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¿EXISTE LA METAHISTORIA?
3
El tema que nos reúne, denominado genéricamente ‘‘filosofía de
la historia’’, es todo un mundo de reflexiones, problemas y especula-
ciones que no se podrían considerar acabadamente en una sola con-
ferencia. Pero espero que esta reunión pueda iniciar una serie de
otras similares.
Como ciencia, la historia tiene una epistemología, métodos de
investigación empírica, evaluación de fuentes históricas, validación
de hipótesis, los problemas de la objetividad y de la interpretación,
etc. Una epistemología, o reflexión crítica de la historia como ciencia,
muy compleja y sutil, con sustanciales diferencias respecto de la epis-
temología de una ciencia natural como la física.
La otra faceta es la filosofía de la historia, filosofía de la evolu-
ción de la humanidad, de carácter especulativo o ‘‘metafísico’’. Es la
metahistoria del título que ha elegido el Dr. Regúnaga para su con-
ferencia (nombre originado en un trabajo de Hyden White de 1973,
Metahistory). En este aspecto interviene en gran medida el aporte de
filósofos y más recientemente sociólogos, frecuentemente en vivo
debate y separados en vertientes Europeas y Anglo-americanas.
Desde Vico y Hume hasta nuestros días, dejando constancia que es-
tos grandes pioneros, uno del mundo latino y el otro del mundo an-
glosajón, también cultivaron la investigación histórica.
Sobre gustos non est disputandum, pero si yo he de leer filoso-
fía de la historia (en el segundo sentido) prefiero la de los grandes
historiadores, Toynbee valga como ejemplo. Convenza o no su gran
visión, no se puede dejar de rendir homenaje a su grandísima erudi-
ción histórica.
En suma, sobre los múltiples y complejos aspectos de la filosofía
de la historia, comenzamos hoy una incursión sobre la faceta más
especulativa de esa cuestión, mediante la colaboración del Dr. Regú-
naga, apasionado estudioso de ciencias sociales.
El Dr. Regúnaga es abogado de la Facultad de Derecho de la Uni-
versidad de Buenos Aires. Realizó estudios de postgrado en la New
York University School of Law para el Master of Comparative
Jurisprudence y en la Facultad de Derecho de la UBA para el progra-
ma de doctorado. El Dr. Regúnaga fue Profesor de Derecho Consti-
tucional de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos
Aires.
Ha sido también profesor en la Universidad de Belgrano, en la
Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales y en la Universi-
dad Luterana do Brasil, en Porto Alegre. Ha enseñado Procesos de
Integración y Cooperación Económica Internacional.
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El Dr. Regúnaga se desempeñó en la función pública como Jefe
de Gabinete de la Secretaría de Comercio de la Nación. Al presente
el Dr. Regúnaga, es consultor del CARI, Consejo Argentino para las
Relaciones Internacionales. Es Director de la Oficina Argentina del
Center for Strategic & International Studies (CSIS) de Washington,
DC, un ‘‘think tank’’ con base en Washington, D.C., EE.UU. Desde
esta posición el Dr. Regúnaga ayuda a la promoción de las relaciones
interparlamentarias Argentino - Norteamericanas. Recibe en Buenos
Aires periódicamente visitas de delegaciones del Congreso de los
EE.UU. y es viajero frecuente a Washington, DC.
Hasta mediados de este año 2011 el Dr. Regúnaga fue Presidente
del Club del Progreso, el más antiguo y prestigioso club social y cul-
tural de la ciudad de Buenos Aires, fundado en tiempos de la insti-
tucionalización del país, en la época de la Constitución Nacional
cuando Argentina se preparaba para ser una gran nación. Es actual-
mente su Vicepresidente.
El Dr. Regúnaga frecuentó por muchos años los simposios anua-
les dedicados a la epistemología de las ciencias exactas y naturales
y en tiempos más recientes a los de las ciencias sociales, sostenidos
por CONICET y la Fundación Argentina de Cultura, que organiza el
Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural,
CIAFIC, en la Estancia Santa María de La Armonía, Cobos (Mar del
Plata). En estos encuentros, donde se consideran visiones meditadas
y profundas del quehacer científico y su relación con la filosofía, la
sociedad y la reflexión teológica, representativas del pensamiento de
varias corrientes contemporáneas, el Dr. Regúnaga ha disertado en
varias ocasiones y participado activamente en los debates.
Me es grato señalar que ha recibido en 2010, concretada con la
ceremonia de la investidura este año 2011, una importante y honrosa
distinción. Ha sido nombrado Caballero de la Orden del Santo Sepul-
cro de Jerusalén. La orden tiene una historia heroica y reúne una
nobleza de la virtud y del intelecto. Para quien cultiva estudios de
historia como el Dr. Regúnaga nada más apropiado que este premio
a su capacidad y conducta.
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CAOS, AZAR, CICLOS O PLAN
¿EXISTE LA METAHISTORIA?
Resumen
El término ‘‘metahistoria’’ ha sido aplicado a intentos de narrar los
hechos históricos atribuyéndoles un sentido favorable a determinada ideo-
logía o movimiento político. También se usa como sinónimo de ‘‘filosofía de
la historia’’, es decir, como una rama de la filosofía que guarda con la ciencia
social ‘‘historia’’ una relación análoga a la de la metafísica con las ciencias
naturales. El autor analiza la metahistoria en este segundo sentido y se
manifiesta a favor del reconocimiento de su existencia como una legítima
rama de la filosofía que busca la verdad histórica.
Summary
The term ‘‘metahistory’’ has been applied to attempts to portray his-
torical events in a light favourable to certain ideology or political movement.
However, it is used as well as a synonym of ‘‘philosophy of history’’, that is,
a branch of philosophy related to the social science ‘‘history’’ analogously as
metaphysics is related to the natural sciences. The author analyses meta-
history in the latter sense and expresses his position in favour of the rec-
ognition of its existence as a legitimate branch of philosophy in search for
historic truth.
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Por su parte, el prefijo de origen griego ‘‘meta’’ significa según los
casos ‘‘junto a’’, ‘‘después de’’, ‘‘entre’’ o ‘‘con’’. Así fue que se dio la
denominación de ‘‘metafísica’’ a las obras de Aristóteles dedicadas a
la filosofía primera cuando se los recopiló después de la física1.
Por ello, siguiendo a Cristopher Dawson, voy a utilizar el voca-
blo ‘‘metahistoria’’ para referirme a una disciplina que guarda respec-
to de la historia una relación análoga a la relación entre la ‘‘física’’,
que en su sentido clásico comprende todas las ciencias naturales, y
la ‘‘metafísica’’. Es decir, así como las ciencias naturales son acompa-
ñadas a nivel filosófico por la metafísica, la historia tendría en la
metahistoria un acompañante filosófico. En este sentido, el término
‘‘metahistoria’’ se emplea de manera coincidente con la expresión ‘‘fi-
losofía de la historia’’. Para esta charla introductoria del tema utili-
zaré ambos términos como sinónimos.
Generalmente se reconoce como precursor de la filosofía de la
historia a san Agustín de Hipona, doctor de la Iglesia que vivió la
decadencia de la civilización helénica, poco antes de la caída del
Imperio Romano de Occidente.
No hace falta que explique su teoría. Déjenme simplemente leer
unas líneas de su obra La Ciudad de Dios que delinea una interpre-
tación general de toda la historia humana.
‘‘…no obstante el haber tantas y tan dilatadas gentes y naciones
esparcidas por todo el orbe, con diferentes leyes y costumbres, con di-
versidad de idiomas, armas y trajes, con todo no (ha) habido más que
dos clases de sociedades, a quiénes, con justa causa podemos llamar
dos ciudades…’’2. ‘‘Así que, dos amores fundaron dos ciudades; a saber:
la terrena el amor propio hasta llegar a menospreciar a Dios, y la ce-
lestial el amor de Dios hasta llegar al desprecio de sí propio’’3.
En su forma moderna la filosofía de la historia nace con la obra
de Georg H. F. Hegel, a quién aún los más acérrimos críticos de su
pensamiento le reconocen el haber instalado definitivamente esta
disciplina4.
1
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, XXII edición,
Villa Ballester, Espasa, 2002.
2
Agustín de Hipona, San, La Ciudad de Dios, L. XIV, cap. I.
3
Agustín de Hipona, op. cit., L. XIV, cap. XXIII.
4
Conf. Jacques Maritain, Philosophy of History, Jacques Maritain Center, cap.
1, ‘‘But as happens more often than not, error was the usher of truth in the human
mind. Despite the errors of Hegel, and even, in a way, because of them –because of
the way in which he was led to emphasize too strongly the aspect he had discovered
in things– it is through Hegel that the philosophy of history was finally recognized
as a philosophical discipline’’.
8
El sentido especial de metahistoria según White
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do ser una explicación, un fundamento o una motivación de la mis-
ma’’.
Es una definición sencilla y directa. La mayoría de los autores,
sin embargo, piensan que, tal como ocurre con la metafísica, la me-
tahistoria debe definirse más bien describiendo los temas que toca o
las preguntas que pretende contestar.
Dawson dice que se trata básicamente de tres cuestiones funda-
mentales: a) la naturaleza de la historia; b) el significado de la his-
toria; y c) la causa y el significado del cambio histórico5.
Otros autores, aceptando la dificultad de dar una única defini-
ción, se han inclinado simplemente por contestar preguntas. La Stan-
dard Encyclopaedia of Philosophy6 propone las siguientes:
a) ¿En qué consiste la historia? ¿acciones individuales, estruc-
turas sociales, períodos y regiones, civilizaciones, largos pro-
cesos causales o intervención divina?
b) ¿Tiene la historia en su conjunto algún sentido o significado,
más allá de los hechos y acciones que la componen?
c) ¿Qué involucra nuestro conocimiento, representación y expli-
cación de la historia?
Otros posibles interrogantes que distintos autores han procurado
responder podrían expresarse de la siguiente manera:
a) ¿Cuál es el campo mínimo inteligible para el estudio del pa-
sado humano? ¿el individuo? ¿la unidad política soberana? ¿la
civilización o cultura? ¿o toda la humanidad?
b) ¿Existen procesos de largo plazo, más allá de los hechos indi-
viduales, que se puedan descubrir en el estudio del pasado
humano? ¿Hay ciclos? ¿Es la historia determinista o todo ocu-
rre al azar, o es el resultado del ejercicio de la libertad del
hombre? ¿son los individuos excepcionales los que determi-
nan la historia o existen fuerzas impersonales o trascenden-
tes más poderosas?
5
Christopher Dawson, Dynamics of World History, Washington, ISI Books,
Second Printing, 2007, p. 303. ‘‘When Aristotle had written his books on Physics, he
proceeded to discuss the ultimate concepts that underlie his physical theories: the
nature of matter, the nature of being and the cause of motion and change. In the
same way, Metahistory is concerned with the nature of history, the meaning of
history and the cause and significance of historical change’’.
6
Stanford Encyclopaedia of Philosophy: Philosophy of History, Electronic Edi-
tion. ‘‘…a) What does history consist of, individual actions, social structures, periods
and regions, civilizations, large causal processes, divine intervention?; b) Does history
as a whole have meaning, structure, or direction, beyond the individual events and
actions that make it up?; c) What is involved in our knowing, representing and explain-
ing history?
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c) ¿Hay progreso en la historia? ¿Si así fuera, cuál es el sentido
de ese progreso, y cuál la fuerza que lo impulsa?
11
sus aficionados grandes ventajas con respecto a las ciencias a las
cuales da soporte filosófico y de las que se nutre: la historia, la ar-
queología y la antropología.
Los arqueólogos y antropólogos tienen que recorrer lugares
inhóspitos, morirse de frío o de calor, arriesgarse en cuevas, cimas
montañosas o fallas geológicas. Ellos y los historiadores pueden te-
ner que investigar en países o regiones peligrosas por la naturaleza
de sus habitantes o la existencia de conflictos políticos y militares o
de enfermedades contagiosas y, al menos, buscar documentos origi-
nales en archivos polvorientos. Los filósofos de la historia, en cam-
bio, pueden quedarse tranquilamente en sus casas o en cómodas
oficinas modernas y leer los libros e informes que escriben los histo-
riadores, arqueólogos y antropólogos.
Visión escéptica
12
Una actitud similar es la que adopta el personaje de Macbeth en
la obra de Shakespeare, cuando dice que la vida sería ‘‘un cuento con-
tado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin ningún significado’’8.
Visión fatalista
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transcendente que no está limitado por ninguna de las categorías del
pensamiento humano, no tiene ninguna obligación de revelarnos la
verdad ni está restringido por su propia palabra.
En la expresión del sabio persa, Al-Gazali ‘‘Dios construye y des-
truye el mundo en cada instante’’. Si todo está en manos de Dios y
Dios es inescrutable e impredecible, no puede haber ciencia y ni me-
tahistoria.
11
Thomas Carlyle, On Heroes, Hero–worship and the Heroic in History, Lon-
don, Oxford University Press, Lecture I, The Hero as Divinity, p. 1: ‘‘For, as I take
it, Universal History, the history of what man has accomplished in this World, is at
bottom the History of the Great Men who have worked here. They were the leaders
of men, these great ones; the modellers, patterns, and in a wide sense creators, of
whatsoever the general mass of men contrived to do or to attain; all things that we
see standing accomplished in the world are properly the outer material result, the
practical realization and embodiment, of Thoughts that dwelt in the Great Men sent
into the world: the soul of the whole world’s history, it may justly be considered,
were the history of these’’.
12
Hugo Francisco Bauzá, El Mito del Héroe, Morfología y semántica de la fi-
gura heroica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, p. 7.
13
Hugo Francisco Bauzá, op. cit., p. 37.
14
los seres excepcionales fuera el objeto central de la metahistoria,
debería necesariamente comprender tanto a los buenos como a los
malos, cualquiera fuera su motivación e independientemente de que
encontráramos en ellos ambigüedad o no. Debería comprender a
Sócrates y a Pol Pot.
Menciono la de Carlyle como otra posición escéptica respecto de
la filosofía de la historia porque la aparición de seres excepcionales
es impredecible, lo mismo que la naturaleza y el sentido de su actua-
ción.
Es difícil determinar en qué medida los líderes son auténticos
motores del cambio histórico y en qué medida simplemente cabalgan
sobre los procesos sin realmente dirigirlos. Es indudable el efecto
transformador de líderes religiosos y pensadores cuya influencia se
ha extendido a través de siglos y milenios. En cambio, tengo la sen-
sación de que la mayoría de los líderes políticos y militares, cuando
tienen éxito, son corchos que flotan sobre las olas, arrastrados por
corrientes marinas que no controlan. La metahistoria se concentra
principalmente en el descubrimiento y análisis de esas corrientes
profundas en la historia.
Admito, sin embargo, que aun cuando la mayor parte de los cam-
bios políticos y económicos más relevantes hubieran ocurrido con
diferencias de matices si en lugar de un líder los hubiera conducido
otro, hay casos especiales en los que otro personaje probablemente
hubiera actuado de manera muy distinta, con consecuencias históri-
cas diferentes.
El ejemplo en el que estoy pensando es el de Alejandro Magno.
Su conquista del Imperio Persa ha tenido consecuencias colosales
debido a la intensa interacción de las civilizaciones Helénica y
Siríaca, principalmente. Esa amalgama ha tenido consecuencias
enormes a través de la helenización parcial del judaísmo y luego, con
mucho mayor intensidad, del cristianismo. Pero no me parece que
esa conquista estuviera determinada por fuerzas superiores que se
impusieran al monarca macedonio.
El sucesor de Filipo podría haberse conformado con la hegemo-
nía sobre Grecia alcanzada en Queronea y buscado ser un rey filóso-
fo. Al fin y al cabo tenía como tutor a Aristóteles. Podría haber
dirigido sus conquistas hacia el norte y el oeste, como hizo siglos
después Julio César. O, debido a la fuerte relación entre Grecia y las
zonas occidentales del Imperio Persa, podría haberse conformado con
conquistar Asia Menor. Esa personalidad tan especial que lo llevó a
continuar hasta la India es un caso que debo admitir entra dentro de
15
los hechos imprevisibles que hacen que la metahistoria sea una cien-
cia humana y no exacta.
La visión positiva
16
Polinesia, Escandinavia, Japón, Grecia y Roma; y, por último, 7) la
Occidental que ha domado los océanos.
Georg H. F. Hegel y Karl Marx son los dos pensadores más co-
nocidos que han encontrado en la historia una sucesión de estadios
en la que cada uno genera su propia contradicción (la antítesis) para
ser reemplazado por otro estadio que supera la contradicción (sínte-
sis). Y el ciclo se repite hasta alcanzar la consumación de la historia
en algún estadio definitivo.
Es imposible explicar la filosofía de la historia hegeliana en los
pocos minutos que puedo dedicarle en esta oportunidad. Digamos
simplemente que se trata de una visión muy esquemática, que con-
siste en la evolución de la conciencia espiritual y moral desde la sim-
ple sumisión a un monarca que actúa como mediador entre sus
súbditos y el orden cósmico –el emperador de China o Hijo del Cielo
es el ejemplo más claro– hasta llegar a la conciencia perfectamente
desarrollada en la que se combinan libertad y solidaridad social. Esa
historia se desarrolla geográficamente desde el este hacia el oeste y
en el plano político desde el despotismo patriarcal del emperador de
China hasta la monarquía ilustrada del rey de Prusia. Según Hegel,
con la monarquía ilustrada europea la historia termina porque ha
logrado su consumación: la perfección de un proceso en que el espí-
ritu de la libertad alcanza, después de las distintas etapas por las que
atraviesa, el equilibrio perfecto entre el derecho subjetivo, la concien-
cia moral individual y la organización estatal legítima, es decir, libre-
mente reconocida como válida por los individuos, donde un monarca
ilustrado asegura que las decisiones colectivas buscarán el bien co-
mún.
Una versión actualizada de la filosofía de la historia de Hegel es
la de Francis Fukuyama, quien, al terminar la Guerra Fría, llegó a
la conclusión de que la historia había terminado, basándose en la
misma estructura de análisis de Hegel pero llevando ese punto al
triunfo ‘‘definitivo’’ de la democracia occidental y del capitalismo.
Marx también divide la historia universal en etapas que se su-
ceden en forma dialéctica tesis-antítesis-síntesis hacia un estadio
final. Pero reemplaza el idealismo de Hegel con el materialismo. Para
Marx el motor de la historia es la lucha de clases por el control de los
medios de producción y de cambio. Todo lo demás, la religión, la fi-
17
losofía, el derecho, la estructura estatal y familiar, constituyen una
superestructura determinada por las relaciones económicas funda-
mentales, que cambian cuando cambia la estructura de la economía.
Esta lucha de clases que lleva a sucesivas modificaciones en las re-
laciones económicas y, por ende, en todo lo demás, sólo terminará
cuando triunfe el proletariado y se establezca un régimen socialista,
una sociedad en la que no haya clases.
18
fin, una idea, un plan; como no tiene fin ni plan la especie de las mari-
posas o de las orquídeas… En lugar de la monótona imagen de una his-
toria universal en línea recta…veo yo el fenómeno de múltiples culturas
poderosas, que florecen con vigor cósmico en el seno de una tierra ma-
dre, a la que cada una de ellas está unida por todo el curso de su exis-
tencia… Cada cultura posee sus propias posibilidades de expresión, que
germinan, maduran, se marchitan y no reviven jamás… Esas culturas,
seres vivos de orden superior, crecen en una sublime ausencia de todo
fin y propósito, como flores en el campo. …Yo veo en la historia univer-
sal la imagen de una eterna formación y deformación, de un maravillo-
so advenimiento y perecimiento de formas orgánicas’’15.
19
Las visiones lineales - Las religiones como motores de la his-
toria
20
relación actual con un Polo espiritual y trascendente de convergen-
cia universal’’17.
La obra de Teilhard combina la solidez de un científico con el
estilo de un poeta. Recomiendo su lectura por lo interesante de sus
teorías y por la belleza literaria de su prosa.
Pero existe un riesgo en su postura del que nos advierte el pro-
pio Santo Padre: la posibilidad de caer nuevamente en el determinis-
mo al adquirir en Teilhard la confianza en la ciencia ribetes míticos18.
21
Maritain – Leyes funcionales y vectoriales
22
disciplina continúa su existencia, sobreviviendo a la caída sucesiva
de cada intento.
El defecto más general de las distintas teorías expuestas es que
tratan de explicar todo, partiendo de esquemas demasiado simples.
Pero eso no significa que no se haya avanzado nada. En los distintos
trabajos se encuentran intuiciones y descubrimientos valiosos.
Los cristianos sentimos que nuestra vida transcurre en dos pla-
nos tal como lo expuso San Agustín.
Los seres humanos modificamos el ambiente natural mucho más
que cualquier otro animal. Que hoy podamos referirnos a este fenóme-
no con una expresión precisa como el ‘‘Efecto Amalia’’ es un avance.
La ley de complejidad-conciencia formulada por Teilhard de
Chardin puede parecer demasiado ambiciosa. No sé si se aplica a
todo el universo como pretende su autor, aunque las estructuras
disipativas de Ilya Prigogine parecerían confirmarla en un ámbito
de la química21. Pero sea cual fuere su alcance en el campo de la
física, no creo que pueda discutirse en el campo de las sociedades
humanas.
Spengler peca de excesivo determinismo y organicismo. Sin
embargo, su intuición sobre la influencia que la cosmovisión preva-
leciente en una determinada sociedad tiene en la generación de una
mentalidad que es patrimonio común de todos sus miembros y actúa
de manera inconsciente es muy valiosa. Para enfatizar su importan-
cia y su permanencia, Spengler la denomina ‘‘alma’’ y emplea térmi-
nos poéticos para caracterizar las mentalidades prevalecientes en las
pocas civilizaciones que analiza.
Los intentos de Hegel y Marx de explicar toda la historia univer-
sal mediante el paso de un estadio a otro a través de un mecanismo
dialéctico, y como si eso fuera poco, predecir el futuro con la misma
certeza, resultan excesivamente presuntuosos e increíblemente sim-
ples. Merecen la crítica de White que casi mata la metahistoria en su
bautismo. Pero la convicción de que el hombre es libre y de que, por
lo tanto, la historia no es esencialmente determinista, no excluye a
priori la existencia de procesos parciales de naturaleza determinista.
La sucesión dialéctica hipótesis-tesis-síntesis podría darnos alguna
explicación parcial.
Toynbee ha combinado fenómenos cíclicos como los que caracte-
rizan la vida de las civilizaciones con el avance lineal de las religio-
21
Ilya Prigogine and Isabelle Stengers, Order out of Chaos, New York, Bantam
Books, 1984.
23
nes superiores, en una visión general no determinista y basada en
mayor medida que otros autores sobre estudios históricos empíricos.
Maritain ha tomado algunos procesos que en Hegel y Compte
encontraron explicaciones generales y dogmáticas para buscar en
ellos aspectos parciales verificables mediante métodos inductivos.
Los fracasos globales no excluyen hallazgos parciales ni impi-
den la aplicación exitosa de los mismos métodos a procesos más limi-
tados.
Conclusión
22
Arnold Toynbee, Los Estados Unidos y la Revolución Mundial, Buenos Ai-
res, Emecé, 1963, pp. 18-19.
24
Es evidente que muchos de estos movimientos fracasaron, die-
ron lugar a regímenes que tergiversaron los objetivos iniciales, reem-
plazaron a las viejas sociedades autoritarias y clasistas con sistemas
totalitarios de partido único y concluyeron con monumentales desca-
labros económicos.
El hilo conductor que Toynbee ve en ellos, sin embargo, es el afán
de los pueblos en busca de mayor dignidad, libertad e igualdad. Afán
en pueblos que empezaron a despertar al oír el eco de aquel comba-
te ocurrido en 1775, en el siglo que vio nacer la Revolución Industrial.
Hasta esa época, la productividad en el mundo era tan baja que sólo
una pequeñísima minoría podía beneficiarse de la producción que
excedía la mera subsistencia. La desigualdad era inevitable. A par-
tir de aquella revolución productiva, la transformación de las socie-
dades hacia estadios de mayor libertad y mayor igualdad se hizo
materialmente posible. Pero la naturaleza básica de la Revolución
Mundial es espiritual. ‘‘La fuerza que está detrás de la revolución
norteamericana es el espíritu del cristianismo. Aquella detonación es
la voz de Dios que habla no sólo a través de todas las religiones his-
tóricas que predicaron sus evangelios a todo el mundo y que, entre
todas, llegaron casi a todo el género humano’’23.
Pronunciadas en el contexto de la Guerra Fría, hoy pueden echar
alguna luz sobre la posición de Estados Unidos con respecto a las
rebeliones que están alterando el mundo árabe. Toynbee expresó su
consternación porque Estados Unidos, después de liderar la Revo-
lución Mundial en los siglos XVIII y XIX, en el XX había cedido la
antorcha a Rusia, la potencia archiconservadora de los períodos an-
teriores.
A mi juicio, Estados Unidos ha cambiado nuevamente su papel
y resuelto apoyar esa Revolución. El discurso pronunciado por Barak
Obama en la Universidad del Cairo el 4 de junio de 2009 lo
preanunció. Pero su actitud no es sólo la de un líder o de un partido.
Aún la intervención militar en Irak, plagada de errores y de motiva-
ciones espurias, logró apoyo en la sociedad estadounidense por la
creencia de que a la caída de una monstruosa tiranía seguiría natu-
ralmente la instauración de un sistema democrático, como en Alema-
nia Occidental después de 1945. Esa apreciación podrá tildarse de
ingenua pero es ilustrativa de una actitud positiva hacia la promo-
ción de los cambios políticos y sociales que lleven a sociedades más
libres y justas.
23
Arnold Toynbee, op. cit., p. 127.
25
Como ocurrió con la Revolución Mundial en sus diferentes edi-
ciones en otras épocas y lugares, habrá fracasos y frustraciones. Y los
Estados Unidos, como otros actores, cometerán errores. Probable-
mente veamos ambigüedades debidas a consideraciones prácticas.
Pero el eco del combate de Concord ha sido oído en el mundo árabe
y los Estados Unidos parecen dispuestos a apoyar las demandas de
los pueblos.
No sé si Obama leyó a Toynbee. Pero su discurso en el Cairo,
luego de propugnar ‘‘un mundo donde los gobiernos sirvan a sus pue-
blos y los derechos de todos los hijos de Dios sean respetados’’ termi-
na con citas del Corán, del Talmud y del Sermón de la Montaña. Su
invocación de Dios coincide con la interpretación del historiador in-
glés de que el terreno de todo el planeta ha sido sembrado en ese
sentido por las religiones superiores. En la frase final de su alocución,
Obama convoca a trabajar para hacer germinar esa semilla.
Es decir, la filosofía de la historia puede darnos una comprensión
más completa y profunda de procesos complejos y largos, descubrien-
do similitudes, paralelos y coincidencias en la multitud de hechos que
se suceden vertiginosamente en las sociedades humanas. Y, a veces,
pueden permitirnos, si no predecir lo que va a ocurrir, al menos de-
terminar cuales pueden ser los cauces por los que podría evolucionar
cierta situación.
A esa utilidad práctica general, para los creyentes la filosofía de
la historia tiene un atractivo adicional. Así como la teología natural
y las ciencias naturales que constituyen sus instrumentos, permiten
a los cristianos buscar en el Cosmos el rostro de Dios, la filosofía de
la historia, o metahistoria, puede ser un intento de encontrar en la
historia el rastro de Dios.
26