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ROMERO.
Los profetas son los hombres que dejan que Dios sea su guía, expresándose en campo
de fe y manifestándose a través de una palabra de exigencia de vida y de transformación
personal. En este sentido La profecía viene a presentarse así como experiencia de encuentro
personal con Dios, a nivel de una palabra que nos capacita para descubrir el sentido del
mundo y para comprometernos con un plano de justicia humana. Por lo tanto se puede definir
como el hombre de la palabra (de Dios) en la historia.
La palabra profeta entró, a partir del Vaticano II, a formar parte del vocabulario
cotidiano dentro de la Iglesia. Se aplica a todos los que denuncian las estructuras de poder y
dominio; a quienes promueven la lucha por la justicia y se ponen de parte de los pobres; a
aquellos, en fin, que viviendo profundamente la experiencia de Dios anuncian el mensaje
liberador de Cristo en múltiples y variadas formas.
Podríamos decir que, en cierto sentido, la palabra profética es una palabra parcial, una
palabra novedosa, una palabra atacada y una palabra conflictiva.
(a) Palabra parcial, porque expresa la opción amorosa de Dios hacia aquellos
amenazados o aniquilados en su vida misma.
Algunos de los rasgos esenciales del profetismo de monseñor Romero son los
siguientes:
Oír el clamor de las víctimas. Los clamores actuales vienen de diferentes fuentes.
Enunciamos algunas: (1) falta de ingresos y recursos productivos suficientes para garantizar
medios de vida sostenibles; (2) hambre y malnutrición; (3) mala salud; (4) falta de acceso o
acceso limitado a la educación y otros servicios básicos; (5) aumento de la morbilidad y la
mortalidad a causa de enfermedades; (6) carencia de vivienda o vivienda inadecuada; (7)
entornos que no ofrecen condiciones de seguridad; (8) discriminación y exclusión sociales;
(9) falta de participación en la toma de decisiones en la vida civil.
Esta realidad produce muerte lenta a la que hay que añadir la muerte por “inexistencia”, esto
es, el surgimiento de grupos humanos que no cuentan ni siquiera como mano de obra barata
para ser explotada (población sobrante). En respuesta a este clamor, Monseñor Romero dijo:
“Queremos ser la voz de los que no tienen voz para gritar contra tanto atropello contra los
derechos humanos; que se haga justicia”