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Poeta español
Gustavo Adolfo Bécquer nació en el año 1836 en Sevilla. Era hijo de unos nobles
holandeses que eran pintores muy conocidos por los alrededores, aunque no
tenían mucho dinero.
A los cinco años murió su padre, y cuanto tenía once años murió su madre. Por
entonces estaba estudiando para ser marinero, pero luego se interesó por el arte
y la literatura.
Junto a sus tíos y su hermano empieza a profundizar en el arte y aprende a
pintar. Siguiendo el oficio familiar y utilizando todo lo que le habían enseñado
sobre el arte, intenta dedicarse a la pintura y fue escribiente en la Dirección de
Bienes Nacionales. Allí sus compañeros admiraban sus dibujos, pero cuando el
director le vio haciendo dibujos sobre las escenas de Shakespeare decidió
despedirle.
Abandona la pintura y decide viajar a Madrid para dedicarse a la literatura.
Intentó escribir una obra llamada “Historia de los templos de España”, pero fue
un fracaso, así que tuvo que dedicarse a ser periodista para poder conseguir
algo de dinero.
Escribe poemas y textos en periódicos de poca categoría, además de artículos
y noticias. Ya que no tenía un gran trabajo tampoco tenía un gran sueldo, y su
hermano, que sí consiguió ser un pintor famoso, le ayudaba mucho en los
tiempos donde el dinero no le daba para poder vivir.
El año 1861 se casó con Casta Esteban. Ella era la hija de un médico y aunque
se cree que nunca fueron felices, tuvieron tres hijos.
En el año 1864 consigue un cargo importante y muy bien pagado: censor oficial
de novelas. Ese trabajo le daba tiempo libre para dedicarse a escribir sus rimas
y leyendas, pero con la revolución que hubo en el año 1868 perdió su trabajo y
su esposa se divorció de él.
Después de eso se mudó a Toledo para vivir con su hermano Valeriano, donde
consiguió ser el director de la revista “La Ilustración de Madrid”.
En septiembre del año 1870 su hermano Valeriano muere, y pocos meses
después, en diciembre, Bécquer también muere a causa de una depresión.
Su obra
Su obra más famosa se llama “Rimas”, donde se juntaban todos los poemas que
Bécquer había escrito. Con tantas revoluciones y accidentes la obra original se
perdió y tuvo que rehacerla varias veces al cabo de los años. Sus “Leyendas”,
en cambio, son un conjunto de textos en prosa que Bécquer escribió durante su
corta vida.
Los críticos literarios de la época no le dieron mucha importancia, pero la fama
de Bécquer fue creciendo especialmente después de su muerte, cuando sus
amigos decidieron editar y publicar sus obras.
LUIS DE GÓNGORA
Era hijo del juez de bienes confiscados por el Santo Oficio de Córdoba don
Francisco de Argote y de la noble dama Leonor de Góngora. Su desahogada
posición económica le permitió adquirir una cuidada educación, que le llevó a
estudiar en Granada y Salamanca, dónde se ordenó sacerdote en 1585 y fue
canónigo beneficiado de la catedral cordobesa. Ocupó el cargo de racionero en la
catedral y, según parece, no de la forma austera que correspondía a su rango.
Desde 1589 viajó en diversas comisiones de su cabildo por Navarra, y por Andalucía
y ambas Castillas (Madrid, Salamanca, Granada, Jaén, Cuenca, Toledo). Compone
entonces numerosos sonetos, romances y letrillas satíricas y líricas.
Su figura se revistió de aun mayor prestigio, hasta el punto de que Felipe III le
nombró capellán real en 1617; para desempeñar tal cargo, vivió en la Corte hasta
1626.
Al año siguiente, 1627, perdida la memoria, marchó a Córdoba, donde murió de una
apoplejía en medio de una extrema pobreza. Velázquez lo retrató con frente amplia
y despejada, y por los pleitos, los documentos y las sátiras de su gran enemigo,
Francisco de Quevedo, se sabe que era jovial, sociable, hablador y amante del lujo
y de entretenimientos como los naipes y los toros, hasta tal punto que siempre se le
reprochó lo poco que dignificaba los hábitos sacerdotales.
Sin embargo, pronto recobró la confianza real con la ascensión al poder del conde-
duque de Olivares, quien se convirtió en su protector y le distinguió con el título
honorífico de secretario real. Pese a ello, Quevedo volvió a poner en peligro su
estatus político al mantener su oposición a la elección de Santa Teresa como
patrona de España en favor de Santiago Apóstol, a pesar de las recomendaciones
del conde-duque de Olivares de que no se manifestara, lo cual le valió, en 1628, un
nuevo destierro, esta vez en el convento de San Marcos de León.
Pero no tardó en volver a la corte y continuar con su actividad política, con vistas a
la cual se casó, en 1634, con Esperanza de Mendoza, una viuda que era del agrado
de la esposa de Olivares y de quien se separó poco tiempo después. Problemas de
corrupción en el entorno del conde-duque provocaron que éste empezara a
desconfiar de Quevedo, y en 1639, bajo oscuras acusaciones, fue encarcelado en
el convento de San Marcos, donde permaneció, en una minúscula celda, hasta
1643. Cuando salió en libertad, ya con la salud muy quebrantada, se retiró
definitivamente a Torre de Juan Abad.
(Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 -
Ciudad de México, id., 1695) Escritora mexicana, la mayor figura de las letras
hispanoamericanas del siglo XVII. La influencia del barroco español, visible en su
producción lírica y dramática, no llegó a oscurecer la profunda originalidad de su
obra. Su espíritu inquieto y su afán de saber la llevaron a enfrentarse con los
convencionalismos de su tiempo, que no veía con buenos ojos que una mujer
manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.
Biografía
Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribió su
primera loa. En 1659 se trasladó con su familia a la capital mexicana. Admirada por
su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa
del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera,
brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición, su viva inteligencia y
su habilidad versificadora.
Falto de recursos, volvió a Nürtingen en 1795, antes de ser introducido en casa del
banquero Gontard, en Frankfurt, siempre como preceptor. Susette, la esposa de
Gontard, mujer al parecer de gran belleza y sensibilidad, habría de convertirse en
su gran amor; tanto en sus poemas como en el Hiperión se referiría a ella con el
nombre de «Diotima». Su amor fue correspondido, y el poeta describió su relación
en una carta como «una eterna, feliz y sagrada amistad».
A pesar de su trabajo y de los viajes que debió efectuar con la familia Gontard a
causa de la guerra, fue una época de intensa actividad literaria, y en 1799 finalizó
su novela epistolar Hiperión. En septiembre de 1798 tuvo que abandonar la casa de
los Gontard, después de vivir una penosa escena con el marido de Susette. Se
entrevistó varias veces en secreto con ella, hasta que se trasladó a Homburg por
consejo de su amigo Isaak von Sinclair.
Emprendió entonces su tragedia La muerte de Empédocles e intentó lanzar una
revista intelectual y literaria, que fracasó. En 1800 fue invitado a Stuttgart, donde
tuvo tiempo para dedicarse a la poesía y traducir a Píndaro, que ejercería una gran
influencia sobre sus himnos. A finales del año aceptó otro puesto como preceptor
en Hauptwil, Suiza; se ignora por qué razones abandonó su trabajo, en abril de
1801, y volvió con su madre, a Nütingen. Hasta enero de 1802, cuando obtuvo un
cargo en casa del cónsul de Hamburgo en Burdeos, trabajó ininterrumpidamente en
su obra poética.
Al aparecer los primeros síntomas de su enfermedad mental, abandonó una vez
más su puesto en abril. Sinclair le comunicó por carta la muerte de Susette Gontard,
el 22 de junio de 1803, en Frankfurt. Tras un período de gran violencia, su trastorno
mental pareció remitir. Sinclair lo llevó de viaje a Ratisbona y Ulm y, a la vuelta,
escribió El único y Patmos, dos de sus obras maestras. Por influencia de su amigo
obtuvo la plaza de bibliotecario de la corte, en el palacio del landgrave de Homburg.
Como sus crisis mentales se hicieran cada vez más frecuentes, en 1806 fue
internado en una clínica de Tubinga, sin que se produjera mejoría en su estado. Un
ebanista de la misma ciudad, entusiasmado por la lectura del Hiperión, lo acogió en
su casa en 1807. Allí permaneció hasta su muerte, en unas condiciones de locura
pacífica que se prolongaron durante treinta y seis años.
La obra de Hölderlin tiene en su eje central el intento de hallar el sentido y esencia
de la lírica en los momentos históricos convulsos que le tocó vivir. Los
juveniles Himnos (1793), en los que canta a la belleza, la libertad y el genio de la
adolescencia, sufren aún la influencia de Schiller y ensalzan los "ideales de la
humanidad". Las Elegías (1793), sobre todo "Grecia" y El destino", son ya un
lamento por lo desaparecido e incluyen una propuesta fundamental en Hölderlin: el
impulso hacia un nuevo helenismo. Hiperión (1797-1799) es un texto a mitad de
camino entre la novela epistolar y la llamada "de iniciación", que comparte también
las características confesionales de un diario íntimo y anticipa múltiples aspectos de
la sensibilidad romántica.
WILLIAM BLAKE
(1757/11/28 - 1827/08/12)
En 1784 abrió una imprenta y aunque fracasó, al cabo de unos años, continuó
ganándose la vida como grabador e ilustrador. Se inició en la escritura con tan
sólo 12 años, su primera obra impresa fue, Esbozos poéticos (1873). Sus poemas
más populares fueron los que se incluían en Canción de inocencia (1789). En
1794 publicó Canciones de experiencia, donde utiliza el mismo estilo lírico.
Además escribió otras obras, como Una isla en la luna (1784), una colección de
cartas y un cuaderno de notas con apuntes y algunos poemas breves que escribió
entre 1793 y 1818, al que se denominó el Manuscrito Rossetti, pues lo adquirió en
1847 el poeta, también inglés, Dante Rossetti. William Blake falleció en Londres,
el 12 de agosto de 1827.
RAFAEL ALBERTI
(Puerto de Santa María, 1902 - 1999) Poeta español, miembro de la Generación del
27. Sus padres pertenecían a familias de origen italiano asentadas en la región y
dedicadas al negocio vinícola. Las frecuentes ausencias del padre por razones de
trabajo le permitieron crecer libre de toda tutela, correteando por las dunas y las
salinas a orillas del mar en compañía de su fiel perra Centella.
A las faltas de asistencia siguieron las reprimendas por parte de los profesores y de
su propia familia. Quien muchos años después recibiría el Premio Cervantes de
Literatura no acabó el cuarto año de bachillerato y en 1916 fue expulsado por mala
conducta. En 1917 la familia Alberti se trasladó a Madrid, donde el padre veía la
posibilidad de acrecentar sus negocios. Rafael había decidido seguir su vocación
de pintor, y el descubrimiento del Museo del Prado fue para él decisivo. Los dibujos
que hace en esta época el adolescente Alberti demuestran ya su talento para captar
la estética del vanguardismo más avanzado, hasta el punto de que no tardará en
conseguir que algunas de sus obras sean expuestas, primero en el Salón de Otoño
y luego en el Ateneo de Madrid.
Estudió derecho en su ciudad natal bajo la dirección de Pedro Salinas, de quien fue
discípulo y quien orientó, asimismo, sus primeros pasos de poeta. De su inicial
inclinación a la soledad y al nihilismo evolucionó hacia una actitud de íntima y
acogedora espiritualidad. Así, los poemas "Atardecer en la catedral" y "La visita de
Dios" señalan, según José María Valverde, "el término de la evolución de un
ambiente español, desde un ideario exquisito y minoritario hasta una emoción a la
vez religiosa y socialmente humana".
En diferentes momentos de su vida dio clases de español en la universidad de
Toulouse, en Inglaterra y en Estados Unidos. Sus primeras obras marcan un
itinerario que desembocó en una estrecha afinidad con los poetas surrealistas. Esta
etapa, que dio comienzo con Perfil del aire (1927) y Égloga, elegía, oda (1928),
logra su mayor expresión y madurez en Un río, un amor (1929) y Los placeres
prohibidos (1931), libros en los que ya se muestra, en todo su esplendor, un
Cernuda enamorado y rebelde, orgulloso de su diferencia.
En sus volúmenes siguientes arraigó con originalidad y dominio la tradición
romántica europea: Donde habite el olvido (1934), Invocaciones (1935). Los títulos
que aparecieron a partir de este momento, más los ya publicados, fueron
engrosando su obra poética completa bajo el sugestivo rótulo de La realidad y el
deseo (1936); en 1964 se publicó póstumamente la edición número cuarenta.
Cernuda, que tras la contienda civil española conoció el exilio del que jamás volvió,
emprendió, bajo la influencia directa de la poesía anglosajona, un período en el que
su obra poética se hace autobiografía y reflexión. Residente en Gran Bretaña,
Estados Unidos y, por último, México, publicó sucesivamente, entre otros libros, Las
nubes (1940), Como quien espera el alba (1947), Vivir sin estar
viviendo(1949), Con las horas contadas (1956) y Desolación de la Quimera (1962).
La obra del autor ha sido objeto de numerosos estudios en muchos países. Tal vez
quien más y mejor se haya aproximado a su sentido más genuino y profundo sea el
mexicano Octavio Paz, que en un breve ensayo dedicado a su figura escribe sobre
el sentido de la palabra deseo en los trabajos del poeta: "Con cierta pereza se tiende
a ver en los poemas de Cernuda meras variaciones de un viejo lugar común: la
realidad acaba por destruir al deseo, nuestra vida es una continua oscilación entre
privación y saciedad. A mí me parece que, además, dicen otra cosa, más cierta y
terrible: si el deseo es real, la realidad es irreal. El deseo vuelve real lo imaginario,
irreal la realidad".
Pero además de poeta, Cernuda fue también un excelente prosista. Toda su obra,
recopilada tras su muerte por los estudiosos Derek Harris y Luis Maristany, se puede
encontrar en el volumen Prosa completa (1975), en el que, entre otros títulos,
aparecen Variaciones sobre tema mexicano (1952), Ocnos (1942) y Estudios sobre
poesía española contemporánea (1953).
Gustavo Adolfo Bécquer
Amor eterno
La despedida
A la estrella nocturna
¡Tú, ángel rubio de la noche,
ahora, mientras el sol descansa en las montañas, enciende
tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona
y sonríe a nuestro lecho nocturno!
Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los
azules cortinajes del cielo, siembra tu rocío plateado
sobre todas las flores que cierran sus dulces ojos
al oportuno sueño. Que tu viento occidental duerma en
el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos
y lava el polvo con plata. Presto, prestísimo,
te retiras; y entonces ladra, rabioso, por doquier el lobo
y el león echa fuego por los ojos en la oscura selva.
La lana de nuestras majadas se cubre con
tu sacro rocío; protégelas con tu favor.
Poemas de Rafael Alberti.
A galopar
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan,
las tierras de España, en las herraduras.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Poemas de Luis Cernuda.
Deseo
Por el campo tranquilo de septiembre,
del álamo amarillo alguna hoja,
como una estrella rota,
girando al suelo viene.