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06/06/18.
Reporte de lectura
Por ejemplo, en el libro Las islas flotantes de Eugenio Barba, explica cómo el
actor Noh del Japón, cómo el bailarín del ballet clásico, cómo el mimo tradicional inician
su formación con una deformación; las posiciones de base, las posturas, la forma de
caminar son diametralmente opuestas a las cotidianas. Aquellas técnicas usadas por estos
cuerpos, crean un nuevo tono muscular, es decir, un cuerpo dilatado que finalmente, será
vehículo de expresión de diversos estilos teatrales y dancísticos. Por ello, si existe el
entrenamiento físico, debe existir el entrenamiento mental. El cuerpo dilatado siempre
evoca una mente dilatada.
Un cuerpo dilatado es un cuerpo cálido, no en el sentido emotivo o sentimental,
sino que es un cuerpo al rojo vivo. En el sentido científico del término: las células son
excitadas produciendo más energía, más fuerza, más velocidad en un espacio dilatado,
que es el cuerpo dilatado que irradia una energía singular, que es un cuerpo luminoso
porque trae una vibración interna mayor a la de un cuerpo en su estado cotidiano; por
tanto que, a mayor vibración, mayor posibilidad de penetración, de convencimiento, de
influencia sobre el público. Esto quiere decir que a mayor penetración, mayor
responsabilidad; porque sobre el escenario se movilizan fuerzas que desencadenan
reacciones que desatan al mundo, ¿hacia dónde?, hacia donde la conciencia personal del
actor o director lo dirija. Eugenio Barba habla del teatro como revuelta, de una forma de
luchar contra el orden establecido.
Con esto relaciono mucho lo que dice Gerda Alexander acerca de la eutonía
(armonía en el tono muscular): “Obtener con el trabajo, un ajuste permanente de la
función tónica al proyecto motor o postural del individuo”. Gerda, no sólo habla del
individuo como conciencia e indagación de métodos o técnicas para una tonicidad
armoniosamente equilibrada y en adaptación constante, en relación justa con la situación
o la acción a vivir; sino también de aquellas técnicas que surgen en el redescubrimiento
del cuerpo en los músicos, bailarines y actores, que se ajustan al contacto y a la
permeabilidad del cuerpo.
Yoshi Oida, también menciona sobre las técnicas a la hora de ejecutar una acción
(sea cual sea) y no sólo se queda en una técnica sino en un estilo de vida y ésta aplicarla
en el teatro como actor. El libro “El actor invisible” de Yoshi, comprende cinco etapas en
el proceso de la formación del actor: Empezar, moverse, actuar, hablar y aprender. Cada
etapa tiene su ciclo. Cuando plantea el empezar, quiere decir la preparación o ritual de
trabajo, cómo iniciamos nuestra práctica y hace referencia a la limpieza tanto en el área
donde se trabaja como en la atención de los nueves orificios, actitud y postura corporal
en el área de trabajo, de dónde viene la fuerza (hara) y los puntos centrales del cuerpo
enfocado directamente a las manos. El moverse, requiere el conocimiento geográfico de
nuestro cuerpo. En términos de acción significa trabajar a partir de la posición de pie y
luego desarrollarla por medio de movimientos ascendentes y descendentes. Actuar y
hablar, consiste en la práctica que es la fortaleza del actor y la profunda investigación
física-psicológica, el tener la percepción (intuición) de cada detalle, la relación con los
demás y con el público. Por último, el aprender. El aprendizaje no sólo es lo que nos
enseñan sino empieza por la recepción del observar, escuchar y ejecutar.
La acción del actor puede ser fastidiada por estereotipos, del mismo modo como
se bloquea el flujo del pensamiento con estereotipos, juicios y preguntas ya listos. Esto
significa que el “camino del rechazo” es el camino de todo bailarín y actor. Es la búsqueda
de cómo estar siempre en transición, de no estancarse en los conocimientos acumulados,
de no capitalizar las habilidades y teorías, de no hundirse en un territorio especializado.
Es la búsqueda de una técnica personal capaz de modelar las energías sin permitir que se
congelen en ese modelaje, como dice Eugenio Barba: “para ello es fundamental
mantenerse fiel a una filosofía personal, a la convicción propia, a los impulsos y
necesidades originales, lo que mantiene y conserva la vibración de los sueños y rebeldía
de la juventud”.
El pensamiento creativo produce significados imprevistos que superan la inercia,
la monotonía, la repetición. Por ello, la dilatación de un cuerpo físico no sirve si no viene
acompañado por la dilatación del cuerpo mental. El pensamiento debe atravesar la forma
tangible la materia, no sólo manifestarse en la acción precisa, sino también en la
desaparición de toda obviedad en el significado de la acción.
Cuanto más cómodos nos sentimos al ejecutar estas acciones, tanto más
espontáneos nos percibimos nosotros mismos. Eugenio Barba rompe con el significado
convencional de lo espontáneo, identificado con el movimiento propio, libre, natural, al
ubicarlo directamente con el condicionamiento cultural.