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ÉTICA Y LEGISLACIÓN DE LA COMUNICACIÓN

PERSPECTIVAS SOBRE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y ANÁLISIS DEL DOCUMENTAL “LA CRISIS
CAUSÓ 2 NUEVAS MUERTES”

BUSTAMANTE, OSCAR MARCELO

UNIVERSIDAD NACIONAL DE TUCUMÁN


FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN

- 2010 -
“El amor por la verdad, que nos conducirá hacia muchas peligrosas aventuras, esa famosísima
veracidad de la que todos los filósofos han hablado siempre respetuosamente, ¡cuántos
problemas nos han planteado ya! ¡Y problemas singulares, malignos, ambiguos! A pesar de lo
vieja que es la historia, parece que acaba de suceder. ¿Si acabásemos, por agotamiento, siendo
desconfiados e impacientes, qué tendría de extraño? (…) Y parece, a fin de cuentas, que no han
sido planteados hasta ahora, que hemos sido nosotros los primeros en percibirlos, en atrevernos
a enfrentarnos con ellos, porque implican un riesgo; quizá el mayor de los riegos”

Friedrich Nietzsche
Más Allá del Bien y del Mal (Aforismo I)

“No existen hechos, sólo interpretaciones”

Friedrich Nietzsche

2
Introducción
A modo de introducción considero necesario e imprescindible, por las características y la
magnitud del análisis a realizar, dejar sembrado el camino con los temas, conceptos y consideraciones que,
desde el punto de vista de quién estas líneas escribe, serán de vital importancia para el desarrollo del
estudio que sigue a continuación. Puede ser bien una introducción, pero no sería del todo desacertado
considerar a esta parte precedente del análisis en sí del documental “La crisis causó dos nuevas muertes”
como un excurso con estrechas vinculaciones teóricas que harán de soporte al trabajo. A medio camino
entre un ensayo corto o un excurso no del todo completo, pero suficiente.

La importancia de los medios de comunicación en la vida en sociedad es trascendental,


el mismo hecho de plantearlo remite a la idea de una cuarto poder no legitimado
públicamente como elemento democrático integrante de un sistema civil y político, pero sí
dentro de la órbita de la libertad del público, dentro de las leyes del consumo y el régimen
económico vigente.

Diversas han sido las teorías y los estudios versados en el poder de los medios de
comunicación que dejan al descubierto la capacidad de éstos de influir e incluso manipular el
pensamiento y el accionar de la vida de las personas en su vida cotidiana. En un primer
momento se pensó a los mass media como instrumentos con poderes ilimitados. Hoy esa
consideración es y ha sido cada día con más asiduidad puesta en duda. Sin embargo, no por
ello puede restársele su intrínseca importancia.

La concepción de los medios de comunicación como omnipotentes frente al poder del


público fue establecida en un primer momento con eficaces campañas de propaganda política.
A contraluz de lo que podría creerse hoy en día, estas campañas propagandísticas no fueron
iniciadas por estados totalitarios, sino por uno de los países cuyo sistema político es tomado a
menudo como modelo: Estados Unidos. El reconocido lingüista norteamericano Noam
Chomsky expone así esta idea: “Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido
presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin victoria, cuando se cruzaba el
ecuador de la Primera Guerra Mundial. La población era muy pacifista y no veía ninguna razón
para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había
decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir
en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una comisión de
propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses,

3
logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y
destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo.
Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en
aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se
conocía como Miedo rojo. Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de
problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder
financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo
a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos.”1

El semiólogo italiano Umberto Eco, en un ensayo publicado en 1983 llamado “Para un


guerrilla semiológica” dice respecto del poder de los medios de comunicación: “No hace
mucho tiempo que para adueñarse del poder político en un país era suficiente controlar el
ejército y la policía. Hoy, sólo en los países subdesarrollados los generales fascistas recurren
todavía a los carros blindados para dar un golpe de estado. Basta que un país haya alcanzado
un alto nivel de industrialización para que cambie por completo el panorama: el día siguiente
a la caída de Kruschev fueron sustituidos los directores de Izvestia, de Pravda y de las cadenas
de radio y televisión; ningún movimiento en el ejército. Hoy, un país pertenece a quien
controla los medios de comunicación.”2

Pero los medios masivos de comunicación no siempre gozaron de este impune poder.
Eso sucedió hasta la llegada de los principales aportes de los teóricos marxistas de la Escuela
de Frankfurt. Integrada por Teodor Adorno, Max Horkheimer, Walter Benjamin, Herbert
Marcuse y Eric Fromm, entre otros; en la primera generación y completada por filósofos como
Jürgen Habermas, en la segunda generación, pusieron sobre la mesa de discusiones el papel
de los medios de comunicación y lo criticaron sin tapujos. Esto les valió el rótulo de Escuela o
Teoría Crítica. De manera sucinta y básicamente, los postulados frankfurtianos estaban
dirigidos a una crítica de la sociedad y la convivencia de los individuos en ella que ven
imposibilitados sus proyectos de vida por una sistematización del pensamiento. Les
interesaba indagar en la racionalidad que provocó la irracionalidad en la sociedad. Tomaron
como punto central de sus críticas el funcionamiento de los medios de comunicación como
órgano articulador de muchas de las características que se vislumbraban como síntomas de la
sociedad burguesa, industrial y capitalista de los años 40, 50 y 60. Por la perspectiva

1
Chomsky, Noam. El control de los medios de comunicación. [En línea] Disponible en:
http://www.cgt.es/descargas/SalaLectura/chomsky-medios-comunicacion.html
2
Eco, Umberto. La estrategia de la ilusión. Bs. As.: Ed. Lumen, Ed. de la Flor, 1987 p. 181

4
racionalista de sus postulados teóricos a menudo fueron acusados de elitistas; categorización
vacía ésta si se tiene en cuenta su preocupación social. Roberto Marafioti, en su libro “Sentidos
de la comunicación” menciona al respecto: “Horkheimer advierte que no se trata de condenar
el irracionalismo sino el racionalismo que provocó el irracionalismo. La razón ha sido
reducida a ser un instrumento que desgarra la relación sujeto-objeto. (…) La sociedad
industrial hace que el hombre se enajene en nombre de una razón formalizada que provoca el
sometimiento de la naturaleza, en el hombre y fuera de él. La civilización es, pues, una
racionalidad irracional, o una irracionalidad racionalizada que se muestra como represión”.3

A partir de Frankfurt se enarbolaron una serie de estudios y visiones acerca de los


medios que modificaron las precedentes. Los medios de comunicación ya no eran vistos con
los ojos de la Escuela de Chicago o de la Teoría de la Aguja Hipodérmica. Sus defectos veían la
luz, y era lícito criticarlo.

Sin embargo, mientras pasaron los años y muy a pesar de los elementos científicos y
filosóficos sobre los cuales se basaron innumerables teorías que podían contribuir a una
mejor construcción social y mediática del espectro informativo, el discurso de los medios de
comunicación se impuso y así una gran y mayoritaria franja de los públicos aceptaron
acríticamente la construcción de la realidad impuesta por éstos. Hasta no hace muchos años
en nuestro país, por ejemplo, la consideración sobre los medios de comunicación fueron harto
inocentes. No se tuvieron en cuenta a la hora de leer los diarios, mirar los informativos o
escuchar las noticias radiales, cuáles eran los principios regentes de cada medio en su línea
editorial, no se cuestionó la objetividad del periodismo, la concentración mediática, o los
intereses económicos que prevalecieron en la elaboración de las noticias por sobre los
criterios de noticiabilidad establecidos en el quehacer periodístico. Se olvidó por completo la
base histórica que une el nacimiento de los medios de comunicación con el capitalismo, el
comercio y las leyes del mercado.

De hecho, el surgimiento de la prensa y el desarrollo de los medios de comunicación se


dieron en simultáneo con el desenvolvimiento de un incipiente capitalismo. Es aquí cuando es
necesario retomar aportes de Frankfurt, en este caso de Jürgen Habermas, quien en su libro
“Historia y crítica de la opinión pública” destaca el contexto en el cual surge la prensa. “Con el
temprano capitalismo financiero y comercial, irradiado a partir del siglo III desde las ciudades
norteitalianas hacia la Europa occidental y nórdica, surgen primero los emporios de los Países
3
Marafioti, Roberto. Sentidos de la comunicación. Bs. As.: Biblos, 2005 p. 185-186

5
Bajos (Brujas, Liejas, Gante, etc.) y aparecen luego las grandes ferias en las encrucijadas de las
rutas comerciales largas; con él se dan los elementos para la formación de un nuevo orden
social. (…) Nos referimos a los elementos del nuevo marco de relaciones: el tráfico de
mercancías y noticias creado por el comercio a larga distancia del capitalismo temprano.

“Los cálculos del comerciante orientado en el mercado necesitaban, como


consecuencia de la extensión del comercio, de información más frecuente y más exacta sobre
hechos y antecedentes especialmente lejanos. (…) Las grandes ciudades comerciales son al
mismo tiempo centros de tráfico de noticias, cuya permanencia se hizo urgente en la medida
en que el tráfico de mercancías y de papeles-valor se hizo también permanente.

“El tráfico de noticias se desarrolla no sólo en relación con las necesidades del tráfico
mercantil: las noticias mismas se han convertido en mercancías. La información periodística
profesional obedece, por tanto, a las mismas leyes del mercado, a cuyo surgimiento debe ella
su propia existencia.”4

Ahora bien, dejando en claro que la prensa surge como un producto del capitalismo y
que se encuentra estrechamente vinculado a él, surge inconteniblemente un interrogante:
¿cómo es que, habiendo pasado tantos años y olvidándose o desconociéndose esta
característica de los medios de comunicación, se piense ahora que los medios estén “tocados”
por intereses o que no basen su labor en lo estrictamente informativo sino que se descubra de
repente que el periodismo no es objetivo sino que hace lobby y genera realidades en donde no
las hay? Dicho de otro modo ¿Cómo es posible que los públicos no se hayan percatado de que
los medios de comunicación mantienen una relación de producción capital-mercantilista en la
labor periodística-informativa si desde su mismo origen los medios han nacido bajo el manto
del intercambio de bienes y servicios y las leyes de la oferta y la demanda? Una buena
aproximación a esta cuestión, que bien puede tomarse como respuesta, se encuentra en la
objetividad del periodismo.

A menudo, la información que recibimos desde la televisión, los diarios, revistas, la


radio o cualquier otro medio informativo, está enmascarada en una aparente objetividad. Esto
es, que las noticias son presentadas como meros reflejos de la realidad. Una metáfora
convincente y simpática para justificar la objetividad del ejercicio periodístico suele
presentarse en la analogía entre los medios de comunicación y un espejo, en donde los medios

4
Habermas, Jürgen. Historia y crítica de la opinión pública. Ed. GG MassMedia, 4 ed. Pp 53 y ss.

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obrarían como los espejos, que tan sólo se limitan a reflejar lo que acontece en el mundo real.
Cuando la analogía de los espejos no resulta muy convincente del todo, es entonces cuando se
recurre a otra un tanto más ilustrativa: la de una ventana; en este caso los medios de
comunicación funcionan como una ventana a través de la cual se pueden percibir todos los
hechos que rodean nuestra vida diaria. Como tal, la realidad es imposible de transmitir y
comunicar. Necesita de una mediación, una retransmisión. En efecto nuestro conocimiento de
los hechos de la realidad no son inmediatos, atraviesan un proceso de contacto y mezcla con
un repertorio de datos e información que ya son parte de nuestro modo de pensar e
internalizar la realidad. De lo dicho hasta aquí y en el mismo sentido, en “Teoría del
periodismo” Lorenzo Gomis afirma categóricamente “Los medios actúan de mediadores entre
la realidad global y el público o audiencia que se sirve de cada uno de ellos. Pero esa
mediación es algo más que simple comunicación. Los medios no sólo transmiten, sino que
preparan, elaboran y presentan una realidad que no tiene más remedio que modificar cuando
no formar. El medio no es un espejo, porque el espejo no toma decisiones, sino que
simplemente refleja lo que tiene ante sí. (…) Tampoco da cuenta de la realidad la metáfora de
la ventana. Una ventana da a una realidad exterior a los espectadores e independiente de
ellos. Pasa lo que pasa, no lo que nosotros decidimos que está pasando. Mientras que los
medios deciden que está pasando, qué imagen de la realidad exterior van a producir y ofrecer
a sus espectadores. Lo que los medios presentan no es ni un espejo ni una ventana. Y no puede
ser de otra manera.”5

La discusión por la objetividad-subjetividad en la representación de la realidad se


entremezcla con el concepto de verdad y la misma concepción de realidad, todo ello sin dejar
de lado la tremenda importancia insoslayable que aquí se entreteje con el lenguaje.

Es un hecho que todo lo que pensamos y comunicamos lo hacemos a través del


lenguaje, es por él también que configuramos la realidad. Cuando transmitimos algún
acontecimiento de la vida hacia otra persona se interponen en esa relación comunicativa una
serie de elementos que determinan el sentido de la comunicación, del mensaje. Pero sin duda
alguna, no transmitimos la realidad a través de nuestras palabras, comunicamos al menos
nuestra interpretación de ella. O en todo caso, tan sólo palabras. Un profesor que tengo a
cargo de una materia de la carrera de Lic. en Filosofía decía al inicio de sus clases con cierto
aire vehemente que “todo está en los griegos” en referencia a los filósofos de la antigua Grecia.

5
Gomis, Lorenzo. Teoría del Periodismo. Barcelona: Paidós Comunicación, 1991 p.16-17

7
Particularmente pude corroborar su aseveración en distintos casos, lo que causó mis más
sensatos asombros. Todo lo que las ciencias, la filosofía actual, la política, o las artes presentan
con rasgos modernos, contemporáneos e incluso posmodernos ya han sido esbozados aunque
sea de una manera vaga por la filosofía antigua. Recuerdo que en cierto día mientras
estudiábamos a los sofistas uno de ellos rescató por completo mi atención por su tremenda
actualidad y ligazón con lo que llevo dicho hasta aquí; la objetividad, la realidad y el lenguaje.
Tópicos estos que sin lugar a preámbulos se encuentran intrínsecamente enlazados a las
relaciones de los medios de comunicación y la vida social y política. Voy a referirme
específicamente a Gorgias de Leontinos (c. 485-c. 380 a.C.) que además de filósofo sofista era
un excelente retórico. Poseía una particular especialidad en el dominio del lenguaje, atributo
que le permitía establecer por medio de las palabras situaciones o circunstancias que
refutaban en mucho a las consideraciones que se tenían como corrientes. Sin entrar en
tecnicismos o involucrar términos que puedan resultar complejos y desvíen la mirada del
tema que realmente nos compete, es dable establecer que Gorgias en El discurso del no ser
plantea tres proposiciones de tinte nihilista, a saber: en primer lugar, que nada existe; en
segundo lugar, que aún en el caso de que algo exista, es inaprehensible para el hombre; y por
último, que, aún cuando fuera aprehensible, no puede ser comunicado ni explicado a otros.
Ahora bien, dicho a grosso modo, las tesis gorgianas se encuentran basadas en torno a la
realidad, en donde debe entenderse al ser como lo real, lo existente y verdadero. Lo
interesante de lo expuesto hasta aquí es la tercera tesis en donde se explica que la realidad no
puede ser comunicada ni explicada hacia los otros por cuanto la palabra posee cierta
autonomía respecto de la realidad. El mundo es captado en el ser humano por sentidos que
difieren de los que se emplean para tratar de transmitir aquello que se conoce, no existe un
fundamento por el cual se establezca que las cosas del mundo real deban coincidir con alguna
palabra en particular, no hay una relación de reciprocidad entre el ser o lo real y la palabra
que lo define. Por lo tanto la realidad tal cual es concebida en el individuo jamás podrá ser
transmitida de la misma o similar manera en que fue apreciada en un primer momento, bajo
el razonamiento gorgiano no transmitimos realidad o conocimiento sobre la realidad al
comunicar, sino que más bien transmitimos palabras.

Gorgias, según parece, bajo estos supuestos, se adelantó a través de la retórica y la


filosofía a ciertos asuntos por los que, muchos intelectuales se preocuparían posteriormente.
Demuestra, de alguna manera, la trascendencia suprahistórica de los sofistas como Gorgias,
que por mucho tiempo han gozado de mala fama, también mal atribuida. El pensamiento

8
Gorgiano con respecto a la realidad y la comunicación acerca del ser hacia los otros, goza de
una actualidad increíble. Cuestiona la comunicación fuera y dentro del lenguaje, algo de lo que
muy posteriormente Nietzsche dirá “…cesamos de pensar si no queremos hacerlo dentro de la
coacción lingüística.” Por otra parte, uno de los padres fundadores de la semiótica, Ferdinand
de Saussure, en su Curso de Lingüística General, establece cuales son los caracteres de los
signos lingüísticos y uno de ellos lo es la arbitrariedad, esto quiere decir que un signo (puede
leerse como una palabra) no tiene correlato específico que indique que algo de la realidad
merezca ser llamado de la manera en que efectivamente se llama. Su relación con el
relativismo de Gorgias se establece cuando él menciona justamente la imposibilidad de
explicar el mundo y la realidad a través de las palabras tal cual son en verdad. Es por ello
mismo que el criterio de verdad derivado de las palabras, en el pensamiento Gorgiano,
desaparece. De hecho las palabras manejan un fundamento propio, distinto del que se percibe
por otros sentidos que no son justamente los del lenguaje; así, lo que se transmite con
respecto a la realidad, a lo existente, es a través del fundamento de las palabras, no el propio
de la realidad.

Por último, Gorgias siembra inquietudes con respecto a la definición misma de lo que
es la realidad. ¿Es objetiva, subjetiva? ¿Un trabajo constante de interpretación, de la
hermenéutica, la semiótica? Serviría de influencia para lo que en el siglo XX algunos
pensadores teorizaron con respecto a la realidad. En este sentido, sin duda se integran
semiólogos como Umberto Eco, lingüistas como Noam Chomsky, o filósofos como Jean
Braudillard. Fue este último el que destacó conceptos de realidad e hiperrealidad, a propósito
decía “El simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad.
El simulacro es verdadero.”

Entonces, llegados a este punto del análisis sobre conceptos atinentes sobre los que
versan su posición los medios masivos de comunicación, es posible destacar que la
objetividad periodística no existe y no podrá existir jamás. Para validar esta idea resulta
interesante plantear un ejercicio que elabora Lorenzo Gomis y que demuestra que a pesar de
que se podría trazar, hipotéticamente, un caso de “objetividad”, existe una necesidad; una
demanda, por parte del público que exigiría una visión declarada de los hechos en la
presentación de los acontecimientos. “Imaginemos –dice Gomis- que, abolidos los telediarios,
el flujo de imágenes libres en puestos fijos fuera continuo, e imaginemos que, a la hora del
antiguo telediario, muchas familias optaran por decir: ‘Vamos a ver que hace ahora mismo

9
Bush (o Gorbachev)’. Y que, dada la diferencia horaria, lo que vieran en directo fuera al
presidente norteamericano ante el espejo, afeitándose. Quizá el primer día la operación les
interesara como documento humano y dos les entretuviera como diversión, pero es probable
que al tercer día concluyeran que la información es otra cosa y que prefieren información
manipulada, pero verosímil y significativa, que la visión libre de la realidad en crudo.”6

Dicho esto y teniendo en cuenta que lo planteado hasta aquí responde de manera
general a la lógica de funcionamiento de los mass media cabe interrogarse ¿Qué hay que decir
de Argentina con respecto a esto? Veamos.7

Los debates suscitados por los medios de comunicación y en especial por el


periodismo, en la actualidad, han despertado ásperos y controvertidos episodios. El responder
la pregunta por ver qué medio responde ante quién, ha provocado un “impresionante
descubrimiento” por parte de las personas no versadas sobre los medios de comunicación. A
saber: que la objetividad en el ejercicio del periodismo es imposible, que no existe la
objetividad, una realidad que se ciña a los hechos tal cual suceden no es posible de transmitir.

La discusión sobre la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual ha colocado


sobre la mesa un plato que es difícil de servir ante los ojos de la sociedad: la concentración
mediática en poder pocos grupos empresarios. Sin duda alguna, estos y otros temas referidos
a la práctica periodística, elemento crucial en las representaciones de la realidad de las
personas, siempre han sido debatidos en restringidos ámbitos de estudio y críticas de los
medios de comunicación y del periodismo mismo. Subráyese lo de “restringidos ámbitos de
estudio y crítica” ya que, por supuesto, a ciertos sectores dominantes y hasta hegemónicos -
por usar una categoría de análisis gramsciana- no les resulta funcional a los intereses que
defienden, el debatir la pretendida objetividad, la concentración oligopólica de los medios de
comunicación, su línea editorial, o leyes y legislaciones que permitan hacer crecer el sector de
las comunicaciones y las informaciones como lo es la nueva Ley de medios.

Para aquellos que recientemente descubrieron que la manera de abordar los


acontecimientos por parte de la prensa no era objetiva, les resulta confuso establecer el
centro de sus objeciones. Por una parte, critican que los medios no reflejan la realidad, o al

6
Ídem nota 5, p.18
7
Lo que sigue es un artículo escrito por mí hace tiempo y publicado en el blog personal
http://logicaintelectual.blogspot.com bajo el título: Perspectivas sobre la objetividad en el periodismo.
Disponible en: http://logicaintelectual.blogspot.com/2010/06/perspectivas-sobre-la-objetividad-en-el.html

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menos la realidad que ellos desearían ver reflejada en los medios que consumen. Muchos
dicen “pero este diario no informó este hecho”, a paso seguido se interrogan “¿Por qué no sale
eso en este medio?”. Más tarde pueden concluir con el entrecejo fruncido, que el periodismo
no refleja la objetividad que ellos pretenden ver reflejada en los medios de comunicación.
Entonces surge la cuestión de si estos hombres y mujeres que exigen un periodismo objetivo
no caen en una exigencia falaz por cuanto saben, aunque recientemente, que la objetividad en
el periodismo no existe como tal. En este mismo sentido, afirman que los medios de
comunicación tienen interés y que informan de acuerdo a dichos intereses. ¿A alguien le
queda alguna duda? Tamaño descubrimiento el de estas personas. Por supuesto, todos
tenemos intereses. Por ejemplo, quien escribe, busca que los lectores lean este artículo y a
raíz de él interactúen, critiquen, y debatan con fundamentos lo que piensan al respecto de lo
leído, pero también de alguna manera dejo sentada mi posición al tomar parte en un tema del
que hablo. Busco sin duda que el lector se identifique con mi texto. Esta situación llevada al
periodismo, es exactamente igual. Claro que la cuestión pasa por ver a qué intereses se
defiende y con qué finalidad.

Con la pretensión de una objetividad periodística, los medios de comunicación


siempre han tratado de que se piense que lo que sale impreso en las líneas de tinta de un
papel (que en los días siguientes de su publicación se utilizarán para envolver verduras) se
considere como verdad. Esto, en otras palabras, es poner en juego la credibilidad de la
información que se transmite y que por consiguiente se vende y consume. Por otra parte, se
posiciona en un pedestal, un escalón más alto que le permite evadirse de las críticas que,
fundadas o no, puedan realizárseles al enfoque de la información que se hace de la realidad.

Si la realidad fuera una sola, o mejor dicho, la verdad fuera una sola resultaría
innecesaria la existencia de tantos medios, ya que de todas maneras, al ser la realidad una
sola; y por consiguiente una sola la verdad, todos los medios serían meros repetidores de lo
mismo. En la actualidad, las mayorías de las críticas referidas a los medios de comunicación y
a su manera de abordar la realidad, están originadas desde la postura del consumidor.
Históricamente, se ha considerado el oficio del periodismo como un oficio puro, honorable,
atento a la verdad, opuesto a lo falso, a la incorruptibilidad, el apego a la verdad, etcétera. Pero
lo cierto indica que, en lo que respecta a nuestro país, eso nunca ha sucedido de tal manera.
Por citar un ejemplo, el diario Crítica, dirigido por Natalio Botana, ayudó al ascenso del
radicalismo Yrigoyenista. Mientras que años más tarde iniciada la década del ’30 provocó su

11
caída, ayudando así a la irrupción a la escena política de los militares al poder como regente
de los destinos del país durante la mitad del siglo XX. Mediaron intereses de por medio en esas
operaciones mediáticas, no caben dudas. Hoy, sucede lo mismo. Es por eso, que no sólo es
lícito mencionar que la objetividad es un mito, sino también que los medios de comunicación
son agentes políticos.

Por otra parte no han sido pocos los autores que han, de una u otra manera,
desenmascarado la realidad subyacente a los mensajes y la postura de los medios de
comunicación. Lorenzo Gomis, en su libro “Teoría del periodismo” declara que “El periodismo
puede entenderse como un método de interpretación de la realidad social.” Luego continúa:
“La interpretación periodística no es algo que se dé de una vez por todas. Es sucesiva: empieza
y termina en cada edición.”8 Por otra parte Miguel Rodrigo Alsina en “La construcción de la
noticia” menciona citando a Grossi y tesis sostenidas por Schaff que “’la realidad no puede ser
completamente distinta del modo como los actores la interpretan, la interiorizan, la
reelaboran y la definen histórica y culturalmente’. La objetividad como cosa autónoma entra
en crisis, pasa a ser un producto social intersubjetivo.”9 Patrick Charaudeau en “El discurso de
la información” menciona que “el acontecimiento nunca puede transmitirse en estado bruto a
la instancia de recepción; para lograr significación, depende de cómo se lo mire, de la mirada
de un sujeto que lo integra en un sistema de pensamiento y al hacerlo lo vuelve inteligible.”10
El semiólogo argentino, Eliseo Verón, por su parte menciona en su libro “Construir el
acontecimiento” que “…los medios producen la realidad de una sociedad industrial en tanto la
realidad en devenir, presente como experiencia colectiva para los actores sociales. (…) La
actualidad como realidad social en devenir existe en y por los medios informativos.”11 Sin
duda, no ha sido la elección de estos fragmentos la voluntad del escritor el cansar al lector,
sino por el contrario demostrar que, en teoría, la credibilidad periodística que profesan los
medios de comunicación se basa en un mito: el de la objetividad, que como tal no existe. Es
abstracta.

Lo que ha provocado que una gran franja social del país reaccione de esta manera
frente a los acontecimientos político-sociales es el conformismo social que los ha conducido a

8
Op. Cit. p. 36
9
Alsina, Miguel Rodrigo. La construcción de la noticia. Barcelona: Paidós Comunicación, 1989 p. 29
10
Charaudeau, Patrick. El discurso de la información. Gedisa, 2003 p. 118,119
11
Verón, Eliseo. Construir el acontecimiento. Gedisa, 1987 p. IV (Prefacio a la segunda edición)

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la naturalización de los discursos mass mediáticos. Así, en una sociedad que se precie de ser
democrática debatir estas cuestiones es no sólo fundamental, sino trascendental.

Con la precedente y extensa introducción, pasemos ahora al análisis del documental.

“El Gran diario argentino” en el callejón


Lo que realmente importa en este apartado no es tanto analizar el documental en sí,
sino aquello de que habla el documental. “La crisis causó dos nuevas muertes” es una toma de
partido clara sobre el funcionamiento de los grandes medios de comunicación, crítica sin
lugar a dudas. Este documental demuestra cómo un diario tan importante del ámbito
nacional puede llegar a involucrarse de tal manera en la construcción del acontecimiento que
termina por convertirse en un cómplice de los crímenes que retrata en sus páginas. La
responsabilidad política que le toca asumir en situaciones y circunstancias como estas lo hace
ser un agente político más dentro del desenvolvimiento y la construcción de la realidad.

Son múltiples lo enfoques desde los cuales pueden juzgarse el papel que jugó Clarín en
la cobertura mediática de la denominada “Masacre de Avellaneda”, que dejó un saldo
represivo del aparato estatal de dos piqueteros muertos: Kosteki y Santillán. Una perspectiva
de análisis puede tomarse desde el punto de vista de la ética periodística y profesional, otra,
en cambio, puede llevarse a cabo sobre la base del ordenamiento jurídico y la legislación
existente que regula, de alguna manera, las actividades de la prensa. Por último, es de suma
importancia destacar el punto de vista estrictamente periodístico, en este sentido es posible
estudiar el comportamiento del “Gran diario argentino” al momento de cubrir la masacre de
Avellaneda acerca de ciertos parámetros y estrategias de los medios de comunicación en la
presentación de las noticias y la manera de informar. Veámoslo desde la primera perspectiva.

Un cierto jueves, en clase de Ética y Legislación, mientras se debatía el lado ético de los
periodistas que cubrían la represión policial del día 26 de junio, fecha en que se produce la
masacre de Avellaneda, se puso en cuestión si era ético tomar fotografías o filmar, en síntesis
atestiguar para un medio informativo, los hechos violentos por parte de la policía para con los
piqueteros que se encontraban en la protesta. Surgió entonces la idea de que fue poco ético el
accionar de los periodistas de apartarse de los acontecimientos y en vez de involucrarse a
ayudar a los desvanecidos antepusieron su labor profesional y se dedicaron a captar lo que

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pudieran. Idea esta que causó cierta molestia en mi persona a lo que repuse que en ese caso la
discusión no tendría sentido ya que se ponían en juego dos escalas de valores distintas, por un
lado la ética personal sin cumplimiento de una tarea profesional, y por otra parte, la relación
inversa, es decir poner en primer lugar la ética periodística, apegarse a ella por estar
trabajando para un medio cuya labor consistía en informar a través de las imágenes antes que
la ética personal que podía interferir e incluso impedir su tarea profesional.

Aún sostengo mi punto de vista. Y lo aclaro. El rol del periodista en los hechos sobre
los que debe informar se restringe a lo estrictamente informativo. Debe tratar siempre de
mantener una distancia que le permita informar por sobre la opinión o incluso tomar partido
en un hecho de la naturaleza que estamos tratando, dos asesinatos en un clima de conmoción
social. Bajo el razonamiento de que los periodistas situados en las inmediaciones de la
estación de Avellaneda y el puente Pueyrredón tuvieron una actuación poco ética por lo que
se dedicaron a informar cuando podrían haber hecho algo para evitar un caos como el que
efectivamente sucedió, demuestra una lógica simplista, ya que desde ese punto de vista todos
los periodistas presentes en el lugar de los hechos también son adjudicatarios de cierta
responsabilidad en la situación final desatada. Considero erróneo esta manera de pensar.
Pensemos en lo siguiente: si todos los periodistas hubieran optado por ayudar y no atestiguar
la violencia acaecida, no habrían habido registros que pudieran dar con las pistas que muestra
el documental y que deja al descubierto que la represión policial se tradujo en dos homicidios.
Es más, no podría haber una denuncia de ningún tipo, sumándole además a esta hipotética
situación que los periodistas hubieran faltado a su tarea profesional lo que demostraría un
lado poco convencido de su labor periodística. De ser así, ¿de qué habrían hablado los medios
al día siguiente? ¿Con qué datos podrían los medios corroborar una información que indicaría
que hubo un accionar incorrecto y abusivo de las fuerzas policiales? La respuesta es sencilla:
con ninguno. Por supuesto que los periodistas no son entes despojados de una visión personal
de los hechos o partidarios de algún contendiente el día de la masacre de Avellaneda, pero es
necesario decir una vez más que, muy a pesar de lo que piense o sienta cada periodista,
siempre es condición indispensable mantener una brecha entre el hecho y la visión personal,
ya que de no ser así el periodista se convertiría en un actor de hecho en el acontecimiento
atestiguado. Y eso no es lo que hacen los periodistas. Piénsese en lo expuesto en la
introducción acerca de la objetividad periodística, no existe como tal, el periodista le da su
impronta a la construcción de la realidad, pero existe una diferencia insalvable entre dar un
punto de vista en la información, como suele suceder, e informar acorde a lo actuado como

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interventor en los hechos informados. Así el periodista se convertiría parte integrante del
cuerpo de la noticia, lo cual dejaría en claro que faltó a la ética profesional periodística. Como
vemos, entramos en un conflicto de principios morales. En este caso, se da lo que menciona
Annemarie Pieper acerca de “las colisiones de normas o valores susceptibles de conducir a un
conflicto de conciencia”. Específicamente, en este caso, sucede la segunda posibilidad que
brinda la autora, cito: “Puede suceder que entren en colisión normas pertenecientes a
sistemas morales distintos”, claramente vemos en este caso las convicciones personales en
conflicto con las profesionales.

Más adelante, entraremos en una confluencia de las tres perspectivas que suponemos
al principio. Pasemos ahora a la tercer perspectiva, (la segunda se dará como conclusión
integradora), hablamos de la cobertura del diario Clarín sobre la Masacre de Avellaneda.

El diario Clarín es uno de los diarios más importantes de la argentina, sino el más
importante. Posee la mayor tirada, es el diario más leído del país y puede leerse hasta en
Nueva York, económicamente es el más poderoso y políticamente también. Tiene una
capacidad discursiva tan grande que genera consensos, establece la agenda, crea políticos,
posibilita el ascenso a gobiernos y también su derrumbe. Si en la introducción mostré el poder
de los medios de comunicación de influir y manipular en las masas consumidoras de los
medios, Clarín no sólo es un claro ejemplo de ello, se ha convertido en un todo un paradigma.
Su responsabilidad política en la presentación de la información sobre temas complejos y
delicados de la realidad nacional lo hace un medio sumamente temible, su responsabilidad se
ve distinguida sobre una delgada línea distinta de la del poder estatal y público. Tiene un
poder formador de la opinión pública como ningún otro medio de este país, no es casual
entonces que el documental que nos convoca, precisamente critique de manera abierta al
medio más influyente del país por una simple noticia en primera plana. Así, los realizadores
del documental pueden llegar a demostrar que una noticia que se ve como simple y objetiva
tiene toda una trama oculta de poder que es determinante y que se esconde bajo una aparente
objetividad.

Con respecto a los hechos del 26 de junio, Clarín fue uno de los tantos medios que
cubrió esa situación. Y lo hizo con total profesionalismo. ¿Pero que pasó en el medio? Hubo un
proceso de edición a puertas cerradas, que determinó el contenido de la información que salió
publicada en el diario del día después. El principal responsable es Julio Blanck, quien
desempeñaba tareas de edición en los tiempos en que los asesinatos en la estación de

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Avellaneda se sucedían. Como bien es conocido, todo medio de comunicación posee una línea
editorial propia que define cuales son los temas que más le interesan tratar y de qué manera,
por supuesto que Clarín tiene la suya. Por la línea editorial que maneja un medio de
comunicación es que vemos a diario distintas visiones sobre las noticias en distintos medios
de comunicación. Así, es que un diario puede dar preponderancia a un determinado tema o
característica de una noticia por sobre otro, y por consiguiente ocultar algo y visibilizar otro
tanto, de acuerdo a lo que ese diario considera dicho de noticiabilidad o no. El documental
presupone que Clarín privilegió una versión de los hechos que iba a contramarcha de lo que
propugnaba el movimiento piquetero. Que, por lo tanto, defendía la represión. Pero el filme
también deja entrever que el papel de Clarín en la presentación de los hechos no fue el único
que así lo hizo, sino que muchos medios de comunicación televisivos mostraban, como
constructores del consenso, que los piqueteros eran violentos y estaban dispuestos a todo.
Incluso a dar la vida por su causa. De esta manera, la represión policial estaría considerada
como una “represión sana” cuyo único objetivo sería el de restaurar el orden. Uno de los
entrevistados en el documental, Claudio Mardones, quien es periodista de la agencia ANRED,
dice entre los minutos 27-28 que “sin una prensa eficaz no se puede reprimir con eficacia. No
existe eso. Los tipos se han dado cuenta de eso, con mucha claridad. Los tipos necesitan
generar un consenso previo generalizado –tienen cómo, porque tienen los recursos
económicos, ideológicos como para hacerlo- y luego de eso, obviamente vos tenés como darle
mando político a la represión”. Y es justamente aquí cuando entra en juego la responsabilidad
del diario Clarín en la presentación de la noticia y volvemos al proceso de edición y a Julio
Blanck. Éste es el primero en reconocer su error, y lo dice abiertamente en el documental: “yo
creo que esto fue un error, periodísticamente este no es un título acertado, no es un título
acertado. Ahora ¿qué hago? Me voy al día siguiente, dejo de trabajar, ¿te lo defiendo a muerte
diciéndote ‘no, esto estuvo bien’? No, no estuvo bien”.
Pero, lo que dice Blanck está referido únicamente a la titulación, no en cuanto a la fotografía
que muestran en primera plana. Tengamos en cuenta que el diario tenía en su poder la
secuencia completa de cómo eran masacrados los dos piqueteros que murieron ese día, y sin
embargo la imagen que se muestra en la tapa es la menos clara. ¿Negligencia, inocencia,
descuido? La respuesta es: estrategia.

Mario Benedetti, hace ya muchos años estableció lo que él consideraba los


mecanismos de desinformación y manipulación de la opinión pública desde los medios. Entre
estos mecanismos se destacan: informar lo contrario de lo sucedido, informar una parte de lo

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sucedido, realizar un título inexacto o tendencioso, simular estilo objetivo y editorializar con
los títulos. Todos estos mecanismos fueron puestos en práctica en la edición del diario Clarín
que buscaba informar sobre la masacre de Avellaneda. Si hay algo que transmite esa primera
plana es incertidumbre; es como si los mismos periodistas que redactaron las noticias
referidas a la masacre no sabrían con exactitud que sucedió realmente. Lo oscuro del caso, es
que contaron con los elementos necesarios como exponer la mejor cobertura de los hechos
que ningún otro medio de la Argentina. Y no lo hicieron.

La responsabilidad política del diario Clarín, es inmensa. En la reconstrucción de los


hechos realizada en las páginas del diario se muestra una complicidad con la represión
absolutamente abierta. Esquivaron decir con contundencia que los responsables de la
represión estuvo a manos de las fuerzas policiales, de esa manera guardaron cierta
complicidad con la policía que asesinó a los piqueteros. Lo que hizo Clarín es pésimo. No sólo
porque periodísticamente haya estado mal, o desde el mismo punto de la ética sea incorrecto
porque desinformaron más de lo que informaron; sino por una cuestión vital en un diario y
cualquier medio de comunicación, pusieron en juego el capital más valioso: la credibilidad.

Ahora bien, y a modo de ir concluyendo: sabiendo que lo que hizo Clarín estuvo mal y
a su responsabilidad no la supieron manejar. ¿Qué sanción le cabe a este medio de
información por su participación en los hechos? ¿Una sanción de tipo moral? ¿De tipo
jurídico? Creo que, acorde a la realidad, es preferible responder a la segunda pregunta: la
sanción de tipo moral. Cuando una persona visite una biblioteca, una hemeroteca o el archivo
que contengan los diarios de Clarín de la época de la que hablamos y lea la noticia podrá tener
frente a sí un documento que demuestra, con una visión histórica, cuál fue el desempeño del
diario Clarín al informar sobre los acontecimientos del corte del puente Pueyrredón y la
estación Avellaneda. En la actualidad, cada persona sabe con qué tipo de noticias y que línea
editorial se encontrará al comprar un diario. Pero ciertas marcas en la historia hacen saber
que los medios de comunicación como Clarín, tienen un objetivo político detrás de cada línea
de tinta que se encuentra en su diario y que únicamente puede leerse un diario desde ese
punto de vista: políticamente.

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