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ASNOLOGÍA Fernando Baena, editor

EL ASNO ENTUSIASTA:
ELOGIO DE LA VOCACIÓN ARTÍSTICA EN TIEMPOS PRECARIOS
Marta Pérez Ibáñez

Así vive feliz un arrapiezo


de los que dicen diferiencia y buya,
porque tiene la suerte
de que nada interpreta en contra suya,
y todo en su provecho lo convierte.

El asno feliz, Juan Eugenio de Hartzenbusch

Hace pocos días, Miguel Ángel Herrera, alcalde de Genalguacil, nos contaba a algunos la curiosa
historia de un burro sin amo, suelto en aquellos pagos donde suele pastar a su aire, ajeno al
trasiego de las labores del campo, al trabajo de los lugareños, al sudor de otros asnos ocupados
en sus quehaceres. Éste, sin embargo, disfruta de una vida muelle, inmerso sólo en encontrar
pasto verde y cobijo en días de inclemencia. Desde siempre, el burro ha sido animal de labor,
dócil ante el mandato de su amo y bajo el peso de la carga que le era encomendada. Resulta,
pues, extraño encontrar un burro sin amo pastando libre por el monte. Pero este pollino ha
tenido la suerte de haber sido indultado, adquirido por un grupo de amorosos vecinos del pueblo
que lo han dejado solazarse a su antojo en los prados cercanos, y no tiene más cometido en su
vida que disfrutar de ella con entusiasmo. Disfrutar de la vida del asno, con vocación de asno,
porque ha nacido para ser asno, porque no puede ser otra cosa.
Vocación, entusiasmo, disfrute… términos que me recuerdan a otro personaje que los comparte
y que, en cierta medida, construye su vida, su actividad profesional, sobre esas mismas
estructuras. Y ese personaje es el creador, la creadora, artistas y trabajadores de la cultura.
En términos generales, la actual situación laboral de los trabajadores culturales presenta claros
signos de precariedad, y especialmente en el caso de los artistas plásticos y visuales, y no
estamos descubriendo nada nuevo. Altos niveles de autoempleo, baja retribución, inestabilidad,
poca tasa de afiliación a los sistemas de seguridad social de los distintos países. En los últimos
años y debido a la crisis, deben simultanear la autogestión, comunicación y promoción
profesional con la producción artística, un trabajo ímprobo y multifacético, un trabajo de asno
que apenas se podrá rentabilizar. Y sin embargo, muestran un alto nivel de aceptación de su
situación y una visión positiva de su trabajo, a pesar de la precariedad. En España, la especial
virulencia de la crisis iniciada en 2008 provocó el cierre de numerosas galerías entre los años
2010 y 2012, con lo que la fuente de ingresos de muchos artistas procedente de la venta de la
obra se vio seriamente perjudicada. Además, a nivel laboral, la ausencia de un reconocimiento
institucional de la figura profesional del artista o de un estatuto que regule su actividad, de un
censo que cuantifique el número de profesionales de este sector y las condiciones en que
trabaja, la relativamente baja afiliación de éstos a las asociaciones profesionales, única
estructura de protección laboral, se une a la crisis que ha afectado a todo el entramado del
sistema del arte, provocando una agitación estructural que hace que toda la coyuntura se
tambalee. En algunos casos, artistas que vieron caer sus galerías en aquellos años difíciles,

I CONGRESO INTERNACIONAL DE ASNOLOGÍA MADRID, JUNIO 2018


ASNOLOGÍA Fernando Baena, editor

abandonaron la creación artística y se dedicaron a otras actividades más lucrativas: tan pesado
era el carro del que tiraban que se desuncieron de él y lo abandonaron al borde del camino.
Aunque la economía española puede dar visos de cierta recuperación en aspectos concretos, lo
cierto es que las condiciones laborales y económicas de los trabajadores de la cultura han sufrido
un menoscabo estructural que tiene claros indicios de permanencia, haciendo que la
precariedad se convierta en la tónica general. Coincidimos con Guy Standing y con el concepto
de precariado, mezcla de bajo nivel de ingresos, inestabilidad en el empleo e incertidumbre
respecto al futuro que padecen muchos trabajadores, entre los que además de la clase obrera
industrial en todas sus variedades, se encuentran también trabajadores con formación que o
bien han perdido o bien aún no han encontrado una estabilidad laboral, y coincidimos en que
todas estas características son propias entre los artistas, en España y en el resto del mundo, y
en muchos trabajadores de las industrias culturales, sean o no creadores. También los
comisarios en busca de exigua financiación para proyectos que mueren como la efervescencia
de la gaseosa, los críticos de arte que se conforman con escribir gratis en sus blogs o revistas
digitales agradeciendo que les lean, los galeristas utópicos e idealistas que creen que el próximo
visitante de la galería, ese que ya nunca entra, comprará la mejor obra de la exposición y se
convertirá en su coleccionista habitual. Hasta los profesores asociados de universidades aquí y
allá, que llegado Julio no saben si trabajarán en el curso siguiente, ni cuánto ni cuándo ni por
cuánto dinero. Esperamos pacientes en la cuadra a que nos llamen para seguir tirando del carro,
nos sentimos seguros cuando nos uncen de nuevo, nos sentimos agradecidos cuando nos
acarician la crin y nos regalan una zanahoria, sin saber si habrá otra o si será la última.
Coincidimos también con la descripción de una relación equilibrada entre la sociología y las
artes, y consideramos al arte no como reflejo de la sociedad de la que surge, sino como parte de
la misma. Las nuevas formas de producción, el complejo network en el que el creador ejerce su
actividad, lo que nos recuerda de nuevo aquel concepto de "biotopo artístico" que creó Pascal
Gielen, cuyas dinámicas, dependencias, redes, necesidades y demandas, quejas y satisfacciones
respecto de su (precaria) situación son equiparables a las que muestran los profesionales del
arte y la cultura en España, miembros de una misma manada de asnos dóciles.

Y las mujeres, hordas de invisibles creadoras, las más entusiastas, las más optimistas, creemos
en nosotras mismas y en nuestras capacidades con fe ciega, nos apoyamos unas a otras cuando
los tiempos son difíciles, nos damos calor en las noches de frío juntando los lomos, acercando
las cabezas al calor de la lumbre. Las mujeres hemos sido invisibles desde hace siglos y sólo ahora
se nos reconoce que estamos aquí, aunque no al mismo nivel ni con las mismas preferencias.
Nos han hecho creer que éramos más libres, más poderosas, más nuestras que nuestras madres,
pero sólo estamos más sometidas, trabajamos el triple y nos cunde la cuarta parte, se nos
reconoce lo justo si acaso, y siempre se nos ponen pegas, siempre tenemos que demostrar que
podemos con más, que podemos con carretas más llenas y más pesadas, que podemos seguir
adelante cuando las fuerzas nos fallan, porque también los potrillos y los asnos ancianos
dependen de nosotras. Y tiramos de la carga con una sonrisa, con creatividad y estilo, siempre
con mucho estilo.

A los artistas y a los profesionales de la cultura nos ocurre que nos sobra vocación y entusiasmo,
confianza en lo que hacemos y ganas de seguir haciéndolo, porque parece que la creación nace
de algún lugar recóndito que no necesita alimentarse de pienso mortal, sino de más vocación y
más entusiasmo. Así, podemos vivir del aire y seguir felices en la precariedad, quejarnos pero
no abandonar y seguir intuyendo una luz al final del túnel que reluce como la zanahoria al final
del palo y nos insta a seguir caminando con nuestra pesada carga.

I CONGRESO INTERNACIONAL DE ASNOLOGÍA MADRID, JUNIO 2018

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