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1.

Querido escritor que no escribe


La escritura es aquel arte maravilloso que consiste en saber encontrar la palabra
indicada en medio de la entropía de un mar de incertidumbre, para después
organizarla en un punto estratégico con el objetivo de suscitar un suspiro, una
lágrima o un cambio en el palpitar del emisor. Pero algo si es claro: no todos
tenemos ese don que la naturaleza te ha dado para conmover el alma de una
persona a través de las palabras, eso es algo realmente digno de admirar.
Como artista que soy, comprendo la dificultad que implica perfeccionar tu forma de
expresión. Las personas cotidianas no son consientes de el arduo trabajo por el que
pasamos personas como tu o yo para lograr que nuestra alma se fusione con aquel
producto que mostramos a los demás. Las personas no son consientes de todo lo
que implica nuestra creación artística, lo ven como un trabajo mecánico y mundano,
sin darse cuenta de que hay largas horas de noches en vela intentando encontrar
nuestra verdadera identidad, en medio de un devenir constante entre la alteridad y
el autoconocimiento.
Es por eso por lo que te hago la invitación a reconciliarte con el mundo olvidado de
la creación literaria, a que hables una tarde con Borges y Cortázar, a tomarte un
café con Saramago o a dejarte llevar por el realismo mágico de Gabo. Déjate de
refugiar entre las líneas de la cotidianidad, deja de sentir miedo a desnudar tu alma
en un papel. Sal del lugar común del universo académico en donde lo único que
importa es la certeza del argumento, y comienza a conocer mundos diferentes e
insondables, mundos posibles y mundos improbables, deja llevarte por tu
imaginación y escribe para ser feliz, para intentar expresar lo inexpresable, para
sanar el alma, para reír, para llorar, para quedar plasmado en la inmortalidad.
Eso es todo lo que te tengo que decir mi querido amigo escritor. Nuestros caminos
no deberían ser tan distintos. No es sano para el alma jugar tres papeles diferentes:
el de escritor, el de músico y el de legista. Es hora de que nuestros caminos se
vuelvan a encontrar, es hora de comprender que tres pueden ser uno, al igual que
uno puede ser tres, después de todo hay algo que nos une y es la pasión por lo que
hacemos.
Con todo aprecio,
El músico
2. El fin del mundo (Escritura durante 10 minutos sin parar)
Eran las 10 de la mañana del 15 de agosto de 2018, la ciudad estaba paralizada por
un fenómeno increíble. Había llegado el fin del mundo. Nadie le creía a un científico
que había dicho en el 2005 que el fin de la existencia humana sería en el 2018,
todos dijeron que estaba loco, incluso fue recluido en un centro psiquiátrico del
pacífico y nada más se volvió a saber de él.
Pensé que las cosas iban a ser diferentes, me imagina que toda la sociedad iba a
estar vuelta un caos, que las personas iba a salir corriendo de sus casas a abordar
sus automóviles para huir de la ciudad. Pero la realidad es completamente lo
contrario. Todo el mundo ha decidido permanecer en familia, tranquilos cenando y
disfrutando los últimos minutos que les quedan de su existencia con amor, con
ternura y sin estrés. De todas formas, el final va a ser inminente, no tiene ningún
sentido huirle al destino, es mejor aceptar las consecuencias.
Y yo estoy aquí, sentado en mi habitación, mirando como el final se aproxima. No
tuve la oportunidad de viajar a donde están mis seres queridos, pues se encuentran
en otro continente. Aquí no tengo ha nadie y no me queda más remedio que aceptar
el destino, sentarme en esta habitación mirando el paisaje urbano mientras hago la
cosa que más me gusta hacer en mi vida; Escribir, para buscar la inmortalidad, para
que mi mente quede plasmada en un papel o en un correo. Esto es todo, ya s eme
acabó el tiempo..
3. Después de la función (Que pasa por la mente del pianista?)
Al fin ha terminado mi función. Tantas noches en vela intentando buscar la forma de
que la personas apreciara el mensaje de esta obra de arte han valido la pena. Mi
exterior refleja calma y tranquilidad, pero en mi alma la euforia es inminente. Me
encuentro en la mitad del escenario, disfrutando el mejor regalo que puede recibir
un artista: una lluvia de aplausos. No voy a ignorar que muchas veces me he
cuestionado por que la gente reacciona de esta manera, sin haber podido llegar a
una conclusión certera.
Lo más seguro es que no todas estas personas que están aplaudiendo logren
comprender la trascendencia del silencio interpretado, tal vez por que consideran
que el silencio es algo simple y sin sentido, una consecuencia lógica de la falta de
creatividad o de la incomoda incapacidad de romper la barrera de la timidez. Pero
esta idea no es más que una mentira impuesta por las dinámicas sociales de un
sistema capitalista enfocado en la producción en masa. El silencio es todo y es nada
a la vez, es la capacidad de recorrer los laberintos del ser humano para comprender
lo que se encuentra en las profundidades del alma, es el motor de la creatividad, el
ambiente propicio para construir un universo insondable incapaz de existir si no está
acompañado de la afonía. El silencio es plenitud y paciencia, se queda quieto
esperando a ser roto por la magia de las palabras, o por un par de notas bien
estructuradas de algún instrumento musical. En medio de su misterio es respetuoso,
pues cuando es interrumpido por ruidos estruendosos o groseros, cuando vuelve a
tener la oportunidad de pronunciarse, lo único que hace es guardar la calma.
Ya es suficiente de reflexiones y elogios, ahora mi cuerpo ha decidido a ir hacia mi
hogar usando el metro de esta ciudad estruendosa que no conoce el silencio ni si
quiera en las horas de la madrugada, tal vez por eso se caracteriza por ser caótica.
Pero desde hoy mi alma ha decidido emprender otro camino, ir de la mano con el
silencio buscando nuevos mundos para explorar, nuevas sensaciones para escribir,
¡nuevas razones para componer y sobre todo nuevas razones para vivir!
El caso de la rubia platino
Aquí estoy, sentado la azotea de este edificio, contemplando el paisaje nocturno de
la ciudad de Bogotá. Son las 8 de la noche, el caos citadino es inminente. Los
vehículos van pasando uno a uno con sus luces y pitidos estridentes.

4. Acerca de la escritura
La escritura es un arte incomprendido. Las personas piensan que es un don sagrado
con el que nacemos pocos, aquellos que tenemos la capacidad de fusionar el alma
con un texto. Pero me atrevería decir que esta es la más grande falacia. Escribir es
más complicado que eso, sobre todo si se tiene en cuenta que se escribe para
conocer ese mar de incertidumbre que aqueja nuestro interior. La inspiración es
efímera y a veces difícil de encontrar. Por ejemplo, en algunas ocasiones las
palabras sobresalen de aquel universo insondable de la mente humana y poco a
poco se van organizando por si solas, obedeciendo a una razón sin sentido, a una
corazonada o la necesidad de mostrarse desnudas frente al mundo; poco a poco
intentan respetar el orden sintáctico y gramatical que precisa el lenguaje, hasta que
construyen una frase que transmiten un sentimiento puro y majestuoso. En otras
ocasiones hay que salir a buscarlas, se esconden en lo más profundo del ser y se
aferran con fuerza en tu interior, se resisten a salir, tal vez por temor a producir un
desastre, tal vez por que no le ven sentido a su existencia, o simplemente no tienen
nada que transmitir. Los demás ignoran este proceso y ven al escritor como un ser
supremo dotado de sapiencia y no se dan cuenta que es un prisionero de sus
sentimientos, esclavo de unas palabras que aclaman a gritos ser acariciadas por la
vista de un lector intrépido.
5. Texto de media noche #1
Cuando la ciudad está en penumbras y el sol ha decido irse a iluminar latifundios de
otras longitudes, se crea en la atmósfera un ambiente de incertidumbre y
complicidad. Ensimismado en la soledad de mi habitación, con las teclas como
únicas testigos de mis sentimientos, he decidido empezar a escribir. Las letras
mágicas del gran Sabina junto con los compases perfectos de Silvio Rodríguez,
crean un ambiente perfecto para la creación literaria.

La cita de hoy está motivada por algo en particular. No sé si obedezca a un asunto


propiamente de artistas o si algo inherente a la condición humana. La verdad para
mi es difícil saberlo, pues desde que tengo soy consciente de mi existencia he
estado vinculado con el ejercicio artístico de algún modo. El caso es que llega un
momento de la noche, el menos esperado, en el que te ataca una necesidad
imperiosa de expresar un sentimiento. Lo más complicado de todo esto es que por
lo general estamos hablando de un sentimiento que es un poco más complejo de lo
usual, es algo que emergió de repente, en medio de la nada, una curiosidad
excesiva, un deseo exacerbado de expresar lo inexpresable, de sentir lo intangible,
de escuchar el silencio y de visualizar la oscuridad.
Y es que estas ideas no resultan tan locas ni contradictorias si se tiene en cuenta
que la razón humana no se trata de algo inteligible e inmutable, por el contrario, es
un constante devenir, un esfuerzo infructuoso por intentar comprender lo
incomprendido y por querer organizar la entropía inevitable del ser. Por muy irónico
que parezca la razón carece de racionabilidad y de criterios para ser comprendida.
De todo esto se deriva una consecuencia lógica e inevitable y es que durante
nuestro paso por este mundo siempre intentamos conocernos mejor a nosotros
mismos y al final de nuestra existencia nos encontramos con un epitafio vacío,
intentado crearse a si mismo para poder definir aquel ser que ya no existe.
Todo este gran preámbulo lleno de filosofía barata surge de una pregunta de media
noche que perturbó mi descanso ¿Qué hubiera pasado si…? Una pregunta
completa y a la vez vacía, porque0, si bien tenemos la posibilidad de imaginar las
consecuencias de haber tomado otras decisiones, sencillamente es estúpido
intentar cambiar el pasado, pues a diferencia del ser, este si es inmutable.
6. Cuento con la lista de palabras de Anny
Un día tuve que viajar a nueza Zelanda con mi perrita Daniela. Me hubiera gustado
mucho que el viaje fuera para unas vacaciones, para salir de la rutina de la casa y
el trabajo, pero a veces las cosas no son como uno desearía que fueran. El motivo
de mi viaje es que hace unas semanas estaba paseando por una reserva natural
junto con mi mascota, cuando de repente salió un zorrillo gigante, una especie
extraña endémica de la región. Mi canina se asustó y se abalanzo rápidamente
sobre él, intentando morderlo para protegerme. En medio de ladridos y arañazos,
Daniela salió gravemente herida de aquel combate inesperado. El zorrillo decidió
irse corriendo y perderse en medio de la selva. A causa de una mordida, mi
compañera incondicional contrajo un fuerte resfriado, por lo tanto, me preocupé
demasiado y decidí darle fuerte dosis de medicamento para contrarrestar los efectos
y lograr curarla. Llegó un punto en donde su estado de salud era bastante
deplorable, así la llevé a un veterinario para que le hiciera los exámenes pertinentes.
Después de varios días de inyecciones y extracción de muestras me dijo que la
perrita había contraído una fuerte enfermedad que solo era curable en un centro
veterinario de nueva Zelanda. Esta enfermedad ya había sido erradicada de la faz
de la tierra, pero gracias a los movimientos antivacunas veterinarias, los zorrillos
habían desarrollado esta fuerte enfermedad. Es por eso por lo que estoy en este
viaje, con la esperanza de que mi hija de cuatro patas logre recuperarse
7. Qué pasaría si el pueblo colombiano entrara en revolución
El pueblo colombiano al fin se a revolucionado. Tantos años de sumisión y devoción
a los gobernantes corruptos se han acabado y desembocando en una
muchedumbre enfurecida a las afueras del capitolio nacional. Las fuerzas armadas,
después de tantos años de no usar la razón y solamente ejecutar lo que manda la
autoridad, han decidido pensar y reflexionar, concluyendo que esta vez tenían que
apoyar al pueblo.
Los congresistas se encuentran completamente acorralados dentro del capitolio
nacional. No saben que hacer, la multitud enfurecida está decidida a entrar y acabar
con todo a su paso mientras gritaban consignas como: “El pueblo soberano, ha sido
maltratado”, “Congreso enmermelado, roba al proletariado” “salario mínimo es un
insulto, se les acabó el indulto”. En medio del pánico y la conmoción, a un
congresista se le ocurrió una idea que rompía con cualquier paradigma: reducir el
salario del congreso durante un año, para así comprender la situación que vivía el
pueblo y aprender a legislar mejor. Evidentemente la medida no fue ampliamente
aceptada, pero al ver que sus vidas prendían de un hilo decidieron aceptarla. Fue
entonces cuando todos salieron con un letrero gigante a la azotea del edificio,
pidiendo que cesara la violencia a cambio de una reducción en sus salarios. El
pueblo accedió.

8. Cinco títulos de libros que me gustaría escribir.


La decadencia del derecho
Es un relato acerca del día en que las personas dejen de confiar en las instituciones
y en el derecho como aquella ciencia que impone cual debe ser el orden de la
sociedad. Es una revelación histórica frente al Estado y todo aquello que siempre
nos ha gobernado en un intento desesperado por mejorar la humanidad, sin darse
cuenta que lo único que van a hacer es sumergirse en una profunda decadencia
que llevará al exterminio de todos los seres humanos.

La explosión del silencio


Un grupo de científicos alemanes están investigando la forma de crear un arma letal
que logre aniquilar a todo un continente. Sin embargo, un error en el cálculo en uno
de los componentes creó una misteriosa sustancia que se les salió de control
provocando una gran explosión que afectó a todo el planeta tierra. Pero esta
explosión no culminó con la vida de ningún ser humano, sino que trajo una serie de
consecuencias devastadoras: Eliminó cualquier señal del lenguaje que existía en el
planeta, solamente dejando la posibilidad de comunicarse a través de los números.
Es así como el ser humano tiene que encontrar una nueva manera de comunicarse,
pues todas las habilidades lingüísticas habían quedado simplificadas en sonidos sin
sentido, libros que nadie podía leer y números difíciles de organizar.
Soy su hermano de cuatro patas
Un joven de 25 años perdió a su hermano en accidente de tránsito. Para llenar ese
vacío que dejó la partida de un ser querido adoptó a un cachorro recién nacido, sin
darse cuenta de que era la rencarnación de su hermano. El tiempo fue creando un
vínculo muy fuerte entre el joven y su mascota, los cuales hacían todo juntos, desde
comer, hasta los viajes más raros y aventuras más locas. El libro es contado bajo la
perspectiva del perro, quien es consciente de que su amo es realmente su hermano,
pero que aún no encuentra la forma de hacérselo saber.
Olvidando el olvido
Es la lucha de una familia clase media de un país del tercer mundo, que tiene que
lidiar con el Alzheimer de la abuela. Es una descripción de cada una de las etapas
que tiene esta terrible enfermedad y la forma en la que esta familia logra salir
adelante a pesar de las dificultades, aprendiendo que a pesar de que la anciana no
es consiente de su existencia, ni reconoce a sus seres queridos, tiene la capacidad
de dejar un gran legado de unión y de amor. Es un libro dirigido a las personas que
tiene que afrontar esta situación para enseñarles a tener un punto de vista diferente
y a superar todos los conflictos sentimentales que puedan llegar a existir.
Atrapado entre las leyes
Es un libro autobiográfico. La idea es contar mi vida en tercera persona, todas las
dificultades que me han surgido a lo largo de mi carrera profesional y la manera en
la cual las he podido afrontar. El propósito principal de este libro es ayudar a los
adolescentes o a los abogados recién egresados a acercarse un poco más al
ejercicio profesional, a no cometer los mismos errores que yo cometí, a motivarlos
y enamorarlos de esta profesión tan hermosa. En medio de la narrativa sería buena
idea introducir un par de concejos prácticos para ser mejor abogado.

9. Que pasaría si Jesús hubiera venido en esta época y no hace más de 2000
años

María era una mujer de 20 años, que vivía en Bogotá. Era una joven bastante difícil
de ignorar, su sonrisa tenía el poder de iluminar el día de cada uno de los capitalinos
que se lograba encontrarla en el camino, brindando una cálida sensación en medio
de la frialdad de esta metrópolis. Sus ojos, eran las ventanas de un alma
ensimismada, en donde habitaba el amor, el cariño y la sinceridad. Su voz era una
dulce melodía que provenía de los labios más provocativos que jamás se hayan
visto, una melodía que tenía el poder de transformar la melancolía en alegría.
Una mañana de domingo, ella decidió ir a correr alrededor del centro comercial
Andino. Cuando estaba pasando por el Parque de Japón encontró a un joven
barbado que estaba llorando enfrente de la escultura. En este momento el corazón
maravilloso de María se conmovió ante tal escena tan lóbrega, así que decidió
acercarse a ver si podía ayudarle en algo. El nombre de aquel chico era José, un
prestigioso carpintero que vivía en un apartamento del Nogal, su madre había
fallecido y ella solía venir ahí todos los domingos a contar historias enfrente de esa
escultura. Sin embargo, desde el momento que vio a María la tristeza desapareció
y se sintió bendecido de haberse encontrado a aquel ángel caído. Estuvieron juntos
durante todo el día, almorzaron sushi en el último piso de Atlantis plaza y pasaron
toda la tarde juntos hablando en el parque de la 93. El amor había llamado a las
puertas de sus corazones, cupido se había encargado de entrelazar sus almas y
ante tal fuerza tan difícil de ignorar intercambiaron teléfonos esperando a ponerse
en contacto nuevamente para ver que cafetería, parque o restaurante iba a ser el
escenario de otro capítulo de esta historia de amor.
El tiempo pasó y esta pareja de locos enamorados siguió el ritmo que marcaba el
compás del corazón. Llevaban más de dos años saliendo, disfrutando cada
oportunidad que la rutina les diera de encontrase nuevamente para intercambiar un
par de copas de vino, para disfrutar de una película o de una cena, o solamente
para hablar durante horas mientras esperaban el atardecer, aquellos pocos minutos
en donde la luna y el sol, dos amores destinados a estar separados, podían estar
juntos nuevamente. Así pasaron más de 5 años como dos adolescentes inocentes,
amándose profundamente, conociéndose cada día, abriendo su alma a la otra
persona.
Todo iba perfecto, solamente que María aún no había tenido la experiencia de
entregarse en cuerpo y alma a un hombre, de acariciar el paraíso con un orgasmo
que la hiciera perder la conciencia del placer. Siempre había sido una niña de casa
que esperaba el chico indicado para perder su virginidad, tenía y gracias a su
devoción religiosa, tenía la ilusión de regalarle ese momento especial a su esposo.
José al principio de la relación odiaba esto, pero poco a poco fue comprendiendo
que ella era la mujer de su vida, que la amaba eternamente y estaba decidido a
pasar toda su vida al lado de María. Así que una mañana de domingo la invitó a
correr alrededor del Andino, y justo cuando iban pasando por el parque de Japón,
José la hizo detener para observar un poco mejor el lugar donde se habían
conocido. Fue entonces cuando María se percató de un gran corazón hecho de
hojas, flores y ramas que tenía una inscripción en la mitad “María, ¿quieres casarte
conmigo?” Ella no lo podía creer, y cuando volteó a mirar a José, él estaba
arrodillado con un anillo en su mano, con una sonrisa nerviosa y con su alma
descubierta. Ella no dudo en decir que sí. No dudaron en ponerle fecha a la boda:
exactamente dos años después de este gran día, pues tenían que cuadrar algunos
asuntos de sus vidas personales antes de dar este gran paso.
10. El iter al parcial

Julián era un estudiante de derecho de la Universidad Icesi. Era un joven bastante


dedicado que se esforzaba todos los días para obtener las mejores calificaciones y
hasta el momento lo había logrado. Sin embargo, había una materia que le costaba
especial dificultad, aquella rama del derecho que permite la existencia y el correcto
funcionamiento del aparato judicial: El derecho procesal. Durante todo el semestre
su mayor calificación estaba en aquella delgada línea que existe entre alcanzar a
acariciar la victoria con el último aliento o quedar a la deriva en el mar del fracaso
absoluto. Pero se acercaba el momento decisivo: el examen oral final, una sola
pregunta, una esperanza efímera, un solo respiro que definiría si era absuelto o
condenado en los albores de la teoría general del derecho procesal.
Era una mañana fría y lluviosa, algo poco común en la sultana del valle. Una energía
oscura se apoderó del alma de los habitantes de la ciudad más grande del
suroccidente colombiano, no era un día para celebrar, no era un día para estar
alegres, era el día del final de derecho procesal. Julián había trasnochado la noche
anterior y las sábanas lo retuvieron un poco más de la cuenta, el ambiente era
propicio para pasear por los jardines de Morfeo. Cuando sonó el último despertador,
el gran golpe de realidad, ya era demasiado tarde para llegar a tiempo. Él se levantó
precipitadamente y fue corriendo directo al baño para buscar que su mente y cuerpo
se fusionaran nuevamente. Cuando todos los pasos característicos de la rutina
matutina fueron culminados, el desesperado estudiante de Derecho salió sin más
retrasos. Cuando llegó a la estación del MIO, la larga fila de usuarios esperando a
recargar su tarjeta superaban las tres docenas, por lo tanto, decidió coger un taxi
sobre la calle 5ta. Al parecer Tique no estaba del lado de aquel futuro abogado,
pues corrió con la mala fortuna de encontrarse uno de esos taxistas de poca monta,
de aquellos que altera el taxímetro y da un millón de vueltas para llegar al destino.
Al final la carrera costó $15.000 pesos, un par de lágrimas de desespero, una
billetera vacía y un toque de esperanza.
En los pasillos de la Universidad Icesi gobierna el ambiente de recelo y agonía. Los
rostros perplejos de los estudiantes están en cada esquina que voltea a mirar Julián,
lo acompañan, lo siguen en cada paso, lo siguen en cada respiración, lo siguen en
cada momento que intenta apartarse de la realidad inminente. Su llegada a la
entrada del salón coincidió casi perfectamente con el momento en el que Carlos
Trochez abrió la puerta para pronunciar esas tres palabras que tanto le mortificaban,
esas tres palabras que no quería oír pero que esperaba con ansias para culminar
tanta agonía y sufrimiento: ES SU TURNO. Entró al salón y contempló el vacío
insondable, contempló cada lágrima derramada en el suelo, contempló el alma de
cada estudiante que había muerto en la batalla. En el salón solamente había tres
sillas, cada una ocupada por un verdugo diferente. Al lado derecho estaba Abdón
Rojas, en el centro estaba Carlos Trochez y en el lado izquierdo Fernando Gandini.
En medio del pánico se irguió en el paredón, esperando aquel golpe inminente que
había accedido voluntariamente a recibir. La pregunta llegó transportada por el
miedo, borrando hasta los conocimientos más elementales del derecho. Julián no
resistió tal presión y solo una frase salió de aquel pasmado corazón: Lo siento, no
sé nada. Los jueces fueron contundentes a la hora de dictar sentencia, tres
abogados expertos condenaron a este estudiante de derecho con record perfecto a
devolverse al inicio del derecho procesal.
11. Alberto y su celular.
Alberto es el segundo descendiente de mis padres. Es una persona muy particular,
una mezcla entre la madurez y la experiencia con un toque de locura e histeria. Es
alguien dispuesto siempre a defender sus ideales, a debatir con argumentos
carentes de contundencia, es alguien que está convencido de que siempre dice la
verdad. En sus tiempos libres se caracteriza por ser una persona pasiva y
sedentaria, aquellos que se queda toda la tarde en la cama contemplando la
existencia, un fiel consumidor de los largometrajes por streaming, pero sobre todo
un fiel compañero de su smarth phone, un Huawei Mate 8.
Siempre ha sido una persona que le gusta la tecnología. Estudió en un colegio
industrial y se graduó como técnico en electricidad enfocado en las grandes El ama
lo que hace, ama a lo que se dedica, pero ha sido un enemigo eterno de la academia
desde muy temprana edad. Aún así, se presentó varias veces la universidad del
valle en ingeniería eléctrica y electrónica. Era una de las pocas personas que se
sentía triste y decepcionado cuando quedaba admitido en la universidad pública,
pues el solamente se presentaba por el deber de cumplir y no ser reprendido por
mis padres. Sin embargo, nunca terminó la carrera universitaria.
En fin, basta ya de rodeos, esta historia no se trata de su vida. Se trata de contar
acerca de la relación de mi hermano y su celular. Para resumir esto en pocas
palabras, podríamos decir que la conexión es innegable, una relación estrecha e
inseparable, un vínculo tan fuerte que es difícil de romper. Pareciera una relación
de padre e hijo, es como si necesitara de aquella pantalla mágica para poder
apreciar la vida con tranquilidad.
Esto es de todos los días: Al entrar en nuestra casa, el saluda a todas las personas
que están en el primer piso, y se dispone a subir hasta su alcohola, un cálido y
cómodo recinto en donde hay una cama, un mueble cómodo, un equipo de sonido
y un televisor pantalla plana. Se quita los zapatos, deja el maletín sobre un escritorio
que hay en una esquina y se dispone a acostarse en el sofá. Antes de hacerlo, saca
su celular del bolsillo con mucho cuidado, como si se trata de una fina porcelana de
Flora Danica, se recuesta sobre el sillón, desbloquea el teléfono con el índice
izquierdo, la llave de aquella puerta que conduce a el universo digital. Los pulgares
uno a uno se fueron fusionando con la pantalla LCD, los ojos se enfocaron en las
imágenes proyectadas por aquel cuadrado, sus sentidos se agudizaron y su
atención está 100% dirigida a Clash Royale.
De vez en cuando levantada la mirada entre cada una de las partidas, para revisar
que todo está en orden, que ninguna fuerza inesperada haya perturbado la inercia
de su alrededor. Cuando se aburre de jugar, utiliza su teléfono para ver videos en
Youtube de teorías conspiradoras, de ciencia y tecnología, de historia, de música,
de cualquier tema productivamente improductivo que encuentre en el internet. Es
amante de Google Now, mantiene hablando con el teléfono, dándole ordenes,
tratando de explotar al máximo la capacidad de la inteligencia artificial que tiene en
ese pequeño y grande aparato que tiene en sus manos.
Pero algo si es cierto, por mucho que Alberto sea tan dependiente de su celular, no
llega al punto enfermizo de no querer entablar una conversación personal. Eso si,
si está en sus aposentos, en el pequeño reino de su habitación, intenta usarlo de
algún modo, ya sea mostrando algún dato curioso, enviando videos al televisor, o
sincronizando la música con el equipo de sonido. Es una parte esencial del alma de
mi hermano.
12. Recuerdo de la casa de mi infancia.
En esta ocasión la cita es con un recuerdo efímero y distorsionado. Un recuerdo
que aparentemente había sido abandonado en el olvido, dejado en los albores de
la memoria, un recuerdo que había acumulado un poco de polvo en la estantería
del subconsciente: el recuerdo de la casa de mi infancia, la casa en donde nací y
viví los primeros 5 años de mi vida.
Mi humilde morada se encontraba en la fortaleza, un barrio de estrato 2 ubicado en
el oriente de la ciudad de Santiago de Cali. Para los que no conocen mi ciudad, es
lamentable decir que la muerte deambula por las calles, esperando el momento
propicio para dar amargos besos con sabor a hiel que culminan con la vida de algún
conductor desprevenido, de algún pandillero intrépido, de algún deudor moroso, o
quizás de algún desconocido que solamente era culpable de estar en el lugar
equivocado, en el momento menos indicado. Mi barrio era uno de los lugares
favoritos por este ser sobrenatural, pues en donde hay pobreza generalmente ronda
la inseguridad y la desidia. En las noches acechaba a los jefes del microtráfico o a
jóvenes que habían perdido el rumbo de sus vidas. Sin embargo, de día el ambiente
se tornaba un poco diferente, los niños corrían entre las pequeñas calles, mientras
que algunos adultos jugaban parqués en el antejardín de las casas. Era el típico
barrio popular colombiano, con los adultos seducidos por el alcohol, el alto volumen
de la salsa, los niños jugando, las amas de casa limpiando y los ancianos sentados
en la puerta de su casa, recordando sus épocas de juventud y apreciando como
pasa el tiempo.
Mi casa se erguía en la carrera 29 bis # 32-82. El frente de la casa era de
aproximadamente 10 metros ancho. Su fachada no era moderna pero tampoco era
antigua. Tenía una puerta garaje blanca que cubría la parte izquierda de la fachada,
mientras que la parte derecha era cubierta por una ventana grande de color blanco
que daba hacía el cuarto de mis padres, por donde en algunas ocasiones los amigos
de lo ajeno lograron apoderarse de las prendas de vestir de mi mamá. Era una casa
típica de la zona, un solo piso, sin lujos ni finos detalles, en definitiva, una casa
minimalista, poco complicada por su apariencia física.
Cuando se entraba a la casa se podía encontrar un largo corredor que la atravesaba
de extremo a extremo. Eran aproximadamente ___ metros de fondo llenos de bienes
muebles y de historia, __ metros llenos de tristeza, ____ llenos de alegría. Las
paredes de la casa todas seguían la misma ley, las que estaban paralelas tenían
que ser del mismo color, como en un efecto espejo, como si sostuvieran una
conversación permanente. Los colores que reinaban era el blanco arena y el
amarillo, tranquilidad y euforia en cohabitaban en el mismo lugar. Todo el piso
estaba cubierto de mosaicos Vinotinto y amarillo, estaban intercalados de tal
manera que nunca se encontraba el mismo color seguido.
La estructura de la casa era sencilla. Apenas entraba se encontraba la sala de
televisión y un amplio espacio para guardar un vehículo automotor. A la derecha se
encontraba la habitación de mis padres, la cual contaba dos nocheros, una cama
de tamaño Queen, y un gran closet que escondía no solamente ropa, también
álbumes llenos de historias familiares. Después seguía el cuarto en que yo
compartía con uno de mis hermanos, en donde habían dos pequeños armarios de
metal, una mesa lo suficientemente grande para poner un pequeño televisor y dos
camas de un poco más de un metro. Si se sigue por el gran pasillo, llega un
momento en el que la casa es dividida en dos partes, quedando en la mitad el
comedor y la cocina. En la segunda mitad de la casa había un cuarto destinado para
guardar el computador y la lavadora, dos electrodomésticos completamente
diferentes, pero que prestaban servicios importantes en nuestro hogar.En esta parte
también estaba un cuarto que compartían los dos hermanos mayores, quienes
dormían en un camarote. Por último estaba el baño y el patio, dos lugares típicos
casi en cualquier lugar y sobre los cuales no hay mucho que precisar.
Y este fue mi recuerdo revivido, un recuerdo aparentemente olvidado en el olvido,
pero rescatado en un esfuerzo exarbado por encontrar una manera de expresarme,
una manera de liberar mi alma entre las líneas, una manera de vivir tranquilo, de
olvidar la rutina. Pero ya no aguanto más, mi memoria me falla, no logro recordar
con precisión diversos detalles de este lugar, pues hace más de 15 años que no
paseo a lo largo de los pasillos de mi infancia.

13. El caso de la Rubia Platino.


Juan era uno de esos expolicías corruptos que no dudaba en apretar el gatillo por
el precio indicado. Había tenido duros años de servicio, lealtad y honestidad en la
policía nacional, pero un día sin más ajustes ni reparos fue despedido por una
trampa tendida, una artimaña que dejaría para siempre manchada su hoja de vida.
Intentó varios años buscar un empleo digno de una persona honrada, pero nunca
encontró algo distinto a de lavaplatos,mesero o cantinero de poca monta, de esos
que solamente reciben lo que les dan las almas caritativas de los clientes. Creía que
su vida estaba arruinada, que no podía volver a tener un nivel de vida como el de
antes, aquel que le permitía hacerse amigo de las fiestas, aquel que le permitía
ahogarse en alcohol, derrochar dinero en los casinos y de vez en cuando deleitarse
con los placeres oscuros de una buena prostituta. Pero de pronto Marflow, uno de
esos peces gordos del narcotráfico que él perseguía en sus días de servicio, decidió
ofrecerle un trabajo dentro del cartel, una posición privilegiada que le permitiría un
asenso económico en un dos por tres. Juan, dudó mucho para aceptar la lucrativa
oferta, pero al final fue seducido por el dinero y la lujuria.
Pasaron los años y Juan fue escalando en la organización criminal. Era la pieza
perfecta, el engranaje que faltaba para complementar el aparato delictivo perfecto.
Tenía la astucia para saber como y a quien matar. Los trabajos más difíciles eran
ejecutados por sus propias manos, pues su iter criminis era tan perfecto que sus
infracciones al código penal resultaban imposibles de rastrear para las autoridades.
Pero el poder y el dinero le permitieron incrementar sus vicios de hombre solitario y
bohemio, sus citas con las líneas de cocaína eran cada vez más frecuentes, su
colección de botellas vacías sufría un aumento exponencial, las mujeres que habían
saboreado sus semillas cada día eran más. Pasaba sus días libres apostando todo
el día en el blackjack, era temido en los casinos, no solamente por tener la bendición
eterna de Tique, sino también por aquella mirada fría y penetrante que había
desarrollado con las vicisitudes de su ocupación

14. Recuerdos de mi primera audiencia.


Eran las 9 de la mañana de un día de septiembre del 2017. La apacible brisa
matutina refrescaba el clima de la capital vallecaucana, mientras los rayos del sol
se imponían sobre las calles del centro de la ciudad. En el corazón de Santiago de
Cali, en la carrera 10 entre calles 12 y 13, emerge el palacio de justicia Pedro Elías
Serrano Abadía, un imponente edificio de 18 pisos encargado de ser el epicentro de
la administración de la justicia en la ciudad. De día los sardineles del sector están
colmados de peatones caminando precipitadamente, unos pocos con trajes
formales y elegantes, los demás con prendas cotidianas. Los indigentes y los
vendedores ambulantes están siempre presentes en la zona como si intentaran
recordarles a los ciudadanos que estamos inmersos en una sociedad desigual. La
pobreza y la miseria se camuflan en medio del habitual ajetreo citadino. El frecuente
embotellamiento de la carrera 10 impone al compás de los motores y los cláxones
un ambiente agobiante digno de una ciudad con más de 2,4 millones de habitantes.
Debido a una reciente remodelación, forzada por un atentado terrorista perpetuado
en el 2008, el palacio de justicia resalta sobre el ambiente desidioso de la zona. Su
impecable fachada color blanco grisáceo exalta la seriedad, solemnidad e
imparcialidad que tendría que caracterizar a la rama judicial. Sus andenes, a
diferencia de los andenes aledaños, no están deteriorados y cuentan con adoquines
especiales para que las personas con discapacidad visual puedan transitar con
facilidad por los alrededores de este edificio. Permanentemente se encuentran
agentes de la policía nacional custodiando las zonas circundantes. Sobre la carrera
10 y la calle 12, no es raro ver estacionados algunos buses grises con una franja
azul en la cual se puede apreciar una inscripción con las siglas del Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario (INPEC).
Después de haber pasado todos los registros pertinentes para ingresar al palacio
de justicia, me dirigí al tercer piso, lugar en donde se encontraban las salas de
audiencias. Me encontré con un pasillo largo y un poco estrecho en donde la tensión
era inminente, el ambiente se tornaba cada vez más siniestro y cruel. Tiempo
después me enteré de que justo este era el piso especializado exclusivamente en
las audiencias penales. Me dispuse a observar el comportamiento de cada uno de
los individuos de este recinto, intentando imaginar las historias que habían detrás
de cada una de sus vidas. Una señora de mediana edad se encontraba caminando
precipitadamente a lo largo del corredor. La aflicción se plasmaba abruptamente en
su rostro, la preocupación solo le permitía detenerse un par de segundos enfrente
de la entrada del juzgado para vislumbrar, a través de un cristal humeado, el
panorama de lo que estaba sucediendo en el interior. Mientras observábamos a
nuestro alrededor, un guardia del INPEC pasó detrás de nosotros escoltando a un
joven esposado hacia sala de audiencia número cinco que se encontraba al final del
pasillo.

Me dispuse a seguir al joven hasta la sala de audiencias, quería escuchar un po


más de su caso. El acusado, era tenía diecinueve años, de mediana estatura y tez
trigueña. En su piel estaban plasmados diversos tatuajes, entre los cuales resaltaba
un escudo del Deportivo Cali y una cruz, señal cristiana, con la consigna “no me
dejes caer”. Tenía arete en la oreja izquierda y una perforación en la ceja del mismo
lado. Estaba vestido con una camisa roja y sudadera gris. Su atención dispersa
durante toda la audiencia, su mirada perdida en el vacío y la forma en la que estaba
sentado demostraba la falta de interés en el asunto que estaba acaeciendo en el
momento.

Al lado derecho del reo se encontraba su abogado, un hombre de cuarenta años


aproximadamente. Su rostro, acompañado de ciertas facciones indígenas, reflejaba
tristeza y seriedad. Estaba vestido con un traje azul que lucía bastante holgado y
desgastado. Era desorganizado y olvidadizo, de vez en cuando no recordaba
entregar algún documento importante que debía ser presentado ante el juez o
perdía el hilo conductor de su discurso. Constantemente le llamaba la atención al
joven Benítez cuando lo encontraba disperso, mostrando así su lado paternalista
con el cliente. A pesar de que se evidenciaba que el representante no pertenecía a
una distinguida clase social, siempre se le hacía referencia como “el honorable y
distinguido representante”.

En el otro escritorio se encontraba la delegada de la fiscalía 51 local. Era una señora


trigueña de al menos cincuenta años. Usaba un vestido blanco que le llegaba hasta
las rodillas y unas gafas ovaladas. Su cabello lucía desorganizado, como si el
tiempo no le hubiera permitido enfocarse un poco más en su apariencia personal.
Traía consigo una carpeta con el material probatorio del proceso y un código penal
bastante deteriorado. Cada vez que necesitaba un documento específico tenía que
buscar entre todas las cosas que traía; hoja por hoja, carpeta por carpeta; hasta que
al final lograba encontrarlo después de una ardua labor de búsqueda. De vez en
cuando no podía organizar sus ideas y se le dificultaba expresarse con claridad.

El juez era un señor de aproximadamente 35 años de edad. Su rostro imponía


seriedad y respeto, aspecto que se veía reforzado por la tradicional toga negra que
acostumbran a usar los jueces desde el siglo XVII. Él lograba expresarse con
autoridad y firmeza, transmitiendo sus ideas con claridad y sin ambigüedades. Con
su manejo del lenguaje y la serenidad con la cual se expresaba, demostraba que la
República de Colombia no se había equivocado al dejarle en sus manos el
importante papel de la administración de justicia y todo el poder que esto conlleva.
El juez estaba acompañado por su asistente, un joven de no más de 25 años que
registraba todos los sucesos que iban aconteciendo en un computador de escritorio.

Dentro de la zona destinada al público estábamos dos personas. El otro individuo


que me acompañaba era un señor de tez trigueña que parecía haber vivido un poco
más de medio siglo. Su rostro lucía compungido y taciturno, como si hubiera recibido
una noticia espantosa, como si su corazón hubiera sido triturado en mil pedazos.
Parecía ser su padre, yo creo que ninguna otra persona sería capaz de emanar
tanta tristeza por un ser diferente a su hijo. Sus manos intentaban contar una historia
de arduo trabajo, de duras jornadas laborales, de constantes abusos en el quehacer
cotidiano. Sus jeans desteñidos y su camisa ajada confirmaban la humildad de su
origen y su clase social.

El reo era acusado de haber hurtado un celular, avaluado en aproximadamente


doscientos mil pesos, en el barrio Meléndez. El crimen fue perpetuado en horas de
la tarde. El joven intimidó a la víctima con un arma blanca e intentó huir en una
motocicleta que le pertenecía a su padre. Gracias a la rápida respuesta de la
comunidad, el delincuente fue retenido hasta que llegaron las autoridades policiacas
las cuales realizaron el respectivo reporte y retuvieron a Benítez. El móvil fue
devuelto a la víctima, por lo cual las acciones cometidas no conllevaron a un
incremento en el patrimonio del sujeto procesado.

15. Poema de amor


¿Qué hubieras preferido leer? ¿Un par de versos libres que llegarán hasta lo más
profundo de tu ser? La poesía es insuficiente y las palabras inexistentes para
expresar lo que me gustaría hacer contigo en un momento así. Sin embargo, haré
mi mejor esfuerzo para intentar describir lo indescriptible. Quisiera estar contigo en
medio del silencio clandestino con solamente una cama y nuestros cuerpos de
testigos. Quisiera perderme en tu mirada, quisiera acariciar tu cuerpo con mi alma,
quisiera olvidar que existe un mundo más allá de esta esfera de intimidad, quisiera
que tu cuerpo y el mío lograran bailar al mismo compás, al mismo ritmo. Que tu
corazón no supiera palpitar si ahí no estoy yo, que mi corazón no sepa palpitar si
ahí no estás tu. Es simple y complejo, quiero que después de esta noche me
convierta en todo y en tu nada, quiero ser tu luz, quiero ser tu alba. Quiero construir
un amor diferente, algo nuevo, algo sin precedentes.
16. Biografía de la foto
El es un prestigioso abogado empresarial, socio nominal y director de una de las
mejores firmas de la ciudad de Bogotá. Es capitalino de nacimiento, a pesar de que
no tenía muchos lujos, su familia siempre tuvo una buena posición económica.
Contrario a muchos jóvenes y niños que cambian varias veces de colegio a lo largo
de su vida, este personaje solamente estudió en uno, en un reconocido colegio de
la clase mediana cachaca. Desde la corta edad tenía un excelente desempeño
académico en las ciencias sociales, sin embargo, sus habilidades matemáticas no
pasaban desapercibidas. Se graduó con honores y gracias a su desempeño en las
pruebas de estado logró ser beneficiario de la beca Andrés Bello, así que decidió
ingresar a estudiar en la Universidad de los Andes.
Explotó al máximo su época como universitario. Participó como organizador de
varios encuentros nacionales de estudiantes de derecho y se codeó con los mejores
abogados privatistas del país. El público no le gustaba, no era lo suyo, eso de andar
defendiendo derechos humanos o criminales en potencia no era lo suyo. Su pasión
estaba en el derecho societario, en los libros de los accionistas, en luchar por
obtener contratos, por cobrar, por ver cantidades de dinero. Logró su cometido de
obtener un grado cum laude.
En su vida profesional poco a poco se fue desempeñando, ganando la mayoría de
los casos que tenía a su cargo. Era serio, fuerte y determinado. Es por esta razón
que decidió crear su propia firma, poniendo en jaque a más de un abogado
capitalino. Pero tanto éxito profesional, tanto odio hacia la procrastinación y la falta
de productividad lo hizo convertirse en un hombre cerrado y poco sentimental, un
hombre que finge las sonrisas, que siempre está rodeado de muchas personas,
pero que en su corazón se siente solo, se siente triste, siente que todo el dinero que
tiene no es suficiente para comprar lo que el siempre anhelo desde principio, pero
que perdió en el camino: su felicidad.
17. Un sueño
Dicen que los sueños son representaciones del subconsciente, imágenes
construidas a partir de lo que hemos vivido mezcladas con un poco de sentimiento
reprimidos, de deseos inalcanzables y de miedos que nos perturban cada uno de
nuestros días. Pero el universo onírico siempre es complejo y difícil de comprender,
es increíble esa capacidad que tiene de ser ilógico y la vez comprensible, de parecer
real y a la vez tan intangible. La historia de hoy es acerca de un sueño, recurrente
en mi vida, que siempre está relacionado con un acontecimiento en el mundo
terrenal, es como si fuera un mensaje, una señal que viene del mas allá advertirme
que algo está por suceder.
Todo empieza siempre de la misma manera. Estoy caminando por la calle,
acompañado por un par de personas. El sol siempre es radiante, la brisa de la
ciudad siempre me acompaña, intentado recordarme que todo va a estar bien, que
las cosas van a seguir su curso natural, que se van a quedar plasmadas en el mismo
lugar, esperando a que llegue alguien para dar una finalidad a su existencia. De
repente empieza a dolerme fuertemente la cabeza, empiezo a sentirme un poco
debilitado y decido sentarme en un lugar sombreado a esperar que la cefalea decida
marcharse para no volver nunca más. De repente el dolor se traslada a mi
mandíbula, algo poco frecuente, algo poco regular. En medio de la desesperación
empiezo a hablar con las personas a mi alrededor, intentado distraerme, intentado
calmar un poco mi mente. En un momento inesperado se me desprenden un par de
dientes salen precipitadamente de mi boca, se desprenden de las encias, deciden
emanciparse, dejar de estar unidos a mi cavidad oral. Entro en desesperación, pues
a nadie le va a gustar quedarse como un piano abandonado sin tener ni siquiera
más de dos décadas de existencia. Poco a poco mi dentadura desparece por
completo, me quedo con mis dientes en las manos, finas perlas abandonas,
independientes.
Eso es todo. Me despierto un poco asustado y con mi rostro un poco pasmado ante
aquella tormentosa pesadilla. Sin embargo, decido esperar, el tiempo me ha
enseñado que hay que tener paciencia, que aquella noticia pronto llegara. Mi vida
empieza a transcurrir con calma nuevamente, me sumerjo nuevamente en el circulo
infinito de la rutina, me pierdo entre las líneas de los textos, me pierdo entre los
trastes de mi bajo, me pierdo para poder encontrarme cada día a mi mismo. Un par
de días después suena el teléfono, el de mi madre, nunca es el mio. Las personas
suelen creer que soy antipático, que soy un ser insensible, sin darse cuenta que esa
no es mi naturaleza, que la realidad soy un ser bastante sensible encerrado en una
muralla casi impenetrable, casi impermeable, es por eso que nunca me llaman para
darme noticias de ese tipo.
Mi madre contesta, saluda como el protocolo tácito de una conversación telefónica
lo exige, pero al darse que cuenta que la voz de su interlocutor era algo sombría y
lóbrega se dispuso a preguntar acerca de lo había pasado. Las lágrimas se sentía
a través de la bocina, la tristeza era tan inminente que mi madre cambió su rostro
de alegría y regocijo por uno compungido y taciturno. La energía se transmitió en
todo el recinto, y como en una escena de una película de Alfred Hitchcock, el
ambiente se tornó sombrío y los colores empezaron a transformarse en una escala
de grises. Al fondo se escuchaba una melodía construida con acordes menores y
séptimas dominantes, generando tensión y expectativa. Mi madre colgó, y el silencio
se esparció como la niebla en el desierto, de repente con una contundencia
insoslayable la vibración entrecortada de las cuerdas vocales de mi madre
produjeron un sonido, produjeron unas cuantas palabras que rompían con la voraz
espera: Murió, Marta, mi mejor amiga, murió.

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