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Dirigido por Andrés Ortiz-Osés y Patxi Lanceros

Diccionario interdisciplinar de

Hermenéutica
HG. Gadamer E. Dussel
P. Ricoeur L.A. Schokel
G. Durand M. Frank
G. Vattimo E. Neumann
J.L. Aranguren M. Maffesoli
R. Panikkar E. Coreth
J. Rof Carballo L. Cencillo
E. Trías J.L. Abellán
J. Oteiza J. Gómez-Tabanera
C. Moya M. Beuchot
X. Rubert de Ventós C. García Gual y otros

Quinta edición revisada y ampliada

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2006
Universidad de Deusto
Bilbao

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517 Símbolo

Y, sin embargo, en los confines de la realidad rea- tre los humanos --€n el horizonte de un sentido abier-
parece el desgarro del dualismo clásico y la necesidad to por el hombre en el corazón del ser-. La relación
de su suturación simbólica: de donde la susodicha me- reaparece entonces como actitud que sublima el ser
diación intrínseca como nexo y correlatividad de los como acto en la tradición occidental.
contrarios coímplices. Aquí se enhebra nuestro discur- Una vez establecida la correlación Ser-Persona, se-
so de la dualéctica de los opuestos y su coimplicidad, ría interesante volvernos a la tradición filosófica para
así como la revisión del sentido como articulación cua- enmarcar las relaciones del Ser en nuestra cultura.
si lingüística y sutura poslingüística. La búsqueda de la Tanto en el pensamiento griego como cristiano, el Ser
re-mediación surge así de esta filosofía abierta en/por se define como idea o razón de los seres de carácter
Amor Ruibal, desde la cual la mediación cuasi hegelia- cuasi divino: esta síntesis arriba a Hegel y su noción
na puede y debe pensarse como remedio de lo irreme- del Ser como razón-espíritu creador de las realidades
diado, así pues como salvación o redención de acuerdo en su devenir. Mientras que en este contexto greco-
al carácter filosófico-teológico. De esta guisa, la filoso- cristiano triunfa clásicamente la correlación del Ser
fía de la relación se convierte en ética de la relación: con lo racional-divino (idealismo). la inversión mate-
en una ética (co)relacional del sentido que traspasa el rialista que arriba a C. Marx y socios correlaciona el
lingüismo propio de la hermenéutica contemporánea. Ser con el otro extremo de la cadena áurea: la mate-
Una tal visión filosófica de la identidad y la diferen- ria cuasi demoniaca.
cia podría basarse en la teología de Lactancio, según Esta ambivalencia del Ser, sea con lo divino sea con
el cual cuando hablamos del Dios trinitario no decimos lo demoniaco, reaparecerá en M. Heidegger y su
algo diverso ni tampoco separado: y sin embargo se concepción de un Ser con caracteres divino-demo-
distinguen y diferencian las personas. Así que el uno niacos. Ahora bien, como hemos visto, en el caso de
no es el otro, aunque lo uno sea lo otro: la diferencia Amor Ruibal el Ser se destaca tanto del espíritu puro
es personal (relacional, existencial), la identidad es como de la materia impura: ahora el Ser como Ele-
real-entitativa o sustancial (esencial). Y es que el cris- mento relacional encuentra su correlato en el Hom-
tianismo introduce la diferenciación de la persona en bre como Relación elemental, por lo que se autode-
el continuo identitario del ser: identidad griega y dife- tine como mediación relacional entre los extremos:
rencia cristiana, verdad filosófica y sentido antropoló- la nada y el ente.
gico, razón pagana y amor evangélico -ambos reme- Nuestro último paso seria radicalizar esta postura y
diados en la implicación que coafirma la identidad del redefinir el Ser como implicación de contrarios: nada y
ser y la diferencia de la persona, la mismidad del cos- ente, divinidad y demonidad, cuerpo y espíritu. El Ser
mos y la emergencia de lo cultural, la indistinción de la se correlaciona ahora con el Alma y el simbolismo aní-
mater-materia y la distinción existencial, la igualdad mico suturador de la escisión de los opuestos, recupe-
de recursos y la libertad del otro, la comunalidad ani- rando así una tradición que pasa por N. Cusa. A partir
mal y la diferencialidad espiritual-. Una (re)media- de esta experiencia del Ser como simbólico, la nada co-
ción sólo posible desde la recuperación del Alma del dice ente y el ente nada, el cuerpo se espiritualiza y el
mundo como espacio de la distinción y tiempo de la espíritu se enmaterializa, Dios se coimplica en mundo
distensión anímica: coimplicación 1 • y el mundo se coimplica en Dios: imbricación de los
El eje Ser-Persona se perfila así como la (co)relación contrarios compuestos en un interlenguaje coímplice y
fundamental del hombre en el cosmos. Pues, como ha (re)mediador. Una filosofía de la complicidad.
dicho T. Todorov en La vida común, la meta del ser hu-
mano (humanado) no es el placer sino la relación en- A. Ortiz-Osés

Símbolo
Si bien el símbolo nos remite genéricamente al ám- realidad, objeto o suceso radicalmente independiente
bito de la actividad psíquica de representación a través y al que el símbolo referiría con más o menos acierto.
de la imagen o ámbito del pensamiento indirecto, que Ha sido E. Cassirer quien ha ubicado de forma más
quedaría, por tanto, en relación de oposición con res- precisa su naturaleza al definirla no como mero signo
pecto a un supuesto conocimiento presentacional-per- indicador de objetos, sino, hermenéuticamente, como
ceptivo y más o menos sin mediaciones; de forma más una organización instauradora de la realidad. De este
estricta, puede decirse que la naturaleza del símbolo modo, si la objetividad es también y principalmente
ha de ser considerada más allá del prejuicio epistemo- discurso, el problema del concepto no es el de su pre-
lógico según el cual lo verdaderamente relevante es el tendido fundamento desligado, como ocurre para el
problema relativo a su fundamento, es decir, a aquella cientificismo, sino el de los requisitos estructurales in-

1 Este espacio-tiempo intermedia! del Alma del mundo connota relación trascendental o fundamental es inmanental o elemental,
la relación trascendental de elementos y relaciones; puede consul- por lo que queda bien expresada y traspuesta en el término coimplí-
tarse para el trasfondo, J. Schaaf, en: Studia phifosophica, 37 (1977), cación: el cual mienta la contactación de la relación {genitivo objeti-
así como mi Metafísica del sentido, Deusto, Bilbao 1989. Pero esta vo y subjetivo) .

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Símbolo 518

manentes al sujeto que lo constituye. Esto es lo que quen el significado. Su finalidad es, pues, la designa-
nos permite afirmar que todo concepto es ya expresión, ción abreviada de aquello a lo que refieren.
es decir, está transido, lleno o preñado (praegnans) por En segundo lugar, la alegoría pierde arbitrariedad
las condiciones que determinan su formación, lo cual con respecto al signo, pues al elegir una cualidad o
nos aleja de aquella concepción objetivista que en- rasgo que resume o presencializa aquellas nociones
cuentra en todo símbolo o concepto un valor episte- o conceptos de naturaleza abstracta y que por tanto
mológico proporcional a su grado de independencia resulta complejo expresar de forma sencilla, su rela-
con respecto al sujeto. Se trata de lo que Cassirer de- ción con el significado se establece por virtud de una
nomina pregnancia simbólica, y que establece la impo- cierta participación cualitativa con el mismo. De este
sibilidad de intuir objetivamente una cosa sin integrar- modo, podemos comprobar cómo la libertad en su
la de modo inmediato en un sentido. La comprensión acepción típicamente moderna expresada en el sapere
lo es siempre en el modo de la representación y no de aude kantiano, encuentra en la mujer que rompe las
la mera presentación. tinieblas con su antorcha en alto, una acertada simpli-
El concepto es, pues, el mensajero de un sentido al ficación alegórica que se fundamenta en la analogía
que alude o remite, pero no la mera máscara impar- sinóptica «ilustrar-iluminar».
cial que refiere a un único término en cuya mostración En tercer lugar, el símbolo ya no es en modo alguno
se agota, pues si bien es juez del proceso epistemoló- arbitrario en la medida en que su significado es impo-
gico en la medida en que sin él todo conocimiento es sible de presentar por otro medio que no sea el sím-
imposible, es también «parte» al instaurar aquello que bolo mismo. Jung lo definió como la mejor formula-
por medio de él se pretende conocer. ción posible, no susceptible de exposición más clara o
Nada puede ser, por tanto, simplemente «presenta- explícita, de algo relativamente desconocido. Por ello,
do», sino más bien «representado», ahora bien, en ese podemos decir que crea o instaura un sentido, un ám-
proceso de representación la conciencia encuentra di- bito de significación que emerge a través de él y se
ferentes gradaciones que van desde la adecuación de agota en él y que, por ello, lo encarna.
una imagen o signo con aquello que constituye su sig- Precisamente, al posibilitar la aparición de lo que no
nificación, hasta la inadecuación radical con respecto es posible presentar, decir o expresar de otro modo,
al significado que pretende expresar. constituye una epifanía o aparición de lo inefable por
Los lenguajes a los que se refiere el primer caso ins- medio del significante y, más aún, en él mismo; pues
tauran una comprensión instrumental operativa del tal y como afirmara Goethe, constituye la transfigura-
mundo que circunda al sujeto y en ellos lo verdadera- ción de lo concreto en un sentido abstracto sólo alcan-
mente relevante es la eficacia del proceso transfor- zable a través de sí mismo y de esa transfiguración. Es
mador más que la expresión del mismo; en rigor la por ello que la re-presentación simbólica no admite
formalización del discurso tiende a evitar las variacio- verificación alguna, o lo que es lo mismo, no es posible
nes en la significación, a establecer una relación biuní- confirmarla mediante la mera presentación de lo que
voca de los signos con sus respectivos significados y a significa. Su autosuficiencia expresiva es al mismo
consolidar un lenguaje desprovisto de marcas subjeti- tiempo, en una de las múltiples expresiones antinómi-
vas que eleva a su hablante a la categoría de sujeto cas que lo definen, la razón de su naturaleza inade-
universal intercambiable o estándar. El lenguaje se cuada, pues el símbolo nunca agota por entero su sig-
fija, unifica y formaliza para evitar toda distorsión pro- nificación y eso es lo que nos permite afirmar su
ducida por su mediación en el proceso de transforma- carácter parabólico, donde, según señala G. Durand, la
ción, pierde su potencia evocadora para ganar poder preposición griega «pará» adquiere su significación
instrumental, pierde su dignidad de instaurador de más fuerte: «que no llega o alcanza».
sentido para ganar eficacia operativa. Es sobremanera útil señalar en este punto que el ám-
Los lenguajes a los que refiere el segundo caso, a los bito expresivo de los lenguajes constituidos mediante
que ya podemos llamar propiamente simbólicos, ins- símbolos no puede ser objeto de reducción filológica al-
tauran su propio sentido desde la individualidad de la guna so pena de degradación o difuminación de su
dicción, pues en ellos es el propio decir multívoco el significatividad fundamental, pues tal y como advierte
que cobra importancia en el «cómo» de la expresión, y K. Kerényi: «No es posible comprender el símbolo me-
no la precisión univoca en el «qué» de lo expresado. diante interpretaciones y explicaciones, sino dejando
Además, evidencian la virtualidad instauradora de que exprese por sí mismo su propio sentido.» El intento,
todo símbolo al cambiar la mediación instrumental del pues, de todo excurso hermenéutico sobre el símbolo
significado por la autonomía que implica la evocación tiene como objeto la clarificación de un modo de expre-
del sentido. sión de sentido que hemos vinculado a la epifanía preci-
De forma ya clásica suele aludirse a tres modalida- samente para evitar la tentación de pretender agotar su
des sígnicas para referir los diversos grados de adecua- genuina evocación por medio de «explicaciones». Este es
ción con sus respectivos significados. precisamente el sentido de la consideración que J. Jacobi
En primer lugar, el signo propiamente dicho tiene establece sabiamente en este punto: «enfrentarse al
como características fundamentales su arbitrariedad y símbolo es hacerlo a lo en último término inexplicable».
máxima adecuación a su significado, pues no existe Todo lector de poesía más o menos avezado sabe
una relación entre ambos que vaya más allá de la elec- que ningún excurso filológico puede pretender agotar
ción arbitraria de los significantes siempre y cuando o siquiera traducir el contenido de un poema, al igual
éstos permitan mantener su naturaleza funcional de que la experiencia religiosa sigue siendo auténtica sin
analogías de abreviación que economicen y simplifi- discurso teológico alguno que la explicite. Digamos,
519 Símbolo

pues, que este carácter «intraducible» del símbolo no


excluye la contrapartida filológica o hermenéutica,
simplemente impide su utilización meramente reducti-
va, por lo mismo que ningún esfuerzo hermenéutico
por explicitar su capacidad significativa puede poner
en la mente del lector la más elemental experiencia es-
tética o religiosa.
La función de la Hermenéutica sería aquí la de seña-
lar o llamar la atención, pero en ningún caso la de su-
plir o sustituir. Si hubiéramos de decirlo de un modo
aún más sencillo, habría que remitirse a la presencia
ancestral del discurso poético, del mítico, el religioso,
onírico, metafísico, ritual y, en fin, el de cuantas formas
de expresión humana utilicen símbolos, para mostrar de
modo inmediato la frecuencia y familiaridad con que
éstos irrumpen en la conciencia humana. Allá donde la
sombra, el ocultamiento o el perfil difuso formen parte
del tejido expresivo de un signo cuya insinuación fun-
damental necesita obligatoriamente de ese ocultar re-
velador o, viceversa, de esa revelación umbrosa inasible
a la luminosidad cenital del pensar estrictamente racio-
nal, estaremos ante la presencia inequívoca del sím-
bolo, pues desde siempre su dominio ha sido el de «lo
no sensible» en cualquiera de sus formas: inconsciente,
metafísico, sobrenatural o surreal.
La función del símbolo es, además, la de lograr una
Dunas
conjunción de los contrarios, una complexio opposito-
rum que es la responsable de que la antinomia resulte
tan hondamente fructífera para referirlo. Esa com- héroe como de análogo del héroe mismo, tal y como
plexión antinómica lo ubica en el límite entre lo con- ocurre en la simbología cristiana con la analogía Cris-
creto y lo difuso, lo consciente y lo inconsciente, lo me- to-serpiente.
ramente presente y lo virtualmente presentido. Jung le Por otra parte, el significado, ese ámbito vasto de sen-
atribuyó el poder de insuflar sentido consciente a lo tido que remite al fondo arquetípico desde el cual se
inconsciente y, al mismo tiempo, de enriquecer a la constituye y llega a lo concreto todo símbolo, sólo pue-
conciencia con la energía psíquica que brota del hon- de concebirse --€n ningún caso ser directamente pre-
tanar profundo del inconsciente arquetípico; precisa- sentado- expandiéndose por todo el orbe de lo con-
mente esta naturaleza mediadora y equilibrante le creto sea mineral, vegetal, humano, astral, onírico,
permitió definirlo como el tercio que excluye la lógica. cósmico o poético. Tal es el caso del arquetipo del sí-mis-
Y es que la naturaleza lógica del símbolo reviste un ca- mo, que puede ser representado por la piedra preciosa
rácter peculiar que lo aleja de la lógica dualista tradicio- en el episodio mítico del tesoro difícil de alcanzar, por la
nal propia del signo hasta el límite de socavar no sólo figura del héroe humano o por la cuaternidad-mandala.
ya el aludido principio del tercio excluso, sino también Significante y significado, pues, en el caso del sím-
los de identidad y no contradicción. bolo, no son sino la expresión de ese carácter de con-
Así pues, su significante al igual que su significado junción de opuestos que le hemos atribuido y que tan
permanecen infinitamente abiertos, sin predetermina- fielmente expresan las diversas etimologías del térmi-
ciones fijas de significación, algo que ha llevado a Ri- no; así la del término alemán Sinnbild compuesto por
coeur a considerarlo como la condensación de un dis- los términos Sinn y Bild que remiten respectivamente
curso infinito. Pues precisamente, el equilibrio que al sentido que delimita y ordena y a la imagen ances-
posibilita todo símbolo es siempre un equilibrio inesta- tral inconsciente, y también la del griego symbolon
ble, un equilibrio dinámico que lo aleja de la ortodo- cuya significación originaria es la de «acuerdo» o «con-
xia dogmática o la fijación integrista y que lo acerca trato» entre dos partes.
más a la noción junguiana de crisol en que cuece y se La inadecuación del símbolo para expresar un senti-
sublima sin cesar la energía psíquica. do que «no llega» a explicitar definitivamente y que
Expresión de ese equilibrio inestable que constitu- de este modo se le evade en cada una de sus expresio-
ye todo símbolo es la peculiar apertura a la que nos nes recurrentes queda, pues, representada por la aper-
acabamos de referir; en efecto, el significante remite tura radical del mismo en cada uno de sus términos. Su
a todo tipo de cualidades no representables, de forma significatividad, en consecuencia, se perfecciona y
que hasta le es posible llegar a la antinomia, a este completa por el poder de la redundancia, repetición
respecto es significativo el caso de la serpiente que que nada tiene que ver con la tautología, sino con una
puede simbolizar el poder caótico y destructivo de las peculiaridad lógica que le otorga, en su tendencia a
fuerzas de lo inconsciente pero también ser un sím- establecer aproximaciones redundantes, la capacidad
bolo de la máxima espiritualidad, de modo que pue- para contrarrestar su inadecuación concatenando en-
de adoptar el papel tanto de la bestia que devora al sayos o motivos de re-presentación .

...
Sujeto 520

Como «máquina psicológica de transformación de Bibliografía fundamental


energía» tal como lo definiera C.G. Jung, sabemos ya
que constituye la cara visible de lo arquetípico y que JUNG,C.G., Simbo/os de transformación, Paidós, Barce-
en su poder para transmutarse, sólo limitado por la lona, 1982.
propia libertad de la imaginación creadora, atesora el JACOBI,J., Complejo, arquetipo y simbo/o, F.C.E., Méxi-
poder de conquistar la progresiva espiritualización del co, 1983.
individuo, proceso éste que el propio Jung concibió DuRAND, G., La imaginación simbólica, Amorrortu,
encaminado a la conquista de una relación fluida y es- BB.AA., 1971.
table entre el fondo psicoide colectivo y la conciencia
individual. José María G. Estaquera

Sujeto
«El título que podrían y deberían tener estas confe- helenismo se desarrollaron técnicas de conocimiento
rencias es Acerca del comienzo de la hermenéutica del de sí: parece que el examen de conciencia y el control de
yo» 1 . Así, inicia Foucault una serie de ponencias en la las representaciones fue común a pitagóricos, platóni-
Universidad de Berkeley que, con escasasvariantes, re- cos, epicúreos y estoicos; también la interpretación de
petiría en varias universidades americanas en el otoño los sueños remite a fuentes tempranas•. Pero, tanto en
de 1980. De hecho, tales comunicaciones, junto a un la antigüedad como en la época imperial el yo al que
pequeño texto titulado El combate de la castidad 2 , tales técnicas se aplican no es algo dado al conoci-
constituyen la única indicación publicada de lo que miento sino algo por construir. El conocimiento se su-
Foucault anunció como volumen final de su Historia pedita al cuidado (epime/eía), a la elaboración conti-
de la sexualidad. nua y activa del sujeto de acuerdo a ciertas reglas.
El tema que introducen, el que el prometido volu- El cristianismo incorpora una dimensión de profun-
men tendría que analizar reposadamente, es el de los didad que se revela en los más tenues movimientos
procesos de subjetivación moral en el cristianismo pri- (co-agitationes) 5 del alma, en los pensamientos, y que
mitivo. Y su mayor novedad consiste en descubrir un es preciso conocer: «el material primario para el escru-
procedimiento de constitución del sujeto cuya impor- tinio y el examen del yo es un ámbito anterior a las ac-
tancia para la cultura occidental no puede ser sosla- ciones, por supuesto, anterior a la voluntad, incluso
yada: «declarar en voz alta y de forma inteligible la anterior a los deseos» 6 • La profundidad que acecha -y
verdad al respecto de uno mismo» 3 . El enunciado pa- que quizá sea todavía constitutiva del yo moderno-
rece remitir a la práctica cristiana de la confesión. E in- induce a un permanente análisis interpretativo, a una in-
dudablemente lo hace. Pero no sólo a ella; confesar, o cansable hermenéutica, a un desciframiento que pre-
mejor confesar-se, es un ejercicio habitual y requerido tende descubrir el secreto que late bajo las representa-
por instancias diversas en nuestra cultura: instancias ciones que sobrevienen a la conciencia. Esa misma
jurídicas, por supuesto, pero también médicas, psicoa- profundidad señala la diferencia entre los procedi-
nalíticas, etc. Se puede decir que a lo largo de unos mientos de constitución del sujeto en la antigüedad y
cuantos siglos se ha fraguado -----<:ambiando,evidente- los que se inauguran con el cristianismo: «Las tecnolo-
mente, de formas y criterios- un importante dispositi- gías del yo en el mundo antiguo no estaban vincula-
vo que exige la observación, el análisis y la exposición das a un arte de la interpretación sino a artes como la
de la propia subjetividad. A este dispositivo lo denomi- mnemotecnia y la retórica. Auto-observación, auto-in-
na Foucault hermenéutica del yo. Los trazos a través terpretación, auto-hermenéutica no intervienen en las
de los cuales se configura en los primeros siglos del tecnologías del yo antes del cristianismo»'.
cristianismo es lo que queremos presentar aquí. Al comienzo de la época cristiana, por lo tanto, se
Es preciso previamente recordar que la importancia produce un cambio importante al nivel de la concep-
de «conocerse a sí mismo» se remonta, por lo menos a ción del sujeto y de las técnicas de constitución del
la Grecia clásica. Es, no sólo la famosa (y difícilmente mismo: se inaugura una «voluntad de saber» que afec-
interpretable) consigna el Oráculo de Delfos, sino tam- ta al propio yo, a la profundidad que en él se mani-
bién uno de los temas socráticos por excelencia. Por fiesta; una obligatoriedad de que cada uno conozca
otra parte, tanto en la época clásica griega como en el quién es y lo que ocurre dentro de sí. Se trata aquí de

1 En Foucault, M., «About the Beginning of the Hermeneutics of 2 Foucault, M., «El combate de la castidad», en: Ariés, Ph.; Béjin, A;
the self (Two Lectures at Dartmouth)», Political Theory, vol. 21, n.º 2, Focault, M. y otros: Sexualidades occidentales, Ed. Paidós, Barcelona
may. 1993, pp. 198-227. El texto, establecido y editado por Mark 1987, pp. 33-50.
Blasius, recoge el contenido de dos conferencias en el Dartmouth 3 About the beginning ..., ed. cit., p. 201.
College y las variantes introducidas por Foucault en sus comparecen- 4 Véase el análisis de la Clave de los sueños, de Artemidoro, en His~
cias en Berkeley. Constituye un documento de inapreciable valor toria de la sexualidad, vol. 3. Ed. Siglo XXI, Méjico 1987 (HS 111),
pp. 7-37.
para analizar la última época del filósofo francés, que completa las s About the beginning ..., ed. cit., p. 217 (también TY., p. 89).
ya editadas conferencias en la Universidad de Vermont (Tecnologías '/bid.
del yo, ed. Paidós, Barcelona 1990, en adelante TY). ' /bid., p. 255.

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