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Introducción
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FRANCISCO TAMAYO:… CARLOS RAÚL CAMACHO ACOSTA
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Para González (2002) Tamayo fue un escritor incansable; hacía poemas, cuentos,
ensayos y continuamente escribía artículos de opinión para El Nacional y otros
diarios. Era capaz de escribir tanto para los niños en la Revista Tricolor como
para los estudiantes de pregrado y postgrado de cualquier universidad. Dentro de
sus obras más destacadas vale mencionar: Los llanos de Venezuela; Camino para
ir a Venezuela; Léxico popular venezolano; Más allá de Akurimá y varias
versiones del Mapa Fitogeográfico de Venezuela.
Bermúdez en IUPC (1986, p. 29) escribió un ensayo intitulado “El estilo literario
de Francisco Tamayo”, donde destaca que:
Tamayo, que siempre es fiel a lo que hay detrás de las palabras, recoge y utiliza
la voz de los campesinos de la región: en vez de ‘inundación’ prefiere ‘aniego’,
porque con este término puede salirse del código lingüístico de la ciencia
geográfica, e instalarse cómodamente en la connotación literaria […] lo cual ha
dado pie para que el autor se haya forjado un estilo que cada vez adviene más
poético que científico.
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En al año 1931 realiza unos hallazgos en los médanos de Coro, otros en el barrio
“El Jebito” en El Tocuyo y en las márgenes del río Tocuyo, donde realizó
excavaciones arqueológicas con el apoyo del Dr. Mario Briceño Iragorry. En este
último lugar obtuvo objetos de cerámica que asoció a los pueblos gayones que allí
habitaron para el momento de la invasión europea. De las colecciones obtenidas,
Tamayo propone un modelo clasificatorio en base a los atributos pintados y
modelados, tal fue el caso de los pectiniformes y los ofidioideos posteriormente
tierroide y tocuyanoide pertenecientes a la etnia gayones del estado Lara, según
Cruxent y Rouse (1961).
Para ese entonces, Tamayo fue un aventurero sin estudios académicos formales.
A tal efecto, Borges (2002) nos informa que Tamayo expresó lo siguiente:
año 1967, catalogada por el antropólogo Lucena G. Adrián, conformada por 557
piezas y expuesta por P. P. Linárez. El mismo Linárez (1995) refiere que en la
colección arqueológica “Francisco Tamayo” existe un “Cacho Chico”, es decir de
matacán el cual se emplea para ejecutar la música de la “Danza de las Turas” y
una flauta de carrizo usada para la música de la “Danza de los Santos Inocentes”,
una reminiscencia aborigen de la zona de Villanueva, El Cauro y el Avispero de
Guárico. También existe una vasija biglobular, elaborada por las loceras de la
región de El Tocuyo, utilizada como cantimplora por los campesinos. Respecto a
la arqueología, Francisco Tamayo no la pierde, pero ya deja de practicarla como
arqueólogo empírico, porque, en el año 1953, aparece la primera Escuela de
Sociología y Antropología del país en la Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales de la UCV y deja que sean los futuros académicos los que realicen este
trabajo. Sin embargo, al realizar sus expediciones botánicas, continúa la colecta
de cacharros y sus escritos etnográficos, sobre lo que observa y siente en los
ambientes venezolanos.
Linares (Op. Cit.) sostiene que Francisco Tamayo se dedica a investigar las
tradiciones populares, y para el año 1928 publicó en la Revista Cubagua en
Caracas su artículo “Cochino tan fuerte eres” y para la década de los años 30, en
la Revista Cubagua Nº 2, publica el ensayo “Mi real y medio”. Continúa sus
investigaciones y se dedica a revisar documentos de los archivos de la iglesia La
Concepción de El Tocuyo, donde consigue la clave para comprender las razones
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En el libro Encuentro con Francisco Tamayo del escritor Borges (Op. Cit.),
Francisco Tamayo narra su experiencia con el profesor José Antonio Rodríguez
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López, al recibir sus clases en el Liceo San José de Los Teques, al respecto señala
lo siguiente:
Para 1924 conoce al botánico Henri Pittier con quien trabajaría en sus
investigaciones científicas en la Universidad Central de Venezuela y establece una
fructífera relación para el bien de la ciencia nacional y para el estudio de la flora
venezolana. En 1942 Francisco Tamayo cursó estudios de fisiología vegetal y
fitogeografía en la Facultad de Agricultura de la Universidad de Buenos Aires. En
octubre de 1943 el Instituto Pedagógico Nacional (IPN) en Caracas, le confiere el
título Profesor de Educación Secundaria y Educación Normal en la especialidad
de Ciencias Biológicas. Posteriormente ingresa como docente, allí realiza
investigaciones de gran relevancia para el país y continuó con sus salidas de
campo, lo que le permitió obtener un conocimiento objetivo de la botánica y de
la situación sociocultural del venezolano. Allí crea el Herbario del Instituto
Pedagógico de Caracas en el año 1971.
Hoyos (2002) manifiesta que varias de las plantas colectadas por Francisco
Tamayo fueron identificadas por especialistas como especies nuevas que
perpetúan su apellido latinizado de Tamayo. Entre las plantas que llevan su
nombre citaremos: Axonopus tamayonis Luces, Erytrina tamayonis
Krukoff, Ichantus
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Asimismo Hoyos señala que Tamayo fue un botánico de campo; recabó datos
etnobotánicos con campesinos, su laboratorio fue la naturaleza. En este sentido,
se infiere que Tamayo coincidió con Morin (2009, p. 82) al reconocer que: “la
relación hombre-medio ambiente natural es, antes que nada, una relación unitaria,
que implica una interacción recíproca entre ambas entidades, que aisladas de su
dialéctica carecen de sentido”.
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Conclusiones
Para concluir se infiere que Francisco Tamayo demostró ser un talento en favor
del desarrollo humano mediante la gerencia del conocimiento ambiental en
Venezuela. Demostró gerenciar su talento, su tiempo y espacio entre la docencia,
la investigación, la extensión y su familia, desempeñándose con academia, amor y
justicia, porque le agradó lo que hacía, para generar conocimiento en favor de la
ciencia en Venezuela. En tal sentido, coincidimos con Hurtado (2005) al
manifestar que las disquisiciones científicas de la actualidad se orientan hacia la
multidisciplinariedad y hacia la interdisciplinariedad, algo presente en toda la obra
de Francisco Tamayo; prueba de ello es que siendo especialista en botánica
escribió y publicó sobre diversos campos del conocimiento; supo gerenciar el
conocimiento ambiental presente en Venezuela. En segundo lugar, creó una
generación en favor del desarrollo humano, específicamente en las ciencia
ambientales y sociales, presentes hoy día en diversas instituciones de educación
superior y educación media, difusores del ideario tamayista en favor del
desarrollo humano. En tercer lugar, coincidimos con Hoyos (2002) al sostener
que en todas las múltiples facetas en las que se destacó Francisco Tamayo, como
sus escritos sobre conservación ambiental, sus aportes etnográficos, folklóricos,
faunísticos, fitogeográficos, lexicográficos, etc., dio a conocer y a valorar la
importancia de la vegetación como sustento y sostén de la vida.
Bibliografía
Arroyo, Miguel; Cruxent, José María y Pérez de Atencio, Sagrario. (1971). Arte
prehispánico de Venezuela. (2a. Ed.) Caracas: Fundación Eugenio Mendoza.
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Moreno, Efraín J. (2006). Francisco Tamayo, vive: Los años del herbario (1971-
1984). En Revista Aula y Ambiente. Año 6. Número 12. IPC-UPEL. Caracas.
pp. 95-106.
Tamayo, Francisco (1949). Estudio del medio xerófilo venezolano. Boletín del
Ministerio de Agricultura y Cría. Caracas.
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