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ANALISIS DE LA OBRA LITERARIA - EL MUNDO ES ANCHO Y

AJENO
I. DATOS DE LA OBRA:
EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO la "historia inverosímil en aquel El problema de la
tierra, a través de la vida comunitaria de Rumi, la expoliación de sus tierras y su posterior
destrucción por la codicia del latifundismo

I.- INFORMACIÓN INTERNA:

ARGUMENTO:

La novela muestra el drama de la comunidad de Rumi; un pueblo indígena que desde sus
tiempos ancestrales vivieron en su mundo andino en plena convivencia con la naturaleza
y el aire puro de Rumi; pero un día los comuneros de Rumi son sometidos a una lucha
desigual contra el poder gamonal, representado por Álvaro Amenábar; en un afán de
despojar a la comunidad de sus tierras donde la vida entera se dio allí con la amplitud y la
profundidad de la tierra, y de la tierra tan solemne se quedaba el pasado como un grato
recuerdo; por que la vida del hombre no es independiente de la tierra; y tenían que buscar
en otra, alta y anisca tierra la nueva vida; esta escena era la tristeza mas profunda y
desgarrarte donde dos ojos de las mujeres y niños se cuajaban de lágrimas y la boca de
hambre de maldición al ver su tierra que les vio nacer apropiado por un intruso que ni
siquiera sabía el valor de la vida. Los niños no comprendía claramente, pero veían la
plaza en la cual serían jugar y llamar a la luna, y también expresaban sus penas.

Los gamonales en su intento de buscar regresa a cambio de nada quien despojar a la


comunidad de su tierra, y para ello cuentan con la ley; el dinero y la violencia los
comuneros a pesar de contar con la justicia y la razón son humillados y desvalorizados
como seres inferiores a ellos, no pudiendo resistir los embates de la ambición gamonal.

La ocupación de la comunidad por parte del gamonal Álvaro Amenabar es inminente con
la colaboración además de los jueces y abogados corruptos. La suerte de los comuneros
está echada y es allí donde surge la tragedia moraleja de que fuera de la comunidad, que
es sus ancestral tierra, podrán ir a muchas partes por que el mundo es “Ancho”, pero en
todas partes se sentirán perdidos y extraños por que el mundo también es “Ajeno”.

I. La Primer Parte: Desde la presentación de Rumi y Rosendo hasta la consecución del


primer despojo y la Comunidad decida comenzar, de nuevo, en las tierras alias de Rumi
(Cáp. VIII), En este ciclo, entre los comuneros, prima la Conciencia Mítica, pues se
explican el mundo recurriendo a interpretaciones míticas. como cuando Rosendo identifica
a la culebra con la desgracia. En este ciclo la sabiduría de Maqui la tradicional, suficiente
para regir a la comunidad mientras ésta permanece aislada, pero impotente una vez que
intervienen sobra ella los recursos legales del siglo XX.

II. La Segundo Parte: Desde que los comuneros se Instalan en los pedregales de
Yanañahui (Cáp. IX) hasta la resistencia armada que ofrecen bajo el liderazgo de

Benito Castro, el exterminio de la Comunidad y la diáspora de sus integrantes En este


ciclo, entre los comuneros, prima la Conciencia Histórica que interpreta al mundo de
manera objetiva sin condimentos sobrenaturales:
Debe recordarse que Benito Castro ya sabia leer y escribir, había conocido los sindicatos,
el mundo “enemigo” de los blancos y conseguía una explicación causal da los hechos: En
consecuencia, entendía la lucha de clases.

1.- La novela se abre con la descripción de Rosendo Maqui ("tenia el cuerpo nudoso y
cetrino como el lloque”) y de Rumi ("dueña de muchas tierras y ganado") en donde
transcurre una pacifica existencia. Rosendo había ido a las cumbres a buscar ciertas
yerbas para curar a su andana esposa Pascuala; volvía, cuando de pronto, una culebra
ágil y oscura le salió al paso con su mensaje de desdicha: ¡Desgracia! ¡Desgracia! era la
explicación supersticiosa que los indígenas le daban a esta hecho. Tal vez, los presagios
funestos del reptil le avisarían de la pronta muerte da su esposa o de alguna otra
desgracia para Rumi.

Con un Racconto, C. Alegría nos dice cómo por Rumi habían pasado los montoneros de
Cáceres y los de iglesias: Este hecho fugaz dejó hijos bastardos como Benito Castro.
Tales recuerdos ingratos permanecían indelebles: El padrastro rechazó a Benito y éste
fue acogido en la casa de Rosendo, hasta que decidió exiliarse por el ancho mundo.

2.- Cierto día, se rompe la paz de la reglón. El rico y prepotente vecino de Rumi, Don
Álvaro Amenábar, hacendado de May, mancha el cielo azul de la Comunidad con su
presencia: Hacía tiempo que, impulsado por la codicia y su vieja estirpe de encomendero,
habla puesto los ojos en las tierras de los indios:' Ya sabes que estos terrenos son míos y
he presentado demanda le dijo en tono amenazante a Rosendo.

Así Iñiguez, el rábula de Amenábar, incoa la acción judicial en contra de Rumi.

Para la defensa, los comuneros contratan al abogado Bísmark Ruiz. Rumi vence, pues
tenía documentos qua respaldaban sus derechos: sin embargo, por el soborno, la
Ineptitud y los falsos testimonios, el fallo judicial es adverso para los Indígenas: ¡Deberían
abandonar las tierras de sus antepasados!. Amenábar había comprado testigos corno al
“Mágico” Julio Centraras, y García, gobernador de Muncha; de la misma forma que puso
de su lado a Bismark, pagándole cinco mil soles, y sobornó al Juez y a otras autoridades.
Con este hecho, C. Alegría deja entrever las profundas diferencias existentes entre el
Perú real y el otro “oficial” que vive de espaldas al pueblo y aplica la ley a su antojo.

3.- Otros comuneros, sin embargo, adoptaron diferente actitud: Dejan Rumi en una
prematura dispersión, buscando refugio en haciendas cercanas o se convierten en
bandoleros como el rezador Doroteo Quispe, Jerónimo Cahua y el corpulento Eloy
Condorumi. Aún más, la adversidad se ceba en contra de Rumi: Calumniado de instigar a
los comuneros, acusado de abigeato e intento de homicidio, de brindar ayuda al Fiero
Vásquez y de ocasionar daños en la propiedad de Amenábar, Rosendo Maqui es
injustamente encarcelado y castigado brutalmente... Se preguntaba sin hallar respuesta:
«¿Qué significa la Justicia?, ¿Qué significa la Ley?

El Fiero Vásquez, bandolero rural que tenía deudas con la ley, también es capturado y es
recluido en la misma celda de Maqui. Aquél le propone la fuga. Pero Rosendo no
acepta:... al fin, el Fiero logra escaparse... y acusan al Alcalde de propiciar este hecho...
Con este pretexto, los gendarmes le golpean inmisericordemente, muriendo lejos de su
amada comunidad.
4.- El prudente Clemente Yacu sucede en la Alcaidía a Rosendo. Pasado el tiempo, le
reemplaza Benito Castro, hijo pródigo de Rumi, desde el momento en que se fue, estuvo
regresando, y al fin volvía de su largo exilio, Su larga estancia por las ciudades de los
Blancos, habla enriquecido a este hijo adoptivo de Rosendo: Ahora, sabia leer, discriminar
y juzgar; habla acumulado una rica experiencia en sindicatos y huelgas; por eso, tenia
más conocimiento de la justicia que los demás comuneros, No tardó en ser elegido
Alcalde, y al árido pedregal de Yanañahui se convertía en tierra generosa por obra
comunitaria, pronto; Benito organiza a la Comunidad para revertir el ominoso despojo;
pero otro fallo Judicial sentenció definitivamente a favor de Amenábar.

INFORMACIÓN EXTERNA

A.- BIOGRAFÍA DEL AUTOR

Ciro Alegría Bazán nació el 4 de noviembre de 1909 en el distrito de Sartimbamba de la


provincia de Huamachuco (La Libertad). Sus padres, José Alegría Lynch y Herminia Batán
Lynch, eran primos hermanos. Ellos se encargaron de prodigarle una educación
humanista y liberal, a pesar de que gran parte de su niñez transcurrió en los ambientes de
la hacienda Marcaba! Grande, propiedad de su abuelo. Herminia alentó sus precoces
creaciones. El pequeño Ciro cursó sus estudios primarios en el colegio San Juan de
Trujillo. Allí pudo conocer a nuestro inmortal poeta, César Vallejo, quien fue su profesor de
primaria. Desde muy temprano el destino marcó su vida literaria. En su niñez sufrió
enfermedades que motivaron que su padre lo llevará a vivir en Cajabamba. Luego de una
larga y fructífera experiencia en la vida rural, en la hacienda Colpa, inició sus estudios
secundarios nuevamente en el colegio San Juan. Allí siguió desarrollando su camino
creador, componiendo algunos versos y escribiendo ocasionales relatos. En el año 1926
falleció su madre, aciago acontecimiento que le causó muy hondo pesar.

Quizás empujado por el bello recuerdo de su madre, Ciro Alegría quiso iniciar muy pronto
su carrera literaria, cuando a la sazón frisaba los diecisiete años. Para tal fin, viaja a Lima
con la esperanza de que le publiquen algunos cuentos y artículos, pero el empeño
lamentablemente no llegó a buen término. Era difícil bailar trabajo de escritor en la
metrópoli y, por ello, hasta tuvo que pernoctar en el Zoológico. Sin embargo, a su regreso
a Trujillo, la ilusión de ser escritor no había claudicado. Por ese entonces, el filósofo
Anterior Orrego lo llama para que colabore en el diario El Norte de Trujillo y de ese modo
comienza su oficio de periodista.

En 1930 nuestro escritor ingresa a cursar estudios en la Facultad de Letras de la


universidad de Trujillo y, asimismo, a la redacción del diario La IrvSustfw. No pudo
concluir sus estudios porque fue separado de la universidad, a causa de haberse
comprometido en la noble tarea de lograr la ansiada reforma universitaria. A partir de
entonces. Ciro Alegría realizó una activa vida política como miembro del Partido Aprisca.
Por diversos motivos políticos, estuvo preso primero en Trujillo, después en Lima y, por
último, fue desterrado a Chile. Cuando llegaba al vecino país se enceró de la infausta
noticia del asesinato de José Santos Chocano, nuestro gran poeta modernista.

En el país sureño desarrolló una intensa actividad de creación literaria. Fue en Chile
donde escribió, entre otras cosas, las tres grandes obras por las que es reconocido como
uno de los novelistas más destacados del Perú, América y el mundo.

B.- PRINCIPALES OBRAS.


“La Serpiente de Oro»

“Los Perros Hambrientos»

“El Mundo es Ancho y Ajeno»

“El Dilema de Krause"

“Selva", "Lázaro"

“Siete Cuentos Quirománticos"

“La Ofrenda de piedra"

“La Novela de mis Novelas" (ensayo)

“Panki y el guerrero"

A.- Genero literario

Genero Epico narrado en tercera persona

B.- Especie Literaria

Novela

C.- Corriente Literaria

Pertenece a la escuela Literaria Indigenismo

D- Titulo de la obra

“El Mundo es Ancho y Ajeno”

Lenguaje Denotativo

Pasaje de Rumi por parte del gamonal

El lenguaje como nativo

El indigenista, poder gamonal y la melancolía

Tristeza y sufrimiento de los comuneros de Rumi

E.- Influencia literaria

Es influido por la corriente Literaria indígena

TEMA PRINCIPAL
Problema de la tierra; a través de la vida comunitaria de Rumi, el despojo de sus tierras y
su posterior destrucción por la codicias del latifudos voraz dentro de una estructura Social
propicia al abuso y a la injusticia legalizada frente a la razón y justicia de los comuneros
de Rumi

TEMAS SECUNDARIO
La novela se desarrolla en la Comunidad de Rumi, ubicada en la sierra Norte
(Huamanchaco), del departamento de La Libertad, de nuestro país, Concebido por el
hombre andino como el Universo promisorio de sus maestros y su vida, y razón Embrión
Literario de la obra; En donde el campesino alcanza la fraternidad, felicidad, el bienestar y
el significado humano, Rumi es descrita en toda la grandeza de su intimidad del miedo
andino,: por uno de sus lados “descendería una quebrada con toda la belleza de sus
bosques” y tierras labrantía.

PERSONAJES

INDÍGENAS:
Rosendo Maqui: Este venerable Patriarca es la encamación de la comunidad; "Un poco
vegetal, un poco hombro, un poco piedra” trasuntaba mansedumbre en su carácter y
pacifismo en los hechos. Era el Alcalde que gobernaba a Rumi, de mostrando ser avisado
y tranquilo, justiciero y prudente.
PERSONAJES SECUNDARIOS
Clemente Yacu: Prudente Alcalde, sucesor de Maqui.
Benito Castro: llevó una existencia incompleta, llena de peripecias (por Lima, La Libertad
y el Callejón de Húyalas) durante su largo exilio de Rumi. Fue despreciado por su
padrastro y, por ello, adoptado por Rosendo Sucede en la Alcaldía a Yacu.
Pascuala: Anciana esposa de Rosendo; muere al principio de la obra.
Fiero Vásquez: Bandolero cuya vida se entrecruza con la de Rumi; adopta su causa
cuando realiza un ataque a la hacienda de Umay.
Augusto Maqui: Nieto del Alcalde que va por la selva atraído por la explotación del
caucho, y queda ciego por al estallido de una bola de aquel material.
Doroteo Quispe: El rezador, que se vuelve bandolero para vengar la injusticia.
Nasha Suro: Curandera y pitonisa que presagia hechos funestos para Rumi.
BLANCOS:
Álvaro de Amenábar: Temible y arbitrario gamonal que aplica la ley a su antojo ayudado
por su poder y autoridades venales: Es el hacendado de Umay quien despojará de sus
tierra a Rumi.
Bismark Ruiz: Tinterillo que (unge como "defensor" de Rumi en el juicio.
Zenobio García: Venal gobernador de Muncha; atestigua en contra de Rumi.
Iñiguez: Rábula del hacendado Amenábar, asesinado el día en que se expolió a Rumi.
MESTIZOS:
Melba Cortes: Amante que seducía con "palabras melosas y trajes escotados" a Bismark.

Julio Contreras: Mercachifle; anualmente visitaba Rumi; tenia el remoquete de "Mágico" y


atestigua en contra de Rumi.

ESPACIO GEOGRÁFICO:

MACROCOSMOS:

Perú (costa sierra selva).


MICROCOSMOS:

- Rumi

- Yanañahui

- Muncha

- May

TIEMPO:

CRONOLOGÍA
- 1941 siglo XX

HISTORIA
- Aproximadamente 16 años.
TÉCNICA:
Narrativa

PUNTO DE VISTA DEL AUTOR:


Está construido como narración retrospectiva (pasado) contado en tercera persona.

A.-MENSAJE:
Expresa un mensaje desgarrador sobre el abuso, la prepotencia, la brutalidad y la
arbitrariedad del latifundismo en detrimento de las comunidades indígenas por un lado y
por otro lado el amor a la tierra y la valentía de los campesinos en la defensa de lo que
para ellos significa la supervivencia de la intangibilidad de la comunidad.

B.- VALORES LITERARIOS.


La corriente indigenista tanto en pintura como en literatura se manifestó en nuestra patria
eh la década del veinte. Conjuga los caracteres del realismo en las inquietudes de la
reivindicación social que se hicieron ostensibles en nuestro siglo. El indigenismo busca
una profundización de la convivencia histórica para afirmar los elementos constitutivos de
nuestra nacionalidad. El indigenismo e exalta al indio y sus valores y protesta por su
situación postergada en el Perú.
Autor: Ciro Alegría.
Género literario: Narrativo.

Especie Literaria: Novela.

Escenario : Perú (Costa selva sierra).

Tiempo: 1941 Siglo xx.

Figuras Literarias:
 Hipérbole.
 Hipérbaton.
 Comparación.
 Metáfora.

TEMA:

“La lucha y la convivencia del hombre frente a la


naturaleza”. Pues en la obra se da constantemente esta
lucha, de los balseros contra las aguas del Marañón
(claramente en los capítulos VI, VII), de los hombres
contra las punas y la selva, contra las enfermedades y los
peligros de estos, los desastres naturales etc. Así como
también a la convivencia del hombre con la naturaleza
que a pesar de lo difícil que se presenta, también ofrece
bondades al hombre quien recibe y lo reconoce.

TEMAS SECUNDARIO:
 “El amor”. Pues se da en la obra en sus diferentes modos, como el amor
paternal de Don Matías a sus hijos quien se siente muy orgulloso de ellos o
el amor filial entre Arturo y el Roger, así como otras muestras de amor
ejemplo: del hombre hacia la naturaleza, etc.
 “Los presentimientos”. Que mayormente se notan en el Viejo cuando
presiente la desgracia de su hijo, el Roger, o cuando debido a su experiencia
presiente el desmonte en el valle, así como también el Lucas al mirar el
cambio del ingeniero o de los utosos presintiendo ya su muerte.
 “Las creencias míticas”. Se nota más en el capítulo XII y XVII. En uno la
creencia de ver un puma azul encantado y en otra la de Lucas que cree en la
coca como un consejero que le ayudara a tomar una decisión. Como también
se puede ver cuando se nombra al “Caiguash”, monstruo que nadie vio, o de
“La quemada”, mujer que murió en la hoguera y que pena en Bambamarca.
 “Evocación al mundo extraño”. Cuando vienen exploradores a tratar de
dominar la naturaleza, entre ellos el Ingeniero Don Osvaldo, a quienes la
naturaleza castiga como a quienes tratan de dominarla; o simplemente entre
los mismos del valle que no se sienten bien en la soledad de la puna y los de
la puna a quienes el valle los castiga.
 “El abuso y la injusticia”. En el capítulo II de parte de los de la guardia civil,
en el capítulo XVIII cuando el corrido cuenta el porqué de estar huyendo.

PERSONAJES PRINCIPALES:
 Rosendo Maqui.

PERSONAJES SECUNDARIOS:
 Clemente Yacu.
 Benito Castro.

 Pascualina.
 Fiero Vásquez.
 Augusto Maqui.
 Doroteo Quispe.
 Nasha Suro.

BLANCOS:

 Álvaro de Amenábar.
 Bismark Ruiz.
 Zenobio García.
 Iñiguez.

MESTIZOS:

 Melba Cortez.
 Julio Contreras.

ARGUMENTO:

Muchos días estuvo el ingeniero Osvaldo alojado en la


casa de don Matías haciendo proyectos de su empresa,
hasta que decidió partir pero sin antes explorar el río. Se
hace acompañar por Pablo y el Julián para explorar el río
y tomar muestras. Don Osvaldo después de pensar de lo
mucho que había cambiado, de cómo llegaría a Lima y de
que haría su mujer a Ethel, una chica con quien brindaba
cocktails en el Country Club, se paró para llamar a sus
ayudantes cuando en eso es picado en el cuello por una
culebra. Ya nada pueden hacer el Pablo y el Julián por
salvarlo y solo esperan su muerte.
VOCABULARIO:
Acequia: Zanja hecha para conducir agua.
Candela: Perro fiel de Rosendo que al morir éste se convirtió en vagabundo.
Colono: Labrador que cultiva una finca arrendada.
Comunero: Habitante de la comunidad.
Diluir: Aquí es empleado como huir.
Gamonal: Cacique de pueblo.
Gendarme: Policía, guardia civil.
Guicho: Ave que desde lo alto de una roca saluda con su canto.
Hacienda: Finca agrícola.
Hirsuto: Pelo disperso y duro.
Huamachuco: Zona norteña andina.
Mercachifle: De poca monta.
Ojota: Sandalia de cuero o filamento vegetal.
Pampa: Llanura sin árboles.
Regidor: Concejal.
Rosendo Maqui: Hombre resignado y estoico de alianza mística con la tierra.
Rumi: Piedra en quechua,; comunidad.
Terrateniente: Dueño de hacienda o tierra.
Tinterillo: Pintoresco o ridículo.
Yanqui: Dícese del colono rebelde de Nueva Inglaterra (EE. UU).
Actualmente, se dice así a todos los habitantes de Estados Unidos.

MENSAJE:
Abuso, la prepotencia, la brutalidad y la arbitrariedad del latifundismo en
detrimento de las comunidades Indígenas por un lado y por otro lado el amor
a la tierra y la valentía de los campesinos en la defensa desde el lugar de
ellos párrafo significa la supervivencia de la intangibilidad de la comunidad.

I. ROSENDO MAQUI Y LA COMUNIDAD.

Este primer capítulo se dedica a relatar la historia de Rumi, una comunidad andina, y la vida de su
alcalde, Rosendo Maqui, indio ya entrado en años. Empieza ene l año de 1910, cuando Rosendo,
al retornar a Rumi luego de un viaje, se tropieza con una culebra, lo que de acuerdo a la visión
indígena es signo de mal agüero. Rosendo, machete en mano, busca infructuosamente al reptil. El
narrador aprovecha para relatarnos la vida de este personaje: cómo por su innata sapiencia y su
laboriosidad fue elegido primero regidor y luego Alcalde de Rumi. También nos cuenta sobre su
esposa Pascuala y sus hijos. Luego pasa a describir la vida e historia de la comunidad. Nos relata
como los gamonales, usando a su favor leyes que los indios no entendían, se fueron expropiando
de muchas tierras de los comuneros. Muchas de las leyes que daba el gobierno desde Lima daban
la impresión de que iban dirigidas contra el indio y la comunidad, como la del tributo indígena y el
servicio militar obligatorio. Y las que aparentemente debían favorecerlo, como la de la educación
primaria obligatoria, no eran cumplidas. La escuela de Rumi, pese a todos los esfuerzos de Maqui
y los comuneros, nunca se concretaba. El indio era despreciado por los blancos, los cuales tenían
el control del poder político y económico. Don Álvaro Amenábar, rico propietario de la hacienda
Umay, cercana de Rumi, llevó a juicio a la comunidad por un pleito de linderos. El tinterillo
Bismarck Ruíz fue contratado como "defensor jurídico" de Rumi. En el pasado, según recordaba
Rosendo, hubo una epidemia de tifo que mató a mucha gente. Uno de las víctimas fue enterrada
aun viva pero logró salir de su sepultura y volver a casa, no sin antes causar un gran susto a su
familia y al resto del pueblo. También en una época se habló del estallido de la Guerra con Chile y
muchos indios fueron reclutados. “Diz que Chile ganó y se fue y nadie supo nunca más de él”.
Luego hubo una guerra civil entre los partidarios de Miguel Iglesias (los “azules”) y los montoneros
de Andrés Avelino Cáceres (“los colorados”). Los “azules” ocuparon Rumi y los indios fueron
enrolados a la fuerza a sus filas. La guerra civil llegó hasta el mismo pueblo. Ganaron los
“colorados”, quienes enterraron a los “azules” caídos en combate en una fosa común. Muchas
mujeres sufrieron violaciones de los montoneros y tuvieron hijos; uno de ellos fue Benito Castro,
quien fue criado como un hijo por Rosendo y Pascuala. Luego el narrador nos cuenta la historia de
dos pillos, quienes disfrazados de frailes, bendecían el ganado, lo que, según los crédulos
comuneros, hacía que las ovejas se multiplicaran; a cambio de sus “bendiciones” los farsantes
recibían muchos regalos. Los falsos frailes terminaron por ser descubiertos. Otro episodio muy
logrado es la descripción de la vida rural de Rumi. Rosendo sentía mucho cariño por un buey negro
llamado Mosco, gran arador y noble animal, que parecía corresponderle su aprecio, pero que por
desgracia murió al desbarrancarse; Rosendo lloró sentidamente la muerte de quien, a sus ojos, era
un comunero más. El toro Choloque era la contraparte del bueno Mosco. Enseguida se describe el
duelo entre los toros Granizo y Choloque; este último muere igualmente desbarrancado. Finaliza
así la descripción de Rumi y el narrador retoma el relato: Rosendo retorna al pueblo con un negro
presentimiento. Efectivamente, el tañer de la campana de la iglesia anunciaba que su esposa
Pascuala había fallecido.

II. ZENOBIO GARCÍA Y OTROS NOTABLES.

Todo el pueblo asistió al velorio de Pascuala, ocasión propicia para beber a raudales el cañazo o
aguardiente de caña. La hija mayor de la finada, Teresa, hizo una apología de la fallecida. Uno de
los más compungidos era el arpista don Anselmo, quien tenía las piernas tullidas. Él también
recordó con palabras conmovedoras a Pascuala, quien la había criado como a un hijo. Esa misma
noche llegó a Rumi una comisión de vecinos de Muncha (distrito cercano), presidida por su
gobernador Zenobio García. Traían aguardiente, su principal producto de venta, y las condolencias
del caso al alcalde Rosendo. Algunos vieron sospechosa la presencia del gobernador. Digamos de
paso que don Zenobio tenía su propia destilería de aguardiente y una hija muy buenamoza,
llamada Rosa Estela, a quien esperaba casar con un buen partido. Un comunero, Doroteo Quispe,
se puso a rezar; él tenía fama de decir de memoria una retahíla de oraciones para la ocasión
adecuada. Seguido de un largo cortejo, el cadáver de Pascuala fue sepultado en el panteón.

III. DÍAS VAN, DÍAS VIENEN.

“Días van, días vienen…”, suelen decir los narradores populares cuando intercalan historias
separadas por espacios largos de tiempo. Tras la muerte de Pascuala fue a vivir a casa de
Rosendo su hija Juanacha y su esposo Sebastián Poma, quienes tenían un pequeño hijo llamado
Rosendo, como el abuelo. Al viejo le acompañaban además Anselmo el tullido y el perro Candela.
En Rumi continuaban la construcción de la escuela con adobe. Llegó de pronto don Álvaro
Amenábar, soberbio y montado a caballo, diciendo que los terrenos eran suyos y que ya lo había
denunciado. Rosendo sintió odio por primera vez. Al día siguiente partió junto con su hijo Abram,
su nieto Augusto y el regidor Goyo Auca, todos a caballo, hacia la capital del distrito. Antes, el
joven Augusto se detuvo un momento para galantear a las ordeñadoras, que les servían el
desayuno. Los jinetes llegaron a su destino y de inmediato enrumbaron a la casa del tinterillo
Birmack Ruíz, contratado como defensor de la comunidad. Salió a recibirlos la esposa de
Bismarck, quien les dijo que su marido andaba siempre con su querida, Melba Cortez, apodada “La
Costeña”. En efecto, encontraron al tinterillo en otra casa que él mismo había obsequiado a su
amante. Bismarck les recibió cordialmente, y luego de invitarles cervezas, les dijo que no se
preocuparan, que la justicia estaba de parte de ellos; solo les solicitaba un adelanto de 50 soles.
Rosendo se lo entregó; luego, junto con los otros comuneros, retornó a Rumi. Augusto volvió a la
otra mañana donde las ordeñadoras, aunque encontró a otras pues solían rotarse los turnos. Una
de ella se llamaba Marga, aunque algunos todavía la decían “Marguicha” (diminutivo). Entre ellos
nació el amor. Luego el narrador se dedica a contarnos la vida y milagros del "Mágico" Julio
Contreras. Este personaje, comerciante, ya cincuentón y hábil para convencer, solía llegar a Rumi
eventualmente, ofreciendo sus baratijas, telas y zapatos, entre otros artículos. En una ocasión
preguntó quiénes tenían armas de fuego, para escoger una de ellas y comprarla, pues un cliente la
necesitaba. Sin maliciar nada, doce comuneros se apuntaron ofreciendo sus armas. Su apelativo
de “Mágico” se remontaba a su época juvenil, cuando era un malabarista de una compañía de
saltimbanquis que recorría el país promocionando su “salto mágico”. De esa época ya lejana
gustaba contar el Mágico una anécdota suya sobre la manera en que engañó al mayordomo de un
pueblo durante una festividad, comprometiéndose a dar una función de su salto mortal, para luego
fugarse llevándose el dinero de las entradas. Luego el narrador se ocupa de otro comunero de
Rumi, Demetrio Sumallacta, flautista, quien se hallaba muy molesto pues los cazadores de
palomas habían provocado la huida de las aves, cuyos cantos matinales solían deleitarlo.

IV. EL FIERO VÁSQUEZ.

De vez en cuando, un jinete vestido de negro y montado en un caballo de igual color llegaba a
Rumi y era alojado en casa de Doroteo Quispe, el comunero célebre por sus rezos. Se trataba del
famoso “Fiero Vásquez”, un ladrón que junto con un grupo de forajidos asolaba los caminos y tenía
su escondite en las alturas. Conoció a Doroteo cuando éste iba a comprar artículos pirotécnicos
para la fiesta de San Isidro. El Fiero le arrebató los cien soles que llevaba, pero después se
hicieron amigos, devolviéndole casi todo el dinero, cuando Doroteo le prometió enseñarle una
oración del Justo Juez, que, según decía, le protegía de la adversidad. El Fiero quedó muy
convencido y se esforzó en memorizar la larga oración. Doroteo vivía con su esposa Paula y su
cuñada Casiana, ambas venidas de otra comunidad. Casiana, una india que pasaba de los 30
años, se convirtió en la amante del Fiero Vásquez. Ella se enteró por casualidad que su hermano
Valencio pertenecía a la banda del Fiero. Valencio era un bandido muy original. Su aspecto era
grotesco y primitivo. En una de esas visitas del Fiero, Rosendo pasó a verlo. Le aconsejó que
cambiara su vida delictiva por otra más tranquila, dedicada al trabajo. El Fiero le respondió que ya
lo había intentado pero que no le había ido nada bien; relató enseguida su historia: en una ocasión,
cuando ya era conocido por sus robos, le dispararon en la cara con una carabina. A duras penas,
sangrante y sosteniéndose del caballo llegó a un pueblo, donde una señora muy amable, doña
Elena Lynch (abuela de Ciro Alegría) le dio posada y le curó la herida. Luego conoció a don
Teodoro, el esposo de Elena, quien le interrogó. El Fiero le contó que su desgracia había
principiado cuando un vecino muy abusivo, don Malaquías, abofeteó a su madre, solo porque ella
le había reprochado que dejara suelto a sus animales, los cuales habían causado destrozos en su
pequeña chacra que a duras penas mantenía con su hijo. El Fiero, aun muy joven, no soportó el
abuso y acuchilló a don Malaquías. Fue el inicio de su vida en permanente huida y dedicada al
bandidaje. Pero agradecido con don Teodoro y su esposa, prometió regenerarse. Convencido,
Teodoro le dio un empleo en su hacienda. El Fiero se sentía orgulloso de su patrón que era un
hacendado muy respetado en toda la provincia. En una ocasión, atravesaron ambos el río
Condebamba y la corriente arrastró al Fiero, quien se salvó varando con su caballo en una orilla,
mientras que Teodoro le buscaba afanosamente, hasta encontrarlo. En otra ocasión, el patrón le
envió lejos con una crecida suma de dinero destinada para pagar una deuda. Todos, menos
Teodoro, creían que el Fiero se fugaría con el dinero, pero asombrosamente volvió, siendo ese un
momento de mucha felicidad para él. En otra ocasión ayudó a su patrón a expulsar a unos
usurpadores de sus tierras. A estos los sorprendieron cuando se bañaban despreocupados en el
río, y así desnudos los tomaron presos. Hasta que, finalmente, el Fiero pidió a don Teodoro que le
dejara ir, para vivir junto con la Gumersinda, su pareja, en un terrenito que había comprado lejos.
Don Teodoro le concedió, rogándole solo que no recayera en el mal. El Fiero se lo prometió y vivió
un tiempo feliz con su esposa y su hijo recién nacido. Pero poco después el hacendado tuvo que
trasladarse a Lima al ser elegido diputado, y el Fiero sintió mucho su partida. Un día, estando en su
chacra, El Fiero fue atacado por un desconocido, a quien mató en defensa propia. Tuvo que huir
de la policía. A los seis meses regresó y encontró su casa vacía. Entonces se enteró de su
desgracia. Su esposa había sido encarcelada, acusada de cómplice, y su hijito había muerto
víctima de la peste. A ella la violaron los gendarmes, contagiándose de una enfermedad venérea, y
para poder salir libre tuvo que trabajar de sirvienta en casa del juez. Herido profundamente, el
Fiero volvió al mal camino. Así terminó su relato. Muchos comuneros se habían acercado para
oírle. Cerca pasó el gobernador Zenobio García y tres hombres armados. El Fiero les dijo a los
comuneros que García y el Mágico Contreras andaban en conversaciones con Amenábar. Aquella
misma noche, el bandido partió de Rumi.

V. EL MAÍZ Y EL TRIGO.

Rosendo convoca a sus regidores a una junta para exponerles los avances del juicio de linderos y
su temor de que Zenobio y el Mágico anduviesen en tratos con Amenábar. Los regidores son
Porfirio Medrano, Goyo Auca, Clemente Yacu y Artidoro Oteíza. Goyo Auca es enviado donde
Bismarck Ruíz para pedirle informes amplios. El tinterillo le da esperanzas de ganar la causa,
diciéndole que ya había presentado el alegato al que todavía no respondían los demandantes; en
cuanto a Zenobio y el Mágico, asegura que sería fácil anularlos hurgando sus antecedentes, en el
caso de que fueran a testificar en contra de la comunidad. Ese mismo día empieza en Rumi la
cosecha, lo que constituía una verdadera fiesta para la comunidad. Todos participan de la faena.
La ocasión es propicia también para que los jóvenes busquen pareja y se unan. Fue el caso de
Juan Medrano, el hijo de Porfirio, quien se junta con la china Simona. Se convoca también a un
grupo de jóvenes repunteros para que arreen el ganado esparcido en las tierras de la comunidad, a
fin de juntarlo para que aprovechen los rastrojos. Son llamados Cayo Sulla, Juan Medrano,
Amadeo Illas, Antonio Huilca, entre otros. Adrián Santos, un chico de 10 a 12 años, consigue
también a ruegos que lo sumen a la partida. Luego de culminada la tarea los jóvenes se reúnen a
comer y uno de ellos, Amadeo Illas, les relata el cuento titulado: “Los rivales y el juez”. Luego se
narra la siega, el acarreo y la trilla. Se describe cómo se avienta el trigo con horquetas y palos de
madera, hasta separar la paja del grano. Ya de noche, Augusto y Marguicha se solazan
ocultamente sobre un montón de paja. Ambos se entregan al amor y Augusto se considera dichoso
de poseer el cuerpo de Marguicha iluminado por la luna llena. Finalmente se hace el reparto de la
cosecha entre los comuneros y el excedente es destinado para la venta.

VI. EL AUSENTE.

Este capítulo trata sobre Benito Castro, el mismo que había sido criado como un hijo por Rosendo,
pero que tras cometer un crimen se había ausentado de la comunidad dedicándose a recorrer el
mundo. Se ganaba la vida como arriero y repuntero en las haciendas. Recorrió las serranías de
Huamachuco y en una ocasión, durante una fiesta carnavalesca, participó en una competencia de
carrera de caballos cuya meta era atrapar un gallo enjaulado que colgaba en lo alto sujeto de una
soga, y cuyo premio consistía treinta soles en monedas, que se hallaban dentro en la misma jaula.
Otro jinete logró jalar el gallo junto con el dinero, pero Benito lo persiguió y le arrebató el premio.
Por la noche hubo un baile y el jinete perdedor se acercó desafiante a Benito. Pero él prefirió no
pelear y se fue del pueblo. Vagando de un lado a otro, siguió hacia el sur, llegando al Callejón de
Huaylas. Allí los gamonales pagaban menos que en el norte, a pesar que el trabajo era más duro.
Los indios hablaban quechua y muy pocos el castellano. En una ocasión fue testigo de la tortura
que sufrieron dos indios, acusados sin mayor prueba de robo de ganado. Conmovido por este
hecho, de noche liberó a los indios, forzando la cerradura del cuartucho en donde se hallaban
encerrados; luego debió huir él mismo. En todo este trajinar le acompañaba su querido caballo
Lucero. Llegó a un lugar llamado Pueblo Libre. Allí encontró a un orador callejero, apellidado
Pajuelo, quien arengaba a la gente hablando a favor de los indios y contra los explotadores
gamonales y autoridades. De pronto se escucharon disparos y Pajuelo cayó muerto. Irrumpieron
los gendarmes y arrestaron a mucha gente bajo cargo de subversión, entre ellos a Benito. Todos
fueron quedando libres uno tras otro, menos Benito, quien por ser forastero no tenía quien lo
defendiera. Benito dijo ser de Mollepata, un pueblo de alfareros, y que había venido contratado
como arriero por un ganadero de la zona. Pero no había forma de comprobar lo que decía y las
autoridades, para evitar engorrosas averiguaciones, lo soltaron. Sin embargo no le devolvieron su
caballo y Benito se vio solo y sin ningún bien. La necesidad lo obligó a trabajar como peón en una
hacienda. Allí, los indios le contaron antiguas historias de revoluciones en el Callejón, siendo la
más recordada la de Pedro Pablo Atusparia (1885), rebelión que al igual que todas terminaron en
fracaso. Pero los indios preferían recordar las victorias, con la esperanza de que nuevamente se
presentara la ocasión para un desquite.

VII. JUICIOS DE LINDEROS.

El narrador empieza contando la historia de los Amenábar: la manera como principió todo con la
ambición desmedida del hacendado Don Gonzalo Amenábar, el padre de don Álvaro, quien
continuó en la misma senda. Su idea era apoderarse de las tierras fértiles de Rumi y obligar a los
comuneros a convertirse en peones de una mina que pensaba explotar cerca de allí. Pero al ver el
alegato de Bismarck, bramó de ira y se reunió con el tinterillo Íñiguez para planear una nueva
estrategia. Planearon sostener la tesis falsa de que el arroyo Lombriz no era el verdadero límite de
las tierras de la comunidad, sino la quebrada de Rumi, y que el fraude estaba en que los indios
habían modificado los nombres de ambas torrenteras: la quebrada de Rumi era en realidad el
arroyo Lombriz, y que este último se llamaba antiguamente arroyo Culebra. Ello implicaba que las
tierras de la comunidad eran más reducidas y se limitaban a las que se ubicaban en torno a la
laguna Yanañahui, una zona pedregosa y menos fértil. Iñiguez sugirió comprar falsos testigos para
que dijeran que los límites auténticos habían sido modificados por los comuneros en tiempos
pasados. Don Álvaro dijo ya entenderse con el gobernador Zenobio García y el Mágico Julio
Contreras, quienes serían excelentes testigos contra Rumi, junto con otros indios colonos, y que
además ya tenía compradas las voluntades del subprefecto y del juez. Iñiguez le propuso empezar
el golpe de mano trasladando hacia adentro los hitos que señalaban los linderos de la comunidad;
de otro lado le preocupaba Bismarck Ruiz y sugirió que se le debía también comprar. Amenábar
aprobó ambas ideas. Un día los comuneros encontraron los hitos fuera de su sitio, y sin sospechar
la argucia, los colocaron de nuevo en su sitio original. No se daban cuenta que un peritaje podría
determinar que los hitos tenían las señales de haber sido colocados recientemente, lo que jugaría
en contra de ellos o al menos causaría suspicacias. Bismarck fue informado de los manejos de
Amenábar, pero tranquilizó a Rosendo diciendo que él descalificaría a Contreras, a García y a
otros testigos falsos por sus antecedentes. Iñiguez respondió ante el juez el alegato de Bismarck
tal como lo había planeado con Amenábar. El Mágico Contreras, Zenobio García y otros más
fueron los testigos en contra de la comunidad. Quedó pendiente la respuesta de la defensa de
Rumi para días después. Mientras tanto, a Bismarck le llegó el soborno de Amenábar, de 5,000
soles; lo único que debía hacer era no descalificar a los testigos del hacendado. Bismarck, aunque
sintió perder la oportunidad de ganar el juicio al hacendado, aceptó y planeó hacer un viaje con su
amante Melba para disfrutar del dinero. Mardoqueo, vendedor de esteras, fue enviado por
Rosendo a espiar a casa de don Álvaro, pero descubierto, fue flagelado salvajemente. El narrador
trata enseguida sobre Nasha Shuro, bruja y curandera de Rumi, única esperanza de la comunidad
pues se creía que con sus artes podría acabar con Amenábar. Una noche Nasha se dirige
caminando hasta la casa del hacendado, se introduce sigilosamente en ella y extrae una fotografía
de don Álvaro. A la mañana siguiente, tras descubrir el robo y viendo acongojadas a su esposa e
hijas, don Álvaro se limita a decir que él no creía en brujerías y que solo vigilaran sus alimentos.
Luego, junto con sus guardaespaldas va hasta Rumi a buscar a la bruja. Esta le salió al encuentro
en pleno camino. Don Álvaro ordenó que le revisaran, pero no le hallaron la foto; la dejó entonces,
diciendo que no la mataba solo porque su padre había salvado al suyo en una ocasión. Pero pese
a que todo Rumi esperaba que de pronto don Álvaro enfermara o sufriera algún mal, nada de eso
ocurrió. Entonces se empezó a dudar sobre los poderes de Nasha, y al final la bruja adujo que no
le podía: “agarrar el ánima”. Volviendo al juicio de linderos, el juez escuchó la defensa de la
comunidad por boca de Rosendo; finalmente, el magistrado aconsejó al viejo alcalde que buscara
testigos que no fueran de Rumi. Los buscaron en varios pueblos y haciendas aledañas; pero, a
pesar que muchos les daban la razón, no se atrevían a enfrentarse con don Álvaro. Entonces se
ofreció como testigo Jacinto Prieto, el herrero de la comunidad, aunque natural de otro pueblo.
Pero sucedió entonces que un tal "Zurdo", vagabundo y truhán, buscó pleito al herrero, quien
ofuscado, le dio una paliza. Prieto fue por ello encarcelado, quedando así anulado como testigo.
Para toda la comunidad era evidente que el "Zurdo" había sido enviado por Amenábar. Poco
después llegó un piquete de gendarmes quienes llamaron a 12 de los comuneros con la orden de
que entregaran sus armas de fuego. Ellos debieron obedecer para evitar represalias. Intuyeron que
el Mágico Contreras era quien había facilitado esa lista y que el despojo era ya inminente.

VIII. EL DESPOJO.

Rosendo quiso dejar al sospechoso Bismarck, pero ningún abogado o tinterillo aceptó defender a
la comunidad. El fallo del juez favoreció a Amenábar, disponiéndose que la toma de las tierras
fuera el 14 de octubre. Bismarck, hipócritamente compungido, dijo que había hecho todo lo posible
y que ya no había más que hacer, pues el fallo era definitivo, lo que no era cierto pues existía la
apelación, lo que el tinterillo tuvo el cuidado de no mencionar. Rosendo y los regidores fueron a
visitar a un sacerdote español, don Gervasio Mestas, para pedirle consejo. Este se limitó a
aconsejarles que aceptaran la voluntad de Dios y guardaran sus mandamientos. Luego Rosendo
envió a su nieto Augusto a espiar a la hacienda de Umay, de Amenábar. El muchacho escuchó a
unos guardias que Amenábar ya se alistaba para ocupar la tierra de Rumi y tenía 40 hombres
armados. Luego logró escabullirse con peligro de su vida, matando a un perro guardián que se le
abalanzó. Al siguiente día, ocho caporales de Amenábar llegaron amenazantes a Rumi y dijeron al
alcalde que ya sabían que les había enviado un espía. "Hasta el 14" gritaron al irse, aludiendo al
día fijado para la toma. Se convocó la asamblea de la comunidad y ante ella Rosendo expuso la
situación: "han ganado la plata y la maldad", dice. Uno de los comuneros Artemio Chauqui criticó la
gestión del Alcalde y de los Regidores. Quedaban dos opciones: resistir o replegarse a las tierras
altas y pedregosas de Yanañahui. Se discutió. Gerónimo Cahua optó por la resistencia armada;
otros, prefirieron la retirada. Mientras discutían, Casiana salió sigilosamente en busca de su
hermano, el Fiero Vásquez, quien había prometido ayudar a la comunidad en caso de peligro. Los
comuneros llegaron a un acuerdo: no ofrecerían resistencia para evitar muertes, y se irían de Rumi
hacia Yanañahui antes del día 14. De paso reeligieron como alcalde al viejo Rosendo. Casiana se
internó en la agreste puna y encontró a su hermano Valencio y a otro bandido apodado El Manco.
Ellos le informaron que el Fiero se hallaba lejos pero que haciendo una fogata en la cima de un
cerro le darían una señal para que volviera. Así lo hicieron, y a los dos días El Fiero apareció. Sin
conocer la resolución de la comunidad, el bandido marchó para defenderla con veinte hombres
armados. Pero al llegar a Rumi encontró una situación muy distinta a lo esperado. En la plaza del
pueblo y ante la presencia de don Álvaro, el tinterillo Iñiguez, el gobernador Zenobio García, el
subprefecto y otros principales, resguardados por un regimiento de gendarmes, se procedió a la
ceremonia de la entrega de las tierras de la comunidad. Rosendo le pidió al Fiero que no se
enfrentara, ya que habían optado por la retirada pacífica. El Fiero le hizo ver que el abogado les
había engañado pues quedaba la opción de apelar; sin embargo, dijo que respetaba la decisión ya
tomada por la comunidad y ordenó a sus hombres replegarse. Pero uno de ellos, el Manco, se
mostraba inquieto para actuar. Ya se retiraba don Álvaro y su comitiva cuando de pronto una
galga, rodada por el indio Mardoqueo, cayó sobre ellos y mató a Iñiguez. Los gendarmes sacaron a
relucir una ametralladora y dispararon contra el pobre Mardoqueo, matándolo. Al ver ello, el Manco
alzó su machete y a galope se dirigió contra los gendarmes pero también es ultimado a balazos.
Los demás bandidos optaron por retirarse, mientras que la comunidad emprendía el éxodo.

IX. TORMENTA.

Yanañahui, hacía donde los comuneros de Rumi emigran, era una zona situada en la puna, muy
fría, pedregosa, dominada por el cerro El Alto y a orillas de una laguna, que los indios creían
encantada. Decían que allí vivía una mujer negra y peluda, que no dejaba con vida a quien osara
acercarse. Cerca había las ruinas de un antiguo poblado, que estaba ubicado en un mejor lugar,
pero los comuneros tenían temor de instalarse allí pues decían que era la morada del Chacho, un
genio o ser maligno en forma de enano deforme. Prefirieron construir sus casas en una ladera,
aunque no fuera un buen lugar pues le azotaba directamente el frío viento de la puna. Rosendo se
dirigió a la cima del cerro Rumi para consultar al Apu (deidad de la montaña): "Taita Rumi, ¿nos irá
bien en Yanañahui?", le pregunta, mientras le hacía ofrendas de pan, coca y chicha. Ante el
silencio, siguió insistiendo. De pronto escuchó una voz que interpreta como “Bien”. Alentado por
esta respuesta y tomando en cuenta lo dicho por el Fiero Vásquez, la comunidad intentó un
recurso de apelación a la Corte Superior. Una comitiva fue a la capital del distrito y contrató a un
joven abogado, Arturo Correa Zavala. Este les alentó a seguir el juicio y no les cobró sus servicios.
Pero el hacendado Amenábar se enteró de todo ello y planeó dar otro golpe de mano a su favor.
En Yanañahui la vida cambió mucho por la aspereza del lugar. Solo se podía cultivar productos de
la altura, como quinua, papa, oca, pero en menor cantidad y calidad. El ganado no se
acostumbraba y muchos animales intentaron volver a Rumi llevados por la querencia; varios de
ellos fueron capturados por los caporales de don Álvaro. Se produce una gran tormenta y algunos
animales mueren, entre ellos "Frontino", el caballo querido de Rosendo, atravesado por un rayo.
Un emisario de Zavala Correa llegó trayendo una mala noticia: habían asaltado el correo que
transportaba el grueso expediente del juicio a la capital, lo cual era muy grave pues ya no se podría
apelar al perderse hasta los papeles de reconocimiento legal de la misma comunidad. Todos ven
en ello la mano artera de Amenábar. En efecto, el expediente fue a dar a manos del hacendado,
quien lo quemó en la chimenea de su casa. Para desviar las sospechas, se acusó al Fiero del
asalto del correo. Anselmo, el tullido, falleció al no soportar su frágil cuerpo el clima agreste de la
región. Muchos comuneros abandonaron Yanañahui para probar suerte en otros lugares,
trabajando en plantaciones o minas lejanas. Los comuneros Doroteo Quispe, Jerónimo Cahua y
Eloy Condorumi se plegaron a la banda del Fiero Vásquez. Los tres fueron comisionados para
matar a Bismarck y a su amante Melba, quienes montados a caballo iban a la costa para disfrutar
del dinero que cobraron de Amenábar. Pero los comuneros no se atrevieron a ejecutar el encargo:
sólo les robaron los dos caballos, aprovechando que la pareja habían hecho un alto para dormir en
una cueva ubicada en medio de la fría puna. Bismarck y Melba debieron regresar al pueblo
caminando muchas millas, y debido al esfuerzo la mujer falleció poco después, víctima de una
pulmonía fulminante. El desolado Bismarck volvió al lado de su esposa y a la monotonía de su
trabajo. El diario "La Patria" se refirió en una editorial a la laboriosidad y honestidad de Amenábar,
y al bandidaje y a la revuelta desatada por los comuneros de Rumi, que el hacendado había
contribuido eficazmente a debelar. Doroteo, Cahua y Condorumi se reunieron con los otros
bandidos en una de las cuevas donde solían refugiarse. Uno de los bandidos, apodado el Sapo, se
burló de Doroteo y sus amigos por no cumplir con el encargo de matar a Bismarck y su amante.
Doroteo y el Sapo se pelearon a cuchillo y venció el primero. De esa manera los comuneros fueron
aceptados plenamente por los otros bandidos.

X. GOCES Y PENAS DE LA COCA.

Uno de los comuneros, el joven Amadeo Illas (el contador de fábulas), se fue con su esposa a
trabajar a una hacienda de coca, en Calchis. Un caporal lo recibió y lo instaló en una casa junto a
un maizal. De acuerdo al contrato debía bajar cada tres meses a raumar (deshojar las hojas de
coca) en el temple o valle situado al borde del río Calchis. Por lo pronto ya tenía una deuda con el
patrón, de 30 soles, por el alojamiento y víveres, pero Amadeo pensó que sería fácil pagarlo con su
sueldo de raumero, fijado en 50 centavos al día. Pasados algunos días fue notificado para empezar
la labor y Amadeo marchó al temple. En el camino se encontró con otro peón o raumero, llamado
Hipólito Campos, de quien se hizo amigo. La primera labor que se le encargó fue podar unos
árboles bajo cuya sombra crecían los cocales. Luego empezó con la rauma. El trabajo, al principio,
le pareció fácil; pero después le ardieron las manos y le salieron ampollas. Estas empezaron luego
a sangrar. Le dijeron que era cuestión de acostumbrarse, que en cada mano se formaría un callo
duro. Pero de todos modos era una labor muy fatigosa. Para colmo, la comida era invariablemente
tres cucharones de trigo hervido al día. Otro peligro más grave eran las víboras. A Hipólito le picó
una en el pecho y a duras penas se salvó, tras ser cauterizada su herida con fierro candente. Pero
quedó muy mal y lo enviaron de vuelta a su casa. Otro peligro eran los zancudos y el riesgo de
contraer paludismo. Amadeo pensó en el contraste de que una hoja que tanto gozo daba al
hombre andino se consiguiera con tanto sufrimiento. En fin, no pudo continuar en la rauma y pasó
al lampeo. También esta vez le sangraron las manos. Al no poder cumplir la labor su deuda se
incrementó en 20 soles. Regresó donde su esposa, con las manos desolladas. La mujer había sido
violada por los caporales, el mismo día en que partiera Amadeo al temple, pero no le contó nada a
su esposo. Para colmo, Amadeo contrajo las fiebres palúdicas y durante 30 días estuvo en cama.
La quinina le costó 10 soles. En total se adeudó en 60 soles. Tuvo que huir lejos, consiguiendo
trabajo como peón en la hacienda Lamas, pero los caporales de Calchis lo persiguieron y lo
encontraron. El hacendado de Lamas acordó pagar su deuda, pero a cuenta de su trabajo. El
pobre Amadeo quedó así nuevamente amarrado a la tierra.

XI. ROSENDO MAQUI EN LA CÁRCEL.

Rosendo Maqui no perdía la esperanza, pese a los sucesivos infortunios. La comunidad había
gastado 1,000 soles en el juicio y ya no alcanzaba el dinero. El ganado estaba diezmado, pues
muchos animales iban hasta las tierras de Rumi y los caporales de Amenábar los requisaban. Una
vez un toro de labor se perdió y Rosendo fue decidido a rescatarlo. Pero al llegar a Umay,
Amenábar se negó a entregarle el toro pues adujo que lo había vendido Casimiro Rosas, cuyas
marca de herraje eran similar a la de la comunidad de Rumi (C R). Rosendo insistió y el hacendado
lo arrojó a fuetazos y trompadas. Pese a ello, el viejo alcalde se propuso rescatar al toro y de
noche ingresó sigilosamente al potrero del hacendado. Ya iba de retorno con el animal cuando fue
descubierto por los caporales y tomado preso. Rosendo fue a dar a la cárcel, acusado de abigeo,
además de los cargos de azuzador de revueltas, de instigador de la muerte de Iñiguez y de
guarecer a bandidos en su comunidad. En Yanañahui, los comuneros eligieron alcalde a Clemente
Yacu y como nuevo regidor a Ambrosio Luma. En prisión Rosendo se encontró con Jacinto Prieto,
el herrero, y con otros personajes pintorescos como el loco Pierolista, y un estafador de nombre
Absalón Quíñez. El loco Pierolista fue acusado de ridiculizar a Amenábar con sus coplas burlescas
y estuvo cinco días en prisión. Por su parte, el estafador relató sus andanzas: una vez había sido
ayudante de un colombiano falsificador de billetes y otra vez estuvo a punto de engañar a un cura
con el cuento del entierro o tapado de tesoros, pero fue descubierto y por esa causa se hallaba en
la cárcel. Otros presos le conmueven por sus tragedias personales, como un pobre indio llamado
Honorio, acusado sin pruebas de ser ladrón de reses. A la cárcel llegó la noticia de que un piquete
de gendarmes salía del pueblo para atrapar al Fiero Vásquez. Los días pasaron y Rosendo
continuaba encarcelado.

XII. VALENCIO EN YANAÑAHUI.

En Yanañahui, Casiana y Paula se hallaban solas. Casiana esperaba un hijo del Fiero Vásquez; de
éste no se sabía nada. Tampoco se sabía de Doroteo Quispe, el esposo de Paula, quien se había
plegado a la banda del Fiero, junto con Cahua y Condorumi. El alcalde Clemente Yacu comprendió
la situación de las mujeres y evitó que fueran expulsadas de la comunidad. Valencio, el hermano
de Casiana, arribó al pueblo. Contó que se había producido un enfrentamiento de los bandidos con
los gendarmes. Murieron varios de ambos bandos, pero que Quispe y Condorumi estaban vivos, y
solo Cahua había sido herido, pero no de gravedad. El Fiero también seguía vivo. Valencio traía
además unas alforjas llenas de géneros diversos y dinero en monedas, que los comuneros
bandoleros le encargaron que entregara a sus mujeres. Valencio decidió asentarse en el pueblo y
trabajar en las tareas comunales. Quiso tener mujer como todos y eligió a Tadea, la hermana del
vaquero Inocencio. Construyó su casa ayudado por la comunidad y se dedicó a tejer esteras de
totora y a hacer cal. Esos productos eran llevados al pueblo para venderlos, pero Valencio no
quería dinero sino pan. Entonces le pagaban con alforjas llenas de pan y él se quedaba contento.
También iba a la laguna a cazar patos, riéndose de las supersticiones de los comuneros. Le
pareció que la vida en Yanañahui era feliz.

XIII. HISTORIAS Y LANCES DE MINERÍA.

Un comunero, Calixto Paucar, partió hacia el asiento minero de Navilca, para emplearse como
peón de mina. En el camino se encontró con presos encadenados, que eran llevados por un grupo
de gendarmes. Estuvo a punto de ser arrestado por sospechoso siendo salvado por la protesta
airada de los presos ante tamaño abuso. Al llegar a Navilca, le dijeron que comenzaría a trabajar el
lunes, y le indicaron que se alojara en la barraca (llamada “el buque”). Allí fue recibido por un
obrero llamado Alberto. Este le contó que los mineros empezarían una huelga. Ambos, ya entrada
la noche, salieron a dar un paseo. Entraron a un salón donde había gente tomando y charlando.
Uno de ellos era un viejo apodado don Sheque, quien charlaba con un periodista. Los concurrentes
escuchaban atentos las historias de mineros que relataba el viejo. En una de ellas mencionaba al
Fiero Vásquez, cuya banda había asolado la mina, entonces administrada por unos gringos
apellidados Godfriedt. Estos armaron a un grupo de trabajadores y los enviaron a buscar a los
bandoleros. Tuvieron la suerte de encontrar a catorce de ellos, borrachos y durmiendo en una
cueva. Arrestaron a los bandidos, y de vuelta en el asiento minero, los colgaron de los pelos,
dejándolos morir. A los que no murieron, los fusilaron. El Fiero no volvió más por esos lugares. El
viejo siguió contando sobre su propia experiencia en la mina y cómo en varias ocasiones salvó de
morir, pero el periodista estaba más interesado en la huelga. El viejo le habló entonces de una
huelga que hubo en Cerro de Pasco y de otras más. De pronto ingresó Alemparte, el Secretario
General del Sindicato de Navilca, quien había declarado la huelga. Esta empezaría al día siguiente.
Los huelguistas reclamaban aumento del jornal de S/. 1 a S/. 1.5, así como máscaras protectoras
para los que trabajaban en los hornos y botas impermeables para los que laboraban en zonas
inundadas. Calixto y Alberto volvieron a la barraca y se echaron a dormir. Al día siguiente vinieron
muchos gendarmes al asentamiento. Calixto dijo que él también se sumaba a la huelga. Se oyeron
los gritos de: "¡Viva Alemparte!". Un gringo, llamado Jack, quien trabajaba como mecánico, se
sumó también a la causa de los trabajadores. "¡Viva el gringo Jack!", alguien voceó por allí.
Alemparte, junto con otros más (entre ellos Calixto y Alberto) avanzaron resueltamente. Los
gendarmes tenían orden de disparar y así lo hicieron. Hubo ocho muertos: entre ellos Alemparte y
Calixto. Al día siguiente los obreros enterraron a sus muertos. Jack y otro compañero desplegaron
un trapo rojo y cantaron un himno vibrante que para el resto era desconocido. Decían ser
socialistas. Calixto fue sepultado como anónimo pues nadie sabía su nombre.

XIV. EL BANDOLERO DOROTEO QUISPE.

Cuando nació el hijo de Casiana, Valencio encendió una fogata en la cumbre de un cerro, para dar
aviso al Fiero Vásquez. Pero éste ya estaba preso y su banda diezmada. Solo quedaban Doroteo
Quispe, Eloy Condorumi, otros dos apodados El Zarco y El Abogao, y un último llamado Emilio
Laguna. Todos enrumbaron al norte. Doroteo envió al Zarco a Muncha, el pueblo donde vivía
Zenobio García, el gobernador, quien como recordaremos tenía una pequeña industria de
fabricación de aguardiente, y una hija aun soltera para quien buscaba un buen partido. Este
personaje tenía una cuenta pendiente con la comunidad de Rumi, pues había sido uno de los que
testificaron contra ella. El Zarco entró a la tienda de Zenobio y ordenó unos tragos; luego dijo tener
experiencia en destilería y que se hallaba en busca de trabajo. Pero Zenobio le dijo que ya no
había vacante y el Zarco se retiró. La mujer y la hija de Zenobio sospecharon del forastero, pero
Zenobio les dijo que no tenía miedo y que él solo podría enfrentar cualquier ataque. A medianoche
los bandidos entraron al pueblo disparando mucho, para impresionar. Zenobio huyó lográndose
ocultar a duras penas en el campo, pero la esposa, la hija y la sirvienta no pudieron hacerlo.
Doroteo ingresó a la habitación de la hija y la violó. Cuando regresó a la casa, Zenobio se encontró
con la destrucción provocado por los bandoleros: su destilería destruida, su hija ultrajada. Todo su
esfuerzo de años perdido. Doroteo y el resto de los bandidos continuaron su camino. En uno de los
caminos de la puna se tropezaron con el Mágico Julio Contreras, el otro de los testigos comprados
por Amenábar. Doroteo y sus amigos sonrieron: había llegado el momento de la venganza. El
Mágico rogó que no lo mataran, que él enviaría a alguien para que trajera 20,000 soles, dinero
suyo que estaba en un banco y que sería su rescate, pero Doroteo no quiso arriesgarse. Se
conformó con despojarle la mercadería y el dinero que el Mágico traía consigo; luego lo llevó hacia
una zona inhóspita, poblada de pantanos. En uno de ellos fue arrojado el Mágico, sufriendo así la
más cruel de las muertes. Era su justo castigo.

XV. SANGRE DE CAUCHERÍAS.

Augusto Maqui, el nieto de Rosendo, partió a las caucherías de la selva, cautivado por la elevada
paga que le ofrecieron. Junto con otros aventureros llegó al puesto Canuco, lugar de concentración
de los caucheros. Su trabajo consistía en internarse en el bosque, buscar los árboles de caucho y
extraerles la savia o jebe. En dicha labor le acompañó el veterano Carmona. Don Renato era el
dueño y el primer jefe de Canuco. Se servían de indios sometidos, quienes tenían que entregar su
cuota en bolas de jebe; de lo contrario eran castigados, sin distinción de edad y sexo. Augusto fue
testigo de los abusos y atrocidades que se cometían con los nativos. El narrador nos cuenta
enseguida un hecho ocurrido en 1866, que graficaba muy bien la situación: El vapor Putumayo,
que había zarpado de Iquitos, penetró en aguas del río Ucayali hasta llegar al Pachitea. Allí chocó
con un palo enorme y se partió; el buque tuve que ser varado en una playa. Dos oficiales que
desembarcaron fueron muertos a lanzazos por unos indios cashibos. Desde Iquitos las autoridades
alistaron la venganza. El prefecto Arana envió tres vapores al Pachitea, con oficiales y soldados.
La tribu de los conibos, enemiga de los cashibos, apoyó al ejército represor. Los cashibos fueron
sorprendidos mientras realizaban una fiesta, estallando la lucha. El jefe de los cashibos, Yanacuna,
encabezó a sus hombres. Los soldados de Arana se replegaron tácticamente hasta la playa y allí
los cañones de los vapores dispararon contra los indios, desatándose la carnicería. Por eso
pusieron a ese lugar el nombre de "Puerto del castigo". Volviendo a nuestra historia, cada día
menos indios iban a Canuco a entregar su cuota de caucho y don Renato decidió traspasar el
puesto a Custodio Ordóñez. Augusto quiso partir pero no lo dejaron pues estaba endeudado.
Escuchó fábulas propias de la selva, como la historia del Chullachaqui, un ser mítico con un pie de
hombre y otro de venado, quien se enamoró de Nora, la esposa del cacique Coranke, e intentó
llevársela consigo; pero Nora se negó y en castigo, el Chullachaqui convirtió a su pequeña hija en
un pájaro, el "ayaymama", el cual en las noches de luna suele pronunciar un canto lúgubre que
parece decir: “ay, aya, mama”. Ordóñez tenía una amante, Maibí, una nativa de 15 años, a quien
maltrataba de la peor manera. Augusto se conmovió al verla. En una ocasión, cuando Maibí fue
encerrada y privada de alimentos, Augusto le dio ocultamente comida. Ordóñez era también muy
cruel con los indios que estaban bajo su dominio. Una vez descabezó con machete a uno de ellos
por no haber traído suficiente caucho. Hasta que ocurrió la desgracia para Augusto: mientras
sahumaba una bola de caucho, esta explosionó y la masa hirviente le saltó en la cara. El accidente
le ocasionó ceguera. Como ya no iban indios a dar su cuota de caucho, Ordóñez preparó una
expedición punitiva contra las tribus. Augusto no quiso quedarse solo y pidió que lo llevaran, pero
no le hicieron caso. Maibí se acercó entonces para acompañarlo. La batalla entre caucheros e
indios duró tres días. Los caucheros vencieron pero Ordóñez murió al ser herido por una flecha
envenenada. Los vencedores retornaron a Canuco trayendo como prisioneras a 30 mujeres
nativas. Como tenían ya suficientes mujeres dejaron a Maibí con Augusto. Ambos se fueron a vivir
en una cabaña a orillas del bosque. Maibí cultivaba en una chacra yuca y plátanos y Augusto, que
estaba ciego, tejía hamacas y petates de palmera para la venta. Su vida había cambiado
radicalmente pero al menos seguía vivo.

XVI. MUERTE DE ROSENDO MAQUI.

Rosendo seguía en la cárcel. Un acontecimiento memorable fue cuando ingresó al presidio el Fiero
Vásquez. Un preso, Jacinto Prieto, escribió al Presidente de la República, seguro de obtener
justicia. Recordemos que a Jacinto lo habían encarcelado por agredir a un provocador apodado el
Zurdo. Luego de recibir un acuse de recibo de su carta, que le dio esperanzas, no hubo más
respuesta. Jacinto exclamó decepcionado: "Todo es mentira; ¿dónde están los hombres probos de
la patria? Todos son unos serviles a las órdenes de los poderosos. Un rico puede matar y nadie le
hace nada. Un pobre da un puñete fuerte y lo acusan de homicidio frustrao". Todo esto lo decía a
gritos, pero de nada le sirvió. Fue torturado por los gendarmes. Al fin pudo salir gracias a los 1,000
soles que le obsequió el Fiero Vásquez. A Rosendo Maqui lo pusieron en la misma celda que al
Fiero, dando a entender que ambos eran cómplices de sedición. Corrió la noticia de que Óscar
Amenábar, el hijo de don Álvaro (quien se hallaba en Lima), había lanzado su candidatura a la
diputación por la provincia. Frente a él se alzó la candidatura de Florencio Córdova, de la familia
rival de los Amenábar. El Fiero Vásquez propuso a Rosendo que le acompañara en su huida, que
ya la tenía planificada. Por lo pronto ya tenía un revólver. Rosendo lo pensó, pero no quiso seguirlo
por miedo a que Amenábar ganara las elecciones a Córdova. En tal situación sería un eterno
fugitivo y el viejo ya no quería eso. El Fiero sobornó a dos gendarmes con 400 soles (un gendarme
ganaba 30 soles mensuales) para huir. Abrió con una ganzúa el candado de su celda, salió al patio
y allí mató a dos guardias. Luego ganó la calle, donde sus amigos bandoleros lo esperaban para
ayudarle. Los gendarmes, ya alertados, los persiguieron a tiros. Entre los caídos figuró el Zarco.
Pero el Fiero logró escabullirse. Otros gendarmes acudieron a la celda de Rosendo, a quien
acusaron de cómplice del Fiero. Le preguntaron por qué no había gritado al ver huir al bandido.
Rosendo dijo que se hallaba dormido hasta que fue despertado por el ruido, pero los gendarmes
no le creyeron y lo golpearon a culatazos, hasta dejarlo desmayado. Cuando horas después le
llevaron el almuerzo, Rosendo ya no contestó: estaba muerto. El médico diagnosticó muerte por
infarto y el juez levantó acta de defunción. El subprefecto mandó a los gendarmes que lo
enterraran en la noche para que los indios no armaran bulla, pues no quería desórdenes en el
pueblo.

XVII. LORENZO MEDINA Y OTROS AMIGOS.

El narrador nos traslada ahora hacia una cantina de Lima donde bebían y charlaban
animadamente unos amigos. Uno de ellos es Benito Castro, quien trabajaba de ayudante en una
imprenta, luego de haber pasado por otros empleos en la capital. Benito le cuenta a su amigo, el
tipógrafo Santiago, de su vida en las haciendas y la vez que domó a una mula. A la reunión se
suma Lorenzo Medina, un líder sindical. La conversación deriva entonces en temas políticos y
sociales, que a Benito no le atraen. Cada vez que le querían arrastrar a ese tipo de diálogos, solía
decir que recordaba a su comunidad y que esta era mejor. Lorenzo le ofrece trabajar como fletero
en su bote pesquero, en el muelle del Callao. Benito acepta y deja su trabajo en la imprenta. Se
convierte en un fletero hábil. Lorenzo estaba al tanto de los problemas sociales y leía en voz alta
las noticias de los periódicos sobre los sucesos de provincias, como la explotación de indígenas en
las haciendas, en la construcción de ferrocarriles, etc. todo lo cual empieza a interesar a Benito,
pues le recordaban las injusticias que él mismo había sido testigo en su provincia. En una de esas
noticias se hace referencia a una carta de la comunidad indígena de Llaucán enviada al señor
Ministro de Justicia, exponiendo los atropellos que sufrían; entre los firmantes estaba un tal
Rómulo Quinto, que Benito dijo conocer, pues era un comunero de Rumi. ¿Por qué Rómulo se
encontraría en Llaucán, situada más lejos? Entonces a Benito se sume en una angustia profunda y
cuenta a Lorenzo la razón por lo que había abandonado Rumi. Como recordaremos, Benito era
fruto de la violación que un montonero (guerrillero venido de lejos) cometió en una comunera de
Rumi. Esta se casó con otro comunero, quien aceptó criar al niño como suyo, pero Benito creció
con el estigma de ser un indio “mala casta”. Un día, el padrastro, muy borracho, le amenazó de
muerte con un cuchillo, pero Benito sacó su arma y se lo adelantó, matándolo. A falta de cárcel, fue
encerrado en un cuarto del alcalde Rosendo Maqui. Este y su esposa Pascuala lo querían como a
un hijo. Temiendo que las autoridades se lo llevaran para juzgarlo y que fuera sentenciado a largos
años de prisión, Rosendo soltó a Benito, le entregó el caballo Lucero y le pidió que se fuera lejos.
Benito obedeció, con el alma dolida. De eso ya habían pasado seis años y no había vuelto a saber
nada sobre Rumi y sus habitantes. Pero ahora sentía nostalgia y quería volver a su comunidad; por
lo pronto se puso a aprender a leer. Se enteró que Lorenzo ya no era dirigente pues había sido
expulsado del sindicato. Su bote, llamado “Porsiaca”, no producía mucho, debido a la competencia
de otras lanchas, pero al menos les daba para comer. Benito vivía en un callejón pobre del puerto,
y una de sus vecinas era una negra robusta, que por las tardes salía a vender picarones. Una
noche, mientras descansaba junto con Lorenzo, se oyó una fuerte explosión que venía del puerto.
Ambos corrieron a ver lo que sucedía. Se enteraron que había estallado una lancha cargada con
dinamita, tan potente, que había arrasado con muchas embarcaciones, entre ellas el “Porsiaca”.
Perdida pues su herramienta de trabajo, Benito y Lorenzo quedaron en la miseria. Benito quiso
trabajar de estibador pero nadie lo quiso contratar por ser amigo de Lorenzo, quien tenía fama de
agitador. Un día ambos padecieron hambre. Entonces, un italiano pobre que vivía en el callejón,
llamado Carbonelli, los llevó a la playa. Allí recogieron conchas y extrajeron las almejas, que se las
comieron rociadas de zumo de limón y sazonadas con pimienta y sal.

XVIII. LA CABEZA DEL FIERO VÁSQUEZ.

En los alrededores del distrito de Las Tunas, situada a legua y media de la capital de la provincia,
una pastorcilla encontró entre unos matorrales una cabeza humana, ya en descomposición, pero
con rasgos aun visibles. Se formó una aglomeración de campesinos en torno al hallazgo. Uno de
los cholos lo reconoció: era la cabeza del Fiero Vásquez. Llegaron el juez y el subprefecto,
acompañados de muchos gendarmes. Uno de los guardias tomó la cabeza y lo colocó en el suelo.
El juez confirmó que, en efecto, era la cabeza del bandido. Buscaron el cuerpo en los alrededores
pero no lo hallaron. Llevaron entonces la cabeza a la capital de la provincia y lo exhibieron en la
puerta de la subprefectura. Todo el pueblo acudió a verla. Una chichera dijo que era ciertamente la
cabeza de su compadre, el Fiero. Luego la cabeza fue enterrada en el panteón. Pero no habían
indicios de quién había cometido el asesinato. Se especuló mucho. Se atribuyó el hecho a los
gendarmes, quienes habrían matado al Fiero cuando ésta ya se hallaba rendido. Se dijo también
que la muerte lo había ordenado el mismo hacendado Álvaro. Hasta se habló de la venganza de
una mujer por celos. Pero examinadas cada una de esas hipótesis, ninguna parecía probable. En
la lejana Yanañahui, Casiana se enteró del suceso y lloró abrazando a su hijito. Doroteo y los otros
miembros aun sobrevivientes de la banda también se enteraron, pero se quedaron con las ganas
de vengarse, al no existir ningún indicio del asesino (o los asesinos). El suceso fue todo un
acontecimiento que marcó época.

XIX. EL NUEVO ENCUENTRO.

Juan Medrano, el hijo del regidor Porfirio Medrano, se fue con su familia a la lejana Solma, situada
en la ceja de selva. Allí un hacendado, llamado don Ricardo, le arrendó un terreno para cultivar.
Desde una loma Juan observó la tierra fértil, que le recordaba a Rumi. Se instaló de inmediato en
el terreno asignado y su esposa Simona se puso a hacer las tareas domésticas. Ambos tenían dos
pequeños hijos: Poli y Elvira. La primera noche debieron dormir a la intemperie pues faltaba aún
construir la casa. Juan se durmió pensando que su destino era trabajar la tierra, como su abuelo
Antón. Al día siguiente empezó a levantar la casa, y a sembrar la tierra, con la ilusión de obtener
una buena cosecha. Era un terreno nuevo, por lo que Juan no tuvo que limpiar la mala hierba y le
sobró tiempo, que lo dedicó a labrar bateas y cucharones. Cierto día llegó a Solma una mujer que
dijo llamarse Rita, quien se dedicaba a hilar y tejer. Juan y Simona lo hospedaron y ella les ayudó
en las tareas del hogar. Rita vendía sus tejidos a otros colonos y un día invitó a Juan y Simona a
que lo acompañaran a un velorio. Ellos empezaron así a relacionarse con otros campesinos
colonos de la zona. Uno de estos era un tal Javier Aguilar, un indio reservado y sombrío. Vivía con
una mujer y con dos hijos tenidos en un anterior compromiso, Sixto y Bashi. La madre de estos
había fallecido hacía años de un extraño mal. Un día, Sixto y Bashi incendiaron la casa del viejo
Modesto, un pastor que tenía fama de ser brujo, pues vivía únicamente acompañado con una
culebra, que era la guardiana de su pequeña huerta. Los niños lo acusaban de haber causado con
un hechizo la muerte de su madre. Modesto se quejó ante el patrón y los chicos fueron castigados
enviándoseles a trabajar a una hacienda de café. Llegaron las lluvias y crecieron el trigo y el maíz;
Juan realizó la cosecha ayudado por su familia y por Rita. Todo anunciaba prosperidad y hasta
planearon traer consigo a sus padres. Al final de la cosecha llegó don Ricardo, el patrón, quien de
acuerdo al contrato se llevó la mitad de lo recogido, pero reclamó casi otro tanto por las facilidades
prestadas: los colonos se quedaron únicamente con los granos necesarios para su sustento. Pese
al abuso, Juan pensó que cultivar la tierra era la mejor manera de ser hombre.

XX. SUMALLACTA Y UNOS FUTRES RAROS.

Uno de los comuneros de Rumi, Demetrio Sumallacta, el flautista, se había instalado en el pueblo
(la capital de la provincia), donde vivía con su mujer y su suegro. Durante los días de fiesta la
indiada llenaba el pueblo y las cantinas rebalsaban de clientes. En uno de esos días, al pasar
cerca de un arrabal, Demetrio escuchó una voz conocida, a la cual oían atentamente un grupo de
personas. Al asomar a ver reconoció a su viejo amigo Amadeo Illas, quien relataba el cuento de “El
zorro y el conejo” con su típico estilo. La fábula trataba sobre un conejo que con habilidad lograba
constantemente burlarse del acoso de un zorro que quería devorarlo. Demetrio se enterneció al ver
a Amadeo pero no se acercó a saludarlo. Imaginó antes cómo agasajarlo. Llevaba tres soles en su
bolsillo, producto de la venta de leña que debía entregar a su esposa. Su suegro le reclamaba
también diariamente una botella de cañazo y Demetrio le complacía a veces. Pero esta vez pensó
gastar el dinero invitando a Amadeo y para tal efecto entró a una bodega para comprar dos
botellas de aguardiente. Allí estaban tres futres (petimetres o presumidos): un folklorista, un escritor
y un pintor, quienes discutían sobre el cuento que acababan de escuchar. El zorro, según
interpretaba unos de ellos, representaba al mandón y el conejo al indio; pero el conejo, al igual que
el indio, solía tomar la revancha. El pintor, al ver a Demetrio (quien llevaba una antara colgada del
cuello), le pidió ser su modelo para una pintura; a cambio le daría dos soles diarios. Demetrio,
sorprendido por tal oferta insólita, acabó por aceptar y siguió a los tres futres hacia una habitación
de hotel donde el pintor tenía su estudio. Observó dos cuadros del artista: uno representaba a un
indio orando y otro a un maguey. Le impresionó este último, diciendo que él también tenía un
maguey frente a su casa y que viéndolo así reproducido, recién entendía que el árbol también
podía mirar. Los futres celebraron lo dicho por Demetrio y discutieron entre ellos sobre las
cualidades de la raza india. Al regresar a su casa Demetrio entregó los tres soles a su esposa y
una botella de cañazo a su suegro; la otra botella se lo había tomado en el camino. Les contó
luego su encuentro con los tres futres raros que hablaban bien del indio, y cómo tras ver una
pintura había entendido que el maguey tenía vida y podía ver. El suegro se burló diciéndole que le
había afectado el cañazo. Demetrio se durmió pensando en el maguey y sus cualidades, que lo
hermanaban con el indio.

XXI. REGRESO DE BENITO CASTRO.

Luego de muchos años de ausencia, Benito Castro decidió retornar a Rumi. Esperaba encontrar a
Rosendo, a la Pascuala y a todos los comuneros, amigos suyos. Tal vez ya no encontraría a
algunos pues así era la vida, pero estaba lejos de imaginar lo peor. Pero antes de seguir el relato
retrocedamos en el tiempo y volvamos en el momento en que Benito y Lorenzo se hallaban en el
Callao, desempleados y pasando hambre. Ambos lograron finalmente conseguir trabajo. Luego
vinieron tiempos duros y se produjo el paro de obreros de Lima y Callao del año 1919. Lorenzo fue
apresado y Benito huyó a duras penas, escondiéndose en un buque, que lo llevó hasta el puerto de
Salaverry. Pasó a Trujillo y se enroló en el ejército. Ascendió a Sargento primero y en el tiempo de
baja, se reenganchó, con propina aumentada (los clases y soldados peruanos, al igual que ahora,
solo reciben propinas). Fue enviado con su regimiento a combatir al guerrillero Eleodoro Benel,
quien controlaba varias provincias del departamento de Cajamarca. Benel fue encerrado en Chota,
pero no lo pudieron atrapar, pues se escurría y atacaba por la retaguardia, ayudado por los
campesinos. Los soldados volvían diezmados a la ciudad de Cajamarca, que era la base de
operaciones; dicha tropa estaba formaba por gente pobre reclutada, que vendían sus municiones a
un agente de Benel, llamado Murga, a 20 centavos cada una, balas que irónicamente después
eran usadas contra ellos mismos. Hasta que un día el gobierno de Leguía decidió enfrentar
seriamente el problema y acabar con los guerrilleros. El regimiento de Benito fue movilizado. Corría
el año 1925. Un centenar de campesinos fueron liquidados, acusados de benelistas. En una choza
de un campesino encontraron escondidos balas de máuser; el indio, junto con su mujer y sus dos
pequeños hijos fueron fusilados en el acto. Antes de caer la mujer gritó: “¡Defiéndenos, Benito
Castro!”. Benito quedó sorprendido. No conocía a la mujer o al menos no la recordaba. Se le
ocurrió explicar a sus soldados que la india le había confundido con su hermano (él se hacía llamar
Emilio). Pero su tropa empezó a desconfiar. Benito decidió entonces licenciarse. Había ahorrado
300 soles y se compró un rifle con 500 tiros. En un momento pensó plegarse a Benel pero desistió
al enterarse que era un hacendado; no valía la pena el riesgo. De llegar al poder lo más seguro era
que Benel se convirtiera en uno más de los gobernantes de siempre, que no hacían nada por el
pueblo. Fue entonces cuando decidió volver a su comunidad, tras 16 años de ausencia. Se compró
un buen caballo y marchó hacia Rumi, donde llegó de noche. Se dio con la sorpresa de encontrar
casas vacías y arruinadas; la casa de Rosendo estaba convertida en un chiquero o corral de
cerdos. ¿Qué había pasado con la gente? ¿Dónde estaban? ¿Sucumbirían de la peste? Esto no
era posible, pues luego de una epidemia siempre sobrevivía gente. ¿O acaso algún gamonal les
habría desalojado? Y de ser así ¿hacía donde se irían todos? ¿Y Rosendo? ¿Y Pascuala? Sin
saber qué pensar, se puso a llorar. Ya con la primera luz del día, vio una piara de cerdos que
cruzaba la plaza y se estacionaba frente a una casa. Benito sacó su rifle y se acercó a la puerta,
gritando que salieran los que estaban dentro. Salió un hombre que se identificó como Ramón
Briceño (uno de los caporales de Amenábar), asustado al ver a un hombre apuntándole con un
rifle. Benito le interrogó y Briceño le respondió, informándole que don Álvaro había ganado un juicio
de tierras a la comunidad y que los comuneros estaban en Yanañahui. Benito galopó hacia allá y
llegó al caserío. Se encontró con Juanacha, la hija de Rosendo, quien pese al tiempo transcurrido
lo reconoció y lo saludó abrazándole, muy emocionada. Benito preguntó por Rosendo y Pascuala;
el gesto triste de Juanacha fue elocuente y Benito entendió lo sucedido. Fue hacia la casa del
alcalde Clemente Yacu, quien estaba enfermo; éste le contó todo lo sucedido desde su partida. A
la historia ya sabida solo agregaremos que Álvaro Amenábar, aprovechando la desaparición del
expediente de la comunidad, había vuelto a denunciarla exigiendo pruebas de sus derechos. En el
fondo lo que el hacendado quería era reducir a los comuneros en siervos para que trabajaran en
una hacienda de cocales que había empezado a explotar. Su hijo, Óscar, había ganado una
diputación en el Congreso de la República y se hallaba en Lima. Él mismo Álvaro había postulado
para una senaduría pero no pudo ganarla. El juez falló en contra de la comunidad pero, por
intermedio de Correa Zavala, se hizo una apelación ante la Corte Superior, que duraba ya años.
Los comuneros tenían mucha esperanza de ganar el juicio. Contaban con el apoyo de los Córdova,
los hacendados rivales de Amenábar. Benito se despidió de Clemente y sintió que el espíritu de
Rosendo animaba todavía a la comunidad.

XXII. ALGUNOS DÍAS.

Benito fue reconociendo a unos y conociendo a otros de los miembros de la comunidad. Allí
todavía estaban Porfirio Medrano, Doroteo Quispe, la Marguicha y otros más. Otros como Evaristo
Maqui habían fallecido, y otros como Augusto Maqui y Juan Medrano (hijo de Porfirio) habían
partido lejos y no se sabía nada de ellos. Sobre Doroteo le contaron sus hazañas y cómo había
traído a la comunidad a dos miembros de la banda del Fiero. Otro nuevo comunero era el Valencio,
quien miraba extrañado al visitante, que pese a estar vestido como caporal, le pareció un hombre
bueno. Benito se alojó en casa de la Juanacha y mientras comía con su familia (Sebastián Poma el
esposo de Juanacha , su hijo Rosendo y otros chicuelos más), se presentaron ante él la joven
Casimira y su madre, rogándoles que les leyera la carta que el esposo de la hija, Adrián Santos,
les había enviado. Sucedía que nadie en la comunidad sabía leer y sabían ya que Benito había
aprendido las letras en Lima. Benito leyó la carta, donde Adrián Santos contaba a su esposa sus
peripecias en Trujillo, donde se ganaba la vida como jornalero; al final prometía volver pronto. De
paso digamos que la carta lo había escrito un compañero de trabajo de Adrián, al dictado, y estaba
fechada hacia un año atrás. Pese a ello, la Casimira confiaba en la promesa de su esposo. Benito
fue a conversar con el doctor Correa Zavala, el abogado de la comunidad, quien le dio la noticia de
que se podían quedar y cultivar las tierras que ocupaban, porque la Corte Superior de Justicia
había fallado a favor de la comunidad. Benito regresó a dar aviso a todos, quienes festejaron la
buena nueva. Al la mañana siguiente salió de caza con Porfirio Medrano. Mientras caminaban,
Medrano le expuso los planes que tenía para mejorar la vida de la comunidad. Quería desaguar la
pampa cercana a la laguna, para ganar más tierras de cultivo; deseaba también que los comuneros
trasladaran sus casas al sitio donde se elevaban las ruinas de un pueblo viejo, situado al otro lado
de la laguna, zona que estaba mejor protegida del viento. Para realizar todo ello se debía
convencer a los comuneros a no creer en supersticiones, como la leyenda de la mujer negra y
peluda de la laguna y la del Chacho o ser maléfico que supuestamente vivía en las ruinas.
Medrano le anunció también a Benito que le propondría como regidor. Benito asintió. Luego de
cazar un venado, retornaron. Como la costumbre imponía que los regidores tuvieran mujer, Benito
eligió a la Marguicha, la que fuera la pareja de Augusto Maqui, el mismo que se había internado en
las caucherías para no volver más.

XXIII. NUEVAS TAREAS COMUNALES

Benito Castro fue pues elegido regidor y todos quedaron a la expectativa de lo que haría. Se
propuso ante el consejo llevar a cabo los planes de Porfirio Medrano. Clemente Yacu se opuso
pues decía que se debía respetar la tradición, y Artidoro Oteíza arguyó que no era sensato asustar
al pueblo, temeroso de inquietar a los espíritus. Artemio Chauqui también se oponía. Del lado de
Benito estaban Ambrosio Luma, Antonio Huilca, y, naturalmente, Valencio, quien desde el principio
se había reído de las creencias de los comuneros. Un día, Benito, junto con Porfirio Medrano,
Rosendo Poma (el nieto de Rosendo Maqui) y Valencio, taladraron los boquetes del lecho rocoso
de la laguna, para formar cauces por donde hacerla desaguar. Luego lo dinamitaron y los
comuneros vieron con asombro que el agua de la laguna empezaba a bajar. Artemio Chauqui fue
corriendo hacia Benito, insultándole y asegurando que la maldición caería sobre todos. Pero Benito
lo contuvo, reduciéndole fácilmente. Ahora, con la pampa ganada a la laguna se podía aprovechar
más tierras de cultivo. Luego Benito y sus amigos fueron a las ruinas del pueblo viejo para habilitar
un nuevo asentamiento. Esta vez contaban con el apoyo del anciano alarife Pedro Mayta, quien
empezó a demoler los muros, demostrando a todos que no existía ningún Chacho. Pero aún así
muchos comuneros todavía estaban temerosos. El alcalde Clemente Yacu convocó a una
asamblea de comuneros para juzgar los actos de Benito. Artemio Chauqui encabezaba a los
descontentos. Benito Castro se defendió: dijo que él era el único responsable de sus decisiones, y
que sus actos eran para beneficio de la comunidad. Luego de una ardorosa discusión, la mayoría
voto a favor de Benito. El tiempo le dio la razón a Benito. La pampa ganada produjo mucha
cosecha, los comuneros construyeron casas más amplias, y no había ningún indicio de la
maldición augurada por los descontentos. Clemente Yacu renunció a su cargo de Alcalde por su
enfermedad y Benito fue elegido en su reemplazo.

XXIV. ¿ADÓNDE? ¿ADÓNDE?

El narrador da un salto en su relato y nos muestra a los comuneros armados y en pie de lucha.
Artemio Chauqui blandía su hacha y decía: "El indio es un Cristo clavado en una cruz de abuso
¡Ah, cruz maldita! ¡Ah, cruz que no se cansa de estirar los brazos!". Sucedía que la comunidad
había perdido la apelación y el ambicioso Amenábar se disponía una vez más a despojar de sus
tierras a los comuneros. Seis caporales enviados por el hacendado Florencio Córdova (rival de
Amenábar) llegaron para prestar auxilio a los comuneros, trayendo 20 rifles. Junto con otros rifles
que guardaba Doroteo Quispe, sumaron una treintena de armas de fuego y los repartieron a los
comuneros. El alcalde Benito Castro organizó a los comuneros para resistir. Les arengó
explicándoles la situación. Al desalmado Amenábar no le importaba tanto las tierras sino que
quería convertir a los comuneros en sus peones para obligarlos a trabajar en los cocales del valle
del río Ocros, donde sin duda enfermarían de paludismo y morirían, tal como ya había pasado con
muchos. A las autoridades, poco les importaba el abuso de los hacendados, si es que no estaban
también en complicidad con ellos. “Váyanse a otra parte, el mundo es ancho”, solían decir cuando
los indios se negaban a abandonar sus tierras. Cierto que el mundo es ancho, explicaba Benito,
pero a la vez ajeno. Una vez desarraigados de sus tierras, al indio no le quedaba sino trabajar en
tierras de otros dueños, expuesto a los abusos y al mal pago de su trabajo. La tierra propia, la
tierra de la comunidad, era lo único propio que el indio poseía y esta vez estaban dispuesto a
defenderla con su sangre. Los caporales de don Florencio, al ver el giro subversivo que tomaba la
resistencia, quisieron regresar pero los comuneros no los dejaron y los encerraron, quitándoles sus
armas. Con ellas se armaron a otros seis comuneros. Benito desplegó a los comuneros armados
para emboscar a los hombres de Amenábar que venían apoyados por los guardias civiles. Veinte
indios al mando de Eloy Condorumi se ubicaron en las peñolerías al pie del cerro Rumi. En la cima
de este cerro se ubicó otro grupo, encabezado por Cayo Sulla. Por el camino que bordeaba las
faldas del cerro El Alto estaban Artidoro Oteíza y diez más. En las cumbres del cañón de El Alto se
hallaban Ambrosio Luma, Porfirio Medrano, Valencio y veinte más. Valencio fue enviado de
madrugada para observar el movimiento del enemigo. Regresó informando que el grupo de
guardias, muy numeroso, se dirigían hacia el cañón de El Alto. Otro grupo, formado por los
caporales de Amenábar, iban al cerro Rumi. Allí los esperaron los comuneros. Cuando los guardias
llegaron a El Alto, se produjo el tiroteo. Los comuneros que no tenían armas de fuego utilizaron sus
hondas. Seis guardias murieron, aunque también de parte de los comuneros hubo bajas, entre
ellos Porfirio Medrano y el joven Fidel Vásquez (hijo del Fiero). De otro lado, los caporales, que
subieron por la falda del Rumi, fueron recibidos también a balazos. Luego, sintieron un estruendo y
vieron venir sobre ellos piedras enormes resbaladas por los comuneros. Murieron muchos
caporales y los pocos que sobrevivieron huyeron a duras penas. La comunidad había ganado la
batalla. Pero era solo el comienzo. Rumi fue considerado un foco de rebeldes y las autoridades
enviaron un batallón de guardias civiles, en camiones y armados con ametralladoras. La batalla fue
desigual. De lejos se podía oír el tableteo de la metralla y el silbido de las balas de los maúseres.
Los comuneros fueron aniquilados uno tras otro. Algunos pocos heridos lograron escapar hasta el
pueblo, rogando a sus familiares que partieran lejos, antes que llegaran los guardias. Entre ellos
Benito Castro, quien rogó a Marguicha que se fuera rápido, con el hijito que tenían, de apenas dos
años. Pero Marguicha se limita a responderle: “¿Adónde iremos? ¿Adónde?”

ANALISIS LITERARIO
ANALISIS LITERARIO
1. 1. DATOS GENERALES
1.1. Título de la obra:”El mundo es Ancho y Ajeno”

1.2. Autor: Ciro Alegría

1.3. Biografía del autor:

Noció el 4 de noviembre de 1909 en el distrito de Sartimbamba de la provincia de


Huamachuco (La Libertad). Sus padres, José Alegría Lynch y Herminia Batán Lynch, eran
primos hermanos., El pequeño Ciro cursó sus estudios primarios en el colegio San Juan de
Trujillo. Allí pudo conocer al poeta César Vallejo, quien fue su profesor de primaria. Desde
muy temprano el destino marcó su vida literaria. En su niñez sufrió enfermedades que
motivaron que su padre lo llevará a vivir en Cajabamba., inició sus estudios
secundariosnuevamente en el colegio San Juan. Allí siguió desarrollando su camino
creador, componiendo algunos versos y escribiendo ocasionales relatos. En el año 1926
falleció su madre, lo cual le dejo un vacio.

El bello recuerdo de su madre lo impulso a seguir su carrera literaria, cuando a la sazón


frisaba los diecisiete años. Para tal fin, viaja a Lima con la esperanza de que le publiquen
algunos cuentos y artículos, no llegando a buen término. Era difícil bailar trabajo de escritor
en la metrópoli y, por ello, hasta tuvo que pernoctar en el Zoológico. Sin embargo, a su
regreso a Trujillo, la ilusión de ser escritor no había claudicado. Por ese entonces, el
filósofo Anterior Orrego lo llama para que colabore en el diario El Norte de Trujillo y de
ese modo comienza su oficio de periodista.

En 1930 nuestro escritor ingresa a cursar estudios en la Facultad de Letras de la universidad


de Trujillo y, asimismo, a la redacción del diario La IrvSustfw. No pudo concluir sus
estudios porque fue separado de la universidad, a causa de haberse comprometido en la
noble tarea de lograr la ansiada reforma universitaria. A partir de entonces. Ciro Alegría
realizó una activa vida política como miembro del Partido Aprisca. Por diversos motivos
políticos, estuvo preso primero en Trujillo, después en Lima y, por último, fue desterrado a
Chile. Cuando llegaba al vecino país se enceró de la infausta noticia del asesinato de José
Santos Chocano, nuestro gran poeta modernista.

En el país sureño desarrolló una intensa actividad de creación literaria. Fue en Chile donde
escribió, entre otras cosas, las tres grandes obras por las que es reconocido como uno de los
novelistas más destacados del Perú, América y el mundo.

B.- PRINCIPALES OBRAS.

 “La Serpiente de Oro»

 “Los Perros Hambrientos»

 “El Mundo es Ancho y Ajeno»

 “El Dilema de Krause”

 “Selva”, “Lázaro”

 “Siete Cuentos Quirománticos”

 “La Ofrenda de piedra”


 “La Novela de mis Novelas” (ensayo)

 “Panki y el guerrero”

2. ANALISIS DE LA FORMA:

2.1. ¿Cuántos capítulos presenta la obra?

La obra se divide en 24 capítulos con sus respectivos titulos y numerados en numeros


romanos.

3. ANALISIS DEL CONTENIDO:

3.1. Género literario: Narrativo

3.2. Especie literaria: Novela

3.3. Tema: La busca de la justicia de la comunidad encabezando el alcalde


Rosendo Maqui contra Amenábar.

3.4. ¿Quiénes son los personajes?

a) Principales:Rosendo Maqui:

b) Secundarios:

 Clemente Yacu.
 Benito Castro.
 Pascuala.
 Fiero Vásquez.
 Augusto Maqui.
 Doroteo Quispe.
 NashaSuro.
BLANCOS:
Álvaro de Amenábar.
Bismark Ruiz.
Zenobio García.
Iñiguez.
MESTIZOS:

 Melba Cortes.
 Julio Contreras.
3.5. ¿A qué tiempo pertenece la novela?

1941 siglo XX

3.6. ¿Cuál es el espacio geográfico?

-El pueblo de Rumi,Yanañahui, Muncha,May

3.7. Argumento:

Rosendo Maqui es alcalde del pueblo de Rumi queriendo el mejor nivel de vida para este
pueblo y para sus mejoras todo estaba muy bien , pero con la llegada de Amenábar , que es
un rico hacendado de la zona y viene a irrumpir la tranquilidad queriendo despojar a los
indígenas de sus tierras .

Rosendo Maqui contrato a un abogado para que tome a su defensa propia, el cual es
sobornado por Amenábar al igual que el juez y algunos testigos. El fierro Vásquez se une a
la comunidad, roba para ayudarlos. Rosendo Maqui seguía luchando por la injusticia que
se estaba cometiendo pero todo era inútil, y poco a poco algunas personas de este pueblo se
iban a otros lugares llevando consigo sus costumbres y sus sueños .Para Amenábar solo le
importaba conseguir más tierras y apropiárselas por la fuerza por lo cual para el Rosendo
Maqui era un problema y lo acusa por robar lo cual no era cierto y Rosendo es encarcelado
y golpeado. Benito Castro un indígena que regresa a su pueblo donde aprendió a leer y
escribir y él también se suma a esta lucha para buscar la justicia , pero ante el ataque del
ejército muere, quedando para la comunidad solo dos caminos: rendirse ante el abuso y
servir al amo o salir en busca de un mundo ancho y ajeno.

3.8. ¿Qué valores se identifica en la obra?

La valentía, el amor, la fuerza

4. CONCLUSIONES:

El amor a la tierra y la valentía de los campesinos en la defensa de lo que para ellos


significa la supervivencia.

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