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03 - Historia del sacramento de la uncioó n.

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Historia de la liturgia de la Unción de los enfermos 1


Podemos dividir la historia en cuatro períodos:

1. desde la época apostólica hasta finales del s VIII


2. Desde el S VIII hasta el Concilio de Trento (S XVI)
3. Desde Trento hasta el Vaticano II (S XX)
4. Desde el Vaticano II hasta la actualidad.

1ª Etapa, desde la época apostólica hasta finales del S VIII


No encontramos en esta etapa rituales propiamente dichos, sino testimonios del uso del óleo y
fórmulas de bendiciones.

La Tradición Apostólica, documento de principios del s. III, atribuido a San Hipólito nos deja este
testimonio:

Si alguien ofrece óleo que (el obispo) dé gracias lo mismo que para
la oblación del pan y del vino, que se exprese, no en los mismos
términos, sino en el mismo sentido, diciendo: Al igual que
santificando este óleo das, oh Dios, la santidad a los que son
ungidos con él y lo reciben (este óleo), con el que ungiste a reyes,
sacerdotes y profetas, que dé también fortaleza a cuantos lo
prueben y salud a cuantos lo usen.
No se trata de una bendición específica, sino que se bendice aceite para todos los usos que se
incorpora a la Plegaria Eucarística de la Misa. Tampoco se dice nada del ministro.

Ya en el s V encontramos una fórmula más desarrollada que invoca al Espíritu Santo. Esta oración
se la conoce tradicionalmente como Emitte por su primera palabra en latín:

Envía, Señor, desde el cielo tu Espíritu Santo Paráclito sobre este


jugo del olivo, que has hecho brotar del leño verde para vigor del
cuerpo, a fin de que, con tu bendición, se convierta para cuantos
sean ungidos con él, lo gusten o se lo apliquen, en un remedio de
alma y cuerpo, que elimine todo dolor, flaqueza y enfermedad
corporal; con él ungiste a los sacerdotes, a los reyes, a los profetas
y a los mártires, ese óleo perfecto que has bendecido, Señor, y que
permanece en nuestras entrañas, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo.

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Cfr. RUSSO, Roberto, Unción de los Enfermos, en Manual de Liturgia. La celebración del misterio Pascual.
Los Sacramentos: Signos del misterio Pascual, CELAM (Bogota, 2001), p. 336-348
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Se descubren fácilmente reminiscencias de la bendición de San Hipólito. También esta bendición se


hace al final de la Plegaria. Los usos son variados y la forma de expresarse sugiere que el enfermo
se lo aplica a sí mismo. Los efectos son la curación del alma y del cuerpo.

Los elementos esenciales de este período podrían resumirse en los siguientes puntos:

 Disponemos -desde el siglo III- de fórmulas de bendición del óleo para los enfermos.
 El ministro de tal bendición es el obispo, que la realiza durante la plegaria eucarística.
 El óleo consagrado por el obispo recibe del Espíritu las virtudes sanadoras.
 De los escritores eclesiásticos surge la praxis de aplicación del óleo, es decir, la unción.
La misma es realizada no sólo por los presbíteros sino también por los laicos.
 Los destinatarios son los enfermos, cualquiera sea su enfermedad, y no sólo los
enfermos graves, y menos sólo los moribundos.
 La curación corporal es el efecto principalmente invocado. Pero se mira siempre la
salvación de todo el hombre: alma, espíritu y cuerpo. Al efecto espiritual y de perdón
de los pecados se le da una importancia relativamente secundaria.
 No tenemos un ritual para la unción.

2ª Etapa, Desde el S VIII hasta el Concilio de Trento (S XVI)


Este período, a diferencia del anterior, presenta una rica documentación en la praxis de la unción,
mostrando cambios en la concepción y sentido, aplicación y celebración, ministro y sujetos de este
sacramento.

En los rituales se aprecia un cambio en la aplicación del óleo, no tanto en la bendición del mismo.
Poco a poco se van reduciendo las unciones para concentrarse en los sentidos con fórmulas
propias cada vez más parecidas a las de la absolución penitencial.

Los rituales prescriben además una imposición de manos.

Entre el siglo IX y XI la unción se vincula cada vez más con la reconciliación penitencial recibida a la
hora de la muerte. Recordemos que debido a la rigurosidad de la práctica penitencial, se va
dilatando el sacramento de la penitencia hasta los últimos momentos de la vida. Como era
necesario estar reconciliado para recibir la unción, la misma se va uniendo al rito de la
reconciliación. Así se ungen los sentidos, considerados instrumentos del pecado, acompañados por
fórmulas que expresan el perdón y se va perdiendo el sentido de salud corporal. La unción pasa a
ser exclusivamente sacramento de los moribundos, pasa a ser una “extremaunción”. Esto ha
llegado hasta el Vaticano II.

La teología escolástica entiende a este sacramento como el último de los sacramentos que se
recibe antes de la muerte, incluso luego del viático.

3ª Etapa, desde Trento hasta el Vaticano II (S XX)


El ritual de 1614 que surge luego del Concilio de Trento subraya el tono penitencial y la conexión
con la muerte, aunque algunos textos litúrgicos expresan los temas de la tradición antigua.

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Se establece la unción en los cinco sentidos con la fórmula “Por esta santa unción y su piadosa
misericordia te perdone el Señor lo que por la vista (etc.) cometiste…”. Es claro que esta fórmula
sólo expresa uno de los efectos del sacramento que es el perdón de los pecados.

Este ritual permaneció vigente hasta 1972, cuando se crea el nuevo ritual que usamos hoy.

4ª Etapa, desde el Vaticano II hasta la actualidad


A tono con la intención general del Concilio, no se ofrece una doctrina sobre la unción sino que se
revisan los ritos. Esto es lo que propone la constitución sobre la liturgia, Sacrosanctum Concilium,
al respecto:

73. La «extremaunción», que también, y mejor, puede llamarse


«unción de enfermos», no es sólo el Sacramento de quienes se
encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el
tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya
empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez.
74. Además de los ritos separados de la unción de enfermos y del
viático, redáctese un rito continuado, según el cual la unción sea
administrada al enfermo después de la confesión y antes del
recibir el viático.
75. Adáptese, según las circunstancias, el número de las unciones,
y revísense las oraciones correspondientes al rito de la unción de
manera que respondan a las diversas situaciones de los enfermos
que reciben el sacramento.

Con respecto al nombre del sacramento, propone que se llame “unción de los enfermos” (SC 73).
En cuanto al sujeto del sacramento, se interpreta el “peligro de muerte” en el sentido más amplio
posible, y propone que se revise el ritual.

Pablo VI promulga el nuevo ritual en 1972 asumiendo la propuesta de los padres conciliares. Se
reforma el rito esencial del sacramento y se proponen tres formas de celebrar la unción: dentro de
la misa, fuera de la misa y en grandes reuniones de fieles. El viático es presentado como distinto de
la unción y de la misa, e incluso de la comunión a los enfermos. Se propone como excepcional el
rito continuo de la penitencia, unción y viático. Presenta un rito breve de la confirmación en
peligro de muerte.

La primera y más importante reforma que aportó la Constitución de Pablo VI consistió en la


modificación de la fórmula sacramental:

Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el


Señor con la gracia del Espíritu Santo. R. Amén.

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Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te


conforte en tu enfermedad. R. Amén.
De esta forma se hace "referencia a las palabras de Santiago, y se expresa más claramente los efectos
sacramentales”. El cambio de la fórmula de las unciones va acompañado de dos decisiones más
que se refi eren al signo sacramental. Una afecta al número de las unciones. El concilio Vaticano II
había expresado el deseo de que el número de las unciones se adaptase a las circunstancias (SC
75). Entre la multiplicidad de las unciones prevista por el Ritual de 1614 y el signo reducido a una sola
unción en casos de necesidad, se buscó una vía intermedia: el rito normal comprenderá en adelante
dos unciones: en la frente y en las manos, pero con una única fórmula.

La otra decisión de Pablo VI responde al deseo de las conferencias episcopales: el poder usar otro
tipo de aceite, distinto del de oliva, a condición de que sea de origen vegetal.

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