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Situación 1 (DD. FF.

):

Marcos prende su televisor al vestirse en la mañana todos los días. Hoy descubre que una
mujer habría sido asesinada de manera violenta durante la madrugada, por un tipo llamado
Gabriel, al parecer sin provocación alguna. Gabriel le habría dado un golpe en la cabeza a la mujer,
y haciéndola caer, la víctima se fractura el cráneo, muriendo en el mismo instante. Marcos ve
situaciones como esta a menudo en las noticias, y siempre se enoja con que “no se hace justicia en
el país”. Le dice a su pareja que “de seguro es uno más que sale libre, porque la puerta giratoria en
este país nunca se va a acabar”. Sin embargo hacia la tarde las cosas serían distintas, pues en el
mismo canal del noticiario matutino se señala que el homicida habría sido objeto de tratos
inhumanos dentro del recinto penitenciario en el que estaba preventivamente privado de libertad.
Los demás presos habrían sometido a Gabriel a golpes de electricidad y a patadas y golpes de puño
en todas las partes del cuerpo, todo mientras era grabado y suplicaba por piedad. Al ver los videos
que sus compañeros de trabajo le mostraban, él dijo que estaba bien, “alguna vez que los
delincuentes paguen y sepan lo que hacen sufrir”. Una colega le dice que a su opinión es
demasiado, que eso es tortura. Él dice que “así son las cosas en la cárcel. Debió pensarlo mejor
antes de matar a alguien”. Algunos compañeros de trabajo están de acuerdo, y la discusión no
dura mucho más. Marcos vuelve a su oficina, que quedaba mucho por hacer y no vale la pena
andar peleándose por gente que no ayuda a país.

María Irma, o “Irmita” como le dicen las vecinas y vecinos del barrio, no salió esa mañana
a la feria como siempre. Pero su presencia estaba en el boca a boca de la gente, que apuntaba en
dirección a su casa mientras intercambiaba palabras de asombro. “Pero si se veía tan buen cabro”;
“yo se que ella lo crió bien”; “pobre Irmita, va a tener que ir a ver a su hijo a la cárcel”. Pero la casa
de Irmita no tenía una sola luz prendida. Era puro silencio. Rosa, vecina de Irmita, sabía que tenía
que ir a hablar con ella y darle unas palabras de aliento, pero no sabía qué. Ella conocía a Gabriel
de pequeño, y sabía que él andaba en cosas raras, pero nunca para matar a alguien. Recién decidió
ir a la casa de Irmita en la tarde, después de ver las noticias y la cara de Gabriel ensangrentado en
la cárcel. Tocó la puerta, y se encontró con María Irma totalmente desmoronada, con lágrimas en
los ojos. Tan pronto le abrió la puerta, Rosa le da un abrazo, y tras eso Irmita estalla en llanto. “Mi
hijo está solo ahí adentro, mira lo que le hicieron”. Rosa solo escucha; no tiene palabras. “Rosita,
yo no pido que salga libre, si lo que hizo no estuvo bien. ¿Pero cómo yo voy a estar tranquila aquí,
viendo como torturan a mi hijo?”. A Rosa le quedó dando vueltas la palabra tortura. Cuántas veces
la había escuchado antes, quizás demasiadas en Chile, pensaba. “Si él es una persona, como todo
el resto. No pido impunidad, pido humanidad”. A Rosa le salieron un par de lágrimas mientras
María Irma seguía angustiada. Pensó que lo mejor era acompañar a su vecina durante toda la
tarde, para que no estuviera sola como su hijo allá lejos.

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