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La clase alta
La clase alta peruana, al igual que las demás de Latinoamérica, a finales del siglo
XIX e inicios del XX apostó por la búsqueda de un modelo copiado de Europa y
Norteamérica. Así, tratando de imitar a estas sociedades, muchas veces
menospreciaron lo nativo.
Hacia 1895, se calcula que la clase alta de la ciudad de Lima estaba formada por
más de 18 mil personas. Este sector de la población encontró, principalmente, tres
maneras a través de las cuales mantuvo la unidad social. Por un lado, los lazos de
parentesco; es decir, los matrimonios entre personas de la misma clase social para
perpetuar el estatus. Por otro lado, la defensa de la familia, considerada como una
institución primordial, que debía mantenerse en la más constante armonía.
Finalmente, establecer espacios comunes, exclusivos y excluyentes. De ahí que sus
puntos de encuentro se hallasen en clubes o cafés determinados, además de
matricular a sus hijos en determinados colegios que permitían el afianzamiento de
estas relaciones.
La clase media
Este sector estaba compuesto por individuos muy diversos. NO se reconocieron
formalmente como una clase social, sino mñas bien se constituyeron a partir de la
imitación de la clase alta. Este sector de la sociedad incluía a pequeños
comerciantes o propietarios urbanos, manufactureros con pequeñas industrias,
empleados públicos, descendientes de inmigrantes y empleados de empresas
comerciales o firmas extranjeras. La mayoría buscaba la posibilidad de tener una
vida segura en función de la carrera militar o un cargo público. Algunos se dedicaron
al trabajo intelectual.
La clase baja
Estaba conformada básicamente por artesanos, obreros y vendedores ambulantes.
En las ciudades, especialmente en Lima, en los callejones y casas de vecindad
donde residían, fueron desarrollando su identidad, asociada a la que
llamamos criolla. Esta vez el término, a diferencia de la época colonial, había sufrido
un cambio. La cultura criolla supuso un estilo de vida y un código de solidaridades
entre iguales, así como combinar la picardía y la bravura con el objetivo de obtener
las mayores ventajas de la vida.
Migraciones
Durante el siglo XIX la configuración social del Perú se nutrió con la incorporación
de nuevos grupos de pobladores que se integraron de manera definitiva a la
sociedad peruana. A la diversidad de lenguas y etnias autóctonas se añadieron otras
culturas foráneas. A los españoles y africanos se sumaron inmigrantes de otros
países europeos y asiáticos.
Migraciones europeas
El intento por regular y, en muchos casos, propiciar la migración europea se dio
desde inicios de la república. En 1849, por ejemplo, se promulgó una ley de
inmigración que favorecía la introducción de pobladores de diversas regiones del
mundo. Pero esta se derogó en 1853, durante el gobierno de Echenique. No
obstante, en 1857 la llegada de inmigrantes alemanes se materializó y formaron una
colonia en la margen izquierda del río Pozuzo. Pero la ayuda prometida del gobierno
peruano no fue igual de tangible. Por el contrario, debido a la carencia de vías de
comunicación esta población se mantuvo aislada durante cerca de 120 años. Recién
en 1970 se construyó la primera carretera, con ayuda del gobierno alemán.
En 1850 llegaron al Perú irlandeses que salieron de su país debido a las hambrunas
causadas por el fracaso de las cosechas. Uno de los colonos más destacados fue
William Grace. Este irlandés se empleó en una compañía inglesa de vapores que
transportaba guano a Estados Unidos y Europa, empresa con la que se asoció,
formado W. R. Grace Co., conocida como la Casa Grace. Esta empresa desempeño
un papel muy importante, durante la ocupación chilena, en la refinanciación de la
deuda externa del Perú. Funcionó en el Perú hasta 1968, a inicios del gobierno
militar.
Migraciones asiáticas
Luego de la abolición de la esclavitud, la ausencia de mano de obra impuso la
necesidad de traer una cantidad considerable de chinos, denominados culis. La
mayoría llegó para cumplir las labores realizadas antes por los esclavos negros. La
migración china estuvo destinada a las haciendas costeras para luego diversificarse
hacia negocios de exportación, restaurantes y bodegas. Los abusos cometidos
contra estos inmigrantes en las haciendas obligaron al gobierno peruano a
intervenir. Se originó una campaña internacional denunciando que el trato que se
les daba era una forma encubierta de esclavitud que, para 1869, ya estaba
éticamente cuestionada.
El debate ocasionó ese tema sacó a la luz muchos escándalos. El más importante
fue el sonado caso de la barca María Luz, en 1872. Esta barca, de bandera peruana,
traía culis. Uno de ellos logró escapar nadando hasta refugiarse en un buque
británico en el puerto de Yokohama de Japón. Tras las denuncias de maltratos a los
que eran sometidos en el barco, el gobierno japonés embargó el buque, su
tripulación y su carga humana. Después de este hecho, las condiciones de
inmigración cambiaron.
Por el contrario, la inmigración japonesa tuvo otro carácter. En primer lugar, porque
se dio después de haberse establecido relaciones diplomáticas entre el Japón y el
Perú. El convenio se rigió bajo pautas legales muy distintas a las de la primera
migración china. En 1899 se realizó el ingreso formal del primer contingente de
japoneses, aunque para entonces ya había japoneses en el país.