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La percepción debe entenderse como un fiel reflejo de la realidad, mientras que las
falsas percepciones y las percepciones patológicas conllevan un falso reflejo de la
realidad compartida.
Pero lo que percibe no se queda en una mera experiencia sensorial, sino que posee
una determinada significación para cada uno de nosotros y una resonancia afectiva.
Por ello, un particular estado de ánimo asociado a una motivación puede modificar y
determinar nuestra atención, hasta el punto de provocar un error perceptivo por su
relación con los fenómenos de sugestión autosugestión.
Esto mismo sucede con ciertas experiencias que producen sentimientos de miedo, de
amenaza o de desesperación, como ser sorprendido por un temporal en alta mar, estar
solo de noche en casa y percibir sonidos y sombras inexplicables, o encontrarse
profundamente deprimido.
Así que los psicopatólogos parecen haberse dejado seducir por las afirmaciones de los
pacientes, con lo que han cometido ciertos errores de conceptualización, mientras que
el saber popular acertaba mucho más en su planteamiento profano de la materia.
Los trastornos perceptivos más importantes son los errores de la fidelidad perceptiva o
para percepciones, que en el lenguaje común de denomina engaños de los sentidos y
que se dividen en ilusiones y alucinaciones.
• Las ilusiones: son deformaciones de los objetos percibidos. Así que en este caso
realmente se percibe algo, pero se le da un significado diferente del que tiene,
debido a un cambio en la configuración de los objetos. Por tanto, son
percepciones falseadas o errores del reconocimiento. Por ejemplo, tomar por
figuras amenazantes, en la oscuridad de la noche, lo que en realidad son
árboles. Se distinguen cuatro tipos de ilusiones patológicas según la causa
determinante:
1) por defectos patológicos de los órganos sensoriales.
Las ilusiones oníricas son propias de los estados enturbiados de la conciencia (estados
confusionales o estados oníricos) pero que al mismo tiempo tienen un carácter
productivo (manifestación de trastorno perceptivo y delirios). Recordemos que en el
capítulo sobre los trastornos de la consciencia se decía que, en dichos estados, que
podían ser englobados en (delirium) o parciales (estados crepusculares), las ilusiones
puede coexistir con alucinaciones, sobre todo visuales, y con percepciones reales.
Las ilusiones por modificaciones del humor y de las emociones están determinadas por
sentimientos internos. Por eso se llaman catatímicas, ya que se deforman objetos o
situaciones por influencia de los sentimientos. Muchas veces, cuando recordamos un
hecho, no lo hacemos como fue, sino como desearíamos que hubiese sido; en otras
ocasiones, percibimos algo no como es, sino como desearíamos algo no como es, son
como desearíamos que fuera (recuérdese el ejemplo anterior del hincha apasionado
presenciando un partido). También puede ocurrir que ciertas personas fanáticas o
fáciles de sugestionar afirmen haber visto a figuras religiosas incluso oír como les
hablan, transformando una percepción errónea en un milagro.
• Las alucinaciones: se definen como percepciones sin objeto. Por tanto, se trata
de la invención de un objeto inexistente ya que no se fundamente un estímulo
alguno. Ahora bien, para admitir dicha definición deben plantearse dos
condiciones:
• Que la exigencia de que no exista una excitación sensorial real como pretexto de
la alucinación no es siempre comprobable.
La carencia de una definición que sea totalmente aceptable para las alucinaciones se
debe a que muchos de los fenómenos que tomamos por tales son muy numerosos y
variados. De hecho, los sueños son entendidos como alucinaciones normales, así
como ciertas imágenes que se perciben en los momentos de transición de la vigilia al
sueño y viceversa por cambios en el nivel de alerta de la consciencia (denominadas
hipnagógicas en el primer caso e hipnopompicas en el segundo), en los estados de
privación del sueño, privación sensorial, bajo la sugestión hipnótica y en personas sin
patología. Se trata de una cuestión no resuelta que procede de los modelos que
conceptualizan la alucinación como una alteración sensorial (percepción) o como una
manifestación de temores y deseos, es decir, una manifestación de temores y deseos,
es decir, una disfunción del yo (hipótesis cognitiva centrada en la representación).
Por otra parte, existe una modalidad de alucinación que puede confundirse con una
ilusión y que se conoce como alucinación funcional. En este caso, el paciente oye
voces cuando percibe unos golpes en la puerta y deja de oírlas cuando los golpes
cesan; o escuchan palabras degradantes cuando oye los pasos de las personas por un
pasillo, desaparecen cuando esas personas se detienen (hablen o no) para reiniciarse
las obscenidades cuando se alejan los pasos. Es decir, que oye las voces y los ruidos
simultáneamente, pero no los fusiona. Por eso se dice que esta es una experiencia
alucinatoria, ya que en las ilusiones, por el contrario, se produce la fusión de los
elementos percibidos realmente con elementos reproducidos erróneamente por el
individuo, constituyendo una percepción real deformada y engañosa. La alucinación
funcional es un fenómeno común en la esquizofrenia que cuestiona el aforismo clásico
de que la alucinación es una percepción sin objeto.
• Alucinación psíquica.
• Alucinosis.
Ante todo, debe quedar claro que los tres tipos son el mismo fenómeno: la experiencia
de alucinar. Ahora bien, la distinción se basa en que dicha experiencia puede
manifestarse de diferente manera tanto por lo que refiere a sus características como
por el tipo de paciente que la experimenta y la causa que la provoque.
Así que, en los tres casos, se percibe algo que realmente no existe, pero mientras que
un paciente dice percibir ese algo:
• Por un canal sensorial concreto (es decir, que lo percibido se produce fuera de
él. En el espacio objetivo, y le llega por uno de los sentidos, o bien en su propio
interior, como sucede en las alucinaciones cenestésicas)
• Más vagamente.
• No lo capta por un canal sensorial sino que lo “siente” en su propiamente.
Las pseudoalucinación siempre tiene un carácter funcional; carece, por tanto, de base
orgánica, es un fenómeno más imaginativo que perceptivo (recuérdense las diferencias
características de la representación mental y de la percepción), por lo que se vive en el
espacio interno y se observa específicamente en ciertos pacientes esquizofrénicos,
especialmente los que sufren trastornos paranoides. Las modalidades sensoriales
suelen ser visuales (“con el ojo interno”), auditiva (con el oído interior) o táctil, y a
menudo coexiste con las alucinaciones. El concepto de pseudoalucinación no aparece
en el DSM IV en el sentido que estamos señalando aquí. Se alude a la
pseudoalucinación como una modalidad diferenciada claramente de los fenómenos
psicóticos en la que se conserva la crítica; de tipo fantasioso e infantil, el paciente
parece describirla como una historia muy interesante y propia del trastorno de
conversión (la histeria clásica o histeria de conversión). Se trata de una muestra de la
confusión histórica de este síntoma y que se ha ligado al concepto de alucinación falsa,
que aparece en personas sin patología mental, en simuladores, en las alteraciones
facticias o en la recuperación psicótica. Sims señala que las visiones de tipo
apocalíptico y las llamadas alucinaciones del duelo (oír la voz del fallecido, escuchar
sus pasos por el pasillo de la casa o verlo sentado en su butaca leyendo el periódico)
han de ser consideradas pseudoalucinaciones.
Dicho esto, las alucinaciones también se pueden clasificar con arreglo a su complejidad
y al canal sensorial por el que se perciben. Según la complejidad, se clasifican en
simples (ruidos elementales o amorfos, luces en forma de fogonazo, etc.) y complejas
(melodías, imágenes e incluso actividad de varios personajes en el medio externo al
paciente, por lo que estas se denominan escénicas). Se suele decir que cuanto más
simple es una alucinación, más probable es que su origen sea orgánico.
Los ejemplos de oír voces son muy variados, y pueden manifestarse de formas muy
diversas:
Casi siempre, los pacientes tienen la certeza de que los demás también escuchan las
voces, aunque intencionadamente lo niegan. Es frecuente que al estar hablando con
ellos, cambien de actitud bruscamente, adopten la postura atenta de oír algo y
pregunten: “¿Ahora sí que las ha oído, verdad? No me diga que no porque me estaban
gritando y usted estaba aquí, a mi lado”.
Estos mismos ejemplos también son válidos para las pseudoalucinaciones auditivas,
aunque las voces, en este caso, se perciben de un modo más indirecto. Así, los
pacientes esquizofrénicos que las manifiestan dicen oírlas por los “ojos del alma” o “del
espíritu”, o, lo que es más frecuente, “directamente de la mente” o “del interior de su
cabeza”. Por ello también se las conoce como alucinaciones psíquicas o internas.
Cuando se les pregunta sobre ellas, suelen usar el vocablo como, otorgándoles el
carácter de imprecisión y subjetividad que las define, por oposición a las alucinaciones
sensoriales. Por ejemplo, un paciente puede responder así a las preguntas durante la
exploración:
Algunas alucinaciones visuales son menos frecuentes pero complejas por su modo de
presentación, como las alucinaciones liliputienses (ver personas de pequeño tamaño
que pueden divertir al paciente y que a veces se acompañan de un tono de voz peculiar
o sonsonete), gulliverianas (personas de gran tamaño), negativas (la ausencia de un
objeto que si está presente; una muy inquietante la señala un paciente cuando se mira
en el espejo….¡ y no ve sus ojos! ; en realidad una heutoscopia negativa), autoscopia
interna (el paciente ve sus órganos internos).
Aún hoy no existe explicación plenamente satisfactoria para este trastorno, que se
presenta en torno al 10 o 20 por 100 de amputados, pero sabemos que influyen en su
génesis tanto la integración previa del esquema corporal como la precocidad de la
amputación: a mayor edad (más de cinco años, que se considera la edad mínima para
una correcta elaboración del esquema corporal) y brusquedad de la perdida, más
frecuente es la aparición del trastorno.
Por otra parte, la organización cognitiva postraumática parece estar fuertemente
implicada en todo el proceso así como ciertas actitudes ansiosas de los padres de
niños amputados, que pueden contribuir a su vez, mediante el aprendizaje
observacional, a la formación de ciertas actitudes en el niño que faciliten la
presentación del trastorno.
Finalmente, deben, al menos, citarse otros tipos de experiencia fronterizos con las
alucinaciones, que también consisten en fenómenos de transición entre la percepción y
la representación. De hecho, tienen un carácter imaginario, mas subjetivo, más
inestable e incluso más modificables por la voluntad, y se trata, por lo general, de la
visión actual de una imagen ya visualizada en el pasado. Entre ellos están las
imágenes eidéticas, las imágenes parásitas, las imágenes consecutivas y las imágenes
mnésicas.
En principio no tienen por qué ser considerados como fenómenos patológicos, ya que
se pueden observar muy frecuentemente en sujetos normales, y su presentación
depende de la edad (algunos de ellos son característicos de la infancia, como el
eidetismo), del estado del organismo (por ejemplo, agotamiento), de la exposición a
estímulos excitantes o de la facilidad que tienen algunas personas para evocare en
imágenes sus recuerdos con extraordinaria claridad. No obstante, debe recordarse que,
a veces, también se observan acompañando a ciertos estados psicopatológicos, como
crisis de ansiedad, trastornos obsesivos o crisis epilépticas.
Puede añadirse a este grupo la cognición corpórea, que tiene un significado más
patológico que los anteriores, ya que pueden presentarla tanto las personalidades
histriónicas o histéricas como los enfermos esquizofrénicos y los adictos a drogas
alucinógenas. Se trata de la sensación de una presencia en el espacio cercano, como
si se percibiera una especia de fantasma que les observa o que pretende comunicase
con ellos.
Desde los modelos cognitivos, Bentall plantea que las alucinaciones representan un
fracaso en la habilidad metacognitiva (de evaluación o control de la realidad) para
discriminar entre la producción interna (lenguaje interno, imágenes) y las fuentes de
información externas. Este fallo ocasiona que se malinterpreten los sucesos internos y
se atribuyan a una fuente externa, sea auditiva (lenguaje interno) o visual (imágenes),
por ejemplo. Los hallazgos experimentales se han apoyado en que los fenómenos
alucinatorios tienen lugar en momentos de estrés; se conectan con déficit cognitivos;
aparecen en condiciones de atenuación perceptiva (privación sensorial) y ruido blanco;
interviene la sugestión; se han observado en personas sin trastornos mentales (se
acepta un continuo entre las experiencias alucinatorias y no alucinatorias); se ha
corroborado la relación entre el habla subvocálica y las alucinaciones auditivas, y es
posible verificar que leer, escribir y otras tareas verbales bloquean e interrumpen las
alucinaciones auditivas.
Cabe establecer una analogía entre dichas situaciones y las que viven las personas
afectadas por ciertos trastornos mentales, pero solo una analogía, ya que el
aislamiento de los pacientes sicóticos; por ejemplo, es de distinta índole de la del
aislamiento accidental o experimental. En el psicótico, la alucinación supone la
presencia de un poder extraño a uno mismo y además la manifestación de una especie
de función mental que antes no existía y que supone una mediación entre la
percepción, la representación y el pensamiento.
Un alcohólico sabe que sus vivencias alucinatorias no son reales, aunque las
experimente con claridad; un naufrago también, y las atribuye a su estado de fatiga, a
la desnutrición, a la deshidratación y, en fin, a la desesperación ante un posible
desenlace fatal. Pero un psicótico jamás establece relaciones de sentido entre su
experiencia y causas naturales, sino que las acepta como una nueva realidad
impuesta, un mundo en el cual actúa a partir de sus sensaciones y de sus
pensamientos y que no puede compartir con los demás.
Esto coincide con el hecho de que las alucinaciones del ezquizofrénico sigan la misma
pauta. Es mucho más frecuente que estos pacientes oigan voces o sientan cualquier
otra percepción extraña cuando están solos. Durante el dialogo con otras personas,
delante del clínico o realizando una actividad, las alucinaciones pierden fuerza hasta el
punto de no presentarse casi nunca o rara vez.
La soledad no es que produzca una anulación del espacio exterior o mundo real, sino
más bien una autentica fusión entre el mundo del enfermo (interior) y del mundo
compartido (exterior), radicando ahí la clave de la relación del psicótico con las
personas y las cosas; una fusión indisoluble entre él y ellas.
La percepción es, como puede verse, un proceso o función vital para a relación con el
mundo, necesaria y obligada para la adaptación, incluso si es alucinatoria, cuando las
circunstancias impiden una relación autentica.
Anomalías de la percepción
Agnosia para los colores (agnosia cromática), de modo que los enfermos no
reconocen, ni comprenden, el significado de los colores de los semáforos o son
incapaces de establecer semejanzas y diferencias en los tonos cromáticos.
Agnosia para los signos gráficos, con incapacidad para reconocer las letras o los
números (alexia agnóstica). Sus causas son similares a las anteriores.
En el segundo, las vivencias perceptivas son mucho más ricas y/o intensas de
lo normal. Se presentan ocasionalmente en las fases maníacas del trastorno
bipolar y, más frecuentemente, bajo la acción de alucinógenos. Por otra parte,
no es raro que muchos pacientes aquejados de ansiedad (ya sea neurótica o
psicótica) refieran molestias en este sentido, comentando que los ruidos, las
voces de la gente, las luces y otras sensaciones les resultan molestos por
percibirlos amplificados.
• Según la familiaridad con que los pacientes perciben la realidad, existen dos
alteraciones: la extrañabilidad perceptiva y la entrañabilidad perceptiva. En
ambos casos, siempre se acompaña la percepción de un determinado tono
afectivo, que implica que sintamos las cosas como más cercanas o más
extrañas. Así que el elemento fundamental, aquí, en el fondo o tono afectivo que
acompaña al acto perceptivo.