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Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption ¿No debería ser luminosa?
Parece una pregunta ingenua: al fin y al cabo, sabemos que a nuestro planeta lo alumbra
el Sol, y que cuando la Tierra gira en su propio eje, una parte queda a oscuras.
Pero esta pregunta tan sencilla intrigó a los científicos durante siglos: pensaban que si
en un universo estático había infinitas estrellas, el cielo nocturno resplandecería y la
noche no sería precisamente oscura.
Esa era la lógica en el siglo XIX, cuando los expertos creían que el universo era eterno,
infinitamente grande y que no cambiaba con el tiempo.
Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Hasta el siglo XX, los
astrónomos creían que el Universo era infinito y que era imposible contar todas las
estrellas.
Pero entonces algo no encajaba, como bien apuntó el escritor Edgar Allan Poe en un
ensayo titulado "Eureka":
Con sólo su afición por la ciencia y una mirada al cielo desafió nada menos que al
infinito.
El hecho de que, a pesar de todo, la noche es oscura, ponía en tela de juicio parte o toda
la premisa de la infinidad no sólo de las estrellas sino del cosmos. Y de éste, también su
eternidad y estatismo.
Una paradoja
Derechos de autor de la imagen NASA Image caption Bolas de fuego radiantes.
No fue sino hasta que un astrónomo amateur alemán llamado Heinrich Wilhelm Olbers
se preguntó cómo era posible la noche con tantas bolas radiantes de fuego brillando
eternamente.
Olbers describió ese fenómeno ilógico como una contradicción, y el tema empezó a
generar más atención.
Eran los años 20 del siglo XIX y a ese sinsentido se le llamó la paradoja de Olbers.
Curiosamente fue Poe, el autor estadounidense más conocido por sus poemas e historias
cortas de misterio, el primero en dar con parte de la respuesta, unas décadas después.
Tras explicar que de ser cierta la infinitud de estrellas, la noche no sería posible,
declaró:
Cambio de paradigma
Hasta el siglo XX, los astrónomos no solo creían que era imposible contar todas las
estrellas del Universo.
Para tratar de explicar la paradoja, algunos científicos del siglo XIX postularon que las
nubes de polvo entre las estrellas debían absorber mucha luz estelar para que no se
reflejara en nosotros. Pero luego se dieron cuenta de que el polvo absorbería tanta
energía de la luz de las estrellas que eventualmente brillaría tanto como ellas mismas.
Pero hay otras causas que hacen que el cielo sea aún más oscuro.
Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Y luego el Universo perdió
también su infinitud.
El universo no sólo es finito en tamaño, también es finito en edad: nació hace unos
15 mil millones de años en esa fantástica explosión llamada Big Bang.
Como aún se está expandiendo, las estrellas y galaxias distantes se alejan cada vez más.
Aunque nada viaja más rápido que la luz, toma tiempo para que la luz cruce
cualquier distancia.
Cuando los astrónomos observan una galaxia a un millón de años luz de distancia, ven
la galaxia como se veía hace un millón de años. La luz que deja esa misma galaxia hoy
tiene un camino mucho más largo que recorrer para llegar a nuestros ojos.
Eso significa que la cantidad de energía lumínica que nos llega desde estrellas lejanas
disminuye todo el tiempo, sacándola a menudo de nuestro espectro visible.
Sin telescopios ni estaciones orbitales
Derechos de autor de la imagen NASA Image caption Los espacios oscuros dicen tanto
como las bellezas luminosas.
Así que el que el mundo quede cubierto de sombras cuando se oculta el Sol es un
indicio de lo que ocurre en ese espacio tan incomprensiblemente inmenso y
desconocido, como dice tan bien dicho el astrofísico y autor de ciencia Rudolf
Kippenhahn:
"Que oscurezca de noche nos indica que no hay estrellas desde siempre y que el
Universo está en expansión.
Es asombroso que, para tal observación, que nos conduce directamente a semejante
propiedad fundamental del Universo, no se precisen telescopios gigantes ni estaciones
orbitales...