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Dos equipos de investigadores han examinado al detalle la forma en que el tiempo fluye
en el Universo, y proponen, por separado, que hace 13.700 millones de años el Big
Bang podría haber dado origen, también, a un "Universo espejo" en el que el tiempo se
mueve exactamente al contrario que en el nuestro. Es decir, hacia atrás en lugar de hacia
delante.
Si pudiéramos observar ese Universo, veríamos cómo allí el tiempo fluye desde el
futuro hacia el pasado, aunque eso sería solo una cuestión de perspectiva. En efecto, si
alguien desde allí mirara a nuestro propio Universo, también le parecería que aquí el
tiempo va hacia atrás.
Los físicos llevan peleándose desde hace décadas con el hecho de que ninguna de las
leyes fundamentales de la Física dejaría de funcionar si el tiempo fluyera al revés de
como lo hace. Y nada indica, además, que haya una ley que obligue a que el tiempo
fluya en una dirección concreta. De hecho, todas las ecuaciones que mejor describen
nuestro Universo, desde la Gravitación Universal de Newton a la Electrodinámica de
Maxwell, la Relatividad de Einstein o la Mecánica Cuántica, funcionan igual de bien
tanto si el tiempo fluye hacia delante como si suponemos que lo hace en sentido
contrario.
En nuestro caso, cuando se produjo el Big Bang, el Universo comenzó como un "huevo
cósmico" con un alto grado de orden y muy baja entropía. Pero muy pronto ese huevo se
rompió y todo se precipitó rápidamente hacia un estado caótico, mucho más
desordenado y entropía muy alta.
El problema con esta suposición es que es que no admite el movimiento hacia atrás de
tiempo que las leyes fundamentales de la Física sí que permiten. En nuestro Universo no
se puede pasar de un huevo roto a un huevo entero, así que ¿Qué está ocurriendo?
Pero Julian Barbour y sus colegas publicaron a finales de 2014 un estudio en el que
proponían que esa flecha del tiempo podría estar gobernada por la Gravedad, y no por la
Termodinámica. El artículo se publicó en Physical Review Letters y describía una
simulación informática llevada a cabo en un "pequeño Universo" de solo 1.000
partículas, todas ellas gobernadas por las leyes de la gravitación de Newton. Los
investigadores descubrieron que, gracias a la gravedad, las partículas podían expandirse
en varias direcciones, lo que significa que el tiempo podía moverse en ambas
direcciones, tanto hacia atrás como hacia delante, en un Multiverso en el que ambos
flujos temporales eran igual de posibles.
Ahora, otros dos físicos, Sean Carrol, del Instituto de Tecnología de California, y Alan
Guth, del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), han llegado a las mismas
conclusiones aplicando un modelo de partículas diferente. En este caso, los
investigadores crearon una nube finita de partículas y la pusieron en un hipotético
Universo infinito. Y comprobaron cómo enseguida emergieron de forma espontánea
dos flechas temporales diferentes. La mitad de las partículas se movió hacia delante,
aumentando su entropía, mientras que la otra mitad se agrupó en el centro de la nube,
disminuyendo su entropía, antes de empezar a moverse y a evolucionar justo en la
dirección contraria.
Para los investigadores, esa región central de baja entropía describe a la perfección el
Big Bang, y resuelve además la cuestión de que no existió ningún "principio de los
tiempos", sino solo el estado más bajo de caos, a partir del cual pudieron surgir dos
Universos con flechas temporales opuestas. Aunque no hay que hacerse ilusiones, ya
que cualquier clase de comunicación entre ambos Universos es del todo imposible. En
palabras de Carrol, "Nunca podremos hablar con los seres de ese Cosmos invertido.
Ellos están en nuestro pasado, y nosotros en el suyo".