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Ernesto de la Peña

Palabras
para el desencuentro

Ernesto de la Peña
Siete ausencias

E ste amor se divide:


a veces tarde gris que hace noche en promesas
con la simiente que pugnaba al árbol
y el trino de un violín en las entrañas.
Otra vez el ocaso que se rompe:
la estrella se transforma en una araña
y el ropaje de olvido que te cubre
se salpica de ayes y denuestos.
Al sentir la estatura del instante
dirimir esponsales con la muerte
romper un dique, edificar un barco, pardo por ensueños:
irrumpir en el túmulo de un párpado;
decir adiós desde el bajel del grito...

Fuiste una tarde cándida:


cuando se conjugó tu espera con mi angustia,
cuando a mi voz vacía
le brotó viento, la cripta y el reflejo
y le nació el espacio a la crisálida.
5 ernesto de la peña

En el hombro una pequeña voz se te reclina


y te va interrogando:
¿cómo un tallo sin sombra junto al éxtasis?
¿por qué la orquídea te florece en lápida?
¿junto a qué boca la sumisión del párpado?
(y le rompí los labios al silencio)
¿en qué estuche de lágrimas el pétalo?
¿en cuál mano la estirpe de la culpa?

Una ciudad, gris de lejana, se insinúa:


largas tardes al acecho:
“—¡No tomes el sollozo entre las uñas sucias!—”
algún tema de orquesta en el humo del azoro
(era grande el terror de las paredes
y la irrisión de un duelo advenedizo
y el pugnar por el tiempo devorado)
idioma declinado en ausencia y chocar de burbujas,
un barrio en cartelones, gas neón, orín, cigarros pisoteados
y un guijarro aguzado en la garganta...

Sangre en las grietas de una calle anónima,


un fósforo hace arder las torres absolutas,
la confidencia estalla
y la ausencia futura se tuerce los cabellos:
palabras para el desencuentro 6

una madeja inmensa, impotente, la constela.

(—¡Dos vueltas más!—)


(—¡Tu casa es a las nueve!—)
¡Qué navidad de sal bajo de un árbol!
¡Qué luces por la esfera de colores!
Aventuras del mar...
Las primeras esporas de un libro escrito en griego.
—Vida, mañana no estaré...
—(Recuerdas?: “Una ventana gris para mirar el crepitar del alma”).
—¡Vida, mañana no estaré
y no estará tu frente con mis párpados!
(Se te quiebran las manos, de tendidas;
ni un timbre amigo te dirá del júbilo).

Física de ataúd,
gravedad en las ingles,
espesura terrible de un cerebro aterido.
(Periferias de un mapa te esbozaban la arista del fracaso).

Hay invasión de alcohol:


(Recuerdas?, dije:
“enjambre de arrecifes decididos tijereteando la costa”
y era octubre, otro mes de un copo inexistente)
árboles, casas, un surtidor de fuente,
eructos en las llamas de la noche
7 ernesto de la peña

(un danés se asomaba por las orillas de la nada)


—¡Te digo que te acerques!—
anchas calles con rótulos...
te propones los ojos hacia dentro:
(¿y si dios fuera más compacto,
la intensidad del ser,
su nieto?)
—¡El avión tiene riesgos!—
¡abrígate! ¡no leas novelas de misterio!
Se erige el alba en árbitro
(lloré sobre su edad y su cariño)
flor de vientos y hélices
y lo negro
se adentra, se abalanza...

Una voz germinada de cristales


caminaba las rutas de tus venas:
—¿Qué? ¿no tienes papá?
y un ángel se quebraba en la orilla del cielo.
—¡No! ¡no es posible! ¿entiendes?
Debes seguir subiendo:
son tres pisos sonoros
tres peldaños abiertos a la dicha.
palabras para el desencuentro 8

Un sonido de timbres te recibe,


una mano recíproca en el beso;
recuerdos del azogue:
“...las tardes confidentes en cines populosos,
el amor conjugado entre rumor de ausentes
y la flagrante marca de su boca en mi oído”.
—¿Dónde está tu mamá? ¿qué? ¿no tienes?
¿eres huérfano?
Declinaciones cuesta arriba,
congojas de un sistema que no quiere vencerse.
(Hace mucho nos hizo,
nos está muy lejano, se ha olvidado...
a veces, por las noches, llega en forma de sueño:
una calle vecina,
un primo de impermeable, muerto hace varios años:
—¡Ven! ¡camina conmigo!
largas calles oscuras transitadas de faros,
un brazo que se esfuma entre mis dedos).

—Y no lo encuentran nunca:
siguen nadando siempre, más allá del terror,
cuando su carne pulula de gusanos en medio de la tierra,
mientras que se les rezan novenas expiatorias
los brazos se sumergen en el fondo del caos,
contritos de la búsqueda,
perdiendo los pulmones en su nado sin fruto—.
—Estamos en su mano, caminando, perdidos:
9 ernesto de la peña

a veces reventamos los hongos de una bomba


esperando irritarlo
y es un juego de amibas en el seno del mármol—.

Un gran muro en la muerte,


una yedra que trepa los recodos del viento
y el silencio
el silencio.

¡Sí, alguna vez las ancas en resuello,


alguna vez tornar al pozo en que nacimos
a revestir la desnudez del ojo
y adornarse los gritos con la opaca dulzura del quejido!

Porque amar es estarse diciendo:


—Las tardes de los martes me entregaba los párpados
corriendo en el azul veloz del cielo
con flor de piel en contacto... y risas
y un viento que se abría ante el espacio;
después, quedarse a solas con los ecos del labio.
palabras para el desencuentro 10

Amar es ser la noche mientras brincan los astros,


cuando estalla en parábola la cárcel de un gemido
y aflora hasta las yemas el miedo elemental
de una vieja prosapia dividida
expulsada por las manos hirsutas de un arcángel flamígero.

Amor es este cáustico de cuchillos exactos...


amar es romperse la espera con el tacto del éxtasis,
transformarse en los ojos que se velan de ausencia...

(Un pañuelo agorero despedido,


las horas prolongadas,
la algidez de la sangre,
una duda impertérrita que recorre las vértebras:
—¡No te vayas... despierta!)
Estrellas de cabeza y el ángel derrotado,
las manos empeñadas en ahogarse de furia
atavismos del humo,
la inquina del reproche que se aferra a tus ojos,
los dedos coagulados en espera del tacto
y un estertor de hiel en las lindes del alma.
11 ernesto de la peña

Amor de buena estirpe echado por la borda,


olvido de las sienes,
desposesión eterna de unos labios de azúcar.
Lápidas por el alma,
congojas de suicidio que detiene su gesto
y una voz en el fondo:
—¡Eres tan pequeño! ¡tú no entiendes las cosas!
¡ten cuidado!
hoy te espero a las once...
si alguna vez me muero... ¡no te olvides de mí!

Un aguijón se ensaña en tus recuerdos


hace nulas las luces
se explaya en la crueldad de un sistema de ausencia
de espera de un teléfono que no incurre en milagros
de carne que se cierra con su propio circuito
y preguntas caducas.
Mis manos, sin oídos, se vuelcan en la nada
y una voz en el fondo
pequeña, transparente:
—¡No hagan caso! ¡no sabe!
¿te abrigaste en la noche?
¡hoy tienes que inyectarte!
palabras para el desencuentro 12

Alta llama de un féretro que no encuentra la arcilla,


venas de hielo persistente,
una planicie desolada,
en el viento, el espectro de una voz fenecida,
un rostro que pregunta y una risa en guijarros,
la silueta leída en la tez de mi carne,
en el telar del grito...
y una voz en el fondo,
indefensa, cautiva,
prójima como el llanto:
—¿Y quién es tu mamá? ¿hermanitos no tienes?
—Se llamaba Tales, habló del agua...
el otro, Anaximandro...
¡Sí! ¡ya entiendo!
usted es muy chiquito ¿cómo sabe esas cosas?

Una mueca demente por el filo de sangre


el crujir de la muerte apretando el espíritu
y el adiós aplastante como agonía de cielo...

Mira:
aquí, dentro de mí, quedó la nada
agazapada en poros y veneros.
13 ernesto de la peña

Un páramo de muerte te rodea


el espacio convulso en que te mueves
y los ojos, sin órbitas ni lágrimas
se van yendo hasta el eco de la noche
a solas,
convencidos del hueco del silencio,
asomados al límite del gesto,
al último momento de los párpados quietos,
aferrados sin fuerza a una silueta
que escapó por la eterna distancia de un instante.
Un silencio absoluto me constela:
una estrella se quiebra entre sus tallos,
una voz se difuma entre sus corredores desolados
y un puño de mi sangre desbarata el murmullo de las hojas.

La tierra está callada:


el caracol preciso de tu mano en caricia
se ha perdido en un mar sin retorno
y tu voz absoluta
que se adhería a mi cuerpo en los siglos del éxtasis,
ha cedido ante el muro,
se ha quedado a la puerta
acurrucada,
cuando me quedo a solas
mientras pierdo los ecos de tus ojos cercanos
y el sonido pequeño de tu sweater al rozarme los brazos
palabras para el desencuentro 14

me sumerjo en el fango de un cielo despojado,


en la tierra sin ruido de pisadas
y un cristal apagado desbarata el sollozo...

Esto es lo nuestro:
no estudiar los jardines de una historia absoluta
ni medir en los astros la dimensión del alma;
no respirar a fondo la planicie del júbilo
ni pugnar con estrellas
ni levantar astillas con el cutis del llanto.

Así fuiste creciendo:


vegetal y difusa en las entrañas
con las tardes fundidas en un juego de risas
y las pequeñas manos, huéspedes de mis manos
en alabanza al pasmo
y al amor, que tirita las galerías de asombro...
¡y qué poesía esencial florecía con tus párpados
cuando estábamos en franca vecindad
con dios y con los ángeles
y yo llamaba hermanos en medio de la tierra,
de esta tierra dolida que pisamos
a los ángeles lúcidos que corrían por tu cuerpo!
THE ONLY THING THAT MATTERS IS MUSIC.
15 ernesto de la peña

La densidad nocturna es una voz abierta


que se olvida del polvo que te abate los ojos
y promulga el perdón que te niega la tierra
en la final punzada de un adiós a raudales
lancinante y agudo, como perder el ser en ademán de lodo
atendiendo a los pasos que dibuja un planeta
en la garganta pródiga de dios...
THE ONLY THING THAT MATTERS IS MUSIC.

—¡Ten cuidado!, en un rincón te acecha dios,


te está espiando
(el cuerpo se me plaga de milagros)
y te invita a una fiesta en el cielo.
Dios te camina junto
y ha llorado a sollozos porque no eres buen niño:
cuando eres malo aquí
una flor de cristal se desgaja en el cielo
se desgarra una lágrima en medio de los astros
y un tallo de dolor le crece a dios en la garganta...
THE ONLY THING THAT MATTERS IS MUSIC.

Y tú, lejano dios,


te me acercabas a distancia besable
y casi realizabas tu suspiro en mis dedos.
Una luz despedida se te enciende
en los ojos vecinos, lacrimosos...
THE ONLY THING THAT MATTERS IS MUSIC.
palabras para el desencuentro 16

Aquí crecen catástrofes de ausencia,


murallas infinitas, desoladas,
y llanuras de nieve que no saben tu paso
ni escucharon la brisa de tu labio en palabra
ni sumergieron la inquietud del fuego
en la indomada playa de tu voz en susurro...

Y la ausencia es la espina dorsal


de todos los cometas de tu cuerpo
y resuena en los golfos oscuros de mis manos
arrancando la piel para poner al aire un corazón de aristas,
un estilete en llamas por el caudal siniestro del espanto
y por el agua hirsuta del quejido...

THE ONLY THING THAT MATTERS IS MUSIC.


THE ONLY THING, MUSIC.
MUSIC.

diecisietedenoviembredemilnovecientoscincuentaycinco
sietedediciembredemilnovecientoscincuentaycinco
ochodediciembredemilnovecientoscincuentaycinco
dieciséisdeoctubrededosmiltres
veinticuatrodejuniodedosmilcuatro
veinticincodejuniodedosmilcuatro
dosdejuliodedosmilcuatro
Cuando fallece

C uando fallece ¿a dónde va el amor?


habló el poeta muerto a mitad del eco;
porque la vida siempre
estúpida, obediente
en ese antro sin sombra
en esa nulidad que no sabemos, en su esquina en tinieblas
y con el habla a gritos sin respuesta
supongo, me supongo
que no se va, que aquí se queda,
que esta fiebre incendiada,
el crepitar sin tregua,
este turbión de luces que te asfixia
sigue vivo, aterido y sin descanso
profanado, benigno, olvidadizo
perplejo y sin destino
y se asume en los nuevos
los que antes de nacer se están ardiendo
en esa llama nívea
en la hoguera sin miedo y sin recursos
palabras para el desencuentro 18

de los que, todos, nacen a la muerte


vivos, ilustres, sin contrastes
con los ojos abiertos, sin vestigios
de los fantasmas que extinguieron tu amor y tu dejancia
y llegan hasta aquí,
virginales, obtusos y magníficos
a dar el ser en una muerte
que los anula y nutre a los futuros.

diecinuevedejuliodedosmiltres
veintedejuliodedosmiltres
dieciséisdefebrerodedosmilcuatro
diezdejuniodedosmilcuatro
oncedejuniodedosmilcuatro
Tres poemas de espera

É ste es el sitio en que tu nombre crece


en donde pedernales pálidos identifican tu sombra que camina
éste es lugar en que tu espacio escala la luz de los planetas
y en que tu huella vertebral se imprime y se confina.
De aquí sale tu aliento en espiral de azoro
denominando el cielo y el paisaje
fijando la cabellera frágil de las plantas.

Tu estancia aquí te fue confabulada


te fue urdida la sangre en que te mueres
y el calor vegetal que te recorre;
estás aquí, predicho,
consabido entre todos
acariciado en lenguas que repiten tu especie y tus palabras
y que dirán tu nombre funerario.
palabras para el desencuentro 20

Como una gran llanura erguida por la tarde


la soledad a luces
tendida, boca arriba, sobre el incendio ciego de las nubes:
porque no estamos en el tiempo justo
ni amamos lo que dura
ni conocemos el perfil interno de las cosas
y nos vamos moviendo con las manos quebradas
hacia un origen cierto, final e inevitable,
con los gestos cerrados en su propia estatura
desoladas las voces en los muros del miedo
en la angustia incesante de la especie abolida
y nos morimos solos
y ni el amor nos acompaña
ni nos conocen los antiguos hermanos de la tierra
y se nos pudre adentro la esperanza
como se pudre el alto vaso de la noche
y se encamina a alguna estrella transparente
que nunca habitaremos
y Dios se queda mudo con las manos próvidas.

Porque nos hablan


y entendemos el eco
y a veces, translúcida, contemplamos la efigie pura, intacta, de un poema
21 ernesto de la peña

y nos apoyamos en la cintura exigua de la tarde


esperando, en tristeza, que nos amen
que el milagro acaezca
que la música advenga
que se realice el alma
y que la única estirpe de una boca infinita
vaya trazando un derrotero claro, seguro, protector,
un peldaño postrero para arrojarse al agua
y hacer sonar la espina dorsal en que el sol surge.

Tu nombre es, muchas veces,


como una caja de cristal sonoro y subterráneo
que reproduce tu sabor a tierra
y sitúa tus palabras en el espacio quieto de una lengua imperfecta;
una mujer se muere con las mejillas lívidas
y tú vas a su muerte
con el cirio de luto de una ignorancia cándida
y el pánico de ver la dimensión ausente
en que sus pasos van a refugiarse
sin que tus pies los sigan.

Aquí, en medio de la arena de las playas del mundo


con el sonido de ultramar como sal de ventura en tus arterias
palabras para el desencuentro 22

levantas el fracaso de un poema absoluto


y propalas prestigios de la labor del hombre.

Aquí, junto a una costa mutilada


que han invadido, lúcidas, las hembras de caderas seguras
ha de venir, de noche, una mujer
(claridad de lo negro en las pestañas
y en el cabello, propicio al sortilegio)
para efectuar de nuevo el prodigio del sexo
y evocar las palabras de algún dios inequívoco
que nos está arrojando con dolidos arcángeles
y nos revuelve adentro la náusea del origen.

Tú estás aquí, de pie, desconocido,


ignorado de todos los planetas
y elevado por todas las palabras
pretendiendo entender y designar,
aspirando a medir el ámbito del tiempo
a imprimir la silueta del hombre entre los astros
y pisotean tu sombra sin sostenes
los viajeros que escapan al vacío
los mercaderes de metal podrido
los afiliados de la sombra
los que no desfloraron el verbo ni la carne
los que nunca lloraron la estatura del mar
23 ernesto de la peña

y un niño transparente te recoge en el hueco de la palma


y tu agonía se esfuma como el amor en ascuas
y se olvidan tu duelo, tu boca y tus palabras.

veinticincodejuniodedosmilcuatro
Imagen

T ú, hermano mío, mi igual, mi idéntico,


estabas entre paños de mortaja y corazones dados al escalofrío;
te llevaron de niño cinco doncellas mortuorias
y tu lucha en la luz fue condenada
como lo fueron tus pruritos de amor y compañía.

La noche es larga y hierve de coloquios espectrales


cuando se ha echado por la borda toda la sal del mundo
cuando has negado asilo a los que te aman
y has ardido impotente
viendo la vida irse por tu ventana a oscuras.

Hay un silencio negro que te cierra las venas


un cadalso al reposo de las risas y el juego:
florecieron en ti desperdicios de dádiva
y gestos prematuros
o perdidos mirando un reloj criminal y acontecido.
25 ernesto de la peña

A veces, desde el fondo de ti, sin temor al ridículo


sin estar en un gesto de perfil historioso
quieres gritar arrullos y acariciar el viento y la garganta
enamorarte a vida entera
darte a gritos, a lágrimas honestas,
y un sonido pedante te repta por la boca
y un escuálido desprecio te rompe
y las puertas culminan, definitivamente,
abandonándote al estrépito de un mínimo fracaso,
a la historia venal de un grupo de mujeres.

Te cansas pronto, Ernesto,


se te cierra el aliento sin llegar a un lugar deshabitado
no precedido de hombres o de cosas,
se te quiebran los puños antes de abrir de veras un secreto
o instaurar una fecha
o cosechar amor como un tallo lumínico de fuego y permanencia.

Eres volátil y áspero como el sabor del humo


que penetra, acaricia, irrita y saca lágrimas
y está desvaneciéndose
en los bordes del labio que lo aspira
y en la brasa que se lleva a la nada
su ardor incólume recién nacido y muerto
que te dio tu sustancia perdidiza
palabras para el desencuentro 26

tu estar perecedero
tu difamarte en triste espuma que se va
rozando tenuemente, antes de fallecer, la vida.

veinticincodeabrildemilnovecientossesentaycuatro
¿Quién te sustituirá
en mi corazón?

¿Q uién te sustituirá en mi corazón


inveterada soledad?
¿Qué nuevos nombres tomará el veneno
para decirme siempre que regreso a mi organismo,
cifra sin pretextar el vértigo,
y con brechas más hondas
con dolores aún mudos y serenos?

¿Quién tomará tu nombre


llevándoselo a rastras hacia un fingido patio resonante
y volverá, vestida de colores entusiastas
a vigilar mis gestos solos?

Levantaré otra vez, con el solo caudal de mis instantes


una nueva ciudad, un rostro nuevo,
una nueva victoria sorprendida
y en el aire del mundo se escucharán mis sílabas frenéticas:
el fuego prenderá su cabellera
palabras para el desencuentro 28

despiadada y certera
sobre mi tez absorta
y desde mí, sin esperanza,
detonará sus tallos la palabra.

¿Quién llevará los números constantes que te forman


durante las vigilias paralelas
y diseminará tu rostro exacto
tu alarido de diosa arrebatada
tus entrañas de márgenes furiosas
tu carnicera sombra fatigada
tus fauces de animal alucinado y vengativo
tus senos de cortezas asesinas?

oncedejuniodedosmilcuatro
Et ego in Acadia...

É ste es el brillo verdadero


el que nace del alma mortecida
el que viene de la selva áspera del tacto
estremeciendo la región doliente de la sangre
desgarrando, al pasar, los rostros indistintos.

Éste es el gozo negro, grande, arrebatado:


desde este estanque ahogado en donde yacen las palabras
si no tienen la lengua escarnecida
que profiere su nombre y sus ilustres gestas,
estas palabras mudas, guardadas en la caja del milagro,
entregadas al cuerpo intacto de su origen,
van cayendo marchitas sobre la piel hundida del vasallo
e introducen sus picos de diamante
sus erizadas garras de hielo clandestino
en el nido preciso de su estirpe
y una punzada alerta se instala en los aleros de los muslos
y mutila a los hijos venideros.
palabras para el desencuentro 30

De aquí debes salir,


ungida para el canto final de toda playa
purificada ya de la sentencia de la carne
virgen para el vértigo
extranjera absoluta en las rutas ambiguas de los ríos
siempre extraviada en los labios proscritos de los hombres
acariciada en el fervor aciago de tu madre frenética
vendida a mil postores cancerosos
sólo entregada al vuelo errátil que te instaura.

En el fondo de ti, junto a tu infancia irredimible


hay una fuente triste de sonidos
un manantial agudo de desastres sin nombre
una innombrada nube de goces subcutáneos
y un río definitivo de besos calcinados.

Por eso, cuando brotas como torre final de turbulencias


edificada en mansedumbre
con el resabio acre de tu letal edad
cuando avientas la especie que te encubre
y pronosticas tu final ramificado en la silueta de los árboles
cuando edificas tu postrer arenal de iridiscencia
que ha de morir mirando a las estrellas
olvidado en la costa de toda somnolencia
hay un momento trémulo en promesas
31 ernesto de la peña

hay un sol que se hiela en tu camino consternado


una mujer que inunda de savia los desiertos
y un hombre que consigna tu recuerdo en las murallas altas
de la roca...

nuevedejuniodemilnovecientossesenta
veinticincodejuniodedosmilcuatro
Réquiem

In memoriam de cualquier hombre muerto

N o podremos saber, ni siquiera en el alba de la vida


cuando todo está abierto y es secreto
y no tiene secretos
ni a mitad de algún astro que por nosotros vino
adornado de nube, vecino predilecto de galaxias
ni en los momentos sabios del amor
en que cobra sentido cada rincón del ser
y se arrebata y sube y crece y hace música
para qué esta estación perecedera
este siempre habitar en el andén sin vuelta
en un gesto sin posible figura permanente
junto a una playa larga que no torna jamás por sus arenas
sentados en bajeles con las proas hacia fuera, hacia el silencio.

Otro cuerpo vencido ya soltó sus amarras


ya se abrieron sus poros y su sangre
y un crepitar temible de terror y vacío
devastó sus entrañas
entró a saco en sus vísceras humildes
y le rompió la risa y lo hizo ausencia.
33 ernesto de la peña

Hay hombres que tenemos el alma a la intemperie


campana estremecida que suena a todo viento
en un largo crepúsculo de muertos
que la llenan de ayes agobiados
y de adioses inmóviles y eternos.

Yo pregunto sombrío, con sílabas dolidas,


dónde están las ciudades teologales
dónde el amor y el brillo que dimos en la tierra
y que nacieron yertos y extinguidos
hijos de sonrisa volátil y ruido mudo.

Alguna vez tuvimos cuerpo y voz y permanencia


y llevamos un nombre hecho de viento
asentado en registros oficiales
un nombre que sonó cuando vivimos
y no tiene respuesta con los muertos.

Breve país el nuestro de hombres momentáneos


de luces como un faro detenido cuando no nos miraba
de cánticos oídos cuando pasaban lejos, entonados por locos
y quebrados por siempre en un escollo eterno.
palabras para el desencuentro 34

Los hombres somos raza de muy breve vigencia


de rápido estertor y ausencia larga
de creer que vivimos y estar yéndonos
hacia donde las fuerzas se detienen
y la escarcha nos borra
y el cierzo desbarata nuestras bocas.

Corto país de paso sin sonidos


cárcel abierta pronto a un campo desolado
pudridero del hombre, falaz mansión de dioses
sólo despierta a huecos y vacíos
deshabitada eterna
masa total de lumbre que no quema
inexplorada costa que nunca desemboca
remo hendiendo la niebla para siempre encallar
casa del hombre, sitial del hombre, recodo de sus dioses
lugar de sus falacias,
templo erguido de ciencia de la nada:
por todos tus veneros corre el licor hediondo de la nada
la sustancia vacía, la ambiciosa sustancia de la nada
de la nada de dios, del hueco que dejó en los que vivimos
de la garra que hincó en los corazones
buscando ser, él mismo, entre nosotros.
35 ernesto de la peña

¿En qué célula, en cuál ojiva atormentada


nos nació el alma y nos creció el amor
y nos manaron las preguntas
que volvieron sin rostro hasta nosotros
a no descansar nunca y a no encontrar su voz que preguntaba?

¿En qué lugar, por qué, hacia dónde,


dios que retumba sus aullidos en muros sin respuesta,
nos fue naciendo muerte y podredumbre
y sostuvimos diálogos insólitos
sin saber que la voz se coagulaba
y se quedaba, absorta y solitaria
suspendida y no dicha y desplomada?

Ya se quebró tu corazón, hombre cualquiera, antes que el nuestro,


ya se apagó el torrente de tu sangre
se detuvo el perfil que te animaba
y eres sólo la arena que se escurre
o el agua que se va o el viento irregresable.

Nadie te oyó morir, porque el ruido absoluto de la muerte


es inaudible como estallido de galaxias o chirrido de soles,
incendio de planetas que provocan a dios
o el morir del insecto en medio del desierto.
palabras para el desencuentro 36

¿En qué lugar puedes estar y para qué?


¿A repetir tu vida terrenal te fuiste?
¿A que en otro lugar te contaminen
de rutinas más altas
o de sonidos nuevamente abocados al silencio?

¿A volver a morir antes que el astro


sin ver a dios ni romper sus secretos
sin que tu paso entre en la verdad más alta
y finalmente entender por qué las nubes
y los vientos y el mar y la resaca
y las aves que cruzan por el cielo
y las ramas del árbol que nutren al espacio
y dan su sombra al hombre que pregunta?

veintitrésyveinticuatrodeenerodemilnovecientossesentayocho
veinticuatrodejuniodedosmilcuatro
veinticuatrodejuniodedosmilcuatro
Así te vas por la vejez

A sí te vas por la vejez


caballero extinguido
sentado, irresoluto, a la vera del morir,
viendo hacia atrás,
regurgitando las cúspides del cuerpo
los contornos de ayer,
la hembra que siempre estuvo a la codicia de la mano
anuente y altadiza,
sometida, dominadora y fuerte.

Así, hombre huidizo


encerrado en un círculo de fuerzas que se agostan,
no puedes entonar las voces
para llamar, áfono y solo,
a la mujer, la voraz enemiga,
la compañera vocinglera o muda
la asesina del ansia,
la que te daba vida en sexo y sentido en el diálogo,
a la satisfactora de tus redes,
aferrada a tu estirpe de gozador sin tregua.
palabras para el desencuentro 38

No puedes, pues te cerca el olvido,


la deserción, la impronta de las noches,
y temes evocarla, mirarla nuevamente.
No te es dado entender, cuando de pronto surge,
que es la misma
la que encrespó tus ansias
y te colmó de ayeres memoriosos
manos, ojos y aliento
para hendir tu estatura con la suya
para permanecer allí, otra tú,
pertinaz, altanera,
alternamente generosa y mezquina
en su memoria díscola.

diecinuevedeagostodedosmiltres
veinticincodejuniodedosmilcuatro
Nenia

P orque estamos aquí como luces sin agua,


mano abierta hacia todos los ámbitos;
ciervos sin luna;
cuando un olor sin rumbo atenaza las hojas
la catedral del cierzo cruje por la noche.
Pernoctamos aquí
en vigilia, dormidos en la piedra
aferrados al fango de un paisaje sin alas,
con la sangre espinosa
y la tenue caricia de párpados pequeños.

“Érase un dios terrible


y el vagido de un niño en un pesebre...”
“Caminaba en la noche con las manos sangrientas
prisionero del cáustico
prófugo de un instante de renuncias
y se quedaba quieto
coagulado de espera
absorto ante el vacío de su voz en la tarde
palabras para el desencuentro 40

ante el muro del tiempo y la espora del odio


y el amor absoluto que se quiebra en el hueco...”

A veces recordamos
los ojos luminosos de la niña azorada
la despedida extrema de un sollozo
y un momento en la muerte:
cuando crujen los dientes de infinito
detiene el agua su alegría
en la red desgastada de las venas ausentes;
cuando las inyecciones se abandonan
y se avanza en los cuartos con paso consternado
los pómulos recobran sus vetustos derechos
y se trenzan los dedos despedidos
se hacen agua las rutas de los ojos
y el dolor se corona de gusanos y lodo...

revisadoeldieciséisdeoctubrededosmiltres
veinticincodejuniodedosmilcuatro
De la ausencia

S i desnudo de todo puedo poner la mano en la poesía


y acariciar su flanco alucinado
su estatura de nubes combatidas
dados a la estación prolífera del mundo.

Si puedo, con la garganta viuda de palabras


y la tez del temor enarbolada
tocar sus ojos de florida escarcha
sus muslos de sirena enloquecida
por el sonido a viento de los pájaros
o instaurarme en el reino vegetal
en sus anchuras subcutáneas
en sus columnas lúcidas de risa
y recorrer la vasta soledad del hombre
sus harapientas galas tartamudas
y sus soles de incendios coloquiales
su pobre carne de mártir subyugado por verdugos.
palabras para el desencuentro 42

Si con poner así, a tientas, con zozobra


un vértigo arterial en las alturas
un desandar lo que otros caminaron
y desvivir lo ya vivido adentro
con la más fina piel de las entrañas
con la más tierna flora del amor
la más fecunda yema que se abre al alborozo
descometer los gestos y la historia
y volver a ese tallo, esta raíz, esta promesa apenas
para estar de verdad un solo instante incandescente
una sola sonrisa que torne primavera las montañas
o funda en sal y lumbre los delgados adioses de la muerte
para estar y tocar y decirse: —Esto es así.

Mas aquí estamos, de pie y a oscuras, en la piedra;


nada nos corresponde de este rápido abismo
las estrellas que amamos se apagaron afuera de nosotros
y cuando dimos voces de socorro se quedaron allí
colgadas de la noche.

Pero si esta volátil permanencia


esta tela de agua que se vuelca hacia nunca
esta sombra que hizo, un segundo, gala en un espejo
y trocó su solidez de humo por solidez de inútiles recuerdos,
si en este desquiciado corazón que dice el mundo
43 ernesto de la peña

y se solloza a solas
si en esta luz de nómada en derrota
hubo una vez una mañana dúctil de alegría
en que se oyeron sílabas hermanas de un ayer inconvocable
si aquí tu cuerpo redundó por un momento en goce
porque hay rostros de savia y olas en el mar,
porque hay niños que atrapan la verdadera ofrenda de la vida
y la arrojan en globos al espacio
y el hombre se tropieza, y sigue, y reamanece;
si hay levantadas brisas transoceánicas
con su música escueta de sal vivificante
y su inundada herrumbre de tesoros y peces trashumantes,
es que estuvimos en esta torva desnudez de gracia
en esta confusión de ágiles espadas
y caminamos, tarde, y regresamos
y en todas partes
nuestros gritos eran como el peso cabal de la libélula
o la danza de amor de los insectos
o el romperse del mar en una playa pronto desertada...

revisadoeloncedejuniodedosmilcuatro
veinticuatrodejuniodedosmilcuatro
In memoriam

E. C.

¿D esde dónde advenido,


de qué febril estirpe de milagros no llegados,
de qué anchura extinguida,
de qué razón malsana y agobiada?
¿Por qué el crimen incidido en la sangre más prójima
por qué el ensañamiento en tu propia figura cometido?

Padre ¿por qué esta punzada horrísona?


Madre ¿por qué, siendo de ti, tu muerte calcinada,
tu silencio postrero,
por qué tus ojos idos, tu magra soledad,
mi ausencia en el último ropero que te vio morir?

¿Por qué, madre, mi inacabable falta,


por qué, instado de pereza, cuando llegué a tu agonía
ya no me conociste?

¿De dónde, con qué derecho


y esta traición
45 ernesto de la peña

de que nos fuimos víctimas?

Madre, no te puedo rezar:


te amo a silencio de palabras;
te doy, espero, madre, que te enteres
te doy, si alguna vez la tuve, esta pureza de estancia abandonada;
te doy, madre, si lo recibes,
este amor contrariado hacia la vida.

Madre, si lo merezco, recíbeme,


si alguna vez pude, quise, amé, me prosterné,
si alguna vez, madre,
yo tuve, fui, estuve, perdón.
Esto fui, esto sigo siendo,
no sé de qué lugar perdido me salí
no conozco mi voz,
no sé por qué la vocación a la locura
y la tenue, insidiosa, techumbre del olvido.

Este flagelado, pinche dolor que yo te ofrezco,


esta endeble conciencia, este talento ido,
este recuerdo eterno de nuestras pequeñas, indóciles catástrofes,
esto que somos, fuimos, madre,
esta vigilancia núbil, próspera, inquieta
de quien me vio dispuesto a que la vida aconteciera,
palabras para el desencuentro 46

esto,
este candor desaforado, tú me lo diste, te lo retribuyo.

A tu tiniebla ya llegué muy tarde:


tú, madre, como Eleazar mi hermano,
no te percataste:
estaban (estabas) en la tierra de los grandes: te merecía la muerte.
¿De qué sirvió el menudo holocausto,
para qué el entusiasmo,
si estabas ya sin voz,
si no me viste, madre,
si al final implantabas tus cometas, tus voces católicas,
en un terreno donde yo no he estado?

Madre, no sé, te fuiste así:


yo llevé tu camilla vespertina,
y me aferré a tu púlpito de sangre,
te protegí al final, inútilmente.

Vi tu helada, flaca silueta, tu última ropa blanca,


tu mortaja paupérrima;
yo quise sostenerte, madre. Te alzaron,
te metieron en la madera única.
47 ernesto de la peña

Madre, fuiste ligera,


madre, te pudo la muerte,
madre, nos dejamos solos.

dosdemayodemilnovecientossesentaytres
oncedejuniodedosmilcuatro
veinticincodejuniodedosmilcuatro
Poema del desconocimiento

S í, fue apenas ayer que te dijeron,


cuando sonaba en plenitud la noche
y las estrellas, muy cerca de la mano,
daban señales cómplices de algún alumbramiento arduo
peregrino futuro de los campos traviesa de nuestra mínima galaxia,
te dijeron,
repitiendo las sílabas para eludir los rincones aviesos de la duda,
que no veían tu sombra más lejos que tu envidia,
que no sentían grandeza en tu importancia.

Confuso como estabas, sin saber siquiera,


consuelo de la nieve en su fusión inevitanda,
la manera más breve, tomada de un manual al uso,
que recoge los usos metafísicos y demás nimiedades,
sin erguir aspavientos porque crees en la perennidad de tus dolores
y evitas cada nueva inyección de desacierto,
te dijeron, repito,
que no tienes siquiera un instante indudable que contar,
que tus precarios vicios, tu magnificencia de guardarropía,
49 ernesto de la peña

tus orondos pecados, empeñosos, monótonos,


tus ancestrales faltas de cordura
que sacian la penuria de tus antepasados pálidos de creer
colmándoles de sinsabores el pequeño conducto del azoro,
el manantial desorientado en que podrían arrepentirse,
son nugatorios como el gas de una llama que casi no nació
cuya luz es origen de sombra y de derrota...

¡Mira, allá, fuera de tu alcance,


tras el lindero en que se derrumbó la flecha que arrojaste
para que hubiera al menos una herida flagrante que abonarte,
crece y se expande la certeza,
produce sus tallos indudables esa nada trasera
que alimenta otra nada y ésta a otra,
hasta el desplome capital,
hasta postrarse
espectrales,
ante el sueño
que retorna a su matriz puntual y olvidadiza
a su manida pretensión de certidumbre
y de riqueza...
allá detrás,
en otro sitio
en un paraje de solaz, antiguo como la mentira,
como ella salaz, cursi, omitido...!
palabras para el desencuentro 50

nuevedeabrildedosmildos
veinticincodejuniodedosmilcuatro
Ritual
(Fragmento)

A medianoche cuando la luna hinca sus tentáculos celestes


los hombres se despiertan
ponen la mano en la lúcida tez de sus mujeres
y se ayuntan
ojos cerrados, corazón abierto.

En las calles
una pareja eterna reproduce las gestas de la carne
eleva un canto estéril de venas y palabras
siembra una pobre estirpe
toca los muros y las puertas de las habitaciones de su raza
y prorrumpe en la nada con el cuerpo apagado.

Recorro monumentos
paso puentes incógnitos ya ciegos
veo la voz de los hombres coagulada en la costra de las casas
tras los cristales rotos de un edificio en ruinas
palabras para el desencuentro 52

en la basura humeante de vómitos y orines


en avenidas secas por el eco de sonámbulos idos...

Ésta fue la ciudad de la victoria


ésta la plaza congregada de fatigas urbanas y guerreras;
mi mano palpa el hueso tenso de una estación abandonada,
oigo llamar a los viajantes...
un campanario, refugio ya de insectos laboriosos,
resuena con los gritos dispersos de los mudos.
Aquí la prostituta le sonrió al marinero
y el visitante ilustre concurrió con el aire a las ventanas.
Aquí, donde el rescoldo de los muertos crece
un cura deslindó la verdad de los textos funerarios.

La cima de los árboles ondula:


el viento es mil madejas transparentes
donde el aire se cierne y capitula...
homo sum...

revisiónfinalveinticincodejuniodedosmilcuatro
Tratabas de luchar
a mano seca

T ratabas de luchar a mano seca


con lo que era tu mundo todavía
unos recuerdos vagos y profusos
la nostalgia de una cumbre engañosa
el amor que habías dado y que negaste
la ausencia difundida de una mujer extraña
que no encontró en tu cuerpo
más que el resabio de unos días de triunfo
en que denominabas soles y destinos
y te surgían estrellas de la carne.

En tu sistema ahíto
me quisiste llenar con todos los rincones de la tierra
con el eco de todos los idiomas
y la fuerza de todas las bellezas;
queda sólo el vacío
la ausencia de confianza,
la pipa dura que te dio sus brasas
palabras para el desencuentro 54

las mujeres que horadaron tu vida


y dispersaron tus huesos sin sostenes
las hembras que cantaste
y redujiste
las llamas apagadas en una insensatez estéril
el hueco irresponsable de cuando el aire cotidiano
era voz eficaz de la sustancia
y sentías en la esquina de tu sombra
que algún dios temerario te asediaba.

Hombre dulce quizás,


tal vez temible por el incendio de las sílabas
y el muladar de la cultura,
hombre suave, carente de armazón
tu pequeño estertor es un largo recuento de tus momentos áfonos
de tus tinieblas
de tu brújula ausente, perdida en las escamas de las horas
que derramabas en los muslos
profiriendo las tenues insidias de la carne
arrobándote entero en la improbable estela de los cuerpos amados.

¿Acaso tus esfuerzos, tus mortajas de luna,


tu ansiar las olas con el aire
tu frente sumergida en los largos sistemas
tus hambres ecuménicas
55 ernesto de la peña

y tus secos pruritos de contener el mundo en un viento de polen,


tus tardes angustiadas a la orilla de algo que iba a acontecer
y tus melindres ríspidos por los bordes del alma
eran sólo una escuela de pétalos amargos
y puertas rotas para salir a la montaña
a sentir que vivías porque tenías los tallos en la mano
o te rozaba el sexo el estertor del goce?

¿Acaso todo esto, tantos años, tanto momento lúcido,


pendiente de momentos y momentos
te serviría, a lo sumo,
para trazar esquirlas de hombre abandonado
porque ha querido tanto que hoy no sabe qué le vino en gana
para dejar detrás de ti una lápida
y un remordido afán de averiguarte
a quienes dieron fe a tu paso comedido
y a tus astucias de dolor enajenado
mientras en el meollo claro de tu vida
en la región oscura que te rodeó los brazos y el anhelo
hay una zona rasa, sin memoria,
donde debió pasar la vida y no ha pasado?

veintitrésdejuniodemilnovecientossetentayuno
veinticincodejuniodedosmilcuatro
La condesa Imentrud

L a condesa Imentrud y el origen de los güelfos


los partos múltiples
los católicos y el papa
y la historia occidente
Dante y la Donati
(todos humillados, todos avasallados
cual la sangre y la guerra, las divisiones europeas)
todos buscando el ser, la luna, el tiempo,
al doctor Einstein
sin saber qué nos pasa
el universo crece, palpita, decrece, corre más que la luz
a veces menos
Mercurio va hacia el rojo
Mallarmé lo presiente
un sabio chino dijo...
las agujas de Benarés (torre de Hanoi usum Delphini)
¡ay de mi estirpe de hombre,
de nada arisca e insurrecta!
57 ernesto de la peña

Todos aniquilados
¿fuimos, vivimos, hicimos?

veinticincodejuniodedosmilcuatro
Vida de un libertino (III)

L a cultura, silenciosa y opaca,


como un manido tallo de flores acabadas
cuelga sus largos ojos de cerebro incendiado
de los estantes en que vigila su pasado el hombre.

El fuego estuvo cerca:


se coló por mis huesos, irguiéndome la piel
con la cercana brasa de la vida.
He llevado tu nombre como una antorcha lúcida
que me entorna los brazos para hundirse en mis uñas y mi savia;
pero tu nombre es vago, inasible, cambiante,
amor de muchas puertas y ventanas abiertas,
del número completo de las células,
de la cifra total de los astros y el aire.

Como profeta antiguo tengo la lengua ardida


de pronunciar las sílabas sagradas;
mis ojos se han trocado en dos remansos huecos
59 ernesto de la peña

que se quedan atónitos y oscuros


como fuente cegada por la ruina del tiempo
y el transcurrir estéril sin agua y sin sonidos.

Amor, víctima tuya, te conjuro


con los labios dispersos del gladiador caído
en la arena sin tregua de tus costas amenas
derramándome en sueños que no llegan a término
y acezando en la muerte que me pisa la sombra derrotada.

Tus vívidas palabras resonantes,


amor de carne tornadiza y volátil,
dan al traste con todo lo que supe
lo convierten en polvo de ácida amargura
lo acogen en sus fauces antropófagas
dispersándolo en nombres, en sistemas, en aire
que llenan las cavernas sin eco de los hombres
y les vuelcan las dudas en la nada
y la memoria hambrienta en olvido olvidado.

Sólo es verdad tu sexo,


sólo existe tu risa por las tardes;
tus pisadas sin miedo me definen el mundo
y lo colman de planetas veraces.
palabras para el desencuentro 60

Hacia ti me dirijo con los brazos quebrados


con la mueca insolente de los sabios
que no encuentran sus pálidos adioses
en la ceniza de los libros
ni en las fórmulas quietas
ni en el tenaz asombro de su ciencia.

Sé que nada darás sino el fantasma de tu sombra


y el contorno impreciso de tu aliento
el roce sin sentido de tu piel y tus venas
que se abren en la entrega y compendian la historia.

Voy hacia ti con el torrente ardido de mi sangre


para que manes desde mí en la noche aterida
en que clausuro sin dolor mi torre de relámpagos
mi observatorio de tinieblas
y me abraso en tu sexo inexistente
en el mullido vello de tus muslos
que tienen la firmeza de la espuma errabunda
para saber, al fin, que nunca he sido
que mi raza es de espectros apopléticos
de arcángeles absortos al presentir su vacuidad caída
en un charco de muerte radical
que no tiene respuesta ni destino.
61 ernesto de la peña

cuatrodenoviembredemilnovecientosochenta
veinticincodejuniodedosmilcuatro
Vida de un libertino (IV)

C aballero célibe a fuerza de esponsales


te sientas a la orilla de la vida
que crees haber vivido con tu sangre, tus poros y tu angustia
y contemplas un muladar de nubes
un osario sin lágrimas
un grito irreferente que no colma el insomnio
en que meditas por las noches
y gimes por el día.

Toda esta vaga y transcurrida podredumbre


toda esta gloria enhiesta
esas risas en eco
esa herida estatura que definió tu sexo
y deslindó las ansias de tu carne
flotan en aire tibio
confundidas en sombra quebrantada
en emoción perdida a borbotones
en mal buscada compañera de letargo,
se cimbran en la pelada cumbre de la tierra
63 ernesto de la peña

para caer a pico en tu memoria


horadar tu nostalgia y tu tristeza
y convencerte, otra vez repetida, de la nada
la inanidad en ascuas que se llamó tu vida
la reluciente quiebra que fundaron tus ojos
el olvido veloz que te persigue
hasta en aquellos que te fueron cercanos y te vieron.

Pero eso, quizás, caballero extinguido del amor,


no tiene dimensión definitiva
ni se cifra en su esencia nada virtual ni cierto.

Para ti, en tu pecho que arroja despedidas


y se viste de adioses y coronas
hay un dolor amargo anticipado
un gesto proyectado hacia el futuro
cuando no muevas más el aire con tu aliento
ni provoques nada
ni sientas la firmeza de la tierra
o el olor de los hombros de la mujer amada.

Para ti, caminante sin rumbo de las hembras,


pozo de sal en que resuenan sus pisadas
y rebotan sus risas
se reflejan sus sexos de metal calcinado
palabras para el desencuentro 64

hay este gesto, este ademán frustráneo:


hay para ti, que ya estás extinguido
como el agua en el pozo desecado
y el calor en la fruta mañanera que cercenó un invierno
y agostó, en holocausto, la guadaña,
un imposible, todo lo imposible,
las mujeres intonsas que pudiste tener
sus caderas de arena detenida
en la estación precisa de su peso,
el sexo que, ofrendado, no han de tocar tus manos
la voz que no oirás, ni la sonrisa,
el acoso futuro,
la esbeltez de los senos
el fugitivo rayo de los ojos mortales
que no verán los tuyos, fenecidos,
el contorno de un vientre que se te hubiera abierto
los espasmos, los gritos,
los juramentos siempre quebrantados,
la falsía, la verdad, la unión mendaz
la ilusoria mentira de los cuerpos
que es la verdad eterna de nuestra breve angustia
el cantil radical en que resbala la certidumbre del deseo.

Para ti esto ha quedado


como la yesca ardida,
como la vid tronchada por una sed de exceso;
65 ernesto de la peña

esto forma tu cauda de recuerdos futuros:


este ademán sin cuerpo
te ha sido eternamente conferido
y tu raigambre ausente, tu existencia tenaz,
se anulan en el páramo que no ha llegado aún
y te quedas, sin vida y sin sostenes,
tendido hacía delante, azaroso y fortuito,
llorando por las bocas que no besas
el porvenir de amores florecientes
cuando estás estancado, detenido,
viendo cruzar mujeres que no herirán tu sombra
ni sabrán tus pupilas ni tu nombre aterido
ni escucharán tus ojos extinguidos
que las aman sin tregua desde una larga muerte
que se finge de vida
y entusiasmo,
de amor, de sexo, de sustancia...

seisdeenerodemilnovecientosochentayuno
veinticincodejuniodedosmilcuatro
Navegación de ida

A. L. L.

P or la tarde, en los vidrios que obstruyen la mirada


a la noche invadida por las alas sin sueño
te he gritado
con los labios hendidos a golpes de nostalgia
con mil cargas de alcohol y dinamita
con los dientes dolidos por el resuello de las ingles
y, en medio de mis muslos, el semen no vertido;
para poder un día, final de gota condolida
puño tras puño hasta integrar la bofetada...
para, después de tantas languideces,
gritar, con los pulmones reventados:
¡aquí estoy, roto, disperso, tenso, inútil,
sitiado de recuerdos que no sirven en la cama
perforado de ausencia, comido de infortunio,
profiriendo carajos, yendo al cine,
acostándome en hembras que son otras
inyectándome el ansia de esperanzas sin fondo
asistiendo a conciertos, burgués culto y urbano,
urdidor de palabras, desposeído de tus labios
67 ernesto de la peña

sin tus senos gemelos que bailan rock' n' roll


y mi entusiasmo enarbolado que los acompaña,
sin tus cabellos bárbaros y tu piel de piel roja
tus ojos azorados cuando estallo en demencia
tus largas avenidas telefónicas
tu mal inglés, tu labio inquebrantable,
la irisación que lanzas de tu cuerpo
cuando enciendo mis voces inmortales
para tener en ti la tregua de mis venas
la paz enajenada de mi orgasmo.

Debo gritar, aullar, bailar hasta aturdirme,


esposarme en mujeres que son otras, decir palabras doctas,
ir a cocteles, desandar el viejo maderamen de mis huesos
que se hacinaron todos de vehemencia
para darte la médula del mundo.

Hay hoteles, dinero, amigos inconexos,


hay tus cartas, los núbiles aviones,
el parque que te vio, las azaleas,
el balcón detenido en instantánea
cuando cruzaste la pierna para un retrato póstumo.

He comprado flores, flores secas, sin pistilos ni pétalos,


oigo las campanas de una tarde caída,
palabras para el desencuentro 68

del desplome rabioso de una vida que se quedó con sombras y con hambre,
oigo los pájaros que anidan
los coches de catástrofe,
estoy solo en la cueva de mis ojos
pensando en ti, mordido por tu ausencia,
corroído en el llanto que me sale en las líneas de la mano.
Hay náufragas estrellas, son planetas,
son estampidas reales de algún dios que no vimos,
no sabemos,
yo estoy solo, me duele el esqueleto
me baila el corazón por todo el cuerpo
se me quiebra el cerebro, se me nubla la sangre
mi corazón, alguna vez, sirvió de altar de lumbres
hoy es escombros, gargajos, alaridos y ruina.

Pergeño con los dientes y la rabia estos versos


los árboles me ignoran
la tarde, larga y límpida, prosigue.

Me levanto, me asfixio, escribo mis palabras


digo lo que me habita, que es la nada:
no está, todo pasa, nunca estuvo.

Puedo verte y desearte con tu andar de medusa bondadosa


tu boca, presta para todo beso,
69 ernesto de la peña

tus senos en mis manos, pero ahora lejanos.


Tu casa tiene techo de dos aguas
yo me mordí las voces para adentro, desde un coche;
Los Ángeles es un lugar que se fue yendo a todas partes
hasta encontrar que tú lo habilitabas
de resumen del mundo, de muelle óptimo de mi alma.

Estuve en San Francisco:


desde sus puentes te grité en las cavernas de mi piel,
te poseí en las playas con la resaca en alto, empavesada:
China Town es un bello responso de tu nombre
que estaba urdido en cada esquina
y al que iba yo trepando en cada calle
para alcanzarte en los tranvías, sentada al sol de junio.

Hacia allá está Japón, hacia otra costa llena, otra vez, de arena
de navíos de metal y chimeneas de humo,
hacia allá mis ojos te verán de ojos oblicuos,
pero tú estás aquí, a un brinco solo de un jet con azafatas
a una sola respiración de cualquier tarde
a un crujir de turbinas que enmarañan tu pelo
mientras cruzo las nubes, bebo vodka, platico, tomo fotos
y desciendo en fugaces aeropuertos
en donde cada anuncio es tu retrato.
No quiero terminar:
palabras para el desencuentro 70

me falta decir todo


decir que en cada poro de tu sangre
está mi sangre huérfana, gritando,
el filo de tus dientes,
la esbeltez de tu lengua
tu cintura, tus muslos,
las palomas que flotan en tu aliento
la inquieta mansedumbre que te brota:
tu voz ondula, tus senos hacen geometría
tus manos escudriñan el pozo del amor y la locura.

Mi voz está conmigo; mi sustancia se ha ido a acurrucar


en un remanso dolorido que no ha llegado a término.
La noche me penetra, las estrellas apuntan en el cielo,
hace viento, hace rocío, hace luz, hace mañana,
hace infierno y tinieblas;
tengo frío, tengo frío de tus muslos
estoy gélido y yerto
soy un seco carámbano sin rumbo
las aguas se abren, el abismo me orienta
sube la marea: hay que partir, volver,
nunca volver,
hay que buscarte.
revisiones:veinticincodejuniodedosmilcuatro
veintiochodejuniodedosmilcuatro
Para dormirme, Lullaby

S i yo pregunto y cruzo la respuesta,


si me siento a la puerta de una perpetua y torpe mansedumbre
si lluevo eternamente en una brújula incompleta
si no arranco por fin un alarido
brinco las aspas de una penuria estólida del alma
que se sabe de ritos y mareas
que ha asistido a las urbes del sentido
que se ha quejado en trances
que ha urdido perfiles destrozantes
que ha retumbado en ecos memoriosos
y ululado en querellas suburbanas
si no, por fin, a todo y encendido logaritmo, logartimo, lagar,
lügen, uva incendiada, sangre de la vida
implacable silencio de la sangre prójima
si no (detén los resultados)
si jamás
si nunca
si en condiciones subalternas de gendarme en discordia
de piso cancelado de soltero
palabras para el desencuentro 72

de burgués conversante
de menor estallido del secreto
de poesía de síntesis, laboriosamente,
de urgencia
de conminada nuca de arranques subrepticios
de incomunicación
de llanto en arrabales
de padre arrebatado por el padre
por la madre extranjera y huidiza
de lámparas uncidas
y dominio total del abandono
(porque hay gente que se unce contigo
que contribuye a tu fracaso póstumo
a tu erguida simiente de estaciones proscritas
a tu lujo de savia amoratada
a tu reíble vanidad de sabio espeluznado)
(tengo el fornique límpido del alma)
(tengo una espina gruesa de vehemencia casi definitiva)
(tengo una volcadura que alguna vez verá su ocaso
y su indicada zona de juicios y severidades
encomios y falacias
desatinos y fueros, aciertos y estropicios)
(sigo en mi senectud, allí me instauro,
en mi arropada muerte de carajos)
(veo, tarjeta postal, Piazza di Spagna)
(veo vulvas trashumantes y fortuitas)
(lloro, me quiebro, invoco conjuradamente a la chingada)
73 ernesto de la peña

(fuerzo el pescuezo de una voz adúltera)


(me altero, reamanezco, viene el día)
(no resuelvo adjetivos ni sustancias)
(me iracundo en los párpados ajenos
me sobreviene una cadena longa de catástrofes esdrújulas)
(como dijo Sor Juana, en vacaciones: “diuturna...”
¿para qué citas, si el alma es más potente?)
“Señor, hay paraguas de tardes y mañana
hay vacaciones pagas, como el argentino,
hay, pase usté, se lo suplico,
una infamante estirpe de desuellos”
(no te pongas patético y ridículo,
no hagas el show, dijo la viuda errátil)
(soy habitado y habitante de alguna cosa
que a veces se desmaya, se desvanece y luce y resplandece)
vuelvo al final, se cierran los paréntesis
recae el pavimento
sigo tan solo como mi cintura
como mi pobre cauda de reflejos
la voz angélica empozada
penetrado de ruidos cancerosos
pletórico
desmazalado
ríspido, turbio, iniciativo, inicial, líquido, urbano, civilizado.

revisiones:veinticincodejuniodedosmilcuatro
vei ntiochodejuniodedosmilcuatro
Tal vez esto es la muerte

T al vez esto es la muerte:


aquel hombre tranquilo con los ojos abiertos,
la voz que oíste en un recodo de la tarde,
un latido de angustia ante el dibujo claro de un poema,
las pupilas ausentes en momentos de adiós.
Tal vez sólo esto cuente:
escuchar en el filo del llanto
cierto mensaje yerto de una linde en penumbra,
andar entre cadáveres
rozarte el labio presto con la carne del frío,
acariciar las manos que se te van muriendo
mientras un canto en duelo se levanta en la noche
en medio de la triste eficacia del aire
y entrega un testimonio fortuito de quebranto,
un dato imperceptible,
una esperanza a tientas
una blasfemia frágil
y la demencia ciega ante la estrella.
Porque el estar aquí te va agotando:
75 ernesto de la peña

tienes los ojos grávidos de sombras


y ausentes de preguntas:
la tarde, tórrida, se iza, idéntica a sí misma:
en la noche resuenan pasos indiferentes
mientras la prostituta se pule la sonrisa
apoyada en un árbol de conos imprecisos
y se cae de las torres el terror de la nada
y el bagazo del pánico.
Así es la muerte:
una planicie fatigada que se irisa de imágenes
un mar de transparentes etapas de delirio,
un sonido en la yema del alma,
una reunión de hermanos en eterno crepúsculo
una gota en la nada,
un eco sin origen,
una caída a plomo por el borde del aire...

cincodeseptiembredemilnovecientoscincuentaycinco
dieciséisdeoctubrededosmiltres
veinticincodejuniodedosmilcuatro
veintiochodejuniodedosmilcuatro
Otra vez, caballero
solitario...

O tra vez, caballero solitario,


vuelves a tu diseño de un viaje sin medida
al movimiento ausente de una estación detenida en su estancia que declina,
a mitad de tu cuarto, guardado en tus murallas,
en tus paseos silentes por los libros demasiados...

Vuelves los ojos que están sentados a la vera de la obra


que quizás ya no emprendas
aunque mucho te dices que se mantiene allí, a la mano,
a la simple inflexión de una inercia sin frontera,
vuelves tu vientre a las distantes tardes del placer
cuando las nubes te obsequiaban los copos de la lluvia
y en las letales hojas de los árboles
se rompía el derrumbe del cielo,
los árboles enhiestos, móviles y errátiles,
que azuzaban tu amor y tus ingenuos rumbos de fragancia
y se encaminan, rotos de entereza, a la acosada ya, mortal,
lejana amada sin retorno,
77 ernesto de la peña

a la crisis distante, avejentada,


a las torpes palabras que se encontraban ecos y vehemencias,
vuelves, los ojos, caballero,
que se olvidaron, por fortuna, de las lágrimas arduas, inútiles y estériles,
vuelves los ojos huecos, vuelves los ojos siempre
y son los mismos,
insistentes
y jamás ven lo mismo.

trecedemayodedosmildos
diecinuevedeagostodedosmiltres
seisdeabrildedosmilcuatro
últimarevisiónveinticincodejuniodedosmilcuatro
Anagnórisis

¿A dónde va mi corazón extinto


mi prestigio extinguido
mis manos extenuadas
mi ayer, mi hoy, mi siempre
el que fui, el que estoy dejando ya de ser
la luz que me miró cuando nací
el cielo de mi infancia
los primeros planetas de mi ciencia
las primeras palabras de mi lengua
y las primeras sílabas del canto?

¿Quién soy, qué vine a hacer


por qué todo
para qué
de dónde a dónde?
Y siempre este silencio
esta esquina de sombra
este vacío
esta ausente ignorancia
79 ernesto de la peña

esta penuria gélida


esta garra letal que me destroza
este monstruo agobiante
este dios que me mata y me desvive
esta tumba, el cadalso, las huidas
los sauces que me vieron
el amor que fue mío y no es de nadie
el entusiasmo que me saludó
y la muerte cabal
y el gran olvido
y la sal y la arena y la ventisca
y el amor coagulado
y el olvido
y el desamor tremendo
y el incendio y la lacra
y el sollozo aplastado por gendarmes
y el anhelo y el ansia y el despecho
y los gritos y el agua del ahogado
y el desamor, el grito y la gangrena
y los gritos, las rocas y el basalto
y el cáncer y la sangre, las heridas
las pústulas, el alma
y los ojos plagados de preguntas
y los chancros, la sífilis, la lepra
y el desamor, la hondura, el entusiasmo
y los niños, los globos, los pantanos
y el dolor para siempre
palabras para el desencuentro 80

las preguntas, el alma, la ignorancia,


el vacío de mi estirpe
el gran hueco del alma
el gran dolor del hombre
el bramido
el silencio por siempre
la negrura
el pozo del dolor,
el alma, las tinieblas.

dosdejuniodemilnovecientossetenta
últimarevisiónveinticuatrodejuniodedosmilcuatro
Rostro del hombre

T al vez en esta flor desposeída


en esta piel corrida de relámpagos
todo transcurre y es.
No he sabido de aquí
de este lugar, igual eterno de su sombra;
tal vez en él encalla sus venablos la palabra
y estremece su grito conminado
la afirmación del limo y de la nube.

Aquí estuvo una fuente


y la cordura de su agua encaminada a las estrellas
y la punzada múltiple del pájaro
y el estar infranqueable de los niños.
Una mujer y un hombre
prodigaron su celo a los vestigios del amor
y se sintieron cárceles libérrimas
y recintos de toda arquitectura.
palabras para el desencuentro 82

Pero todo es igual: esto no ha sido


sino la luz absorta de un origen de nada endurecida
de vacío acribillado
de pólipos que fingen el abismo del mar
y desmienten las rocas y la arcilla.

Tal vez aquí, de sol aquilatado,


de plumas, de diamante, de basalto,
tal vez en este golfo turbio
hizo acopio de sales y marea
se vistió para el agua, se decoró de auroras entusiastas
se colmó de fingidas caracolas...

¿En qué sitio de vértigos estériles


en qué castrada arena envilecida y extraviada
reposó para el cántico absoluto
para la ardida fuerza del astro solitario
para el orgasmo del corneta
para la voz del hombre?

Tal vez aquí, más tarde, fue más lejos,


tal vez entonces
o no ha venido
o sus sílabas pálidas cayeron sobre una piedra tumefacta.
83 ernesto de la peña

Pero no: ¿para qué? ¿de dónde?


¿hacia qué difumadas avenidas de gozo y de dominio?
¿hacia qué lado de estertor, de nacimiento,
de vigencia?

Vengo a un sitial de espigas vigilantes


sobre un campo de lluvias conjuradas al tallo y las corolas;
lluevo en tu eterna decisión de grano por ensalmo,
abro tu boca ya para la vida
llevo tu entraña párvula en el sueño.

Sí, casi llegaste al suelo de la dicha


casi de aquí partiste
casi entraste en el flanco arrobado del cometa
casi fuiste la profusa irrupción de una innegable nebulosa.

Si acaso en desconsuelo reluciente


o en andanada pronta de júbilos cantores
en lúcida simiente de música entregada a la mañana;
si acaso junto a un mar descoyuntado y férvido
floreciera la tregua de la lápida
el polen
el racimo de enjundia de los pasos del hombre.
palabras para el desencuentro 84

Por ese acaso ayuno de certeza


por ese diminuto insecto de la duda
por el eco perdido en graves cámaras vacías
levantaste la yedra del amor
retrocediste para ti en sorpresas consabidas
y produjiste la belleza.

Pero ¿en verdad tocas la vida y el embrión abierto


y te visita la mañana
y en el múltiple espejo de una mariposa
asentaste los pies en las vertiginosas galerías del fuego?
¿Entró contigo, si alguna vez entraste,
la fiesta medular de los planetas
y los besos del hombre a los espinos muertos
y la canción de bólidos de cierzo entre las ramas?

Acaso ¿para qué? ¿con qué transida lengua de cadáver?


¿en qué playa de nombres simultáneos?

Acaso ¿dónde? ¿de qué manera frágil y segura?

Acaso. Si el tronco se ha vencido


y ha claudicado en la humedad del fango
y si el vuelo versátil
la desnudez del ave, vestida con el aire de las cumbres,
85 ernesto de la peña

culmina en un recuerdo de su nómada voz inescuchada...


es que no estás aquí, que no has entrado,
que no imprimes tus filos en la nieve
que no te vio la tarde enarbolada
ni el rocío, ni la araña, ni el asesino eterno;
que te olvidó, sin conocerte, la llanura.

Caigo sobre la soledad de mis entrañas


de bruces, mordecido;
prorrumpo desertado, en un desconocido advenimiento,
quiero salvarme de la historia,
quiero abrir, par en par, ola a ola, trance a trance,
las avenidas largas de las playas
las torpes prostitutas de ciudades rumorosas
y el fondo hueco y árido que se arrebata el tiempo
de la cara del hombre.

Paso la voz por este campo hirsuto:


la devuelvo a su cabal matriz olvidadiza
para que asalte a saco las montañas
y se meta en las puertas
y profane los templos inventados
y el mudo acontecer de las estrellas.
palabras para el desencuentro 86

No hay nadie; no ha llegado nadie:


la flor inútil abre su luminiscencia
para un ojo podrido que no verá jamás su empeño
se cree vivir
se siente de prodigio incontrastable
y las risas de un niño que ella inventa
se van por un estanque ensombrecido
hacia una hierba sórdida, estancada,
sola, polvosa, que resuena
de un cristal de pavor que nadie puso en ella
y el fallido delirio de las hojas
la cancelada altura de los montes
el estertor colórico del aire
pasan por un planeta calcinado.

¿Cómo decir que el hombre, dios, un ángel,


se revistió de espíritu y cadáveres
se revolvió en el lujo de la historia de un pez apaciguado
atronó a voces áfonas el tímpano del tiempo?
¿por qué decir que es cierta esta falacia
radical y gratuita
y que estuvimos en el bosque fácil
junto al viento
en la luna y el sol
y que es verdad que alguna vez casual, fortuita,
anidamos un germen en la arista del ser
en una mano fértil?
87 ernesto de la peña

Si ya el decir no fuese la mentira


si desde aquí cantase, oyera,
refrenándome el alma para que se estuviera aquí
de pie, perenne, como un árbol viejo
transcurrido del viento y con gritos de savia junto al sexo...

Pero no, por acaso no has dormido,


no te ha rozado el verbo esta verdad de esperma elemental
e inventas un deliquio alucinado,
un movimiento que no avanza,
fabricas esta torre de catástrofes
este mar coagulado, estas olas de piedra amenazante
y en un lugar opaco y tácito
la existencia reluce como el espacio en ascua.

Pero entonces ¿por qué? ¿de dónde? ¿cómo?


¿en qué falaz paraje del sueño y la tormenta?
¿en qué mástil de brumas encontradas?
¿en qué sabido puerto de linfas subcutáneas?

No es para aquí la luz


en este muelle transitorio no atracan las palomas
ni se mueren aquí naves definitivas
ni prolongan aquí su absoluta madera
las raíces de dios.
palabras para el desencuentro 88

Quedémonos aquí: tampoco en otra parte.

seisdenoviembredemilnovecientossesentaydos
oncedejuniodedosmilcuatro
últimarevisiónveinticincodejuniodedosmilcuatro
Balada del ventrílocuo mudo

...mirad de sólo un hombre en el teatro


mayor ruina y perdición más cierta, que
en fin sois piedras y mi historia es alma.
Lope de Vega, El peregrino en su patria

E l teatro es neblinoso,
los pilares, obtusos,
las duelas no resuenan,
todo es aquí indeleble pues no existe;
todo es definitivo y no alberga sustancia
y es eterno porque nada ha durado.

Algo mefítico y sin huellas se dispersa en el aire


y vence, expugna las murallas del viento,
las agudas prisiones de las sílabas:
pasto aterido por el hombre,
ciudad que se escapó por sus casas honestas,
vadeó sus puentes
y tomó los atajos enemigos,
el camino floral de sus distancias,
mármol sin luz, habitación del aire,
palabras para el desencuentro 90

cristal negado en su privada geometría,


morada del ayer,
casa del nunca porque el siempre le asiste en sus falacias
y da respuestas antes de que la voz le aceche
y la persiga la certeza.

Hay, profuso y sin fuerzas,


alguien que ocupa un sitio,
pero no lo distingo
ni palpo que me vea,
ni oigo que me entienda,
hay algo, pero omiso,
como si, preterido y en derrumbe,
se le fueran las células del canto,
dejándolo agostado, circuido de fatigas ajenas
y exigencias sin trama...

Mas me dijeron, creo, se me informa


que es un teatro,
si por ello se entiende desde donde mirar,
espectatorio oscuro y sin figuras,
un espacio en que ocurren
(dicen)
hechos determinantes
o se expanden las ramas de la vida,
91 ernesto de la peña

la textura del júbilo


la quebrada raíz que nos sostiene
cuando prorrumpe el grito
y mueren los amados,
los seres que cubrieron de promesa nuestra fortuita cáscara de piel,
el maderamen de los huesos
para dejarnos luego, nochecidos.

Hay, parece, una pendiente semicircular de vaguedades


y renuncias,
pero hay, sobre todo, ausencia, fugas y silencio.

Los sumos sacerdotes de la euforia


propalan lloro, festejan las exequias
de esa negra raíz martirizada
que se erguía desde el goce
para ser cercenada en las cumbres de su hartura.

Un escenario apunta allá, quizá muy lejos,


si la miopía y el letargo no me truecan la verdad
por el pantano en que resbalan nuestras ciencias,
hay, repito,
un lugar que simula las anfractuosidades de los astros,
un hueco que se colma de incertidumbres viejas
pero de nunca rotas esperanzas,
todo eso hay, me dicen, fortuito, solapado.
palabras para el desencuentro 92

Dicen que en algún sitio,


por un escotillón,
tras bambalinas, en los trastos cojeando,
a tropezones,
inadvertido, soterrado,
fisgón eterno,
puede atisbarnos Dios
o su derrota que ignoramos;
puede, incluso, insuflarnos palabras
que, apenas susurradas,
no llegarán al caracol del eco
y seguirán allí, mitades de garganta,
gestos de mando interrumpidos,
adulación a la estatura humana,
cual si hubieran colmado de ruidos de estentórea mudez
las cápsulas del alma.

Pero todo es quizá,


frustráneo anhelo sin sostenes ante el olvido viejo,
la pregunta irritante que no tiene
(radar sin rastro, luz extinta y necia),
otra voz de aquel lado:
un espejo sin luna
un hambre colosal sin dentadura,
vetusta necedad empecinada en romperse en el muro, sin franquearlo,
nadador asfixiado que sólo sabe ocasos
93 ernesto de la peña

vencedor de la nada, magra estatura de aire,


sol que nos inunda de negror.

Esto, altivo, voraz, rompido en sus esquifes


roto en el llanto que, al oírlo,
perdió su contextura y antes del puerto se detuvo,
yergue sus manecillas despojadas
y reclama, mudor en cuello,
la razón de la estrella y el rigor de galaxias desatentas.

Íncubo astral, nieve ardida en los polos de la carne,


paso dado en tinieblas, exiliado en su intento escalar,
nube de holandas torpes
abismo sin el mar
sal sin espacio,
marasmo de la tierra...

A pasos dados en el aire ciego


llega hasta mí, héroe derrotador,
altanero y salaz,
y una quejumbre brota del instinto
negándole los vasos de la sangre
cerrándole el dintorno
en que, sin dolo, por inedia
me marchito y algo me desvive...
palabras para el desencuentro 94

Dejo que la intemperie, ese nutrido pozo melancólico,


esto que nunca fui, esta extraña invasión que me avasalla
hable con mis palabras,
razone con las fibras
de mi vencida carne somnolienta
rota por la vigilia que la cerca
y que le infringe el ánimo
trocándome en jirones insultados
y digo,
no, se dice desde mí
que sólo asiento al creer que estas sílabas me enuncian
aunque sean sólo el paso de un aire desolado
que asalta un túnel penumbroso
que no está aquí,
que remeda su contextura audaz de embocadura de los vientos;
y profiero
no, hay algo sin luz que me profiere:

Aquí, en cualquier rincón, alucinada y solitaria


una joven mujer reitera sus desvíos
tiene visiones tránsfugas en medio de los ciegos
vuelve la vista a los insomnes
y no aprende a soñar
95 ernesto de la peña

porque su ensueño invade sus veraces tinieblas de tinieblas más hondas.

Bendigo tus errancias


yergo mis puños de cristal deshabitado
para verte atracar en un remanso,
en cualquier atajo que te cercene el raudal solitario en que te confinaste,
vidente y tornadiza,
apagada en tus iras por tu color de mansedumbre,
por tu raigambre dolorida y tu enseña de triunfo postrimero.

Lloro por ti y por ella, por la ida, amada y muerta


gimo por su confianza
su alborozada espera,
lamento, sin anclaje en el pasado irretornable
(duelo sin posible revés,
pasos arrumbados en el umbral sombrío)
sus entrañas en flor de pustulencia,
sus emplastos nacidos de cuentos infantiles
vesánicos y ríspidos
prestos a la orfandad
rápidos de abandono
urgidos de ceguera,
de despedida que confía en el regreso
diapasón estentóreo quebrado en las arritmias
con que, serena, sin sensatez posible,
palabras para el desencuentro 96

cautiva de la tierra,
premonición de un ángel pulvificado en sus ápteras alas,
se desplomaba hacia la tierra,
rehén del aire, víctima innúmera del cáncer
soltaba su silencio,
su letargo que no sabe clemencia
y que se esfuma,
rotundo, memorioso, olvidadizo,
lunar, tenaz,
único en su repetición que no transige,
con su mirada ciega sobre un lago en el jardín foráneo
en el nutrido estanque de la ausencia
que detona distancias,
parajes desertados
y te ataja los ímpetus al transformarte en viento las aristas del alma...

Y me digo, miopía de solitario,


no me digo:
me invento en una inútil plataforma
que remata en esquirlas de recuerdo:
esta ciudad, el puente, los atardeceres,
el fervor de la música
y la palabra aciaga,
97 ernesto de la peña

la que al nombrar erige los cadalsos,


hila la enfermedad, somete las defensas
y encalla en el silencio, vacía, no dicha,
susurrada en un túnel soterrado,
testigo sin presencia
agua sin humedad,
fuego de interminable despedida,
hoja ahíta de luz, vencedora de nada,
envés de la verdad,
roca hecha polvo a fuerza de dureza,
digo, me invento, me delato,
huecura sin remedio al creer que decir es para siempre...

Los nombres no prorrumpen en las cosas


no traspasan el antro
en que se nacen y se encuentran a secas,
frente a frente,
no caminan las rutas que darían con el núcleo,
hallazgo más certero que el silencio,
que los ojos, la reflexión y el tacto.
No te puedo nombrar, veloz, ajena, huidiza vital,
vida sin eco que manas nada más
como se nieva desde abajo la cumbre de los montes,
como de pronto, brutal y fervoroso,
amargo, deletéreo,
el amor nos habita y nos violenta.
palabras para el desencuentro 98

Se diría
(atroz, aterida falacia verdadera,
mengua en crecimiento):
que el odio de las cosas,
el ardor con que vetan los impulsos y mutilan el goce,
aunque nosotros, ignaros sin remedio,
algo intentamos, algo con sonrisa pronto desterrada:
la alegría capital con que ponemos pulso en los objetos,
el éxtasis que se fuga en el abrazo,
el coito que se sacia sin saciarse,
y los demás que sueñan,
los otros,
siempre los mismos que son yo y van distantes
y no miran
cuando, apenas tocados, nos muestran lejanía,
su lenguaje sin clave,
la gozosa canción que cree reconocerse
en la resaca quieta,
en la tarde o en el astro transeúnte...
Pero también las fuerzas del hastío,
la intrusión de la tregua como felpa que apaga los puñales,
la insólita virtud con que la acción decrece
la inercia de las cosas, su trocarse de estar
y su impotencia para irse a las otras,
cópula detenida en el nivel del aire
(aunque tal vez sus gérmenes acrezcan otras lindes
99 ernesto de la peña

y su linaje explique la remota noción de sus andanzas,


sus códigos genéticos que yerran,
se desvían embriagados,
solapan y se encubren...).

Quizá sus nombres


barajados por un azar que atiende a sus rigores,
no han atracado en puerto
y se quedan, negados en sí mismos.

Aunque tal vez, pupila sin misterio,


oficio sin ardid,
mar detenido cuando empezaba la creación de sus olas y su fauna precisa
vino a caer, vencido,
desplomado en sus abismos íntimos,
oquedad desertada, vaivén ido de olas
en salina derrota anquilosado...
para expirar en niebla
difumado y fortuito.
Algo oscuro en su luz de puntas hacia adentro,
móvil en su inercia,
tenebroso en la brillante cauda de sus voces
me va colmando de invasiones previstas,
vesánicas, dulzonas,
como si sus fragancias de castigo,
palabras para el desencuentro 100

su bajamar y su velamen alzado hasta las nubes,


se alejaran,
odios coincidentes,
de una inquina infalible que reurdimbra sus madejas clandestinas
para atraparte a ti y al otro y al de nunca...

Profiero, tartamudo, ciego de voz, manco de sonidos,


las sílabas vacías,
lengua sin estatura ni vigencia
garganta atribulada,
glotis desnuda a fuerza de palabras,
áfono a solas, bajo una ráfaga tronísona, inaudible
muevo los brazos idos
transito, sin moverme, las calles y las cosas
quiero palpar la tierra,
desgarrarme el amor,
vencer las rutas de mi propia sangre
para irrumpir,
fortuito, amañado y estéril
entre las crestas del bajel en sombra que nos lleva
y las manos,
agua aterida,
vidrio quebrantado,
atribulada esquila de los locos que habitan sus estancias imposibles
son un sistema de fracasos
un apetito táctil que se rompe ante el puerto.
101 ernesto de la peña

(Jesús gritó, de regreso a lo falso: ¡No me toques!;


Lázaro retornó,
traicionado y triunfal,
al polvo que nutría,
al hogar de su carne agusanada,
a su atuendo de adiós,
a la lascivia helada...)

Me yergo sobre pasos que no avanzan


siento en las venas y en las cúspides del cuerpo
que un forastero sin presencia me canceló el cerebro
y que las redes intestinas, las hostiles sinapsis
me deshabitan y me hostigan...

Debajo o adelante, atrás y siempre, nunca y duradero


vacilo ante la estrella,
asisto, paralítico, a la falacia grande
al brillor de la noche
a la oscura insistencia de los días
al desertado andar de los cometas
capilosos, malignos, santos y mentidos...

Puedo inventar la música absoluta


pero estoy sordo,
palabras para el desencuentro 102

áfono,
atónito, sin entierro ni nombre,
sin llanto ni sepulcro,
por una suave nada acribillado
en un hueco insonoro y clandestino
y no hay fragor ni hay eco
ni cuenca que reviva en sus amores deferentes...

Vuelvo a la tierra, aunque no sé si vuelvo,


ignoro si he salido
y qué terrón amargo he descubierto
que me da certidumbre
que se desvive y niega al visitarme.

Se extinguen los silencios para ser sustituidos por arterias de olvido


por espacios sonoros que ya no saben resonar su fórmula,
el agua no se encrespa,
el viento, compacto y detenido, opone un valladar,
la luz se desmorona,
los astros menguan en su incendio
se desniega el misterio y alza su atroz columna;

frente a una playa sin crustáceos


una fuga de peces que quiebra el horizonte
y un árbol, sólo hojas de verdor desistido,
103 ernesto de la peña

ante un pozo mendaz, pletórico en sí mismo...

deochodeoctubrededosmildos
adosdediciembrededosmildos
tresdediciembrededosmildos
cuatrodediciembrededosmildos
seisdediciembrededosmildos
ochodediciembrededosmildos
diezdediciembrededosmildos
docedediciembrededosmildos
oncedejuniodedosmilcuatro
veinticincodejuniodedosmilcuatro
veintiochodejuniodedosmilcuatro
Índice

Siete ausencias.............................................................................................4
Cuando fallece...........................................................................................17
Tres poemas de espera................................................................................19
Imagen......................................................................................................24
¿Quién te sustituirá en mi corazón?...........................................................27
Et ego in Acadia..........................................................................................29
Réquiem....................................................................................................32
Así te vas por la vejez.................................................................................37
Nenia.........................................................................................................39
De la ausencia............................................................................................41
In memoriam.............................................................................................44
Poema del desconocimiento.......................................................................48
Ritual (Fragmento)....................................................................................51
105 ernesto de la peña

Tratabas de luchar a mano seca..................................................................53


La condesa Imentrud.................................................................................56
Vida de un libertino (III)...........................................................................58
Vida de un libertino (IV)...........................................................................62
Navegación de ida......................................................................................66
Para dormirme, Lullaby.............................................................................71
Tal vez esto es la muerte.............................................................................74
Otra vez, caballero solitario.......................................................................76
Anagnórisis................................................................................................78
Rostro del hombre.....................................................................................81
Balada del ventrílocuo mudo.....................................................................89

Versión digital por


Baumpir

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