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RESUMEN

Joseph E. Stiglitz, en esta obra sostiene que la globalización puede ser una fuerza
benéfica siempre que nos replanteemos el modo en el que ha sido gestionada. El dolor
padecido por los países en desarrollo en el proceso de desarrollo orientado por el FMI y
las organizaciones económicas internacionales ha sido muy superior al necesario. La
economía puede parecer una disciplina árida, pero las buenas políticas económicas
contribuyen a mejorar la vida de la gente más pobre. Los gobiernos deben y pueden
adoptar políticas que orienten el crecimiento de los países de modo equitativo.
Constituimos una comunidad global y debemos cumplir una serie de reglas para convivir.
Estas reglas deben ser justas, deben atender a los pobres y a los poderosos, y reflejar un
sentimiento básico de decencia y justicia social.
El documento se compone de nueve interesantes capítulos. El primero “La promesa de
las instituciones globales” habla de disturbios y negociaciones, el consumo y el bienestar,
los papeles de FMI BM OMC como instituciones mundiales. En el segundo “Promesas
rotas”, retoma la importancia de estas instituciones y nos plantea si cumplen o son
desiguales. En el tercero “¿Libres de elegir?” dice los diferentes caminos que hay:
ganadores y perdedores, las opciones de público o privado, nos comenta a quién
beneficia y como se ensancha la brecha entre los pobres y los ricos. En el cuarto capítulo
“Crisis de Este asiático” da un vistazo del rol del Fondo Monetario Internacional y la
cohesión social. “¿Quién perdió a Rusia?” el quinto capítulo, resume la transición de la
USSS a la República Federativa de Rusia, del socialismo al capitalismo y los actores
involucrados. En el sexto, “Leyes comerciales injustas” da ejemplos de lo que sucedió y
podría suceder con algunos países y el comercio mundial en con respecto a la toma de
decisiones. En los capítulos “Mejores caminos hacia el futuro” (siete), “La otra agenda del
FMI” (ocho), y “Camino al futuro” (nueve) nos presenta los papeles las instituciones como
el FMI, la perspectiva de hacia el futuro y en qué consiste el desarrollo
SUMMARY

Joseph E. Stiglitz, in this work argues that globalization can be a force for good whenever
we rethink the way it has been managed. The pain suffered by developing countries in the
development process guided by the IMF and international economic organizations has
been far higher than necessary. The economy may seem an arid discipline, but good
economic policies contribute to improving the lives of the poorest people. Governments
can and should adopt policies to guide the growth of countries equitably. We constitute a
global community and we must meet a number of rules to live. These rules should be fair,
they should serve the poor and the powerful, and reflect a basic sense of decency and
social justice.

The document consists of nine chapters interesting. The first "The promise of global
institutions" talks about riots and negotiations, consumption and welfare, the roles of IMF
and World Bank WTO institutions. In the second "Broken Promises", reaffirms the
importance of these institutions and raises if they meet or are uneven. In the third "? Free
to choose," he says the different ways there: winners and losers, the public or private
options, tells us who benefits and how the gap between rich and poor widens. In the fourth
chapter "East Asian Crisis" gives an overview of the role of the International Monetary
Fund and social cohesion. "Who lost Russia?" The fifth chapter summarizes the transition
from the USSS to the Federal Republic of Russia, from socialism to capitalism and
stakeholders. In the sixth, "unfair trade laws" gives examples of what happened and could
happen with some countries and the global trade with regard to decision-making. Under
the "Better roads towards the future" (seven), "The other IMF agenda" (eight), and "Road
to the Future" (nine) presents the roles institutions like the IMF, the outlook for the future
And what is the development.
KEYWORS

1. Anodinos.
2. Suborbios.
3. Vilipendian.
4. Resecion.
5. Bursatil.
6. Siasceo.
7. Elucion
8. Lugubre.
9. Grilletes.
10. Umbral.
11. Barrabazada.
12. Liberalizacion
13. Sesmovilizacion.
14. Hostilidad
15. Vicisitudes.
MARCO TEORICO

Creemos que el libro que reseñamos a continuación puede colaborar a un mejor


conocimiento de los mecanismos políticos y económicos que se encuentran tras el
fenómeno de la globalización, fenómeno que, de una u otra forma, afecta ya a
toda la población mundial. Desde un punto de vista privilegiado -ya que fue
vicepresidente del Banco Mundial entre febrero de 1997 y febrero de 2000- el
reciente Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, ha podido observar las
políticas macroeconómicas que en el último decenio se han aplicado al desarrollo
de algunos países y que supuestamente estaban dirigidas a aumentar el bienestar
de las respectivas poblaciones. Sin embargo, la realidad se empeña en demostrar
que las diferencias entre países ricos y pobres no han hecho más que aumentar y
al análisis de las causas de esa creciente diferenciación aplica el profesor Stiglitz
sus conocimientos.
Tras años de desempeñar un lugar preeminente en diversas Universidades
norteamericanas, y últimamente, en la Universidad de Columbia, el profesor
Stiglitz fue en 1993 presidente del Consejo Asesor del Presidente Clinton en
materias de política económica. Hasta esa fecha, y en tanto que profesor
universitario, había dividido su tiempo de trabajo e investigación entre la economía
matemática abstracta -ayudó, como él mismo explica en el prólogo de su libro, a
desarrollar una rama de la ciencia económica, conocida desde entonces como
"economía de la información"- y otros aspectos de la economía, como la
aplicación de ésta al sector público y otros asuntos relacionados con las políticas
monetarias desde un punto de vista teórico.
En su obra, y en relación con su teoría de la política económica de la información,
ya había observado que en los mercados se producen imperfecciones por el
hecho de que éstos se mantienen en constante asimetría, debido a las diferencias
entre las informaciones de que disponen el trabajador y el empleador; o el
prestamista y el prestatario, o el asegurador y el asegurado. De manera que ello
explica, desde un punto de vista diferente al del "equilibrio natural" del mercado, la
razón de la existencia del desempleo o porqué los que necesitan créditos son a
menudo quiénes menos los obtienen.
Se debe señalar, también, que Joseph Stiglitz ha mantenido durante su carrera
académica numerosos vínculos con algunos aspectos de la economía de los
países en vías de desarrollo, sobre todo, entre los años 1969 y 1971 en Kenia,
donde, como él mismo confiesa, una importante parte de su labor teórica fue
inspirada por lo que allí tuvo ocasión de observar. En los años ochenta, tuvo
también ocasión de participar en los estudios sobre la incorporación de las
economías comunistas a la economía de mercado.
Durante veinticinco años, el profesor Stiglitz se mantuvo atento al desarrollo de la
economía mundial y escribió sobre los problemas derivados del gobierno de las
grandes corporaciones, sobre la apertura de los mercados internacionales y el
acceso a la información o sobre el estudio objetivo de las quiebras económicas,
todo lo cual le proporcionó un marco de referencia que le fue reconocido con el
Premio Nobel de 2001.
Si, como reconoce el autor, todos esos estudios e investigaciones le formaron
profesionalmente, no le prepararon para abordar los problemas que se encontró al
llegar a Washington. Su carrera académica no le instruyó para afrontar los
problemas derivados del sesgo ideológico y político que observó en las grandes
formaciones económicas que tienen la responsabilidad de favorecer un sistema
de relaciones igualitario entre países en un mundo crecientemente globalizado (el
Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del
Comercio, esencialmente) al tomar decisiones que debían -y deben de- afectar a
poblaciones enteras, sobre todo, a las de los países en vías de desarrollo.
La tesis general del libro que comentamos se puede sintetizar como sigue: en un
contexto de globalización, en que todas las economías nacionales se encuentran
en constante interacción, se debe favorecer el crecimiento económico de los
países menos desarrollados; pero para que ello sea posible, no basta con que las
instituciones económicas supra-nacionales se apliquen a proporcionar recetas de
crecimiento, sino que éstas deben de respetar las secuencias y los ritmos que
exigen algunas economías con un débil grado de desarrollo. Paralelamente, la
tesis principal del libro se complementa con un ataque frontal a la ideología
neoliberal que supone el abandono de las ideas sobre el papel desempeñado por
los Estados en el fomento de las economías nacionales, tal como se había
propuesto a partir del final de la II Guerra Mundial, para -en una vuelta a la línea
del pensamiento liberal de Adam Smith- dejar actuar a dichas economías según
las leyes del libre mercado, según las cuales la motivación del beneficio constituye
la fuerza que dirige la economía hacia resultados eficientes como si la llevara una
mano invisible.
En un estilo decididamente narrativo y, por tanto, alejado del tono académico de
las obras teóricas, el autor irá señalando a lo largo de las páginas de su libro
todos los errores que se fueron sucediendo durante su mandato como
vicepresidente sénior del Banco Mundial, por parte de las instituciones
económicas supra-nacionales, sobre todo por parte del FMI, la institución
"hermana" del Banco Mundial, aunque diferenciada de éste por sus objetivos y
sus procedimientos; sobre todo, debido al hecho reconocido por Pierre Bourdieu y
que el autor de este libro subraya- de que, en lugar de comportarse como
estudiosos y entrar en debates serios y contrastados, los intereses políticos de los
analistas económicos del FMI les hace chocar constantemente con la realidad, ya
que están demasiado ocupados en violentarla para adaptarla a ideas
preconcebidas.
El libro está estructurado en nueve capítulos en los que se muestra diferentes
ejemplos de las políticas seguidas por las autoridades económicas mundiales -
esencialmente el FMI- para lograr un equilibrio económico entre los países más
ricos (el G-7) y los países menos favorecidos económicamente. Cree el autor que
la razón última de las diferencias en los resultados se debió -al menos, hasta la
fecha- al hecho de que el FMI aplicó a contextos muy diferentes unas recetas
idénticas fabricadas en los despachos oficiales sin tener en cuenta las
características diferenciales de cada uno de los países en los que se solicitó su
ayuda para enderezar las respectivas economías y ponerlas en situación
competitiva.
De manera inversa, el juicio del autor sobre la trayectoria del Banco Mundial es
mucho menos negativo, y ello se debe en parte a la propia orientación de ambas
instituciones. Realizaremos un breve inciso para señalar algunas características
que se explican en el contexto de la globalización actual al que nos referiremos
después.

El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, dos instituciones nacidas


para prestar ayuda a los países en vías de desarrollo
El FMI -junto al Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio- nació,
como es conocido, después de finalizada la II Guerra Mundial, por iniciativa de las
Naciones Unidas en la Conferencia Monetaria y Financiera celebrada en Bretton
Woods, New Hampshire, en julio de 1944. Fue la creencia en la necesidad de una
acción colectiva a escala global con la finalidad de lograr la estabilidad económica
lo que llevó a la formación de dichas instituciones que, no se olvide, no rinden
cuentas directamente "ni a los ciudadanos que los pagan ni a aquellos a cuyas
vidas afectan" El FMI, formado por los ministros de Hacienda y por los
gobernadores de los Bancos Centrales de los gobiernos del mundo, se rige por un
complicado sistema de votación basado en buena medida en el poder económico
de los países al final de la II Guerra Mundial. A pesar de algunos ajustes, el poder
efectivo del FMI está en manos de los países más industrializados sobre cuyas
decisiones un sólo país, Estados Unidos, puede ejercer su derecho de veto.
Por su parte, el Banco Mundial, cuyo nombre originario fue significativamente el
de Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo, se creó
paralelamente con el objetivo de prestar el dinero necesario a los países con
dificultades de crecimiento para que solucionasen sus problemas estructurales,
aunque dicho Banco debe contar siempre con la aprobación del FMI.
Las ideas que sustentaban la creación de éstas y las otras instituciones
internacionales era la de esquivar de manera definitiva las crisis estructurales,
manifestadas por altas tasas de paro, tal como se había producido durante la
"Gran Depresión" norteamericana de los años treinta. Siguiendo las teorías de
John Maynard Keynes, la persistencia de una situación de paro se debía atribuir a
las fluctuaciones del mercado, razón por la cual éste no debía ser dejado sin
control -para que actuase la Mano Invisible de Adam Smith- sino que se debía
actuar colectivamente para evitar en lo posible dicha situación.
Keynes demostró, igualmente, que esa acción colectiva global era imprescindible
por la razón de que las acciones de un país afectan a otros, creando una situación
de potencial contagio de unas economías a otras. Esto tiene su explicación en el
hecho de que, en teoría, las importaciones de un país son las exportaciones de
otro y en un estado de equilibrio económico perfecto, el resultado de ambas
debería sumar cero; en consecuencia, cualquier recorte en las importaciones de
un país dañan la economía de otros. Si un país entra en recesión, se genera paro
laboral, con lo que el consumo pierde volumen, lo cual afecta a la demanda de
productos, sean nacionales o importados. La recesión en un país lo lleva a
importar menos y eso perjudica a sus vecinos. Una forma de solventar esa
situación de recesión era, en opinión de Keynes, por un lado, reducir la presión de
los impuestos; por otro, o simultáneamente, incrementar el gasto público, es decir,
aumentar la demanda agregada. Los Estados podían y debían endeudarse para
mantener el nivel de empleo del país en tasas aceptables.
Podía ser, sin embargo, que a pesar de esas medidas, algunos países no
tuviesen la capacidad de endeudarse para financiar el gasto público o mantener
por sí solos la reducción de impuestos y necesitasen del concurso de otros. El
FMI podía, en opinión de Keynes y los economistas y políticos reunidos en Bretton
Woods, mejorar las cosas: el FMI, como institución supra-nacional, podía
presionar a los países para que mantuviesen sus economías en pleno empleo,
mediante la aportación de dinero a aquellas naciones que debían afrontar
recesiones con el objetivo de que adoptasen políticas más expansivas que las que
escogerían por sí solos.
Hasta aquí, hemos presentado de manera harto resumida la teoría subyacente en
la creación del FMI y de las otras instituciones económicas vinculadas. En opinión
de Stiglitz, sin embargo, el FMI ha derivado desde esos principios hacia
un fundamentalismo del mercado volviendo al pensamiento de Adam Smith y
su Mano Invisible, en un claro giro ideológico: es el Estado el que funciona mal y
es el mercado -sobre todo el bancario- el que funciona bien. Desde este punto de
vista, la regulación natural del mercado no sólo alcanza al mercado de bienes,
sino, más especialmente, al mercado del dinero. Lo cual supone que el modelo
central en la política económica impulsada por el FMI son los mercados
financieros, haciendo prevalecer la economía financiera sobre la economía real.
Con la caída del Muro de Berlín, los campos de actuación entre el FMI y el BM se
delimitaron aproximadamente de la siguiente manera: el FMI se ocupó desde
entonces de las cuestiones macroeconómicas de los países que se encontraban
en dificultades, es decir, su déficit presupuestario, su política monetaria, su tasa
de inflación, su déficit comercial o su deuda externa. Paralelamente, el Banco
Mundial se debía ocupar de las cuestiones estructurales: a qué asignaba el
Gobierno del país en cuestión el gasto público, cómo funcionaban las instituciones
financieras del país, su mercado laboral o sus políticas comerciales.
El problema entre ambas instituciones derivó, para Stiglitz, del
papel imperialista del FMI, cuyos dirigentes no creyeron necesario entrar en
discusión con los dirigentes del BM sobre las políticas que mejor encajarían con
una situación determinada, ya que, fieles a su concepción del mercado como
elemento dominante, consideraban imprescindible la aplicación de una fórmula
idéntica a todos los países en vías de desarrollo, lo cual llevaría a la situación
harto pintoresca de remitir los correspondientes pliegos de condiciones a
determinados países a los que se proponían las medidas económicas necesarias
en los que ni tan siquiera se había modificado el nombre del país.
La consecuencia de una política basada en recetas generales es, en opinión de
Stiglitz, una de las principales razones de que se haya agravado las mismas
dificultades que se pretendían arreglar y, peor todavía, lo que ha permitido que
esas dificultades se repitan una y otra vez.
En el libro que presentamos se describe un buen número de casos en los que se
observa la estrategia que ha seguido el FMI y hasta las resistencias de
determinados países a dejarse ayudar por dicha institución. Los casos de épocas
recientes en países tan dispares como Etiopía, Rusia, Corea, Malasia, Tailandia, o
China, y los resultados de políticas económicas no siempre acertadas, son una
lección que no sólo los economistas, sino los geógrafos deberíamos tener en
cuenta, sobre todo, cuando nos debemos referir al actual contexto de
globalización.
A continuación, señalaremos algunas características de dicho contexto que,
según el autor, es simultáneamente objeto de "tanto vilipendio y tanta alabanza" y
que nos pueden ayudar a reflexionar sobre una realidad ante la que, de momento,
no parecen existir alternativas.

El proceso de globalización a examen


El impacto sociológico e ideológico que supuso el atentado del 11 de septiembre
puso de manifiesto, entre otras cosas, que nos encontramos, nos guste o no, en
un mundo globalizado, ante el que el autor se pregunta . "¿por qué la
globalización -una fuerza que ha producido tanto bien- ha llegado a ser tan
controvertida?"
Entre las ventajas de la globalización se cuentan la disminución de una situación
de aislamiento experimentada por numerosos países en vías de desarrollo; la
posibilidad real de un intercambio entre éstos y otros países desarrollados en un
mercado internacional; la globalización ha permitido crecer a numerosos países
mucho más rápidamente que en otras épocas; ha permitido, igualmente que un
número mayor de personas gocen en la actualidad de un mayor nivel adquisitivo y
de un nivel de vida muy superior al que habían disfrutado nunca y ha brindado a
un mayor número de personas el acceso a un grado de conocimientos que sólo
hace un siglo no era alcanzable ni por los más ricos del planeta. A todo ello ha
colaborado, sin duda, el acceso a las fuentes de información, entre ellas, la más
poderosa, Internet. Los ejemplos en ese sentido son múltiples, desde las
posibilidades de interconectar políticas activas para mejorar las condiciones de
países sometidos a peligros reales, como las minas anti-personas, o aquellas
campañas destinadas a condonar las deudas de países demasiado pobres.
En la parte negativa, no cabe duda de que la globalización ha favorecido una
mayor diferencia entre los países ricos y los que se encuentran en vías de
desarrollo; el número de pobres ha aumentado de forma dramática a escala
global, mientras que los ricos lo son cada vez más. En África, los proyectos de
desarrollo han chocado contra políticas mal orientadas que han precipitado en la
miseria a un número creciente de población, mientras que las elites dirigentes
acumulan mayores índices de riqueza.
En Asia la globalización no ha conseguido reducir la pobreza; y tampoco ha
favorecido su estabilidad económica. La crisis del Este Asiático de 1997 pareció
arrastrar toda la economía mundial; y en Latinoamérica, el "corralito" argentino
puede constituir sólo la punta de un iceberg que puede contagiarse a todo el
continente, mientras que la globalización y la introducción de la economía de
mercado en Rusia y en la mayoría de economías en transición desde el
comunismo tampoco han producido los resultados esperados. Desgraciadamente,
las escasas políticas llevadas a cabo en África no permiten más que constatar el
estado de abandono en que se encuentra la mayoría de los países de ese
continente.
A todos esos países se les aseguró que el nuevo sistema económico les brindaría
una prosperidad sin precedentes; y los resultados han sido más bien magros,
buenos para enriquecer a unos pocos mientras que para el resto se generó una
pobreza mucho mayor.
Se acusa a la globalización de haber favorecido la hipocresía de los países ricos
al permitir que éstos forzasen a los de menor desarrollo económico a eliminar las
barreras comerciales a partir de una política económica que los países
industrializados no estarían jamás dispuestos a aceptar; pero, entretanto, los
países ricos mantienen sus barreras arancelarias frente a los bienes procedentes
de los países en vías de desarrollo, sobre todo, los bienes procedentes de la
agricultura.
No sólo los países industrializados se niegan sistemáticamente a abrir sus
mercados a los productos agrícolas originarios de los países en vías de
desarrollo; sino que, además, insisten en que éstos abran sus mercados a los
productos manufacturados de dichos países industrializados y continúan
subsidiando sus productos agrícolas, mientras que insisten en que los países en
vías de desarrollo retiren sus subsidios a sus productos manufacturados.
Como Presidente del Consejo de Asesores Económicos de la administración
Clinton, Stiglitz batalló enérgicamente contra esa doble moral que, como él mismo
reconoce, tampoco beneficiaba a la economía de los Estados Unidos. Los
elevados precios que debían pagar los consumidores norteamericanos por los
productos procedentes de su propio país, más los elevados subsidios a su propia
agricultura que como contribuyentes debían financiar, suponían miles de millones
de dólares que de otra forma -permitiendo la entrada de productos de países en
vías de desarrollo- hubiesen podido ahorrase.
"Incluso cuando Occidente no fue hipócrita, marcó una agenda de la globalización,
y se aseguró de acaparar una cuota desproporcionada de los beneficios a
expensas del mundo subdesarrollado"
Estas cuestiones no hacen más que repetir esquemas bien conocidos en los que
se basaron la mayoría de países colonialistas desde los siglos XVIII-XIX. El
problema actual se ve agravado por la entrada en la escena económica del papel
desempeñado por los bancos occidentales en los mercados de capitales que, a
menudo, han cumplido un papel desestabilizador de las economías en desarrollo.
Al entrar y salir bruscamente de las bolsas locales un dinero de clara raíz
especulativa, sólo con la esperanza de obtener ganancias rápidas que suelen
obedecer a expectativas de devaluación o apreciación de la moneda local, deja
tras de sí "divisas colapsadas y sistemas bancarios debilitados" .Y, sin embargo,
la globalización, como señala el autor, es (¿o debería ser?) fundamentalmente,
"la integración más estrecha de los países y pueblos del mundo, producida por la
enorme reducción de los costes de transporte y comunicación y el
desmantelamiento de las barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios y
capitales, conocimientos y (en menor grado) personas a través de las fronteras."

La explicación de los errores


Ya hemos señalado que la estructura del libro se divide en nueve capítulos, de los
que destacaríamos algunos, esencialmente, el cuarto, dedicado a la crisis del Este
asiático, en el que se analiza las políticas del FMI utilizadas en esa zona, políticas
que llevaron al mundo "al borde de un colapso global". A partir del hundimiento
del bath tailandés, en 1997, las entradas y salidas rápidas de dinero en las bolsas
asiáticas llevaron a situaciones que, según el autor, no se hubiesen producido si
se hubiese dejado a cada uno de dichos países desarrollarse de manera más
acorde con su potencial económico, político y social, es decir, respetando las
secuencias y ritmos que mejor se adaptasen a cada una de dichas economías. En
ese sentido, el autor subraya el papel desempeñado por los respectivos gobiernos
del Este asiático -que en la mayoría de países habían tenido un papel
fundamental al crear las condiciones para que se produjese un elevado nivel de
ahorro y de inversión interna- en contraste con el proceso excesivamente rápido
de la liberalización de los mercados de capitales. La entrada de capitales foráneos
que sólo buscaron un rápido incremento de las tasas de beneficio financiero,
dejaron a sus espaldas una seria situación de crisis.
En ese capítulo, Stiglitz explica de manera pormenorizada los casos de China,
Corea del Sur, Tailandia, Malasia e Indonesia para mostrar que la apertura de los
respectivos sistemas económicos a los capitales extranjeros y una prematura
reestructuración orientada a la liberalización del mercado de capitales fueron los
principales errores que habría cometido el FMI en su interés por "mejorar" un
sistema bancario y empresarial que en las tres décadas precedentes había
crecido hasta llegar a conformar el llamado "milagro del Este asiático" sin más
recursos que los propios y sin necesidad de la entrada masiva de capitales
extranjeros en sus respectivas bolsas. Sin compartir la "teoría de la conspiración",
según la cual dicha entrada de capitales foráneos se habría dirigido a debilitar las
economías de esos países, no deja de señalar que los responsables directos de la
crisis del Este asiático fueron "los burócratas" del FMI y del Tesoro
norteamericano que actuaron de manera indiscriminada sobre unos sistemas
bancarios frágiles.
Destacaríamos, también, los tres capítulos siguientes, que están dedicados a la
crisis de 1998 en Rusia, y que constituyen un ejercicio de profundización de las
diferentes condiciones -sociales, económicas, históricas y políticas- que influyeron
en la transición desde una situación económica en que el Estado controlaba todas
las actividades productivas a una liberalización que llevaría a una situación de
mayor pobreza y desigualdad, una inflación galopante y un estado de corrupción
generalizado potenciados por unas estrategias que se suponían "de choque"
elaboradas por el Tesoro norteamericano y el FMI que debían enderezar la
situación; pero que sólo consiguieron que se entrase en contradicción con un
proceso de crecimiento más armónico.
Stiglitz es muy crítico con dichas estrategias, que no llevaron al desarrollo de
Rusia sino, a lo sumo, a una cierta estabilización. De hecho, él mismo, como
vicepresidente del Banco Mundial y prescindiendo de las recomendaciones del
Tesoro de los Estados Unidos, emprendió un viaje a Rusia en el curso del cual
pudo comprobar que las privatizaciones que se habían llevado a cabo en el país
sólo habían hecho que enriquecer a unos pocos oligarcas.
"En Rusia se pensaba, no sin razón, que EE UU se había aliado con la corrupción.
En lo que había sido percibido como una exhibición de apoyo, el subsecretario del
Tesoro, Lawrence Summers invitó a su casa a Anatoly Chubais, que había estado
al cargo de las privatizaciones, había montado la estafa de los préstamos a
cambio de acciones El Tesoro de EE UU y el FMI entraron en la vida política del
país"
El contraste entre lo que sucedió en países que no se plegaron a las
recomendaciones del FMI (China, por ejemplo) y los que sí lo hicieron (como es el
caso de Rusia) es tan marcado que no ofrece dudas. China pondría por delante
de la privatización la creación de una situación de competencia entre empresas; y
antes de que se reestructurasen las empresas estatales, el gobierno central se
ocupó de crear nuevas empresas en áreas rurales, con lo que durante un cierto
tiempo el sistema económico chino se benefició de los dos tipos de empresas, las
de carácter privado y las de carácter público del anterior régimen. Al no
desmantelar demasiado rápidamente el sistema anterior, el crecimiento, más
lento, se pudo afianzar y obtener éxitos a largo plazo. En Rusia, por el contrario,
se sabe que el camino hacia la estabilización, la privatización y la liberalización
deberá continuar; pero ahora se sabe, también, que en ese camino por recorrer
son necesarias instituciones sólidas, auque se desconozca por qué medios
conseguirlas. En contraste con China, en que la liberalización fue promovida
desde un Estado central, el colapso del poder central en Rusia propició la
"instalación permanente de los oligarcas y de la cleptocracia y el capitalismo de
amigotes/mafiosos" . apoyados por el FMI y el Tesoro de EE UU.

La respuesta ante las crisis estructurales


Los dos últimos capítulos del libro que comentamos están dedicados a mostrar la
pérdida de coherencia intelectual que ha ido experimentando el FMI nacido en
Bretton Woods y las necesarias modificaciones que debe sufrir para llenar una
"nueva agenda" en la que se muestra necesaria la existencia de instituciones
públicas internacionales desprovistas de intereses económicos y de ideología, en
que la transparencia sea el primer requisito de las acciones futuras.
En el penúltimo capítulo, el autor realiza un interesante experimento consistente
en analizar la política del FMI como si dicha organización estuviese propiciando
los intereses de los mercados financieros, en lugar de aplicar los recursos a
ayudar a los países en dificultades a salir de las mismas; según esa nueva visión,
las políticas del FMI constituyen un conjunto absolutamente coherente en lugar de
las contradicciones que se observan.
Del último de los capítulos del libro destacaríamos la nueva agenda en siete
puntos que, a modo de conclusiones, propone el autor y que enumeramos a
continuación de manera resumida.
En primer lugar, se hace evidente la necesidad de aceptar los peligros de la
liberalización de los mercados de capitales y el hecho de que los flujos de capital
de corto plazo ("dinero caliente") imponen abultadas externalidades, que se
traducen en mayores costes soportados por quienes no son parte directa en las
transacciones.
En segundo lugar, es preciso realizar reformas sobre quiebras y moratorias, que
tendrían la virtud de inducir a la precaución a los futuros inversores en países en
desarrollo, en lugar de estimular un tipo de préstamos temerarios, comunes en el
pasado.
En tercer lugar, se impone destinar menos recursos a los salvamentos
económicos -los rescates- que se orientan a garantizar que los acreedores
occidentales cobren más que lo que habrían cobrado en otras circunstancias.
En cuarto lugar, el autor sugiere mejorar la regulación bancaria, tanto en los
países desarrollados como en los que se encuentran en vías de desarrollo, ya que
una mala regulación bancaria en los países desarrollados puede conducir a malas
prácticas de préstamos y a los que se encuentran en crecimiento, a una
exportación de inestabilidad.
En quinto lugar se debe mejorar, también, la gestión del riesgo producido por la
volatilidad de los tipos de cambio. El actual desastre de Argentina muestra que
una paridad demasiado estricta con el dólar no resuelve tampoco los problemas
cambiarios, sobre todo, a los países pequeños o a los que presentan una
economía frágil. Los países desarrollados pueden sin duda absorber mejor las
fluctuaciones en los mercados de capitales, y deberían ser éstos quienes
deberían ayudar a los menores en forma de créditos que mitiguen esos riesgos.
En relación con esto, la sexta condición para un crecimiento global más armónico
reside en gestionar el riesgo inherente a los cambios económicos de manera que
dicho riesgo no deba ser absorbido por los más vulnerables dentro de los países
en recesión, lo que supone fomentar la capacidad de incluir programas de
desempleo más efectivos.
Por último, Stiglitz propone una mejor respuesta a las crisis. La asistencia a
países en vías de recesión económica debería considerar necesario un mayor
conocimiento de las condiciones políticas y sociales. Y, lo más importante, se
debería regresar a los principios económicos básicos postulados en la teoría
keynesiana por una parte; por otra, el autor propone poner en práctica estrategias
expansivas de carácter fiscal y monetario en los países en dificultades, de la
misma manera que se realiza cuando EE UU atraviesa una recesión económica, y
no a la inversa, como ha venido sucediendo hasta ahora.
"más que concentrarse en la efímera psicología de los inversores, en la
impredecibilidad de la confianza, el FMI debe retornar a su mandato original de
proveer financiación para restaurar la demanda en los países que afrontan una
recesión económica" (p. 299).
Para todo ello, el autor considera que la ayuda al desarrollo debería ser liderada
más que por el FMI por el Banco Mundial, ya que cree que esta institución
responde mejor a las preocupaciones de los países en desarrollo. El Banco
Mundial puede ajustarse mejor a las restricciones presupuestarias, es más
sensible a la importancia de la educación -incluida la de las mujeres- y a la
necesidad del establecimiento de una sólida base tecnológica, incluido el apoyo a
una formación avanzada. Respecto a la condonación de la deuda para
determinados países, Stiglitz es terminante: sin dicha condonación de la deuda,
muchos países en desarrollo no podrán crecer. Todos conocemos que muchos de
los países deudores sólo pueden pagar los intereses de su deuda a los países
desarrollados; pero no tienen capacidad económica para nada más. Todavía va
más lejos y considera que no sólo los países más pobres deberían acogerse a las
condiciones de condonación de la deuda, sino muchos otros que, sin estar en esa
situación, ya están experimentando las consecuencias de los errores de las
instituciones supra-nacionales en el pasado.
En opinión del autor, es posible todavía promover la igualdad y el crecimiento
rápido al mismo tiempo, a condición de que dicho impulso provenga de políticas
más igualitarias y de la creación de nuevas empresas que potencien las
exportaciones, para lo que el papel del Estado es fundamental al estimular
sectores concretos y al ayudar a crear instituciones que promuevan el ahorro y a
dirigir esos fondos de una manera eficiente.
Una "globalización con un rostro más humano" sería lo mejor que le podría pasar
a la sociedad actual; una globalización que implicase el cambio de no sólo las
estructuras institucionales, sino del propio esquema mental de dichas estructuras
institucionales. Si en la actualidad la globalización se entiende en términos
económicos, para muchos en el mundo subdesarrollado es bastante más; la
globalización conlleva cambios que no han hecho más que empezar: está el
problema del debilitamiento de las sociedades rurales tradicionales en favor de un
proceso acelerado de urbanización; está el problema del ritmo de la integración
global, que debería constituir un proceso gradual que no arrolle las instituciones
precedentes, sino que se adapte y pueda afrontar la nueva situación observada
desde más ángulos que el propiamente económico.
Está también, para Stiglitz, lo que la globalización debería poder hacer por la
democracia. A menudo, sugiere Stiglitz, parece que a las antiguas dictaduras de
las elites nacionales, les está sucediendo la dictadura ejercida por las finanzas
internacionales, lo cual explica el riesgo de la pérdida de soberanía que pueden
experimentar algunos países que necesitan ayuda económica. Dichos países en
desarrollo son avisados de que si no cumplen determinadas condiciones, los
mercados de capitales o el FMI se negarán a prestarles el dinero que necesitan
para su progreso. En esencia, pues, dichos países son obligados a ceder una
parte de su soberanía y dejar que los mercados de capitales "incluidos los
especuladores, cuyo único afán es el corto plazo" influyan en sus políticas de
desarrollo que, evidentemente, han planificado a unos plazos mucho más largos.
O los países pobres se someten a los "caprichos" de los especuladores o se
arriesgan a seguir su camino solo; y, en un mundo globalizado e interdependiente,
pocos países están dispuestos a correr ese riesgo.
De momento, para el autor la globalización actual no funciona.
"Para muchos de los pobres de la Tierra no está funcionando. Para buena parte
del medio ambiente no funciona. Para la estabilidad de la economía global no
funciona. La transición del comunismo a la economía de mercado ha sido
gestionada tan mal que -con la excepción de China, Vietnam y unos pocos países
del este de Europa- la pobreza ha crecido y los ingresos se han hundido"
Sin embargo, el autor concluye que, a pesar de todo ello, la globalización puede
ser una fuerza benigna. Puede ayudar a generalizar el conocimiento y el
intercambio de ideas, puede contribuir a la transmisión de concepciones sobre la
democracia y promover una sociedad civil más justa; y puede beneficiar a los
países que, sin confiar en la noción de un mercado autor regulado, reconozcan el
papel que puede cumplir el Estado en el desarrollo, y que, en consecuencia, estén
en condiciones de resolver sus propios problemas. Su larga trayectoria
académica, autoriza suficientemente, sin duda, al Premio Nobel de Economía
2001 a emitir su opinión ante el neoliberalismo acelerado que invade todas las
parcelas de la vida social, política y económica de los pueblos en un mundo
crecientemente globalizado.
No obstante, su declarado alegato en favor de la vuelta a las teorías económicas
keynesianas quizás le ha hecho olvidar en el relato de los hechos recientes el
papel desempeñado por las otras grandes corporaciones internacionales, como el
propio Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio.
La impresión general que se obtiene tras la lectura de su extenso libro es que de
la actual situación de desequilibrio económico, social y político a escala global
prácticamente las únicas instituciones culpables son dos: el FMI y el Tesoro
americano. Sin duda, el autor conoce de cerca las diferentes circunstancias que
han coincidido en la historia económica reciente; pero para que se llegase a esa
situación de indefensión en que se encuentran muchos de los países menos
favorecidos algo han debido hacer los gobiernos de esos mismos países.
Quizás, y ahí radica una de las mayores virtudes de este libro, a partir de todo lo
que se expone en él puede suceder que los gobiernos, especialmente los de
países en vías de desarrollo valorarán más cuidadosamente el "abrazo del oso"
que implica a menudo la ayuda internacional.
CRITICAS

Las ayudas al desarrollo están sirviendo para poco, se están usando en función
de lo que necesita el primer mundo y no de lo que realmente requieren los países
que la reciben. Los organismos internacionales no están funcionando
correctamente. Por ello, la globalización está empeorando el mundo en vez de
mejorarlo. Pero es posible rectificar el rumbo y aprovechar la globalización en
sentido positivo.
Otro mundo es posible La globalización no tiene por qué ser buena para unos
países (los más desarrollados China y, en algunos aspectos, India) y mala para
otros (los menos desarrollados); es posible lograr un equilibrio. La promesa del
desarrollo Desparecido el comunismo, hoy en día quedan dos grandes escuelas
de pensamiento económico: la liberal y la del estado intervencionista. A su juicio,
está segunda es la válida, la que puede impulsar el estado del bienestar, la que
puede ayudar a gestionar la globalización. Es la aplicada en el este asiático que
ha llevado al buen camino. El liberalismo aplicado en Latinoamérica, por el
contrario, ha fracasado. Las nuevas tecnologías y la globalización aplanan el
mundo para quien tiene acceso a estas NTIC y a la globalización; pero para
África, lo que está sucediendo es que el mundo cada vez es menos plano. Por
ello, es fundamental intentar nivelar el terreno para dar igualdad de oportunidades.
1. Cómo hacer que el comercio sea justo La liberalización comercial no es simétrica,
no todos los países la pueden aprovechar igual. Suele haber elementos ratifícales
que crean asimetrías. Además, incluso en un país hay quien sale perjudicado (por
la pérdida de empleos). Los aranceles proteccionistas a las industrias y países en
desarrollo son necesarios. Es posible crear un sistema comercial justo para todos.
Primero, ser permisivos con los países pobres: permitirles el libre comercio hacia
los países ricos sin exigir reciprocidad; permitirles proteger sus industrias
libremente. Segundo abrir los mercados agrícolas eliminando previamente las
subvenciones a la explotación en los países ricos, especialmente las que van a
parar a las grandes corporaciones. Tercero, modificar los aranceles para no
perjudicar a los más pobres. Cuarto, permitir la libre circulación no sólo de los
servicios que exigen un elevado grado de cualificación, sino también de los de
baja cualificación. Quinto, incluir otro tipo de barreras no arancelarias. Sexto,
reducir los acuerdos bilaterales y, en general, aquellos en los que están presentes
pocos países. Séptimo, realizar una serie de reformas en las instituciones
internacionales para permitir todo lo anterior.
2. Patentes, beneficios y personas. En una sociedad poco amante de los
monopolios, los derechos de propiedad intelectual lo que buscan es,
precisamente, crear monopolios (caso farmacéutico). Y esto, al final, disminuye la
innovación de los pequeños a favor de los grandes. En general, los mayores
investigadores (las universidades) no tienen mayor interés en las patentes. Si es
saber es de dominio público se aumenta la innovación (Linux). Solución. Primero,
adaptar los mecanismos de propiedad intelectual a las necesidades de los países
en vías de desarrollo. Segundo, acceso universal a los medicamentos. Tercero,
detener la biopiratería. Cuarto, reformar la WIPO para que tenga en cuenta a los
países y empresas menos desarrollados antes de conceder una patente.
3. Acabar con la maldición de los recursos Hay muchos países en vías de desarrollo
que son ricos en recursos naturales que progresan muy mal a pesar de ello
(Azerbaiyan, Nigeria, Venezuela, Arabia Saudí). La primera causa es que para
llegar al poder se ha usado la violencia, necesitando posteriormente usar los
recursos para comprar más violencia que permita al dictador mantenerse en el
mismo. Para romper con esta dinámica se deben dar una serie de factores.
Primero, que obtengan por sus recursos lo que realmente valgan. Segundo, tienen
que gastar bien el dinero obtenido, sin despilfarrarlo. Tercero, manejar el mal
holandés (si obtienen dólares de la venta de recursos, sube el valor de la moneda,
lo que perjudica las ventas en el exterior de todo aquello no cercano a los
recursos principales); para ello, hay que evitar cambiar todo lo vendido y
aprovechar para ahorrar. Soluciones desde el punto de vista internacional.
Primero, transparencia en la compra de recursos. Segundo, reducir la venta de
armas. Tercero, obligar a que haya un certificado para la exportación de recursos
naturales. Cuarto, prestar ayuda financiera finalista. Quinta, definir una serie de
normas. Sexto, limitar los daños medioambientales.
4. Salvar el planeta El tema medioambiental afecta tanto a países desarrollados
como a los no desarrollados. Hasta ahora la globalización no ha sido capaz de
gestionar adecuadamente esta cuestión. El problema es que el medio ambiente
es común, por lo que hay dos soluciones: privatizarlo o usar el control social. El
protocolo de Kyoto está pensado para los países ricos, ya que obliga a todos a
volver a 1990. La alternativa es hacer que todo el que contamina pague
proporcionalmente por ello.
5. La corporación multinacional Las corporaciones, en su búsqueda de obtención de
beneficios, han favorecido a los países menos desarrollados llevándoles
prosperidad, pero también los han perjudicado en numerosas ocasiones (Bhopal,
Exxon Valdez, Wal-Mart, etc.). Solución: Primero, admitir y trabajar con la base de
la RSE (Responsabilidad Social de la Empresa). Segundo, limitar el poder
(tamaño, posición en los mercados) de las corporaciones. Tercero, mejorar la
gestión de las corporaciones. Cuarto, leyes globales en una economía global.
Quinto, reducir el alcance de la corrupción.
6. La carga de la deuda La deuda externa plantea un gravísimo problema a los
países en vías de desarrollo, ya que hace que todos sus recursos salgan del país.
El tema es que han pedido dinero y ahora se ven expuestos a los tipos de interés
crecientes, devaluaciones, etc. Causas: excesivas peticiones, pero también
excesivas concesiones de préstamos, subidas de tipos de interés, eventos
imprevistos. Solución. Primero, condonar la deuda y no prestar tan alegremente
en el futuro. Especialmente, no obligar a devolver los préstamos de la “deuda
odiosa”, la solicitada por regímenes totalitarios para mantenerse en el poder; al no
pagar esta deuda, queda claro que en el futuro no se harán préstamos de este
tipo. La condonación no puede ser a costa de querer dirigir el país.
7. Reformar el sistema global de reservas Actualmente, los países más pobres
prestan dinero (es la forma de tener reservas) al país más rico a un interés del
1%. En vez de que el dinero fluya de los ricos a los pobres y el riesgo de los
pobres a los ricos, sucede justo al contrario. La exigencia de contar con un
sistema de reservas tiene un coste de oportunidad brutal para los países en vías
de desarrollo. Solución: reservar el sistema global de reservas. Para ello, o bien
tener dos monedas globales (no sólo el dólar) o bien crear un dólar global para
que todos tengan sus reservas en esa moneda.
8. Democratizar la globalización Ante los evidentes problemas que arrastra consigo
la globalización, hay tres soluciones: aceptarlos, rebelarse o aceptarlos tratando
de modificarlos para minimizar su efecto. En general, no ha habido organismos
transnacionales que hayan hecho bien su trabajo por el bien de los más
desfavorecidos. En el futuro, los organismos internacionales deben ser más
transparentes, más participativos. Además se debe llegar a un nuevo acuerdo
social global que favorezca a los países más pobres.

CONCLUSIONES
Cómo se fue construyendo la globalización y la importancia en su participación que
tuvieron las instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, Banco
Mundial y la Organización Mundial del Comercio

Remplazo de la planificación centralizada para descentralizar

La teoría económica para el consumo era que la planificación centralizada esta


condenada al fracaso

Políticas alternativas para la apertura de los mercados son posibles, y tanto Polonia como
China son un claro ejemplo de ello.

No es casualidad que las políticas aplicadas fueran ideadas en esos países, y no por el
FMI.

Polonia y China recurrieron a estrategias diferentes de las aconsejadas por el consenso


de Washington.

. Polonia primero empezó con una terapia de choque para controlar la inflación, y lo
complementó con un proceso gradualista de privatización y simultáneamente estableció
las instituciones básicas de una economía de mercado.

La Republica Checa privatizó empresas antes de privatizar bancos, y los bancos del
estado siguieron prestando dinero a las corporaciones privatizadas, por lo que el dinero
fluyó y no se detuvo.

El FMI se conforma con las tareas que le han sido asignadas como promover la
estabilidad global y el crecimiento. Pero hasta ahora no asumen la responsabilidad social.
Todavía el FMI a pesar estar de acuerdo con el mercado en competencia, gasta miles de
millones de dólares en intervenciones del mercado cambiario.

En las políticas del FMI con respecto al mercado financiero no sigue lo que ellos mismos
dicen como una ley, que el mercado decide, ya que a pesar de estando en el mercado si
un prestamista hace un mal préstamo y debería correr las consecuencias, el FMI no lo
cree así.

Todavía el FMI a pesar estar de acuerdo con el mercado en competencia, gasta miles de
millones de dólares en intervenciones del mercado cambiario.

CAPÍTULO I:

LA PROMESA DE LAS INSTITUCIONES GLOBALES

En este primer capítulo, Stiglitz comienza contextualizando lo que ha dejado la


Globalización, es decir, algunos de sus beneficios, entre los que destacan:

• Incremento en las exportaciones


• Enriquecimiento de países
• Mayor acceso a la información y educación
• Mayor presencia de grupos de activistas en el mundo por medio del Internet
• Condonación de de deuda a países del tercer mundo
• Ha reducido la sensación de aislamiento

Al mismo tiempo, se acentúa que en todas las reuniones que han convocado los
organismos internaciones que llevan las riendas de la globalización, han sido objetos de
conflictos y batallas, donde inclusive ha costado la vida manifestantes.

Asimismo, el autor indica que todos los países del tercer mundo tendrán que aceptar la
globalización aunque se resistan a ella. Sin embargo, se deja una pregunta abierta,
¿cumple la globalización con las promesas del beneficio económico?

En cifras que cita el mismo autor, se tiene que 1,200 millones de personas viven con
menos de un dólar al día, indicando que gran parte de este problema reside en que los
países del tercer mundo atraviesan por crisis políticas, sociales y económicas que
ahuyentan la inversión.

En este capítulo, el autor relata un poco de la historia económica moderna al hablar de


cómo se fue construyendo la globalización y la importancia en su participación que
tuvieron las instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, Banco
Mundial y la Organización Mundial del Comercio.

Los países del primer mundo exigieron a los países pobres que abrieran sus fronteras
comerciales, mediante la eliminación de las barreras al comercio exterior, manteniendo
los primeros dichas restricciones.
En el continente Americano, tanto en el sur como en el centro, se comenzaron a dar
golpes de estado, violencia urbana, conflictos políticos y sociales, esto al igual que en el
continente Africano.

Ante estas crisis, organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional


otorgaron préstamos financieros a cambio de que los países firmaran cartas de
“condicionalidad” para asumir como recetas las políticas económicas dictadas por los
países ricos a los de la periferia, situación que posteriormente encontró su parte más
importante con el Consenso de Washington.

Es precisamente en esta parte de la lectura donde Stiglitz se plantea si todo esto ha sido
por culpa de la globalización, para responderse que per se la globalización no es buena
ni mala, sino que depende quien la controle.

El autor define a la Globalización como aquella que “Consiste, básicamente, en la


integración más estrecha de los países y pueblos del mundo, provocada por la reducción
de los costos del transporte y la comunicación, y el desmantelamiento de barreras
artificiales a los flujos de bienes, servicios, tecnología, conocimientos -en menor grado-, y
personas a través de las fronteras.”

Para Stiglitz, este fenómeno fue impulsado por los tres grandes organismos
internacionales el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y la Organización
Mundial del Comercio, los cuales indica, responden a los intereses del grupo de países
más ricos del mundo.

“las políticas de las instituciones internacionales demasiado a menudo se ajusten en


función de intereses comerciales y financieros de los países industrializados avanzados”

La “Promesa de las Instituciones Globales”, se titula así ya que en la opinión de Stiglitz


estas instituciones no han cumplido su misión de ayudar a los países pobres, sino por el
contrario, estas han respondido a los intereses particulares de los países ricos.

CAPÍTULO II

PROMESAS ROTAS

Actualmente todo es pensado para evitar el contacto físico. En las guerras, las bombas
se tiran desde 15.000 mts. de altura, al igual que las políticas económicas se piensan y
aplican por personas que residen en un hotel de 5 estrellas, muy lejos de las personas
que quedarán destruidas, más allá de que el lema del Banco Mundial sea "nuestro sueño
es un mundo sin pobreza"...

Traducido a números, actualmente unos 1.200 millones de personas en el mundo viven


con menos de 1 U$S diario, al mismo tiempo que 2.500 millones de personas viven con
menos de 2 U$S diarios. Suman, las dos partes, más de un 60% de la población
mundial... Cerca de 4.000 millones de personas habitan en la pobreza más total. 4.000,
de 6.000 millones de habitantes en el mundo.

Comenta Stiglitz que en su primer día como vicepresidente senior del Banco Mundial
concibió la idea de reducir la pobreza mediante: *estrategias más eficaces para promover
el crecimiento y reducir la pobreza; *trabajar con los gobiernos de los países en desarrollo
para aplicar dichas estrategias; y *hacer todo lo que pudiese en los países desarrollados
a favor de los intereses e inquietudes del mundo subdesarrollado, presionando para que
abran sus mercados o presten una asistencia efectiva mayor. Sabía que su tarea sería
ardua, pero no que los obstáculos a afrontar serían seres humanos de la "institución
hermana": el FMI.

Etiopía y la lucha entre la política del poder y la pobreza

Mucho antes de 1997, al este de continente africano, la situación de un país en especial


era catastrófica. El ingreso anual per capital era de U$S 110, y dos millones de personas
habían muerto por sequías y hambrunas.

Hasta 1991, gobernó este país africano un marxista: Mengistu Haite Mariam, que fue
derrocado por guerrillas opositoras, comandadas en aquel entonces por Menes Zenawi,
en 1997, Primer Ministro de Etiopía. Este último, muy honrado y comprometido con la
descentralización del poder, llevó a su país, en 1993, a una estable democracia y le
permitió, en el mismo año, la declaración de independencia a la actual Eritrea. Sin
embargo, y a pesar de todos estos adelantos, la situación de los derechos humanos era
aún precaria.

Años más tarde, en 1997, se acrecentaba una disputa entre el FMI y el BM contra Menes,
a pesar de que las condiciones económicas de Etiopía eran inmejorables. La inflación
prácticamente era inexistente: se trabajaba en pro del crecimiento y los índices de
desempleo bajaban día a día. Esto, sin lugar a dudas, era muy importante para el Fondo,
ya que si existiera la inflación significaría que los gobiernos gastan más de lo que
recaudan por impuestos. También para los economistas esto es así, ya que consideran
que dada la inflación y el estancamiento del desarrollo, "el esquema macroeconómico
sería desastroso". Cuando ocurre esto último, el FMI suspende la ayuda económica.

Sin embargo, Etiopía gozaba de un cuadro económico satisfactorio, se dedicaba a los


pobres, desarrollaba una estrategia de desarrollo rural y había reducido los gastos
militares. Era un país merecedor de ayuda exterior; paradójicamente, el Fondo adujo a
que estaban preocupados por la situación presupuestaria etíope. Al recibir ayuda
extranjera, eran prácticamente esos sus ingresos, y al FMI le preocupó que se agotara
esta ayuda.

Menes, con dicha ayuda, construía escuelas y hospitales, en vez de resguardar parte de
ésta para reservas. El FMI, seguía mostrando sus preocupaciones, aunque para el Primer
Ministro no tenía sentido... Había luchado 17 años por su pueblo, y no accedería a
irracionales recomendaciones de un grupo de burócratas. La postura del FMI era,
ciertamente, disparatada, sobre todo porque en el caso etíope quedó demostrado que la
asistencia internacional era más estable que los ingresos fiscales. En conclusión: el
Fondo planteaba algo carente de sentido; si los impuestos y la cooperación internacional
no son ingresos, entonces todos los países se encontrarían en problemas. En todo caso,
Etiopía "no tenía, ni debía" dale explicaciones al Fondo debido a que le pagaría la suma
total de lo prestado, y a término.

Pero, claro está, los intereses del Fondo eran otros muy distintos, y eran éstos
precisamente los que causaban las tensas relaciones entre esta entidad y Etiopía. El FMI
pretendía que Etiopía abriese sus mercados financieros a la competencia occidental y
dividiese su mayor banco en diversas fracciones, que difícilmente soportarían a
competidores como Citybank o Travelers. Y, aunque esto hubiera sucedido, el dinero de
estos bancos iría a manos de grandes empresarios, y no para los pobres agricultores
etíopes. Ciertamente, y con razón, Etiopía no cedía a las presiones. No quería vivir la
experiencia de su hermana Kenya que, luego de ceder a las presiones del Fondo, catorce
bancos quebraron entre 1993 y 1994. Como era de esperarse, el Fondo suspendió su
ayuda. Por suerte, el Banco Mundial, triplicó su asistencia económica a Etiopía, aunque
pasaron meses hasta que el Fondo suavizara su postura para con el pobre país africano.

Desde hace mucho tiempo, acerca de las decisiones tomadas por el Fondo no hay
debate público ni mucho menos y, lo que es peor, poseen un escaso conocimiento de las
economías mundiales, comenzando por la de los Estados Unidos. Pero los Estados
Unidos se puede dar el lujo de desatender estas recomendaciones sin sufrir represarías,
cosa que no pueden hacer los países tercermundistas. A modo de ejemplo, para el FMI
no existen imperfecciones en el mercado, como el desempleo o el paro. Si para el FMI la
demanda iguala a la oferta, entonces no hay cabida para el paro o el desempleo. Dicho
de otra manera: según el fundamentalismo de mercado, los mercados funcionan a la
perfección y la deuda debeigualar a la oferta. Entonces ¿a que atribuyen dichos
"desperfectos"? La primera víctima es el Estado y sus políticas.

Para ilustrar con un ejemplo, alrededor de 1996 asedió a Botsuana una sequía que trajo
innumerables muertes y arruinó el sector ganadero del país. El FMI propuso "su receta", y
Botsuana prefirió desatender dichas recomendaciones, y ajustarse el cinturón hasta
recobrarse. A pesar de dichos ajustes, no se conoció prácticamente el descontento social
que hubiese provocado un acuerdo del gobierno con el Fondo. En apenas cuatro meses,
Botsuana se había recuperado.

Según el FMI, no son ellos los que dictan "las recetas", sino que son negociadas, aunque
éste es un débil argumento considerando la desigualdad de dichas negociaciones: un
país desesperado por un préstamo sucumbirá fácilmente a las presiones del Fondo, a
excepción de unos pocos. Lo que es peor es que el país desesperado por dinero no
podrá recibir préstamos de otros donantes (BM, UE y países independientes) si el FMI no
lo autoriza.

Otro de los tantos aspectos a considerar son las condonaciones de las deudas. Si el FMI
no está de acuerdo con el plan económico implementado en un determinado país, no hay
lugar para la condonación. Esto otorga al FMI un gran poder, y ellos lo saben. Si un país
cliente desea establecer un contrato con el Fondo, debería someterse a la voluntad del
mismo. Entonces, el FMI le dirá qué hacer, de qué manera hacerlo, qué leyes dictar para
cumplirlo, etc. Para esto, establece plazos de 30, 60 ó 90 días. Son éstas las llamadas
"condiciones". Pero aparece también un término empleado a menudo por el FMI: la
"condicionalidad". Consisten en condiciones más rigurosas que a menudo convierten al
préstamo en herramientas políticas, en herramientas de presión.

Igualmente, algo que el FMI hace recurrentemente es sugerir –por no decir obligar– que
los Bancos Centrales se ocupen pura y exclusivamente de la inflación. ¿Y el paro, el
desempleo, los préstamos a personas de escasos recursos, el crecimiento, el desarrollo?

Pero las recomendaciones del Fondo parecen no funcionar. Las buenas políticas no se
compran, y la condicionalidad no garantiza que el dinero sea gastado correctamente ya
que el dinero que entra con un objetivo libera a otro para un objetivo distinto. Por ejemplo,
si al Presidente de un país se le ocurriese construir un camino que desemboque en su
casa, pero existe la necesidad de crear camino para que los agricultores lleguen a sus
campos, el Banco optará por el beneficio de los muchos. Una vez construido el camino, el
Estado no tendrá sobre sus espaldas la responsabilidad de crear un camino para los
agricultores, y así destina dinero de sus fondos para la construcción de un camino para
llegar a la casa del Presidente.

A pesar de todo los "contra" de la liberización de los mercados, el Fondo insistía en este
punto, y eran sus programas de préstamos una evidente base de manejos políticos. Por
ejemplo, el Fondo suspendió el modesto programa de ayuda a Kenya, aduciendo a la
gran corrupción que envolvía al país. Si bien era esto cierto, a Rusia no le suspendieron
los préstamos, y Rusia es un país con altos índices de corrupción. Pero claro, Kenya no
posee armas nucleares.

Otro punto en el que el Fondo insistía, eran las privatizaciones, propiciadas, en parte, por
el hecho de que el Fondo consideraba que si un Estado administra las empresas no
podrá aislarse de las presiones políticas.

Veamos ahora cómo el Fondo aplica sus recetas. Antes de visitar un país cliente, el FMI
redacta un borrador; en realidad, copia la mayor parte de una receta estándar, y la pega
en el nuevo borrador. Para ser justos con el FMI, hay poco tiempo para debatir
francamente y construir los informes sobre el consenso, pero el Fondo, por ejemplo,
estuvo años tratando con la situación económica africana, y hoy África es uno de los
continentes más pobres del mundo.

Sin embargo, si lo que se busca es que el país asuma los programas, se deben basar en
el consenso, y no deben ser programas obligados por el Fondo. Se debe abandonar la
condicionalidad, y se debe aplicar la "selectividad", es decir, retribuir con más fondos a
los países que demuestren el correcto uso del dinero, e incentivarlos para que lo sigan
haciendo.

Entre otros problemas del Fondo, se encuentra el de la carencia de transparencia y, al no


existir una ley sobre la libertad de información, ningún ciudadano del mundo puede apelar
a ella para acceder a los documentos o informes del Fondo.

CAPÍTULO III:

LIBERTAD DE ELEGIR
Este capítulo resulta interesante ya que el autor deja percibir de manera somera su
ideología, ya que si bien no la defiende abiertamente, si habla de la importancia de la
privatización.

Obviamente, él critica a los gobiernos que no han podido llevar a cabo de una manera
eficiente sus procesos de privatización, ya que indica que “Los gobiernos podrían mejorar
sus políticas económicas, sobre todo si dieran margen a las privatizaciones de empresas
y se encargaran de proveer servicios públicos esenciales en vez de administrar
empresas.”

Para él, el problema es que muchos gobiernos ven a la privatización como un fin y no
como un medio, lo que ocasiona que excluyan políticas de bienestar social. El error para
Stiglitz de estas instituciones, es que presionan para una rápida privatización de los
países subdesarrollados, además de que se dejan guiar por principios teóricos
neoclásicos.

Otro problema que acarrea la privatización es el del desempleo. Al necesitar empleados


jóvenes, despiden a los de mayor antigüedad con bajas indemnizaciones, y contrata a
los nuevos por escasísimos sueldos. A esto se le suma una gran cantidad de costes
sociales que rara vez se solucionan en poco tiempo.

En algunos países, las privatizaciones han empeorado mucho las cosas ya que,
generalmente, traen a una compañera de la mano: la corrupción.

Otro punto importante de este capítulo es el tema de la liberalización, ya que Stiglitz la


define como “la supresión de interferencia pública en los mercados financieros, de
capitales, y las barreras comerciales”.

El autor menciona que, inclusive para el FMI, Los efectos de esta política pueden ser
perniciosos.

La aplicación de la liberización contribuyó a crisis financieras globales en la década del


’90, y fue devastadora en pequeños y pobres países. Por el contrario, los países del este
asiático se fueron abriendo progresivamente a la liberización, y la globalización fue
aprovechada para la exportación de sus productos

Como se plasmó en el Consenso de Washington, la inversión extranjera es sumamente


importante y uno de los tres pilares de dicho Consenso. En muchos casos, la inversión
extranjera ha cumplido un importante papel en muchos países, aunque los aspectos
negativos son reales. A menudo, de la mano de dicha cooperación extranjera se instalan
en un determinado país “multinacionales” que desplazan a las pequeñas y medianas
empresas y tiendas o almacenes.

Si bien es cierto que muchas personas perderán sus fuentes de ingresos, las
multinacionales ofrecen sus productos a bajos precios, lo que es provechoso para los
“consumidores tercermundistas” que conviven a diario con la subsistencia. Pero para los
críticos, no es éste el único punto de vista por analizar. En ausencia de estrictas leyes
que regulen la competencia, a medida que las multinacionales vayan eliminando a sus
competidores locales, reinará el monopolio, y los precios serán establecidos de acuerdo a
sus intereses. Los benéficos “bajos precios” pasarán a ser sólo una ilusión.
CAPÍTULO IV:

“LA CRISIS DEL ESTE ASIÁTICO. DE CÓMO LAS POLÍTICAS DEL FMI
LLEVARON AL MUNDO AL BORDE DE UN COLAPSO GLOBAL”

El 2 de julio de 1997 se hundió el bath tailandés, y así quedo inaugurada la crisis


económica más grande luego de la gran depresión de 1930. La crisis se extendió a los
países más cercanos y amenazó a América Latina y los Estados Unidos. Por desagracia,
las políticas que quería implementar el FMI, y que de hecho implementó, sólo ayudaron a
recrudecer y empeorar la situación. Esto llevó a miles de personas en el mundo a exigir la
revisión no sólo de las políticas del Fondo sino también de la efectividad de la propia
organización.

En perspectiva, las políticas del FMI no sólo exacerbaron los problemas en el este
asiático sino que, de hecho, fueron las responsables de que aparecieran. Sin embargo,
los países de la región se recuperaron con tal rapidez que se conoció al hecho como “el
milagro del Este asiático”.

En el informe donde se explicaba este milagro se llegó a la conclusión de que los países
asiáticos se habían recuperado por no aplicar ciertas políticas del Consenso de
Washington. Muy por el contrario, esta recuperación se debía en gran parte al accionar
de los estados. El “milagro” era en realidad ficticio; todo lo que habían hecho los estados
del este asiático fue ahorrar e invertir correctamente.

La crisis no pareció afectar demasiado a Occidente, y la postura de Clinton fue la de


restarle importancia al grave problema y, consecuentemente, no asistir económicamente
para aliviar la situación. Esto provocó un descontento generalizado, sobre todo en
Tailandia que en la Guerra de Vietnam había ofrecido un intenso apoyo a los Estados
Unidos.

Por otro lado, los líderes del BM y el FMI compartían la postura de Clinton, mientras que
los líderes de los países asiáticos con graves problemas estaban aterrorizados. Sabían
qué medidas tomar para recuperarse pero, de ser tomadas, el Fondo los condenaría con
la retirada del capital internacional.

Malasia fue el único país que se atrevió a enfrentar al Fondo y, “sorpresivamente”, la


recesión de dicho país fue la más breve y menos profunda.

El problema en Corea fue prácticamente mediático (comenzaron a expandirse los


rumores de que Corea no poseía reservas y los bancos extranjeros no les renovaron los
préstamos), pero el problema en Tailandia fue algo peor. Los especuladores (que
advirtieron la devaluación de la moneda local el bath), comenzaron a comprar U$S. Lo
que sigue se sabe: el valor del bath cayó, y para esto el gobierno comenzó a vender sus
reservas en U$S para evitar la devaluación de la moneda local. Pero llegó el momento en
que el gobierno se quedó sin la divisa norteamericana e, inevitablemente, la moneda local
se devaluó considerablemente.

A todo esto el problema se acrecentaba. A modo de respuesta, la comunidad


internacional destinó 95.000 millones de dólares (55.000 millones para Corea, 33.000
para Indonesia y 17.000 para Malasia), con el propósito de que dichos países
sostuviesen su tipo de cambio. Además, el dinero fue utilizado en parte para pagar las
deudas de las empresas de estos países para con los prestamistas internacionales.
Desgraciadamente, los más ricos comenzaron a comprar U$S a un cambio favorable y
comenzó lo que se denomina salida o fuga de capitales, es decir, los más ricos sacaron
sus grandes sumas de dinero para depositarlas en bancos internacionales.

Pero, claro está, estos préstamos traían consigo “condiciones” impuestas por el Fondo:
en primer lugar se debían elevar los impuestos y, seguidamente, recortar el gasto público.
Asimismo, se obligó la abolición de los monopolios y a una mayor transparencia. En fin, a
cambio de ayuda, se debía renunciar a gran parte de la soberanía económica.

Pero la situación no parecía mejorar y las divisas siguieron perdiendo valor. El FMI culpó
a dichos países de no aplicar seriamente las políticas recomendadas y, como era de
esperarse, los inversores huyeron. Paralelamente, el PBI se desplomaba y los bancos
cerraban. Los paros se multiplicaban y los índices de desempleo llegaban a porcentajes
altísimos. El crecimiento de la pobreza era incontrolable.

CAPÍTULO V:

¿QUIÉN PERDIÓ A RUSIA?

Dos fueron las grandes transiciones económicas de todos los tiempos: la primera cuando
Rusia aplicó el comunismo y la segunda tras la caída del Muro de Berlín.

Rusia experimentó un gran crecimiento, después de 1998, basado en la suba del precio
del petróleo y de los beneficios de la devaluación (a la que tanto se opuso el FMI). Pero
como dichos precios han caído y las ventajas de la devaluación ya han sido cosechadas,
el crecimiento se ha desacelerado.

Pero para llevar a cabo una exitosa transición de la economía de estado a la economía
de mercado, es necesario comprender que la Revolución de 1917 apuntó también a un
cambio social y político. De hecho cuando Rusia abrió sus puertas al mercado global, en
las inmediatas y primeras elecciones democráticas, tras el hecho se observó un creciente
rechazo a los extremistas de la reforma de mercado y subieron al poder partidos
socialdemócratas.

Desafíos y oportunidades de la transición

En 1989, había en Rusia bancos que canalizaban el ahorro pero no decían quién obtenía
los créditos; había empresas que producían, pero les decían qué producir y se les
asignaban insumos y materias primas para hacerlo.

Pero los gestores de las empresas se las ingeniaban para cumplir con sus cuotas de
producción al tiempo que conseguían gratificaciones para ellos, lógicamente, por encima
de sus salarios oficiales. Esto dio lugar a la elusión de la ley, o directamente, su violación,
y todo esto se convirtió en una forma de vida. Se dio así lugar a la ruptura del imperio de
la ley y el aumento de las prácticas corruptas.

En el sistema soviético había precios, pero eran establecidos por el Estado. Los bienes
de primera necesidad eran mantenidos artificialmente bajos para que el sector más pobre
de la sociedad escapara de la miseria.
Hace algunos años se pensaba que la economía de mercado poseía sólo tres
ingredientes esenciales: precios, propiedad privada y beneficios. Pero dejaban de
considerar la relevancia de las instituciones: aquellos entes legales y reguladores que
ordenan los mercados.

En el caso ruso, gradualmente se fue accediendo a una economía de mercado, pero no


sin antes haber fundado los entes reguladores que mencionáramos en el
párrafo ut supra.

De cualquier manera, Rusia accedió a una economía de mercado; sin embargo, el nivel
de vida cayó estrepitosamente.

La historia de la <<reforma>>

Los primeros cambios comenzaron a vislumbrase alrededor de 1992. El grueso de los


precios fue liberalizado aunque se siguieron controlando aquellos concernientes a los
recursos naturales.

La liberización, la estabilización y la privatización a toda prisa fueron las políticas pilares


del FMI. Pero en el caso ruso, estas tres políticas se tradujeron en una caída del 60% en
la producción entre 1990 y 1999. Los inversores, lógicamente, no se iban a arriesgar a
invertir en un país poco prometedor, y a esto se le sumó la fuga de capitales.

La crisis de 1998

Las importaciones inundaron a Rusia y los productores locales a duras penas podían
competir. La inversión se había interrumpido y Rusia ya no estaba produciendo bienes de
consumo. A todo esto se le sumaba el paro "disfrazado": los trabajadores simulaban
trabajar, y los empresarios simulaban pagar. Los salarios se derrumbaron, y en forma de
pago muchos trabajadores recibían bienes de primera necesidad en vez de rublos.

Se provocó la sobrevaluación del rublo, lo que benefició a los empresarios: necesitaban


menos rublos para comprar sus Mercedes o carteras Channel.

Fue así como el FMI recomendó al Estado Ruso endeudarse en dólares, ya que el rublo
era más alto al cambio que la divisa norteamericana. El Fondo suponía que el Estado
ahorraría mucho y esto paliaría en cierta manera la crisis. Lo que los burócratas del
Fondo no consideraron es que una moneda no está sujeta a un exclusivo tipo de cambio,
y era factible que el rublo llegase a desplomarse. Llegado este momento, Rusia sería
presa de la debacle.

Como es de esperar, el FMI eligió no contemplar ese riesgo.

Rescate

La crisis había estallado, y el paquete de ayuda, conformado de unos 22.600 millones de


U$S, estaba a cargo del FMI (11.200 millones), el BM (6.000 millones) y el resto a cargo
del gobierno de Japón.
Sin embargo, ¿porqué a Rusia se le otorgaban 22.600 millones de U$S a pesar de ser un
Estado sumamente corrupto, y a Kenya le suspendían la ayuda por sus altos índices de
corrupción?

Tiempo después, el Estado Ruso recibió 300 millones más para mantener el tipo de
cambio del rublo con respecto al dólar, lo que constituyó una pésima política económica.
Si el rublo sobrevaluado dañaba la economía ¿para qué mantenerlo? Muchos creyeron
que un gran fracaso se aproximaba... y no se confundieron.

Fracaso

Luego del préstamo, el 17 de agosto de 1998, Rusia anunció la suspensión de pagos


unilateral, la devaluación del rublo y un mayor control al movimiento de capitales, entre
otras cosas. El rublo, para enero de 1999 había caído en términos reales un 45% desde
su nivel en los idus de agosto de 1998.

Con la crisis rusa, muchos países latinoamericanos estuvieron al borde del colapso;
incluso el Banco de Reserva Federal de New York, activó un rescate privado para una
importante firma rusa, temiendo que ésta se declarase en banca rota y se precipitara una
crisis financiera mundial.

El tipo de cambio se sostuvo apenas tres semanas y los oligarcas desangraron de dinero
al país en apenas horas, o pocos días. Los funcionarios del FMI estaban fuera de sí:
creían que su plan funcionaría. Los 300 millones prestados, a los pocos días, se
encontraban en cuentas bancarias de Suiza o Chipre... El Gobierno Ruso se los había
proporcionado a los oligarcas para que, precisamente, los sacaran del país.

En cierto sentido, la devaluación ayudó a las importaciones de ciertos sectores rusos, y


finalmente los bienes producidos en dicho país obtuvieron una saludable cuota en el
mercado local.

Las transacciones fallidas

En el caso ruso, se esperaba que los beneficios de la transición del comunismo al


capitalismo fueran mayores a largo que a corto plazo. Sin embargo, según datos del
Banco Mundial, el PBI de Rusia en el año 2000 era dos tercios menor al del año 1989. Lo
mismo sucedió con Ucrania y Moldavia, y otros tantos países pertenecientes a la ex
URSS.

Algo similar ocurrió con al calidad y los niveles de vida, que influyeron en la esperanza de
vida, disminuyendo ésta unos tres años aproximadamente.

Un salvable y positivo aspecto fue la reducción de gastos en materia militar y


armamentística, aunque no se tradujo en un incremento del bienestar económico social.

Más pobreza y desigualdad

Para caer en la cuenta del incremento de la pobreza en Rusia, sólo necesitamos de un


índice macroeconómico considerado en distintos años: el índice de la pobreza. Las
personas pobres –es decir, aquellas que viven con menos de 2 U$S diarios–, en 1989
constituían apenas el 2% de la población. A finales de 1998, el índice había trepado hasta
el 23,8%.

A lo anterior se le sumaba que más del 40% del país vivía con menos de 4 U$S diarios,
según informes del Banco Mundial. Lo peor aún era que más de un 50% de los niños del
país pertenecían a familias pobres.

Como se aprecia, el antiguo régimen suprimía de alguna manera las diferencias


salariales, y aunque no garantizaba una vida sencilla, evitó la pobreza extrema.

Rusia había logrado una enorme caída de la actividad y una enorme alza en la
desigualdad.

De cómo las políticas equivocadas malograron la transición

Si bien son muchos los que dirán que sin las políticas del FMI nuestro mundo sería aún
peor, hemos visto cómo las recomendaciones de la institución sólo empeoran la situación
macroeconómica de los países, incrementan los índices de pobreza y desigualdad social,
generan monopolios, propician cierres y liquidaciones de empresas, y tantas otras graves
enfermedades económicas.

Inflación

Vimos, sí, cómo la rápida liberización de los mercados provocó un estallido inflacionario.
Y, si bien el FMI siempre presionó para que se rebajase la inflación, hay algunas buenas
razones para creer que un celo excesivo en la lucha contra la inflación, puede traer
aparejado un ahogo del crecimiento económico real.

En el caso ruso, en primer lugar, los altos tipos de interés ahuyentaron la inversión. Al
mismo tiempo, muchas empresas no pudieron expandirse y liquidaron sus activos. Del
mismo modo, los altos tipos de interés llevaron a una sobrevaluación de los tipos de
cambio que abarató las importaciones pero dificultó las exportaciones.

Con estas rigurosas políticas monetarias, se benefició al subempleo y al trueque. Así, un


sistema, o un conjunto de ineficiencias, fue reemplazado por otro peor.

Privatización

¿Por qué "crear" riquezas cuando era mucho más fácil robarlas? Esto sucedió con las
privatizaciones en Rusia, en las que el FMI tanto insistió. Con las masivas
privatizaciones, que no interesaba de qué manera se concretaran, quienes accedían al
control de una empresa tenían un incentivo para robar activos a los accionistas
minoritarios. A todos los niveles había incentivos para la liquidación de activos.

Básicamente, la privatización consistió en pasar las entonces empresas públicas a manos


de sus antiguos gestores.

Otro ejemplo de privatización destructiva en poco tiempo aconteció en 1995. El gobierno


ruso carecía de fondos y, en vez de recurrir al Banco Central en busca de ellos, recurrió a
los bancos privados. Como garantía de la devolución del préstamo, el gobierno ofreció
acciones de las empresas estatales. Y sucedió lo lógico y lo esperado: el gobierno cesó
con el pago de los créditos y los bancos tomaron a las empresas estatales. En definitiva,
algunos empresarios se enriquecieron en segundos (controlando más del 50% de la
riqueza del país), y a la vez, miles de personas se empobrecieron aún más.

Todo lo relatado fue propiciado por Yelstin, y obviamente los empresarios y poderosos
deseaban mantenerlo en el poder. Y así fue como emplearon nuevas técnicas en las
elecciones y le "enseñaron a utilizar un trato cordial en los medios de comunicación"
(como ellos la dominaban).

El contexto social

En Rusia uno no se enriquecía trabajando duro o invirtiendo; se enriquecía robando,


privatizando o mediante otras prácticas mafiosas o corruptas. Y fue esto lo que produjo
un descreimiento de la sociedad en su gobierno. Así, de a poco, se erosionó el capital
social, y menos empresas desearon invertir. El problema ruso era serio.

Terapia de choque

¿Qué era lo ideal? ¿Apresurar la transición de la economía de estado a la de mercado o


que la misma se llevase a cabo de forma gradual? No sabemos qué hubiese sucedido de
haberse convertido gradualmente a la economía del país, pero sí sabemos que la
apresurada transformación que se aplicó, llevó a un desmedido caos en Rusia.

El enfoque bolchevique en la reforma de los mercados

La historia nos enseñó que ninguna Revolución radical condujo a buen término. En
contraste a las Revoluciones Francesa y Rusa, la revolución norteamericana no fue en sí
una revolución social sino un cambio revolucionario en las estructuras políticas del país.

La revolución económica radical en Rusia condujo a la eclosión del país: se privatizaron


rápidamente empresas y medios de comunicación, generando monopolios, más
corrupción y más pobreza...

CAPÍTULO VI:

LEYES COMERCIALES INJUSTAS Y OTROS AGRAVIOS

El rescate a Rusia en 1998 por parte del FMI tuvo la única intención de mantener a
Yelstin en el poder. Existía, además, un terrible miedo a que Rusia retornara al modelo
comunista o, en otro caso, fracasara la terapia de choque a mayor pobreza y menores
rentas, se minaría el apoyo a las reformas del estado.

Pero había un grupo de gente y altos funcionarios del gobierno que se afanaban en
diseñar una estrategia de crecimiento económico. Sabían que el crecimiento requería
mucho más que la estabilización, la privatización y la liberización. Reconocían, por
ejemplo, que el elevado tipo de cambio bloqueaba el crecimiento, pero con una inflación
provocada por la devaluación no se llegaría tampoco a buen puerto.

Por otro lado, para muchos el esquema de privatización de préstamos a cambio de


acciones se transformó en algo inaceptable, y consideraron en ese momento que
Estados Unidos debería haber alzado su voz y pedir mayor transparencia. Pero Estados
Unidos no reaccionó: entonces dedujeron, lógicamente, que dicho país estaba aliado a la
corrupción...

Lo que debió hacerse

Para los intereses a largo plazo de Estados Unidos habría sido mejor no haber estado
involucrado con líderes concretos y haber brindado amplio apoyo a los procesos
democráticos.

Sin embargo, una explicación se puede dar: el entonces presidente Clinton no fue puesto
al tanto de todo el abanico de cuestiones, puntos de vistas y situaciones.

Los intereses de EE.UU. y la reforma en Rusia

Muchos consideraron que las políticas aplicadas y fracasadas en Rusia no fueron


accidentales, sino que los fracasos fueron deliberados hasta aplicarlos, eliminando a
Rusia como una amenaza hasta un futuro indefinido. Si bien lo antedicho puede
aparentar un escenario algo tétrico, la situación real no estuvo lejos de ser así.

Se defendieron –como siempre, los intereses de la comunidad financiera internacional y,


asimismo, los intereses de Wall Street, cuales son la propiedad privada, la supresión de
la inflación, etc. ·El interés para con la competencia es más desinteresado, pero con
frecuencia cuando un país pobre tiene algo por exportar a Estados Unidos, se aplican las
numerosas leyes comerciales para construir alambrados contra dicha exportación. Por
ejemplo, si una empresa se cerciora de que otra (extranjera) vende productos a bajos
precios, puede denunciarla para que le cobren aranceles especiales.

El caso del aluminio

En 1994 tuvo lugar el hundimiento del precio del aluminio a nivel mundial. A
consecuencia de ello, los productores de Estados Unidos acusaron a los de Rusia de
cometer dumping. La situación demostraba que nada estaba más alejado de la realidad.
Los productores rusos trataban de vender aquello que podían a un menor precio si era
necesario, porque la demanda mundial del aluminio estaba disminuyendo.

Paul O’Neill, líder de "Alcoa" (importante empresa estadounidense productora de


aluminio), propuso entonces la creación de un cartel global del aluminio. Los carteles
funcionan restringiendo la oferta lo que provoca un incremento de los precios. También
pretendía hacer uso la legislación antidumping si no se creaba dicho cartel en otros
países.

Pero los carteles son ilegales: se debe propiciar la competencia en el sistema económico
mundial, y más aún si se consideraba que Rusia aún peregrinaba por su transición del
modelo comunista al capitalista.

Empero, el cartel se creó. Durante un tiempo los precios aumentaron y la situación se


estabilizó pero en 1995 comenzó a quebrase dado el incremento de la demanda mundial
de aluminio.

La seguridad nacional, en rebajas


En el caso del aluminio los intereses creados prevalecieron por sobre el objetivo nacional
y global de una transición con éxito. Finalmente, la empresa norteamericana USEC
(United States Enrichment Corporation) le compraría a Rusia cabezas nucleares
desactivadas y las llevaría a Estados Unidos. El uranio sería desenriquecido de modo
que no pudiera ser utilizado como armamento nuclear (y evitar así la proliferación
nuclear), pero sí como energía en centrales nucleares. Y una vez más, Rusia fue
acusada de practicar por productores locales de uranio, de practicar dumping con la
venta de uranio. Como la vez anterior, la acusación no se basaba sobre algunos
fundamentos de peso. Tiempo después se intentó privatizar a USEC, aunque era
alarmante que una vez privatizada cayera en personas deshonestas que propendieran la
proliferación nuclear. La empresa, entonces, adujo que jamás actuaría en contra de los
intereses de su país. Días después, la empresa se privatizaba.

Irónicamente, días después de la misma semana, se conoció públicamente un pacto


secreto entra una agencia rusa y la USEC. Pero la USEC estaba ya privatizada y pocas
eran las probabilidades de que el gobierno interviniera o el Tesoro de los Estados Unidos
intercediera para no concederle a la empresa la certificación financiera exigida por la ley
para continuar con su normal funcionamiento.

Lecciones para Rusia

Se los indujo al libre comercio, a la liberización de los mercados, a las libres


exportaciones, etc. pero se encontraron con barreras y carteles, monopolios y corrupción.

Se los acusó injustamente luego de haberles aplicado aquello que les recomendaban. Si
los sermones de "Occidente" no son tomados seriamente en todo el mundo, sería
entonces bueno preguntarse ¿por qué?

CAPITULO VII

MEJORES CAMINOS HACIA EL MERCADO

Las transiciones económicas no son fáciles, y si en ellas se aplica la terapia de choque


para controlar la inflación, aunque el pueblo agonice, es un gravísimo error. Lo ideal sería
aplicar una política gradualista de privatización y establecer simultáneamente las
instituciones básicas de una economía de mercado que regulen, hagan préstamos,
intervengan y creen el debido marco legal para actuar. Uno de los pocos casos fue el
polaco que no buscó tanto la aprobación de la comunidad financiera internacional como
la de sus propios ciudadanos. Otro de los casos fue el chino que gracias a sus excelentes
políticas económicas, redujo la pobreza como nunca antes en la historia del país.

Pero la privatización China fue parcial, y se aplicó conjuntamente a un ingenioso sistema:


un sistema de dobles precios. Si una empresa producía bajo las viejas cuotas, el
producto final valdría según los antiguos precios. Pero todo aquello que se produjera por
encima de dichas cuotas, se valoraba utilizando los precios del libre mercado. Esto frenó
el peligro de que los nuevos precios devastaran a la producción. Luego de haber
funcionado, el sistema fue abandonado. Entonces, se fue "eliminando" gradualmente la
antigua economía, y conjuntamente el gobierno chino invitó a empresas extranjeras a
entrar en su país y hacer negocios conjuntamente. Fue así como las entradas netas de
capital privado subieron de 8.000 millones de U$S en 1990, a 41.000 millones en 1999.

Al mismo tiempo se crearon nuevos empleos, y todos los ciudadanos chinos


comprendieron que no existía la democracia, pero sí la responsabilidad.

La vía hacia el futuro

En el problema ruso sólo se repetían las mismas consignas de siempre: estabilización,


privatización y liberalización. Pero en ningún momento se planteó una estrategia para
atacar a la pobreza o propiciar el crecimiento. La única que fue planteada fue que el país
debía adoptar políticas para repatriar el capital que había fluido.

Afortunadamente, a finales de la década de los ’90, los precios del petróleo aumentaron
considerablemente y el rublo sufrió una devaluación; esto animó la recuperación, aunque
no como se hubiera querido. Los burócratas del FMI parecen no comprender que el
crecimiento sólo llegaría si Rusia creaba un país propicio para la inversión.

Por último, Rusia debe esforzarse en la recaudación de impuestos, y si una empresa


privada no lo hace, debería ser confiscada luego de 60 días y dar comienzo así a un
legítimo proceso de renacionalización.

El éxito de la agenda depende de que exista un gobierno relativamente honrado e


interesado en mejorar el bienestar común. Si Rusia puede organizarse, no necesitará de
préstamos del FMI. Y Rusia puede hacerlo, porque sabe cómo.

Responsabilidad democrática y los fracasos

Rusia y sus dirigentes son los responsables de la reciente historia del país y su suerte. Y
aunque parezca que sólo el pueblo fue víctima de los engaños de sus gobernantes, altos
funcionarios oficiales admitieron "confundir" (o mentir) al FMI sobre la verdadera situación
fiscal del país. En pocas palabras, con el propósito de recibir el paquete de ayuda,
estafaron a los burócratas del Fondo en 20.000 millones de U$S.

En fin, las políticas económicas no pueden predicarse y aplicarse en un mundo ideal;


deben predicarse y aplicarse en el mundo de hoy tal cuál es.

Cuando los fracasos de las estrategias de reforma radical en Rusia y otros lugares se han
vuelto cada vez más obvias, quienes las recomendaron alegan que no tenían otra
elección. Sin embargo había otras alternativas. Polonia y China recurrieron a estrategias
diferentes de las aconsejadas por el Consenso de Washington. A juicio del autor, el éxito
de los países que no siguieron las prescripciones del FMI no fue casual. Sugiere diseñar
las políticas no en función de cómo serán aplicadas en un mundo ideal sino en el mundo
real.

CAPITULO VIII

LA OTRA AGENDA DEL FMI

El hecho de la falta de coherencia del Fondo es sorprendente, inclusive porque persiste


aún de haberse encontrado con grandes fracasos. Pero, como expresa Stiglitz, el FMI
jamás cambió su mandato oficialmente (cuál es la promoción de la estabilidad económica
mundial y la garantía de que haya financiación para que los países amenazados por una
recesión puedan emprender políticas expansivas), y jamás se planteó formalmente situar
los intereses de la comunidad financiera internacional por encima de la estabilidad
económica global.

Fisher, luego de su paso por el Fondo, fue nombrado vicepresidente del Citigroup, el gran
conglomerado financiero que incluye al Citibank. Entonces cabe preguntarse si fue Fisher
generosamente retribuido por haber ejecutado fielmente lo que le dijeron que hiciese.

Ahora bien, el hecho de que el FMI estuviese preocupado por la comunidad financiera
también ayuda a explicar parte de la retórica defensiva de esta institución internacional.
En la crisis del este asiático, tanto el Fondo como el Tesoro echaron la culpa a los
propios países, y en particular señalaron su falta de transparencia. Pero lo cierto es que
no era ésta la causa de la crisis: en 1990 se produjeron grandes quiebras inmobiliarias en
Noruega, Suecia y Finlandia, y son los tres países más transparentes del mundo. El
problema residía en que ni el FMI, ni el Tesoro aceptarían que sus políticas, y sobre todo
su sagrado artículo de fe (el de la liberalización de los mercados), eran los causantes de
un mundo económicamente desastroso.

Lo que la comunidad financiera opina que es bueno para la economía global ¿es
realmente bueno para esta última y debe ser puesto en práctica? Esto es verdad en
algunos casos, pero en muchos otros... no lo es.

¿Se pierde la coherencia intelectual? Del FMI de Keynes al FMI actual

A Keynes (padrino intelectual del FMI) le preocupaba que los mercados pudiesen generar
un paro persistente, y reconocía que era necesaria una acción colectiva global para la
estabilidad económica mundial.
Sin embargo, en los días que corren, los fundamentalistas del mercado creen que son los
Estados los que "funcionan mal" y no los mercados. Constituye esto una gran paradoja si
consideramos que es el FMI la institución creada para regular el mercado... ¿cómo se
regula lo perfecto?

¿Un nuevo papel para un nuevo régimen de tipos de cambio?

Hace unos treinta años, el mundo adoptó un sistema de tipos de cambio flexibles; en una
economía de mercado serían, obviamente, determinados por las fuerzas de mercado. No
obstante, en el mercado cambiario, el FMI realizó tantas intervenciones como le fueron
posibles.

Pero estas intervenciones habrían sido oportunas y provechosas si en ellos el FMI


hubiese resuelto las enfermedades de los países y no sólo sus síntomas. Todo el dinero
aportado por el Fondo ayudaba a estabilizar y mantener los cambios, pero a largo plazo
era nocivo porque era dinero caliente que entraba pero rápidamente se iba.

Contagio

Si bien la enfermedad es un gran problema, el contagio lo es más aún. Keynes tenía una
interesante y coherente teoría sobre cómo el contagio se transformaba en epidemia: la
recesión en un país lo lleva a exportar menos: esto daña, obviamente, a sus vecinos que
a la vez dañarán a otros países cercanos.

Las caídas de las ventas llevaron a la reducción de las importaciones y las economías
regionales se debilitaron, y junto a ellas, el país.

Entre tanto, la política recomendada por el FMI fue la de la austeridad... El FMI estaba
propagando la enfermedad en vez de contenerla.

¿Cuándo es el déficit comercial un problema?

Los problemas de coherencia plagan no sólo los remedios del FMI sino también sus
diagnósticos. Por ejemplo, les preocupa mucho el déficit de balanza de pagos, pero
cuando denuncia ese déficit, suelen prestar poca atención a lo que de hecho se hace con
él. Lo mismo sucede con las exportaciones e importaciones. Si un país importa más de lo
que exporta, tiene un déficit comercial, y al mismo tiempo habrá seguramente un país que
exporte más de lo que importe, es decir, que posee un superávit comercial. Un enfoque
coherente debe, o debería, conocer esto. Debe reconocerlo porque es una regla
inquebrantable en la contabilidad internacional: se sabe que la suma de todo el déficit del
mundo debe dar igual a la suma de todos los superávit del mundo.
A pesar de todo, déficit comerciales abultados pueden ser problemáticos porque implican
que un país deberá endeudarse año tras año.

Bancarrota y riesgo moral

La forma en la que el FMI maneja las bancarrotas constituye un campo adicional donde el
enfoque de la institución rebosa de incoherencias intelectuales.

En el sistema económico de mercado estándar, si un prestamista efectúa un mal


préstamo, es él quién corre con las consecuencias pero, en vez de ello, los programas
del FMI aportan dinero precisamente para salvar a dichos prestamistas occidentales. Es
así como estos prestamistas, anticipando que el FMI acudirá a rescatarlos, no reparan o
tienen incentivos debilitados para garantizar que los deudores serán capaces de pagar.
Es éste el conocido e infame problema del "riesgo moral". Esto fue, entonces, lo que
ocurrió con Rusia poco después del estallido de la crisis económica.

Ahora bien, y dejando de lado los problemas que trae consigo la suba de los tipos de
interés o el fortalecimiento del tipo de cambio, las intervenciones del FMI fueron y son
desmedidas. Entonces, esto lleva a que las empresas no tengan intereses en contratar
un seguro contra el colapso del cambio, lo que resulta perjudicial porque la devaluación,
tarde o temprano, llega. En conclusión, miles de empresas más deben declarase en
banca rota.

Del rescate al rescate compartido

A medida que los fallos del Fondo eran más recurrentes y las críticas generalizadas,
intentaron implementar lo que algunos denominan "rescate compartido". En pocas
palabras, el FMI deseaba que las entidades privadas "compartieran" todos los rescates.
Comenzó por exigir que antes de prestar ayuda a un país, la participación de los
prestamistas del sector privado fuera amplia. Pero, con este modo de actuar, la
experiencia obtenida de Rumania y Ecuador fue desastrosa. Entonces se demostró que
el "rescate compartido" era problemática en su concepción y, consecuentemente, en su
puesta en práctica.

Pero el problema era aún más grave, porque el FMI estaba entregando al poder a
aquellas instituciones e individuos que habían provocado la crisis. Dicho llanamente, el
FMI delegaba sus responsabilidades a, por ejemplo, un muchacho de veintiocho años,
gerente de un banco que había prestado algunos millones. Ese muchacho iba a decidir si
el Fondo, el BM o la UE debía prestarle o no dinero a Rumania. Ese muchacho decidía el
destino de millones de personas de un país...
Pero Rumania no estaba desesperada por el dinero, y rechazó la oferta. No estaba
dispuesta a, por unos pocos millones, vender a su país.

Fue así como el "rescate compartido" dejó de implementarse.

La mejor defensa es el ataque: expandir el papel del FMI como <<prestamista de última
instancia>>

Fisher, subdirector ejecutivo del FMI, propuso en 1999 que el FMI ampliase su papel
hasta el de prestamista de última instancia. Dado que el FMI había fracasado en el uso
de sus poderes, la propuesta de aumentárselos fue bastante audaz. La propuesta se
fundaba en una analogía bastante atrayente: dentro de los países, los bancos centrales
operan como prestamistas de última instancia, y prestan dinero a los bancos que son
"solventes pero no líquidos", es decir que tienen un patrimonio neto positivo, pero no
pueden obtener fondos de otra fuente. El FMI podría actuar del mismo modo entre los
países. Pero la analogía es engañosa: un prestamista de última instancia es necesario a
escala local porque los depósitos se organizan sobre la base de que "se sirve al primero
que llega". E incluso en ese caso, no basta para impedir las carreras; sólo cuando está
acompañada de una estricta regulación bancaria y por un seguro de depósitos, puede un
prestamista de última instancia frenar las carreras. Y nadie –ni siquiera los más
fervorosos partidarios del Fondo–, ha propuesto que brinde algo parecido a un seguro de
depósitos.

Además, y conforme a la teoría de la perfección de los mercados, si una empresa es


solvente puede pedir prestado al mercado; en consecuencia, cualquier empresa solvente
es líquida. Entonces el FMI que suscribe esta tesis ¿por qué cree que sabe mejor que el
"perfecto mercado" cuál debe ser el tipo de cambio? ¿Por qué cree que puede juzgar
mejor que el mercado si un país prestatario es solvente o no?

Consecuentemente se plantearon los nadas exitosos esfuerzos del FMI durante los años
80 y 90 que generan problemáticos interrogantes sobre la manera en que el Fondo
enfoca el proceso de globalización, esto es, sobre cómo concibe sus propios objetivos y
cómo procura alcanzarlos como parte de su papel y misión. El FMI cree que está
realizando las tareas que le han sido asignadas: promover la estabilidad global, ayudar a
los países subdesarrollados en transición a conseguir no sólo la estabilidad sino también
el crecimiento.

Hasta recientemente, el FMI debatía sobre si debía atender a la pobreza era la


responsabilidad del Banco Mundial pero en la actualidad la ha incorporado también. El
autor, cree, que ha fracasado en su misión, y que los fracasos no fueron meras
casualidades sino consecuencias del modo en que entiende su misión. Esto es así
porque el FMI persigue no solo los objetivos en su mandato original, también promueve
los intereses de la comunidad financiera. Significa esto que el FMI tiene objetivos que
suelen estar mutuamente en conflicto.

El cambio en mandato y objetivos, aunque fue discreto, no fue nada sutil, fue el paso de
servir a los intereses de las finanzas globales. Por otra parte, la conducta del FMI no es
sorprendente, enfocaba los problemas desde la perspectiva y la ideología de la
comunidad financiera, y ellas naturalmente se ajustaban a sus intereses.

CAPITULO IX

CAMINO HACIA EL FUTURO

Futuro. Para muchos de los pobres de la Tierra no está funcionando. Para algunos la
solución es muy sencilla: abandonar la globalización. Pero esto no es factible ni deseable.
El problema asegura el autor no es la globalización, sino el modo en que ha sido
gestionada. Parte del problema radica en las instituciones económicas internacionales,
como el FMI, la OMC que ayudan a fijar las reglas del juego. Lo han hecho de forma que
por lo general han favorecido los intereses de los países industrializados más avanzados,
más que los del mundo en desarrollo. Y no era sólo que hayan favorecido esos intereses,
a menudo han enfocado la globalización desde puntos de vistas particularmente
estrechos, modelados conforme a una visión específica de la economía y la sociedad.

La globalización, por lo menos para los pobres del mundo, no funciona. Y, aunque para
algunos la solución sea abandonar la globalización, esto no es factible. La globalización
ha llegado para quedarse: ha producido grandes beneficios y ha propiciado que la
sociedad civil global luche por la instauración en todo el mundo de la democracia.
Entonces, parte del problema de la globalización radica en sus "árbitros": el BM, el FMI y
la OMC. Pero, gracias a las demandas de reformas, ya ha habido algunos cambios. En
2001, las rondas de negociaciones en Doha o los compromisos asumidos por el BM para
con los estados, son sólo algunos ejemplos.

El autor cree que la globalización puede ser rediseñada para que haga realidad su buen
potencial, y que las instituciones pueden ser re-diseñadas para garantizar que ello se
logre, pero para que ello sea posible, es necesario conocer porque han fracasado de
forma tan lastimosa.

No se puede anular la globalización, está aquí para quedarse. La cuestión más


importante es cómo hacerla funcionar. Y si va a funcionar, habrá que contar con
instituciones públicas globales que ayuden a establecer las reglas. Tales entidades
internacionales por supuesto, deberían concentrarse en aquellos temas en los cuales la
acción colectiva global es deseable o incluso necesaria.

Hoy la globalización es desafiada en todo el mundo. Hay malestar con la globalización, y


con sobrados motivos. La globalización puede ser una fuerza benigna. La globalización
de la economía ha beneficiado a los países que han aprovechado esta oportunidad,
abriendo nuevos mercados para sus exportaciones y dando la bienvenida a la inversión
extranjera. Pero los países que más se han beneficiado han sido los que se hicieron
cargo de su propio destino y reconocieron el papel que debe cumplir el estado en el
desarrollo, sin confiar en la noción de un mercado autorregulado que resuelve sus
propios problemas.

No obstante, numerosos analistas sugieren que han percibido la realidad política


imperante, y que deben cambiar su retórica si quieren sobrevivir.

Entonces ¿abolir el Fondo es la solución? Sostiene Stiglitz que de ser así, sería creada
otra bajo diferentes formas. Queda la esperanza, entonces, de que estas instituciones
internacionales sean rediseñadas.

Según Stiglitz las reformas básicas necesarias son las siguientes:

Aceptación de los peligros de liberalización de los mercados de capitales, y de los


flujos de capital de corto plazo, imponen abultadas externalidades.

Reforma sobre quiebras y moratorias, es necesario la quiebra y no financiar a bancos


en problemas subsidiando ineficiencia. Esto hará que los bancos sean más eficientes.

Menor recursos a los salvamentos, es necesario disminuir los montos de los rescates.

Mejorar la regulación bancaria, una débil regulación bancaria en los países


desarrollados puede conducir a malas prácticas de préstamo.

Mejor gestión del riesgo en el mercado cambiario, y su recomendación a países


subdesarrollados.

Mejores redes de seguridad, es necesario fomentar y crear seguros de desempleo.

Mejores respuestas a las crisis, la asistencia por parte del FMI, muchas de las veces
son erradas
Forzar al FMI a revelar el impacto esperado de sus programas sobre la pobreza y el
paro dirigiría su atención hacia tales dimensiones.

Es necesario que la condicionalidad que el FMI aplica disminuya, ya que los países
se sienten que se les ha impuesto las reformas y no la asumen ni se comprometen con
ellas.

Intereses e ideología

Aunque las instituciones parecen defender los intereses comerciales –OMC– y


financieros –FMI– por sobre todo, ellas no lo ven así y consideran que la agenda que
promueven favorece al interés general (a pesar de toda la evidencia existente que señala
lo contrario).

El mayor desafío no radica simplemente en las propias entidades, sino también en los
esquemas mentales: un típico presidente del Banco Central de un país, empieza su
jornada laboral inquieto por las cifras de inflación, pero no por las de pobreza extrema.

La necesidad de instituciones públicas internacionales

No podemos anular la globalización; entonces la cuestión es cómo hacerla funcionar. Un


primer paso es la creación de instituciones públicas globales que establezcan reglas. El
mundo precisa de ellas, y aunque las ya existentes (FMI, BM, ONU, OMS, etc.), han
evolucionado mucho en respuesta a las necesidades específicas dentro de sus campos
de acción, en el mundo globalizado también se globalizan los problemas y la miseria, y de
ahí la importancia de una acción a conciencia, colectiva y global.

Gobernanza

Hasta aquí hemos atribuido las fallas de la globalización al hecho de que, al fijar reglas
del juego, los intereses y esquemas mentales comerciales y financieros parecen haber
prevalecido en las instituciones económicas internacionales. Ha predominado una visión
concreta del papel del Estado y los mercados, una visión que no es universalmente
aceptada en los países desarrollados pero que es impuesta en los países
subdesarrollados y las economías en transición.

El cambio que más pronto se requiere para que la globalización funcione como debiera,
es un cambio en el modo de gobernar. Esto supone un cambio en los derechos de votos
en las instituciones internaciones que garantice que no sólo sean las voces de los países
más poderosos las escuchadas.
Claro está: estos cambios no serán sencillos. Estados Unidos, por ejemplo, no renunciará
a su derecho de veto en el FMI y plantearán que los derechos de voto y veto se asignen
sobre la base de las aportaciones de capital. Sin embargo, hace algún tiempo, China
habría estado dispuesta a aumentar sus aportes de capital si ello era condición para
obtener más votos... ¿China los tuvo? Claro que no, eso no sería permitido jamás por los
Estados Unidos.

Transparencia

La falta de transparencia afecta a cada una de las instituciones internacionales, aunque


en todas ellas se presente de manera distinta. Por ejemplo, en el ámbito bancario, la falta
de transparencia es lo común: pensemos por qué existen paraísos fiscales (como las
Islas Caimán) donde la evasión fiscal y el lavado de dinero es diario, y sólo después del
11 de septiembre se reconoció que entre esas actividades ilegales, figuraba la
financiación del terrorismo.

Irónicamente, el FMI le había exigido una mayor transparencia al este asiático en sus
crisis de 1997, cuando sabemos que en realidad es el FMI quien debe abrirse a una
mayor transparencia.

El secreto y la falta de transparencia socavan a la democracia. Y sin embargo vimos


cómo el FMI o el BM (sólo por mencionar a algunas instituciones) aún no adoptan esta
forma de pensar.

La reforma del FMI y del sistema financiero global

El FMI ha aceptado errores en la crisis del este asiático, pero ha tratado de limitar las
críticas y la discusión sobre ellos. Siempre procura defender su posición de infalibilidad
institucional alegando que si mostrara titubeos en su convicción de que sus políticas no
son las correctas, perdería credibilidad. Pero ¿no son sus políticas acordes a la
perfección del mercado? Si el Fondo hubiera sido más honrado, más directo y más
modesto, está claro que hoy estaría en una mejor posición.

Asimismo, el FMI debería no modificar la forma de efectuar alguna de sus actividades. Es


de público conocimiento que, por ejemplo, las estadísticas económicas que realizan son
maquilladas para que se ajusten a la realidad que pretenden mostrar.

Los esfuerzos reformistas

Las dudas se ven reforzadas por la manera en que han proseguido las discusiones sobre
la reforma. El debate <<oficial>> sobre la reforma se ha centrado en las mismas
instituciones y ha sido dominado por los mismos Gobiernos que efectivamente han
<<gestionado>> la globalización durante cincuenta años. Hoy existe en todo el mundo
una gran dosis de cinismo sobre el debate reformista. Si se sientan a la mesa los mismos
responsables del sistema de toda la vida, los países en desarrollo se preguntan sobre las
posibilidades de que se produzca un cambio verdadero. En lo que hace a estos <<países
clientes>>, se trataba de una adivinanza en la cual los políticos pretendían hacer algo
para corregir las desigualdades mientras que los intereses financieros procuraban
preservar el statu quo todo cuanto fuera posible. Los cínicos tenían razón, pero sólo en
parte. La crisis sacó a la superficie la sensación de que algo no funcionaba en el proceso
de la globalización, y esta percepción movilizó a críticos en vasto abanico de asuntos: de
la transparencia a la pobreza, el medio ambiente y los derechos laborales.

Lo que se necesita

Las reformas del sistema financiero internacional aún no han comenzado. Según Stiglitz,
las reformas básicas serían las siguientes:

Aceptar el peligro de la liberalización de los mercados de capitales, los flujos de capital a


corto plazo (dinero caliente)

Reformas sobre quiebras y moratorias con el propósito de abordar los problemas cuando
las deudores privados no puedan pagarle a sus acreedores, evitando así el
financiamiento del FMI o los préstamos temerarios tan comunes hoy en día.

Menos recursos a los salvamentos.

Mejoras en la regulación bancaria, adaptación a la situación de cada país y lograr que los
bancos suministren capital para las empresas, fomentando así la creación de empleos.

Mejor gestión del riesgo.

Mejores redes de seguridad y el incremento de la cooperación internacional.

Mejores respuestas a las crisis, y situar dichas respuestas en un contexto social y


político.

La reforma del Banco Mundial y la ayuda al desarrollo

Parte de la esperanza en el cambio de Stiglitz, se basa en él ha presenciado un gran


cambio dentro del Banco Mundial. Tal vez no tan grande ni tan radical, pero a partir de la
crisis del este asiático –o incluso algunos años antes–, el BM comprendió que era el que
debía ocuparse del desarrollo de los pueblos, de la ayuda para concretar ese desarrollo y
consecuentemente, erradicar la pobreza.

El Banco había entendido que el desarrollo no sólo abarca recursos y capital, sino
también una transformación de la sociedad.

Ayuda

La forma en que se concede a menudo la ayuda, imponiendo una serie de condiciones,


puede lograr la creación de obstáculos frente a las transiciones efectivas. Algunos opinan
que se debería poner en práctica la "selectividad", es decir, la concesión de ayuda a
países con antecedentes probados, permitiéndoles que escojan por sí mismos sus
propias estrategias de desarrollo. Las pruebas apuntan a que la ayuda concedida
selectivamente puede ejercer impactos significativos tanto en la promoción del
crecimiento como en la reducción de la pobreza.

Condonación de la deuda

Los países en desarrollo no sólo necesitan recibir ayuda, sino un aumento de la misma.
Debe existir una base de financiación, de ayuda sostenida, libre de los caprichos de las
políticas de los Estados Unidos y otros poderosos. Para esto, se han planteado diversas
soluciones; por ejemplo, al fundarse el FMI se creó una suerte de "moneda internacional":
los Derechos Especiales de Giro (SDR). La emisión de SDRs para financiar bienes
públicos globales podría colaborar en el mantenimiento del vigor de la economía global,
al mismo tiempo que asiste a alguno de los países más pobres del mundo.

Una segunda propuesta comprende el uso de ingresos a partir de los recursos


económicos globales para sufragar la financiación.

Recientemente, la tensión se ha concentrado en la condonación de la deuda. Sin dicha


condonación, muchos países en desarrollo no podrían crecer. Un elevado porcentaje de
las exportaciones se destina a pagar a los países desarrollados sus préstamos.

La organización Jubileo 2000 tuvo éxito, con el respaldo de la Iglesia, en conseguir


muchos más compromisos en pro de la condonación de la deuda. A fines del 2000,
veinticuatro países habían condonado deudas.

La reforma de la OMC y el equilibrio de la agenda comercial


La agenda comercial de la OMC ha sido tan injusta que no sólo los países pobres no han
recibido una cuota equitativa de los beneficios, sino que la región más pobre del mundo,
el África subsahariana, de hecho empeoró como resultado de la última ronda de
negociaciones comerciales. Estas desigualdades dieron lugar a una ronda de
negociaciones en noviembre de 2001, iniciadas en Doha: la llamada "ronda del
desarrollo".

La reforma de la OMC demandará reflexionar acerca de una agenda comercial más


equilibrada y que preste especial atención a los países subdesarrollados. La UE, por
ejemplo, ya ha dado un primer paso con su iniciativa "todo salvo armas", que permite la
libre importación en Europa de todos los bienes de los países más pobres, excepto
armas. Es un importante paso aunque no resuelve todas las quejas de los países más
pobres: ellos siguen sin poder competir con la sumamente subsidiada agricultura
europea.

Hacia una globalización con un rostro más humano

No sólo se trata de cambiar estructuras internacionales. El propio esquema mental en


torno a la globalización debe modificarse. Pero la globalización mal gestionada trae
consigo una consecuencia mucho peor: la amenaza a la identidad y los valores
culturales. Se debe llegar a un proceso globalizador más gradual, en donde las
instituciones tradicionales no sean arrolladas.

Igualmente, es preocupante lo que "esta" globalización puede llegar a hacer con la


democracia. Es interesante ver como se lucha contra las dictaduras, pero al mismo
tiempo nacen "dictaduras de las finanzas". Mientras la globalización sea presentada del
modo en que lo ha sido, representa una privación de derechos civiles y políticos.

Es simple: si la globalización sigue gestionada como lo está, sólo generará más pobreza
y más inestabilidad. Si logramos cambiarla, entonces podremos decir que el malestar en
la globalización no fue en vano. Mientras tanto, y como expresó Keynes, de seguir así "a
largo plazo, todos estaremos muertos". Pero Keynes fue acusado de socialista; por
fortuna hay muchas personas en el mundo que reconocen estos problemas, y voluntad
política para cambiarlos no les falta.

Es claro que la estrategia de la reforma debe tener "muchas puntas", y ello requerirá de
mucho tiempo. Por el momento, hay que lograr que los países en desarrollo consigan
gobiernos fuertes y eficaces, y que los desarrollados sean justos a la hora de arreglar la
economía internacional.
Se necesitan políticas para un crecimiento sostenible, equitativo y democrático. Ésta es la
razón del desarrollo. El desarrollo no consiste en ayudar a unos pocos individuos a
enriquecerse o en crear un puñado de absurdas industrias protegidas que sólo benefician
a la elite del país; no consiste a traer a Prada y Benetton, Ralph Lauren o Louis Vuitton
para los ricos de las ciudades, abandonando a los pobres del campo a su miseria. El que
se pudieran comprar bolsos de Gucci en los grandes almacenes de Moscú no significó
que el país se había vuelto una economía de mercado.

Este tipo de desarrollo no tendrá lugar si sólo unos pocos dictan las políticas que deberá
seguir un país. No es fácil cambiar el modo de hacer las cosas, pero vale la pena
intentarlo. Si queremos y vamos a lograr una globalización con un rostro más humano,
entonces debemos alzar nuestras voces. Y para ello, no debemos ni podemos quedarnos
al margen.

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