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Los fragmentos del texto pertenecen al libro La elegancia del

erizo, el cual es la segunda novela de la escritora Muriel Bar-


bery. Fue publicada en 2006 por la editorial Gallimard, convir-
tiéndose en el éxito de la temporada con más de un millón de
ejemplares vendidos y 30 semanas en el número 1 de las ven-
tas. Gracias a este éxito, le fue otorgado el Premio de las Li-
brerías francesas en el 2007.

El texto consta de los dos primeros capítulos del libro y en él


se nos presenta a Renée. Renée Michel, es todo lo que el mun-
do burgués de la calle Grenelle esperaría de una portera de 54
años. Mientras disfruta en secreto de la literatura, el arte, y
todo tipo de documentación sobre diversos temas, interpreta muy bien su papel de “pobre intelec-
tual”. En una habitación al fondo del piso pone la televisión para que se vea desde el rellano, escu-
cha y deja sonar la música que convencionalmente debe oírse en casa de una portera. De manera
similar actúa con los aromas de la comida, hace guisos para que huela a “lo que tiene que oler” y,
además, habla con los vecinos cometiendo errores gramaticales adrede. Todo ello para aparentar ser
una mujer portera “común”.

Digo “común” porque, ¿qué es lo común? ¿acaso una portera no puede ser inteligente? Este texto
nos habla sobre eso, sobre los prejuicios. Como el propio nombre indica, los prejuicios son los jui-
cios previos de una persona sin que los demás tengan datos reales sobre ella, en este caso sobre Re-
née. Aun sin esos datos, Renée es incluida directamente en un grupo utilizando los denominados
estereotipos, es decir, las creencias o ideas que tienen los demás hacia ella por pertenecer a un gru-
po concreto.

En el texto, por el hecho de que Renée pertenece a la clase baja, pues es una portera de edificio, se
da por sentado que es una persona inculta. Sin embargo, es todo lo contrario. Pero, ¿por qué no lo
demuestra? ¿por qué se esconde y aparenta ser una mujer “normal”? El miedo social que le supone
a Renée el salir de su zona de confort y ser diferente a lo que mandan los estereotipos, le hace ocul-
tar ciertas características que ella posee, las cuales se supone que son propias de una clase superior.
Las clases sociales más altas, deben ser, a ojos de la sociedad, culturalmente más aventajadas que el
resto. Es por esto, por lo que Renée interpreta un papel de “pobre intelectual”, pues su trabajo de-
pende de esas clases y su miedo a perderlo, y con él todos los recursos de los que dispone para sub-
sistir, le hacen esconder esa cultura.

Las diferencias entre estas clases se pueden centrar en las oportunidades y posibilidades que tienen
cada una. Entre estas posibilidades se encuentran la educación y la cultura, a pesar de la garantía de
una educación pública, la diferencia en este ámbito en función de la capacidad económica sigue
siendo un hecho. Cuantos más bienes se poseen más oportunidades se tiene para ascender en una
posición social. Las clases inferiores aspiran, de una u otra manera, a alcanzar los segmentos consi-
derados como clases superiores. Esto quiere decir que los gustos de una sociedad vienen definidos
por las clases más apoderadas, a pesar de que digan que el gusto es algo individual. Es decir, si las
personas de clase alta tienen un Ferrari, un Lamborghini o un iPhone X, símbolos de ostentación y
poder, las clases bajas aspirarán y desearán tener esos objetos.

En la lectura está presente en todo momento la violencia simbólica, violencia sutil y a veces imper-
ceptible y que se caracteriza por "contar con el consentimiento” de aquellos sobre los que se ejerce.
Renée es consciente de la violencia simbólica que sufre en forma de estereotipos, siendo en este
caso el de la discriminación de las clases sociales altas hacia las bajas. Hay momentos en los que
ella misma se humilla, como cuando se describe como “viuda, bajita, fea, rechoncha, tengo callos
en los pies…”, posiblemente porque eso es lo que dicen o piensan los demás de ella. También, hay
momentos en los que se burla mentalmente de su jefe por ser menos culto que ella y no ser capaz de
sustentar su estereotipo de burgués culto.

Como conclusión, decir que no se puede negar el poder de la clase alta, de la dominante, ante la cla-
se baja. Dentro del ámbito laboral ya sea por miedo a ser despedido o a que te hagan el vacío, es un
hecho que la mayoría de las personas no muestran tener un conocimiento superior al de su jefe.
Aceptando de esta forma el control y supremacía de la clase alta.

También podemos ver este control, como ya he mencionado antes, sobre los gustos de la gente. La
gente de clase baja aspira a tener los objetos, ropa, coches, casas…etc que tiene la clase alta. Inclu-
so en algunos momentos se llega a obtener un producto que hace la misma función que otro, por el
simple hecho de que es más caro y por eso es “mejor”. Más caro, sinónimo de mejor, porque es lo
que compra la clase alta.

A pesar de esto, la diferencia más grave en mi opinión la encontramos en cuanto a la educación. Si


te sacas una carrera en la universidad pública, casi siempre por no decir siempre estarás una opción
por debajo de los que tengan un título por la privada. En un puesto de trabajo se fijan más por el di-
nero que has pagado para sacarte la carrera que por tus conocimientos. Lo mismo ocurre con los
masters, más dinero, “mejor calidad”, antes entras a trabajar. Algo que no debería ser así, pues no
todas personas tienen los mismos recursos que otras para pagarse una privada. Por no hablar que
universidad privada o máster muy caro no tiene porque ser sinónimo de mejor calidad que una pú-
blica o que un máster menos caro.

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