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[En: Ana Gabriela Macedo, Carlos Mendes de Sousa & Vítor Moura (organização), As Humanidades e

as Ciências. Disjunções e Confluências, Secção Centenário do Nascimento de Paul Ricoeur, Braga,


Centro de Estudos Humanísticos da Universidade do Minho - Edições Húmus, 2014, pp. 599-610. ISBN
978-989-755-075-1]

Sobre la metáfora viva de Paul Ricoeur

TOMÁS ALBALADEJO 
(Universidad Autónoma de Madrid)
tomas.albaladejo@uam.es

Las metáforas vivas, según las ha propuesto Paul Ricoeur, son exploradas en
relación con la sustitución y la tensión que tienen lugar en el mecanismo metafórico.
La oposición entre el tradicional nivel de la palabra y el más amplio nivel de la
oración e incluso el nivel del discurso es examinada para explicar las propuestas de
Ricoeur, así como la tendencia subyacente de la metáfora a extenderse en unidades
lingüísticas más allá de la palabra y más allá de la oración. Las metáforas vivas son
contrapuestas a la ausencia de metáforas y a las metáforas muertas. La eclosión de
la metáfora a lo largo de la microestructura textual es relacionada con su función
dentro de la macroestructura textual de tal modo que las metáforas vivas pueden ser
consideradas como componentes constituyentes de discurso. Son tenidas en cuenta
las diferencias existentes en los receptores (oyentes, lectores) para explicar las
diferentes interpretaciones de metáforas que pueden ser llevadas a cabo y así es
resaltado el papel de la poliacroasis en cuanto a las metáforas vivas y muertas.

Palabras clave: Metáfora. Tropo. Retórica. Metáfora viva. Metáfora muerta.

Sobre a metáfora viva de Paul Ricoeur

As metáforas vivas como propõe Paul Ricoeur são exploradas em relação à


substitução e à tensão ocorrida no mecanismo metafórico. A oposição existente
entre o nível tradicional da palavra e o nível mais amplo da frase bem como o nível
do discurso é examinada para explicar as propostas de Ricoeur e outrossim avaliar
a tendência subjacente da metáfora face à extensão em unidades linguísticas que
vão além da palavra e da própria frase. As metáforas vivas contrapõem-se à

Profesor Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de Madrid (España) en el Departamento
de Lingüística General, Lenguas Modernas, Lógica y Filosofía de la Ciencia, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada.
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ausência de metáforas e às metáforas mortas. A eclosão da metáfora através da
microestructura textual está relacionada com a sua função dentro da
macroestructura textual de forma a que as metáforas vivas possam ser consideradas
como componentes construtores de discurso. As diferenças existentes entre os
recetores (ouvintes, leitores) são tidas em consideração não só para explicar as
diferentes interpretações das metáforas que se podem realizar, mas também para
enfatizar a função da poliacroase em relação às metáforas vivas e às metáforas
mortas.

Palavras-chave: Metáfora. Tropo. Retórica. Metáfora viva. Metáfora morta.

On Paul Ricoeur’s living metaphor

Living metaphors as proposed by Paul Ricoeur are explored in connection with the
substitution and the tension occurring in the metaphorical device. The opposition
between the traditional word-level and the larger sentence-level and even discourse-
level is examined in order to explain Ricoeur’s proposals as well as the underlying
tendency of metaphor to extend on linguistic units beyond word and beyond
sentence. Living metaphors are contrasted with the absence of metaphors and with
dead metaphors. The rising of metaphor along the textual microstructure is
connected to its role within the textual macrostructure, in such a way that living
metaphors can be considered as discourse-building components. The differences
existing in receivers (hearers, readers) are taken into account for explaining the
different interpretations of metaphors which can be achieved, and thus the role of
polyacroasis is stressed as to living and dead metaphors.

Key words: Metaphor. Trope. Rhetoric. Living metaphor. Dead metaphor.

1. La metáfora ocupa, como mecanismo de expresividad presente en la literatura y en las


demás manifestaciones del arte de lenguaje, desde el ensayo y la oratoria hasta el discurso
científico y económico, un lugar central en el conjunto de tropos y figuras. Por su
fundamentación semántica, tanto semántico-extensional como semántico-intensional, por su
consolidación sintáctica en la semiótica del discurso y por la conexión pragmática que establece
entre el productor y el receptor en la dinámica de la comunicación, la metáfora tiene una
vinculación muy fuerte con el conocimiento en el uso artístico del lenguaje, pero también en su
uso cotidiano, además de implicaciones culturales y sociales, lo cual hace de ella un mecanismo
y un vehículo comunicativo de primer orden en el intercambio entre productores y receptores y
en la construcción de expresiones que, por su aceptación, llegan a constituir formas directas de
comunicación a pesar de su inicial condición de significación indirecta o desviada respecto de
un lenguaje no marcado. La metáfora se sitúa de este modo en una posición clave en el conjunto
de los mecanismos de expresividad del lenguaje y, como tal, es objeto de atención focalizadora
dentro de aquél.
La metáfora está asociada a la idea de movimiento, que está fundamentada por su
denominación en griego (metaphorá) y por la traducción de ésta al latín (translatio), si bien en
latín es usada también la adaptación a esta lengua del nombre griego: metaphora. La metáfora
es un movimiento en el que se traslada una palabra y se traslada un significado. La palabra
griega metaphorá significa ‘mudanza’, ‘traslado’ y se trata de un traslado que tiene la
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complejidad de la sustitución de un primer elemento por otro y del cambio metafórico de
significado del elemento por el que es sustituido dicho primer elemento. La metáfora es, así, un
transporte, un medio de transporte en el que, como escribe Derrida, viajamos: “En cierta manera
—metafórica, desde luego, y como un modo de habitar—, somos el contenido y la materia de
ese vehículo: pasajeros comprendidos y trasladados mediante la metáfora” (Derrida, 1997:
209). La idea de movimiento como constituyente de la metáfora está, además, justificada por
su inclusión en los tropos (trópos: dirección), por el desplazamiento léxico y de significado
que los caracteriza. Como es sabido, Quintiliano se sirve, para explicar la diferencia entre
figuras en sentido restringido y tropos, de una distinción basada en las que hoy conocemos
como relaciones sintagmáticas y relaciones paradigmáticas, según se establezca en la elocutio
del discurso retórico “in verbis singulis” o “in verbis coniunctis” (Quintiliano, 1970: 8, 1, 1),
es decir, en las palabras separadas o en las palabras unidas. Mientras que las figuras se
construyen en el sintagma, en las palabras unidas, mediante relaciones “in praesentia”, los
tropos se forman por las relaciones en el paradigma, entre elementos que aparecen en el discurso
y elementos que no aparecen, los cuales mantienen entre sí relaciones paradigmáticas,
relaciones “in absentia”. Otra diferencia entre figuras y tropos es la que establece Quintiliano
al plantear la “quadripertita ratio” o razón cuatripartita, formada por cuatro operaciones o
mecanismos, tres de los cuales activan y sostienen las figuras: la adiectio o adición de elementos
en la expresión, la detractio o supresión de elementos en la expresión y la transmutatio o
modificación del orden de los elementos de la expresión, siendo el cuarto de ellos, la inmutatio
o sustitución, es el mecanismo que activa y sostiene los tropos y, por tanto, la metáfora. No
obstante, a pesar de su generación paradigmática, los tropos, y la metáfora como el tropo más
destacado, tienen unas indudables implicaciones sintagmáticas, discursivas.
Por su parte, el Grupo μ, de Lieja, en su renovación y reinterpretación de la retórica
clásica, distingue, en su explicación de las metáboles, esto es, de los dispositivos de
modificación retórica, entre operaciones sustanciales y operaciones relacionales; las
relacionales son las que producen el cambio de orden, las sustanciales son de supresión y
adición y entre ellas hay una que es de supresión-adición, es decir, de eliminación de un
elemento y de incorporación de otro elemento, que es la operación que hace posible los tropos
(Grupo μ: 1987: 91-95). A esto hay que añadir que el Grupo μ, mediante la combinación de dos
criterios: el plano de la expresión y el plano del contenido, por un lado, y la palabra o unidad
inferior, así como la oración o unidad superior, clasifica las metáboles en metaplasmos (figuras
de dicción), metataxis (figuras de construcción), metalogismos (figuras de pensamiento) y
metasememas, siendo estos últimos los tropos, por el cambio semántico que constituyen (Grupo
μ: 1987: 71 ss.). El movimiento semántico y la traslación por sustitución caracterizan en el
planteamiento del grupo liejense la metáfora en los metasememas y dentro del conjunto de las
metáboles. Ello, sin embargo, no supone renunciar a una proyección de la metáfora y de los
demás tropos en el sintagma, en el discurso.
La posición de la metáfora en el nivel semántico del lenguaje y su carácter traslaticio
(Albaladejo, 2004), su condición de dispositivo de movimiento, de cambio, hacen de ella un
mecanismo clave en la dinámica de la creatividad lingüística y en la conexión comunicativa
entre el productor y el receptor, entre quien habla y quien escucha, entre quien escribe y quien
lee, por la actividad cognitiva (Indurkhya, 1992; 2013; Arduini, 2007; Pérez & Langer, 2008;
Pujante, 2011) que llevan a cabo uno y otro, el productor en su creación de la metáfora y el
receptor en su interpretación y reconocimiento de ésta, ambos con la conciencia de la existencia
de la base sémica común que tienen el elemento presente o manifiesto y el elemento ausente o
subyacente que participan en la sustitución que hay en la metáfora. La semántica es decisiva
para conocer, estudiar y explicar la metáfora, pero no puede dejarse de lado la pragmática por
la relación comunicativa que implica en relación con la instancia productora y la instancia
receptora. Pero la metáfora también tiene una dimensión sintáctica, su realización tiene lugar
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en el sintagma en relación con el paradigma, su construcción semántica por el enlace sémico
entre el elemento presente y el elemento ausente tiene su plasmación comunicativa en la
expresión discursiva, en la microestructura textual (van Dijk, 1972: 17), en un espacio
lingüístico trazado y determinado por las relaciones sintácticas. En la metáfora el elemento
presente, llamado vehicle por Ivor Richards, adquiere un significado distinto del habitual,
diferente del significado esperado en la interpretación, y, en cambio, propio del elemento
ausente o tenor (Richards, 1965: 85 y ss.) y relacionado paradigmáticamente con el que está
presente. La metáfora, como dispositivo en el que son activados el elemento ausente, el
elemento presente y la relación entre ambos, constituye una producción de significado, tanto
por permitir la asignación translaticia de significado al elemento presente como la impregnación
sémica que se produce desde éste sobre el elemento ausente.

2. La atención de Paul Ricoeur por la metáfora no puede separarse de la actividad


hermenéutica (Peñalver Simó, 1978: 79 y ss.; Agis Villaverde, 1995; Vela Valldecabres, 2005)
y del significado que en ésta es aprehendido. La metáfora es objeto de la poética, de la retórica
y de la hermenéutica, disciplinas que mantienen una relación de complementariedad (Ricoeur,
1997b: 89). Para Ricoeur es fundamental la constitución semántica de la metáfora, en la que
están implicados aspectos poéticos, retóricos y hermenéuticos; en dicha constitución es clave
la transferencia, la translatio:

Creemos que no existe el análisis estructural sin la intelección hermenéutica de la trasferencia de


sentido (sin “metáfora”, sin translatio), sin esa donación indirecta de sentido que constituye el campo
semántico, a partir del cual pueden discernirse las homologías estructurales. En el lenguaje de nuestros
simbolistas medievales —lenguaje procedente de Agustín y de Dionisio, apropiado a las exigencias de un
objeto trascendente— lo primero es la traslación, la trasferencia de lo visible a lo invisible mediante una
imagen recogida de las realidades sensibles, la constitución semántica, con la forma “semejante-
desemejante”, de la raíz de los símbolos o de lo figurativo. A partir de aquí, puede elaborarse en abstracto
una sintaxis de los ordenamientos entre signos en múltiples niveles. (Ricoeur, 1997a: 71).

Paul Ricoeur lleva a cabo un planteamiento de la metáfora como sustitución de elementos


que son entre sí desemejantes y a la vez semejantes. Se trata de palabras o expresiones que son
diferentes, que no son semejantes, pero que llegan a serlo por el poder traslaticio del dispositivo
metafórico, que, sobre la base de un componente sémico común, asimila los elementos
desemejantes. En la metáfora el contraste se alía con la confluencia, lo diferencial se transforma
en lo confluyente, surgiendo un nuevo valor significativo de un doble choque que se produce,
por un lado, entre el elemento presente y el elemento ausente y, por otro, entre el elemento
presente y el cotexto, es decir, el contexto lingüístico de la expresión (van Dijk, 1972: 39).
Ricoeur escribe en Temps et récit: “Avec la métaphore, l’innovation consiste dans la production
d’une nouvelle pertinence sémantique par le moyen d’une attribution impertinente” (Ricoeur,
1983: 11). Si bien la atribución de nuevo significado al elemento que ha substituido al elemento
ausente no es pertinente, una vez instaurada la metáfora, es decir, una vez que ha sido
configurada lingüísticamente la sustitución, se genera un nuevo significado para el elemento
presente, el vehicle, que resulta impregnado del significado del tenor, el cual, a su vez, es
“contaminado” semánticamente por el significado del elemento presente. Así es la riqueza de
la metáfora, su fuerza significativa no solamente va de la expresión a lo no expresado, sino que
también actúa en dirección inversa, implicando completamente los dos elementos en la nueva
pertinencia semántica. Para Ricoeur es importante tomar en consideración la metáfora en su
dimensión sintagmática, como parte de la oración, como elemento del sintagma, del discurso,
lo cual se puede entender como una defensa de la integración de la metáfora en la
microestructura del texto más allá de la palabra. Es necesario tener en cuenta que, según el autor
de La métaphore vive, “il n’y a pas de métaphore dans le dictionnaire, il n’en existe que dans
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le discours” (Ricoeur, 1975: 125). Es esta nueva pertinencia semántica lo que hace posible que
la metáfora esté viva, manteniéndose el contraste con la incongruencia de la literalidad de la
nueva construcción lingüística. Una vez que una metáfora es aceptada por la comunidad de
hablantes y entra en el léxico y, dentro de éste, en el espacio de la polisemia, la metáfora
experimenta un desgaste que hace de ella una metáfora muerta:

Dans l’enoncé métaphorique (nous ne parlerons donc plus de métaphore comme mot, mais de métaphore
comme phrase), l’action contextuelle crée une nouvelle signification qui a bien le statut de l’événement,
puisqu’elle existe seulement dans ce contexte-ci. Mais, en même temps, on peut l’identifier comme la
même, puisque sa construction peut être repetée; ainsi, l’innovation d’une signification émergente peut être
tenue pour une creation linguistique. Si elle est adoptée par une partie influente de la communauté
linguistique, elle peut à son tour devenir une signification usuelle et s’ajouter à la polysémie des entités
lexicales, contribuant ainsi à l’histoire du langage comme langue, code ou système. Mais, à ce stade ultime,
lorsque l’effet de sens que nous appelons métaphore a rejoint le changement de sens qui augmente la
polysémie, la métaphore n’est déjà plus métaphore vive, mais métaphore morte. Seules les métaphores
authentiques, c’est-à-dire les métaphores vives, sont en même temps événement et sens. (Ricoeur, 1975:
127).

La metáfora lexicalizada ya no es metáfora con todas sus propiedades, ya no es metáfora


viva, está desgastada por su incorporación a la significación habitual dentro de las posibilidades
de significación polisémica. Se pierde así la fuerza semántica del mecanismo por el que se ha
creado la metáfora y la innovación semántica queda automatizada en la comunicación,
perdiéndose su poder iluminador en el texto y en la relación, por medio de éste, entre el autor o
productor y el receptor. La metáfora que se desgasta y muere deja de ser al mismo tiempo
acontecimiento y sentido, que se mantienen, en cambio, en la metáfora viva. La repetición de
la metáfora anula la metáfora; como escribe Haverkamp a propósito de la metáfora repetida:
“Die wiederholte Metapher is die längste Zeit keine Metapher mehr” (Haverkamp, 2007: 120).
La atribución no pertinente por medio de la que se produce una nueva pertinencia
semántica es fundamento del contraste, e incluso de la tensión, entre el significado habitual y
el significado metafórico, implicando la metáfora viva el mantenimiento del contraste y de la
tensión.
Domenico Jervolino se ha ocupado de la triple tensión que se da en la metáfora: la tensión
que hay entre los términos de la enunciación que están en contraste; la tensión entre la
interpretación literal y la interpretación metafórica, y, por último, la tensión que se produce en
el plano de la semejanza, por la que la metáfora ofrece un nuevo modo de ver la realidad, que
es contrario al modo ordinario de verla, el cual se resiste a dicho nuevo modo (Jervolino, 2007:
46). Se produce así “an iconic augmentation of reality” (Jervolino, 2007: 46). La tensión
metafórica es propia de la metáfora viva, mientras, que por el desgaste experimentado por las
metáforas que llegan a ser metáforas muertas, está ausente de éstas. Ricoeur plantea una teoría
de la tensión para explicar la metáfora en el ámbito de la frase, mientras que la teoría de la
sustitución permanece más bien en el ámbito de la palabra (Ricoeur, 1975: 8). No obstante,
puede considerarse que sustitución y tensión actúan complementariamente para la creación y el
funcionamiento de la metáfora, al haber tensión porque ha habido sustitución, y hacen que
aquélla sea una metáfora viva. La creación y el mantenimiento de la tensión son necesarios para
la metáfora viva, ya que, en cuanto ésta pasa a formar parte del material lingüístico lexicalizado,
deja de serlo y es una metáfora muerta. Es preciso tener en cuenta que la metáfora viva funciona
como un vector que asume la axialidad dinámica del discurso, de la obra literaria, de cualquier
construcción de arte de lenguaje. De ahí el poder de la metáfora viva para transformar la realidad
y para ser transformación del lenguaje. De ahí que pueda ser tomada (y funcionar) como un
poema en miniatura:

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L’explication de la métaphore est destinée à servir de banc d’essai (test case) pour un problème plus vaste,
celui de l’explication appliquée a l’oeuvre elle-même prise comme un tout. Autrement dit, la métaphore est
prise comme un poème en miniature, et on pose comme hypothèse de travail que, si l’on peut rendre compte
de façon satisfaisante de ce qui est impliqué dans ces noyaux de signification poétique, il doit être possible
également d’étendre la même explication à des entités plus vastes, telles que le poème entier. (Ricoeur,
1975: 121).

3. La condición de axialidad dinámica de la metáfora en el discurso es propia, como se


ha indicado, de la metáfora viva, la cual es proyectada, precisamente por la compleja tensión
que la caracteriza, en el conjunto del texto, en su globalidad discursiva, impregnando con la
nueva pertinencia semántica generada por una adscripción no pertinente la totalidad de la
expresión de dimensiones superiores a la palabra, llegando a la frase y, más allá de ésta, al texto.
Se produce así la eclosión metafórica: la metáfora surge semánticamente, brota en la sustitución
a partir de la cual se produce la tensión y se manifiesta súbitamente en el espacio de la
textualidad, dinamizándolo con su sustancial incidencia en la globalidad textual.
La perspectiva de la comprensión y explicación de la metáfora desde la idea de tensión
no es, a mi juicio, incompatible con la idea de sustitución apoyada por la operación de inmutatio
de la quadripertita ratio. Para que se produzca la tensión es necesaria la sustitución y a partir
de ésta se genera el contraste en tanto en cuanto la sustitución hace posible la atribución no
pertinente y la nueva pertinencia semántica característica de la metáfora. Por otro lado, la
consideración de la metáfora —y de todos los tropos— como una realización lingüística “in
verbis singulis”, a partir de relaciones paradigmáticas, no la aísla del sintagma, en el que
necesariamente ha de realizarse cualquier selección paradigmática, pues ésta se dirige a la
combinación sintagmática para materializarse en ella. Por ello, es posible la compatibilidad del
planteamiento de la Retórica clásica con la dimensión frástica y discursiva y con la proyección
textual de la metáfora.
El valor indudable de la metáfora viva planteada por Paul Ricoeur permite situar la
metáfora no gastada, innovadora semánticamente, en el centro del espacio semántico (y
pragmático) de la imagen retórico-poética. Iluminadora, evidenciadora, la metáfora viva se
muestra como activo instrumento expresivo en la participación comunicativa del
descubrimiento retórico-poético de la realidad y de una nueva forma de representarla, de tal
modo que llega a ser un imprescindible componente del código lingüístico-comunicativo
poiético-hermenéutico que enlaza la instancia productora con la instancia receptora en la poesía
y en el arte de lenguaje en general, contribuyendo así al consenso emotivo (Hernández Guerrero
& García Tejera, 2004: 175-176) entre los comunicantes. La metáfora viva se constituye así
como privilegiado mecanismo vinculado a una estilización de la representación lingüístico-
artística, como cumbre estética del mecanismo general lingüístico de la metaforización, que
abarca el dispositivo de la creación metafórica y también la metaforicidad como cualidad (y
capacidad) del lenguaje. Por la múltiple funcionalidad de la metáfora, Lakoff y Johnson han
planteado su presencia en la vida cotidiana:

Para la mayoría de la gente, la metáfora es un recurso de la imaginación poética, y los ademanes


retóricos, una cuestión de lenguaje extraordinario más que ordinario. Es más, la metáfora se contempla
característicamente como un rasgo sólo de lenguaje, cosa de palabras más que de pensamiento o acción.
Por esta razón, la mayoría de la gente piensa que pueden arreglárselas perfectamente sin metáforas.
Nosotros hemos llegado a la conclusión de que la metáfora, por el contrario, impregna la vida cotidiana, no
solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual ordinario, en
términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente de naturaleza metafórica. (Lakoff, Johnson,
1995: 39).

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La naturaleza metafórica a la que se refieren Lakoff y Johnson incluye tanto las metáforas
vivas como las metáforas muertas; es la base de la actividad de construcción metafórica del ser
humano, con independencia del ámbito de realización y del uso de las metáforas y al margen
de que se mantenga o no su innovación semántica. Precisamente en este conjunto metafórico,
que es el de la totalidad de las posibilidades de la creación metafórica, es en el que se produce
el contraste entre unas metáforas y otras, entre las gastadas y las activas, entre las que dejan de
funcionar como metáforas, aunque lo sean (o lo hayan sido) y las que siguen vivas como
metáforas. Es sobre el fondo constituido no solamente por el lenguaje sin metáforas, sino
también por las metáforas muertas, sobre el que se perfilan las metáforas vivas, en las que se
mantiene la fuerza semántica fundamentada en la tensión sintagmática (y originada
paradigmáticamente) entre el elemento presente y el elemento ausente y entre aquél y el cotexto,
tensión que se proyecta en el conjunto discursivo por la eclosión metafórica, situándose la
metáfora —o el conjunto de varias metáforas que constituyen una red isotópica (Rastier,
1976)— en el eje semántico de la microestructura textual si la construcción metafórica está
vinculada al tópico principal o a uno de los tópicos principales de los que forman la
macroestructura textual (van Dijk, 1972: 5-6). La metáfora viva posee un anclaje en el lugar
del discurso en el que se encuentra y es desde este lugar, como espacio inicial en el que se
produce el encaje en el propio texto por medio de la sustitución, desde donde se establecen las
tensiones de la metaforicidad y desde donde la metáfora se extiende en el espacio sintagmático,
llegando a impregnar la totalidad del texto si se da la mencionada vinculación macroestructural.
Es lo que sucede en el soneto XXIII de Garcilaso de la Vega:

En tanto que de rosa y d’azucena,


se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena.
y en tanto que’l cabello, que’n la vena
del oro s’escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que’l tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.
(Garcilaso de la Vega, 1972: 59).

En este soneto amoroso de carpe diem (García Berrio, 1979) hay diferentes metáforas
que forman una red isotópica sobre la que se establece el sentido del poema. Me centraré en
una de las dos metáforas que hay en el undécimo endecasílabo, la metáfora cuyo elemento
presente es ‘nieve’ y cuyo elemento ausente es ‘canas’, ‘cabello blanco’. Esta metáfora, en su
eclosión, se extiende por todo el texto, por su microestructura, y es clave en la macroestructura
del poema, por representar ‘nieve’ (en su relación con ‘canas’) el resultado del paso del tiempo
en la dama que es amada por el poeta y a la cual éste dirige el soneto amoroso. La metáfora
‘nieve’ – ‘canas’ se erige así como metáfora viva que se extiende por el poema al representar
una de sus claves, la de la inexorabilidad del transcurrir del tiempo y la consiguiente
transformación de la juventud en vejez, sin que ello limite que de modo equivalente se extiendan
por el texto otras metáforas, como las que tienen como elemento manifiesto ‘viento helado’ y
‘rosa’, así como otras en el poema. Las metáforas vivas son, pues, elementos constituyentes de
discurso, componentes que construyen discurso, que contribuyen a su cohesión, a su
funcionamiento significativo y a su instauración en el espacio de la cultura.

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4. La pluralidad de receptores (oyentes, lectores) del discurso y de la obra literaria
implica una pluralidad de interpretaciones que constituyen el fenómeno hermenéutico que he
denominado poliacroasis (Albaladejo, 1998). Si bien la metáfora viva es reconocible como tal
por los receptores y es distinguida en general de la metáfora muerta, es posible que algunos
receptores consideren metáforas vivas algunas metáforas que otros consideran muertas e
incluso que objetivamente puedan considerarse muertas. Por ello, la poliacroasis aporta la
variación o la posibilidad de variación sobre la distinción entre metáforas vivas y metáforas
muertas, dependiendo de lo novedosa o lo automatizada que resulte para cada receptor una
determinada metáfora, lo cual está asociado a su conocimiento de las obras literarias y de la
lengua en la que está construida y expresada la metáfora y a su acervo cultural. Se puede
considerar, por tanto, que esta variación depende de aspectos culturales, de lo asumida que esté
culturalmente una metáfora; así, en virtud de la condición cultural de la metáfora (Barei &
Pérez, compiladoras, 2006), ésta puede ser considerada un componente de la Retórica cultural
(Albaladejo, 2013). Los elementos culturales están insertos en el sistema retórico, en el que son
dinamizados comunicativamente en una proyección persuasiva que tiene como objetivo el
receptor, con cuya colaboración interpretativa cuenta el productor textual.

(Este artículo es resultado de la investigación llevada a cabo en el proyecto de I+D+I “Retórica


cultural. Planteamiento de un sistema metodológico de base comparada para el estudio de la
literatura, el discurso y la cultura a partir de sus componentes persuasivos”, de referencia
FFI2010-15160/FILO, financiado por la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e
Innovación del Ministerio de Economía y Competitividad de España).

Referencias.

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ALBALADEJO, Tomás (2013), “Retórica cultural, lenguaje retórico y lenguaje literario”, Tonos. Revista de Estudios
Filológicos, 25 [en línea], disponible en la dirección
http://www.um.es/tonosdigital/znum25/secciones/estudios-03-retorica_cultural.htm
[consultado el 26 de febrero de 2014].
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