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Intentando ser entre

melodías, pares y
pizarrones.
Una aproximación al consumo
musical como componente en la
construcción de identidad de
jóvenes en instituciones
educativas.

Seminario Sociología de las Identidades

Daniel Pena
CI 4494696-9

Introducción
Los estudios sobre identidades han adquirido en las últimas décadas gran relevancia en
el ámbito social, tanto por una coyuntura académica como por transformaciones a nivel
socio-cultural que han depositado el tema en el foco de interés de distintas disciplinas.
Por otro lado, el sistema educativo formal ha estado históricamente cuestionado e
intervenido, haciendo hincapié en diferentes puntos de su desarrollo, logros y
problemáticas; sin embargo, pocas veces el foco se descentra de los valores de
deserción, repetición y logros académicos y la concordancia con los requerimientos del
mundo laboral. Esto genera una fuerte invisibilidad sobre una multiplicidad de procesos
que se dan en el ámbito educativo, así como desconoce las voces de uno de los actores
más importantes en este tema: los estudiantes.

En este sentido, para los estudiantes el ámbito educativo es mucho más que un espacio
de adquisición de conocimientos, y si bien todos los actores en juego lo tienen presente,
muchas de las miradas sobre educación siguen desconociendo este punto. Tanto como
espacio de socialización, como de expresión, de disfrute o disciplinamiento, de ejercicio
comunicativo, de lucha ideológica, de ampliación del contacto cultural, como de tantos
otros puntos o dimensiones que podríamos mencionar, hacen de los ámbitos educativos
espacios muy significativos para quienes los transitan. Evidentemente, uno de los
puntos relevantes en esta línea es el proceso de construcción de identidad que atraviesan
los y las jóvenes mientras transcurren por estas instituciones, donde todos estos
componentes operan de diversa manera, se entrelazan y entran en conflicto y donde la
institución tiene una fuerte capacidad de determinación o de significación sobre estos
procesos.

El dominio discursivo en estos ámbitos por parte de adultos, ha hecho circular en los
últimos años una serie de enunciados adultocéntricos un tanto reaccionarios acerca de la
construcción de identidad de jóvenes en torno a ejes como subculturas o preferencias
musicales, discursos que evidentemente juegan en una lucha intergeneracional, pero que
además tienen consecuencias relevantes en estos mismos procesos que atraviesan los y
las jóvenes.

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Claramente el consumo de música, tras una serie de procesos socio-históricos
(Hormigos y Cabello, 2004) se ha situado como un componente de relevancia en los
procesos de construcción de identidad de adolescentes y jóvenes, incluso enlazándose,
como veremos más adelante, con la creación de subculturas de referencia. Sin embargo,
estos procesos resultan enigmáticos en su relación con la institucionalidad educativa así
como con la música conceptualizada como consumo.

Es así que nos planteamos en este trabajo indagar la relación existente entre el consumo
de música, la construcción de identidad de jóvenes y los discursos y prácticas
institucionales respecto a dichos procesos y su acontecimiento en los ámbitos
educativos.

Problema de investigación y objetivos


Los procesos de construcción de identidad hace algunas décadas que han sido objeto de
estudio sociológico, enfatizando diferentes dimensiones, contradicciones y enfoques,
que al enlazarlos con los procesos y relaciones socio-culturales en juego adquieren una
complejidad muy interesante a ojos de la sociología. En paralelo, el estudio de la
educación ha tomado un carácter cada vez más importante, pero básicamente centrado
en tres corrientes: la del capital humano (educación, empresa, mercado); la de las
capacidades y su relación con el mundo laboral; y la línea crítica que acentúa su mirada
en las desigualdades y procesos de selección y distribución del capital cultural en base a
las “clases”.

Si bien algunos autores de esta última línea plantean por ejemplo la existencia de la
“curricula oculta” que se encarga básicamente del disciplinamiento de los cuerpos, y la
negación del pensamiento lateral; no ha existido un análisis fuerte que enlace los
procesos de construcción de identidad en los ámbitos educativos, y su relación tanto con
el discurso institucional como con algunos componentes de referencia relevantes para
jóvenes como ser la música. Además, este componente en especial, se vincula con los
procesos de consumo que tanto peso tienen en jóvenes y adolescentes que transitan por
las instituciones educativas.

En concreto, se nos plantea el problema de cómo opera, juega o funciona el consumo de


música en los procesos de construcción de identidad de jóvenes en instituciones

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educativas y cuál es la “respuesta” en el discurso y prácticas que las instituciones
educativas realizan acerca de ello.

Como objetivo general nos planteamos:

 Comprender de qué manera el consumo de música opera en tanto componente de


los procesos de construcción de identidad de jóvenes en instituciones educativas
y qué discursos y prácticas institucionales se generan respecto a ello.

Como objetivos específicos:

 Comprender cómo juega el consumo de música en el proceso de construcción de


identidad de jóvenes en instituciones educativas en tanto posible componente de
referencia.
 Describir los principales núcleos discursivos y prácticas que se generan desde
las instituciones educativas en torno al consumo de música y la identidad de
jóvenes y adolescentes.
 Indagar acerca del potencial de dicho componente (consumo de música) para
habilitar procesos de identización o singularización a la interna de los espacios
educativos y los grupos de referencia que se constituyen.

Fundamentación
Esta investigación adquiere relevancia como innovación sociológica pero también como
insumo para problematizar y mejorar las prácticas educativas de las distintas
instituciones encargadas de ello.

Queda claro, como lo adelantábamos más arriba que esta investigación enmarca su
objeto de estudio en el enlace o yuxtaposición entre el funcionamiento de las
instituciones educativos y sus lógicas de reproducción, y los procesos de construcción
de identidad que se van generando dentro de las mismas en los estudiantes, focalizado
en un punto en específico que es el consumo de música como posible componente de
referencia. En este sentido, significa una innovación sociológica en el entendido de que
sitúa la atención en el espacio “entre” tres campos bastante desarrollados en la
disciplina: educación, consumo e identidades.

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Además, cabe destacar que pretende otra conexión interesante, y es que tomando como
base la voz y significación de los actores en juego (estudiantes), la relaciona con el
marco institucional que los contextualiza, enlazando dichos procesos (de construcción
de identidad) en líneas de poder que los trascienden pero que al vez les son inminentes
en la vivencia cotidiana de sus procesos. Esta fusión de dos miradas nos evitará caer en
conclusiones simplistas y descontextualizadas, dejando en claro que las líneas
institucionales (en tanto discursos de poder) tienen fuertes implicancias en la
significación y construcción cotidiana que los actores hacen sobre sus propios procesos,
evidenciando la no neutralidad de las lógicas educativas en ello.

Por otro lado, pero en relación con lo anterior, la inclusión de lo institucional nos
descentra de un simple estudio sobre jóvenes y consumo de música; haciendo énfasis en
la relevancia que los discursos y prácticas institucionales o más en concreto las técnicas
educativas tienen sobre los procesos de construcción de jóvenes, siendo así un insumo
para la reflexión sobre la propia práctica que las instituciones llevan adelante en
relación a este tema.

En una coyuntura donde la reflexión en torno a la educación se centra casi


exclusivamente en cuestiones presupuestales y datos de deserción y repetición escolar;
se torna fundamental llevar la mirada a aquellos procesos que estas instituciones están
habilitando/generando/encerrando en relación a las posibilidades y modos de vida de los
estudiantes. Es decir, ver el impacto que las instituciones educativas tienen sobre la vida
cotidiana de los estudiantes y sus creencias sobre sí mismos, en tanto influyen en los
procesos de construcción de identidad a través de los distintos discursos y técnicas
pedagógicas que se utilizan a diario.

Marco conceptual
Para adentrarnos en este cruce de campos de estudio, será necesario buscar posibles
complementariedades entre líneas teóricas con distinto enfoque.

Comenzaremos delineando el eje de nuestro trabajo: el proceso de construcción de


identidad. Tomando como base a Dubet (1989), podemos decir que la construcción de
identidad se conforma en la interacción social, donde se produce un proceso cambiante
por momentos creativo y dinámico, y por otros uniforme y conservador. Además

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podemos mencionar una serie de dimensiones básicas en las que se puede analizar o
descomponer dicho proceso desde el pensamiento sociológico: la identidad como
integración-distinción, en tanto el actor forma parte de una comunidad de la cual
interioriza una serie de roles y formas de actuar, derivada de la cohesión grupal y
aseguradora de la coherencia entre conciencia individual y colectiva (Dubet, 1989). Esta
interiorización conlleva a que el actor piense, sienta y actúe relativamente en función de
las formas que el grupo de pertenencia indica. Asimismo, la pertenencia a un grupo
implica también la distinción o diferenciación respecto a otro, es decir: “…la identidad
personal es inseparable de las identificaciones colectivas que dibujan los estereotipos
sociales, las clasificaciones, los juegos de separación y de reconocimiento.” (Dubet,
1989: 522). Según esta línea, la incongruencia de los diferentes componentes de
referencia, o el cambio y discordancia con los valores y roles esperados implicaría una
crisis identitaria que se traduce en problemáticas colectivas e individuales como la
delincuencia o las psicopatologías. Es así, que los rituales de pasaje, de iniciación o
ruptura con el mundo previo cobran una gran importancia en la significación y
ordenamiento homogéneo de la identidad de los integrantes de los grupos.

Una segunda forma de entender la identidad es como estrategia, es decir, “…la


identidad ya no se define por la internalización de reglas y normas sino por la capacidad
estratégica de lograr ciertos fines, lo cual permite transformarse en un recurso para la
acción.” (Dubet, 1989:526). En otras palabras, aquí la identidad aparece como un
recurso de poder e influencia que es manejado por los actores de manera “racional”, es
un instrumento que permite la integración y lucha común, un medio de hacer frente al
dominio simbólico, una herramienta de acción.

En tercer lugar, el autor señala a la identidad como compromiso, como identificado y


autodefinido en base a una serie principios culturales que rigen la sociedad, o que en
otras palabras, constituyen la base de la historicidad por la que una sociedad se da
sentido (Dubet, 1989). Esto implica dar sentido a su vida en base a ciertos criterios
culturales que definen la realidad, y en muchos casos se contornea de forma visible en
aquellos que plantean sentidos en conflicto con los hegemónicos. Esta dimensión se
distancia de la mera integración a un grupo porque parte del enlace con un valor o
sentido abstracto, que trasciende los contextos específicos y cotidianos.

Por último, el autor señala un punto realmente interesante, por el que hemos tomado la
precaución de hablar de la construcción de la identidad como un proceso, en el que, la

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identidad implica un trabajo del actor. Es así que “…la identidad social no está dada, ni
es unidimensional, sino que resulta del trabajo de un actor que administra y organiza las
diversas dimensiones de su experiencia social y de sus identificaciones.” (Dubet,
1989:536). Esta dimensión hace énfasis en el proceso de composición, en ver a la
identidad como algo dinámico e intencional, en donde el actor tiene un gran peso, pero
también su entorno y los criterios que este le brinda para componerse, al punto de jugar
en la propia definición del sujeto como tal según el contexto socio-histórico (Dubet,
1989).

En este sentido, Giménez (1997), complementa haciendo notar la relevancia que tiene la
narración biográfica que los sujetos hacen sobre sí mismos, tanto para establecer
algunos grados de coherencia (seleccionando y excluyendo discontinuidades) como para
lograr una continuidad o unidad temporal a la propia identidad. La auto-narración
(aunque siempre es en relación con el reconocimiento ajeno) significa una compleja
operación sobre la biografía de olvidos y establecimiento de momentos significativos,
según el sentido o eje que se le necesite dar a cada momento.

Por último, este autor destaca que: “… la pertenencia categorial no induce


necesariamente la despersonalización y la uniformización de los miembros del grupo
(…) Algunos autores llaman “identización” esta búsqueda, por parte del individuo, de
cierto margen de autonomía con respecto a su propio grupo de pertenencia (Tap,
1980).” (Giménez, 1997: 6). Estos procesos de identización adquieren una gran
relevancia para nuestra investigación, ya que son los índices de creación y disidencia
tanto a nivel institucional como grupal, que nos muestran el uso de los componentes
como el consumo de música como herramientas apropiadas y utilizadas para la
producción de algo nuevo, y no para la simple uniformización y conformidad con lo
establecido.

En esta misma línea, Guattari y Rolnik (2006) hacen énfasis en analizar en todo proceso
(social, estético, cultural, económico, psicológico, etc.) los índices de singularización
que acontecen, es decir, aquellos procesos por los que se produce una diferencia en lo
dado, se generan nuevos territorios de referencia, nuevos modos de existencia. En estos
procesos de singularización (que llevados al terreno de la identidad podrían ser
pensados como identización) los componentes estético-expresivos (como la música)
adquieren especial valor, en tanto potencian la multiplicidad de sentidos, modos y
generan allí nuevos posibles. Es decir, se torna fundamental tomar al consumo de

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música, además de como elemento para las cuatro dimensiones de la identidad
mencionadas anteriormente, como herramienta que potencie la invención, lo singular,
nuevos modos que contrarresten los ofrecidos por lo institucional, por el mercado y el
orden de los pares.

Consumo, música y juventudes


Desde otro lado, cabe hacer algunas aclaraciones en cuanto a qué entendemos por
consumo y cuáles su relación con la música y la juventud. Para partir de una visión
amplia y que incluya varias de las dimensiones que adelantamos para la identidad,
tomaremos al consumo como “…el conjunto de procesos socio-culturales en que se
realizan la apropiación y los usos de los productos.” (García Canclini, 1995:42).

De esta manera el consumo puede ser conceptualizado según este autor por una serie
lógicas diferentes, o racionalidades que comprenden estos proceso socio-culturales: una
de tipo económico, que refiere a la reproducción social y de la ganancia, y su
distribución, basada en la producción de oferta pero también de la demanda a través de
la publicidad y otros medios de persuasión que se encargan de generar nuevas
“necesidades”. Otra lógica que se plantea como socio-política, en la que el consumo se
vuelve una forma de participar y manifestarse, de pararse frente al conflicto y mantener
las desigualdades que surgen en la estructura productiva.

Una tercera lógica que se centra en lo estético y simbólico del consumo, haciendo
referencia al mismo como función de distinción simbólica entre distintos grupos o
clases: “La lógica que rige la apropiación de los bienes en tanto objetos de distinción no
es la de la satisfacción de necesidades, sino la de la escasez de esos viene y la
imposibilidad de que otros los tengan.” (García Canclini, 1995:45). La cuarta forma
refiere a la satisfacción de deseos, en un contexto de posmodernidad, caída de los
metarrelatos y hedonismo intensivo, escenario de crisis de las certezas y descreimiento
sobre los principios modernos que regían la vida, el consumo comienza a ser la
respuesta efímera e instantánea. Por último, se señala el carácter ritual que tiene el
consumo, en la medida en que el mismo produce una especie de ordenamiento del
mundo y el tiempo, demarcando relevancias y nimiedades, en definitiva significando lo
que sucede (García Canclini, 1995).

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Como es sabido, la industria cultural, y más específicamente la de la música surge con
fuerza en la década de los 50 aprovechando los cambios culturales que hacen surgir a la
juventud como importante nicho de mercado. En este punto, la música y su consumo
refieren básicamente a la primer lógica: una correspondencia entre necesidades de
reproducción social e incitación al consumo por medio de la publicidad aprovechando
un sector específico de la población. Sin embargo, algunos procesos socio-culturales
fueron derivando en nuevas lógicas de consumo en esta población, que se apropió de
dicho bien de una forma peculiar y muy “relacional”: mediante la creación de
“subculturas” (en parte también motivadas por las grandes empresas). “Los valores de la
subcultura (a la que se pertenece), pues, influyen en el consumo y elaboración del
material sonoro.” (Hormigos y Cabello, 2004:266), de tal manera que las preferencias
musicales van correspondiendo con ciertos procesos de construcción de identidad y
relacionamiento con los pares. Estos autores señalan que la música no es solamente un
reflejo del momento socio-cultural en el que se produce, ni tampoco una experiencia
estética, sino también un modo de significar el mundo, de asimilarlo, de cuestionarlo y
negarlo. Este componente genera lazos entre pares que operan como integración-
distinción, y que como subculturas van mucho más allá de una afinidad musical:
implican todo un modo de existencia, por más efímero que ello pueda ser en algunos
casos en cuestiones de tiempo.

En este sentido, los jóvenes negocian su identidad utilizando los materiales musicales
que su entorno les facilita, entorno que en nuestra sociedad está básicamente regulado
por el mercado, pero que sin embargo también es permanentemente permeado por
creaciones y disidencias que escapan a las lógicas de lo rentable, creaciones que se
alojan en las subculturas pero también en enlaces heterogéneos que cada individuo
puede propiciar (Hormigos y Cabello, 2004). Asimismo, como veíamos, la identidad y
el consumo también implican líneas estratégicas de distinción, de integración, de acción
y compromiso, así como de significación y ordenamiento del mundo; líneas entre las
que será interesante indagar cuáles son las preponderantes, y en qué sentido aprovechan
a la música como componente de referencia.

Institucionalidad y experiencias de sí
Para intentar comprender un poco más la relación entre la institucionalidad educativa,
sus discursos y prácticas y los procesos por los que atraviesan los jóvenes en la

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construcción de su identidad aprovecharemos los aportes de Larrosa (1995). Éste,
propone utilizar las tecnologías del yo como concepto para analizar la educación,
entendiendo que las distintas técnicas pedagógicos operan como tecnologías del yo en la
medida de que producen en los sujetos cierta experiencia de sí, que es asimilada como la
identidad misma del sujeto; es decir, los dispositivos pedagógicos (en tanto discursos y
prácticas) se constituyen como “canales”, “puentes” o “espejos” por los cuales los
estudiantes tienen una experiencia de sí mismos que los va constituyendo como sujetos,
anclando ciertas creencias, ciertos universales sobre sí mismos y los demás, en base a
criterios que evidentemente son invisibilizados o naturalizados. “Lo que sea el ser
humano en tanto mantiene una relación reflexiva consigo mismo no es sino el resultado
de los mecanismos en los que esa relación se produce o media. Los mecanismos, en
suma, en los que el ser humano se observa, se descifra, se interpreta, se juzga, se narra o
se domina” (Larrosa, 1995: 22).

De esta manera el autor propone una serie de dimensiones por las que las tecnologías
del yo operan (como dispositivos) en la conformación de la experiencia de si: ver/se (la
reflexión, en tanto reflejo de uno mismo implica un ojo que mira y un objeto a mirar,
implica la escisión del sujeto en un yo que mira y un yo objetivado que se ve),
expresar/se (utilizar el lenguaje como medio de representar, de exteriorizar algo interno,
que tiene lugar o no según lo decible, constituyendo discursos, verdaderos/falsos,
nominaciones diferenciantes), narrar/se (construcción de una identidad seleccionando y
articulando el pasado y presente, cierto orden temporal que elimina las discontinuidades
y asares propios de los acontecimientos y le impone un hilo conductor -origen, destino-
), juzgar/se (entre el sujeto que reflexiona y el reflexionado se interpone un criterio, una
evaluación que conlleva autocrítica, cierta normatividad de lo verdadero y lo falso, de lo
bueno y lo malo, lo justo, etc., implica tanto un juez, como un caso y una norma,
implica una normalización anclada en el saber/poder racionalizado y objetivizado) y
dominar/se (las prácticas que el sujeto ejerce sobre sí mismo, produciendo una
afectación de acuerdo a la norma o criterio de evaluación, auto-vigilancia y autocontrol)
(Larrosa, 1995).

“Podríamos resumir la estructura y el funcionamiento de los dispositivos pedagógicos


que construyen y median la experiencia de si como un conjunto de operaciones de
división orientadas a la construcción de un doble y como un conjunto de operaciones
orientadas a la captura de ese yo duplicado(…)Describir esos dispositivos pedagógicos

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es, en primer lugar, describir qué doble producen y cómo lo producen. En segundo
lugar, qué es lo que de ese doble se captura y cómo se captura, es decir, qué tipo de
relaciones tiene uno que establecer con ese doble.” (Larrosa, 1995: 39).

Como vemos, esta conceptualización nos clarifica una serie de dimensiones en las que
hacer foco para entender la manera de operar de las instituciones educativas al momento
de pararse frente a los proceso de construcción de identidad y más específicamente al
componente de consumo musical. La forma en que las técnicas pedagógicas generan un
espejo en el que los estudiantes se observan, dicen, juzgan, narran y dominan, en
específico en relación con su consumo de música, determina fuertemente la experiencia
que ellos tienen sobre sí mismos, y en consecuencia impacta sobre sus procesos de
construcción de identidad.

Evidentemente este impacto sobre las experiencias de sí no es neutro ni azaroso, sino


que corresponde con un sentido básicamente socio-político que podríamos resumir en la
normalización y homogeneización de los sujetos en su tránsito hacia la “adultez”.

Producir la inexistencia
Por último, y en relación con lo anterior, queremos agregar una perspectiva interesante
para hilar fino en las operaciones de homogeneización, y es la que plantea De Sousa
Santos (2010) cuando refiere a la “sociología de las ausencias”, como aquella sociología
encargada de analizar, hacer visible y deconstruir aquellos mecanismos por los que se
produce lo alternativo como inexistente, es decir, aquellos mecanismos por los que se
produce la inexistencia (para nuestro trabajo serían los medios por los que el discurso
institucional se reapropia de los procesos de identización o singularización, para un
mantenimiento y una posible mejora en el funcionamiento de la institucionalidad).

El autor delimita algunas lógicas centrales por las que el sistema dominante produce la
inexistencia: el ignorante (todos los saberes no legitimados por “la ciencia”, o en este
caso “LA cultura”), el atrasado (en base a una lógica de desarrollo o evolución, se
linealiza y posiciona los distintos tipos de civilización o aprendizaje en la dicotomía
avanzado/atrasado), el local (bajo la égida de la globalización cualquier concepción que
no trascienda lo local es producida como sin sentido), el inferior (sea en poder,
conocimiento, difusión, argumentación, etc.) y el improductivo (en términos
capitalísticos el no útil o rentable)(De Sousa Santos, 2010).

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Esquema de síntesis
A continuación, facilitamos un esquema de síntesis de las diferentes posturas
presentadas:

Como vemos en el esquema, las diferentes dimensiones en juego en la construcción de


identidad se referencian en el consumo de música de distintos modos (y cabe resaltar
que aquí no están ordenadas de forma lineal), tomando el concepto de consumo en su
multiplicidad de lógicas, pero teniendo en claro que la referencia a la música está siendo
“mediada” o regulada por la institucionalidad que construye ciertos discursos y
prácticas que los jóvenes experimentan a través de los dispositivos pedagógicos que les
imprimen ciertas experiencias de sí. Además, el esquema nos señala dos sentidos en
lucha, o conflictos que esperamos ver en el campo: la intención normalizadora de las
instituciones educativas y la homogeneización que también se aloja en los grupos de
pares y su integración en torno a una preferencia musical, y en contraste la constante
identización o singularización que hace surgir la diferencia o lo nuevo más allá de que
se lo pretenda producir como alternativa inexistente, insistiendo con nuevos posibles,
utilizando quizás a la música en este sentido más disruptivo.

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Diseño de investigación
Este trabajo se constituye en un diseño cualitativo de abordaje del campo, en el
entendido de que este tipo de diseño nos permite la flexibilidad suficiente para poner en
contacto continuo y modificación entre los datos y la teoría, así como acercarnos
directamente al fenómeno que nos interesa y a los discursos de los propios implicados
en su contexto.

Nos proponemos hacer un estudio de dos casos, debido a su plasticidad, profundidad y


viabilidad (en tanto no requiere un gran gasto en recursos), centrado en dos liceos,
teniendo en cuenta que la muestra o mejor dicho, la selección de dichos casos no sigue
criterios de representatividad, sino implica una decisión a explicitar. De esta manera,
bajo el supuesto de que existen liceos en los que la construcción de identidad de los
sujetos acontece con menor conflictividad en relación a las expectativas
institucionales1, puesto que las expectativas, discursos y prácticas institucionales
coinciden con las experiencias previas, nociones, sensaciones y criterios de
autoproducción que “traen”(es decir, que encarnan desde sus hogares, barrios, otras
instituciones, etc.) los estudiantes al entrar a la institución, (o en el caso de que no
coincidan, los estudiantes presentan la suficiente “docilidad” y “moldeabilidad” como
para construir su identidad sin mayores complicaciones); y bajo el otro supuesto de que
esta mayor o menor posibilidad de construir su identidad con menor conflictividad
depende también de si la institución es pública o privada (tanto por sus implicancias de
clase, como de modos de operación, expectativas mutuas, etc.). Proponemos estudiar en
concreto al Liceo N°63 y el Liceo Poveda, tomando como referencia una clase de quinto
científico y otra de artístico de cada institución.

Esta selección se fundamenta en varios puntos: primero, esta selección no implica ni un


caso único ni una selección múltiple de por sí, sino que intenta ser una elección de dos
casos críticos (en este caso por su contraste), teniendo en cuenta que: “Los diseños
simples se utilizan cuando, de modo análogo a un experimento crucial, un caso crítico
permite probar una nueva teoría, o establece las circunstancias en que valdrían ciertas
proposiciones. También un diseño simple se aplica en casos únicos o extremos, o un

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Este supuesto será revisado con énfasis en el desarrollo de la investigación misma, especialmente
teniendo en cuenta que la conflictividad no será mayor o menor, sino que será diferente en cada caso, y
quizás más o menos explícita o visible para los propios sujetos.

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caso “revelatorio”, en el que se presenta a los ojos del investigador un fenómeno antes
no estudiado” (Yacuzzi, ?: 25); toma dos casos críticos que pretenden ser opuestos, en la
medida de que la (no) conflictividad hará más visible algunos procesos de la
construcción de identidad que otros, así como el eje religioso que una de las
instituciones posee también enriquecerá la comparación y análisis. Segundo, las
orientaciones del mismo año al interior de cada institución nos harán visibles diferentes
modos de operación y criterios de normalización de acuerdo a la orientación que la
curricula implica. Tercero, estos dos liceos, próximos entre si en el espacio (y en un año
en el que el proceso de selección de los estudiantes que tienen posibilidades de avanzar
en la escala meritocrática ya tiene un gran peso de varios años, por lo que trabajamos
con jóvenes ya “filtrados” en términos de clase), nos aseguran relativamente estar
trabajando con poblaciones similares. Cuarto, el haber elegido grupos de quinto año
corresponde con la voluntad de tomar a los jóvenes cuyo acceso al nivel reflexivo es
más sencillo, y en un momento de su “vida escolar” en el que tomaron su primera
decisión entre posibilidades no universales (orientaciones del bachillerato que van
delimitando perfiles y supuestos roles).

En cuanto a las técnicas a utilizar se busca cumplir con que: “Yin (1989:29) recomienda
la utilización de múltiples fuentes de datos y el cumplimiento del principio de
triangulación para garantizar la validez interna de la investigación. Esto permitirá
verificar si los datos obtenidos a través de las diferentes fuentes de información guardan
relación entre sí (principio de triangulación); es decir, si desde diferentes perspectivas
convergen los efectos explorados en el fenómeno objeto de estudio.” (Martínez,
2006:185).

Por lo tanto, creemos pertinente utilizar: entrevistas semi-estructuradas en profundidad,


de manera de obtener unos discursos que nos expliciten los modos de operación del
consumo de música como componente de referencia en la construcción de identidad, las
respuestas de la institución y los criterios y sentidos que tienen dichos discursos y
prácticas. Entendiendo que los discursos de los involucrados (profesores y estudiantes)
nos permitirán desentramar las propias implicancias de los dispositivos en los diversos
sujetos, así como entender los sentidos que se le atribuyen a la educación y el consumo
de música.

Además, será fundamental utilizar la observación no participante, como forma de


acercarnos de forma sistemática a las prácticas contextualizadas de los sujetos, en el

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entendido de que dichas prácticas son las que actualizan el funcionamiento de los
dispositivos y son las encargadas de mantenerlos en funcionamiento frente a cualquier
posible distorsión (singularización) que los haga visibles. Estas observaciones se
realizaran en el aula (con la pretensión de enlazar los discursos con las propias prácticas
pedagógicas).

De esta manera, mediante las observaciones y las entrevistas obtendremos información


relevante acerca del consumo de música, y su relación con la construcción de identidad
así como los discursos y prácticas que las instituciones educativas generan sobre ello.
Teniendo el registro tanto de las prácticas en situación, como de los discursos
producidos sobre esas prácticas y las posibles rupturas o
deconstrucciones/proposiciones sobre las mismas.

Bibliografía
 De Sousa Santos, B. (2010), Descolonizar el saber, reinventar el poder.
 Dubet, F. (1989) “De la sociología de la identidad a la sociología del sujeto”
(pp.519-545) Estudios Sociológicos, VII: 21. El Colegio de México, Centro de
Estudios Sociológicos, México.
 García Canclini, N. (1995) “El consumo sirve para pensar” (pp. 41-55) en
Consumidores y Ciudadanos, Grijalbo, México.
 Giménez, G. (1997) “Materiales para una teoría de las identidades sociales”,
(pp.1-25) Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, México.
 Guattari, F. y Rolnik, S. (2006) Micropolítica. Cartografías del deseo.
(Traficantes de sueños)
 Hormigos, J. y Cabello A. (2005) La construcción de la identidad juvenil a
través de la música.
 Larrosa, J. (1995) “Tecnologías del yo y educción”. en Escuela, poder y
subjetivación. (La piqueta)
 Martínez, P. (2006) El método de estudio de caso. Revista Pensamiento &
gestión, n°20. Universidad del Norte, p.165-193.
 Yacuzzi, E. (?) El estudio de caso como metodología de investigación: teoría,
mecanismos causales y validación.

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