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manera mágica. Muchas de ellas fueron contadas de padres a hijos y más tarde
escritas en forma literaria o inventadas por escritores. Estos cuentos nacen en
Europa en la época medieval. Gobernado por la monarquía, había castillos
príncipes hadas reinos princesas casi siempre la trama es de la princesa que es
víctima y es salvada por el príncipe o algo mágico
El príncipe feliz
La Estatua del príncipe feliz Era la más bonita de la ciudad estaba cubierta de oro
tenía en los ojos dos grandes Zafiros y en la empuñadura de su espada brilla un
gran Rubí Cierta vez pasó por ahí una pequeña golondrina iba de camino a Egipto
pero como estaba un poco cansada decidió pasar la noche a los pies de aquella
hermosa estatua. No había hecho más que cerrar los ojos para dormir cuando le
cayó encima una gota.
-¿Qué pasa no hay una sola nube en el cielo?- dijo extrañada la golondrina entonces
voló hasta arriba y vio el príncipe feliz llorando.
-¿has sido tú el que me ha mojado?- preguntó enfadada -Sí porque estoy muy triste,
ahora conozco las penas que sufren las gentes de mi pueblo Y antes no las había -
dijo el príncipe. La bondad del
príncipe impresionó a la golondrina
que decidió dejar por un día su
viaje para hacerle compañía.
La pequeña ave se fue muy triste Aquel lugar el príncipe feliz había perdido uno de
sus ojos por ayudar a un escritor orgulloso Aunque el caritativa príncipe le pidió la
golondrina que se marcha se ella decidió quedarse todavía más y por deseo del
príncipe llevó el otro Zafiro a una cerillera que estaba en la calle, los ojos de la niña
se iluminaron de alegría al verlo.
El frío había llegado al pueblo y la pequeña golondrina ya no podía volar muy lejos
el príncipe le pidió entonces que ella le guiará con sus ojos ya que no podía ver:
también le pidió que le dejarse un pedacito de oro a cada pobre durante toda la
noche. El ave fue quitando las láminas de oro que cubrían la Estatua
entregándoselas los mendigos; pero cada vez tenía menos fuerzas y el frío le iba
debilitando hasta que cayó sin vida a los pies del Príncipe Feliz.
De nuevo cayeron las lágrimas, era el príncipe que lloraba por la pequeña
golondrina. Un día pasó al alcalde de la ciudad por delante de la Estatua y al verla
sin sus joyas pensó que como era tan fea deberían quitarse y aprovechar el metal.
Cuando metieron la Estatua en el fuego, se derritió todo menos el corazón y como
era de plomo lo tiraron a la basura donde habían echado también el cuerpo de la
pequeña golondrina. A muchísimas leguas de ahí, dónde está el país de las hadas
la reina pidió una de sus doncellas que buscase las dos cosas más lindas del
mundo. La doncella tardó algún tiempo en volver pero al fin encontró lo que tanto
había buscado: el bondadoso corazón del príncipe feliz y la cariñosa pequeña
golondrina
El maravilloso vestido del Emperador
Hubo una vez un emperador que era muy presumido, sólo pensaba en comprarse
vestidos. Tenía un grupo muy numeroso de sastres que constantemente le hacían
nuevos ropajes, porque deseaba ser el emperador mejor vestido de todos los reinos
del mundo. Cierto día llegaron al palacio Imperial dos pícaros muchachos pidiendo
ser recibidos por Su Majestad; decían que eran unos afamados sastres que venían
de tierras lejanas. El emperador, al conocer la noticia, les hizo pasar
inmediatamente.
-Majestad hemos traído una tela que es una maravilla- dijo uno de los pícaros -no
la pueden ver los ignorantes, pero los inteligentes le gusta mucho- dijo el otro. El
emperador se entusiasmó con lo que decían y pidió a los falsos sastres que le
comenzarán inmediatamente un vestido con aquella tela que enseñaría a todo
mundo. Los pícaros pidieron para los gastos grandes sumas de dinero y joyas
valiosísima; hacían creer que cortaban el vestido cuando en realidad no cosían nada
y aquellos que los veían, para que no les
llamarán ignorantes, decían que era un
vestido muy original. Llegó el día en el que
el emperador fue a probarse el famoso
vestido; cuando se lo presentaron quedó
admirado, no veía el vestido y para que sus
súbditos no pensaban que no era inteligente,
decidió disimular. Todo el pueblo esperaba
que pasara el emperador ya que tenían gran
curiosidad sobre cómo sería el majestuoso
ropaje. Entonces aparece el emperador: iba
caminando desnudo ante el asombro de
todos. Un gran silencio se hizo en la calle,
pero nadie dijo nada para que no le llamarán
ignorante. Sólo un niño con su inocencia
dijo:
Los más ancianos cuentan que hace mucho tiempo vivían un rey y una reina que
se quería muchísimo. Tenían una hijita que era tan bella y cariñosa como la reina y
tan simpática y buena como el rey. Todos eran muy felices porque en ese reino no
faltaba nada ya que en las cuadras del Rey, había un asno muy especial, el mismo
que convertía en oro todo lo que comía y después de digerir expulsaba sólo
monedas de oro. Un día la reina se
puso muy enferma y antes de morir hizo
prometer a su marido que sólo se
casaría con una mujer que fuera tan
bella y tan cariñosa como ella.
Como el rey no mejoraba todavía la princesa decidió pedir un nuevo vestido: que
sacrificara al asno y le regalase su piel. Esperaba que el rey no lo hiciera, pero
estaba tan loco que sacrifico al pobre animal.
Lo único que podía hacer la princesa era huir disfrazada con la piel de asno, pero
estaba tan fea vestida con aquella piel que nadie quería recibirla. Al fin llegó a una
casa donde pudo esconderse de su padre. Piel de asno que era cómo le llamaba la
gente, se hizo famosa por su simpatía y amabilidad todos la querían mucho. Un día
pasó por ahí mientras iba de cacería, El príncipe de otro reino que se enamoró tanto
de Piel de asno que cayó enfermo; los médicos dijeron que sólo podría curarse con
un pastel amasado por la mujer que amaba. Pidieron que todas las muchachas del
reino prepararan un dulce, pero al hacerlo Piel de Asno perdió su anillo entre la
harina. Al ir a tomar el pastel, el príncipe encontró el anillo y decidió que buscarse a
la doncella que lo había hecho tan rico porque era el que a él le había gustado más.
Piel de asno acudió al palacio con un vestido brillante como el sol y el príncipe se
curó nada más de verla. Al poco tiempo el rey se puso bueno y cuentan los más
ancianos, que en aquel reino, todos volvieron a ser felices.
Riquete el del copete.
El hada de nuestra historia estaba muy ocupada aquel día: las reinas de dos países
vecinos estaban a punto de ser mamás por primera vez y ella como amiga de las
dos reinas debía estar presente cuando los bebés nacieron para darle sus
bendiciones. El primero en nacer fue un Principito que era, pobrecito, muy
requetefeo: tenía un gran mechón de pelo por lo que le llamaron Riquete, el del
copete.
-Será feo sólo exteriormente, porque por dentro será el joven más sabio y
bondadoso de cualquiera del reino y además aquella persona a quien ame tendrá
también esos dones- contestó la Dulce hada mientras sonreía al mirar al bebé.
En el otro reino nació una niña muy linda, al verla todo el mundo quedaba admirado
de tanta belleza
-Es una niña preciosa, es tan hermosa- dijo la reina con gran cariño- será el orgullo
de nuestro país, todos los príncipes vendrán a pedirle matrimonio- comentó el rey
muy feliz por su princesita.
-Es cierto, pero también tendrá un defecto-dijo el hada que acababa de llegar del
reino de al lado -¿un defecto?- preguntó la reina muy preocupada.
-La niña será muy agraciada por fuera pero un poco torpe e ingenua, pero no os
preocupéis, porque no será así para siempre. Pasaron los años y Riquete con su
típico tupé se hacía cada vez más bondadoso y sabio pero no era feliz; su aspecto
era bastante feo y por eso ninguna doncella le miraba. La princesa, al contrario,
cada día gustaba más a los jóvenes por su gran belleza, pero todos se alejaban de
ella cuando abría la boca para decir algo
-Soy el príncipe Riquete el del copete y deseo contraer matrimonio con la princesa
más bella del mundo- exclamó ante la Corte del palacio. El amor no sólo había
cambiado a la princesa, sino también a Riquete, como suele suceder entre las
personas que se quieren bien