
¿tenía alguna idea?
―No. Pero me preguntaba por qué alguien querría ayudar a Lincoln. ¿Qué iban a
sacar de ello? Lincoln dijo que irrumpió en tu casa para encontrar la prueba de que
me habían pagado o mandado mentir, para sacar a la luz a Moss.
―Lo qué es una locura.
―Lo es, porque Lincoln está loco. ¿Quien más podría molestarse porque
hubiéramos manchado el nombre de Moss?
―Moss, por un lado. Si aún está vivo. O uno de sus otros seguidores. Había un
infernal montón de ellos―dijo Glenn―. Habría que encontrar al que tuvo contacto
con el esquizofrénico.

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―Uno podría saber eso―dijo David lentamente―, sí hubiera comprobado el
celular de Lincoln.
Las cejas de Glenn se dispararon hacia arriba.
―Y ¿quién podría haber hecho una cosa así?
―Yo. Revisé los bolsillos después de atarlo. Me estaba asegurando de que no tenía
ningún otro tipo de arma, mientras esperaba a los policías.
―Prudente.
―Ya me lo imaginaba. Encontré el celular de Lincoln, comprobé el registro, Y
escribí los números.
Glenn río.
―Reconozco mi error, muchacho. Lo hiciste bien.
―Vamos a ver si los números dan algo. La otra cosa que estuve pensando fue el
sitio Web de Moss.
―Ese pedazo de basura―murmuró Glenn.
―Es cierto, pero alguien se echó horas y horas en la construcción y mantenimiento
de ese sitio. Alguien que adoraba a Moss y no querría verlo vinculado a dos
homicidios por arma de fuego. Me estaba preguntando como rastrear la propiedad
de ese sitio.
― ¿No habría hecho ya eso el FBI?
―Así habría pensado yo, pero Lincoln parecía haber pasado por debajo de su
radar.
―Es cierto. ¿No me dijiste que tu amiga Evie llevaba un sitio Web? ¿Algo de
hackeo?
―Sí, Pero yo no quiero arrastrarla a esto. Ella finalmente consiguió estabilizar su
vida.
Glenn esperó un minuto, mientras David fruncía el ceño.
― ¿Y? ¿Quien más, muchacho?
David suspiro.
―Conozco a alguien en Chicago que es genial en el espionaje por Internet, pero no
me gusta pedirle nada.
― ¿Por qué?
―Porque él es el esposo de la cosa no correspondida―Quien, para consternación
constante de David, era un maldito buen tipo. El siempre había querido odiar al
esposo de Dana, pero nunca había sido capaz de conseguirlo.
Glenn hizo una mueca.

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―Oh. ¿Qué pasa con ese sobrino tuyo? Va a la universidad. Apuesto a que sabe
algo sobre Internet.
―Estoy seguro de que Tom sabe mucho, pero no es pirata informático. El podría,
sin embargo, saber quien lo es. Lo voy a llamar.
― ¿Te das cuenta de que no vas a hacer tu clase de karate de esta noche?
David suspiró. El tráfico estaba atascado.
―Tuve un entrenamiento decente esta tarde con Lincoln, así que puedo
perdérmelo por una vez. Voy a llamar a Paige y le diré que no voy a ir.
―Entonces podemos trabajar en esos números de teléfono y el sitio Web.
―Estaba pensando en eso.

Martes, 21 de septiembre, 6:30 pm

Austin Dent paseaba por la habitación, mirando su teléfono cada pocos


minutos. La Escuela había estado fuera durante tres horas. ¿Donde diablos estaba
Kenny? Todo lo que tenia que hacer era llegar a un buzón de correos en el centro
de la ciudad y soltar una maldita carta dentro.
Llegar a la ciudad no era un problema. Los dos lo habían hecho docenas de veces
cuando les habían dado pases fuera del campus o a la biblioteca. Esa era una de las
ventajas de estar en la escuela secundaria. Tenías más libertad que los niños
pequeños que vivían en el campus.
Dejó de pasearse, se pasó la mano por el pelo. ¿Por qué no había Kenny enviado
un mensaje?
Tratando de calmarse, Austin se dejó caer en el sofá gastado en la sala de estar y
puso las noticias de la televisión. Y frunció el ceño. El subtitulo para sordos
aspirado en este canal. Utilizaban una especie de detector de voz por ordenador y
siempre traducía las palabras mal. La mitad de las historias no tenían sentido.
Cambió a la emisora nacional por cable, donde los subtítulos eran más
consistentes. Era molesto tener que depender de los subtítulos. Una gran cantidad
de chicos que conocía no se molestaban con las noticias. Pero Austin quería saber
lo que estaba pasando en el mundo porque un día iría a la universidad, haría algo
por sí mismo.
Él negó con la cabeza. ¿Universidad? Sí, claro. No había dinero para la universidad.
Y ¿después de esta suspensión? Podía decir adiós a las becas que había estado

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tratando de lograr. «Si creían que inició ese fuego, irás a la cárcel y nada más
importará».
«Pero yo no lo hice. Solo estaba tratando de proteger a Tracey». Le dolía el pecho
incluso de pensar en ella, lo que significaba que dolía todo el tiempo. «Ella
confiaba en mi. Le prometí ayudarla».
«¿Por qué no hice algo?» Recordaba las contusiones con vívido detalle. La había
recogido en el Aeropuerto de Omaha y había querido matar a alguien.
―Deja que te lleve a un hospital―le había suplicado, pero ella se había negado.
―Me harán volver―Sus ojos habían sido tan determinados, incluso mientras
firmaba con una mano, porque su mano estaba torcida. Esguince.
Austin nunca antes había sentido tanto odio, pero lo hacía cuando pensaba en el
monstruo torciendo su brazo hasta que se fracturó y su mano hasta que sufrió un
esguince. Algún día, cuando todo esto se calme, sí aseguraría de que el monstruo
pagara. Pero eso no traería a Tracey de vuelta.
Y entonces, ella estuvo allí. Su foto en las noticias. Un grito se elevó desde lo
profundo de él, pero lo mantuvo encadenado. Silencio.
Ella solo tenía dieciséis años. Una fugitiva de Gainesville, Florida, leyó el subtitulo.
Pero ella había sido mucho más. Ella había sido dulce, inteligente y divertida. Y
estaba asustada. Había estado tan asustada. Le prometí que estaría a salvo.
Una segunda imagen se unió a la de Tracey de la pantalla y Austin se estremeció.
Era el guardia que había visto recibir un disparo a sangre fría. Henry Weems.
«Mierda», pensó, su corazón hundido mientras leía los subtítulos que fluían a
través de la pantalla. Un policía retirado. «Querrán vengarse. Lo harán conmigo».
Se puso de pie, dándole la espalda, incapaz de ver nada más. Apagó la televisión,
luego volvió a pasearse. Kenny, ¿donde diablos estás?

Martes, 21 de septiembre, 18:50

Olivia paró el coche.


―Pensé que la casa de los Fischer sería más grande.
―Yo también―dijo Kane―. El Sr. Fischer es un hombre rico.
Se mordió el labio, pensativo.
―Me gustaría que tuviéramos una orden. Estarán suficientemente locos porque
Ian les paró los pies con el entierro de Joel. No creo que los encontraremos
terriblemente cooperativos. Voy a llamar al ayudante del fiscal una vez más.

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―Gritará―dijo Kane sombríamente.
Los labios de Olivia temblaron como lo hacían cada vez que usaba ese tono.
―Que grite―Marcó el teléfono de Brian, preparada para los gritos.
―No―dijo el ayudante del fiscal sin preámbulos―. El juez dijo que no.
―De ninguna manera―gimió Olivia―. ¿En serio?
―Mira, lo siento. Necesitáis conseguir más antes de que tengamos motivos para
buscar.
―Bueno. Gracias por intentarlo―Ella colgó y miró a Kane―. Sin orden judicial.
―Pillé eso―dijo Kane secamente―. Por lo menos podemos decir a Abbott que
Lincoln está limpio de estos dos incendios.
―Por suerte el ‘Blue Moon’ tenía un vídeo demostrando que Lincoln estuvo allí
hasta el cierre las dos noches. No creo que Crawford hubiera creído la palabra del
camarero.
―Todavía le queremos por allanamiento y estragos y el intento de asalto a Hunter,
pero de los incendios, Lincoln es problema de los federales. Joel Fischer es el del
nuestro―Kane salio del coche, volviéndose de nuevo, despreocupado―. Es tu
turno.
―No lo es. Hice lo de Louise Tomlinson. Los Fischer son tuyos.
Kane hizo una mueca.
―Tenía la esperanza de que te olvidaras.
― ¿Alguna vez lo hago? ―preguntó ella mientras caminaban por la calzada los
Fischer.
―Ni una sola vez.
Olivia lo detuvo los antes de que él llamara a la puerta.
―Espera. Quítate los zapatos.
Kane frunció el ceño.
― ¿Por qué?
―Aún no ha pasado el shiva 10, porque el entierro ha sido retrasado. Pero la casa
puede estar preparada. Sin zapatos de cuero. Es sólo respeto.
― ¿Cómo sabes eso? ―preguntó Kane, quitándose los zapatos.
―Nuestros vecinos de al lado eran ortodoxos. Cuando tuvieron una muerte en la
familia, mi mamá y yo los visitamos, llevamos comida. Quítate el sombrero―Ella
hizo lo mismo.
El obedeció.

10
- para los judíos ortodoxos, período de siete días de luto de un familiar cercano, después del funeral.

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―Mira, Liv, si sabes todo esto, tal vez debes hacerlo tú. Será más fácil si yo no
cometo una torpeza por ignorancia. Haré los dos siguientes. Lo prometo.
Ella le lanzó una mirada de contrariedad.
―Odio cuando tienes razón. Está bien―Llamó y esperó, con creciente temor.
Informar a unos padres de familia nunca era fácil. Cuando el fallecido era un
sospechoso potencial... Esto no iba a ser fácil.
La puerta se abrió, revelando un hombre con barba completa, con traje negro.
― ¿Sí?
―Siento molestarlo. Soy la detective Sutherland y este es mi compañero, el
detective Kane―Ella le mostró su identificación―. Me gustaría hablar con el señor
y la señora Fischer.
―Están de luto. Ellos no pueden ser perturbados.
Olivia puso la mano en la puerta, cuando comenzó a cerrarse.
―Disculpe―dijo―. Esta no es una visita social. Nos damos cuenta de que están de
luto, Pero tenemos que hablar con ellos. Ahora.
Enfadado, el hombre abrió la puerta.
―Soy el rabino Hirschfield. Entren.
―Gracias―Olivia se sentó en el pequeño sofá de dos plazas que el rabino indicó,
con Kane a su lado. En un momento una pareja con ojos enrojecidos se unió a
ellos, sentándose en el sofá de al lado. El rabino se quedó de pie en la puerta de la
cocina, como haciendo guardia.
―Somos los Fischer―dijo el hombre indignado―. ¿Van a liberar su cuerpo ahora?
Nos gustaría enterrar un nuestro hijo.
―Sé que esto es difícil―comenzó Olivia―. El forense encontró algo en la autopsia
de su hijo que requiere una mayor investigación. Es por eso que estamos aquí.
La señora Fischer levantó la barbilla.
―Ya nos han dicho sobre los narcóticos supuestamente encontrados en el cuerpo
de nuestro hijo. Nosotros no lo creemos.
Oh, genial, pensó Olivia. «Van a creer esto aún menos».
―Estamos muy apenados por su pérdida, señora. El forense no tiene ninguna
razón para mentir.
La señora Fischer se estremeció ligeramente.
―Yo no he dicho que mintiera. Cometió un error. Mi hijo no era un drogadicto. Era
un buen chico. Con una buena familia―Su voz se quebró y las lágrimas rodaron
por sus mejillas―. Era el campeón de las causas, no un drogadicto.

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― ¿Qué tipo de causas, señora Fischer? ―preguntó Olivia suavemente.
―De todo tipo. Recaudó dinero para el SIDA, diez mil dólares en su último año de
secundaria. El solo. Le dijimos que le daríamos el dinero, pero dijo que quería
conseguirlo el mismo. Trabajaba para obras de caridad. Se ofreció como voluntario
en el templo―Ella estaba sollozando―. Quería hacer del mundo un lugar mejor y
no voy a dejar que lo pisoteen.
Su marido la abrazó y les frunció el ceño.
―Tienen que irse.
―Todavía no―dijo Olivia con dulzura―. Por favor, traten de escucharme. Necesito
su ayuda.
― ¿Con qué? ―interrumpió el sr. Fischer mientras su esposa trataba de sofocar sus
sollozos.
―Señor, ¿su hijo estaba involucrado en algún grupo en el campus? ¿Clubes?
―No―El señor Fischer parecía confundido―. ¿Por qué?
― ¿Alguna vez hablaba sobre el deseo de salvar a los animales, los humedales, el
medio ambiente?
―Por supuesto―El señor Fischer acariciaba la estremecida espalda de su
esposa―. Se preocupaba por todas esas cosas. ¿Por qué? ―repitió, más
desconfiado.
―Lo que el forense encontró fue daño pulmonar en sus vías respiratorias. Había
estado en el incendio de un edificio. Recientemente. Dentro de las doce horas
anteriores a su muerte.
Hubo un momento de tenso silencio, entonces la señora Fischer se separó de su
marido, sus ojos ahora abiertos, horrorizados, y enojados.
―El no fue. Sé lo que está diciendo, que de alguna manera inició el fuego que ha
salido en las noticias. Cuando esa chica murió. Pero no lo hizo. No era un
incendiario.
Olivia mantuvo la calma.
―Sí, señora, lo era. El forense quería estar muy seguro. Analizó la sangre de Joel y
encontró rastros de cianuro. Eso ocurre cuando alguien inhala plástico quemado,
como en un incendio estructural. Nos gustaría entender lo que pasó. ¿Joel parecía
enfadado el lunes por la mañana?
La señora Fischer estaba sacudiendo la cabeza.
―El no estuvo en un incendio. Estuvo aquí. Con nosotros.
― ¿Durante toda la noche? ―preguntó Olivia.

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La barbilla de la señora Fischer se levantó de nuevo.
―Durante toda la noche―insistió.
Pero los ojos del señor Fischer se habían vuelto esquivos.
― ¿Es eso cierto, sr. Fischer? ―preguntó Olivia en voz baja.
―Sí―dijo. Pero no fue una respuesta firme.
Olivia miró el rabino, que ahora parecía más preocupado que ofendido.
― ¿Estaría bien si miráramos en la habitación de Joel? ―preguntó.
―Váyanse―exigió el Sr. Fischer―. O les denuncio por acoso.
Olivia y Kane se pusieron de pie.
―Mi compañera ha sido muy paciente con ustedes, señor―dijo Kane con
severidad―. Negar los hechos no los cambiará.
―Si él inició el fuego en los apartamentos, llegaremos al fondo de ello―dijo Olivia,
todavía en voz baja―. No puedo comenzar a entender lo que están sintiendo, pero
si fuera mi hijo, me gustaría saberlo. Vamos a averiguarlo, con o sin su ayuda.
―Una niña murió en el incendio―dijo el sr. Fischer vacilante―. ¿Ustedes quieren
nuestra ayuda acusando de su muerte a nuestro hijo? ¿Qué les parecemos a
ustedes?
Olivia miró al rabino, luego volvió a mirar a los espejos cubiertos con pañuelos
negros, los taburetes bajos colocados al lado para la preparación del shiva.
―Parecen personas que harían lo correcto. Lo moral―Ella permitió que el
comentario calara por un momento―. Ayer por la noche me quedé al lado del
padre de la niña que murió mientras identificaba el cuerpo de su hija. También
lloró. Quiere respuestas y voy a conseguirlas para él.
―Volveremos―prometió Kane―. Con una orden si es necesario.
―Usted dijo que su hijo era un buen muchacho―dijo Olivia―. Un buen hombre.
Es posible que comenzara con ganas de hacer las cosas bien y que se alejara de
ello―La incertidumbre ensombrecía las caras de los Fisher y Olivia supo que había
tocado un nervio―. Si estuviera aquí, estoy segura de que querría hacer lo
correcto. Hacer Teshuvá11.
El sr. Fischer la miró a los ojos.
―Pero él no está aquí.
―Pero usted lo está―dijo Olivia con una sonrisa triste―. Ha pasado su vida
siguiendo la ley, con honor al Talmud. Si su hijo fuera un niño y cometiera un
pecado, usted le guiaría a través de los pasos del Teshuvá del modo correcto. Que

11
- Teshuvá- forma de expiar el pecado en el judaísmo.

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admitiera que se equivocaba, y pidiera perdón. Siguiendo los pasos. El no puede
hacer eso, pero usted puede. Echemos un vistazo a su habitación. Tenemos que
averiguar lo que pasó, por la chica que murió, por Joel, y por su familia.
El sr. Fischer parecía estar vacilando.
―Pero el guardia. Le dispararon.
―El forense comprobó en busca de residuos de pólvora en las manos de Joel, pero
no encontró ninguno―dijo Kane, su tono como una suave sombra. Habían
perfeccionado su ritmo como compañeros también―. No parece que Joel
disparara un arma.
―El forense también encontró pruebas de que Joel fue golpeado en la cabeza con
un objeto contundente. El podría no haber sabido... ―Un detalle hizo clic en su
mente. Dos juegos de huellas saliendo del edificio, solo uno hacia la valla. Su
propia voz hizo eco en su mente, en respuesta al perfil de Donahue de los
incendiarios. Diferentes agendas.
―El podría no haber sabido ¿qué? ―preguntó la señora Fischer, con voz tensa.
―El podría no haber sabido lo que los otros habían planeado―dijo Olivia.
El sr. Fischer palideció.
―Joel nunca mataría. No a propósito. Conozco a mi hijo.
―Pero usted no sabe realmente lo que hizo. Será peor, no saber―dijo Olivia―. Por
favor. Tenemos que ver su habitación.
El sr. Fischer miró a su rabino. El rabino Hirschfield se encogió de hombros.
―Es tu elección.
―Y ¿si fuera tu hijo? ―preguntó la señora Fischer, llorando otra vez.
Los hombros de Hirschfield se hundieron.
―Entonces, Dios me ayude, espero que diría que sí.
El sr. Fischer dejó escapar un largo suspiro.
―Bien. Ustedes pueden revisar.
Olivia le miró a los ojos.
―Gracias. Trataremos de hacerlo rápido.

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Capítulo Diecisiete

Martes, 21 de septiembre, 7:30 pm

―Hola, Tom―Le gritaron dos bonitas universitarias fuera del gimnasio


universitario, donde David y Glenn habían encontrado al sobrino de David, Tom
acabando su entrenamiento de baloncesto. La cabeza de Glenn se volvió al ver a
unas chicas que paraban el corazón, saliendo balanceando las caderas.
―Pon tus ojos de nuevo en tu cabeza, viejo―dijo David, divertido―. No llevo un
desfibrilador en la espalda, ya sabes.
―La juventud es desperdiciada por los jóvenes―refunfuñó Glenn y Tom se rió
entre dientes.
―Lo siento―dijo Tom―. Vamos fuera del gimnasio. Ignora a las groupies.
David sabía que Tom estaba al tanto de su estatus de atleta-estrella, pero se sintió
aliviado de que su sobrino tratara de seguir siendo humilde.
―No sé―dijo Glenn―. Yo groupies, como me gustaría dibujarlas.
La sonrisa de Tom brilló mientras los conducía por una acera hacia los dormitorios.
―A mi también.
―Mientras mires solamente―aconsejó David, como siempre hacía―. No toques.
―Lo sé, lo sé―dijo Tom―. No soy estúpido, David.
―Nunca pensé que lo fueras―Había conocido a Tom cuando el chico tenia catorce
años y estaba aterrorizado. Su madre, Caroline, había desaparecido y Evie acababa
de ser trasladada a un hospital de Chicago, luchando por su vida. El padre biológico
de Tom, un verdadero monstruo, los había encontrado después de que Tom y
Caroline hubieran permanecido ocultos durante años con éxito. El hermano mayor
de David, Max, enamorado de Caroline, había salvado el día y más tarde adoptado
a Tom, queriéndolo como si siempre hubiera sido un Hunter. Todos ellos lo
hicieron.
Lo que David siempre recordaba más sobre esas horas terribles cuando temían que
Caroline muriera era la madurez casi antinatural que Tom mantuvo. Cuando los
adultos alrededor de él, estaban perdiéndola, Tom mantuvo la calma, Centrado.
Desde entonces, David le había visto convertirse en un joven de quien la familia se
sentía orgullosa.
Se detuvieron en una mesa de picnic y Tom se apoyó en ella, apoyando uno de sus
enormes pies en su pelota de baloncesto.

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―Así que, además de comerse a las chicas con los ojos, ¿qué os trae aquí?
David se sentó en la mesa, Glenn en el banco.
―Necesitamos un hacker ―dijo David sin rodeos.
Tom rió, luego se puso serio.
― ¿Hablas en serio?
―Oh, sí―David le contó lo sucedido y Tom palideció.
―Yo he almorzado con la abuela en el Deli y ella nunca mencionó nada de esto.
―No había ocurrido aún―dijo David―. Fue como a las dos.
―Cuando ella estaba de vuelta en tu casa―Tom negó con la cabeza―. Dios mío, si
hubiera estado en tu casa y ese tipo loco hubiera ido allí.
―Exactamente―dijo Glenn, Toda su frivolidad anterior desapareció―. Es por eso
que estamos aquí.
―Queremos información del sitio Web de Moss―dijo David―. Quien lo diseñó, lo
posee, lo mantiene. Quien lo visita. ¿Tienes algún amigo friki que nos pueda
ayudar?
Tom asintió con gravedad.
―Diablos, si. Estáis mirándolo.
Los ojos de David se abrieron.
― ¿Tú? De ninguna manera.
―Yo―Dirigió una mirada de reojo a David―. Te dije que estaba embolsado
comestibles el verano pasado cuando fui a casa para las vacaciones de verano. Y lo
hice, parte del tiempo. El resto del tiempo trabajé para Ethan. En realidad trabajé
para él los últimos veranos. El paga realmente muy bien. Gané el doble trabajando
para él en comparación con embolsar comestibles, en la mitad del tiempo. Lo
siento.
David suspiro.
― ¿Por qué no me lo dijiste?
―No vi mucha necesidad. Sal en la herida y todo eso.
Sus hombros se hundieron.
― ¿Tú lo sabías? ―«¿Quien no había sabido que él estaba enamorado de Dana?»
―Lo siento. Era bastante obvio. Solo si estabas mirando, por supuesto.
El rostro de David se calentó.
―Demonios, bueno.
Glenn se aclaró la garganta.
―Supongo que Ethan es el esposo de la ‘cosa’ no correspondida.

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David puso los ojos en blanco, completamente avergonzado ahora.
―Sí. Dios. De vuelta a lo nuestro. ¿Tú podrías encontrar todo lo que queremos
saber sobre el sitio Web de Moss?
―Y que nadie sepa que has estado allí.
― ¿Quién es ese Ethan? ―preguntó Glenn―. Una especie de espía de la CIA?
―Una especie de… ―dijo David, incómodo― Hace redes, sombras, algo de
investigación privada.
―Oh―Glenn hizo una mueca―. Dura competencia.
David le frunció el ceño.
―Gracias.
―Solo por el comentario del desfibrilador―respondió Glenn alegremente―. Así
que, joven, ¿lo harás?
―Nop. Tengo una cita para estudiar a las ocho, pero lo haré cuando acabe y te
llamo.
―Gracias, chico―David se levantó y miró a los solemnes ojos azules de su
sobrino―. ¿Estás seguro? Yo no quiero arrastrarte a nada peligroso. Tu madre me
mataría.
―Todo el mundo dice eso, pero mamá no lo haría. Ella estuvo haciendo trabajo
peligroso todos esos años, recogiendo familias en las paradas de autobús en mitad
de la noche. Ocultándolos de padres abusivos―Se encogió de hombros―. Esto no
es nada comparado con eso.
Los ojos de Glenn se abrieron como platos.
―Tienes que contarme sobre eso.
―El 'asunto' no correspondido dirigía un refugio secreto para mujeres maltratadas
que dejaron a sus cónyuges―explicó David―. Caroline, la de madre Tom, era su
mano derecha y Evie trabajaba para ella, también. La hermana de Olivia, Mia,
también estaba en esto, pero más discretamente, siendo policía. Ellas dieron a un
montón de mujeres nuevas identidades, nuevos comienzos, nuevos trabajos.
Incluso dinero.
― ¿Y tú que hacías? ―preguntó Glenn.
David sonrió, pero con tristeza.
―Arreglaba el techo, su coche, y cualquier otra cosa que se rompiera.
―Ya veo―dijo Glenn, tranquilamente ahora, y David pensó que probablemente lo
hacía.
― ¿Quien está vigilando la abuela? ―preguntó Tom.

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―Noah y Evie―Las cejas de David se arquearon―. Y tengo noticias.
La cara de Tom se rompió en la sonrisa de alto voltaje que hacía suspirar a las
universitarias.
―Noah finalmente hizo la pregunta, ¿eh?
―Sí. Y Evie está sonriendo.
La sonrisa de Tom se atenuó y tragó saliva.
―Bueno. Eso es bueno―De repente saltó de la mesa y se fue, despidiéndose
sobre su hombro―. Te llamaré.
David lo vio alejarse, una vez más, sintiendo sus propios ojos empañándose.
― ¿Y? ―preguntó Glenn― ¿Eso era?
―Familia―dijo David con voz ronca―. Evie es una vieja amiga de Tom. Crecieron
juntos, en el refugio de la ‘cosa no correspondida’. La felicidad de ella ha estado en
su lista de deseos durante mucho tiempo.
― ¿Tiene ‘la cosa no correspondida’ un nombre, hijo? ―preguntó Glenn
suavemente.
―Dana―dijo David, y luego sonrió―. Solía temer escuchar su nombre después de
casarse con Ethan, temía aún más decirlo.
― ¿Y Ahora?
―Ahora... está bien.
―Suena como que esta Dana estuviera dedicada a servir a los demás.
―Lo estaba, excluyendo todo lo demás. Solía volverme loco que fuera a buscar a
todas esas familias en medio de la noche a la estación de autobuses en el centro
de Chicago. A veces los maridos venían después, amenazándola, Pero a ella no
parecía importarle si vivía o moría. Pero eso era entonces.
― ¿Qué cambió?
―Conoció a Ethan. Se dio cuenta de que había algo más en la vida que... ―Se
detuvo, luego suspiró― que ayudar a otras personas.
―Excluyendo todo lo demás―murmuró Glenn.
―Apuesto que piensas que eres muy listo, viejo.
―Sí―Glenn se levanto, estiró la espalda―. Lo pienso.

•••

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Martes, 21 de septiembre, 19:40

No pasó mucho tiempo hasta encontrar los zapatos de Joel. Estaban en su armario,
debajo de una pila de ropa sucia.
―Kane―dijo Olivia. Levantó uno de los zapatos, lo olió, luego le dio la vuelta―.
Huele a humo y parece cola.
―Entonces estuvo allí―dijo el sr. Fischer débilmente. Estaba en la puerta. La
señora Fischer se había quedado en la sala de estar con el rabino. Olivia no podía
decir que la culpara.
―Eso parece, señor.
―No veo ningún frasco de pastillas―dijo Kane, Mirando por los cajones de Joel y
debajo de do colchón―. El CSU puede buscar residuos, pero... ―Dejó morir el
pensamiento. Por lo general, un chico que se drogaba dejaba alguna evidencia
detrás en su habitación y Kane era bueno en encontrarlo.
― ¿Alguna vez se alojaba en otro lugar? ―preguntó Olivia al sr. Fischer.
―No. Quería vivir en la residencia y dijimos que podría en su tercer año.
Kane levantó un grueso libro de texto.
―Ética ambiental. ¿Cuál era su especialidad?
―Filosofía―murmuró el Sr. Fischer.
Kane hojeó el libro y sus cejas se arquearon.
― ¿Acaso Joel tenía novia?
―No. El estaba ocupado con sus estudios. Dijo que estaba esperando a una chica
judía.
― ¿Quiénes eran sus amigos? ―preguntó Olivia.
Fischer cerró los ojos.
―Los hijos de los Kaufman y los Feinsteins, de la escuela hebrea. Y Eric. Eric Marsh.
Ellos han sido amigos desde el jardín de infancia, en primer grado.
Kane escribió los nombres.
― ¿Estos chicos saben sobre los intereses de Joel?
―No lo sé. El hijo de Kaufman va a la universidad en el Oeste en alguna parte. El
hijo de Feinstein está todavía en la ciudad. No se si Joel los veía a menudo. Eric es
estudiante de ingeniería en la universidad. Creo que almorzaban a veces. Eric era
siempre el que mantenía a Joel firme. Le mostraba los problemas de todos los
planes extravagantes que se le ocurrieron en los últimos años―Su rostro se
ensombreció―. Yo ni siquiera sé si alguien le ha contado a Eric sobre el accidente.

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―Está bien―dijo Kane―. Allá vamos―Había estado repasando el montón de
papeles de Joel de la escuela y levantó una carpeta encuadernada―. 'Preston
Moss, ¿héroe o monstruo?' En la última página Joel llega a la conclusión de que era
un héroe.
Un aliento estrangulado llegó de Fischer.
―Hijo, ¿qué has hecho? ―susurró.
Olivia miró a su alrededor por la habitación de Joel. Una de las paredes estaba
cubierta de placas, honrando su servicio comunitario, lo que le hizo pensar en la
habitación de David en Chicago. No había ninguna placa o recuerdo. David no hacía
su servicio para hacerse notar. Teshuvá12. David estaba siguiendo los pasos, pero
¿por qué pecado? ¿Qué había entendido de Lincoln?
Se volvió hacia el padre de Joel.
―Apuesto que más de lo que él esperaba originalmente.
Los ojos de Fischer estaban angustiados.
―Oh, Dios. El hizo esta cosa. Esta horrible cosa.
―Lo siento mucho, señor―dijo ella―. Vamos a tener que traer a nuestra unidad
científica.
El asintió con la cabeza vacilante.
―Entiendo.
Su color le preocupaba. Se había vuelto gris.
― ¿Puedo ofrecerle algo?
―No. Nada―Entonces se alejó, su espalda encorvada y Olivia escuchó el familiar
aullido silenciado de la agonía. Era dolor crudo y siempre desgarraba sus entrañas.
―Maldita sea―murmuró.
―Hiciste todo lo que pudiste, Liv―dijo Kane sosegadamente―. Más de lo que la
mayoría haría. ¿Cómo sabes todo eso de la... Cómo lo llamaste? ¿Teshu...?
―Hacer Teshuvá―dijo con un suspiro.
―No supiste eso de pasar por el velatorio de tus vecinos de vez en cuando.
―No. Cuando estaba en la universidad, pasé un par de años buscando mi
alma―admitió―. Ya sabes, ¿Por qué estamos aquí? Miré un montón de religiones.
Me gustaban mucho mis vecinos. Eran una familia feliz. Pensé que tal vez era su fe.
Así que fui al templo cerca del campus mucho tiempo. Tenía curiosidad. Como Joel.
Kane levantó el libro de texto.
12
-literalmente significa arrepentimiento. Cuando alguien pasa por el proceso del Teshuvah, la persona judía identifica las áreas en las
cuales se encuentra débil, examina sus actitudes y controla sus deseos e instintos que lo desvían del camino de Dios, retornando así a
su creador y Dios, Elohim. El proceso consiste en: Arrepentimiento, Cesación, Confesión y Resolución

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―El tenía una novia. Encontré una nota, con corazones, y besos. 'Nos vemos en la
biblioteca’. Firmado, M.
Ella cogió una de las almohadas de la cama de Joel.
―Mancha rosa. Barra de labios―lo olió y su mente volvió a las palabras de David.
«Pensé que te había soñado, entonces te olí. En mi almohada». Su corazón se
agitó―. Perfume. Débil, pero aquí.
―No seria la primera vez que los chicos y las chicas se ven furtivamente a espaldas
de sus padres.
―Voy a hacer una llamada a Micki, para traer aquí un equipo.
―Es tarde―dijo Kane―, y estoy abatido. Ha sido un largo día. Una vez que el CSU
llegue, vayámonos a casa, a recargar, y regresemos por la mañana.
Ella pensó en David, esperándola en la cabaña. Se preguntó de nuevo qué podría
haber hecho, y luego pensó en todo lo que él había hecho desde entonces y se
preguntó qué importaba el pasado. Había demostrado la clase de hombre que era,
una y otra vez. El la estaba esperando y había prometido respuestas. Ella había
estado esperando durante dos años y medio.
―Bien.

Martes, 21 de septiembre, 20:55

―Es casi la hora del cierre, señor―le dijo a Dorian Blunt, que estaba sentado solo
a una mesa, con los ojos en la puerta. El contable díscolo había estado allí casi una
hora, saltando cada vez que la campanilla de la puerta sonaba.
El pobre Dorian estaba esperando al hombre que lo había contactado a través del
correo electrónico sobre un puesto de contabilidad en una nueva empresa. Había
suficientes detalles verificables para que Dorian creyera en el trabajo y lo
suficientemente comprometido para hacerle desesperarse por el puesto.
Porque Dorian necesitaba un trabajo nuevo desesperadamente. Sobre todo ahora.
El trabajo que había aceptado tras abandonar su antigua empresa después de que
malversara todo ese dinero no había tenido éxito, y las finanzas del hogar Blunt
estaban sufriendo. Tanto que Dorian podría comenzar a escavar en sus mal habidas
ganancias en cualquier momento.
Lo cual no podría hacer. «Porqué yo tomé cada centavo».
Por supuesto no había trabajo. «Solo yo, jugando un poco con Dorian». Como no
quería hacer daño a la señora Blunt o su hijo, había necesitado una manera de

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atraer a Dorian fuera de su casa, y la promesa de una entrevista de trabajo era
mejor que la mayoría. ¿Esperándole durante una hora, mirando la puerta?
Ahora, esa era una estrategia que había aprendido de un verdadero maestro.
Afiliado aquí en su tienda. El asesino en serie sin contemplaciones apodado ‘El
Asesino del Vestido Rojo’ por la prensa había atraído a sus víctimas femeninas
fuera de sus hogares con la promesa de una cita en un lugar público. Les había
hecho esperar, desmoralizándolas, entonces cuando se habían rendido sobre el
hombre perfecto, el asesino las había seguido a casa y llevado a cabo sus cobardes
actos.
Había engañado a su tercera víctima aquí. «Justo debajo de mi nariz y ni siquiera
yo sospechaba nada». Hasta que la policía lanzó la imagen de la víctima en todos
los medios. La había reconocido inmediatamente. Incluso había conversado con
ella la noche en que había desaparecido. La policía la había localizado aquí,
pidiendo el vídeo de la zona de comedor, pero él había mentido, diciéndoles que
solo tenía vídeo de la caja registradora.
Por un breve momento, había considerado chantajear al Hombre de la Fosa, pero
rápidamente decidió no hacerlo. El hombre había sido un asesino en serie, por el
amor de Dios. No había manera de que se involucrara con eso. Y ¿en cuanto a
ayudar a la Policía? Dejó que lo averiguaran por sí mismos. Para eso es que les
pagaban.
Con el tiempo lo habían averiguado y la historia completa del Hombre de la Fosa
había sido revelada. Había tenido más de tres docenas de cuerpos escondidos en la
fosa de su sótano. «Así que mi instinto estaba en lo cierto. No te metas con un
hombre con tres docenas de cuerpos en su sótano». El vídeo del Hombre de la Fosa
vigilando a su víctima, después de su salida de esa noche, era uno de sus tesoros.
Y cada vez que necesitaba una lección de discreción, lo observaba. El Hombre de la
fosa se había vuelto engreído, después descuidado, luego atrapado. Ahora estaba
muerto. «No tengo la intención de descuidarme».
«Tengo la intención de colgar todo a Mary y Albert». Especialmente a Mary. Tenía
una cuenta pendiente con ella. Pero por ahora, tenia una cuenta pendiente con el
sr. Dorian Blunt. «Pagarme una fracción de lo que debe». Tonto. Entre Tomlinson y
Blunt, tendría suficientes recursos visuales para convencer a sus otros clientes para
que pagaran a tiempo. Y si no, también les mataría.
Levanto la vista hacia el reloj. Tenia que terminar con Dorian para poder hacer
frente a ese chico, Kenny, en la Escuela para sordos y averiguar lo que sabía que no

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estaba diciendo a los policías. Cortaría esos cabos sueltos y entonces podría volver
a los negocios.
―Señor―gritó―. Ya hemos cerrado. Tiene que irse.
Dorian se levantó, agarró su maletín con una mano sudorosa.
― ¿Solo unos minutos más? Esta reunión es muy importante.
―Lo siento, señor. Estoy listo para cerrar. Quizá desee esperar fuera durante unos
minutos. Por si acaso.
Fue lo que Dorian hizo, lo que él había sabido que haría. Cerró con llave y fue a
buscar su camioneta. Pronto, Dorian Blunt desearía haber pagado sus cuentas a
tiempo.

Martes, 21 de septiembre, 21:05

David estaba de pie al borde del muelle de Glenn, con el rostro levantado
hacia el viento fresco que llegaba del agua. Eran más de las nueve y Olivia no había
llamado.
Casi se había rendido y la había llamado, pero se contuvo. La pelota estaba
realmente en el tejado de ella, pensó. Sin juegos de palabras Ella podría estar
ocupada. Ella podría estar liada con un sospechoso y no podía llamar. O,
simplemente podría haber cambiado de opinión.
Miró su caña de pescar y la caja de cebos que estaba en el muelle, sin usar. Los
había traído hasta aquí, con la intención de tratar de atrapar otra lucioperca, pero
había acabado aquí de pie, contemplando. Todo.
Pensó en lo que Evie había dicho sobre las oportunidades perdidas, sobre el
paralelismo de Glenn de su vida con Dana. Servir, con exclusión de todo lo demás.
Dana había hecho penitencia por la culpa que sentía por el asesinato de su madre
a manos de su padrastro.
La mía... la muerte de Megan y la muerte de toda su familia. También a manos de
un padrastro. Es curioso como nunca se había detenido a considerar los
paralelismos antes. Pero siempre habían estado allí, claro para que cualquiera lo
viera. Si alguien sabía la verdad.
Lo qué lo llevó de nuevo a la gran pregunta de Olivia, «¿quién eres?» Todavía no
estaba seguro de lo que iba a responder, si alguna vez llegaba.
Volvió su mente a Lincoln y su ayudante fantasma, que podría no existir.

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Esperaba que Tom estuviera haciendo más progresos con el sitio Web de lo que él
había hecho con los números de teléfono que había encontrado en el registro de
llamadas de Lincoln. Las únicas llamadas que habían aparecido en alguna de las
búsquedas inversas que había hecho eran los celulares de la madre de Lincoln y su
hermano, Truman. El otro número al que Lincoln había llamado no coincidía con
nada. Podía ser un desechable. Había ido tan lejos como para coger un celular
desechable propio de camino a la cabaña, pero no había llegado a marcar los
números.
Si uno de ellos era importante, no quería darles aviso.
A quienquiera que ‘ellos’ fueran. Porque a pesar de que ser muy positivo con
Lincoln había ayudado, David todavía tenía que preguntarse ¿por qué? ¿Por qué
alguien cuerdo iba a querer encontrarme? Todo lo que hice fue coger la maldita
bola.
Un ruido le llegó a la oreja, débil, pero se hizo más fuerte y su corazón comenzó a
latir con fuerza. Un coche. U Olivia simplemente se había olvidado de llamar o
alguien más había ido a registrar el lugar. Agarró su equipo de pesca y corrió de
vuelta a la casa, sus cosas estaban en el porche trasero. Camino a través de la
pequeña sala de estar. Había puesto la mesa de nuevo y restauró el orden en el
escritorio de Glenn. La casa estaba lista para Olivia.
Pero ella ¿estaba lista? «¿Lo estoy yo?»
Con las manos temblando, él abrió la puerta, solo para encontrarla en la puerta de
su casa, su puño un punto de tocar. Lentamente bajó el puño a un lado, con los
ojos fijos en él, y tuvo que obligarse a respirar.
Llevaba una gabardina beige, ceñida con fuerza alrededor de su cintura. Pero
asomando por debajo de ella podía ver el vestido de la noche anterior. El que se
había puesto la primera noche que la había conocido. Llevaba unos zapatos
ridículamente altos que hacia que sus piernas se vieran increíbles. Levantó los ojos
hacia su rostro, con la esperanza de estar leyendo las palabras correctas entre
líneas, porque en su cabeza llevaba un sombrero de fieltro, con el borde calado.
― ¿Puedo pasar? ―preguntó ella. El se hizo a un lado y ella entró, con los ojos
atraídos por la mesa. Miró hacia arriba, con la boca ligeramente curvada―. Como
la noche anterior.
―Tenía la esperanza... ―Las palabras se desvanecieron, su pensamiento quedó
inacabado. Se quedó de pie delante de él, lo suficientemente bien para comérsela,
y cada músculo de su cuerpo se tensó. Se metió las manos en los bolsillos para no

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estirarla y tocarla―. Tomaré tu abrigo―dijo más o menos―, pero una vez que te
toque, no voy a poder detenerme.
Sus ojos ardieron y él pudo ver el pulso revoloteando en el hueco de su garganta.
Ella tiró de su cinturón, luego soltó los botones, quitándose el abrigo. Ella puso su
abrigo en el brazo del sofá, cuidadosamente puso su sombrero encima y se volvió
hacia él. Deliberadamente le tendió la mano.
―Hola. Soy Olivia Sutherland. Encantada de conocerte.
Sus ojos cayeron sobre ella y tragó. Duro. Ella le estaba ofreciendo la oportunidad
de empezar de nuevo. De hacer las cosas bien esta vez. Poco a poco vio su mano
tomando la de ella, la suya grande y morena, la de ella pequeña y pálida. Casi
frágil. Pero él sabía que ella era todo lo contrario. Ella era fuerte y amable,
hermosa y él estaba temblando como un adolescente.
―Yo soy David Hunter―Se acercó más hasta que pudo ver cada pestaña
enmarcando sus ojos azules. Hasta que su boca estuvo a un susurro de la de ella―.
Y te deseo más de lo que quiero respirar.
―Oh―Fue más una exhalación que una palabra. Sus ojos se cerraron, su pecho
apenas se movía con las inhalaciones superficiales que tomaba, como si todo el
oxígeno hubiera sido succionado de la habitación. No supo quien se movió
primero, y luego no le importó. Ella tenia los brazos cerrados alrededor de su
cuello y su boca estaba sobre la de ella, salvaje y estrujándola, pero se encontró
con él con toda su fuerza, con la boca abierta y malditamente caliente.
Sus manos estaban en todas partes, su espalda, sus pechos, su redondo trasero
que llenaba sus manos como si estuviera hecha para él.
― ¿Qué quieres? ―Se las arregló para decir.
―A ti―Ella puntuó sus palabras con duros besos―. Ahora. Por favor.
El debería detener esto. Ella había querido hablar. Necesitaba sus respuestas. Pero
él no se creía capaz de detener esto ni si su vida dependiera de ello. Levantó el
vestido, pasando sus manos por sus piernas y luego él gimió cuando sus dedos
pasaron de la seda a la piel desnuda. Llevaba medias de verdad.
― ¿Donde está la cremallera de esta cosa? ―dijo con voz áspera, buscando en su
espalda.
―No hay cremallera―Sus manos estaban ocupadas en los botones de la camisa―.
Sólo... quítalo.
Tiró del vestido por la cabeza y lo dejó caer donde fuera. Y entonces se quedó
mirando. Seda y encaje cubrían muy poco. Sus ojos cayeron sobre un minúsculo

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tanga. Muy, muy pequeño. El pensó que su corazón podría explotar. Estaba seguro
de que otras partes de él lo harían. El posó los ojos en el sofá, tentado, pero ella le
dio unos golpecitos con el dedo contra su boca.
―Dijiste―dijo ella con un ronco murmullo que lanzó cada gota de sangre
corriendo fuera de su cabeza―, que necesitabas más espacio para lo que querías
hacerme―Ella retiró la camisa de sus hombros y rozó su boca con la de ella
mientras sus manos recorrían la piel que había desnudado―. Para mí. En mí. Nada
de sofá, David.
El iba a morirse.
―Bien―dijo entre dientes, y la levantó, envolviendo ella sus piernas alrededor de
su cintura. Dio dos pasos hacia el dormitorio cuando su boca encontró su pecho a
través del encaje y ella se arqueó contra él, su cuerpo ágil y hermoso. El se detuvo
donde estaba, chupando y haciéndola gemir, amando el sonido. La cambió de
posición, reclamando el otro seno para poder oírlo de nuevo.
―Date prisa―le instó ella―. Por favor. Por favor.
Era un canto desesperado que él obedeció, poniéndola en la cama, entonces
arrancó las diminutas bragas por las piernas, sacando sus zapatos de sus pies en un
único movimiento. Antes de que pudiera tomar otro aliento su boca estaba sobre
la de ella y ella gimió, justo como recordaba.
Ella sabía... igual que recordaba. Y sus manos se hundieron en su pelo, tirando de
él más cerca, como recordaba.
―Por favor, por favor―Canturreó ella de nuevo, pidiendo más, pidiendo que la
llevara allí, como si no estuviera segura de lo que hiciera.
Así que él chupó y mordisqueó y lamió, finalmente clavando su lengua
profundamente y el cuerpo de ella se tensó, con la cabeza echada hacia atrás y un
grito ahogado surgió de su garganta arqueada mientras se corría con una fuerza
que le sorprendió.
Pero él no se detuvo. No podía parar, y ella se estremeció de nuevo, con su nombre
en sus labios.
El se puso de rodillas, mirándola, su cuerpo palpitante.
―Olivia, mírame.
Ella parpadeó, finalmente levantó sus párpados. Estaba muy aturdida.
El puso sus manos a cada lado de su cara, acercándose.
―Estoy pensando en ti. Solo en ti. Solo en ti. Olivia.
Ella lo miró fijamente durante un largo momento. Luego sus labios se curvaron.

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―Sigues estando vestido.
Sus manos le alcanzaron, pero él agarró sus muñecas, entrelazando sus dedos con
los de ella.
―Si me tocas, me correré.
―Deseo que lo hagas. Necesito que lo hagas.
―Yo lo necesito, también, pero quiero que dure más de treinta segundos. Así que
dame un minuto―Dejó caer su frente sobre la de ella―. Soñé con tu sabor. Es
mejor que lo que soñé.
Se retorció contra él.
―David, por favor.
El la dejo ir, echándose hacia atrás antes de que pudiera tocarlo. Le quitó las
medias de las piernas lentamente, una tras otra, entonces se quedó de pie al lado
de la cama y se quitó la camisa.
―Quítate el sujetador.
Ella se incorporó y se desabrochó el encaje espumoso que apenas cubría lo
suficiente para merecer el nombre. Dejó que los tirantes se deslizaran por los
brazos y de repente, le quito el aliento.
―Eres hermosa.
Ella bajó la mirada a sus manos mientras le soltaba el cinturón.
―Tú también.
Las manos de David se detuvieron. Se arrodilló al borde de la cama, bajando su
mirada mientras ella alcanzaba el botón de sus pantalones. El cubrió sus manos
con las de él, deteniéndola.
―No. Mírame a mí, Olivia.
Ella levanto la vista hasta que ella lo miró a los ojos.
― ¿Cuál es el problema?
―Nada. Todo.
El tomó su rostro con ternura
― ¿Por qué crees que estoy aquí?
―Porque me deseas más de lo que quieres respirar.
―Y eso es porque eres hermosa. No podía sacarte de mi mente, Olivia. Lo intenté.
Durante meses y años lo intenté y nada funcionó. Nadie sirvió. Seguía viendo tus
ojos cuando hablamos y tu cara cuando sonreías.
Algo se movió detrás de sus ojos y supo que nunca la convencería con palabras.
Dejó que sus pantalones cayeran al suelo y tiró de sus boxer con ellos y sintió una

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oleada de satisfacción cuando sus ojos se abrieron como platos, calentándolo de
nuevo.
Ella pasó un dedo por su longitud, entonces, pasó las manos por sus costados,
agarrando sus caderas. El sabía lo que venia, pero aún así nada lo preparaba para
lo absolutamente increíble que sintió cuando su boca se deslizó sobre él, húmeda y
cálida. Su cabeza cayó hacia atrás, los ojos cerrados y un gemido gutural escapó de
su pecho.
Era el paraíso. Pero él no quería correrse así. No esta noche.
―Detente―Haciendo acopio de todas sus fuerzas, le clavó los dedos por el pelo y
la apartó para poder ver su rostro―. A ti, para ti―La arrastró hacia arriba,
arrasando su boca sobre la de ella, ferozmente satisfecho cuando sus brazos
volvieron alrededor de su cuello y presionó sus pechos contra su pecho,
devolviéndolo el beso―. En ti―Metió a ciegas la mano en el cajón junto a la cama
por un condón―. Quiero estar dentro de ti.
―Date prisa entonces―susurró ella, tirando de él hacia abajo a la cama con ella.
Frágil ella ciertamente no era. Ella le arrebató el paquete de la mano y él tuvo que
apretar los dientes para contenerse cuando ella se deslizó sobre él, con las manos
como pequeñas llamas de fuego.
El le dio la vuelta sobre su espalda, decidido a hacer todas las cosas que debería
haber hecho antes, rezando para tener la fuerza para contenerse, para darle lo que
se merecía. Pero cuando él empujó dentro de ella, ella estaba caliente y húmeda y
tan malditamente apretada. Se detuvo a medio camino y se estremeció,
sosteniendo su control de un hilo.
―No quiero hacerte daño.
Ella lo miró a los ojos y él ya podía ver el placer que había esperado poner allí.
―Más―Ella se sacudió contra él, tirando de él más profundamente―. Dios, por
favor. David. Más.
Su control se rompió en el primer más y se introdujo más profundo, haciéndola
jadear. Pero no había dolor en su rostro, solo una creciente necesidad sensual
mientras se movía, más duro, más profundo. Más rápido. Ella aceptó y buscó cada
embestida mientras la observaba acercarse al clímax. Podía sentir el hormigueo del
orgasmo en la base de su espina dorsal y luchó por retroceder. Todavía no. Maldita
sea, todavía no.
Luego las cortas uñas de ella se clavaron en su espalda y una vez más ella se tensó.
Se hundió más fuerte, llevándolos con imprudencia más alto hasta que ella gritó y

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la ola los golpeó y todo se volvió negro, el nombre de ella en sus labios mientras
caía.

Martes, 21 de septiembre, 23:30

Todos los sistemas funcionaban. Estaba sentado en su camioneta a una


manzana de distancia, vigilando la casa que Barney Tomlinson había comprado
para su puta. Su destrucción significaría más dinero del seguro para la señora
Tomlinson y era una última manera golpear a Barney, in memoriam.
Dorian estaba tumbado boca abajo en el escritorio de Barney dentro de la casa.
Menos su cara, por supuesto. Eso daría a los policías un divertido rompecabezas
por resolver. ¿Cómo se conectarían Dorian y Barney? No lo hacían, por supuesto,
«excepto por mí».
La belleza era que el dinero que cogió de ambos hombres se mantenía en cuentas
en el extranjero que nadie sabría que debía buscar. Sin conexión.
Allí estaban Albert y Mary. Justo a tiempo. Habían discutido antes sobre este
trabajo. Sus voces habían llegado altas y claras a través del micrófono que había
escondido en su teléfono.
Albert se había puesto furioso con Mary por las bolas de cristal. Mary se había
puesto furiosa por haberle mentido sobre que Tomlinson fuera un villano
ambiental. Ninguno de los dos parecía terriblemente molesto por la muerte de
Eric. Mary no había querido hacer este trabajo. Albert había amenazado con
romperle el cuello y tirarla al río Mississippi. Había sido de lo más entretenido.
Pero después de todo eso, aquí estaban. Y por el aspecto de ellos, discutiendo
todavía.
Sintonizó el receptor prendido de su cinturón en su frecuencia y escuchó. Albert
tenía el desechable en el bolsillo de su camisa, por lo que su voz era fuerte. Mary
contenía la suya, sin embargo.
―Maldita sea, mujer, cállate―gruñó Albert. El estaba hablando con su acento
francés. Tal vez no lo había falsificado después de todo. Tal vez había estado
tratando de vengarse de Eric.
«Dado el estado actual de muerte de Eric, yo diría que lo hizo bastante bien».
―Esto es estúpido―siseó Mary―. Nos estamos enterrando nosotros solos más
profundamente.
―Y ¿si nos negamos?

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―El publica el video. Diremos que está trucado con Photoshop. Además, él tiene el
video con la chica. Esto demuestra que él estaba allí, no nosotros.
Mary tenia un punto, Albert no se lo creía.
―Haz lo que te digo o los peces te amarán. Los grandes y desagradables de ese
sucio río vuestro.
―Te odio.
―Lo bueno es que no es necesario que yo te guste. Solo tienes que hacer lo que
has dicho.
«Vamos, Albert. Alguien debería haber golpeado a esa chica hace mucho tiempo».
Les grabó en vídeo mientras entraban en la casa y salían rápidamente de nuevo. En
cuestión de minutos el fuego estaba en su apogeo. Los chicos se estaban haciendo
bastante buenos en esto. Albert sacó el móvil del bolsillo y tomó una foto,
entonces, los dos corrieron al coche de Eric.
Ellos se marcharon y él arrancó su camioneta, dirigiéndose en otra dirección. Tenia
que llegar a la Escuela para sordos. Tenía una cita con Kenny de la que el chico que
aún no sabía. Miró hacia atrás a la bolsa de plástico de la tintorería que contenía su
traje. Tendría que hacer un rápido cambio allí cuando llegara. Su camisa era del
estilo incorrecto, así como su sombrero, Pero apostaba a que Kenny no estaba
familiarizado con el uniforme exacto usado por el Departamento de Policía de
Minneapolis.

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Capítulo Dieciocho

Martes, 21 de septiembre, 23:30

Olivia despertó lentamente, felizmente adormilada. Totalmente desnuda Y...


sus ojos se abrieron abruptamente, tensándose cuando se dio cuenta de donde
estaba y de quien era la mano que posesivamente cubría su pecho. Ella estaba
acoplada contra David, de espaldas contra su duro pecho. Y él no estaba dormido,
si lo que sentía latiendo contra su trasero era alguna indicación.
―No te vayas―murmuró él en su oído, Enviando escalofríos por su cuerpo―. Por
favor.
―No lo haré. Pero necesito mi teléfono, por si recibo una llamada.
―Está en la mesita de noche. Lo encontré en el bolsillo del abrigo.
Ella levantó la cabeza, sus ojos se estaban acostumbrando a la oscuridad. El había
dejado su ropa en una silla cercana, su bolso encima.
― ¿Cuánto tiempo estuve fuera?
―Dos horas. Gracias por darme la oportunidad de redimirme. Lo hice, ¿no?
―Yo diría que hiciste más que eso―murmuró ella.
El dudó.
― ¿Lo lamentas?
―No―todavía tenía preguntas, pero no se arrepentía.
―Bueno―El la besó en la parte superior de su cabeza―. Necesitaba esto.
―Yo también.
―Pensé que querías hablar primero.
Su suspiro fue silencioso.
―Yo también.
― ¿Qué cambió?
―Parte de ello fue 'Te deseo mas de lo que quiero respirar.' menuda línea, David.
El se movió contra ella y ella contuvo el aliento. Estaba dispuesto, otra vez. «Y yo
también».
―Eso no fue una línea, Olivia. Todavía te deseo más de lo que quiero respirar. Pero
ahora al menos puedo pensar. Si eso era parte de lo que ha cambiado tu
pensamiento, ¿qué fue el resto?
«La pared de Joel Fischer», pensó.

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―Tenemos una pista sobre uno de los incendiarios de los apartamentos. Parece
una sobredosis y que condujo su coche fuera de la carretera la mañana del lunes.
Está muerto.
― ¿Conciencia culpable?
―Creo que sí. Me quede en la habitación de este chico, mirando todas las placas
en su pared, por todos sus servicios a su comunidad. Quería marcar una diferencia.
Creo que lo tenía en la cabeza y no pudo soportar la culpa. No dejaba de pensar
que este chico hizo tanto bien, después una cosa mala y todo se deshizo para él.
Entonces pensé en Lincoln, su culpabilidad―Hizo una pausa―. ¿Qué entendiste?
Tensándose, él movió su mano de su pecho a su estomago. Cubriéndola con la de
ella, ella se aferró.
―Me pregunté qué era lo que habías entendido―dijo ella―. Dijiste 'y' anoche
cuando discutíamos sobre lo que pasó después de la boda de Mia.
El tragó saliva.
― ¿Y?
―Pensabas que habías hecho algo más. Algo peor. Me preguntaba si debería haber
estado más preocupada por eso de lo que estaba. Entonces, me pregunté qué
importaba. Has demostrado la clase de hombre eres. Todavía quería la respuesta a
mi pregunta, pero cuando te ví... me pareció mucho menos importante. Porque te
deseaba más de lo que quería respirar, también.
El tomó aliento, lo dejó escapar.
―Entonces, ¿cuál es tu pregunta, Olivia?
Ella rodó sobre su espalda, encontró sus ojos a la defensiva.
― ¿Quién eres, David Hunter? ―Ella le sonrió, tratando de suavizar las palabras―
Además de bombero, salvador de gatos que es voluntario de más causas que diez
personas juntas.
El miró hacia otro lado.
―No lo sé. He sido ese hombre tanto tiempo, que no lo sé.
Ella sintió la honestidad y la frustración en su respuesta.
―Entonces, ¿quién eras antes?
El se estremeció.
―No era tan agradable. No creo que te hubiera gustado.
― ¿Qué edad tenia 'ese tú'?
―Dieciocho.

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Dieciocho años entonces, pensó ella. Había vivido la mitad de su vida con lo que
fuera que hubiera hecho.
―Y ¿qué hizo el de dieciocho años?
El se apartó de repente, pero ella se puso de rodillas, agarrando su brazo cuando
sus pies ya tocaban el suelo.
―No lo hagas―dijo ella con urgencia―. No te atrevas a alejarte de mí. Fuera lo
que fuese lo que hiciste, o piensas que hiciste, evitó que vinieras a mí durante dos
años y medio. Fuera lo que fuese, afectó mi vida, también. Ese tiempo se ha ido,
David. Desperdiciado. No quiero perder más. Estoy aquí, ahora mismo, en tu cama.
No tengo miedo de ti. Así que dímelo.
El se sentó en el borde de la cama, de espaldas a ella, con los hombros encorvados.
―No puedo.
Guiándose por el instinto, ella se arriesgo.
― ¿Cuál era su nombre? ―Hubo un largo, largo silencio y pensó intentarlo una vez
más― ¿Fue Dana?
Volvió un poco la cabeza, como si se sobresaltara.
―No. No me encontré con ella hasta que tuve treinta años.
―Mia me hablo de ella, como ayudaba a mujeres maltratadas, que huían de sus
maridos. Como la ayudaste a hacerlo.
―No, solo arreglaba el techo.
―Lo que significaba un montón para mujeres asustadas que tenían un lugar seco
donde ocultarse con sus hijos. ¿Por qué lo hacías? ¿Por Dana o por las mujeres y
sus hijos?
―Las dos cosas. Dana estaba haciendo algo concreto. Ella no solo hablaba de la
difícil situación de estas mujeres y sus hijos. Ella hacía algo. Yo admiraba eso.
―La amabas. A Dana.
Se había dado la vuelta ahora y ella no podía ver su rostro.
―Sí―dijo, y ella sintió una punzada de envidia y consternación―. O tal vez la idea
de ella―agregó en voz baja―. Siempre supe que ella no sentía lo mismo. Tal vez
eso la hacía segura. Suena estúpido.
―No, en absoluto―Durante largos minutos se sentaron en silencio―. ¿Cuál era su
nombre, David?
Se estremeció con su suspiro de cansancio.
―Megan.
― ¿Y ella tenía dieciocho, también?

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―Sí.
― ¿La amabas?
La dureza de su risa la provocó una mueca de dolor.
―No tanto como a mí mismo.
― ¿Qué pasó con ella?
―Murió―dijo rotundamente―. Asesinada por su padrastro. ¿Se acabó mi
interrogatorio?
―Dijiste que responderías a mis preguntas―dijo en voz baja―. Estoy pensando
que lo que eres ahora tiene mucho que ver con quien eras entonces.
Esperó mucho tiempo hasta que finalmente él suspiro.
―Ni siquiera sé por dónde empezar.
Ella pasó una mano por su brazo.
― ¿Qué tal, ‘Había una vez una niña llamada Megan’?
Tragó saliva.
―Nos conocimos en secundaria. Ella fue mi primer baile, mi primera cita. Mi
primer beso.
―Entonces, ¿Qué pasó?
―Paso el tiempo. Me fui a la escuela superior, nos distanciamos, pero todavía
éramos amigos. Entonces mi hermano Max se convirtió en profesional y todo
cambió. El se incorporó a la NBA. Su vida cambio, y también lo hizo la mía.
― ¿Para mejor?
―En ese momento me lo parecía. Tenía dieciséis años y estaba tan lleno de mí
mismo. Jugaba en el equipo de béisbol de mi escuela, mi entrenador me dijo que
era uno de los favoritos para una beca. Yo era guapo. Las chicas me querían. Un
montón de chicas. Entonces, eso era todo.
― ¿Qué pasó con Megan?
―La había dejado para entonces. Yo era un atleta. Necesitaba a la chica más guapa
de la clase, la más rápida. Megan no podía competir. Me sentía mal por su...
torpeza social―Lo dijo como auto-recriminación―. Yo no debería haberlo hecho,
no por eso en cualquier caso.
― ¿Qué pasó entonces?
―Su padre murió cuando estábamos en Secundaria. Ella tenía un hermano
pequeño y su madre trabajó duro para sacarlos adelante. Luego, cuando Megan
tenía dieciséis años, su madre se volvió a casar. La vida iba a ser mejor para ellos,
pero su padrastro era un mal bicho.

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―Oh no―susurró con tristeza, como si ya supiera lo que venia.
―El les gritaba, todo el tiempo. Nadie sabía que los golpeaba, pero deberíamos
haberlo sabido. Pero yo estaba muy ocupado―dijo mordazmente―, siendo
popular. Divirtiéndome con la gente guapa.
―Es solo una cara―murmuró, entendiéndolo ahora―. David...
―Yo estaba ocupado―continuó, como si no hubiera dicho nada―. Yendo a bailes,
jugando a la pelota, disfrutando de ser el hermano de una estrella de la NBA.
Nunca tocaba un libro. Las chicas inteligentes hacían mis tareas. Mi madre rezaba
por mí todos los días, me rogó que me enderezara, que recuperara el control. Pero
¿que sabia ella? Tenía al mundo por la cola.
― ¿Cómo se rompió la cola?
―Éramos los mayores y había una fiesta. Los padres de uno de los chicos se habían
ido el fin de semana y montamos una gran fiesta. Cerveza, alcohol, hierba. Un
montón de chicas. Me emborraché. Y Megan apareció.
Olivia no dijo nada. Tenía la mandíbula apretada, con los ojos mirando al frente, sin
ver.
―Estaba tan borracho, tan ensimismado, que no vi que tenía un ojo negro. Estaba
oscuro y la música estaba muy alta y supuse que había venido por la misma razón
que las otras chicas. Por esta cara. La besé, y por un minuto ella se me aferró.
Entonces la manoseé. La arranqué su blusa y ella trato de alejarme. Nadie me
empujaba.
―Te hizo enojar.
―Sí. Entonces ella comenzó a llorar. Dijo que necesitaba mi ayuda. Necesitaba mi
coche. Tenía que escapar. Pero yo estaba loco, así que la empujé, le dije que le
preguntara a alguien que... ―Su garganta se movía mientras trataba de terminar,
pero su voz se quebró―. Que le importara. Ella solo era Megan del otro lado de la
calle. Yo era David, Mr. Perfecto.
Olivia apoyó la mano en su espalda, le sintió estremecerse, pero él no se apartó.
― ¿Y?
―La fiesta se prolongó. Nadie la vio entrar o salir. Ella no era nadie. Éramos
populares. No le dediqué otro pensamiento el resto de la noche. Yo nunca había
estado bebido antes y la mañana siguiente tuve una resaca horrible. Todo lo que
podía pensar era que tenía que llegar a casa antes de que ma regresara de misa o
me mataría. Y entonces pasé por la casa de Megan.
― ¿Recordabas lo que habías hecho?

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Sus labios se torcieron.
―Yo tenía un vago recuerdo de lo que ella había dicho, que ella había llorado. Pero
no lo entendí hasta que pasé por su casa. Había un coche de Policía aparcado
delante, con las luces parpadeando. Mi corazón comenzó a latir como loco. Dejé mi
coche y corrí hacia la puerta y... la vi. El poli en el interior trató de bloquearme la
vista, pero era demasiado tarde. Yo ya había visto.
― ¿Estaba muerta? ―murmuró Olivia.
―Todos ellos lo estaban. Su madre estaba en la escalera. Su cabeza... le había
golpeado la cabeza con un bate. Megan estaba en mitad del suelo de la
sala―Respiró estremeciéndose―. El la había golpeado, también. Estaba encima de
su hermano, protegiéndolo. Había ropa por todas partes y una maleta vacía contra
la pared.
―Ella estaba huyendo.
―Lo intentó―dijo él con voz hueca―. Debió pillarla. Montó en cólera. Los mató a
todos, luego se pegó un tiro.
― ¿Qué hizo la policía?
― ¿Ese día? Me preguntaron lo que sabía. Les dije que no sabía nada. Yo nunca les
dije que había venido a mí la noche anterior.
Había odio y desprecio en su voz, ambos por él mismo. Le dolía el corazón por él,
incluso mientras luchaba buscando palabras que decir.
―Y ¿después de ese día?
El se encogió de hombros con indiferencia.
―Después era noticia antigua. No había ningún otro misterio que resolver, que no
fuera por qué diablos nadie lo había detenido antes de que matara a tres personas
inocentes.
― ¿Alguna vez le dijiste a alguien lo que pasó?
―No. Lo intenté un par de veces. Traté de decírselo a mi padre ese verano, pero no
podía soportar ver como se disgustaría conmigo. Papá ya estaba mal por mi
hermano Max, que estaba jugando al baloncesto profesional para entonces. Max
tenía un nuevo grupo de amigos y no había estado en casa por un tiempo. El
estaba viviendo la gran vida y mis padres tenían el corazón roto―Suspiró―. Yo ni
siquiera pude decírselo a mi sacerdote. Me fui a la universidad ese semestre y fallé
miserablemente. No podía dormir. Seguía viéndolos, muertos. Estaba perdiendo la
cabeza. Tenia que hablar con alguien, así que me rasqué el bolsillo y compré un

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billete de avión para ver a mi hermano Max en LA. Nosotros siempre habíamos
sido cercanos y... yo confiaba en que Max no me odiara.
El corazón de Olivia se quebró.
― ¿Qué dijo?
―Nunca se lo dije. Cuando llegué a su casa había una verdadera fiesta. Ví todo el
alcohol y las mujeres y, supongo que se lo tiré a la cara. Estaba pensando en la
fiesta de esa noche, en lo estúpido que había sido. Tiré todas las botellas de licor
de Max por la ventana, dije a sus invitados que se fueran a casa. Max pensó que
había llegado a salvarlo, a hacerle volver a casa. Creo que necesitaba a alguien que
lo enderezara y por accidente, fui yo. Max volvió a casa, se reconcilió con nuestro
padre, y luego esa misma noche hubo un accidente. Mi padre murió y Max se
quedó paralizado. Mi madre estaba devastada y Max no podía caminar. Necesitaba
ayuda con su terapia física. El me necesitaba.
―Como Megan te había necesitado.
―Sí. Así que me lancé a ayudar a Max y algunos días había horas en las que no
pensaba en Megan. Todo el mundo pensaba que yo era tan noble. Yo solo estaba
tratando de mantener la cordura. Solo estaba tratando de hacer que las imágenes
de mi mente desaparecieran.
―Como Lincoln. Eso es lo que entiendes. Te compadeciste de él.
El tomó aliento.
―Sigo pensando, que si no fuera por la gracia de Dios, sería yo.
―No es lo mismo en absoluto―murmuró ella―. Pero puedo ver como trazaste el
paralelismo. De alguna manera Lincoln sabía que entendías. Tal vez tu fuiste su
primer contacto humano real en mucho tiempo―Olivia apoyó la mejilla contra su
brazo―. Eso es un secreto cojonudo para llevarlo encima dieciocho años.
―Lo es, ¿verdad? ―dijo él con cansancio.
―Pero tú no mataste a Megan y su familia. Su madre era el adulto y ella se quedó
con un hombre peligroso. ¿Por qué Megan no fue a la Policía? ¿Por qué vino a ti?
―Supongo que en su mente, éramos amigos todavía. Probablemente ella todavía
estaba enamorada de mí. Nunca la rechazaba y a veces hablábamos en el pasillo,
entre clases. Como dije, me sentí mal por ella. Mirando hacia atrás, sí puedo ver lo
aislados que se habían quedado. Como caminaba ella con la cabeza gacha. Pensé
que estaba triste porque ella no era muy popular.
―Eras un adolescente, David.

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―Lo se, pero aún así―Tomó otro aliento y ella se dio cuenta de que había más―.
Me fui a casa después de verla... rota. Seguí tratando de recordar lo que le había
dicho, preguntándome por qué había venido a mí. Entonces me acordé de que ella
se precipitó hacia mi encuentro entre las clases el día antes de la fiesta, me
preguntó si había encontrado la nota que puso en mi libro de literatura. Yo estaba
ocupado, Así que le dije: ‘Por supuesto’ ella me preguntó si yo lo haría. No tenia ni
idea de lo que estaba hablando y le dije: 'Claro', sin siquiera detenerme. Encontré
la nota el día que murió.
― ¿Qué decía?
El se puso de pie con cansancio para tomar su billetera de los pantalones que había
arrojado sobre la silla y sacó una hoja arrugada de papel desgastado.
Desdoblándolo con cuidado, en silencio se lo dio a ella.
Olivia encontró difícil no estremecerse al leer las palabras de una niña que creía
que su viejo amigo seguía siendo su mejor amigo.
―Su madre no lo dejaría y Megan no sabia en quien más confiar―murmuró―. Ella
te pedía que la recogieras la noche siguiente.
―Eso habría sido la noche de la fiesta. Ella se estaba llevando a su hermanito e
iban a huir. Ella solo necesitaba que los llevara a la estación de autobuses. Yo
podría haberlos salvado si hubiera tomado el libro para encontrar la carta.
Ella suspiró.
―Está bien, podrías haberlos salvado. Por otra parte, es posible que pudieras
aparecer con tu coche y el padrastro podría haberos disparado a todos. La verdad
es que había recursos para Megan y su madre. Su madre era el adulto. Tendría que
haber llamado a la Policía. Fue una tragedia, David, pero tú no la causaste.
El volvió a doblar la carta, poniéndola de nuevo en su billetera, luego la miró, con
agonía en sus ojos.
―Todavía veo sus rostros.
―Porque tienes alma. Si no lo hicieras, no importaría. No sabias lo crítica que era
la situación. Si lo hubieras sabido, habrías actuado.
El tragó saliva.
― ¿Cómo lo sabes?
―Porqué no te ‘convertiste’ en el hombre que eres ahora durante la noche. Esos
valores estaban en ti, o no te habrías torturado a ti mismo sobre esto durante
dieciocho años. David, tú has ayudado a tantos. Convertiste una tragedia en
espíritu de servicio. ¿Hasta cuando vas a pagar por ese muchacho egoísta?

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―No lo sé. Pero por eso me preocupé por lo que había hecho esa noche contigo.
― ¿Te preocupaba que tú me obligases? David, no forzaste a Megan, ni siquiera
entonces. Cuando ella dijo que pararas lo hiciste. No estabas en tus cabales al
respecto, pero te detuviste. ¿Verdad?
Él asintió con la cabeza.
―Sí, supongo que sí. Pero...
― ¿Cuantas familias ayudaste a salvar a Dana en su refugio?
―Decenas, supongo.
―Apoyas el trabajo de los refugios por toda la ciudad, para que más familias sigan
siendo salvadas. Megan fue una víctima, pero muchos no lo serán. Eso tiene que
ser suficiente―dijo ella―, porque nunca puede ser suficiente. Siempre habrá
injusticias en el mundo. No podemos arreglarlas todas. Solo tenemos que hacerlo
lo mejor que podamos.
Volvió a sentarse en el borde de la cama.
―Se eso.
―Pero aún así es difícil. Es difícil ver sufrir a la gente y no arreglarlo. Gracias por
hablarme de Megan. Sé que no fue fácil.
― ¿Cambia algo? ―preguntó él tensamente.
― ¿Te refieres a lo que pienso de ti? Sí y no. Eres una buena persona. Eso no ha
cambiado. Pero ¿sobre lo que pasó entre nosotros? ―Ella se encogió de
hombros― Dijiste el nombre de otra mujer cuando estabas conmigo, después te
trasladaste aquí y fue como si no supieras que estaba viva. Yo quería odiarte. Una
parte de mí lo hizo.
El no la miró.
― ¿Aún lo haces?
― ¿Odiarte? No. Ahora entiendo que temías lo que habías hecho. Pero no puedo
ignorar el hecho de que hayas amado a Dana alguna vez. Que ella se encontraba
todavía en tu mente cuando estabas conmigo. Creo que sacar eso de mi mente va
a llevar un tiempo.
―Y corazón―murmuró―. Y confianza.
―Sí. Vas a tener que darme tiempo para confiar en ti. Y todavía no entiendo por
qué desperdiciaste dos años y medio de nuestras vidas. ¿Por qué solo no me
preguntaste a mí?
―Tenía miedo de lo que dirías―confesó en voz baja―. Yo no quería pensar que
podía ser un monstruo. Otra vez.

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Su corazón se apretó.
―Sabes, la noche que tomaste demasiado champán me dijiste que odiabas las
bodas porque todo el mundo tenia a alguien y tú estabas solo. Me preguntaba
como un hombre con tu aspecto podía estar solo.
El apretó la mandíbula.
―Es solo una cara, Olivia. No hice nada para ganarla.
Ella pasó sus dedos contra su mejilla.
―Es una cara muy agradable. Pero más importante es el hombre debajo. Eres un
buen hombre, David. Honorable y amable. Haces del mundo un lugar mejor.
El miró por encima de su hombro, con los ojos brillantes.
―Necesitaba que pensaras así.
Sus ojos sostuvieron los de él. Ella no podría mirar hacia otro lado de haber
querido hacerlo.
―Lo hago.
―Todavía te deseo―susurró― más de lo que quiero respirar.
Su pulso se le aceleró.
― ¿Quien necesita respirar? ―antes de que pudiera parpadear, tenía la boca sobre
la de ella, voraz y codiciosa, con las manos prendiendo fuego a su piel donde
quiera que la tocara. El la tumbó sobre una almohada y la siguió abajo. Entonces
no pudo respirar y no le importó.

Miércoles, 22 de septiembre, 12:25 am.

El hizo el nudo de su corbata, completando su uniforme de policía. Las


corbatas eran incómodas. Nunca comprendió cómo su padre podía usarlas en casa.
El salió de la parte trasera de su camioneta hacia delante y se dirigió a una calle
paralela al aparcamiento trasero de la Escuela. Era su punto de evacuación,
convenientemente incluido en la página web de la Escuela para dar a los padres
una borrosa sensación de seguridad de sus hijos.
«Es la hora del espectáculo». Con el mezclador de voz en una mano y el teléfono
celular en la otra, llamó a la entrada principal de la Escuela, grabando su mensaje.

Miércoles, 22 de septiembre, 12:35 am.

Olivia estaba casi dormida cuando sonó el teléfono.

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―Es el tuyo―murmuró―. En el mío suenan los Looney Tunes.
David se inclinó sobre ella y buscó su celular.
―Hunter―Abruptamente saltó de la cama y, poniendo el teléfono entre el hombro
y la oreja, se puso el bóxer―. ¿Qué pasó? ―agarró sus pantalones, luego sus
manos se detuvieron― Voy en camino.
― ¿Qué pasa? ―pregunto ella― Pensé que no tenías que presentarte hasta las
ocho.
―Situación de devolución de llamada. Refuerzos necesarios en el incendio de una
residencia fuera de control.
― ¿Por qué no llaman a las Estaciones de bomberos de apoyo?
―Lo hicieron. Es muy malo y tenemos algunos hombres de baja. El fuego se ha
extendido a la casa de al lado y un tanque de propano ha volado. Afectó a parte del
bloque―terminó de vestirse y luego se inclinó y le dio un fuerte beso en la boca―.
Vuelve a dormirte. Puedo no estar de vuelta en un rato―El vaciló en la puerta―.
Olivia...
Ella sabía lo que quería decir, pero sabía tan bien como él que era demasiado
pronto para decir las palabras que ambos se tomaban muy en serio.
―Estaré bien. Ten cuidado.
―Siempre. Te llamaré por la mañana si no vuelvo.
Apagó la luz y se deslizó bajo la manta. Luego, en un impulso, cambió las
almohadas. Pudo olerle y la hizo suspirar. Casi se había dormido cuando en su
celular entonó el tema de los Looney Tunes. Muy alto.
―Sutherland.
―Soy Kane. Tienes que venir a la Escuela para sordos. Ahora.
Salió de la cama, haciendo una mueca. Sus músculos estaban profundamente
agotados.
― ¿Por qué?
―Amenaza de bomba.
La adrenalina aclaró su cerebro y dejó caer el vestido por la cabeza.
― ¿Cuando?
―Hace diez minutos. Están evacuando la Escuela ahora. Los artificieros y el
departamento de bomberos ya están allí.
Su mente corría, introdujo sus pies en los ridículos tacones.
― ¿Dónde estás?

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―Acabo de salir de mi casa. Estaré allí en quince minutos con las luces. ¿Dónde
estás?
―En la cabaña de David. Me encontraré contigo lo más rápido que pueda llegar
allí―Agarró las llaves de su bolso y se dirigió a su coche, dónde había dejado su
bolsa de viaje, sin dejar de hablar con él―. Kane, ¿Por qué alguien pondría una
bomba en la Escuela? ―preguntó ella, con miedo de saberlo.
―Uno, están locos de atar. Dos, tienen algo contra alguien en la Escuela. Tres,
alguien quiere que los dormitorios sean evacuados.
―Kenny. Hablamos con veintiún niños. Solo Kenny vivía en el los dormitorios.
―Lo sé. Ya he avisado para que los primeros en acudir lo encuentren y lo vigilen.
Les di la descripción de Kenny, por si acaso hay confusión en el lugar.
― ¿Cómo saben de él? ―Ella tenía su bolso y volvió corriendo a la cabaña― El es
nuestra pista a un potencial testigo, pero ¿quién les dijo que hablamos con él?
―Podría haber sido cualquiera en la Escuela. No me imagino a veinte niños
manteniéndolo en secreto.
―Oh Dios―El malestar fue deslizándose por su espalda―. Kane, yo en realidad
nunca hablé con Val. Le dejé mensajes de voz, pero ella nunca hablo excepto más
mensajes.
―Mierda. Vístete y reúnete aquí conmigo. Voy a buscar un equipo para comprobar
a la intérprete.

Miércoles, 22 de septiembre, 12:45 am.

Era un caos controlado, pensó él. Se quedó de pie en los árboles más allá del
aparcamiento trasero de la Escuela, viendo a los niños salir de los dormitorios,
todos en pijama. Había más de los que pensaba que habría, de edades desde los
cinco hasta los dieciocho, todos asustados.
Llevaban los zapatos, o al menos los llevaban en sus manos. Su mirada se trasladó
al grupo de mayor edad de los niños y vigiló por unas Converse azules altas.
Los chicos hacían señas afanosamente mientras el personal del dormitorio los
conducía a su zona de Seguridad especificada. Estaba empezando a pensar que
nunca encontraría a Kenny, cuando lo vio. Rubio, uno setenta y cinco, llevando las
deportivas azules altas. De pie a un lado, pareciendo miserable.
Tomó su libreta y garabateó dos mensajes separados, luego se pavoneo hacia el
chico como había visto a innumerables policías pavoneándose dentro y fuera de su

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tienda los últimos años. El le dio un golpecito en el hombro, haciendo caso omiso
de los estudiantes y el personal detrás de él.
Kenny leyó la nota.
Kenny Lathem, los detectives quieren hablar contigo otra vez.
Por un momento, pensó que el chico huiría. Pero Kenny enderezó la columna y
asintió con rigidez. Empezó a caminar, con Kenny delante de él.
―Espera―Era un nuevo miembro del personal de los dormitorios que estaba
temblando con el viento―. ¿Adónde lo llevan? ―El discurso del joven fue
ligeramente pastoso, pero comprensible.
Manteniendo la cabeza gacha, le entregó la nota, a continuación, la tomó de nuevo
después de que la leyera y asintiera. Llevaba guantes negros y no había dejado
huellas dactilares, pero no había ninguna razón para entregar pruebas a la Policía.
Su sombrero cubría su cara lo suficiente si mantenía la cabeza baja, nadie seria
capaz de describirlo claramente.
Y si lo hacían, entonces ¿que? Tenía el aspecto de todo el mundo. Tenía una de
esas caras que solo se mezclaban. Además de la masilla de la cara que había
utilizado para reconstruir sus pómulos, la barbilla y la nariz, y estaba irreconocible.
Hizo un gesto con la cabeza, indicando a Kenny que se fuera. Rodearon el edificio,
fuera de la vista. Entonces sacó su pistola y observó los ojos del muchacho
ensancharse de miedo. Acercándose más, presionó el cañón de la pistola en el
estomago de Kenny y le entregó al chico la segunda nota.
Si gritas, te mataré. Date la vuelta y camina. Poco a poco. Si corres, te
mataré. A continuación mataré a todos los miembros de tu familia. Asiente si lo
entiendes.
El asentimiento de Kenny fue pequeño, pero perceptible.
Palmeó el bolsillo del niño, encontró el teléfono de Kenny, metió luego el teléfono
en su bolsillo y la pistola en el riñón de Kenny. Comenzaron a caminar. Podía ver su
camioneta estacionada justo más allá de los árboles.
Casi allí. Casi en casa libre. Estaban en la furgoneta y se deslizó por la puerta lateral
abierta y empujó al chico. Entonces lo oyó. El chasquido de una ramita detrás de él.
Joder.
―Deténgase. Policía―Era una voz profunda y fuerte. Y cada vez más cerca.
«Joder». Tiró de la puerta lateral cerrándola y alcanzó la puerta del conductor,
abierta. Tenia un pie dentro cuando una mano le agarró el cuello y tiró.
―Fuera del coche, maldita sea―gruñó el policía.

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Su mano izquierda sujetó el volante y se agarró. Su mano derecha aún sostenía su
arma. Se la acerco al pecho para que el policía no pudiera verla. La mano del
policía soltó su cuello, pero le agarró la muñeca izquierda y se lo retorció hacia
atrás.
Dolía. Mucho. El policía lo mantuvo sujeto y con la mano libre abrió la puerta
lateral. Kenny salió a toda prisa y echó a correr.
―Está detenido―dijo el policía.
Por supuesto que no. El dio un gran empujón hacia atrás y se retorció, disparando
mientras lo hacía. Oyó la detonación, sintió el tirón de la descarga hasta en su
hombro, Olió el olor acre de la pólvora, oyó un grito ahogado. La mano en su
muñeca se aflojó y volvió a disparar. El cuerpo del policía simplemente se
desplomó. Saltó a su asiento, giró la llave que había dejado en el encendido, y salió
disparado, zigzagueando para cerrar la puerta mientras se alejaba a toda velocidad.
Luego miró hacia atrás por su espejo lateral, vio una figura de espaldas en el suelo.
No se movía. No era un policía de uniforme. El hombre llevaba un traje. Su fedora a
unos pocos metros de su brazo extendido. Era grande, moreno, y... le conocía. El
detective Kane.
Mantuvo su mirada hacia el frente, su boca era una línea sombría.
―Maldita sea―dijo entre dientes. Su sombrero había desaparecido. Su puto
sombrero había desaparecido. «Relájate. Llevabas guantes». «Es sólo un
sombrero».
«Podrían encontrar un pelo».
¿Y qué? Eso no les diría nada sin algo con que compararlo. Y si tenía cuidado, no
habría nada con que compararlo.
«Le disparé a un policía. Tal vez maté a un policía». Un policía retirado había sido
divertidísimo, porque se lo había adjudicado a los Cuatro Universitarios. Ahora los
Cuatro Universitarios se habían reducido a dos. Y los policías tienen mi maldito
sombrero. La Policía no descansará hasta que me encuentren.
«Lo enfriaré por un tiempo». Se rió con amargura. «Si tengo que huir, siempre
puedo ir a Francia».
Se detuvo en una calle lateral, se bajó y cambió la placa trasera. Ya podía oír las
sirenas a todo volumen «Están buscándome». Metió la mano entre los asientos
delanteros y sacó el cartel magnético que utilizaba para su negocio EL DELI -
CATERING. Estarían buscando una camioneta blanca. Su cartel le hacía invisible.

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La fijó a la puerta del lado del conductor y entró de nuevo. Tiró de la masilla de la
cara y de la corbata, se quitó la camisa de traje y se puso un polo del Deli. Su
corazón latía con fuerza. Odiaba cuando su corazón latía con fuerza. Maldita sea.
Sus manos temblaban cuando arrancó la furgoneta y la saco del callejón, en el
siguiente bloque. Se mezcló son el tráfico y se dirigió a casa.
«No tengo a Kenny». Palmeó el bolsillo de su pantalón. «Pero tengo el teléfono de
Kenny».
La noche no fue una pérdida total.

Miércoles, 22 de septiembre, 01:00

Olivia estaba fuera de su coche casi antes de que se detuviera, buscando a


Kane. Oficial herido. Lo había oído en la radio cuando estaba a cinco minutos y el
corazón le latía con tanta fuerza que apenas podía respirar. Gravemente herido.
Disparos. Había tratado de llamar al celular de Kane tres veces en los últimos cinco
minutos, pero nadie respondió. Debería haber respondido. El sabría que ella se
preocuparía. Tendría mucho que pagar cuando lo encontrara.
Examinó la multitud mientras corría más allá de la línea de vehículos de
emergencia y furgonetas de las noticias. «¿Donde está Kenny?» «¿Donde está
Kane?» buscó entre la multitud, Pero no vio a Kane de pie como siempre lo hacia,
su cabeza y sus hombros sobre todos los demás. No veía su sombrero. Tenía el
corazón en la garganta, ahogándola.
Dos agentes uniformados comenzaron a caminar hacia ella y su corazón se detuvo.
«No». Ella conocía esa mirada. Ella había puesto esa mirada.
«No». Comenzó a correr. «No».
―Lo siento, señora, no podemos dejarla pasar―Uno de los uniformados la agarró
del brazo y la detuvo, pero ella se soltó, mostró su placa y los rodeó. Había gente
entre los árboles. Podía ver una camilla y las luces de la un equipo de rescate en la
carretera de acceso detrás de ellos.
Ella estaba unos tres metros de distancia cuando otro uniformado se dio la vuelta.
―No puede…
Ella se echó hacia delante y lo hizo a un lado. Y sí detuvo en seco.
Todo se congeló.
―Oh Dios. Oh Dios―Podía oír su voz diciéndolo.

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Era él. Era Kane. Tendido en el suelo. Sangre en su camisa blanca. Demasiada
sangre en su camisa. Los paramédicos se cernían sobre él, uno a cada lado, lo
levantaron a la camilla. Uno de ellos se dio la vuelta, la miró a los ojos.
Y negó con la cabeza.
―No―Era un grito, el mismo grito de dolor que había escuchado innumerables
veces antes de las familias. Todas esas familias. Pero se trataba del suyo. Su boca.
Su corazón.
Se tambaleó hacia delante, haciendo que sus pies la llevaran junto a los
paramédicos que lo metían en la ambulancia.
―Yo voy con él.
Los dos médicos se miraron el uno al otro.
―Está bien―dijo uno―. No estorbes.
Ella subió a un lado, entumecida. Sentada donde el médico asistente señaló
mientras el conductor se alejaba de la escena. Olivia miró hacia atrás a través de la
ventanilla trasera, vio a los uniformados observándolos. Vio el sombrero de Kane
en el suelo.
―El sombrero―susurro.
El médico miró hacia arriba.
―Ellos lo cuidarán por ti―dijo amablemente.
«Por ti. No por él».
―Oh Dios―Olivia se llevó la mano a la boca, tratando de contenerlo, esta oleada
de dolor le estaba partiendo en dos―. Tengo que llamar a mi capitán.
El médico asintió con la cabeza.
―Tendrá que llamar a la familia.
Aturdida Olivia asintió. Sus dedos parecían pertenecer a la mano de otra persona
mientras marcaba el teléfono de casa de Abbott. EL contestó al primer timbrazo.
― ¿Qué está sucediendo?
Ella no podía hablar. No pudo formar una palabra.
― ¿Olivia? ¿Olivia, estás ahí? ―exigió Abbott.
―Bruce―fue todo lo que pudo decir. Le salio en un gemido.
Hubo un momento de silencio absoluto en la línea, a continuación, un apenas
audible: ―Oh Dios.
Ella miró a Kane, allí en la camilla y lo supo. Él no se movía. No respiraba. Su cara ya
estaba gris. A pesar de los esfuerzos constantes del médico, solo había una línea

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plana en el monitor cardíaco. Ella levanto la vista hacia el médico que parecía tan
condenadamente triste.
Él negó con la cabeza.
―Lo siento.
Se mordió los labios con fuerza, se obligo a respirar.
―Kane se ha ido―le dijo a Abbott.
―Te veré en el hospital. Llevaré a Jennie.
«¿Cómo me enfrentaré a Jennie?»
―Llegué demasiado tarde―susurró―. Diez minutos tarde.
― ¿Sabes lo que pasó? ―preguntó él con voz ronca.
―No. Cuando llegué allí... Había acabado...―las palabras se disiparon.
―Ahí estaré tan pronto como pueda.
Ella negó con la cabeza, Mirando al médico. Todo tan lentamente. Todo se movía
tan lentamente.
―No importa ya―Ella dejó su teléfono―. ¿Puedo tomar su mano?
―Claro. Detective, lo siento mucho. No había nada que pudiéramos hacer.
Ella asintió débilmente.
―Lo sé. Siente mi pérdida.
El médico miró hacia otro lado, un músculo se crispó en su mejilla.
―Maldita sea.
Tomó la gran mano de Kane entre las suyas y solo la sujetó.
―Lo sé.

Miércoles, 22 de septiembre, 01:10

Entro en una tienda de veinticuatro horas. Revisando los mensajes de Kenny,


sonrió.
¿Donde tas? ¿Por Qué no u txtd? ¿L enviat x correo?
Fue enviado por ‘Austin’. ¿Enviado qué? Se movió más atrás y murmuró un
juramento. Austin había dictado una carta a Kenny. Era una descripción de lo que
había hecho en los apartamentos. «Es una descripción de mi». «El me vio».
Si Kenny envió esta carta y la Policía y tiene en sus manos a Austin... Bueno,
Simplemente no tenía sentido dejar a gente por ahí que podría identificarte en una
rueda de reconocimiento. Austin tenía que desaparecer. ¿Dónde estaba? «Si está
en esa residencia, voy a pegarme un tiro».

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Retrocedió más lejos y suspiró con alivio.
Que sucedió c Oaks?
Kenny había enviado el mensaje el lunes por la tarde.
Enviado a casa. Suspendido. No hables. Por favor. Vuelvo el lunes.
Austin estaba en su casa, ¿Donde seria eso? Fue a los contactos de Kenny y bingo.
Austin Dent. Vivía en Duluth. Introdujo la dirección en su GPS. Excelente. Tenía al
tiempo justo para llegar hasta allí y volver antes de abrir la tienda a las siete.

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Capítulo Diecinueve

Miércoles, 22 de septiembre, 1:20 de la madrugada

David salió del equipo de rescate que el y Jeff Zoellner habían traído de la
Estación de bomberos para el incendio. Explorando el paisaje, trató de asimilarlo.
«Madre de Dios».
El daño ya era enorme. Seis casas ardían, tres a cada lado de un espacio en blanco
que habían sido dos casas más. Nada quedaba sino trozos de papel y madera.
Detrás de las tres casas humeantes de la izquierda estaban los restos carbonizados
de un pequeño grupo de árboles. Y más allá de los árboles, un complejo de
apartamentos de seis pisos aún ardía.
―Puta mierda―soltó Jeff―. Vamos a buscar a Casey. Está probablemente con el
camión.
Su camión estaba a unos cien metros de distancia, con la cesta en el aire. El turno B
estaba sacando a los residentes por las ventanas. Podía ver más gente en las
ventanas abiertas, agitándose frenéticamente. El podía ver las bocas abiertas,
gritando.
Pero todo lo que podía oír era el ruido de los vehículos de emergencia y el rugir del
fuego.
El capitán Casey les hizo señas.
―Dalton y Myers están en la cesta. Relevadlos. La Estación cuarenta y dos está a la
vuelta de la esquina trabajando del otro lado. Dalton y Myers os relevarán cuando
hayan descansado. Vamos a trabajar en rotación hasta que hayamos terminado.
Su coche bomba estaba aparcado cerca y David pudo ver las líneas extenderse al
interior del edificio. Sacó un tanque de oxígeno del armario de almacenamiento
del camión.
― ¿Quien está dentro?
―Perry y Jacobs del B. La Estación Cuarenta y dos también tiene un equipo allí con
las boquillas y los del treinta y ocho están haciendo una búsqueda en el interior.
Jeff se puso su capucha en la cabeza.
― ¿Podemos conseguir apoyo del este?
Casey negó con la cabeza.
―Amenaza de bomba en una escuela residencial.
David se puso rígido.

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― ¿La universidad? ―Donde estaba Tom.
―No, una Escuela para sordos. Desde el jardín de infancia hasta la Escuela
secundaria.
La chica a la que había sacado del apartamento era sorda.
«No es casualidad».
― ¿Fue provocado este incendio aquí? ―preguntó con fuerza, sabiendo ya la
respuesta.
Casey asintió.
―Sí. Ya hemos transportado a media docena de residentes y dos bomberos de este
fuego. Emergencias están al borde, pero el hospital del este está a la espera de
posibles víctimas de la Escuela. Moveros. Tened cuidado.
David señaló con un gesto, cada vez más furioso mientras corría a la cesta. Pensó
en el edificio de apartamentos, en la cara de la de la chica muerta. Tracey Mullen.
Estos monstruos la habían asesinado, como si la hubieran disparado en el corazón
como al guardia. En su mente podía ver el cuerpo sin rostro de Barney Tomlinson.
Pero esto... esto era devastación. ¿Cuantos morirían esta noche? ¿Cuantos ya
estaban muertos?
Cientos de niños iban a la Escuela para sordos. ¿Qué era tan condenadamente
importante que poner en peligro cientos de vidas con una maldita bomba estaba
bien? Respiro estabilizándose. La familia que descendía en la cesta estaba viva y
ellos eran su prioridad. «Céntrate», se dijo con severidad. «Podrás enfadarte
después».
Cuando la cesta llegó al suelo, David ayudó a una mujer aterrorizada y sus tres hijos
a bajar a tierra y los puso bajo el cuidado de los paramédicos. La mujer agarraba su
abrigo.
―Mi marido todavía está ahí. Sáquelo por favor―Sus ojos estaban vidriosos por la
conmoción.
David asintió.
―Sí, señora―El y Jeff cambiaron lugares con Dalton y Myers.
―Íbamos a buscar en el lugar al marido en nuestro próximo paso―dijo Myers―.
Sala de estar a la izquierda, dormitorios a la derecha. Todas son unidades de tres
dormitorios.
―Gracias―David se enganchó al cinturón, aseguró su máscara en su lugar, y
respiró con fuerza para hacer fluir el oxígeno. Jeff hizo lo mismo y señaló el pulgar
arriba.

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Subieron al cuarto piso y David tuvo una incómoda sensación de déjà vu,
recordando como sus piernas habían colgado en la nada cuando el suelo cedió.
Haciéndolo a un lado, siguió a Jeff a través de la ventana, extendiendo el mango de
su hacha, comprobando los puntos blandos en el suelo.
Era el dormitorio de un niño. Las madres siempre iban a las habitaciones de sus
hijos antes de buscar la seguridad para ellas mismas. «Está bien, papá, ¿dónde
estás?» Izquierda la sala de estar, dormitorios a la derecha. Había fuego en la sala,
lamiendo las paredes de dentro hacia fuera.
Frente a el, Jeff giró a la derecha y se abrió paso a través de una puerta, y entonces
saltó hacia atrás. Las llamas cubrían la pared del fondo y en segundos lamían el
techo.
«Retrocede». La habitación estaba a segundos de estallar en llamas Agarró la
chaqueta de Jeff, pero Jeff estaba encorvado y moviéndose adelante. David siguió,
con el mango del hacha hacia abajo. Tocó algo blando, pero no era el suelo.
Un cuerpo.
― ¡Zell! ―gritó. Agarró al hombre por debajo de los brazos y comenzó a arrastrarlo
hacia el vestíbulo― Agarra sus pies―gritó a Jeff.
Jeff se volvió para agarrar los pies del hombre cuando la habitación subió.
Y el techo se vino abajo.
―Zell―David soltó al hombre y se tambaleó hacia delante. Había caído una viga,
aplastando el torso de Jeff. Jeff estaba boca arriba, sin moverse. David acuñó el
hacha debajo de la viga, levantándola para que Jeff pudiera arrastrarse hacia fuera.
Pero Jeff no se movió.
―Bombero herido―dijo David en su radio―. ¡Necesito ayuda en la cesta!
David agarró a Jeff por debajo de los brazos y lo arrastró fuera, hacia el hombre
inconsciente, hasta que estuvieron de vuelta en la habitación del niño y en la
ventana. Se arrodilló junto a él. Su compañero estaba respirando, pero al parecer a
través de la máscara tenia los ojos cerrados.
―Volveré―gritó David, sin saber si Jeff podía oírlo o no. Regreso a por el marido
de la mujer. La habitación en la que lo habían encontrado ahora estaba
completamente comprometida.
David lo llevó de nuevo a la habitación de los niños para encontrar a Myers en la
ventana.
―Baja a Zell―gritó, apuntando al suelo―. No responde.

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Juntos él y Myers levantaron a Jeff a la cesta y Myers lo puso tan plano como el
pequeño espacio permitía.
David sabía que no podían encajar al marido de la mujer en la cesta también.
―Llévalo abajo y vuelve por mí y la víctima.
Pareció una eternidad, viendo el descenso de la cesta. Los paramédicos trasladaron
a Jeff a una camilla. Entonces Myers comenzó a subir.
Toda la sala estaba ahora envuelta en llamas y el fuego se había abierto camino en
el dormitorio de los niños. Quince segundos más pasaron mientras el fuego subía
por las paredes. Finalmente Myers estuvo de vuelta y los dos levantaron a la
víctima a la cesta. David subió por la ventana y a la cesta mientras la habitación
estallaba.
Myers maniobró la cesta a unos metros del edificio mientras la bajaba.
― ¿Estás bien? ―gritó Myers.
David asintió en silencio. Sentía su pecho como si fuera a explotar. Sus dedos le
picaban por arrancarse la máscara ahora qué estaba fuera, pero sofocó la
necesidad, respirando de manera uniforme.
Llegaron al suelo y David abrió la puerta de la cesta, dejando que los médicos
sacaran a la víctima y lo llevaran a una camilla. David retiró la máscara de su rostro.
― ¿Zell? ―pregunto en voz alta y los médicos apuntaron a una ambulancia en
retirada.
―Está consciente pero no puede del sentir sus piernas. Dijo que te dijera que lo
eres incluso ahora.
El pecho de David se quedó congelado. «Oh Dios». Lesión espinal. «Dios». Pensó
en la forma en que había arrastrado a Jeff, pero sabía que había sido la única
manera de sacarlo del fuego. «Por favor, no permitas que lo haya empeorado». Se
volvió a mirar hacia el edificio. Otras seis ventanas tenían aterrorizados residentes
agitándose frenéticamente para que los rescataran. «Zell está en buenas manos.
Esas personas están en las tuyas. Haz tu trabajo».
Se sujetó su máscara de nuevo y miró a Myers.
― ¿Volvemos?
Myers asintió con cansancio. David tomó los controles y los envié de vuelta arriba,
echando miradas de preocupación en la ambulancia, que ya aullaba a distancia.

Miércoles, 22 de septiembre, 01:35

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―Olivia―Noah Webster irrumpió en la sala de emergencias, pálido―. Abbott me
llamó.
Estaba apoyada en una pared fuera de la sala en la que Kane estaba. Ella levantó la
vista, miró a los ojos de Noah.
―Lo llamaron―dieron la hora de la muerte de Kane. Mientras ella estaba de pie y
miraba, sin poder hacer nada―. No había nada que pudieran hacer.
Noah cerró los ojos durante un largo momento.
― ¿Cuando?
―Cinco minutos después de que llegáramos aquí. No se la hora exacta.
― ¿Qué pasó?
―Llegué demasiado tarde. Yo no estaba allí.
Noah la agarró por los hombros.
―Deja de hacer eso. Ahora mismo. Esto no es culpa tuya.
―Está bien―En los minutos desde que habían sacado a Kane de la ambulancia, su
mente se había movido de caótica a precisa. Clara. Lógica. Sin embargo, su corazón
latía como el infierno―. Ahora no importa de todos modos.
Noah le pellizcó de la barbilla, haciendo que le mirara a los ojos.
―Estás en shock.
―No. No lo estoy. Estoy esperando a Jennie y entonces volveré a la escena.
―No, no―dijo Noah.
Ella sacudió la barbilla de entre sus dedos.
―Voy a estar bien. Le debo a Kane al menos eso.
―Olivia, tu no causaste esto.
―No, Pero podría haberlo evitado. Y sé muy bien quien podría haberlo impedido.
― ¿Quien?
―Kenny Lathem. Es detrás de quien está este tipo. Es por eso que llamó por una
amenaza de bomba. Uno de los policías en la escena nos siguió. Dijo que cuando
comenzó la evacuación, el personal tenía a todos los niños juntos. Uno de los
empleados le dijo que un hombre vestido como un policía dio a Kenny una nota
que decía de que los detectives querían hablar con él de nuevo. El se lo llevó y
obligó a Kenny a entrar en una camioneta blanca a punta de pistola. Y no, nadie vio
una placa―dijo antes de que pudiera preguntar.
―Y ¿Kane?
―Kane llamó primero, dijo que los primeros en llegar se asegurasen de que Kenny
estaba bien. Fue lo primero que pensamos cuando oímos de la evacuación. Kenny

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era el único niño del dormitorio con el que hablamos y sabía algo. Cuando Kane
llegó allí, el personal del dormitorio le dijo que Kenny se había ido con los policías.
El los persiguió y consiguió alcanzarles justo... ―su voz se trabó y con tozudez la
controló― Justo a tiempo. Kane llegó a la camioneta abierta, Kenny se escapó. A
Kane le dispararon dos veces, a corta distancia. Probablemente estaba muerto
antes de tocar el suelo.
Noah tragó saliva.
―Mierda.
―Sí. Y aún hay más―dijo ella con cansancio―. ¿Recuerdas el final de nuestra
reunión de las cinco de ayer, cuando me dieron el mensaje de la intérprete de
lengua de signos?
―Ella tenia otro compromiso―Su expresión se torció―. Oh Dios, no. ¿Así es cómo
este hombre se enteró de Kenny?
―No lo sé, pero esa es mi suposición. Sus hijos dicen que nunca llegó a casa.
Alrededor de las diez, llamaron a un amigo de la familia que había esperado con
ellos. Val le había enviado un mensaje, también, diciendo que no estaría en casa
para la cena. Su agencia no tiene ningún registro de ninguna otra asignación, así
que presentó una denuncia a desaparecidos poco después de la medianoche. La
última vez que la ví fue cuando paramos para el almuerzo de ayer, justo antes de
que K...
Tuvo que parar un minuto. Respirar. Esperar a que el espasmo en su pecho se
aliviara.
―Justo antes de que Kane y yo fuéramos hasta donde David para traer de vuelta a
ese tipo, Lincoln.
―Liv, ¿estuviste con David esta noche?
Ella asintió con la cabeza, miró hacia otro lado.
―Sí.
―Eso no es malo, sabes. Eso no tiene nada que ver con esto.
―Si yo hubiera estado en casa, habría llegado más rápido.
―Y tal vez yo estaría viendo tu cadáver en este momento―dijo Noah
bruscamente―. Sabes que no funciona de esa manera. Podrías haberte quedado
atrapada en el tráfico, Kane podría haber esperado refuerzos. Un millón de cosas
diferentes podrían haber sucedido.
―Lo sé―Pero eso no cambiaba los hechos. Si ella hubiera ella estado allí, Kane
habría tenido respaldo y estaría vivo. Pero no lo había hecho y él se había ido y no

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podía cambiar eso ahora. Solo podía hacer lo que él hubiera querido que hiciera.
Su maldito trabajo.
― ¿Le dijiste a David que estabas bien? ―preguntó―. Se va a enterar de que un
oficial fue asesinado. Va a preguntarme si eras tú.
Sí, lo haría, se dio cuenta, y se preocuparía.
―No, no creo que se lo diga, pero dudo que haya escuchado esto todavía. David ya
se había ido cuando me fui. Había un gran fuego... ―Ella se detuvo y miró hacia
arriba, con el ceño fruncido―. Había un gran incendio en Woodview. ¿No dijiste
algo sobre Woodview en la reunión de ayer?
―Sí. Ahí es dónde Tomlinson compró una casa para su amante. Es posible,
¿verdad? ¿Podrían haber iniciado un fuego deliberadamente para desviar la
atención de la evacuación?
―Es posible. Era un mal fuego con una explosión. Vamos a ver si la casa de
Tomlinson fue el blanco―Ella se enderezó bruscamente cuando las puertas desde
el exterior se abrieron y entró Abbott, con una pequeña mujer sollozando en sus
brazos―. Jennie―murmuró.
―Recuerda que tu no causaste esto―dijo Noah en voz baja―. Ella no necesita tu
culpabilidad. Ella necesita tu fuerza.
Olivia asintió vacilante y dio unos pasos hacia ellos.
―Jennie.
La esposa de Kane se derrumbó en brazos de Olivia. Ella sostuvo a Jennie,
meciéndola donde se encontraron.
―Kane salvó la vida de un niño esta noche―dijo Olivia con impotencia.
―Lo sé―gritó Jennie―. Bruce me lo dijo. No puedo creer esto.
―Lo sé―susurró Olivia―. Lo siento―Jennie asintió contra ella y por un largo, largo
rato se quedo de esa Manera, hasta que Olivia suspiró―. El está ahí. Puedo ir
contigo.
Jennie se apartó, sin dejar de llorar, pero sobre sus pies.
―No. Necesito estar sola un momento―tomó la mano de Olivia, la acarició―. El
tenía un gran concepto de ti.
Olivia solo pudo asentir. Las palabras no saldrían. Se quedó de pie, congelada,
mientras Jennie la rodeaba, atravesaba la puerta a dónde yacía Kane. Abbott le
apretó el hombro.
―Vete a casa, Olivia. Vamos a superar esta noche. Eso es todo lo que tenemos que
hacer en este momento.

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Ella busco su cara, vio que él había estado llorando. Abbott y Kane se conocían
desde hacia mucho más tiempo que ella.
―Necesito que me lleven de nuevo a la Escuela para recuperar mi coche.
―La llevaré―dijo Noah―. Estaremos allí a las ocho.
Abbott asintió con pesadumbre.
―Y vamos a atrapar a ese bastardo. Le di mi palabra a Jennie.
―Vamos, Liv―dijo Noah, tomándola del brazo―. Vamos―La llevó a su coche, la
metió dentro y se sentó al volante―. ¿A dónde? ―preguntó.
―De vuelta a la Escuela.
Sus cejas se levantaron.
― ¿A por tu coche?
―Después. Primero a hablar con Kenny.
― ¿Qué pasa con esa intérprete?
―Habrá alguien allí que pueda interpretar, pero si no, no me importa―apretó su
mandíbula―. Así tenga que usar una tablilla de piedra y un cincel ese chico va a
hablar conmigo.
―Bueno.
Olivia miró por la ventanilla mientras Noah conducía, sin ver nada de la carretera
que brillaba. Solo podía ver el cuerpo de Kane tendido en el suelo.
― ¿Qué voy a hacer, Noah? ―La pregunta fue susurrada antes de que ella supiera
que iba a venir.
―Lo que dijo Bruce. Vas a superar esta noche. Después mañana. Y vas a encontrar
al tipo que le disparó a tu compañero y a convertirlo en una puta hamburguesa.
Se volvió hacia su amigo y vio que sus mejillas estaban mojadas. Ella extendió la
mano, le agarró la mano y la sujetó. Apretó con fuerza y entonces comprendió que
también la necesitaba. Ella había alejado a Noah en los últimos siete meses, junto
con el resto de sus amigos.
―Tengo que hacer algunas llamadas, decirle a la gente que estoy bien.

Miércoles, 22 de septiembre, 02:20 am

David se alejó de los restos, tan cansado que apenas podía mover los pies.
Rotando el personal disponible, la suya y las otras Estaciones de bomberos habían
conseguido sacar a todo el mundo. Esperaron. David odiaba pensar en alguien aún

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dentro. El fuego estaba casi extinguido, pero en algunas zonas continuaba ardiendo
y lo haría durante varias horas más.
Además del marido de la mujer que los paramédicos habían llevado al hospital,
tenían cuatro víctimas mortales, una anciana y un niño asmático que había muerto
por inhalación de humo en el incendio del apartamento y dos personas conocidas
que habían estado en una de las casas cuando explotó. No había nada oído nada
sobre la otra casa que explotó.
Habían visto decenas de heridos. Jeff había sido el bombero más herido. David
todavía no había oído nada sobre la condición de su compañero. Estaba tratando
de no preocuparse.
Tratando más duramente de contener su rabia. Hijos de puta. ¿Por qué? ¿Qué
podrían esperar ganar? ¿Cuantas vidas se habían devastado esta noche? ¿Y para
qué?
― ¿Estás bien, Dave?
Su ingeniero de turno agitaba una botella de agua, un paquete vacío de la mezcla
de electrolitos en la otra mano. El lo extendió y todo lo que pudo hacer David fue
levantar el brazo para agarrarlo. El bebió y sostuvo la botella por más.
―Estoy cansado. ¿Alguna noticia sobre Zell?
―Todavía no. La Cruz Roja se estableció allí. Ve a tomar un descanso.
El asintió con la cabeza y se apartó de la camioneta caminando penosamente hacia
la zona de la Cruz Roja. Pensamientos sobre Olivia revoloteaban por su mente y
paró ahí, apartando toda la rabia, la devastación de su alrededor. Se permitió
imaginarla cálida y suave en su cama, esperando que el pudiera volver a ella antes
de que se fuera a trabajar. La necesitaba, necesitaba abrazarla después de una
noche como esta.
El sexo... tomó aliento. Había sido inolvidable. «Podrías haber tenido sexo como
este durante los últimos dos años y medio si no hubieras sido tan idiota». Dejo
escapar el aliento en un suspiro. Podría haber tenido mucho más que sexo. Podía
haberla tenido a ella en sus brazos. En su casa. Alguien con quien volver a casa.
«Alguien solo para mí».
Sus pies dejaron de moverse cuando vio a Barlow y al capitán Casey de pie uno al
lado del otro, en una profunda conversación. Incluso desde seis metros de
distancia pudo sentir la tensión. Y el dolor. Barlow parecía como si hubiera recibido
un golpe.

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Los dos levantaron la vista, lo vieron y se miraron. David tuvo una sensación de
náuseas en el estómago.
― ¿Qué ha pasado? ―preguntó David― Necesito saberlo. ¿Cómo está Zell?
Casey parecía viejo.
―No lo sé. Estoy esperando enterarme. David, hubo un tiroteo esta noche. En esa
Escuela residencial.
El mareo se convirtió en hielo. «Oh Dios. Por favor». Ella no.
― ¿Quien?
―Kane―dijo Barlow en voz baja―, está muerto.
David sintió que sus rodillas se debilitaban.
―Oh, no. ¿Como?
― ¿Sabes del audífono que encontraste entre los escombros de los apartamentos?
Olivia y Kane estaban tratando de rastrear a su propietario, buscando un testigo
presencial en la Escuela para sordos. Encontraron a un niño que sabia algo. Alguien
trató de llevarse al chico esta noche.
― ¿La amenaza de bomba era falsa?
Barlow asintió.
―Hicieron un barrido completo y no encontraron nada, pero evacuaron a los
niños. Kane llegó allí mientras el chico estaba siendo empujado a una camioneta. El
salvó al chico, pero hubo una lucha y... ―Se calló―. Pobre Liv.
David luchó contra el pánico.
― ¿Estaba allí?
―No. Ella llegó allí unos diez minutos más tarde. Kane ya había muerto.
La tristeza se instaló sobre sus hombros, mientras su cuerpo se estremecía con
alivio. Ella no había estado cerca, en peligro. Kane había sido más que el
compañero de Olivia, había sido su amigo y, si el instinto de David tenía razón,
también una figura paterna.
― ¿Dónde está ella?
―No lo sé―dijo Barlow―. Oí que había un oficial herido. No supe que era Kane
hasta hace un rato. Ella aún podría estar en el hospital con la familia de Kane, Pero
conociendo a Liv, habrá ido de nuevo a la escena.
«A hacer su trabajo. Como yo». Quería pedir a Casey unas horas para ir a ver a
Olivia, para ver a Jeff, pero aun había horas de trabajo por hacer aquí. «Y después
estaré de guardia las siguientes veinticuatro horas».
―La llamaré―Pero, ¿que podía decir?

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―Me enteré de lo de tu compañero, Zell―dijo Barlow―. Lo siento.
El miedo, la preocupación, y la culpa volvieron a su mente, y rápidamente se
volvió. No podía permitirse pensar en Zell ahora.
Tampoco podía permitirse pensar en Olivia, pero eso era imposible. Ella estaba allí,
en su mente. Ella estaba sufriendo, y él también.
―Gracias―David inspeccionó los restos―. ¿Cuál era la casa objetivo del incendio?
―La segunda desde la izquierda―dijo Barlow―. Sin bola de cristal que hayamos
sido capaces de encontrar.
― ¿Fue el tanque de gas el objetivo?
―No parece haberlo sido La gente acababa de encender sus calefacciones para la
noche. Probablemente una tenía una fuga y no lo sabían. El fuego se extendió de
una casa a otra y... boom―La última palabra sonó muy cansada―. Sabemos que
dos personas estaban en una de las casas, pero la otra casa estaba en venta. Los
vecinos dicen que estaba desocupada.
―Se suponía que los apartamentos también debían haberlo estado―dijo David.
Barlow se encogió de hombros.
―Lo sé. Pensé eso ya. He llamado por un perro de búsqueda de cadáveres y se
supone que llegará pronto. Entonces empezaremos la búsqueda entre los restos.
Era una perspectiva desalentadora, pero una parte del trabajo.
―No dejaron una bola de cristal. ¿Estamos hablando de los mismos pirómanos?
―preguntó David y los ojos de Barlow se entrecerraron.
―La casa pertenecía a la amante de Barney Tomlinson. ¿Tú qué crees?
Las palabras quedaron suspendidas en el aire por un momento. Entonces Casey
miró a los ojos a David, los suyos amables.
― ¿Por qué no te vas? Ve a ver Zell y a la detective Sutherland. Estarás de vuelta en
pocas horas y no podrás después.
David pensó en Olivia, sola de duelo. Ella no debería estar sola.
―Gracias. Tendré que coger un taxi de vuelta a la Estación de bomberos.
―Le pediré a uno de los policías que lo lleve de vuelta―dijo Barlow.

Miércoles, 22 de septiembre, 2:30 am

Olivia y Noah hallaron a Micki en la escena del crimen, mirando la hierba aplastada
que estaba manchada de sangre. El sombrero de Kane estaba todavía en el suelo.
Parecía... solitario. Pequeño y para nada como el hombre que lo había llevado.

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«Quítate la imagen en tu mente», se dijo Olivia con severidad. «Este es el
monstruo al que estás persiguiendo. Este es el que te lo quitó. A Jennie».
A su lado, Noah soltó un suspiro.
―Maldita sea.
Micki le miró, sorprendida.
―Lo siento. No os he oído venir.
― ¿Encontraste la bala? ―preguntó Olivia con dureza.
―Sí. De punta hueca. Tuve que enviarla a balística. Tendrán los resultados para la
reunión de la mañana, pero apuesto que coincidirán con las de Weems y
Tomlinson.
― ¿Ha dejado algo atrás? ―preguntó― ¿Lo atraparon las cámaras?
Amargamente los labios de Micki se retorcieron.
―Estaba vestido como un policía. Kane debe haber tirado el sombrero del
bastardo―Lo señaló, aplastado en el suelo sobre el hombro―. El tirador lo pisó
cuando estaba escapando. Luego la ambulancia pasó por encima de nuevo, pero
está doblado, así que espero que todo lo que dejó atrás estará atrapado en el
interior.
«Un sombrero», pensó Olivia. Kane vería la ironía en eso.
―Y ¿las cámaras de seguridad? ―preguntó Noah.
―Tenemos la altura y el peso del tirador. Estaba en mal ángulo para las matrículas
de la furgoneta. Tenemos una descripción muy básica de la furgoneta, pero eso es
todo.
Olivia señaló sombrero de Kane.
― ¿Puedo tomarlo?
Micki negó con la cabeza.
―Todavía no. Lo siento, Liv.
El asentimiento de Olivia fue brusco a pesar de que su corazón estaba roto, Micki
estaba haciendo su trabajo y era muy buena en ello. «Es solo que estaba en el
suelo. No debería estar en el suelo». Se aclaró la garganta y cuando habló, su voz
era lisa y fuerte.
―Está bien. Yo solo quiero asegurarme de que Jennie lo recupera. Voy a encontrar
a Kenny Lathem ahora. Llámame si consigues algo.
Micki solo asintió, con los labios fruncidos para no desmoronarse. Olivia giró sobre
sus talones y obligó a sus pies a moverse, con Noah a un lado.

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Oaks les estaba esperando en su oficina. Una mujer estaba sentada en la silla junto
a su escritorio. Hizo señas, luego señaló a la mujer que parecía tener unos veinte
años.
―Dijo que pensaba que volverían, por lo que esperé―dijo ella―. Soy Danni Oaks.
El director Oaks es mi padre. El me pidió que fuera interprete para él esta noche.
―Gracias―dijo Olivia. Se volvió a Oaks―. ¿Algún chico resultó herido esta noche?
―No―dijo él por señas―. Kenny está muy preocupado, como se podría esperar.
Hemos llamado a sus padres para que vengan a buscarlo.
―Tenemos que hablar con él primero―dijo Olivia rotundamente.
Oaks vaciló.
―Detective―dijo por señas―, cooperé con ustedes ayer.
―Y se lo agradecemos―Olivia interrumpió la suave voz de Danni Oaks, sin
molestarse en ocultar la impaciencia en su rostro o su tono―, pero mi compañero
está muerto, Sr. Oaks―Ella lo vio estremecerse―. Y Val, ¿la intérprete de ayer?
Está desaparecida. Alguien realmente quiere a Kenny. Quiero saber quien y por
qué. Y quiero saberlo ahora.
―Sus padres deberían estar aquí―dijo por señas Oaks con cansancio, Danni lo
expresó.
―Kenny podría estar en peligro, Sr. Oaks―dijo Olivia―. El sabe algo que alguien no
quiere que diga. Yo no quiero tener que explicar a sus padres por qué alguien lo
asesinó también.
Los hombros de Oaks se hundieron.
―Tendré que traerlo.

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Capítulo Veinte

Miércoles, 22 de septiembre, 02:55 am

Kenny entró arrastrado los pies junto a un hombre que Oaks presentó como
Roger Court. Roger era el personal del dormitorio que había hablado con el asesino
de Kane.
Cuando estaban todos sentados, Olivia comenzó.
―Kenny, sé que tienes miedo, pero tienes que hablar conmigo.
Kenny cerró los ojos.
―Quiero volver a mi habitación―dijo por señas con el rostro pétreo.
Danni Oaks lo expresó con una nota de disculpa, sentimiento que Olivia sabía era
de Danni y no de Kenny. Olivia golpeó la mesa, pero los ojos de Kenny
permanecieron obstinadamente cerrados.
Olivia golpeó más fuerte, a continuación, golpeó con su puño con tanta fuerza que
la mesa dio un salto y se estremeció. Aun así los ojos de Kenny permanecieron
cerrados. Su furia barboteaba, haciéndola perder el control y de repente Olivia vio
a Kane de nuevo, tendido en el suelo. Su sangre empapando la tierra. Muerto.
«Debido a que esta mierda no quiso hablar. Maldito muchacho, hablarás
conmigo».
Ella agarró la parte de atrás de la silla de Kenny, retirándolo de la mesa y de todo
alrededor para que no tuviera nada en que apoyarse. Sus ojos se abrieron de
golpe, se enfriaron, cerrándose de nuevo.
―Bien―dijo ella―. Vamos a ver lo terco que eres entre la población general de la
cárcel.
―No puede... ―dijo Oaks por señas. La voz de Danni temblaba mientras hablaba
por su padre.
―Mírame―espetó Olivia―. Sólo mírame.
―Es un chico―dijo Roger en voz alta, haciéndolo por señas al mismo tiempo. Tenía
problemas auditivos, pero ella pudo entenderle―. El no ha hecho nada malo.
―No lo se. Así que voy a asumir lo peor―Olivia sacó las esposas del cinturón y
cerró una en la muñeca de Kenny.
Los ojos de Kenny se abrieron, la terquedad se volvió pánico.
― ¡No! ―exclamó en voz alta.

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Olivia le esposó las manos a la espalda, y luego lo empujó hacia atrás en la silla.
Tenía toda su atención ahora. Se volvió hacia Danni Oaks, su temperamento cerca
del punto de ruptura.
―Dile que hablará conmigo o le arrestaré por obstaculizar una investigación. Dile
que mi compañero murió por salvar su lamentable culo y si no empieza a hablar en
los próximos diez segundos cada policía de la ciudad sabrá por qué está allí. Dile
que estoy harta y cansada de sus juegos y que quiero respuestas y las quiero del
ahora.
Danni interpretó rápidamente, entonces Oaks se puso delante de Kenny y comenzó
a hablar por señas.
― ¿Que está diciendo? ―preguntó Olivia cuando Danni no interpretó de
inmediato.
―Que acceda a cooperar. Que su propia vida podría estar en peligro.
Kenny lanzó a Olivia una mirada de rabia impotente.
―Déjeme ir―Expreso con voz ronca.
―No hasta que hables―dijo Olivia y Danni tradujo, dirigiendo a Olivia una mirada
temerosa.
― ¿Cómo? ―rugió Kenny.
―No puede hablar si usted ha esposado sus manos―dijo Danni suavemente―.
Por favor, suéltelo.
― ¿Vas a cooperar? ―le pregunto Olivia. Danni tradujo y Kenny asintió
furiosamente.
Olivia miró a Noah.
― ¿Y bien? ―preguntó― ¿Debo soltarlo?
―El no puede hacer señas sin sus manos, Liv―dijo Noah ligeramente―.
Suéltalo―Olivia se dio cuenta de que la expresión de Danni se suavizó cuando
interpretó a Noah. Kenny lo hizo también.
Olivia abrió las esposas.
―Entonces, habla conmigo Kenny. En primer lugar, ¿Cómo era este tipo?
Kenny se frotó las muñecas con resentimiento. Deliberadamente volvió la silla para
contestar a Noah. «Poli bueno, poli malo», pensó Olivia, satisfecha.
―Normal―dijo por señas―. Mi altura, más o menos mi peso, cara normal. Llevaba
sombrero.
Olivia miró a Roger.
― ¿Alguna cosa que pueda agregar?

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Roger se encogió de hombros.
―Tenía una insignia, camisa blanca. Parecía un policía.
Olivia asintió.
―Lo sé. ¿Se lo dijiste a alguien cuando se llevó a Kenny?
―Sí. No estaba bien. Llevaba a Kenny lejos de la Policía, no hacia ellos. No podía
dejar a mis chicos solos. Yo estaba tratando de llamar la atención de uno de los
oficiales cuando llegó el detective con un pedazo de papel con el nombre de Kenny.
Señalé alrededor del edificio. Se fue corriendo detrás de ellos y luego otro policía
le siguió.
Roger se tocó el audífono con una pequeña mueca de dolor.
―Escuché el disparo y el segundo policía volvió con Kenny. No pasó mucho tiempo
hasta que la historia se extendiera, que el detective estaba muerto―sus ojos eran
adustos―. Lo siento. Sé que era su compañero. Desearía...
La mirada que le dirigió a Roger fue suave, pero por dentro estaba gritando.
―Lo sé, pero su rápido pensamiento ayudó al detective Kane a salvar la vida de
Kenny―Volvió la mirada hacia Kenny bruscamente―. Mi compañero murió
protegiéndote. ¿Qué sabes?
Kenny se hundió.
―Mi amigo vio algo―dijo por señas, despacio―. El domingo por la noche.
Olivia tocó la rodilla de Kenny.
―Dime―dijo ella en voz baja.
―El estuvo en el incendio de los apartamentos. Regresó―Kenny miró a Oaks por el
rabillo del ojo― por la ventana―Oaks apretó los labios, pero no dijo nada.
―El estaba con Tracey Mullen―dijo Olivia―. La chica que murió.
Kenny asintió.
―La conoció en el campamento. Los dos estábamos allí.
― ¿Como se llama tu amigo, hijo? ―preguntó Noah, con cara amable.
―Austin Dent.
Oaks frunció el ceño.
―Austin fue suspendido el lunes por la mañana. Estaba fumando en su habitación
de la residencia. Ahora eso tiene sentido. Lo enviamos a casa.
― ¿Donde está la casa de Austin? ―preguntó Olivia.
―Duluth―Dijo Oaks por señas―. Voy a buscar su dirección.
Noah tomó nota.
―Por lo menos nuestro tirador no sabe dónde vive Austin.

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Kenny parecía enfermo, sus manos temblaban mientras decía por signos.
―El hombre... Tiene mi teléfono celular. Tiene mis mensajes. Mi lista de teléfonos.
Tiene la dirección de Austin.
Noah ya estaba en pie.
―Voy a llamar a la Policía Estatal. Pueden recoger a Austin. Si el tipo conducía
directamente desde aquí, aún está a dos horas.
Cuando Noah se hubo ido, Olivia se instaló en su silla.
― ¿Qué te dijo Austin?
―El domingo por la noche, estaba muy molesto. Yo no sabía por qué. Yo no sabia
lo que había hecho―Ahora que había empezado, los signos de Kenny eran
frenéticos, pero Danni siguió―. Olía a humo―Una vez más miró a Oaks por el
rabillo del ojo―. Le pregunté si lo que había hecho era peor que ser atrapado
fumando y me dijo que si. Así que le di mis cigarrillos. Pensamos que Roger olería
el humo, pero que pensaría que era por los cigarrillos.
―Así que Austin fue suspendido―dijo Olivia―. ¿Y no te dijo nada más?
Kenny miró a otro lado.
―El me envió un mensaje ayer por la mañana. Dijo que tenia que decirle a la
Policía lo que pasó, pero de forma anónima. Me pidió que enviara una carta por él.
Desde un buzón del centro. De esa manera no sabrían quien era.
Solo eran niños asustados. Pero si hubieran dicho algo, Kane podría... tuvo que
tomarse un momento, dejar que la tensión en su pecho pasase.
― ¿Qué decía la carta?
―Que vio a un hombre disparar al guardia de seguridad. Entonces el hombre se
metió en un bote que había atado al muelle y se escapó. Que Austin estaba en el
edificio cuando empezó a arder. Estaba con una chica. Pensó que ella había
conseguido salir con él, pero ella no lo hizo. No pudo volver a entrar. La puerta se
cerró y había perdido la llave dentro. No pensó que le creerían.
―Muy bien―murmuró Olivia―. Kenny, tengo que entenderlo. ¿Por qué, en
nombre de Dios, no nos dijiste esto cuanto te preguntamos ayer?
Kenny miró de nuevo a otro lado y Olivia le tomó de la mandíbula.
―Debido a Tracey―dijo―. Se suponía que debía ser mía. Austin lo sabía.
Olivia cerró los ojos, necesitaba un momento para controlar la repentina oleada de
furia.

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―No nos lo dijiste ¿por qué estabas enojado con tu amigo por encontrarse con la
chica que te gustaba en los apartamentos? ―habló muy lentamente. Kenny le
lanzó una mirada inquieta mientras Danni interpretaba.
―Usted dijo que tuvieron sexo―dijo Kenny, con el rostro angustiado―. Ella era
mía. No de Austin. Yo no sabia siquiera que ella le gustaba. Fingió que yo le
gustaba. Deben haber pensado que yo era muy gracioso. Entonces Austin,
queriendo que yo me arriesgara, me envía esa maldita carta. Pensé, no.
―Así que ¿nunca enviaste la carta? ―preguntó Olivia, muy lentamente todavía.
Kenny negó con la cabeza.
― ¿Estoy en problemas?
«¿Estoy en problemas?» Kane estaba muerto y todo lo que a este chico le
importaba era su propio pellejo. «Egocéntrico, sin valor, pedazo de...», se obligo a
parar. «Es un adolescente. Estaba enojado y asustado. No sabía que esto pasaría.
No le puedes culpar». Pero lo hizo.
―No lo sé―Ella miró hacia otro lado, Se pasó una mano temblorosa por el pelo.
Noah se sentó a su lado.
―Respira―murmuró. Lo había oído todo. El lo entendía―. Kenny, ¿Cómo dijo
Austin que era el asesino?
―Alto, de cabello castaño.
― ¿Viejo? ¿Joven? ―presionó suavemente Noah.
―No demasiado viejo, no tanto como nuestros padres. Pero mayor que
nosotros―Kenny sacudió la cabeza―. No fue muy específico. Juro que no estoy
mintiendo.
Noah tomó aire, dejándolo escapar con cuidado.
― ¿Te suena que pudiera ser el hombre que te agarró esta noche?
El encogimiento de hombros de Kenny fue de dolor.
―No lo sé. Estaba demasiado asustado para mirarlo.
―Yo lo ví―insertó Roger―. Era tal vez uno ochenta de alto, no realmente
musculado, pero no gordo. Tenía nariz grande.
―Os sentaremos con un dibujante de la Policía―dijo Noah―. Kenny, ¿sabes como
supo Austin sobre los apartamentos? ¿Cómo consiguió la llave?
―Tuvo un trabajo de verano con el carpintero en el edificio. Así es como pagó el
campamento.
― ¿Sabes el nombre del carpintero? ―preguntó Noah pero Kenny sacudió la
cabeza.

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Olivia frunció el ceño cuando se le ocurrió una idea.
― ¿Tiene Austin el pelo oscuro?
―Es moreno―dijo Kenny―. Pero se lo tiñe de rojo.
― ¿Por qué? ―pregunto.
―Su padre los abandonó―dijo―. Austin se le parece exactamente y sabía que a su
madre le dolía mirarlo. Así que se cambió el pelo. Ha sido pelirrojo desde los doce
años.
Olivia respiro. Ella entendía esa emoción. Su propia madre había odiado el rostro
de Olivia porque se parecía al del hombre que las había abandonado.
―Bien. Vamos a dejar un policía fuera del dormitorio de los chicos hasta que
estemos seguros de que están a salvo.
Oaks asintió, aliviado.
―Gracias.
Cuando ella y Noah llegaron al coche, Olivia cerró los ojos, agotada.
―Demonios. No puedo creer a ese chico. Kane ha muerto porque Kenny estaba
enamorado de una chica.
―No, Liv. Kane ha muerto porque un hijo de puta le disparó dos veces al intentar
secuestrar a un niño. Kenny es responsable de retener información, pero hazle
pagar por lo que hizo.
Olivia se estremeció.
―Dije eso ayer. Al gilipollas de Crawford―Cuando se lanzó contra Lincoln
Jefferson, quien en realidad había hecho algo mal―. Tienes razón.
―Lo sé. Así que, ¿A dónde vamos ahora?
―Kane y yo íbamos a localizar a los amigos de Joel Fischer. Y tenemos que
averiguar lo que vio Austin, ver si conocía a Joel o a alguno de sus amigos. Y
tenemos que encontrar a Val.
―Podría estar muerta.
―Lo sé. Pero ¿y si no lo está, dijo que iba a un lugar de sándwiches a tres
manzanas de aquí. Podemos empezar por ahí mañana, tratar de trazar sus últimos
pasos.
Noah abrió la puerta del coche de Olivia y esperó a que entrara, agachándose a su
lado.
― ¿Cómo supo este tipo de Val?
Ella se encogió de hombros.
―Creo que nos estaba siguiendo.

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―Supongo que eso es posible. Ve a dormir unas horas. Si me necesitas, llámame.
Ella asintió con la cabeza. Ahora que la conversación con Kenny había terminado,
temía ir a casa. Estaría demasiado tranquilo. Se pregunto dónde estaba David, si se
encontraba bien. Si ya estaba de vuelta en la cabaña. No quería estar sola.
Necesitaba dormir. Tenia que poder respirar de nuevo. Necesitaba a David.
Encontró el teléfono en un bolsillo. Vio que él había llamado. Eso significaba que
estaba bien. Eso era bueno. Sus hombros se relajaron un tanto, consciente de
pronto que una parte de su mente había mantenido una preocupación constante,
persistiendo en las ideas que ‘un mal fuego’ invocaban. Era un buen bombero.
Tendría cuidado.
Kane también había sido cuidadoso. Y ahora estaba muerto.
Marcó el número de David, pero saltó su buzón de voz. Colgó, incapaz de formar
las palabras que quería decir. «Te necesito. Por favor ven». Palabras sencillas, pero
abrieron un mundo de dolor. Su almohada. Había podido olerlo allí. Por esta
noche, eso podría tener que ser suficiente. Giró su coche y se dirigió al norte.

Miércoles, 22 de septiembre, 03:20 am

BIENVENIDOS A DULUTH.
Pasando la señal de la carretera, miró a su GPS. Solo otros diez kilómetros y todas
sus preocupaciones serian eliminadas, junto con Austin Dent.
Bueno, no todas sus preocupaciones. Pensó en Mary y la conversación de Albert.
Ella estaba en lo cierto sobre que ellos podían alegar que los había añadido con
Photoshop en el vídeo. En todo caso, el vídeo mostraba que había habido una
quinta persona allí, que había visto todo. Si ella se hubiera resistido al principio,
eso podría haber marcado la diferencia, pero Eric no se lo había dicho. Ahora los
tenía hundidos profundamente. Aún así, Mary solo podría resistir sí les daba
algunas asignaciones más.
Al principio, había planeado exponer sus modos de sucios incendiarios, humillando
a su padre. Destruiría al hijo de puta, «como él trató de destruirme».
Pero eso ya no era suficiente. Mary había tratado de hacer frente a un juego
diferente, dejando esas bolas de cristal detrás. Ella no era una activista del medio
ambiente, no es que él hubiera creído por un momento que lo hubiera sido nunca.
Ahora era una asesina múltiple. Ese incendio había ido mal esta noche. Había

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escuchado la historia en la radio hasta que había perdido la señal. Personas
inocentes habían muerto.
La Policía no iba a preocuparse por ello demasiado, tampoco.
Especialmente teniendo en cuenta el incidente con el detective Kane. La Policía
estaría buscando a alguien que pagara. El preferiría que ese alguien fueran Albert o
Mary. O ambos.
El problema era que no estaba muy seguro de como hacer que eso sucediera. Echó
un vistazo de nuevo a su GPS. Casi llegaba. Se desharía de Austin; entonces
consideraría sus próximos pasos.

•••

Miércoles, 22 de septiembre, 03:15 am

David se duchó y se cambió en la Estación de bomberos, llamó a Olivia de


nuevo solo para que saltara su buzón de voz, luego se dirigió al hospital, Donde la
novia de Jeff, Kayla, estaba sentada en la sala de espera.
Se sentó junto a ella, de repente asustado de preguntarle por Jeff.
― ¿Zell?
―Su espalda está rota, la cadera está aplastada―Recitó esto como si estuviera
leyendo una guía telefónica. Ella apenas se mantenía a flote―. Todavía está en
cirugía. David, ¿Qué hago?
―Estar allí para él, por ahora. ¿Hablaste con él antes de que se lo llevaran a
cirugía?
―No. El no estaba consciente. No va a caminar de nuevo, ¿Verdad?
―No sabes eso. Una fractura en la espalda no significa parálisis. E incluso si ese es
el caso, las personas se recuperan de lesiones por el estilo. Mi hermano lo
hizo―agregó.
― ¿Igual que antes? ―preguntó entre lágrimas.
―No―dijo con sinceridad―. Max era deportista profesional. Acabó con su carrera.
Pero encontró una nueva y si Zell llega a ese punto, también lo hará.
Ella se estremeció con un sollozo.
―Dios, lo siento.

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El deslizó su brazo alrededor de sus hombros temblorosos.
― ¿Por qué?
―Porque yo estoy sentada aquí, deseando que él te hubiera sacado a ti.
Eso lo sobresaltó, pero solo por un momento.
―Eso puedo entenderlo. Mi... ―«¿Qué es Olivia?» ―Mi amiga es policía. Su
compañero murió esta noche. Yo... No sé. No puedo creer que haya muerto, Pero
estoy aliviado de que ella no estuviera allí cuando ocurrió el tiroteo. Así que lo
entiendo.
Ella se limpió la cara con los dedos.
―Entras en turno temprano, ¿Verdad?
Levantó la vista al reloj de la pared.
―En un par de horas, si.
―Entonces ve a dormir un poco. Le diré que estuviste aquí. Gracias. De verdad.
Con un peso en el corazón, se dirigió a su coche, comprobando su teléfono
mientras caminaba. Frunció el ceño, reconociendo el número. Noah. ¿Quien
estaba cuidando de su madre?
―Noah, ¿Qué pasa con mamá?
―Nada. Hasta donde yo sé, está dormida.
― ¿Qué quieres decir, hasta donde sabes? ¿Dónde estás?
―Siguiendo a Olivia que acaba de salir al norte. Me dirijo a la comisaría. ¿Lo has
oído?
―Lo de Kane, si. ¿Cómo está Olivia? Traté de llamarla pero no responde.
―Aguantando, a duras penas. Le dije que se fuera a casa, Pero la salida que tomó
no fue la suya. Se dirige al norte.
Al norte. El alivio lo inundó. «Ella viene a mí».
―Se a donde va.
―Pensé que lo sabrías. Mira, trata de evitar que llame.
― ¿Por qué? ¿Qué está mal?
―Tenemos el nombre del niño que estamos buscando, el que vio a Weems recibir
un disparo. Se supone que estaba en casa en Duluth, pero la Policía estatal acaba
de llamar para decir que no pueden encontrar al chico. Parece que los vio venir y
escapó por una ventana trasera. Esperemos.
― ¿Esperáis?
―Olivia sabe que el tirador de Kane tiene la dirección del chico. Sí se entera de que
se ha ido...

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―Conducirá hasta allí a buscarlo.
―Exactamente. Ella ya esta colgando de un hilo. Necesita descansar.
―No le va a gustar que hayas decidido por ella―dijo David en voz baja.
― ¿Vas a decírselo?
―Si ella pregunta, no voy a mentirle, pero no voy a decírselo. Si estás trabajando,
¿quién está vigilando a mamá?
―Llamó a ese viejo amigo bombero tuyo.
―Muy bien, gracias―Esto se estaba volviendo raro, su madre y Glenn.
Pero se centró ahora en Olivia. «Ella viene a mí». Quería arreglarlo, así que no iba a
dejarle a corto plazo. Con una mueca por la hora tardía, marcó a Paige,
sorprendido cuando respondió al primer timbrazo.
― ¿Dónde estás?
―Donde Olivia, Esperando a que llegue a casa. ¿Dónde estás? ¿Te enteraste de lo
de Kane? ¿Sabes donde está? Estoy muy preocupada.
―Me dirijo a la cabaña. Creo que ella ha ido hasta allí. Y sí, lo he oído. No se si ella
tiene algo para ir trabajar mañana. Ya sabes, ropa. Maquillaje. Cosas.
―Voy a hacer su bolsa―dijo Paige―. ¿Quieres que lo lleve hasta allí?
―No. Su casa no está demasiado lejos del camino. Pasaré a recogerlo.
David colgó. Tenia una llamada más que hacer. Se Imaginó a Paige esperando a que
Olivia volviera a casa y se imagino a su propia madre, esperando al teléfono. Pulsó
la marcación rápida a casa de Evie y Noah. Efectivamente, respondió casi antes de
que sonara.
― ¿David? ―Era su madre y su voz temblaba.
―Estoy bien, mamá. Ni un rasguño.
Su aliento se estremeció al salir.
―Gracias a Dios. He estado sentada aquí, tratando de no preocuparme. Glenn ha
estado con su celular, tratando de averiguar lo que está pasando.
―Estoy bien. Mi compañero, Jeff, no tan bien―Y el compañero de Olivia está
muerto, casi añadió, pero no lo hizo. Su madre nunca había conocido a Kane, y Evie
necesitaba escuchar esas noticias de Noah―. Si pudieras decir algunas oraciones
por él.
―Por supuesto que lo haré. ¿A dónde vas ahora?
―A la cabaña―A Olivia―. Voy a tratar de dormir un poco. Tú haz lo mismo. Te
quiero, mamá.
―Y yo también te amo. Gracias por llamarme. Necesitaba oír tu voz.

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Miércoles, 22 de septiembre, 04 a.m.

Esto era malo. Muy, muy malo. El chico se había ido. Tenia que haber veinte
coches de Policía aparcados en el arcén, en ambos lados de la calzada que
conducía un la pequeña casa de Austin Dent. Había pasado lentamente,
observando la acción.
Policías estatales y locales se congregaban en grupos y al mirar por el espejo
retrovisor, podía ver los haces entrecruzados de las linternas mientras los grupos
de búsqueda se lanzaban al bosque. Eso significaba que no lo tenían tampoco.
Aún.
El muchacho estaba huyendo, obviamente no confiaba en la Policía. Chico
inteligente.
Siguió su camino hasta que ya no pudo ver el resplandor azul del parpadeo de las
luces de los coches de Policía, y luego aparcó en la cuneta, abrió el teléfono de
Kenny, e inició un mensaje para Austin.
«Los Policías me interrogaron toda la noche en la oficina del Oaks». No se si eso
era cierto o no, pero Austin no lo sabría tampoco. «Saben de ti Quieren arrestarte.
Se cuidadoso».
Cerró el teléfono. Eso impediría un poco más que el chico confiara en la Policía.
Podía buscar al niño, Pero ¿quien sabia donde estaba? Hizo un giro en U y regresó
por donde había venido. «Tengo que atraerlo a mí».

•••

Miércoles, 22 de septiembre, 04:05 am

Olivia oyó la camioneta de David que se acercaba por el camino, Pero no se


levantó. Estaba sentada en el extremo del muelle, con las rodillas dobladas contra
el pecho. Oyó detenerse su camión y esperó. Finalmente había llegado. Se
preguntó si sabría lo de Kane.
Después de salir de la Escuela no había tenido la energía para escuchar ninguno de
sus mensajes de voz. Ella simplemente se había sentado aquí, escuchando los

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sonidos de la noche. Después de unos minutos sintió el estruendo del muelle
mientras él se acercaba. El le pasó la mano por el pelo.
―Hey.
―Hey―Susurró ella.
El le cogió de las manos.
―Tus manos están como el hielo. ¿Por qué estás sentada aquí?
―Cerré tu casa cuando me fui antes. Me olvidé de que no tenía llave.
―Puedo arreglarlo―murmuró―. Me gustaría poder arreglar todo lo demás.
―No puedes. Nadie puede.
―Entra. Entrarás en calor―La levantó sobre sus pies, un sólido brazo a su
alrededor―. No podía dejarte sola―En la sala de la cabaña él la cogió en brazos y
la sentó en su regazo en el sofá, cubriéndolos con una manta.
―Necesito estar de vuelta a las ocho―dijo ella―. Tengo que ir a casa y cambiarme
de ropa primero.
―No, Paige te empacó una bolsa. Solo descansa―Apuntó con el mando a distancia
al televisor y la pantalla cobró vida. Era su DVD del Correcaminos.
Sorprendida, alzó sus ojos a los de él y él le besó en la frente.
―Lo encontré en tu reproductor de DVD. Esa noche que hablamos, me dijiste que
ves dibujos animados para liberarte del estrés. Pensé que los dos podríamos
necesitarlo esta noche.
Ella asintió con la cabeza, pero un sollozo surgió rápidamente y no le quedaba nada
para obligarlo a bajar. El la atrajo más cerca, apoyando la mejilla en la parte
superior de su cabeza, meciéndola donde estaban sentados mientras el diluvio se
desataba. Sollozos y maldiciones y juramentos de venganza terrible. Finalmente la
tormenta menguó y ella siguió agitándose. Demasiado vacía para sentir más que
desesperación.
El ahuecó la mano por su pelo, acunándola.
―Ahora duerme, nena.
―Por la mañana Kane todavía estará muerto―susurro.
―Sí, pero tu mente necesita estar fuerte para encontrar al hombre que lo hizo.
―Lo quiero muerto. Quiero que sangre y sufra. Quiero verlo mientras lo hace.
―Yo también.
Había algo en su voz. Gravedad ciertamente, pero también dolor. Ella se apartó lo
suficiente para ver su rostro. El miraba al frente, apretando la mandíbula.
― ¿Qué pasó?

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―Duérmete―Trató de volver su espalda contra él, pero se soltó.
― ¿Qué pasó? ―repitió con más fuerza― Dime.
―El incendio de esta noche fue provocado.
Su mente hizo click a través de los acontecimientos de la noche.
―Woodview. Noah dijo que era donde vivía la amante de Tomlinson. ¿Ese era el
objetivo? ¿Encontraste una bola de cristal?
―Ninguna bola de cristal, Pero la casa de la amante era el objetivo. Sólo que el
viento cambió, afectando a casas en ambos lados. Una explosión de un tanque de
gas arrasó dos casas más. Entonces el fuego se extendió a un edificio de
apartamentos.
― ¿Cuantos? ―preguntó en voz baja.
―Cuatro muertos―La angustia brilló en sus ojos―. Incluido un niño. Tenía sólo
dos años.
Ella presionó los labios contra su mandíbula.
―Lo siento.
―Decenas de personas resultaron heridas―dijo, su voz demasiado lisa.
― ¿Bomberos?
―Zell―dijo ásperamente―. Una viga cayó sobre el. No siente las piernas.
Ella se estremeció al verlo todo con demasiada claridad.
― ¿Quien lo sacó? ―preguntó, aunque sabía la respuesta y la asustaba hasta
dejarla sin sentido.
―Yo lo hice―Cerró los ojos―. Yo lo saqué. ¿Qué pasa si lo empeoré?
―Y si no lo hubieras sacado, estaría muerto.
Ahora que se había quitado una capa de dolor, ella podía realmente mirarlo. Estaba
agotado y con el corazón dolorido... igual que yo.
―Vamos a la cama. También necesitas descansar.
Con cansancio él la siguió, tomando su maleta.
―Paige metió tu pijama de Tweety.
Con el piloto automático, se lo puso en el baño, luego lo encontró en la cama, sus
teléfonos juntos en la mesa de noche. Acercándola, sus dedos tiraron de la banda
de su trenza y comenzaron a liberar el pelo.
―Me gusta suelto―murmuró, luego deslizó su mano por debajo de la camisa de
dormir, ahuecando su pecho como había hecho antes.
Su corazón todavía le dolía y su pecho todavía estaba tenso.

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―Te necesitaba―susurró ella, encontrando más fácil decirlo en la oscuridad―.
Solo estar conmigo.
―Eso sí puedo hacerlo―Le dio un beso en el hombro―. Tengo una pregunta.
― ¿Qué?
― ¿De verdad usas estos pijamas o solo fue Paige causando problemas?
Sus labios se torcieron tristemente, tan contenta de que él estuviera allí.
―Lo segundo. A menos que esté por debajo de cero, yo suelo dormir desnuda―El,
obviamente, lo hacía también.
Sus dedos ya estaban liberando botones.
―Me gusta sentir tu piel contra la mía―En menos de un minuto la tenia desnuda y
arropada en sus brazos―. Ahora sí puedo dormir.

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Capítulo Veintiuno

Miércoles, 22 de septiembre, 4:30 am

David no podía dormir. Yacía allí abrazándola, con imágenes destellando tras
sus apretados ojos.
Zell inmovilizado, Kane muerto. Podría haber sido ella. En la cacofonía de sus
pensamientos, ese era el que gritaba más fuerte que todo lo demás.
Ella no dormía tampoco. Yacía rígida en sus brazos, con respiración entrecortada.
Se estremeció en un suspiro y el tocó con sus labios su mejilla, bañada en lágrimas.
―Hey.
―Sigo viéndolo allí―susurro ella, con voz ahogada―. En la hierba. No puedo creer
que esto haya sucedido.
El la volvió en sus brazos y sus puños se apretaron contra su pecho antes de que
sus manos se extendieran, sus dedos clavándose en su piel mientras otra andanada
de sollozos la atravesaba.
―Está bien―murmuró―. Llora si lo necesitas. No te dejaré―Le acarició el pelo
hasta que sus sollozos se calmaron y su respiración se detuvo.
Frotó la palma de la mano sobre el pecho, limpiándose las lágrimas.
―Te he mojado todo.
―No me importa.
―Tengo que pensar.
―No, cariño. Necesitas pasar el duelo, y ese es un largo camino. Kane era un buen
hombre, un buen policía. Era tu compañero. Habéis pasado más tiempo juntos de
lo que la mayoría de la gente hace con su cónyuge. Te cubría la espalda y confiabas
en el. Lo querías.
―Sí―Fue un ronco susurro―. No lloré así cuando murió mi madre.
Oyó la culpa en su voz.
―No eres una mala hija porque no lo hicieras.
Ella levanto la cabeza, le miró en la oscuridad.
― ¿Qué?
―Te sientes culpable porque estás de duelo por Kane más intensamente que por
tu madre, ¿verdad?
Ella asintió con la cabeza, las lágrimas cayendo de nuevo.

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―Ella era mi madre. Quiero decir que si lloré, Pero esto es diferente. Me siento
como me hubieran arrancado el corazón. ¿En qué clase de hija me convierte eso, si
no es en una mala?
―Esa noche en Chicago, me dijiste que la extrañabas, que la querías.
― ¿Lo hice?
―Sí, lo hiciste. Pero tengo la impresión de que las cosas entre vosotras nunca
fueron fáciles.
Ella bajó la cabeza sobre su hombro con un suspiro.
―No, no lo eran. Ella me quería, yo sé que sí, pero parece que nunca la hice feliz.
Nunca podía hacer nada bien. Y, a veces ella me miraba como si me odiara. Nunca
entendí por qué hasta que ví a Mia por primera vez.
―En el funeral de tu padre.
―Corrí a Chicago tan pronto como me enteré de que había muerto y llegué justo a
tiempo para el entierro. Mia llevaba su uniforme azul, de pie junto al ataúd con su
madre. Los policías doblaron la bandera y se la dieron a la esposa, y luego se dio la
vuelta y casi empujó la bandera en los brazos de Mia. Recuerdo estar allí parada,
odiándolas tanto, tanto. Entonces Mia levantó la vista y no pude respirar. Era como
mirarse en un espejo.
―Ella estaba muy alterada, también.
―Lo sé. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que debíamos parecernos a
nuestro padre.
―No sabías como era él.
―Yo ni siquiera sabía su nombre. Mi madre nunca hablaba de él. Cuando era
pequeña, me imaginaba como era él. Me preguntaba si estaba caminando por ahí
con amnesia o algo así. Nunca pude entender por qué no me quiso.
David tuvo que tragar saliva, imaginándola como una niña.
―Mis padres se amaban y nos querían. Siempre estaré agradecido por ello. Siento
que no tuvieras eso.
―Gracias. Me alegro de que estés agradecido. Yo solía estar muy enojada con los
niños que odiaban a sus padres por algo estúpido, como no comprarles un coche o
ropa. Yo solo quería tener un papá. Cuando me hice mayor, importunaba a mi
madre para que me hablara de él. Finalmente la acusé de no haberle dicho que yo
existía. Fue entonces cuando ella perdió los estribos y me dijo que era policía en
Chicago. Estaba casado. Le había mentido, dijo que su esposa le había
abandonado. Que había prometido casarse con ella cuando yo naciera. Luego,

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cuando llegué yo, decidió quedarse con su otra familia, su esposa e hijas. No sabía
su nombre o el de ellas, pero las odiaba.
― ¿Cómo te enteraste de que había muerto?
―Por la hermana de mi madre. Intenté muchas veces que mi madre me dijera su
nombre, pero ella no quiso. Era un motivo de discordia entre nosotras. Finalmente,
ella murió sin decírmelo. Pensé que nunca lo sabría. Pero entonces recibí una
llamada de mi tía, que vio su obituario. Mi madre había confiado en ella, hace
años. La hizo prometer que no me lo diría, pero mi tía sabia que yo necesitaba
cerrarlo―Su voz se endureció―. Entonces conocí a Mia y me enteré de que estaba
mejor sin padre que con el padre con que ella había vivido. Estuve entonces tan
contenta de que no me quisiera.
―Fueron unas semanas difíciles para ti―murmuró y ella levanto la cabeza de
nuevo.
― ¿Qué quieres decir?
Dudó.
―Sé lo de Doug. Como te dejó.
― ¿Quien te lo dijo? ―Entonces sus ojos se estrecharon― Barlow. Maldito
entrometido.
―Yo pregunté primero. Por si sirve de algo, se siente horrible. Cuando me enteré
de la historia, yo también―ella miró hacia abajo, sin decir nada y él se sintió
obligado a llenar el silencio―. Olivia, tu ex era un gilipollas. Pero a pesar de que se
que te hizo daño, me alegro de que lo fuera. Me alegro de que yo te conociera. Sé
que no me crees, pero te estaba esperando. Tal vez toda mi vida.
Por fin levantó la mirada, con los ojos llenos de dolor.
―Entonces, ¿Por qué dijiste su nombre?
Suspiró.
―No lo sé. Tal vez nunca lo sabré. Solo que había bebido demasiado dos veces en
mi vida. Una vez hace dieciocho años, y después, esa noche contigo. Tal vez tenía
miedo. Yo te conocí y lo supe. Supe que eras especial. Tal vez demasiado especial.
Era como si pudieras ver dentro de mi, y yo no quería a nadie tan cerca.
―Debido a que sabrían lo que no querías que nadie supiera.
Él asintió con la cabeza.
―Olivia, Dana nunca fue más que una fantasía. Hacía que las cosas sucedieran, ella
aguantaba por la misma gente por la que yo había estado trabajando durante años.
Ella era una cruzada. Pero nunca he tenido nada en común con ella. Nunca nos

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quedamos despiertos toda la noche hablando de todo. Ciertamente nunca le hable
de Megan. No sé por qué dije su nombre esa noche. Solo puedo decir que después
de conocerte, no pude sacarte de mi mente.
Ella le sostuvo la mirada en la oscuridad.
―Y ¿sí ella quedara de repente libre?
Y volviera, como el antiguo amor de su prometido.
―Yo no me iría. Porque yo no soy libre. No desde el momento en que te
conocí―Pasó sus dedos sobre su mejilla, sus labios―. Es posible que no creas eso
ahora. Pero si me das tiempo, corazón, confianza... lo harás.
Sus labios se curvaron, tan ligeramente que podría habérselo perdido si no hubiera
estado tan centrado en su rostro.
―Maldita línea, David.
―No son solo palabras. Ya lo verás. Te lo mostraré―Acunó su cabeza en la palma
de la mano y tiro de ella contra su pecho―. Duerme. Estaré aquí cuando
despiertes.

Miércoles, 22 de septiembre, 06:25 am

Entró en su plaza de aparcamiento detrás del Deli, molesto. Austin no había


respondido a sus mensajes y el teléfono celular de Kenny estaba congelado. Entró
por la cocina para encontrar a su personal ya en el trabajo, preparando sándwiches
para el desayuno. El gruñó un saludo y ellos devolvieron el gruñido, tal como
hacían todas las mañanas. Importante mantener una rutina en caso de que alguien
se convirtiera en sospechoso.
Había dejado atrás el sombrero. Todavía no podía superar esa estupidez.
Encendió la televisión detrás del mostrador y se quedó mirando las noticias. El
incendio de la última noche era una gran noticia. Cuatro muertos. Varios heridos,
entre ellos un bombero. Luego vino la amenaza de bomba en la Escuela y la
muerte del detective Kane.
Hizo una nota mental para recortar su pedido de pastrami.
El segmento siguiente era el capitán Abbott enviando un mensaje a Austin, con
intérprete, pidiendo a Austin que contactara con ellos. «Mi prioridad es encontrar
a Austin antes de que la Policía lo haga». Utilizando uno de sus celulares
desechables, Marcó el número de Austin.

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Soy Kenny. Nueva cuenta. La Policía tomó viejo tel. Donde stas? Tengo lugar
para scondrt.
Pulsó ENVIAR, luego empezó otro.
Polis?mern toda la noche. Saben sobre ti. No se lo dije, lo juro. Mienten. No
confíes en ellos.
Pulsó ENVIAR de nuevo.
Cerró el teléfono, lo guardó en el bolsillo. No quería entrar en pánico. Si los polis
supieran de él, habrían estado aquí esperando con todo el SWAT. Sujetó su
micrófono sintonizador en el cinturón, se puso el auricular en su oído y esperó que
Austin comprobara pronto sus mensajes.

Miércoles, 22 de septiembre, de 07 a.m.

Olivia debió haberse dormido porque una alarma del teléfono celular la
despertó. Ella yacía acoplada contra David, sin abrir los ojos él pasó sobre ella para
silenciar la alarma. El pasó la mano por su brazo, ahuecando su cuello y
masajeando la base de su cráneo con el pulgar.
―Tenemos que continuar.
Los acontecimientos de la noche se reprodujeron en su mente y una ola salvaje de
dolor se apoderó de ella.
―Yo no quiero―susurro―. Esto duele.
―Era un buen hombre. Un buen policía. Lo querías. Va a doler.
Le ardían los ojos. Obstinadamente los mantuvo cerrados.
― ¿Podemos fingir que no es por la mañana durante cinco minutos más? ¿Por
favor?
―Claro―Su voz era ronca pero dulce y de repente no lo que ella necesitaba.
El había puesto distancia entre sus cuerpos y ella sabía porque. Ella se apretó
contra él, sintiéndolo duro y listo.
―Lo siento―murmuró él―. No puedo evitarlo, de todos modos. No cuando me
despierto contigo.
La noche anterior había maniobrado alrededor de su propio dolor. Ahora ella lo
necesitaba para hacer que el día desapareciera, solo por unos pocos minutos más.
―David, si la noche anterior no hubiera sucedido, ¿Cómo me habrías despertado?
Le oyó su súbito aliento.

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―Estaría dentro de ti―Y entonces él estuvo, duro y lleno, estirándola, haciéndola
jadear―. Así―Extendió una mano grande por su abdomen para acercarla,
empujando más profundamente.
― ¿Y después? ―susurró.
―Y después te montaría fuerte―Y así lo hizo, haciéndola gemir, retorcerse. Rogar
por más. Su ritmo era rápido y furioso y cuando su pulgar encontró su lugar más
sensible ella subió como un cohete, una luz estalló contra sus párpados cerrados.
El la siguió con un gemido, su cuerpo poniéndose rígido, agarrando con las manos
sus caderas mientras se enterraba en ella.
Permanecieron juntos temblando, jadeando como velocistas. Más tarde ella podría
preocuparse sobre como había llegado a ser tan bueno, pero por ahora estaba
agradecida de que hubiera alejado el día unos minutos más.
Su respiración volvió a la normalidad, trayendo consigo el conocimiento de que no
podía posponer más el día. Los dos tenían trabajo que hacer. Ella abrió los ojos, sus
dos teléfonos en la mesita de noche fue lo primero que vio.
Y algo hizo click.
―Se queda sus teléfonos celulares―murmuró y sintió que David se ponía rígido de
la sorpresa.
El se apoyó en un codo y la miró fijamente.
― ¿Discúlpame?
Ella lo miró con urgencia.
―Este tipo tiene sus celulares. Tomlinson, Val, y ahora Kenny. Se ha quedado todos
sus teléfonos.
― ¿Por qué?
―Todavía no lo sé―Ella tiró de él para darle un beso duro―. Me tengo que ir―Ella
rodó para sentarse en el borde de la cama, luego se detuvo, otra verdad ocupó su
lugar. Ella miró por encima del hombro, vio que él se daba cuenta de ello,
también―. Nosotros, um, olvidamos algo esta vez.
Sus ojos grises eran intensos, a pesar de que sus mejillas habían enrojecido por
debajo de su barba mañanera.
―Estás a salvo conmigo, Olivia.
Sus propias mejillas se calentaron. Era una conversación incomoda, cuando menos.
―Yo también. Me revisaron de seis maneras cuando doné mi riñón a Mia, y no ha
habido nadie desde entonces. Pero... no estoy tomando la píldora. Debería haber
tenido más cuidado.

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Aun acostado de su lado, le pasó la palma de la mano suavemente por el brazo,
entrelazando sus dedos con los de ella.
―Te esperé mucho tiempo. No voy a irme.
Ella tragó saliva.
―Es solo que... yo crecí sin padre. Debería haber sido cuidadosa.
―Lo entiendo―dijo él firmemente―. Pero no voy a irme―Le dio un beso en la
palma―. Ahora vamos, a meternos en la ducha o los dos llegaremos tarde al
trabajo.

•••

Miércoles, 22 de septiembre, 7:30 am

Austin Dent abrió los ojos. El sol estaba alto. Había dormido poco. Muy
preocupado.
Su madre estaría muy preocupada, a pesar de que había sido el primer y único
mensaje que haya enviado cuando se escapó. «Estoy bien. Tomé tu coche. No hice
nada malo. Lo siento».
Su corazón aún retumbaba cuando recordó ver el coche de la Policía en su camino
de entrada. «Corre». Teléfono en mano, había agarrado una sudadera con capucha
de una silla y se escapó por la ventana de su dormitorio. Había corrido por el
bosque, sin mirar atrás hasta que había llegado a la casa de un vecino. El vecino
había dejado una bicicleta afuera y la había cogido, montando tan rápido como
pudo a una parada de camiones donde su madre trabajaba de camarera toda la
noche. Su coche estaba allí. Por suerte, las llaves y la cartera habían estado en sus
bolsillos cuando había huido.
Había tomado su coche, en dirección al norte, con la intención de pasar la frontera
canadiense.
Pero, ¿qué bien haría eso? Ese era un pensamiento loco. Tenia que encontrar una
manera de detener esto. Necesitaba pensar. Necesitaba dormir. Por suerte había
más lugares donde esconderse aquí en los bosques del norte que en cualquier
lugar que supiera. Había metido el coche un claro y consiguió descansar un poco.

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Pero ahora el Sol estaba alto y tenia que tomar algunas decisiones. «¿A dónde voy?
¿En quien puedo confiar?» Cogió su teléfono celular. Había quitado la batería
mientras dormía, no muy seguro de si alguien podría utilizarlo para encontrarlo.
Repuso la batería, y luego parpadeó cuando vio todos los mensajes. La gente había
estado tratando de contactar con él durante horas. Su madre. «Confía en la
Policía».
Kenny. «Cree a la Policía».
La policía. «No vamos a hacerte daño».
Y Kenny de nuevo. «La policía tomó mi viejo tel. Mienten. No confíes en ellos».
Austin apagó su teléfono, asustado y confundido, Pero a sabiendas de que nada iba
a cambiar si se quedaba sentado aquí. Las respuestas estaban en Minneapolis. Así
que ahí es dónde iría.

Miércoles, 22 de septiembre, de 08 a.m.

David se sorprendió al encontrar a Tom esperándole en la sala del parque de


bomberos. Su sobrino se puso de pie, su rostro inclinado con ceño fruncido.
― ¿Estás bien? ―preguntó Tom.
David asintió y se dirigió directamente hacia el café.
―Una noche dura, pero estoy bien.
―Oí en la televisión lo de Zell. ¿Alguna noticia?
―Llamé al hospital, de camino. Dijeron que no había cambios.
David sirvió dos tazas de café y le dio una a Tom.
―Supongo que no sabremos nada durante un día o dos. ¿Te acuerdas del detective
Kane, el compañero de Olivia?
Tom asintió con la cabeza, su ceño se profundizó.
―Lo escuché en las noticias. Dijeron que estaba salvando a un chico de ser
secuestrado.
―Lo cual está todo mezclado con esta locura de la bola de cristal―Y que una bola
no se hubiera encontrado en la escena de la noche anterior había sido lo que le
había estado pinchando.
―Pobre Olivia. Tiene que estar abatida.
―Lo está, pero aguantará―«Y yo también». Se había vuelto hacia él esa mañana,
necesitándole. Había temido que a la luz del día vería el desprecio en sus ojos. Pero

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ella había tomado su peor secreto y lo dejó atrás. Encontraría una forma de hacer
lo mismo.
―Lo sé. Pero aún así... ―Tom suspiro― Tengo una clase a las nueve, Así que no
tengo mucho tiempo. He encontrado un par de cosas de ese sitio Web del que
hablamos. ¿Podemos hablar aquí?
Estaba muy tranquilo el parque de bomberos esa mañana, el ánimo deprimido,
común cuando uno de los suyos era herido. Todo el mundo iba a lo suyo y nadie le
prestaba atención.
―Tan buen lugar como cualquier otro. ¿Qué tienes?
―El nombre de dominio del sitio Web está registrado a nombre de un tal Hubert
Leeds, establecido hace diez años.
―Dos años después del último incendio de Moss. ¿Quien es Hubert Leeds?
―Profesor Leeds. Daba clase en la misma universidad que Moss. Eran amigos, de
acuerdo con algunos artículos que encontré.
― ¿Daba? ¿Leeds está jubilado?
―No, está muerto. Murió de un aneurisma hace ocho años.
―Así que ¿el sitio web solo seguía viviendo?
―No exactamente. No estoy seguro de cuando se ha subido el contenido, ya sabes,
los discursos, las grabaciones, las fotografías de Moss. Pero alguien ha estado
renovando el registro del dominio. No puedes dejar que tu URL caduque o alguien
podría comprarlo rápidamente y utilizarla para su propio sitio Web. Se renovó por
última vez hace ya seis meses, y quedó registrado durante nueve años. Es el
máximo.
― ¿Quien lo pagó?
―Buena pregunta. Eso habría requerido excavar un poco más profundo de lo que
estaba acostumbrado a realizar. Tarjetas de crédito y cosas por el estilo.
―Así que vamos a necesitar ayuda―dijo David infelizmente y Tom se encogió de
hombros.
―Ethan no es un mal tipo, David.
―Lo sé, lo sé. No importa. ¿Qué más encontraste?
Las cejas de Tom se levantaron.
―De nada.
David sonrió.
―Gracias. ¿Qué más encontraste?

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―Me metí en el sitio Web con bastante facilidad. Pensé que alguien tenia que
estar actualizándolo y como era igual de probable que fuera ese tipo Lincoln
Jefferson como cualquier otro. Jugué con nombres de usuario y contraseñas hasta
que conseguí hacerlo bien. No llevó mucho tiempo. Su nombre de usuario es Abe
Thomas, en una sola palabra. Y te doy tres oportunidades para adivinar su
contraseña.
―Valla Eam―dijo David.
―Acertaste. Apuesto a que Lincoln trabajó con el profesor Leeds para construir el
sitio. El profesor probablemente le dio acceso a toda la administración, el registro,
el sitio en si. Luego, cuando murió, Lincoln lo mantuvo.
―Mientras se volvía más y más loco―dijo David―. Así que ¿este sitio web ha
estado allí todo este tiempo? ¿No tienes que pagar por el espacio del servidor?
―Este está alojado en uno de esos sitios gratis. La cuenta está a nombre de Leeds.
Comprobé su actividad y el sitio tuvo un bajo nivel de visitantes durante el primer
semestre del año pasado. La verdadera actividad comenzó en abril pasado, justo
cuando se renovó el dominio.
―Entonces, ¿Quien ha estado visitándolo?
Tom sacó una hoja de papel de su bolsillo.
―Pude rastrear nombres. No pude rastrear el resto de las direcciones IP. Tienes
que pedir ayuda a Ethan para esto.
David leyó la lista, entonces frunció el ceño ante un nombre que seguía
apareciendo una y otra vez.
―Yo conozco este nombre. Joel Fischer. ¿Por qué me suena ese nombre? ―Cerró
los ojos, concentrándose― Ah, sí, ya recuerdo. Fue el lunes cuando estaba
escuchando los informes de prensa sobre el fuego de los apartamentos. Joel
Fischer murió el lunes. Accidente de coche.
―También lo recuerdo, ahora―Tom se quedó pensativo―. El iba a la universidad.
El tráfico Web pesado en abril era probablemente la investigación para una clase
semestral de primavera.
«El estaba en el incendio», pensó David. Entonces había conducido su coche fuera
de la carretera, incapaz de lidiar con la culpa. La casa de Joel era la visita que Olivia
había hecho justo antes de ir a la cabaña la noche anterior, antes de que todo
golpeara el ventilador.
―Es importante.
―Y no me vas a decir porque―dijo Tom rotundamente―. Nada sofisticado, David.

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David se inclinó murmurando: ―El estaba en el incendio de los apartamentos, ¿de
acuerdo?
Las cejas de Tom se dispararon.
― ¿En serio? No parece un criminal inteligente. No trató de ocultar sus visitas a
este sitio y lo visitó mucho. Por supuesto, las visitas al sitio han subido por las
nubes desde ayer, cuando la historia de la bola de cristal salió.
Olivia necesitaba la información, pero David no estaba seguro de como iba a
decirle de donde lo sacó. Examinó de nuevo la lista. Había un nombre que estaba
notablemente ausente.
―El nombre de Lincoln no está en ningún lugar―dijo David, pensativo―. No es de
extrañar que el federal estuviera tan enojado. Lincoln ha estado ahí, delante de sus
narices durante doce años, manteniendo el sitio Web. Pero tenían que haber
sabido que el profesor Leeds había muerto. ¿Por qué no investigaron?
―Si no añadió ningún nuevo contenido después de morir Leeds, podrían haber
asumido que era un sitio estático. Tal vez no se pararon a comprobarlo. Eso es todo
lo que tengo. Habla con Ethan sobre el pago con tarjeta de crédito por el dominio.
El tiene formas de rastrearlo.
―No creo que todas sus formas de ‘rastrear cosas' sean totalmente
legales―murmuró David.
― ¿Y? ¿Quieres que sea legal o mantener a salvo a la abuela en tu loft?
―Tienes razón. Llamaré a Ethan. Gracias por tu ayuda, chico.
―Cuando quieras―Tom le dio un rápido abrazo con un solo brazo, luego dio un
paso atrás, divertido―. Necesitas deshacerte del perfume de madreselva, David.
La gente va a hablar.
Las mejillas de David ardían. Olivia había saltado a la ducha sin su champú. El había
recogido la cortina para dárselo y la encontró llorando, una nueva oleada de dolor
había golpeado cuando se había encontrado sola. El la había abrazado mientras
lloraba, le lavó el pelo porque sabía que el masaje la calmaba. Entonces una cosa
llevó a la otra y él había hecho que el día desapareciera una vez más.
Tom soltó una carcajada.
―Deberías ver tu cara. Tengo que ir a clase. Llámame si me necesitas―Le entregó
una tarjeta a David―. El celular de Ethan.
David tomó la tarjeta.
―Gracias. Lo digo en serio.
―No hay problema. ¿La abuela está aún con Evie? ―preguntó Tom y David asintió.

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―Sí. Noah tuvo que trabajar ayer por la noche, después de que Kane... ―Suspiró―
De todos modos, ella llamó a Glenn y él se quedo allí durante la noche. Supongo
que todavía está ahí.
―Supongo que es hora para la abuela, también. Ella ha estado sola mucho tiempo.
Todavía hizo una mueca de dolor.
―Sí, es cierto.
Tom se encogió de hombros.
―Hey, yo tuve que ver a mi madre enamorarse de tu hermano.
―Pero resultó bien.
―Claro que lo hizo. Y esto lo hará, también. No deberías estar quejándote. Si es lo
suficientemente bueno para ser tu amigo, entonces está bien para tu madre.
―Tienes razón. Oye, ¿sabes que podrías haberme llamado con toda esta
información?
―Lo sé―dijo Tom―. Pero ví el fuego en las noticias durante la noche y oí que uno
de los bomberos resultó herido. La abuela me llamó, me dijo que no eras tú, pero…
―se encogió de hombros incómodamente― Supongo que tenía que ver por mi
mismo que estabas bien.
David sintió que se le cerraba la garganta una vez más.
―Bueno, lo estoy. Vete a clase. Y gracias.

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Capítulo Veintidós

Miércoles, 22 de septiembre, 08 a.m.

Olivia se quedó a la puerta del departamento de Policía, con su fedora en la


mano. Al salir de la cabaña de David lo había visto en el sofá y lo recogió por
capricho. No, no un capricho. Un talismán quizás. Pero ella no había sido capaz de
ponérselo en la cabeza.
Era tarde, pero no podía estirar la mano hacia la puerta. No quería entrar. No
quería ver el escritorio de Kane o la mesa redonda de Abbott. No quería ver las
miradas de tristeza en los rostros de todos. «Solo consigue pensar en el hoy». Más
fácil decirlo que hacerlo.
―Buenos días, detective―Era la Dr. Donahue.
«Genial». La psiquiatra del departamento olía sangre en el agua.
―Buenos días―dijo Olivia y si sonó un poco brusca, que así sea. «Tengo cosas en
mi mente».
―Contrariamente a lo que piensa, detective, no estoy aquí para analizarla. Estoy
aquí para la reunión de Abbott―La rozó al pasar y, demasiado tarde, Olivia se dio
cuenta de que sus ojos habían estado rojos.
Olivia la siguió.
―Dr. Donahue―La psiquiatra siguió caminando, apartando la cara―. Jess. Espera.
Donahue se detuvo, rebuscando en su bolsillo un pañuelo de papel.
― ¿Le puedo ayudar, detective?
Por un momento, Olivia no supo qué decir, y luego busco en su bolso una polvera,
entregándosela a Donahue.
―Control de daños.
Donahue extendió los polvos por debajo de sus ojos, pero fue un esfuerzo
simbólico.
―Gracias.
Olivia dejó caer la polvera en su bolso, luego respiró.
―No puedo ir allí.
La mirada de Donahue era equilibrada.
―Sí, Si puede. Tiene que hacerlo.
―Tengo que conseguir pasar el día de hoy―Las palabras la hacían burla.
―Por trillado que parezca, si. Detective... Olivia, nadie dijo que sería fácil.

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Olivia miró el ascensor, observando la gente subir. Sabía que si entraba con ellos,
entraría en pánico total. Miró de nuevo a Donahue, cuyos ojos se habían suavizado
con comprensión.
―Vamos a tomar las escaleras―dijo Donahue―. Menos gente puede ver así mi
cara.
Agradecida por la excusa, Olivia la siguió. Habían subido dos plantas cuando Olivia
se detuvo. Donahue se detuvo en el siguiente escalón y miró hacia abajo, a la
espera.
―Tengo miedo de las escenas del crimen―se oyó admitir―. Miedo de ver los
cuerpos.
Donahue pareció sorprendida.
― ¿Era eso tan difícil de decir?
Olivia tragó saliva.
―Sí. Entonces ¿esa fue la parte más difícil?
La boca de Donahue se curvó.
―Diablos, no. La parte difícil es seguir adelante, pero al menos ahora, podemos
conseguir trabajar. Primero, sin embargo, tenemos que subir estas escaleras.
«Y pasar de su escritorio». Olivia se quedó mirando el sombrero en la mano. Y se lo
puso en la cabeza.
―Bonito―murmuró Donahue―. Muy Ingrid Bergman.
Olivia frunció los labios, un nuevo sollozo amenazaba con partirla en dos. Se agarro
a la barandilla hasta que pasó. Hasta que pudo respirar de nuevo. Entonces hizo
que sus pies se movieran.
La sala común estaba extrañamente tranquila. Delante de ella, Donahue se movía
como un soldado, sus ojos hacia delante, con los pies casi marchando. Olivia siguió
hasta que llegó a la mesa de Kane. Se obligo a mirarla, se obligó a recordar toda
esa sangre en el suelo. Luego cuadró los hombros y fue a la oficina de Abbott
donde todo el mundo estaba esperando.
―Entonces, ¿qué tenemos? ―preguntó Olivia rápidamente, tomando asiento
junto a Noah―. ¿Han traído a Austin Dent aquí ya?
Noah vaciló.
―No. Se ha ido.
Olivia se volvió lentamente para mirar el perfil de Noah.
― ¿El se ha qué?

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―Ido―dijo Abbott―. La Policía Estatal llegó a su casa ayer por la noche y
encontraron que había salido por una ventana trasera. Hemos hecho una caza sin
cuartel de este chico las últimas cuatro horas.
Un chorro de furia hizo erupción dentro de ella.
―Y ¿no me lo dijiste?
―Mi decisión―dijo Noah―. Necesitabas dormir. Destrípame más tarde, Pero lo
haría de nuevo.
―Yo lo apoyé―dijo Abbott tranquilamente―. No había nada que pudieras haber
hecho. Estamos barriendo los campos, haciendo paradas en la carretera. Cada
agencia está buscando.
― ¿Quien es Austin Dent? ―preguntó Donahue―, y ¿Por qué huye?
Abbott rápidamente puso a la doctora al día, mientras la mente de Olivia corría.
―El tirador tiene el teléfono de Kenny―dijo ella―. Utilizó el teléfono de Val para
mandarme un mensaje, así pensaría que ella estaba bien. El podría haber atraído a
Austin. Podría tenerle en este momento―Miró a Abbott―. Se queda con sus
teléfonos. Tomlinson, Val, y Kenny.
Barlow la miró entonces.
―Y Dorian Blunt. No hemos encontrado aún su teléfono.
Ella miró alrededor de la mesa, vio que no era un nombre nuevo para el resto de
ellos y trato de evitar molestarse.
― ¿Quien?
―Lo encontraron en la casa que fue el blanco del incendiario anoche―dijo
Barlow―. Al menos estamos bastante seguros de que es él. Ian va a obtener sus
registros dentales esta mañana.
― ¿Por qué crees que es él? ―preguntó Olivia―. ¿Y quién es él?
―Porque encontramos su billetera en el pantalón―dijo Barlow―. Su licencia
estaba enterrada en una pila de tarjetas de crédito. Los bordes estaban fundidos
juntos, pero cuando el laboratorio los separó, pudimos obtener su nombre.
―Es un contable―dijo Noah―. Su esposa dijo que salió para reunirse con un
cliente ayer por la noche y nunca regresó. No sabia donde era la reunión o quien
era el cliente. Ella dijo que parecía desesperado cuando se fue, que sus ahorros se
están agotando y tienen un montón de deudas. No había oído hablar de
Tomlinson, ni tenía idea de por qué su marido habría estado en esa casa. Hasta el
momento no tenemos una conexión con Tomlinson o Rankin e Hijos.
―Un montón de deudas, igual que Tomlinson―dijo Olivia―. ¿Usaron gasolina?

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Barlow asintió.
―En el exterior, Pero no en él, al igual que Tomlinson. Lo encontraron sentado en
un escritorio en una oficina en la casa. Estaba boca abajo.
― ¿Parte posterior de la cabeza con una bala de punta hueca? ―preguntó Olivia,
tratando de no pensar en Kane.
―Sí―dijo Micki―. El casquillo está en balística.
Pero coincidiría. Olivia no tenía ninguna duda.
―Ha sido un bastardo ocupado―dijo con frialdad―. Tres en un solo día,
asumiendo que llegó a Val. Kenny habría sido el cuarto. ¿Qué hemos hecho para
comunicarnos con Austin?
―Su madre le ha enviado mensajes, diciéndole que él no está en problemas―dijo
Noah―. Hicimos que Kenny enviara uno, también, De una nueva cuenta.
Cancelamos la antigua cuenta de Kenny para que el 'hijo de puta ocupado' no la
pudiera utilizar. Desperté al gerente de construcción de Rankin y le pedí los
nombres de todos los carpinteros que habían trabajado en el edificio. Llamamos
hasta que encontramos al que había empleado a Austin el pasado verano. Hicimos
que ese tipo enviara un mensaje, también. Hemos tratado de conseguir a cada uno
en el que confíe para decirle que llame a la Policía, que esta en peligro y no en
problemas.
―Así que todo lo que se pudiera hacer―dijo ella en voz baja―. Todo lo que yo
habría hecho.
―Incluso hicimos que Bruce grabara un mensaje personal, y sentamos a un
intérprete de lenguaje de signos a su lado―dijo Noah―. Esperemos que Austin
siga vivo para verlo.
―Y ¿Kenny? ―preguntó.
―Sus padres están aquí―dijo Abbott―. Han accedido a permanecer en una casa
de seguridad hasta que podamos conseguir una mayor protección a largo plazo o
hasta que atrapemos al bastardo ocupado.
― ¿Alguien ha hablado con él de nuevo? El estuvo en la furgoneta del tipo. Tal vez
solo un minuto, Pero tal vez vio algo que podría ayudarnos.
―Todavía no―dijo Noah―. Hoy podemos hacer eso, tú y yo.
―Está bien―Ella bajó la mirada hacia la mesa, trató de organizar sus
pensamientos―. El sombrero que encontraste en la escena anoche. El que el
tirador dejó atrás. ¿Alguna cosa de él?

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―Sí―dijo Micki―. Unos pocos cabellos y masilla de la cara alrededor del borde del
sombrero.
―Cambió su cara―dijo Olivia―. Así que incluso si tuviéramos un dibujante con el
miembro del personal del dormitorio o Kenny, no seria exacto. Joel Fischer estaba
en el incendio de los apartamentos, pero estaba muerto antes del fuego de
Tomlinson. Vamos a averiguar quien lo hizo con él. ¿Qué encontraste en su
dormitorio?
―El pegamento en los zapatos es definitivamente el adhesivo de alfombras
utilizado para iniciar el fuego del edificio―dijo Micki―. Estuvo allí, en los
apartamentos.
―Y fue golpeado en la cabeza―dijo Olivia―. Como Weems. Creo que se lo
llevaron desde el edificio porque estaba inconsciente.
―Lo que podría explicar un solo juego de huellas en la cerca―murmuró Micki.
―Diferentes agendas―dijo Donahue, pensativa―. Joel cambió de opinión.
―Kane y yo pensamos eso―dijo Olivia y la habitación quedó en silencio. Ella bajo
los ojos por un momento, esperó hasta que su pecho se alivió, luego levantó los
ojos y se obligó a seguir―. Kane encontró una nota pegada en uno de los libros de
texto de Joel. Era de una chica y firmaba 'M'. También tenía un amigo llamado Eric
Marsh. Tal vez esta chica o Eric sepan con quien se había juntado Joel. ¿Qué
encontraste en su teléfono y su portátil?
Micki frunció el ceño.
―No se encontró un ordenador portátil en su habitación. O un teléfono celular.
―Habría tenido el teléfono con él cuando murió―dijo Noah―. ¿La morgue no
envió ninguno de vuelta con su ropa?
Micki negó con la cabeza.
―No, estoy segura de que no lo hicieron. Ningún teléfono.
―Vayamos a la clase de Joel―dijo Olivia―, veamos a quien conocía. Hoy debería
ser enterrado. Tal vez sus amigos vayan al servicio.
―Yo tuve al perro buscador de cadáveres en la escena del incendio de
anoche―dijo Barlow―. Manejaba el perro la hija del veterinario que llevó al perro
guardián de Tomlinson. Brie dijo que el perro va a salir adelante.
―Un extra―dijo Olivia, con una pálida sonrisa.
―Oh―Micki buscó en su carpeta―. Tengo los resultados de laboratorio del perro.
Le dieron oxicodona. Mucha.
Olivia frunció el ceño.

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― ¿En serio? Eso es lo que Ian encontró en Joel. Joel tuvo una sobredosis de Oxí.
―No se encontró ninguna evidencia de drogas en la habitación de Joel―dijo
Micki―. Aspiramos cada superficie y no había desaparecido ni siquiera el polvo,
pero no había signos visibles. No había frascos de pastillas en su coche tampoco.
―Alguien más tenía las pastillas―dijo Olivia―, porque le dieron una a los perros la
noche del lunes. ¿Qué pasa si Joel no las tomó voluntariamente tampoco?
―Suena como que tenemos que empezar con Ian―dijo Noah―. Averiguar si es
posible saber como ingirió la oxi que lo mató.
Olivia se estremeció.
―Los Fischer no estarán felices si retrasamos aún mas el servicio de Joel, pero si
podemos demostrar que fue drogado, eso podría aliviar sus mentes.
―Ustedes dos céntrense en Joel. Yo hablaré con Kenny―dijo Abbott.
― ¿Qué hay de Val? ―preguntó Olivia―. Tenemos que encontrarla. Su familia
merece eso.
―Voy a enviar a Jack Phelps y Sam Wyatt―dijo Abbott―. "¿Donde deberían
comenzar?
―Ella dijo que siempre iba a una tienda de sándwiches, a tres manzanas de la
Escuela. Tiene sentido que el hombre que... que disparó a Kane, también cogiera a
Val. Estaba centrado en descubrir lo que sabíamos de Austin Dent.
―Vamos a rastrear sus últimos movimientos, pero puede que no la encontremos
hasta que lo encontremos a él―dijo Abbott―. Así que id a buscarlo―El levantó la
mano cuando todos se movieron para irse―. Que todo el mundo lleve chaleco.
Donde quiera que vaya. Nada de discusiones. Tened cuidado.
Fuera de la oficina de Abbott, Noah se puso su sombrero en la cabeza y después de
un momento de vacilación Olivia hizo lo mismo.
―No me digas que es muy Ingrid Bergman―advirtió.
La boca de Noah se curvó con tristeza.
―Yo iba a decir que Kane lo aprobaría.
Olivia le hizo una dura inclinación de cabeza.
―Hagámoslo.

Miércoles, 22 de septiembre, 9:30 am

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David había despejado su lista de obligaciones de mantenimiento, hizo el
desayuno para el equipo, llamó al hospital una vez más para comprobar a Jeff, sin
cambios, y limpió la cocina.
No había más tareas que le impidieran llamar al esposo de Dana. Con un suspiro y
una maldición por dentro, sacó la tarjeta que Tom le había dado y dio un paso
hacia el área de carga de camiones, medio esperando porque sonara una llamada a
la Estación.
Ethan Buchanan respondió al primer timbrazo, casi como si hubiera estado
esperando la llamada.
― ¿Qué puedo hacer por ti, David? ―preguntó.
―Supongo que quiero contratarte―dijo David, frotando un músculo tenso en su
cuello.
―No me hagas hacerte daño, Hunter. ¿Qué es lo que necesitas, por el amor de
Dios?
Eso era mejor. Cálido y difuso habría sido demasiado torpe y el ex-marine Ethan
Buchanan era de uno de los pocos que podía haber emitido esa amenaza.
―Tuve ayer un intruso―El explicó la situación a Ethan que no dijo nada hasta que
terminó―. Quiero saber quien ayudó a este tipo, porque no quiero preocuparme
de que alguien entre y hiera a nadie en mi edificio. La idea de locos fanáticos con
armas, enfadados conmigo, me tiene un poco nervioso.
―Entiendo. Me sentí de esa manera en el Golfo―dijo Ethan con ironía―, y yo
tenía armas más grandes. ¿Cómo está la Policía involucrada?
―La Policía tiene problemas mayores. Ellos no tienen los recursos para trabajar en
esto en este momento. Excepto que yo sé que uno de los visitantes del sitio Web
está en el radar de Olivia, Joel Fischer. El murió hace dos días. Sacó su coche fuera
de la carretera y lo metió entre los árboles.
― ¿Por qué esta en el radar de Olivia?
―Estaba en el primer fuego.
―Entiendo. Así que ¿le vamos a dar lo que encontremos aquí?
―No lo sé. ¿Podemos ser arrestados?
―Me hieres. Podemos hacer una contribución anónima. Por lo general, todo lo
que suministramos es una ventaja frente a una prueba sólida para un jurado.
Envíame un correo con los números de teléfono que no pudiste rastrear. Dame un
par de horas. Yo te llamo.

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―Gracias, hombre―La sirena de llamada chilló―. Me tengo que ir, tenemos una
llamada. Te enviaré los números de teléfono cuando regrese. Gracias, Ethan.

•••

Miércoles, 22 de septiembre, 9:45 am

Austin hizo un gesto al hombre que salía de la tienda de 24Hrs de la


gasolinera cuando él entraba. Había sacado unos veinte dólares, no iba a comprar
mucho. Por suerte su madre mantenía su tanque lleno. Tenía suficiente
combustible para el resto del camino.
Agarró una cola, tratando de tranquilizarse incluso mientras se preguntaba si
alguien estaba diciendo algo detrás de él. Si alguien estaba llamando a la Policía en
este momento. Luego levantó los ojos al televisor montado detrás de la caja
registradora y se quedó congelado.
«Mi cara. Esa es mi cara». La pequeña pantalla se llenó con la foto de la Escuela
del año pasado, su pelo rojo brillante y rizado. Sin subtítulos, Así que no tenia ni
idea tenia de si querían arrestarlo o querían mantenerlo a salvo. «Mierda». Se dio
la vuelta, fingiendo revisar la selección de escobillas de limpiaparabrisas. Su cara
estaba en la jodida televisión. Al menos tenía su sudadera puesta y cubría la mayor
parte de su cabello. Se frotó la mejilla, aliviado por la barba incipiente que le rascó
las yemas de los dedos. Por lo menos no parecía un chico de secundaria.
«Tengo que deshacerme del pelo. Es como un jodido letrero de neón».
Miró a su alrededor en la tienda, sin querer llamar la atención sobre sí mismo
comprando tijeras y no veía ninguna de todos modos. Se decidió por un recuerdo
barato, una navaja suiza y un paquete de tres maquinillas de afeitar. En un capricho
cogió un tubo de pastillas para la tos, con la esperanza de evitar que alguien
preguntara porque no hablaba.
Echó sus compras en el mostrador, sin levantar los ojos y tratando de no hacer una
mueca ante el total. Le habían quedado menos de dos dólares. Fingiendo una tos,
mantuvo su mano sobre la boca y señaló la llave del servicio, que colgaba de una
vieja placa de matrícula.
Aburrido, el hombre detrás del mostrador se la entregó. Hasta aquí todo bien.

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Miércoles, 22 de septiembre, 9:45 am

Olivia detuvo el coche en el bordillo de los Fischer.


―Me gustaría que pudiéramos decirles que Joel fue inyectado o algo así.
―A mi también―dijo Noah―, pero no se puede discutir con el contenido del
estomago. Ian encontró los aglutinantes de las patillas todavía en su revestimiento.
Joel se tragó la oxi―Empezó a salir del coche, pero se acomodó cuando ella no se
movió―. ¿Qué?
―Me estaba preguntando por qué sigo en este caso―Había estado pensando en
ello desde que la reunión de la mañana había terminado―. Yo había pensado que
Abbott me sacaría fuera.
―Pensó en ello―dijo Noah―. Yo le dije que sería algo erróneo. Tú tienes los
antecedentes y todos los datos. Y te las arreglaste bastante bien para manejar a
Kenny. Muchos policías habría estado tentados de arrancarle el brazo.
―Lo estuve.
―Pero no lo hiciste. Solo eso te otorga más puntos. Así que mantén la calma,
Sutherland. Encontrarás a este tipo y el sistema le hará pagar.
―Bueno. Vamos a hablar con los Fischer. Quítate los zapatos en la puerta.
El sr. Fischer les recibió en la puerta antes de que pudieran llamar.
―El entierro de mi hijo es hoy―dijo con dureza―. ¿Por qué están aquí? ¿Y quién
es este hombre?
―Tenemos que hablar con usted sobre su hijo. Este es el detective Webster. El va a
trabajar en este caso conmigo de ahora en adelante.
― ¿Qué pasó con el otro detective?
Ella levantó la barbilla.
―El detective Kane fue asesinado anoche en el cumplimiento de su deber.
Pareció como si Fischer hubiera recibido una bofetada.
―Oh, no. Entren. Yo lo sabía―dijo cuando habían depositado sus zapatos en la
puerta y entraron―. Lo siento.
―Gracias―dijo Olivia―. ¿Está la señora Fischer también disponible?
―Voy por ella. Por favor, siéntense.
Lo hicieron, Olivia revisó la habitación. Hace doce horas, había sido todo tan
diferente para ella, pero no para esta familia. Habían estado viviendo con su pena
durante dos días.

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―También tienen una hija―murmuró Noah, señalando la puerta de la cocina. Una
chica de unos dieciséis años estaba allí de pie, observándolos, con una mezcla de
cautela e ira en su rostro.
―Yo no sabía eso la noche anterior―murmuró Olivia en respuesta―. Vamos a
querer hablar con ella, también.
Los Fischer llegaron a la sala de estar, la señora Fischer fruncía el ceño ligeramente.
―Vuelve a tu habitación, Sasha. Volveré a buscarte cuando se hayan ido.
Sasha obedeció y la señora Fischer se acomodo en el sofá junto a su marido.
―Sentimos lo de su compañero, detective―dijo ella con frialdad.
―Gracias. Esta no va a ser una conversación fácil y voy a pedir disculpas por
adelantado, pero tenemos que hablar con ustedes sobre la sobredosis de Joel.
Los labios de la señora Fischer se estrecharon.
―Le dije que no era un drogadicto.
―Y yo le creo―dijo Olivia con Suavidad―. Pero había drogas en el sistema de Joel
y tenemos que saber donde las consiguió.
―Creemos que las obtuvo de otra persona que estuvo en el fuego―dijo Noah―.
La misma droga fue hallada en otro lugar, la noche del lunes, después de que Joel
hubiera muerto.
―La droga era oxicodona, llamada también Percocet―dijo Olivia―. Es prescrito
para el dolor. A veces se compra en la calle. ¿Joel tenía amigos que pudieran
haber...?
―No―exclamó la señora Fischer exclamó, comenzando a levantarse―. Ahora
váyanse.
―Norma―dijo Fischer tranquilamente, ejerciendo presión sobre su muslo hasta
que ella volvió a sentarse―. No, detective, no sabemos de nadie que tuviera esas
drogas.
―Muy bien―dijo Olivia―. Hablaremos con sus amigos, entonces. También
tenemos que preguntarle sobre la novia de Joel. Ella escribió una nota, firmada
'M.'
―El no tenía novia―insistió la señora Fischer―. El nos lo habría dicho.
―No, mamá.
Los adultos volvieron sus miradas hacia la derecha, dónde Sasha estaba de pie en
el pasillo, apretando sus manos.
―Sasha, ve a tu cuarto―ordenó la señora Fischer.

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―No, mamá―Sasha se adelantó, con labios temblorosos, los ojos oscuros contra
un descolorido rostro―. Joel tenía una novia. Le oí hablar con ella por teléfono.
― ¿Cuando, cariño? ―preguntó en voz baja Noah.
―Un montón de veces. Yo nunca la conocí―La adolescente parecía miserable―.
Lo siento, mamá.
― ¿Por qué no nos lo dijo, Sasha? ―preguntó el Sr. Fischer, con dolor en sus ojos.
Sasha vaciló.
―Ella no era judía.
― ¿Qué te hace pensar eso? ―le preguntó Noah.
―Al teléfono una vez, Joel le estaba explicando por qué no podía presentarla.
Sonaba como si estuviera tratando de calmarla. Fue en el Shavat y tenía que ir al
Templo.
Noah miró a Olivia.
―Es un día de fiesta―murmuró ella―. Final de la primavera.
―Así que Joel la conocía desde hace mucho tiempo―dijo Noah―, ¿cuando les
oíste hablar por última vez?
―El jueves pasado. Yo no estaba escuchando a escondidas, Pero la pared es
delgada. Yo sólo... escuché.
― ¿Qué fue exactamente lo que oíste, Sasha? ―preguntó Olivia, y la chica se
ruborizó hasta ponerse de rojo oscuro.
―No puedo. No puedo decirlo―Ella lanzó una mirada de pánico a sus padres―.
Por favor.
Olivia recordó el lápiz labial en la almohada y comprendió.
―Está bien, cariño.
―No, no lo está―exclamó la señora Fischer―. ¿Qué sucede aquí?
― ¿Estaba usted en casa el jueves por la noche, señora? ―preguntó Olivia.
―No. Los jueves jugamos al bridge.
―Hemos encontrado pruebas de que Joel tuvo a una chica en su habitación.
Necesitamos encontrar a esa chica.
La señora Fischer cerró los ojos.
―No la conocemos. Por favor, sólo váyanse.
―Señora―dijo Olivia con urgencia―, estos pirómanos provocaron un incendio
anoche que mató a cuatro personas más. Gente inocente. Un bombero resultó
herido de gravedad. Más tarde anoche un chico de la edad de Sasha casi fue
secuestrado por uno de ellos. Mi compañero murió salvando la vida de ese chico.

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Tenemos que detenerlos y si esta novia puede ayudarnos, entonces tenemos que
encontrarla.
― ¿Qué quieren que hagamos? ―preguntó la señora Fischer debidamente.
―No hemos recuperado el teléfono de Joel―dijo Noah―. ¿Lo tienen?
Ambos negaron con la cabeza.
―Pero podemos conseguirles los números a los que llamó―dijo Fischer.
Nuevamente Sasha vaciló.
―El tenía otro teléfono. Uno de prepago, para poder tener privacidad. Así no
podíais ver a quien había llamado.
― ¿Como sabes eso? ―preguntó Noah.
Puso la mano en el bolsillo y sacó un teléfono.
―El me lo dio el día de mi cumpleaños, dijo que tenía dieciséis años, edad
suficiente para tener privacidad. Lo siento, papá.
― ¿Cual es su nombre? ―preguntó Olivia―. ¿Y sabes dónde se encontraban?
―El la llamaba Mary. Lo siento, no sé su apellido. Por lo general le decía de
encontrarse fuera de la biblioteca. Una vez le dijo que se encontraran en el Deli. Es
un lugar de sándwiches cerca de la Escuela, pero ella debe haber dicho que no,
porque él dijo que iría a su dormitorio.
Olivia se inclinó hacia delante.
― ¿Te acuerdas de la residencia en la que vive Mary?
―No. El solo dijo 'residencia de estudiantes.’ lo siento.
―No lo sientas―dijo Olivia―. Fuiste una ayuda increíble y valiente. Gracias.
Esperó hasta que ella y Noah estuvieron en el coche.
― ¿Cuantas chicas llamadas Mary crees que viven en los dormitorios de la
universidad? ―preguntó con tristeza.
―No lo sé, pero tengo la sensación de que estamos a punto de averiguarlo.
Olivia arrancó el coche.
―Puede que no sea tan difícil. Si Joel la visitaba en el dormitorio, tenia que firmar.
Estaría en el registro―Cuando había llegado al final de la calle los Fischer el
teléfono celular de Noah sonó.
―Cambio de plan―dijo cuando colgó―. Ian quiere que volvamos a la morgue.
Está a punto de dejar ir al chico Fischer, pero tenemos que ver algo primero.

Miércoles, 22 de septiembre, 10:05 am

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Austin hizo una mueca mientras pasaba la hoja de la navaja de recuerdo
sobre el último de sus cabellos. No estaba lo suficientemente afilado para cortar
mantequilla, pero lo había hecho. Ahora tiró el último mechón de su cabello al
totalmente asqueroso baño exterior de la gasolinera y tiró de la cadena. No había
razón para dejar puñados de pelo rojo en un cubo de basura para que todos lo
vieran.
Sacó la primera de las tres maquinillas de afeitar desechables de la bolsa y se
estremeció de nuevo cuando de dispuso a afeitarse la cabeza. Del lavabo sólo salía
agua fría, pero los mendigos no podían elegir. Tres pasadas de la cuchilla después,
se pasó la mano por la cabeza casi calva. Añadido a la barba de tres días, y no se
parecía en nada a la imagen que se estaba brillando en la televisión.
La lógica le decía que debía creer en que los mensajes del teléfono eran realmente
de La Policía. Salvo que los de Kenny estaban jugando con su mente. «Ellos
mienten. No confíes en ellos». Tenia que conducir el resto del camino a la ciudad.
En algún lugar iba a encontrar un televisor con subtítulos y vería lo que realmente
estaba sucediendo.

Miércoles, 22 de septiembre, 10:30 am

―Esto es embarazoso―murmuró David, entonces se estremeció cuando una


pequeña médico de urgencias retiró la sutura de su barbilla un poco demasiado
fuerte―. Ohw. Eso duele. ¿No ha acabado ya?
Ella puso los ojos en blanco.
―Ustedes los chicos grandes son los peores, sabe. Quejarse, gimotear, lloriquear.
Sintió la necesidad de defenderse.
―Hey, son quince puntos de sutura.
Sus labios se levantaron mientras sacaba otra sutura.
―Sólo catorce. Va a tener una cicatriz, aunque así puede alardear de ello en los
años venideros.
―Oh, por el amor de Dios―Casey entró por la cortina, la ira en sus ojos que David
sabía era pánico―. ¿Qué demonios te has hecho, Hunter?
―Fui un estúpido, ¿de acuerdo? ―dijo David, ahora enojado consigo mismo―.
Ouch.
―No se mueva, vaquero―dijo ella―. ¿Podría, por favor, sentarse usted,
quienquiera que sea?

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Casey acercó una silla y se dejó caer en ella.
―Yo soy su capitán. ¿Vivirá?
―Oh, claro. Tendrá un infernal dolor de cabeza, pero sobrevivirá. No estoy tan
segura de si va a sobrevivir a la cicatriz que tendrá más adelante.
―Gracias―dijo David con sarcasmo―. Me tropecé, ¿de acuerdo? Era un fuego
fácil. La señora había dejado una toalla en la estufa, el marido accidentalmente la
encendió, y la cocina estalló. Apagamos la maldita cosa en tres minutos. Menos,
incluso.
―Entonces, ¿cómo te tropezaste? ―preguntó Casey.
―Su maldito gato―Apretó los dientes―. Caí, me golpeé la barbilla en una
estúpida cosa de arte moderno de metal...
―Tengo que decir que me siento aliviado de que no seas invencible. Yo estaba un
poco asustado allí.
Las cejas del médico se arquearon.
― ¿De qué terrible destino apenas ha escapado?
―Una caída de cuatro pisos y ser atravesado por una viga―dijo David
rotundamente―. Esta semana.
Sus ojos se abrieron como platos.
― ¿Usted cogió la bola? Bueno, supongo que te deben un rasguño. Casi está
hecho.
―Bueno―dijo―, entonces puedo volver al trabajo.
Casey negó con la cabeza.
―No.
― ¿Qué quieres decir? Ella me va a suturar, y a enviarme de vuelta al juego.
¿Correcto, doc?
Ella negó con la cabeza.
―Él es el jefe, tipo grande. Acabo de terminar con los puntos.
Casey tenía su cara cerca ahora.
―No se puede trabajar con puntos de sutura en la barbilla. Va en contra de la
política del departamento. E incluso si no lo fuera, diría que no. Estás distraído,
tiene derecho a estarlo. Pero no voy a poner a tu equipo en peligro porque no
puedes concentrarte.
Era justo. El había estado ahí, visto que era un fuego fácil y su mente había
estallado en tres millones de direcciones diferentes. Olivia, Kane, Zell, Lincoln
Jefferson, ese maldito sitio Web y el chico que había estado en el incendio...

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―Lo siento, capitán. Sé que somos pocos jugadores.
―Está bien. Debería haber visto las señales y decirte que te tomaras el día libre. Yo
también estaba preocupado con Zell. ¿Ha acabado?
―Lo está. Váyase a casa, deje que su chica le consienta. Volverá a trabajar en una
semana.
Ella se fue y David se puso de pie.
―Vamos a salir de aquí―Le dolía la cabeza y se estaba sintiendo realmente
malhumorado. Y con algunas nauseas, también. Maravilloso.
― ¿Quien va a mimarte? ―dijo Casey―. Tu chica está un poco ocupada ahora
mismo.
―Lo sé. Ella estuvo anoche aquí. Aquí es dónde trajeron a Kane.
―Lo sé. Ese fue mi primer pensamiento cuando Carrie llamó y me dijo que estabas
herido y los médicos te traían aquí. Te llevaré de vuelta a la Estación de bomberos
para recuperar tus cosas y hacer el papeleo. Tus puntos tienen que estar curados
antes de poder volver. Estás oficialmente de permiso.

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Capítulo Veintitrés

Miércoles, 22 de septiembre, 10:30 am

Olivia no esperaba volver a la morgue hoy. Ya había tenido suficiente


movimiento para una mañana. Con los pies como el plomo, siguió a Noah a través
de los pasillos que parecían estrecharse más a cada paso.
Esta mañana temprano se habían encontrado con Ian en una de las oficinas
delanteras para hablar de Joel. Esta vez volvían a la sala de autopsias. En algún
lugar allí, estaba Kane.
Su corazón latía con fuerza, se detuvo, tratando de frenar su respiración.
―Noah. Espera.
El se dio la vuelta, sorprendido.
― ¿Qué pasa?
Era humillante, pero de alguna manera más fácil desde que se lo había espetado a
Donahue esa mañana.
―He estado teniendo ataques de pánico. Desde el pozo.
El entendimiento suavizó sus rasgos.
― ¿Qué puedo hacer?
―Nada. Solo tengo que pasarlo por mi cuenta. Pero... esto es más difícil de lo
habitual.
―Sabes, eres muy dura contigo misma. ¿Crees que eres el primer poli al que le ha
pasado esto?
― ¿Tú?
Él asintió con la cabeza.
―Hace mucho tiempo. ¿Estás bien para entrar ahora?
―Tengo que estarlo. ¿Cómo lo manejas? ―murmuró cuando caminaban uno junto
a otro―. ¿Cuándo te sientes abrumado?
―Sexo terapéutico―dijo con ironía―. Lo digo en serio―añadió cuando ella soltó
una risa sorprendida―. A veces es necesario para contener la realidad por un rato.
Pensó en la asombrosa cabalgada que había hecho con David por la mañana. Una
parte de ella se había sentido un poco culpable por olvidar su pena por unos pocos
minutos. La otra parte de ella sabia que era una tontería. Y lo que Kane, de todas
las personas le habría dicho de eso. Pero escucharlo de Noah lo hizo un poco más
fácil.

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―Gracias. Necesitaba escuchar eso.
―Cuando quieras―abriendo la puerta, asomó la cabeza y miró hacia atrás―. Sólo
Joel.
El había entendido, también, su temor de ver Kane allí. Como esto. Ella tomó aire e
hizo que sus pies se movieran. Ian estaba esperando con impaciencia.
―Tengo a uno de la funeraria enfadado, paseando ahí fuera―dijo Ian―. Tenemos
que darnos prisa.
― ¿Qué es tan importante? ―preguntó Noah.
―Esto―Ian levantó la sábana, dejando al descubierto la pelvis de Joel.
―Justo aquí. Una marca de aguja.
Noah hizo una mueca.
― ¿El se pinchó en la ingle? Dios. Odio cuando hacen eso.
Olivia apretó los dientes y se obligó a mirar.
―Es por lo general el comportamiento de consumidores de drogas intravenosas a
largo plazo. ¿Has encontrado marcas de pinchazos en otros lugares?
―No, yo no, y dudo de que se inyectara a sí mismo―dijo Ian―. Encontré el
aglutinante de píldoras entre sus contenidos estomacales, como te dije antes, pero
me puse a pensar después de que os fuisteis. Las píldoras que tragó para conseguir
ese gran nivel de aglutinante en el estomago no eran consistentes con el alto nivel
de narcóticos en su sistema. Me imagino que se tragó las dos primeras, después, se
inyectó el resto. Dado que no había ninguna evidencia del uso de drogas
intravenosas, y con un par de píldoras en su sistema, dudo que hubiera podido
tener acceso a la vena femoral con mano firme.
―Así que alguien lo hizo por él―Olivia sintió alivio por los Fischer.
―Me pregunto si Joel estaba a punto de hablar de los otros―dijo Noah―. Ellos lo
callaron.
―Otra cosa―dijo Ian―. Inyectada, habría sido una subida rápida y no la acción
lenta al tragar las píldoras. No se como se las arregló para conducir a ningún sitio.
Olivia frunció el ceño.
― ¿Qué estás diciendo?
―No creo que condujera su propio coche fuera de la carretera―dijo Ian―. Han de
tenido que ponerle al volante, empujar su pie en el acelerador y poner el coche en
marcha desde fuera del coche―dijo Noah. Ya se ha hecho.
―Quienquiera que haya hecho esto tenía que ser suficientemente fuerte para
poner a Joel en el asiento del conductor―dijo ella.

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―O ellos podrían haberlo empujado sobre la palanca de cambios―dijo Ian―.
Cuando sabes lo que estás buscando, ves las cosas de manera diferente―Señaló
una contusión en la cadera izquierda de Joel―. Podría haber sido lanzado desde el
coche. Podría haber sido desde el cambio.
―Creo que esto les dará a los Fischer un poco de paz, pero empeorará su dolor,
también―dijo Olivia―. Alguien mató a su hijo.

•••

Miércoles, 22 de septiembre, 11:15 am

Austin se detuvo en una acera del centro de Minneapolis, junto al gran


ventanal de vidrio de un gimnasio con televisores suspendidos del techo. Tenían
subtítulos centrados para los deportistas, que sudaban en las cintas de correr.
Su cara estaba en todas las noticias. Los pirómanos habían atacado de nuevo ayer
por la noche. Cuatro muertos. Así como muchos heridos. «Esto tiene que parar».
«Tengo que detener esto». Entonces comenzó la siguiente historia y su sangre se
congeló. Una amenaza de bomba. «En mi escuela». Un estudiante no identificado
escapó por poco de un secuestro. Detective de Policía asesinado. Una intérprete
desaparecida.
Que la amenaza de bomba se relacionaba con él, no tenía ninguna duda. ¿Estaban
tratando de matarlo para que no hablara? ¿Estaban tratando de evitar que Kenny
hablara?
Un hombre identificado como el capitán Bruce Abbott apareció en la pantalla, con
un intérprete de lengua de signos a su lado.
Llámanos, Austin. Estás en peligro. Te mantendremos a salvo.
Bajo la mirada hacia el teléfono en su mano. Kenny había enviado otro mensaje.
No confíes en la Policía. Llámame. Puedo ocultarte.
Austin sabía una manera de separar la verdad de las mentiras. Abrió el último de la
nueva cuenta de Kenny.
Aquí en TC. Asustado. ¿Donde puedo encontrarte?
Pulsó ENVIAR antes de poder cambiar de opinión. Luego comenzó a caminar. No
quería quedarse en un lugar, no quería llamar la atención. «Sigue caminando».

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Miércoles, 22 de septiembre, 11:15 am

Había tenido que ejercer un montón de disciplina esta mañana para no


obsesionarse con el silencio de Austin Dent. Austin todavía estaba en la primera
plana de las noticias, por lo que la Policía no lo había encontrado. Había enviado
un mensaje más desde la ‘nueva’ cuenta de Kenny. No había querido ponerlo
demasiado denso, pero por el amor de Dios, ¿Donde estaba el maldito chico?
Había habido mucho tráfico durante toda la mañana, debido al detective Kane. Los
policías se reunían aquí para hablar con cordura, para llorar. Para preguntarse
como podía haber sucedido. Tan buen policía. Un buen tipo. Tan cerca de retirarse.
No es justo.
«Bueno, la vida no es justa. Así que supéralo». Había tomado el siguiente pedido
cuando el teléfono sonó en el bolsillo.
Austin. Por fin.
―Hey, Buster, Tengo que tomar un descanso. ¿Puedes manejar las cosas?
―Claro―dijo Buster, sin levantar la vista del café con leche que estaba preparando.
El baño de hombres estaba vacío. Miró su teléfono celular y sonrió. Austin estaba
de vuelta, en las Ciudades Gemelas. Muy bien.
Necesito que nos encontremos, escribió. Estás en peligro.
¿Cuándo? ¿Dónde?
Se suponía que debía ser Kenny, que se suponía estaría en la Escuela, a veinte
minutos del centro de la ciudad. 12:30, escribió. «Se escabulliría en el almuerzo».
¿McD de la Escuela?
Entonces frunció el ceño. El McDonald estaba al otro lado de la tienda del sub,
donde había agarrado a la intérprete.
Demasiados policías buscándote. Aparcamiento de la Biblioteca.
Ok.
Ocúltate hasta entonces. Poli buscándote. Mienten. No confíes en ellos.
Eso debería servir para Austin Dent, hasta que pudiera hacerse cargo de él en
persona.

•••

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Miércoles, 22 de septiembre, 11:20 am

―No está en casa―murmuró Olivia, de pie sobre alfombra de Bienvenida de Eric


Marsh.
―Podríamos intentar con una orden―dijo Noah y ella negó con la cabeza.
―Brian Ramsey no me pudo conseguir una anoche para Joel y fue con la prueba de
que había estado en un incendio. No vamos a conseguir una orden. No a menos
que encontremos algo más.
La puerta del apartamento a la izquierda se abrió y un viejo gruñón miró fijamente
hacia fuera.
―Probablemente está en la Escuela. Una especie de ingeniería superior. ¿Qué
quieren de él?
―Queremos hablar con él―dijo Olivia―. Soy la detective Sutherland y este es el
detective... Webster―Casi había dicho Kane―. Y ¿usted es?
―Jed Early―Early se quedó mirando―. Idas y venidas. Dale un apartamento a un
chico de esa edad y estás pidiendo problemas.
― ¿Quien ha estado yendo y viniendo? ―preguntó Olivia.
―Chicos. Sobre todo ese franchute. Albert―se burló―. Supongo que son libres de
hacer lo que quieran en su propia casa, pero yo debería ser libre de no tener que
escucharlo.
―Así que Eric y Albert eran... ―dijo Olivia y Early asintió con amargura.
―Todas las noches. Toda la noche. Dios―se estremeció―. Me hizo desear
necesitar audífonos.
―Usted ha hablado de chicos, más de uno―dijo Noah―. ¿Quien más?
―Otro chico y una chica.
Los oídos de Olivia hormiguearon.
― ¿Escuchó algún nombre?
El frunció el ceño.
―No soy un fisgón.
―Pero tiene buen oído―Olivia respondió cautelosamente y él sonrió.
―Lo tengo de hecho. Mary y Joel. Ningún apellido, sin embargo. Creo que estaban
estudiando juntos. Siempre tenían sus ordenadores portátiles. A veces Joel traía
grandes planos, enrollados.
«Por supuesto que no fisgaba», pensó Olivia.

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― ¿Cuándo fue la última vez que vio a Eric?
―Ayer, llevando una caja. Yo no lo ví después de eso. Tuve que ir al médico.
― ¿Cuando volvió del médico? ―preguntó Noah.
―Volví después de las dos, y yo no los he visto desde entonces. Pero algo estaba
pasando allí. Todos estaban discutiendo la madrugada del lunes. Me despertaron.
El pelo de la parte posterior del cuello de Olivia se erizó.
― ¿A qué hora, señor?
―Alrededor de la una, las dos. Mis ojos no con tan buenos y yo no podía ver el
reloj. Lo siento.
―No, nos ha sido de gran ayuda―dijo Olivia―. ¿Va a estar por aquí más adelante?
Él asintió con la cabeza.
―Ellos hicieron algo bastante malo, ¿no? Quiero decir, yo la reconozco ahora.
Usted trabajó en el caso de todos esos asesinatos en aquel hoyo. Es policía de
Homicidios.
―Lo soy. En este momento, no sabemos que han o no han hecho. Pero
gracias―Esperó hasta que estuvieron de vuelta en el coche de Noah para hablar―.
Creo que ahora podemos conseguir una orden.
―Llama al ayudante del fiscal. Voy a llamar a los Aeropuertos y asegurarme de que
Eric no se escape. Los Fischer dijeron que tenía dinero. Podría arriesgarse a
fugarse.
Cada uno hizo sus llamadas y Olivia estaba transmitiendo todos los detalles al
ayudante del fiscal Brian Ramsey cuando Noah la indicó que esperara.
―Dile que Eric Marsh compró un billete ayer por la mañana, uno de ida a París.
Despegó a las cinco y media de la tarde de ayer, pero nunca se presentó.
―Oído―dijo Brian―. Tendré la orden en treinta minutos.
Olivia colgó.
―Vamos a hacer una comprobación. Tenemos a Joel que estaba en el incendio.
Amante de Mary y amigo de Eric, que es amante de Albert.
―Tal vez todos juntos lo hicieron. ¿No dijo Micki que había al menos tres?
―Lo hizo. Pero, ¿Como se conectan Joel y amigos con Tomlinson y este Dorian
Blunt?
― ¿Y a quién de ellos vio Austin Dent disparar a Weems y luego llegar en un barco
al muelle la noche del domingo?
―Y ¿qué parte tiene la esposa de Tomlinson? ―los ojos de Olivia se estrecharon―
¿Por qué nos miente?

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― ¿Y por qué las bolas de cristal? ¿Por qué sólo dos? ¿Por qué no dejar una la
noche del último incendio?
―Algo me dice que una vez que encontremos a Eric, Mary, y Albert, obtendremos
respuestas. Consigamos una llave del supervisor y esperaremos en la puerta de
Eric. Yo no quiero que se nos escape.

Miércoles, 22 de septiembre, 24:00

Insistiendo en que no condujera, Glenn y su madre se habían encontrado con


él en la estación de bomberos. Su madre lo había llevado de vuelta al apartamento,
Glenn seguía detrás en la camioneta de David.
Su madre estaba haciendo una olla de sopa, que David sabia que curaría cualquier
cosa que le aquejara. Siempre lo hacía. O tal vez era simplemente tenerla
mimándole. Ambas funcionaban.
Ahora el y Glenn estaban sentados en el jardín de las hermanas Gorski, David al
teléfono con Ethan mientras Glenn miraba, mordiéndose las uñas.
― ¿Y bien? ―preguntó Glenn cuando David colgó el teléfono.
―Ese hombre es aterradoramente eficiente―dijo David―. Ethan dice que el
registro del dominio para el sitio web de Lincoln fue pagado por una tal Mary
Francesca O'Reilly, de veintitrés años de edad.
― ¿El señor eficiente obtuvo una dirección de la señora O'Reilly?
―Apartado de correos, pero su número de seguro social nos lleva a varias
direcciones. La más reciente es una residencia de Estudiantes en la universidad.
―Donde ese chico Joel Fischer iba―dijo Glenn pensativo.
―Donde miles de chicos van. Eso no quiere decir que conociera a Joel. Eso no
quiere decir que ella estuviera en el incendio. Pero sí quiere decir que tenía algún
contacto con Lincoln Jefferson. No podía solo entrar y pagar su factura sin el
nombre de usuario y contraseña de él.
―A menos que ella tuviera a alguien como Ethan para ayudarla. O ella es alguien
como Ethan.
―Ethan es un sombrero blanco―murmuró David, luego sonrió cuando Glenn
rió―. Eso es lo que los llaman. Chicos que utilizan sus habilidades de hackers para
el bien y no el mal. Estoy pensando que Mary no es un sombrero blanco. Además,
ella pagó con su propia tarjeta de crédito. ¿Qué protección es esa?

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―Probablemente tienes razón. Aún así, estoy pensando que tu bonita detective
necesita saber esto.
―Estoy pensando en lo mismo. Ella no va a estar contenta con la forma en que lo
encontré.
―Después de anoche, ¿Crees que a ella le importa realmente? Después de
anoche, ¿verdad?
David pensó en Jeff. En Kane.
―No. Y no. Podría ser que esta Mary O'Reilly sea solo una fan de Moss, como
Lincoln. Tal vez ella fue la que ayudó a Lincoln a localizarme ayer y de nuevo tengo
que preguntar ¿Por qué?
―Lo más importante, ¿Lo hará de nuevo? Mejor llama a tu policía.
David buscaba su celular justo cuando sonó, el número de Ethan estaba en el
identificador de llamadas.
―Comprobé a Truman Jefferson―dijo Ethan―. Lincoln lo llamó desde su celular.
―El hermano mayor de Lincoln―dijo David―. Encontré su nombre anoche. ¿Qué
pasa con él?
―Es agente de bienes raíces. No habría sido nada para él buscar la dirección de tu
amigo.
―Así que Truman le ayudó. No Mary.
―Truman es probable, Mary es desconocido. La única otra llamada que Lincoln
hizo fue a uno de prepago. Los de prepago son rastreables, pero precisan de más
coordinación para hacerlo. Iba a necesitar mucho más tiempo y contacto con el
titular del teléfono. ¿Necesitas algo más?
―Este hermano, Truman. ¿Alguna idea sobre su estabilidad?
― ¿Estás preguntando si está loco? Eso no lo sé. ¿Ha estado en problemas? No. Ni
siquiera ha tenido una multa de aparcamiento. Lincoln, por otra parte, tuvo una
larga serie de problemas a lo largo de los años. Mayormente vagancia, alteración
del orden público, un par de robos de mercancías. Sobre el papel, Truman parece
un tipo común y corriente.
―Gracias, Ethan―David colgó su propio celular y de su bolsillo sacó el teléfono de
prepago que había comprado la noche anterior.
― ¿Qué estás haciendo ahora?
―Estoy citando a Truman Jefferson y no quiero que sepa que soy yo. Quiero
conocerlo, asegurarme de que no está loco y que entiende lo que pasaría si ayuda
de nuevo a Lincoln. Y entonces llamaré a Olivia para darle esta información.

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Por suerte Truman Jefferson tenía la tarde libre y, trabajando bajo la idea errónea
de que su nombre era David Smith y que estaba buscando una propiedad, su
secretaria le dio una cita para la una y media.
Olivia no estaba tan disponible. El contactó con su buzón de voz y dejó un mensaje.
―Soy yo. Necesito hablar contigo sobre una mujer llamada Mary O'Reilly.
Llámame. Es importante.
― ¿Y ahora qué? ―dijo Glenn.
―Voy a subir para tomar algo de sopa de mamá antes de reunirme con el hermano
de Lincoln.
Glenn le siguió fuera del jardín.
―Tropezar con gatos abre el apetito.
―Abofetear viejos petulantes abre uno mayor. ¿Vienes?
La sonrisa de Glenn era dulce.
―Claro, me gusta la comida de tu madre.

Miércoles, 22 de septiembre, 24:00

El supervisor abrió la puerta de Eric Marsh y él, Olivia, y Noah se encogieron al


unísono. El olor aún no era insoportable, pero sin duda llegaba allí.
―Ah, maldita sea―murmuró el supervisor―. Odio cuando sucede esto.
«Yo también», pensó Olivia. Noah la tomó del codo de manera subrepticia y le dio
un empujón hacia adelante. Era lo que necesitaba para moverse. El cuerpo estaba
en el dormitorio, acostado en la cama, tumbado de espaldas, desnudo, con una
bolsa de plástico vacía en la mesilla de noche.
―Es él―dijo el supervisor―. Eric Marsh. Nunca pensé que se iría de esta manera.
― ¿Cómo pensaba que se iría? ―preguntó Noah, dando a Olivia una oportunidad
para calmarse.
―Siempre pensé que su amigo lo haría. El tipo era un matón.
Olivia nunca creyó que nadie describiría a Joel como un matón.
― ¿Se refiere a Albert?
El supervisor asintió con gravedad, sin dejar de mirar el cuerpo.
―Sí. El bueno de Al. Siempre pensé que su acento era falso, era lo suficientemente
bueno para conseguir que las señoras se desmayaran.
Las cejas de Noah se arquearon.
―Pensamos que Albert y Eric era pareja.

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―Lo eran. Pero Albert tenía una llave y cuando Eric estaba de viaje... Albert era un
hombre que veía la oportunidad acechando. Quizás Eric descubrió que Al lo estaba
engañando.
― ¿Alguna vez lo engañó con Mary? ―preguntó Olivia y el supervisor frunció el
ceño.
―No se su nombre. Pero si era bonita y tenía dinero, yo no lo dudaría.
― ¿Como es Albert? ―preguntó Noah.
―Un chico grande. Jugador de hockey en la universidad. Un maldito armario, pero
sin finura con el palo―Señaló una foto en la que Eric estaba de pie junto a un
hombre alto, moreno, bien parecido con los hombros muy anchos―. Es
exactamente así. Es él.
«Perfecto», pensó ella con satisfacción.
―Señor, Vamos a necesitar traer al forense y al CSU aquí. ¿Puede esperarnos
fuera? Y por favor, no hable con la prensa.
―Nah. No tengo paciencia con esas personas―Retrocedió con un suspiro―. Por lo
menos el próximo mes de alquiler está pagado. Tomará mucho tiempo deshacerse
del olor.
Noah salió mientras Olivia llamaba al forense y al CSU. Luego se agachó junto a la
cama y, por una corazonada, iluminó con su linterna la región pélvica de Eric.
― ¿Todo sigue ahí? ―preguntó Noah secamente cuando regresó.
Ella levantó la vista.
―Un pequeño punto de sangre seca, justo donde se inyectó Joel.
Las cejas de Noah se arquearon por la sorpresa.
―Hijo de puta. Mirando la foto, Albert es lo suficientemente grande para mover a
Joel y ponerlo en el asiento delantero del coche.
―Ian dijo que quien golpeó a Weems habría tenido que medir por lo menos uno
ochenta, basándose en la descripción de la ubicación de la fisura en el cráneo de
Weems. Albert mide fácilmente uno ochenta―Olivia miró a su alrededor―. Sin
señales de lucha.
―Pareces estar bien ahora―señaló Noah.
―Una vez que consigo pasar más allá del cuerpo, normalmente estoy bien. Gracias
por el empujón de antes.
―Cuando quieras. Abbott llamó cuando estaba acompañando al súper fuera.
Habló con Kenny en la casa de seguridad. Dijo que recuerda haber visto un escáner
de la Policía en la furgoneta del tirador.

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―Nos escucha―dijo Olivia.
―Sí. Abbott quiere mantenerlo a oscuras sobre el paradero de Austin, así que
tenemos una frecuencia especial para cualquier mención de la búsqueda. Además,
alguien ha estado quemando papel en la chimenea. Parecían planos.
―Deshaciéndose de pruebas. Incluso si encontramos huellas de Albert aquí, solo
podía decir que vivía aquí, así que eso no es bueno. Necesitamos una manera de
unirlo a esto.
―Tal vez guardó su kit. Sin señales de jeringas o cucharas en ningún lugar.
―Y hay que calentar la oxi para conseguir que se disuelva en agua para poder
inyectarla―dijo Olivia―. El que pinchó a estos chicos con una aguja hizo las cosas
bien―Abrió cajones, frunciendo el ceño―. Sin celular, sin portátil.
―Nada en la otra habitación tampoco. Siguiente parada, la oficina del registro de
la universidad. Tendrán la dirección de Albert. No puede haber demasiados Albert
en el equipo de hockey.
―Todavía tenemos que encontrar a Mary, sin embargo. Early el gruñón de al lado
dijo que ella y Joel venían juntos para estudiar, con papeles enrollados, los planos.
Ella está en esto.
―Y―dijo Noah―, si Albert mata a sus compañeros, podría ser la próxima.
―Estoy pensando que ella puede darnos la conexión con Tomlinson y Dorian Blunt.
Esos incendios todavía no tienen sentido a menos que el primero fuera solo una
tapadera Y estaban planeando algo más grande.
―O como tú y la Dra. Donahue dijisteis ayer, agendas diferentes. Alguien dejó
bolas de cristal en los dos primeros incendios, pero no en el tercero. La agenda de
un ambientalista vincula los incendios uno y dos. Pero Tomlinson vincula los
incendios dos y tres.
Olivia se mordió el labio.
―Joel estaba muerto antes del incendio dos. Micki dijo que había tres personas.
Albert estaba allí, porque es el único lo suficientemente alto como para golpear a
Weems en la cabeza. Joel estuvo allí porque tenemos el humo en sus pulmones y
el pegamento en sus zapatos.
Noah abrió el armario de Eric.
―Wow, este chico gastaba mucho dinero en ropa―Se agachó y un momento
después se puso de pie, con un zapato en la mano―. Pegamento. No deben haber
sabido que podían rastrearlos a través de él, o se habrían librado de los zapatos,
también.

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―Así que Eric también estuvo allí. Ya son tres. Kenny dijo que Austin vio a un tipo
entrar en barco en el muelle. Esos son cuatro. ¿Era Albert el tipo en el muelle?
¿Disparó a Weems?
«Y a Kane». Un chorro de furia se disparo dentro de ella, Pero entonces Olivia
frunció el ceño. Algo no estaba bien, no encajaba.
―Un rastro de pegamento conducía a la valla por donde salieron, nada de
pegamento en muelle de los apartamentos, así que ni Eric ni Joel se acercaron por
allí. Asumamos que Joel quiso cambiar de opinión y Albert lo golpeó, también.
¿Podría haber llevado Eric a Joel por su cuenta, sin dejar pistas de Joel detrás,
mientras Albert corría alrededor del edificio para escapar por el muelle, disparando
a Weems por el camino?
Noah estudió el cuerpo de Eric.
―El es muy flaco. Podría haber sido capaz de llevar a Joel, especialmente si estaba
asustado. Pero tiene más sentido que Albert lo llevara, sobre todo si lo golpeó.
―Mary no estuvo en el muelle, ya que Austin vio a un hombre. Tal vez estuvo
Albert en el muelle y May ayudó a Eric a llevarse a Joel.
―Tal vez, tal vez. Encontremos a Albert y Mary y conseguir algo sólido.

Miércoles, 22 de septiembre, 24:30

Austin se quedó atrás entre las sombras del callejón al lado de la Biblioteca.
Desde allí podía ver cualquier coche que viniera por la calle y a su espalda había
una valla de tela metálica de dos metros de altura, así que nadie vendría por
detrás.
Tan seguro como pudo estar, dadas las circunstancias.
Contuvo el aliento, aunque su instinto le decía lo que iba a suceder. La Biblioteca
estaba a casi kilómetro y medio de la Escuela. Para que Kenny estuviera aquí antes
de las 12:30, tendría que cortar los últimos diez minutos de su tercera clase de
inglés. La vieja señora McMann no daba pases para el baño. Nunca. ¿Posibilidades
de que Kenny viniera? Casi nulas.
Una camioneta blanca se detuvo en el aparcamiento y un hombre se bajó y caminó
al coche de la madre de Austin. Se quedó congelado donde estaba, los ojos de
Austin se quedaron fijos en el rostro del hombre que había disparado a ese
guardia, que había iniciado el incendio que mató a Tracey. Cuando se movió, su

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chaqueta se movió y Austin pudo ver el brillo del metal. Tenía un arma. El arma
que había usado contra el guardia.
El hombre miró a su alrededor de nuevo, con la cara roja y furiosa, y luego
comenzó a caminar de nuevo.
«Hacia aquí. El viene en esta dirección. Oh Dios. ¿Qué hago?»
«Corre». Pero no había ningún lugar al que ir y el tenia solo una navaja de recuerdo
en el bolsillo. «No te muevas. No te muevas».
El hombre se detuvo bruscamente, regresó a su camioneta y se fue.
Austin se dejó caer contra la pared de ladrillo, temblando. ¿Qué le hizo irse al
hombre? Necesitaba encontrar a la Policía. Pero tenía miedo de moverse. Miedo
de respirar. Miedo de que el hombre estuviera esperando en la calle a que él
saliera de su escondite.
Con manos temblorosas, Austin abrió su teléfono, encontró el mensaje del capitán
Bruce Abbott.
Soy Austin, escribió. Necesito ayuda. Pulsó ENVIAR.
En segundos recibió una respuesta.
¿Dónde estás?
Vaciló, luego supuso que al menos la Policía no le dispararía.
Biblioteca cerca de la Escuela.
Tendré un oficial allí en dos minutos. No te vayas. Por favor.
Dos minutos era demasiado tiempo. El hombre estaría de vuelta, Austin lo sabía.
Aparcaría su furgoneta y volvería de pie. Abrió el mensaje que el falso Kenny y
escribió una falsa respuesta.
Vino la Policía. Tuve que correr. Escondido detrás de Swindoll´s. Swindoll´s
era una heladería italiana, a seis manzanas de distancia, en la otra dirección.
Por favor ven rápido. Asustado.
En un momento, el hombre de la pistola respondió.
Bueno. Quédate ahí.
Dos hombres con trajes oscuros corrían, uno con la radio en la mano. Policías.
Asustaron al hombre. Con las piernas como la goma, Austin salió a la luz del sol.
―Ayuda―gritó, con la esperanza de que lo entendieran. Los dos trajes se dieron la
vuelta y corrieron hacia él. Austin cayó de rodillas detrás del coche de un
desconocido, se acurrucó para quedar oculto desde la carretera―. Viene―Dijo con
señas, tratando de decir las palabras con claridad, pero su corazón latía demasiado
fuerte y su lengua no funcionaria―. Me verá. Tiene una camioneta blanca.

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Uno de los hombres salió corriendo, guiñándole un ojo antes de levantar los ojos
para ver el camino. Le habían entendido. Un minuto más tarde se acercó un coche
oscuro y lo metieron a empujones en el asiento trasero donde se encogió fuera de
la vista. Miró a escondidas sobre el asiento de atrás, vio un coche patrulla arrancar,
dando luces. Los dos hombres de traje estaban hablando con los dos Policías.
―Hey―dijo Austin e hizo mímica de la escritura. Uno de los hombres de traje le
dio papel y lápiz.
El estaba aquí, escribió Austin rápidamente. Les vio y se fue. Le envié un
mensaje de que corrí a Swindoll’s.
Le entregó el papel al del traje y señaló hacia Swindoll´s.
El traje le indicó a Austin que se quedara abajo, entonces, se dirigió a los otros
hombres antes de inclinarse contra su coche y escribió una respuesta. Pasó el
papel a Austin.
¿Por qué os encontrasteis aquí?
Austin suspiro.
Me dijo que era mi amigo Kenny, escribió. Dijo que querían arrestarme. No
sabía en quien confiar. Pensé que aquí, vería si era Kenny, pero no lo era. Era el
hombre que le disparó al guardia.
Cansado, pasó de nuevo el papel.
El hombre del traje hizo una llamada con su teléfono celular, después algo por
radio. Procedió a escribir en el cuaderno durante mucho tiempo, luego se lo
devolvió.
Soy el detective Phelps. Ahora estás a salvo. Mantén la cabeza hacia abajo.
Creemos que este hombre tiene un escáner de la Policía en su furgoneta. Tu amigo
Kenny lo vio anoche cuando el hombre lo agarró. Emitimos por radio que
encontramos tu coche, pero que escapaste. Queremos que esa furgoneta de color
de blanco siga buscándote para poder encontrarlo. Así que quédate abajo y no
utilices el teléfono de nuevo. Cuando lleguemos a la comisaría, conseguiremos un
intérprete.
El ritmo del corazón de Austin comenzó a disminuir.
¿Qué pasa con mi madre?, escribió.
Mi capitán sí pondrá en contacto y le dirá que estás a salvo. Vamos a traerla
aquí.
Austin se permitió relajarse un poco. Por ahora estaba a salvo, Pero ese hombre
todavía estaba por ahí.

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¿Cómo sabrán buscarlo los policías? ¿Y donde está Kenny?, escribió, a
continuación, pasó el cuaderno.
Tenemos una frecuencia de radio especial para este caso. Kenny está en una casa
segura. Vuelvo en un minuto. Mantén la cabeza hacia abajo. El detective le dio el
cuaderno, y luego le tendió la mano para tomarlo de nuevo cuando Austin leyó lo
que había escrito. Entonces desapareció, dejando a Austin esperando haber hecho
lo correcto.
Apagó su escáner. Los policías habían visto el coche del chico, maldita sea, pero el
chico les había dado esquinazo. Todo el barrio estaba de repente lleno de policías,
que después de anoche estarían buscando una camioneta blanca.
― ¿Y ahora qué? ―murmuró en voz alta. El chico iba a pie, no podía haber ido muy
lejos. Pasó por delante de la tienda de helados lentamente, cortesía de los
conductores delante de él que estaban curioseando. Nada del chico. El siguió su
camino, más allá de la escuela, deteniéndose en el aparcamiento de una tienda de
comestibles. Había tantas camionetas estacionadas ahí que su vehículo no
destacaría.
Había empezado a caminar, buscando al chico, cuando otro mensaje llegó.
Teléfono diferente, otro bolsillo. Era el teléfono que le había dado a Eric, ahora
controlado por Albert.
Que te jodan, decía.
Había un archivo adjunto. Al abrirlo, se encontró mirando la imagen en su pequeña
pantalla de teléfono. Este día no estaba mejorando.

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Capítulo Veinticuatro

Miércoles, 22 de septiembre, 13:00

No deberían haber perdido el tiempo con el registro, pensó Olivia


sombríamente. El dormitorio de Albert no había sido muy difícil de encontrar en
absoluto. Sería el que tiene todos los coches de policía y la brigada de rescate
delante.
―Tengo un mal presentimiento sobre esto―dijo ella.
―Démonos prisa antes de que toquen nada―dijo Noah, ya corriendo.
Un oficial uniformado esperaba en la pequeña sala de estar de la suite del
dormitorio de Albert.
―El cuerpo está en el cuarto de atrás. El compañero lo encontró―El oficial señaló
a un joven que estaba de pie a un lado, con el rostro pálido―. Dice que no tocó
nada.
―Le agradeceríamos si pudiera hablar con nosotros―dijo Noah al chico―.
Quédate aquí, ¿de acuerdo?
―Maldita sea―murmuró Olivia cuando estuvo en la puerta. Una cama doble se
encontraba junto la pared y el gran cuerpo de Albert lo dominaba. Yacía boca
arriba, como Eric, desnudo. Un paramédico estaba arrodillado en el suelo junto a
él, empacando su equipo.
―Está muerto, detective―dijo el paramédico―. No lo puedo decir a ciencia cierta,
pero al menos por unas horas. Parece que tomó demasiadas―Señaló la mesilla de
noche, dónde había una pequeña bolsa de plástico donde quedaban unas pastillas
dentro―. Percocet.
Las emociones se revolvieron en su interior, frustración, pero sobre todo rabia
impotente. Albert y Eric habían herido a tantos, pero nunca pagarían por sus
crímenes.
Empujando la rabia a un lado, se inclinó para estudiar la pelvis de Albert, lo que le
valió una mirada del medico.
―Ahí mismo―dijo ella―. El mismo agujero de aguja que los demás. Hijo de puta.
―Hay una nota sobre la mesa―dijo el médico―. Al lado de la impresora.
―Pero ningún ordenador portátil o teléfono celular―observó Noah―. Gran
sorpresa. No hay ninguna firma en la nota. Está en francés. Empieza con Adieu.
Finaliza con Mon ami. El resto no lo sé.

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―Mi francés está oxidado―dijo el médico―, pero es básicamente 'Adiós mundo
cruel. Pronto voy a estar contigo, mi amor.’ Asumo que no se traga el suicidio
amargo ¿por un amor desparecido?
―No―dijo Olivia rotundamente―. Vamos a hacernos cargo a partir de aquí,
gracias.
―Y entonces solo quedó uno―murmuró Noah cuando el médico se hubo ido.
Olivia miró sombríamente a Noah.
― ¿Mary los mató a todos?
―Ella es la única que queda. Vamos a hablar con el compañero de Albert, Pero si él
conoce a Mary, revisaremos los dormitorios para ver a quien visitaba Joel.
El compañero de cuarto esteba visiblemente alterado, así que Olivia suavizó su voz.
―Soy la detective Sutherland y este es el detective Webster. ¿Cuál es tu nombre?
―B-Bill. Bill Westmoreland.
― ¿Conocías a Albert bien? ―le preguntó con suavidad.
―No. No se quedaba aquí muy a menudo. El tenía una relación con un chico
llamado Eric. Ingeniería superior. El padre de Eric está cargado. Tiene su propio
sitio. Albert se dejaba caer por allí.
― ¿Alguna vez le vio con alguien más? ¿Alguna chica?
―Claro, a veces. No últimamente.
― ¿Estuvo usted aquí toda la mañana? ―preguntó Noah y Bill negó con la cabeza.
―Tengo clase a las nueve. Estaba aquí cuando me fui. El ha estado aquí mucho los
últimos días. Creo que él y Eric tuvieron una pelea.
― ¿Qué te hace decir eso? ―preguntó Olivia.
―Albert normalmente no me hacía caso, pero los últimos días ha estado
trastornado. Lo escuché el lunes, no las palabras, solo sus tono. Estaba enojado.
Me quedo fuera de su camino cuando está enojado.
― ¿Era violento? ―preguntó Olivia y Bill se encogió de hombros.
―Nunca me pegó, pero hubo un par de veces que pensé que podría.
― ¿Conocía a alguien llamada Mary? ―preguntó Noah y Bill negó con la cabeza.
― ¿Cuando volviste de la clase de hoy? ―preguntó Olivia.
―Como a la once y media. La puerta de su habitación estaba abierta. Al principio
yo, dudé, sí ponerle algo de ropa, y luego ví que no respiraba, así que llamé al 911,
después, a la administración de la residencia.
Olivia se puso de pie.
―Gracias por tu ayuda. ¿Hay algún lugar en el que te puedas quedar?

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―Tengo un amigo con sitio―dijo―. Tengo un examen en dos horas. Esto es una
mierda.
―Pienso que tal vez mejor consiga algo de equipaje―dijo Noah―. El oficial le
ayudará a empacar una bolsa. No es que no confiemos en usted, es el
procedimiento.
Los ojos de Bill se estrecharon, entendiendo por primera vez y con ello un destello
de miedo.
―El no se suicidó. Dios mío. Fue asesinado. Aquí, en mi habitación.
―Estamos investigando―dijo Noah con calma―. Por ahora, no hable con la
prensa. Por favor.
Los ojos de Bill parpadearon de nuevo, esta vez con astuta codicia.
―Por supuesto que no.
Afuera, en el pasillo, Olivia puso los ojos en blanco.
― ¡Vamos a encontrar a Mary antes de que ella lea su nombre en Yahoo!
Necesitamos informar a Abbott.
Noah llamó a Abbott mientras Olivia daba instrucciones a los primeros en llegar.
Cuando llegaron al ascensor, Noah pareció aliviado.
―Encontraron a Austin. Están trayéndolo.
― ¿Donde ha estado?
―Abbott no ha hablado con él todavía. Nos llamará cuando tenga más. Dijo que no
iban a anunciar que se le ha encontrado, todavía, así que debemos mantenerlo en
secreto. Abbott también quería saber si la madre de Tracey Mullen llegó aquí
desde Florida.
―Tengo que comprobar mis mensajes. Lo haré cuando estemos fuera. No tengo
cobertura en este ascensor―Que se movía a cámara lenta. El ascensor llegó
finalmente a la planta baja y se detuvieron en el escritorio del recepcionista.
―Los visitantes tienen que firmar y yo hago una copia de su licencia―dijo la
recepcionista―. Los estudiantes pasan su tarjeta de identificación. Aquí está todo
el que haya pasado por aquí en la última semana.
Era una impresión gruesa que hizo que los ojos de Olivia se cruzaran. ― ¿Puede
comprobar si hay un nombre? ¿Joel Fischer?
El recepcionista escribió, luego sacudió la cabeza.
―No vino aquí.
Le dieron las gracias y salieron al sol.

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―Voy a buscar un par de sándwiches al camión de comida―dijo Noah―. Tú
comprueba tus mensajes.
El salio trotando a uno de los camiones plateados de comida y ella escuchó sus
mensajes. Paige. Paige de nuevo. Mia, tres veces. Había oído lo de Kane y estaba
llegando a Minnesota. Olivia sintió asentarse un pequeño pedazo de ella. Mia lo
entendería. Ella había perdido un compañero, hace años.
El último mensaje era de David. Sus ojos se estrecharon mientras escuchaba,
guardando su mensaje cuando Noah regresó. Tomó uno de los bocadillos que le
ofreció y se obligó a tomar un bocado mientras se volvía hacia el dormitorio de
Albert, caminando rápido.
―Tenemos un apellido para Mary. Mary O'Reilly. Vamos a ver si ese agradable
recepcionista puede localizarla para nosotros.
Noah había fruncido el ceño.
― ¿De dónde sacaste el apellido?
―De David, en mi buzón de voz. Y no, no se como lo supo. Sospecho que no
queremos saberlo. Lo llamaré de nuevo en unos minutos. Vamos a buscar primero
a Mary.
Noah suspiró.
―Evie tenía clase toda la mañana. Ella no está involucrada, por lo que yo sé.
―Ese grupo de Chicago está tan acostumbrado a merodear en línea ahora, que lo
hacen sin respirar―Pero ella sonrió con tristeza―. Kane siempre pensó que era tan
genial.
―Porque lo es―dijo Noah con una sonrisa irónica―. Siempre me pone caliente
ver a Evie hackear.
Ella se rió, y se sintió mejor por ello.
―Estoy seguro de que la historia de David será entretenida.
Ellos volvieron a entrar en el dormitorio de Albert, el recepcionista los miró con
sorpresa.
―Están de vuelta.
―Sin duda―dijo Olivia―. ¿Puede encontrar una estudiante para nosotros? Mary
O'Reilly.
―Mary Francesca O'Reilly―dijo la recepcionista después de introducir el
nombre―. Es de los mayores. Sacó un mapa del campus. Su dormitorio está a
cuatro minutos a pie de aquí.
Olivia le dirigió una sonrisa, mientras Noah pedía refuerzos.

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―Gracias.

•••

Miércoles, 22 de septiembre, 1:30 pm

Metió su camioneta en el aparcamiento de su tienda después de conducir en


círculos para asegurarse de que no estaba siendo seguido. Con cansancio subió las
escaleras exteriores a su vivienda que mantenía encima de la tienda, cerró la
puerta, y cayó en su sillón. Había buscado al chico, pero no hubo suerte. La Policía
habían invadido el lugar y él había retrocedido.
Austin no había respondido desde que le dijo que había corrido a la tienda de
helados, detrás de la cual él no había estado. Envió al chico otro mensaje, desde ‘la
cuenta de Kenny’.
¿Donde demonios estás? Buscado por todas partes. Ciudad llena policías.
Déjame saber stas ok.
No había habido ninguna respuesta, hasta el momento, pero la Policía no lo había
encontrado tampoco. Solo tenía que esperar a que el chico respondiera al mensaje
cuando se sintiera seguro. Sus ojos se posaron en el otro mensaje que había
recibido y abrió la foto adjunta de nuevo. Albert estaba muerto. Como Eric.
Como Joel. Todas supuestas sobredosis. Mary, Mary, Mary. No había pensado que
fuera ella, pero ella era la única que quedaba. Sí hacía pública la cinta ahora, la
Policía estaría en su puerta en cinco minutos. Pero su punto de anoche fue bien
recibido. El vídeo demostraba una quinta persona en la escena, yo. Pensar que la
Policía no vincularía a una quinta persona en la escena con los disparos del guardia
y el detective Kane simplemente era tonto.
El vídeo era útil solo en la medida que asustaba a los cuatro universitarios por
hacer su declaración. Pero Los Cuatro habían bajado a uno, y el que quedaba era
un maldito psicópata.
A pesar de que le encantaría verla pudrirse en una celda de la cárcel para siempre,
en este momento tenia más sentido silenciarla para siempre. Pero le temblaban las
manos por falta de un sueño. Unas pocas horas de sueño serían todo lo que
necesitaba. Esperemos que para entonces Austin hubiera contactado con él.

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Y entonces podría finalmente daría a Mary la Perra lo que ella tanto merecía.

Miércoles, 22 de septiembre, 1:30 pm

―Ella no está aquí―Un oficial se reunió con Olivia y Noah en la puerta de la


habitación del dormitorio de Mary―. Esa es su compañera de cuarto. Su nombre
es Helen Sanford.
Una joven estaba sentada en un sofá, con las manos entrelazadas entre las rodillas.
Olivia se sentó junto a ella, mientras Noah buscaba en la habitación de Mary.
― ¿Sabes dónde está, Helen?
Helen sacudió la cabeza.
―No somos amigas. No hablamos. Mary se mantiene apartada.
― ¿Algún visitante?
―Su novio, principalmente. Ella estaba muy trastornada esta semana.
― ¿Trastornada? ¿Cómo es eso?
―Lloró durante horas. Pude oírla a través de la pared. Joel murió el lunes.
Accidente de coche.
― ¿Tiene Mary familia en la zona y algún lugar al que iría?
―Ella tiene padre y un hermano que es médico. Creo que su madre murió.
―Detective Sutherland―Noah estaba de pie en el pasillo―. Tienes que ver esto.
―Espera aquí―dijo Olivia a Helen, y luego fue a la habitación de Mary y miró en el
interior del cajón de la cómoda que Noah había abierto―. Dos bolas de
cristal―dijo ella―, y pañales para bebes. Ahí es donde ella obtuvo el gel que utilizó
para mantener la bola de cristal sin grietas en el fuego.
―Y mira esto―Noah levantó la tapa de una pequeña caja―. Lo encontré detrás de
unos libros en el estante superior. No lo ocultó bien, casi como si lo hubiera tirado
allí.
Olivia suspiró.
―Su escondite―Había algodón y jeringas y dos cucharas de metal desgastadas que
llevaban marcas de que se calentaban una y otra vez―. Es adicta.
―Consigamos su dirección permanente y a enviar una unidad. Podría haber ido
allí.
―Mary estaba en el incendio―dijo Olivia―. Probablemente Albert estaba en el
muelle y en la escuela. Lo que significa que Albert mató a Kane―De nuevo hizo a

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un lado la rabia―. Pero todavía no tenemos ninguna conexión con Barney
Tomlinson o Dorian Blunt. No tiene sentido.
―Tenemos que hablar con la esposa de Tomlinson. Pero primero, veamos si
podemos si averiguar dónde iría Mary. ¿Cómo supo David sobre ella?
―Llamaré a David y lo averiguaré.
―Y yo pediré una orden Mary O'Reilly―Noah empezó a marcar―. Me aseguraré
de que los Aeropuertos también son notificados en caso de que decida comprar su
propio billete de Air France.

Miércoles, 22 de septiembre, 1:30 pm

―Gracias por recibirme―dijo David, acomodándose en una silla junto al gran


escritorio de Truman Jefferson. Había sido introducido por una joven que lo había
anunciado como el Sr. Smith, después discretamente cerró la puerta detrás de
ellos―. Sé que fue con poco aviso.
―Siempre es un placer conocer a nuevos clientes―dijo Truman en términos
generales, luego hizo una mueca cuando vio la barbilla de David―. Es un de corte
de afeitado el que tiene ahí. Debe doler como el demonio.
―Lo hace―Todavía dolía como el infierno y se mareaba si se movía demasiado
rápido.
Su madre había estado muy molesta cuando había tratado de salir de casa, yendo
tan lejos como para quitarle sus llaves. La única manera en que había logrado llegar
hasta allí fue permitirla conducir. Por supuesto Glenn había ido y ambos estaban
sentados en el asiento delantero del coche de su madre, esperando la conclusión
de su asunto con el hermano de Lincoln. Luego iban al hospital a ver a Jeff, quien
finalmente estaba consciente y recibía visitas.
―Así que, ¿Cómo podemos ayudarle, señor Smith?
David estudió el rostro de Truman, sus ojos. Las fotos de la familia en su escritorio.
Si era esquizofrénico como Lincoln, disimulaba bien.
―En realidad, mi nombre no es Smith. Es Hunter. David Hunter. Soy bombero. Ayer
su hermano irrumpió en la casa de mi amigo.
Las cejas de Truman se quebraron con un gruñido.
― ¿Qué es esto? Si usted está planeando demandar...
―No lo estoy.
― ¿Entonces por qué estás aquí?

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―Señor, su hermano no está bien.
―Dígame algo que no sepa―dijo Truman amargamente―. Dicen que realizó
incendios con ese terrorista de Preston Moss. El FBI vino a nuestra casa, disgustó a
mi madre... Por favor, deje a mi madre fuera de esto. Ella no está bien tampoco.
―Lamento escuchar eso―dijo David―. Yo no estoy aquí para causar dolor a su
familia. Estoy aquí porque necesito saber quien ayudó a Lincoln a encontrarme
ayer.
Los ojos de Truman parpadearon con miedo nervioso.
― ¿Quien dijo que nadie lo ayudara?
―Yo no lo voy a demandar―repitió David―. Pero también tengo familia. Lincoln
llegó a mi casa de apartamentos, le preguntó a un inquilino donde vivía yo. Ella le
dijo que vivía en la cabaña de un amigo. El propietario no aparece en la guía, pero
Lincoln logró encontrar la cabaña rápidamente.
―El no es estúpido―protestó Truman.
―No, pero es un enfermo mental, de momento, sin medicar. No creo que
encontrara la cabaña de mi amigo solo. Si lo ayudó, necesito saberlo y necesito
saber por qué. Si no lo hizo, tengo que encontrar a quien lo hizo. Si hay otro
fanático por ahí que piensa que he mancillado el nombre de Preston Moss, tengo
que proteger a mi familia. Si Lincoln hubiera ido a mi loft en primer lugar, hubiera
encontrado a mi madre, no a mí. Tenia un arma, sr. Jefferson.
Los ojos de Truman estaban fijos en el rostro de David, luego desvió la mirada.
―Quisiera decir que Lincoln nunca haría daño a nadie. Pero obviamente eso no es
cierto.
David frunció el ceño, entonces comprendió.
―El no hizo esto―dijo, señalando a su barbilla―. Esto sucedió en el trabajo.
Truman se desplomó.
―Gracias a Dios. He estado asustado por esto, pero conseguir que tome sus
medicinas... incluso le di un trabajo aquí para poder vigilarle, pero es difícil. Esto
está matando a mi madre. Acordé con mi madre dejar que el sistema maneje a
Lincoln esta vez.
― ¿Le ayudó, Sr. Jefferson? ―preguntó David―. Por favor, solo necesito la verdad.
―Ayer me llamo Lincoln. Necesitaba encontrar a un hombre llamado Glenn
Redman. Dijo que era algo del sitio Web, que tenía que pagar. Lincoln llevaba el
sitio Web para mí. Pensé que se trataba de una factura―se encogió de hombros―.
Yo estaba ocupado y le dije a Mary que lo buscara. Ella me dio la dirección, Llamé a

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Lincoln y lo siguiente que supe es que mi madre me llamaba llorando porque
había sido arrestado.
Llevó un segundo para que el detalle calara, pero cuando lo hizo David se puso en
pie.
― ¿Su secretaria es Mary? ¿O'Reilly? ―Truman se puso también de pie, con
incertidumbre.
― ¿Por qué?, si, por supuesto. Mary Fran ha estado conmigo desde el verano
pasado. ¿Por qué?
Sin responder, David abrió la puerta de la oficina.
―Oh, Dios mío―Glenn yacía inerte en el suelo, salía sangre de su cabeza. La
secretaria de Truman se inclinaba sobre él, empujando su cuerpo, pero al oír el
sonido de la puerta abriéndose se dio la vuelta, su cara blanca. Tenía una pistola en
la mano.
David saltó detrás pero ella retrocedió, y sosteniendo el arma con las dos manos,
Disparó. El tiro se perdió en el aire y ella salió corriendo de la oficina. David corrió
tras ella, luego se agachó detrás de un coche cuando ella disparó una segunda vez.
El tiro dio en el coche junto a él con un ruido metálico, de nuevo lejos.
― ¡Alto! ―Grito y se lanzó hacia adelante, pero ella era rápida.
Entonces puro terror agarró su garganta cuando ella abrió la puerta del pasajero
del coche de su madre y saltó dentro. Mary le miró a los ojos mientras ponía la
pistola en la cabeza de su madre. La vio mover los labios. Una sola palabra.
―Conduce.
Su madre se echó atrás, pero Mary le presionó con el arma más fuerte y el coche
comenzó a moverse.
―No. Mamá, ¡no! ―Gritó él y se lanzó contra el parachoques trasero.
Y se alzó con un puñado de aire y la boca llena de grava. Se puso en pie y corrió,
pero el coche ya estaba chirriando fuera del aparcamiento.
No tenía llaves. No tenía coche. Se dio la vuelta y volvió corriendo a la oficina de
Truman, Donde el hombre estaba arrodillado al lado de Glenn, con la boca abierta
y en estado de shock.
― ¡Sus llaves! ¡Maldita sea, dame las llaves!
Aturdido, Truman se las entregó y David salio corriendo, gritando,
―Llame al 911―Arrancó el coche de Truman y salió tras ellas. Empezó a
martillearle el pulso, buscó a tientas su teléfono mientras apretaba el acelerador,
coleando en la carretera.

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No podía ver el coche. Maldita sea, no podía ver el coche de su madre. Con mano
temblorosa marcó 911, conduciendo más rápido y maldiciéndose a si mismo, por
permitir siquiera que ella viniera.
― ¿Cual es la naturaleza de su emergencia?
―Mi madre ha sido secuestrada. Ella está en un Ford Taurus verde, en dirección
norte, hacia la 35W―Se imaginó el coche de su madre en su mente y recitó la
matrícula―. Su nombre es Phoebe Hunter. Ella ha sido secuestrada por Mary
O'Reilly tiene un arma―Su cabeza le latía, pero se las arregló para mantener su
tono de voz―. También necesitamos un equipo médico en Presidential Realty.
Hombre de sesenta y dos años, herida en la cabeza. Está inconsciente.
― ¿Donde está, señor?
―Persiguiendo el coche de mi madre―dijo con la voz quebrada―. Sólo dense
prisa, e informe al capitán Bruce Abbott y la detective Olivia Sutherland―Llegó a
una intersección y se dio cuenta de que no tenia idea de por qué camino habían
ido―. Yo no las veo. Por ningún lugar.
―Señor, por favor vuelva a la escena. Tengo ayuda en camino.
David se detuvo en una gasolinera. Se tapó la boca con la mano, incapaz de pensar.
Incapaz de respirar. Miró su teléfono, deseando que sonara, saltando cuando lo
hizo. Olivia.
―Oh Dios―dijo débilmente, mirando en la intersección frente a él―. Se ha ido.
― ¿Quien se ha ido? ―pregunto Olivia bruscamente―. ¿David? ¿Qué pasa?
Ella no lo sabía. El despacho no habría tenido tiempo de llamarla.
―Mi madre. Ha sido secuestrada―Su voz sonaba débil, irreal―. Por May O'Reilly.
― ¿Qué? ¿Dónde estás?
―No se―Miro a su alrededor, vio las señales, respiró y le dio la dirección―. Tengo
que volver. Glenn está herido.
―David. Detente y habla conmigo.
Pero él ya estaba poniendo la reversa en el coche de Truman y regresando.
― ¿Recibiste mi mensaje anterior, sobre Mary O'Reilly?
―Sí. Estamos buscándola. ¿Cómo supiste de ella?
― ¿Por qué la estáis buscando? ―preguntó débilmente, parpadeando con fuerza
para centrarse en los automóviles.
― ¿Cómo supiste de ella?
Ella no había respondido a su pregunta y su sangre se enfrió aún más.

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―Lincoln es el web máster de ese sitio Web de Moss que encontré. Mary O'Reilly
paga los gastos de la Web.
Ella guardó silencio un momento.
―Bueno. ¿Donde encontraste a Mary?
―Fui a visitar al hermano de Lincoln, Truman. El ayudó a Lincoln a encontrar la
cabaña de Glenn ayer. Mary es su secretaria―Había llegado de vuelta a la oficina
de bienes raíces de Truman, con el cuerpo entumecido―. Glenn está herido. No se
cuanto. Me tengo que ir. Llamé al 911.
―Muy bien―dijo ella con calma―. ¿Dónde estás?
―Realty Presidencial―Se tambaleó hacia la puerta. Truman estaba arrodillado
junto a Glenn, presionando una toalla en su cabeza―. Me tengo que ir―A ciegas
puso su teléfono a un lado y presionó sus dedos contra el cuello de Glenn donde
palpitaba un inestable pulso.
David giró a Glenn a un lado. Y vio lo que Mary había estado tratando de conseguir.
―Su bolso―Truman murmuró―. Su amigo agarró su bolso. ¿Por qué?
David puso el bolso a un lado.
―Hábleme de Mary O'Reilly. Saque su archivo personal para que pueda dárselo a
la Policía cuando lleguen aquí.
Temblando, Truman hizo lo que le dijo, abriendo un archivador, extrayendo una
carpeta.
―Ella solicitó un trabajo el verano pasado. Nuestra antigua recepcionista murió
inesperadamente. Un día Mary apareció para dejar una solicitud. Me sentí aliviado.
Yo ni siquiera tuve que colocar un anuncio de búsqueda.
La sangre de David se le heló.
― ¿Su recepcionista murió? ¿Cómo?
―Ella se cayó por unas escaleras. Ella era mayor. Perdió el equilibrio―Los ojos de
Truman se abrieron temerosos―. ¿Por qué? Mary siempre ha sido una buena
trabajadora y ella es buena con Lincoln.
― ¿Cómo era buena con Lincoln?
―Ella lo calmaba cuando estaba agitado. A veces, en un día lento, hablaban.
Manteniendo la presión en la cabeza de Glenn, David se obligó a pensar.
― ¿De qué hablaban? ―Aunque apostó a que podría adivinar. Preston Moss.
―No lo sé. Yo estaba feliz de que Lincoln estuviera tranquilo para poder
trabajar―Truman se sentó sobre los talones, desconcertado y temeroso―. Se trata
de Lincoln. ¿Qué está pasando?

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David podía oír las sirenas.
―Eso es lo que todos queremos saber―dijo con gravedad.
Los médicos se apresuraron.
― ¿Qué pasó?
Truman señaló el suelo cerca del escritorio de Mary.
―Creo que ella lo golpeó con eso―Era un trofeo por redimiento de ventas. Tenía
rastros de sangre a un lado.
Dando a los médicos espacio para trabajar, David buscó en la mesa sin tocar nada.
―Glenn debió entrar. Nunca podía quedarse quieto. Debió de ver esto. Era un
talón de pago, con el nombre de Mary claramente visible.
―Sabía que era ella.
Truman estaba mirando el teléfono del escritorio.
―Ella tenía el intercomunicador encendido, escuchándonos. Sabía que estaba
preguntando sobre Lincoln. ¿Qué demonios está pasando aquí?
David se quedó mirando el talón de pago, el terror robando su aliento.
―Ella tiene a mi madre.

Miércoles, 22 de septiembre, 14:00

Phoebe apretó el volante y trató de mantener la calma. Difícil cuando un


arma estaba apuntando a su cabeza. La mujer era joven, de unos veinte años.
Había salido corriendo de la oficina de bienes raíces solo para darse cuenta de que
ella estaba aparcada ahí. Phoebe había estado preparada para mover su coche
cuando la mujer saltó dentro, le apuntó con un arma, y le dijo que condujera.
― ¿Quién eres tú? ―preguntó con voz temblorosa.
―Cállate y conduce―espetó la joven.
― ¿Vas a matarme?
La joven se echó a reír con amargura.
― ¿Quieres?
―No especialmente. Mi amigo estaba allí con mi hijo. ¿Le hiciste daño?
―Yo no lo maté, pero si no te callas, te mataré a ti. Hasta aquí, gira a la derecha.
Phoebe obedeció, sus ojos buscando alrededor cualquier manera de que pudiera
detener el coche.
―No recomiendo que hagas eso―dijo la mujer en voz baja―. En serio.
Phoebe respiró.

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―Te daré el coche y mi teléfono. No llamaré a la Policía.
―Demasiado tarde. Tu viejo ya lo intentó. Pero voy a coger el teléfono.
Mary rebuscó por el bolso de Phoebe, encontró su teléfono, quitó la batería y la
arrojó en el asiento trasero.
―Ahora no pueden rastrearte.
Phoebe pensó en la cantidad de veces que su familia había tenido problemas en
los últimos años, el número de veces que casi habían sido asesinados. Siempre
había pensado que, de alguna manera tenia que ser más duro, tener que sentarse
y esperar noticias. Rezar. «Me equivoqué».
Pero su familia siempre había mantenido la cabeza, había jugado de manera
inteligente, ganando tiempo hasta que llegara la ayuda. «Así haré yo».
Ella comenzó a rezar, pronunciando en silencio las palabras que había dicho tan a
menudo por los demás.
― ¿Qué estás diciendo? ―espetó la mujer.
―Estoy rezando.
―Bueno, detente. Nadie va a escuchar tus oraciones de todos modos.
―Yo lo sabré―murmuró Phoebe―. Eso es suficiente.
Estarían buscándola, ella lo sabía. No iba a permitirse asustarse. En su lugar se
centraría en puntos de referencia para cuando ella se escapara, poder encontrar su
camino de regreso.
La mujer encendió la radio, afinándola hasta que encontró la noticia.
―Dos estudiantes universitarios fueron encontrados muertos hoy―informó el
locutor sobriamente―, uno en su apartamento, y el otro en su residencia de la
Universidad. La Policía está buscando a Mary O'Reilly para ser interrogada en
relación con estas muertes. Si usted tiene algún conocimiento sobre el paradero de
Mary Francesca O'Reilly, por favor llame a la Policía.
Phoebe miró a la mujer.
―Asumo que usted es Mary.
La mandíbula de Mary estaba tensa.
―Cállate. Y conduce.

•••

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Miércoles, 22 de septiembre, 14:15

Olivia encontró a David sentado en el suelo de la oficina de Bienes Raíces de


Jefferson, su rostro pálido bajo su bronceado. Una desagradable hilera de puntos
se alineaban por su mandíbula. Había sangre en su camisa.
Se agachó junto a él.
― ¿Estás bien?
Sus ojos estaban en blanco.
―Glenn vio el nombre de Mary en su recibo del sueldo y ella lo golpeó. Le perseguí
y me disparó. No es una buena tiradora.
Olivia tocó su muñeca, sintió su pulso corriendo salvajemente.
―David, ¿estás bien?
El cerró los ojos.
―Los perseguí, pero no fui lo suficientemente rápido. Ella se llevó a mi madre.
Ella deslizó su mano sobre su antebrazo.
― ¿Es tu sangre en la camisa, o de Glenn?
―De Glenn.
―Pensé que estabas de guardia hoy.
Su boca se torció con amargura.
―Si hubiera estado, esto no habría sucedido. Maldito gato.
―No hablas con sentido, David.
―Accidente laboral. Mamá y Glenn me recogieron en la Estación de Bomberos. Se
suponía que debía descansar, pero no les hice caso. Conseguí la información del
sitio Web de Lincoln. La ha tenido durante diez años bajo el nombre de un profesor
muerto.
―Dijiste que Mary pagó algunas de las facturas de Lincoln. ¿Rastreaste su tarjeta
de crédito?
―Sí. Y entonces te llamé con la información. Hace horas―Su tono tomó un borde
ligeramente acusador y apartó la mirada―. Lo siento. No quise decir eso.
―Lo sé―dijo ella suavemente―. ¿Cómo supiste sobre el hermano de Lincoln?
―Lincoln llamó a su celular ayer.
«Oh».
―Revisaste el registro del celular de Lincoln mientras nos esperabas ayer, ¿no?
El asintió con la cabeza, sin arrepentimiento.

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―Prioridades. La tuya era la captura de un asesino. La mía era asegurarme de que
Lincoln no iba a ir otra vez a mi casa, a herir a mi gente.
El haría eso, proteger a su gente.
― ¿Cuando te enteraste de que Mary era la secretaria?
―Truman mencionó su nombre cuando estábamos reunidos. Yo no lo sabía antes.
Te habría llamado. No habría puesto a mi madre y Glenn en peligro.
―Lo sé. Tenemos el helicóptero de la Policía Estatal en el aire, en busca de su
coche.
El la inmovilizó con su mirada.
― ¿Por qué estabas buscando a Mary? Dime.
Olivia suspiró.
―Creemos que mató al menos a uno de los incendiarios, quizás a los tres.
David cerró los ojos, su garganta trabajosamente tragó saliva.
― ¿Con el arma?
―No.
―No lo pensé. No pudo acertar nada. Esa es la única cosa que me mantiene en
marcha, sabiendo que no está a gusto con esa arma. Tal vez ella no hará... ―Se
detuvo, luchando por recuperar el control―. Oh Dios. Ella tiene a mi madre.
―Lo sé―murmuró Olivia―. La vamos a encontrar.
―Mary solicitó el empleo aquí para estar cerca de Lincoln. Truman dice que su
anterior recepcionista cayó por unas escaleras.
―Oh, no.
Abrió los ojos, aterrorizado pero funcionando.
―Ella hablaba con Lincoln. Esa debe ser la forma en que se enteró de las bolas de
cristal, sobre el VE rayado en el polo.
― ¿Como lo encontró?
―A través del sitio Web, supongo. Vamos a preguntar a Lincoln.
Ella asintió con la cabeza.
―Lo haré.
―Yo voy―La mirada que le dirigió estaba llena de furia―. No consideres siquiera
decirme que no. Puede ser que me necesites de nuevo―Su boca se torció con
amargura―. Yo soy el bombero que salva gatos.
―Olivia―Noah estaba de pie en el escritorio de Mary, él estudiaba el contenido de
su bolso Noah también estaba pálido. Phoebe Hunter era como la madre de Evie.
Pero Noah se había probado a si mismo bajo presión, Olivia sabia que no iba a

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perder la cabeza―. Teléfonos. Un montón de teléfonos―Levantó un reproductor
de MP3 en su mano enguantada, le dio la vuelta―. Dice, ‘número uno'.
―Ponlo―dijo David lacónicamente.
Noah lo hizo, mientras Olivia y David observaban, acurrucados alrededor del
auricular que estaba conectado. Una floja versión del tema de Misión Imposible se
oía débilmente, entonces, Olivia vio la primera foto y comprendió.
―Oh, Dios mío―respiró ella―. Es Tracey Mullen―Era su cara en la ventana de los
apartamentos, con la boca abierta en un silencioso grito mientras ella golpeaba el
cristal.
―Alguien grabó esto―dijo David, con horror en su voz mientras Tracey
desaparecía de la vista, sus manos deslizándose por el cristal―. Vi las huellas de
sus manos en la ventana.
La cámara enfocó de nuevo a cuatro figuras, sus rostros claramente visibles a la luz
de la luna.
―Joel, Mary, Eric y Albert―dijo Olivia―. Joel lucha por volver adentro. Eric y
Albert le detienen, entonces Albert golpea a Joel en la cabeza.
―Entonces Albert y Eric arrastran lejos a Joel―dijo Noah―. Como pensábamos.
Olivia miró a Mary echar una última mirada hacia la ventana, a continuación, siguió
a Albert y Eric a la valla dónde por donde empujaron a Joel.
―Como pensábamos―murmuró ella.
―Alguien grabó esto―repitió David―. Ellos sólo miraban mientras Tracey moría.
Noah dejó escapar un suspiro.
―Tenemos un quinto hombre.
El vídeo cambió.
―El almacén de Tomlinson, antes del incendio―murmuró David.
―Esa es la conexión―dijo Noah―. El quinto hombre les estaba chantajeando.
El vídeo se detuvo y los tres se quedaron de pie un momento, en silencio. Entonces
Olivia revisó los teléfonos hasta que encontró uno que decía ‘# 2’ en la parte
posterior.
―Hay un montón de mensajes con archivos adjuntos. Fotos. El almacén de
Tomlinson ardiendo, el cuerpo de Eric, justo como lo encontramos―Abrió el
siguiente archivo.
―La casa de Dorian Blunt―dijo David―. Antes de que fuera pasto de las llamas.

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―Y una de Albert, muerto―dijo Olivia―. El mensaje dice ‘Jódete’. Supongo que
Mary estaba cansada de ser presionada. Esta es la forma en que se han estado
comunicando con el chantajista. Tenemos que llamar a Abbott.
Noah lo hizo.
―Bruce, tenemos una quinta persona involucrada... ―Escuchó con el ceño
fruncido― ¿Cómo lo supiste? ―Miró a Olivia― Austin Dent está en comisaría.
Abbott le mostró fotos de Joel, Eric, y Albert, y dijo que el hombre que vio no era
ninguno de ellos.
Olivia reunió el contenido del bolso de Mary.
―Dile que estamos de camino―Miró a David―. ¿Alguien debería llevarte al
hospital, para encontrarte con Glenn?
―No, tengo que hablar con Lincoln. Si no hago algo, me volveré loco.
Ella asintió con la cabeza, con la esperanza de que Abbott y Donahue estuvieran de
acuerdo.
―Bueno. Vayámonos.

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Capítulo Veinticinco

Miércoles, 22 de septiembre, 14:25

―Más despacio―interrumpió Mary y Phoebe se estremeció. Eran las primeras


palabras que la joven había pronunciado en casi media hora. Se habían mantenido
a un lado de la carretera y habían pasado unos pocos coches―. Para atrás a ese
coche―Había un Lexus negro abandonado en el lateral de la carretera.
Phoebe obedeció, casi sin atreverse a respirar.
―No voy a decírselo a nadie cuando te hayas ido.
María se burló.
―No, porque vas a venir conmigo.
Phoebe cerró los ojos.
― ¿Por qué?
―Porque te necesito―Ella presionó el arma contra las costillas de Phoebe―. Si
quieres ver a ese guapo hijo tuyo de nuevo, vas a hacer lo que te pido. Sal del
coche.
Phoebe obedeció, sus piernas como de goma.
―Puedo ayudarte. No tienes que hacer esto.
Mary puso los ojos en blanco.
―Camina―Phoebe caminó, Mary a la zaga unos dos metros por detrás―. Ahora
de rodillas al lado de la puerta del conductor y agáchate debajo. Habrá una de esas
cajas magnéticas con una llave. Toma la llave y tírala a mis pies.
Consciente de la pistola apuntando a su cabeza, Phoebe se arrodilló.
―Acelera un poco o te mueres aquí―dijo Mary con impaciencia.
―Soy vieja―dijo Phoebe secamente―. Me muevo lentamente.
―Muévete más rápido o no serás más mayor.
Phoebe se agachó debajo del coche, dejando el pequeño medallón que llevaba
alrededor de su cuello balanceándose en su cadena. Con la esperanza de que la
Policía lo encontraría y a ella, le dio un tirón, dejando caer la cadena en el suelo
mientras buscaba la llave. Pensó en tirar la llave lejos, pero decidió no hacerlo.
Mary había matado a dos hombres. Phoebe no tenia ninguna duda de que la
también la mataría. «David, ¿dónde estás?».
Phoebe se puso en pie y le tendió la llave.
― ¿Qué diría tu madre sobre ti secuestrando a una anciana, Mary?

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Mary se estremeció, luego le arrebató la llave.
―Mi madre está muerta―le espetó.
Phoebe respiró rápido.
―Lo siento.
―No lo hagas. Tal vez también la maté yo―Mary abrió la puerta del pasajero del
coche―. Entra. Después cállate y conduce.
Phoebe entró y se deslizó hacia el lado del conductor, con Mary arrastrándose
detrás de ella, el arma aún apuntando... «A mí».
Con el corazón desbocado, Phoebe tomó la llave que Mary depositó en ella.
―Necesito saber. ¿Mataste a tu madre, Mary?
María negó con la cabeza, Pero su voz tembló.
―No. No fue mi culpa. Ahora conduce, o no será mi culpa otra vez.
Phoebe le hizo una leve inclinación de cabeza, y luego arrancó el coche. «Querido
Dios. Ahora, ¿qué hago?»

Miércoles, 22 de septiembre, 15:30

David se sentó en la silla del escritorio de Olivia, con los ojos fijos en la
ventana de la oficina de Abbott. Ella estaba allí, con Noah, Abbott, Barlow y Micki,
releyendo los mensajes de los teléfonos celulares y revisando el vídeo que habían
encontrado en el bolso de Mary. Periódicamente ella levantaba sus ojos,
encontrando los suyos a través de la ventana, y agitaba la cabeza. Sin noticias.
Noah arrastró una pizarra blanca a la oficina y David pudo ver que habían
desarrollado una línea temporal. Cada incendio, cada asesinato. Pero solo una cosa
importaba ya.
Sus tripas estaban en rotación constante. Trató de no pensar en las fotos que había
visto, los cuerpos de los dos estudiantes universitarios que Mary había matado,
pero llenaban su mente. La muerte de Tracey Mullen había sido un accidente, pero
la de los demás... Mary era una asesina.
«Y tiene a mi madre». Habían pasado casi dos horas. Podrían estar en cualquier
parte. Había llenado el tanque de gasolina antes, suficiente combustible para llegar
a Canadá antes de que tuvieran que parar.
Detrás de él, Tom paseaba frenéticamente. David había llamado al chico desde el
coche de Olivia desde la Oficina de Truman y Tom había estado esperándolo aquí,
con la cara blanca y aterrorizado.

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―No puedo creer que me la llevara conmigo―murmuró David―. Que dejara que
esto sucediera.
Pesadamente Tom suspiró.
―Cállate, David. No hiciste que sucediera esto. No hiciste que nada de esto
sucediera. Cosas malas suceden a nuestro alrededor y no lo detenemos.
―Yo debería haber hecho que se quedara en casa.
Tom se dejó caer en la silla de Kane.
―Ella no te habría escuchado. ¿Comprobaste a Truman Jefferson antes de que
condujeras hasta allí?
―Ethan lo hizo. Truman es un hombre de negocios sólido, nunca había estado en
problemas.
―Entonces no tenías ninguna razón para pensar que habría sido peligroso. Era una
oficina de Bienes Raíces, por el amor de Dios. Lo juro por Dios, a veces pienso que
te crees que eres...
David se encontró con los ojos furiosos de Tom con el ceño fruncido.
― ¿Creo que soy qué?
―Dios―Tom golpeó la mesa con el puño―. No siempre se puedes ser el maldito
héroe.
David parpadeo ante la furia de Tom, inesperada e... incorrecta.
―Yo no lo soy.
―Lo que sea―Tom tomó aire, lo dejó escapar―. No debí haber gritado. No
puedes decirle a la abuela qué hacer. Nadie puede. Deja de culparte a ti mismo y
empieza a usar tu cerebro.
David cerró los ojos. El chico tenía razón.
― ¿Qué sabemos sobre Mary O'Reilly?
― ¿Además de que es una chiflada de libro? ―Tom palmeó la bolsa del ordenador,
su boca lisa en una línea sombría―. Vamos a salir de aquí y averiguarlo.
―Déjame decírselo a Olivia―dijo―. Enseguida vuelvo―David llamó a la puerta de
Abbott y ella salio, llevándole a una sala de conferencias vacía, cerrando la puerta.
―Nada nuevo―dijo―. Todo el mundo disponible está buscando. El departamento
de informática está rastreado los mensajes del teléfono de Mary y los correos
electrónicos del ordenador portátil que encontramos en su coche fuera de la
oficina de Bienes Raíces―Ella levanto la vista, sus ojos azules intensos―. Vamos a
encontrar a tu madre. Mary no tiene nada que ganar haciéndole daño.

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― ¿Qué pasa con el número de teléfono? ―preguntó con voz ronca― ¿Al que
llamó Lincoln?
―Era el teléfono de Mary, en el bolso. Hemos llamado varias veces a tu madre,
pero salta el buzón de voz. No podemos realizar un seguimiento de una señal GPS,
pero vamos a seguir intentándolo. Tenemos detectives hablando con cualquiera
que conociera a Mary en la Residencia de Estudiantes, con cualquier persona que
se sentara junto a ella en clase. Tratando de averiguar dónde puede haber
ido―Ella alzó la mano a su mejilla―. Te diría que fueras a descansar, pero sé que
no lo harías.
El giró la cara en su mano.
―No puedo pensar―admitió―. No puedo respirar.
Su pulgar acarició sus labios, calmante, no sexual.
―Entonces déjame pensar por ti, un ratito. Ve a ver a Glenn. Yo prometo que te
llamaré en cuanto sepa algo.
― ¿Qué hay de Lincoln?
―La Dra. Donahue está con él. Lo sedaron esta mañana. Escucho a dos guardias
hablando de otro incendio premeditado y enloqueció. Ella dice que cuando esté
lúcido, lo organizará para que hable con él. Te llamaré, para que puedas estar allí.
La atrajo hacia él, sosteniéndola con fuerza, con la voz quebrada cuando las
palabras salieron fuera.
―Yo la sigo viendo con esa pistola en la cabeza.
―Lo sé―susurró ella. Le sujetó un momento más, y luego se alejó―. Tengo que
regresar. Te llamaré en cuanto oiga algo. La encontraremos, David.
El sabía que ella haría cualquier cosa a su alcance para cumplir su palabra, pero él
no podía quedarse de brazos cruzados. Enderezando la espalda, volvió con Tom.
―Vamos, muchacho. Muéstrame lo que puedes hacer.

Miércoles, 22 de septiembre, 15:45

Olivia se quedó de pie en la ventana de Abbott, viendo a David y Tom


caminando hacia el ascensor.
―Odio esto―murmuró. Dos prioridades. Un hombre que disparaba balas y
una mujer que inyectaba drogas. Ambos eran asesinos. Pero la mujer tenía un
rehén.
―Todos lo hacemos―dijo Abbott―. Siéntate y elaboremos un plan.

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Habían revisado los mensajes de los teléfonos de todos los alumnos,
reconstruyendo la línea de tiempo. Las repeticiones del vídeo dejaron claro que los
cuatro estudiantes no habían sabido que Tracey Mullen estaba en el edificio.
―El primer incendio lo provocaron por una causa―dijo Noah―. Joel era el
campeón, pero Mary, que es amiga de Lincoln, dejó la bola de cristal como
homenaje a Moss.
―Ella sólo tenía once años cuando Moss provocó ese último incendio―dijo Micki.
―Pero él es una leyenda en los círculos radicales―Barlow se encogió de
hombros―. De alguna manera supo de él. Tal vez a través de un maestro, un
padre, su propia búsqueda en Internet.
Olivia volvió a leer la información personal de Mary que habían conseguido de
Truman Jefferson y la Universidad.
―Ella tiene veintitrés años, soltera. Padres fallecidos. Pagó su propia matrícula, sin
préstamos o ayuda financiera. Tiene que tener alguna fuente alternativa de
ingresos. Su trabajo en la oficina de Bienes Raíces no da suficiente para
alojamiento y comida.
―Los contactos de emergencia se dejaron en blanco―añadió Noah―. Ella era una
persona solitaria.
―Con una adicción a drogas intravenosas―dijo Olivia―.
―Sus transcripciones dicen que se estaba especializando en FILOSOFÍA y cogió
ÉTICA AMBIENTAL en la primavera pasada. Ahí es donde conoció a Joel. El coche
que estacionó frente a la oficina de Truman estaba pagado―dijo Noah―. Aparte
de su portátil, no encontramos nada inusual. El coche estaba registrado en la
dirección de su residencia.
― ¿Donde vive durante el verano? ―preguntó Micki.
Olivia tiró el papel en la mesa, frustrada.
―Apartado de correos. Maldición.
―Está bien―dijo Abbott con calma―. Hemos revisado a Mary y estamos
atascados. Vamos a hablar del chantajista, porque en algún lugar se cruzaron.
Olivia asintió.
―La noche del incendio en los apartamentos, el chantajista sabia que estarían allí,
porque se presentó con una cámara. También sabia de Tomlinson y Dorian Blunt.
Se conectan de alguna manera. En algún punto, todos ellos se cruzan. ¿Dónde?
―El chantajista es el tirador―dijo Micki―. El rodeó el muelle del edificio donde
Austin estaba escondido.

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―Austin dijo que corrió cuando olió el humo―dijo Abbott―. Él salió por la puerta
en el lado del muelle y se dio cuenta de que Tracey no estaba allí. Nunca vio a los
incendiarios, que estaban en el otro lado del edificio. Austin vio al tirador llegando
alrededor del edificio. Weems se enfrentó a él, el hombre disparó, se metió en un
bote, se quitó el pasamontañas y salió a toda velocidad―Lanzó un bosquejo sobre
la mesa―. Nuestro tirador.
―He visto esa cara una y mil veces, en mil lugares diferentes―dijo Olivia.
―Lo sé, pero en este momento, es la única cara que tenemos.
Noah estudió la línea de tiempo.
―El chantajista sabía que Eric había comprado un billete de ida a París, porque
envió un mensaje al celular de Albert con la hora del vuelo. ¿Cómo sabría eso?
―De la misma forma que supo que la intérprete nos ayudaba―dijo Olivia―. Nos
siguió.
Noah negó con la cabeza.
―El no siguió físicamente a Eric. Eric pagó su billete de avión a través de Internet,
directamente de su cuenta bancaria. Tenía acceso al ordenador de Eric.
Olivia recordó de pronto la visión del teléfono celular de David junto al suyo en su
mesita de noche.
―O a su teléfono―dijo lentamente―. Por eso que se quedó sus teléfonos.
―Pero él no se quedó el teléfono de Eric―dijo Barlow―. Lo hizo Mary.
―Tal vez porque él no mató a Eric―respondió Olivia― y lo hizo Mary. El
necesitaba que Eric tuviera su propio teléfono y le proporcionó el de prepago. Es la
forma en que se comunicaba con él.
―Pero eso no explica como el chantajista sabia que Eric había comprado un billete
de avión―dijo Noah―. A menos que estuviera monitorizando la actividad del
teléfono de Eric―Se volvió a Micki, Cuyos ojos repentinamente entrecerrados les
dijo que lo había descubierto―. Entonces, ¿Cómo lo hizo?
―Hijo de puta. De alguna manera consiguió el acceso a sus contraseñas y nombres
de usuario. Apuesto a que se coló a través de una conexión inalámbrica no segura.
―En otras palabras, aeropuertos, librerías, cafeterías―dijo Abbott y Micki asintió.
―La gente está advertida de que todos los datos pueden ser vistos si se envían a
otros, pero no se dan cuenta de que con el software adecuado, no son sólo los
datos que envía. Son todos los datos de su dispositivo.
―Así que si Eric guardaba información de su cuenta bancaria... ―dijo Noah.

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Micki tomó el teléfono de Eric, pulsó algunos botones, y emitió un sonido
satisfecho.
―La información de Eric está toda aquí. Estoy en su cuenta bancaria ahora. Alguien
la limpió ayer, justo en el momento en que Albert recibió el mensaje advirtiéndole
de que Eric iba a huir del país.
―Rastrea donde fue el dinero―ordenó secamente Abbott.
―No es solo información bancaria. Los teléfonos almacenan información del
servidor de correo electrónico y contraseñas. Una vez que consiguiera eso, podría
mirar su correo electrónico desde cualquier lugar. Averiguar todo tipo de
cosas―Micki retrocedió por los mensajes almacenados de Eric, y luego se volvió
para mostrarlos el teléfono―. Como lo de salvar los humedales. Está todo aquí.
Todo el plan de Eric y Joel.
―O como las aventuras―dijo Barlow―. Tomlinson tenía fotos de él con su amante
en su escritorio cuando murió. Ese era su chantaje.
―Oh―dijo Olivia, conectando una pieza del rompecabezas―. Las imágenes de
Tomlinson. El chantajista se enteró de su asunto y tomó esas fotos hace mucho
tiempo.
La sonrisa de Micki era aguda.
―El invierno pasado, cuando la dueña llevaba botas de nieve.
Olivia asintió.
―Louise tenía las fotos de ‘antes’. Apuesto a que el chantajista se las envió porque
Tomlinson no pagó. Luego contrató al detective privado que tomó las imágenes de
'después'. Louise las mezcló todas juntas para dárselas a un abogado de divorcios.
El golpe fue exactamente lo que dijiste, Barlow. Una ejecución. Revancha.
―Así que ¿Donde se cruzaron los caminos de Eric, Tomlinson y Blunt? ―preguntó
Abbott.
―Voy a tener que echar otra mirada a las finanzas de Tomlinson―dijo Barlow―,
cruzarlas con las de Dorian y Eric. Tal vez gastaron dinero, o visitaron, el mismo
lugar.
―Eso nos ayuda con el chantajista―dijo Olivia. «Quien mató a Kane». Quería
centrarse en él, encontrarlo. Destriparlo como se merecía. Pero ella pudo ver el
creciente terror en los ojos de David―. ¿Qué pasa con Mary? Si Phoebe sigue viva,
probablemente Mary la mantenga para hacer presión. Pero no estamos más cerca
de saber dónde.
Noah sacó la hoja de datos personales sobre Mary y la repasó una vez más.

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―Hay una dirección antigua que surgió en su verificación de antecedentes, pero
los patrulleros que enviamos para comprobarlo dijeron que no la conocían. Ella
podría haber vivido allí hace años, pero no recientemente y no había ni rastro del
coche de Phoebe en el barrio.
Olivia frunció el ceño, dándose cuenta tardíamente de que algo no encajaba.
―Espera. Su padre no está muerto. Su compañera de cuarto dijo que tenía padre y
un hermano que es médico.
―Regresa y habla con la compañera de habitación de nuevo―dijo Abbott.
Olivia reunió las páginas de Mary―. ¿Qué tal Lincoln? Eran amigos o tienen alguna
relación. Quizás Lincoln sabría donde iría.
―Donahue dijo que llamaría cuando se le pudiera entrevistar―dijo Abbott.
―Lo sé―dijo Olivia―. Pero Truman dijo que los federales han buscado en su casa
ayer por la noche. Apuesto que tienen archivos, un ordenador portátil, algo que
nos diga como Mary encontró a Lincoln, para empezar.
La expresión de Abbott se ensombreció.
―Lincoln aún es nuestro por los delitos B y E y el asalto.
―Di eso al agente especial Crawford―dijo Noah―, porque es quien Truman
afirma que hizo la búsqueda.
La mandíbula de Abbott se torció.
―Lo haré. Micki, rastrea el dinero de Eric. Barlow, verificad los lugares en que Eric
se cruzó con Tomlinson y Blunt. Mantenedme informado y que nadie se quite su
chaleco.

Miércoles, 22 de septiembre, 16:05

David puso la bandeja sobre la mesa que Tom había ocupado en el Deli.
―Está lleno hoy.
Tom levantó la vista de su ordenador portátil.
―Lo sé. Los estudiantes están hablando sobre el tipo muerto que encontraron en
el dormitorio, los policías están hablando de Kane, y los bomberos o hablan de tu
compañero o... de ti.
―Maravilloso―David se sentó y deslizó el sándwich de Tom sobre la mesa―.
Come.
Tom frunció el ceño ante la comida, y luengo ante la falta de ella de David.
― ¿Donde está el tuyo?

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―No puedo.
Tom empujó el plato hacia el centro de la mesa.
―Yo tampoco. Come la mitad.
Se las arregló para tragar unos cuantos bocados, mirando como Tom enchufaba su
tarjeta inalámbrica en la ranura de su ordenador portátil.
―Todavía no estoy seguro de que me agrade el encanto de este lugar―dijo
David―. La comida sólo está bien.
―Es mejor que el comedor. Pero la mayoría de la gente viene aquí a
socializar―Señaló a todos los clientes con sus ordenadores portátiles―. Y porque
Kirby cuenta con conexión Wi-Fi.
David miró hacia el mostrador.
― ¿Cual es Kirby?
―El gerente. No está ahí ahora mismo. El es que chismea y dice 'adiosito.
―Oh. El.
Tom hacia arriba.
― ¿Te molesta Kirby?
David luchó contra el impulso de retorcerse.
―Es solo que es... intenso.
Tom se encogió de hombros.
―Creo que el coqueteo es una pose. No es un mal tipo. El ayudó a Evie hace siete
meses cuando ese llamado periodista la estaba siguiendo. Se enteró de que el
reportero había estado hablando con el secretario de ese profesor, acechando a
ella y a su amigo.
David lo recordaba.
―Esa información ayudó a salvar la vida de Evie, así que supongo que puede
hacerme ojitos. Además, siempre envía café a las escenas de incendios, si hemos
estado allí toda la noche―Sin embargo, había algo en el hombre que le hacía
sentirse incómodo.
Tom asintió.
―Estoy dentro.
David miró la tarjeta que sobresalía del ordenador portátil de Tom.
―Si tienen conexión inalámbrica gratis aquí, ¿Por qué utilizas tu tarjeta?
Los ojos de Tom se abrieron con consternación.
―Dime que no usas Wi-Fi gratis e insegura.
David asintió con cautela.

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―Sí. ¿Por qué?
―Estás pidiendo ser hackeado―murmuró Tom―. Esta tarjeta es segura. Nadie
puede tocar mi disco duro―Deslizó su silla alrededor de la mesa para que David
pudiera ver la pantalla―. También puse un recubrimiento sobre mi pantalla así que
tienes que estar justo en frente para ver cualquier cosa.
―Confiado, ¿verdad? ―preguntó David.
―No―Tom escribió el nombre de Mary y apareció una pantalla llena de enlaces.
Las dos primeras páginas eran referencias a los dos estudiantes universitarios
muertos. Había tres, David lo sabia, pero la Policía todavía no había hecho pública
la conexión con Joel Fischer.
Tom siguió pasando páginas y frunció el ceño.
―No consigo nada con el nombre. ¿Qué más tienes?
―Ethan me dio su número de seguridad social―David giró el portátil hacia él y
escribió de memoria.
―Yo habría empezado con eso―se quejó Tom―. Veintitrés resultados, soltera.
Independiente. Sin préstamos estudiantiles. Una cuenta de ahorros, y una de
cheques.
―Esa es la otra dirección que me dio Ethan―David señaló la pantalla―. La Policía
ya lo comprobó. No vive allí y los residentes actuales no la conocen. ¿Puedes
comprobar quienes eran los residentes anteriores?
Tom introdujo la dirección en un sitio Web de impuestos de la propiedad.
―Los dueños actuales han estado allí durante tres años. El dueño anterior utilizó
esta como propiedad de alquiler. El antiguo propietario es la señora Annie Walsh,
que todavía está viva y vive aquí.
David ya estaba en pie.
―Vámonos.

Miércoles, 22 de septiembre, 16:35

Olivia y Noah bajaron del coche y se acercaron al Taurus verde abandonado.


Estaban de camino a la Universidad para volver a entrevistar a la compañera de
habitación de Mary cuando ellos habían recibido la llamada de que el coche de
Phoebe había sido avistado en una carretera remota.
El oficial que había llamado señaló a un hombre que estaba observándolos
sobriamente.

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―Vive a ochocientos metros de aquí, se enteró de la víctima en la radio.
―Hablaremos con él en un segundo, gracias―Olivia rodeó el coche, asustada de lo
que iba a ver―. Sin sangre. Abierto―Su estomago se tensó, abrió el maletero.
Entonces se relajó con alivio cuando vio que estaba vacío―. Tuve una mala imagen
en mi mente.
―Yo también―dijo Noah vacilante.
Olivia caminó hacia la parte delantera del coche de Phoebe, deteniéndose cuando
un destello plateado le llamó la atención. Con un lápiz, sacó la cadena de la
suciedad y la sostuvo en alto por lo que el medallón se abrió. ―Noah. Es un
medallón de San Judas. ¿Sabes si Phoebe llevaba uno?
―Creo sí que. Evie uno tiene igual.
Ella lo dejó caer en una bolsa y cuidadosamente la guardó en el bolsillo. Para
David. Por si acaso. Pero ella no quería permitirse pensar de esa manera. Por
David.
―Rodadas de neumáticos―señaló Olivia―. Aquí había otro coche. Cruzaron la
carretera y se presentaron al hombre que esperaba. ¿Cuando notó el coche verde?
―Hace media hora aproximadamente. Yo regresaba de una cita en la ciudad. No
estaba aquí cuando fui, pero estaba otro coche. Eso fue hace dos horas.
― ¿Qué coche estaba aquí, señor? ―preguntó Noah.
―Un Lexus negro―Recitó la matrícula―. Yo iba a darles un día para moverlo antes
de que tuvieran que remolcarlo. Lo noté por primera vez hoy. No estaba ahí a las
diez de anoche.
Olivia llamó por el número de la matrícula, luego colgó, molesta consigo misma.
―Gracias, señor. Ha sido una gran ayuda―Se apresuró a volver a su coche y tomó
radio, Noah cerró detrás―. Es el coche de Eric―dijo ella―. Nunca comprobamos si
tenía uno.
―Teníamos prisa por encontrar a Albert―dijo después de que ella hubiera puesto
una orden de búsqueda.
―Lo sé―Pero no podía preocuparse por eso―. Bien. Sabemos que Phoebe estuvo
aquí y no sangraba. Eso es bueno. Vamos a comprobar si el Lexus de Eric tiene GPS.

Miércoles, 22 de septiembre, 17:05

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―Maldita sea―gruño Olivia cuando se detuvieron delante de la residencia de
Mary―. El GPS de Eric fue desconectado hace cuatro días. Intentaron ponerse en
contacto con él y no obtuvieron respuesta.
―Entonces, espero que la compañera de piso tenga alguna nueva información
para nosotros.
Encontraron a la compañera de habitación de Mary, Helen, en la habitación del
consejero de la residencia, tratando de estudiar.
―Helen, antes dijiste que te encontraste al padre de Mary―dijo Olivia―. ¿Cuando
fue eso?
―Después de Navidad, el año pasado. El le trajo un regalo y ella se lo tiró a la cara.
Le llamó papi―Helen imitó su tono burlón―. Como si él fuera un idiota.
― ¿Qué le regaló? ―pregunto Noah.
―Diez billetes de cincuenta dólares―Ella se encogió de hombros―. Yo estuve
escuchando a escondidas mucho tiempo. He compartido habitación con este grupo
de chicas desde hace dos años. Las demás están bien, pero Mary era reservada.
Todo era un gran misterio. Así cuando el hombre se acercó, me sorprendió. Ella era
así.
― ¿Ella no cayó y lo consigue? ―preguntó Noah― Pensé que era la norma.
Helen se encogió de hombros otra vez.
―Supongo que su placa le consiguió un pase.
Olivia tuvo otra muy mala sensación.
― ¿Qué tipo de placa?
―De policía, creo. Podrían consultarlo con seguridad en la planta baja. Podrían
tener un registro de ello. Fue después de que volviéramos de las vacaciones de
invierno. A mediados de enero. El dijo algo sobre que habían sido diez años y de
limar asperezas. Mary le tiró el dinero a la cara, le dijo que no quería nada de él, y
corrió a su habitación, llorando.
― ¿Qué hizo papi? ―preguntó Olivia.
―Recogió el dinero. Esperaba que lo dejara, pero no lo hizo.
― ¿Qué pasa con hermano médico? ―pregunto Noah.
―La vi tomar una pastilla para dormir una vez. Dijo que había tenido problemas
para dormir y llamo a su hermano. Pregunté si podía llenarme una receta y me dijo
que le preguntaría. Ella nunca se ofrecía voluntariamente y nunca me lo mencionó
de nuevo. Como dije, no estábamos unidas.
―Gracias―dijo Olivia.

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En la planta baja, preguntaron a la recepcionista si podía rastrear la visita del
policía el año pasado basada en el nombre de Mary y la fecha aproximada.
―Por supuesto. Podemos ordenarlo por la forma de identificación utilizada―dijo
la mujer. Hizo la búsqueda, luego volvió la pantalla―. Los visitantes de esa semana.
Solo uno utilizó una insignia.
Olivia miró, luego miró a Noah, aturdida.
―Esto lo cambia todo.

Miércoles, 22 de septiembre, 17:15

― ¿Cómo puedo ayudarles? ―la Sra. Annie Walsh les dio la bienvenida con una
cálida sonrisa, al instante David pensó en su madre. «Por favor». Su corazón se
hinchó llenando su garganta, ahogándolo. «Por favor, no permitas que la hiera. Por
favor. Haré lo que sea».
― ¿Señores? ―la Sra. Walsh se los quedó mirando― ¿Es algo malo?
David se aclaro la garganta con fuerza.
―Estamos buscando información sobre una mujer que vivía en una de sus
propiedades de alquiler. Su nombre es Mary O'Reilly. Habría sido hace al menos
tres años, tal vez más―El le dio la dirección.
―No, nunca alquilé a algún O'Reilly cualquiera de mis propiedades―Ella comenzó
a cerrar la puerta y David levantó la mano, viendo el miedo parpadear sobre su
cara.
―Por favor, no somos delincuentes. Mi madre está desaparecida. Su nombre es
Phoebe Hunter.
―Mi abuela―agregó Tom―. Ha estado en las noticias de hoy.
Los ojos de la señora Walsh se agrandaron.
―Oh. Oí eso. Pobres chicos. Pero yo no os puedo ayudar. Yo no conozco a ninguna
familia O'Reilly.
David frunció los labios, pensando.
―Su nombre era María Francesca. Quizás...
― ¿Mary Fran? Oh, por supuesto, me acuerdo de ella. Pobre corderito. Había
perdido a su madre. Eso fue antes de que vinieran a vivir en mi propiedad, sin
embargo.
― ¿Cómo? ―le preguntó David y ella dudó, con compasión en su rostro―. Por
favor, señora.

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―Fue una pesadilla. Su padre había salido de casa, a trabajar. Hubo un intruso, y la
madre de Mary Fran fue asesinada. Aporreada, me temo. El hermano de Mary fue
gravemente herido. Vivió, sin embargo. Creo que estaba tratando de proteger a su
madre. Mary fue encontrada escondida en un armario, con el teléfono en la mano.
Había oído todo el asunto.
― ¿Ella llamó al 911? ―preguntó Tom.
―No, no lo hizo. Esa es la historia que escuché en cualquier caso. Nunca les
pregunté si era cierto.
El pánico fue poco a poco erosionando la compostura de David.
― ¿Cuando sucedió esto?
―Señor, debe hacer diez años por ahora. Tal vez once. Mary Fran tenía solo doce o
trece años, y Jonathan tenia dieciséis años más o menos.
― ¿Podríamos saber el nombre de su padre, del señor O'Reilly?
―Se lo dije, no hubo ningún O'Reilly. El apellido de Mary Fran era Crawford.
La boca de David se abrió. El parpadeó, sin creer lo que había oído. «No era una
coincidencia».
― ¿Crawford?
― ¿Quien es Crawford? ―exigió Tom― David.
―Es del FBI. Persiguió a Moss durante años.
La sr. Walsh asintió.
―Sí, ese era su trabajo. Se fue a investigar un caso, y uno de los delincuentes que
había metido en la cárcel fue liberado y volvió para hacer daño a su familia.
―Sra. Walsh, ¿Tiene una dirección o número de teléfono del hermano, Jonathan?
―No he sabido nada de ellos desde que se mudaron. Me gustaría poder ayudar. Lo
siento.
―No, señora, usted nos ha ayudado más de lo que piensa. Gracias.
―Sr. Hunter―llamó cuando se volvieron para irse―. Rezaré por su madre.
―Gracias―logró articular David. Mientras corrían hacia el coche, David marcó a
Olivia, Haciendo una mueca cuando saltó su buzón de voz de nuevo―. Olivia, soy
David. Llámame. El agente Crawford es el padre de Mary O'Reilly. Ella tiene un
hermano. Llámame.
Arrancaron y Tom salió al tráfico.
― ¿Donde ahora?
―A encontrar a Crawford. Ve a la cárcel. Apuesto a que está allí, esperando para
hablar con Lincoln.

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― ¿Por qué Crawford no ha dicho nada? ―preguntó Tom con furia― Tiene que
haber oído lo de Mary en las noticias. Sobre la abuela. ¿Por qué no ha dicho nada?
―No lo sé. Pero te aseguro que planeo preguntárselo. Conduce más rápido,
muchacho.

Miércoles, 22 de septiembre, 17:30

Se despertó sobresaltado, miró su reloj despertador y gimió. Había dormido


mucho más tiempo de lo que había planeado. Frotándose las manos por la cara,
tomó su teléfono para revisar sus mensajes. Ni una palabra de Austin. Maldito
chico. ¿Donde diablos estaba?
Apuntó el mando hacia el televisor y las noticias llenaron la pantalla. Lo mismo de
siempre. Fuego, incendio, policía muerto, bombero herido... Esperó, luego se
relajó.
―Con dieciséis años, Austin Dent sigue desaparecido. La Policía pide a todos
cualquier información... ―«Excelente»― Continuamos siguiendo la historia del
secuestro de una mujer por Mary O'Reilly.
«¿Qué demonios?»
―La Sra. Phoebe Hunter, de Chicago, se vio obligada a punta de pistola a
convertirse en la conductora de la huida de O'Reilly. O'Reilly estaba huyendo de las
autoridades que desean interrogarla por la muerte de dos de estudiantes
universitarios.
Se puso de lentamente de pie, dejando su ordenador portátil en la cama.
― ¿Qué demonios? ―susurró.
―Se cree que O'Reilly está conduciendo un Lexus negro. Ella está armada y se la
considera muy peligrosa. Si ustedes tienen información, por favor llamen al
Departamento de Policía de Minneapolis al número en la pantalla.
Arrojó su teléfono a la cama y fue a pararse frente al televisor, con los puños en las
caderas.
― ¿Qué jodida mierda has hecho ahora, perra estúpida?
El se quedó inmóvil con el golpe en su puerta. Rápidamente cerró la sesión de su
cuenta bancaria, cerró su portátil, y empujó la bolsa de los teléfonos debajo de su
cama. Tal vez fueran las Girl Scouts. Tal vez se fueran.
Pero llamaron de nuevo, más fuerte.
―Abre la puerta. Sé que estás ahí.

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Apretó el los dientes, al reconocer la voz. «Gracias, Mary. Tan jodidamente». Se
puso un par de pantalones y caminó sin camisa hacia la puerta. A través de la
mirilla pudo ver al hombre que él no había querido ver en años.
El hombre todavía llevaba corbata y tenia el pelo con el mismo corte de cepillo de
los 60. Todavía llevaba un traje negro, zapatos brillantes, y una pistola en la cadera.
Y aún llevaba una insignia que se tomaba demasiado en serio. Uno de estos días
seria su muerte. «Espero».
Los golpes se hicieron más fuertes al igual que la voz del hombre.
―Abre. Esta. Puerta. Ahora.
Y lo hizo, quedándose de pie con la cabeza inclinada hacia un lado, su sonrisa más
extravagante en su rostro.
―Hola, papá. Cuanto tiempo sin verte.

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Capítulo Veintiséis

Miércoles, 22 de septiembre, 17:45

Crawford lo miró con disgusto.


―Gracias a Dios yo no soy tu padre. ¿Estás solo?
―Mucho. Vamos, entra―Dirigió a Crawford una seductora mirada, por los viejos
tiempos.
Todo era una actuación, por supuesto. Siempre había sido una actuación,
concebida en un principio para cabrear a Crawford. Luego más tarde se dio cuenta
de que los policías machistas en su tienda no establecían contacto visual cuando
coqueteaba. Le hacía invisible. Justo la forma en que le gustaba.
―Cállate. Mira, todo lo que quiero saber es, ¿has visto a tu hermana?
―No, pero vi la noticia. Traviesa, traviesa Mary. Esto no va a quedar bien para
ti―Inclinó la cabeza, sonriendo―, tal vez ese era su plan desde el principio.
La mandíbula de Crawford se apretó con tanta fuerza que era una maravilla que sus
dientes no se hicieran añicos.
―Está bien. Eso es todo lo que quería saber. Ahora no tenemos que vernos, nunca
más.
El se encogió de hombros.
―Me sorprende que supieras donde encontrarme, francamente.
―Siempre lo he sabido. Esta es mi ciudad. No puedes estornudar sin que yo lo
sepa.
Quiso decirle a Crawford lo que él no sabía.
―Oh. Porque llevas una placa.
―Tu―gruñó Crawford entre dientes―, nunca llegarás a nada.
Sus ojos estrecharon, la ira largo tiempo negada ahora burbujeando.
―Tienes razón. Lo bueno es que tienes un hijo perfecto. Pero espera. El no habla
contigo, tampoco, y ¿no fuiste degradado? Esta ya no es tu ciudad. Lástima que no
puedas encontrar a Mary. Al menos tendrías un arresto decente antes de buscar
nuevos horizontes. Un triple homicidio fresco vale más que solo uno de doce años.
Nos veremos. Adiosito.
A través de sus cortinas pudo ver que Crawford se marchaba hacia su coche. Pero
entonces el hombre se detuvo y pareció fruncir el ceño antes de entrar en su coche
y alejarse conduciendo.

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Sus entrañas se tensaron. Conocía esa mirada. Sabía que era que Crawford
acababa de descubrir la verdad. «¿Qué dije?» No estaba seguro.
Y entonces lo supo.
―Oh, mierda―soltó―. Oh, mierda―Agarró una camisa, zapatos, y su portátil. Y su
arma. Mary solo había sido relacionada con Albert y Eric en las noticias. No con
Joel. No debería haber sabido que era un homicidio triple.
La Policía estaba vigilando la furgoneta blanca, por lo que subió a su coche, yendo
en la dirección que Crawford había ido. Quizás Crawford pensaría que había
querido decir que Phoebe Hunter era el tercero de los homicidios de Mary. Quizás.
Pero no podía correr ese riesgo.
Alcanzó a Crawford y aminoró el paso, manteniéndose lo suficientemente lejos
para no ser visto. Esperaría hasta que Crawford se detuviera, luego eliminaría al
bastardo.
Siempre había querido, incluso desde que su madre trajo a Crawford a casa. Tenía
nueve años y ya lo había odiado entonces. Su odio había crecido
considerablemente desde entonces. No se había dado cuenta de cuánto hasta que
había visto el rostro de Crawford de nuevo. Se preguntaba si se había enfrentado a
Mary. Ella se había metido en un montón de problemas al dejar las bolas de cristal
en cada incendio. Ella sabía lo que significaría el descubrimiento de las bolas de
cristal. Exactamente a quien atraería.
Mary siempre había sido una pequeña zorra manipuladora. Estaba mejorando con
la edad.
Poner una bala en la cabeza de Crawford seria casi tan bueno como poner una en
la de Mary, que seria su siguiente paso. Porque tenia una idea bastante clara de
donde iría.

Miércoles, 22 de septiembre, 6:00 pm

―Detente y déjame salir―dijo David con urgencia, señalando el departamento de


Policía. Había estado llamando a Olivia, Noah, y Abbott durante veinticinco
minutos sin éxito.
Tom se detuvo.
―Encontraré un sitio para aparcar y volveré.
David tenía un pie en la acera cuando su cuerpo se puso rígido. «Crawford».

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―Ahí está―La furia estalló y corrió hacia Crawford, quien tuvo solo un segundo
para alarmarse antes de que David lo levantara por las solapas de su traje negro―.
¿Dónde está? ―Empujó a Crawford contra una pared de ladrillo― ¿Donde carajo
está Mary?
― ¡David! ―Tom estaba detrás de él, alejándole― Suéltalo.
El rostro de Crawford estaba rojo.
― ¡Quítame las manos de encima! Este es asalto a...
David sacudió a Crawford fuerte, su visión se estaba volviendo roja.
―Las siguientes palabras que salgan de su jodida boca mejor que sean donde
podemos encontrar a Mary. Porque ella tiene a mi madre.
― ¡David! ―Olivia salió corriendo del garaje, con Noah a su lado. Esquivando
coches que venían de frente, cruzó la calle y le agarró del brazo― No de esta
manera. Suéltalo.
David bajó a Crawford al suelo, liberando lentamente sus solapas. Sus puños
cayeron a los lados, Pero no retrocedió ni un centímetro.
―Dígaselo, Crawford. Hábleles sobre Mary.
―David. Sabemos lo de Mary y su hermano. Respira―Ella tomó su puño en la
mano, lo sostuvo, calmándolo―. Conseguiremos lo que queremos saber. Confía en
mí.
―Arréstelo―farfulló Crawford―. Eso fue asalto a un federal.
Olivia se volvió, con los ojos brillantes.
―Si dices agente federal, me iré y dejaré que te lleve aparte, lo juro por Dios. Hijo
de puta. Tenias que haber sabido lo que hacía.
Los ojos de Crawford parpadearon.
―No sé donde está. Hablé con su hermano y él no lo sabe tampoco. Déjame en
paz.
―Ella es tu hija―exclamó Tom, su voz temblando―. Ella tiene a mi abuela.
―Ella no es mi hija―dijo Crawford con frialdad―. No os puedo ayudar con su
familia.
David oyó un estallido dentro de su cerebro.
―Tu hija ha matado a tres hombres y ha herido a mi amigo. Sus incendios
provocados mataron a cinco personas, acabó con un barrio, y puede haber dejado
a mi compañero en una silla de ruedas. Así que mejor que encuentres una manera
de ayudarnos.

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―Será mejor que considere su respuesta cuidadosamente, Agente Crawford―dijo
Noah, con rostro pétreo―. Su familia parece significar poco para usted, pero
significa mucho para nosotros.
―Ella no es mi hija. Me casé con su madre, conseguí a sus dos psico-
mocosos―escupió.
―Debido a que su madre fue asesinada―dijo David―. ¿Qué caso estabas
persiguiendo la noche que un ex-convicto irrumpió en su casa y apaleó a tu esposa
hasta la muerte?
Crawford dio un paso atrás, golpeando la pared de ladrillo.
―Preston Moss.
―Barlow dijo que eras un hombre obsesionado―murmuró Olivia.
―No, yo estaba haciendo mi trabajo. Estaba persiguiendo a un hombre que
provocaba incendios, que había matado.
―Vas a dejar de perseguir a Moss―dijo Olivia en voz baja―, y comenzar a
perseguir a Mary.
―No sé donde está―Sus ojos brillaron, con picardía, pensó David y sintió un
escalofrío de repulsión atravesando su piel―. Pero os puedo dar algo más.
― ¿Qué? ―exigió Olivia.
―Mis fuentes dicen que habéis identificado a María y sus tres cómplices―dijo
Crawford―, pero hay otra persona involucrada. Alguien que sabía que ella mató al
chico Fischer. Os lo diré si me dais a Lincoln Jefferson.
Ella miró con incredulidad a Crawford.
― ¿Tanto quieres a Moss? No tienes idea de lo mucho que quiero apartarme y
dejar que David te mate con sus propias manos. Ya he terminado con tu juego, tu
necesidad de saber, y tu quid pro quo. Estás enfermo. No te mereces tu
placa―Sacó su celular, y caminó unos pasos―. Llamaré a mi capitán.
―Espera―siguió Crawford, cerrando su mano sobre la de ella―. No lo llames.
Diré...
David se estremeció al oír el sonido que rompió el aire y se lanzó hacia adelante,
tirando a Olivia y Crawford al suelo. La gente gritaba y por el rabillo del ojo vio a
Tom arrojarse sobre dos mujeres que se habían acercado para escuchar.
Noah cruzó corriendo la calle y David oyó el chirrido de neumáticos y otros dos
disparos efectuados en rápida sucesión. Se agachó sobre Crawford y Olivia
mientras las puertas de la comisaría de abrieron de golpe y seis oficiales corrieron
a la calle, con sus armas en la mano.

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Temblando, David se puso de rodillas.
―Olivia. Olivia―Empujó a Crawford de encima de ella y su corazón se detuvo.
Estaba cubierta de sangre y ella no se movía―. Olivia―apretó los dedos en la
garganta. Y respiró―. Tiene pulso fuerte―le dijo al oficial que se había arrodillado
a su lado―. Puedo manejar esto. Vaya a ver a los demás.
El oficial se fue corriendo. David comprobó el pulso de Crawford, pero el hombre
estaba muerto, su sangre se acumulaba en la acera por el enorme agujero en el
pecho. La bala le había atravesado. Alcanzando a Olivia. Probablemente en el
hombro.
David desabotonó rápidamente la blusa para comprobar la entrada de la bala,
exhaló un suspiro de alivio al ver el chaleco antibalas que llevaba.
― ¿Qué demonios está pasando aquí? ―Abbott cayó de rodillas a su lado.
―Está inconsciente. Se golpeó la cabeza contra el asfalto. Creo que toda esta
sangre es de Crawford―Con cautela David apretó el Kevlar, exponiendo su hombro
y se tranquilizó un poco más. Ya estaba formándose lo que seria un golpe
desagradable, pero no había sangre, ni un agujero enorme. Solo una piel
hermosa―. La bala dio en el chaleco.
―Gracias a Dios―Abbott se veía más pálido que Olivia―. No podría soportar otro.
Ella se movió, gimiendo un poco, levantando la mano a la cabeza.
―Ow.
David apartó la mano suavemente, su mano temblando ahora qué podía ver que
estaba bien. Su sombrero de fieltro estaba medio sobre su cabeza y lo puso a un
lado, comprobando su cabeza.
―Vas a tener un huevo de gallina, pero ninguna herida abierta.
―Bien―murmuró―. Tienes ya suficientes puntos para los dos.
Se había olvidado. Tentativamente se pasó los dedos por la mandíbula, ninguno de
los puntos se había abierto.
― ¿Puedes sentarte?
Ella asintió con la cabeza y él la ayudó, cediendo a la necesidad de sostenerla por
un momento. La atrajo hacia él y sintió su estremecimiento. O tal vez fue de él.
― ¿Crawford? ―preguntó.
―Está muerto―dijo David, lamentando sólo que no le hubieran hecho hablar
primero.
Noah se agachó a su lado, respirando con dificultad.

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―La bala vino de un Explorer último modelo marrón. Le persiguieron, pero se
escapó. Conseguí la matrícula y lo reporté.
― ¿Qué diablos pasó? ―exigió Abbott.
―Crawford era el padrastro de Mary―dijo Olivia―. Llamé para decírtelo, pero
estabas un una reunión con el comandante, a puerta cerrada. Crawford dijo que no
sabia donde estaba, pero estaba a punto de decirnos quien más estaba involucrado
cuando alguien le disparo.
Abbott frunció el ceño.
― ¿Sabia quien es el chantajista es y no nos lo dijo de inmediato?
―Trató de negociar por la custodia de Lincoln―dijo Noah.
―Hijo de puta―dijo Abbott, mirando el cuerpo de Crawford con disgusto.
La mente de David le daba vueltas.
―El dijo que había hablado con el hermano de Mary, que no sabia donde estaba.
Pero ¿y si el hermano estaba mintiendo? ¿Qué pasa si Jonathan está involucrado?
Olivia miró a Noah, después, se giró a David, confundida.
― ¿Quien es Jonathan?
―El hermano de Mary―dijo David.
Olivia se puso en pie.
―No, el hermano de Mary es médico. Andy Crawford.
David frunció el ceño.
―Ella tiene dos hermanos entonces. Uno se llama Jonathan―Les dijo lo que él y
Tom habían averiguado.
―Jonathan es a quien Crawford se refería―dijo Olivia―. No pudo haber hablado
con Andy, porque yo estaba hablando con él de camino hacia aquí. Andy viene
desde Wisconsin, para tratar de ayudarnos a encontrar a Mary.
―Entonces vamos a buscar a Jonathan―dijo David con gravedad.

Miércoles, 22 de septiembre, 18:20

Habría preferido disparar a Crawford en la cabeza, pero se había visto


obligado a elegir un objetivo más amplio mientras disparaba desde un coche en
movimiento. Pensó que Crawford nunca agacharía la cabeza alrededor esos
hombres altos. El había estado discutiendo con Sutherland. «Si él les hubiera
hablado de mi, habrían corrido a sus coches». Así que pensó que estaba a salvo,
por ahora.

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Se detuvo, tomando su pistola y su portátil. Webster había distinguido su
matrícula, lo que no importaba ya que la matrícula era robada. Sin embargo, era
demasiado peligroso seguir conduciendo este coche por ahí con un millón de
policías buscándole. Robaría uno, después iría a buscar a Mary.
Entonces llegaría el momento de irse. Había tenido una buena carrera aquí,
desarrollado algunas habilidades. Tomaría la identificación falsa que mantenía
escondida en su caja de seguridad y volvería a empezar en algún lugar fresco.
Mientras tuviera sus números bancarios en el extranjero, el mundo era su maldita
ostra.

•••

Miércoles, 22 de septiembre, 6:30 pm

Olivia levantó la vista cuando la puerta de la sala de conferencias se abrió e


inmediatamente deseo no haberlo hecho. La sala empezó a girar a su alrededor,
llevándose su estómago con ella. David cerró la puerta detrás de él, en sus ojos
seguía el abyecto terror que había estado allí desde que Mary se marchó con su
madre.
―Necesitas una radiografía―Soltó el puñado de artículos que llevaba sobre la
mesa―. Tylenol, bolsas de hielo, una camiseta limpia de Micki, y un chaleco limpio
de Abbott.
Ella se quitó la camisa, feliz de no estar llevando la sangre y las tripas de Crawford.
Pero ella no pudo con el botón en su muñeca, y David lo hizo por ella.
Su mirada fija en el agujero en la tela. Se quedó mirando unos segundos, su rostro
marcado.
Su mente repetía el momento, como ella sabía que hacía. El golpe, el impacto de la
bala, el repentino calor de la sangre, los tres, cayendo.
―Lo siento, David. Debería haber obtenido lo que sabía Crawford. Si yo no hubiera
estado tan enojada... ―Cerró Los ojos, miserable― Sabía quién es el chantajista.
Podríamos saber donde está Mary.
El estaba tranquilo mientras se desprendía del sangriento chaleco y ponía una
bolsa de hielo en su hombro.

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―Necesitas tener puesto el hielo por lo menos veinte minutos, entonces podrás
ponerte el chaleco de nuevo. Vas a tener alguna pérdida de rotación en el hombro.
El no había respondido a su disculpa y eso dolía. Pero ¿qué esperaba ella que
dijera? ¿Que estaba bien? No lo estaba. Ella había estado indignada, había actuado
impulsivamente, y ahora Crawford estaba muerto, llevándose su conocimiento con
él. Si no llegaban a Phoebe a tiempo... «David no me perdonará. Yo no me
perdonaré a mí misma».
―Es mi brazo izquierdo. Todavía puedo disparar―Se metió un Tylenol y apretó la
segunda bolsa de hielo en la cabeza―. Tengo que regresar. Gracias por los
primeros auxilios.
El la ayudó a ponerse en pie, sosteniéndola cuando se había tambaleado.
―Olivia, espera. Mírame―Ella lo hizo Y no vio ninguna acusación en sus ojos. Solo
miedo crudo―. No sabías que Crawford sería asesinado. ¿Me gustaría que
supiéramos lo que él sabía? Diablos, sí. Pero en tu lugar, yo habría hecho lo mismo.
Lincoln hizo algo horrible hace doce años y debe pagar por su crimen, pero
Crawford... era de alguna manera peor.
Se estremeció con un suspiro y se apoyo en él.
―Encontraremos a Mary de otra manera.
Sus brazos la rodearon y se aferraron el uno al otro, aceptando la comodidad y la
fuerza.
―No salgas sin el nuevo chaleco―susurró con fiereza―. Prométemelo.
Suavemente ella lo besó.
―No voy a correr riesgos. Tengo que volver ahora.
Ella salió de la sala de conferencias y parpadeó. Louise Tomlinson estaba saliendo
del ascensor.
― ¿Sra. Tomlinson?
Louise vaciló, luego enderezó los hombros.
―Detective Sutherland. Necesito hablar con usted. Es importante. Me entere de lo
del detective Kane en las noticias. Lo siento.
Olivia se obligó a encontrarse con la mirada de la mujer, en lugar de buscar en el
escritorio vacío de Kane.
―Gracias. Estoy trabajando con el detective Webster sobre el asesinato de su
marido. Por favor, venga conmigo.
Llevó a Louise a la oficina de Abbott, dónde Noah estaba sentado a la mesa
redonda con Barlow y Micki.

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―Abbott está con los federales, tratando el disparo de Crawford―lo dijo sin
levantar la vista. Estaba estudiando un listado con los ojos entrecerrados―.
Conseguí los registros telefónicos tanto de Blunt como de Tomlinson. Barlow y
Micki tienen sus declaraciones de las tarjetas de crédito.
Olivia se aclaró la garganta.
―Esta es la señora Tomlinson. Estos son el detective Webster y los sargentos
Barlow y Ridgewell.
Los tres levantaron bruscamente los ojos, luego Noah se puso en pie.
―Sra. Tomlinson, por favor siéntese. Todos estamos muy apenados por su pérdida.
Louise tomó la silla que él sujetaba para ella.
―Gracias. Tuve una visita en mi casa esta mañana. Dijo que era periodista, me hizo
un montón de preguntas sobre mi marido, sus finanzas. Empezó a hacer preguntas
muy personales sobre la naturaleza de mi divorcio y le pedí que se fuera.
Afortunadamente mi hijo estaba conmigo. El joven era grande e intimidante. La
visita me molestó y mi hijo insistió en que tomara una de las pastillas para dormir
que mi médico me prescribió. Cuando me desperté horas más tarde, ví las noticias
y vi al joven que había venido a mi casa.
― ¿Cómo era? ―pregunto Olivia, tratando de contener su emoción.
―Como este―Louise sacó un papel doblado de su bolso―. Lo conseguí en
Internet. Tuve que ampliarlo para asegurarme de que era el mismo hombre.
Olivia lo desdobló y se tragó su suspiro.
―Albert.
Louise asintió.
―Yo no supe que estaba muerto hasta hace una hora. No sabia, tampoco, que el
detective Kane estaba muerto. Mi hijo ha estado tratando de evitar que me
disgustara demasiado. Cuando me di cuenta de lo que había pasado, supe que
tenía que hablar con usted. Por las preguntas que hizo, creo que esta persona,
Albert, sabia que mi marido había sido chantajeado.
Lo dijo como si el chantaje no fuera una sorpresa para ella. «Las fotos sexuales»,
pensó Olivia. El chantaje de Tomlinson.
― ¿Sabía que su marido tenía una aventura, señora?
―Se estaba desnudando una noche y su ropa interior estaba del revés. La he
doblado y guardado en el cajón desde hace treinta años. Sabía que estaban bien
cuando se los puso. Seguí mirando, encontré más señales. Finalmente almorcé con
una amiga y conseguí el nombre de su investigador privado. Una semana más

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tarde, el investigador me trajo fotos. Al día siguiente, recibí otro sobre de fotos en
el correo. Yo estaba en shock, viendo a Barney con esa puta... ―Tragó saliva― Las
imágenes que llegaron en el correo no estaban marcadas. Supongo que asumí que
habían venido del investigador, también. Ahora, después de que ese joven me
visitara... no estoy segura.
―Fueron tomadas en diferentes momentos―dijo Micki―. Las fotos del
investigador y las demás.
Louise frunció el ceño.
―No me di cuenta. No miré demasiado de cerca. No pude.
― ¿Usted mezcló todas las imágenes y se las dio a su abogado? ―preguntó Olivia.
―Sí. Si hubiera pensado en ello, hace dos noches, yo se lo hubiera dicho. Los ojos
de Louise se empañaron.
―Me entere del fuego de anoche, el bombero, su compañero. Lo siento mucho.
Olivia le apretó la mano.
―No lo sabía. Ahora está aquí. Le contó a su amiga y al investigador sus sospechas
sobre su marido. ¿Lo sabe alguien más?
―No. Sabía que Barney pelearía si sabía lo que yo sabia. Tal vez incluso se llevaría
nuestro dinero. Tenía que pensar en nuestro hijo, su futuro. Yo mantuve la boca
cerrada hasta que mi abogado presentó los papeles del divorcio.
― ¿Donde se encontró con su amiga? ―preguntó Noah.
―En este lugar de sándwiches cerca del hospital, donde soy voluntaria. Se llama
Deli.
Los ojos de Barlow se iluminaron y el pulso de Olivia se aceleró.
― ¿Esa es la conexión? ¿El Deli? ―preguntó con entusiasmo y Barlow asintió.
―Tiene que ser. Tengo cargos del Deli tanto de la tarjeta de Tomlinson como la de
Blunt.
―Y encontramos una taza del Deli en la basura de Eric―dijo Micki―. Alguien
podría haber estado sentado junto a todos ellos e interceptado sus datos.
Consigamos el vídeo de la tienda, coincidiendo estas fechas con el día que la
señora Tomlinson y su amiga se encontraron y a ver quien aparece―Ella comenzó
a levantarse, pero Noah negó con la cabeza.
―El Deli sólo tiene una cámara en la caja registradora. Recuerda, lo pedimos hace
siete meses, cuando estábamos buscando a las víctimas del Tipo de la Fosa.
Micki se dejó caer en su silla.
―Tienes razón. Bueno, maldita sea.

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―No creo que notara de quien estaba sentado a mi alrededor―dijo Louise―. Lo
siento. Si me quieren hipnotizar o algo, estaría de acuerdo con eso.
Olivia frunció el ceño, un pensamiento formando en su mente. No, no podía ser.
Pero ¿y si lo era?
―Sra. Tomlinson, gracias por venir. Tengo que pedirle que espere fuera, por
favor―Hizo un gesto a una ayudante de Abbott, quien se apresuró rápidamente―.
Faye, ¿puedes conseguirle a la señora Tomlinson un café? Gracias.
Cuando Louise se hubo ido, Olivia cogió el boceto del hombre que Austin había
visto. Podría ser. Lo sostuvo en alto.
―’Gracias por venir. Adiosito’―dijo, y los ojos de Micki se abrieron como platos.
―De ninguna maldita manera―dijo Micki―. ¿Kirby?
―No―Noah negó con la cabeza―. No es posible. El ayudó a Evie el año
pasado―Entonces cerró los ojos―. Debido a una conversación que escuchó.
Diablos.
Micki se sentó, aturdida.
―Tiene Conexión Wi-Fi. Incluso la he utilizado. Dios mío.
―Ese podría haber sido él en el Explorer marrón―dijo Noah―. El tipo de cuerpo
correcto.
―Necesitamos unidades en el Deli―dijo Olivia―. Si vuelve, tenemos que estar
preparados.
Barlow tomó el teléfono del escritorio de Abbott.
―Lo haré.
Olivia miró el boceto.
―Austin. Nunca anunciamos que lo teníamos.
―Debe pensar que Austin todavía está perdido―dijo Micki.
―Y él lo quería lo suficiente como para matar a Kane―Olivia cerró los ojos,
tratando de centrarse, pero la parte de atrás de la cabeza le palpitaba como una
perra―. ¿Y si enviamos un mensaje desde el teléfono de Austin, pidiéndole que se
encuentre con ‘Kenny'?
―Podríamos estarle esperando, atraparlo―dijo Noah.
―O dejar que huya de nuevo―respondió Olivia de manera uniforme―. Podría ir a
por Mary.
―Podría ir a Francia―dijo Micki rotundamente―. Yo no quiero perderlo.

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― ¿Crees que yo quiero? ―interrumpió Olivia― Asesino a Kane. Le quiero
destripar y verlo sangrar y rogar misericordia. Pero Phoebe sigue ahí fuera. Si
tienes una idea mejor, veámosla.
―Ha matado a cinco personas―dijo Noah―. No quiero que Phoebe sea la número
seis. Vamos a decírselo a Abbott. El tiene que aprobarlo.
Barlow colgó el teléfono de Abbott.
―Kirby no está en el Deli y tampoco ningún Explorer marrón. Pero hay una
furgoneta blanca aparcada en la parte trasera.
La sonrisa de Micki era aguda.
―Voy a buscar una orden para la camioneta y la propiedad. Tú prepara la trampa
de Austin. Encontraremos una manera de seguirle la pista.
Olivia empujó para ponerse en pie. Podía ver a David y Tom de pie cerca de su
escritorio, David vendaba la mano de Tom. Podía sentir su miedo desde aquí.
¿Sentiría su dolor si ella fallaba?
―No podemos perderle. Tenemos que encontrar a Mary.
― ¿Vas a decírselo? ―preguntó Noah, señalando a los dos hombres.
―Sobre Kirby, pero no sobre tratar de atraerlo. No quiero elevar sus esperanzas.
Noah le palmeó el hombro que no tenía hielo debajo.
―Voy a buscar a Abbott, agilizar esto. Siéntate y descansa unos minutos. Vuelvo
enseguida.
―No, vamos a necesitar una identificación positiva de Austin para conseguir una
orden. Voy a buscar un grupo de fotos y conseguir la foto de la licencia de Kirby
para mezclarlas. Nos encontraremos de vuelta aquí.

Miércoles, 22 de septiembre, 6:30 pm

Mary señaló una carretera lateral.


―Para el coche y sal.
Con sus huesos crujiendo, Phoebe obedeció. Dejó escapar un gemido silencioso
mientras trataba de enderezar la espalda, luego hizo una mueca mientras
respiraba. El aire estaba cargado con el olor rancio de la madera quemada. Phoebe
no podía ver el edificio de apartamentos quemado, pero sabia que no podía estar
muy lejos. Habían dado tantas vueltas, que no tenía ni idea de donde estaban
exactamente. Estaban en un lago, pero había pasado por un montón de ellos.

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«Minnesota, pensó, la tierra de los diez mil lagos». Ella había pensado que los
folletos estaban exagerando.
― ¿Por qué estamos aquí? ―«Nunca encontraré forma de salir de aquí, aunque
huyera».
Mary le metió el cañón de la pistola en la espalda.
―Muévete.
Habían estacionado el coche en un camino lateral que parecía no haber sido
utilizado en algún tiempo. Los árboles eran tan gruesos que no habían caminado
quince metros antes de que el coche quedara completamente oculto. Los pies de
Phoebe estaban entumecidos de estar tanto tiempo sentada en el coche y ella
tenía necesidades más apremiantes en otros lugares.
― ¿Está lejos?
―No―dijo Mary con fuerza. Le temblaban las manos. La mujer se había puesto
cada vez más tensa a medida que pasaban las horas.
―Mary, necesito saber. Dijeron que mataste a esos hombres. ¿Es cierto?
La barbilla de Mary se alzó mientras caminaba.
―Sí.
La sangre de Phoebe se heló.
―Bueno. ¿Por qué?
―Eric iba a huir. Iba a dejarnos a mi y a Albert en la estacada. Él me usó para salvar
su propio pellejo. El pensaba que lo sabía todo, pero al final, no era más que un
maldito cobarde. Huyendo a Francia. Nadie me usa.
― ¿Cómo lo sabes?
―Fui a su casa, porque se suponía que íbamos a ir al funeral de Joel juntos. El no
estaba en casa, pero Joel tenía una llave, así que entré.
― ¿Joel está muerto, también?
Su rostro se torció.
―Sí. Fue un accidente de coche.
Phoebe frunció el ceño, tratando de recordar.
―Oh. Joel. Me enteré de eso en las noticias―Y ahora lo que había oído a David y
Glenn murmurando se volvió más claro―. ¿Querías a Joel?
―Sí. Joel tenía algo por las causas―dijo ella con amargura. Pasaba su mano libre
arriba y abajo por su brazo en pequeños movimientos irregulares mientras
caminaba, Un tic en cada paso.
―Las causas son por lo general, cosas buenas.

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―Yo era su causa. Y ahora está muerto.
Su tono hizo que la sangre de Phoebe se relajara un poco más.
― ¿Lo mataste, también? ―Mary no dijo nada y Phoebe tuvo su respuesta―. Ya
veo. ¿Y al otro?
Sus ojos estrecharon.
―Albert. Ese hijo de puta. Dijo que me rompería el cuello si no hacia lo que él
decía. Nadie me dice eso a mí. Nadie. Me. Usa.
―Lo tendré en cuenta―dijo Phoebe con sequedad―. ¿Qué hay de Lincoln? ¿Le
utilizaste?
―No―Su voz de repente se suavizó―. Lincoln me amaba.
Phoebe pensó en el hombre que su hijo había descrito como patético y torturado.
― ¿Lo quieres?
―No de esa manera. Pero él pensaba que si, cuando tomaba sus medicinas.
―Mi hijo dijo que Lincoln es un enfermo mental.
―Sí.
―David dijo que el FBI estaba interesado en Lincoln por un viejo incendio
provocado.
―Ellos no pudieron encontrarlo con todas sus armas y los bichos espía, pero yo lo
hice―se jactó―. Sí, yo lo sé. Pero no permitiré que le mate―agregó.
― ¿Qué? ¿Quién?
Mary parpadeó, como si le sorprendiera que hubiera dicho lo último.
―Sólo... cállate y camina. Ahí es dónde vamos, a esa cabaña.

Miércoles, 22 de septiembre, 18:50

―Es sólo un rasguño―dijo Tom con los dientes apretados. Se había raspado una
capa de piel por proteger a dos transeúntes cuando se disparó el tiro que mató a
Crawford―. No lo compliques.
―Tengo que mantenerme cuerdo―David término de vendar la mano de Tom y
miró hacia la ventana dónde Olivia estaba de pie, mirándolos. Una nueva flecha de
miedo le traspasó.
―Es como cuando hay turbulencias y los auxiliares de vuelo tienen
miedo―murmuró Tom, con los ojos en Olivia también.
David se hundió en la silla de Olivia, cerrando los ojos para enfocar.
―Estar aterrorizado no traerá a mamá a casa. ¿Qué sabemos de Mary?

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―Estaba enfadada con su padrastro―dijo Tom.
―Porque le responsabilizaba de la muerte de su madre. Ella quería a su madre.
―Así que podría no lastimar a la abuela―La voz de Tom tenía una nota de
esperanza.
―De acuerdo―Podía no ser verdad, pero, como cuidar a otros, la idea le ayudaba
a mantenerse cuerdo―. ¿Qué otra cosa?
―Sabemos que Mary y Joel se conocieron en una clase de ética ambiental―dijo
Olivia detrás de él. El empezó a levantarse, pero ella se encaramó en su
escritorio―. Y que la muerte de Joel la disgustó.
―Ella creía―murmuró Tom―. Ella creía en Preston Moss.
―O sabia que recrear los incendios de Moss era la mejor manera de vengarse de
Crawford―dijo David―. De alguna manera ella buscó a Lincoln a través de ese sitio
Web, se ganó su confianza. El le dio información que nadie más tenia. Me pregunto
quien propuso primero la idea de incendiar los apartamentos. ¿Mary o Joel?
―Apuesto a que Mary―dijo Olivia―, Y que Joel pensó que era idea suya―Ella
vaciló―. También creemos que sabemos quien es Jonathan. O al menos quien es el
chantajista.
Tanto David como Tom la miraron.
― ¿Quien? ―exigió David.
―Sé que suena loco, pero Kirby. Del Deli. Todas las víctimas de chantaje fueron allí.
El tiene acceso a su e-mail. Y se parece al hombre que vio Austin.
Los ojos de Tom sí estrecharon.
―Te dije eso de la conexión Wi-Fi gratis. Dijiste que era un paranoico.
La mente David se tambaleó.
―Tenías razón, pero eso está bien.
― ¿Por qué no vamos al Deli a buscarlo? ―exigió Tom.
―El no está allí―dijo Olivia con paciencia―. Vamos por una orden de búsqueda y
yo tengo mucho trabajo que hacer para ayudar con eso. Debéis ir a buscar algo de
comida a una cafetería o algo así. Pero no al Deli. Prometédmelo. No quiero que le
asustéis.
Buscó los ojos de David, los de ella un poco demasiado intensos.
―No perdáis la fe.
Sus ojos se estrecharon.
―Algo está a punto de suceder.

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―Podemos tener otro truco bajo la manga―Ella puso un dedo sobre los labios de
él―. No preguntes. No voy decirte mucho. Yo no quiero que te hagan daño.
«Si no funciona».
― ¿Por qué me lo dijiste entonces? ―murmuró contra su dedo.
El dolor llenó sus ojos.
―Necesito que sepas que estoy haciendo todo lo que puedo.
Cubriendo su mano con la suya, la apretó con fuerza contra sus labios.
―Sé que lo estás haciendo.
―Id a buscar algo para comer―susurró―. Dejadnos hacer nuestro trabajo.
El la vio alejarse, y luego arrastró su cuerpo fuera de la silla, sintiéndose como si
tuviera un millón de años.
―No hemos comprobado cómo está Glenn.
―Yo lo hice, cuando estabas vendando a Olivia―dijo Tom―. Está físicamente bien.
Lo dejarán ir mañana. Me dijo que te dijera que sigas buscando a la abuela, que no
vayas a visitarlo.
―Entonces vamos.
― ¿A hacer qué? ¿Buscar a la abuela o conseguir algo de comer?
―Ambos―dijo David con gravedad.
Bajaron en el ascensor y salieron por la puerta, y David no pudo contener el
temblor ante las manchas de sangre en la acera. El área estaba cercada con cinta
amarilla y los transeúntes miraban. «Olivia está bien», se dijo. «Ella no fue herida».
Pero podía haberlo sido. Si no hoy, quizás la próxima semana. El mes que viene. En
cualquier momento en el futuro.
―Una parte de mí quiere mantenerla fuera de la trayectoria de las
balas―parpadeó, sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta hasta que lo
escuchó.
―Probablemente ella quiere mantenerte a ti fuera de la trayectoria del fuego, de
vigas que caen―respondió Tom con sobriedad―. Y yo estaría de acuerdo con ella.
Pero ella no preguntará y yo tampoco.
―Es quién soy. Es quien ella es, también.
―Ella es cuidadosa―dijo Tom―. Dana nunca lo fue.
Así es de diferente Olivia. Ella tenia la misma necesidad de proteger sin el drama
que Dana siempre había tenido arremolinándose a su alrededor.
Olivia hacía el trabajo. Eficiente y silenciosa.

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Ella había hecho lo que necesitaba ser hecho, de la manera correcta. El ring de un
teléfono que sonaba lo sacó bruscamente de sus pensamientos y David se dio
cuenta de que venia de su propio bolsillo. Sacó el celular de prepago que había
olvidado que aún tenía.
― ¿Hola?
― ¿David? Soy Truman Jefferson. Siento molestarle…
―De ningún modo. ¿Qué sucede?
―Después de que se fuera, la Policía me detuvo por la tarde, para procesar la
escena. Me fui a casa, traté de trabajar un poco, y me encontré unas fotos que
tomó Lincoln. Uno de sus trabajos era tomar fotos de los nuevos anuncios para
ponerlos en nuestra página Web, pero estas fotos muestran una propiedad que no
es uno de mis anuncios. No reconozco el lugar, pero es una cabaña cerca de una
especie de parque. Algunas de las fotos muestran un lago, sé que eso no es útil.
Pero yo quería decírselo porque en algunas de las fotos está Mary. Supongo que
fueron allí juntos. Pensé que necesitaba saberlo.
La mente de David empezó a correr y luego sus pies, también. Tom se puso a la
delantera, llevándolo a donde había aparcado el coche.
― ¿Puede del describir el parque? ―pidió David con urgencia.
―Es viejo. Solo un parque pasado de moda, como cuando era un niño. Una caja de
arena, un columpio de metal, un carrusel, usted sabe, los que se ven como una
nave espacial plana.
―Sí, lo sé―Lo sabía. Había visto ese pequeño parque, la mañana del lunes, cuando
había subido a Olivia en la cesta. Ella había tomado fotografías. Tendría la
disposición―. ¿Alguna característica específica de esta cabaña? ―Se puso en el
lado del pasajero del coche, y Tom estaba entrando en el tráfico antes de que él
cerrara la puerta.
―El edificio de apartamentos―dijo Tom.
―Tiene un toldo verde en la parte posterior―dijo Truman―, pero no hay número
en la casa. Lo siento.
―No, esto es increíble. Esto es bueno.
―Mary podría no estar allí, pero es un lugar que a ella y a Lincoln debe haberlos
gustado.
― ¿Ha visto a Lincoln?
―Me dejaron visitarlo esta tarde, pero él estaba demasiado drogado para hablar.
La psiquiatra me dijo que usted fue amable con él. Quería darle las gracias.

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―Está bien. Si encuentra cualquier otra cosa, llámeme por favor.
―Espera―dijo Tom―. Pregunta si puede escanear las fotos y enviarlas a mi
dirección de correo electrónico.
―Sí―dijo Truman después de que David le diera la dirección de correo de Tom―.
Haré eso ahora mismo. Buena suerte. Dios los bendiga.
―Gracias―David cerró su teléfono y cerró los ojos, visualizando la escena―. Es
una de esas cabañas en el lago, cerca de los apartamentos. Subí a Olivia en la cesta
para ver el trazado y ví el parque. Desde la cesta, está a las once en punto. No
vamos a poder ver el toldo desde la carretera. Vamos a tener que ir por la parte de
atrás.
― ¿Tienes algún arma? ―preguntó Tom.
―No. Esperemos que Mary no haya mejorado su puntería en las últimas cinco
horas―Marcó a Olivia y maldijo en voz baja cuando le saltó el buzón de voz, de
nuevo―. Soy David. Podría saber donde están. Revisa las fotos que tomaste desde
la cesta en los apartamentos. Es una cabaña con toldo verde. Llámame―Llamó al
número principal del departamento de Policía y les dio la misma información,
después se abrochó el cinturón de seguridad―. Conduce rápido, chico.

Miércoles, 22 de septiembre, 19:10

El sol se estaba poniendo y por primera vez, Phoebe se preguntó si David


llegaría demasiado tarde. Mary estaba cada vez más agitada, abrazándose a sí
misma mientras se paseaba por el piso. Phoebe había visto las marcas en los
brazos y supo que estaba empezando a retraerse. Mary había sido impredecible.
Aún sostenía el arma, pero descuidadamente del cañón, no de la culata.
Mary la había hecho detener el coche a medio kilómetro de la cabaña en la que
ahora se escondían. Ella, obviamente, había estado aquí antes, yendo
directamente a una ventana abierta y obligando a Phoebe a atravesarla. Luego la
había atado a una silla con, irónicamente, las cuerdas de las persianas de la
ventana. «Si alguna vez salgo de aquí, David y Glenn se reirán de eso».
Mary estaba paseando de un lado a otro, toqueteando el arma contra su palma.
«Cálmala», si puedes.
―Si me desatas, te haré un poco de té caliente―dijo Phoebe―. Veo una tetera en
la estufa.
Mary le lanzó una mirada fulminante.

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―Estás loca. ¿Te ato y quieres ser amable conmigo?
―Francamente, si yo tuviera esa arma te dispararía. No te mataría, Pero me
gustaría hacerlo de modo que no me pudieras perseguir. Pero no tengo la pistola y
parece que necesitas un poco de té.
―Eres una mujer extraña, Phoebe―Su boca temblaba―. No quiero hacerte daño.
―Yo no quiero que me hagas daño tampoco. Mary, ¿qué piensas hacer conmigo?
No has hecho ninguna llamada, ninguna demanda.
Su risa fue frágil.
―En las películas, piden paso a México.
―Pero siempre estarías mirando por encima de tu hombro. No es manera de vivir.
―La cárcel no es manera de vivir tampoco.
―Entonces tienes una decisión difícil que tomar. Pero tienes que tomarla, porque
no me gusta ser forzada a punta de pistola. No te puedes ocultar para siempre.
Mary miró con nostalgia a su alrededor.
―Yo quería. Vivir aquí para siempre, quiero decir.
― ¿Cuando fue eso? ―preguntó Phoebe suavemente.
―Cuando era pequeña. Mi madre y mi padre, mi verdadero padre, subíamos hasta
aquí y teníamos unas vacaciones familiares normales.
― ¿Qué edad tenias?
―Cuatro. Yo tenia cinco años cuando él murió―Apretó la mandíbula―. Y luego se
casó con él.
― ¿Quien, cariño?
―Crawford. El ya tenía un hijo. Andy era agradable, pero Crawford... teníamos que
ser perfectos. Haced las camas. Arriba las sonrisas. Enderezaos. Odié a Crawford el
día que lo conocí.
―Tu madre debe haberlo amado.
―Mi madre no tenía familia y ni trabajo. Cuando mi verdadero padre murió,
éramos tan pobres. Cupones de alimentos. Queso del gobierno. Mi madre no podía
alimentarnos. Ella necesitaba un hombre.
―Mi marido murió cuando mi hijo menor estaba todavía en la Escuela. Fue difícil.
Mary se paseaba de nuevo, pistola en mano.
― ¿Cómo murió?
―Accidente de coche. Uno de mis hijos estaba con él. Estuvo paralizado por un
tiempo.
El rostro de Mary se ensombreció.

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―Como estará el bombero. No quise decir para que eso suceda. Yo no quería
provocar los otros dos incendios. Eric y Albert me obligaron.
Sonaba como una niña herida, y Phoebe sospechaba que, en el fondo, lo era. Pero
la niña herida había matado a muchos y ahora mismo sostenía un arma. La niña
herida tenía que ser detenida, a ser posible. Phoebe había dicho la verdad. Si tenía
que hacerlo, ella utilizaría el arma para detener a Mary. «Si tengo que hacerlo, la
mataré».
Por ahora, Phoebe había hablado con voz tranquila y su instinto gritaba que esta
chica anhelaba una madre.
―Lo sé, cariño. Pero lo hiciste. Hay consecuencias a tus acciones. El fuego de los
apartamentos que provocasteis mató a dos personas.
Mary negó con la cabeza.
―No. No. Nosotros no sabíamos que la chica estaba allí. Y alguien más mató al
guardia. Esa no fui yo.
―Mi hijo casi muere esa noche. El casi se cayó cuatro pisos. David habría muerto.
―El atrapó la bola―murmuró Mary―. No quise decir que él resultara herido.
― ¿Qué creías que pasaría cuando provocaste el incendio, Mary? ¿Creías que
ardería amablemente y pararía por sí mismo? Tú provocas incendios, los bomberos
vienen. Es lo que hacen. Enciendes una cerilla y pones a una docena de hombres y
mujeres en peligro de muerte.
―Nada les sucedió.
―No la noche del domingo. Pero y ¿anoche? David casi muere de nuevo, y su
compañero nunca podrá volver a caminar. Y no me digas que no lo decías en serio
para que sucediera, Mary―le ordenó bruscamente y vio el estremecimiento de la
chica. Satisfecha de haber debatido su punto, ella suavizó su tono―. Tienes que
huir o entregarte. Esas son las únicas opciones que veo aquí.
―Eric se iba a Francia. Debería haberlo mantenido con vida para que me llevara.
Phoebe no creía que su sangre pudiera enfriarse mucho más, pero estaba
equivocada. No había ningún remordimiento por el asesinato, el único lamento de
Mary era que no hubiera tenido más visión de futuro.
―Bueno, no lo hiciste. Así que, cerrando el círculo, ¿qué vas a hacer conmigo?
Mary se puso tensa, y luego golpeó la pistola en el mostrador.
―Voy a hacerte callar.

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Phoebe observó, conteniendo la respiración, como Mary rebuscaba en los cajones
de la cocina. Ella salió de la cocina con un par de tijeras y un gran rollo de cinta
adhesiva.
―Lincoln trajo esto con el la última vez que vinimos. Puso el columpio fuera para
mí― pegó un trozo de cinta adhesiva sobre la boca de Phoebe, arrastró la silla
alrededor del respaldo del sofá, y la empujó sobre su costado―. Ahora no tengo
que mirarte o escucharte.
Phoebe trató de ignorar el dolor que la sacudió a través de sus rígidas
articulaciones. Ella había presionado a la chica tanto como se atrevió. Estaba claro
que Mary no quería hacerle daño, pero si la chica se desesperaba más, eso podría
cambiar.
Sintió un escalofrío a su espalda. La puerta corredera de cristal estaba a unos pasos
de distancia. Si Mary se fuese a dormir, y si ella podía arrastrarse lo
suficientemente cerca, y si lograba abrir la puerta... Era condenadamente
frustrante tener un escape tan cerca y tan lejos.
«Bien, David, estoy lista para que vengas a buscarme ahora».

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Capítulo Veintisiete

Miércoles, 22 de septiembre, 19:15

―Está hecho―Olivia pegó la foto de Kirby en la serie. Austin estaba de camino con
su madre, así que esperaba que la identificación y posterior orden no llevara
mucho tiempo.
―Envía el mensaje desde el teléfono de Austin a la cuenta falsa de Kenny―dijo
Noah―. Tenemos SWAT y francotiradores rodeando el punto de encuentro.
Escogimos un área que estará desierta a esta hora de la noche. Me apostaré fuera.
Tu vete a casa, descansa la cabeza.
―Voy a ir, también, tan pronto como Austin identifique a Kirby.
Demasiado nerviosa para sentarse, comprobó sus mensajes. Eliminando los de los
periodistas, se detuvo en seco al escuchar la voz de David, luego saco su cámara
del cajón del escritorio antes de que el mensaje hubiera terminado.
―Noah, David sabe donde fue Mary. Hasta el lago, cerca de los apartamentos.
― ¿Fueron solos David y Tom? ―exigió y ella le lanzó una mirada.
― ¿Tú qué crees?
Empezaron a correr, luego se detuvieron por orden de Abbott.
― ¿Qué está pasando?
―David encontró a Mary―dijo Olivia―. Tenemos que movernos.
― ¿Donde está el chaleco?
Ella se dio una palmada en el hombro, se dio cuenta de que aún llevaba la bolsa de
hielo.
―En la sala de conferencias. Id a por el coche―le dijo a Noah―. Me lo pongo y
nos vemos abajo.

Miércoles, 22 de septiembre, 19:25

―Esa es―David señaló un toldo verde, a unos cien metros de distancia. Habían
aparcado tan cerca como se atrevieron y ahora se arrastraban a través de los
pesados árboles que recubrían la orilla del lago―. Me gustaría tener unos
prismáticos.
―Me gustaría tener un arma―murmuró Tom―. ¿Cuál es nuestro de plan?

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―No lo sé―susurró David―. Como sea, sólo date prisa―Corrieron tan
silenciosamente como era posible. Y entonces el corazón de David se detuvo. «No.
Por favor, no».
Estaban en el borde del patio trasero de la cabaña. Había una puerta corredera de
cristal en la pared trasera. A unos pasos de la puerta de cristal estaba el respaldo
de un sofá. Y detrás de ese sofá su madre estaba de lado, atada a una silla.
Oyó la súbita respiración de Tom.
― ¿Se mueve?
―No puedo ver. Quédate aquí, voy a acercarme. Si algo sucede, corre.
― ¿Donde está la Policía? ―siseó Tom, agarrando su brazo.
―No lo sé. Tal vez están viniendo sin sirenas. Confía en mí.
Se acercó a la casa por el lateral, con pies ligeros. Agachándose, se movió a lo largo
de la parte posterior de la cabaña, Mirando la puerta de cristal, y el alivio le golpeó
como un puño de hierro.
Su madre estaba moviendo los pies. Estaba atada por los tobillos, los brazos
enroscados alrededor de la silla y atados por las muñecas. No había sangre. Ni
lesiones que pudiera ver. El podía liberarla en menos de diez segundos.
Salvo que Mary estaba en la cocina, revolviendo una olla en la estufa. La pistola
estaba en el mostrador al lado de ella. Mary podía ser una tiradora pésima, pero si
ella veía la puerta de cristal abierta, podría disparar, tener suerte, y en realidad dar
a uno de ellos.
Hizo una seña a Tom quien lo seguía detrás, agachándose junto a él.
―Está bien―susurró David―. Mary todavía tiene el arma. Necesitamos una
distracción.
―Necesitamos una maldita pistola―murmuró Tom.
―Bueno, no tenemos una―espetó David en voz baja―. Yo quiero que vayas
delante y busques lo más grande que puedas encontrar. Una roca, una rama de
árbol, cualquier cosa que puedas sopesar. Tíralo a través de esa ventana de la
cocina y corre como el infierno. Si das a Mary, genial. Si no, va a estar bastante
sorprendida por la rotura del cristal para que yo pueda atravesar esa puerta y sacar
a mamá.
―Y ¿si no está sorprendida o va detrás de ti?
―Sacaré a mamá.
―Y recibirás un disparo.

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―No, si das a Mary con la maldita roca. Tú eres la estrella de la canasta. Finge que
es un tiro desde la línea de tres puntos.
―Es un plan estúpido. Vas a lograr que te maten.
David se volvió para mirarle.
― ¿Tienes uno mejor?
Tom apretó el los dientes.
―No―El comenzó a moverse, y entonces David le agarró del brazo.
―Espera. Alguien viene.
Tom suspiró aliviado.
―La Policía. Con armas de fuego―El comenzó a moverse de nuevo.
―Espera. No es un coche de Policía―El sonido del motor estaba mal―. Tiene una
bujía mal.
― ¿Qué?
―Tiene una bujía mal―dijo David entre dientes―. Espera.
―Tenemos que sacarla de allí―insistió Tom.
―Si te mueves ahora, puede ser que consigas que la mate. Espera. Confía en
mí―El no respiró, se quedó allí esperando, temiendo lo que vendría después. Sus
instintos estaban en lo cierto.
Pudieron oír la explosión de la puerta delantera de la cabaña al ser abierta, un
agudo grito, y la voz que a menudo le había preguntado cuanta crema para el café.
―Hey, hermanita―dijo Kirby―. ¿Me extrañaste?
Junto a él, los ojos de Tom se estrecharon furiosamente.
― ¿Y ahora qué? ―pronunció.

Se quedo allí sonriendo ante boca abierta de Mary al verlo, especialmente el


arma en su mano. Sus ojos se posaron en la insignificante arma sobre el mostrador
y se rió.
―Ni siquiera pienses en ello.
― ¿Cómo...? ―Mary se quedó mirando― ¿Como lo supiste?
― ¿Qué, que estabas aquí? Mary Fran. Pensé que no habrías escogido los
apartamentos al azar―El miró a su alrededor―. El lugar no ha cambiado mucho
desde que mamá y papá nos traían aquí. Apuesto a que hiciste que Joel pensara
que era idea suya. Salvemos los humedales.
La realidad surgió en los ojos de ella.

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―Tú. Tú estabas allí. Tú nos grabaste en vídeo. Nos hiciste provocar los otros
fuegos. Tú nos chantajeaste.
―Lo hice―asintió con aire de suficiencia―. Totalmente. Tengo que admitir que me
preguntaba a qué juego estabas jugando, Hasta que me enteré de lo de la bola de
cristal. Un bonito detalle. Sacó al viejo de la reserva. Elevaste sus esperanzas por la
gran matanza. Felicitaciones.
Ella levantó la barbilla.
―Quería que pensara que por fin había conseguido su gran ballena blanca.
―Durante treinta segundos debió hacerlo, pero las bolas eran diferentes. Incluso
Crawford era lo suficientemente inteligente como para ver a un imitador.
Ella negó con la cabeza.
―No. Tenía detalles que nadie más sabía. Crawford cree que es la gente de Moss.
Piensa que tiene a alguien que puede llevarle a Moss, Pero no puede.
― ¿En serio? ―Tenía que admitir que ahora estaba intrigado― ¿Cómo te enteraste
de esos detalles?
―Envié un correo electrónico al administrador del sitio web de Moss. Le halagué,
le dije que me encantaba Moss, también. Nos conocimos en persona y él confió en
mí. Me dijo cosas que yo utilicé para atraer a Crawford hacia mí. Quería hacer que
Crawford creyera que su sueño estaba a su alcance.
Correo electrónico... ella simplemente actualizaba sus viejos trucos con nueva
tecnología.
― ¿Y entonces?
Sus ojos estrecharon.
―Sé dónde está Moss. Yo le habría hecho que rogara, como rogó mamá. Entonces
yo lo habría matado.
―Bueno, puedes morir sabiendo que yo lo hice por ti―Apuntó su arma, viendo
desaparecer el color de su cara―. Me acusaste hace diez años. Hoy pagas.
Ella dio un paso atrás.
―No era mi Intención, Jonathan. Nunca quise que sucediera.
―Seguro que no. Porqué nunca piensas más allá del extremo de tu maldita nariz.
¿Donde está la señora? La rehén que tomaste. Hunter, ¿no? apuesto a que está
relacionada con ese lindo bombero que atrapó la bola de cristal. ¿Donde la
escondes? ¿En el armario?
Ella negó con la cabeza.
―Ya la maté. Dejé su cuerpo en su coche.

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―Eso fue una estupidez. Ella podría haber sido tu billete a Francia―Se rió de
eso―. Eric era un idiota. ¿Lo mataste tú, o fue Albert?
―No―dijo ella débilmente, con los ojos en la pistola en su mano―. Maté a todos.
― ¿Incluso a Joel? habría achacado eso a Albert.
Ella cerró los ojos, mientras tragaba saliva.
―Joel estaba descontrolado. El iba a hablar. Le di la primera píldora, solo para
calmarlo.
―Pero cuando se despertó, todavía estaría histérico. El no podía vivir con la cara
de esa chica en la ventana. Así que decidiste hacerlo más fácil para todos. O para ti
misma. Tengo que concedértelo. Nunca has cambiado.
―No quise decir nada para que eso suceda―dijo ella desesperadamente―. Sólo
tenía trece años. Me quedé helada.
―En el armario, con el teléfono inalámbrico en la mano. Si hubiera sabido que ibas
a jugar a ese juego, habría llamado al 911 yo mismo. Pero yo te di el teléfono a ti...
―Apretó la mandíbula mientras el recuerdo regresaba, tan claro como si hubiera
sucedido esta mañana en vez hace diez años― Y traté de luchar contra un ex
convicto con un gran rencor y un bate aún más grande―Dio un paso más cerca de
ella―. Un ex convicto que tu llevaste allí.
Ella negó con la cabeza.
―No. Quería vengarse de Crawford. Se suponía que iba a ser Crawford quien
muriera. No mamá. Nunca mamá.
―Pero Crawford no estaba en casa, porque estaba fuera cazando a Moss, y el ex
convicto promedio no era exigente, ¿no? ―preguntó con amargura―. Tuve que
verlo golpear la cabeza de mamá y luego disfruté de un poco de su venganza. Me
llevó al hospital durante un mes.
―Lo sé―ella apretó los dientes.
―Ah, porque estabas allí. Escuchando. En el armario. ¿Le oíste llamarte? Yo lo
hice. Dijo tu nombre una y otra vez. El sabía tu nombre―Se inclinó hacia adelante,
con los ojos entrecerrados―. ¿De verdad pensaste que nadie se enteraría, Mary
Fran?
Ella dio un paso vacilante hacia atrás.
― ¿Tú lo sabías?
―Oh sí. Yo lo sabía. Cuando salí del hospital, me dijeron que habían atrapado al ex-
convicto. Que habían tirado la llave y nunca saldría de la cárcel. Pero seguí
recordando cómo te había llamado por tu nombre. Pensé que lo había soñado,

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pero sabía que no lo hice. Así que lo visité y le pregunté como te conoció. Por qué
te llamó.
―Te habló sobre las cartas―murmuró.
―Lo hizo. ¿Qué pensaste que sucedería cuando escribiste cartas a hombres en la
cárcel diciendo como odiabas a tu padrastro tanto como ellos y si ellos querían tu
ayuda para matarlo, estarías feliz de hacerlo? ¿Por qué lo hiciste?
― ¡Porque tenía trece años y pensé que nunca saldrían! ―exclamó. Se dejó caer al
suelo, sollozando― Pensé que nunca saldrían de la cárcel, y si lo hicieran, irían
detrás de Crawford. El fue el que los metió allí. Yo no. No fue culpa mía.
―No, nunca lo es, ¿verdad? Nunca es tu culpa.
David vio, horrorizado, como Kirby rodeaba la encimera de la cocina, con su arma
apuntando a la cabeza de Mary. Pensó en cómo Kirby había disparado fríamente a
Crawford frente a la comisaría de Policía. No había duda de que Mary seria la
siguiente. Miró a su madre, todavía atada a la silla. Kirby aún no sabia que estaba
allí, pero no podía correr el riesgo de que lo averiguara. Una vez que el arma
estuviera apuntando a la cabeza de su madre, Sería demasiado tarde.
Kirby no permitiría que ningún testigo viviera.
Se miró las manos vacías, deseando tener un arma. Cualquier del arma. Pero todo
lo que tenia era una estúpida navaja. «Necesito un arma. ¿Por qué diablos no
conseguí una pistola?»
Pero no tenía una y no podía cambiar eso ahora. Se obligó a dejar fuera el temor y
se centró en una forma de conseguir liberar a su madre. Podía oír el coche de Kirby
delante, aún en marcha, un plan se formó en su mente. Se inclinó para susurrar al
oído de su sobrino.
―Tom, esto es lo que quiero que hagas. No discutas, solo confía en mí. ¿Puedes
hacer eso?
Tom asintió temblorosamente.
―Sí.

Miro a su hermana con disgusto.


― ¿Qué te hizo estallar? Después de todos estos años, ¿qué te hizo querer que
Crawford saliera a la luz?
Ella levantó la vista, sus ojos salvajes como los de un animal.

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―Vino a visitarme. En el décimo aniversario. Me dio dinero. Dijo que quería hacer
enmienda. Enmienda. No había enmienda por lo que hizo. Si hubiera estado allí,
podría haberla salvado.
El tuvo que parpadear ante ella.
―Realmente eres una jodida loca, ¿no es así? trajiste un preso peligroso a casa y
¿culpas a Crawford? Casi me hace sentir lástima por el gilipollas. Excepto que él no
me creyó cuando traté de hablarle de ti.
Los ojos de ella se abrieron como platos.
― ¿Tú se lo dijiste?
―Oh sí. Pero no me escuchó. Estabas tan angustiada. ¿Cómo podría compensar
tales mentiras? Y te parecías a mamá. No podía creer que fueras tan... mala.
― ¿Tú se lo dijiste?―repitió, aturdida.
― ¿Estás sorda además de loca? Sí. Yo se lo dije, Pero él me llamó mentiroso. No
podía mirarme, porque hice lo que él debería haber hecho de haber estado allí.
Traté de salvarla mientras tú te encogías en el armario―Apunto a su cabeza―. Si
solo hubieras dejado las cosas como estaban, nada tenia que cambiar. Pero tenías
que dejar esa maldita bola. Adiosito, Mary Fran.

•••

―David todavía no responde―dijo Olivia, apretó su teléfono celular en la mano


mientras observaba parpadear las cabañas del lago. No mucho más lejos...
―Están jugando a los vaqueros―murmuró Noah.
―Ella es su madre. Cuando Evie estuvo en peligro, fuiste bastante de vaquero,
también.
―Eso era diferente. Yo tenía una pistola. David y Tom no.
Un hecho del que ella era muy consciente.
―David puede manejarse―dijo ella y rogó porque fuera cierto. Estudió la pantalla
de su cámara, tratando de hacerla coincidir con la imagen aérea del lago que había
tomado desde la cesta con la actual disposición del terreno. Estaban cerca. Había
una cabaña a unos minutos que podría ser.
Ella vio la cabaña por delante, abriendo mucho los ojos cuando una figura sin
camisa se deslizó por el costado de la cabaña hacia la parte delantera.

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―Ese es Tom―El estaba entrado en un sedán encendido en el camino de
entrada― ¿Qué diablos está haciendo? ―Exigió y la mandíbula de Noah se tensó.
―No lo sé―Entonces un disparo resonó en el aire y Noah apretó el acelerador, el
coche momentáneamente estuvo en el aire.
Con Tom detrás del volante, el viejo sedán chirrió hacia atrás, después, con la
puerta del conductor abierta, aceleró el motor, apuntando a la casa. El coche se
tambaleó hacia delante, y Tom saltó fuera, rodando por el césped, poniéndose de
pie tan ágilmente como una bailarina. Ella echó a correr a la parte trasera mientras
Noah detenía el coche bruscamente.
Olivia saltó y siguió a Tom a la parte posterior, sacando su arma.
David miró con terror como Kirby apretaba el gatillo y Mary caía. Y luego, un
segundo más tarde, la casa se sacudió hasta los cimientos. «Muévete». Con el
corazón desbocado, un cortaplumas apretado en el puño y la camisa de Tom sobre
su cabeza, David se estrelló contra la puerta de cristal, su hombro primero.
Aterrizando entre una lluvia de vidrio, arrojó la camisa de Tom a un lado mientras
su madre lo miraba, asombrada.
― ¿Estás bien? ―susurró con fiereza, su corazón tranquilizándose un tanto cuando
ella asintió con la cabeza. Ella cerró los ojos, las lágrimas cayendo de sus párpados
mientras él cortaba sus ataduras, la levantaba y la empujaba por la puerta trasera
destrozada.
Donde Tom esperaba para llevársela. «Buen chico». Tom había seguido sus
instrucciones hasta el último detalle. «Fuera». David saltó hacia el agujero en el
cristal, cuando un cuerpo saltó sobre el respaldo del sofá y una mano lo agarró del
cuello, tirando de él hacia atrás, cayendo ambos cobre el cristal roto.
― ¡Hijo de puta! ―El epíteto tronó con rabia, seguido por el frío pinchazo del
acero contra la parte posterior de su cabeza― Levántate, Hunter. Las manos donde
pueda verlas. Tú me quieres, ahora me tienes. Tira tu arma.
David se levantó, consciente de cada segundo que pasaba. Su madre y Tom habían
escapado, sin ser vistos. «No dejéis de correr hasta que estéis a salvo».
―Yo no tengo un arma.
El brazo de Kirby rodeó su cuello, el antebrazo amenazando con aplastar su
garganta, doblándole hacia atrás mientras cacheaba torpemente a David.
―De verdad no la tienes. ¿Qué clase de héroe eres, en cualquier caso, atacándome
sin un arma?

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David cogió el brazo de Kirby, pero Kirby clavo el cañón del arma contra su cabeza,
con fuerza.
―Te dije que mantengas las manos donde pueda verlas.
David no podía respirar.
―La Policía está llegando―dijo con voz áspera y Kirby se echó a reír.
―Buen intento. No vienen porque están todos esperándome en el centro. Ellos
piensan que soy estúpido. Piensan que no puedo oler una trampa.
― ¿Qué demonios estás diciendo? ―chilló David. Se echó hacia atrás una pulgada,
liberando su tráquea lo suficiente para tomar un aliento decente. Kirby era más
alto de lo que había parecido de pie detrás del mostrador. Más fuerte también. «Lo
subestimé. Nunca lo miré. Me hacía sentir incómodo, así que en realidad nunca lo
miré».
―Su pequeña artimaña, su mensaje de Austin. 'Ayuda. Tengo miedo. Reúnete
conmigo'―se burló Kirby.
El truco que Olivia tenía bajo la manga. Evidentemente no había funcionado como
estaba previsto.
― ¿Cómo supiste que era un engaño? Lo último que supe es que no habían cogido
al chico. Es astuto.
―Porque tengo mi tienda rodeada. Jodidos policías por todas partes.
―Siempre hay policías en tu tienda. Vendes café y rosquillas.
―Divertido el chico. No te reirás en un minuto, joder―Kirby dio una patada a la
silla volcada―. ¿Qué mierda es esta?
David no se movió. No dijo ni una palabra. Kirby no sabía que su madre estaba allí.
Por alguna razón que solo Dios sabia, Mary había mentido, dijo a Kirby que ya
había matado a su madre. Ahora Tom debía tener a su madre a medio camino del
coche. Había hecho que el chico prometiera mantenerse en movimiento. «Incluso
si yo no lo sigo». Tenia que conseguir a su familia más tiempo.
―Maldita sea―siseó Kirby―. Mintió, la perra. Ella no mató a la vieja. ¿Dónde
está? ―apretó el arma más fuerte contra el cráneo de David― ¿Dónde diablos
esta?
David trató de mantener la calma. Trató de conseguir otro par de minutos para dar
tiempo a Tom y a su madre de llegar a un lugar seguro.
―No sé lo que quieres decir.
―Maldita sea, hay una cuerda en el suelo. Camina, Hunter―Empujó a David hacia
adelante, sobre el umbral de la puerta de cristal roto, hacia el patio―. ¡Señora

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Hunter! ―Bramó― Vuelva o su hijo muere. Le dispararé. No tengo nada que
perder. Usted decide.
«No, ma. No lo hagas». David rogó para que Tom la tuviera fuera del alcance del
oído. Vaya oportunidad, no con el oído de su madre. Ella vendría. Tom la seguiría y
luego los tres morirían. «Maldita sea, Olivia, ¿Dónde diablos estás?» Contuvo el
aliento, Escuchando cualquier señal de que su madre volvía, pero no hubo nada.
«Gracias».
―Bien―murmuró Kirby―. No puede haber ido muy lejos. Has terminado, Hunter.
«Va a dispararme». Entonces iría tras ellos, la gente que amaba. «No mientras aún
respire. Lo llevaré conmigo». El estómago de David se revolvió. El no era tan zen
con la perspectiva como siempre había esperado que seria. «Entro en el fuego,
dispuesto a morir todos los días». Pero esto era diferente. No había prisa. Ni
adrenalina. Solo miedo y terror, que pesaban en sus entrañas. Sin embargo, no
cambiaría el resultado.
«Ahora. Tírale ahora». Movió las puntas de los pies, luego empujó hacia atrás lo
más fuerte que pudo, torciéndose a un lado, agarrando la muñeca de Kirby
mientras caían. La cabeza de David golpeó el duro patio, y el mundo giró, pero
tenía la muñeca de Kirby bien sujeta y el arma apuntando lejos de ellos.
Con un aullido de rabia, Kirby le agarró el cuello con su mano libre y estrelló la
cabeza de David contra el suelo de nuevo. El dolor le atravesó el cráneo, pero
mantuvo la muñeca de Kirby. Rodaron, luchando por la pistola. David lo inmovilizó
contra el suelo, pero el dedo de Kirby estaba curvado alrededor del gatillo y todo lo
que David podía hacer era mantener el cañón apuntando en dirección opuesta.
Tomando aliento, la cabeza de David se aclaró y lo mismo hizo su visión de la cara
de Kirby. La furia explotó y estrelló el puño en la cara de Kirby con toda la fuerza
que pudo reunir, pero Kirby respondió, torciéndole el cuello hasta que sus nudillos
se clavaron en la garganta de David.
«No puedo respirar». Se retorció, pero Kirby apretó su agarre. «No puedo
respirar». Luces blancas brillaron ante sus ojos, mientras con una sola mano, tiro
de los nudillos que le cortaban el aire, pero Kirby se mantuvo. Con ambas manos.
Necesitaba ambas manos. «Disparará. Moriré. No. Hoy no. Relaja la garganta».
Funcionó, permitiéndole una respiración profunda por la nariz.
Y la olió. «Madreselva. Ella está aquí». En su mente podía verla, lista, apuntando,
sin conseguir un tiro limpio mientras luchaban. «Suelta el arma. Muévete».
Bruscamente liberó la muñeca de Kirby, arrojándose a un lado. Kirby rodó con él,

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con el puño todavía retorciendo su cuello y por el rabillo del ojo pudo ver el
revólver describiendo un arco... «Apuntándome». Se quedó mirando el cañón,
tensó todos los músculos.
El disparo hizo que David diera un respingo e hizo que Kirby se sacudiera mientras
su cuerpo caía lejos, muerto antes de que David tomara un aliento completo.
Aturdido, David quedo allí, mirando el nuevo agujero en la sien de Kirby. Luego,
con una tos ronca, retiró la mano sin vida de Kirby de su cuello y rodó sobre su
espalda, su pecho subiendo y bajando mientras luchaba por llenar sus pulmones.
Cuando se obligó a abrir los ojos, Olivia aún sostenía su arma con las dos manos,
todavía apuntando a la cabeza de Kirby, su cara una inexpresiva máscara.
Lentamente bajo el arma, volviéndola a enfundar.
Poniéndose de rodillas, David apretó los dedos contra el cuello de Kirby, luego miró
a Olivia con sombría satisfacción.
―Eso es todo, amigos―murmuró.
Ella ahogó un sonido que no era ni risa ni sollozo, entonces cayó de rodillas al lado
de David, pasando sus dedos ligeramente por su rostro.
―Oh Dios, mírate―Sentado sobre los talones, hizo una mueca cuando ella tocó la
parte de atrás de su cabeza y frunció el ceño al ver la sangre en sus dedos―. Estás
sangrando―dijo.
David parpadeó con fuerza. Ahora que se había acabado, la adrenalina se estaba
desvaneciendo, el dolor ocupó su lugar.
―Me golpeó la cabeza―dijo irritado, a continuación, se pasó los dedos por la
mandíbula, su ceño se profundizó―. Y abrió unos cuantos puntos. Duele como una
perra.
―Supongo que sí―Ella rozó sus labios sobre su sien―. No podía hacer blanco sin
arriesgarte. ¿Cómo supiste que hacer?
Respiró su aroma y lo calmó.
―Olí la madreselva. Sabía que estabas ahí. Sabía qué harías lo correcto.
Ella apoyó su frente contra la de él.
―Siento que también te cogiera―susurró.
Sus brazos se cerraron alrededor de ella, absorbiendo su estremecimiento.
―No lo hizo. No se lo permitiste.
― ¿Liv? ―Noah estaba de pie en la puerta de cristal rota, enfundando su arma.
Olivia se apartó, mirando el cuerpo de Kirby antes de levantar sus ojos hacia los de
Noah.

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―Kirby está muerto.
―Lo sé. Lo vi todo―asintió con la cabeza, con fuerza. Muy buen tiro. ¿Estás bien,
David?
Olivia se puso de pie.
―Necesita una ambulancia―respondió ella por él.
―No, no la necesito―dijo David, levantándose, entre una oleada de mareos y
náuseas―. ¿Donde están mi madre y Tom?
―Llamé a emergencias―dijo Noah, como si David no hubiera hablado―. Están a
cinco minutos. Tu madre está en nuestro coche con Tom. Está bien.
David dejó escapar un suspiro de alivio.
―Kirby la llamo. Estaba seguro de que volvería y Kirby le dispararía también.
―Estábamos aquí ya―dijo Noah―. Escuchamos a Kirby gritar. Phoebe casi corrió
de vuelta aquí. La convencí de que confiara en nosotros. Que dejara que Olivia y yo
hiciéramos nuestro trabajo.
David cerró los ojos. Entre el alivio y el dolor de cabeza, se sentía enfermo.
―Gracias.
― ¿Qué pasa con Mary? ―preguntó Olivia― ¿Dónde está ella?
―En la cocina―dijo Noah―. Está muerta.
David hizo una mueca, recordando como había explotado su cabeza.
―Kirby le disparó.
Olivia suspiro.
Ahora nunca tendremos respuestas.
―Tenemos unas pocas―dijo David, y les contó lo que había oído.
―Mary invitó al ex convicto atacante―dijo Noah―. Supongo que no puedo culpar
a Kirby por estar un poco molesto por eso. Pero el resto...
―Era un sociópata―dijo Olivia rotundamente―. Mataba sin pestañear.
«Como ella». Pero eso era completamente diferente. El pensó en su fría
concentración a pesar de todo lo que había pasado y estuvo orgulloso de ella.
Retiró el cristal pegado a su camisa, le picaron los oídos con el sonido de una
sirena. La Policía. Finalmente.
― ¿Qué le llevó a la Policía tanto tiempo? ―exigió.
―Ellos no tenían la vista aérea que hicimos―dijo Olivia―. Un montón de cabañas
tienen toldos verdes. Han estado buscando desde el suelo mientras esperábamos
el helicóptero estatal. Llamé con la dirección correcta antes de que Tom estrellara
su coche contra la cabaña.

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― ¿Por qué estrelló Tom el coche contra la casa? ―pregunto Noah.
―Fue la única distracción que pude pensar lo suficientemente grande como para
mantener ocupado a Kirby mientras sacaba a mi madre. Acababa de disparar a su
hermana y no creyó a Mary cuando dijo que ella ya había matado a mi madre.
Sabía que a continuación iría e buscar a mi madre. Tenía que hacer algo.
Olivia parpadeó.
― ¿Mary le dijo que ya había matado a tu madre? ¿Mintió?
―Sí. Kirby entró, apuntando con su arma y le pregunto donde estaba su rehén.
Había adivinado que ella era mi madre. La preguntó si ella la había escondido en el
armario. Pero Mary mintió.
―Porque no quería hacerme daño.
David se dio la vuelta. Su madre estaba de pie en el patio, con Tom a su lado.
Estaba pálida pero por lo demás sana y salva.
―Mamá―Con el corazón en la garganta, se encontró con ella a mitad de camino,
intentando mantener su abrazo ligero pero tensando sus brazos cuando ella se
puso a llorar―. ¿Estás herida?
―No―Ella negó con la cabeza―. Estoy bien. Solo... pude oírle. Disparó a su propia
hermana. Pensé que iba a matarte.
―Yo también lo pensé―murmuró David―. Pero estoy bien. Tú estás bien. Todos
estamos bien"
―Lo estamos―Ella se apartó para buscar su rostro, haciendo una mueca ante los
cortes y contusiones, sus ojos atormentados―. Esperé en el coche, tanto como
pude. Oh, cariño, tu cara.
―Sólo unos pocos golpes y cortes. Me curaré. ¿Seguro que estás bien?
―Ella se movió muy rápido―dijo Tom con ironía―. Yo apenas pude mantenerme a
la par con ella cuando Noah nos dio la señal de todo despejado después del tiro.
Poco convencido, David la miró.
―Conseguiremos la opinión de un médico.
―No necesito... ―comenzó su madre, pero David la interrumpió con una mirada.
―Por mí. Por favor.
Ella levantó la barbilla.
―Lo haré si tú lo haces.
David tuvo que sonreír.
―Hiciste eso una vez, cuando tenía seis años.

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―Cuando te caíste de ese árbol y pensé que te habías roto el brazo. Funcionó
entonces, funcionará hoy―Se volvió hacia Olivia, con el corazón en los ojos―.
Gracias.
―Gracias por confiar en nosotros justo ahora. Sé que esperar y escuchar fue difícil
de hacer.
Su madre levantó una mano visiblemente temblorosa a la cara de Olivia,
ahuecándola en su mandíbula.
―Has salvado la vida de mi hijo.
Los ojos de Olivia se cerraron brevemente, como si absorbiera el contacto.
―Ha sido un placer―Sus ojos parpadearon hacia Kirby―. A muchos niveles―Ella
levantó la mirada hacia David―. Vamos a que te cosan de nuevo.
El se tocó el huevo en la parte posterior de la cabeza. Ella trató de ocultar su
estremecimiento y fracasó terriblemente.
―Lo haré si tu vas―dijo―. Podrías tener conmoción cerebral.
―No puedo ir ahora―protestó―. Maté a Kirby. Tengo informes que escribir.
Su madre frunció el ceño.
―Esos informes pueden esperar unas horas, ¿verdad, Noah?
―Absolutamente―dijo Noah―. Ve, Olivia. Puedo manejar las cosas aquí.
David pasó el brazo por la cintura de Olivia.
―Ven―murmuró en su oído―. Vayamos ahora. Se acabó. Déjame cuidar de ti.
Ella se apoyó en él, y se sintió bien.
―Cuidaremos uno del otro.

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Capítulo Veintiocho

Jueves, 23 de septiembre, 14:00

―Perdón. Busco a la detective Sutherland.


David apartó la vista de la ventana de la oficina de Abbott, donde el equipo había
estado dando parte durante casi una hora. Una pequeña mujer con un vestido
oscuro caminaba por la oficina y David se puso en pie. Tenía los ojos rojos, la cara
cansada, y en sus manos sostenía una caja grande. Instintivamente, supo quien era
ella. Si era así, podía adivinar lo que había en la caja.
―La Detective Sutherland está en una reunión informativa―dijo David.
Abbott había llamado a Olivia mientras estaban a punto de sentarse a comer con
su familia, pidiéndole que volviera, que tenían algunos cabos sueltos que atar para
cerrar la investigación. David había insistido en acompañarla, consciente de que
estaría sentado, esperando a que los policías acabaran. Pero los ojos de ella
seguían mostrando signos de tensión y él tenia miedo de que después de la
reunión, se perdiera en el papeleo, a pesar de que se había tomado el día libre. El
podía asegurarse de que no sucediera.
―Estoy esperándola, pero uno de los otros detectives puede ayudarla.
―No, está bien. Tú eres el bombero. El que atrapó la bola.
―Sí, señora. Soy David Hunter.
―Soy Jennie Kane.
―Ya me lo imaginaba. Lo siento.
Ella asintió con la cabeza.
―Gracias―Lo dijo con determinación, como si saboreara las palabras en su
boca―. Yo no vengo realmente a hablar con los detectives. No estoy segura de que
pueda en este momento―Ella levantó la barbilla―. ¿Eres el joven de Olivia?
―Sí, señora. Lo soy.
A sus labios asomó el fantasma de una sonrisa.
― ¿Y su madre? ¿Está bien?
―Lo está―David quiso pedirle que se sentara, pero sintió que Jennie Kane quería
irse tan pronto como le fuera posible―. ¿Puedo ayudarle en algo?"
Ella asintió de nuevo, aliviada.
―Quiero que Olivia tenga esto. Dígale que era el favorito de Kane. Dígale que...
―Su voz tembló y ella respiró― Dígale que ella también lo era. De todos los

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detectives novatos que él entrenó, ella era ella su favorita―Le tendió la caja y
David la tomó, con respeto. Tomó otro aliento, sus manos revoloteando a sus
costados―. Se preocupaba por ella. Yo también, pero usted cuidará bien de ella.
En realidad no era ninguna pregunta.
―Sí, señora. Lo prometo.
―Bueno. Gracias―Entonces se alejó antes de que nadie la viera.
Unos minutos más tarde, la puerta de la oficina de Abbott se abrió y el equipo salió
en fila, dirigiéndose en silencio a sus asuntos. Noah fue a su escritorio, con una
gruesa carpeta en la mano.
―El grupo de Micki consiguió los archivos del ordenador portátil de Kirby―dijo
Noah―. Estas eran sus víctimas de chantaje.
― ¿Todas las personas? ―Pregunto, David― ¿Vais a decírselo?
―Tenemos que hacerlo―dijo Noah―. La mayoría de estas personas están todavía
pagándole. Deberías haber visto lo que este tipo tenia. Micrófonos por todo el Deli,
Grabadoras en el piso de arriba. Nos va a llevar semanas revisar todo lo que
encontramos.
David se movió de la silla de Olivia hasta el borde de su escritorio, arrastrando la
caja tras él por el momento. Con cansancio ella se hundió en su silla.
―Ellos encontraron este pequeño aparatito en el bolsillo. Le permitía sintonizar
cualquier conversación que quisiera. Me he devanando los sesos tratando de
pensar en lo que dije a Kane de pie en la cola, esperando por un café en los últimos
años. Nos reunimos con Val, la intérprete allí. Ahí tuvo que ser donde se enteró de
ella.
― ¿Alguna idea de dónde pudo haberla llevado? ―le preguntó David y ella cerró
los ojos. Una vez que el polvo se asentó anoche, encontrar a la intérprete había
estado siempre presente en su mente.
―Sí. Micki encontró sangre en su camioneta, del tipo de Val. Entonces se dio
cuenta de que Kirby tenía un GPS. Trabajaron toda la noche para rastrear a donde
había ido y encontraron que había hecho un viaje al campo―Ella abrió los ojos y
vio la tristeza y más que un poco de culpa―. Micki y Bruce tuvieron a Brie y
GusGus sobre el área. No tardaron mucho en encontrar el cuerpo de Val.
―Olivia.
Ella tragó saliva.
―La torturó.
―No es culpa tuya, pequeña.

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―Lo sé. Pero aún así... ―Ella suspiró profundamente― Maldita sea. Bruce tuvo
que decírselo a sus hijos.
David se aclaró la garganta, sin querer imaginar esa escena, pero incapaz de
aplicárselo a sí mismo.
― ¿Qué tenía Andy Crawford que decir? ―preguntó, cambiando de tema. El hijo
del agente del FBI había estado en la oficina de Abbott cuando Olivia llegó y se
había ido después de media hora, con rostro sombrío y silencioso, sin decir una
palabra a David mientras se apresuraba.
―Cuando le dijimos que Mary había sido consumidora de drogas por vía
intravenosa, no podía creerlo. Dijo que sabía que había tomado Percocet cuando
comenzó la universidad porque había tenido una cirugía dental. No la había visto
en mucho tiempo. No sabia que era una adicta. Pero él la financiaba. Pagaba todas
sus facturas, le daba dinero para gastos y nunca preguntaba. Se sentía culpable de
que su padre hubiera gastado los ahorros de la familia en él, dejando a Jonathan y
Mary sin nada. Pero Mary le hacía sentirse incómodo, demasiado. Así que se
mantuvo a distancia.
― ¿Por qué no mencionó a Jonathan cuando hablaste con él ayer?
―Andy dijo que no sabía nada de Jonathan desde el día que se fue de casa. Andy
estaba en la Escuela de medicina por entonces, demasiado ocupado con su propia
vida para preocuparse por Jonathan. Y dijo que estaba contento de que ese fuera
el caso. A Andy tampoco le gustaba su padre demasiado. Le preguntamos donde
podía estar Mary. No pensamos en preguntar por el otro hermano y Andy no
pensó que es dónde ella iría. Jonathan y Mary se odiaban mutuamente.
―Sí, lo pillé―murmuró David, pensando en lo que había oído. Y visto.
―Lo sé―dijo―. Me alegro de que tú y tu madre les oyerais. De lo contrario, nunca
habríamos sabido por qué.
―Y ¿el chantaje? ―preguntó David― ¿Cuando comenzó?
―A partir de sus registros comerciales, parece que Jonathan comenzó a trabajar a
tiempo parcial en el Deli cuando empezó la universidad, y luego dejó la Escuela
para trabajar a tiempo completo.
Noah dio unas palmaditas en la gruesa carpeta en la que estaba trabajando.
―Lo que corresponde a la época en la que comenzó el chantaje.
―Podía hacer más dinero de esa manera―dijo David―. Inmoral, pero sensible.
―Era muy sensible―dijo Noah con frialdad―. Sabía cuando no hacer ningún
chantaje, cuando mantenerse lo más lejos posible―Levantó un DVD―.

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Encontramos esto en el cajón de su mesilla de noche. Es la primera víctima que
encontré colgando en su apartamento el pasado febrero. Sabíamos que ella había
conocido a su asesino en una cafetería. Nuestro sospechoso principal en ese
momento iba al Deli todos los días, por lo que solicitamos a Kirby sus cintas. Dijo
que tenia cámaras solo en la caja registradora, pero obviamente mintió. El vio a la
víctima la noche anterior. Vio que el asesino la siguió. Lo sabía.
―Y no dijo nada―entonces David frunció el ceño―. Sin embargo, advirtió a Evie
de que estaba siendo acosada por ese chico haciéndose pasar por reportero. Eso
ayudó a salvar su vida.
―No sé por qué―admitió Noah―. Tal vez lo averigüemos a través de sus archivos.
―Sé lo suficiente―Olivia apretó la mandíbula―. Mató a Kane. Mató a Weems.
Mató a Tomlinson y Blunt. A Crawford y Mary. Y te habría matado a ti.
David se estremeció, recordaba la pistola de Kirby en su cara demasiado
claramente.
―Pero no lo hizo.
―No―Ella se miró las manos, y luego retrocedió para mirarlo a los ojos―. Abbott
estuvo con los padres de Tracey Mullen ayer, mientras estábamos buscando a tu
madre. Les mostró el informe de la autopsia, el abuso. Los padres se señalaron con
el dedo el uno al otro, pero, finalmente, su madre confesó. Ella se había enojado
con Tracey por negarse a utilizar su implante coclear. Tracey había estado
deliberadamente dejándolo en un cajón. El nuevo marido de la madre estaba
molesto porque había gastado dinero en la cirugía y Tracey 'ni siquiera estaba
tratando de aprender a usarlo’. Mamá se enojó y le retorció el brazo, dijo que si
Tracey no podía hacer señas, tendría que esforzarse más con el implante. Mamá ha
estado viviendo con la culpa.
― ¿Ella será acusada? ―preguntó David.
―Oh, sí. Va a ser entregada a las autoridades de Florida.
―Así que Tracey se escapó, con Austin Dent―dijo David―. ¿Por qué no se lo dijo a
su padre?
―Porque tenía dieciséis años y estaba asustada. Y pensaba que estaba enamorada
de Austin. Austin contó la misma historia, que Tracey estaba huyendo de su madre,
asustada de que su padre hiciera algo estúpido si le decía la verdad. Sigo
preguntándome qué habría hecho Kirby si Tracey no hubiera estado allí esa noche.
Si hubiera presionado a Mary y a los demás a provocar más incendios. No habría

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estado buscando a Kenny en la Escuela Tracey y Austin no habrían estado
involucrados. Val todavía estaría viva. Y también Kane.
―No puedes pensar así, Olivia―dijo David suavemente―. No puedes cargar lo que
le pasó a Kane sobre los hombros de la madre de Tracey. Los incidentes están
vinculados, pero muchos otros factores entran en juego.
―Lo sé. Pero es difícil no hacerlo.
―Lo sé. Tú, uh, tuviste una visitante mientras estabas en la reunión. Jennie estuvo
aquí.
Ella se enderezó en su silla.
― ¿Por qué no me lo dijiste?
―Porque ella realmente no quería hablar. Trajo esto―Puso la caja delante de ella y
la observó mientras se quedaba mirándola, con reconocimiento en sus ojos.
―Yo no puedo aceptarlo―susurró.
―Olivia. Ella quería que lo tuvieras.
Sus manos temblaban mientras sacaba el sombrero de la caja.
―Este era su favorito.
―Jennie dijo que tú también lo eras.
Sus ojos se empañaron.
― ¿Qué hago con él?
David tomó su sombrero de ala del busto de la diosa en su escritorio.
―Usar el tuyo y dejar este allí.
Ella abrió la boca y volvió a cerrarla antes de encontrar su voz.
― ¿Y verlo todos los días?
El no dijo nada, dejando que ella tomara la decisión.
No le llevó mucho tiempo. Puso cuidadosamente el sombrero de Kane en la cabeza
de la diosa.
―Donde todos podamos verlo todos los días. Está bien―Miró a los ojos a David―.
Gracias.
―De nada. Hay que limpiar tu sombrero. Tiene sangre en el borde.
―Es de Crawford―Puso su sombrero en la caja―. Kane me regaló este fedora
cuando resolví mi primer homicidio. Dijo 'Buen trabajo'―Sonrió ante el
recuerdo―. Para Kane ese era un gran elogio.
Noah se aclaró la garganta.
―Su entierro es el sábado. Con todos los honores, con todas las medallas, gaitas,
Kane logrará las obras.

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Olivia miró el sombrero de Kane, su expresión tristemente afectuosa.
―A él le gustaría eso. Especialmente lo de las medallas en sus uniformes de gala y
los zapatos apretados. Estaría feliz de que les duelan los pies. Vamos. La Dra.
Donahue llamó mientras estábamos en la reunión. Lincoln está despierto y
pidiendo hablar contigo―Olivia dio unas palmaditas en el hombro de Noah al
pasar―. Hasta mañana, compañero.
― ¿Ya es oficial? ―preguntó David. Noah seria un buen compañero. Vigilaría su
espalda. Y Olivia la de él― Eso significa que tanto Evie como yo dormiremos mejor
por la noche―Noah levantó las cejas y David se rió entre dientes―. En nuestras
respectivas casa. Lo sabes.
Noah sonrió.
―Ya lo sabía. ¿Cómo está tu compañero? ¿Zell?
―Tiene un poco de sensibilidad en los dedos de los pies, así que eso es una buena
noticia. Nadie está seguro de cuanto mejorará. Sin embargo llevará tiempo, estará
discapacitado bastante tiempo. Lo que significa que tendré un nuevo compañero
después de que me quiten estos malditos puntos. Hey, mi madre está planeando
una gran cena en mi loft esta noche, ya que la familia está aquí. ¿Vendrás?
―No me lo perdería―dijo Noah―. Tu madre es buena cocinera. Supongo que ella
te enseñó.
―Todo lo que sé. Todas las cosas buenas en cualquier caso―Puso su brazo
alrededor de los hombros de Olivia―. Vamos a ver Lincoln, después quiero volver y
ver a mis hermanos y hermanas.

Jueves, 23 de septiembre, 15:15

David tuvo que parpadear cuando se sentó a la mesa frente a Lincoln


Jefferson. Lúcido y limpio, parecía un hombre diferente. En un rincón de la sala de
entrevistas estaba de pie el agente especial John Temple, que parecía racional.
Siempre algo bueno. David sabia que al otro lado del cristal un pequeño ejército
miraba, agentes del FBI, el psiquiatra de Lincoln, Truman, y Olivia. Sentado al lado
de Lincoln estaba su abogado.
―Hola, Lincoln. ¿Cómo estás?
Por un momento, Lincoln no dijo nada. El simplemente se quedó sentado y estudió
a David, con aguda mirada. Punzante, incluso.
―Estoy bien―dijo finalmente―. ¿Cómo estás tú?

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―Un poco golpeado, pero vivo.
―Me alegro. Pedí verte. Quería darte las gracias. Asalté tu casa y te amenacé, pero
fuiste amable conmigo. Más amable de lo deberías que deberías haber sido.
―Está bien.
La emoción brilló en los ojos de Lincoln.
―Me dijeron que Mary está muerta.
―Su hermano la mató. Lo siento. Tu hermano me dijo que erais amigos.
―Yo la amaba. Tomaba mis medicinas por ella. Pero me enteré de que ella tenía a
alguien más.
―Joel.
―Sí. Yo los ví juntos, en la universidad, hace dos semanas. Ella no sabia que estaba
allí. Me deprimí, dejé mi medicación. Cuando me enteré de que se había
encontrado una bola de cristal en esos incendios, donde habían disparado a una
persona... me perdí y ni siquiera recuerdo haberlo hecho.
― ¿No recuerdas la cabaña de mi amigo?
―No. He leído el informe de la Policía. Leí lo amable que habías sido. Leí lo que
dije.
―Siempre allí―murmuró David y Lincoln brevemente cerró los ojos.
―Viví con esa culpa tanto tiempo. Dejé mi medicación para no ver su cara, pero
nunca ayudó. Ella siempre estaba allí. Hice una confesión completa de esa noche
que provocamos el incendio hace doce años. Es hora de hacer frente a lo que hice.
No puedo hacer enmienda, sin embargo.
David pensó en lo vacío que se había sentido después de decirle a Olivia su propio
secreto. Había paz, pero también el saber que el reloj no podría volver atrás.
―Entiendo. ¿Cómo conociste a Mary?
―Me envió correos electrónicos a través de la dirección de mi sitio web. Parecía
tan sincera. Ella era una creyente, o eso creía yo. Ahora escucho que ella sólo me
estaba usando para vengarse de su padrastro, y Truman dice que la Policía va a
reabrir el caso de su antigua recepcionista como posible homicidio. Nunca he visto
ese lado de ella. Pero ella mató a gente. A propósito.
―Si ayuda, le dijo a mi madre que ella no habría dejado que Crawford te matara.
‘No dejaré que lo mate’ dijo ella. Había planeado matar a Crawford ella misma.
―Eso ayuda. Gracias. Me enamoré de ella, fuerte. Yo nunca había hablado a nadie
sobre Moss, pero hablé con ella.
―Confiabas en ella.

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―Fui un tonto.
―No, Lincoln. No fuiste un tonto al confiar. Ella te engañó.
Lincoln se encogió de hombros.
―De todos modos, le conté todo. Todos los detalles. Así es como ella supo que
tenía que dejar la bola en el incendio.
―Y VE tallado en el Polo Norte, para la autenticidad. Lincoln, justo antes de morir,
le dijo a su hermano que sabia donde estaba Preston Moss.
Lincoln sonrió.
―Y créeme, este buen hombre del FBI quiere saber donde está. Es por eso que
estás aquí. Yo no les daría eso hasta que hubiera tenido la oportunidad de
encontrarme contigo―Señaló el cuaderno y el bolígrafo de su abogado. ¿Puedo?
David vio como Lincoln dibujaba un detallado mapa, terminando con una X para
marcar un punto.
―El día después del incendio hace doce años, fui a ver a Moss. Tenía un lugar
donde nos encontrábamos, un lugar que nadie conocía, salvo nosotros. Sus más
devotos seguidores. Nos sentábamos allí y le escuchábamos hablar, como
discípulos. El era... fascinante. De todos modos, al día siguiente fui allí, muy
molesto. Todos nos habíamos dispersado después de ajustar el temporizador en el
dispositivo, como siempre hacíamos. Pero oí en la radio que había una víctima
mortal. Yo no lo podía creer. Corrí de vuelta a tiempo para ver el cuerpo y me vine
abajo.
―Me imagino―dijo David uniformemente―. Ese es el tipo de cosa que te
persigue.
Lincoln asintió.
―Para siempre. Llegué allí, encontré a Moss. Había tomado una botellita entera de
píldoras. Estaba muerto―Dejo escapar un suspiro―. Fue horrible. No podía
pensar. Solo reaccioné. Tomé su cuerpo, lo puse en mi coche, y lo enterré―Golpeó
el mapa―. Aquí. Voy allí a menudo. La tumba está imperturbable. Podéis
encontrarle ahí.
― Y ¿el lugar donde os encontrabais?
―Quemado hasta los cimientos. Apropiado, pensé.
―Y ¿después?
Lincoln se encogió de hombros.
―Pasó el tiempo y la realidad se desvaneció. Lo sabía y estaba aterrorizado. Pensé
que me estaba volviendo loco porque Dios lo estaba haciendo, para castigarme.

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«Entiendo eso, también».
―Gracias, Lincoln, por decírmelo.
Lincoln lo miró de manera uniforme.
―No me acuerdo de haber ido a tu casa. Pero recuerdo tu voz. Recuerdo... la
compasión. Y sentirme seguro.
―Me alegro. Buena suerte. Quiero decir que...
La sonrisa de Loncoln era triste.
―Lo sé.
David le dio la mano y vio como se lo llevaban. El agente especial Temple tomó el
mapa que Lincoln había dibujado.
―Gracias, señor Hunter―dijo.
―Yo no hice nada. No en realidad. ¿Harán una declaración cuando confirmen que
los restos son de Moss? Sé que muchos bomberos necesitan cerrar el asunto.
―Por supuesto. Conozco a un montón de agentes que necesitan, también, el
cierre. Y ahora tengo entendido que tiene una celebración a la que asistir. Me
alegro de que todo terminara bien para usted y su madre.
―Yo también―David encontró a Olivia en el área de observación, al teléfono.
―Me tengo que ir―dijo―. También te quiero―Colgó, con los ojos un poco
demasiado brillantes―. Era Mia. Hemos estado enviándonos mensajes durante
días. Dijo que trabajó toda la noche para atar algunos cabos sueltos para poder
librar el fin de semana. Le dije que ella y Reed y sus hijos podrían usar mi casa.
Supongo que ¿podemos quedarnos en la cabaña?
David sonrió.
―Ya lo creo. Estará bien volver a verla.
Los labios de Olivia se crisparon.
―Puedes cambiar de opinión. Ella dice que quiere hablar contigo. No se dio cuenta
de que habíamos teñido una ‘cosa bíblica.’ ¿Donde demonios se enteró de eso?
―Por Paige, de mí, por casualidad mi madre y Glenn lo escucharon.
―Ah, bueno, entonces eso lo explica todo.
―Así que ¿ella va a hablar conmigo? Solo hablar, ¿verdad?
―Hey, te libraste de Lincoln y Kirby. Eres el bombero que salva gatos. Seguramente
puedes contra Mia.
―No lo sé. Ella es una hermana. Pelean sucio.
Olivia se rió entre dientes.
―No te preocupes. Yo te protegeré.

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Viernes, 24 de septiembre, 02:55 am

Olivia oyó abrirse la puerta de la cabaña y cerrarse. Sentada en el borde del


muelle, se limpió las mejillas húmedas con sus mangas. El muelle retumbó cuando
David se acercó.
Se sentó en el borde del muelle, y luego deslizó su brazo alrededor de sus
hombros. Ella se apoyó en él, acurrucándose cerca, sintiéndose más segura de lo
que se había sentido en mucho tiempo. Había sido una noche llena de alegría y
risas con cada miembro de la considerable familia de David. Hermanos, hermanas,
sobrinas y sobrinos. El clan Hunter la había puesto nerviosa en la boda de Mia con
sus maneras bulliciosas. «Pero ahora... me pertenecen».
Phoebe Hunter, con un brazo alrededor de sus hombros, la había presentado con
orgullo como la mujer que ‘salvó la vida de David.’ Y de alguna manera Olivia sabía
que Phoebe no había querido decir solo lo de Kirby.
Mia había llegado una hora después del comienzo de la fiesta y había llevado
inmediatamente a David a un lado con expresión severa. Pero ella debía haber
dado su aprobación ya que él dijo que aún vivía. Su hermana era una tigresa con
centro de malvavisco y Olivia estaba tan contenta de tenerla. Mia se comprometió
a quedarse hasta el funeral de Kane. «La necesitaré». Porque a pesar de las risas y
el amor a su alrededor, Olivia era continua, dolorosamente consciente de quien
estaba ausente.
―No quise despertarte―murmuró ella, y David besó la parte superior de su
cabeza.
―No lo hiciste―dijo―. El efecto de los analgésicos se disipó y me desperté. Pero
no estabas allí.
―Tuve un mal sueño―confesó―. Kirby te mató y yacías en el suelo. Y entonces
eras Kane. Así que he estado aquí sentada, pensando en él. Su desaparición.
Tratando de pensar en qué podría haber hecho de otra manera. Si hubiera sido un
poco más rápida.
―Olivia, añorar a Kane es natural. Tratar de pensar en lo que podrías haber hecho
de otra manera te comerá por dentro.
Un lado de la boca de ella se elevó.
― ¿Le dijo la sartén al cazo?

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―Sí, Pero tú me dirías lo mismo y lo sabes. Hiciste todo lo que podías haber hecho.
Todo lo que debías haber hecho. Eres una buena policía.
El le hacía creer que así era.
―Gracias.
―Eres demasiado dura contigo misma, lo sabes.
Ella lo consideró.
―Sí, lo soy. Como tú.
―Bueno, los dos necesitamos parar. Solo hacemos lo que podemos y eso tiene que
ser suficiente.
―Por que nunca puede ser suficiente―susurró ella, y luego respiró―. Hablé con la
psiquiatra. La Dra. Donahue. He tenido ataques de pánico en las escenas del
crimen. Desde la fosa.
―Me sorprendería si no lo hicieras―dijo de una manera que hizo que su
vergüenza pareciera tonta―. ¿Qué dijo?
―Que la parte difícil acaba de empezar.
―Tiene razón. Aún así, estoy orgulloso de ti. No es fácil abrirse.
Ella vaciló.
―Creo que fue más difícil decírtelo justo ahora.
― ¿Por qué? ―preguntó en voz baja.
―Porque tu opinión significa más. Yo no quería que pensaras que era... ―ella
vaciló, luego se encogió de hombros, mirando a otro lado― menos.
― ¿Menos que qué? ¿Menos que quien? No eres menos que nadie―frunció el
ceño cuando ella no dijo nada―. Ven conmigo. Tengo algo que mostrarte.
Se levantó y la puso de pie, llevándola a la casa, y de nuevo a la habitación donde
rápidamente buscó en su bolsa de lona.
―Mira esto.
Era una carta del Departamento de Bomberos de Minneapolis.
―'Estimado Sr. Hunter, hemos recibido su solicitud de empleo. Le informaremos.
En cuanto haya una plaza disponible'―Ella lo miró, confundida―. ¿Por qué me das
esto?
El no respondió y sus ojos bajaron de nuevo a la página. Y entonces ella vio la
fecha. Sus ojos volvieron de nuevo a los suyos.
―Lo solicitaste un mes después de la boda de Mia.
―En realidad, la semana después. No me respondieron en unas semanas.
Su mente estaba corriendo.

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― ¿Estabas dispuesto a dejar tu trabajo por mi? ¿En aquel entonces?
―Sí. Yo te había estado buscando durante mucho tiempo, Pero no lo supe hasta
que te vi. Pensé que si tenia el coraje de acercarme a ti después de esa noche,
debería estar preparado para lo que siguiera. Siempre esperé que fuera así. Tú y
yo, juntos después de un largo día. Justo así. Excepto que espero que nuestros
futuros días sean muy largos.
―David... ―le fallaron las palabras.
―Preguntaste si volvería con Dana si fuera libre. Pensé en decirte esto entonces,
pero después de lo que había dicho esa noche, pensé que no me creerías. Todavía
no tengo derecho a esperar que me creas, pero una vez que te conocí, supe lo que
quería. A quien quería. Si hubiera sabido lo que sentías nunca habría dejado pasar
tanto tiempo. Lo siento, Olivia. Si pudiera volver atrás el tiempo, lo haría.
Ella lo miró a la cara que nunca había sido capaz de olvidar. Su rostro estaba
magullado y maltrecho de su batalla con Jonathan Crawford, pero seguía siendo el
hombre más guapo que había visto nunca. Por dentro y por fuera.
―Entonces no perdamos ni un minuto mirando hacia atrás.
Deslizando sus brazos alrededor de su cuello, lo besó, con la intención de
mantenerlo suave, pero él la atrajo hacia sí y el beso se hizo más profundo. Solo...
más.
El la acompañó de nuevo a la cama y se tumbó también.
― ¿Qué quieres? ―preguntó con voz ronca.
«Todo. Lo quiero todo».
―A ti. Te quiero a ti.
Las veces anteriores que habían hecho el amor, había sido urgente. Explosivo. Esta
vez fue lento y deliberado. Sus ojos permanecieron abiertos mientras se movían
juntos, mirando cada parpadeo, cada matiz. Su clímax llegó como una gran oleada,
levantándola, envolviéndola hasta que no hubo nada en el mundo salvo él. Cuando
él se corrió, fue su nombre el que gimió, con la cabeza echada hacia atrás, y el
cuerpo inclinado.
En los momentos posteriores, se abrazaron con tranquilidad. Esto era comodidad,
consuelo. Refugio. Esto se lo podían dar el uno al otro, una y otra vez.

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Epílogo

Minneapolis, Sábado, 19 Febrero, 21:00

Algunos hombres habían nacido para llevar esmoquin, pensó Olivia


Sutherland mientras la fila de la conga conducida por la feliz novia se abría camino
más allá del borde de la pista de baile donde ella permanecía. El hombre en la
retaguardia de la fila era sin duda uno de esos hombres, pero Olivia sabía que la
belleza exterior de David Hunter palidecía en comparación con el hombre que era
por dentro. «Y ese hombre es mío, por dentro y por fuera».
Había sacudido su mundo la noche en que se conocieron en una boda como ésta,
tres años antes. Ahora, como mujer afortunada que era, él sacudía su mundo
nocturno. Saber que era suyo todavía le daba ganas de pellizcarse, sólo para
asegurarse de que no estaba soñando. Pero no era un sueño. Era la realidad. «Mi
vida».
Olivia parpadeó, sorprendida cuando David de repente saltó en el aire, esquivando
fácilmente a Grace Hunter de cuatro años, que había tropezado y caído delante de
él. Arrodillándose a su lado, David echó un vistazo rápido la rodilla de su pequeña
sobrina, luego volvió sus lágrimas en carcajadas cuando él la alzó para sentarla en
sus hombros mientras alcanzaban a los otros bailarines. Era un buen hombre. Él va
a va ser un buen padre. Algún día sería su hijo el que montaría en sus hombros y
Olivia se permitió soñar despierta, sólo un poco.
—Malditos tacones me están destrozando.
La queja hizo que Olivia trasladara su mirada de David a su hermana Mia Mitchell.
Al igual que Olivia, hoy Mia había cambiado su placa de detective y la pistola por
un vestido de dama de honor de color escarlata y tacones ridículamente altos, que
por el momento colgaban inofensivamente del meñique de Mia por sus finas
correas de tobillo.
— ¿Entonces por qué los compraste? —preguntó Olivia, exasperada. Mia se había
estado quejando de sus zapatos todo el día, incluso antes de que la boda de Evie y
Noah Webster hubiera comenzado. Aunque Olivia estaba bastante segura de que
la mayoría de las quejas de Mia estaban destinadas a distraer la atención de las
lágrimas de felicidad que habían iluminado los ojos de su hermana durante todo el
día de la boda de Evie. Mia quería que todos creyeran que era dura, y lo era. Mejor

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que los chicos malos corran. Pero con los que amaba, la hermana mayor de Olivia
era un completo malvavisco.
—Yo no lo hice. Reed lo hizo—Mia miró a su marido, que justo saludaba
benignamente desde el centro de la fila de la conga, con una sonrisa divertida
arqueando sus labios—. Por supuesto él puede bailar toda la noche. No lleva esos
dispositivos de tortura en sus pies.
—Tu hombre tiene un excelente gusto para el calzado—Olivia deslizó su brazo
alrededor de la cintura de Mia, con su corazón asentándose dulcemente cuando
Mia hizo lo mismo. Durante la mayor parte de su vida Olivia no sabía que existía
Mia. Ahora no podía imaginar la vida sin ella. Eran familia—. Y en mujeres,
también.
La mirada de Mia se suavizó.
—Sólo quieres mis zapatos.
Olivia se encogió de hombros.
—No es como que te los vayas a poner de nuevo después de esta noche.
—Claro que lo haré—Las cejas de Mia se levantaron de manera significativa—. En
tu boda.
Con el ceño fruncido, Olivia miró a su alrededor para asegurarse de que nadie más
lo había oído.
—Sshh. Tú eres la única a la que se lo he dicho—Lo cual era técnicamente cierto.
Por supuesto, ella no pudo evitar que sus amigos más cercanos lo hubieran
adivinado. Esos mojitos que habían bebido habían dado a Paige y Brie una
tremenda desventaja.
—Esta es la noche perfecta para cambiar eso—dijo Mia lógicamente—. Todo el
mundo está aquí.
Los ojos de Olivia barrieron la sala de recepción llena de gente, con una sonrisa
melancólica en su rostro. La familia de David había inundado el lugar, junto con casi
todos a los que Olivia conocía.
—Lo sé, pero David y yo acordamos que no queríamos a entrometernos en la
noche de Evie y Noah. Vamos a anunciarlo mañana en el desayuno.
—Evie y Noah no estarán allí. Querrían, también, ser parte del anuncio.
—Mañana—dijo Olivia firmemente—. En el desayuno.
—Eres tan terca.
—Es cosa de familia.
—Supongo que sí. Entonces, ¿por qué estás aquí sola? Deberías estar bailando.

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—Grace interrumpió—dijo Olivia con una sonrisa, volviendo su mirada a David, que
todavía llevaba a la niña en sus hombros—. Además, me gusta ver bailar a David,
sobre todo cuando cierra la marcha—Sus ojos se estrecharon en aprecio—. El
hombre tiene un trasero increíble.
Como si supiera que hablaba de él, David la miró a los ojos a través de la pista de
baile y le hizo un guiño obsceno, lleno de promesas para después.
—Vi eso—dijo Mia secamente.
Olivia sonrió.
—Y yo te vi pellizcar el trasero de Reed en la línea de buffet.
Los labios de Mia se torcieron.
— ¿Qué puedo decir? Mi marido también tiene un maldito buen trasero.
Se quedaron en sociable silencio durante unos momentos, luego Mia suspiró con
satisfacción.
—Durante mucho tiempo pensé que nunca vería el día de hoy.
—Ha sido un día hermoso—dijo Olivia, su mirada se dirigió a la novia con encaje
blanco espumoso que no había dejado de sonreír—. Evie es una hermosa novia.
—Yo la sigo viendo como esa mocosa malditamente inteligente que saqué de un
callejón hace once años.
—Ella me contó la historia—dijo Olivia—. Dijo que estabas haciendo la ronda en
Chicago.
Mia asintió.
—Evie era una fugitiva, catorce años y viviendo en la calle, corriendo con malas
compañías. Tenían un asunto de carteristas en marcha hasta llegué y todos los
chicos se dispersaron. Los otros chicos agarraron el dinero.
—Dejando a Evie en la estacada.
—Literalmente. Creo que era una imitación Prada, vaciada por el niño a cargo. Evie
se metió en el callejón equivocado y chocó contra mí. Yo debería haber arrastrado
su trasero al correccional.
—Así que ¿por qué no tiraste su trasero dentro?
—No lo sé. Sólo había algo en ella. Se mostró desafiante, aterrorizada e inteligente,
todo a la vez. Quería... salvarla, supongo. Así que se la llevé a Dana y Caroline.
Dana, que había dirigido un refugio para mujeres maltratadas, y su mejor amiga
Caroline, que años antes había escapado de su esposo, un monstruo abusivo. Las
dos mujeres que habían cambiado tantas vidas estaban en la fila de la conga, sus

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vestidos escarlata de dama de honor levantados hasta las rodillas, sonriendo como
niñas.
—Salvaste a Evie—dijo Olivia en voz baja—, después la criasteis, las tres.
—E hicimos un maldito buen trabajo, si se me permite decirlo.
Olivia la abrazó.
—Lo hicieron. Y mira ahora a Evie. Ella es tan feliz.
Los ojos de Mia brillaron una vez más mientras el baile terminaba y los bailarines
aplaudían.
—Eso es todo lo que siempre quise para ella. Este hombre, Noah Webster, está
bien, ¿no?
Olivia miró a Noah, que estaba mirando a su nueva esposa a través del salón. La
expresión de su rostro gritaba a todo volumen. Era amor, puro y fuerte. La música
cambió, pasando a suave y lenta y su corazón se apretó con fuerza mientras Noah
arrastraba a Evie a sus brazos y volvían a la pista.
—Sí—dijo Olivia bruscamente—. Es un buen hombre. Confío en él con mi vida—. Y
lo hacía, todos los días. Su amigo durante años, Noah también era ahora su
compañero en el trabajo—. David confía en él con mi vida, también.
—Entonces eso es lo suficientemente bueno para mí—Se aclaró la garganta y se
limpió las comisuras de sus ojos—. Bueno, ¿qué tenemos aquí?
Acercándose estaba el hijo de Mia, Jeremy. A los diez años de edad, era un chico
demasiado serio con mente e ingenio rápidos. Olivia se había enamorado de su
sobrino a primera vista. Hoy estaba vestido con un traje como su padre, su cabello
peinado igual que Reed.
Jeremy se detuvo frente a Mia, luego miró nerviosamente por encima del hombro.
Desde el otro lado del salón, Reed asentía alentadoramente y Jeremy volvió a mirar
a Mia, con expresión resuelta.
—Me gustaría bailar—dijo afectadamente—. Señora.
Los ojos de Mia se posaron en Reed, después buscó la mirada decidida de su hijo,
con
Los labios fruncidos para no sonreír.
—Sería un honor, señor. Pero tengo que ponerme los zapatos de nuevo en primer
lugar.
— ¿Así que crees que puedes bailar, chico? —le preguntó Olivia mientras Mia
luchaba con sus zapatos, poco sorprendida cuando Jeremy asintió con gravedad.
'Serio' debería haber sido su segundo nombre.

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—He estado viendo espectáculos de baile en la televisión. No parece tan difícil.
—Porque no lo es—dijo Mia, agarrando las manos de su hijo—. Enseñémosles
cómo se hace.
Y los dos se giraron, dejando a Olivia con un nudo en la garganta por enésima vez
ese día. Entonces, el nudo se volvió en un fuerte y lento tamborileo de su corazón,
mientras David comenzaba a caminar hacia ella, sus ojos en los de ella. Era así cada
vez que la miraba, una caricia casi tangible.
Sus manos acunaron la parte posterior de su cabeza mientras su boca cubría la de
ella, cálida, firme y sencillamente delicioso. Ella murmuró una protesta cuando él
se apartó, pero él sólo se rió, volviéndola de forma que ella se apoyara en él.
—Más tarde—prometió en un susurro áspero que la hizo temblar—. Cuando
pueda terminar lo que empiezo.
—Podríamos encontrar un cuarto de las escobas en alguna parte—susurró ella y él
se echó a reír.
—No hay ninguna habitación lo suficiente cerca para lo que tengo planeado—
Deslizando sus brazos alrededor de su cintura, él apretó y ella puso sentir
exactamente cuánto le había despertado el beso. El cuarto de las escobas parecía
una maldita buena idea, pero tendría que controlarse. Había aprendido que
controlarse a sí misma era mucho más difícil de lo que parecía.
Olivia le cubrió los brazos con los de ella, balanceándose con él con la música.
— ¿Grace disfrutó de su baile?
—Lo hizo. Pero me dijo que su papá era mejor bailarín.
—Creo que se suponía que debía decir eso—le aseguró Olivia.
—Oh, lo sé. Las niñas y sus papás y todo eso.
Sus palabras trajeron una ola inesperada de dolor, y rigidez de hombros. Detrás de
ella, oyó la respiración contenida de David.
—Lo siento, cariño—murmuró—. No quise decir... —suspiró— Demonios. No
quería decir eso para que pensaras en tu padre hoy, de todos los días.
Ella le palmeó el brazo. Crecer sin un padre había afectado su vida de muchas
maneras, pero no eran pensamientos de Bobby Mitchell los que la habían cortado
tan profundamente. No hoy.
—Está bien. Yo no estaba pensando en él. Estaba pensando en Kane—Su antiguo
compañero que había muerto en el cumplimiento del deber cinco meses antes—.
Era un bailarín increíble. Estudió danza para ayudarse a jugar al fútbol en la

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universidad—Cerró los ojos y se permitió recordar la cara de Kane—. Pensé en él
hoy cuando Sal estaba acompañando a Evie por el pasillo.
Huérfana de padre todo el tiempo que podía recordar, Evie había sido adoptada de
manera no oficial por su jefe y su esposa. El amor y orgullo en el rostro de Sal
mientras entregaba a Evie habían traído las lágrimas a los ojos de Olivia y supo que
no había sido la única. Había pensado en Kane, que había sido lo más cercano a un
padre que había conocido, y se sintió un bandazo de desconsuelo profundo y
agudo.
—Pensé que podrías haberlo hecho.
—Siempre pensé que yo le pediría que me acompañara por el pasillo cuando me
casara.
—Sé que él habría estado honrado—David la besó en la sien—. Entonces, ¿a quién
vas a pedírselo cuando te cases conmigo?
La idea de casarse con David la calentó por dentro, opacando un poco el dolor de
su pérdida.
—No lo sé. No he sido capaz de pensar en ello.
David señaló la pista de baile donde su madre bailaba con su antiguo inquilino,
Glenn Redman. En un movimiento que había sorprendido a todos, Glenn había
dejado su Minneapolis natal y se había trasladado a Chicago, donde no ocultaba el
hecho de que estaba cortejando a Phoebe Hunter. Olivia no pudo evitar sonreír
ante la visión de ellos bailando juntos mejilla con mejilla, sabiendo que ponía
incómodo a David ver a su madre con una relación después de casi veinte años de
viudez. Pero él amaba a su madre y verla feliz era un largo camino hacia adelante
para calmar cualquier consternación persistente.
—Creo que Glenn quiere que le preguntes—dijo David en voz baja—. Vio el recibo
por el anillo en mi coche cuando los recogí a él y a Ma en el aeropuerto. Tuve que
decírselo a los dos.
—Bueno, supongo que eso explica que tu madre nos tuviera a todos llorosos
cuando me abrazó anoche en la cena de ensayo—lo consideró—. "Creo que estaría
bien pedírselo a Glenn.
—Él lanzará bravatas cuando se lo preguntes, pero ya se sabes que es así.
Olivia sonrió.
—Lo sé. Mia es de la misma manera. Le hablé de nosotros, por cierto.
—Lo sé—dijo secamente—. Ella me amenazó con dañarme gravemente si alguna
vez te hiero.

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—Lo haría, también. Y ya que estamos confesando, Noah lo sabe. Yo no se lo dije,
pero me vio jugando con el anillo cuando lo tenía en la cadena alrededor de mi
cuello. Noah no dijo nada, de todos modos.
Ella había puesto su anillo de compromiso en una cadena de oro, debajo de la
camisa y cerca de su corazón, ya que David había hecho la pregunta la semana
anterior, el día de San Valentín. Su vestido de dama de honor era demasiado
escotado para que ocultar el anillo fuera posible en este día, por lo que David se lo
había deslizado en el bolsillo esa mañana al salir de su loft.
—Eso es porque Noah sabe cómo mantener un secreto, a diferencia de nosotros
dos. Me sorprende que no se lo dijeras a Paige y Brie durante una de vuestras
grandes sesiones de mojito.
Ella vaciló.
—Yo no lo hice, pero se lo imaginaron. Me dijeron que estaba radiante, tan
brillante que dañaba sus ojos—No había podido ocultar su alegría a sus mejores
amigas—. Dijeron que o estaba embarazada o comprometida. Ya que estaba
bebiendo un mojito, sabían que no estaba embarazada.
David se echó a reír.
—Supongo que mantenerlo en secreto no iba a funcionar. ¿Dónde están sus
sombras, en cualquier caso?
—Brie tuvo que irse. La llamaron a un escenario de búsqueda y rescate. Un niño
pequeño se alejó de su grupo de scouts.
— ¿Lo encontraron?
Olivia asintió y David se relajó.
—Brie me envió un mensaje cuando lo hicieron y el niño está bien, pero algo más
apareció y no podía volver para la recepción—Recorrió la multitud, luego frunció el
ceño cuando vio a su vieja amiga en los brazos de un hombre al que no conocía.
Era alto, moreno, y tenía un borde peligroso que Olivia no estaba segura de que le
gustara—. Ahí está Paige. ¿Quién es ese con el que está bailando?
—Es Clay Maynard. Es socio de Ethan en su negocio. Clay vive en Maryland. Ayudó
a Ethan a encontrar su ahijado cuando Alec y Evie fueron secuestrados en Chicago.
Ese de allí es Alec, bailando con la hija de Reed. Es difícil de creer que es estudiante
de primer año en la universidad ya. La mujer que está bailando con Ethan es la
madre de Alec, Randi. Han sido amigos desde que Alec era sólo un bebé.
—Me encontré con ella. Ella me dijo que Evie salvó la vida de Alec.

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—Evie lo hizo. Después Ethan salvó a Dana y puso a la mujer que los había herido a
todos ellos fuera de circulación por un tiempo muy largo.
David y Ethan tenían una especie de tentativa de amistad, Olivia lo sabía. Ethan era
el marido de Dana, la mujer que había criado a Evie en su refugio. Y la mujer a la
que David había amado... —«antes que a mí». Pero eso estaba bien, porque Olivia
comprendió que el amor tomaba muchas formas. David había admirado la pasión
de Dana por salvar a otros, pero en Olivia había encontrado un hogar. Lo que
compartían todos los días era a la vez real y mágico y cuando él le decía que la
amaba, Olivia no tenía ninguna duda de que él quería decir cada palabra.
Paige, por otro lado... bueno, su mejor amiga desde la secundaria iba a través de
los hombres, como el agua. Cada vez que conocía a un chico nuevo, pensaba que
era el indicado, sólo para acabar decepcionada. La esperanza de Paige de encontrar
al hombre perfecto se había reducido a casi nada.
Olivia suspiró.
— ¿Es Clay bueno? ¿No le hará daño?
Sintió a David levantar el hombro en un encogimiento de hombros.
—Clay tiene su propio código, pero si él dice que va a cuidarte la espalda, puedes
llevar eso al banco. No creo que le haga daño. No a propósito de todos modos.
Olivia asintió, con problemas.
—Es sólo que Paige no ha tenido la mejor suerte con los hombres.
—No te preocupes por eso. Clay estará de regreso en un avión a Maryland mañana
por la mañana y nunca le verá otra vez. Te preocupas demasiado.
—Lo sé—dijo con nostalgia—, sólo quiero que sea feliz. Como nosotros.
Él le acarició el cuello, enviando un agradable escalofrío que le recorrió la espalda.
—Lo será. No te preocupes—Señaló la pista de baile—. Mira por ahí y dime lo que
ves.
Olivia obedeció y su boca se curvó. Noah sujetaba a Evie cerca de su corazón.
Phoebe parecía un bocado en el buffet para la boca abierta de Glenn. El sobrino de
David, Tom estaba bailando con su madre, Caroline, y la pequeña Grace estaba
dando vueltas alrededor de su padre. Que Max se apoyara pesadamente en su
bastón no parecía molestar a Grace ni un poquito. Mia y Jeremy habían terminado
su baile y la cara de Jeremy sonreía con orgullo. El de Mia estaba llena de amor. A
cualquier parte que mirara, había alegría. Como debe ser.
—Un montón de sonrisas—murmuró.

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—Hay una enorme cantidad de felicidad en esta habitación—Él la abrazó más cerca
de él—. Y aún más, aquí y ahora—Él bajó la cabeza para susurrarle al oído—. Te
amo.
Ella cerró los ojos, tratando de mantener el control, pero su garganta se tensó y sus
ojos empezaron a picar.
—También te amo.
Ella abrió los ojos bruscamente ante el sonido metálico de una cuchara contra el
cristal. Noah sostenía una copa de champán en una mano y a Evie en la otra, con
rostros radiantes. Alcohólico en recuperación, la copa de Noah estaba llena de
sidra espumosa surtida en el bar junto al champaña. Varios de los padrinos de
boda de Noah estaban pasando alrededor los vasos de ambos.
— ¿Podemos tener su atención? —dijo Noah y el parloteo se calmó gradualmente
—. Tuvimos nuestros brindis antes, pero queríamos aprovechar esta oportunidad
para agradecer a todos de nuevo por venir a celebrar hoy con nosotros.
—Nos ha encantado cada baile y cada momento con vosotros—añadió Evie, luego
miró directamente a David y Olivia—. Entendemos que hay otro anuncio que hacer.
Otra pareja es tan feliz como nosotros, pero están tontamente asustados de que al
contároslo a todos hoy, de alguna manera disminuya nuestra celebración, lo que
no podía estar más equivocado—Ella levantó su copa—. Así que voy a decirlo por
ellos. ¡David y Olivia están comprometidos! Los queremos mucho y les deseamos
toda la felicidad del mundo.
Las felicitaciones ondearon entre la multitud y en cuestión de segundos se vieron
rodeados por abrazos y caras sonrientes y demandas de ver el anillo. David sacó la
cadena que había llevado en la última semana en su bolsillo y liberó el anillo de la
cadena. Puso el anillo en el dedo de Olivia, luego inclinó la barbilla y la besó tan
profundamente que sus dedos se encresparon, para deleite de la multitud. Cuando
por fin la soltó y ella estaba sin aliento, Evie y Noah estaban allí, abrazándolos. Se
los pasaron a Mia y Reed, después a Caroline y Max, Phoebe y Glenn, y todos los
demás.
Las mejillas de Phoebe estaban húmedas mientras se aferraba Olivia.
—Gracias—susurró con fiereza—. Tu cuidarás de él—Se echó hacia atrás, con las
manos ahuecando la cara de Olivia—. Y me llamarás Ma, como todos los demás.
—Lo haré, ambas cosas.
Phoebe miró a David.

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—Te tomó bastante tiempo—murmuró, y luego bajó su cabeza para darle un fuerte
beso en la mejilla.
El DJ comenzó una canción lenta, sexy y Evie les dio un empujón hacia la pista de
baile.
—Id—dijo ella—. Bailad. Sed felices. Es una orden.
La risa de David era inestable.
—Sí, señor—Agarró fuerte los dedos de Olivia mientras la sacaba a la pista de baile
—. Sé feliz—le susurró al oído.
Ella lo miró a los ojos, sorprendida de verlos brillante y luminosos.
—Lo soy.

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