Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Las determinaciones, cualidades de las cosas, tienen una razón de ser ajenas a sí mismas,
es algo fuera de sí y de carácter condicionado.
La naturaleza como un todo orgánico que se ordena y posibilita por una fuerza que aborda
la totalidad.
Debo mi existencia a una fuerzas que no soy yo | Fuerza Universal.
Destino natural del hombre: pensar. Manifestación de la fuerza natural.
La fuerza, que no se puede explicar, determina lo material, lo emanado resulta ser lo que
sí podemos dar cuenta.
El pensamiento es naturaleza del hombre
Soy y pienso. Soy lo que soy por una concurrencia de fuerzas naturales que produjeron
esto, yo.
La consciencia como determinación necesaria del ser. Ser y conciencia a la vez.
Consciencia espontánea de lo que no soy
Yo.- La naturaleza pensante en mí. Desarrollo de pensamientos.
Intuición inmediata Yo (particular)
La naturaleza obra en mí.
Voluntad.- Fuerzas activas.
Determinarse en oposición a la naturaleza por medio de la voluntad
Relación conciencia-libertad-yo en Fichte.
Noviembre, 2017.
Por René Carera
El presente texto tiene como finalidad señalar la relación existente entre conciencia, libertad,
y el yo, a partir del sistema filosófico de Fichte (1762 – 1814), para así subrayar el
fundamento que allí acontece. Es por ello, que en primer lugar, se buscará plantear la labor
espontánea que lleva a cabo la conciencia, y que, en un segundo momento, al tomar su
actividad de manera reflexiva, y al dar cuenta de ello, adquiere un carácter autoconsciente.
El yo, como estructura básica, siempre ha estado de trasfondo en estos ejercicios cognitivos-
representativos-necesarios1, pero es en la afirmación de nuestra conciencia como actividad
autoreferente, que el yo adquiere mayor fuerza y puede comprenderse en términos de un
sujeto.
De esta manera, el punto de partida de la presente reflexión, se vuelca sobre la labor
espontánea de la conciencia, teniendo como resultado la actividad con la que ella misma
expresa su naturaleza, así como el papel que asume dentro de la estructura del sujeto. La
conciencia, para Fichte, se vuelve la encargada de determinar las representaciones que
lleguen a manifestarse en ella desde el mundo material, esta determinación sucede de manera
natural, casi inconscientemente, pero, se señala, es parte constitutivo del hombre el poder
llevar a cabo este ejercicio, pues la conciencia es aquello que nos separa de la bestialidad.
“El hombre […] lleva en lo más profundo de su corazón una chispa divina que lo eleva
encima de la animalidad y lo hace ciudadano de un mundo en el que Dios es su primer
miembro: la conciencia.”2
Ahora bien, esta actividad espontánea, actúa con total independencia y autonomía del
hombre, no es necesario dar cuento de ello para que ésta dinámica se ejecute, sin embargo es
posible el señalarle. Así, el tomar conciencia del trabajo de la conciencia, es decir, hacer
1
Vale señalar que además del esclarecimiento de la actividad consciente, también la intuición intelectual
sucede en el yo. Y ésta última se encarga de separar lo que eres, tu yo, de algo ajeno, un no-yo, un objeto. A
partir de esta contraposición, siempre existente en la experiencia del sujeto, la idea de que eres algo distinto
al objeto, se asoma, y aunque no tomas consciencia de ti, al menos se vislumbra el límite de lo que eres: lo
otro, el objeto, el no-yo como parámetro limitante. ”Sólo por medio de esta intuición […] distingo mi actuar,
y en él a mí mismo, del objeto del actuar hallado ante mí.” Cfr. Fichte., J. G. Segunda Introducción a la teoría
de la ciencia., V.
2
J. G. Fichte., Reivindicación de la libertad de pensamiento., p. 170.
reflexión de la misma, nos deja dos aparentes resultados: la característica inherente y
fundamental de la conciencia humana queda descubierta, y una nueva actividad acaece allí,
la autoconciencia del hombre se yergue.
Llegando a este punto se vuelve necesario, pues, revelar la actividad intrínseca en la
conciencia. Como bien se demostró anteriormente, la conciencia es libre per se, ya que la
manera en que manifiesta los objetos del mundo exterior no está condicionada más que por
el objeto dado, pero en términos del mecanismo con que produce las representaciones, éste
sólo cuenta con la total libertad de la conciencia de dar sentido, desde sí misma para el
hombre. Empero, cuando el hombre pone trabas al trabajo natural de la conciencia, y opta
por dar una dirección especial a sus representaciones, entonces se torna libre la actividad
pensante, pues la reflexión tampoco cuenta con límites. “La libre investigación de todo objeto
posible de la reflexión, llevada en cualquier dirección posible y hasta el infinito, es, sin duda
alguna, un derecho del hombre”3
La libertad, en este sentido, se vincula con la conciencia, tanto en la manera en que
ésta trabaja por sí misma, como en el modo en que dirigimos los pensamientos, tras haber
dado cuenta de que somos nosotros quienes a nuestro antojo, con la misma libertad de la
conciencia, damos dirección y exploramos, en sentido mínimo, la actividad reflexiva. Este
libre pensamiento, para Fichte, es el destino del hombre. “El destino natural de las plantas es
desarrollarse regularmente, el de los animales moverse voluntariamente, y el del hombre
pensar”4
Cuando se ha esclarecido el trabajo que la conciencia genera de manera libre y
autónoma, podemos hablar entonces de una autoconciencia: la libertad se cifra en términos
esenciales del hombre, y en su convergencia con la conciencia, es que el yo puede comenzar
el gran camino hacia la conversión de sí en sujeto. Pues el yo es, en primera instancia, la
estructura básica donde logran relacionarse libertad y conciencia, y que cuando se da cuenta
de tal concordancia, es decir, cuando se alcanza la autoconciencia de la experiencia,
3
Ibíd., p. 180.
4
J. G. Fichte., El destino del hombre., p. 563.