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Resumen
Abstract
This text is a literal transcription of the lecture given by the author at the
University of San Marcos in Lima on the occasion of a ceremony at which Luigi
Ferrajoli and him were awarded an honorary doctorate. In its first paragraph
ANALISI E DIRITTO 71
2015: 71-86
Juan Ruiz Manero
the author writes on his own connection with the University of San Marcos as
well as on the important role that this University played in the history of Peru;
he resorts to various literary quotes (Vargas Llosa, Bryce Echenique) to illustrate
the latter. Then, paragraph 2 is devoted to stress the significance of the work of
Luigi Ferrajoli in contemporary legal thought, and particularly to his proposals
for institutional reforms. Paragraph 3 reproduces the central ideas in the lecture.
Concisely, the author gives an account of four tensions to be found at the very
core of developed legal systems: a) first, the tension between the legal norms’
claim of authority, and the claim of correctness in decisions on individual cas-
es; b) secondly, the tension between conflicting principles which are prima facie
applicable to the same case; c) thirdly, the tension between the convenience of
constitutionally entrenching certain normative content and the majority princi-
ple; d) fourthly, the tension between the existence of definitive authorities and
the claim that these authorities are limited by certain pre-existing normative con-
tents. The text concludes (paragraph 4) with some reflections on the status of
“legal science” or legal doctrine.
1.
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Algunas pretensiones en conflicto en el derecho
general de la concepción del derecho que defiendo, me refiera a los dos gigantes
que componen conmigo el triángulo, esto es, a la Universidad de San Marcos y
a Luigi Ferrajoli.
La Universidad de San Marcos ha sido para mí mucho antes un espacio perte-
neciente al territorio mítico de la literatura que al territorio, inevitablemente mu-
cho más prosaico, de la realidad. De hecho, en la realidad, no había estado nunca
en San Marcos hasta el año pasado, en el que vine para pronunciar una conferen-
cia precisamente sobre algún aspecto del pensamiento de Luigi Ferrajoli. Pero la
Universidad de San Marcos formaba parte de mis lugares mentalmente familia-
res desde 1969, año en el que leí, a los dieciocho años, fascinado, esa novela in-
mensa que es Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa 1, doctor honoris
causa, por cierto, por mi universidad, la Universidad de Alicante. Conversación
en la Catedral, como todos ustedes saben, es novela de idas y vueltas temporales,
de saltos adelante y vueltas hacia atrás, de forma que no se produce una coinci-
dencia entre páginas y lapsos temporales. Si agrupamos, sin embargo, el número
de páginas que transcurren en San Marcos es bien posible que equivalgan, más
o menos, en torno a un tercio de la novela. Santiago Zavala, Zavalita, el protago-
nista, estudia en San Marcos, en San Marcos descubre la política y, sobre todo,
en San Marcos descubre la realidad del Perú. Su padre, don Fermín, hubiera
preferido que Zavalita hubiera acudido a la Católica. Pero Zavalita se empeña en
matricularse en San Marcos precisamente por su empeño en llegar a conocer el
Perú real, al que la situación de privilegio de su familia le impedía acceder. Y en
San Marcos va construyendo un grupo de amigos que «a duras penas se separa-
ban para dormir» 2, un grupo de amigos que son para él, como para todos a los
dieciocho años, la vida entera. En San Marcos empieza a conocer a gentes de la
oposición antiodriísta que le proponen seminarios de marxismo, seminarios en
torno a ese libro espantoso, que leyeron tempranamente tantas personas de mi
generación, titulado Principios elementales y fundamentales de filosofía, de Geor-
ges Politzer 3. Hasta que finalmente él y su grupo de amigos deciden ingresar en
Cahuide, nombre que recibía la organización estudiantil del partido comunista
peruano. Puede imaginarse la emoción con la que leí Conversación en la catedral
si se atiende a la similitud de circunstancias entre lo que se relata en el libro y lo
que, en 1969, vivíamos en la Universidad de Madrid. Explicaré que, entonces,
no había más que una universidad en Madrid; más tarde se la denominó Complu-
tense, para diferenciarla de las otras universidades madrileñas, pero entonces era
sencillamente Universidad de Madrid. Y en la Universidad de Madrid vivíamos
circunstancias muy semejantes a las relatadas en Conversación en la Catedral. En
vez de la dictadura de Odría, teníamos la del general Franco; también aquí los es-
tudiantes con “inquietudes”, como se decía entonces, vivíamos en una especie de
conversación permanente sobre libros y política, esperando ser “prospectados”
1
Vargas Llosa 1969.
2
Vargas Llosa 1969: vol. I, 108.
3
Politzer 2004.
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Juan Ruiz Manero
4
Gorz 1959.
5
Gorz 1964.
6
Bryce Echenique 2005: 31.
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terreno del que sé poco, pero tengo la impresión de que esa contraposición entre
San Marcos y la Católica debe haber marcado fuertemente la vida universitaria del
Perú durante décadas. Pero tengo también la impresión (y sigo hablando con te-
mor) de que esa contraposición se encuentra ahora muy atenuada. Y, ya sin temor,
puedo decir que se encuentra absolutamente atenuada, hasta la inexistencia, en
las personas, dedicadas a la filosofía del derecho, con las que he tenido la opor-
tunidad de entrar en contacto en los últimos años. Pienso en personas como Bet-
zabé Marciani, Félix Morales, Pedro Grández o Aurelio Abregú. Todos ellos han
sido alumnos míos en cursos organizados por las universidades de Palermo, de
Génova, de Castilla-La Mancha o de Alicante. Mientras fueron mis alumnos pude
observar en todos ellos un nivel excelente de preparación, un interés y entrega a
la tarea realmente admirables, pero no pude distinguir ningún rasgo que los iden-
tificara como provenientes de la Católica o como sanmarquinos. Alguno de ellos,
por lo demás, es, según creo, profesor en ambas universidades. Pero, indistingui-
bles en su proveniencia, debo decir que todos ellos se han transformado en poco
tiempo en compañeros de profesión verdaderamente estimables, en gente a la que
uno clasifica entre los regalos que la vida le ha dado. Con dos de ellos he tenido un
trato más intenso. Félix Morales estuvo con nosotros en Alicante durante varios
años y yo tuve la suerte de ser co-director de su tesis doctoral, tesis que desembo-
có en un libro excelente sobre la filosofía del derecho de Uberto Scarpelli. Vale
la pena señalar que en Italia no hay un estudio sobre Scarpelli a la altura del libro
de Félix 7. Pedro Grández ha estado en el origen de casi todas mis visitas al Perú.
Pedro, además de buen profesor, es un animador y organizador cultural con una
capacidad de llevar adelante iniciativas como hay pocos en el mundo y casi ningu-
no, yo diría, en el ámbito de la filosofía del derecho. Como uno tiende a admirar
sobre todo a quienes poseen cualidades de las que uno carece, y como yo soy una
nulidad como organizador, tengo por Pedro una admiración inmensa.
2.
Pasemos ahora al segundo lado del triángulo que nos ocupa, a Luigi Ferrajoli.
Un doctorado honoris causa es el honor más grande que un profesor puede reci-
bir de una universidad. Y este honor se dobla cuando se recibe junto a alguien
como Luigi Ferrajoli, autor de una de las teorías del derecho más originales, más
influyentes y más discutidas de los últimos años. De la teoría del derecho de Lui-
gi Ferrajoli me he ocupado a lo largo de un buen número de páginas, en diversos
artículos, que ahora aparecen en Perú recopilados, juntos con otros de Ferrajoli,
por Pedro Grández 8 y también en un pequeño libro que recoge una larga dis-
cusión entre nosotros 9. Y, además, sobre la teoría del derecho de Ferrajoli versa
7
Morales Luna 2013.
8
Ferrajoli y Ruiz Manero 2014.
9
Ferrajoli y Ruiz Manero 2012.
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3.
10
Marx 1968: 15.
11
Ferrajoli 2013: 67.
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El concepto de regla más fina, así como el de laguna axiológica, que figura a continuación, pro-
vienen de Alchourrón y Bulygin 1974: 148 y ss.
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Algunas pretensiones en conflicto en el derecho
tal como resulta de las emisiones del legislador, debe obedecer, bien a un modelo
de reglas, bien a un modelo de principios, bien a un modelo mixto que integre
tanto reglas como principios?
En mi opinión, todos los sistemas jurídicos desarrollados obedecen a un mo-
delo mixto que integra tanto reglas como principios. No digo que esto sea así en
relación con cualquier sistema jurídico porque ha habido sistemas, como el de-
recho romano de la época antigua, en los que domina un tipo de literalismo que
lleva a considerar como querido por el legislador todo y solo lo que este ha dicho
de forma expresa y directa. Pero cuando —como es propio de cualquier sistema
jurídico mínimamente desarrollado— se supera esta fase, cuando se reconoce
la distinción, y la posibilidad de divergencia, entre verba y sententia, entre el
significado literal de la formulación de la norma y su significado debido, se abre
paso necesariamente, con esas o con otras palabras, la idea de que la dimensión
regulativa del derecho está integrada tanto por reglas como por principios. Sin
reglas, el derecho no cumpliría una de sus funciones esenciales, que es la de guiar
la conducta de la gente en general, y la adopción de decisiones por parte de los
órganos, sin que ello implique para todos los casos y para todos los tramos de
cada caso la necesidad de embarcarse en un proceso deliberativo. Sin principios,
el derecho aparecería como un conjunto de mandatos más o menos arbitrarios,
sin presentar una coherencia de sentido. Y, por lo que hace a la adopción de de-
cisiones, un modelo para ello basado exclusivamente en reglas no podría evitar la
adopción de un buen número de decisiones valorativamente anómalas, mientras
que un modelo basado exclusivamente en principios multiplicaría los costes de
las decisiones, volvería a estas más difícilmente predecibles y sería incompatible
con la lógica de la división de poderes. Lo que sí es propio de la evolución de
la cultura jurídica es que el acento se desplace más o menos según los períodos
(pero situándose siempre en un lugar intermedio) a lo largo de un continuo que
va desde el polo de las reglas, esto es, de la reducción de la complejidad en la
toma de decisiones, al polo de los principios, esto es, de la coherencia valorativa
de las decisiones.
Ad c) He aludido, como tercera tensión, a la existente entre la conveniencia
de atrincherar constitucionalmente ciertos contenidos normativos, sustrayéndo-
los a la disposición del legislador ordinario y el principio mayoritario, de acuerdo
con el cual no debiera haber restricciones a la competencia del legislador demo-
cráticamente elegido. La respuesta usual a esta tensión ha consistido, en el caso
de las constituciones europeas de la segunda postguerra y también, me parece,
en las constituciones latinoamericanas de la última oleada, en construir central-
mente la dimensión regulativa de las constituciones mediante principios en sen-
tido estricto y directrices. Como hemos visto, los principios en sentido estricto
ordenan, en su consecuente, aquellas acciones (u omisiones) que el constituyente
considera valiosas en sí mismas, sin prejuzgar la jerarquía entre las mismas en las,
en principio ilimitadas, combinaciones de circunstancias en que pueda haber
una oportunidad para realizar al menos dos de ellas incompatibles entre sí; las
directrices ordenan, en su consecuente, la procura de ciertos estados de cosas a
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la que debe estar orientada la acción de los poderes públicos, sin prejuzgar cómo
debe articularse entre sí la procura de estos diversos objetivos ni cuáles sean las
políticas que más eficazmente pueden conducir al mayor logro conjunto posible
de los mismos.
De esta forma, por un lado, se sitúan al margen de las decisiones de política
ordinaria, del juego ordinario de mayorías y minorías, aquellos valores comparti-
dos que conforman el consenso básico de la comunidad política, tanto respecto
de los límites que deben respetar los cursos de acción de los poderes públicos
para ser considerados constitucionalmente legítimos como respecto a los fines
generales a que deben orientarse esos mismos cursos de acción. Y, por otro,
al no especificar ni las relaciones de prevalencia entre principios que operan
como límite ni la manera en que deben ser articulados y perseguidos los fines
constitucionalmente ordenados, una Constitución compuesta básicamente, en
su dimensión regulativa, por principios y directrices, mantiene abierto el proceso
deliberativo y evita en gran medida la “tiranía de los muertos sobre los vivos”
que se ha achacado con frecuencia al constitucionalismo rígido.
Ad d) La cuarta tensión a la que he aludido es la existente entre la pre-
tensión de establecer autoridades y la pretensión de que esas autoridades estén
vinculadas a determinados normas que les preexisten. En relación con esta do-
ble pretensión del derecho surge lo que llamo una “tensión irresoluble entre
principios”, entendiendo por tal un conflicto entre principios que no es posible
resolver mediante la generación de una regla relativamente estable, en el sentido
de “relativamente estable” que se indicó antes.
Pues bien: una tensión irresoluble de este tipo deriva, en mi opinión, de la
naturaleza institucional del derecho. O, dicho de otra forma, tal tipo de tensión
irresoluble se presenta en el contexto de cualquier sistema normativo institucio-
nalizado, entendiendo por tal, en este contexto, un sistema que, además de con-
tener normas (principios y reglas) sustantivas, instaure un sistema de autoridades
a las que atribuya competencia para la producción de resultados definitivos —
esto es, no revisables ya por ninguna otra autoridad— consistentes en el dictado
y la aplicación de normas. Y, por la simple necesidad de evitar el regreso al infi-
nito, si hay un sistema de autoridades, algunas de ellas han de tener competencia
para producir resultados institucionales definitivos. Llamaré a las autoridades
provistas de una competencia de este tipo autoridades normativas definitivas.
Pues bien: la instauración de autoridades de este género implica el surgimiento
de un principio, enunciable como “debe ser lo prescrito por las autoridades nor-
mativas definitivas” que resulta ser potencialmente conflictivo en cualquier caso
posible en relación con los principios y reglas sustantivos: bastaría, para que se
produzca el conflicto, con que la autoridad normativa definitiva de que se trate
ejerciera sus competencias violando principios y/o reglas sustantivos. Operemos
con un ejemplo: supongamos que el legislador español dicta una norma legal que
vulnera de forma clara (y, se entiende, no justificada por otro principio even-
tualmente concurrente) la libertad de expresión, y supongamos también que el
tribunal constitucional resuelve —de forma claramente equivocada— que esa ley
82
Algunas pretensiones en conflicto en el derecho
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4.
Hemos visto hasta ahora cómo el sistema jurídico está cruzado por tensiones
internas que inciden, todas ellas, sobre la adopción de decisiones jurídicas. De
esto se deriva, me parece, una lección importante y a la vez muy sencilla para
nuestra comprensión global de todo aquello a lo que llamamos “ciencia del dere-
cho”, “doctrina jurídica” o “jurisprudencia”. Y esta lección viene a ser la del ca-
rácter práctico de la llamada “ciencia del derecho”. Esto es, que la finalidad a la
que obedece esta “ciencia del derecho” —y por ello me parecen más adecuadas
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13
Alchourrón 2010: 155 y ss.
14
Ross 1970: 125.
15
Alchourrón 1991.
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cosas como están: no aporta nada a las diversas corrientes que trata de integrar,
sino que se limita a yuxtaponerlas tratando de disimular las inconsistencias que
exhiben entre sí. De lo que se trata, en mi opinión, no es de ser eclécticos, sino
de elaborar teorías potentes que den cuenta de un cierto dominio (en nuestro
caso, del derecho o de un sector del mismo, o de alguna institución en particular)
siendo capaces de integrar, coherente y articuladamente, las iluminaciones sobre
ese dominio que provengan de las más diversas corrientes. Diversas corrientes
que aparecerán, así, no ya yuxtapuestas sino superadas en un sentido al que, si
queremos concluir con lo que es desde luego, al menos en buena parte, una bro-
ma, podríamos llamar hegeliano: pues se trata de superarlas de una forma tal que
lo mejor de cada una de ellas aparezca conservado en una teoría más poderosa.
Referencias
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