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Ñ-Ensayo sobre la Teoría de la Justicia de John Rawls

En el prefacio de la Teoría de la justicia Rawls presenta tanto el objetivo


fundamental como la filiación de su pensamiento. Su pretensión es elaborar una
teoría moral que, frente al escepticismo generalizado en ese momento (heredado
en gran medida del marxismo y del neopositivismo), ofreciera un fundamento
suficientemente sólido. Las cuestiones morales son sin duda difíciles, pero está
convencido de que es posible darles respuestas correctas.

Para Rawls, así como la verdad es la prioridad de todo sistema de pensamiento,


la justicia ha de ser la primera virtud de las instituciones sociales, por encima
incluso del bienestar de la sociedad. De esta manera se establece el principio de
que la pérdida de la libertad para algunos no puede ser justificada por el hecho
de que una mayoría logre alcanzar un bien que no poseía

La elección de la justicia

Rawls defiende la posibilidad racional de establecer una sociedad justa y de


elegir los principios adecuados para cimentar esa sociedad. Pero no podemos
descubrirlos de una manera intuitiva, ni captando una ley natural (como los
“primeros principios” escolásticos), ni observando la naturaleza de la cosas.

La solución del enigma está en el empleo de un procedimiento electivo diseñado


de tal forma que el resultado de esa elección surja dotado de un marco de
racionalidad. Las características de ese procedimiento expuestas en Una teoría
de la justicia son considerablemente complejas. En los párrafos que siguen
intentaré un resumen breve de lo más esencial.

En primer lugar en preciso señalar que Rawls describe ese procedimiento como
una hipótesis racional para justificar el orden político existente, no como una
situación que históricamente hubiera tenido lugar o pudiera ponerse en práctica
efectiva para crear una sociedad desde la nada. El sentido de ese “experimento
mental” reside en la posibilidad que ofrece para justificar una Constitución y una
legislación estatal que respondan al método elucubrado por Rawls.

Como en el caso de la verdad, la justicia no puede estar sujeta a transacciones.


La justicia es, pues, el único valor que puede definir una “sociedad bien
ordenada”. En una sociedad de este tipo, los principios de la justicia social
proporcionan un modo para asignar derechos y deberes en las instituciones
básicas de la sociedad, y definen la distribución apropiada de los beneficios y las
cargas de la cooperación social.

Comenzaremos por lo que él llama “posición original” caracterizada por “el velo
de la ignorancia”. Es una versión renovada del estado de naturaleza, porque se
trata de una situación en la que los individuos están “igualmente representados
como personas morales”, y no son tenidas en cuenta las peculiaridades de cada
uno de esos individuos que proceden de “contingencias arbitrarias” o de un
balance concreto de las fuerzas sociales. Dicho de otro modo: el velo de la
ignorancia es una abstracción para imaginar a las partes de un pacto social como
ignorantes de su situación concreta.

Colocados en esa tesitura, los participantes en ese acuerdo han de decidir sobre
la regulación de las interrelaciones sociales como si no supieran nada de su
particular situación en la sociedad (que suele ser desigual). Rawls piensa que de
esa forma el egoísmo que puedan tener los individuos será evitado, ya que es
imposible elegir una vía de actuación que favorezca más a uno que a otro: todos
están en la misma situación.

Los principios fundamentales que regulan la estructura básica de una sociedad


bien ordenada son el objeto de un acuerdo original. Estos principios serían
aceptados por personas libres y racionales, interesadas en promover sus propios
intereses y que se encontrarían en una situación inicial de igualdad, denominada
“posición original”. Tales principios regularían todos los acuerdos posteriores,
especificando el tipo de cooperación que puede llevarse a cabo y las formas de
gobierno más adecuadas. A este modo de entender la justicia la denomina
“justicia como equidad”.

Los individuos se presentan abstraídos de sus deseos e intereses particulares,


pero racionales, es decir, movidos por el deseo de maximizar su bienestar, y
dotados del mismo sentido de la justicia. En esa postura, Rawls piensa que
elegirán principios racionales para basar en ellos la organización social. Los dos
principios fundamentales que son elegidos necesariamente en esa situación son:

1. Cada persona tendrá un derecho igual a la mayor libertad básica posible


compatible con una libertad similar de los demás.

2. Las desigualdades sociales y económicas sólo son permitidas si cumplen


estos dos requisitos adicionales: a) Se puede esperar razonablemente que sean
ventajosas para todos y b) estén unidas a situaciones, profesiones y
posibilidades abiertas a todos, es decir: que supongan el respeto a la igualdad
de oportunidades.

Rawls sostiene que estos dos principios aparecen en un orden jerárquico: el


primer principio, el de libertad, tiene la primacía. Esto implica que el abandono
de las instituciones de igual libertad que exige ese primer principio no puede
estar justificado ni compensado por el aumento del bienestar social y económico
en general; la distribución de riqueza e ingresos y la organización de la autoridad
deben ser consistentes con las libertades básicas de igual ciudadanía e igualdad
de oportunidades.

La “posición original” de la que habla Rawls se corresponde con el “estado de


naturaleza” en las teorías tradicionales del contrato social, como las de Hobbes
y Rouseau. Él mismo aclara que su “posición original” no está pensada como “un
estado de cosas históricamente real, y mucho menos como una situación
primitiva de cultura”. Se trata de una situación puramente hipotética
caracterizada de tal modo que conduce a una cierta concepción de la justicia.

Esta explicación está dirigida contra el utilitarismo un tanto basto defendido con
frecuencia por el pensamiento angloamericano y que cifra los fines de la política
en conseguir “el mayor bienestar para el mayor número”, descuidando la
eventual situación desventajosa en la que puedan quedar algunas minorías.

Frente a este tipo de planteamientos Rawls defiende rigurosamente la


preponderancia de la igual libertad de todas las personas que en ningún caso
deberá verse postergada por consideraciones de tipo económico, organizativo,
administrativo, etc. En efecto, el segundo principio supone que las posibles
desigualdades sociales sólo son admisibles si todo el mundo puede beneficiarse
de ellas. Como subraya Rawls, la justicia debe primar sobre la eficiencia.

Pero, ¿por qué los individuos ignorantes de su particular estatus social habrán
de escoger precisamente estos dos principios? Porque, según Rawls, toda
persona con independencia de sus planes propios de vida busca unos “bienes
sociales primarios” centrados en la libertad y la igualdad: libertad, igualdad de
oportunidades, ingresos, riqueza, etc.

Como el segundo principio de justicia, que es denominado también “principio de


diferencia”, puede presentar diversas alternativas, ha de ser completado con el
criterio máximo: deberá ser escogida la alternativa organizativa cuyos peores
resultados sean los menos malos. Esta estructura básica (formada por los dos
principios de justicia y el criterio maximin) conforma el requisito fundamental para
establecer una sociedad justa.

Como dijimos párrafos anteriores el principio de la maximización consiste cuando


el principio de la libertad y el principio de la diferencia se combinan para una
solución máxima de un problema, que en este caso es la justicia social, la regla
general es evaluar las diferentes alternativas que posee un grupo de personas,
identificando cuál de ellas cuál es su peor resultado posible, es decir que la
alternativa que escogerían es la que resulte ser el mal menor más adecuada,
considerando los peores resultados de las otras alternativas.

Pero su justificación no obedece a que tales principios expresen algún tipo de


ley natural o justicia universal de carácter material, sino a la circunstancia de
haber sido seleccionados siguiendo el procedimiento adecuado. Efectivamente,
para Rawls los planes de vida de cada individuo son inconmensurables, porque
no existe ningún criterio que garantice la medición objetiva de lo bueno: es
inevitablemente cuestión de decisión personal.

En consecuencia, la única posibilidad de establecer una organización


supraindividual reside en el diseño de un procedimiento formal para la elección
de principios; el contrato social es la instancia legitimadora de la justicia y no la
bondad de los principios mismos. Sin embargo, este planteamiento no carece de
flancos débiles.

Rawls subraya que una teoría de la justicia no puede partir de la bondad de los
objetos humanos, a causa de la alegada inexistencia de objetividad en esos
asuntos, pero de manera un tanto contradictoria añade una explicación sobre los
bienes humanos. Él explica que un bien es un objeto cuyas propiedades lo hacen
apetecible para alguien que tenga un plan racional de vida y si ciertas clases de
cosas satisfacen esta condición en general para todas las personas, los
consideramos bienes humanos. Nos indica que la psicología muestra la
existencia de unos “bienes primarios” que supuestamente todas las personas
quieren con independencia de sus demás gustos particulares. Rawls arguye que
sin bienes primarios es imposible desarrollar un plan racional de vida, cualquiera
que sea su contenido ulterior, y, por tanto, presupone que los individuos en la
posición original considerarán como bienes básicos la libertad y la igualdad de
oportunidades: la elección racional es aquella que recae en los bienes primarios.

Reparemos en el carácter un tanto contradictorio de la propuesta de Rawls.


Empieza afirmando que carecemos de índices objetivos para medir los
comportamientos buenos, lo que obliga al empleo de medios exclusivamente
procedimentales para conocer los principios de una sociedad justa. Sin embargo,
esa justicia pretendidamente formal presupone unos bienes básicos o
fundamentales: la libertad y la igualdad. Cabe preguntarse entonces si los bienes
primarios son justos por ser elegidos en un procedimiento formalmente racional
o si el procedimiento es racional porque está basado en la igualdad individual
que a su vez es un bien básico. Me temo que se trata de un círculo del que es
imposible salir.

La raíz del problema está en el carácter pretendidamente procedimental de la


teoría. A pesar de su formalismo, este procedimiento no se sostiene sin la
referencia a la igual libertad de todas las personas. Ahora bien, esa libertad no
se entiende sino como manifestación de la dignidad personal y ésta a su vez no
es sino una concepción de lo bueno. Porque todas las teorías procedimentales
están aquejadas del mismo problema: de un procedimiento no se deriva un
contenido, sino al contrario: desde un contenido previo se deriva un
procedimiento.

En el caso de Rawls, sólo a partir de la consideración de la igual dignidad de


todas las personas es posible defender la exigencia de un procedimiento en el
que todos participen en pie de igualdad en la organización de un ámbito público,
prescindiendo de sus intereses particulares. Si no partimos de una idea de un
bien humano esencial (la igual libertad) no podemos justificar la idoneidad de la
complicada teoría rawlsiana. La renuncia a una noción de bien que deba inspirar
la vida pública nos lleva inevitablemente a una acción meramente estratégica
como descrita por Hobbes: pactamos porque nos conviene desde un punto de
vista egoísta. En realidad, el precedente que cita Rawls es Kant. En efecto, el
primer principio de justicia es muy similar al fundamento iusnaturalista del
derecho aportado por Kant. En realidad esa parte del pensamiento kantiano
procede de todo el desarrollo anterior del iusnaturalismo moderno, aunque Rawls
no menciona esa tradición anterior. Él prefiere fijarse en el aspecto procedimental
de la doctrina ética kantiana.

El filósofo alemán no propone una ética provista de bienes materiales sino un


procedimiento universalizador: toda obligación que fuera aceptada por cualquier
individuo racional y libre es un imperativo moral (imperativo categórico). Rawls
traslada la universalización kantiana a la posición original; en ella, cualquier
principio aceptable por un individuo ignorante de situación específico es por eso
mismo racional. Sin embargo, al menos Kant sí hace afirmaciones ontológicas
fuertes acerca de la racionalidad y la libertad humanas; en Rawls esas ideas
resultan bastante ambiguas.

Con independencia de esos presupuestos epistemológicos y ontológicos, lo


cierto es que Rawls dedica sus tesis a defender el modelo de democracia
constitucional y de Estado del bienestar propio de las actuales sociedades
occidentales. Por tanto, aunque se mueva en un plano marcadamente abstracto,
sí que aporta ideas concretas. Es cierto que sus reflexiones están dirigidas sobre
todo a la teoría política, pero también hace aportaciones específicamente
jurídicas ceñidas al Derecho Constitucional.
Rawls explica que tras la adopción (hipotética) de los principios de justicia, las
partes elaborarán una convención constitucional de acuerdo con las ideas de
justicia en la que se fundan las formas políticas de la sociedad. La constitución
ha de basarse en la defensa del primer principio de justicia, la igual libertad,
desplegada en libertades básicas como las políticas, la libertad de conciencia,
de pensamiento, etc. (lo que nosotros llamamos derechos fundamentales).

En un segundo nivel aparece el poder legislativo, que será el encargado de


satisfacer el segundo principio de justicia, dedicado a elaborar políticas sociales
y económicas destinadas a maximizar las expectativas a largo plazo de los
menos favorecidos, bajo condiciones de igualdad de oportunidades. Rawls
subraya que el primer nivel, el de la libertad (el constitucional) tiene prioridad
sobre el segundo, el de la economía (el legislativo). Desde el punto de vista del
jurista, la teoría política de Rawls resulta tan interesante como insuficiente. Es
útil para el Derecho constitucional, pero no tanto para el Derecho civil o el
mercantil o para los procesos de concreción del derecho. Tampoco era su
intención entrar en esos asuntos, porque no es una teoría jurídica. Esta
característica enlaza a Rawls con el iusnaturalismo moderno, que tampoco
estaba interesado en las cuestiones jurídicas concretas, sino en el diseño de una
sociedad nueva basada en el individualismo. En el caso de Rawls esa intención
está matizada por propuestas que cabe calificar de socialdemócratas.

La teoría de Rawls destaca por ser una nueva propuesta entre las más comunes
teorías o principios de justicia social:

Principio de ciencia de Wilfredo Pareto: No desaprovechar las oportunidades de


mejora de los individuos, sin perjudicar a otros, es decir, no se puede que uno
mejore sin que otro empeore.

Criterio de pura agregación: Maximizar los beneficios y minimizar cargas

Criterio de suficiencia: Minimiza el número de personas que estén por debajo


del límite de pobreza.

Criterio de igualdad: Minimiza a los que están peor que otros por situaciones
ajenas a su voluntad.
Principio de prioridad: Beneficia a los individuos de modo que se busque
beneficiar con más urgencia a los menos aventajados (implica criterios de
bienestar, de capacidades y de bienes primarios o básicos).

La teoría de la justicia como equidad de Rawls: Propone que las desigualdades


sociales y económicas se tienen que organizar de tal manera que beneficien a
los menos aventajados y además vayan asociadas a los cargos y posiciones que
estén abiertos a todos en igualdad de oportunidades de acceso.

La versión revisada de los principios de justicia quedaría así:

a) Cada persona tienen el mismo derecho irrevocable a un esquema plenamente


adecuado de libertades básicas iguales que sea compatible con un esquema
similar de libertades para todos; Esto se entiende, que es forma totalmente
independiente de los fines particulares de cualquier persona y del conocimiento
de las ventajas de cada uno. Se espera que las personas no escoger aquellos
objetivos que transgreda la libertad de los demás así como la libertad que ellos
esperan para sí mismos. El objetivo de este principio es que establece que las
ventajas de unos pocos no pueden justificarse a costa de la libertad de otros si
estamos hablando de una situación igualdad y cooperación para la ventaja
mutua; y

b) Las desigualdades sociales y económicas tienen que satisfacer dos


condiciones: en primer lugar, tienen que estar vinculadas a cargos y posiciones
abiertos a todos en condiciones de igualdad equitativa de oportunidades; y, en
segundo lugar, las desigualdades deben redundar en un mayor benefi.cio de los
miembros menos aventajados de la sociedad (principio de diferencia).

Rawls, enunciando su teoría como "una alternativa al utilitarismo", apela a una


supuesta idea intuitiva fundamental o general según la cual la justicia se
corresponde con la imparcialidad (para lidiar con la pluralidad de moralidades),
que a su vez se corresponde con la necesidad de que todos los ciudadanos sean
libres e iguales (para que sea posible la cooperación y la justicia).

La primera idea no es especialmente criticable –casi todas las teorías parten de


que tiene que haber un marco de convivencia, lo más neutro posible, que debe
ser respetado–. Rawls expone que la justicia como imparcialidad es una idea
que se mantiene deliberadamente en la superficie, filosóficamente hablando.

En los últimos puntos Rawls pone de manifiesto una duda: que si bien la
decisión de mantener nuestro sentimiento de justicia, podría ser racional,
también podríamos sufrir una gravísima perdida o incluso ser destruidos por ella.

Con lo anterior John Rawls trata de explicar cómo una persona no está dispuesta
a hacer ciertas cosas, aun ante realidades o circunstancias adversas, pudiendo
aceptar correr el riesgo de morir antes de realizar algo injustamente.

Sostiene el autor que si bien un hombre podría morir por su convicción de justicia,
bien consideradas las opciones podría vencer la mala fortuna, ya que ha previsto
el camino que habrá de recorrer, aun así es un estado utópico pensar que los
hombres o la mayoría de ellos estarían dispuestos a perder la vida o su libertad,
a causa de la justicia, ya que en la actualidad, los valores que sirvieron para el
desarrollo de la teoría en cuestión han sido meramente idealizados para lograr
una sociedad casi perfecta.

De este modo se tendrá que hablar del castigo, situación que habrá que sufrir
aquel que incurra en la transgresión a la idealización de la justicia, dentro de la
convivencia social, y puesto que si se deja a la voluntad del individuo el escoger
que postura adoptar estaríamos en la necesidad de recurrir a la posición original
para saber si el sujeto está de acuerdo en adoptar una posición o se deberá valer
de recursos penales estabilizadores.

Para finalizar, la parte última de su teoría, John Rawls sostiene que las
posiciones morales son adoptadas de acuerdo a las contingencias que se van
presentando, ya que no puede adoptar ninguna de las posiciones de los
diferentes filósofos que han tratado de explicar el concepto de Justicia; en mejor
sentido, al presentarse cada uno de los problemas posibles, se podrán resolver
de acuerdo a verdades morales necesarias y racionalizadas por cada individuo
o por el conjunto, de acuerdo a la teoría de la cual pertenecen.

En este trabajo lo que Rawls trata de demostrar es que su teoría se puede aplicar
de manera más efectiva ya sea en los individuos de cada sociedad como por las
instituciones que los rigen, pudiendo llegar a afirmar que la humanidad tiene una
naturaleza moral, que al valorar los principios descritos en su obra, da como
demostrados la congruencia entre lo justo y lo bueno, tal y como lo define dentro
de las páginas de su libro, al desarrollar cada punto de su Teoría de la Justicia.

Siento que los individuos solo al ser libres podrían desarrollar sus habilidades
dentro del modelo propuesto, terminando su trabajo afirmando que podríamos
llegar a tener razonamientos efectivos y correctos al decidir de una manera
particular y atendiendo al reconocimiento de cada una de las personas como
distintas, no solo desde el punto de vista social sino también temporal, pudiendo
así ser imparciales incluso con aquellas personas que no son contemporáneas.

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