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CAJAMARCA
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Informe de “Las fuerzas Morales” de Jose Ingenieros
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Las fuerzas morales se van transformando con el paso del tiempo en la sociedad, tiene el
poder para derrotar a la injusticia y la inmoralidad.
La persona que tiene fuerza moral adquiere el valor moral para poder pensar cómo se
debe, actúa como él quiere sin esperar gratificación alguna. Así para una mejor
generación conviene despertar las fuerzas morales en los jóvenes que se encuentran
dormidas.
La juventud debe ser entusiasta y osada ya que esto es salud moral que embellece el
cuerpo y te ayuda a madurar y lograr ser feliz, logra conseguir un ideal. No se debe ser
escéptico ya que así no te equivocaras y no te darás cuenta de tus errores, sin
entusiasmo no hay juventud. No basta solo con ser joven para ser entusiasta sino
también tener un ideal por el cual te apasiones por conseguirlo, evitando la superstición
hace que no avances sino te refugies en el pasado.
Una persona incapaz de acción no aporta nada a la sociedad por lo tanto es una sombra
de ella, no basta solo con tener un ideal sino también esforzarse por realizarlo. La
energía que tenemos no es solo fuerza tiene que ser fuerza inteligente, se debe actuar
pensando para poder actuar para poder lograr el ideal. El fracaso se da debido a que no
se sabe cuáles son las causas que te llevan a cometerlo, tenerte confianza es vital para
lograr a la larga una fe que te ayudara a actuar de forma eficaz.
Las personas sin voluntad no pueden lograr lo que se proponen, persiguen la grandeza
pero se quedan en cienegas; ellos no dicen hago sino lo reemplazan por el haré. La
incapacidad, la pereza son las plagas de la moral que uno mismo adquiere, quedarse sin
hacer nada en el mundo no tiene sentido.
Tener confianza en uno mismo, no seguir lo que los demás siguen, si en caso saben más
aprende de ellos mas no debes imitarlos. Tener iniciativa te hará adelantarte ante los
demás, dejas de ser cómplices de ellos, así es propio de la juventud lograr una
innovación. Los mansos y los ignorantes entregan su destino en las manos de los demás,
solo esperan algún beneficio por parte de su gobierno, el hombre digno por el contrario
piensa y hace.
Simpatizar con alguien implica entregársele en alguna medida sin temor a una traición o
deslealtad, quienes están inclinados a simpatizar con los demás son los mejores
instrumentos para la armonía social. Todo el que simpatiza obra de una buena forma ya
que esta actitud logra apartar del mal al hombre, sin simpatía no habría confianza y por
lo tanto reinara la discordia. La bondad es la comprensión consistente y pertinaz,
aprender a admirar y comprender a alguien estimula el deseo de igualarlo.
El buen camino suele resultar muy difícil, el que los cobardes consideran peligrosos,
con estos se forman rebaños capaces de servir pero no de querer. La independencia
moral es el sostén de dignidad, el mayor de los bienes consiste en no depender de otros
y seguir el destino elaborado por tus propias manos.
Sin ser ley el sentimiento del deber es mayor a los mandatos y códigos legales, impone
el bien y suprime el mal. En los jóvenes el deber es el reflejo de los ideales sobre la
conducta. La obediencia es la negación del deber, quien se deja doblegar por otros, es
ajeno a la satisfacción que se siente obrar conforme a sus inclinaciones.
Cada característica intelectual es sentida con más intensidad por los hombres originales
que le dan forma y renuevan la técnica de la expresión, el estilo es la afirmación de la
personalidad. La adquisición de estilo personal suele comenzar cuando se violan
cánones convencionales del pensamiento y la expresión.
En toda realidad social, se elaboran ideales éticos que son hipótesis de perfección, los
dogmas son obstáculos para el perfeccionamiento de la moral, las normas viejas no
pueden regular las funciones de la nueva vida.
Toda verdad expresa una preferible correlación funcional, las supersticiones perpetúan
el odio y la injusticia, los dogmatismos son coacciones que los beneficiarios de la
mentira hacen gravitar sobre nuestra conciencia, todo progreso moral es un triunfo de
una verdad sobre una superstición.
Las ciencias son sistemas de verdades cada vez menos imperfectos, son resultado de la
milenaria colaboración social en que se han combinado infinitas experiencias
individuales, el amor a la verdad obliga a no creer en lo que no puede probarse a no
aceptar lo indemostrable.
Solo merecen el nombre de idealistas las personas que anhelan algún futuro mejor
contra un actual imperfecto, la conciencia social formula en cada época ideales propios,
que interpretan las nuevas posibilidades de su experiencia.
La educación es el arte de capacitar al hombre para la vida social, sus métodos deben
desarrollar las aptitudes individuales para formar una personalidad armoniosa, digna de
vivir en una sociedad que tenga por ideal la justicia, nada hay más estéril que el estudio
forzado de lo que no se comprende.
La escuela es un puente entre la sociedad y el hogar, tiene como finalidad convertir al
niño en ciudadano. El primer trabajo debería ser el deber social, feliz la sociedad que no
lea el que no quiera leer, pero donde nadie deje de hacerlo por falta de libros.
Todo ser humano puede enseñar a otros lo que sabe, el que posea la vocación técnica
podrá ser maestro, sin tener fines de lucro y enseñar con amor. El que acepte la tarea de
enseñar y no lo haga eficazmente causa un daño irreparable en la sociedad que le confía
su porvenir.
Cada generación debe repensar la historia, rendir culto a los grandes hombres que
lucharon por la emancipación política, justicia social.
Todo progreso histórico ha sido y será obra de minorías revolucionarias que reemplazan
a otras minorías obedientes, el progreso es un resultado de la lucha de la variación y la
herencia, es la sede de victorias obtenidas por la inteligencia sobre el hábito, por el ideal
sobre la rutina.
En la vida social suele hablarse de un presente relativo, pero aun así cada generación
viven un minuto fugaz de tiempo sin límite conocido, los forjadores del porvenir viven
en el pasado, se alargan en el mañana y no se ensanchan en el hoy.
De todos los sentimientos humanos, ninguno es más natural que el amor por la aldea en
que vivimos los dos primeros años, todo lo suyo nos parece nuestro y también sentimos
que le pertenecemos. Sacar a un hombre de su terruño es desterrarlos de la única patria
sentida por su corazón.
Los jóvenes tienen que tener un ideal para alcanzar sus objetivos, tienen que tener ese
entusiasmo que les permita realizar sus metas con optimismo y a la vez actuando con
madurez para ser feliz, tienen que trazar sus planes a futuro con actitud y perseverancia,
la juventud tienen que creer y confiar en sus ideales ya que si no confían en estos, no
tendrán aspiraciones ni un porvenir pleno y feliz.
La simpatía es importante para poder congeniar con los demás, de llevarse mejor e
interactuar mucho más con nuestros semejantes, por otro lado el no tener simpatía mata
la confianza en sí mismo y discordia en los demás y nace la intolerancia y el odio,
también se resalta que sin simpatía se convierten en pesimistas y fracasados y eso
impide el logro de sus metas, concluyendo es importante junto con el ideal para tener
como fortalezas al cumplir con nuestros objetivos.
Conclusiones
De forma paralela a la depreciación social de los deberes individuales, las sociedades
actuales han renunciado ampliamente a profesar el imperativo incondicional de honrar
los deberes de la moral interindividual y nuestra sociedad acompaña dicho proceso.
En la actualidad son raros los lugares y momentos en que vibre la obligación de
consagrar la vida al prójimo: mientras que las conminaciones categóricas a hacer el
Bien han sido suplantadas por las normas del amor a sí mismo, los valores altruistas han
dejado de ser evidencias morales a los ojos de los individuos y de las familias. En
nuestras sociedades, las informaciones, el ocio, los consejos del bienestar están más
presentes que la exigencia de cumplir con nuestros deberes. Las lecciones intransigentes
de la moral han abandonado el espacio público y privado, el imperativo maximalista de
corazón puro, las llamadas a la devoción absoluta, el ideal hiperbólico de vivir para el
prójimo, todas esas exhortaciones han dejado de tener resonancia colectiva; en todas
partes reina la desvitalización de la forma-deber, el debilitamiento de la norma moral
infinita característica de las nuevas democracias.
Sin duda las acciones humanitarias ocupan la primera plana de los periódicos y los
donativos altruistas alcanzan sumas innegables. Nuestra época redescubre la caridad y
los estremecimientos del corazón. Tras un ciclo dominado por la fiebre política y la
desmitificación de los valores, el espíritu de la época hace afluir las buenas intenciones
y la pequeña pantalla, las acciones generosas: la moral ocupa de nuevo el primer plano
de la escena.
Si pero ¿de qué moral se trata? En casi todas partes está en auge la idea de restauración
de la moral sin que nos interroguemos demasiado sobre la naturaleza de ese "regreso".
Digámoslo sinceramente: si en la actualidad la ética se beneficia con un nuevo período
de legitimidad, ésto no significa la reinscripción en el corazón de nuestra sociedades de
la buena vieja moral de la que habla Ingenieros, sino el surgimiento de una regulación
ética de tipo inédita.
Lo que con muy poca precisión se llama "regreso de la moral" no hace sino precipitar la
salida de la época moralista de las democracias instituyendo una "moral sin obligación
ni sanción" acorde con las aspiraciones de masas de las democracias individualistas.
Deberíamos concluir sin temor a equivocarnos que los valores, como los concebía
Ingenieros, hoy se han perdido o en el mejor de los casos han cambiado sin poder
afirmar los futuros resultados de esos cambios.