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Gritos
Silenciosos
Serie Suspense 11
Karen Rose
Traductora: Anamfran
Editora: Haguilar
Diseñadora: Sampu y Magui
Habían acudido. Tenía que admitir que estaba sorprendido. No pensó que tuvieran
cojones, especialmente la chica. De todos ellos, no había pensado que ella hubiera
seguido adelante.
Cuatro estudiantes, todos vestidos de negro. Cuatro estudiantes con demasiado
tiempo. Dos de ellos con demasiado dinero de sus papás. Si todo fuera de acuerdo
con el plan, una gran cantidad del dinero de sus papás pronto le pertenecería.
Era la regla número uno de su mundo: sí la gente no quería que la chantajearan, no
debería hacer cosas malas. Regla número dos: sí hacía cosas malas, debería ser lo
suficientemente lista para no dejarse pillar. Los cuatro estudiantes no eran muy
listos.
Desde detrás de los árboles que el constructor se había tomado tantas molestias
por preservar, vigilaba el acercamiento de los cuatro, mientras filmaba cada paso
que daban. Sus caras eran plenamente visibles bajo la luz de la luna y, aunque él
hubiera apostado el dinero de sus papis a que ellos creían estar siendo sigilosos, se
movían con suficiente ruido para despertar a un muerto.
―Espera.
Uno de los cuatro se paró. Su nombre era Joel y de los tres chicos, él había sido el
más entusiasta defensor de su plan.
―Dejadme pensar en esto.
Interesante. El conflicto siempre añadía un poco de excitación. Sin ser visto, siguió
grabando.
―Nada de esperar. ―dijo la chica. Su nombre era Mary, y era una zorra.
―Estamos de acuerdo. Todos nosotros, Joel. El edificio debe desaparecer. Tenemos
que enviar un mensaje.
―Ella tiene razón. ―ese era Eric, el ‘cerebro’ del grupo. ―Esta es nuestra única
oportunidad de marcar la diferencia en estos humedales. Si no hacemos nada,
todo este lago será solo edificios. ―se volvió hacia el enorme bruto que estaba
detrás de él. ―El guarda saldrá a hacer su ronda en dos minutos. Saldrá del edificio
Bien. El bajó la cámara, mirando mientras las luces traseras del coche
desaparecían. Eso había sido más excitante de lo que había pensado que sería. Un
sencillo incendio premeditado habría sido bueno para años de divertido chantaje.
Pero un asesinato ganaba sobre un incendio y sobre cualquier cosa. Había tenido
varios clientes que estarían de acuerdo con eso.
Rápidamente recogió sus cámaras y el trípode. El humo estaba formando nubes en
el cielo y él escuchaba el ‘pop’ de los cristales de las ventanas que comenzaban a
estallar. Las autoridades pronto estarían allí. Y yo me habré ido. Levantando su
mochila, trotó alrededor del edificio al lateral del lago donde había dejado su bote
amarrado al muelle.
―Tú, aquí. Párate.
Fue un grito fino, pero lo oyó. Dándose la vuelta, se encontró cara a cara con el
guarda de seguridad, que se tambaleaba hacia adelante, aturdido. Sangre de una
herida abierta corría por su cara. El hombre sujetaba su radio en una mano
ensangrentada, un arma en la otra.
―Para o dispararé. Lo haré.
Hoy no, Pops. Calmadamente, sacó su propia arma y disparó. La boca del guardia
se abrió por el shock, cayó sobre sus rodillas, después se derrumbó por segunda
vez en la noche.
―Deberías quedarte ahí, Pops. ―musitó.
Corrió hacia su bote y arrojó su bolsa dentro. Con un silencioso quejido, el motor
arrancó. Rápidamente se quitó la máscara de esquí que llevaba. Si cualquiera le
―Más alto, Zell. ―dijo David Hunter por su radio, su voz apagada por la máscara
que cubría su cara. Volvió su hombro al viento que soplaba el ácido humo en el
cielo nocturno. Suspendido cuatro pisos más arriba, la cesta en la que estaba de
pie le sostenía. El cinturón le anclaba al aparato, pero sus piernas aún se tensaban
mientras mantenía su posición.
―Arriba.
Jeff Zoellner, su compañero, operaba el elevador desde la base de la escalera.
David ajustó el ángulo de la boquilla montada en la cesta mientras subía,
apuntando a las llamas que habían consumido los dos pisos bajos de la estructura
antes de que llegaran. Ninguno de ellos había entrado. Demasiado peligroso. Su
única esperanza era controlar el fuego así no se extendería por los árboles
circundantes de lo que había sido un lujoso edificio de seis plantas.
«Gracias a Dios este lugar no estaba terminado». En pocas semanas habría habido
gente dentro. «Debía haber alguien». El guardia estaba desaparecido. Si había
estado en uno de los pisos inferiores estaba muerto. Si hubiera estado un poco
más alto, aún había una oportunidad de salvarle.
Premeditado. La mandíbula de David se endureció mientras la plataforma subía.
Tenía que ser. Lo había visto antes, de cerca y demasiado personalmente. El viento
cambió de dirección de nuevo y él se encogió cuando las llamas se agitaron en su
dirección. Por un instante perdió pie. «Céntrate, tío. Tienes que vivir».
― ¿David? ―la voz de Jeff sonó urgente en medio de las interferencias― ¿Estás
bien?
―Sí. ―la plataforma subió unos centímetros más, elevándole a lo largo de una
gran ventana panorámica. Cada piso de las plantas superiores las tenía. No vio
llamas, pero el humo salía en nubes por las pequeñas ventanas que ya habían
estallado por el calor.
Pero todas las ventanas panorámicas estaban intactas. Hechas con cristal resistente
a los impactos, no habían estallado. Tampoco se abrían. Eran para ver el lago, no
para salir.
Y entonces las vio. Su corazón comenzó a latir más rápido.
― ¿Algo? ―preguntó Jeff. Se habían atado sus máscaras y cambiado los tanques
de aire. Los humos generados por los materiales de construcción eran, a menudo,
tóxicos y David sabia de demasiados bomberos veteranos con pulmones dañados.
Odiaba la máscara, pero le gustaban sus pulmones.
―No ―David hizo un barrido con la cámara térmica sobre el centro del muro.
Detrás estaba el eje de ventilación, un punto privilegiado para fuego oculto. Pero
no había nada. Habían llegado a través del hueco de la escalera, buscando en los
tres pisos superiores. Ahora estaban de nuevo en el cuarto, donde había
encontrado a la chica. Hasta el momento, sin fuego y sin mas víctimas. «Gracias».
David se volvió hacia la ventana que habían atravesado. Ahora qué el humo se
había disipado, podía ver claramente las huellas de la palma que ella había dejado
atrás. Alumbró el suelo con la linterna, esperando encontrar un bolso, una
mochila, algo que les dijera quien era.
Y luego parpadeo cuando la luz se reflejó bruscamente contra él.
―Zell, mira ―dijo, señalando hacia la viga a una bola que brillaba como habían
hecho sus huellas. Tenía cerca de cuatro pulgadas de ancho y sí encontraba de a
―Liv. Espera.
Olivia había estado caminando casi corriendo alrededor de todo el edificio
incendiado, pero se quedo inmóvil ante el sonido de la voz firme de Kane detrás de
ella. Ella había sido brusca con él cuando él sólo había estado tratando de ayudar.
―Lo siento―dijo ella en voz baja―. No debería haberte arrancado la cabeza.
―Estoy acostumbrado a ello―dijo en el tono cantarín que siempre le recordaba a
un Eeyore1 y la hacía sonreír. Él le devolvió la sonrisa―. Eso es. Sabía que tu boca
se podía curvar. No lo hace mucho últimamente. Mira... No quería empeorarlo.
Los hombros de Olivia se hundieron.
―Estoy haciendo mi trabajo, Kane.
―Sé que lo estás―dijo, su voz era suave sin ser condescendiente―. ¿El psiquiatra
del departamento no está ayudando?
―Yo no necesito ningún maldito psiquiatra―su voz sonó infantil a sus propios
oídos y ella suspiro―. Maldita sea, Kane. Solo necesito un poco de tiempo.
―Entonces tómate un poco de tiempo. Pero prométeme algo. Si no es más fácil
para Año Nuevo, dímelo. Conozco un psiquiatra que podría ayudar. Uno que
apuesto te gustaría.
Ella sabia por qué había escogido esa fecha. La víspera de año nuevo era su último
día oficial de trabajo. Kane se retiraba después de casi treinta años en el cuerpo.
Olivia no quería pensar en ello. No quería pensar en conocer un nuevo compañero.
Pero sabía que él se preocupaba por ella, así que asintió con la cabeza.
―Bueno. ¿Podemos ahora ir al guardia muerto?
Doblaron la esquina y de inmediato vieron el cuerpo del guardia de seguridad
Henry Weems iluminado por los focos del CSU. Estaba tumbado boca abajo, un
brazo debajo de él, el otro extendido. Su pistola estaba a unos pocos centímetros
de sus dedos. La parte posterior de su uniforme estaba oscura de sangre, la herida
de salida era más grande que el puño de Kane.
Al lado de su cuerpo había una camilla con una bolsa para cadáveres desdoblada.
El compañero de Londo, el técnico forense Dale Eastman, esperaba pacientemente
mientras la CSU Micki Ridgewell tomaba fotos.
1
- Personaje de los libros de Winnie the Poo. Caracterizado normalmente como un burro vijeo, pesimista, melancólico y deprimido.
2
Gators -Equipo de fútbol americano de la Universidad de Florida.
David no podía oír nada por encima del rugido del camión junto a él mientras
sacaba un bichero3 de su compartimiento, Pero supo cuando su coche se alejó. Se
volvió y vio sus luces traseras desapareciendo por la puerta de la obra.
Ella había estado cansada esta noche. Preocupada. Y no contenta de verme. La
irritación había llenado los ojos redondos y azules de ella. Pero había más.
Compasión, preocupación. Y después vergüenza. La vergüenza le dolió ya que supo
que él la había puesto allí.
Pero sobre todo, había visto el cansancio que pesaba tanto sobre sus delicados
hombros. La había estado observando lo suficiente de cerca los últimos siete
meses para saber que no estaba mejorando. En todo caso, estaba empeorando.
La llamada la había sacado del sueño. La imagen mental fue una distracción. Había
sacrificado su habitual trenza francesa, en su lugar había estirado su pelo rubio en
una coleta tan severamente tensa que él había tenido dolor de cabeza con solo
mirarla. Cuando no estaba trabajando, dejaba caer su cabello suelto sobre los
hombros y tenia un vago recuerdo de como se sentía entre sus dedos.
Tragó saliva. Tenia un vago recuerdo de un montón de cosas, sobre ninguna de las
cuales tenia ningún sentido pensar justo ahora.
¿Cuantas veces en los últimos siete meses había casi llamado a su puerta?
Demasiados. Había renunciado a esperar que viniera a él. Y después, esta noche,
estaba aquí. Ella lo había sentido, lo que había entre ellos. Lo había de visto en sus
ojos. Así que esperaría un poco más.
«¿Cuánto tiempo más? ¿Cuánto tiempo antes de que te pesquen o te corten el
cebo?»
― ¿Y? ―dijo una voz detrás de él.
David se dio la vuelta y Micah Barlow saltó hacia atrás, sus ojos centrados en el
bichero que David apretaba en la mano.
―No te me acerques de esa manera, Barlow―apretó los dientes, y luego se obligo
a relajarse―. ¿Qué necesitas?"
3
- herramientas largas de madera, aluminio o fibra de vidrio usadas para buscar, sujetar o tirar.
•••
Eric abrió la ventana de la sala y dejó que la brisa refrescara su recalentada piel.
Amanecería pronto. Pero dudaba de que la luz de la mañana trajera nuevas
opciones. Se quedó mirando el fuego que había encendido en la chimenea. Las
danzantes llamas le enfermaron.
Burlándose de el. «Asesino. Asesino. Asesino».
Hace veinticuatro horas todo había sido dorado. Había estado a punto de hacer
algo grande. Algo que daría de que hablar. Por una vez iba a marcar una diferencia,
como Joel siempre estaba haciendo. «Yo iba a cambiar la vida de la gente».
Se rió con amargura. Eso había hecho. Su vida, la vida de los demás... nunca sería
la misma.
«¿Qué había estado haciendo ella allí?» Apretó los dientes. «Deja de preguntar».
La respuesta era la misma que las primeras cien veces que habían preguntado.
Lugar equivocado, momento equivocado.
«¿En qué demonios estaba pensando? No debería haber escuchado a Joel. No
debería haberse preocupado por sus malditos humedales. El hablará. El va a
arruinarlo todo».
«El va a arruinar mi vida. Nunca debí dejarle irse».
Austin Dent se quedó congelado, una pierna por encima de su ventana, el haz de
una linterna cegándolo. Su mano se deslizó por el aire.
―Detente.
Austin subió por la ventana, cerrándola detrás de él. No estaba de humor para
preguntas estúpidas de su compañero de habitación, pero no parecía que Kenny
fuera a dejarlo ir.
El dedo de Kenny se movió de lado a lado.
― ¿Dónde estabas?
Austin se metió en la cama, ignorándole, pero Kenny no le dejó en paz, olfateando.
― ¿Qué es eso? ¿Humo? ¿Fuego?
―Cállate―Austin enterró la cara en la almohada. Podía oler el humo en su piel. El
personal del dormitorio lo olería por la mañana. Lo sabrían. Todo el mundo lo
sabría.
No importaba. Tracey estaba muerta.
«Oh, Dios». Un sollozo surgió en su pecho y él luchó por tragarlo, pero estalló y sus
hombros temblaron. «Está muerta. Oh, Dios. Prometí que cuidaría de ella y ella
está muerta».
Olivia golpeó el saco con una andanada de golpes cortos que dejaron sus nudillos
doloridos, pero era dolor más fácil de tratar que el aullido que había mantenido
desde que se había alejado de los sollozos desgarradores de la señora de Henry
Weems. «Siento su perdida, señora».
El culturista que gruñía junto a ella no le prestaba atención mientras hacía sus
repeticiones, que era por lo qué venía al gimnasio a esta hora de la mañana. La
gente que estaba aquí a esta hora venía a trabajar, no para ser vista. Había un
cierto anonimato en eso.
Había días en los que ella ansiaba el anonimato, sobre todo de sí misma.
Especialmente después de decirle a otra familia de duelo que sentía su pérdida.
Ella lo había hecho mucho en los últimos meses, alejarse de un montón de
sollozantes padres, hermanos, hermanas.
«Encontramos restos de su hija en una fosa de huesos. No, usted no puede
identificarla. Siento su pérdida». Que inadecuada mierda.
Y nunca terminaba. Su marido está muerto. Fue asesinado a balazos por un
pirómano. Siento su pérdida.
La frustración aumentó y Olivia atacó el saco de nuevo, luego se derrumbó contra
él.
―Siento su maldita pérdida―murmuró, cansada.
―Tranquila, tigre.
Olivia se estremeció al oír la voz calma.
― ¿Qué estás haciendo aquí? ―preguntó cansadamente. Paige Holden no estaba
de servicio hasta las ocho. La cual era precisamente la razón por la que Olivia había
venido ahora.
―Asegúrate de que dejas algo de Jasper para todos los demás―dijo Paige
secamente.
Olivia se apartó del saco que tomaba el nombre del antiguo novio de Paige
después de cada ruptura.
― ¿Es Jasper ahora? ―Olivia había perdido la cuenta de todos los nombres de
sacos de boxeo de Paige que había aguantado en los quince años que habían sido
amigas―. ¿Qué hizo Jasper?
•••
―Feliz lunes―el capitán Bruce Abbott dejó caer un recipiente de plástico con
galletas en la mesa redonda en su oficina―. Con los saludos de Lorna".
Olivia miró el recipiente con escepticismo.
― ¿Lorna está cocinando de nuevo?
Abbott se acomodó en la silla detrás de su escritorio.
―Su consejero le dijo que si ella retomaba la clase y obtenía mejor calificación,
cancelaría el último año.
Micki abrió la tapa del recipiente.
― ¿Cómo de malo puede ser?
―Algunas personas no deberían cocinar―dijo Kane con amargura.
―Lo pillo―Micki lanzó una mirada malvada a Olivia―. Dejemos que las pruebe
Barlow. Si están horribles, le estará bien empleado―miró a Abbott―. Sin ánimo de
ofender.
Los labios de Abbott temblaban bajo su bigote.
―Nada de eso―miró las sillas vacías de manera significativa―. Hablando de eso,
¿Donde están Barlow y Gilles?
―Ian no va a venir―dijo Olivia―. Estaba a punto de comenzar la autopsia de la
niña cuando me detuve en el depósito de cadáveres.
Kane estudió su rostro.
― ¿Cuando pasaste por el depósito de cadáveres? ―preguntó, cuando lo que
quería decir realmente era «¿Por qué no te fuiste a casa a dormir como te dije»?
―De camino aquí. Quería una foto de la niña―lo cual no era del todo incierto.
Después de su sesión de ejercicios se había ido a casa, pero no podía dormir, por lo
6
- La Alerta AMBER es un sistema de notificación de menores de edad desaparecidos, implementado en varios países desde 1996.
Eric podía recitar los treinta minutos de noticias de memoria. « ¿Qué voy a hacer?»
«Te vas a sentar aquí y esperar, justo como te dijo que hicieras». Justo como lo
había hecho durante las últimas cinco horas. La noticia no era nueva desde la
divulgación de que la segunda víctima había muerto por herida de bala. Así que se
había sentado, escuchando el mismo reportaje una y otra vez, mirando su teléfono
móvil. Esperando un zumbido, esperando el siguiente mensaje de su ‘maestro’.
«¡Hijo de puta!»
«Y ¿si me hace esperar días?».
Eventualmente tendría que dejar su apartamento, ir a clase. Tal vez incluso comer.
Aunque la idea sola de la comida le daba ganas de vomitar.
«Hemos matado a una chica». Pero no habían disparado a ese guardia. Lo que
significaba que alguien más lo hizo. La única otra persona era el maldito
chantajista. El lo hizo. El disparó al guardia.
Pero, ¿quien les creería? El tipo los tenía en el video. Maldito video.
« ¿Como hemos podido ser tan estúpidos?» « ¿Como supo siquiera que estaríamos
allí?». Había atormentado su cerebro durante toda la noche, tratando de pensar en
donde, cuando habían estado juntos, discutiendo su plan. Pero hasta ahora estaba
en blanco. A menos que uno de ellos hubiera hablado.
Cerró los ojos. Era la hora en punto. Hora de otro reportaje idéntico sobre el
incendio del edificio de apartamentos, palabra por palabra. Empezó a murmurar
las palabras junto con el presentador, entonces se enderezó en su silla cuando la
voz en la pantalla dijo
―Esto acaba de llegar.
La pantalla de televisión se había dividido. El presentador estaba a la derecha, a la
izquierda estaba la imagen del guardia. Con uniforme de Policía. La boca de Eric se
quedó completamente seca y se quedó mirando la insignia del hombre mientras la
cabeza parlante de la derecha comenzaba a hablar.
―La Policía de Minneapolis ha confirmado la identidad del guardia muerto en el
incendio provocado de la pasada noche. La víctima es Henry Weems, quien se
retiró el año pasado después de una carrera de veinticinco años en la Policía de
Minneapolis. Su hija, Brenda Weems, hizo esta declaración.
Sí.
«Ella está aquí». Las manos de David se aquietaron en la línea que estaba
enrollando. Vio el Ford de Kane atravesar la puerta de la construcción, con el
corazón desbocado y el estomago saltando como cuando tenía trece años y estaba
a punto de pedir a un una chica ir al primer baile de la escuela.
•••
David sabía que debería estar cansado, pero no lo estaba. Una energía fina
crepitaba sobre su piel, una que no tenía nada que ver con la urgencia por entrar
en un incendio y salir indemne. No, era la conciencia de que se encontraba al
borde de algo importante.
Algo vital. Si jugaba bien sus cartas, podría acabar con algo que nunca había
encontrado, pero siempre anheló. Algo que probablemente aún no se merecía.
«Mi propio hogar. Mi propia familia». Una esposa, hijos... todas las cosas que su
familia y amigos habían encontrado, cada uno a su tiempo. A medida que pasaban
los años, se había convertido en el tercero en discordia. El único que seguía soltero.
El único que seguía solo.
Se había quedado en Chicago demasiado tiempo, mirando mientras la mujer con la
que había soñado durante años se casaba y formaba una familia con otra persona.
Había tratado de encontrar a alguien que ocupara su lugar. Pero no había habido
nadie que estuviera cerca.
Hasta una noche de abril de hace dos años y medio, cuando Olivia cayó en sus
brazos en la cena de ensayo de su hermana. «Y tuviste que ir y echarlo a perder».
Pues bien, esta noche tenía la oportunidad de arreglar lo que fuera que la hubiera
hecho salir corriendo. El no lo jodería de nuevo.
Abrió la puerta de entrada de su edificio de apartamentos. Las paredes de la
entrada serian lo siguiente en la lista de la pintura, pensó, mirando alrededor como
hacía cada vez que entraba. Pero cada vez que entraba, el lugar parecía un poco
mejor. Todo lo que necesitaba eran algunos ‘arreglos’, como su madre diría.
7
-UKE- Uke es una palabra proveniente del verbo japonés “ukeru”, recibir y puede usarse con varios significados. En las artes
marciales, cuando los practicantes trabajan por parejas, se llama nage a aquel que aplica una técnica determinada y uke al que la
recibe.
8
-TTY- es un dispositivo telegráfico de transmisión de daros, ya obsoleto, utilizado durante el siglo XX para enviar y recibir mensajes
mecanografiados punto a punto a través de un canal de comunicación simple, a menudo un par de cables de telégrafo. Las formas más
modernas del equipo se fabricaron con componentes electrónicos, utilizando un monitor o pantalla en lugar de una impresora. El
sistema todavía se utiliza para personas sordas o con serias discapacidades auditivas, a fin de poner por escrito comunicaciones
telefónicas.
Olivia frunció el ceño ante la dirección que David le había enviado. Era una
zona rural a veinte minutos de la ciudad. ¿Por qué allí?
― ¿Qué pasa? ―pregunto Kane.
―Oh, nada―Ella alejó su teléfono y volvió a estudiar el mapa del lago―. Hemos
cubierto las cabañas con vistas al edificio de apartamentos. Nadie vio a Tracey
Mullen.
―O no va a admitirlo. Algo está pasando en el edificio. Dame los prismáticos.
Olivia dio unas palmaditas en su bolsillo, luego gimió.
―Me los olvidé antes. Se los entregué a David y se me olvidó recuperarlos. Yo te
los traeré esta noche.
El empezó a hablar, Pero se lo pensó mejor. En cambio dijo: ―Creo que el perro
está aquí.
Olivia se esforzó por ver a través del lago.
―Me pregunto si es el perro del servicio de incendios o del SAR. 9
Habían dicho a Barlow que la chica había estado con un hombre antes de que
comenzara el fuego. El ya había llamado por un perro del servicio de incendios,
pero dijo que también conseguiría un equipo de búsqueda y rescate.
―Dado que no tenemos prismáticos―dijo Kane―. Vamos regresar y averiguarlo.
Cuando llegaron al edificio de apartamentos, un equipo de búsqueda y rescate
estaba listo para trabajar. El perro era un pastor alemán y su propietaria una mujer
alta, cuyo pelo rojo colgaba hasta la mitad de su espalda como una llama. Olivia
solo conocía a una persona con el pelo de ese color.
―Barlow llamó a Brie―dijo, satisfecha―. No estaba segura de que lo hiciera.
― ¿Esa es tu amiga de la guardería de perros?―pregunto Kane, sorprendido.
―Sí. Su verdadero negocio es el entrenamiento de perros para búsqueda, rescate y
detección―Ella aceleró el paso―. Barlow, Brie y yo nos graduamos juntos en la
academia. Durante un tiempo, estuvimos muy unidos―El tercer y mejor amigo de
Barlow, para ser exacta―. Barlow y Brie solían ser pareja. Estuvieron
comprometidos, en realidad.
9
-SAR- siglas en inglés del Servicio de Búsqueda y Rescate
―Gracias por venir, señora Dent―El señor Oaks, el director, saludó a su madre, y
luego lanzó una dura mirada a Austin. Los tres eran sordos y sus dedos volaban
rápido y en el caso de su madre, muy furiosos―. Tu madre condujo desde muy
lejos.
Brie se detuvo junto al coche de Barlow donde Olivia, Barlow, y Kane leían archivos
de personal.
―Debe haber escapado―dijo Brie―. No había restos humanos en la estructura.
―Entonces, al menos, tenemos un testigo del incendio―dijo Olivia. Era más de lo
que tenían después de leer los archivos de personal de Rankin. Había unas cuantas
evaluaciones de rendimiento. Una o dos pruebas de drogas. No apareció nada. Así
que saber que el compañero de Tracey no había muerto con ella era la mejor
noticia que había tenido en todo el día.
Barlow entregó a Brie la bolsa que contenía la ropa de Tracey―. ¿Podemos rastrear
a la chica?
―Por supuesto―dijo Brie formalmente.
Olivia puso el archivo que había estado leyendo en la caja en el coche de Barlow.
― ¿Puedo ver?
Brie le sonrió.
―Por supuesto―dijo ella, su voz fue sustancialmente más cálida.
Kane dejó caer su archivo en la caja.
―Estoy listo.
Brie sacó la camisa de Tracey de la bolsa y dejó que GusGus la oliera.
―GusGus, es el momento de trabajar―Los dos comenzaron, la nariz del perro en
el suelo.
Olivia y Kane siguieron, Barlow unos pasos detrás de ellos, con la cámara de vídeo
en la mano. GusGus los llevó al otro lado de los apartamentos, donde se había
encontrado el cuerpo de Weems. El cogió el rastro, serpenteando a través de los
árboles, parando en la cerca de alambre. Era otro de los tres sectores en el eslabón
de la cadena que el CSU había encontrado.
―Podemos seguir adelante―dijo Brie.
―Por favor―dijo Barlow―. Me gustaría ver como accedieron a la propiedad. A
partir de aquí, no se puede llegar al muelle. Un montón de espinas.
Eric necesitaba probar que Joel estaba muerto. El miró a Albert, que estaba
estudiando el mapa de la calle donde se encontraba el almacén de Tomlinson. El
podía pedir una prueba, pero habían acordado no hablar de ello. Además, Albert
seguía enojado con él.
Eric recordó la nota ridícula que había aparecido en su mente esa mañana. «Por
favor, disculpe a Joel del incendio relacionado con la extorsión, porque está
muerto». Inició sesión en el sitio Web de noticias de la televisión local. Más
temprano, la nota del ‘Accidente’ de Joel había dicho solamente que la víctima
había sido un estudiante de la universidad de Minneapolis. Esperemos que lo
hubiera actualizado.
Lo había hecho y el artículo identificaba a la víctima como Joel Fischer, de 20 años.
Veinte. Debería haber tenido toda su vida por delante. Todos ellos deberían. «Y la
tendríamos si no hubiéramos escuchado al maldito Joel». Rápidamente envió un
mensaje de respuesta, incluyendo la URL del artículo.
Aquí está la prueba.
Esperó un momento y luego leyó el mensaje de respuesta.
Mis condolencias.
Sí, claro, pensó Eric, lanzando el teléfono sobre su sofá.
― ¿Cómo va eso?
Albert levantó la vista del mapa de con una mirada fría.
―Tú has tu parte. Yo haré la mía.
Se habían dividido los deberes, involucrando a Mary en la planificación lo menos
posible. Lo único en lo que estuvieron de acuerdo fue en que no se fiaban del todo
de Mary. Ellos la recogerían esta noche, justo antes de que fuera la hora, sin darle
la oportunidad de escaparse de su plan.
Antes, la situación hubiera sido diferente, los cuatro habrían vuelto sobre los
detalles una y otra vez, aquí en su sala de estar. Eric habría hackeado el servidor de
la empresa de construcción y encontrado todo lo que necesitaran, los planos
necesarios, la ruta del guardia, el horario que les había dicho que el adhesivo que
estaba colocado de los pisos primero al tercero.
David estudió su rostro en el espejo del baño. Colocar el suelo del 2A no le había
tomado mucho tiempo, y terminó con su energía nerviosa, había que hacer el 2B
también. Ahora estaba duchado, afeitado limpiamente, y llevando la camisa de los
domingos y los pantalones que iban con su traje. Incluso había elegido una
corbata. Odiaba esa sensación. Esta inseguridad, la inestablilidad, oh-Dios-me-
siento-como-un-monstruo. Odiaba no saber. Al menos eso terminaría pronto.
No se miraba en el espejo del baño muy a menudo. Por lo general se afeitaba en la
ducha. Durante mucho tiempo después de que Megan muriera, se había obligado a
mirarse en el espejo. Se obligó a ponerse de acuerdo con el hombre que era, no
con el hombre todo el mundo veía.
La gente veía lo que quería ver, lo sabia. En la superficie, él había sido bendecido
con una cara bonita. ¿Qué podía decir? estaría mintiendo si lo negara. El conocía a
mujeres que le echaban una segunda e incluso tercera mirada. A veces incluso se
sentía halagado.
•••
•••
Olivia se frotó con fuerza los brazos con las manos. En parte tenía frío, en
parte estaba nerviosa. Sobre todo nerviosa, admitió. Se puso de pie en la sala de la
cabaña, que estaba dominada por una mesa de madera cubierta de lino, velas, y
porcelana. El hombre sabía como poner una buena mesa. Y planeaba cocinar para
ella.
«¿Y luego qué?» Nada, decidió firmemente. «Nada, hasta que consiguiera algunas
respuestas».
Había estado ‘prestando atención’. «Vigilándome».
Ella captó un destello blanco por el rabillo del ojo y se volvió para seguirlo. Era su
camisa, se dio cuenta, lanzada desde el cuarto de baño a una cesta. Lo que
significaba que en este momento, el hombre estaba medio desnudo. Olivia tomó
aliento, sus brazos ya no estaban fríos. Nada estaba frío en ella. Sabía como se veía
medio desnudo.
Sabia como se veía desnudo. Ahí estaba el problema. El agua comenzó a correr y
Olivia comenzó a caminar, sus pies tenían mente propia, parándose en la puerta
abierta del baño.
El se estaba lavando en el lavabo, con la cabeza inclinada hacia el agua. Aún llevaba
los pantalones y se dijo que era algo bueno. De lo contrario, habría tenido serios
problemas que resolver. «Debía tener respuestas antes»... bueno, justo antes.
Se apoyó en el marco de la puerta sin ser detectada y simplemente lo observó. En
todo caso, se veía mejor que aquella noche, más fuerte, sus músculos más
definidos... solo mejor, lo que realmente no era justo. Por el momento, sin
embargo, le resultó difícil quejarse.
El pelo oscuro de su nuca estaba húmedo y se curvaba un poco, y sus dedos se
morían de ganas de estirarse y tocarlo, pero se quedó en silencio donde se
David estaba en la puerta de la cabaña de Glenn, con los nudillos presionando las
sienes palpitantes. ¿Y? «¿Y?» Su estomago se revolvió. Lo había jodido de nuevo. Y
le había hecho daño. Una vez más.
―Estúpido, jodido estúpido.
Pero quedarse aquí no serviría de nada. Con hombros pesados, cerró la puerta y
empezó a limpiar la mesa sin usar cuando su teléfono sonó. Era Paige.
Por supuesto que lo era.
― ¿Qué? ―preguntó con cansancio.
―Ya sabes, para ser un magnífico chico con un cerebro brillante, eres un estúpido
hijo de puta.
Cerró los ojos, demasiado cansado para luchar.
―Gracias, Paige. Nos vemos mañana por la noche en el dojo. Puedes hacerme
trizas de nuevo entonces.
―Estoy en de camino a Sal´s a encontrarme con ella y Brie para tomarnos unos
mojitos grandes. ¿Qué hiciste?
―Esto no es de tu incumbencia. En serio.
―Voy a tener que decirle que nos conocemos. Nunca la he mentido. No voy a
empezar.
«Fantástico».
―Adelante. No hay mucho que puedas decirle que vaya a empeorarlo.
― ¿Tan malo?
―Oh, sí―«Yo no juego de segunda línea», había dicho ella―. Paige, ¿Quien le hizo
daño?
―Quieres decir, ¿además de ti?
El se estremeció.
― ¿Sabes?, no estás ayudando nada.
―Lo siento. Odio que esté molesta y voy a tener que empeorarlo diciéndole que tu
y yo somos amigos.
―Bien, al menos seguimos siendo amigos―dijo malhumorado.
―Dios. David, lo siento. No quiero retorcer el cuchillo. ¿Quieres saber quien le hizo
daño? Más recientemente, fue su ex novio.
Los ojos de David se estrecharon.
―Es más fácil cuando las cosas ya están aquí―murmuró Albert. Como Eric, llevaba
una lata de gasolina en cada mano. Mary cerraba la marcha en silencio, llevando el
carrete de mecha. Aún tenía los ojos enrojecidos e hinchados.
«Yo debería estar de duelo», pensó Eric. «Joel era mi amigo». Pero todo en lo que
podía pensar era hacer este trabajo y sacar el infierno fuera del Dodge.
―La última vez tuvimos suerte―siseó Eric―. Allí estaba la cola. Te lo dije, las
carretillas elevadoras aquí funcionan con propano y el tanque está en la parte de
atrás. No podemos utilizarlo para iniciar el fuego.
Vestidos todos de negro, cada uno de ellos llevaba guantes y esta vez,
pasamontañas sobre sus rostros. Pasaron por encima del perro, que por fin se
había dormido después de comer la carne en la que habían inyectado un narcótico
que a Mary le había quedado de una lesión en la espalda. Ella miró hacia atrás.
―Está respirando―dijo ella―. Bien. No quiero que nadie más resulte herido.
―Es un perro, no un 'nadie'―murmuró Eric, poniendo sus latas de gasolina junto a
la puerta de atrás. «No una niña». Cuyo rostro aún podía ver cada vez que cerraba
los ojos.
―Volquemos la gasolina―instó Albert―. No nos arriesguemos a activar la alarma.
•••
Sentado en su sillón, tomó el celular que utilizaba con Eric cuando sonó. No
había ningún mensaje de texto de Eric, solo un archivo adjunto. Estaba granulado,
pero pudo ver las llamas que consumían el almacén de Tomlinson. Se habían
tomado un tiempo antes de enviárselo, lo mas cercano a un ‘jódete’ que se
atrevieron. Una parte de él tenía que admirar su valor.
Casi os perdéis la hora límite. Esperad la próxima misión.
Cerró el teléfono y volvió a su tarea nocturna de peinar los correos de sus clientes,
buscando potenciales clientes que estaban listos para un primer contacto. Ah, aquí
había uno casi listo para ser desplumado.
Un flirteo de oficina que había estado siguiendo parecía haber dado el siguiente
paso, el hombre envió a la mujer un enlace a un pintoresco bed-and-breakfast
fuera de la ciudad. Sin embargo no había ninguna invitación, sin detalles. Pero los
habría, estaba completamente seguro.
Al principio los dos habían ido a comer, hablando más que nada de su proyecto de
la oficina. Pero en el momento en que los había de visto juntos, lo había sabido.
Siempre podía escoger las parejas que terminarían juntas. Efectivamente, después
de un par de semanas estaban compartiendo datos personales. Unas semanas más
tarde, ella le dijo al tipo que no estaba contenta con su marido, y entonces el tipo
estaba cubriendo su mano con la suya. Empezaran a pretender tener un romance
de oficina o no, no importaba. Ahí es dónde se dirigían.
Y una vez que ellos hicieran lo feo, él haría negocios. Ka-ching.
Siempre podía detectar a los mujeriegos y a los que estaban tramando algo más.
Los que hacían travesuras con frecuencia se daban cuenta de que era mejor
cometer sus negocios ilícitos a la vista, en lugar de merodear en las sombras,
llamando la atención sobre sí mismos. A veces se salían con la suya siendo malos a
plena vista, «Pero no si yo estoy escuchando».
Los tres se sentaron en la sala de Eric, mirando la televisión sin sonido. Estaba
sintonizada la emisora de noticias veinticuatro horas local, como había estado el
último día. Mary estaba sentada acurrucada en la esquina del sofá, con expresión
pétrea. Albert estaba sentado en un sillón, como el muy enfadado capitán de una
nave espacial.
Tenía unos minutos antes de abrir las puertas a los primeros clientes de la
mañana, así que se conectó a su cuenta en el extranjero. Sin pago del sr. Dorian
Blunt. Bueno, había dado al hombre doce horas. Dorian tenía hasta el mediodía
para pagar.
•••
Steven Oaks, director de la Escuela para sordos, tenía un rostro paternal que
estaba arrugado en estos momentos con líneas de preocupación. Señaló una mesa
donde otro hombre esperaba.
―Estoy sorprendido, Detectives―dijo Oaks por señas y Val expresó―. Pensar que
uno de nuestros alumnos podría estar involucrado en la muerte de la esa joven.
Pero ayudaré de cualquier manera posible. Este es el dr. Haig. Es nuestro psicólogo
y conoce a todos los estudiantes de secundaria. Lo invité a ser parte de esta
reunión. Espero que no les importe.
―No, en absoluto―dijo Olivia y Val tradujo―. Quiero ser clara desde el principio,
no sabemos que el joven al que buscamos haya hecho nada malo. Creemos que él
escapó del edificio que se quemó. El podría ayudarnos.
Eso pareció dejar a los dos hombres un poco más a gusto.
Eric colgó el teléfono público, feliz de haber hecho el esfuerzo. Los teléfonos
públicos eran difíciles de encontrar en estos días, pero no había querido usar su
teléfono para llamar a la sinagoga. Había estado angustiado sobre si debía ir al
funeral de Joel. Si los policías iban a por ellos, podrían estar esperándole allí.
Pero si nadie sospechaba, seria sospechoso que no fuera. Habían sido amigos
desde el jardín de infancia. Pero su dilema había sido resuelto. El funeral de Joel no
sería hoy, lo cual sospechaba que había arrojado a los ortodoxos Fischer a un
nerviosismo real. Recordó a Joel diciéndole una vez lo importante que era para
ellos enterrar a sus muertos dentro de las veinticuatro horas siguientes. Pero el
cuerpo de Joel no estaría listo para el entierro hasta mañana.
«Y yo estaré en Francia para entonces. Au revoir, Joel».
Ya había enviado por correo el paquete de sus recuerdos a su tío. Ahora la única
cosa por hacer era ir a su apartamento y esperar hasta que llegara el momento de
salir para el Aeropuerto. Su Vuelo era a las 5:30 en la terminal Lindberg. No tenía
intención de llegar tarde.
No fue hasta que había girado la llave en la puerta principal que se dio cuenta de
que algo andaba mal muy. Había un fuego crepitante en la chimenea. «Alguien
está aquí».
La puerta se abrió de golpe, pero lo único que vio fue una mano. Sujetando su
propia arma.
―Encontré tu arma, Eric. También encontré la bolsa. Uno realmente debe empacar
más ropa interior limpia al huir a Francia.
En dos horas y media, habían hablado con veinte adolescentes y hasta ahora
no sabían nada. O al menos eso decían. Olivia miró al adolescente turbulento
número veinte deambular fuera de la oficina de Oaks.
― ¿Cuantos más? ―preguntó.
―Legiones―dijo Kane con aire taciturno―. O seis. Parece lo mismo.
Desde el otro lado de la mesa Val, la intérprete, se rió entre dientes, pero no dijo
nada. A Olivia le gustaba. Val había hecho su trabajo de forma fiable y sin una sola
queja.
El director Oaks apareció con el siguiente chico.
―Este es Kenny Lathem―dijo por señas, tradujo Val. Oaks había estado presente
en cada entrevista y Olivia estaba segura de que había obstaculizado sus
resultados. Pero los chicos eran menores de edad, así que no había mucho donde
elegir.
Kenny tenia dieciséis años, su cabello era rubio rojizo. El era estudiante residente y
una vez más Oaks había protestado que ningún estudiante residente habría sido
echado en falta la noche del domingo. Pero Kenny había conseguido una beca para
el campamento Longfellow, por lo que era de especial interés.
―Hola, Kenny―dijo Olivia―. ¿Sabes por qué estamos aquí?
El salió de su camioneta y tomó una gran bocanada de aire fresco. Los gritos
de la intérprete todavía resonaban en sus oídos y su estomago todavía se agitaba.
Si solo hubiera hablado, lo habría hecho mucho más fácil.
Había tratado de permanecer en silencio, suplicó por su vida, lloró por sus hijos,
pero al final, «por suerte para nosotros dos», la intérprete no había resistido tanto
tiempo.
El tenía una descripción y un nombre. Kenny Lathem, dieciséis años, pelo rubio,
ojos marrones, uno setenta y cinco, calzaba unas Converse azules. El no era el chico
que habían estado buscando, sin embargo. Ellos estaban buscando a alguien con el
pelo oscuro y calzando un 10.
Pero Kenny sabia algo y la Policía iban a tratar de hablar con él de nuevo esta
noche para averiguar lo que sabia. «Tengo que encontrarlo primero». El problema
era que el chico vivía en un dormitorio, en una maldita escuela. «¿Cómo voy a
sacarlo? ¿Como me comunicaré con él?»
La intérprete estaba muerta, pero no habría confiado en ella. Usaría papel y lápiz.
Pero primero necesitaba acceder al chico.
•••
•••
La madre de David saludó a Evie y Noah, que estaban de pie fuera del
restaurante.
―Espero que no hayáis estado esperando mucho tiempo.
―Creo que no les importó, Ma―dijo David secamente, estacionando su
camioneta. La pareja estaba agarrada de las manos, sonriéndose como bobos y la
visión golpeó a David con una ola de nostalgia. El no envidiaba a Evie un único
momento de felicidad. Ella había pasado por tanto. Merecía ser feliz para siempre
con Noah.
Solo se preguntaba cuándo sería su turno.
―Tienes que conocerlos, Glenn―declaró―. Ayúdame a bajar, David. No quiero
torcerme el tobillo saltando de esta camioneta con estos tontos zapatos de tacón
alto.
Pero Noah la ayudó a bajar de la camioneta antes de que David pudiera salir. Miró
a David con curiosidad, y luego le dio un beso en la mejilla.
―Phoebe, te ves hermosa esta noche.
―Y tú eres un encanto―dijo―. Evie, ven aquí. Conoce a Glenn.
Evie parecía diferente esta noche. Ella sonreía mucho desde que conoció a Noah,
pero esta noche su sonrisa era más brillante. Algo bueno se estaba gestando.
10
- para los judíos ortodoxos, período de siete días de luto de un familiar cercano, después del funeral.
11
- Teshuvá- forma de expiar el pecado en el judaísmo.
•••
No pasó mucho tiempo hasta encontrar los zapatos de Joel. Estaban en su armario,
debajo de una pila de ropa sucia.
―Kane―dijo Olivia. Levantó uno de los zapatos, lo olió, luego le dio la vuelta―.
Huele a humo y parece cola.
―Entonces estuvo allí―dijo el sr. Fischer débilmente. Estaba en la puerta. La
señora Fischer se había quedado en la sala de estar con el rabino. Olivia no podía
decir que la culpara.
―Eso parece, señor.
―No veo ningún frasco de pastillas―dijo Kane, Mirando por los cajones de Joel y
debajo de do colchón―. El CSU puede buscar residuos, pero... ―Dejó morir el
pensamiento. Por lo general, un chico que se drogaba dejaba alguna evidencia
detrás en su habitación y Kane era bueno en encontrarlo.
― ¿Alguna vez se alojaba en otro lugar? ―preguntó Olivia al sr. Fischer.
―No. Quería vivir en la residencia y dijimos que podría en su tercer año.
Kane levantó un grueso libro de texto.
―Ética ambiental. ¿Cuál era su especialidad?
―Filosofía―murmuró el Sr. Fischer.
Kane hojeó el libro y sus cejas se arquearon.
― ¿Acaso Joel tenía novia?
―No. El estaba ocupado con sus estudios. Dijo que estaba esperando a una chica
judía.
― ¿Quiénes eran sus amigos? ―preguntó Olivia.
Fischer cerró los ojos.
―Los hijos de los Kaufman y los Feinsteins, de la escuela hebrea. Y Eric. Eric Marsh.
Ellos han sido amigos desde el jardín de infancia, en primer grado.
Kane escribió los nombres.
― ¿Estos chicos saben sobre los intereses de Joel?
―No lo sé. El hijo de Kaufman va a la universidad en el Oeste en alguna parte. El
hijo de Feinstein está todavía en la ciudad. No se si Joel los veía a menudo. Eric es
estudiante de ingeniería en la universidad. Creo que almorzaban a veces. Eric era
siempre el que mantenía a Joel firme. Le mostraba los problemas de todos los
planes extravagantes que se le ocurrieron en los últimos años―Su rostro se
ensombreció―. Yo ni siquiera sé si alguien le ha contado a Eric sobre el accidente.
―Es casi la hora del cierre, señor―le dijo a Dorian Blunt, que estaba sentado solo
a una mesa, con los ojos en la puerta. El contable díscolo había estado allí casi una
hora, saltando cada vez que la campanilla de la puerta sonaba.
El pobre Dorian estaba esperando al hombre que lo había contactado a través del
correo electrónico sobre un puesto de contabilidad en una nueva empresa. Había
suficientes detalles verificables para que Dorian creyera en el trabajo y lo
suficientemente comprometido para hacerle desesperarse por el puesto.
Porque Dorian necesitaba un trabajo nuevo desesperadamente. Sobre todo ahora.
El trabajo que había aceptado tras abandonar su antigua empresa después de que
malversara todo ese dinero no había tenido éxito, y las finanzas del hogar Blunt
estaban sufriendo. Tanto que Dorian podría comenzar a escavar en sus mal habidas
ganancias en cualquier momento.
Lo cual no podría hacer. «Porqué yo tomé cada centavo».
Por supuesto no había trabajo. «Solo yo, jugando un poco con Dorian». Como no
quería hacer daño a la señora Blunt o su hijo, había necesitado una manera de
David estaba de pie al borde del muelle de Glenn, con el rostro levantado
hacia el viento fresco que llegaba del agua. Eran más de las nueve y Olivia no había
llamado.
Casi se había rendido y la había llamado, pero se contuvo. La pelota estaba
realmente en el tejado de ella, pensó. Sin juegos de palabras Ella podría estar
ocupada. Ella podría estar liada con un sospechoso y no podía llamar. O,
simplemente podría haber cambiado de opinión.
Miró su caña de pescar y la caja de cebos que estaba en el muelle, sin usar. Los
había traído hasta aquí, con la intención de tratar de atrapar otra lucioperca, pero
había acabado aquí de pie, contemplando. Todo.
Pensó en lo que Evie había dicho sobre las oportunidades perdidas, sobre el
paralelismo de Glenn de su vida con Dana. Servir, con exclusión de todo lo demás.
Dana había hecho penitencia por la culpa que sentía por el asesinato de su madre
a manos de su padrastro.
La mía... la muerte de Megan y la muerte de toda su familia. También a manos de
un padrastro. Es curioso como nunca se había detenido a considerar los
paralelismos antes. Pero siempre habían estado allí, claro para que cualquiera lo
viera. Si alguien sabía la verdad.
Lo qué lo llevó de nuevo a la gran pregunta de Olivia, «¿quién eres?» Todavía no
estaba seguro de lo que iba a responder, si alguna vez llegaba.
Volvió su mente a Lincoln y su ayudante fantasma, que podría no existir.
Era un caos controlado, pensó él. Se quedó de pie en los árboles más allá del
aparcamiento trasero de la Escuela, viendo a los niños salir de los dormitorios,
todos en pijama. Había más de los que pensaba que habría, de edades desde los
cinco hasta los dieciocho, todos asustados.
Llevaban los zapatos, o al menos los llevaban en sus manos. Su mirada se trasladó
al grupo de mayor edad de los niños y vigiló por unas Converse azules altas.
Los chicos hacían señas afanosamente mientras el personal del dormitorio los
conducía a su zona de Seguridad especificada. Estaba empezando a pensar que
nunca encontraría a Kenny, cuando lo vio. Rubio, uno setenta y cinco, llevando las
deportivas azules altas. De pie a un lado, pareciendo miserable.
Tomó su libreta y garabateó dos mensajes separados, luego se pavoneo hacia el
chico como había visto a innumerables policías pavoneándose dentro y fuera de su
David salió del equipo de rescate que el y Jeff Zoellner habían traído de la
Estación de bomberos para el incendio. Explorando el paisaje, trató de asimilarlo.
«Madre de Dios».
El daño ya era enorme. Seis casas ardían, tres a cada lado de un espacio en blanco
que habían sido dos casas más. Nada quedaba sino trozos de papel y madera.
Detrás de las tres casas humeantes de la izquierda estaban los restos carbonizados
de un pequeño grupo de árboles. Y más allá de los árboles, un complejo de
apartamentos de seis pisos aún ardía.
―Puta mierda―soltó Jeff―. Vamos a buscar a Casey. Está probablemente con el
camión.
Su camión estaba a unos cien metros de distancia, con la cesta en el aire. El turno B
estaba sacando a los residentes por las ventanas. Podía ver más gente en las
ventanas abiertas, agitándose frenéticamente. El podía ver las bocas abiertas,
gritando.
Pero todo lo que podía oír era el ruido de los vehículos de emergencia y el rugir del
fuego.
El capitán Casey les hizo señas.
―Dalton y Myers están en la cesta. Relevadlos. La Estación cuarenta y dos está a la
vuelta de la esquina trabajando del otro lado. Dalton y Myers os relevarán cuando
hayan descansado. Vamos a trabajar en rotación hasta que hayamos terminado.
Su coche bomba estaba aparcado cerca y David pudo ver las líneas extenderse al
interior del edificio. Sacó un tanque de oxígeno del armario de almacenamiento
del camión.
― ¿Quien está dentro?
―Perry y Jacobs del B. La Estación Cuarenta y dos también tiene un equipo allí con
las boquillas y los del treinta y ocho están haciendo una búsqueda en el interior.
Jeff se puso su capucha en la cabeza.
― ¿Podemos conseguir apoyo del este?
Casey negó con la cabeza.
―Amenaza de bomba en una escuela residencial.
David se puso rígido.
David se alejó de los restos, tan cansado que apenas podía mover los pies.
Rotando el personal disponible, la suya y las otras Estaciones de bomberos habían
conseguido sacar a todo el mundo. Esperaron. David odiaba pensar en alguien aún
Olivia y Noah hallaron a Micki en la escena del crimen, mirando la hierba aplastada
que estaba manchada de sangre. El sombrero de Kane estaba todavía en el suelo.
Parecía... solitario. Pequeño y para nada como el hombre que lo había llevado.
Kenny entró arrastrado los pies junto a un hombre que Oaks presentó como
Roger Court. Roger era el personal del dormitorio que había hablado con el asesino
de Kane.
Cuando estaban todos sentados, Olivia comenzó.
―Kenny, sé que tienes miedo, pero tienes que hablar conmigo.
Kenny cerró los ojos.
―Quiero volver a mi habitación―dijo por señas con el rostro pétreo.
Danni Oaks lo expresó con una nota de disculpa, sentimiento que Olivia sabía era
de Danni y no de Kenny. Olivia golpeó la mesa, pero los ojos de Kenny
permanecieron obstinadamente cerrados.
Olivia golpeó más fuerte, a continuación, golpeó con su puño con tanta fuerza que
la mesa dio un salto y se estremeció. Aun así los ojos de Kenny permanecieron
cerrados. Su furia barboteaba, haciéndola perder el control y de repente Olivia vio
a Kane de nuevo, tendido en el suelo. Su sangre empapando la tierra. Muerto.
«Debido a que esta mierda no quiso hablar. Maldito muchacho, hablarás
conmigo».
Ella agarró la parte de atrás de la silla de Kenny, retirándolo de la mesa y de todo
alrededor para que no tuviera nada en que apoyarse. Sus ojos se abrieron de
golpe, se enfriaron, cerrándose de nuevo.
―Bien―dijo ella―. Vamos a ver lo terco que eres entre la población general de la
cárcel.
―No puede... ―dijo Oaks por señas. La voz de Danni temblaba mientras hablaba
por su padre.
―Mírame―espetó Olivia―. Sólo mírame.
―Es un chico―dijo Roger en voz alta, haciéndolo por señas al mismo tiempo. Tenía
problemas auditivos, pero ella pudo entenderle―. El no ha hecho nada malo.
―No lo se. Así que voy a asumir lo peor―Olivia sacó las esposas del cinturón y
cerró una en la muñeca de Kenny.
Los ojos de Kenny se abrieron, la terquedad se volvió pánico.
― ¡No! ―exclamó en voz alta.
BIENVENIDOS A DULUTH.
Pasando la señal de la carretera, miró a su GPS. Solo otros diez kilómetros y todas
sus preocupaciones serian eliminadas, junto con Austin Dent.
Bueno, no todas sus preocupaciones. Pensó en Mary y la conversación de Albert.
Ella estaba en lo cierto sobre que ellos podían alegar que los había añadido con
Photoshop en el vídeo. En todo caso, el vídeo mostraba que había habido una
quinta persona allí, que había visto todo. Si ella se hubiera resistido al principio,
eso podría haber marcado la diferencia, pero Eric no se lo había dicho. Ahora los
tenía hundidos profundamente. Aún así, Mary solo podría resistir sí les daba
algunas asignaciones más.
Al principio, había planeado exponer sus modos de sucios incendiarios, humillando
a su padre. Destruiría al hijo de puta, «como él trató de destruirme».
Pero eso ya no era suficiente. Mary había tratado de hacer frente a un juego
diferente, dejando esas bolas de cristal detrás. Ella no era una activista del medio
ambiente, no es que él hubiera creído por un momento que lo hubiera sido nunca.
Ahora era una asesina múltiple. Ese incendio había ido mal esta noche. Había
•••
Esto era malo. Muy, muy malo. El chico se había ido. Tenia que haber veinte
coches de Policía aparcados en el arcén, en ambos lados de la calzada que
conducía un la pequeña casa de Austin Dent. Había pasado lentamente,
observando la acción.
Policías estatales y locales se congregaban en grupos y al mirar por el espejo
retrovisor, podía ver los haces entrecruzados de las linternas mientras los grupos
de búsqueda se lanzaban al bosque. Eso significaba que no lo tenían tampoco.
Aún.
El muchacho estaba huyendo, obviamente no confiaba en la Policía. Chico
inteligente.
Siguió su camino hasta que ya no pudo ver el resplandor azul del parpadeo de las
luces de los coches de Policía, y luego aparcó en la cuneta, abrió el teléfono de
Kenny, e inició un mensaje para Austin.
«Los Policías me interrogaron toda la noche en la oficina del Oaks». No se si eso
era cierto o no, pero Austin no lo sabría tampoco. «Saben de ti Quieren arrestarte.
Se cuidadoso».
Cerró el teléfono. Eso impediría un poco más que el chico confiara en la Policía.
Podía buscar al niño, Pero ¿quien sabia donde estaba? Hizo un giro en U y regresó
por donde había venido. «Tengo que atraerlo a mí».
•••
David no podía dormir. Yacía allí abrazándola, con imágenes destellando tras
sus apretados ojos.
Zell inmovilizado, Kane muerto. Podría haber sido ella. En la cacofonía de sus
pensamientos, ese era el que gritaba más fuerte que todo lo demás.
Ella no dormía tampoco. Yacía rígida en sus brazos, con respiración entrecortada.
Se estremeció en un suspiro y el tocó con sus labios su mejilla, bañada en lágrimas.
―Hey.
―Sigo viéndolo allí―susurro ella, con voz ahogada―. En la hierba. No puedo creer
que esto haya sucedido.
El la volvió en sus brazos y sus puños se apretaron contra su pecho antes de que
sus manos se extendieran, sus dedos clavándose en su piel mientras otra andanada
de sollozos la atravesaba.
―Está bien―murmuró―. Llora si lo necesitas. No te dejaré―Le acarició el pelo
hasta que sus sollozos se calmaron y su respiración se detuvo.
Frotó la palma de la mano sobre el pecho, limpiándose las lágrimas.
―Te he mojado todo.
―No me importa.
―Tengo que pensar.
―No, cariño. Necesitas pasar el duelo, y ese es un largo camino. Kane era un buen
hombre, un buen policía. Era tu compañero. Habéis pasado más tiempo juntos de
lo que la mayoría de la gente hace con su cónyuge. Te cubría la espalda y confiabas
en el. Lo querías.
―Sí―Fue un ronco susurro―. No lloré así cuando murió mi madre.
Oyó la culpa en su voz.
―No eres una mala hija porque no lo hicieras.
Ella levanto la cabeza, le miró en la oscuridad.
― ¿Qué?
―Te sientes culpable porque estás de duelo por Kane más intensamente que por
tu madre, ¿verdad?
Ella asintió con la cabeza, las lágrimas cayendo de nuevo.
Olivia debió haberse dormido porque una alarma del teléfono celular la
despertó. Ella yacía acoplada contra David, sin abrir los ojos él pasó sobre ella para
silenciar la alarma. El pasó la mano por su brazo, ahuecando su cuello y
masajeando la base de su cráneo con el pulgar.
―Tenemos que continuar.
Los acontecimientos de la noche se reprodujeron en su mente y una ola salvaje de
dolor se apoderó de ella.
―Yo no quiero―susurro―. Esto duele.
―Era un buen hombre. Un buen policía. Lo querías. Va a doler.
Le ardían los ojos. Obstinadamente los mantuvo cerrados.
― ¿Podemos fingir que no es por la mañana durante cinco minutos más? ¿Por
favor?
―Claro―Su voz era ronca pero dulce y de repente no lo que ella necesitaba.
El había puesto distancia entre sus cuerpos y ella sabía porque. Ella se apretó
contra él, sintiéndolo duro y listo.
―Lo siento―murmuró él―. No puedo evitarlo, de todos modos. No cuando me
despierto contigo.
La noche anterior había maniobrado alrededor de su propio dolor. Ahora ella lo
necesitaba para hacer que el día desapareciera, solo por unos pocos minutos más.
―David, si la noche anterior no hubiera sucedido, ¿Cómo me habrías despertado?
Le oyó su súbito aliento.
•••
Austin Dent abrió los ojos. El sol estaba alto. Había dormido poco. Muy
preocupado.
Su madre estaría muy preocupada, a pesar de que había sido el primer y único
mensaje que haya enviado cuando se escapó. «Estoy bien. Tomé tu coche. No hice
nada malo. Lo siento».
Su corazón aún retumbaba cuando recordó ver el coche de la Policía en su camino
de entrada. «Corre». Teléfono en mano, había agarrado una sudadera con capucha
de una silla y se escapó por la ventana de su dormitorio. Había corrido por el
bosque, sin mirar atrás hasta que había llegado a la casa de un vecino. El vecino
había dejado una bicicleta afuera y la había cogido, montando tan rápido como
pudo a una parada de camiones donde su madre trabajaba de camarera toda la
noche. Su coche estaba allí. Por suerte, las llaves y la cartera habían estado en sus
bolsillos cuando había huido.
Había tomado su coche, en dirección al norte, con la intención de pasar la frontera
canadiense.
Pero, ¿qué bien haría eso? Ese era un pensamiento loco. Tenia que encontrar una
manera de detener esto. Necesitaba pensar. Necesitaba dormir. Por suerte había
más lugares donde esconderse aquí en los bosques del norte que en cualquier
lugar que supiera. Había metido el coche un claro y consiguió descansar un poco.
•••
•••
•••
Austin se quedó atrás entre las sombras del callejón al lado de la Biblioteca.
Desde allí podía ver cualquier coche que viniera por la calle y a su espalda había
una valla de tela metálica de dos metros de altura, así que nadie vendría por
detrás.
Tan seguro como pudo estar, dadas las circunstancias.
Contuvo el aliento, aunque su instinto le decía lo que iba a suceder. La Biblioteca
estaba a casi kilómetro y medio de la Escuela. Para que Kenny estuviera aquí antes
de las 12:30, tendría que cortar los últimos diez minutos de su tercera clase de
inglés. La vieja señora McMann no daba pases para el baño. Nunca. ¿Posibilidades
de que Kenny viniera? Casi nulas.
Una camioneta blanca se detuvo en el aparcamiento y un hombre se bajó y caminó
al coche de la madre de Austin. Se quedó congelado donde estaba, los ojos de
Austin se quedaron fijos en el rostro del hombre que había disparado a ese
guardia, que había iniciado el incendio que mató a Tracey. Cuando se movió, su
•••
•••
David se sentó en la silla del escritorio de Olivia, con los ojos fijos en la
ventana de la oficina de Abbott. Ella estaba allí, con Noah, Abbott, Barlow y Micki,
releyendo los mensajes de los teléfonos celulares y revisando el vídeo que habían
encontrado en el bolso de Mary. Periódicamente ella levantaba sus ojos,
encontrando los suyos a través de la ventana, y agitaba la cabeza. Sin noticias.
Noah arrastró una pizarra blanca a la oficina y David pudo ver que habían
desarrollado una línea temporal. Cada incendio, cada asesinato. Pero solo una cosa
importaba ya.
Sus tripas estaban en rotación constante. Trató de no pensar en las fotos que había
visto, los cuerpos de los dos estudiantes universitarios que Mary había matado,
pero llenaban su mente. La muerte de Tracey Mullen había sido un accidente, pero
la de los demás... Mary era una asesina.
«Y tiene a mi madre». Habían pasado casi dos horas. Podrían estar en cualquier
parte. Había llenado el tanque de gasolina antes, suficiente combustible para llegar
a Canadá antes de que tuvieran que parar.
Detrás de él, Tom paseaba frenéticamente. David había llamado al chico desde el
coche de Olivia desde la Oficina de Truman y Tom había estado esperándolo aquí,
con la cara blanca y aterrorizado.
David puso la bandeja sobre la mesa que Tom había ocupado en el Deli.
―Está lleno hoy.
Tom levantó la vista de su ordenador portátil.
―Lo sé. Los estudiantes están hablando sobre el tipo muerto que encontraron en
el dormitorio, los policías están hablando de Kane, y los bomberos o hablan de tu
compañero o... de ti.
―Maravilloso―David se sentó y deslizó el sándwich de Tom sobre la mesa―.
Come.
Tom frunció el ceño ante la comida, y luengo ante la falta de ella de David.
― ¿Donde está el tuyo?
― ¿Cómo puedo ayudarles? ―la Sra. Annie Walsh les dio la bienvenida con una
cálida sonrisa, al instante David pensó en su madre. «Por favor». Su corazón se
hinchó llenando su garganta, ahogándolo. «Por favor, no permitas que la hiera. Por
favor. Haré lo que sea».
― ¿Señores? ―la Sra. Walsh se los quedó mirando― ¿Es algo malo?
David se aclaro la garganta con fuerza.
―Estamos buscando información sobre una mujer que vivía en una de sus
propiedades de alquiler. Su nombre es Mary O'Reilly. Habría sido hace al menos
tres años, tal vez más―El le dio la dirección.
―No, nunca alquilé a algún O'Reilly cualquiera de mis propiedades―Ella comenzó
a cerrar la puerta y David levantó la mano, viendo el miedo parpadear sobre su
cara.
―Por favor, no somos delincuentes. Mi madre está desaparecida. Su nombre es
Phoebe Hunter.
―Mi abuela―agregó Tom―. Ha estado en las noticias de hoy.
Los ojos de la señora Walsh se agrandaron.
―Oh. Oí eso. Pobres chicos. Pero yo no os puedo ayudar. Yo no conozco a ninguna
familia O'Reilly.
David frunció los labios, pensando.
―Su nombre era María Francesca. Quizás...
― ¿Mary Fran? Oh, por supuesto, me acuerdo de ella. Pobre corderito. Había
perdido a su madre. Eso fue antes de que vinieran a vivir en mi propiedad, sin
embargo.
― ¿Cómo? ―le preguntó David y ella dudó, con compasión en su rostro―. Por
favor, señora.
•••
―Es sólo un rasguño―dijo Tom con los dientes apretados. Se había raspado una
capa de piel por proteger a dos transeúntes cuando se disparó el tiro que mató a
Crawford―. No lo compliques.
―Tengo que mantenerme cuerdo―David término de vendar la mano de Tom y
miró hacia la ventana dónde Olivia estaba de pie, mirándolos. Una nueva flecha de
miedo le traspasó.
―Es como cuando hay turbulencias y los auxiliares de vuelo tienen
miedo―murmuró Tom, con los ojos en Olivia también.
David se hundió en la silla de Olivia, cerrando los ojos para enfocar.
―Estar aterrorizado no traerá a mamá a casa. ¿Qué sabemos de Mary?
―Está hecho―Olivia pegó la foto de Kirby en la serie. Austin estaba de camino con
su madre, así que esperaba que la identificación y posterior orden no llevara
mucho tiempo.
―Envía el mensaje desde el teléfono de Austin a la cuenta falsa de Kenny―dijo
Noah―. Tenemos SWAT y francotiradores rodeando el punto de encuentro.
Escogimos un área que estará desierta a esta hora de la noche. Me apostaré fuera.
Tu vete a casa, descansa la cabeza.
―Voy a ir, también, tan pronto como Austin identifique a Kirby.
Demasiado nerviosa para sentarse, comprobó sus mensajes. Eliminando los de los
periodistas, se detuvo en seco al escuchar la voz de David, luego saco su cámara
del cajón del escritorio antes de que el mensaje hubiera terminado.
―Noah, David sabe donde fue Mary. Hasta el lago, cerca de los apartamentos.
― ¿Fueron solos David y Tom? ―exigió y ella le lanzó una mirada.
― ¿Tú qué crees?
Empezaron a correr, luego se detuvieron por orden de Abbott.
― ¿Qué está pasando?
―David encontró a Mary―dijo Olivia―. Tenemos que movernos.
― ¿Donde está el chaleco?
Ella se dio una palmada en el hombro, se dio cuenta de que aún llevaba la bolsa de
hielo.
―En la sala de conferencias. Id a por el coche―le dijo a Noah―. Me lo pongo y
nos vemos abajo.
―Esa es―David señaló un toldo verde, a unos cien metros de distancia. Habían
aparcado tan cerca como se atrevieron y ahora se arrastraban a través de los
pesados árboles que recubrían la orilla del lago―. Me gustaría tener unos
prismáticos.
―Me gustaría tener un arma―murmuró Tom―. ¿Cuál es nuestro de plan?
•••