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PREGUNTAS INICIALES:
¿Qué necesita un niño pequeño de sus cuidadores?
¿Qué demanda? ¿Qué desea?
¿Qué necesitan los cuidadores para criarlo?
¿Cómo se relaciona un bebé con los demás?
¿Qué usa para comunicarse, conocer y conquistar el mundo?
¿Cómo nos damos cuenta de que un bebé está sufriendo?
¿Qué miramos, qué escuchamos, qué observamos, qué sentimos frente al
sufrimiento?
¿Cómo nos damos cuenta de que el vínculo no se está construyendo
armoniosamente?
IDEAS PRINCIPALES:
● El niño tiene, desde su nacimiento, la capacidad fundamental de
relacionarse socialmente. Pero podrá desarrollarla, siempre y cuando haya
alguien, el cuidador primario, disponible para establecer esta relación
social. Por eso, se puede pensar que para el bebé no es posible
desarrollarse en soledad.
● El sostén emocional es la respuesta adecuada al sentimiento universal de
desamparo con el que todo bebé llega al mundo. Este sostén permite que
se construya entre el bebé y las personas encargadas de su crianza un
vínculo lo suficientemente fuerte como para que se den las condiciones
propicias para la satisfacción de todas sus necesidades.
● El sostén emocional se da en el marco de un vínculo estable, un vínculo de
apego, con los cuidadores primarios. Este vínculo se establece desde el
momento del nacimiento y permite construir un lazo emocional íntimo con
ellos. Por estable entendemos un vínculo cotidiano y previsible, y en los
primeros tiempos, con la presencia central de una o más personas que se
ocupen de la crianza del bebé. La estabilidad y la previsibilidad en el
vínculo con sus cuidadores le permiten al niño construir una relación de
apego seguro.
EL vínculo debe establecer: contacto físico y emocional.permite al niño
establecer la calma en situaciones de necesidad e ir aprendiendo a regular por sí
mismo sus emociones. confianza.
APORTES MÁS SIGNIFICATIVOS PARA ESTE ESPACIO CURRICULAR
DEL DISEÑO CURRICULAR EL NIVEL INICIAL:
Como primer eslabón del sistema educativo, el Nivel Inicial, define este
diseño curricular propio, para articular con los siguientes niveles y
modalidades del sistema, con el convencimiento de que es fundamental
intervenir en los primeros años de vida de los niños. Por lo tanto el Nivel
Inicial define propósitos en concordancia con la Ley de Educación Provincial
VIII – Nº 91, que son los siguientes:
a. Promover el aprendizaje y el desarrollo de los niños entre cuarenta y
cinco (45) días a cinco (5) años de edad inclusive, considerándolos sujetos de
derecho y partícipes activos de un proceso de formación integral, miembros
de una familia y de una comunidad.
b. Promover en los niños actitudes de solidaridad, confianza, cuidado, y
respeto a sí mismo y hacia los demás para interactuar en sociedad.
c. Desarrollar la capacidad de expresión y comunicación a través de los
distintos lenguajes estimulando el desarrollo de la creatividad e
independencia.
d. Promover el desarrollo integral de los niños a través de la educación
física y artística para favorecer la integración social, la interacción con el
entorno natural y cultural, la preservación de la salud y el disfrute activo.
e. Generar un clima de confianza con el niño y su familia que sea propicio
para el desarrollo de las prácticas educativas.
f. Desarrollar el placer por aprender, conocer, indagar y descubrir para
favorecer su autonomía.
g. Promover el juego como contenido de alto valor cultural, social y
educativo para favorecer el desarrollo cognitivo, motor, afectivo, ético,
estético y social, la construcción de la identidad y subjetividad de los niños.
h. Propiciar la alfabetización cultural en todos los campos del conocimiento,
alentando el aprecio por la historia, la cultura y las tradiciones, creencias,
valores familiares, regionales, provinciales y nacionales, que les posibilite
identificarse como sujetos sociales.
i. Propiciar la participación de las familias en la tarea educativa, valorando
las culturas de origen, sus lenguajes e historias personales, promoviendo la
comunicación y el respeto mutuo.
j. Garantizar una educación inclusiva que atienda las desigualdades
educativas, y respete los principios de equidad, justicia social para todos los
niños que ingresan y transitan la educación inicial.
k. Atender necesidades educativas asociadas y/o derivadas de una
discapacidad, como así también detectar, atender y prevenir dificultades de
aprendizaje, garantizando el desarrollo de las capacidades y el pleno
ejercicio de los derechos.
4. ORGANIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN:
Acorde con lo normado por la Ley de Educación Provincial VIII – Nº 91, se
organiza en dos ciclos que conforman el nivel:
Jardines Maternales: Atienden a los niños desde los cuarenta y cinco días a
los dos años inclusive. Jardines de Infantes: Atienden a los niños desde los
tres años a los cinco inclusive.
ORGANIZACIÓN INTERNA DEL PRIMER CICLO
Las instituciones hacen una organización de salas que varían según criterios
pedagógicos y/o posibilidades espaciales; Goldschmied, E y Jakson, S.4
proponen dos modos de organización de las secciones: diseño abierto (todos
los niños juntos), o sistema de grupo (niños agrupados por edades).
Proponemos el segundo diseño, donde los niños se agrupan por edades por
compartir características afines.
LACTARIO: Sala de 45 días a un año.
DEAMBULADORES: Sala de 1 año.
SALA DE 2 AÑOS
En la sala de bebés se conformarán subgrupos, debido a la heterogeneidad
en relación a las edades que habitualmente se presenta. En la sección de los
deambuladores el docente podrá tener a cargo un grupo de niños de edades
más cercanas, lo que le permitirá organizar actividades grupales y otras
individuales que requieran de tiempos, espacios y propuestas diferenciadas.
La sala de dos años podrá funcionar como un grupo único, con una
organización en común para todos. Soto y Violante plantean que la
organización institucional debería poder garantizar que los niños
permanezcan por lo menos un año en el mismo grupo, sin tener que cambiar
de ámbito al comenzar a gatear o caminar. El espacio físico debe ser
pensado con antelación al ingreso respondiendo al criterio de contención,
apego y continuidad. Es recomendable que al comenzar el nuevo ciclo lectivo
por lo menos uno de los docentes siga acompañando al grupo en la misma
sala, o bien como alternativa que el mismo grupo de docentes y niños “pase
de sala” priorizando la continuidad de las figuras de apego.
EDUCACIÓN ESPECIAL
En el Nivel Inicial la modalidad de Educación Especial está destinada a
asegurar el derecho a la educación de todos los niños con necesidades
educativas especiales derivadas o no de una discapacidad, temporales o
permanentes, asegurando trayectorias educativas integrales a través de
diferentes configuraciones de apoyo y personal especializado. En cuanto a la
faz preventiva del nivel el trabajo a través de políticas concurrentes desde
la intervención temprana en niños con patologías instauradas o que por las
condiciones adversas del contexto donde viven, corren riesgo de sufrir
alteraciones en su desarrollo. Dicha intervención no sólo se llevará a cabo
con el niño, sino también y en muchos casos primordialmente con la familia,
acompañando, sosteniendo, favoreciendo el vínculo y las potencialidades de
su desarrollo.
LA INCLUSIÓN EDUCATIVA
La inclusión se presenta como un enfoque filosófico, social, político,
económico y especialmente pedagógico para:
• La aceptación y la valoración de las diferencias en una escuela que es
de todos, para todos y para cada uno.
• La definición de políticas que protejan el interés superior del niño y
de los sujetos de la educación.
• El desarrollo del sentido de comunidad, solidaridad y pertenencia
plural.
• La promoción de las alfabetizaciones múltiples.
• El aprendizaje constructivo y la valoración de las capacidades de
todos los sujetos de la educación
. • Una cultura educativa en la cual todos se sientan partícipes.
JARDÍN MATERNAL:
En la actualidad el Jardín Maternal es la institución educativa que atiende al
desarrollo integral del niño, ejerce una acción educativa planificada,
sustentada en principios pedagógicos actualizados, y utiliza métodos que
responden a las características y necesidades vitales de los niños. Esta
institución tiende a satisfacer todas las necesidades del niño. Atendiendo el
desarrollo integral de la personalidad, porque considera que ésta tiene un
sentido dinámico que se desarrolla globalmente desde el comienzo de la vida
misma.
CAMPOS DE EXPERIENCIA, EJES Y CONTENIDOS
Los campos de experiencia propuestos, como fueron enumerados en el Marco
General de Nivel, son los siguientes:
- Construcción de la identidad y desarrollo de la autonomía. - Exploración y
relación con el ambiente. - Construcción de la comunicación y el lenguaje.
PREGUNTAS:
● ¿Qué entendemos por actividades cotidianas?
● ¿Por qué son tan importantes estos momentos cotidianos para la
educación de niños/as de 45 días a 3 años?
● ¿Cómo construimos actividades cotidianas en la educación maternal?
va más allUna primera respuesta estaría asociada a satisfacer las
necesidades básicas de el/la bebé. Cambiar el pañal implica responder a la
necesidad de estar limpio/a, de cuidar su cuerpo. Alimentarlo/a responde a
la necesidad de saciar su apetito. Además de cubrir las necesidades
básicas, de ofrecer las condiciones necesarias para que pueda descansar y
lograr el reposo surgen otros aprendizajes Para iniciarnos en la reflexión y
la revisión de estos momentos cotidianos, podemos enunciar que una de las
condiciones que hacen de estas situaciones verdaderas oportunidades de
enseñanza y aprendizaje es la frecuencia; que permite la reiteración de lo
conocido, de lo estable, que da seguridad, confianza y viabiliza tanto la
anticipación como al mismo tiempo, los nuevos desafíos.
importantes por varias razones. En principio porque se establece una
comunicación gestual/ verbal con el adulto. Ese adulto genera y ofrece las
condiciones para que el/la bebé logre relajarse y llegar a un estado de
reposo (en el caso de satisfacer la necesidad de descansar) o bien pueda
satisfacer su apetito brindando la teta o la mamadera (esta última puede
ser ofrecida por algún integrante de la familia y/o el educador). Siempre
ese momento cotidiano, esa actividad cotidiana ocurre con un otro, junto a
otro; en principio un adulto. La Dra. Silvia Bleichmar sostiene que es
importante considerar que el/la bebé nace en un estado de indefensión tal
que para poder sobrevivir necesita del otro, de un prójimo cargado de deseo
que le permita el inicio de un crecimiento psíquico. En esos tiempos de
constitución psíquica, el otro humano que tenga a cargo la función de
humanización intentará responder a las necesidades del niño/a. Esto implica
la tarea de poder comprender lo que está necesitando: “leer, interpretar
esa necesidad” y así satisfacerla. En ese momento, el vínculo que se
establece con ese adulto á del plano de la autoconservación en tanto
ofrecerá elementos necesarios para conformarlo en un sujeto de cultura.
Schlemenson (2002:11) señala que "Lo importante es el lazo de amor que
asegura la permanencia de una persona, siempre la misma, que pueda mimar,
que se haga cargo de la crianza del bebé (...) la única condición para quien
sustituya a la madre en el ejercicio de su función es que desee hacerse
cargo del niño y que tenga un psiquismo lo suficientemente desarrollado como
para atender e interpretar amorosamente sus necesidades (...)".
Imaginemos, a modo de ejemplo, cuando la mamá le da la teta al niño/a. En
cada encuentro con ese otro, el/la bebé encuentra elementos conocidos y
nuevos. Algunos de ellos permanecen pero otros se modifican (puede por
ejemplo que se haya modificado el sabor del pezón pero no así la voz de la
mamá). En ese encuentro en el que el/la niño/a necesita satisfacer una
necesidad, en este caso alimentarse, no sólo ingiere leche materna sino que
forma parte de esa escena que se conforma: mamá – bebé. Cada vez que
tenga hambre, algunos de estos aspectos se conservarán pero otros se
modificarán. Esos elementos van a constituir las primeras inscripciones: cada
vez que el bebé tenga hambre buscará el objeto que quedó ligado a la
autoconservación.
Esta crianza desde los espacios educativos tiene la peculiaridad de ser
intencional y sistematizada, se trata de interesantes momentos de
enseñanza en los que se transmiten saberes sociales íntimamente ligados al
desarrollo del niño/a. Desde ese lugar, es necesario significar la relación
entre asistencia, cuidado y enseñanza desde el ámbito de la educación
inicial. (Pico y Soto, 2013)
Hablamos de transformar la rutina en ritual tiene que ver con la presencia
del lenguaje, la presencia de lo lúdico de una actitud lúdica por parte del
adulto. Ambos aspectos permiten al bebé anticipar lo que viene y convierten
la rutina en un acto humanizado. Cuando el educador enriquece el aporte de
la cultura, no quiere decir que enriquecer, ir aportando “lo nuevo” implique
realizar una propuesta forzada o artificial que se aleje de la práctica de
crianza. Así lo expresan Soto y Vasta (2008)
Desarrollar este tipo de propuestas en el jardín maternal En estos rituales
según Calmels va a estar enlazadas “la sensación, la acción y la palabra”.
Cuando pensamos y ponemos en marcha estas experiencias con
intencionalidad pedagógica, concebimos que estamos educando.
Algunas implicancias de nuestro rol pedagógico
Enseñar implica tener una mirada atenta sobre los otros. Ese/a docente
necesita poner la mirada atenta sobre la connotación de los tiempos, los
ritmos de cada bebé/ niño/a para poder comprender sus necesidades,
intereses e intervenir en función de ello. Se necesita una mirada
sensible-perceptiva de la presencia de cambios que nos llamen la atención y
que podamos transmitir a las familias. Por ejemplo si se mostró inapetente,
si le cuesta conciliar el sueño, si acepta nuevos sabores, si avisó por
primera vez en la institución educativa que tiene caca en el pañal, entre
otras
Será importante conocer la manera de comunicación existente entre el bebé
y el entorno familiar para reproducir parte de dichos modos, realizar
cambios en otros e incluir el compartir nuevas expresiones verbales y
musicales (es sustantivo cuando la institución reconoce y valora las canciones
y cuentos presentes en el entorno familiar y a la vez, selecciona un
cancionero y otros textos para compartirlos con la familia para que en su
entorno íntimo puede cantar las mismas melodías o contar los mismos
relatos)
¿Cómo se aprenden y se enseñan los juegos? ¿El juego es un lenguaje? ¿Por
qué es importante ofrecer situaciones de juego desde la cuna?
El jugar, como señala Daniel Calmels (2015), permite una relación
estimulante, que humaniza al bebé/niño ya que genera entre ambos lazos
afectivos en donde la mirada hacia el pequeño por parte del adulto es
central. En este sentido, la mirada predispone lo corporal tanto en el adulto
como en el niño. El jugar liga al pequeño al mundo de la cultura lúdica que le
propone el adulto y, en la medida que el niño participa, promueve un
acercamiento amoroso entre ambos que los humaniza.
-La mirada entre los jugadores/as, involucra a ambos, generando lazos
afectivos de comunicación que los humaniza
-El jugar es ficción, no es realidad.La entrada en el clima lúdico marca la
ficcionalidad.
-El juego como acción, como praxis, expresa un relato ficcional entre
jugadores conocidos que escapa a lo utilitario y se enseña y se aprende
entre aquellos que lo juegan.
¿Por qué es importante ofrecer jugar desde la cuna? Porque el niño/a,
desde que nace, tiene derecho a jugar y es responsabilidad de los adultos y
los educadores/as proporcionar condiciones materiales, comunicacionales y
simbólicas para que suceda el jugar. Existe un marco legal que respeta y
habilita la importancia de enseñar a jugar.
P
ara leer:
----En la Convención sobre los Derechos del Niño (1989) se reconoce el
derecho del niño al juego. En su artículo 31 expresa: “Los Estados Partes
reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a
las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en
la vida cultural y en las artes”. Y los Núcleos de Aprendizaje Prioritario
(NAP) para la Educación Inicial (2005) proponen: “Alentar el juego como
contenido cultural de valor, incentivando su presencia en las actividades
cotidianas. (..) El disfrute de las posibilidades del juego y de elegir
diferentes objetos, materiales e ideas para enriquecerlo en situaciones de
enseñanza o en iniciativas propias. La participación en diferentes formatos
de juegos: simbólico o dramático, tradicionales, propios del lugar, de
construcción, matemáticos, del lenguaje y otros”.
IDEAS IMPORTANTES:
-Cuando los niños/as exploran los objetos y materiales se apropian de sus
propiedades físicas pero también conocen sus propiedades culturales y
construyen seguridad en sí mismos al afirmar y probar sus propios puntos de
vista. Cuando hablamos de las propiedades físicas de los materiales y
objetos nos referimos a que niños y niñas comprenden que un colador “deja
pasar” la arena y no las piedras; que la arena húmeda no pasa por dicho
colador y que sirve para modelar. Estas son algunas de las propiedades que
llamamos físicas. Pero a su vez también reconocen que están usando un
colador, un objeto de la cultura que también ve utilizar en su casa. Al
tomar sus propias decisiones, el pequeño afirma la seguridad en sí mismo, es
por ello necesario dejarlo probar y observarlo sin interrumpir en sus
búsquedas.
APORTES DE PIAGET:
Estadio sensorio- motor , los niños son capaces de imitar y de jugar, pero
la imitación se realiza siempre en presencia del modelo, y el juego es un
juego denominado de ejercicio mediante el cual van aplicando diferentes
esquemas prácticos de acción a los objetos: golpear, sacudir, frotar, apilar,
tirar algún objeto para que se lo volvamos a dar; y en el último subestadio
del período sensoriomotor, también logran agruparlos, a veces por color y
forma aunque de modo espontáneo y aleatorio.
La imitación diferida es una forma de imitación interiorizada, dado que el
/la niño/a reproduce gestos y acciones en ausencia del modelo, lo que
significa recordar y haber interiorizado mentalmente en su memoria lo que
desea representar.
El juego simbólico es otra forma de representación mediada. A través del
juego el niño reproduce situaciones que ha visto o vivenciado, pero
adaptándolas a sus deseos. De este modo deja de ser hijo/a para
convertirse en padre o madre; ya no es el paciente que toma el
medicamento, y pasa a convertirse en el médico que lo prescribe, arma
escenas con sus muñecos y juega a darles de comer, hace que toca el piano
y canta, pone en fila sillas y juega que es chofer de ómnibus, etc. En esta
etapa de inicio, continúa siendo un juego desarrollado junto o al lado del/la
otro/a, es decir, un juego paralelo que aún no se comparte. No obstante,
gradualmente, a lo largo del tercer año y con el incentivo de los educadores
la actividad lúdica, se irá socializando con otros/as compañeros/as de modo
más frecuente, logrando mayor interacción y comunicación entre con
otros/as.
Las distintas acciones que el/la niño/a representa no siguen una continuidad
lógica, o una serie coherente. El juego es espontáneo e improvisado y carece
de planificación previa, dado que juegan según sus deseos y necesidades del
momento.
A través del juego simbólico, el/la niño/a logra: actualizar diversas
situaciones por el mero placer de repetirlas, tomar un rol activo de algunas
experiencias que ha vivido en forma pasiva, modificar algún aspecto de la
realidad asumiendo una actitud opuesta, asumir distintos roles, donde
despliega su propio control sobre lo que ocurre a su alrededor, adaptándolo
a sus intereses; mostrar sus sentimientos y emociones: fantasías, temor,
tristeza, enojo, etc.
El juego simbólico favorece el desarrollo de una serie de capacidades como
la memoria, la imaginación, la creatividad, la fantasía, la atención y le
posibilita extender sus habilidades corporales-motrices, su expresión y
comunicación, incentivando su incipiente lenguaje y permitiéndole
transformarde modo simbólico los elementos cotidianos de su entorno.
Será fundamental, entonces, que los/as educadores/as, habiliten ambientes
de juego con diversos materiales, es decir, crear “espacios lúdicos” que
alienten e incentiven a los/as niños/as a desarrollar el juego simbólico o del
“como si” que es, además, un modo privilegiado para que ellos/as logren
exteriorizar su “mundo interno”. A través de la observación del juego
infantil, las/os educadoras/es podrán entender mejor los pensamientos,
intereses y deseos de los niños.
Será importante, especialmente a los dos años, apoyarlos para que
desplieguen su juego, ofreciéndose como sostén para “andamiar” la actividad
lúdica infantil, pero sin coartarla ni dirigirla en demasía, sino asociándose a
ella. No debemos olvidar que, si bien el juego es una actividad propia y
característica de la infancia, a jugar también se enseña. De este modo los
educadores alentarán a los niños a iniciarse en algunos juegos compartidos
con sus compañeros: en parejas o en un grupo muy pequeño, siempre
coordinado por los/as educadores/as.
Otra de las formas de representación de la realidad exterior es el dibujo.
A través de sus trazos, los niños intentan una imitación de lo que ven, pero
lo que resulta al reproducirla es más lo que saben de ella que lo que ven. En
estas edades, y en virtud de una motricidad fina aún no suficientemente
desarrollada y firme, los niños realizarán trazas y marcas, rayas y puntos
de modo espontáneo y sin control.
El dibujo presenta múltiples funciones en el desarrollo de un niño ya que
brinda la posibilidad de ejercer el movimiento manual, también manifiesta el
mundo interno de los/as pequeños/as, permite la comunicación, y en ciertos
casos podría tener la función de elaboración de conflictos.
Algunos autores tales como Wallon, Osterrieth, etc., afirman que el dibujo
se inicia a partir de los 12 meses de vida. Otros, como Piaget, Lowenfeld,
etc., lo consideran desde los dos años. Lowenfeld (Lowenfeld, 1972) ha
denominado al período que se inicia a los dos años la etapa del garabato.
Estos primeros garabatos se distinguen por ser grafismos que no
representan figuras u objetos. Los/as niños/as toman una tiza, lápiz o
crayón para realizar trazos en forma de garabatos, como procurando imitar
la escritura del adulto y, frecuentemente, no respetan los límites del
soporte, es decir, pueden dibujar en las hojas o cartulinas y extenderse en
el piso, paredes, etc.
Gradualmente y alrededor de los dos años y medio, los/as niños irán
adquiriendo mayor control y flexibilidad en sus brazos y muñeca, y podrán
dibujar círculos y unirlos con líneas que generarán nuevas formas. El trazo y
la presión ya son más fuertes y comienzan a experimentar con distintos
colores que, sin embargo, en estas edades, aún no desempeñan un lugar
importante.
En cuanto a las imágenes mentales, que es otra de las manifestaciones de la
función simbólica, constituyen un modo de imitación de lo que lo rodea, pero
interiorizada, es decir, las imágenes mentales no se muestran
exteriormente.
Precisamente por esta característica de ser interiores son más difíciles de
ser estudiadas. Las imágenes hacen intervenir no solo la percepción del
sujeto sino también su motricidad.
Por su contenido es posible caracterizar las imágenes según el órgano
sensorial con el cual se relacionan: por ejemplo, visuales, olfativas,
auditivas, etc.
Las imágenes pueden ser estáticas, es decir, conocer algo en un estado
determinado y dinámicas, que son las transformaciones que permiten pasar
de un estado a otro. En esta edad las imágenes mentales que el niño tiene
son reproductoras y estáticas dado que evocan situaciones y momentos ya
conocidos y percibidos anteriormente.
“…la imagen mental no es ni un elemento del pensamiento ni una continuación
“…la imagen mental no es ni un elemento del pensamiento ni una continuación
directa de la percepción: la imagen es un símbolo del objeto que aún no se
manifiesta a nivel de la inteligencia sensorio-motriz. La imagen puede
concebirse como una imitación interiorizada: la imagen sonora no es más que
la imitación interna de su correspondiente, y la imagen visual es el producto
de una imitación del objeto y de la persona, bien mediante todo el cuerpo,
bien mediante los movimientos oculares cuando se trata de una forma de
reducidas dimensiones…..” (Piaget, 1991)
“…existen, por lo menos, dos buenas razones para dudar de su filiación
directa a partir de la percepción. Desde el punto de vista neurológico, la
evocación interior de un movimiento desata las mismas ondas eléctricas,
corticales (EEG) o musculares (EMG) que la ejecución material del
movimiento, lo que equivale a decir que su evocación supone un esbozo de
ese movimiento. Desde el punto de vista genético, si la imagen prolonga, sin
más, la percepción, debería intervenir desde el nacimiento, siendo así que no
se observa ninguna manifestación de ello durante el período senso-motor, y
parece iniciarse únicamente con la aparición de la función semiótica.”
(Piaget, Inhelder; 1969)
Finalmente, el lenguaje es otra de las expresiones de la función simbólica.
La adquisición del lenguaje constituye uno de los aspectos primordiales del
desarrollo psicológico y ha generado grandes controversias respecto de su
vinculación con el pensamiento. Algunos autores consideran que el lenguaje es
prioritario en el desarrollo del pensamiento (Vigotsky, 2010).
Otros autores, como Piaget (Paiget, 1984), consideran que, si bien ambos se
relacionan, el pensamiento no es producto del lenguaje y que éste es una
manifestación, entre otras, de la función simbólica, que posibilita el
pensamiento. Para este autor, el origen del pensamiento o de la cognición no
hay que buscarlo en el lenguaje, sino que el desarrollo cognitivo está, al
principio, relacionado con el desarrollo de una serie de esquemas
sensorio-motores encargados de organizar la experiencia (hemos seguido su
desarrollo a lo largo de las anteriores clases).
Las discrepancias teóricas entre Piaget y Vigotsky tienen que ver con el
lenguaje egocéntrico y socializado, motivadas en la importancia que Piaget le
otorga a las estructuras cognitivas; y en el valor que concede Vigotsky al
entorno social como lugar privilegiado para la internalización de estas
capacidades.
Piaget considera que el lenguaje no es social cuando el niño comienza a
hablar, sino egocéntrico, y recién posteriormente se convierte en social
cuando existe una intención de comunicación e interacción con el otro.
Vigotsky, por el contrario considera que el lenguaje es social desde el inicio,
lo que el niño interioriza es lo que, previamente, ha incorporado en el
entorno social. Y que posteriormente al internalizarlo surge el lenguaje
egocéntrico en el niño.
Noam Chomsky, investigador de la lingüística, sostiene el carácter innato del
lenguaje, argumentando que los /as niños reciben un lenguaje muy
desordenado e incompleto de los adultos y, a pesar de ello, forman con esos
elementos, las reglas del lenguaje de modo correcto.
Sin embargo, recientes investigaciones han mostrado que si bien la especie
humana se distingue del resto de las especies por el lenguaje y sus
características comunicativas tanto fonadoras y semánticas, como
sintácticas y pragmáticas, el sujeto no llega al lenguaje por el solo
despliegue de sus posibilidades innatas. Tampoco debe construir reglas a
partir de un lenguaje desordenado e incoherente porque, precisamente, son
los adultos quienes participan de un modo muy efectivo en la construcción
del lenguaje en el niño. Generalmente los adultos hablan con los niños
pequeños de modo pausado, con frases cortas, bien construidas, con un tono
más enfático que lo común, y utilizando palabras que están presentes en el
vocabulario del/la niño/a, de modo tal que ayuda al aprendizaje del lenguaje.
No alcanza que los niños escuchen hablar a personajes de la televisión, sino
que necesitan de un adulto que les hable a ellos cara a cara.
Paulatinamente el niño irá incorporando combinaciones de palabras y
alrededor de los dos años y medio ya se comunicará de un modo más fluido,
empleando expresiones breves, pero superando las palabras frases o las
frases de dos palabras. El niño se expresa a través de las combinaciones de
palabras el conocimiento que tiene del mundo y, al tiempo que progresa,
simultáneamente con su desarrollo psicológico general, aumenta su capacidad
lingüística que se muestra a través de la producción de más frases nuevas.
El pensamiento del niño- que es como hemos señalado, acción interiorizada-
presenta algunas características particulares, propias de esta etapa.
Una de estas características es el egocentrismo, que ya habíamos
mencionado en la etapa sensorio-motriz. Esta característica se ha
modificado gracias a la función simbólica y al advenimiento del lenguaje,
pero aún persiste la indiferenciación entre lo subjetivo y lo objetivo,
teniendo grandes dificultades para ponerse en el lugar del otro y tomando
todas las cosas desde su propio punto de vista. Esto se manifiesta en la
utilización del lenguaje que es muy egocéntrico y que, si bien le sirve para
comunicarse, es también un apoyo para su propia acción. Es frecuente oír a
los niños pequeños, mientras realizan alguna actividad, decir algunas
palabras referidas a lo que están realizando. Piaget sostiene que el
egocentrismo abarca todos los aspectos de la vida del niño en esta etapa
preoperatoria. Considera la totalidad de los fenómenos de la rica variedad
de la lógica infantil como directa o indirectamente egocéntricos.
Producto del egocentrismo, el pensamiento del niño es caracterizado como
transductivo, y se nutre de datos singulares, estableciendo relaciones
comparativas entre ellos, de particular a particular, buscando semejanzas y
diferencias. Ejemplos: si la madre lustra los muebles de su casa cuando
espera una visita, el niño al ver que lustra nuevamente los muebles esperará
lleguen visitas; si alguien lleva un paraguas, entonces lloverá; como aun no
tomó su merienda, todavía no es la tarde, etc.
La realidad externa se les presenta a los/as niños/as de un modo bastante
complejo. Les cuesta diferenciar fantasía de realidad. Imaginan y juegan
constantemente sin que los límites de su actividad lúdica, sus deseos y el
mundo exterior sean claros. También los sueños tienen para los/as niños/as
un viso de realidad. Piensan que cuando uno sueña se está en el lugar que se
sueña y que el contenido de sus sueños ha ocurrido realmente.
Otra de las características del pensamiento en esta etapa es el animismo.
Es atribuirle conciencia o cualidades de los seres vivos a los objetos del
mundo exterior, es decir, a la realidad inanimada. Por ejemplo, los
pequeños/as creen que la luna se mueve mientras viajan y que una puerta
puede golpearlos intencionalmente, etc. Esta característica animista se
manifiesta en su lenguaje cobrando carácter de metáfora, por ejemplo: en
el cielo hay un farol, refiriéndose a alguna estrella que ilumina; pero los/as
niños en estas edades no entienden las metáforas, sino que su lenguaje es
concreto y literal, y por ello tampoco comprenden las adivinanzas que, salvo
excepciones, utilizan lenguaje metafórico.
Otro de los rasgos del pensamiento en estas edades es el denominado
realismo nominal. Los niños creen que los nombres de los objetos son
inherentes al mismo, como propiedades del objeto, así como cualidades como
el color o el tamaño, dado que aún no tienen la idea de categorizaciones de
los objetos. Por ejemplo, la mesa es esa de cuatro patas y se sorprenden si
otra diferente es también denominada mesa o si una tabla obra de mesa.
Gradualmente irán reconociendo que los objetos tienen nombre según su
función y no por su formato. También se sorprenden al ver que alguna
persona cambia su lugar de permanencia: su educador/a desempeña su rol en
el jardín maternal y, si la/lo encuentran en otro sitio, como por ejemplo,
algún comercio del barrio, se asombran.
El artificialismo es otra característica del pensamiento infantil. Los/as
pequeños/as piensan que todo lo que existe en su entorno fue creado por el
hombre. Los elementos naturales fueron fabricados por los hombres: las
montañas acumulando grandes cantidades de tierra y piedras, los lagos,
cavando y echando agua, etc. Si la familia es religiosa, creerán que Dios lo
hizo, pero otorgándole carácter antropomórfico.
Vinculado con esta idea, también aparece otro rasgo como el finalismo. Cada
elemento en el ambiente cercano cumple una finalidad: el sol para alumbrar
y dar calor, el campo para salir de excursión, las flores para perfumar,
etc.
Todas estas manifestaciones de lo/as niños/as muestran que aún no tienen
total conciencia de sí mismos y realizan una extensión del propio
funcionamiento a los objetos del alrededor, a la naturaleza, etc.
La conciencia de sí mismos es otro de los conceptos controvertidos en las
diferentes teorías del desarrollo, dado que muchos autores consideran
distintas edades para su constitución.
Freud (Freud, 1979), en su explicación de cómo funciona el aparato psíquico
y en la descripción de cuáles aspectos inconscientes y conscientes influyen
en nuestros comportamientos, señala que cuando se conforma la instancia del
“Yo” es cuando el niño comienza a actuar en base al “principio de realidad”.
Al nacer, según el psicoanálisis, el niño es puro “Ello”, que es la instancia
inconsciente del aparato psíquico y se rige por el “principio del placer”, es
decir, por los instintos e impulsos desorganizados.
Paulatinamente se va constituyendo el Yo (a expensas del Ello) que tiene
varias funciones, entre las cuales podemos mencionar el control y la
regulación de los impulsos instintivos, que es la capacidad para posponer las
pulsiones del Ello y oficiar de mediador entre el Ello y el mundo exterior. El
Yo desempeña una serie de funciones básicas, tales como la memoria, la
percepción, el pensamiento, la atención y la ejecución y coordinación de las
acciones de los sujetos.
También el Yo cumple una función muy importante que es la “integradora”,
que nos proporciona la vivencia de unificación, del sí mismo y de tener una
condición invariable, a través de los cambios que presenta la existencia,
aunque en los variados espacios que frecuentamos actuemos de manera
diferente.
En esta etapa, los niños continúan desarrollando su Yo al demostrar una
incipiente conciencia de sus propias características y empiezan a identificar
sus propias emociones y preferencias en sus interacciones de todos los días.
La conciencia que se constituye en los/as niños/as del sí mismos como
personas distintas con pensamientos y sentimientos es esencial para la
constitución de vínculos positivos con los otros, y los ayuda a construir la
confianza en sus propias. En su intento por conquistar la autonomía e
independencia de sus padres, el niño avanza y retrocede afectivamente en
este afán de “aferrarse” a las figuras parentales y de “soltarse” de ellas.
En la cultura occidental, se suele alentar la independencia de los/as
niños/as, pero como ya fuese dicho, esto trae algunas conductas de
oposición y berrinches, y algunos autores caracterizan a esta etapa como los
“terribles dos años”.
En esta puja entre el aferrar y el soltar se encuadra también el aprendizaje
del control de esfínteres. Aunque es siempre vinculado con los rasgos
madurativos, necesita simultáneamente de tiempos para ir desplegando el
dominio motriz y psicológico que involucra.
Como todo aprendizaje, el control de esfínteres implica un proceso que
demanda dedicación y esfuerzo, tanto por parte de los familiares y
educadores como de los niños. Es preciso considerar que al niño le resulta
extraña esta demanda de los adultos, que le solicitan dejar los pañales para
aprender a controlar sus necesidades fisiológicas y de este modo incorporar
una de las exigencias de los adultos para ingresar en las pautas culturales
de su comunidad.
Este aprendizaje, no tan fácil de ser comprendido por los/as niños/as,
llevará un determinado tiempo para su adaptación, y tendrá avances y
retrocesos que es preciso considerar, procurando alentar a los/as
pequeños/as a emprender el desafío, y sosteniendo desde el afecto y la
contención, a ser ofrecidos.
El control de esfínteres resultará más fácil de superar si los niños no son
abrumados para conseguirlo. Será preciso que los adultos sean pacientes y
constantes en sus actitudes con los/as niños/as, y siempre con palabras
confortadoras que acompañen los diferentes momentos por los que deberán
atravesar, sin humillarlos, ni compararlos con otros/as.
Generalmente, los niños aprenden primeramente a controlar de día y
posteriormente durante las noches y, en un principio, se logra que anuncien
cuando están sucios y requieren un cambio de su ropa hasta que,
paulatinamente, registran la necesidad fisiológica y pueden avisar antes,
alcanzando el total control de su micción y de su dominio anal. Será
importante ofrecerles elementos acordes a su edad, primero en las bacinillas
y luego en inodoros pequeños o acondicionados a sus dimensiones corporales.
Desde la teoría psicoanalítica, Freud (Freud, 1993) denomina a la etapa que
transitan los/as niños/as como la fase anal, que se ubica entre los dos y los
cuatro años de vida, aproximadamente. Y la define como una organización
de las pulsiones que van unidas a la evacuación y excitación de la mucosa
anal. Al niño la eliminación de sus heces le proporciona un placer y estas
adquieren un valor simbólico, que le supone un conflicto entre el “retener” y
el “soltar”. La superación y el logro del control de esfínteres y la autonomía
que consiguen con este aprendizaje implica un avance en la conciencia del sí
mismo y la apropiación de las pautas de conducta, actitudes y valores de la
comunidad en la cual se educa y desarrolla.
Los niños, en esta edad, comienzan a reconocer las diferencias de sexo y es
frecuente que algunos pregunten acerca de ellas. Será entonces necesario
responder a sus preguntas y enseñarles a nombrar los órganos sexuales con
las palabras convencionales, explicando que niñas y varones tienen una
constitución física diferente. También pueden surgir algunos
comportamientos que pueden parecer contraproducentes para algunos
adultos, pero que son naturales y comunes en estas edades. Algunas veces
los/as niños/as se espían unos a otros, muestran sus cuerpos, se tocan las
partes íntimas y automanipulan. Es importante tomar con naturalidad estos
comportamientos, dado que son corrientes, y en el caso de ser muy
frecuentes en un mismo niño, es aconsejable ofrecerles alternativas lúdicas
para desplazar su interés en otra actividad. Estas conductas deben ser
entendidas y contempladas, pero nunca ignoradas ni castigadas por los
educadores, ya que se incluyen en el normal desarrollo de los/as niños/as y
no son señales de trastorno emocional.
En cuanto a los vínculos afectivos con los otros pares y adultos, los niños
comenzarán a establecer mayores relaciones con los compañeros e iniciarán
la construcción de un inicial sentimiento de pertenencia al grupo de pares.
Esta pertenencia se muestra a partir del reconocimiento de sus diferentes
miembros, a los que reconocerán por sus nombres y con algunos de los cuales
establecerán vínculos afectivos.
Desde el punto de vista de su crecimiento, los niños de dos años han ganado
en altura y peso y han completado gran parte de su dentición.
Desde el aspecto corporal- motriz, los niños han complejizado su motricidad
y han sumado nuevas formas de movimiento.
Se observan avances en la carrera y en el salto, habilidades que en etapas
anteriores presentaban la dificultad, para el niño, de no poder despegar los
pies del piso y, en esta edad, ya podrá correr con mayor firmeza, evitando
frecuentes caídas. También los/as niños/as comienzan a combinar algunas
acciones como caminar y correr, caminar y saltar.
Los saltos los realizan con ambas piernas y si son saltos en profundidad,
desde un primer escalón al piso, los ejecutan adelantando un pie al otro, y
pueden saltar por arriba de pequeños objetos colocados en el piso.
Asimismo, han logrado avances en el lanzamiento y recepción de objetos y
pelotas livianas, hacia adelante y hacia arriba, y pueden hacer rodar estos
objetos, realizándolo con una y dos manos. Los niños pueden patear pelotas,
aunque adquieren la fuerza para hacerlo con cierta gradualidad.
Pueden caminar arriba de bancos de bajas alturas, aunque no lo hacen de
modo continuo. El ascenso de escaleras lo realizan con mayor independencia
y finalizados los dos años pueden subir y bajar escaleras sin ayuda. En
cuanto a treparse y deslizarse lo hacen con mayor soltura y firmeza,
logrando al finalizar los dos años resolverlo con autonomía.
Han alcanzado mayor sentido del equilibrio, que les posibilita caminar y
llevar objetos en las dos manos sin caerse. Desde mediados del tercer año
pueden comenzar a utilizar triciclos, aunque en un principio les cueste la
activación de los pedales, que irán consiguiendo con la coordinación de los
pies y de las manos.
En cuanto a la motricidad fina o selectiva, los niños de dos años logran
utilizar la pinza con mayor firmeza, lo que les permite ensartar cuentas,
apilar cubos, encajar piezas de distintas formas en una caja, sostener un
vaso con seguridad. También pueden cortar con una tijera pequeña y
apropiada, utilizar lápices, tizas y crayones para dibujar, dar vuelta las
páginas de un libro una a una, enroscar y desenroscar, rasgar, etc. Muchas
de estas actividades ponen en juego -simultáneamente con la adecuación y
coordinación de los movimientos- aspectos relacionados con el conocimiento
del espacio y de las características de los objetos, que se han profundizado
y ampliado.
Las diferentes coordinaciones que los niños van conquistando se ponen en
juego cuando se les ofrece la posibilidad de comenzar a vestirse por sí
mismos, aunque requieran ayuda.
En estas edades ya los niños se sientan alrededor de las mesas, pueden
manejar la cuchara y el tenedor y comer solos. También observar algunos
hábitos higiénicos como lavarse las manos, la cara, los dientes, etc.
El desarrollo de su motricidad les posibilita bailar al ritmo de diferentes
músicas. También disfrutan al escuchar distintos tipos y estilos de música,
cantar canciones y manejar variados instrumentos musicales que puedan
manipular con facilidad.
Los niños de estas edades disfrutan mucho de escuchar cuentos y poesías
que estimulan su fantasía y creatividad. Estos deben ser sencillos y breves.
Escuchar se constituye en un valioso aprendizaje, requisito indispensable
para acceder al gozo que propone el contacto con la literatura.
Como hemos visto, la edad de “los terribles dos años” no lo es tanto. Es
preciso ser paciente y entender que el sostén, la comprensión y el afecto
deben estar siempre presentes para orientar, guiar, ayudar y especialmente
enseñar a los pequeños a aprender a explorar, investigar, jugar, moverse en
libertad, controlar sus comportamientos y emociones, que resulta para ellos
muy difícil manejar en esta edad. De este modo la edad “tan terrible” se
convertirá en una edad posibilitadora de logros, y de progresos.
Vuelvo a reiterar y recordar que las edades que estimamos en las
descripciones siempre son relativas, y que el proceso de desarrollo y de
aprendizaje es único y propio de cada niño y de las condiciones y
experiencias que ha vivenciado.