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Terapia Gestalt: sus

reglas y técnicas
principales
Los aportes de la terapia gestalt giran en gran medida en torno de dos
series de lineamientos, que llamaremos «reglas» y «técnicas». Las
reglas, escasas en número, suelen ser presentadas y enunciadas
formalmente desde el comienzo; las técnicas, en cambio, son numerosos
y resulta imposible elaborar su nómina completa, dado que todo
terapeuta ingenioso creará nuevas técnicas de tanto en tanto.

Índice de contenido:

 Introducción
 Las reglas de la terapia gestalt
o El principio del ahora
o Yo y tú
o Empleo del continuo de conciencia
o No murmurar
o Formulación de preguntas
 Las técnicas de la terapia gestalt
o Técnicas de diálogo
o Hacer la ronda
o Asuntos pendientes
o «Me hago responsable»
o «Tengo un secreto»
o La técnica de las proyecciones
o Antítesis
o El ritmo de contacto y apartamiento
o «Ensayo teatral»
o «Exageración»
o «Técnica de la repetición»
o «¿Me permites que te dé una oración?»
 Técnicas gestalt para terapia de pareja
Introducción
Si queremos hacer mínima justicia al espíritu y la esencia de la terapia
gestalt, debemos distinguir claramente las reglas de las órdenes. La
filosofía implícita en las reglas es proporcionarnos medios eficaces para
unificar el pensamiento y el sentimiento; tienen por designio ayudarnos
a sacar a luz las resistencias, a promover una mayor toma de conciencia;
a facilitar, en fin, el proceso de maduración.

No las preside, decididamente, la intención de presentar una lista


dogmática de lo que se debe y lo que no se debe hacer; se las brinda, más
bien, con el mimo ánimo con que se propone al paciente un experimento
para que lo realice. A menudo, tendrán gran «valor de choque»,
demostrándole al individuo de cuántas y cuan sutiles formas evita
experimentarse a sí mismo y a su ambiente.

Si el propósito que persiguen las reglas se aprecia correctamente, no se


las tomará en sentido literal sino que se comprenderá su significado
intrínseco. Por ejemplo, el «chico obediente» que es completamente
incapaz de entender la intención liberadora de las reglas con frecuencia
las respetará al pie de la letra hasta extremos absurdos, confiriéndoles
así su propia falta de vitalidad en lugar de la energía que ellas procuran
promover.

Fiel a sus orígenes en la psicología de la gestalt, la esencia de terapia


gestalt se halla en la perspectiva desde la cual enfoca los procesos de la
vida humana. Visto en esta luz, cualquier conjunto de técnicas, como las
reglas y técnicas que actualmente utilizamos, puede considerarse
simplemente como un medio útil, como una serie de herramientas
convenientes para nuestros fines pero que no poseen propiedades
sacrosantas.

Las reglas de la terapia gestalt

El principio del ahora

La idea del ahora, del momento inmediato, del contenido y estructura


de la experiencia actual, es uno de los principios más vigorosos, fecundos
y escurridizos de la terapia gestalt. Ateniéndome a mi experiencia
personal, debo decir que en varias oportunidades me he sentido
intrigado, enfurecido, frustrado y alborozado por todo lo que lleva
implícito la idea, en apariencia simple, de «ser en el ahora».

¡Y qué experiencia fascinante es ayudar a los demás a percatarte de las


múltiples maneras mediante las cuales evitan adquirir por sí mismos esa
conciencia auténtica e inmediata! Con el fin de fomentar la conciencia
del ahora, sugerimos a la gente que se comunique en tiempo presente.
«¿De qué tiene conciencia en este momento?», «¿Qué está pasando
ahora?», «¿Qué está sintiendo en este instante?» La pregunta: «¿Cuál es
su ahora?» es eficaz para terapeutas y para pacientes.

Sería inexacto afirmar que el material histórico y el pasado carecen de


interés. Cuando se cree que guarda afinidad con aspectos importantes
de la estructura de personalidad actual, se aborda activamente ese
material. No obstante, la forma más efectiva de incorporar a la
personalidad el material del pasado es traerlo —del modo más completo
posible— al presente. Se evitan así los amables «sobreísmos»
intelectualizados y se procura insistentemente que todo el material
ejerza el impacto de lo inmediato.

Cuando el paciente alude a sucesos de ayer, de la semana pasada o del


año anterior, rápidamente le decimos que «se ubique» allí con su
fantasía y represente el drama en términos actuales. Nos afanamos por
señalar al paciente con qué presteza abandona el ahora. Discernimos su
necesidad de hacer intervenir en el diálogo a personas ausentes, la
acuciante nostalgia que lo lleva a rememorar el pasado, su tendencia a
ocupar su mente con temores y fantasías acerca del futuro.

Para la mayoría de nosotros, el ejercicio de permanecer en la toma de


conciencia presente constituye una disciplina abrumadora, que solo
puede mantenerse por lapsos breves. No estamos acostumbrados a una
disciplina tal, y nos inclinamos a ofrecerle resistencia.

Yo y tú

Con este principio, procuramos expresar en la forma más clara y


concreta posible la idea de que la verdadera comunicación incluye tanto
al emisor como al receptor. A menudo, los sujetos actúan como si el
destinatario de sus palabras fuese el cielorraso o el aire. Al
preguntárseles «¿A quién le está diciendo eso?», se los obliga a enfrentar
su renuencia a enviar el mensaje directamente al receptor, al otro.
De este modo, suele solicitársele al paciente que mencione el nombre de
la otra persona —al comienzo de cada oración, en caso necesario—. Se le
pide que tome conciencia de la diferencia entre «hablarle» a su
interlocutor y «hablar» delante de él. Se lo insta a que compruebe si su
voz y sus palabras alcanzan realmente al otro. ¿Lo toca realmente con
sus palabras? ¿En qué medida está dispuesto a tocarlo con sus palabras?
¿Comienza a darse cuenta, acaso, que su evitación fóbica de la relación
con los demás y del contacto genuino con ellos se pone de manifiesto
también en los mecanismos de su voz y en su conducta verbal?

Si su contacto con el resto de la gente es escaso o insuficiente, ¿comenta


por ventura a plantearse serias dudas en cuanto a que los demás tengan
existencia real para él en este mundo? ¿En cuanto a que él esté
realmente con personas, o se sienta solo y abandonado? lenguaje
impersonal y personal.Esta regla tiene que ver con la semántica de la
responsabilidad y la participación. Es común que, para referirnos a
nuestro cuerpo y a nuestros actos y conductas, empleemos un lenguaje
impersonal:

—¿Qué siente en su ojo? —Un parpadeo. —¿Qué ocurre con su mano? —


Tiene un temblor. —¿Qué siente en la garganta? —Un ahogo. —¿Qué
siente en su voz? —Un sollozo.

Merced al simple —y aparentemente mecánico— expediente de convertir


el lenguaje impersonal en lenguaje personal, aprendemos a identificar
mejor la conducta en cuestión y a asumir responsabilidad por ello en
lugar de «Un temblor», «Estoy temblando»; en vez de «Un ahogo» «Me
siento ahogado». Avanzando un paso más, diremos «Siento que estoy
ahogándome». En este caso puede apreciarse de inmediato el diferente
grado de responsabilidad y de participación que experimenta el
individuo.

La traducción del lenguaje impersonal a lenguaje personal es un ejemplo


en miniatura de muchas de las técnicas de juego guestálticas. A medida
que el sujeto participa, es más probable que se vea a sí mismo como un
agente activo que hace cosas, en lugar de un ser pasivo al cual las cosas
de algún modo le «ocurren».

Hay otras técnicas semánticos. Si el paciente dice «No puedo hacerlo»,


el terapeuta le solicitará que diga «No lo haré»; si acepta esta
formulación y la utiliza, le preguntará: «Y ahora, ¿qué siente?».
T: ¿Qué oye en su voz?
P: Parece un llanto.
T: ¿Puede usted asumir responsabilidad por ello diciendo «Estoy
llorando»?
Otros de los gambitos de la semántica de la responsabilidad consisten
en hacer que el paciente reemplace los nombres por verbos y que utilice
con frecuencia el modo imperativo como medio más directo de
comunicación.

Empleo del continuo de conciencia

El empleo del denominado «continuo de conciencia» —el «cómo» de la


experiencia— es absolutamente fundamental en terapia gestalt. Se
logran con él efectos a la vez notables y sorprendentes. La insistencia con
que se vuelve a él y la confianza que en él se deposita es una de las
mayores innovaciones técnicas aportadas por esta terapia. El método es
muy simple:

T: ¿De qué tienes conciencia ahora?


P: Tengo conciencia de que te estoy hablando. Veo a las demás personas
que están en el cuarto. Tengo conciencia de que John está moviéndose
en su asiento. Puedo sentir la tensión en mis hombros. Tengo conciencia
de que a medida que digo esto aumenta mi ansiedad.
T: ¿Gomo experimentas esa ansiedad?
P: Oigo temblar mi voz. Siento la boca seca. Hablo en forma muy
vacilante.
T: ¿Tienes conciencia de lo que están haciendo tus ojos?
P: Bueno, ahora me doy cuenta de que mis ojos no hacen más que mirar
hacia otro lado . . .
T: ¿Puedes asumir la responsabilidad por ello?
P: … que yo no hago más que apartar los ojos de tí.
T: ¿Puedes ser tus ojos ahora? Haz de cuenta que son ellos los que
hablan…
P: Soy los ojos de Mary. Me resulta difícil mirar fijo. Paso todo el tiempo
saltando de un lado a otro…
El continuo de conciencia tiene inagotables aplicaciones, pero es ante
todo un modo eficaz de conducir al individuo hacia los firmes cimientos
de sus experiencias y de apartarlo de las interminables verbalizaciones,
explicaciones, interpretaciones. La conciencia de los sentimientos
corporales y de las sensaciones y percepciones constituye nuestro saber
más seguro —tal vez el único saber seguro que poseemos—. Depositar
confianza en la información que proporciona la toma de conciencia es la
mejor manera de poner en práctica el refrán de Perls: «Abandona tu
mente y recobra tus sentidos».

El empleo del continuo de conciencia es, para el terapeuta gestaltista, el


mejor modo de hacer que el paciente coloque menos el acento en
el porqué de la conducta (interpretación psicoanalítica) y más en el qué
y el cómo de la conducta (psicoterapia experiencial):

P: Tengo miedo.
T: ¿Cómo experimentas ese miedo?
P: No puedo verte con claridad. Me transpiran las manos…
Al ayudar al paciente a confiar en sus sentidos («retornar a sus
sentidos»), también lo ayudamos a distinguir entre la realidad que tiene
delante suyo y los demonios horrendos que fabrica en su fantasía:

P: Estoy seguro que la gente me despreciará por lo que acabo de decir.


T: Recorre la habitación mirando detenidamente a cada uno de
nosotros. Cuéntame qué es lo que ves, qué es lo que tus ojos —no tu
imaginación— te dicen.
P: (luego de cierto periodo de exploración y descubrimiento): Bueno,
¡lo cierto es que la gente no mira con tanto rechazo! Algunos de ustedes
incluso me dirigen una mirada cálida y amable.
T: ¿Qué experimentas ahora?
P: Estoy más relajado.

No murmurar

Como sucede con muchas técnicas guestálticas, la regla de no murmurar


tiene el propósito de promover sentimientos e impedir la evitación de
sentimientos. Se define la murmuración como todo aquello que se dice
acerca de un individuo que está presente y a quien se puede hablar en
forma directa. Por ejemplo, supóngase que el terapeuta está tratando a
dos pacientes llamados Bill y Ann:

Bill (al terapeuta): El problema con Ann es que siempre me está


molestando.
T: Estás murmurando, díselo a Ann.
Bill (volviéndose hacia Ann): Siempre me estás molestando.
Solemos entregarnos a las murmuraciones sobre las personas cuando no
hemos podido manejar directamente los sentimientos que despertaron
en nosotros. La regla de no murmurar es otra de las técnicas guestálticas
que facilita la confrontación directa de los sentimientos.
Formulación de preguntas

La terapia gestalt presta mucha atención a la necesidad del paciente de


formular preguntas. Es evidente que quien formula una pregunta nos
está diciendo: «Dame, dime…».

A menudo, si lo escuchamos con cuidado, descubriremos que no


necesita realmente la información que pide, o que su pregunta no es
verdaderamente necesaria, o que implica pereza y pasividad de su parte,
en tal caso, el terapeuta puede decirle. «Reformula esa pregunta como
una proposición». La frecuencia con la que el paciente puede hacerlo
invalida la conducta del terapeuta.

Deben distinguirse las preguntas genuinas de las falsas; estas últimas


son las que tienen como objetivo manipular o sobornar al interlocutor
para que vea o haga las cosas de cierta manera. En cambio, las preguntas
de la forma «¿Cómo lo haces tú» y «¿Tienes conciencia de que …?»
suministran un apoyo auténtico.

Las técnicas de la terapia gestalt


A continuación, describiremos sucintamente cierto número de
«técnicas» empleadas en terapia gestalt. El terapeuta los propone
cuando le parece que el momento es oportuno —ya sea en lo que toca a
las necesidades de un individuo o del grupo—. Algunos de estas técnicas,
como los llamados «Tengo un secreto» y «Me hago responsable», son
particularmente útiles para aumentar el entusiasmo de un grupo al
comienzo de la sesión.

No es, desde luego, accidental que algunas de las técnicas principales de


la terapia gestalt tomen la forma de un juego. Se trata, a todas luces, de
una metacomunicación de Perls, que pone de relieve una de las muchas
facetas de su filosofía acerca del funcionamiento de la personalidad.

El lenguaje de las técnicas (que es en sí mismo un juego) puede


interpretarse como un comentario sobre la índole de todas o casi todas
las conductas sociales. El mensaje no es que se dejen de jugar las
técnicas —puesto que todas las formas de organización social pueden
concebirse como un juego de tal o cual tipo—, sino que tomemos
conciencia de las técnicas que jugamos y seamos libres de sustituir los
que no nos gratifican por aquellos que sí nos gratifican.
Aplicando este punto de vista a cualquier relación bipersonal (el amor,
el matrimonio, la amistad), no saldremos a la búsqueda de un
compañero o compañera que «no juegue técnicas», sino que buscaremos
una persona que practique técnicas que se acomoden bien a los nuestros.

Técnicas de diálogo

En su tentativa de lograr un funcionamiento integrado del individuo, el


terapeuta gestaltista investiga las divisiones o escisiones manifiestas en
su personalidad. Naturalmente, toda «escisión» que se descubra será
función del marco de referencia del terapeuta y de su poder de
observación. Una de las principales divisiones postuladas es la que hay
entre el «opresor» y el «oprimido», según se los denomina.

El opresor es el equivalente aproximado del superyó psicoanalítico: es


moralizador, imperativo y condenatorio, y su especialidad son
los debes.El oprimido tiende a oponerle una resistencia pasiva, a
encontrar excusas para su conducta y dar razón de sus demoras. Cada
vez que se presenta esta división, se le pide al paciente que mantenga un
diálogo real entre dichos dos componentes de sí mismo.

Por supuesto, la misma técnica de diálogo puede aplicarse para


cualquier escisión significativa dentro de la personalidad (el agresivo
contra el pasivo, el «buen muchacho» contra el villano, el masculino
contra el femenino, etc.). En ocasiones, puede aplicárselo incluso a
diversas partes del cuerpo: la mano derecha contra la izquierda, la parte
superior del cuerpo contra la parte inferior. También puede
desarrollarse el diálogo entre el paciente y alguna persona significativa
para él: el sujeto se dirige a ella como si estuviera presente, imagina cuál
sería su respuesta, le contesta a su vez, y así sucesivamente.

Hacer la ronda

A veces el terapeuta puede encontrar conveniente que uno de los


pacientes, que se ha referido a un tema en particular o ha expresado
determinado sentimiento, repita eso mismo frente a cada uno de los
integrantes del grupo. Si un paciente afirmó: «No soporto a ninguna de
las personas que hay en este cuarto», el terapeuta podrá decirle: «Muy
bien, haz la ronda. Repite esas palabras ante cada uno de nosotros,
añadiendo alguna observación vinculada con tus sentimientos en cada
caso».
La técnica de la «ronda» es, desde luego, infinitamente flexible y no es
preciso limitarlo a la interacción verbal: puede incluir conductas como
tocar o acariciar a los demás, observarlos detenidamente, asustarlos,
etcétera.

Asuntos pendientes

Los asuntos pendientes constituyen en terapia gestalt el equivalente de


la tarea perceptual o cognitiva inconclusa de la psicología de la gestalt.
Cada vez que logran identificarse esos asuntos pendientes (sentimientos
no resueltos), se le pide al paciente que los complete.

Como es obvio, en el campo de las relaciones interpersonales todos


tenemos una lista interminable de asuntos pendientes —p. ej., con
nuestros padres, hermanos y amigos—. Perls sostiene que los
resentimientos son los más comunes e importantes.

«Me hago responsable»

Esta técnica se funda en algunos de los elementos del continuo de


conciencia, pero en él todas las percepciones se consideran actos. Se
solicita a los pacientes que añadan, a cada una de sus proposiciones, «…
y me hago responsable de ello». Por ejemplo: «Tengo conciencia de que
estoy moviendo la pierna … y me hago responsable de ello»; «Mi voz es
muy tranquila … y me hago responsable de ello»; «No «sé qué decir en
este momento … y me hago responsable de no saberlo».

Lo que a primera vista parece un procedimiento mecánico y aun


intrascendente revela muy pronto tener gran significado.

«Tengo un secreto»

Esta técnica permite investigar los sentimientos de culpa y vergüenza.


Cada persona debe pensar en un secreto personal celosamente
guardado, pidiéndosele que no comparta con los demás el secreto en sí
pero imagine (proyecte) de qué manera, a su juicio, reaccionarán los
otros frente a él.

Luego puede solicitársele que se jacte ante los demás de poseer un


terrible secreto; comienza entonces a salir a luz el vínculo inconsciente
con el secreto como logro preciado.
La técnica de las proyecciones

Muchas aparentes percepciones son en realidad proyecciones.


Verbigracia, al paciente que dice «No puedo confiar en usted» se le
pedirá que represente el papel de una persona poco digna de confianza,
con el objeto de descubrir su conflicto interno en este ámbito.

Otro paciente se quejará al terapeuta diciéndole: «Usted no está


verdaderamente interesado en mí. Hace esto nada más que para ganarse
la vida»; se le solicitará entonces la representación de la actitud que le
imputa al terapeuta, tras lo cual se le puede preguntar si no cree que él
posee, también, el rasgo mencionado.

Antítesis

Uno de los caminos de que dispone el terapeuta gestaltista para


aproximarse a ciertos síntomas o dificultades es ayudar al paciente a que
advierta que la conducta manifiesta suele ser la antítesis de los impulsos
subyacentes o latentes. Se usa entonces la técnica de la antítesis.

Por ejemplo, al sujeto que dice sufrir inhibiciones o una timidez excesiva
se le hace representar el papel de exhibicionista; al internarse en ese
terreno tan lleno de ansiedad para él, toma contacto con una parte de sí
mismo que había permanecido sumergida durante mucho tiempo. O
bien, si el sujeto desea tratar su extrema sensibilidad a las críticas, se le
hará representar el papel de escucha atento a todo lo que se le dice —en
especial las críticas— sin necesidad de defenderse o de contraatacar. O,
si se trata de un individuo que no hace valer sus méritos y que se muestra
demasiado delicado con la gente, se le pedirá que haga el papel de una
persona egoísta y malvada.

El ritmo de contacto y apartamiento

Como consecuencia de su interés por la totalidad de los procesos vitales,


por los fenómenos de figura y fondo, la terapia gestalt hace hincapié en
la índole polar del funcionamiento vital. La capacidad de amar se ve
obstaculizada por la incapacidad para resistir la ira; el descanso es
necesario para restaurar energías; una mano no es una palma abierta ni
un puño cerrado, pero puede abrirse o cerrarse.

La inclinación natural a apartarse de todo contacto, que el paciente


experimentará de vez en cuando, no se considera como una resistencia
que debe ser superada sino como una respuesta rítmica que debe
respetarse. En consecuencia, cuando el sujeto desea apartarse, se le dice
que cierre los ojos y lo haga en su fantasía a cualquier lugar o situación
en los que se sienta seguro.

Tras describir el panorama que se le ofrece y lo que siente en tales


circunstancias, se le pide que abra los ojos y «vuelva al grupo». Se
retoma entonces la tarea tal como se la venía desarrollando; por lo
general, el paciente suministra nuevo material en estos casos, dado que
el apartamiento le ha permitido recuperar energías.

El enfoque guestáltico nos propone que aceptemos la necesidad del


apartamiento en todas las situaciones en las que la atención o el interés
disminuyen, pero permaneciendo conscientes del rumbo que toma
nuestra atención.

«Ensayo teatral»

Según Perls, nuestro pensamiento consiste, en buena medida, en un


ensayo y preparación internos de los roles sociales que habituaimente
debemos representar. La experiencia del miedo al público no es más que
nuestro temor de que no haremos un buen papel. De acuerdo con ello,
los integrantes del grupo juegan a compartir sus respectivos ensayos,
con lo cual ganan conciencia sobre los preparativos a que recurren para
apuntalar sus roles sociales.

«Exageración»

Esta técnica está íntimamente vinculada al principio del continuo de


conciencia y nos brinda un medio adicional de comprender el lenguaje
del cuerpo. En muchas ocasiones, un movimiento o ademán
involuntario del paciente parece constituir una comunicación
significativa pero tales movimientos pueden ser incompletos o no
alcanzar un total desarrollo —una mano que describe un semicírculo, tal
vez, o un ligero golpe con la pierna sobre el suelo—. Se le solicitará
entonces que exagere y repita el ademán, tratando por lo general de que
se ponga más de manifiesto su significado interno. A veces se le pedirá
que convierta su movimiento en un paso de baile, de modo que entregue
más de sí mismo en una expresión integrada.

Se emplea una técnica similar para la conducta puramente verbal, en lo


que bieh podría llamarse la «técnica de la repetición».
«Técnica de la repetición»

Si un paciente hace alguna declaración importante pero pasa


apresuradamente a otro tema o revela de alguna manera que no ha
absorbido plenamente su impacto, se le pedirá que la repita —varias
veces, en caso necesario, y, sí resulta conveniente, con voz cada vez más
fuerte—. Pronto habrá comenzado a escucharse atentamente a sí mismo,
en lugar de emitir palabras simplemente.

«¿Me permites que te dé una oración?»

Al escuchar u observar al paciente, el terapeuta puede llegar a la


conclusión de que hay una cierta actitud o mensaje implícitos. Le dirá
entonces: «¿Me permites que te dé una oración? Repítela, a ver cómo te
queda a ti, y dísela a varios de los aquí presentes».

Le propone entonces su oración y el paciente prueba a ver cuál es su


reacción frente a ella. Como regla, el terapeuta no ofrece meras
interpretaciones. Es evidente que en esta técnica hay un fuerte elemento
interpretativo, pero el paciente debe hacer suya la experiencia a través
de una participación activa.

Si la oración que se le propuso es verdaderamente importante, él mismo


desarrollará la idea en forma espontánea.

Técnicas gestalt para terapia de pareja


Mencionaremos solamente algunas de las innumerables variantes
posibles de estas técnicas. Los cónyuges, sentados uno frente al otro,
hablan por turno comenzando su exposición con: «Tengo
resentimientos contra ti porque.. .». El tema del resentimiento puede ir
seguido del tema de la estima: «Te estimo porque . ..». Luego el tema de
la malignidad: «Actúo en forma maligna contra tí cuando…» o el de la
condescendencia: «Actúo en forma condescendiente contigo cuando ..
.».

Tenemos, por último, el tema del descubrimiento. Cada uno de los


cónyuges describe alternadamente al otro en oraciones que comienzan:
«Veo en ti…». En muchas circunstancias, este proceso de
descubrimiento implica ver realmente por primera vez a la otra persona.
Perls señala que el problema más difícil del matrimonio consiste en que
se está enamorado de un concepto y no de un individuo; por ende,
debemos aprender a distinguir entre nuestra imagen fantaseada y la
persona de carne y hueso.

Para terminar, es oportuno mencionar un enfoque que, si bien no entra


en la categoría de las reglas ni en la de las técnicas, merece que lo
incluyamos en este lugar. Se trata de un importante gambito de la
terapia gestalt, que simboliza gran parte de la filosofía básica de Perls.
Podríamos llamarlo el principio de «permanecer en los estados de ánimo
propios».

Se apela a esta técnica en momentos claves, cuando el paciente hace


referencia a un sentimiento o estado anímico o mental desagradable y
del que tiene gran urgencia por liberarse. Supongamos que ha llegado a
un punto en el que se siente vacío, o confundido, o frustrado o
descorazonado. El terapeuta le dice: «¿Puedes permanecer en ese estado
de ánimo?».

Casi siempre, este es un momento dramático y de gran frustración para


el individuo. Ha relatado su experiencia con cierta acrimonia y una clara
impaciencia por seguir adelante, dejando tras de sí esos sentimientos.
Sin embargo, el terapeuta le pide deliberadamente que aguante el
sufrimiento psíquico que soporta en ese momento, sea cual fuere este, y
le pide que elabore el qué y el cómo de su estado anímico.

«¿Qué sensaciones tienes? ¿Qué percepciones, fantasías, expectativas?»


En estos momentos es con frecuencia indispensable y oportuno ayudar
al paciente a distinguir entre lo que imagina y lo que percibe. La técnica
de «permanecer en eso» es el mejor ejemplo de la importancia que
concede Perls al papel de la evitación fóbica en toda conducta neurótica.

A su entender, el neurótico ha evitado sistemáticamente establecer un


contacto íntimo con una gama de experiencias desagradables y
disfóricas. Como resultado de ello, la evitación pasa a ser inherente a su
conducta, la ansiedad fóbica se convierte en cosa de todos los días y no
logra jamás un dominio adecuado de ciertas dimensiones
fundamentales de la experiencia.

En este sentido, es interesante recordar el título del primer libro de


Perls: Ego, hunger and aggression (Yo, hambre y agresión). Fue un
título cuidadosamente escogido, con el fin de transmitir el siguiente
mensaje: debemos adoptar, con respecto a las experiencias psicológicas
y emocionales, la misma actitud activa y desafiante que empleamos para
nuestra sana alimentación.
Para una comida sana, empezamos por morder el alimento, luego lo
masticamos, lo trituramos y lo licuamos, más tarde lo tragamos, lo
digerimos, lo incorporamos a nuestro metabolismo y lo asimilamos. De
este modo, el alimento pasa a ser parte real de nosotros.

El terapeuta gestaltista estimula al paciente —sobre todo con la técnica


de «permanecer en eso»— a que emprenda una «masticación» análoga
y la ardua asimilación de dimensiones emocionales de la vida que hasta
entonces le resultaban desagradables al paladar, difíciles de tragar e
imposibles de digerir. Ello aumenta la confianza del sujeto en sí mismo
y lo dota de una mayor capacidad para vivir en forma autónoma y para
enfrentar resueltamente las inevitables frustraciones de la vida.

Autores: Abraham Levitsky y Frederick S. Perls. Foto de Pixelteufel vía


Flickr.

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