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1.1.1.1.

Clasificación de las alucinaciones

Las alucinaciones suelen clasificarse atendiendo básicamente a tres criterios o


categorías: complejidad con la que se presentan, temas o contenidos sobre los
que versan y modalidad sensorial en la que aparecen. Aquí hemos añadido una
cuarta categoría que denominamos genéricamente como «variantes de la
experiencia alucinatoria», en la que incluimos algunos tipos especiales de
alucinación que, desde el punto de vista de la forma fenomenológica que
adoptan, no serían clasificables exclusivamente según los criterios anteriores.
Por otro lado, téngase en cuenta que el criterio rector de esta clasificación no es
excluyente, esto es, que cualquier experiencia alucinatoria debe evaluarse, en la
práctica, atendiendo a las cuatro categorías mencionadas.

Tienen además la característica de que pueden experimentarse como


experiencias reales o falsas; en este último caso el sujeto sabe que no son
verdaderas, o sea, que está viendo visiones. Esta propiedad permite separarlas
en:

a. Alucinaciones psicóticas, donde el sujeto las incluye dentro de sus ideas


delirantes para formar una experiencia emocional y cognitiva integradora, y
por lo tanto creíble, ya que las experimenta como una realidad objetiva.

b. Alucinaciones no psicóticas, donde las percibe como alteraciones de sus


sentidos y por lo tanto las aísla de su experiencia global, manteniendo un
adecuado juicio crítico sobre ellas.

Una amplia gama de enfermedades médicas provocan alucinaciones, como


infecciones, endocrinopatías, tumores, pero en especial cualquier alteración en
el encéfalo, como encefalitis, meningitis, migraña, etc.

Las alucinaciones pueden ser:

a. Positivas, cuando el sujeto percibe lo que no existe.

b. Negativas, cuando el sujeto no percibe las cosas que sí existen.


Ese último fenómeno es muy común en la hipnosis, en donde se le sugiere que
la silla que tiene a su lado no existe y al regresar de la hipnosis el sujeto no la
ve.

1.1.1.2. Tipos de alucinaciones clasificados según tales categorías

a) Complejidad versus Simplicidad

Se trata de un criterio dimensional según el cual la complejidad que adquieren


las alucinaciones recorre un largo camino que va desde las denominadas
«alucinaciones elementales», esto es, impresiones difusas, sencillas e
indiferenciadas, tales como ruidos, luces, relámpagos, resplandores, zumbidos,
sonidos aislados, etc., hasta la percepción de objetos o cosas concretas (voces,
personas, animales, música, escenas, conversaciones, etc.), calificándose
entonces como alucinaciones «complejas» o «formadas». A diferencia de lo que
se suele creer, la mayoría de las alucinaciones se situarían en el extremo menos
complejo del continuo, esto es, se trata de experiencias poco formadas o
acabadas, más bien elementales.

De todos modos, hay que tener en cuenta un criterio adicional: cuanto menos
formadas están las alucinaciones, más probable es que se deban a causas
bioquímicas, neurofisiológicas o neurológicas, y menos a trastornos mentales
como la esquizofrenia. Por lo tanto, dado que la incidencia de esquizofrenia es
significativamente menor que la de los muchos trastornos causados por
anomalías bioquímicas, neurológicas o neurofisiológicas, no es de extrañar que
las alucinaciones elementales sean más frecuentes que las complejas.

b) Temas o Contenidos
Los temas sobre los que pueden versar las alucinaciones son prácticamente
inacabables, si bien suelen hacer referencia a cualquier temor, emoción,
expectativa, deseo, sensación, recuerdo o experiencia, vivenciadas
anteriormente por el individuo. Como regla general, se puede decir que los
contenidos concretos sobre los que versan las alucinaciones de una persona
están relacionados con sus necesidades, conflictos, temores y preocupaciones
particulares. Pero además, y al igual que sucede en otros muchos fenómenos
mentales, los contenidos de las alucinaciones recogen y reflejan características
culturales propias del medio en que la persona se ha desarrollado (Al-Issa,
1977). Las experiencias religiosas representan un excelente ejemplo de
expresión social de muchos conflictos personales: culpa, vergüenza,
inseguridad, soledad y sentirse insignificante son temas sobre los que
frecuentemente versan las alucinaciones en contextos culturales como el
nuestro. Por otro lado, hay ciertas situaciones o condiciones vitales extremas
que, en cierta forma, predisponen a alucinar sobre contenidos específicos: por
ejemplo, la persona que permanece encerrada en una celda en contra de su
voluntad, puede tener alucinaciones relacionadas con sus verdugos (oír que
hablan de él, escuchar planes sobre cómo torturarlo, e incluso oler cómo el gas
va lentamente invadiendo su celda, o detectar sabores venenosos en la comida).

Finalmente, la mayoría de las veces el tema alucinatorio está ligado al contenido


del delirio, pues no hay que olvidar que en muchos casos ambos trastornos,
delirios y alucinaciones, aparecen conjuntamente. De este modo, el paciente
paranoide que se siente perseguido probablemente experimentará alucinaciones
auditivas en forma de «voces» que le amenazan o que le previenen de los
peligros que le acechan; o el que manifiesta un delirio místico escuchará la voz
de Dios o de la Virgen, posiblemente revelándole algún misterio o indicándole
cómo puede salvar a la humanidad.

c) Modalidad sensorial
Las dos modalidades sensoriales en las que con más frecuencia se
experimentan fenómenos alucinatorios son la auditiva y la visual. Pero también
se pueden dar en las restantes modalidades y, en este aspecto, podemos
encontrarnos con alucinaciones táctiles o hápticas, cenestésicas (somáticas o
viscerales), cinestésicas o de movimiento, gustativas y olfativas.

Además, las alucinaciones pueden presentarse en una sola modalidad sensorial,


o en más de una (hablándose entonces de alucinaciones multimodales o mixtas),
y a excepción de las que se producen como consecuencia de la ingestión de
ciertas drogas, en donde la percepción está alterada casi en su totalidad, lo más
habitual es que las percepciones normales convivan con las alucinadas. Por
último, no hay ninguna modalidad que sea exclusiva de ningún trastorno en
concreto, pero pueden servir de guía algunas indicaciones: las alucinaciones
visuales suelen alertar de un síndrome orgánico cerebral, mientras que las
auditivas son más comunes en la esquizofrenia y otras psicosis funcionales
(Gelder y cols., 1989).

1. Alucinaciones auditivas

Son probablemente las alucinaciones más frecuentes; y dentro de ellas, las más
comunes son las verbales, lo que quizá es una prueba de la importancia que
tiene el habla para los seres humanos como medio de adaptación al ambiente
(Ludwig, 1986). El rango de experiencias alucinatorias en la modalidad auditiva
es muy amplio. Pueden ir desde las alucinaciones más elementales como los
sonidos de ruidos, pitidos, cuchicheos, murmullos, campanas, pasos, etc., y que
reciben el nombre de «acoasmas», hasta alucinaciones más estructuradas y
formadas en las que la persona puede escuchar claramente palabras con
significado. Estas voces alucinatorias fueron denominadas «fonemas» por
Wernicke a comienzos de este siglo. El individuo puede asociarlas a voces
familiares o desconocidas; pueden tener un tono imperativo que el paciente se
ve obligado a cumplir, o simplemente pueden consistir en voces que comentan
las acciones del paciente; pueden hablar en tercera persona o adquirir el carácter
de diálogo o conversación entre dos o más personas; pueden tener una duración
breve o estar produciéndose de manera continua o casi continua; y finalmente,
su contenido puede ser terriblemente amenazador o, por el contrario, amigable.

A diferencia de lo que sucede en aquellas situaciones normales en las que una


persona escucha hablar a terceros, el paciente que experimenta una alucinación
auditiva puede que no manifieste preocupación alguna acerca de su incapacidad
para describir de qué sexo son las voces que oye o el lugar de donde provienen.
En otras ocasiones, sobre todo en la esquizofrenia, el paciente explica el origen
de las voces de diversas maneras: fruto de la telepatía, de los rayos cósmicos,
de la televisión... otras veces aseguran que provienen del interior de su cuerpo:
de sus piernas, de su estómago, de su pecho... Y, finalmente, otros pacientes
son capaces de describir claramente la procedencia, el sexo y el idioma de las
voces. Menos frecuente es la alucinación bilateral antagonista, en la que los
fonemas son diferentes en un oído y otro, agradable en uno y desagradable en
el otro.

Una forma especial de alucinación auditiva es el denominado eco del


pensamiento (Gedankenlautwerden), en el que el paciente oye sus propios
pensamientos expresados en voz alta a medida que los piensa (similar a este
fenómeno es el «eco de la lectura», descrito por Baillarger como una variedad
de alucinación verbal, en la que el sujeto oye la repetición de lo que está
leyendo).

En determinadas circunstancias, en especial cuando el paciente presenta


además delirios, las voces pueden dar órdenes y se habla entonces de
alucinaciones imperativas. Estas órdenes alucinatorias tienen una gran fuerza
sobre la persona que las experimenta, que se siente impelida a ejecutar lo que
le ordena la voz. Esta submodalidad de alucinación auditiva suele aparecer en
la depresión mayor, en psicosis exógenas y en estados orgánicos. Para muchos
autores (por ejemplo, Gelder y cols., 1989; Sims, 1988) las alucinaciones
auditivas son las que tal vez mayor significado diagnóstico tienen, especialmente
cuando el paciente oye voces que le hablan (alucinaciones en segunda persona:
«vas a morir», «eres un cobarde»), o que hablan de él (alucinaciones en tercera
persona: «es homosexual», «quiere llevársela a la cama», «no sabe hablar»).
Las primeras suelen ser más típicas de depresión, en especial cuando hacen
comentarios desdeñosos o despectivos sobre el paciente, mientras que las
alucinaciones en tercera persona son más características de la esquizofrenia. En
este trastorno se pueden producir también el eco del pensamiento y
alucinaciones referidas a voces que anticipan los pensamientos y/o las acciones
del paciente. Esas voces pueden manifestarse tan definidas y nítidas que el
paciente las asume como un percepto normal o, por el contrario, pueden
resultarle desconcertantes e incomprensibles.
Los ejemplos de oír voces son muy variados, y pueden manifestarse de formas
muy diversas:

• En tercera persona refiriéndose a ellos mismos: “Todo el mundo sabe que es


una mala persona”,” Antonio es un borracho”. Comúnmente se distingue una
forma en tercera persona en la que dos o más voces hablan entre sí sin que
el paciente participe, o que se traduce en una vivencia de pasividad y
perplejidad: “Es idiota, no sabe lo que hace”. Una segunda, muy inquietante
para el paciente, consiste en que las voces comentan todo lo que el paciente
hace, lo que en ocasiones genera desconcierto, reacciones agresivas y, a
veces, una negativa incluso a moverse: “Míralo, ahora se levanta, ahora se
mueve hacia el pasillo, ahora se asoma a la ventana…”.

• En segunda persona, dirigiéndose directamente a ellos y, a veces de modo


imperativo: “Quieren arruinar tu vida”, “tu mujer te engala”, “Eres invencible”,
“Te han violado, eres una mierda”, “Mata a tus padres, son los demonios”.

• En forma dialogada, por ejemplo:

Paciente: “Yo no he hecho nada malo”.

Voz: “Eres un hipócrita”

Paciente: “Pero ¿Por qué no me dejas en paz?”

Voz: “Porque tienes que limpiarte de pecados”.

Paciente: “Pero yo no he pecado”.

Voz: “¿Ves? Eres un mentiroso y por eso hay que castigarte”.

Generalmente, las voces expresan contenidos desagradables para los


pacientes, ya que estos suelen comunicar que les insultan, les amenazan, les
hacen reproches, etc. (por ello tienden a resistirse a ellas). En otras ocasiones
las voces hacen comentarios agradables o que animan al paciente, por lo que
resulta una experiencia gratificante que no eluden sino a la que se entregan (más
habituales cuando la psicosis ya lleva tiempo instaurado). En ocasiones, el
paciente esquizofrénico, a diferencia del depresivo, protesta o se rebela contra
las voces, especialmente si éstas hacen comentarios despectivos sobre su
persona o sus comportamientos (Sims, 1988).

En ciertos casos, llegan a oír un diálogo de varias voces hablando de ellos, y


otras veces, es el paciente el que entabla una discusión violenta con sus
“interlocutores”. Esto es muy característico de los estados de embriaguez
alcohólica, del delirium temens y de otros estados anormales secundarios a la
ingestión de sustancias toxicas para el sistema nervioso central. Lo que
habitualmente describen las personas en estos casos son sonidos pobremente
estructurados e incluso inconexos, es decir, alucinaciones elementales que muy
frecuentemente se vivencian como desagradables o amenazantes.

También pueden aparecer fonemas o frases breves que suelen hablar al


paciente en segunda persona, dándole órdenes.

Sin embargo, estas alucinaciones imperativas son habitualmente menos


elaboradas o complejas que las que se producen en la esquizofrenia o en la
depresión mayor.

Estos trastornos son más específicos de las psicosis, en especial de la


esquizofrenia:

Diagnóstico diferencial de las alucinaciones auditivas

a. Trastornos irritativos periféricos del oído medio e interno, nervio auditivo,


tubérculos geniculados mediales y primera circunvolución temporal (área 41 de
Brodmann); en esta última área todavía hay duda de si se pueden provocar
fenómenos auditivos con la estimulación eléctrica, inducidos por parásitos,
neoplasias, epilepsia, lesiones vasculares, etc. Cuando la alteración se localiza
en el lóbulo temporal o en el área 22 y 42 de Brodmann pueden escucharse
frases; Penfield provocó estas manifestaciones experimentalmente estimulando
con un electrodo la superficie y la profundidad del lóbulo temporal.
b. Hipoacusia o anacusia
c. Alteraciones tóxico–metabólicas como la alucinosis alcohólica, psicosis por
anfetaminas, síndromes de abstinencia por depresores (alcohol, barbitúricos,
etc.) y encefalopatías de diversa etiología
d. Esquizofrenia
e. Manía
f. Psicosis orgánicas
g. Depresión psicótica

Alucinaciones simples

Son sonidos sencillos (zumbidos, ruidos), llamados también tinnitus o acúfenos.


Son más comunes en las alteraciones orgánicas centrales o periféricas; son
monótonos, repetitivos y similares. Por lo general no involucran al paciente, sino
que son ruidos sin vinculación alguna.

Las palinacusias son persistencias o recurrencias de sonidos que se escucha-


ron y son producto de lesiones del lóbulo temporal; se les llama también alucina-
ciones auditivas de la memoria.

Caso 8. Epiléptico con crisis parciales y con afectación del lóbulo temporal,
escucha del exterior siempre la misma canción de su infancia.

Alucinaciones complejas

Son voces, música, frases completas o canciones, pero pueden ser palabras
aisladas, como el nombre del paciente; a menudo son imperativas y hacen
comentarios sobre las actividades y pensamientos del paciente; también pueden
hablar unas con otras y referirse al paciente en tercera persona.

Por lo general son insultantes, desagradables, vengativas, agresivas y sus


comentarios son cáusticos. En todos los países del mundo el insulto principal
para las mujeres es que las llamen “prostitutas” u otros conceptos en donde se
dude de su honorabilidad y honestidad, y para los hombres que les llamen
“homosexuales”, “cobardes” o “impotentes”. Cuando las alucinaciones son
amenazantes, los pacientes pueden pedir ayuda a sus familiares o a la policía
por la credibilidad de las amenazas.

Caso 9. Una paciente con esquizofrenia escucha que atormentan a su madre y


a toda su familia; las oye gritar, de manera que es un infierno escucharlas. Las
voces pueden apenas escucharse como murmullos y sin entender lo que dicen;
puede ser una o varias; su contenido puede tener un sentido abierto, oculto o
carecer de él; pueden ser neologismos o frases desorganizadas pero claras,
pertenecer a una persona conocida o desconocida, o no saber si se trata de
hombre, mujer, anciano o niño. Pueden escucharse dentro o fuera de la cabeza;
las que se escuchan dentro invaden la intimidad psíquica del paciente y éste
describe como si se le hubieran metido en la cabeza, alterando sus
pensamientos, impidiendo que sea él, ya que le ordenan, se burlan de él, hacen
comentarios y no lo dejan descansar.

El paciente puede escuchar sus pensamientos (sonorización del pensamiento) a


manera de eco, de tal suerte que puede sentir que se los trasmiten desde fuera,
y ya dentro se hacen sonoros; o al sonorizarse los escuchan los demás y por ello
imagina que le adivinan el pensamiento.

Caso 10. Esquizofrénico crónico controlado con antipsicóticos señala que en su


cabeza aparecen pensamientos como “horno” o “quema”; ello le provoca mucha
angustia porque lo relaciona con quemar a los judíos, y como su jefe es judío y
lo ha ayudado mucho, siente que es desleal de su parte tener esos pensamientos
y que pudieran oírse. Cuando las alucinaciones son claras y se escuchan desde
fuera, el paciente puede atribuir los insultos a la gente que pasa, y como
respuesta ser agresivo con ellos; en estos casos el paciente responde a la
agresión que escucha.

Caso 11. Un esquizofrénico de poco tiempo de evolución escuchaba que le


“mentaban la madre” cuando manejaba su automóvil, por eso tomó un tubo y le
rompió el parabrisas al auto de al lado.
Caso 12. Un sujeto escucha las voces dentro de su cabeza y las interpreta como
un mensaje divino. Se trata de un chofer que conducía al rastro un camión
grande lleno de cerdos; escuchó que la Virgen de Guadalupe le decía que se
estrellara contra una barda, lo que provocó una catástrofe. Este conductor
abusaba de las anfetaminas para poder mantenerse despierto al manejar y por
ello tuvo una psicosis tóxica.

El paciente puede localizar la voz en distintas partes del cuerpo (rodillas, pies,
corazón, estómago) o en su ropa; también en los muebles, árboles, todo tipo de
animales, así como en las personas.

Es frecuente que el paciente con esquizofrenia crea que las alucinaciones


auditivas son las voces de un grupo portavoz de alguien poderoso; por ejemplo,
el Demonio, un dictador, Dios, un santo, y en México la Virgen de Guadalupe
(“siente que la Virgencita le habla”).

Caso 13. Paciente femenino de 23 años de edad con inteligencia límite y


periodos psicóticos temporales percibe que su corazón le habla, repite sus
pensamientos, le comenta sobre lo que sucede y la agrede diciéndole que es
“volteada” (homosexual) y que es una anciana. Antes de retirarse la voz le dice:
“¡Cambio y fuera!”

Una diferencia importante entre las alucinaciones de los esquizofrénicos y de los


epilépticos es que en los primeros su contenido es muy variable, comentan sobre
la conducta del paciente y éste responde, estableciéndose un diálogo. En
cambio, en los epilépticos la voz es ocasional, monótona, como si fuera un disco
que tiene su propio tema y no se involucra en el quehacer y los pensamientos
del paciente. (Bonilla, 2013)

2. Alucinaciones visuales
Las alucinaciones visuales se presentan, sobre todo, en personas que padecen
trastornos orgánicos- cerebrales (lesiones del lóbulo occipital, epilepsia),
enfermedades oculares y del nervio óptico, infecciones agudas, intoxicaciones
graves (alcoholismo), pero también en pacientes con trastorno mental e incluso
en personas sanas. En la práctica clínica es útil considerar que las alucinaciones
visuales (sobre todo si es el único fenómeno observado) suelen estar más
relacionadas con trastornos orgánico-cerebrales; por el contrario, las
alucinaciones auditivas (sobre todo si es el fenómeno dominante) se observan
en mayor medida en los cuadros psicóticos funcionales. No obstante, las
alucinaciones visuales también pueden aparecer en la esquizofrenia e incluso en
las depresiones graves. En culturas africanas sucede al contrario: en las psicosis
funcionales sobresalen las alucinaciones visuales, no las auditivas.

Los alcohólicos suelen ver objetos móviles, animales (zoomórficas, zoopsias y


microzoopsias) y personas de pequeño tamaño, caras grotescas que se burlan
de ellos. Algunos pacientes gravemente deprimidos, bajo un estado mental en el
que predominan los sentimientos de culpa, pueden ver rostros de demonios o
figuras de esqueletos. Entre los epilépticos, pueden observarse estados de
éxtasis con visiones extrañas (aura), a veces de carácter religioso, lo cual sucede
también, pero con mucha menos frecuencia, en ciertos pacientes
esquizofrénicos y en personalidades histriónicas (histéricas) muy
sugestionables.

Origen de las alucinaciones visuales

Ocular

Cuando se reduce o se elimina la visión, como en la ceguera por enucleación,


traumatismo o después de una cirugía; cuando el individuo permanece con los
ojos cerrados por un periodo largo aparecen luces brillantes, colores, sombras y
cuadrículas, excepcionalmente rostros y otras imágenes complejas. También
aparecen alucinaciones simples cuando se presionan los globos oculares,
observándose patrones simétricos multicolores y fosfenos (luces) con la
hipertensión arterial.

Central

Los procesos irritativos por infarto, neoplasia o parásitos (cisticercos) de toda la


vía visual pueden provocar alucinaciones simples como colores, luces y siluetas.
Las percepciones pueden llegar a ser más complejas cuando afectan la corteza
cerebral occipital, así como las zonas temporales y parietales posteriores. Estos
procesos irritativos pueden desencadenar una epilepsia clínica y se relacionan
con experiencias pasadas, similares a las que provocó Penfield en sus trabajos
de estimulación cortical, donde el sujeto se involucra emocionalmente con la
experiencia.

Caso 6. Epiléptico joven que tiene una crisis de agitación psicomotora; asusta-
do, pide ayuda para no ser quemado por inmensas llamas que lo persiguen y lo
acechan, señala donde están y aterrado se protege detrás de nosotros.

En el caso de las lesiones del tallo cerebral (alucinosis peduncular), al parecer


es la alteración de los procesos del sueño y la vigilia la que provoca
alucinaciones no psicóticas, señalando el sujeto que ve las imágenes como una
película frente a sus ojos, fenómeno que lo divierte. También se presentan
sinestesias auditivo– visuales con lesiones del tallo.

En epilepsia de lóbulo temporal pueden presentarse macropsias, micropsias,


dismegalopsias y dismorfopsias; en este caso no son alucinaciones, sino que los
objetos reales se perciben distorsionados. En ataques de pánico las personas
pueden percibir algunas cosas demasiado cerca, como rostros, algunos edificios;
en ocasiones el paciente acude con el oculista.

En la narcolepsia las alucinaciones visuales son síntomas propios de la


enfermedad (además de los ataques de sueño, cataplexia y parálisis del sueño)
y se relacionan con patrones electroencefalográficos de sueño REM; en estos
casos, como en el delirium, se considera las alucinaciones como una intrusión
de los sueños en la vigilia, debido a una alteración en el funcionamiento del tallo
cerebral.

Alucinaciones visuales simples

A menudo son patrones geométricos y se presentan de preferencia en la periferia


del campo visual. Los pacientes señalan que perciben como si tuvieran una
pantalla cerca de los ojos, pueden ver que los objetos se mueven, vibran, pulsan
o se derriten. El fenómeno dura de segundos a horas y este patrón es frecuente
con el uso de cocaína. En la migraña las alucinaciones son como una banda en
forma de zigzag, coloreada, con escotoma de hemicampo, macropsias y
micropsias, pero pueden ser alucinaciones más complejas.

Fenómenos endópticos

Se refiere a la visualización de las estructuras propias del ojo que suceden


cuando la luz incide de manera especial; por ejemplo, patrones geométricos con
bandas horizontales debido a los pliegues del epitelio corneal que cambian con
los movimientos del párpado, así como otras manchas móviles por el fluido y
moco lagrimal. También se observan hilos enmadejados por las proteínas del
vítreo y humor acuoso.

Fosfenos

Son relámpagos que se ven mejor en la oscuridad y se provocan por estímulos


neuronales en la retina, el cuerpo geniculado lateral y la corteza visual primaria
(17 de Brodmann). Aparecen como manchas, discos, patrones geométricos que
cambian de disposición y color; se presentan con el movimiento o presión del
globo ocular y reflejan la anatomía retiniana.

Poliopía

Se percibe una imagen más de dos veces, ya que la duplicación se llama


diplopía. La poliopía se presenta con diversas alteraciones del sistema nervioso
central y el uso de cocaína y otros estimulantes.

Tóxico–metabólicas

En el delirium, que por lo general es de corta duración, se presentan


alucinaciones psicóticas donde el sujeto se involucra emocionalmente con el
contenido de las percepciones. En el delirium tremens se ven animales
(zoopsias) pequeños que se arrastran, como lagartijas, víboras, ratones, arañas
o insectos. En este trastorno también se presentan las alucinaciones sugeridas:
cuando al sujeto se le proporciona una hoja en blanco, puede “leerla”, o si se le
dice que tenemos un ratón cogido por la cola, puede “verlo”. Gran cantidad de
fármacos pueden provocar alucinaciones visuales, entre ellos los alucinógenos
(LSD, psilocibina, mezcalina, cannabinoles y fenciclidina), los anticolinérgicos
muscarínicos, los anestésicos generales y algunos anti- bióticos, entre otros.
Además, cualquier droga que provoque un estado confusional también puede
provocar alucinaciones.

Psicóticas

En estos casos las alucinaciones visuales pueden ser elementales o de escenas


completas (como personas, animales y objetos), estáticas o móviles, en blanco
y negro o a color, imágenes conocidas o desconocidas. Se presentan con el
sujeto con los ojos abiertos o cerrados, ya sea sobre el campo visual real,
incluidos con el resto de las percepciones normales, o en un campo subjetivo,
como un ojo interior; o sólo aparecen las alucinaciones, en tanto que los objetos
reales no son percibidos. Por lo general se acompañan de otras alucinaciones,
como las auditivas o táctiles, pero pueden presentarse solas e independientes.
Caso 7. El paciente puede ver en el espejo que su cara está deforme, a veces
tiene la nariz afilada como la de un “homosexual” y sus facciones son muy
femeninas, para verse después con la nariz ganchuda y un rostro horrible.

Disociativas

Aquí aparecen imágenes detalladas con el contenido del origen del estrés pos-
traumático, como cuando el paciente fue agredido, secuestrado o estaba en
combate. La forma más común son los flash–backs intrusivos del evento
traumático y con participación de los otros sentidos (táctiles, olfatorios,
gustativos, etc.), o sea, son multimodales.

Normales
Durante el sueño las alucinaciones son normales. Muchos sujetos sanos han
manifestado tener alucinaciones, desde Sócrates hasta Napoleón, y la mayoría
de las veces se relacionan con eventos religiosos.

Otras personas escuchan además melodías o su nombre; en estos casos el


sujeto convive sin angustia ni incomodidad con estas manifestaciones y en la
mayoría de casos tienen un buen juicio crítico sobre ellas.

Bajo hipnosis el sujeto puede ver lo que se le sugiere (alucinaciones positivas) o


puede dejar de ver las cosas que existen (alucinaciones negativas). (Bonilla,
2013)

Al igual que sucede en la modalidad auditiva, los fenómenos alucinatorios que


se presentan en la modalidad visual son también muy variados. Unas veces se
trata de imágenes puramente elementales, denominadas fotopsias o fotomas
(Scharfetter, 1977) y que consisten en destellos, llamas, círculos luminosos, etc.,
bien inmóviles, bien en continuo movimiento.

Pueden presentarse también con caracteres geométricos o ser de tipo


caleidoscópico y estar integradas, a veces, con colores muy vivos y luminosos,
o por el contrario ser incoloras.

En otras ocasiones las alucinaciones visuales son complejas (figuras humanas,


escenas de animales conocidos o fabulosos, etc.), y pueden tener un tamaño
natural o presentar un tamaño reducido (alucinaciones liliputienses —las cuales
suelen ser experimentadas con agrado—) o gigantesco (gulliverianas). Estas
experiencias no hay que confundirlas con la micropsia ni con la macropsia, es
decir, con distorsiones perceptivas, ya que en estas últimas el campo perceptivo
real se ve a escala reducida o aumentada, respectivamente, y no se trata, como
en el caso de las alucinaciones anteriores, de «alucinar» objetos, personas o
animales (enanos o gigantes) dentro del marco perceptivo normal.
Las alucinaciones visuales, en general, poseen cierta perspectiva, lo que lleva a
la persona a experimentarlas con un mayor realismo, aunque pueden aparecer
superpuestas a objetos, paredes, muros, etc. En algunas ocasiones, cuando las
alucinaciones están intensamente coloreadas se acompañan de un tono afectivo
de exaltación o euforia, como ocurre en las visiones de los delirantes místicos en
estado de éxtasis, o pueden tener un tono afectivo «pasional», como su ce de
en los delirios eróticos. Estas alucinaciones visuales complejas aparecen en
forma de visiones escénicas, similares a las imágenes de los sueños, como
sucede con las manifestaciones alucinatorias que se dan en los estados
confusionales y en los delirios tóxicos, en los que su contenido y tono afectivo
suele ser sobrecogedoras y terroríficas. Ejemplos muy típicos de alucinaciones
escenográficas son las visiones religiosas del infierno o las de la crucifixión de
Cristo.

Una variedad de experiencia alucinatoria visual poco usual es el fenómeno de la


autoscopia (Doppelgänger) que consiste en verse a sí mismo como un doble
reflejado en un cristal, a menudo con una consistencia gelatinosa y transparente,
con el conocimiento de que la figura humana que se está viendo es uno mismo,
por lo que a veces se le conoce también con el nombre de «la imagen del espejo
fantasma». La experiencia suele ser muy breve, y se acompaña de un fuerte
estado de ansiedad y de temor. La causa es una lesión en el cuerpo calloso,
epilepsia (se observa en el aura), tumores cerebrales o intoxicaciones por
drogas, aunque también se ha observado en personas sanas en un estado de
fatiga extrema o en momentos previos al sueño. Se ha observado como
fenómeno asociado a estado disociativos del tipo despersonalización,
desrealización, déja vu e incluso conversión. En la autoscopia negativa sucede
lo contrario: el paciente no se ve a sí mismo cuando se refleja su imagen en un
espejo. Este tipo de alucinaciones pueden darse en los estados orgánicos, como
la epilepsia del lóbulo temporal, o en la esquizofrenia, si bien en esta última
suelen tomar la forma de pseudoalucinaciones.

En nuestra cultura, las alucinaciones visuales son más características de los


estados orgánicos agudos con pérdida de conciencia, como en el delirium
tremens, en el que la alucinación más frecuente es la de ver toda clase de
animales repugnantes, vivenciándolo con verdadero terror, y por supuesto en los
estados producidos por los alucinógenos, con todo el despliegue visual que
provocan estas drogas. En cambio son poco comunes en la esquizofrenia,
aunque puede suceder que las alucinaciones auditivas que presentan estos
pacientes se acompañen de pseudoalucinaciones visuales (Sims, 1988).

El síndrome de Charles Bonnet se caracteriza por alucinaciones exclusivamente


visuales en personas de edad avanzada con pérdida visual progresiva. A
menudo se trata de imágenes muy llamativas o ridículas, que ocasionan poca
ansiedad, sin otros fenómenos extraños, con clara conciencia y critica del
fenómeno (por lo que encaja mejor en la experiencia alucinatoria alucinósica).

3. Alucinaciones olfativas

Estas alucinaciones no son muy frecuentes, y lo serían aún menos si tuviésemos


en cuenta que, a veces, se toman como alucinaciones lo que en realidad son
ilusiones interpretadas de un modo delirante por el sujeto. De ahí que para estar
completamente seguros de su presencia sea importante observar al paciente en
el preciso momento en que está experimentando la alucinación, prestando
especial atención tanto a su actitud como a los movimientos que realiza.

Las alucinaciones olfativas pueden darse en la depresión, en la esquizofrenia,


en la epilepsia (aparecen en el aura, justo antes de tener el ataque) y en otros
estados orgánicos, como las lesiones en el uncus del lóbulo temporal. Por lo
general, los sujetos que la sufren dicen «oler» algo extraño, casi siempre
desagradable, y con un significado especial, como por ejemplo estar siendo
envenenados con gas, anestesiados, etc. Y por lo que se refiere a la
interpretación de estas experiencias, los pacientes pueden atribuir la
procedencia de los olores al mundo exterior, por lo que los juzgan como una
agresión o persecución. Otros, por el contrario, mantienen que son ellos mismos
los que producen y emiten los olores, lamentándose de que se extenderán por
toda la casa o incluso por la ciudad. Lo más común, con todo, es que estas
experiencias aparezcan conjuntamente con las siguientes, es decir, con las
alucinaciones gustativas, imitando en gran medida lo que suele sucedernos a
todos en condiciones normales (el olor y el gusto son dos sentidos que, en
muchos casos, se activan ante el mismo tipo de situaciones y/o estímulos, como
la comida).

Las alucinaciones olfativas aisladas y desagradables se aprecian en el


alcoholismo crónico, la abstinencia, el delirium trémens e intoxicaciones por
alucinógenos. Se observan en el aura epiléptica, en el aura de la migraña y en
la enfermedad de Parkinson. También se han descrito alucinaciones olfativas
agradables con conciencia del fenómeno en un pequeño grupo de personas con
trastornos de la alimentación.

4. Alucinaciones gustativas

Las personas que experimentan este tipo de alucinaciones perciben gustos


desagradables (a podrido, a excrementos, a sustancias tóxicas, etc.), y las
pueden atribuir tanto a una fuente exterior como a su propio cuerpo (por hallarse
podrido interiormente, por padecer un proceso destructivo de sus órganos
internos, etc.). Aunque son poco frecuentes (Gelder y cols., 1989), pueden darse
en diversos trastornos (histeria, alcoholismo crónico, epilepsia del lóbulo
temporal, episodios maníacos, etc.), si bien son más típicas de la esquizofrenia,
las depresiones graves y los estados delirantes crónicos. Pero también pueden
sugerir epilepsia del lóbulo temporal, irritabilidad del bulbo olfatorio e incluso un
tumor cerebral. Si ocurren en la esquizofrenia es habitual que se acompañen del
delirio de ser envenenado. También puede darse el caso de que el paciente se
queje de que lo que come no tiene gusto a nada o de que sabe desagradable (lo
que también puede ocurrir en la depresión).

La reacción del enfermo ante este tipo de alucinaciones es la misma que


mostraría un sujeto normal que experimentara las sensaciones
correspondientes, y por tanto se comportará de acuerdo con la temática de su
deliro, si es que lo tiene. Así, si se trata de un paciente que se siente perseguido,
seguramente se negará a ingerir ciertos alimentos por considerarlos
envenenados o contaminados por sus perseguidores, dado los sabores extraños
que nota en la comida. Además, dada la naturaleza de la «sensación» suelen ir
acompañadas de alucinaciones olfativas.

5. Alucinaciones táctiles o hápticas

Las alucinaciones táctiles se refieren a sensaciones en la piel o sensaciones de


contacto. Clásicamente se ha denominado a dichas sensaciones hápticas
(cuando se perciben pinchazos, el roce, caminar o picar de insectos, corrientes
de aire, picor, sensaciones térmicas, descargas eléctricas, etc.), hígricas
(cuando se percibe la sensación de humedad o de tener agua sobre la piel) y de
contacto (cuando se perciben contactos con otras personas o la sensación de
ser tocado por alguien).

La percepción alucinatoria puede estar localizada en amplias zonas de cuerpo


como la piel o, por ejemplo, en los genitales. Algunos pacientes tiene dificultades
para describir la sensación y se refieren a ella diciendo, por ejemplo: “lo que noto
es que me corre por la piel como una corriente eléctrica”. Pero otros las describen
con todo detalle: “me soplan por detrás de la cabeza un viento tan frio que siento
que me voy a congelar”; o “¡Malditos bichos! No dejan de moverse por debajo de
la piel y de picarme por todas partes”; o “Alguien me ha echado un cubo de agua
por la cabeza y estoy completamente mojado”. También pueden sentir que les
estrangulan, les atraviesan la piel con pinchos, les queman o les agarran con
fuerza. En el delirium trémens se ha observado la alucinación háptica activa
relativa a que el paciente toca insectos o hilo, es decir, no vivida de forma pasiva,
como ser tocado o rozado.

Las sensaciones de contacto suelen localizarse en las zonas erógenas y más


frecuentemente en mujeres. Así, por ejemplo, sentir que “le acarician el pecho”,
“que le tocan sus partes”, “le lamen los pezones”, etc. En ocasiones, estas
percepciones se complican extraordinariamente, como veremos enseguida,
cuando la sensación se amplia y se mezcla con alucinaciones cenestésicas, ya
que existen frecuentes transiciones y asociaciones entre las alucinaciones
táctiles y las cenestésicas y cinestesicas.
Normalmente, estas sensaciones se presentan en pacientes con patología
organiza o con lesiones cerebrales difusas, pero también en algunos pacientes
psicóticos con pensamiento delirante.

Se han observado diversas modalidades: alucinaciones térmicas, en las que hay


una percepción anormal y extrema de calor o frío; hídricas, o percepción de
fluidos («toda la sangre me está cayendo por las piernas, y tengo el pecho lleno
de agua»); parestesias, o sensaciones de hormigueo, que por supuesto pueden
tener un claro origen orgánico, pero que el paciente explica de un modo delirante;
y aquellas en las que el paciente tiene la falsa sensación de haber sido tocado
por algo, incluida la estimulación genital. Así, un paciente señalaba: «Voy por la
calle y si alguien me mira entonces pellizca mis testículos...; no lo puedo evitar».
Se dan con más frecuencia en la esquizofrenia. Una forma específica de
alucinación háptica es lo que se conoce con el nombre de formicación, es decir,
la sensación de que pequeños animales o insectos reptan por debajo o encima
de la piel.
También se han catalogado como delirios dermatozoicos, zoopáticos o
enterozoicos. Este tipo de alucinación es especialmente característico de
estados orgánicos, como la abstinencia del alcohol o la psicosis cocaínica. En
muchos casos son indistinguibles de las alucinaciones corporales que
examinamos a continuación.

6. Alucinaciones sobre sensaciones procedentes del propio cuerpo


(corporal, somático, cenestésico o visceral)

Se incluyen aquí alucinaciones que remiten a sensaciones peculiares que el


paciente considera como procedentes casi siempre del interior de su propio
cuerpo, o que afectan a sus órganos internos y externos (por ejemplo, los
genitales), o a sus miembros más distales (brazos, manos, cabeza, piernas,
pies). Así, por ejemplo, un paciente puede decir que las venas se le salen, se le
enrollan y se le hacen una burbuja, o manifestar sensaciones de estar petrificado,
disecado, vacío, hueco, de sentir que por dentro es de oro, de piedra, que su
cuerpo o partes de él se están deformando o desfigurando, o cambiando de
forma o de tamaño, que sus genitales se han reducido, etc. Suelen estar
presentes en la esquizofrenia junto con todo tipo de delirios bizarros. Una
variante poco frecuente de alucinación somática visceral es la que se asocia a
los delirios zoopáticos, en los que el paciente está convencido de que algún
animal se arrastra por su cuerpo y, aunque no lo puede ver, es capaz de
describirlo con detalle. También pueden creer que el animal está dentro de ellos
y vaga con libertad por su cuerpo.

Diversos autores están de acuerdo en señalar que, sea cual sea la causa de
estas alucinaciones, están relacionadas con una alteración de la conciencia del
Yo en su vertiente somática o «Yo corporal». Esta alteración de la conciencia del
Yo corporal lleva a que el propio cuerpo se perciba de una manera especial. No
obstante, para poder hablar de verdaderas alucinaciones no basta con esta
especie de despersonalización en la esfera somática, sino que es necesario que
el sujeto tome esas falsas sensaciones como reales, debido a la pérdida del juicio
de la realidad. De no ser así, no se podría hablar de auténticas alucinaciones,
sino de falsas sensaciones o de extrañamiento en el ámbito corporal, tal y como
manifiestan algunas personas con trastornos emocionales.

Las alucinaciones cenestésicas, o referida a la sensibilidad general del


organismo interno y de las vísceras, se presentan como sensaciones producidas
por entidades distintas del individuo que las sufre. Una regla sencilla suele ser
útil en la práctica clínica: mientras que las alucinaciones táctiles se dan en el
espacio externo (con el limite más o menos en la piel), las alucinaciones
cenestésicas se observan en el espacio interno: el intestino, dolores diversos,
amplios y cambiantes, movimiento (que el paciente vive) sin control en los ojos
o el cerebro apretujado.

Deben distinguirse de las percepciones normales, como el peristaltismo


estomacal o intestinal propio de la función digestiva o de la sensación de apetito.
Así, por ejemplo, los enfermos pueden decir que “una mano invisible les aprieta
el corazón”, o que “tienen un bicho en el estómago”, o que “les han quitado los
intestinos” o “que les están moviendo el cerebro”.
Pero la cenestesia patológica más compleja es la que se refiere a la sensación
de tener contacto sexual con otra persona. De hecho, además de describir
sensaciones táctiles eróticas, como antes se dijo, algunos pacientes pueden
llegar a decir que, al “apagarse la luz de la habitación y quedarse solo, sienten
que alguien entra y se les sube encima, violándolos aunque ellos no quieran”.
En algunas ocasiones, las sensaciones es vivida tan intensamente que la
persona llega a experimentar un orgasmo. Lo cual puede ser muy interesante
desde un punto de vista psicopatológico, sobre todo si con anterioridad a
desarrollar el trastorno mental era una persona con problemas de impotencia o
frigidez. Obviamente, estos casos se inscriben en el contexto de lo que se llama
delirio sexual.

7. Alucinaciones cinestésicas

Las alucinaciones cinestesicas o kinestesicas se refieres a sensaciones de


motricidad del cuerpo y se presentan en los cuadros por intoxicación de
alucinógenos y en algunas esquizofrenias paranoides. Por ejemplo: “me levantan
del suelo”, o “me ponen a levitar por la habitación”, o “me empujan con fuerza
por detrás y no puedo evitar tropezar o caerme”. Como en los casos anteriores,
deben distinguirse de sensaciones normales que todos percibimos, como los
movimientos espontáneos durante la transición dela vigilia al sueño, cuando
tenemos la sensación de que nos caemos o nos hundimos en la cama, y
viceversa, del sueño a la vigilia. Obsérvese que, nuevamente, el movimiento se
refiere a un espacio externo (algún miembro o todo el cuerpo) y no a movimientos
en el interior del organismo que se toman como alucinaciones cinestesicas.

Hacen referencia a percepciones de movimiento de ciertas partes del cuerpo que


realmente no se están moviendo. Los sujetos que experimentan este tipo de
alucinación tienen una vivida sensación de que su cuerpo, o partes de él, se
mueven, que sus músculos se contraen, que sus brazos se levantan, que sus
piernas giran o se retuercen, que su cuerpo vibra o tiembla, etc., sin que el
observador pueda constatar que se produce el más ligero movimiento. Aunque
estas alucinaciones se pueden presentar en la esquizofrenia, se dan con mayor
frecuencia en pacientes con trastornos neurológicos.

Este es el caso, por ejemplo, de la enfermedad de Parkinson, en la que antes de


que se manifieste el temblor característico estos enfermos experimentan con
frecuencia la sensación de que están temblando interiormente. También se han
descrito alucinaciones de este tipo ante la retirada de tratamientos
psicofarmacológicos con benzodiacepinas.

d) Variantes de la experiencia alucinatoria

1. Pseudoalucinación

La conceptualización de las pseudoalucinaciones ha originado una enorme


discusión en psicopatología desde que fueron descritas por Griesinger en 1845
bajo el nombre de alucinaciones pálidas. Posteriormente, en 1866 Kahlbaum las
denominó como alucinaciones aperceptivas, y Hagen, en 1868, les dio el nombre
que actualmente mantienen, pseudoalucinaciones. La complejidad de estas
experiencias perceptivas radica en que se encuentran a medio camino entre las
imágenes y las alucinaciones, puesto que comparten características
fenomenológicas de ambos tipos de experiencia mental. Es decir, que tienen un
reconocimiento de subjetividad por parte del que las experimenta (ocurren en el
espacio subjetivo interno, como las imágenes), tienen los mismos elementos
sensoriales de las alucinaciones (viveza, frescura sensorial, etc.) y no dependen
de la voluntad de la persona para ser experimentadas, como sucede con las
alucinaciones (Aggernaes, 1972; Jaspers, 1975).

Las pseudoalucinaciones se producen normalmente en las modalidades auditiva


y visual, y se suelen asociar a estados hipnagógicos e hipnopómpicos (ambos
relacionados con el dormir), trance, fatiga, privación sensorial y al uso de drogas
(fundamentalmente alucinógenos): es decir, suelen aparecer ligadas a
situaciones en las que se produce una disminución de la claridad de la
consciencia o una disminución del estado normal de alerta. La nota más
característica de estas experiencias es la ausencia de la convicción de realidad
por parte de la persona, lo que la lleva a describirlas como visiones,
imaginaciones, ensimismamientos, etc. A diferencia de las alucinaciones, estas
experiencias pueden darse en personas «sanas» en momentos de crisis. Así,
por ejemplo, una viuda puede «oír» la voz de su marido muerto, o sus pasos, o
«verle» sentado en su sillón preferido, o paseando por la calle. Estas
experiencias han sido descritas como alucinaciones de viudedad, pero tal vez
sería mejor clasificarlas como pseudoalucinaciones (Sims, 1988), ya que la
persona que las sufre no las considera «reales». La mayoría de las definiciones
sobre estos fenómenos han surgido a partir de los escritos de Jaspers, quien a
su vez se basó en los trabajos de Kandinsky. Según Jaspers, (1975), las
pseudoalucinaciones son una clase de imágenes mentales que, aunque claras y
vividas, no poseen la sustancialidad (leibhaftigkeit) de las percepciones; se dan
sin ausencia de consciencia y se localizan en el espacio subjetivo interno, esto
es, son descritas como percibidas con el ojo (u oído) «interior». En suma, para
Jaspers las pseudoalucinaciones debieran ser consideradas como un tipo
especial de imagen mental, más que como una verdadera alucinación. Esta
definición ha hecho que algunos autores utilicen el término «pseudoalucinación»
cuando un paciente sufre de alucinaciones, pero no las considera reales. De
hecho, como señala Reed (1988), las personas que experimentan
pseudoalucinaciones no describen sus perceptos como escenas reales, sino que
se refieren a ellas como «visiones».
Uno de los autores que más ha trabajado sobre este tópico ha sido sin duda
Sedman (1966), quien revisó la literatura al respecto y ofreció un informe de su
propia investigación con 72 pacientes. Sedman confirmó la existencia de
pseudoalucinaciones al modo jasperiano; sin embargo, también encontró
pacientes que sufrían alucinaciones, pero luego las definían como tales, es decir,
como experiencias subjetivas y no como percepciones auténticas. Informes de
este tipo han suscitado la cuestión de si esta clase de experiencia se ha de
considerar como pseudoalucinación o como una verdadera alucinación. Según
Sedman, la cuestión estribaría en la cualidad de realidad de la experiencia; es
decir, a menos que el sujeto informe de que su experiencia es tan vivida y
convincente como una percepción real, se ha de hablar de pseudoalucinación.
En otras palabras, para que el clínico pueda clasificar una experiencia como
alucinatoria, la persona que la experimenta no debería tener dudas o sospechas
acerca de la naturaleza perceptiva de la experiencia que está teniendo.

En esta misma línea, Kräupl-Taylor (1981) señala que el término


«pseudoalucinación» se ha utilizado de dos modos: por un lado, para hacer
referencia a alucinaciones que un sujeto reconoce como percepciones no reales
(pseudoalucinaciones percibidas), y por otro, para referirse a imágenes
introspectivas de gran viveza y nitidez (pseudoalucinaciones imaginadas). El
problema surge cuando el paciente intenta explicar su experiencia, ya que puede
atribuir equivocadamente una experiencia interna a una realidad externa, debido
a la claridad o la viveza con que la ha experimentado.

Un planteamiento diferente y probablemente más cercano a lo que en realidad


sucede es el de Hare (1973). En su revisión sobre el tema señalaba que la
diferencia entre alucinación y pseudoalucinación depende, en gran parte, de la
ausencia o presencia de insight. Y si tenemos en cuenta que el insight es, la
mayoría de las veces, un fenómeno fluctuante y parcial, no debería ser
considerado como una cuestión de todo o nada, sino de grado. A este respecto
hay que recordar que ya el mismo Jaspers señalaba que se podían dar
transiciones graduales entre verdaderas alucinaciones y pseudo alucinaciones,
lo que en términos actuales se podría explicar apelando a la existencia de un
continuo o dimensión de convicción de realidad de la experiencia alucinatoria,
aplicable por lo demás a la práctica totalidad de las experiencias mentales que
se acompañan de juicios de realidad. Por ejemplo, las convicciones que
poseemos sobre algo no son clasificables casi nunca en términos de todo o nada.
Del mismo modo, cuando nos imaginamos una escena o una posible situación
no siempre la imaginamos con la misma rapidez, ni con la misma claridad, ni con
el mismo número de detalles.

Además, imágenes más vividas y realistas conviven en nuestra mente con otras
más difusas o poco estructuradas.
Por lo tanto, es razonable pensar que algo similar sucede con las alucinaciones
que son, en definitiva, imágenes mentales.

Desde este punto de vista es posible que Hare tenga razón cuando afirma que
el concepto de pseudoalucinación es superfluo. Puede que más que hablar de
pseudoalucinaciones fuera más útil, en la práctica, calificar las experiencias
alucinatorias según criterios dimensionales de claridad perceptiva, convicción,
juicio de realidad, duración, etc.

Abundando en esta línea de razonamiento, Slade y Bentall (1988) han señalado


el problema que se presenta en aquellos casos en que el paciente ha
experimentado repetidamente alucinaciones en el pasado y, aunque la
alucinación actual tenga toda la fuerza e impacto de una percepción real, esta
persona pudo haber aprendido de sus experiencias previas que lo que está
experimentando es una alucinación. No olvidemos que la experiencia
alucinatoria se comunica verbalmente y requiere de la introspección por parte
del que la experimenta. Si una persona ha sufrido alucinaciones en repetidas
ocasiones, es probable que la comunicación verbal de estas experiencias haya
tenido como consecuencia desde el ingreso en un hospital y/o la prescripción de
psicofármacos u otros tipos más o menos agresivos de intervención terapéutica,
hasta la reetiquetación por parte del clínico de esa experiencia como imaginada.
En consecuencia, no es en absoluto de extrañar que el paciente haya aprendido
de su experiencia y acompañe el informe de sus alucinaciones actuales con una
cierta dosis de incredulidad. Según este tipo de planteamientos, Slade y Bentall
(1988) señalan que para que una experiencia sea calificada como alucinación en
estos casos, sólo se requiere que la experiencia se parezca en todos los
aspectos a la percepción real correspondiente, pero sin exigir necesariamente
que el sujeto crea que pertenece al mundo exterior.

1. Alucinación funcional

En este caso, un estímulo causa y/o desencadena la alucinación, pero este


estímulo es percibido al mismo tiempo que la alucinación y en la misma
modalidad sensorial. Así, un paciente puede oír la voz de Dios al mismo tiempo
que oye las campanadas del reloj; cuando las campanadas cesan deja de oír
esa voz. No se trata de una interpretación errónea de un estímulo externo (las
campanadas en el ejemplo), como suele ocurrir en algunas ilusiones, ya que
dicho estímulo se percibe correctamente. Lo que ocurre aquí es que la
percepción correcta del estímulo se superpone a la alucinación. Es por esto
mismo por lo que se denomina funcional, ya que la aparición de la falsa
percepción está en función de estímulos externos, apareciendo y
desapareciendo con ellos. Es frecuente en la esquizofrenia, sobre todo en
pacientes crónicos.

2. Alucinación refleja

Según Hamilton (1985) se trata de una variedad mórbida de la sinestesia en la


cual una imagen, basada en una modalidad sensorial específica (por ejemplo, la
imagen de un rostro humano), se asocia con una imagen alucinatoria basada en
otra modalidad sensorial diferente (por ejemplo, sentir una punzada en el
corazón). Es decir, un estímulo perteneciente a un campo sensorial determinado
produce (o activa la aparición de) una alucinación en otra modalidad sensorial
diferente. Por ejemplo, un paciente puede sentir dolor cuando otra persona
estornuda y estar convencida de que es el estornudo el que causa su dolor. Otra
paciente sentía en el estómago las notas que estaba tomando su médico durante
la entrevista.
Una persona decía: “Puedo escuchar la musicalidad de los colores y ver las
ondulaciones de la música.”

Aquí es importante hacer una distinción con las metáforas que se usan para
describir algunos aromas o sabores cuyo concepto no es claro, como: “este vino
es amable, tiene cuerpo y es redondo” o “el perfume es luminoso y limpio”.

1. Alucinación negativa

Se trata precisamente de todo lo contrario a lo expuesto en la alucinación: si en


ésta el sujeto percibe algo que no existe, en las alucinaciones negativas el sujeto
no percibe algo que existe. Tal y como señala Reed (1988), la experiencia que
más se le parece es probablemente la contrasugestión hipnótica, en la que al
sujeto se le dice, por ejemplo, que no lleva ropa encima, o que no hay nadie más
en la habitación, y se comporta como si tales afirmaciones fueran ciertas. Sin
embargo, hay un hecho importante que hay que tener en cuenta.

Mientras que el paciente que experimenta las alucinaciones «ordinarias» actúa


en consonancia con su experiencia alucinada, el que experimenta alucinaciones
negativas no percibe el objeto, pero tampoco se comporta como si su ausencia
fuera real. Por ejemplo, si dice que «no ve» a una persona, tampoco intenta
caminar a través de ella, sino que, de hecho, hace ademán de esquivarla. Esto
ha originado que algunos autores apunten la posibilidad de que tal vez esta
experiencia tenga más en común con la sugestión que con las verdaderas
alucinaciones (Reed, 1988).
Por otro lado, estos fenómenos conllevan una paradoja importante, tal y como
señalan Kihlstrom y Hoyt (1988), ya que el estímulo ha de ser registrado y
procesado hasta algún punto antes de que la persona pueda «construir» una
alucinación negativa. Es decir, es como si el cerebro «debiera conocer» aquello
que no se va a permitir que tenga representación consciente. En este tema se
abundará algo más en el apartado dedicado a los estudios experimentales sobre
los fenómenos alucinatorios.

2. Autoscopia (el fenómeno del «doble»)

Tal y como comentamos más arriba, en esta experiencia el paciente se ve a sí


mismo y sabe que es él, por lo que se denomina también la «imagen fantasma
en el espejo». No se trata sólo de una alucinación visual, sino que suele estar
acompaña da de sensaciones cinestésicas y somáticas, las cuales confirman al
sujeto que la persona que está viendo es él mismo. También puede darse el
fenómeno contrario, es decir, la autoscopia negativa (no ver la propia imagen
cuando se refleja en un espejo). Este fenómeno se puede encontrar en pacientes
con estados delirantes, en algunos esquizofrénicos, en estados histéricos, en
enfermos con lesiones cerebrales, en estados tóxicos, etc. Pero también se
puede dar en sujetos normales cuando se encuentran muy alterados
emocionalmente, exhaustos o muy deprimidos. Remitimos al lector a las
descripciones que de esta experiencia relatan protagonistas de excepción como
Franz Kafka, Edgard Allan Poe o Jorge L. Borges.

3. Autoscopia negativa

El sujeto se ve al espejo y no encuentra su imagen; ésta es una alteración de


predominio orgánico–cerebral, en la zona parieto–occipital, áreas de Brodmann
18 y 19.

4. Autoscopia interna

También llamado fenómeno de rayos X, el sujeto ve sus propias vísceras o su


esqueleto. Estos trastornos se han descrito fundamentalmente en la literatura
francesa.

5. Alucinación extracampina

Se trata de alucinaciones que se experimentan fuera del campo visual. Por


ejemplo, el paciente puede ver a alguien sentado detrás de él cuando está
mirando de frente, u oír voces en Madrid cuando él está residiendo en Valencia.
Este tipo de alucinación hay que distinguirla de la experiencia del «sentido de
presencia», ya que en esta última el sujeto tiene la sensación de que hay alguien
presente, aunque no lo pueda oír ni ver. Estas alteraciones se presentan sobre
todo en la esquizofrenia.

6. Alucinaciones psicóticas

Se presentan en casos de esquizofrenia, trastorno bipolar psicótico, psicosis


orgánicas, estados confusionales y bajo el efecto de drogas alucinógenas. Una
forma experimental de conocer la convicción con que el esquizofrénico percibe
estos fenómenos es después de un tratamiento con antipsicóticos: al eliminar las
alucinaciones se puede convencer al paciente de lo absurdo de ellas pero, a
pesar de que su lógica le señala que no fue posible tal percepción, contesta: “Eso
era más cierto que la realidad.”

Otra propiedad de las alucinaciones psicóticas es que se relacionan con el


sujeto, lo involucran de una u otra manera; esto es, son autocéntricas. De esta
forma son similares a las ideas delirantes, ya que están en el centro del mundo
experiencial del sujeto; por ello las voces lo amenazan, hacen comentarios, se
burlan y lo insultan.

Las alucinaciones psicóticas se presentan junto con las ideas delirantes y por
ello no es sencillo separarlas, ya que bajo una percepción delirante, la realidad
es transformada de tal manera que la interpretación de los contenidos percibidos
está muy alterada y éstos son difíciles de escindir unitariamente. Por ello algunos
autores no las aceptan como verdaderas alucinaciones.

7. Seudoalucinaciones o alucinaciones no psicóticas

Tienen todos los elementos para ser denominadas como tales, sólo que el sujeto
las critica, sabe que son irreales y no se refieren a él; por ejemplo, las voces no
hablan sobre el sujeto ni conversan con él. Se presentan en alucinosis alcohólica,
alucinosis peduncular y en personas normales: “Tengo visiones.”

Otro tipo de seudoalucinaciones son las alucinaciones auditivas disociativas, que


en la mayoría de los casos son voces que se escuchan dentro del cerebro y
reconocen el género y la edad del que habla, pero que comparten con las
alucinaciones de la esquizofrenia el comentar sobre el paciente o entre ellas, dan
órdenes y en ocasiones lo confortan y lo alientan. En la mayoría de los casos
reconocen que son alucinaciones, pueden mantener cierto control sobre su
presencia y están relacionadas con algunas personalidades alternas en el
trastorno disociativo de la personalidad.

8. Alucinaciones normales

Son aquellas que se presentan durante el sueño (imágenes oníricas) y también


las imágenes eidéticas, el amigo imaginario de los niños; los adultos escuchan
pasos, ruidos de diversa índole, así como que los llamen por su nombre; también
pueden ver u oír a un ser querido recién fallecido.7 Con el agotamiento físico
puede pre- sentarse todo tipo de alucinaciones, así como en las experiencias
religiosas.

9. Alucinaciones específicas
Un grupo de alucinaciones tiene características muy particulares y son de mucha
ayuda para la integración de los cuadros clínicos específicos:

10. Autoscopia o fantasma del espejo

El sujeto se ve a sí mismo como si estuviera frente a un espejo y sabe que es él.


Es más común en estados confusionales o epilepsia focal de la zona
occipitoparietal, áreas de Brodmann 18 y 19; se presenta además con
alteraciones vasculares e infecciones de esta área cerebral. A nivel popular, en
Alemania se piensa que cuando uno ve a su doble (Doppelgänger) está por
morir; dicha creencia se basa en los relatos de ancianos que tuvieron lesiones
vasculares en esa zona cerebral y luego fallecieron.

Puede presentarse también en algunos estados alternos de conciencia como su-


cede con los místicos; en estos casos se concibe como una etapa de superación,
aunque en ocasiones estas personas padecen de esquizofrenia, depresión
psicótica o intoxicación por alucinógenos.

11. Alucinaciones liliputienses

El sujeto realiza una crítica apropiada de las visiones y percibe personas, anima-
les u objetos pequeños (“enanitos”) en diferentes actividades; por lo regular son
placenteras, se presentan en delirium y otras alteraciones orgánicas, sobre todo
en el mesencéfalo anterior, áreas de Brodmann 19, 21 y 37, así como en algunas
personas normales, por agotamiento. Cuando las alucinaciones son muy
persistentes el sujeto puede buscar ayuda médica.

12. Alucinaciones psicodélicas

Son de predominio visual y consisten en formas geométricas, espirales, túneles


de luz o cuadrículas en forma de tablero de ajedrez. Además de provocarse con
las drogas psicotomiméticas como LSD, peyote y hongos alucinógenos, se
presentan con las lesiones cerebrales y la privación sensorial. También algunas
personas con migraña describen estos patrones, pero en este caso son muy
incómodas por el dolor que se presentará después.

13. Palinopsia
Es la persistencia o recurrencia de una imagen visual después de que el estímulo
ha desaparecido, y permanece a pesar de que se cambie la vista hacia otro lugar
y reaparece después de algún tiempo; el sujeto puede sobreponer las imágenes,
y por lo tanto encimar la tela que vio, sobre la cara de la persona que está viendo.
Este trastorno aparece abruptamente después de una lesión cerebral de tipo vas-
cular, infecciosa o traumática que involucre la parte posterior de ambos
hemisferios, pero es más frecuente en el hemisferio derecho. No se debe
confundir con la posimagen, que es la aparición de los colores complementarios
después de haber estado mirando cualquier imagen cromática.

14. Hiperagudeza visual

No es una alucinación; es la capacidad que se desarrolla para percatarse de un


pequeño desplazamiento de una textura que se expone en milisegundos y
muestra las siguientes características:

a. No se puede trasladar dicha habilidad a otra área de la visión (corteza


primaria), ni de un ojo al otro.

b. Esta habilidad es específica para una sola orientación espacial de los


segmentos y cuando la trama es sencilla.

15. Alucinaciones colectivas

Aquí están involucrados fenómenos socioculturales, como los ovnis, las


imágenes sagradas, etc., y la sugestión colectiva desempeña un papel muy
importante. Además de en ciertos grados de hipnosis, estas alteraciones se
pueden provocar de forma experimental.

16. Alucinaciones por privación sensorial

La desconexión parcial o total de los canales sensitivos (audición, vista, tacto)


puede provocar alteraciones perceptuales, fundamentalmente alucinaciones
visuales relacionadas con experiencias previas, o sea alucinaciones mnémicas.
Diversas condiciones que provocan aislamiento extremo, como un naufragio,
pérdida en la selva o tortura especializada, favorecen las alucinaciones auditivas
y visuales.

17. Alucinosis
Se trata de un síndrome orgánico cerebral bien determinado o por el uso de
psicotomiméticos, con la percepción de alucinaciones recurrentes de predominio
visual y auditivo, que se presenta en estado claro de conciencia. Puede incluir
manifestaciones autonómicas como taquicardia, hiperhidrosis, dilatación pupilar,
palpitaciones, visión borrosa, temblores e incoordinación motora. El sujeto puede
hacer crítica o no de estos cambios perceptuales.

18. Alucinaciones infantiles

A diferencia de los adultos, las alucinaciones en los niños no siempre son


producto de la psicosis y se presentan a menudo en psicopatología no psicótica,
adversidades psicosociales y enfermedades médicas.

Con frecuencia se producen por alteraciones durante el desarrollo, privación


social y emocional, así como inducidas por los padres o tutores que sean
portadores de una patología mental, con pobre sentido de la realidad, escasos
vínculos con el ambiente y la cultura, o bien con creencias místicas adaptativas
para su ambiente.

Los niños que reportan voces que les dicen que hagan cosas malas se
relacionan con conducta disruptiva. Cuando les dicen que se suiciden, se
relacionan con depresión. Los niños con trastorno por déficit de la atención (TDA)
en ocasiones reportan alucinaciones de todo tipo; los niños con síntomas fóbicos
a menudo tienen alucinaciones visuales o táctiles durante la noche relacionadas
con ansiedad intensa.

Las alucinaciones en el niño no siempre van a desencadenar una psicosis, sólo


en una proporción menor, pero como adulto puede tener diátesis a experimentar
dichas percepciones sin un comportamiento psicótico o alterado. Los que están
en mayor riesgo son aquellos que sufrieron de estrés postraumático, ya que con
el tiempo pueden aparecer otros síntomas. Requieren tratamiento farmacológico
sólo aquellos que muestren una conducta de riesgo por el efecto de las
alucinaciones; de otra manera se considera más prudente una psicoterapia que
las distinga como tales.

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