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José A. Piqueras
A la vuelta de toda una época, la Historia que había pasado por más innovadora, específi-
camente la historia social, se nos ha hecho, en gran medida, historia cultural. La historia
de las sociedades, de las condiciones y las fuerzas sociales, por la que se interesó el mar-
xismo en sus diferentes versiones, la historia "de la gente común" que hunde sus raíces en
el siglo XIX, la historia "desde abajo", la historia de los grupos humanos esencialmente
"causalista" auspiciada por Marc Bloch y alguno de sus discípulos directos, la perspectiva
socio-estructural y sociopolítica, ambas orientadas a proporcionar bases con las que objeti-
var el análisis histórico, las corrientes, en suma, que dominan la historiografia durante
unas cuatro décadas del siglo xx, ha cedido su lugar a la historia singular: el sujeto, el pe-
queño grupo, la comunidad local. Del mismo modo, el análisis y la explicación de los fe-
nómenos estudiados sucumben al esfuerzo comprensivo, la exploración de causas se incli-
na ante la indagación en las motivaciones, los hechos y las acciones se supeditan al
discurso y el discurso, a menudo, al lenguaje y, por qué no, al símbolo. El lenguaje, dirá la
corriente posmoderna, es a la postre la única realidad construida aprehensible mediante las
oportunas descodificaciones y, en consecuencia, la historia, cuando más cerca estaba de
ser admitida entre las ciencias sociales, acaba convertida en una suerte de semiótica.
Conocimos antes otras derivas, diversas objeciones, sin ir más lejos, a uno de los as-
pectos que desde su irrupción en el curso de las revoluciones liberal-burguesas de la mano
de los propios actores (del francés Joseph Barnave al español Martínez de la Rosa), acom-
pañó al programa de la historia social desde su formulación inicial, algo que podríamos
expresar con la ecuación siguiente: la sociedad está constituida por clases sociales y estas
hacen política. Como es conocido, el marxismo hizo de ello uno de sus principales argu-
mentos analíticos y teóricos auque el propio Marx reconocería que la tesis pertenecía a las
primeras generaciones de historiadores y escritores liberales (Thierry, Mignet, Guizot) y
* Una primera versión abreviada del presente texto fue presentada en el Congreso internacional en torno a
la figura de Eric Hobsbawm y los 25 años de Historia en la ENAH, celebrado en el Instituto Nacional de Antro-
L
pología e Historia (México), en octubre de 2005, y fue publicada en Gumersindo Vera y otros (coords.), Los
historiadores y la historia para el siglo XXI: Homenaje a Eric J. Hobsbawm, ENAH, México, 2007, pp. 49-78.
Proyecto HUM2006-03651 /HIST. del MEC.
1 Eric J. Hobsbawm, "La ' middle class' inglesa de 1780 a 1920", en Josep Mª Fradera y Jesús Millán
(eds.), Las burguesías europeas del siglo XIX. Sociedad civil, política y cultura, Biblioteca Nueva-Universitat de
Valencia, Madrid-Valencia, 2000, pp. 231 -257 [originariamente en la compilación de Jürgen Kocka y Ute Fre-
vert (eds.), Bürgertum im 19.Jahrhundert. Deutschland im europiiischen Vergleich, Munich, 1988, donde en el
proceso de "traducción" los verdaderos editores han quedado convertidos en una nota al pie de la página 11].
2 Raymond Aron, "Estructura social y estructura de elite" (1950), en Estudios sociológicos, Espasa-Calpe,
Madrid, 1989, pp. 141-184. C. Wright Milis, La élite del poder, Fondo de Cultura Económica, Mexico, 1957,
p. 260. Denis Richet y otros, Estudios sobre la Revolución Francesa y el final del Antiguo Régimen, Akal, Ma-
drid, 1980 (en particular, "En torno a los orígenes ideológicos remotos de la revolución francesa: élite y despo-
tismo", Annales ESC, enero-febrero, 1969). Véase nuestro ensayo " ¿Hubo una revolución burguesa?", en Aula-
4 Véase Peter Burke, La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales, 1929-1989, Gedi-
sa, Barcelona, 1994, pp. 80 y ss.; las conversaciones sostenidas por María Lúcia G. Pallares-Burke, La nueva
historia, PUV-Universidad de Granada, Valencia, 2005 ; y la brillante síntesis, deliberadamente "imperialista" o
1
captura-lo-todo, de Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural? , Paidós, Barcelona, 2005.
5 A propósito, véanse las reflexiones entre sugerentes, irónicas, a veces banales, de Guy Thuillier y Jean
6 F.R. Ankersmith, "Historiografía y postmodemismo" [original en History and Theory, vol. 28, nº 2
(Mayo 1989)). Aunque la desintegración de la clase en el lenguaje y la reducción de la identidad de clase a fac-
tores estrictamente culturales forman parte del cuerpo conceptual del postmodemismo y sería difícil atribuirle la
paternidad a un autor concreto, sigo la explicación que ofrece Patrick Joyce, "¿El final de la historia social?"
[original en Social History, vol. 20, nº 1 (Enero 1995)). Ambos artículos han sido traducidos al español en His-
1
toria Social, núm. 50 (2004), pp. 7-23 y 25-45. Una respuesta a este último en Geoff Eley y Keith Nield, "Vol-
ver a empezar: el presente, lo postmodemo y el momento de la historia social" [original en Social History, vol. 20,
nº 3 (Octubre 1995)], en la misma revista y número, pp. 47-58. 63
7 Charles-Olivier Carbonell, La historiografia, Fondo de Cultura Económica, México, 1986, pp. 113-125.
Charles Langlois y Charles Seignobos, Introducción a los estudios históricos (1898), traducida por Domingo
Vaca, Daniel Jorro Editor, Madrid, 1913. Gabriel Monod, " La Historia", en Lavisse y otros, La enseñanza de la
historia, Espasa-Calpe, Madrid, 1934 (3ª ed.), p. 8. Guy Bourdé y Hervé Martin, Las escuelas históricas, Akal,
Madrid, 1992, pp. 127-148.
8 J.J. Carreras Ares, "El historicismo alemán" , en Santiago Castillo y otros (coords.), Estudios sobre His-
toria de España (Homenaje a Tuñón de Lara), Ministerio de Universidades e Investigación, Madrid, 1981, 11,
pp. 627-641.
9 Roque Barcia, Diccionario general etimológico de la Lengua Española, Seix Editor, Barcelona, 1902,
Juliá, "La historia social y la historiografía española", Ayer, IO (1993), p. 42, que en España "incluso los histo-
riadores preocupados por cuestiones teóricas incurren en errores de bulto que indican, sobre todo, los límites de
sus conocimientos en campos ajenos a su especialidad". Por eso consideraba un despropósito que se opusiera la
perspectiva del historiador guiado por una teoría de las sociedades y el común positivismo, "como si el positi-
vismo no fuera una teoría y[ ... ] para mayor inconsecuencia, [ . .. ]la teoría que convierte a la sociedad en objeto
de una ciencia que pretende establecer leyes universales".
11 Wilhelm Dilthey, Crítica de la razón histórica , Península, Barcelona, 1986. Véanse pp. 60 y 78-88 para
En la historia intelectual del siglo xx, el marxismo ha supuesto uno de los ejes políti-
cos, ideológicos y culturales más extensos y prolíficos. Tanto, que otras propuestas han
sido construidas como su alternativa. Entre 1847 y 1867 -nos recuerda Vilar- Marx y En-
gels recuperan algunas de las preocupaciones del siglo xvm y proponen "una teoría gene-
ral de las sociedades en movimiento, cuya originalidad consiste en aunar, mediante la ob-
servación y el razonamiento, 1) el análisis económico, 2) el análisis sociológico, 3) el
análisis [... ] de las formas ideológicas". En ese cuadro inicial, el análisis de las condi-
ciones económicas debía proporcionar un conocimiento objetivo, esto es, ajeno a la con-
ciencia de los hombres que viven las experiencias aunque sus versiones nos ayuden a com-
prender las consecuencias de las realidades materiales. 15 Partiendo de las contribuciones
teóricas y conceptuales de la economía clásica a la economía política, que entonces com-
prende también el embrión de lo que será la historia social, Marx avanza un paso decisivo
en la pretensión de constituir la Historia en ciencia cuando propone objetivar lo subjetivo,
esto es, precisar la determinación de una necesidad global a partir de la libertad individual
de elección (cuya limitación en la práctica obliga a indagar en los factores que intervie-
nen), de lo cual se podían obtener regularidades económicas y, en un proceso más comple-
jo, descubrir una correlación entre modificaciones operadas en las estructuras y los acon-
tecimientos políticos. 16 En ese sentido, el marxismo contextualiza la economía política,
hasta entonces dominada por categorías intemporales; hace más: acepta de la economía
clásica que la sociedad se organiza de acuerdo con las condiciones materiales de los hom-
bres para establecer, a continuación, que lo fundamental de esas condiciones no es el
"modo de subsistencia" como el modo de producción, y que éste se configura a partir de
las relaciones sociales, "necesarias e independientes de su voluntad", que los seres huma-
13 Todavía en 1940, José Ortega y Gasset, en las conferencias que impartió en Buenos Aires mientras Eu-
ropa se hallaba en llamas, y que reuniría en Sobre la razón histórica, Revista de Occidente-Alianza Editorial,
Madrid, 1983 (3ª ed. ), sostenía una visión diltheyliana que hubiera entusiasmado a la historia cultural medio si-
glo después: "si las creencias son para nosotros la realidad misma - pues creer de verdad una cosa y semos ese
algo realidad, son una misma cosa- quiere decirse que el plano de nuestra vida en que las creencias funcionan y
que a ellas obedece, es el plano realmente serio de nuestra vida; en comparación con el cual, todos los demás
son sólo vida imaginaria, por tanto no seria" (p. 24).
14 Véase Frarn;ois Dosse, La historia en migajas, Edicions Alfons el Magnanim, Valencia, 1988, pp. 57-
97 . Hartmut Atsma y André Burguiere (eds.), Marc Bloch aujourd'hui. Histoire comparée et Sciences sociales,
EHESC, París, 1990; y Carole Fink, Marc Bloch. Una vida para la historia, Publicacions de la Universitat de
Valencia-Universidad de Granada, Valencia, 2004.
15 Pierre Vilar, Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Crítica, Barcelona, 1980, p. 40.
.. 1 16 Pierre Vilar, "Historia social y «filosofia de la historia»" (1964), pp. 141-160 de Economía, Derecho,
17 Karl Marx, "Prólogo" de la Contribución a la crítica de la economía política, en Obras escogidas, Fun-
tico en "Eric Hobsbawm y la edad de oro de la historia social", en Gumersindo Vera y otros (coords.), Los his-
toriadores y la historia para el siglo XXI, pp. 49-78.
19 Pierre Vitar, Historia marxista, historia en construcción. Ensayo de diálogo con Althusser, Anagrama,
1
Barcelona, 1975 (2ª ed.).
20 Georges Duby, Diálogos sobre la Historia. Conversaciones con Guy Lardreau, Alianza, Madrid, 1988,
p. 102. 67
21 El esfuerzo de Hervé Couteau-Begarie, Le phénoméne "Nouvelle Histoire ". Stratégie et idéologie des
nouveaux historiens, Economica, París, 1983, pp. 225-243 , por responder a la pregunta de si la nouvel/e histoire
era "Une histoire marxiste?'', se salda con el reconocimiento de la influencia superficial del marxismo sobre
Annales, la reducción efectiva a un grupo, en su mayoría de jóvenes, e incluso de la supeditación de la ideolo-
gía a una estrategia de poder.
22 Eric J. Hobsbawm, "El grupo de historiadores del Partido Comunista", Historia Social, 25 (1996), pp.
.. 1 61-80 [original en Rebe/s and Their Causes, 1978]. Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos. Un
análisis introductorio, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 1989.
23
24
Eric Hobsbawm, Años interesantes. Una vida en el siglo xx, Crítica, Barcelona, 2003, pp. 262ss.
Véanse, entre otros, Julián Casanova, La historia social y los historiadores, Crítica, Barcelona, 1991.
1
Georg G. Iggers, La ciencia histórica en el siglo xx. Las tendencias actuales, Labor, Barcelona, 1995. Jürgen
Kocka, Historia social y conciencia histórica, Marcial Pons, Madrid, 2002. Theda Skocpol, "Temas emergentes y
estrategias recurrentes en sociología histórica", Historia Social, 10 (1991), pp. 101-104 (y esquemas de la p. 66). 69
3. EL DILEMA DE ROBINSON
25 "Introduction", Past and Present, 1 (1952), pp. I-IV. Véase también Christopher Hill, R.H. Hilton y E.J.
Hobsbawm, "Origins and early years'', Past and Present, 100 (1983), pp. 3-14.
26 Me baso en la edición Robinson Crusoe, traducción de Martha Eguía, Altaya, Barcelona, 1993.
L
en que es formulado un enunciado es un requisito previo de la verdad de este enunciado,
como reclama Ankersmith en el texto antes citado?
Esta era, en verdad, una situación excepcional, la historia de un hombre solo, ajeno a
la sociedad y excluido de sus determinaciones. ¿Qué puede ser objeto de estudio, en tal
27 Las referencias metodológicas aludidas en este apartado proceden de Roger Chartier, El mundo como
representación. Estudios sobre historia cultural, Gedisa, Barcelona, 1992; y R. Chartier y D. Roche, "El libro.
Un cambio de perspectiva", en Jacques Le Goffy Pierre Nora (dirs.), Hacer la historia, Laia, Barcelona, 1980,
III, pp. 119-140 [lectura y lector]. Michel Foucault, La arqueología del saber, Siglo XXI, México, 1970 [pas-
sim: reglas discursivas y afirmaciones de verdad; pp. 322-323: episteme y estructura de pensamiento] y Las pa-
labras y las cosas, Siglo XXI, México, 1968, pp. 102-115 [el poder de nombrar y la representación de la pala-
bra]. Georges Duby, Diálogos sobre la Historia, pp. 44-62 [inferir de lo oculto en las fuentes]. Cario Ginzburg,
"Indicios. Raíces de un paradigma indiciario", íd., Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia, Gedisa,
1
Barcelona, 1989, pp. 138-175. Eric R. Wolf, Europa y la gente sin historia, Fondo de Cultura Económica, Mé-
xico, 1987. Clifford Geertz, La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona, 2005 (13ª reimpr.), pp. 19-40
[el método de la descripción densa en etnografia]. 77
28 Recordemos algo que hace unas décadas hubiera resultado superfluo especificar: por fuerzas producti-
vas entiende Marx los seres humanos que intervienen en el proceso de trabajo (fuerza de trabajo), los recursos
sometidos a transformación o necesarios para que tenga lugar ésta (medios de producción) y la técnica que faci-
lita la productividad (instrumentos de producción).
La tradición de estudios marxistas tendió a establecer una relación directa entre con-
diciones materiales de existencia y clase social, descuidando la atención hacia intereses,
modo de vida y cultura, o limitando la observación al primero de estos factores. 30 En la
tradición de estudios weberianos la atención se centraba en la cultura y los hábitos socia-
les, y en menor medida en los intereses, pero unos y otros elementos se escinden de las
condiciones materiales de existencia, de las relaciones de producción, para incidir en los
mecanismos no económicos de la dominación (autoridad, status), caso de llegar a recono-
cerse esta última. Talcott Parsons escribió en El sistema social, en 1951, las siguientes pa-
labras: "un sistema social consiste ( ... ) en una pluralidad de actores individuales que in-
teractúan entre sí en una situación que tiene, al menos, un aspecto físico o de medio
ambiente, actores motivados por una tendencia a 'obtener un óptimo de gratificación' y
29 Las alusiones de este apartado proceden de Karl Marx, El Capital, Siglo XXI, Madrid, 1978 (2ª ed.), ! ,
pp. 179-214. De la amplia obra de Christopher Hill sobre el siglo XVII, remitimos a De la Reforma a la Revolu-
ción industrial, 1530, 1780, Ariel, Barcelona, 1980, en particular a las pp. 256-271 , sobre comercio marítimo
británico, que se abre con una cita de Defoe. La obra preparada por GeoffEley y William Hunt (eds.), Reviving
the English Revolution. Rejlections and Elaborations on the Work of Christopher Hill, Verso, Londres, 1988,
glosa, revisa y discute sus propuestas; en relación a las contribuciones de Hill sobre la cultura del XVII , Margot
Heinemann, "How the Words Got on to the Page: Christopher Hill and Seventeenth-Century Literary Studies",
pp. 73-97, asocia la aparición de una novela realista mundana, de la que Defoe sería su exponente, con el senti-
do de control de la vida que posee la clase media victoriosa después de la Revolución (p. 81 ). La mención de
Eric J. Hobsbawm, en "De la historia social a la historia de la sociedad", Historia Social, 10 (1991), p. 19 [ori-
ginal en Daedalus, 100 (1971)]. Sobre el autor, véase John Richetti, The Lije of Daniel Defoe. A Critica/ Bio-
graphy, Blackwell, Londres, 2005 . La "maldición" del trabajo asalariado en la etapa inmediata posterior, en E.P.
Thompson, La formación histórica de la clase obrera inglesa. Inglaterra, 1780-1832, Laia, Barcelona, 1977, II,
pp. 9-73 ; y del mismo autor, Costumbres en común, Crítica, Barcelona, 1995, pp. 29-115 ("Patricios y plebe-
yos") para el mundo de los plebeyos, precisamente a partir de algunas consideraciones descritas por Defoe.
30 De eso hace algún tiempo, antes de los estudios de influencia gramsciana, entre otros, de George Rudé o
de Raymond Williams, fallecidos, respectivamente, en 1993 y 1988. Véanse del primero sus textos sobre cons-1
trucción de la ideología en Revuelta popular y conciencia de clase, Crítica, Barcelona, 1981 , y El rostro de la
multitud. Ideología y protesta popular, Biblioteca de Historia Social, Valencia, 2000. De Williams, Marxismo y
literatura, Península, Barcelona, 1980 y Palabras clave. Un vocabulario de la cultura y la sociedad, Nueva Vi-
sión, Buenos Aires, 2000. 81
31 Talcott Parsons, El sistema social, Revista de Occidente, Madrid, 1966, pp. 82-91.
32 Nicole Laurin-Frenette, Las teorías funciona/istas de las clases sociales. Sociología e ideología bur-
guesa, Siglo XXI, Madrid, 1989 (3ª ed.), pp. 118-162.
33 Talcott Parsons, La estructura de la acción social, Guadarrama, Madrid, 1968, pp. 82-91.
34 Neil J. Smelser, Teoría del comportamiento colectivo, Fondo de Cultura Económica, México, 1989
35 Silvia M. Hirsch y Pablo G. Wright, "De Bali al posmodemismo: una entrevista con Clifford Geertz",
Alteridades, 5 (1993), UAM-Iztapalapa, México, pp. 119-126, donde Geertz, sin embargo, se distancia de Par-
sons.
36 Peter Burke, Historia y teoría social, Instituto Mora, México, 1997, p. 32.
38 K. Marx y F. Engels, La ideología alemana, Pueblos Unidos/Grijalbo, Barcelona, 1974 (5ª ed.), pp. 60-61.
1
39 Goran Therbom, Ciencia, clase y sociedad. Sobre la formación de la sociología y del materialismo his-
42 En dos momentos de los años noventa hice un seguimiento de tendencias, publicadas como "El abuso
del método, un asalto a la teoría", en S. Castillo (coord.), Situación y p erspectivas de la historia social en Espa-
1
ña, Siglo XXI, Madrid, 1991, pp. 87-11 O; e "Historia social y comprensión histórica de las sociedades", en
C. Barros (ed.), La Historia a Debate, 11, HaD, Santiago de Compostela, 2000, I, pp. 121-128. 85
.. 1 43 Pierre Bourdieu, La distinción , Taurus, Madrid, 1998, Segunda parte, pp. 97 y ss.
44 Josef L. Altholz, "Lord Acton and the Plan ofthe Cambridge Modern History", The Historical Journal,
.. 1 49 Cario Ginzburg, El juez y el historiador. Acotaciones al margen del caso Sofri, Anaya & Mario Much-
l..
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