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A través de los ojos de una adolescente embarazada

El milagro de la vida, se está produciendo en tu cuerpo, ese momento que todos anhelamos, el de
la felicidad perfecta, es muy diferente en la adolescencia…

Desde siempre, cuando se ve a una mujer embarazada la felicitamos, la llenamos de bendiciones y


de alegrias, deseándole todo el bien posible.. pero ¿Qué pasa cuando es una adolescente la que
vive este momento? La mayoría de las personas la critican, la humillan e inclusive se alejan de ella,
ya que piensan que metió la pata y destrozó su vida. ¿Quiénes son para juzgarla sin saber sus
motivos o razones?

Todos hemos visto o sabemos de alguna situación así, opinamos y criticamos en base a lo que
cada quien piensa…sin embargo nadie sabe lo que es vivir esa situación mas que la misma
adolescente y futura mamá…

‘‘La aguja atravesaba mi piel, odiaba tanto que me hicieran análisis de sangre, pero en ese mo
momento los nervios y la incertidumbre invadían mi cuerpo. No sabía ni que pensar. Si salía
negativo, seguiría mi vida como una hija de familia y, ¿si era positivo? ¿Cómo explicarle a mis
papas mis motivos? ¿Cómo reaccionarían al saber que su hija de 15 anos se convertiría en mama?
¿Me correrían de la casa, me apoyarían o abandonarían? Eran tantas preguntas sin respuestas en
mi mente que no preste atención al día siguiente en la escuela porque esperaba con desconcierto
el resultado de los análisis.

Llegó el papel a mis manos, solo busca “positivo”, era lo que esperaba ver… y eso encontré
POSITIVO. Mi corazón se estremeció y a la vez se lleno de felicidad, amaba tanto a ese ser
pequeñito al que solo tenía unos cuantos segundos de saber de su existencia. Seguían las dudas,
los miedos y las preocupaciones, decirle a mis padres era lo más difícil, pero decidí hacerlo y
afrontar esta responsabilidad. Muchos jóvenes como yo recurrirán al aborto,k pero yo no lo haría.
Yo deseaba esa vida que habitaba en mis entranas. Cuando le dije a mis padres, de decepsionaron
mucho, todos los sueños e ilusiones que tenían para mi, se tumbaron, sin embargo, decidieron
apoyarnos: a mi, a mi bebé y al padre de mi bebé.

Al pasar los días sufrfí ascos y naúseas, iba a la escuela embarazada, tenía apenas dos meses y
nadie lo sabía, mas que mi mejor amiga. No podía hacer notar mi embarazo pero por mas que lo
intentaba, los malestares me hacían correr al bano para vomitar.

Los maestros empezaron a notar mi falta de interés en clase. Faltaba a clases, dejé de hacer mis
tareas y me dormía en el salón, pero para empeorar aún mas las cosas, mi presión arterial
disminuía seguida de dolores de cabeza. Asi que mi mamá optó por hablar con la coordinadora
con el fin de que yo terminara el tercero de secundaria desde mi casa y así fue, ella me ayudo a
terminar mi secundaria en casa.
Las semanas transcurrían y yo hacía mis trabajos escolares. Tardaba más en ingerir alimentos que
en lo que llegaban las náuseas y vaciaban mi estómago. Era algo muy inacómodo, mi vida estaba
siendo absorbida desde adentro por un pedacito de mi.

Llegó el mes de mayo, mi panza tenía un tamaño suficiente para hacerse notar y en una tarde
mientras comía, algo golpeó hacia donde tenía recargada una mano en mi abdomen, me quedé
muy sorprendida, mi bebé me acab aba de dar su primera patadita. Ese fue uno de los momentos
mas felices de mi embarazo. Cadavez sucedían con mayor frecuencia, mientras mi bebé crecía, sus
movimientos eran mas intensos y también los riesgos. La preclamsia me segúa sigilosamente y la
diabetes gestacional no se quedaba atrás; un exceso mínimo de sal o de azúcar podrían haberme
ocasionado una complicación, ya sea parto prematuro o la muerte. Gracias a mi ginecóloga y sobre
todo a mis papás, lleve un cuidado prenatal excelente, lamentablemente a los 7 meses tuve
problemas emocionales muy fuertes con el padre de mi bebé, que me ocasionaron problemas con
la placenta, aumentando el riesgo a la pleclamcia y a un parto prematuro, por lo tanto debía tener
una terapia ocupasional es decir, distraer mi mente para evitar emociones fuertes como el enojo,
tristeza, coraje y estrés.

A causa de mi embarazo, mucha gente cambio su perspectiva hacia mi, no faltó quién se refiriera a
mi como una fácil o zorra; fueron tantas palabras obsenas con las que me llamaban, que se
necesitaba mucho valor para salir a la calle con mi enorme panza y afrontar las miradas tan feas y
comentarios horribles que llegaban a mi mientras caminaba. A pesar de eso, yo salía sin vergüenza
o miedo alguno, porque mi bebé ra – y es- lo mas hermoso que me pudo pasar, así que me tenía
sin cuidado lo que las personas pensaran de mi; yo era feliz y eso es lo que importaba, mi felicidad.

Pasaron los últimos 2 meses…, la fecha de parto se aproximaba cada vez mas, ya me era difícil
caminar con tanto peso, mi espalda dolía y ya no era tan ágil, ya ansiaba tener a mi bebé entre mis
brazos, y todas las noches pedía porque mi vida y la de el o ella estuvieran seguras, que estuviera
sano (a) y yo al 100% para cuidarlo y educarlo.

Llegó el día del parto, debido a mi corta edad, mi cuerpo no resistiría un parto natural, ya que mi
presión podría subir y afectarme, por lo tanto, la cesárea era la mejor opción, pero aún así, corría
riesgos como una hemorragia, entre muchos riesgos más. No sentí dolor al momento en el que
hacía la incisión, solo oía el bip-bip al ritmo de mis latidos. De repente, al término de una presión
muy fuerte, algo así como si me estuvieran aplastando, el sonido mas hermoso que hubiera
escuchado en toda mi vida, irrumpió e invadió todo el quirófano, llenando sus pequenos
pulmones, lloraba mi pequeña, Al oírla, todo lo malo y triste que viví en mi embarazo se borro de
mi mente. Ya nada me importaba más que salir adelante junto con mi pequeña Renatta, y luchar
por ella.

Mi hija es el motor de mi vida, mi tesoro, en pocas palabras mi todo.

No lo niego, si fue en la edad equivodada, pero no me arrepiento. Jamás había sido tan feliz como
lo soy ahora con ella.
Es difícil tener el papel de madre y ser adolescente a la vez, hay veces en las que extraño salir con
mis amigas y mi vida de antes, pero cuando me despierto y veo la sonrisa de mi hija al levantarse
como si me dijera “buenos días mama”, me doy cuenta de que un hijo es una gran responsabilidad
y a la vez una alegría que no tiene comparación. Luchar por ella, estudiar la prepa y trabajar vale la
pena por mi pequeña. Verla feliz y sonreir es lo único que quiero, estoy dispuesta a todo con tal de
que sea la niña mas feliz del mundo.

Adolescentes, todavía no es edad de que inicien su vida sexual y si ya la iniciaron, infórmense


sobre los métodos anticonceptivos, cuídense y protéjanse.

Un bebé es una bendición, ya sea en la adolescencia o en la adultez, la diferencia es que en la


adolescencia no se tiene la madurez emocional suficiente para ser padres.

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