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CAOS, AZAR, CICLOS O PLAN

¿EXISTE LA METAHISTORIA?

Conferencia pronunciada por el Dr. Carlos M. Regúnaga


en la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires,
acto organizado por el Instituto de Investigación y Desarrollo
Amílcar E. Argüelles en el Ciclo Ciencia y Visión,
el 6 de diciembre de 2011
Presentación por el
Director del Instituto de Investigación y Desarrolllo
Académico Titular Dr. Fausto Tulio Gratton

Dichosos los historiadores que investigan las causas de los he-


chos humanos. Invoco a Clío, la Musa que preside la Historia, para
que nos acompañe e inspire en este encuentro. Causalidad es co-
nexión entre entidades o eventos, tal que uno llamado efecto depen-
de de otro llamado causa. Virgilio en la II Geórgica al escribir,
‘‘Feliz quien pudo conocer las causas de las cosas, y ha sometido bajo sus
pies todo temor y el hado inexorable y el estrépito del avaro Aqueronte!’’
(Felix qui potuit rerum cognoscere causas, atque metus omnis et inexo-
rabile fatum subiecit pedibus strepitumque Acheruntis auari, Georg. II, 490),

se refería a las causas no tanto como concatenación de eventos del


mundo físico, sino a las intenciones de los dioses que tenían influen-
cia sobre el destino de los hombres como era común creencia en la
antigüedad.
Soy un físico profesional, especializado en el estudio de una pro-
vincia de la gran ciencia natural. No tengo ninguna competencia en
historia, soy un lego. Pero la visito frecuentemente, viajo a menudo
por ella y la disfruto como turista. Tiene mucho para enseñar, tam-
bién a mi disciplina porque hay una historia de la física.
Como toda ciencia, la física tiene una epistemología, es decir un
estudio crítico de la metodología, los fundamentos, la validación y el
significado de esa rama del conocimiento. También hay filosofías de
la física, es decir, especulaciones acerca de su validez y opiniones
acerca de la permanencia de sus resultados. Estas últimas son más
o menos buenas y más o menos interesantes. Generalmente los cien-
tíficos aprecian las que provienen de grandes físicos que reflexionan
sobre su disciplina, o conjeturan sobre nuevos horizontes. Las filoso-
fías de la física de filósofos que no han practicado las ciencias natu-
rales generalmente interesan a otros filósofos y a un público
intelectual al que las ciencias no son amigas.

3
El tema que nos reúne, denominado genéricamente ‘‘filosofía de
la historia’’, es todo un mundo de reflexiones, problemas y especula-
ciones que no se podrían considerar acabadamente en una sola con-
ferencia. Pero espero que esta reunión pueda iniciar una serie de
otras similares.
Como ciencia, la historia tiene una epistemología, métodos de
investigación empírica, evaluación de fuentes históricas, validación
de hipótesis, los problemas de la objetividad y de la interpretación,
etc. Una epistemología, o reflexión crítica de la historia como ciencia,
muy compleja y sutil, con sustanciales diferencias respecto de la epis-
temología de una ciencia natural como la física.
La otra faceta es la filosofía de la historia, filosofía de la evolu-
ción de la humanidad, de carácter especulativo o ‘‘metafísico’’. Es la
metahistoria del título que ha elegido el Dr. Regúnaga para su con-
ferencia (nombre originado en un trabajo de Hyden White de 1973,
Metahistory). En este aspecto interviene en gran medida el aporte de
filósofos y más recientemente sociólogos, frecuentemente en vivo
debate y separados en vertientes Europeas y Anglo-americanas.
Desde Vico y Hume hasta nuestros días, dejando constancia que es-
tos grandes pioneros, uno del mundo latino y el otro del mundo an-
glosajón, también cultivaron la investigación histórica.
Sobre gustos non est disputandum, pero si yo he de leer filoso-
fía de la historia (en el segundo sentido) prefiero la de los grandes
historiadores, Toynbee valga como ejemplo. Convenza o no su gran
visión, no se puede dejar de rendir homenaje a su grandísima erudi-
ción histórica.
En suma, sobre los múltiples y complejos aspectos de la filosofía
de la historia, comenzamos hoy una incursión sobre la faceta más
especulativa de esa cuestión, mediante la colaboración del Dr. Regú-
naga, apasionado estudioso de ciencias sociales.
El Dr. Regúnaga es abogado de la Facultad de Derecho de la Uni-
versidad de Buenos Aires. Realizó estudios de postgrado en la New
York University School of Law para el Master of Comparative
Jurisprudence y en la Facultad de Derecho de la UBA para el progra-
ma de doctorado. El Dr. Regúnaga fue Profesor de Derecho Consti-
tucional de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos
Aires.
Ha sido también profesor en la Universidad de Belgrano, en la
Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales y en la Universi-
dad Luterana do Brasil, en Porto Alegre. Ha enseñado Procesos de
Integración y Cooperación Económica Internacional.

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El Dr. Regúnaga se desempeñó en la función pública como Jefe
de Gabinete de la Secretaría de Comercio de la Nación. Al presente
el Dr. Regúnaga, es consultor del CARI, Consejo Argentino para las
Relaciones Internacionales. Es Director de la Oficina Argentina del
Center for Strategic & International Studies (CSIS) de Washington,
DC, un ‘‘think tank’’ con base en Washington, D.C., EE.UU. Desde
esta posición el Dr. Regúnaga ayuda a la promoción de las relaciones
interparlamentarias Argentino - Norteamericanas. Recibe en Buenos
Aires periódicamente visitas de delegaciones del Congreso de los
EE.UU. y es viajero frecuente a Washington, DC.
Hasta mediados de este año 2011 el Dr. Regúnaga fue Presidente
del Club del Progreso, el más antiguo y prestigioso club social y cul-
tural de la ciudad de Buenos Aires, fundado en tiempos de la insti-
tucionalización del país, en la época de la Constitución Nacional
cuando Argentina se preparaba para ser una gran nación. Es actual-
mente su Vicepresidente.
El Dr. Regúnaga frecuentó por muchos años los simposios anua-
les dedicados a la epistemología de las ciencias exactas y naturales
y en tiempos más recientes a los de las ciencias sociales, sostenidos
por CONICET y la Fundación Argentina de Cultura, que organiza el
Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural,
CIAFIC, en la Estancia Santa María de La Armonía, Cobos (Mar del
Plata). En estos encuentros, donde se consideran visiones meditadas
y profundas del quehacer científico y su relación con la filosofía, la
sociedad y la reflexión teológica, representativas del pensamiento de
varias corrientes contemporáneas, el Dr. Regúnaga ha disertado en
varias ocasiones y participado activamente en los debates.
Me es grato señalar que ha recibido en 2010, concretada con la
ceremonia de la investidura este año 2011, una importante y honrosa
distinción. Ha sido nombrado Caballero de la Orden del Santo Sepul-
cro de Jerusalén. La orden tiene una historia heroica y reúne una
nobleza de la virtud y del intelecto. Para quien cultiva estudios de
historia como el Dr. Regúnaga nada más apropiado que este premio
a su capacidad y conducta.

5
CAOS, AZAR, CICLOS O PLAN
¿EXISTE LA METAHISTORIA?

Dr. CARLOS MARÍA REGÚNAGA

Resumen
El término ‘‘metahistoria’’ ha sido aplicado a intentos de narrar los
hechos históricos atribuyéndoles un sentido favorable a determinada ideo-
logía o movimiento político. También se usa como sinónimo de ‘‘filosofía de
la historia’’, es decir, como una rama de la filosofía que guarda con la ciencia
social ‘‘historia’’ una relación análoga a la de la metafísica con las ciencias
naturales. El autor analiza la metahistoria en este segundo sentido y se
manifiesta a favor del reconocimiento de su existencia como una legítima
rama de la filosofía que busca la verdad histórica.

Summary
The term ‘‘metahistory’’ has been applied to attempts to portray his-
torical events in a light favourable to certain ideology or political movement.
However, it is used as well as a synonym of ‘‘philosophy of history’’, that is,
a branch of philosophy related to the social science ‘‘history’’ analogously as
metaphysics is related to the natural sciences. The author analyses meta-
history in the latter sense and expresses his position in favour of the rec-
ognition of its existence as a legitimate branch of philosophy in search for
historic truth.

Definición y contenido de la metahistoria o filosofía de la


historia

El diccionario de la Lengua Española define la palabra ‘‘histo-


ria’’ como ‘‘Narración y exposición de los acontecimientos pasados
y dignos de memoria, sean públicos y privados’’ y en su segunda
acepción hace referencia a ‘‘La disciplina que estudia y narra estos
sucesos’’.

7
Por su parte, el prefijo de origen griego ‘‘meta’’ significa según los
casos ‘‘junto a’’, ‘‘después de’’, ‘‘entre’’ o ‘‘con’’. Así fue que se dio la
denominación de ‘‘metafísica’’ a las obras de Aristóteles dedicadas a
la filosofía primera cuando se los recopiló después de la física1.
Por ello, siguiendo a Cristopher Dawson, voy a utilizar el voca-
blo ‘‘metahistoria’’ para referirme a una disciplina que guarda respec-
to de la historia una relación análoga a la relación entre la ‘‘física’’,
que en su sentido clásico comprende todas las ciencias naturales, y
la ‘‘metafísica’’. Es decir, así como las ciencias naturales son acompa-
ñadas a nivel filosófico por la metafísica, la historia tendría en la
metahistoria un acompañante filosófico. En este sentido, el término
‘‘metahistoria’’ se emplea de manera coincidente con la expresión ‘‘fi-
losofía de la historia’’. Para esta charla introductoria del tema utili-
zaré ambos términos como sinónimos.
Generalmente se reconoce como precursor de la filosofía de la
historia a san Agustín de Hipona, doctor de la Iglesia que vivió la
decadencia de la civilización helénica, poco antes de la caída del
Imperio Romano de Occidente.
No hace falta que explique su teoría. Déjenme simplemente leer
unas líneas de su obra La Ciudad de Dios que delinea una interpre-
tación general de toda la historia humana.
‘‘…no obstante el haber tantas y tan dilatadas gentes y naciones
esparcidas por todo el orbe, con diferentes leyes y costumbres, con di-
versidad de idiomas, armas y trajes, con todo no (ha) habido más que
dos clases de sociedades, a quiénes, con justa causa podemos llamar
dos ciudades…’’2. ‘‘Así que, dos amores fundaron dos ciudades; a saber:
la terrena el amor propio hasta llegar a menospreciar a Dios, y la ce-
lestial el amor de Dios hasta llegar al desprecio de sí propio’’3.
En su forma moderna la filosofía de la historia nace con la obra
de Georg H. F. Hegel, a quién aún los más acérrimos críticos de su
pensamiento le reconocen el haber instalado definitivamente esta
disciplina4.
1
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, XXII edición,
Villa Ballester, Espasa, 2002.
2
Agustín de Hipona, San, La Ciudad de Dios, L. XIV, cap. I.
3
Agustín de Hipona, op. cit., L. XIV, cap. XXIII.
4
Conf. Jacques Maritain, Philosophy of History, Jacques Maritain Center, cap.
1, ‘‘But as happens more often than not, error was the usher of truth in the human
mind. Despite the errors of Hegel, and even, in a way, because of them –because of
the way in which he was led to emphasize too strongly the aspect he had discovered
in things– it is through Hegel that the philosophy of history was finally recognized
as a philosophical discipline’’.

8
El sentido especial de metahistoria según White

En este punto debo hacer una digresión porque el término ‘‘me-


tahistoria’’ fue utilizada en un sentido distinto por el pensador esta-
dounidense Hayden White en su libro Metahistory – The Historical
Imagination in Nineteenth-Century Europe. Al comentar la obra de
ocho historiadores europeos del siglo XIX White sostiene que es im-
posible analizar objetiva e imparcialmente el pasado. Por ello consi-
dera que un libro de historia es una obra literaria en la que los hechos
reales se seleccionan, ordenan y exponen con el propósito delibera-
do de demostrar una conclusión elegida a priori o, al menos, obede-
ciendo a condicionamientos propios de la formación, época y visión
filosófica del autor. De esa manera ‘‘history’’ se convierte en ‘‘story’’,
es decir, la ‘‘historia’’ se transforma en un ‘‘cuento o relato’’.
Es indudable que muchos libros que pretenden ser obras histó-
ricas son en realidad alegatos a favor de determinadas posiciones po-
líticas o ideológicas. También es posible que aún los historiadores
más serios sean esclavos de su formación previa, las circunstancias
en las que actúan y las distorsiones provocadas por la deficiente in-
formación de manera que nunca sea posible alcanzar una verdad to-
talmente objetiva. Pero en todo caso, aunque White habla de
‘‘metahistoria’’ y algunos de los autores cuyas obras analiza son filó-
sofos más que historiadores, su crítica se extiende a toda la exposi-
ción de los resultados de una investigación histórica. Se trata, por lo
tanto, de una de las varias posiciones escépticas con respecto a la po-
sibilidad de que la historia tenga la rigurosidad de una ciencia social
y la metahistoria sea una legítima rama de la filosofía. Más adelan-
te analizaremos algunas de ellas. Cuando digo ‘‘legítima’’ me refiero a
una disciplina dedicada a la búsqueda de la verdad; una disciplina
dedicada a buscar la verdad en el pasado como las ciencias natura-
les buscan la verdad en el cosmos y las ciencias sociales la buscan en
las diversas manifestaciones o planos de la actividad humana.

Objeto de la metahistoria o filosofía de la historia

Volvamos entonces a la metahistoria en el sentido en que yo em-


pleo este vocablo. Un sobrino que está presente en esta sala me en-
vió una definición encontrada en Internet: The Free Dictionary dice
que es ‘‘Saber relacionado con la historia y que la trasciende, pudien-

9
do ser una explicación, un fundamento o una motivación de la mis-
ma’’.
Es una definición sencilla y directa. La mayoría de los autores,
sin embargo, piensan que, tal como ocurre con la metafísica, la me-
tahistoria debe definirse más bien describiendo los temas que toca o
las preguntas que pretende contestar.
Dawson dice que se trata básicamente de tres cuestiones funda-
mentales: a) la naturaleza de la historia; b) el significado de la his-
toria; y c) la causa y el significado del cambio histórico5.
Otros autores, aceptando la dificultad de dar una única defini-
ción, se han inclinado simplemente por contestar preguntas. La Stan-
dard Encyclopaedia of Philosophy6 propone las siguientes:
a) ¿En qué consiste la historia? ¿acciones individuales, estruc-
turas sociales, períodos y regiones, civilizaciones, largos pro-
cesos causales o intervención divina?
b) ¿Tiene la historia en su conjunto algún sentido o significado,
más allá de los hechos y acciones que la componen?
c) ¿Qué involucra nuestro conocimiento, representación y expli-
cación de la historia?
Otros posibles interrogantes que distintos autores han procurado
responder podrían expresarse de la siguiente manera:
a) ¿Cuál es el campo mínimo inteligible para el estudio del pa-
sado humano? ¿el individuo? ¿la unidad política soberana? ¿la
civilización o cultura? ¿o toda la humanidad?
b) ¿Existen procesos de largo plazo, más allá de los hechos indi-
viduales, que se puedan descubrir en el estudio del pasado
humano? ¿Hay ciclos? ¿Es la historia determinista o todo ocu-
rre al azar, o es el resultado del ejercicio de la libertad del
hombre? ¿son los individuos excepcionales los que determi-
nan la historia o existen fuerzas impersonales o trascenden-
tes más poderosas?
5
Christopher Dawson, Dynamics of World History, Washington, ISI Books,
Second Printing, 2007, p. 303. ‘‘When Aristotle had written his books on Physics, he
proceeded to discuss the ultimate concepts that underlie his physical theories: the
nature of matter, the nature of being and the cause of motion and change. In the
same way, Metahistory is concerned with the nature of history, the meaning of
history and the cause and significance of historical change’’.
6
Stanford Encyclopaedia of Philosophy: Philosophy of History, Electronic Edi-
tion. ‘‘…a) What does history consist of, individual actions, social structures, periods
and regions, civilizations, large causal processes, divine intervention?; b) Does history
as a whole have meaning, structure, or direction, beyond the individual events and
actions that make it up?; c) What is involved in our knowing, representing and explain-
ing history?

10
c) ¿Hay progreso en la historia? ¿Si así fuera, cuál es el sentido
de ese progreso, y cuál la fuerza que lo impulsa?

El objetivo de esta presentación

Hoy trataré una sola de estas cuestiones: la que se refiere a la


posibilidad de que la historia tenga un sentido, que se puedan des-
cubrir en ella procesos de largo plazo más allá de los hechos indivi-
duales. Si después de esta charla la Academia sigue invitándome
quizá podríamos analizar en otra oportunidad algún aspecto especí-
fico de la metahistoria. Pero para eso tenemos que determinar pri-
mero si existe.
La situación más simple está repleta de detalles. Cuando una
persona intenta describirla a otra que estuvo ausente relata sólo los
aspectos que considera más significativos. De la misma manera, cuan-
do un historiador registra hechos históricos o expone sobre ellos debe
aplicar algún criterio para seleccionar lo relevante. Para ello todo his-
toriador, lo advierta o no, tiene incorporado en su pensamiento un con-
junto de ideas, valores y parámetros que son previos a su labor
profesional. Y, más aún, cuando trata de sacar alguna conclusión se ve
obligado a partir de algunos supuestos que son de naturaleza filosófica.
El año pasado hablé en este mismo foro sobre la relación entre
las ciencias naturales y la metafísica. Las ciencias se desarrollan
necesariamente a partir de supuestos, axiomas, postulados que no
pueden demostrarse científicamente y pertenecen al ámbito de la
metafísica, es decir, de la filosofía. En esa oportunidad mencioné
como ejemplos de tales postulados o axiomas las creencias en la ra-
cionalidad del universo y, consecuentemente, su inteligibilidad me-
diante la razón humana, y en la uniformidad y continuidad de la
naturaleza. Es decir, que las leyes naturales probadas en la Tierra
y en su contorno son válidas en todo el universo. Y que lo que es ver-
dadero hoy será verdadero mañana porque el universo continuará
comportándose de la misma manera.
La tesis que pongo a consideración de ustedes es que lo mismo
que dijimos en ese momento respecto de las ciencias naturales es
cierto de una ciencia social como es la historia. Y que los presupues-
tos, axiomas o postulados son el objeto de otra rama de la filosofía,
la filosofía de la historia o metahistoria.
Además, debo reconocer que me daría lástima que llegáramos a
la conclusión de que la metahistoria no existe porque presenta para

11
sus aficionados grandes ventajas con respecto a las ciencias a las
cuales da soporte filosófico y de las que se nutre: la historia, la ar-
queología y la antropología.
Los arqueólogos y antropólogos tienen que recorrer lugares
inhóspitos, morirse de frío o de calor, arriesgarse en cuevas, cimas
montañosas o fallas geológicas. Ellos y los historiadores pueden te-
ner que investigar en países o regiones peligrosas por la naturaleza
de sus habitantes o la existencia de conflictos políticos y militares o
de enfermedades contagiosas y, al menos, buscar documentos origi-
nales en archivos polvorientos. Los filósofos de la historia, en cam-
bio, pueden quedarse tranquilamente en sus casas o en cómodas
oficinas modernas y leer los libros e informes que escriben los histo-
riadores, arqueólogos y antropólogos.

Visión escéptica

Veamos rápidamente las opiniones contrarias a la existencia de


esta disciplina.
Ya hemos mencionado la asimilación de la historia a la literatura
que hace White al considerar que las visiones históricas están con-
dicionadas y tergiversadas necesariamente. Es claro que si la histo-
ria fuera lo que White dice que es no existirían ni la historia ni la
metahistoria en el sentido de disciplinas que buscan la verdad como
yo las he definido. Quizá la posición tan negativa de White sea una
reacción al carácter muy esquemático y dogmático de las obras que
critica en las que ocho autores han pretendido defender diversas
explicaciones del devenir histórico.
Como ejemplo de un rechazo más fundamental, basado más vale
en una actitud escéptica general, se puede citar a Herbert Fisher, que
nos confiesa:
‘‘Un placer intelectual me ha sido negado. Hombres más sabios e ilus-
trados que yo han percibido en la historia una trama, un ritmo, un curso
predeterminado. Esas armonías permanecen ocultas para mí. Puedo ver
tan sólo cómo un hecho sigue a otro, así como una ola sigue a otra. …so-
lamente un regla segura para el historiador: que reconozca en el desarro-
llo de los destinos humanos el juego de lo contingente y de lo imprevisto’’7.
7
H. A. L. Fisher, A History of Europe, London, Eyre & Spottiswoode, 1935,
vol.1, p. wii, citado en D. C. Somervell, A Study of History, Abridgement of Volumes
VII-X of Arnold Toynbee’s book of the same title, New York, Oxford University Press,
1985. ‘‘One intellectual excitement has… been denied me. Men wiser and more

12
Una actitud similar es la que adopta el personaje de Macbeth en
la obra de Shakespeare, cuando dice que la vida sería ‘‘un cuento con-
tado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin ningún significado’’8.

Visión fatalista

Otros pensadores niegan sentido a la historia, o al menos re-


chazan la posibilidad de que investigadores humanos puedan en-
contrarlo, basando su actitud escéptica en cosmovisiones que así lo
determinan.
El escepticismo puede estar basado en una creencia religiosa, si
se concibe a la divinidad como un ser caprichoso e impredecible. En
ese sentido podemos citar al filósofo y poeta persa musulmán, Omar
Khayyám, que en las bellísimas páginas de la Rubáiyát, compara
nuestro mundo con un tablero de ajedrez donde los casilleros blan-
cos representan los días y los negros, las noches. En ese tablero los
seres humanos seríamos piezas impotentes, Dios haría todos los
movimientos y luego guardaría las piezas una por una9. Otros párra-
fos de la misma composición ponen énfasis en la inexorabilidad del
destino escrito por la divinidad y nos invitan simplemente a buscar
la felicidad en el vino10.
Esta visión escéptica está en línea con la concepción islámica de
Dios. Como nos explica Benedicto XVI en su discurso en la Univer-
sidad de Ratisbona, para el Islam Dios es un ser absolutamente

learned than I have discerned in History a plot, a rhythm, a predetermined pattern.


These harmonies are concealed from me. I can see only one emergency following
upon another as wave follows upon wave; ...only one safe rule for the historian: that
he should recognize in the development of human destinies the play of the contin-
gent and the unforeseen’’. La traducción es mía.
8
William Shakespeare, Macbeth, Complete Works, London, Oxford University
Press, 1965, p. 868, Act V, Scene V. lines 24-28. ‘‘Life’s but a walking shadow, a poor
player That struts and frets his hour upon the stage, and then is heard no more; it
is a tale, Told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing’’.
9
Omar Khayyám, Rubáiyát, London, Collins, 1964. p. 74. ‘‘Impotent Pieces of
the Game He plays upon this Chequer-board of Nights and Days; hither and thither
moves, and checks and slays; and one by one back in the Closet lays’’.
10
Omar Khayyám, op. cit., p. 76: ‘‘The Moving Finger writes; and, having writ,
Moves on: nor all your Piety nor Wit shall lure it back to cancel half a Line, nor all
your Tears wash out a Word of it’’; pp. 55 y 56: ‘‘Oh, plagued no more with human
or divine, tomorrow’s tangle to itself resign, and lose your fingers in the tresses of
the Cypress-slender Minister of Wine. Waste nor your Hour, not in the vain pursuit
of this and that endeavour and dispute; better be merry with the fruitful Grape than
sadden after none, or bitter, fruit’’.

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transcendente que no está limitado por ninguna de las categorías del
pensamiento humano, no tiene ninguna obligación de revelarnos la
verdad ni está restringido por su propia palabra.
En la expresión del sabio persa, Al-Gazali ‘‘Dios construye y des-
truye el mundo en cada instante’’. Si todo está en manos de Dios y
Dios es inescrutable e impredecible, no puede haber ciencia y ni me-
tahistoria.

El hombre genial, heroico como sujeto principal de la historia

Por último, una visión de la historia que limita considerablemen-


te el desarrollo de la metahistoria es la que considera sujeto y motor
principal de la historia al hombre genial, heroico.
La defensa de este punto de vista encuentra su máximo exponen-
te en Thomas Carlyle. Para él, la historia universal es la historia de
los grandes hombres que han habitado la tierra. La historia podría
entonces agotarse en una serie de biografías. Y eso es lo que hace el
propio Carlyle11.
Carlyle habla de ‘‘héroes’’. Pero esa palabra tiene una connota-
ción positiva. Hugo Bauzá, en El Mito del Héroe nos dice:
‘‘Si tuviéramos que escoger una nota distintiva con que caracteri-
zarlos –una suerte de denominador común– diríamos que el aspecto
más destacable y por el que el imaginario popular los ha entronizado
como héroes, es el móvil ético de su acción orientada siempre a construir
un mundo mejor’’12.
Pese a ese móvil ético, Bauzá señala que un rasgo definitorio del
concepto del héroe es su ambigüedad; ambigüedad de su naturaleza
y, en consecuencia, de sus acciones13. Es claro que si la actuación de

11
Thomas Carlyle, On Heroes, Hero–worship and the Heroic in History, Lon-
don, Oxford University Press, Lecture I, The Hero as Divinity, p. 1: ‘‘For, as I take
it, Universal History, the history of what man has accomplished in this World, is at
bottom the History of the Great Men who have worked here. They were the leaders
of men, these great ones; the modellers, patterns, and in a wide sense creators, of
whatsoever the general mass of men contrived to do or to attain; all things that we
see standing accomplished in the world are properly the outer material result, the
practical realization and embodiment, of Thoughts that dwelt in the Great Men sent
into the world: the soul of the whole world’s history, it may justly be considered,
were the history of these’’.
12
Hugo Francisco Bauzá, El Mito del Héroe, Morfología y semántica de la fi-
gura heroica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, p. 7.
13
Hugo Francisco Bauzá, op. cit., p. 37.

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los seres excepcionales fuera el objeto central de la metahistoria,
debería necesariamente comprender tanto a los buenos como a los
malos, cualquiera fuera su motivación e independientemente de que
encontráramos en ellos ambigüedad o no. Debería comprender a
Sócrates y a Pol Pot.
Menciono la de Carlyle como otra posición escéptica respecto de
la filosofía de la historia porque la aparición de seres excepcionales
es impredecible, lo mismo que la naturaleza y el sentido de su actua-
ción.
Es difícil determinar en qué medida los líderes son auténticos
motores del cambio histórico y en qué medida simplemente cabalgan
sobre los procesos sin realmente dirigirlos. Es indudable el efecto
transformador de líderes religiosos y pensadores cuya influencia se
ha extendido a través de siglos y milenios. En cambio, tengo la sen-
sación de que la mayoría de los líderes políticos y militares, cuando
tienen éxito, son corchos que flotan sobre las olas, arrastrados por
corrientes marinas que no controlan. La metahistoria se concentra
principalmente en el descubrimiento y análisis de esas corrientes
profundas en la historia.
Admito, sin embargo, que aun cuando la mayor parte de los cam-
bios políticos y económicos más relevantes hubieran ocurrido con
diferencias de matices si en lugar de un líder los hubiera conducido
otro, hay casos especiales en los que otro personaje probablemente
hubiera actuado de manera muy distinta, con consecuencias históri-
cas diferentes.
El ejemplo en el que estoy pensando es el de Alejandro Magno.
Su conquista del Imperio Persa ha tenido consecuencias colosales
debido a la intensa interacción de las civilizaciones Helénica y
Siríaca, principalmente. Esa amalgama ha tenido consecuencias
enormes a través de la helenización parcial del judaísmo y luego, con
mucho mayor intensidad, del cristianismo. Pero no me parece que
esa conquista estuviera determinada por fuerzas superiores que se
impusieran al monarca macedonio.
El sucesor de Filipo podría haberse conformado con la hegemo-
nía sobre Grecia alcanzada en Queronea y buscado ser un rey filóso-
fo. Al fin y al cabo tenía como tutor a Aristóteles. Podría haber
dirigido sus conquistas hacia el norte y el oeste, como hizo siglos
después Julio César. O, debido a la fuerte relación entre Grecia y las
zonas occidentales del Imperio Persa, podría haberse conformado con
conquistar Asia Menor. Esa personalidad tan especial que lo llevó a
continuar hasta la India es un caso que debo admitir entra dentro de

15
los hechos imprevisibles que hacen que la metahistoria sea una cien-
cia humana y no exacta.

La visión positiva

Los pensadores que se han dedicado a la filosofía de la historia


naturalmente opinan que existe y le asignan gran importancia pero
contestan las preguntas mencionadas más arriba y otras que ellos
consideran relevantes de distinta manera.

La civilización como transformación del ambiente

Para el pensador británico Felipe Fernández Armesto, profesor


de historia en la Universidad de Oxford, la distinción entre grandes
civilizaciones y culturas más primitivas es artificial. Según su crite-
rio, lo importante en todas las culturas o civilizaciones es la inevita-
ble modificación del ambiente natural para satisfacer sus necesidades.
Llama a esa característica generalizada en las sociedades huma-
nas el ‘‘Efecto Amalia’’, tomando esa expresión del personaje de la
novela de José Mármol, por considerar que la casa en la que habita-
ba Amalia no podía ser más diferente del ambiente que rodeaba a
Buenos Aires por todos lados en 185114. Esa sofisticación y refina-
miento europeos en una aldea rodeada de una pampa salvaje y un río
enorme le parece la artificialidad por antonomasia.
Por ello clasifica a las civilizaciones según el habitat en el que se
han desarrollado. Así llega a siete grandes categorías de civilizacio-
nes, las que se desarrollan: 1) en tierras heladas y en la tundra y en
desiertos de arena; 2) en planicies escasamente cultivables como las
sabanas y la estepa eurasiática; 3) en bosques y selvas; 4) a la vera
de grandes ríos como el Nilo, el Tigris, el Éufrates, el Yangtzé y el
Amarillo; 5) en terrenos montañosos como las grandes civilizaciones
americanas y el Tibet; 6) en las costas marítimas como Hawaii y la
14
Felipe Fernández Armesto, Civilizations, Culture, Ambition and the Trans-
formation of the Future, New York, Touchstone, 2002, pp. 3-4. ‘‘…Civilization is…a
product of what I now like to think of as the Amalia Effect. Civilization makes its
own habitat. It is civilized in direct proportion to its distance, its difference from the
unmodified natural environment. What provokes the Amalia Effect? Not an instinct,
because some individuals, some entire societies, are without it – but an impulse or
irritant which is almost universal and which, as I argue below, no habitable envi-
ronment can altogether resist’’.

16
Polinesia, Escandinavia, Japón, Grecia y Roma; y, por último, 7) la
Occidental que ha domado los océanos.

Las filosofías dialécticas

Georg H. F. Hegel y Karl Marx son los dos pensadores más co-
nocidos que han encontrado en la historia una sucesión de estadios
en la que cada uno genera su propia contradicción (la antítesis) para
ser reemplazado por otro estadio que supera la contradicción (sínte-
sis). Y el ciclo se repite hasta alcanzar la consumación de la historia
en algún estadio definitivo.
Es imposible explicar la filosofía de la historia hegeliana en los
pocos minutos que puedo dedicarle en esta oportunidad. Digamos
simplemente que se trata de una visión muy esquemática, que con-
siste en la evolución de la conciencia espiritual y moral desde la sim-
ple sumisión a un monarca que actúa como mediador entre sus
súbditos y el orden cósmico –el emperador de China o Hijo del Cielo
es el ejemplo más claro– hasta llegar a la conciencia perfectamente
desarrollada en la que se combinan libertad y solidaridad social. Esa
historia se desarrolla geográficamente desde el este hacia el oeste y
en el plano político desde el despotismo patriarcal del emperador de
China hasta la monarquía ilustrada del rey de Prusia. Según Hegel,
con la monarquía ilustrada europea la historia termina porque ha
logrado su consumación: la perfección de un proceso en que el espí-
ritu de la libertad alcanza, después de las distintas etapas por las que
atraviesa, el equilibrio perfecto entre el derecho subjetivo, la concien-
cia moral individual y la organización estatal legítima, es decir, libre-
mente reconocida como válida por los individuos, donde un monarca
ilustrado asegura que las decisiones colectivas buscarán el bien co-
mún.
Una versión actualizada de la filosofía de la historia de Hegel es
la de Francis Fukuyama, quien, al terminar la Guerra Fría, llegó a
la conclusión de que la historia había terminado, basándose en la
misma estructura de análisis de Hegel pero llevando ese punto al
triunfo ‘‘definitivo’’ de la democracia occidental y del capitalismo.
Marx también divide la historia universal en etapas que se su-
ceden en forma dialéctica tesis-antítesis-síntesis hacia un estadio
final. Pero reemplaza el idealismo de Hegel con el materialismo. Para
Marx el motor de la historia es la lucha de clases por el control de los
medios de producción y de cambio. Todo lo demás, la religión, la fi-

17
losofía, el derecho, la estructura estatal y familiar, constituyen una
superestructura determinada por las relaciones económicas funda-
mentales, que cambian cuando cambia la estructura de la economía.
Esta lucha de clases que lleva a sucesivas modificaciones en las re-
laciones económicas y, por ende, en todo lo demás, sólo terminará
cuando triunfe el proletariado y se establezca un régimen socialista,
una sociedad en la que no haya clases.

Las teorías cíclicas de la historia

Los dos autores más importantes y conocidos que han expuesto


teorías cíclicas de filosofía de la historia son el pensador alemán
Oswald Spengler y el historiador inglés Arnold Toynbee.
La primera coincidencia entre estos filósofos es que ambos toman
como elemento central de la historia humana el surgimiento, desa-
rrollo, colapso y desintegración de las civilizaciones. Aunque Spengler
las llama ‘‘culturas’’, y aplica el término ‘‘civilización’’ únicamente a
la última etapa de la vida de una cultura, se trata de una diferencia
semántica: el objeto real es el mismo.
Y así llegamos a la segunda coincidencia que quiero remarcar: en
la terminología de estos autores, este fenómeno llamado ‘‘civilización’’
o ‘‘cultura’’ es un tipo de sociedad humana, de una naturaleza simi-
lar al término ‘‘nación’’ o ‘‘tribu’’. No es el conjunto de creencias, ins-
tituciones, religiones, filosofías o artes que las civilizaciones generan.

Las culturas como realidades orgánicas

Spengler considera que las culturas que surgen en la historia son


realidades orgánicas como las plantas y los animales. Ligadas al
ambiente en el cual nacen, se desarrollan de formas diversas y lue-
go, cumplido su ciclo vital, se marchitan y mueren.
‘‘Es bien sabido que todo organismo tiene su ritmo, su figura, su du-
ración determinada, e igual sucede a todas las manifestaciones de su
vida… Pero cuando se trata de la historia de las grandes formas huma-
nas, domina un optimismo ilimitadamente trivial respecto al futuro.
Entonces enmudece toda experiencia histórica y orgánica y cada cual
acierta a descubrir en el presente, cualquiera que sea, los síntomas o
iniciaciones de un magnífico ‘progreso’ lineal, no porque lo demuestre la
ciencia, sino porque así lo desea él. …Pero ‘la humanidad’ no tiene un

18
fin, una idea, un plan; como no tiene fin ni plan la especie de las mari-
posas o de las orquídeas… En lugar de la monótona imagen de una his-
toria universal en línea recta…veo yo el fenómeno de múltiples culturas
poderosas, que florecen con vigor cósmico en el seno de una tierra ma-
dre, a la que cada una de ellas está unida por todo el curso de su exis-
tencia… Cada cultura posee sus propias posibilidades de expresión, que
germinan, maduran, se marchitan y no reviven jamás… Esas culturas,
seres vivos de orden superior, crecen en una sublime ausencia de todo
fin y propósito, como flores en el campo. …Yo veo en la historia univer-
sal la imagen de una eterna formación y deformación, de un maravillo-
so advenimiento y perecimiento de formas orgánicas’’15.

Autodeterminación y determinismo en la historia

La asimilación que hace Spengler de las culturas con los vegeta-


les lo lleva a una visión determinista de la historia. Toynbee, en cam-
bio, sostiene que el nacimiento y crecimiento de las civilizaciones se
produce como resultado de respuestas exitosas a desafíos que una so-
ciedad humana enfrenta, desafíos que pueden provenir de la natura-
leza no humana pero que, a medida que la civilización crece, provienen
cada vez con mayor frecuencia del ambiente humano, y plantean
interrogantes cada vez más elevados intelectual y espiritualmente.
El colapso de una civilización y su posterior desintegración son el
resultado del fracaso de esa sociedad para responder adecuadamente
a un desafío central. Si bien hasta ahora este resultado parece haber
sido el destino de casi todas las civilizaciones anteriores a la nuestra,
no hay ninguna necesidad en ello. El proceso desafío-respuesta adecua-
da-nuevo desafío podría en teoría seguir sin límite, porque, a diferencia
de lo que piensa Spengler, para Toynbee las civilizaciones no son or-
ganismos de una especie superior de la que los seres humanos que las
componen serían como las células de nuestro cuerpo. Los organismos
somos nosotros. No las sociedades de las que formamos parte.
En el mismo sentido, el Papa, cuando era el Cardenal Ratzinger,
advirtió: ‘‘En la historia humana nunca podrá haber un orden social
definitivamente estable e irreversible porque el hombre sigue sien-
do libre y también retiene la libertad de pasar del bien al mal’’16.
15
Oswald Spengler, La Decadencia de Occidente, Madrid, Espasa-Calpe, 1958,
Tomo I, p. 47-49.
16
Cardinal Joseph Ratzinger, Church, Ecumenism & Politics, New York,
Crossroad, 1988. Título original: Kirche, Ökumene und Politik, p. 257. ‘‘Within
human history there can never be a definitively stable and irreversible social order
because man remains free and hence also retains the freedom to turn good into bad’’.

19
Las visiones lineales - Las religiones como motores de la his-
toria

La naturaleza humana, si cambia, lo hace en períodos mucho


más largos que los históricos. En tiempos históricos, la capacidad
para el mal y el bien en promedio debe ser la misma. Lo que cambia
en períodos históricos son los valores, las metas, los patrones para
juzgar lo que está bien y lo que está mal.
¿Estamos de acuerdo con una explicación cíclica de la historia?
Yo no. El mismo Toynbee señala que las civilizaciones parecen
proclives a decaer y morir aunque no estén condenadas en forma
determinista a ello. Pero señala un crecimiento acumulativo en línea
recta hacia estadios de mayor conciencia espiritual. Ese crecimien-
to religioso gana impulso con cada debacle mundana.
Abraham deja Ur cuando la Civilización Sumérica está en deca-
dencia, el Éxodo tiene lugar durante el período imperial egipcio, el
nacimiento de Jesucristo ocurre casi simultáneamente con el estable-
cimiento formal del Imperio Romano. Cada uno de estos hechos coin-
cide con un paso importante a lo largo de una línea de avance en la
conciencia espiritual.
La humanidad parece estar mejor dispuesta a oír el llamado de
Dios durante los períodos de colapso y desintegración de las civiliza-
ciones que en las etapas de crecimiento en que todas las metas terre-
nales parecen alcanzables.

Teilhard de Chardin y el phylum de la conciencia

Teilhard de Chardin, como Toynbee, describe una línea recta de


aumento de la conciencia espiritual. Lo hace en una escala temporal
mucho más vasta, que ya no sólo encuentra ese fenómeno en la his-
toria humana sino en la del universo. Y postula la existencia de una
ley de complejidad-conciencia que opera en sentido contrario de la
segunda ley de la termodinámica.
En ese contexto general, este biólogo jesuita dice que, ‘‘tomado
exclusivamente como fenómeno natural, el cristianismo, por sus raí-
ces en el Pasado y sus desarrollos incesantes, presenta las caracte-
rísticas de un phylum’’ para luego agregar que ese phylum
‘‘progresa exactamente en la dirección esperada por la flecha de la
Biogénesis, hasta el punto de implicar que el cristianismo está en

20
relación actual con un Polo espiritual y trascendente de convergen-
cia universal’’17.
La obra de Teilhard combina la solidez de un científico con el
estilo de un poeta. Recomiendo su lectura por lo interesante de sus
teorías y por la belleza literaria de su prosa.
Pero existe un riesgo en su postura del que nos advierte el pro-
pio Santo Padre: la posibilidad de caer nuevamente en el determinis-
mo al adquirir en Teilhard la confianza en la ciencia ribetes míticos18.

‘‘La historia exige significado pero en última instancia no puede


contener su significado dentro de sí misma. De manera que, o care-
ce de significado o es llevada a su culminación fuera de sí misma y
adquiere significado al trascender más allá de sí misma’’. ‘‘Por lo tan-
to, la escatología no está necesariamente vinculada a ninguna filoso-
fía de la historia en particular sino con la ontología. Como no está
ejecutando la lógica propia de la historia, puede vincularse con filo-
sofías del progreso tanto como de la decadencia’’19.
17
Pierre Teilhard de Chardin, Le Phénomène Humain, Malesherbes, Edition
Du Seuil, 1955. p. 300. ‘‘Considéré objectivement, à titre de phénomène, le mouve-
ment chrétien, par son enracinement dans le Passé, et par ses dévelopements inces-
sants, présente les caractères d’un phylum. Replacé dans une Evolution interprétée
comme une montée de Conscience, ce phylum, par son orientation vers une synthèse
a base d’amour, progresse exactement dans la direction présumée pour la flèche de
la Biogénèse. Dans l’élan qui guide et soutient sa marche en avant, cette flèche
montante implique essentiellement la conscience de se trouver en relations actuelle
ave un Pôle spirituel et transcendant de convergence universelle’’.
18
Cardinal Joseph Ratzinger, op. cit., p. 251-252. ‘‘What is new about Teilhard
de Chardin is that he tries to link Christian eschatology with the scientific theory
of evolution. For him the history of nature and of man are stages of one and the same
process which is characterized by progress from the simplest building elements of
matter to ever more complex entities right up to ultracomplexity, in other words the
fusion of man and the cosmos in a an all-embracing unity. The image of the body of
Christ and of Christ as the head of the cosmos as outlined in the letters to the
Ephesians and to the Colossians enabled Teilhard to identify this vision with the
acknowledgment of Christ and his eschatological hope. …….His idea is that the
progress of technology… forwards the single-mindedness of evolution, in which it
falls to such progress to build up the noosphere beyond the biosphere as the
penultimate state of complexity. … Belief in science here takes on mythical traits;
lapsing into resignations, which withdraws into what is feasible, is always tangibly
close with views of this kind’’.
19
Cardinal Joseph Ratzinger, op. cit., p. 248. ‘‘History demands meaning but
cannot ultimately contain its meaning within itself. So either it is meaningless or
it is brought to fulfilment as itself outside itself and has meaning by transcending
itself. Hence eschatology is not necessarily linked with any particular philosophy of
history but is with ontology. Because it is not history’s own logic that it is execut-
ing it can be linked with philosophies both of progress and of decadence’’.

21
Maritain – Leyes funcionales y vectoriales

Jacques Maritain es otro autor que nos da una formulación cris-


tiana de la filosofía de la historia. Pero en lugar de pretender respon-
der a todos los interrogantes con una sola fórmula procura encontrar
en la historia diversas leyes que expliquen fenómenos y procesos
parciales y, en algunos casos, se complementen mutuamente. Distin-
gue las leyes funcionales, a las que también denomina ‘‘fórmulas
axiomáticas’’ y las leyes vectoriales.
Leyes funcionales son las que expresan una relación inteligible
entre ciertas características universales verificables en el desarrollo
de la historia humana. Entre ellas menciona una ley por la cual la
historia progresa tanto en dirección al bien como al mal. Una ley
complementaria de la anterior es la de la ambivalencia de la histo-
ria ya que da lugar simultáneamente al optimismo y al pesimismo.
Una tercera ley funcional es la que nos muestra que tanto el bien
como el mal dan frutos en el largo plazo, de manera que los resulta-
dos y consecuencias de los hechos y procesos históricos no se pueden
juzgar mientras están desarrollándose ni poco después. También se
puede mencionar en este breve listado las dos leyes de la jerarquía de
medios. Para fines espirituales, los medios temporales humildes son
más eficaces que los medios temporales ricos. Para fines temporales,
los medios espirituales son más eficaces que los medios materiales.
Las leyes vectoriales, también llamadas ‘‘fórmulas tipológicas’’,
por su parte, se refieren a la evolución histórica del hombre y de los
pueblos a través de varios ‘‘estados’’ de la naturaleza humana, la ley
del progreso de la conciencia moral y la ley de progreso hacia la
maduración política y social de los pueblos20.

Éxitos y coincidencias parciales

Los filósofos de la historia se han criticado mutuamente sin pie-


dad, poniendo así de relieve las falencias que afectan a todas las teo-
rías y sistemas que se han propuesto hasta ahora. Sin embargo,
como dice Maritain, una vez planteadas las cuestiones básicas la
tentación de estudiarlas y explicarlas es demasiado grande y la
20
Conf. Jacques Maritain, Philosophy of History, Conferencias pronunciadas
en la Universidad de Notre Dame, Notre Dame, Indiana, Estados Unidos de Amé-
rica, en 1955.

22
disciplina continúa su existencia, sobreviviendo a la caída sucesiva
de cada intento.
El defecto más general de las distintas teorías expuestas es que
tratan de explicar todo, partiendo de esquemas demasiado simples.
Pero eso no significa que no se haya avanzado nada. En los distintos
trabajos se encuentran intuiciones y descubrimientos valiosos.
Los cristianos sentimos que nuestra vida transcurre en dos pla-
nos tal como lo expuso San Agustín.
Los seres humanos modificamos el ambiente natural mucho más
que cualquier otro animal. Que hoy podamos referirnos a este fenóme-
no con una expresión precisa como el ‘‘Efecto Amalia’’ es un avance.
La ley de complejidad-conciencia formulada por Teilhard de
Chardin puede parecer demasiado ambiciosa. No sé si se aplica a
todo el universo como pretende su autor, aunque las estructuras
disipativas de Ilya Prigogine parecerían confirmarla en un ámbito
de la química21. Pero sea cual fuere su alcance en el campo de la
física, no creo que pueda discutirse en el campo de las sociedades
humanas.
Spengler peca de excesivo determinismo y organicismo. Sin
embargo, su intuición sobre la influencia que la cosmovisión preva-
leciente en una determinada sociedad tiene en la generación de una
mentalidad que es patrimonio común de todos sus miembros y actúa
de manera inconsciente es muy valiosa. Para enfatizar su importan-
cia y su permanencia, Spengler la denomina ‘‘alma’’ y emplea térmi-
nos poéticos para caracterizar las mentalidades prevalecientes en las
pocas civilizaciones que analiza.
Los intentos de Hegel y Marx de explicar toda la historia univer-
sal mediante el paso de un estadio a otro a través de un mecanismo
dialéctico, y como si eso fuera poco, predecir el futuro con la misma
certeza, resultan excesivamente presuntuosos e increíblemente sim-
ples. Merecen la crítica de White que casi mata la metahistoria en su
bautismo. Pero la convicción de que el hombre es libre y de que, por
lo tanto, la historia no es esencialmente determinista, no excluye a
priori la existencia de procesos parciales de naturaleza determinista.
La sucesión dialéctica hipótesis-tesis-síntesis podría darnos alguna
explicación parcial.
Toynbee ha combinado fenómenos cíclicos como los que caracte-
rizan la vida de las civilizaciones con el avance lineal de las religio-

21
Ilya Prigogine and Isabelle Stengers, Order out of Chaos, New York, Bantam
Books, 1984.

23
nes superiores, en una visión general no determinista y basada en
mayor medida que otros autores sobre estudios históricos empíricos.
Maritain ha tomado algunos procesos que en Hegel y Compte
encontraron explicaciones generales y dogmáticas para buscar en
ellos aspectos parciales verificables mediante métodos inductivos.
Los fracasos globales no excluyen hallazgos parciales ni impi-
den la aplicación exitosa de los mismos métodos a procesos más limi-
tados.

Conclusión

Para terminar esta exposición, voy a dar un ejemplo. En el año


lectivo 1960-61, Toynbee dio tres conferencias en la Universidad de
Pennsylvania. Emecé las publicó en castellano bajo el título Los Es-
tados Unidos y la Revolución Mundial.
El 19 de abril de 1775, sobre el puente de Concord en Massachu-
setts, se libró el primer combate de la guerra de la independencia
estadounidense. Recordando ese episodio, el poeta Emerson acuñó
una frase que Toynbee cita como basamento de sus reflexiones pos-
teriores: ‘‘a shot that was heard around the World’’ y que podría
traducirse como ‘‘el disparo que se oyó alrededor del mundo’’.
Ese disparo, dice Toynbee, se desplazó alrededor del planeta: ‘‘se
lo oyó en Francia antes de que terminara el siglo XVIII,… en la
América española y en Grecia a principios del siglo XIX. En 1848…
el estampido retumbó como un trueno en toda la Europa continen-
tal… En 1871 tornó a oírse aquel estampido en París, esta vez la
respuesta que dio París fue la Comuna. En su viaje hacia el este,…
desencadenó la revolución rusa de 1905, la revolución persa de 1906,
la revolución turca de 1908. En esa época ya había hecho nacer a los
padres fundadores del Congreso Nacional Indio… El Movimiento del
Congreso Indio fue el padre de todos los movimientos de independen-
cia… en todos los países asiáticos y africanos… que se hallaban bajo
el gobierno de potencias coloniales…’’22.
El eco de aquel disparo siguió produciendo terremotos sociales
en sucesivas circunvalaciones de la Tierra: México en 1910, China en
1911, Rusia en 1917, Turquía en 1919, China nuevamente en 1948,
Cuba en 1959.

22
Arnold Toynbee, Los Estados Unidos y la Revolución Mundial, Buenos Ai-
res, Emecé, 1963, pp. 18-19.

24
Es evidente que muchos de estos movimientos fracasaron, die-
ron lugar a regímenes que tergiversaron los objetivos iniciales, reem-
plazaron a las viejas sociedades autoritarias y clasistas con sistemas
totalitarios de partido único y concluyeron con monumentales desca-
labros económicos.
El hilo conductor que Toynbee ve en ellos, sin embargo, es el afán
de los pueblos en busca de mayor dignidad, libertad e igualdad. Afán
en pueblos que empezaron a despertar al oír el eco de aquel comba-
te ocurrido en 1775, en el siglo que vio nacer la Revolución Industrial.
Hasta esa época, la productividad en el mundo era tan baja que sólo
una pequeñísima minoría podía beneficiarse de la producción que
excedía la mera subsistencia. La desigualdad era inevitable. A par-
tir de aquella revolución productiva, la transformación de las socie-
dades hacia estadios de mayor libertad y mayor igualdad se hizo
materialmente posible. Pero la naturaleza básica de la Revolución
Mundial es espiritual. ‘‘La fuerza que está detrás de la revolución
norteamericana es el espíritu del cristianismo. Aquella detonación es
la voz de Dios que habla no sólo a través de todas las religiones his-
tóricas que predicaron sus evangelios a todo el mundo y que, entre
todas, llegaron casi a todo el género humano’’23.
Pronunciadas en el contexto de la Guerra Fría, hoy pueden echar
alguna luz sobre la posición de Estados Unidos con respecto a las
rebeliones que están alterando el mundo árabe. Toynbee expresó su
consternación porque Estados Unidos, después de liderar la Revo-
lución Mundial en los siglos XVIII y XIX, en el XX había cedido la
antorcha a Rusia, la potencia archiconservadora de los períodos an-
teriores.
A mi juicio, Estados Unidos ha cambiado nuevamente su papel
y resuelto apoyar esa Revolución. El discurso pronunciado por Barak
Obama en la Universidad del Cairo el 4 de junio de 2009 lo
preanunció. Pero su actitud no es sólo la de un líder o de un partido.
Aún la intervención militar en Irak, plagada de errores y de motiva-
ciones espurias, logró apoyo en la sociedad estadounidense por la
creencia de que a la caída de una monstruosa tiranía seguiría natu-
ralmente la instauración de un sistema democrático, como en Alema-
nia Occidental después de 1945. Esa apreciación podrá tildarse de
ingenua pero es ilustrativa de una actitud positiva hacia la promo-
ción de los cambios políticos y sociales que lleven a sociedades más
libres y justas.

23
Arnold Toynbee, op. cit., p. 127.

25
Como ocurrió con la Revolución Mundial en sus diferentes edi-
ciones en otras épocas y lugares, habrá fracasos y frustraciones. Y los
Estados Unidos, como otros actores, cometerán errores. Probable-
mente veamos ambigüedades debidas a consideraciones prácticas.
Pero el eco del combate de Concord ha sido oído en el mundo árabe
y los Estados Unidos parecen dispuestos a apoyar las demandas de
los pueblos.
No sé si Obama leyó a Toynbee. Pero su discurso en el Cairo,
luego de propugnar ‘‘un mundo donde los gobiernos sirvan a sus pue-
blos y los derechos de todos los hijos de Dios sean respetados’’ termi-
na con citas del Corán, del Talmud y del Sermón de la Montaña. Su
invocación de Dios coincide con la interpretación del historiador in-
glés de que el terreno de todo el planeta ha sido sembrado en ese
sentido por las religiones superiores. En la frase final de su alocución,
Obama convoca a trabajar para hacer germinar esa semilla.
Es decir, la filosofía de la historia puede darnos una comprensión
más completa y profunda de procesos complejos y largos, descubrien-
do similitudes, paralelos y coincidencias en la multitud de hechos que
se suceden vertiginosamente en las sociedades humanas. Y, a veces,
pueden permitirnos, si no predecir lo que va a ocurrir, al menos de-
terminar cuales pueden ser los cauces por los que podría evolucionar
cierta situación.
A esa utilidad práctica general, para los creyentes la filosofía de
la historia tiene un atractivo adicional. Así como la teología natural
y las ciencias naturales que constituyen sus instrumentos, permiten
a los cristianos buscar en el Cosmos el rostro de Dios, la filosofía de
la historia, o metahistoria, puede ser un intento de encontrar en la
historia el rastro de Dios.

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