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EL ÚLTIMO MOVIMIENTO DE LA RAZÓN ES RECONOCER SUS LÍMITES

Para Pascal, el monstruo incomprensible que es el hombre


solo se explica a través del pecado original, dice Pascal, la
soberbia de la razón se frena en seco, y lo único que puede
hacer es reconocer sus límites y someterse. La no
contradicción es mal indicio de verdad: «Muchas cosas
ciertas son contradictorias. Muchas falsas pasan sin
contradicción. Ni la contradicción es indicio de falsedad ni
la no contradicción lo es de la verdad. Y si esto es así es
porque la realidad es demasiado compleja: contiene
muchos planos y supera infinitamente los límites que
nuestra razón intenta imponerle.
El hombre, si quiere ser justo con lo real, debe saber adaptarse a su riqueza, a sus
múltiples dimensiones. Es necesario saber dudar cuando hace falta, asegurar cuando
hace falta, someterse cuando hace falta. Quien no actúa así, no entiende la fuerza de la
razón. Hay quienes fallan en contra de estos tres principios, o asegurando todo como
demostrable [los dogmáticos], sin conocer su demostración, o dudando de todo [los
escépticos], sin saber cuándo es necesario someterse, o sometiéndose a todo [los
crédulos], sin saber cuándo es preciso juzgar. En el exceso está el error, nos dice Pascal,
acusando a los escépticos de haber llevado la duda hasta lo ridículo, a los dogmáticos de
exigir demostración para todo sin considerar si ello es posible, y a la mayoría de los
hombres de no dudar ni exigir demostración, de someterse a todo sin imponer la más
mínima criba. Frente a ellos está el cristiano, dice Pascal, que sabe hasta dónde debe
llevar su razón y cuándo debe detenerla. Por tanto, «No hay nada tan conforme a la
razón como desaprobar la razón». Pascal no reniega de la razón en absoluto, sino que
circunscribe su utilidad y legitimidad a los ámbitos que le son propios (la matemática,
sin duda, y de forma algo más discutible la ciencia natural). Más bien lo que hace es
denunciar la futilidad de su objeto (la comprensión de la realidad sensible), y su
manifiesta incapacidad para resolver las cuestiones que de verdad importan.

LA RAZÓN Y EL CORAZÓN
Para Pascal, podemos conocer no solo a través de la razón, sino también mediante el
corazón. En su filosofía, el corazón representa una forma de acceder a la realidad alejada
del método científico, una forma de conocimiento basada en la intuición, en ver algo
que sentimos como verdadero. Los conocimientos de los primeros principios: espacio,
tiempo, movimiento, números, son tan firmes como los que nos dan nuestros
razonamientos, y sobre esos conocimientos del corazón y los instintos es preciso que se
apoye la razón y que fundamente su discurso. Los principios se sienten, las proposiciones
se concluyen, y todo con certeza, aunque de diferente vía.
Con esta afirmación Pascal señala dos cosas: la primera, que en nosotros hay dos vías
de conocimiento, y la segunda, que la razón está acostumbrada a operar con algo que
desconoce, con algo que no puede demostrar. Si no se quiere incurrir en un regressus a
dinfinitum, todo proceso de deducción racional debe descansar en la aceptación de unos
primeros principios no demostrados, que son aceptados intuitivamente por
considerarse evidentes en sí mismos. Según Pascal dice que su verdad es sentida por
nuestro corazón, es intuida. Pascal ha querido mostrarles a los dogmáticos la
imposibilidad de demostrarlo todo racionalmente; ahora es el turno de los escépticos.
Como ya hemos visto al hablar de Montaigne, Pascal aprecia el escepticismo porque
sabe poner en jaque a la razón, al enseñarle que no puede encontrar certeza en ningún
sitio. Pero también cree que, en ese juego en el que se duda de todo, se termina llegando
al absurdo. Si nos sentimos incapaces de probarlo a través de la razón, lo único que
demuestra esta incapacidad es la debilidad de nuestra razón, pero no convierte en
inciertos todos nuestros conocimientos, como los escépticos pretenden. Con su corazón,
el hombre intuye que no está soñando y que el mundo que conoce no es fruto de su
mente, sino que es completamente real. Para Pascal existen dos maneras de conocer el
mundo, la de la razón y la del corazón: «el corazón tiene su orden; el espíritu tiene el
suyo [la razón], establecido por principio y por demostración. El corazón tiene otro. No
se prueba el amor exponiendo por orden las causas del amor; eso resultaría ridículo.
Esta última parte, la que se refiere a la prueba del amor, es decisiva, ya que Pascal
expone hasta dónde puede llegar la razón, y lo hace en un asunto en el que todos
estamos de acuerdo: el sentimiento no exige pruebas, sino que intuye la verdad de las
cosas, y si alguien le pregunta por ella, solo puede mostrarla, no demostrarla. La razón,
por su parte, trabaja dentro del ámbito de la demostración, nos es útil, pero ni mucho
menos tiene la última palabra. Es en torno a esta división donde surge la que
posiblemente sea la frase más famosa de nuestro filósofo: «El corazón tiene razones que
la razón no comprende», y que concluye: «uno lo advierte en miles de cosas».

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