Sie sind auf Seite 1von 3

Das delirium

Es increíble, no veo. Maquiavélico, no oigo. Desorientador, no huelo. Pero, aún así, te...
¿siento?.
¿En qué boca habré perdido el gusto de tus labios? ¿En qué espalda habré perdido la calidez
de tu piel?
Egoísta. Pretendes beber de mi, más de lo necesario. Pero no más de lo que yo beberé de ti.
Corramos hacia el infierno... anda, ahí va el primer botón…
Hoy no seré yo, más que dentro tuyo. Hoy no serás tú, más que conmigo. Simbiosis ordinal.
Y tiemblo. Tiemblo de miedo. Tengo miedo, mi amor. Tengo miedo a la finitud. Hagamos
eterno el momento, afirmemos el instante. Anda, ahí va otro botón...
Te acaricio. Te acaricio aunque ignoro el modo correcto de hacerlo, de encontrarte. Tu piel,
una canción. Tu piel, testigo, participe y destino de nuestros pecados. Tu boca mi amor, tu
boca. Qué dulce, tu boca. Tibio manantial de mis placeres. Tu boca, no puedo con esto...
Y nos besamos tanto, tanto y tan fuerte. Nos saboreamos tanto mi amor. Tanto y tan rico. Y
nos observamos, atónitos, como desbordados por la situación; no veo, pero se que nos
estamos mirando; y tienes los ojos brillosos, estás agitada. Calma.
Luego me abrazas y comienzas a respirarme mansamente el cuello. Lo recorres lentamente
hasta mis orejas. Siento tu respiración, siento tu sed, siento tu hambre; y esta noche, yo
también cenaré de ti.
Asomas tus manos, y con ellas, un par estrofas inconclusas. Tus caricias son tan sensuales
niña. No merezco tal privilegio. La carne y el sudor, el exacerbo adolescente, los besuqueos en
el pecho, el traslado a tus dominios...
De súbito, nos encontramos devorándonos tan apresuradamente, como si de tal acto vertiese
una maldad que inunda la habitación, la casa, las calles y que pronto llamará a quien sabe
quiénes para que nos juzguen por el desorden.
Me quiebro amor. Yo no conocía, de tu cuerpo, ese lunar...
Y en pleno éxtasis, el malévolo de Cronos nos arrebata cada segundo, cada suspiro. Anda,
arranca la camisa, no lidies con el ojal. Solo quiero mujer laureada, que tú inundes, con ese
candente mar, mis llagas.
Porque turbias, vagas y despreciables, son las pasiones selladas en mi memoria. Mis vivencias,
mis besos , mi martirio.
Te propongo niña, mujer, por vez primera, antes del amanecer de la conciencia, ser de ti, un
discente; un desnudo novicio, desprovisto de personajes, de roles. Innominado. Labra en mi,
por favor, tu existencia, por favor... en mí.
Pausada y delicadamente, retiro tu blusa. He aquí el torso de una diosa griega; he aquí,
también, un dogmático sostén, que salvaguarda, frena, clausura; o tal vez solo suspende, el
deleite de un condenado, exhausto ayunador de banalidades, que ha decidido terminar con la
ortodoxa abstemia de los agraciados y dar paso al inmoral goce... propio de un mortal.
Con cada prenda que te despojo y me despojas, se alimenta la inconformidad de querer verte-
vernos más desnudos; botón tras botón, camisa, pantalón, cremallera. E Incrementan así, las
ganas de abrigarnos uno al otro en una torpe mezcla de brazos y piernas que suponen la
satisfacción de nuestros más recónditos deseos.
Qué fácil fue caer, perderme, inhibirme en la materia. Inhibirme en tu vientre, tu ombligo.
Desconcierto sensorial...
Bajo pasiblemente respirando tu esencia. Tu mediocridad y tu perfección, tu orgullo y tu
vergüenza.
Mis temblorosas manos descartan, inseguras, tus vestiduras inferiores. Y es así como próximo
a fundirme en tu ser, contemplo a la más bella de las ninfas, a la más humana deidad, a la
musa inspiradora, a mi redención y a mi mal.
No, detente. No me toques. Míranos bien, sella el tiempo. Valdrá la pena, el resto de nuestros
días, la nostalgia más profunda, el secreto más callado. Vos, yo, ahora, truenos, fuego, piel,
saliva: amalgama letal.
Es el fin, frente a frente, sentados en la cama, tensos, entre sollozos. La consumación es
inminente. Menester es que continuemos. Nuestras almas no soportan ya, la lucidez y el
pudor. Necesitamos, mi amor, comprendernos en la irracional y divina locura de los amantes.
Continúa. Te necesito. Así y de mil modos más. Ojalá y quisiera un dios pagano que no te fueras
jamás de mi habitación, pero mucho menos de mi vida. Mi cuerpo no soporta este fuego que
evapora lágrimas, pero mi alma no soportaría su ausencia. Sabrosa obscuridad la tuya, que
empaña el espíritu y me arrastra hasta estrellarme con Hedoné, hija de Eros. ¡Ni el Oráculo de
Delfos me habría previsto tal desbarajuste carnal!
Vamos, abrázame y bésame, que de este devenir, de esta guerra de opuestos, emergerá la
armonía originaria de todas las cosas y de la vida. Nos elevaremos hasta atravesar la
mediocridad pasional y encontrarnos como puros corazones desarmados uno frente al otro;
pero sobre todo, desnudos frete a la verdad, a esta realidad innegable que nos rige y nos
sostiene. Frente al amor.
Claro, continuemos, pero esta vez, participemos del amor. Solo eso dotará de sentido el acto
y justificará tal mundana desmesura. Solo así, seguramente, acabaremos nosotros por
entendernos y ayudarnos; y al final, sabremos que esto no fue en vano, que este encuentro no
se perderá en las borrosas y menospreciadas cavidades de nuestra memoria afectiva.
Únicamente de este modo...
***
Ya dejemos de buscar en la noche, ya no hay nada más que ver, es momento de volver. Vuelve.
Si, seguimos aquí. El cielo se ha caído, pero no nuestras vidas y nuestros sueños. El cielo se ha
caído y mañana dará paso a una nueva luz, luz que nos abrigará de la tempestad de ser.
Porque mañana ya no seremos los mismos, ni tú, ni yo; ni siquiera el aire se respirará igual y
los atardeceres serán aún más rojizos que los de días pasados.
¿Cómo podremos mirarnos después de esto y evitar irradiar el ingenuo pudor? Dime.
Por favor, Sofía, llénate conmigo, lléname de ti; recíproca apertura, ya carnal, ya espiritual,
que nos amarrará por mucho tiempo en buen puerto.

Años 2012/13

Das könnte Ihnen auch gefallen