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Evangelio
En el texto se presenta la Web 2.0 como un ambiente de vida en el cual los católicos están
llamados a llevar la presencia del Evangelio. Comprender las redes sociales como ambiente
más que como un simple medio lleva a superar la visión instrumentalista de este “nuevo
contexto existencial” (Conferenza Episcopale Italiana, 2010: 51), como lo han denominado
los obispos italianos. La formación de quienes “habitan” estos “nuevos espacios de
evangelización” (Benedicto XVI, 2013), exige aprender a vivir bien en los tiempos de la
Red, siendo capaces de mostrar el rostro misericordioso de Dios con lenguajes nuevos y
creativos que presenten la riqueza del mensaje de Jesucristo. La presencia de los católicos
en las redes sociales debe llevar a hacer de la Web una “red de relaciones”, un lugar donde
la participación, el compartir y el generar contenidos estén marcados por un estilo abierto,
acogedor y siempre en diálogo.
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En la actualidad se observa una evolución en Internet que está haciendo surgir nuevas
formas de relación y de comunicación entre usuarios. En un primer momento, la red era
utilizada solo como un medio de comunicación entre personas de una misma empresa o
universidad. Esto es lo que se llama “Intranet” y que dio paso a lo que ahora llamamos
“Internet”, una plataforma en la cual pueden conectarse personas de distintas zonas
geográficas e interactuar de forma simultánea. Así, del correo electrónico, los chats y los
foros, se dio paso a sitios de comunicación dinámica e interactiva que permiten una mayor
participación de los usuarios: la Web 2.0. Esta nueva forma de experimentar la Web está
planteando grandes desafíos a los católicos, quienes están llamados a dar testimonio
también en el Continente Digital, habitando estos lugares con un estilo creativo y abiertos
al diálogo con quienes no comparten la fe en Cristo. Ante esta realidad es que se
presentarán algunas reflexiones que pueden orientar la presencia evangelizadora de los
católicos que están en las redes sociales.
Internet en sus comienzos era utilizado por una cantidad privilegiada de usuarios, los cuales
accedían a información movidos, principalmente, por necesidades de investigación. Con la
aparición de la World Wide Web, se fue ampliando el tipo de usuarios, así como también
las necesidades que se podían satisfacer con su uso. Aun así, el paradigma de uso era el
mismo: los usuarios consumían información. Esto cambió radicalmente con la llamada
“Web 2.0”.
La primera vez que se utilizó el término “Web 2.0” fue en una conferencia realizada por
Tim O’Reilly, en la cual se propuso presentar la evolución que ha tenido la web para llegar
a ser una plataforma innovadora en la que convergen diversos medios y dispositivos, tales
como el teléfono, la televisión, el celular y el buscador. La propuesta entrega evidencias de
que han sido los usuarios quienes han ido cambiando la forma de concebir la web,
buscando, creando, compartiendo y clasificando contenidos. Por ello es que O’Reilly dirá:
“Web 2.0 no es una tecnología, es una actitud” (en Hinton & Hjorth 2013: 16). Los
cambios de esta nueva web no comienzan en la estructura de Internet, sino en “los tipos de
software empleados y con cambios a nivel de prácticas del usuario” (en Hinton & Hjorth,
2013: 16). Es de esta manera que surgirán sitios web adaptados para su uso tanto en
dispositivos móviles, como los teléfonos celulares o las tabletas, así como para televisores
inteligentes o para los ordenadores. Lo que hace que estos sitios formen parte de la Web 2.0
no es solo el nuevo tipo de software, adaptado a múltiples usos y dispositivos, sino su
orientación hacia actividades que formen parte de la vida cotidiana de los usuarios de
internet, de manera que a través de ellas se pueda participar en comunidades digitales,
donde se comparta información y se generen contenidos. De esta manera, y en comparación
con la Web 1.0, estos sitios ya no tendrán contenidos estáticos publicados en la red con los
que los usuarios no puedan interactuar, sino que brindarán una gama de posibilidades de
interacción donde el protagonista sea el usuario mismo.
Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir que las características fundamentales de esta
nueva forma de experimentar la Web son: la participación por parte de los usuarios y la
capacidad de compartir que ellos tienen en las diversas plataformas.
a. Participar
La Web 2.0 ha sido definida de diversas maneras, todas ellas con un factor común: la
participación y la importancia de los usuarios en la generación de contenidos (Yus, 2010).
O’Reilly (2005, en Yus, 2010), por ejemplo, plantea que en la Web 2.0 se crea una
arquitectura de participación, en la cual son los aportes de los usuarios los que, mezclados
con datos de otras fuentes, construyen una plataforma en continua actualización. De ahí la
centralidad de lo social y participativo en esta nueva web. Es lo que destaca Harrison y
Barthel (2009, en Yus, 2010) como característica principal y como potenciador del rol de
los usuarios en la creación de los contenidos y en la forma que estos tienen. El carácter
social de la Web 2.0 es, por lo tanto, lo que la distingue de la Web como era concebida
anteriormente, otorgando mayor importancia a la capacidad que tienen los usuarios de
generar contenidos y de determinar aquello que los medios masivos crean.
Entender la Web 2.0 como una “red de relaciones” (Spadaro, 2010) resulta fundamental.
Esto, porque se considera que en la red cada usuario está ahí para establecer una relación
con otros cibernautas y participar en comunidades digitales. Cada acción de los usuarios de
la Web 2.0 está orientada a compartir no solo contenidos generados por medios de prensa,
por ejemplo, sino sobre todo para comentar aquello que encuentra en la red y, también, lo
que hace en su vida cotidiana. Por ello es que cuando un usuario entra a una determinada
red social, es decir, a una plataforma donde puede relacionarse con sus amigos, compañeros
de trabajo o conocer nuevas personas, lo hará para compartir con ellos alguna página web
que le haya interesado, una fotografía de alguna actividad, para dar alguna opinión sobre
determinado tema o, simplemente, dar a conocer lo que está haciendo. Es de esta manera
como la Web 2.0 pone al usuario al centro; en términos de Hinton & Hjorth (2013: 58), los
usuarios son entendidos como “produsers”, es decir, ya no solo reaccionan al contenido
creado por una determinada organización, sino que son “la fuente del material original”
(Hinton & Hjorth, 2013: 58), convirtiéndose ellos mismos en productores de contenidos.
Como explica Spadaro (2010: 13), “en la Web 2.0 el sentido de la publicación es la
participación”. Los usuarios de la Web 2.0, por lo tanto, forman parte de una cultura de la
participación en la que producen contenidos y buscan que sus redes de contactos
reaccionen, dando a entender con ello que su contribución es importante. La relación entre
usuarios y la participación se configura, de esta manera, como una de las características de
la Web 2.0.
“No basta pasar por las «calles» digitales, es decir simplemente estar conectados: es
necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro”, dice Papa
Francisco (2014). Habitar la Red es salir de la comodidad y entrar en las periferias
existenciales, caminando por las calles digitales con una actitud humilde, sencilla y cercana
que sea capaz de llamar la atención de quienes las transiten. De esta manera, quienes vean a
un católico en Facebook, Twitter o Instagram podrán ver, más que un perfil cargado de
mensajes bíblicos y bonitas imágenes con frases para reflexionar, sobre todo a una persona
que se muestra tal como es en la vida física, transparente, abierto, con alegrías y tristezas,
disponible para entablar una conversación con quien se le acerque, especialmente “para
responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de
búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana” (Benedicto XVI, 2013).
b. Compartir
El capital más importante de la Web 2.0 es el contenido generado por los usuarios, los
cuales invierten tiempo, emociones y creatividad en el proceso de construcción de un
material que pueda ser compartido y comentado por otros. Como expresa Hinton & Hjorth
(2013), la disponibilidad de instrumentos como las cámaras fotográficas, de vídeo y los
teléfonos móviles hacen posible que la grabación, experiencia, visualización y
memorización de los eventos esté cambiando. En la Web 2.0 cualquier usuario que tenga
uno de estos dispositivos puede ser un periodista que reporte, por ejemplo, o que, mediante
su computadora, comente las últimas películas en cartelera. Así también, es el contenido
generado por los usuarios el que permite la existencia de los diversos servicios de redes
sociales. Sin usuarios que compartan su vida, sus gustos y opiniones en internet, las
plataformas existentes en la Web 2.0 no existirían. Ante esto, surge la pregunta: ¿qué tipo
de recursos estamos llamados a compartir los católicos en las redes sociales? Una respuesta
que nos puede guiar, nos la da el Papa emérito Benedicto XVI (2011):
Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos
abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar
testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias,
opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no
se hable explícitamente de él. Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el
mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia.
La riqueza del mensaje del Evangelio no debe reducirse a una única forma de
transmisión, sino que “hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos
símbolos, una nueva carne para la transmisión de la Palabra” (Papa Francisco, 2013, nº
167). Es por ello que cada católico en la Red está llamado a poner todos sus dones y
capacidades al servicio de la evangelización, compartiendo el mensaje de Jesucristo según
su propio estilo y carisma, dando a conocer, además, las experiencias que han marcado su
vida de fe y planteando más preguntas que respuestas a sus amigos. Las bendiciones que
cada uno ha recibido en su vida pueden ser el material que los católicos compartan, ya que,
como dice la Evangelii Gaudium, “El bien siempre tiende a comunicarse” (2014: nº 9).
Mirar a la propia historia con una memoria agradecida puede ser una fuente de gran riqueza
para el anuncio de la alegría del Evangelio, también en la Red. Así, los momentos de la
vida cotidiana, tanto las alegrías como las tristezas, vividos desde la óptica de la fe, pueden
ser compartidos en las redes sociales, convirtiéndose en un testimonio vivo de la presencia
salvadora de Dios en la vida del hombre.
Los obispos italianos en las Orientaciones Pastorales del decenio 2010-2020 han definido
Internet como un “nuevo contexto existencial” (Conferenza Episcopale Italiana: 2010, 51)
en el cual
“los procesos mediáticos llegan a dar forma a la realidad misma. Ellos intervienen de modo
incisivo en la experiencia de las personas y permiten una ampliación de las potencialidades
humanas. Del influjo más o menos consciente que ejercitan, depende en buena medida la
percepción de nosotros mismos, de los otros y del mundo.”
La Red es, como explica Spadaro (2012: 20), “una realidad que cada vez más interesa a la
existencia de un creyente e incide en su capacidad de comprensión de la realidad y, al
mismo tiempo, de su fe y en su modo de vivirla”. Comprender Internet como contexto
existencial permite dar el salto desde la comprensión de esta como un simple medio de
comunicación a un ambiente de vida. La hibridación entre la vida física y la vida virtual,
con un alto grado de interacción entre ambas, ha llevado a que sean cada vez más las
relaciones que se establecen en el entorno virtual sin que se conozca de forma física al
interlocutor.
El uso cada vez más masivo de los teléfonos inteligentes o “smartphones” está llevando a
las redes sociales a estar cada vez más presentes en la vida de las personas. Si antes era
necesario estar ante una computadora para acceder a Internet, ahora se puede publicar una
fotografía en Facebook, comentar en un blog o compartir una noticia desde cualquier lugar,
teniendo un celular con Internet móvil. Esto lleva a que los usuarios entiendan lo digital,
con las redes sociales, y el mundo físico, con los encuentros cara a cara, como dos
dimensiones de una misma realidad.
Internet y las redes sociales se constituyen, de esta manera, como lugares donde la
Iglesia debe estar presente, ya que es allí donde, como nuevas “ágoras”, “las personas
comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y
formas de comunidad” (Benedicto XVI, 2013). En estos nuevos espacios de evangelización
es posible hacer que el intercambio de información se convierta en verdadera
comunicación, los contactos se transformen en amistad y las conexiones faciliten la
comunión (Benedicto XVI, 2013).
Concebir la Red como ambiente exige comprender que en ella se debe vivir bien, es decir,
establecer relaciones donde, antes que pensar en estrategias de comunicación, cada uno se
presente de forma verdadera, sin construir falsos perfiles que no coincidan con la vida que
se lleva. De esta manera, el católico que habite el Continente Digital será capaz de entrar en
un diálogo abierto y sincero con quienes sean sus “amigos” o “seguidores”. Junto a ello, el
vivir bien en la Red le permitirá enriquecer su vida con experiencias significativas de
encuentro en el mundo digital pudiendo, en la medida de lo posible, llevarlas al encuentro
físico.
Entender que, como dice Benedicto XVI, “el ambiente digital no es un mundo paralelo o
puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente
de los más jóvenes” (2013), permite hacer que la vida cristiana vivida en el mundo físico
sea vivida también en la Red. Así, por ejemplo, experiencias como la oración de intercesión
o el acompañamiento en situaciones de dificultad, pueden realizarse también en Internet:
invitar a cadenas de oración, rezar por las intenciones que tus “amigos” o “seguidores” te
confíen, dar palabras de aliento a quien está pasando por momentos difíciles, etc.
3. Conclusiones
La Red está abriendo un gran abanico de posibilidades para transmitir la riqueza del
Evangelio. La posibilidad de compartir material en texto, audio y vídeo, así como también
las relaciones que se pueden establecer en ella, hacen del Continente Digital un lugar donde
el mensaje de Jesucristo debe hacerse presente. Por ello es que los católicos estamos
llamados a tener una presencia evangelizadora también en las redes sociales, ya que “si la
Buena Noticia no se da a conocer (…) en el ambiente digital podría quedar fuera del ámbito
de la experiencia de muchas personas para las que este espacio existencial es importante”
(Benedicto XVI, 2013).
Son muchas las personas que habitan la Red, especialmente los jóvenes, y es por ello que
nuestra presencia está llamada a ser creativa y atrayente. Como repite Papa Francisco, la
Iglesia crece por atracción y no por proselitismo. Más que seguir la lógica del púlpito, los
católicos debemos entrar en diálogo con los demás, conocer sus inquietudes,
preocupaciones, alegrías y esperanzas, construyendo redes de relaciones que sean capaces
de transformar las vidas.
La presencia católica en Internet debe ser auténtica, abierta y dialogante, teniendo siempre
la conciencia de que es Dios quien puede transformar los corazones de quienes se
encuentren con nosotros y confiando en que el poder de su acción es “superior a la
seguridad que depositemos en el uso de los medios humanos” (Benedicto XVI, 2013).
Respondiendo al mandato de Cristo “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a
toda la creación” (Mc 16,15), los católicos en la Red estamos invitados a promover una
cultura del encuentro, donde salgamos al encuentro de nuestro prójimo que está presente en
las calles del Continente Digital. De esta manera, construiremos una “Iglesia que acompaña
en el camino (y) sabe ponerse en camino con todos” (Papa Francisco, 2014). Al poner todos
nuestros dones al servicio de la evangelización, los católicos debemos buscar siempre
formas nuevas y creativas de transmitir el Evangelio, mostrando el rostro misericordioso de
Dios y la vida nueva que nos ha sido dada en Cristo. La Buena Noticia que compartamos en
las redes sociales será, así, un testimonio concreto del encuentro con Jesucristo. Es por ello
que debemos estar atentos a no reducir la transmisión de la fe a un simple “emitir” un
mensaje que quedará en la lista de entre muchos otros mensajes que los demás reciben. El
compartir la fe en Internet nos exige, por lo tanto, además de la creatividad, ser capaces de
presentarlo como algo atractivo para los demás, como un libro en el que más que
respuestas, encontramos preguntas que pueden hacer de la vida una búsqueda apasionante.
Como habitantes de este ambiente digital, los católicos nos disponemos a participar,
compartir y crear relaciones con los prójimos que caminan por las calles de las redes
sociales, mostrándonos tal como somos y con una coherencia entre lo que proclamamos y
lo que vivimos en nuestra vida cotidiana, evitando, así, que exista una fractura entre la vida
física y la vida digital. Al concebir la red como un ambiente estamos superando la visión
dualista según la cual aquello que experimentamos en el mundo digital es una realidad
paralela. Ser habitantes de este ambiente nos permitirá construir relaciones significativas
para nuestra vida y para la de los demás. No tengamos miedo de salir a las periferias del
mundo digital y de caminar por sus calles, saliendo al encuentro del prójimo.
4. Bibliografía
Benedicto XVI, P. (2011). Mensaje para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales: Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital. Obtenido
de http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/communications/docume
nts/hf_ben-xvi_mes_20110124_45th-world-communications-day_sp.html
Benedicto XVI, P. (2013). Mensaje para la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales: Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la
evangelización. Obtenido
de http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/communications/docume
nts/hf_ben-xvi_mes_20130124_47th-world-communications-day_sp.html
Hinton, S., & Hjorth, L. (2013). Understanding social media.London: SAGE Publications.
Yus, F. (2010). Ciberpragmática 2.0: Nuevos usos del lenguaje en Internet. Barcelona:
Ariel.
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3 anni fa
redes sociales
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Internet es una realidad que forma parte de la vida cotidiana: no es una opción, sino un
dato de hecho. La red hoy se presenta como un tejido conectivo de las experiencias
humanas. No como un instrumento. Las tecnologías de la comunicación están creando
un ambiente digital en el que el hombre aprender a informarse, a conocer el mundo, a
establecer y mantener vivas las relaciones, contribuyendo a definir también un modo de
habitar el mundo y de organizarlo, guiando e inspirando los comportamientos individuales,
familiares y sociales. Para algunos «El ambiente digital no es un mundo paralelo o
puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente
de los más jóvenes» (Benedicto XVI). La evangelización no puede no considerar esta
realidad.
En el tiempo de los motores de búsqueda, las respuestas están al alcance de la mano, están
en todas partes. Por esto es que hoy es importante no tanto dar respuestas ¡Todos dan
respuestas! “The teacher doesn’t need to give any answers because answers are
everywhere” (Sugata Mitra, profesor de Educational Technology en la Newcastle
University). Hoy es importante reconocer las preguntas importantes, las
fundamentales. Y hacer de tal modo que nuestra vida quede abierta, que Dios nos pueda
hablar todavía.
“Nunca hay que responder preguntas que nadie se hace”(Evangelii Gaudium, 155).
¿La Iglesia sabe involucrarse con las preguntas y las dudas de los hombres? ¿Sabe
despertar las preguntas irreprimibles del corazón, sobre el sentido de la existencia? Es
necesario saberse insertar en el diálogo con los hombres y mujeres de hoy, para comprender
las expectativas, las dudas, las esperanzas.
Estamos asistiendo el colapso de las programaciones… Hasta hace algún tiempo MTV
(Music Television), entre los jóvenes era considerada una emisora de «culto». Ahora está
sufriendo una crisis o, si queremos, una transformación de lo que antes era – una emisora
de una notable cantidad de videos musicales presentados por VJ – en emisora de reality
show y series televisivas dirigidas sobre todo al público adolescente y adulto joven.
Los jóvenes, de hecho, tal vez disfrutan la música de internet y no hay más razones
para que la disfruten desde la TV. La TV es un ruido de fondo, el zumbido del mundo.
Se le deja hablar… Raramente hoy encuentra lugar en las habitaciones de los jóvenes.
Hoy, por otro lado, el ver implica la selección y la posibilidad del comentario y de la
interacción. Y esta posibilidad es dada por una red social como YouTube.
La fe parece participar de esta lógica. Las programaciones son sustituidas por las
búsquedas personales y por los contenidos accesibles siempre en la red.
La vida de la Iglesia está llamada a asumir una forma siempre más comunicativa y
participativa.
La lógica de las redes sociales nos hace comprender mejor que antes que el contenido
compartido está siempre estrechamente ligado a la persona que lo ofrece. No hay, de
hecho, en esta red ninguna información «neutra»: el hombre está siempre
involucrado directamente en aquello que comunica.
En este sentido, el cristiano que vive inmerso en las redes sociales está llamado a una
autenticidad de vida muy exigente: ella toca directamente el valor de su capacidad de
comunicación. De hecho, ha escrito Benedicto XVI en su Mensaje para la Jornada Mundial
de las Comunicaciones del 2011, «Cuando se intercambian informaciones, las personas
se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales».
La fe, por lo tanto, no solo se «transmite», sino que sobre todo puede ser suscitada en
el encuentro personal, en las relaciones auténticas.
Y para Papa Francisco este compartir es largo. Escribe claramente: « Internet puede ofrecer
mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es
un don de Dios». El Papa parece leer en la red el signo de un don y de una vocación de la
humanidad a estar unida, conectada.
¿Cómo se manifiesta el ser prójimo en el nuevo ambiente creado por las tecnologías
digitales? Papa Francisco, hablando a los comunicadores en el 2002, había escogido
la parábola del buen samaritano, como imagen de referencia del comunicador.
- Las librerías online y las otras tiendas tienen huellas de nuestros gustos, de nuestras
elecciones, de nuestras adquisiciones y, a veces, también de nuestros comentarios.
El streaming de nuestra vida no está hecho solo de lo que enviamos en la Red, sino
también por aquello que nos gusta y por lo que señalamos a los otros, también gracias al
botón “me gusta”, a nuestros followers y a nuestros amigos.
Hoy, en cambio, las redes sociales ofrecen la oportunidad de hacer más significativa la
experiencia vivida subjetivamentegracias a las publicaciones y al compartir en una red de
relaciones. Las noticias de los periódicos no están relacionadas conmigo y, en un cierto
sentido, terminan por ser percibidas como menos «extraordinarias» o como menos
interesantes.
La Red es una oportunidad, porque narrar en todo caso es restituir los sujetos del
conocimiento a la densidad simbólica y experiencial del mundo. Y hoy está muy
alimentado el deseo de narración al interior de los vínculos y relaciones. La narración en la
red puede ser, sí, individualista y autorreferencial, pero puede ser también polifónica y
abierta.
La vida espiritual del hombre contemporáneo está ciertamente tocada por el mundo en el
que las personas descubren y viven las dinámicas propias de la Red, que son interactivas e
inmersivas. El hombre que tiene un cierto hábito con la experiencia de internet, de
hecho, aparece más dispuesto para la interacción que a la interiorización.
¿Cuál será la espiritualidad de las personas cuyo modus cogitandi está en fase de
«mutación» a causa de su habitar en el ambiente digital? Un camino para evitar esta pérdida
consiste en el evitar oponer demasiado velozmente profundidad con interacción,
superficialidad con interiorización.
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