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EL ESTUDIANTE UNIVERSITARIO

AUTONOMO Y COMPETENTE

1. La formación universitaria en la era de la información

Para la universidad moderna es más importante formar hombres que formar


profesionales, en el sentido de que un hombre bien formado se halla en condiciones de
ofrecer a su profesión la dimensión espiritual y la trascendencia requeridas para
plasmarse como un profesional auto eficaz.

Así, el hombre que vislumbramos para el siglo XXI toma una imagen mucho más
completa. Está constituido de sentimientos, inteligencia y pasión generadores de
poderosos impulsos que le permitirán avanzar en la ciencia y que favorecerán el
progreso de la humanidad.

Esta necesidad de formación es acogida por la universidad como una función


educadora. Ella representa no sólo dirigir o monitorear el comportamiento de los
jóvenes, sino, ante todo, orientar hacia el exterior las secretas potencialidades que
anidan en lo más recóndito de su ser. En este sentido, no se forma a un hombre
convirtiéndolo en receptor de un saber. Se forma a través del desarrollo de capacidades
para aprender, capacidades para hallar soluciones a cada nueva situación, capacidades
de búsqueda, de creación y de innovación, curiosidad intensa por el conocimiento. Es
decir, si se asegura su independencia y libertad para opinar, decidir y asumir riesgos por
cuenta de su propia reflexión en asuntos que se relacionan con la ética o que miran a
su estricta vida profesional o a su responsabilidad cívica; es decir, si se logra que
asuman su responsabilidad frente a la comunidad y el mundo, habremos logrado el gran
objetivo de la educación moderna.

Por ello, la universidad de hoy no puede limitarse sólo a preparar para una única
encrucijada profesional y menos para una exclusiva especialidad. A la universidad no
corresponde, en rigor de verdad, formar especialistas. Una universidad moderna debe
estar abierta a las posibilidades de una cultura general a fin de asegurar calidad, antes
que nada. Cada día se hace más claro que la universidad consiste en una vasta realidad
interdisciplinaria, una red de enseñanza cada día más integrada pero diferenciada. Toda
enseñanza superior debe aspirar como objetivo fundamental a asegurar al estudiante el
desarrollo más completo de «su persona» según sus aptitudes. La persona es el objetivo
esencial del trabajo universitario. Por eso el estudiante no puede ser un mero receptor
del conocimiento. El estudiante no es objeto de instrucción sino agente (y agente activo)
comprometido desde la hora inicial con la tarea por realizar y es a la vez responsable
de la implementación de las estrategias de aprendizaje. Así, los estudiantes son el
motor del trabajo universitario. No hay modo de que los docentes avancen por su cuenta
sin la ayuda de los alumnos; ya que el conocimiento científico supone la enseñanza y
aprendizaje simultáneos y recíprocos de ambos. La educación universitaria no impone
el conocimiento ni lo traslada de uno a otro individuo, sino que estimula la curiosidad
inicial y al avivarla en el estudiante va estimulando el aprendizaje para provocar de este
modo el riesgo y la aventura del conocimiento.

El conocimiento implica una aventura creadora. Y a eso se alude al hablar de formación.


Para almacenar información no hay que asistir a la universidad basta con adquirir una
computadora. La educación universitaria pondrá al estudiante en posibilidad de convertir
toda información en instrumento de su formación y de su conocimiento y sólo de esa
manera lo capacitará para tomar decisiones, opinar por su cuenta propia y asumir
críticamente las ideas de otros.

En conclusión, podemos decir que la vida de un universitario es una vida de estudio, de


investigación y de perfeccionamiento. Por eso hay que aprender a cultivar la dimensión
exterior y aprender a descubrir el valor de la vida interior (la esfera de los anhelos,
pasiones, sentimientos y creaciones). Las múltiples actividades comprendidas en el
trajín universitario revelan que la vida científica es vida de colaboración, de esfuerzo
personal y colectivo, de coparticipación en el empeño de buscar el conocimiento con
alegría y con fe, sin que los obstáculos bloqueen el ritmo impetuoso de la juventud.

La imagen ideal del estudiante universitario

El desafío real de la educación actual es poner la mirada en el futuro y prever cómo


deberán ser los jóvenes para ser competentes en un mundo cambiante.

En este sentido, nos podemos preguntar ¿cómo debe ser el universitario de los tiempos
modernos?, ¿qué debe saber? Y, a medida que nos respondemos, vamos dibujando el
perfil de lo que se necesita para tener éxito en la vida bajo las nuevas condiciones que
plantea la educación del Siglo XXI:

• Aprender a aprender. Puede analizar la información, no quedarse con lo


primero que se le dice, puede plantearse y resolver situaciones problemáticas
y combatir el facilismo, puede estar alerta, y no dejarse manipular, puede
discutir ideas y no rebajar personas. Puede adueñarse del conocimiento,
desarrollando la memoria a largo plazo, y desarrollando habilidades mentales
para aplicar a nuevas situaciones que se le van a presentar en el futuro.

• Aprender a comprender. Puede lograr «un conocimiento generador, es


decir, un conocimiento que no se acumula, sino que actúa enriqueciendo la
vida de las personas y ayudándoles a comprender el mundo y a
desenvolverse en él» (Ortíz de Maschwitz,2000).

• Aprender a relacionarse. Puede establecer nuevos tipos de relaciones


humanas, puede trabajar en equipo, aprende a escuchar, desarrolla su
capacidad de comunicación, aprende a liderar, aprende a servir, aprende a
postergarse. Aprendiendo a relacionarse aprende a formar «grados más
altos de unidad entre las personas» (Ortiz deMaschwitz,2000).

• Aprender a elegir. Aprende a autorregularse, autogobernarse, a elegir bien,


desarrollando la capacidad de conocer los valores y accionar sobre ellos.

• Aprender a ser. El camino de la toma de conciencia de la propia identidad


consiste en saber lo que se es, biológica, temperamental y
constitucionalmente, como miembro de una especie, con las propias
facultades, deseos, necesidades y también con la vocación, capacidad y
destino propios.

Este perfil nos revela que el estudiante que quiere salir exitoso en la vida, debe mantener
el sentido de auto Eficacia que se centra en las creencias que tiene la persona sobre
sus capacidades para organizar y ejecutar caminos para la acción requeridos en
situaciones esperadas o niveles de rendimiento.
El perfil real del estudiante universitario

El sistema educativo tiene como misión fundamental el desarrollar las potencialidades


cognitivas y afectivas fundamentales, para que puedan desempeñarse con eficiencia
durante sus estudios universitarios. Sin embargo, las investigaciones ejecutadas con
estudiantes ingresantes a la universidad sobre variables académicas (Zevallos, 2002),
han evidenciado serias deficiencias en su desempeño general, siendo su perfil el
siguiente:

 Insuficiente desarrollo del pensamiento formal o abstracto, necesario para los


requerimientos del nivel universitario.
 Escaso logro de conductas referidas a los procesos cognitivos superiores
(análisis, síntesis, generalización).
 Presencia de inadecuados hábitos y métodos de estudio.
 No utilización de estrategias adecuadas para lograr aprendizajes significativos.
 Pobre capacidad de elaboración de planteamientos personales críticos frente a
la lectura de materiales escritos.

Además, otros estudios han hecho hincapié en las limitadas capacidades cognitivas
aplicadas en áreas específicas de rendimiento académico (Mayor y otros, 1993), como,
por ejemplo:
• En las ciencias positivas, no manejan vocabulario específico, carecen de
información fundamental y demuestran desconocimiento de conceptos
básicos.
• En las ciencias humanistas, poseen escasos hábitos de lectura, presentan
dificultades para diferenciar ideas principales de secundarias, manejo de
vocabulario exiguo e insuficiente; la cultura general a la que han accedido
es escasa y no contextualizada.

Inclusive se han identificado algunas tendencias en el campo afectivo-valorativo que son


importantes para describir la futura conducta del estudiante en clase, así:
• Agudo individualismo
• Tendencia a tener más bien que a ser
• Tendencia a ir logrando cosas por el camino fácil
• Confusión en sus paradigmas educativos. Por ejemplo, el mejor maestro es
el que sabe mucho o el que llena más pizarrones por clase, aunque no se
entienda lo que dice

Frente a la problemática anteriormente reseñada, en la actualidad existe consenso


generalizado en las autoridades universitarias de incluir en las líneas curriculares
propedéuticas y básicas, actividades instruccionales remediales destinadas a estimular
y desarrollar habilidades cognitivas y metacognitivas que posibiliten el logro de
aprendizajes adecuados y sostenibles que aseguren al estudiante su supervivencia en
la universidad durante el tiempo de su formación académico-profesional. Posición que
es coherente con el enfoque pedagógico contemporáneo de «aprender a aprender»
(Coloma, 1995 y Muria, 1994).
«La meta más importante de la educación formal debe ser la de proveer a los
estudiantes con herramientas intelectuales, creencias de eficacia, así como
intereses intrínsecos necesarios para educarse a sí mismo en una variedad de
ocupaciones a lo largo de su vida.»
Albert Bandura
Lectura
Los cuatro pilares de la educación
El siglo XXI, que ofrecerá recursos sin precedentes tanto a la circulación y al
almacenamiento de informaciones como a la comunicación, planteará a la educación
una doble exigencia que, a primera vista, puede parecer casi contradictoria: la
educación deberá transmitir; masiva y eficazmente, un volumen cada vez mayor de
conocimientos teóricos y técnicos evolutivos, adaptados a la civilización cognoscitiva,
porque son las bases de las competencias del futuro. Simultáneamente, deberá hollar y
definir orientaciones que permitan no dejarse sumergir por los corrientes de
informaciones más o menos efímeros que invaden los espacios públicos y privados y
conservar el rumbo en proyectos de desarrollo individuales y colectivos. En cierto
sentido, lo educación se ve obligado o proporcionar las cartas náuticas de un mundo
complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, lo brújula poro poder navegar por
él.
Con esos perspectivos se ha vuelto imposible, y hasta inadecuado, responder de
manera puramente cuantitativa o lo insociable demando de educación, que entraño un
bagaje escolar codo vez más voluminoso. Es que yo no basta con que codo individuo
acumule al comienzo de su vida una reservo de conocimientos o la que podrá recurrir
después sin límites. Sobre todo, debe estar en condiciones de aprovechar y utilizar
durante todo lo vida codo oportunidad que se le presente de actualizar, profundizar y
enriquecer ese primer saber y de adoptarse o un mundo en permanente cambio.

Para cumplir el conjunto de los misiones que le son propios, lo educación debe
estructurarse en torno o cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de lo
vida serán poro codo persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender
a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión¡ aprender a hacer, para
poder influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar
con los demás en todos los actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso
fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Por supuesto, estas cuatro
vías del saber convergen en uno sola, ya que hay entre ellas múltiples puntos de
contacto, coincidencia e intercambio.

Mas, en general, la enseñanza escolar se orienta esencialmente, por no decir que, de


manera exclusiva, hacia el aprender a conocer y, en menor medida, el aprender a hacer.
Las otras dos formas de aprendizaje dependen las más de las veces de circunstancias
aleatorias, cuando no se les considera una mera prolongación, de alguna manera
natural, de las dos primeras. Pues bien, la Comisión estima que, en cualquier sistema
de enseñanza estructurado, coda uno de esos cuatro pilares del conocimiento" debe
recibir una atención equivalente a fin de que lo educación sea para el ser humano, en
su calidad de persona y de miembro de la sociedad, una experiencia global y que dure
toda la vida en los planos cognoscitivo y práctico.

Desde el comienzo de su actuación, los miembros de la Comisión fueron conscientes


de que, para hacer frente a los retos del siglo XXI, seria indispensable asignar nuevos
objetivos a la educación y, por consiguiente, modificar la idea que nos hacemos de su
utilidad. Una nueva concepción más amplia de la educación debería llevar a cada
persona a descubrir, despertar e incrementar sus posibilidades creativas, actualizando
así el tesoro escondido en cada uno de nosotros, 10 cual supone trascender una visión
puramente instrumental de la educación, percibida corno la vía obligada para obtener
determinados resultados (expenencia práctica, adquisición de capacidades diversas,
fines de carácter económico), para considerar su función en toda su plenitud, a saber,
la realización de la persona que, toda ella, aprende a ser.

Lectura
Las cinco mentes del futuro

Creo que sabemos lo suficiente para desarrollar una educación capaz de crear
personas como estas y con estas mentalidades.
La mente disciplinada. La mente del futuro debe ser disciplinada en dos sentidos.
En primer lugar, debe dominar las principales formas distintivas de pensar que
ha creado el ser humano: la ciencia, las matemáticas y la tecnología, como se
ha dicho antes, pero también el pensamiento histórico, artístico y filosófico. En
segundo lugar, debe dominar diversas maneras de ampliar la propia formación
durante toda la vida, de una forma regular y sistemática.
La mente sintética. Aunque la educación debe partir de las aptitudes básicas y
las disciplinas tradicionales, no puede acabar ahí. Cuando nos encontremos ante
una cantidad excesiva de información deberemos ser capaces de resumirla con
precisión, sintetizada de una forma productiva y hacer que nos sea útil. Este
objetivo supone un pensamiento de carácter interdisciplinario, una forma de
pensamiento poco comprendida pero cada vez más importante.
La mente creativa. 'En el futuro, prácticamente todo lo que esté regido por reglas
se hará con mayor rapidez y precisión mediante el uso de ordenadores (en
realidad, podría haber dicho «hoy» en lugar de «en el futuro"). Se tendrá en gran
estima a las personas que puedan ir más allá de la síntesis disciplinaria e
interdisciplinaria para descubrir nuevos fenómenos, nuevos problemas y nuevas
preguntas y puedan contribuir a su resolución… por lo menos hasta que se
presente el siguiente enigma.
La mente respetuosa. Siempre ha sido deseable educar a las personas para que
por lo menos sean tolerantes con quienes tienen un aspecto diferente, actúan de
una manera distinta y, quizá, son distintos a ellas. Puede que antes fuera posible
encerrarse en uno mismo o dentro de las propias fronteras. Pero ya no es así.
Si no podemos aprender a convivir con los demás, el planeta pronto quedará
despoblado.

Y a menos que nos respetemos mutuamente y valoremos nuestras diferencias,


lo máximo que podemos esperar es una paz precaria.
La mente ética. Más allá de un mundo que no se destruya existe el mundo en el
que realmente nos gustaría vivir. Este mundo está habitado por personas
honradas, consideradas y constructivas, dispuestas a sacrificar sus propios
intereses en favor de las necesidades y los deseos de la comunidad. El respeto
se da entre las personas; la ética se ocupa de la forma de la sociedad. Debemos
educar y, en el fondo, inspirar- a los jóvenes para que deseen vivir en un mundo
marcado por la integridad y guiado por el desinterés, y para que estén dispuesto
a asumir la responsabilidad de lograr este objetivo.
fuente: Gardner. H. (2005)
Las cinco mentes del
futuro.
Un ensayo educativo. Barcelona, Paidos Ibérico, S.A., pp. 18-20

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