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en el centenario de su nacimiento.
Práctica de la imaginación crítica
1916-2016
estudios e investigaciones
Cenidiap
Producción:
Secretaría de Cultura
Instituto Nacional de Bellas Artes
PRESENTACIÓN 8
Carlos Guevara Meza
CONFERENCIA MAGISTRAL
Aportes de Juan Acha a la autodeterminación estética 11
de Nuestra América. Homenaje crítico
Adolfo Colombres
CONFERENCIA MAGISTRAL
Subdesarrollo y vanguardia. Juan Acha y la crítica de arte 92
en el ocaso del Perú oligárquico (1958-1971)
Gustavo Buntinx
MESA 5. ARTECENTRISMO
n La crítica de Juan Acha a la “bellomanía” y el “artecentrismo”. 168
Una revisión crítica
Fernando Zamora Águila
n El arte y el saber 176
Fausto Renato Esquivel Romero
n Redibujar las aspiraciones globales de la producción de 182
exhibiciones desde una perspectiva del Sur: Bienal
Latinoamericana de São Paulo (1978) y Coloquio
de Arte No-objetual y Arte Urbano (1981)
Miguel A. López
MESA 6. DOMINIOS Y RESISTENCIAS
n Juan Acha, América Latina y la apelación a una teoría en 200
el sistema de valores de las culturas estéticas. Notas de lectura
Miguel Ángel Esquivel
n Propuesta estética de Arguedas y su relato quechua 208
Ezequiel Maldonado
n Distanciarse para transformar 216
Alberto Híjar Serrano
n Cartografía de la sensibilidad artística: apuntes para ubicar 223
la propuesta de Juan Acha
Dagmary Olívar
CONFERENCIA MAGISTRAL
Producción, circulación y consumo del arte en tiempos 232
de desglobalización
Néstor García Canclini
PRESENTACIÓN 8
PRESENTACIÓN
El 26 de octubre de 2016 se inauguró en las instalaciones del Centro Nacional
de las Artes (Cenart) de la Ciudad de México el coloquio internacional Juan
Acha, en el centenario de su nacimiento. Práctica de la imaginación crítica,
organizado por la Secretaría de Cultura —a través del Centro Nacional de
Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap)
del Instituto Nacional Bellas Artes (inba)— el Cenart y la Universidad
Nacional Autónoma de México (unam) —a través de la Coordinación de
Difusión Cultural. Destacó la presencia del embajador de Perú en México,
don Julio Garro, y de los representantes de las instituciones directamente
involucradas en la realización del encuentro, sin cuya colaboración y la de
sus excelentes equipos de trabajo no habría sido posible: Ricardo Calderón,
director general del Cenart; Jorge Jiménez Rentería, director general del
Centro Cultural Universitario Tlatelolco; Jorge Gutiérrez, subdirec-
tor general de Educación e Investigación Artísticas del inba, y Renato
González Mello, director del Instituto de Investigaciones Estéticas de
la unam.
Nos acompañaron en el coloquio, y de ello da fe la presente publi-
cación, importantes críticos, teóricos, curadores, artistas y profesores de
arte, diseño y ciencias sociales de Argentina, Perú, Venezuela, Costa Rica
y México. Algunos fueron colegas, amigos o discípulos directos de Juan
Acha, pero también asistió gente joven que ha descubierto en sus teorías
vetas aún por explorar, que constituyen apenas una muestra, si bien repre-
sentativa y del más alto nivel, de los múltiples campos y temáticas donde
ha tenido impacto y presencia su pensamiento.
Hay que agradecer a todos y cada uno de ellos, pero en primer lugar
a dos grandes maestros, fundamentales referentes intelectuales en el campo
del arte, no sólo de México, que ya no están con nosotros: los admirados
educación artística profesional (el artista no nace, se hace, igual que el es-
pectador de arte), y después de verlos, trabajar también con ellos.
Por supuesto, otra de las aportaciones más significativas del maestro
Acha es su preocupación por lo latinoamericano, su insistencia en conocer
y valorar nuestras propias producciones estéticas, sin caer en localismos
ni chauvinismos inútiles afincados en posturas culturalmente conserva-
doras, tradicionalistas o políticamente reaccionarias, evadiendo un malin-
chismo a rajatabla producto de las ideologías occidentalistas y de nuestro
desconocimiento o desprecio de lo propio, que muchas veces se resuelve
en imitaciones malas y sin sentido. Para ello impulsó el tejido de redes
entre nuestros países a través de grandes o pequeñas pero significativas ex-
posiciones, debates teóricos y textos fundamentales que problematizarán
tanto la idea de identidad (nacional o regional) como esencia inmutable
pero que puede ser ocultada o pervertida por el imperialismo cultural de
las metrópolis, como la idea de una modernidad capitalista y consumista
entendida como progreso indefectible y como única vía de desarrollo que
debe alcanzarse cueste lo que cueste y pese a quien le pese.
En estos momentos tan difíciles para América Latina, Nuestra Améri-
ca, es tiempo de mirar por nosotros mismos, en el sentido literal de usar
nuestros propios ojos para ver el mundo en que vivimos y los problemas
que enfrentamos, y observarlos de nuevas maneras. También en el sentido
de cuidar de nosotros, de ocuparnos de nosotros, de construir un nosotros.
Es tiempo de tener la voluntad y la capacidad de imaginar alternativas, no
sólo desde los buenos deseos, sino también desde la reflexión crítica, seria,
rigurosa, sensible y honesta. Sigamos, pues, el ejemplo de nuestro maestro
Juan Acha.
CONFERENCIA MAGISTRAL
de Nuestra América. Homenaje crítico
Adolfo Colombres
Introducción
artes fueron siempre extrañas a la estética popular, fenómeno que aún per-
siste, acaso por esa censura estructural a la que se refería Galeano. Destacar
el valor de una pintura de caballete es afirmar que es importante, pero ¿im-
portante para quién?, se pregunta. Antes de pretender ser universal debe
ser local, y trascender mediante una concepción genuina de lo que es arte,
y no basar su prestigio en el canon dominante. América Latina existe, nos
advierte, pero antes debemos conocerla y conceptualizarla a fin de realizar
las valoraciones de nuestro arte sin valernos del pensamiento hegemónico.
Aceptar las pautas europeas como propias es hacerse cómplice de la domi-
nación, declara, y esto vale más hoy que en los tiempos en que lo anunció,
como resultado de un proceso globalizador ni siquiera centrado ya en una
cultura, sino en una grosera exaltación de la mercancía como fetiche supre-
mo de la sociedad de consumo.
Desde 1850, enjuicia Acha, nuestros artistas volvieron la espalda a su co-
munidad, pero aunque así se alienaron, se creían libres. Aún más, convirtie-
ron su obra en un espejo narcisista, poniéndose ellos en el centro de la esce-
na. De ahí la necesidad de un pensamiento visual nutrido en nuestras raíces
americanas, que defina los términos de nuestra independencia artística y de
la consiguiente autodeterminación estética. Pero lo afectaba sobremanera
ver a nuestros países insensibles ante esta urgencia, sin generar ideas alterna-
tivas, y hasta haciendo de esta sumisión estética un motivo de orgullo y un
complejo de superioridad. La mayoría de los artistas de la región, acusa, sólo
se preocupa de importar novedades, de dar vueltas a la noria del academi-
cismo, con glosas serviles. Pocos son los que se ocupan de expresar nuestro
ser e imaginar un rumbo. Y ello es grave, pues sin un arte y una literatura
independientes, remata, no habrá independencia cultural alguna.
Para cambiar verdaderamente la historia de nuestro arte, sostiene, se de-
berá crear nuevos modos de producción, distribución y consumo del mis-
mo, imbricando para ello el pasado con el presente y el futuro. Mas esta
afirmación corre el riesgo de caer en un reduccionismo sociológico, pues
prescinde de lo filosófico y antropológico. Porque la primera tarea es ir a los
fundamentos de la estética occidental con el estilete de un espíritu crítico,
o asumir otro punto de partida en el abordaje de la producción simbólica,
apartándose incluso del mismo concepto de arte, que es occidental. Mas esto
contradice otra afirmación suya que no compartimos, en el sentido de que
cualquier cambio conceptual del arte deberá darse dentro de los términos
que la alejó de las concepciones del resto del mundo. Si bien Acha, por su
base más sociológica que antropológica, no alcanza a percibir tal pérdida
de universalidad, critica fuertemente a tal concepción del arte, cuyo mayor
desatino es haber abolido toda función que no sea la estética, yendo incluso
en su purismo más allá de Kant, quien al introducir el concepto de belleza
adherente le otorga cierta validez, aunque en un nivel inferior al de la be-
lleza pura.
Cuando Frank Lloyd Wright afirma que en arquitectura la forma de-
pende de la función, está de hecho demoliendo la concepción occidental del
arte, donde no hay sitio, como se dijo, para otra función que la estética, y
que aun cuando admitiera alguna otra función como subsidiaria, no podría
aceptar nunca, sin contradecirse radicalmente, que la forma dependa de la
función. “Así como es la vida, así es la forma”, dice Wright, frase que po-
dría erigirse como una fórmula para la descolonización del arte.
Juan Acha en su biblioteca, Ciudad de México, [s. a.]. Archivo Mahia Biblos y Juan Acha.
Carlos-Blas Galindo
Las tareas que Juan Acha (1916-1995) propuso como ineludibles para la
crítica de arte son del todo vigentes y continuarán siéndolo (si no es que
incrementarán su grado de vigencia) mientras exista ese sistema occiden-
tal de producción de bienes culturales al que denominamos artístico. Si
bien es cierto que nuestro homenajeado detectó necesidades específica-
mente latinoamericanas a satisfacer por parte de quienes ejercemos la crí-
tica en esta región del planeta,1 también lo es que no se trata de labores
coyunturales que debamos atender, por ejemplo, mientras alcanzamos
alguna fase del devenir histórico de nuestras sociedades. Se trata, en rigor,
de requisitos metodológicos que quien ejerza esta actividad ha de cumplir
si lo que quiere es, precisamente, hacer crítica de arte. Estas tareas obli-
gatorias son seis:2
1. Evaluar las obras artísticas de reciente factura que hayan sido puestas
en su fase de distribución para, a partir de postulados de avanzada en la
historia y la teoría del arte, localizar y fundamentar cambios que conduz-
can a la generación de planteamientos teóricos que contarán con grados
de novedad en la medida en la que dichas obras presenten suficientes ele-
mentos de ruptura. Estos conocimientos y elementos de juicio tienen una
función inicial didáctica, que no normativa: la de enseñar a los públicos a
ver, sentir y pensar las obras nuevas, de manera que les sea posible descu-
brir en ellas algo que les resulte de importancia, con base en sus propios
1
Véase Juan Acha, Crítica del arte. Teoría y práctica, pról. de Carlos-Blas Galindo, México,
Trillas, 1992, pp. 108-110.
2
Para este trabajo recurro a las tareas que Juan Acha enlistó en su “Nota del autor”, fechada
en 1989, para la antología Huellas críticas que Manuel López Oliva publicó en 1994 como
coedición entre el Instituto Cubano del Libro y la Universidad del Valle, Cali, Colombia.
MESA 1 n LAS OBRAS EN DIÁLOGO 29
3
Carlos-Blas Galindo, Elementos estéticos, temáticos y artísticos: un método para la crítica
de las artes visuales, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, Cenidiap, Centro Nacional
de las Artes, Estampa, 2005. (Col. Abrevian Ensayos.) También disponible en <http://ceni-
diap.net/biblioteca/abrevian/1abrev-carlosblasgalindo.pdf>. Consulta: 2 de octubre, 2016.
4
Carlos-Blas Galindo, “Formación y método para la crítica de arte: un aporte”, Discurso
visual, núm. 35, México, enero-junio de 2015, <http://www.discursovisual.net/dvweb35/
tt_galindo.html>. Consulta: 2 de octubre, 2016.
5
Eric J. Hobsbawm, Entrevista sobre el siglo xxi. Al cuidado de Antonio Polito, Barcelona,
Crítica, 2004.
6
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica. El sistema de producción, México, Fondo de
Cultura Económica, 1979.
7
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica. El producto artístico y su estructura, México,
Fondo de Cultura Económica, 1981.
8
Véase Adolfo Colombres (coord.), América Latina: el desafío del tercer milenio, Buenos
Aires, Ediciones del Sol, 1993.
9
Juan Acha, “Nuestro futuro estético”, en Adolfo Colombres, op. cit., p. 106.
no puede ser hecha de golpe, sino que aún se apoya en lo visual (porque toda-
vía prevalece la visión), pero ya existe, por lo menos, una interacción entre la
oralidad, la corporalidad y la visión, y no una preponderancia de esta última.
Esta recuperación constituye lo verdadero de lo que se puede llamar un pos-
modernismo.10
10
Carlos-Blas Galindo, “Hacia una teoría fotográfica (Conversación con Juan Acha)”, Casa
del tiempo, vol. x, núm. 97, México, septiembre-octubre de 1990, pp. 111 y 112.
11
Juan Acha, “Nuestro futuro estético”, en Adolfo Colombres, op. cit., p. 107.
de nuestra crítica, teoría e historia del arte. Con una confianza plena res-
pecto a la capacidad humana para construir un futuro que no únicamente
sea viable, sino que resulte mejor que el presente y muchísimo mejor que el
pasado, establece una advertencia. O, si se prefiere, un matiz:
Pero ya sea que este augurio en específico se cumpla o no, y que, de con-
firmarse, lo sea más temprano o más tarde, lo cierto es que las seis tareas
que Acha establece como necesarias para la crítica de arte continúan con
plena vigencia. Y la mantendrán a futuro e incluso la incrementarán mien-
tras —con el predominio de la pintura de caballete en el mercado o sin tal
supremacía— subsista ese sistema especializado de producción de bienes
culturales al cual denominamos como artístico. Me precio de cumplir con
estos requisitos metodológicos en el ejercicio de mi profesión. Lo hago
desde 1988 y continuaré haciéndolo mientras me dedique a la crítica de
arte. Asimismo, seguiré propugnando porque la formación de las nuevas
generaciones de colegas se realice con base en las enseñanzas de Juan Acha,
a quien homenajeamos en este coloquio internacional. Mi homenaje para él
es cotidiano. Deseo que lo sea también por parte de muchas personas más.
Él nos legó la responsabilidad de proseguir esas tareas para la crítica que no
solamente planteó, sino que realizó a plenitud. Tareas que son ineludibles.
¡Aceptemos la misión! Gracias, Juan.
12
Ibidem, p. 111.
Joaquín Barriendos
1
Esta ponencia fue leída a partir de un manuscrito en prensa, el cual estudia la historia, el
contenido y el contexto en el que fue producido Pintura, vanguardismo y colectividad.
organización temática, el libro que aquí nos ocupa constituye, por lo tan-
to, uno de los primeros esfuerzos de largo aliento por aproximarse a la
pintura no como un objeto de estudio de la historia del arte, sino como un
problema socio-estético penetrable sólo a través de lo que hoy conocemos
como los estudios en cultura visual. El subtítulo mismo del libro resulta a
este respecto revelador: “Aproximaciones estéticas con un pequeño mar-
gen latinoamericano”, en donde las palabras “margen” y “aproximacio-
nes” adquieren un carácter sintomático. Y es precisamente este énfasis en la
colectividad latinoamericana —concepto que Acha usa clara y categórica-
mente para no hablar de lo nacional, declarando explícitamente “insolvente
el nacionalismo en materia de cultura”— lo que caracteriza el enfoque del
manuscrito.
Dividido en tres grandes secciones, el autor anuncia a lo largo del libro
la emergencia de una nueva estética visual en desarrollo en América Lati-
na. Estética que, unos años más tarde, pasados los acontecimientos polí-
ticos del 68, definirá como un “despertar revolucionario”. Para Acha, el
estudio de la estética visual en la que viven los objetos artísticos requiere
del abordaje de tres realidades interconectadas. En sus propias palabras:
“La primera realidad nos ofrece un enfoque de los síntomas —formas o
estructuras— de la realidad física de la obra; la segunda nos permite ir del
sujeto (realidad sicológica) al objeto, y la tercera nos centra en la realidad
sociológica del objeto, cerrando, de este modo, el círculo epistemológico y,
a la vez, el estético”.
Como puede deducirse, en el texto está ya apuntado no sólo lo que
llamará después el sistema de producción, circulación y consumo del arte
en sociedad, sino también lo que caracterizará como la objetualización, tér-
mino del cual surgirá a principio de los setentas su categoría “arte no-ob-
jetual”. De manera explícita, Acha explora “la realidad física de los objetos
portadores de alguna intención artística”, así como “la realidad sociológica
de los objetos”; conceptos de los que surgió sin ninguna duda lo que de-
finió después como el “producto artístico y su estructura”, aludiendo a lo
que Marx llamaba la productualidad, la condición de producido de un ob-
jeto. Analizados desde este punto de vista, es fácil corroborar que el origen
de los no-objetualismos hay que trazarlo en el pensamiento de Juan Acha
mucho antes de 1973, año que se ha definido como el de bautizo del arte
no-objetual.
de Córdoba, estaba muy al tanto del papel del crítico en la distribución del
trabajo artístico.
El manuscrito es lo suficientemente complejo como para pretender ser
abordado aquí en sólo unas cuantas líneas. Inédito, y prácticamente des-
conocido, se puede decir sin titubeos que Pintura, vanguardismo y colec-
tividad es un trabajo bisagra, es decir, que une y a la vez separa a los dife-
rentes Achas: aquel que primero se entusiasmó con el aire de modernidad
asociado a la pintura peruana y aquel que denunció después el naciona-
lismo pictórico y el desarrollismo estético de la misma; aquel que en un
momento desacreditó la llegada del pop y aquel que celebró más tarde la
fuerza revulsiva de intervenciones pictóricas pop como las de Gloria Gó-
mez Sánchez. Es, además, un libro que nació dislocado de su propio tiem-
po, ya que se completó tarde, en un momento de entusiasmo que, si bien
corto, permitió que los nuevos comportamientos artísticos de vanguardia
generaran importantes recambios, los cuales se agotarían con la llegada del
general Velasco Alvarado al gobierno, un gobierno autoproclamado como
revolucionario pero que operaba de facto como una dictadura militar, la
cual encarcelaría en dos ocasiones al propio Acha.
En la introducción, fechada en enero de 1968, el autor da cuenta de la
disyunción que él mismo experimenta frente a su propio libro. En ella tras-
luce que no ha tenido tiempo, ni ha sido capaz, de reflejar los últimos acon-
tecimientos:
hemos atacado [la realidad] desde tantos lados y abarcado tanto, que sólo lo-
gramos presentar, a lo sumo encuadrar, los distintos problemas de la pintura y
la colectividad […] la realidad nos ha abrumado […] A tal punto que estuvimos
tentados de rehacerlo todo; ahorrar papel y ocultar flaquezas. En tal caso estas
páginas hubieran perdido el calor de nuestras búsquedas […] decidimos dejarlo
todo […] como el testimonio del proceso seguido por nuestro pensamiento y
el calor y dirección de búsquedas pasadas.
Acha describió meses más tarde como una “guerrilla cultural’”, en la que
subdesarrollo y vanguardia no estaban en contradicción de términos, como
lo suponía Marta Traba.
A pesar de sus palabras de desasosiego, y de la claridad con la que veía
la disyunción entre práctica artística y crítica, tenemos noticia de que
Acha se esforzó por publicar lo que sería su primer libro de teoría. En una
carta fechada el 13 de enero de 1968 y dirigida a Karl Buchholz —editor
de la revista Eco de Bogotá, en donde había venido publicando textos crí-
ticos desde 1960— le solicita sus buenos oficios para recomendar su libro
a la editorial Seix Barral de Barcelona, asumiendo que entre Karl y Víctor
Seix había existido una buena relación. A pesar de haber sido extendida
dicha recomendación sin mayores problemas y de haber sido recibida una
copia del manuscrito en Barcelona, la editorial lo rechazó unos meses más
tarde. Así, Pintura, vanguardismo y colectividad permaneció en silencio
casi cincuenta años, hasta que nuestras investigaciones en el archivo per-
sonal de Mahia Biblos y Juan Acha nos llevaron de nuevo al documento.
En medio de los acalorados debates a través de los cuales se persigue
hoy en día la institucionalización de los estudios visuales en las universi-
dades latinoamericanas —la mayoría de las veces importando problemas y
rencillas departamentales propias de las británicas y las estadunidenses—,
Pintura, vanguardismo y colectividad parece estar en capacidad de dar un
nuevo giro, de cinematizarse como quería Acha, adquiriendo actualidad en
nuestro presente. A cincuenta años de que Juan Acha hablara de problemas
como “La búsqueda de una Estética Visual Contemporánea” en América
Latina o el carácter activo y colectivo del “objeto como portador de una
estructura de propiedades sensoriales” —dos de los muchos apartados del
libro en cuestión—, Pintura, vanguardismo y colectividad parece hoy, sin
juego de palabras, más vigente que nunca.
los requerimientos que les plantea nuestra formación colectiva […] Si bien no
hemos llegado a conclusiones importantes y nuevas, cada uno de nosotros se
va con nuevas perspectivas que irán transformando y enriqueciendo nuestras
respectivas investigaciones y apetencias artísticas.
1
Debemos recordar que era ingeniero químico, estudió en Alemania y siempre estuvo muy
conectado con la ciencia.
¿Qué tiene la artesanía producida desde lejanos tiempos en México que sigue
dando lugar a investigaciones, publicaciones, colecciones, discusiones, pro-
yectos, planes, críticas y heroísmos? ¿Por qué despierta admiraciones y de-
cepciones varias ante la existencia simultánea de experiencias contradictorias:
su permanencia social como expresión productiva y cultural que ha pasado a
formar parte declarativa del patrimonio de la nación —son lo más mexicano
de México, se ha llegado a decir— al tiempo que persisten condiciones de
vida indigna y poco reconocimiento a quienes han forjado esos símbolos?
Para responder a la pregunta hay que vincular esa producción con cier-
tas etapas de la formación de la idea de nación mexicana, y por tanto con
situaciones históricas de crisis y reacomodos de una imaginada identidad
nacional. Por otra parte, hay que subrayar la consideración, constatable
generosamente en la realidad empírica, de que los productos de artesanía
y sus fabricantes son protagonistas de prácticas dentro de culturas vivas,
realmente existentes, con raíces en los pueblos llamados indígenas, y en los
procesos de transformación y mestizajes nacidos en las etapas coloniales y
neocoloniales de la vida de México.
No es ninguna novedad decir que México es un país donde convergen y
conviven situaciones diversas, tanto de pobreza como de riqueza, de atraso
y modernidad, de prácticas de vida de la sociedad de masas y de culturas
campesinas y urbanas ancladas en tradiciones muy alejadas de los símbolos
y modos de la sociedad industrial, si bien subsumidas en un salvaje capita-
lismo; todo esto explica la permanencia no solamente de procesos de tra-
bajo en los que la mano y el cerebro humanos siguen siendo primordiales,
sino que los objetos son requeridos por ciertas “maneras de ser” sociales.
La cultura de las clases subordinadas en la sociedad mexicana de nuestros
días sufre represiones continuas. Hay prácticas culturales que murieron en
1
Pueden encontrarse tipologías basadas en investigaciones de campo, como la de mi autoría
Artesanías y capitalismo en México, México, sep-inah, 1976; la de Marta Turok, “La pro-
ducción textil en Chamula, Chiapas; evaluación de los programas de Desarrollo Artesanal”,
en El Indigenismo, evaluación de una práctica, México, ini, 1978, pp. 71-120; la de Silvia
Terán y Christian Rasmussen, Artesanía de Yucatán, México, Dirección General de Cultu-
ras Populares, sep, Mérida, 1981, y la de Rodolfo Becerril Straffon y Adalberto Ríos Szalay
(comps.), Los artesanos nos dijeron..., México, Fonart-Fonapas, 1981.
1
Juan Acha, Introducción a la teoría de los diseños, México, Trillas, 1988.
Diseños. Son, al igual que las artesanías y las artes, frutos de una nueva
división técnica del trabajo que comenzó cuando la cultura de Occidente
con la industrialización masiva de los productos útiles que se hizo realidad con la
industrialización de la electricidad denominada segunda revolución industrial a fi-
nes del mismo siglo, con el desarrollo de la tecnología laboral del ensamblaje y la
ergonomía de comienzos del xx y con la existencia de masas consumidoras. La con-
solidación de los diseños acontece en los años veinte con la sistematización racional
de su aprendizaje. Tenemos, pues, un fenómeno con un dilatado proceso de ma-
duración y con una vida efectiva que apenas cuenta con poco más de medio siglo.3
De acuerdo con Juan Acha existen tres grandes grupos en el sistema estéti-
co del diseño: 1) Diseño industrial, gráfico, textil y moda. 2) Diseño arqui-
tectual y urbano. 3) Diseño audiovisual e iconos verbales.
Conclusiones
A pesar de que ya han transcurrido varios años desde que se publicó In-
troducción a la teoría de los diseños, sus planteamientos teóricos continúan
siendo vigentes, ya que hasta la fecha no ha habido otro teórico que hable
con la misma claridad sobre la diferenciación de los tres sistemas estéticos.
2
Ibidem, p. 103.
3
Ibid., p. 100.
Sin embargo, para dar a los alumnos otras opiniones que coinciden igual en
la necesidad de la separación conceptual entre los tres sistemas estéticos, se
han recurrido a otras lecturas como la obra de Adolfo Sánchez Vázquez,
Invitación a la Estética, la de Larry Shinner, La invención del arte y el libro
de John Heskett, El mundo de los objetos.
Bibliografía
1
Juan Acha, Teoría del dibujo. Su sociología y su estética, México, Ediciones Coyoacán, 1999,
p. 57.
que considera los campos del arte coexistiendo con regiones culturales no
artísticas de la imagen, fenómeno esencial en el contexto artístico actual.
El libro Teoría del dibujo. Su sociología y su estética, publicado en 1999,
cuatro años después de su muerte, muestra claramente las reflexiones que
ocupaban al maestro en esa etapa. Es importante señalar autores y obras
que se filtran en ese análisis y que integraron su marco teórico; intenta-
remos también mostrar los filos analíticos en los que abrió perspectivas
teóricas a los problemas que ya se vivían en la práctica del dibujo en aquel
momento.
El escrito tiene un carácter semiológico en varios sentidos. Alude a la
postura de Saussure en tanto que todo signo posee una dimensión sensible y
una inteligible, la que Umberto Eco hace propia (Tratado de semiótica gene-
ral, 1976), y donde lo denotativo alude a un significado semántico específico
y lo connotativo se refiere al sentido subjetivo y relativo del signo. Se basa
en la estructura que Charles William Morris propusiera para la semiótica en
su texto Fundamentos de la teoría de los signos, de 1938, y que se estable-
ció hasta hoy como compartimentación paradigmática: semántica, sintaxis y
pragmática. Opera también bajo la premisa de una polisemia o multivocidad
semántica de la obra de arte desarrollada por Galvano Della Volpe. Plantea
que una imagen tiene capas de significados superpuestos y esto genera nive-
les de indicidad.
Su análisis del dibujo buscaba demostrar que en ese momento, 1990,
estaba en consolidación el proceso de artización autónoma del dibujo, fe-
nómeno que se inició en el primer tercio del siglo xix. Para ello se basó en
dos categorías formales tomadas del texto de Paul Klee Bases para la estruc-
turación del arte: la línea activa y la mancha distendida, las que determinan
el carácter gráfico del dibujo. Sin embargo, toda esta cadena de autores no
generó un eclecticismo teórico, sino que puso en evidencia un autor ente-
rado de su ecología cultural pero con la habilidad de convertir esas fuentes
en un marco teórico para construir una tesis bajo una ruta metodológica en
la que elabora lógicas de análisis propias.
El título remite centralmente a dos rutas analíticas: la sociología y la
estética. Esto coloca al centro del problema una visión en la que el dibujo,
como las demás artes, es resultante de aquellas relaciones que el ser hu-
mano establece cuando integra una formación social particular, y que la
estética es un subconjunto de la cultura que se ocupa de la subjetividad y
dibujo con el color local de la pintura, simbiosis que culmina con un primer
fenómeno de artización del dibujo. Cuando el dibujo se socializa y penetra
todas las actividades productivas del hombre se genera un cuarto proceso:
se convierte en canal de información de cualquier oficio; nosotros decimos
que es entonces cuando se gesta el carácter proyectual y prefigurador del
dibujo, papel que habría de cumplir cabalmente por lo menos a lo largo de
los últimos seiscientos años. El quinto proceso del dibujo corresponde al fe-
nómeno de artización contemporáneo de esta disciplina, cuatro décadas de
lo que ha dado en llamarse la independencia disciplinar del dibujo, pero que
para Acha se inicia con la madurez del proceso romántico en el siglo xix.
Los textos del maestro tienen un fuerte carácter didáctico, su claridad
y cadencia expositiva los convierte en verdaderas fuentes pedagógicas. La
mención de los cinco procesos del dibujo significa un corte excelente, una
visión que ofrece categorías de análisis que resuelven el estado del dibujo
en el tablero del arte posmoderno. Además de la enumeración anterior,
el lector detecta cómo el texto es rico en formulaciones y agrupamientos
conceptuales aplicados a la solución del problema que analiza, aunque no
abundaremos en ello.
Queremos retomar una formulación teórica general que Acha intro-
duce: ¿por qué y para qué dibuja el ser humano? Para proyectar y para
representar, nos responde el propio autor. En una sola línea se resuelve
la incógnita de la función universal del dibujo, propuesta simple en apa-
riencia, pero hasta entonces no planteada. En el texto de Juan José Gómez
Molina y Lino Cabezas, Estrategias del dibujo en el arte contemporáneo,
publicado en 1999, arroja luz al respecto: menciona los dibujos del dibujo
como herramienta de proyección de una obra. Partiendo de esta propuesta
entendemos los apuntes, los bocetos, los proyectos y los estudios dibu-
jados como una secuencia de pensamiento que va de la prefiguración a la
configuración de la imagen y la obra de arte. De aquí que el dibujo sea com-
prendido como una disciplina platónica, porque parte del conocimiento
del mundo al aplicar el pensamiento abstracto. Precisamente, hace tiempo
proponíamos el dibujo como análisis y definición de la forma. Resulta im-
prescindible incluir una cita.
interna o psíquica […] A veces el dibujo constituye una realidad que se produce
en el interior del dibujante, vale decir es imaginaria o virtual. Sea como fuere el
dibujo representa partes seleccionadas de una realidad y les inventa configura-
ciones, pareceres o imágenes gráficas.2
2
Juan Acha, op. cit., pp. 120 y 121.
ECOS Y TEORÍAS
Alberto Gutiérrez Chong
interés profesional por saber qué sucedía en esos momentos con el arte en
México, y más aún si estas manifestaciones venían desde otras posiciones y
no sólo de las establecidas u oficiales. Esa capacidad que sólo él tenía para
buscar e identificar otras posibilidades artísticas y visuales, para discutirlas y
reflexionarlas, le fue dando una presencia inequívoca en el medio artístico del
país, que empezaba a ser disímbolo y más plural; Acha fue figura fundamen-
tal en esa naciente simultanieidad y su proceso.
A partir de aquella exposición siempre me honró con su franca e inigua-
lable amistad; incluso lo visitaba periódicamente para platicar, consultarlo,
en su casa, en compañía de su entrañable esposa Mahia Biblos.
La aparición singularmente sobresaliente del arte contemporáneo latino-
americano, por su novedad y explícita calidad renovadora, en los tiempos de
mayor efervecencia artística y cultural del siglo pasado, generó por primera
vez, al menos en la región, una visión y un pensamiento que rebasaban los
arquetipos más conservadores y localistas; tenían como eje de su concepción
artística y visual a la geografía de más de medio continente, que no es poco,
y que se aprovechaba, entre otras condiciones, para concebir una diversidad
de propuestas artísticas, únicas en su momento y contexto.
Estos acontecimientos marcaron otra conciencia de cómo mirar, pensar y
aun discutir la universalidad europea planteada y aceptada desde el siglo xix.
Deuda, debate o explicación que ha sido una constante a lo largo y ancho de
la invención cultural de América Latina. En ese escenario aparecieron con
presencia rotunda un grupo de pensadores, teóricos, historiadores, críticos
y especialistas en diversas disciplinas sociales y culturales que se dedicaron a
interpretar, analizar y aun a teorizar la envergadura de ese suceso artístico y
cultural. A ese grupo perteneció con amplia notoriedad Juan Acha.
Ahora bien, la presencia del maestro se inserta en esa especie de afortu-
nada periodicidad de algunos importantes personajes que llegan a residir
en México; tal vez el último, hasta ese entonces, con esa capacidad y con la
atención a la misma disciplina y calidad intelectual, había sido Paul Wes-
theim. Una de las propuestas fundamentales a la cultura visual y al arte
mexicano en lo general por parte de Juan Acha fue la necesidad de siste-
matizar constantemente una teoría analítica que permitiera, desde diver-
sos razonamientos y metodologías, el entendimiento y las interpretaciones
más especializadas de los múltiples procesos del arte mexicano; sin duda,
fue uno de los primeros que lo advirtió de esa manera: que no se trataba
ECOS Y TEORÍAS
ética y crítica, en resistencia
La estetología
1
Estela Ocampo y Martí Perán, Teorías del arte, Barcelona, Icaria Editorial, 1993.
2
Curso “Nuestra realidad estética”, impartido por Juan Acha en la sede de San Ángel Inn
del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del
inba, del 3 al 17 de junio de 1991.
3
Juan Acha, Las actividades básicas de las artes plásticas, México, Ediciones Coyoacán,
1994, p. 7.
que ese fenómeno sociocultural, que forma el entorno del arte, es su ámbi-
to específico donde se dan las mediaciones entre los procesos económicos
elementales y crudos del capitalismo y la dirección ideológica y cultural de
la sociedad. Ese espacio de mediaciones, vislumbrado por Gramsci y desa-
rrollado ampliamente por Althusser y Poulantzas, fue llamado por Gom-
brich “el medio social más próximo al fenómeno artístico” y por Bourdieu
“campo artístico” y aún, en un sentido más vasto, “campo intelectual”.
En este espacio social se resuelve la paradoja planteada por Sartre cuando
señaló que “El marxismo demuestra que Valéry era un intelectual pequeño-
burgués; pero no puede explicarnos por qué todos los intelectuales peque-
ñoburgueses no son Valéry”.4 Dicho espacio sociocultural vendría a ser, en
términos de Althusser, un Aparato Ideológico de Estado (aie) operado por
los agentes o intelectuales que participan en él.
Para sorpresa de los economicistas y también de los sociologistas (para
quienes lo “determinante, en última instancia”, es lo superestructural), el en-
foque de Acha fue más allá. Se vinculó con aquellos que entendieron, con
Gramsci, que entre la estructura y la superestructura hay una relación dialéc-
tica y orgánica en el seno de lo que este autor italiano denomina el bloque his-
tórico, emparentado con una noción afín que llama formación socio-histórica
o formación económico-social en la que se aclara el vínculo indisoluble y dia-
léctico entre lo estructural y lo superestructural. A partir de estas dos nocio-
nes estructurantes, Acha, con una terminología y enfoque propios, se abocó,
en primer término, al estudio en profundidad de lo que él llamó aparato ins-
titucional de las artes, donde vislumbra sistemas particulares de producción,
distribución y consumo artísticos. Y, en segundo término, al encuadramiento
de dicho aparato en un espacio social más amplio. Una estructura mayor que
recurrentemente denomina como formación estética en la que coexisten múl-
tiples modos (residuales, dominantes y emergentes), espurios y auténticos,
de producción, distribución y consumo estético.5 Todos están presentes y
continuamente bombardean al individuo con diferentes bienes culturales en
busca de predominio.6
4
Néstor García Canclini, La producción simbólica. Teoría y método en sociología del arte,
México, Siglo XXI, 1988, p. 9.
5
Juan Acha, Introducción a la teoría de los diseños, México, Trillas, 1991, p. 28.
6
Juan Acha, Las actividades básicas de las artes plásticas, op. cit., pp. 115 y 116.
7
Juan Acha, Introducción a la teoría de los diseños, op. cit., p. 18.
8
Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, México, unam, 2014, pp. 306 y 307.
9
Véase Gilles Deleuze, La filosofía crítica de Kant, Madrid, Cátedra, 2011 (Col. Teorema);
Immanuel Kant, Crítica del juicio, México, Porrúa, 2007.
Los descentramientos
1. Descentramiento geográfico
De los descentramientos que observo en Juan Acha, algunos rayan en el
exotismo. Quizás el primero de ellos sea que no estudió en principio nada
relacionado con las artes, sino Ingeniería Química en la Escuela de Ingenie-
ría de Munich, Alemania. Luego trabajó en la compañía Standar Brand en
Lima y más tarde fue nombrado gerente de la Central en Bogotá.11 Primer
descentramiento geográfico. Imaginémoslo, como él solía recordar, en me-
dio de la selva estudiando estética y teoría del arte.
Habiendo aprendido una estética excéntrica (autores soviéticos y de la
Europa oriental), para nuestros parámetros “normales”, llegó a México en
197012 imbuido de un acendrado latinoamericanismo que, por lo demás,
estaba en boga por aquellos años. México, “país subdesarrollado”, “depen-
diente”, “tercermundista”, “en desarrollo” o como sea, de acuerdo con la
terminología de moda en el Fondo Monetario Internacional o en la Comi-
sión Económica para América Latina y el Caribe, fue el sitio que eligió para
avecindarse. Su latinoamericanismo es atávico pero realista:
10
Juan Acha, Las actividades básicas…, op. cit., p. 46.
11
Escritores de Sullana, <http://escritoresdesullana.pe.tripod.com/achawilfredo.htm>.
12
Idem.
Nuestro estudio […] tiene por finalidad conocer la relación del arte con la so-
ciedad en conexión con América Latina. Pero las transformaciones en estudio
[…] escapan a la realidad latinoamericana, ya que no aparecen entre nosotros,
salvo el muralismo mexicano [que luego se pervirtió]. Las importamos y, de
acuerdo con ellas, produjimos abundantes obras que sí son susceptibles de
análisis históricos y sociológicos y a las que se les puede señalar su lógica es-
condida. Las causas de tales transformaciones, pues, residen fuera de nuestros
países. Por otra parte […] cualquier consideración sobre nuestra realidad artís-
tica requiere referencias a lo que sucedió y sucede afuera. No por colonialismo,
sino por realismo: por nuestra dependencia, parte del fenómeno histórico que
constituye todo imperialismo.13
13
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica. El producto artístico y su estructura, México,
Fondo de Cultura Económica, 1981, pp. 476 y 489.
14
Juan Acha, El arte y su distribución, México, unam, 1984, p. 51.
15
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica…, op. cit., pp. 510 y 522.
16
Al nacionalismo lo llegó a nombrar como la “lógica escondida” que da sentido a las trans-
formaciones artísticas en el ámbito latinoamericano. Ibidem, p. 32.
17
Ibid., p. 524.
2. Descentramiento académico
Su descentramiento académico de origen ya lo hemos anotado: no contaba
con una formación en historia del arte, ni en sociología, tampoco en las
artes plásticas ni en filosofía; su formación era la de un ingeniero químico
que después ingresó al medio artístico por el expediente de la crítica de
arte, pero teniendo bajo el brazo un pesado bagaje sobre teoría del arte que
había capitalizado durante largos años de estudio. Sin embargo, ese “sello
de origen” y el ejercicio de la crítica no dejaron de despertar suspicacias,
al menos en México. Fueron deméritos de peso en un medio intelectual
mexicano cerrado a lo extraño, aunque, en la década de 1970, no a lo latino-
americano, como hemos señalado. De cualquier forma, tras cuatro años de
impartir un curso sobre Teoría del Arte en la entonces Escuela Nacional
de Artes Plásticas (enap) de la unam, hoy Facultad de Artes y Diseño,
en su postulación a la titularidad en dicha materia, fue reprobado. Acha
recuerda que el jurado que lo reprobó estaba integrado por “los profeso-
res Luis Nizhizawa, Héctor Cruz García, Óscar Frías Treviño, Francisco
Becerril López, Adolfo Mexiac Calderón y Adrián Villagómez Leubre, y
sirvieron de asesores Rafael Anzúrez Fernández y Judith Puente León”.18
Y ello pese a que contaba con el apoyo del director de la enap, Antonio
Ramírez Andrade y del director de la División de Estudios Superiores, el
arquitecto Óscar Olea.
Por la razón que fuera (celos profesionales, xenofobia, tirria a la teoría,
repudio a la crítica de arte, etcétera), lo cierto es que artistas y profesores de la
Escuela rechazaron a Acha. Y bueno, los años posteriores confirmaron
la enorme vocación pedagógica de nuestro personaje, quien no desperdi-
ciaría la oportunidad para replicar a sus examinadores. Un nuevo descen-
tramiento académico se manifestó por partida doble: luego de ese rechazo,
18
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica…, op. cit., p. 21
3. Descentramiento teorético
Acha es contundente cuando asegura que ningún conocimiento abarca por
sí solo el complejo fenómeno sociocultural del arte.22 Ninguno lo com-
prende por completo, aunque presuma de ello. Por esta razón siempre
abogó por la transdisciplina,23 aunque sin soslayar su base materialista y la
teoría del conocimiento kantiana. Aun así, se equivocan quienes quieran
ver en él un marxista trasnochado. Sus obras posteriores a la caída de la
Unión Soviética así lo demuestran.24 Consideraba que la historia del arte de
19
Ibidem, p. 153.
20
La rebeldía del estudiante y del artista latinoamericano debe ser encauzada. Hacer a un
lado los desplantes narcisistas, matizar sus emocionalidades afectivas o políticas para poten-
ciar sus disconformidades profesionales que lo lleven a consolidar “una conciencia artística
bien formada”. Juan Acha, Las actividades básicas…, op. cit., p. 79.
21
Juan Acha, El arte y su distribución…, op. cit., pp. 29, 30, 49 y 51.
22
Juan Acha, Las actividades básicas…, op. cit., p. 83.
23
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica. El producto artístico…, op. cit., pp. 473 y 475.
24
Incluso, respecto a Adolfo Sánchez Vázquez, a quién leía y citaba, sentenciaba que “se
apoyaba demasiado en los textos de estética de Marx”. El subrayado es mío. Curso “Nues-
tra realidad estética”, impartido por Juan Acha…, véase nota 2 de esta ponencia.
herencia vasariana estaba en crisis,25 que quizá la sociología del arte debía
remplazarla, pero lo que sí es seguro es que, como hemos anotado arriba,
veía a la estetología como la salida digna de la historia del arte y aun como
“la salvación” para llevar a buen puerto los estudios sobre arte26 y estética.
En una apretada síntesis enlistó las disciplinas que nutrirían a la estetolo-
gía: el estructuralismo genético de Goldman, el materialismo histórico, la his-
toria y la teoría del arte, el psicoanálisis, las ciencias naturales y la tecnología,
las ciencias del arte, los modos de producción de conocimientos provenien-
tes de las otras ciencias sociales, el análisis formal de Wölfflin, la semiótica,
la iconología,27 la fenomenología, la hermenéutica, la retórica…, todas ellas
formando no una masa amorfa sino concertándose de manera específica ante
estudios concretos. Acha insistía en que no hay un método hecho y derecho
para la investigación sobre las artes, sino que en cada caso debe elegirse, es-
tructurarse, una táctica específica. Como elemento medular de ésta destaca
la estética relacional en la que se establecerían los vasos comunicantes entre la
estructura formal de las obras y la estructura significativa del consumidor,28
mediadas por los procesos económicos e ideológicos de la distribución;29 la
relación entre las actividades productivas, distributivas y consuntivas.30 “En
síntesis, buscamos una visión relacional-procesual de lo sensitivo de todos
los objetos y actos de hechura humana”.31
4. Descentramiento sistémico
En un punto culminante de su trabajo sobre El producto artístico y su es-
tructura Acha menciona:
25
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica…, op. cit., pp. 472-475.
26
Esto último lo aseguró en el curso “Nuestra realidad estética”, véase nota 2 referida.
27
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica…, op. cit., p. 420.
28
Ibidem, pp. 456 y 459.
29
Ibid., pp. 481 y 482.
30
Idem.
31
Juan Acha, El arte y su distribución…, op. cit., p. 59.
Erróneo sería, ante este panorama, seguir teniendo como centro de nuestra aten-
ción sólo a las artes plásticas (el dislate del “artecentrismo”) e incluso limitarnos
a la idea general que se tiene de los tres sistemas estéticos básicos: artesanías, ar-
tes y diseños, donde se fusiona la realidad estética, como hemos anotado arriba,
enfrentando en relación dialéctica la cultura estética popular y la hegemónica.
Ahora, más que nunca, hay que descentrar nuestra mirada para abarcar esos
sistemas especializados en su inocultable amplitud. Al referirse a las artesanías,
Acha aludía a las tribales, las rurales o regionales y las metropolitanas; en las
artes: a la danza, la música, teatro, literatura, pintura, escultura, etcétera, más
las acciones (los no-objetualismos) y el arte-objeto; en los diseños: al gráfico,
industrial, arquitectural, urbano y de los entretenimientos. La realidad estética
actual —anota Acha— es cada vez más amplia y más compleja porque, además,
los límites entre esos sistemas especializados tienden a desdibujarse.
La desaparición de dichos límites nos lleva al convencimiento de que nos
es menester rebasar las artes visuales tradicionales y tener siempre presente
su correlación con los diseños y las artesanías si es que deseamos verdade-
ramente encontrarnos en nuestra realidad artística, la que por comodidad
constreñimos aquí a lo que hemos denominado realidad sensitivo-visual.
Esta realidad, después de todo, comprende las artes visuales junto a las
artesanías y los diseños, es más amplia e importante en lo que a cuestiones
artísticas de nuestro tiempo se refiere y se aviene a lo que venimos propo-
niendo: al concepto expansivo, generativo y transformacional de estruc-
tura artística, el que nos aleja del objeto tradicional denominado obra de
arte y nos lleva a la estructura formal de cualquier producto humano —y
del natural por reflejo— que sea capaz de activar la estructura sensitivo-
significativa, vale decir, nuestras prácticas sensitivo-visuales de significar.33
32
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica…, op. cit., p. 481.
33
Ibidem, p. 470.
5. Descentramiento estético
Este descentramiento es el que marca, en mi opinión, el viraje decisivo
hacia la estetología. Y está ligado, sin lugar a dudas, a las ideas que he-
mos anotado en el apartado precedente y a todas aquellas subversiones
que Acha advirtió en el arte actual. La esclerosis de la estética renacentista
acompaña y es causa de la crisis de la historia del arte occidental, sus mi-
tos, dogmas y falacias. Para acabar de desplazar a la estética de lo bello de
Baumgarten, al biografismo evolucionista de Vasari, a la estética filosófica,
habrá que profundizar y ampliar la estética relacional que opera en la mé-
dula de la estetología.
En el arte actual Acha vio la posibilidad de otra estética: anti-arte, anti-
objeto, anti-galería, anti-formalista, anti-representacional, anti-perdurabi-
lidad, anti-narración, anti-entretenimiento, anti-tecnológica, anti-indus-
trias culturales, etcétera. En síntesis, una estética anti-renacentista cuya
consecuencia fue la de “crearnos anticuerpos o, lo que es igual, recursos
intelectuales de sentido crítico”.34
Sea en sus posicionamientos, en sus postulados y propuestas, el con-
cepto expansivo, generativo y transformacional de la estructura artística
actual, al lado de la dilución de los límites entre las artes, las artesanías y
los diseños, dio lugar —en la opinión de Acha— a una realidad sensitivo-
visual novedosa en la historia que ya no cabe en los estrechos marcos de la
vieja estética. La nueva realidad sensitiva ameritaba una nueva teoría con
amplitud de miras, no dogmática, sino en apertura constante. Es precisa-
mente ante este nuevo panorama que Acha postula la necesidad de una
estetología. Antes hemos recordado que la propone como “salida digna”
de la historia del arte capaz de estudiar e historiar “la realidad estética de
cualquier país, sociedad o cultura”.
La estetología no nace de la nada, ya tiene antecedentes. Estetologías
precoces son: la crítica de arte, la historia del arte, la teoría del arte y la
museografía (todas ellas participan en el que Acha denomina “circuito de
producción de nuevas necesidades estéticas”). Pero en sus prácticas actua-
les, no razonadas sino parciales y sesgadas, se dejan gobernar por intere-
ses ajenos a la estética, por ejemplo, ideológicos, políticos y comerciales;
34
Ibidem, p. 158. Véanse en el mismo libro los capítulos: “Los no-objetualismos o deriva-
dos posmodernistas”, pp. 138-189 y “Los cuerpo-objetos”, pp. 254-301.
35
Juan Acha, Las actividades básicas…, op. cit., p. 48.
36
Ibidem, p. 47.
37
Idem.
38
Ibidem, p. 33.
39
Ibid., p. 118.
40
Ib., p. 22.
41
Ib., pp. 31, 41, 55, 61, 63 y 65.
42
Ib., p. 35.
43
Ib., p. 40.
44
Ib., p. 116.
45
Ib., pp. 117 y 118.
46
Ib., p. 118.
47
Ib., p. 9.
48
Idem.
49
Ibidem, p. 11.
50
Ibid., p. 20.
51
Idem.
6. Descentramiento societal
Llegamos a este postrer descentramiento que presenta, como se verá, algu-
nos aspectos que hoy en día podrían sonarnos y nos suenan anacrónicos, si
se tiene en cuenta que muchos de los escritos fundamentales de Acha fue-
ron redactados antes de la estrepitosa caída del socialismo real (1989-1991).
Pese a esto que apuntamos, los ideales de Acha no sufren menoscabo si
coincidimos con él en el sentido de que los postulados éticos y críticos que
dan sentido a sus reflexiones sobre nuestras realidades estéticas son vitales,
si aspiramos a construir sociedades latinoamericanas más justas.
Lo señalamos antes: Juan Acha decía que era más importante la lucha
por el socialismo que toda reflexión sobre estética e, incluso, recomendaba
que el arte podía ser un canal de difusión de las ideas socialistas.54 Pero el
socialismo real feneció antes que nuestro profesor. Para él, como para mu-
chos intelectuales de izquierda de todo el orbe, debió ser un duro golpe…
un golpe de realidad. No sé, específicamente, qué pensó Acha sobre este
giro histórico, pero, como muchos teóricos, tal vez asumió que había que
comenzar de nuevo: la nueva marcha a emprender podría sintetizarse ahora
así: del “socialismo real” al socialismo posible. La actual lucha fragmentaria
por reivindicaciones parciales no está muy lejos de la guerra de trincheras de
las que ya habían hablado Gramsci y Poulantzas, pero ese ya es otro asunto.
52
Ibidem, p. 116.
53
Juan Acha, El arte y su distribución…, op. cit., p. 45; Juan Acha, Arte y sociedad: Latino-
américa…, op. cit. p. 180.
54
Juan Acha, Arte y sociedad: Latinoamérica…, op. cit., p. 516.
Finalmente, Acha nos legó dos, tres ideas que nos pueden servir para
el cierre provisional de este descentramiento societal. Con la palabra des-
centramiento quisimos significar las inconformidades de Acha con los he-
chos dados y con la sociedad que le tocó vivir. Sus palabras de aliento, de
invitación a la resistencia, son, por un lado: a) liberación nacional, unidad
intranacional, autodeterminación, antiimperialismo55 y, por otro, b) un ex-
horto a retomar el espíritu excéntrico, rebelde, anticapitalista, popular y
anti-industrialista del romanticismo, para exaltar nuestras vivencias sensi-
tivas.56 La vida humana o es integral (considerando las relaciones dialécticas
entre sensorialidad, sensibilidad, entendimiento, raciocinio, imaginación y
voluntad) o no es.
55
Ibidem, p. 521.
56
Ibid., p. 494.
CONFERENCIA MAGISTRAL
en el ocaso del Perú oligárquico (1958-1971)1
Gustavo Buntinx
Liminares
1
Este trabajo se basa en fragmentos de la conferencia extensa presentada en el coloquio
internacional Juan Acha, en el centenario de su nacimiento. Práctica de la imaginación
crítica. Las ideas y materiales que sirvieron de base para esa presentación fueron amplia-
mente presentados en la Escuela de Crítica organizada por Taiyana Pimentel en La Talle-
ra-Sala de Arte Público Siqueiros, con la coordinación de Miguel López, en noviembre
de 2014 y febrero de 2016. Una versión anterior, “La ‘guerrilla cultural’: Juan Acha y la
crítica de arte en el ocaso del Perú oligárquico”, se presentó en el seminario Crítica de arte
latinoamericana y chicana desde los años cuarenta: entre la modernidad y la globalización,
organizado en noviembre de 2003 por Alejandro Anreus, Holly Barnet-Sánchez, Florencia
Bazzano-Nelson y Andrea Giunta en The Rockefeller Foundation Bellagio Center. La
versión completa del texto aquí resumido condensa meditaciones y presentaciones que he
venido generando desde inicios de la década de 1980, incluyendo la primera exposición re-
trospectiva de las vanguardias peruanas de la década de 1960 (en Las vanguardias artísticas
de los sesentas: revisión histórica, 1984), y otra retrospectiva del artífice Jesús Ruiz Durand
(en Utopía y ruinas. Jesús Ruiz Durand: fragmentos de una retrospectiva (1966-1987), 2005).
En “Entre lo popular y lo moderno. Alternativas pretendidas o reales en la joven plástica
peruana”, 1983 [1984], y “Modernidades cosmopolita y andina en la vanguardia peruana”,
1997 [1994], publiqué un nutrido grupo de referencias e interpretaciones históricas que el
actual trabajo recoge y desarrolla en lo más pertinente al tema de Juan Acha. En los últimos
años Miguel López y Emilio Tarazona han generado varios escritos sobre las experiencias
artísticas peruanas iniciadas en la década de 1960, con aportes diversos que en ciertos mo-
mentos coinciden con lo formulado por las referencias arriba indicadas. Sus trabajos aquí más
relevantes podrían ser “F(r)icciones cosmopolitas. Redefiniciones estéticas y políticas de una
idea de vanguardia en los años 60”, 2013; “El arte es bonito e interesante. Una conversación
con Rafael Hastings”, 2015; “Otra revolución posible. La guerrilla cultural en el Perú de
1970”, 2009, y Teresa Burga. Diagramas. Esquemas. Intervalos. 17.9.10, 2011.
reconocido sobre todo por sus aportes decisivos a la praxis del no obje-
tualismo durante el último cuarto del siglo xx, así como por una serie de
ambiciosas sistematizaciones teoréticas formuladas desde México en ese
mismo periodo. Despliegues impresionantes que algunos podrían inter-
pretar como un mayúsculo esfuerzo por escribir el Das Kapital del arte.
Mi propósito, sin embargo, es detenerme en una etapa anterior de su
producción, olvidada hasta hace poco por la historia y en algunos aspectos
reprimida por el propio autor: en las dos antologías que Acha ayudó a pre-
parar de sus críticas y ensayos aparecen apenas tres de los casi quinientos
textos escritos en el Perú, país en cuya escena artística realizó una labor
crucial y marcante entre los años 1958 y 1971.2
Ese gesto de autocensura se vincula con las ansiedades personales sur-
gidas de la frustrada esperanza vanguardista que en el Perú se entrelaza,
íntimamente, con la trayectoria de Acha. Una utopía iniciada bajo un signo
desarrollista y luego radicalizada hacia extremos que desembocarían en el
vacío social. Esa gran ilusión rota es también el quiebre de algunas vidas
humanas concretas. Pero pocas con el grado de autoconciencia crítica que
hace de Acha casi una alegoría de las contradicciones de la época. Y por ello
mismo una cifra decisiva para la comprensión de una circunstancia excep-
cional en el arte latinoamericano.
En efecto, el Perú ofrece varias peculiaridades frente a la generalidad
de la experiencia continental durante esa llamada “década prodigiosa”.
Periodo en el que todas las manifestaciones internacionales características
de aquel momento ––incluyendo los múltiples movimientos contestata-
rios y la efervescente contracultura–– se ven localmente sesgadas por la
crisis de una hegemonía oligárquica cuyo gradual ocaso culmina con el
proceso de drásticas reformas nacionalistas iniciadas por el golpe de Esta-
do dirigido por el general Juan Velasco Alvarado en 1968.
Para cierta subcultura juvenil (e incluyo allí a Acha, anímicamente el
más joven de los vanguardistas, pese a superar entonces los cincuenta años
de vida), ese octubre peruano se potencia con el mayo francés. Pulsiones
entrecruzadas por una radicalidad cuya definición estaba en disputa. Tam-
2
Juan Acha, Ensayos y ponencias latinoamericanistas, Caracas, Ediciones gan, Galería de
Arte Nacional, 1984; Juan Acha, Huellas críticas, La Habana, Cali, Instituto Cubano del
Libro, Centro Editorial Universidad del Valle, 1994.
3
Me refiero, claro, a la geopolítica artística de Latinoamérica trazada en el conocido libro
de Marta Traba, Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas, 1950-1970,
México, Siglo XXI, 1973.
4
Juan Acha, “Un matadero”, El Tiempo, Piura, 1932. (Firmado: J. Nahuaca.) Este artículo,
y la carta que lo acompaña, se encuentran en el Archivo Juan Acha, Ciudad de México. No
he logrado descifrar la firma del editor.
5
Las informaciones puntuales resumidas en este acápite derivan de conversaciones sos-
tenidas con Acha desde mediados de la década de 1980 hasta poco antes de su muerte en
1995, prolongadas por diálogos continuos y siempre vigentes con su segunda esposa, Mahia
Biblos Boskues, y su cuarta hija, Elisabeth Juana Acha, así como con su yerno, Alfredo
Salazar. Para la confirmación de ciertas fechas y otros datos recurrí a los señalamientos en
distintas “hojas de vida” conservadas por el Archivo Juan Acha, Ciudad de México.
6
La primera referencia aparece en “Carta de Juan Acha a Fernando de Szyszlo”, Lima,
1960. Reproducido en “Correspondencia/Juan Acha-Fernando de Szyszlo”, Hueso Hú-
mero, núm. 55, Lima, junio de 2010, pp. 139-147. La segunda expresión se encuentra en
la correspondencia con Mahia Biblos, hacia 1970, Archivo Juan Acha, Ciudad de México.
distinta, sin embargo, le fue proporcionada por sus viajes cortos a Francia.
El arte como campo de batalla. Premonitorio de otras conflagraciones, aún
más terribles y devastadoras.
Los problemas derivados de la gran guerra le obligaron en 1942 a volver a
su país. Durante algunos años Acha trabajó en el laboratorio de una mina y
como director de una fábrica local de levaduras, donde asesoró por momen-
tos algunas políticas industriales del gobierno. En 1947 fue reclutado por la
empresa Fleischman, subsidiaria de Standard Brands, Inc., una trasnacional
estadunidense de productos alimenticios que, tras entrenamientos en Lima,
le asignó cargos directivos en Ecuador. Un año después fue trasladado a
Colombia, donde presenció los disturbios impresionantes del “Bogotazo”,
provocados por el asesinato del político liberal Jorge Eliécer Gaitán. En
1950 Acha se reincorporó a la nueva clase media limeña como superinten-
dente de la fábrica mantenida por la empresa en la capital del Perú.
Tras la relativa holgura de esa ocupación industrial bullía aún, sin embar-
go, una inquietud crítica encauzada hacia las artes. Los frecuentes viajes de
Acha a Nueva York y Europa le permitieron desarrollar el interés cultural
iniciado en Alemania bajo circunstancias tan conflictivas. Durante varios
años ––entre 1953 y 1957–– el tecnócrata emprendió un riguroso proceso de
autoaprendizaje en la teoría e historia de la plástica, y asumió sin otro apoyo
que el de su propia voluntad los regímenes de lectura de los programas aca-
démicos germánicos y norteamericanos ––obtenidos por correspondencia.
Esa tenacidad respondía al despertar tardío de una vocación reprimida.
Una reinvención del yo más personal, justificado por la intención declara-
da de asumir esos compromisos intelectuales como una herramienta para la
transformación social: una revolución cultural, aunque aún no articulada con
ese nombre. Y todavía concebida en términos analíticos.
7
Juan Acha, “Conscripción peruana de la pintura”, El Dominical, suplemento de El Comer-
cio, Lima, 4 de junio de 1958, p. 9. Para los demás artículos, véanse “La línea clásica en el
arte peruano I”, El Dominical, 8 de junio de 1958; “La línea clásica en el arte peruano II”, El
Dominical, 8 de julio de 1958, p. 8; “¿Existe una pintura peruana?”, El Dominical, 2 de sep-
tiembre de 1958; “La peruanización de la pintura”, El Dominical, 21 de septiembre de 1958;
“El pintor, su obra y sus raíces”, El Dominical, 2 de noviembre de 1958, y “Las ideas doc-
trinarias y la pintura”, El Dominical, 20 de febrero de 1959. (Todos firmados: J. Nahuaca.)
8
Juan Acha, “Conscripción peruana de la pintura”, op. cit. Acha elaboraría luego perspecti-
vas más matizadas sobre la plástica prehispánica y sus desarrollos.
9
Juan Acha, “¿Existe una pintura peruana?”, op. cit.
10
Juan Acha, “El ‘Homenaje al cuadrado’ de Josef Albers”, Cultura Peruana, vol. xxiv,
núms. 195 y 196, Lima, octubre-diciembre de 1964.
11
Acha le agradeció a Albers su interés por promover esa publicación. Carta de Juan Acha
a Josef Albers, Lima, 6 de noviembre de 1964, The Josef and Anni Albers Foundation, Be-
thany, Connecticut. Mis reconocimientos a Brenda Danilowitz por hacerme accesible esta
correspondencia.
12
Juan Acha, “Concurso ‘Esso’ de artistas jóvenes”, Cultura Peruana, vol. xxiv, núms. 195
y 196, Lima, octubre-diciembre de 1964. Interesa anotar, por otro lado, que Acha apela al
“mundo artístico de Tiahuanaco” para reivindicar el cromatismo científico de Albers. En esa
civilización altiplánica, “el color también es intelectual, simbólico y constructivista […]. Si
colgamos 30 telas del estilo Tiahuanaco en estas dos salas tendremos el mismo efecto de repe-
tición, de monotonía, que se le achaca a Albers”. Por cierto, tanto la obra de Albers como la
de su esposa Anni acusa una marcada influencia de la plástica prehispánica. Al respecto, véase
Brenda Danilowitz y Heinz Liesbrock (eds.), Anni y Josef Albers: Viajes por Latinoamérica,
Madrid, Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía, 2006; en particular Kiki Gilderbus,
“Homenaje a la pirámide: los montajes mesoamericanos de Josef Albers”. Véase también Sal-
vador Macías Corona, Josef Albers en México (1935-1976): aproximaciones a la arquitectura
mexicana (tesis), Barcelona, Universitat Politècnica de Catalunya, 2010.
13
Juan Acha, “La pintura no hedonista de Ricardo Grau”, El Dominical, suplemento de El
Comercio, Lima, 1962. (Sin más datos disponibles.)
modernista por la autonomía del color que entre nosotros adquiere par-
ticulares connotaciones estéticas y sociales. El brasileño Ferreira Gullar
tuvo participaciones importantes en estas teorizaciones periféricas pero
incisivas para los desarrollos excéntricos de “una teleología del color”, en
las precisas palabras de Robin Greeley, “postulada como un medio para
la renovación de las aspiraciones universalizantes de la vanguardia […] y,
al mismo tiempo, para provocar un progreso social comprehensivo”.14 El
proyecto crítico de Acha estaba en sintonía con esa agenda, aunque con
algunos sesgos propios, como el sugerido por el racionalismo extremo que
lo lleva a reivindicar las abstracción pura de Grau como una experiencia
“no-hedonista”, una pasión profundamente analítica por esa pintura “que
es severa por excelencia; terriblemente pictórica”.15
Atención a la paradoja de esa dramática expresión superlativa que, sin
embargo, se yuxtapone a la exigencia de una depuración emocional. Y sen-
sorial. Que es también plástica: en los primeros años sesenta una de las ba-
tallas principales de Acha será contra la subjetividad expresionista que el
medio exaltaba en pinturas exacerbadas como las de Sérvulo Gutiérrez.16
Pero sobre todo contra el “tenebrismo” con que artífices como Fernando de
Szyszlo pretendían crear atmósferas cargadas de misterio y connotaciones
esotéricas, eventualmente telúricas.
Acha encontraría la amplitud para reconocer algo de renovación en la im-
presionante serie que en diciembre de 1963 Szyszlo dedica a Apu Inka Atawall-
paman, una elegía quechua redactada en el siglo xvi como homenaje al último
inca, victimado por los españoles. Apenas unos meses antes el crítico sostenía
que “[s]er artista significa desprenderse, precisamente, del pensamiento mítico
14
Robin Adele Greeley, “The Color of Experience: Postwar Chromatic Abstraction in Ve-
nezuela and Brazil”, October, núm. 152, Cambridge, Mass., primavera boreal 2015, pp. 53-
59. (La traducción es mía.)
15
Juan Acha, “La pintura no hedonista de Ricardo Grau”, op. cit. Grau fue un pintor clave
para las negociaciones del arte peruano entre la Escuela de París y la abstracción pura, con
algunas sugerencias asociadas también a la plástica prehispánica.
16
Juan Acha, “La pintura de Sérvulo”, en Sérvulo (catálogo), Lima, Instituto de Arte Con-
temporáneo, octubre de 1961; Juan Acha, “Polémica sobre el homenaje a Sérvulo. Juan
Acha responde a Juan Ríos; hija de Sérvulo protesta porque el iac se negó a exhibir el pri-
mer cuadro de su padre”, El Comercio, Lima, 17 de octubre de 1961; Juan Acha, “Polémica
sobre el homenaje a Sérvulo. Juan Acha responde a Juan Ríos”, El Comercio, Lima, 21 de
octubre de 1961, p. 14. (Carta fechada el 20 de octubre de 1961.)
17
Juan Acha, “Artes Plásticas”, Cultura Peruana, vol. xxiii, núms. 181 y 182, Lima, julio-
agosto de 1963.
18
Juan Acha, “Consideraciones estéticas: Szyszlo en el I.A.C.”, El Comercio, Lima, 16 de
diciembre de 1963. (Firmado: J. A.)
19
Juan Acha, “Concurso ‘Esso’ de artistas jóvenes”, op. cit. Las críticas de Acha a Szyszlo
durante el resto de la década mantendrían el mismo tenor, deplorando su “recalcitrante
postura romántica”, conducente a “una franca regresión estética”. Juan Acha, “Exposición
de Szyszlo”, El Comercio, Lima, 19 de abril de 1967, p. 25.
Ese alegato y el esencial ensayo sobre Albers marcaron una evolución deci-
siva en el desarrollo conceptual de Acha. Junto con textos adicionales, por
cierto, publicados el mismo año 1964, en coincidencia interesante con otras
transiciones más amplias en la escena política y cultural del país.
La consolidación inicial del gobierno de Acción Popular (1963-1968)
parecía reafirmarse de manera simbólica con la mencionada premiación a
Szyszlo en el concurso de pintura joven auspiciado por la trasnacional Esso
a través de su subsidiaria, la International Petroleum Company (ipc).20 Era
el momento consagratorio para una abstracción telúrica emparentada con
un discurso casi oficial de las raíces nacionales: “el Perú como doctrina”,
fue el lema con que el presidente Fernando Belaunde resumía la filosofía
de su partido, proclamando la necesidad histórica de “huaquear” el pasado
prehispánico para articular el futuro del país.21
Al mismo tiempo su política económica planteaba ciertas intenciones
reformistas bajo un horizonte desarrollista más amplio, aunque pronto
tuviera que retroceder en temas tan importantes como el de la redistri-
bución de tierras y ––precisamente–– la expropiación de la ipc. Conce-
siones que desprestigiarían al régimen y facilitarían el golpe nacionalista
del general Juan Velasco Alvarado en 1968. El belaundismo marcó así un
momento histórico de transición. También en el terreno artístico: pronto
los sectores culturales más tecnocráticos y cosmopolitas de la época am-
pliarían sus intereses para incorporar planteamientos plásticos alternati-
vos al ancestralismo y la subjetividad lírica encarnados por pinturas como
las de Szyszlo.
20
Éste fue uno de los primeros concursos de su tipo en el país y ofreció un eficaz mode-
lo de deliberada dinamización del medio artístico desde una perspectiva internacional. Al
respecto, véanse Caretas, Lima, noviembre de 1964, pp. 3, 17 (sin más datos disponibles), y
“Ámbito internacional para el arte peruano”, Fanal, núm. 73, Lima, 1965, pp. 15-24.
21
El término resulta problemático: “huaquear” es un verbo que se relaciona con “huaca”
(espacio sagrado) o “huaco” (vasija prehispánica) para aludir a la exhumación no científi-
ca de restos arqueológicos que propicia el saqueo y tráfico de antigüedades. Una práctica
lamentable, pero generalizada sobre la que existe incluso cierta mistificación popular. Esa
complejidad de sentidos le da posibilidades interpretativas interesantes al inconsciente polí-
tico (y cultural) hecho manifiesto por las expresiones de Belaunde.
22
“Lector afirma que Hugo Camandona copia sus cuadros de revista alemana”, La Prensa,
Lima, 16 de mayo de 1969, pp. 20 y 21.
23
Juan Acha, “La Bienal xxxiii-Venecia”, Cultura Peruana, núms. 193 y 194, Lima, julio-
septiembre de 1964; Juan Acha, “La ‘Documenta iii’”, Cultura Peruana, núms. 193 y 194,
Lima, julio-septiembre de 1964; Juan Acha, “¿Qué es la Documenta iii?”, El Comercio,
Lima, 6 de septiembre de 1964.
24
Juan Acha, “Romero Brest: eco de su tesis”, El Dominical, suplemento de El Comercio,
Lima, 19 de setiembre de 1965, p. 6. (Las cursivas son mías.) El crítico peruano exalta la
personalidad de Romero Brest, cuyas conferencias considera una obra en sí y “un aconteci-
miento decisivo para el desarrollo de nuestra vida artística”.
25
Los integrantes de Mimuy fueron Mario Acha (hijo de Juan), Miguel Malatesta y Efraín
Montero. Señal estuvo integrado, en distintos momentos, por Luis Arias Vera, Jaime Dávila,
Emilio Hernández Saavedra, José Tang y Armando Varela.
26
Emilio Hernández Saavedra, La ruta de las luciérnagas. Cuaderno de apuntes, Lima, s.f., p. 50.
27
No la totalidad: identificados también con la escena renovadora se encontraban artífices
independientes aún no mencionados como Carlos Dávila, Rubela Dávila, Rafael Hastings,
Ciro Palacios, Jesús Ruiz Durand (née Ruiz Duran), entre otros. En las exposiciones funda-
cionales de Arte Nuevo no participaron los integrantes de Mimuy, pero sí todos los del grupo
Señal, además de Teresa Burga, Víctor Delfín, Gloria Gómez Sánchez y Luis Zevallos Hetzel.
28
Juan Acha, “Las artes visuales”, El Dominical, suplemento de El Comercio, Lima, 1 de
enero de 1967.
29
Juan Acha, “Espíritu renovador: exposición del Grupo ‘Arte Nuevo’”, El Comercio, Lima,
9 de noviembre de 1966. Interesa ubicar la probable inspiración de este aserto en una erudita
referencia a Wilhelm Worringer, figura esencial en la teoría germánica del arte. Al reivindicar
precisamente los desarrollos últimos de la pintura alemana, en 1960, Acha profetiza que, “en
el peor de los casos, si el futuro no sabe estimar sus obras, quedará la seguridad de aquellas
palabras que escribió Worringer por los años veinte y tantos: ‘nosotros vemos en esta lucha
desesperada’ … ‘una tragedia; y sucumbir en ella es más glorioso que el triunfo secreto de
los que jamás salieron a luchar’”. Juan Acha, “La actual pintura alemana”, Eco, Revista de la
Cultura de Occidente, tomo 1/5, Bogotá, octubre de 1960, pp. [648]-669.
30
Francisco Bendezú, “Ofensiva Neo-dadaista”, Oiga, núm. 149, Lima, 12 de noviembre
de 1965, pp. 22, 23 y 35.
31
Juan Acha, “Actitud legítimamente artística: Gloria Gómez Sánchez en ‘Solisol’”, El Comercio,
Lima, 15 de noviembre de 1965. Cuatro años después la crónica de un debate público le atribuye
referencias más desarrolladas de ese tipo: “[Acha r]ecusó, sin decirlo, los planteamientos clásicos
de Plejánov y de Lunacharsky, para dar a entender su conformidad con George Luck’acs [sic] en
cuanto a estética sobre todo referido al realismo crítico”, El Comercio 1969c.
32
Juan Acha, “Actitud legítimamente artística: Gloria Gómez Sánchez en ‘Solisol’”, op. cit.
33
Juan Acha, “Arte pop: procedimientos y finalidades”, El Dominical, suplemento de El
Comercio, Lima, 25 de mayo de 1969, pp. 38 y 39.
34
El uso generalizado de sopletes, moldes, plantillas, pinturas industriales, etcétera, per-
mitió emplear carpinteros y pintores al duco para la confección de muchas de las piezas
diseñadas por los artífices. A través de esos y otros recursos la vanguardia simplificó y
desacralizó el modo de producción artística, introduciendo nuevos niveles de división del
trabajo y una aparente desubjetivización del proceso creativo. Hastings testimonia haber
llegado así a producir más de veinte cuadros en apenas un mes y medio en 1967. Miguel A.
López, “El arte es bonito e interesante. Una conversación con Rafael Hastings”, en Rafael
Hastings: el futuro es nuestro y/o por un pasado mejor. 1983-1967, Lima, Instituto Cul-
tural Peruano Norteamericano, 2015, pp. 19-[45]. (Entrevista.) Un anuncio temprano ––e
irónico–– de tales desarrollos podía percibirse en algunas de las obras de Gómez Sánchez,
particularmente Funerales de un pincel y La muerte de la pintura (ca. 1965), que marcaron
una transición particular entre el informalismo y el arte pop, entre otros lenguajes nacientes
de la vanguardia local. Acha abiertamente celebró y propició esa evolución. Juan Acha,
“Actitud legítimamente artística: Gloria Gómez Sánchez en ‘Solisol’”, op. cit.
35
Néstor García Canclini, La producción simbólica, Mexico, Siglo XXI, 1979.
36
Marta Traba, Dos décadas vulnerables…, op. cit.
37
Mirko Lauer, Introducción a la pintura peruana del siglo xx, Lima, Mosca Azul, 1976.
38
Juan Acha, “La vanguardia pictórica en el Perú”, en Nuevas tendencias en la plástica pe-
ruana, Lima, Departamento de Extensión Universitaria de San Marcos y Fundación para
las Artes, mayo de 1968. (Catálogo.) La versión mayor de mi investigación propone lecturas
más matizadas de este texto.
39
Ya un año antes el mismo grupo había amenizado la “exposición a go go” de Hastings en
el iac (“Exposición a Go-Go”, Oiga, Lima, 17 de noviembre de 1967, pp. 29 y 30). Bajo el
posterior nombre de Laghonia, el grupo evolucionó luego hacia expresiones musicales más
sofisticadas.
40
No sorprende que Traba (Dos décadas vulnerables…, op. cit.) haya privilegiado este artí-
culo en particular para su ataque a la influencia de Acha sobre los artífices peruanos, como
parte de una argumentación mayor contra la vanguardia continental.
41
Mario ��������������������������������������������������������������������������
Pedrosa, “A Cidade Nova Obra de Arte. Introdução ao tema inaugural do Con-
gresso Internacional Extraordinário de Críticos de Arte. A cidade nova-Síntese das artes”,
Habitat, núm. 57, noviembre de 1959, pp. 11-13. Las reflexiones de Pedrosa, por supuesto,
ofrecen otras densidades y requieren una discusión más amplia.
mentos en que se pudo hablar con tan llano optimismo desde la perspectiva
de un desarrollismo utópico que pronto se revelaría iluso.42
Reconversiones (1969)
42
Artículos anteriores de Acha exhiben un desarrollismo aún más ortodoxo: “La industria-
lización (desarrollo), con sus diversas consecuencias, y como el mejor camino para poner
en práctica los ideales de justicia social, es la realidad que tenemos por delante, ya que ella
rebasa todo antagonismo entre los actuales sistemas políticos. Y justamente la vanguardia
artística de estos momentos, se caracteriza por sus intentos de acercarse a los aspectos ma-
teriales y sensoriales de esta realidad, cuya médula es la tecnología, para encauzarla”. Juan
Acha, “Exposición de Szyszlo”, op cit. Estas posiciones de Acha sufrirían notables transfor-
maciones después de 1968, como se verá.
43
Juan Acha, “Veintinueve años de pintura en el Perú (1938-1967)”, en Pintura peruana.
Junio 1938-1967, Lima, Instituto Cultural Peruano Norteamericano, 1967. (Catálogo de
exposición realizada en junio-julio de 1967.) Desarrollo al detalle este tema en un ensayo a
ser próximamente publicado por la revista Hueso Húmero de Lima.
44
Juan Acha, Perú: despertar revolucionario, Lima, septiembre de 1970, ms. (Publicado en
traducción italiana como “Risveglio Rivoluzionario”, D’ars, año x, núm. 55, Milán, junio
de 1971.)
45
Juan Acha, “Veintinueve años de pintura en el Perú (1938-1967)”, op. cit. Incorporo a esta
cita las correcciones manuscritas por el autor a las varias erratas de la versión impresa de su
texto. Entre ellas, el añadido crucial de la partícula “trans” en lo que allí figuraba, recorta-
damente, como “autoformación”.
46
Juan Acha, “Situazione dell’arte contemporánea: Peru”, D’Ars, año x, núms. 46 y 47, Mi-
lán, julio-noviembre de 1969, pp. 16-31. La denuncia fue publicada en “Ejem, ejem…”, Ca-
retas, núm. 392, Lima, 28 de marzo-10 de abril de 1969, p. 4 (comentario de carta remitida a
la revista por Alberto Valdivia Portugal) y “¡Pop!”, Caretas, núm. 392, Lima, 28 de marzo-10
de abril de 1969, p. 6 (comentario de carta remitida a la revista por Alberto Valdivia Portu-
gal). La referencia exacta que allí se proporciona remite a un encarte publicitario en la revista
Hot Rod, p. 91. Ninguno de los integrantes del jurado (Élida Román, Luis Miró Quesada
Garland, Luis Carlos Rodrigo Mazure, Carlos Aitor Castillo, Sara Lavalle) tenía particular
identificación con el vanguardismo, por lo que la premiación tan marcada a esa tendencia
hace más evidente la inercia favorable que ésta ya había adquirido en ese momento.
47
Véanse, por ejemplo, Mario Castro Arenas, “¿Pintores o plagiarios?”, La Prensa, Lima,
18 de mayo de 1969, y Luis Rey de Castro, “Pintor pop plagia por premio”, La Prensa,
Lima, 22 de abril de 1969. Para un intercambio más meditado, véase Juan Acha, “Arte pop:
procedimientos y finalidades”, op. cit. y Augusto Ortiz de Zevallos, “Arte actual: el pop y
un artículo”, Oiga, Lima, 1969. Por el lado de los artífices, a la escueta respuesta de Luis
Zevallos Hetzel (“En relación al 1er Premio del Concurso de Pintura de Ancón”, Lima, El
Comercio, 12 de abril de 1969) se le sumó una irónica carta del siempre inteligente Hernán-
dez Saavedra, en la que se autoinculpa de “plagios” aún mayores, involucrando además a
otros “estafadores” evidentes, como Robert Indiana, Roy Lichtensten, Robert Rauschen-
berg y Andy Warhol (Emilio Hernández Saavedra, “A propósito del ‘plagio’”, El Comercio,
Lima, 23 de mayo de 1969, p. 19).
48
La frase descriptiva es de Acha (“Situazione dell’arte contemporánea: Peru”, op. cit., p.
28). La denuncia ––anónima–– se publicó en La Prensa en 1969.
49
“Sucede que todos los detractores ignoran lo sustancial del pop y del arte actual, y se
Esta nota ––una de las primeras que publicó tras su retorno de Europa—
marca un crucial momento de inflexión en el desarrollo teórico del autor. Es
allí donde aparece la ya citada alusión a lo decisivo de la experiencia urbana
para el nuevo arte peruano, asociándolo con la vivencia cosmopolita aun desde
su propia marginalidad. Sin embargo, ese modelo internacional es redefini-
do en términos esencialmente subversivos: más que una celebración, elabora
Acha, el pop “trae la denuncia de los efectos represivos que la sociedad de
consumo suele impartir”. Y de inmediato propone una frase interesante tam-
bién por lo autorreferencial de la evolución discursiva que en ella se describe.
Confrontada por la nueva estética, recuerda, “[a]ntes la mayoría hablaba de
degeneración y propaganda capitalistas”, pero “[h]oy, después de la popula-
rización de Marcuse, es fácil registrar la protesta de la afirmación del pop”.50
Marcuse, efectivamente, se tornaría una inspiración creciente ––explíci-
ta o implícita–– en la final trayectoria peruana de Acha. Ya el artículo cita-
do iniciaba un desplazamiento estratégico que podría percibirse como una
fuga hacia delante ante la debacle de todo lo que había sostenido a la ilusión
desarrollista, y a sus manifestaciones contestatarias. La resaca amarga de la
polémica coincidiría pronto con otras señales ominosas, en el mundo y en
el Perú y en la vida más personal del crítico. La contracultura alcanzaría
aún impactos tan llamativos como el concierto de Woodstock (1969), pero
la vanguardia internacional inició pronto su disolución progresiva tras las
frustradas rebeliones europeas a ambos lados de la cortina de hierro (París,
Praga). Y en Lima la crisis económica se expandía también hacia los orga-
nismos culturales. Y sus proyecciones ideológicas.
“Estancamiento en la plástica” es el título con el que Acha resume su
balance artístico de 1969.51 Ese año desaparecieron varias iniciativas y es-
pacios abiertos al experimentalismo, como la Fundación para las Artes y la
Galería Quartier Latin. Se volatizaba también el escaso mercado que había
logrado formarse para las nuevas tendencias, junto con el considerable ca-
pital simbólico acumulado en los años anteriores.
dejan arrastrar por aquella iracundia moralista con que se suele defender lo establecido”.
Juan Acha, “Arte pop: procedimientos y finalidades”, op. cit.
50
Juan Acha, “Arte pop: procedimientos y finalidades”, op. cit. Como se ha indicado, seis
años atrás el propio Acha había sido uno de los tempranos detractores locales del pop, con-
siderándolo una “regresión regresiva” (El Comercio, 1963).
51
Juan Acha, “Estancamiento en la plástica”, El Comercio, Lima, 1 de enero de 1970.
52
Juan Acha, “Actitud generacional: ‘Bolsas lumínicas’ en ‘Cultura y Libertad’”, El Co-
mercio, Lima, 8 de abril de 1970. Los artífices involucrados en esa secuencia de exposicio-
nes eran Ernesto Maguiña, Consuelo Rabanal, Eduardo Castilla, Leonor Chocano e Hilda
Chirinos.
53
Juan Acha, Nuevas referencias sociológicas de las artes visuales: mass media, lenguajes,
represión y grupos, Lima, Galería Cultura y Libertad, 24 de octubre de 1969. (Mimeo con
anotaciones manuscritas: 29 págs.) Archivo Juan Acha, Ciudad de México.
54
Conversaciones con Rafael Hastings, 1982.
55
Idem. Aunque sin alusiones a esas inquietudes otras, Rafael Hastings ofrece su versión de
aquel derrotero en Miguel A. López, “El arte es bonito e interesante…”, op. cit.
56
Gustavo Buntinx, “Entre lo popular y lo moderno. Alternativas pretendidas o reales en
la joven plástica peruana”, Hueso Húmero, núm. 18, Lima, Francisco Campodónico F. y
Mosca Azul, julio-setiembre de 1983 [1984], pp. [61]-85 (publicado con modificaciones en
el título y varias erratas); “El retorno de las luciérnagas. Deseo aurático y voluntad chamá-
nica en las tecnoesculturas de Francisco Mariotti”, en Lucero Enríquez (ed.), (In)disciplinas.
La estética y la historia del arte en el cruce de los discursos, México, Instituto de Investiga-
ciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999, pp. 455-486 (Actas del
xxii Coloquio Internacional de Historia del Arte, organizado en Querétaro por el iie, en
septiembre de 1998. Otra versión se publicó en Márgenes 17, Lima, Sur, junio de 2000, pp.
55-93); e.p.s. Huayco. Documentos, Lima, Museo de Arte de Lima, Instituto Francés de
Estudios Andinos y Centro Cultural de España, 2005 (incluye una polémica metodológica,
“Combates por la historia”, y un extenso estudio crítico, “Estética de Proyección Social: el
taller e.p.s. Huayco y la utopía socialista en el arte peruano”, pp. [19]-161).
57
Aunque en sus orígenes la palabra “achorado” aludía a actitudes lumpenescas y delincuen-
ciales, con el tiempo el término se aplicó también a los comportamientos vulgares y desen-
fadados de cierta población mestiza en las grandes ciudades. En e.p.s. Huayco. Documentos,
op. cit., trazo la historia y discuto ampliamente la categoría de “pop achorado”. Sobre la
trayectoria de Ruiz Durand me he ocupado en diversas ocasiones. Las más completas serían
“Pintando el horror: sobre Memorias de la ira y otros momentos en la obra de Jesús Ruiz
Durand”, en Marita Hamann, Santiago López Maguiña, Gonzalo Portocarrero y Víctor
Vich (eds.), Batallas por la memoria: antagonismos de la promesa peruana, Lima, Red para
el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2003, pp. 315-335, y Utopía y ruinas. Jesús
Ruiz Durand: fragmentos de una retrospectiva (1966-1987) (catálogo), Lima, Museo de Arte
del Centro Cultural de San Marcos, 2005. La última corresponde a la retrospectiva de su obra
que entonces curé en el Museo de Arte del Centro Cultural de San Marcos.
58
Gustavo Buntinx, “Entre lo popular y lo moderno…”, op cit.; “Modernidades cosmopo-
lita y andina en la vanguardia peruana”, en Enrique Oteiza (coord.), Cultura y política en
los años 60, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de Buenos Aires, 1997 [1994], pp. 267-286 (título original, modificado
por los editores: “Modernidad andina/Modernidad cosmopolita. Trances y transiciones en
la vanguardia peruana de los años sesenta”. Actas de las jornadas Cultura y política en los
años sesenta, organizadas en Buenos Aires por el Instituto de Investigaciones Gino Germa-
ni, en septiembre de 1994).
59
El subtítulo exacto de la muestra era “14 manipulaciones con papel periódico” y se realizó
entre el 9 y el 21 de junio. Probablemente para evitar la preeminencia del apellido del crítico,
la nómina de los participantes se publicó en un orden arbitrario y no alfabético: Jorge Bernuy,
Mario Acha, Cristina Portocarrero, Luis Zevallos Hetzel, Emilio Hernández Saavedra, Que-
ta Gaillour, Juan Acha, Jesús Ruiz Durand, Gloria Gómez Sánchez, José Tang, Jaime Dávila,
Gilberto Urday, Rubela Dávila, Regina Aprijaskis. La contribución de Juan Acha ––minima-
lista pero fuertemente expresiva al mismo tiempo–– consistió en una ordenada acumulación
de periódicos hasta conformar dos torres de tal vez metro y medio de altura. “La noche de la
inauguración”, evoca Hernández Saavedra, “la gente tuvo que esperar hasta que estuviera co-
locado a la entrada un aro forrado en el papel periódico (la obra de Urday), que el primero en
ingresar tuvo que romper con su cuerpo a la manera de algunos eventos deportivos, desacra-
lizando el momento y a la galería” (Emilio Hernández Saavedra, La ruta de las luciérnagas…,
op. cit., p. 53). Esa acción, por cierto, recuerda también las irrupciones corporales del japonés
Saburo Murkami a través de bastidores recubiertos de papel, realizadas en 1955.
60
“Penoso […] que los ocasionales diareros ––haciendo gala de un cinismo que candorosa-
mente confunden con humor, y como queriendo dar razón a los muchos zarandeos de que
han sido víctimas últimamente–– utilicen para ellos mismos el nombre de plagiarios”. Carlos
Aitor Castillo, “Manipuladores o macaneadores”, Lima, junio de 1969. Recorte periodístico
en el Archivo Juan Acha, Ciudad de México. (Sin más datos disponibles.) Tales exabruptos,
por cierto, ayudaron a completar el sentido y propósito de la muestra. El propio Acha se
asegura de aludir a las exasperaciones de Castillo ––sin mencionar su nombre-– en una pu-
blicación internacional para ejemplificar el éxito de escándalo así obtenido (“come era stato
previsto, questa esposizione-choc ha sconcertato la media decoloro che solemnizzano e
feticizzano l’arte, l’opera e t’artista”: “Notizie. Dal Peru”, D’Ars, año x, núms. 46 y 47, Mi-
lán, julio-noviembre de 1969, pp. 184 y 185). Interesa señalar que en esa breve reseña Acha
nombra a todos los artífices involucrados menos a su propia persona. Un probable acto de
modestia que, sin embargo, incomunicaba algún aspecto crucial e implícito de la muestra, su
filo más duro y cortante. Para una reacción muy distinta a Papel y más papel, véase l.a.m,
“‘Papel más papel’”, El Dominical, suplemento de El Comercio, Lima, junio de 1969.
61
“La Ley de Industrias última ha destruido toda duda: asistimos al despertar de un espíritu
revolucionario: marchamos hacia una justicia socioeconómica que ––se supone–– debe mol-
dear una nueva mentalidad. Ante esta situación, un grupo de artistas jóvenes ha principiado
a manifestar […] la necesidad de una revolución cultural. Y es que la transformación de las
estructuras socioeconómicas —aun la más radical–– no es suficiente para cambiar las bases
de la mentalidad humana y, por ende, de la sociedad. Indispensable la compañía de la re-
volución cultural y la sexual”. Juan Acha, “La revolución cultural”, Oiga, núm. 386, Lima,
4 de agosto de 1970, pp. 29 y 31.
62
Juan Acha, “El arte no ha muerto: debate en artes plásticas”, El Comercio, Lima, 29 de
noviembre de 1970.
63
Juan Acha, Perú: despertar revolucionario, op. cit., p. 4.
64
Juan Acha, “Vanguardismo y subdesarrollo”, Nuevo Mundo. Revista de América Lati-
na, núms. 51 y 52, París, octubre de 1970, p. 16 (Rep. en Juan Acha, Ensayos y ponencias
latinoamericanistas, op. cit., pp. 11-26). Ese comentario final no debe considerarse ocioso:
su enunciación se daba en un contexto de fascinación creciente con la imagen romantizada
del Che Guevara y otros guerrilleros caídos, como el peruano Luis de la Puente Uceda.
Apenas un año antes, Ruiz Durand había pintado retratos psicodélicos de ambas figuras
exaltadas, en un intento por articular un lenguaje compartido entre las vanguardias artísticas
y las políticas. Había en todo ello una cierta influencia del afichismo cubano, pero también
propuestas e inquietudes propias. Gustavo Buntinx, “Pintando el horror…”, op. cit.; Utopía
y ruinas…, op. cit.
65
Juan Acha, “Vanguardismo y subdesarrollo”, op. cit., pp. 23 y 24. La categoría “guerrilla
cultural” no fue acuñada por Acha: se vincula con un clima de época y era ya de uso interna-
cional, por lo menos desde marzo de 1968, cuando el artífice argentino Le Parc, radicado en
Francia, la utiliza en un llamado a iniciar acciones artísticas “contra el estado actual de cosas,
subrayar las contradicciones, crear situaciones donde la gente reencuentre su capacidad de
producir cambios”. Julio Le Parc, “La guerrilla cultural”, marzo de 1968, <http://www.
julioleparc.org/gu%C3%A9rilla-culturelle.html>.
“En resumen”, concluye otro texto, “no sólo es lícita la presencia de la van-
guardia artística en el subdesarrollo, sino indispensable”.69 Acha entraba así
en diálogo con algunas de las reflexiones latinoamericanas más punzantes.
Ya no estrictamente con las de Romero Brest, sino con las entonces for-
muladas desde Brasil por Ferreira Gullar: su libro de 1969, Vanguarda e
subdesenvolvimento, es ligeramente anterior al manuscrito Subdesarrollo y
66
Juan Acha, “El ‘Homenaje al cuadrado’ de Josef Albers”, op. cit.
67
Juan Acha, “¿Existe una pintura peruana?”, op. cit.
68
Juan Acha, Perú: despertar revolucionario, op. cit.
69
Juan Acha, “Vanguardismo y subdesarrollo”, op. cit., p. 18. Sería también una respuesta
definitiva a quienes, como Bendezú y Ortiz de Zevallos, cuestionaban en términos socioló-
gicos la pertinencia del vanguardismo en países del llamado Tercer Mundo.
70
Ferreira Gullar, Vanguarda e subdesenvolvimiento. Ensaios sobre arte, Rio de Janeiro,
Civilização Brasileira, 1969; Juan Acha, “Vanguardismo y subdesarrollo”, op. cit. El libro
de Gullar formó parte de la biblioteca del crítico peruano, conservada ahora en el Archivo
Juan Acha, Ciudad de México.
71
Gustavo Buntinx, “Pintando el horror:…”, op. cit.; Utopías y ruinas…, op. cit.
72
Juan Acha, “Una candente polémica. En busca de un autor para Tupac Amaru”, Oiga,
núm. 418, Lima, 8 de abril de 1971, pp. 28-30.
nos despiertan las reformas socioeconómicas iniciadas (pensar que con éstas
se ha hecho ya una revolución, sería tomar muy a la ligera lo que ésta de veras
constituye).73
73
Idem.
74
“[A]sistimos a un despertar revolucionario en el campo socioeconómico y a un con-
secuente fortalecimiento del nacionalismo. Esto anima a los jóvenes artistas a plantear la
necesidad de una revolución cultural como indispensable complemento y encauce de los
cambios socioeconómicos, como reacción contra las imposiciones culturales de tipo impe-
rialista y pasatista de que somos objeto, y como prevención contra cualquier posible abuso
del nacionalismo”. Juan Acha, “La revolución cultural”, op. cit.
75
Idem.
76
Ibidem, pp. 7 y 8.
En la entrevista ya citada (Miguel A. López, “El arte es bonito e interesante...”, op. cit.)
77
Hastings despliega una llamativa desmemoria en relación con sus interacciones con el últi-
mo grupo generacional que intentó asumir el relevo de aquel vanguardismo peruano.
78
Juan Acha, “‘Introducción al cinematógrafo’: muestra didáctico-visual”, El Comercio,
Lima, 18 de junio de 1970.
79
Begoña Ibarra, “Ivonne: El anti-ballet”, Siete Días del Perú y del Mundo, suplemento
dominical de La Prensa, Lima, 16 de agosto de 1970, pp. 20 y 21.
80
Juan Acha, Perú: despertar revolucionario, op. cit., p. 7. Interesa aquí recordar una en-
trevista muy anterior en la que Szyszlo rehúsa explicar su pintura aludiendo a la anécdota
de una bailarina que, ante un requerimiento similar, habría respondido: “¿usted cree que si
pudiera decirlo con palabras me tomaría el trabajo de bailar?”. Fernando de Szyszlo, “Dice
Fernando Szyszlo que no hay pintores en el Perú ni América: el joven pintor peruano decla-
ra sentir su pintura y la de los demás pero no puede explicarla”, La Prensa, Lima, 2 de junio
de 1951, p. 3. (Entrevista.) Es contra esa concepción romántica del arte que las vanguardias
se rebelan.
81
Emilio Hernández Saavedra, Galería de Arte (catálogo), Lima, Galería Cultura y Liber-
tad, 1970.
82
Juan Acha, “Informe fotográfico convertido en arte: Hernández y la fotografía”, El Co-
mercio, Lima, 20 de junio de 1970, p. 23. El necesario análisis detallado de ese catálogo,
y de la muestra que lo acompaña, requiere de un espacio mayor al aquí disponible. Sólo
catorce años después de su publicación la imagen de El Museo de Arte borrado sería histó-
ricamente recuperada, con motivo de la primera exposición retrospectiva de las vanguardias
de la década de 1960 (Gustavo Buntinx, Las vanguardias artísticas de los sesentas: revisión
histórica, ms., 41 págs., 1984, Archivo Micromuseo (“al fondo hay sitio”). (Texto concebido
83
José María Arguedas, El Sexto, Lima, Horizonte, 1961.
84
Agradezco a Alfredo Salazar, yerno de Juan Acha, por el generoso testimonio proporcio-
nado sobre las complejas gestiones que tuvo que asumir para asegurar la liberación de su
suegro durante sus dos encarcelamientos.
Después de la batalla
85
Juan Acha, “Szyszlo: pintura grávida de sugerente poesía visual”, Diorama de la Cultura,
suplemento de Excélsior, México, D. F., 25 de marzo de 1973.
86
Juan Acha, “Consideraciones estéticas: Szyszlo en el i.a.c.”, op. cit.
87
Juan Acha, “Szyszlo: pintura grávida de sugerente poesía visual”, op. cit.
88
Fernando de Szyszlo, entrevista con Raquel Tibol, Excelsior, México, D. F., 24 de marzo
de 1973.
89
Carta abierta de Juan Acha a Fernando de Szyszlo, México, D. F., 1973. Documento me-
canografiado. Archivo Juan Acha, Ciudad de México.
90
Así lo evidencia un artículo del momento en el que Acha describe a Romero Brest como
un “trovador” cuyas conferencias son “en sí una obra de arte”. Juan Acha, “Las conferencias
de Romero Brest: replanteamientos de un converso”, Diorama de la Cultura, suplemento de
Excélsior, México, D. F., 20 de enero de 1973. Allí Acha describe con entusiasmo a Romero
Brest como un “converso”, debido a su giro radical hacia una identificación latinoamericana
para el arte y una diferenciación entre arte y estética: dos de los postulados sobre los que
Acha basaría sus propios desarrollos teóricos para una nueva teoría social del arte.
91
Marie-France Cathelat, “La ruta de la amistad”, Expreso, Lima, 14 de enero de 1995.
La experiencia de El Sexto fue sin duda uno de ellos. Sobre todo por su
libre asociación con todo lo vivenciado en Lima como la derrota vital del
vanguardismo. Así lo sugiere incluso el intento de soslayar esos aspectos
cuando, once años después, Acha aceptó responder a la famosa encuesta
“¿Por qué no vivo en el Perú?”, propiciada entonces por la revista Hueso
Húmero. Entre sus motivaciones, el crítico privilegió los alicientes afirma-
tivos proporcionados por la escena mexicana, al mismo tiempo que calificó
como apenas “razones secundarias” los “factores nacionales negativos o
experiencias desagradables […] que me empujaron a salir del Perú”.92
Estos últimos, sin embargo, ocupan la porción culminante de aquel bre-
ve texto. Acha recuerda, en primer término, la visión crítica del país que le
fue facilitada por los viajes derivados de su desempeño profesional como
químico. Y describe, implacable, el
[h]aber sido fichado […] como inculpado de tráfico de drogas, al asistir a una
fiesta de artistas jóvenes. Luego de haber sido despojado de toda condición
humana durante diez días en El Sexto, por negligencia de un juez, antes de ser
declarado inocente en el juicio respectivo. […] Y quien ha sido fichado estará a
merced de muchas vejaciones.93
92
Juan Acha, “Por qué no vivo en el Perú”, Hueso Húmero, núm. 9, Lima, Francisco Cam-
podónico F. y Mosca Azul, enero-marzo de 1981, pp. [108]-109.
93
Idem.
94
Juan Acha, “Conversación con Juan Acha”, Debate, núm. 10, Lima, octubre de 1981,
pp. 76, 78. (Entrevista de Luis Lama.) Un texto ligeramente anterior –—“Vanguardias a
destiempo”–— sería aún más tajante, al cuestionar la posibilidad de vanguardismos nuevos,
precisando “que la vanguardia termina en 1968 y que Estados Unidos la utilizó durante la
guerra fría para sus presiones imperialistas”. Juan Acha, “Sociología visual: vanguardias a
destiempo”, Unomásuno, México, D. F., 24 de diciembre de 1980. (Rep. en Huellas críticas,
op. cit., pp. 309 y 310.) Todavía en 1986 Acha argumenta que el vanguardismo “fue una
degeneración en el sentido de tomar la novedad como valor artístico. Una obra de arte tiene
que aportar algo nuevo, pero de utilidad social y utilidad artística para que se produzca una
retro-alimentación. De acuerdo con la definición del materialismo, estos son procesos que
obedecen a móviles externos que van cambiando”. Pero “desde 1968 a esta parte no hay
nada que importar de Europa porque Europa no produce nada nuevo y eso ha obligado al
artista latinoamericano a replegarse hacia sí mismo, hacia sus necesidades locales”. “Juan
Acha: arte, mitos y utopías”, Cambio, núm. 6, Lima, 22 de mayo de 1986, pp. 26 y 27. (En-
trevista de Carlos Fernández Loayza.)
95
Juan Acha, De las generaciones en conflicto a la revolución cultural, Lima, 1971, ms. Ar-
chivo Juan Acha, Ciudad de México.
96
Juan Acha, De las generaciones en conflicto…, op. cit., p. 97.
97
El párrafo final completo reza: “El ‘happening’ pip continúa / pero no puedo esperar hasta
que se realice el juicio oral / contra los tres inculpados que quedan: un peruano (dueño de
casa), / un chileno y un francés (los dos últimos expulsados del país por la PIP). / Además
varias versiones y modalidades de este ‘happening’ / son presentadas o continúan, / no sólo
en el Perú sino en todas las sociedades de poder del mundo”.
Juan Acha con Kasuya Sakai. Museo de Arte Moderno, Ciudad de México, 1976.
Archivo Mahia Biblos y Juan Acha.
Juan Acha con Berta Taracena, ca. 1980. Archivo Mahia Biblos y Juan Acha.
Juan Acha con Marie-France Cathelat. Presentación del libro El perfil de la mujer peruana,
Lima, 1981. Archivo Mahia Biblos y Juan Acha.
Juan Acha con Jorge Glusberg, Simposio Latinoamericano CAyC, Buenos Aires, [s. a.].
Archivo Mahia Biblos y Juan Acha.
Mathias Goeritz, Leposava Miloševi, Juan Acha y Helen Escobedo, Seminario de Arte
Latinoamericano, México, 1978. Archivo Mahia Biblos y Juan Acha.
logró ir más allá del encuentro gozoso y el intercambio de ideas; sin embar-
go, este empeño puede ubicarse como antecedente del Frente Mexicano de
Grupos Trabajadores de la Cultura nacido en 1978 a partir del camino ya
recorrido y, sobre todo, de una postura política definida y clara que plan-
teaba la articulación del trabajo artístico a las luchas democráticas y popula-
res. El Frente, al igual que Acha, advertía la necesidad de la investigación y
discusión estética y artística teórico-práctica constante, así como la urgen-
cia de afectar todo el proceso: la producción, la circulación y la valoración
artísticas. Sin duda, los grupos de los años setenta constituyen un referente
indispensable en la genealogía de estas discusiones que siguen siendo nece-
sarias en tiempos infames, y que son asumidas hoy por una gran cantidad
de grupos, colectivos y talleres preocupados en generar mejores formas de
organización colectiva para sus propósitos estético-políticos, artísticos y
comunicacionales.
Procuraré un ejercicio que consiste en poner en relación asuntos y te-
mas propuestos por Juan Acha desde la década de 1970, con aportaciones y
reflexiones actuales no referidas únicamente a la producción artística sino
a la dimensión estética en su sentido amplio; preocupaciones e intereses
vigentes entre quienes procuran aportaciones significativas y que, como
lo planteara el Grupo Germinal en 1977, ubican a la producción artística
dentro de la praxis política y no sólo paralela a ella. Sobre esta base se teje
la ponencia.
Uno de los temas trabajados por Acha fue la relación arte-política: el
asunto se cuela en varios de sus textos y ponencias y no sólo en el que así
titula en 1975; finalmente, considero, es la relación problemática eje de sus
preocupaciones. Entonces, seguía planteándose una división radical entre
ambos ámbitos de la vida y actividad humanas, pero en el texto referido pu-
blicado en la revista Idea y compilado en Ensayos y ponencias latinoame-
ricanistas, Acha enuncia ya un nuevo entendimiento de lo político más allá
de la suma reduccionista de arte más política, que nos permite tender un
puente al presente no sin advertir que los límites marcados por su momento
histórico explican el uso de términos y nociones como “popular”, a manera
de calificativos y no como lugares de enunciación, circulación y consumo de
bienes culturales, o la misma noción de pueblo como colectividad ajena
al artista que, en el mejor de los casos, asume una actitud comprometida
con él. Esto resulta un punto importante porque de lo que se trata es de
Cambios en la producción
por la del creador académico subversivo: un marginal con estudios que salta
a la fama por medio de trampolines creados a modo para catapultarlo al
mercado internacional. El artista global ya no es el nómada de antaño, es
una presencia virtual que goza de ubicuidad en la medida en que los medios
y los escaparates del mundo hacen eco de su trayectoria.
Como lo señaló Juan Acha, la distribución y la comercialización del arte
en los países económicamente desarrollados dejó de ser la labor del Estado
patrimonialista —hoy en crisis— o de la catequesis arcaica. Hoy el arte se
ha convertido en eslabón de una red de servicios amparada por las llamadas
industrias culturales. Incluso en México la promoción y difusión del arte es
parte del Plan Nacional de Desarrollo; la política cultural pretende reducir
el impacto de la violencia sobre el tejido social a través de la exhibición y
presentación de eventos artísticos. En este ambiente maquiavélico en el que
el fin justifica los medios, las galerías reciben los apoyos del erario público
para tomar la estafeta de la distribución en el contexto global.
A pesar de las excepciones, el impacto general que ha tenido la glo-
balización sobre el sistema de exhibición y venta ha sido fulminante: ha
provocado la banalización de los contenidos, la entronización de los for-
matos y estructuras de pensamiento sobre el arte (la historia del arte está
determinada por el precio que alcanzan las obras en subastas, por ejemplo).
De esa manera, entre más espectacular resulte una obra y menores sean
las cualidades artesanales del objeto, se encarece el producto, junto con su
percepción, y requiere de una explicación demagógica más elaborada, no
exenta de clichés sobre el pedigrí de la obra y el artista. Juan Acha lo vati-
cinó: el consumo se centra en la excepcionalidad conceptual del producto
sobre la factura material del mismo.
Es a través de estas estrategias que el sistema de distribución reemplaza
la presencia del artista individual por la del artista mediático, la sustitución
de la manualidad por la mecanización y digitalización del producto, y la
consecuente transformación del artista en profesional asalariado.
En todo esto hay algo en lo que quizá Juan Acha no reparó lo suficiente,
me refiero al papel que tiene la teorización sobre el arte en su distribución.
Quien detenta la teoría como herramienta de trabajo no es el investigador
sino el curador. Mientras el crítico se sostiene mediante la opinión infor-
mada y funge como profesional con una memoria enciclopédica, el curador
es un universitario de carrera, con título de maestría, que se ha convertido
Conclusiones
ARTECENTRISMO
y el “artecentrismo”. Una revisión crítica
1
Desde luego, había —como ahora— quienes no se interesaban en supeditar su producción
teórica, artística o literaria a compromiso alguno. A veces se los tildaba de “burgueses”,
“elitistas”, “individualistas”, etcétera.
2
Juan Acha, Las culturas estéticas de América Latina, México, Universidad Nacional Au-
tónoma de México, 1993, p. 9.
3
Como sabemos, la misma situación se ha dado en otros continentes: en la India, en Japón, en
Rusia y en los países africanos siempre se tuvo un desgarramiento entre lo “europeo/occidental
y lo nacional/regional/tradicional”; entre lo “foráneo” y lo “nuestro”, para decirlo en términos
de Acha, quien se ubicaba en una clara posición de resistencia anti o postcolonialista.
Concepto de “belleza”
Veamos, por ejemplo, algunas concepciones sobre lo bello. Para la cultu-
ra navajo el término hózhó significa “el orden, el balance, la armonía y la
paz que permean el cosmos y el cuerpo-alma individual”. Esta palabra se
ha traducido al inglés como beauty. Su antítesis (anti-beauty) es hochxó,
la enfermedad y la falta de orden cósmico, balance y paz.4 La belleza así
entendida no es la pálida belleza de la tradición académica occidental, re-
ducida a las armonías formales agradables y a la imitación de la naturaleza.
Es mucho más que eso: es la armonía entre el individuo, su comunidad y el
entorno cósmico.
Por su parte, el concepto hinduista de rasa, que literalmente significa
“aroma” o “gusto”, se utiliza desde hace quince o más siglos para explicar
la recepción de una obra literaria o plástica. A principios del siglo xx, A. K.
Coomaraswamy tradujo esta palabra al inglés como beauty, subrayando
que su significado va más allá del sentido academizante de la belleza: la
experiencia de rasa equivale a vivir la unión monista entre el mundo del
espíritu y el mundo de la materia —Purusha y Prakrti.5
Podemos superar la “bellomanía” de que habla Juan Acha si nos aso-
mamos a la relación espectador-obra en tradiciones no occidentales. Lo
bello puede conjuntar el valor moral y la utilidad práctica; lo bello es
4
Gold, Peter, Navajo & Tibetan Sacred Wisdom. The Circle of the Spirit, Rochester, Ver-
mont, Inner Traditions, 1994, pp. 196 y 319.
5
Véase Ananda Kentish Coomaraswamy, “Teoría de la belleza”; “La belleza es un estado”,
en La danza de Shiva, Madrid, Siruela, 1996.
Estudios de la imagen
La noción de arte está desgastada. Se ha aplicado a tantas cosas, que se ha
vuelto amorfa y abusiva: hay “bellas artes”, “artes populares”, “arte pri-
mitivo”, “arte aborigen”, “arte académico”, “arte puro”, “artes aplicadas”,
“arte tradicional”, “arte clásico”, “arte moderno”, “arte contemporáneo”…
Coincido con Acha en que necesitamos hacer la crítica de este concepto y
abandonar la búsqueda de una definición general y atemporal de lo que es
y no es “arte”.
6
Para Hans-Georg Gadamer “en griego, el concepto de bello está íntimamente unido al
concepto de lo bueno, e incluso al concepto de areté, tal como muestra la conocida expresión
de kalokagathía como concepto ideal de excelencia humana”. Cfr. “Palabra e imagen” (“Tan
verdadero, tan siendo”) (1991), en Estética y hermenéutica, Madrid, Tecnos, 1996, p. 287.
7
Miguel León-Portilla, “Concepción náhuatl del arte”, en La filosofía náhuatl, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1956, 2001, pp. 259 y 261.
8
Hans Belting, Bild und Kult. Eine Geschichte des Bildes vor dem Zeitalter der Kunst, Mu-
nich, C. H. Beck, 1990.
9
Arthur C. Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia,
Barcelona, Paidós, 1999.
10
Juan Acha, El arte y su distribución, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1984, pp. 55 y 86.
11
Juan Acha, Introducción a la teoría de los diseños, México, Trillas, 1988.
La utilización por Juan Acha del materialismo histórico como método para
estudiar el fenómeno de las artes en América Latina determinó que las rela-
cionara a ultranza con la lucha de clases, profesando así una teoría del arte
12
Véase Valeriano Bozal, Mímesis: las imágenes y las cosas, Madrid, Visor, 1987.
13
Gerardo Mosquera, El diseño se definió en octubre, La Habana, Editorial Arte y Litera-
tura, 1989.
14
Juan Acha, El arte y su distribución, op. cit., p. 86.
15
Ibidem, p. 45.
16
Ibid., pp. 38 y 83.
17
Ib., pp. 20 y 21.
ARTECENTRISMO
Fausto Renato Esquivel Romero
gue afectando al ser humano y genera desigualdad. Hace más de treinta años
los posestructuralistas polemizaron con la escuela de Frankfurt y señalaron
la utilización del Saber como instrumento para justificar y consolidar el Po-
der; así también declararon su desencanto por los relatos emancipatorios.
En México se polemizó en las décadas de 1980 y 1990 sobre el mismo
tema, así como sobre la crisis del socialismo real, el zapatismo y los pro-
yectos de emancipación o de los llamados grandes relatos y su relación con
América Latina. Nosotros consideramos que el marxismo dejó asignatu-
ras pendientes y que, por otro lado, el nihilismo no ofrece respuestas. El
posestructuralismo abrió perspectivas con la descentralidad y la crítica al
logocentrismo, pero también cerró perspectivas al cancelar los proyectos,
utópicos o no, del desarrollo en América Latina.
Juan Acha parte del marxismo para el estudio del fenómeno artístico y
lo ubica en el sistema social de la producción, circulación y consumo para
explicar y establecer las causas y características que determinan al arte.
También estableció la separación entre lo estético y lo artístico; el cam-
po de lo sensible no artístico y el campo de la producción artística con
fines de disfrute sensible. En términos antropológicos, Acha también es-
tableció que el hombre para su desarrollo en todos los ámbitos utiliza sus
facultades, que son: los sentidos, la sensibilidad y la razón, variando de
acuerdo con su actividad, ya sea científica, tecnológica o artística.
Nosotros consideramos que en la creación de obra no se puede separar
lo sensible de la razón, lo imaginario de lo onírico o de otros ámbitos, y que
son un conjunto de facultades las que intervienen en la producción artística.
Adicionalmente, Juan Acha señaló tres sistemas culturales de lo artístico
producto de un desarrollo social desigual: las artesanías, las artes cultas y
las artes tecnológicas. Por ahora, aquí solo nos referiremos a las artes vi-
suales cultas.
Podemos señalar que las características formales y semánticas de estas
prácticas están determinadas por el desarrollo de su contexto social. Las ar-
tesanías son producto de sectores o grupos étnicos que expresan una visión
que tiene cambios lentos debido a su aislamiento y a un desarrollo desigual
de la modernidad capitalista o a fenómenos como la hibridación cultural.
Las artes cultas se desenvuelven con el principio de “propuesta”, que tiene
como propósito reflexionar a partir de la observación, investigación-crea-
ción en el contexto de la modernidad cultural. Las artes cultas han estado
Investigación-creación
Bibliografía
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ARTECENTRISMO
de exhibiciones desde una perspectiva del Sur: Bienal
Latinoamericana de São Paulo (1978) y Coloquio de Arte
No-objetual y Arte Urbano (1981)
Miguel A. López
1
Paul O’Neill ha observado el aumento de modelos expositivos que “incorporan más dis-
cusiones geopolíticas y dinámicas conversaciones y discursivas”. En su opinión, “el incre-
mento de este ‘gesto curatorial’ en la década de 1990 (así como de la profesionalización
de la curaduría contemporánea) comienza a establecer la práctica curatorial como espacio
potencial de crítica”. Paul O’Neill, “The Curatorial Turn: from Practice to Discourse”, en
Elena Filipovic, Marieke van Hal y Solveig Ovstebo (eds.), The Biennial Reader, Ostfil-
dern, Hatje Cantz, 2010, p. 240. (A menos que se indique lo contrario todas las traducciones
a español de textos en inglés y portugués son del autor.)
2
El programa “100 Days-100 Guests” fue una serie de conferencias y conversaciones públi-
cas que se expandieron de forma interdisciplinaria sobre arquitectura, política, sociología,
ciencia, filosofía, economía, espacio público y arte, con invitados occidentales y no occiden-
tales con diferentes formaciones (académicos, activistas, directores de cine, artistas, teóricos,
arquitectos, entre otros).
3
Anthony Gardner y Charles Green, “Biennials of the South on the Edge of the Global”,
Third Text, vol. 27, núm. 4, 2013, p. 443.
4
Rachel Weiss, “A Certain Place and a Certain Time: the Third Bienal de La Habana and
the Origins of the Global Exhibition”, en Making Art Global (Part 1):The Third Havana
Biennial 1989, Londres, Afterall, 2011, p. 14. De una manera similar, el curador Charles
Esche sugiere que la Tercera Bienal de La Habana puede ser vista como un precedente e im-
portante referencia para el programa “100 Days-100 Guests” de la Documenta X, así como
para otras exposiciones a gran escala y bienales, como la Bienal de Dakar (reformulada en
1996 para dedicarse exclusivamente al arte contemporáneo africano). Véase Charles Esche,
“Making Art Global: a Good Place or a No Place?”, en Making Art Global (Part 1), op.
cit., pp. 8-13.
5
Rachel Weiss, op cit., p. 14.
6
José Gómez Sicre, “Nota Editorial”, Boletín de Artes Visuales, núm. 5, Washington d. c.,
Unión Panamericana, mayo-diciembre de 1959, p. 3.
7
Resulta especialmente significativo una edición de la revista Art in America que dedica un
dossier al arte latinoamericano, en el cual Gómez Sicre insta a América Latina a alinearse a
Estados Unidos como fuente natural de irradiación artística a través del lenguaje de la abs-
tracción que no conoce fronteras. Véase José Gómez Sicre, “Trends-Latin America”, Art in
America, vol. 47, núm. 3, 1959, pp. 22 y 23.
8
Véase Andrea Giunta, “Bienales Americanas de Arte. Una alianza entre arte e industria”,
en Diana Wechsler (ed.), Desde la otra vereda. Momentos en el debate por un arte moderno
en la Argentina (1880-1960), Buenos Aires, Ediciones del Jilguero, 1998, pp. 215-246.
9
Las presentaciones del simposio en Quito se pueden ver en Damián Bayón, América La-
tina en sus artes, Ciudad de México, Siglo XXI, 1974. Las conferencias e intervenciones del
simposio “Speak out! Charla! Bate-papo!: Contemporary Art and Literatura in Latin Ame-
rica”, en la Universidad de Texas en Austin (octubre, 1975) se pueden encontrar en Damián
Bayón, El artista latinoamericano y su identidad, Caracas, Monte Ávila, 1977.
10
Además de los simposios de 1970 y 1975, en 1978 se realizaron tres importantes sim-
posios de arte latinoamericano: el “Primer Coloquio Latinoamericano de Fotografía” en
la Ciudad de México (14-16 de mayo); el “Primer Encuentro Iberoamericano de Críticos
de Arte y Artistas Plásticos” en el Museo de Bellas Artes de Caracas (18-27 de junio), y el
simposio asociado a la Primera Bienal Latinoamericana de São Paulo (3-6 de noviembre).
Otros eventos más pequeños, pero igualmente importantes, fueron el simposio “Situación
Bienal Latinoamericana
y Perspectivas de las Artes Visuales en América Latina” realizado por la unam en Méxi-
co, y el simposio organizado por la Sección Argentina de la Asociación Internacional de
Críticos de Arte (aica). Una síntesis reflexiva sobre estos eventos puede verse en Juan
Acha, “La crítica de arte en Latinoamérica”, Revista, año 1, núm. 3, Medellín, 1979. Véase
también: Hecho en Latinoamérica. Memorias del primer coloquio latinoamericano de fo-
tografía, Ciudad de México, Consejo Mexicano de la Fotografía, 1978. Las conferencias
realizadas en Caracas pueden encontrarse en los archivos del Museo de Bellas de Artes
de Caracas, algunas de las cuales fueron recientemente transcritas y publicadas en Mari
Carmen Ramírez, Héctor Olea y Tomás Ybarra-Fausto (eds.), Resisting Categories: Latin
American and/or Latino?, Houston, Museum of Fine Arts, icaa, 2012.
11
Vinicius Spricigo, Modos de representação da Bienal de São Paulo: A passagem do inter-
nacionalismo artístico à globalização cultural. Modes of Representation of the São Paulo
Biennial: The Passage from Artistic Internationalism to Cultural globalisation, São Paulo,
Hedra, 2011, p. 29.
12
“La Bienal de São Paulo, en realidad, todavía hoy es una estructura que corresponde a lo
que era en los años cincuenta y el mundo ha cambiado mucho desde los años cincuenta y
las artes también. [Es necesaria] una alteración total […], otro tipo de manifestación más de
acuerdo con el proceso o el objeto artístico que produce hoy el artista de nuestro tiempo. [T]
ambién Latinoamérica en estos veinticinco años ha cambiado, y São Paulo, al fin de cuentas,
es una ciudad localizada en América del Sur, América Latina; pues bien, la Bienal de São
Paulo sigue, más o menos, conectada como desde su fundación, con Europa y con los centros
críticos de Europa. Y yo creo que es inaceptable que siga teniendo una posición de ese tipo”.
Intervención de Aracy Amaral en la segunda sesión (28 de octubre) del simposio en Austin
(1975). Reproducida en: Damián Bayón, El artista latinoamericano…, op. cit., p. 90.
13
“La Bienal de São Paulo reproduce en el plano interno los lenguajes internacionales im-
puestos por las grandes muestras europeas. Va más lejos: pretende extender a las demás
naciones del continente el mismo esquema de dominación. […] La historia de las relaciones
entre la Bienal Internacional de São Paulo y la América Latina se ha caracterizado por omi-
siones, frustraciones, sumisiones (a los intereses euro-norteamericanos) y, sobre todo, por la
ausencia de cualquier proyecto o programa o, en sentido más amplio, de cualquier política
que tienda a la defensa del arte latinoamericano, incluso el brasileño”. Frederico Morais,
“Ideología de las bienales internacionales e imperialismo artístico”, en Las artes plásticas en
la América Latina: del trance a lo transitorio, La Habana, Casa de las Américas, 1990, p. 23;
originalmente publicado en “La ideología de las bienales internacionales y el imperialismo
artístico”, Revista Plural, México, febrero de 1978, pp. 49-55, y en “Bienal de Sao Paulo y
América Latina”, Departamento de Información y Documentación artística, idart de la
Prefectura Municipal de São Paulo, abril de 1978.
14
La “Operación Cóndor” fue impulsada por la cia estadunidense, la Dirección de Inteli-
gencia Nacional (dina) de Chile bajo el mando del general Augusto Pinochet, y la Triple A
(Alianza Anticomunista Argentina). El 25 de noviembre de 1975 se aprobó su creación en
un encuentro en Santiago de Chile que reunió a los jefes de inteligencia militar de Argentina,
Paraguay, Uruguay, Brasil y Bolivia, convocado por el jefe de la dina, Manuel Contreras
Sepúlveda. Véase J. Patrice McSherry, Los Estados depredadores: la Operación Cóndor y la
guerra encubierta en América Latina, Santiago de Chile, Lom Ediciones, 2009.
15
Véase el recuento que hace Alberto Beuttenmüller en “A arte visual latino-americano
em processo”, O Estado de S. Paulo, suplemento cultural, São Paulo, 14 de mayo de 1978.
16
Una de las respuestas críticas más significativa a la Bienal Latinoamericana, “Mitos y
magia”, fue el happening Mitos Vadios, organizado por Ivald Granato con la colaboración
de numerosos artistas, entre ellos Antonio Días, Hélio Oiticica, Lygia Pape, Regina Vater
y Rubens Gerchman.
17
El simposio tuvo lugar del 3 al 5 de noviembre, y fue dividido en tres secciones: “Mitos y
magia en el arte latinoamericano”, “Problemas generales del arte latinoamericano” y “Pro-
puestas para la Segunda Bienal Latinoamericana de 1980”.
18
Véase Juan Acha, “Las bienales en América Latina de hoy”, Re-vista del arte y la arqui-
tectura en Colombia, vol. 2, núm. 6, Medellín, 1981, pp. 14-16.
19
Véase Marlon de Azambuja, “Mitos e magias na arte latino-americana”, Jornal de Santa
Catarina, Blumenau, 22 de agosto de 1978.
20
Sobre Walter Zanini véase Cristina Freire (ed.), Walter Zanini. Escrituras críticas, São
Paulo, Annablume, mac-usp, 2013.
21
Conselho de Arte e Cultura, “I Bienal Latino-Americana. Um evento histórico”, en I Bie-
nal Latino Americana de São Paulo, São Paulo, Fundação Bienal de São Paulo, 1978, p. 20.
22
El equipo organizador explicó la situación de esta manera: “El Consejo de Arte y Cultura
al proponer el reglamento de la I Bienal [Latinoamericana] tenía la intención de realizar un
montaje por la propuesta [los cuatro conceptos], así no sólo evitaríamos la idea geopolítica
de división por países sino también tendríamos una mejor visión de América Latina (india,
africana, euroasiática y mestiza). Lamentablemente, frente al estímulo inducido por el Con-
sejo de Arte y Cultura, tuvimos como respuesta de los participantes la división geopolítica.
[…] ¿Por qué ocurre esto? ¿América Latina realmente se propone verse a sí misma como un
todo, o todavía prefiere ser separada por naciones, culturalmente hablando?” Conselho de
Arte e Cultura, op. cit., p. 20.
creativas de forma horizontal intentó activar una discusión sobre las je-
rarquías asociadas a las políticas de representación cultural en el mundo,
cuestionando lo que Pablo Lafuente definía como “la actitud eurocéntrica
y colonial asociada a la adopción de una perspectiva modernista para en-
marcar tanto el arte moderno como los objetos no-occidentales”.23
Poco después, la crítica brasileña Aracy Amaral fue nombrada directora
de la segunda edición de la Bienal Latinoamericana, programada para 1980.
Sin embargo, debido a una crisis interna el evento fue pospuesto. Frente
a esa situación Amaral convocó a un encuentro internacional para debatir
las posibilidades de transformar oficialmente la Bienal Internacional de São
Paulo en una Bienal Latinoamericana. Este Encuentro de Consulta de Críti-
cos de Arte de América tuvo más de treinta invitados. La propuesta de Ama-
ral era radical. Quería interrumpir lo que interpretaba como una relación de
dependencia de la Bienal de São Paulo a los valores estéticos de Estados Uni-
dos y Europa. Como ella misma planteó en relación con la importancia de la
existencia de una edición latinoamericana: “Dejamos de ser, de una vez por
todas, observadores de los otros y empezamos a observarnos más a nosotros
mismos y a nuestros vecinos”, “dejamos de ser una alternativa a la Bienal de
Venecia”, “la bienal debería ser la manifestación de una necesidad”.24
Amaral quería transformar la Bienal de São Paulo en un proyecto
geopolítico aún más ambicioso —incluso convertirlo en una trienal o cua-
trienal capaz de perturbar la hegemonía de los eventos de gran escala como
la Documenta de Kassel.25 Como la investigadora Isobel Whitelegg señala:
23
Pablo Lafuente, “From the Outside In – ‘Magiciens de la Terre’ and Two Histories of
Exhibitions”, en Lucy Steeds et al., Making Art Global (Part 2): “Magiciens de la Terre”
1989, Londres, Afterall, 2013, p. 11.
24
Aracy Amaral, texto inédito, 18 de octubre de 1980, Reunião de Consulta de Críticos de
Arte da America, Arquivo Histórico Wanda Svevo, Fundação Bienal, São Paulo. Citado en
Isobel Whitelegg, “Brazil, Latin America: The World. The Bienal de São Paulo as a Latin
American Question”, Third Text, vol. 26, núm. 1, enero de 2012, p. 132.
25
Conversación con Aracy Amaral, São Paulo, septiembre de 2014.
26
Whitelegg, “Brazil, Latin America”, op. cit., p. 132.
27
Véase Aracy Amaral, “Críticos de América Latina votan contra una Bienal de arte lati-
noamericana”, Re-vista del arte y la arquitectura en Colombia, vol. 2, núm. 6, Medellín,
1981, pp. 36-41.
28
Juan Acha, “La necesidad latinoamericana de un pensamiento visual independiente”, en
Ensayos y ponencias latinoamericanistas, Caracas, gan, 1984, pp. 57-73.
29
El término “desmaterialización” introducido por Lucy Lippard y John Chandler en 1968
ha sido una de las palabras claves para nombrar el arte conceptual en Estados Unidos y Eu-
ropa Occidental. Véase Lucy Lippard y John Chandler, “The Desmaterialization of Art”,
Art International, vol. 12, núm. 2, febrero de 1968, pp. 31-36. Véase adicionalmente Lucy
Lippard (ed.), Six Years: The Desmaterialization of the Art Object from 1966 to 1972, Nueva
York, Praeger, 1973.
30
Entre los artistas invitados se encontraban Felipe Ehrenberg (México), Carlos Zerpa (Ve-
nezuela), Marta Minujín y Leopoldo Maler (Argentina) y Cildo Meireles (Brasil). Entre los
críticos se incluían Mirko Lauer y Alfonso Castrillón (Perú), Néstor García Canclini y Rita
Eder (México), Jorge Glusberg (Argentina), Nelly Richard (Chile) y Aracy Amaral (Brasil).
31
La Bienal fue posible gracias a la Corporación Bienal de Arte de Medellín, creada con
la participación de las empresas Suramericana de Seguros, Fabricato, el Banco Comercial
Antioqueño, Coltabaco y la Cámara de Comercio de Medellín. Véase Carlos Arturo Fer-
nández, Arte en Colombia, 1981-2006, Medellín, Universidad de Antioquía, 2007.
32
Zerpa produjo una acción ritual en la cual profanó símbolos religiosos y patrióticos: el
artista presentó la supuesta sangre solidificada del santo venezolano José Gregorio Hernán-
dez, cortó la bandera venezolana, destruyó una serie de efigies de santos populares, y casi
lanzó un monitor de televisión hacia los espectadores.
33
Esa acción formaba parte del performance De Túpac Amaru a Roland Barthes. Desmem-
bramiento cromático de un cuerpo al desmembramiento de las palabras, en la cual los artistas
propusieron una reescenificación de la ejecución de Túpac Amaru, el líder indígena que
lideró una rebelión anticolonial en la América del siglo xviii. En la acción se “desmem-
braba” un cuerpo hecho de globos llenos de líquido azul, mientras un coro de estudiantes
(pintados de blanco) recitaba el texto de la conferencia. Conversación con Leopoldo Maler,
La Romana, República Dominicana, 2014.
34
Sobre este proyecto véase Teresa Burga y Marie-France Cathelat, Perfil de la mujer pe-
ruana, Lima, Instituto de Investigaciones Sociales y Artísticas, Banco Industrial del Perú,
1981. Véase adicionalmente Miguel A. López y Agustín Pérez Rubio (eds.), Teresa Burga.
Estructuras de aire, Buenos Aires, malba, 2015.
No estoy de acuerdo con la Bienal de Medellín. No creo que sea más productivo
bienales de este tipo […] en ningún lugar, ni siquiera en Colombia. Esta sólo
sería propiamente una Bienal del Tercer Mundo si en vez de comparar Colom-
bia con Estados Unidos o Venezuela con Inglaterra, se hiciera una conexión
directa entre los países de América Latina y otros países en Asia o África con sus
similares condiciones políticas, económicas y sociales. Por ejemplo, ver el arte
de Colombia con el arte de Pakistán, o de Algeria y Libia con Brasil. Esa sería
la forma en la cual podría hacer una más informativa y relevante bienal, y crear
algo en verdadera concordancia con el momento en que los países en desarrollo
están viviendo. Medellín podría así producir la mejor Bienal del Tercer Mundo.37
35
Miguel A. López, “How Do We Know What Latin American Conceptualism Looks
Like?”, Afterall 23, primavera de 2010, pp. 5-21.
36
Celia Sredni de Birbragher, “Pierre Restany propone: la Bienal de la Marginalidad [Entre-
vista]”, Arte en Colombia, núm. 16, Bogotá, octubre de 1981, pp. 71-73.
37
Óscar Gómez P., “Bienal de Medellín. Opiniones-entrevistas I”, Arte en Colombia, núm.
16, Bogotá, octubre de 1981, p. 50.
seo y una fórmula curatorial que fue luego claramente desarrollada por la
Bienal de La Habana desde mediados de los años ochenta. Pero esa misma
vocación estaba ya sugerida en los múltiples mapas del Tercer Mundo invo-
cados por los cuatro conceptos de raza (indígena, africano, euro-asiático y
mestizo) para la Primera Bienal Latinoamericana de São Paulo de 1978. Es-
taba incluso presente en los frustrados intentos de Aracy Amaral de trans-
formar la Bienal de São Paulo en un evento similar a Documenta, pero que
reescribiera lo global desde una perspectiva latinoamericana.
Todos estos proyectos, la Bienal Latinoamericana de São Paulo, la frus-
trada segunda edición de este evento liderada por Amaral, el Primer Colo-
quio de Arte No-objetual y Arte Urbano organizado por Acha, las prime-
ras ediciones de la Bienal de La Habana, intentaron reconocer y enfatizar
las diferencias internacionales artísticas y culturales desde una condición
poscolonial compartida. Notablemente, algunas de éstas incluso tuvieron
desarrollos y evoluciones posteriores. Por ejemplo, el intento “fallido” de
tener una Bienal Latinoamericana de São Paulo se convirtió en la semilla
de la primera edición de la Bienal de Mercosur en Porto Alegre, Brasil,
curada por Frederico Morais en 1997. Lo que se desplegó allí fue una in-
vestigación sobre el desarrollo histórico del arte del continente en tensión
con las miradas del Norte acerca del arte latinoamericano.38
Conclusión
DOMINIOS Y RESISTENCIAS
sistema de valores de las culturas estéticas. Notas de lectura
Sea como fuere, la estética nos comprueba algo muy importante: que nos
es indispensable partir de la obra de arte para gestar teorías relativas a
la producción artística. Porque la estética también parte de la capacidad
sensitiva del hombre de producir y consumir belleza, cuya formación y
funcionamiento son sociales para nosotros y comprenden las actividades de
la sensibilidad; tanto las festivas, como las diarias y las propias, en especial,
de toda facultad humana que se resiste a la esclerosis, a saber las correctivo-
renovadoras. Y es que la estética no se limita a tal o cual manifestación
sensorial: abarca todos los sentidos y por extensión a todas las artes.
Juan Acha, “Hacia una crítica del arte como productora de teorías”
1
Véase Juan Acha. “El espacio intelectual del arte”, La Vida Literaria, núm. 18, México,
enero-febrero de 1976, pp 10-15. Texto posteriormente compilado en Huellas críticas, se-
lección y prólogo de Manuel López Oliva, La Habana, Instituto Cubano del Libro, Centro
Editorial Universidad Del Valle, 1994, p. 36.
escritura de José Martí y José Carlos Mariátegui: como autores, son ellos
signos teóricos enteros de discernimiento y de discurso sincrónico con la
modernidad de la que tienen conciencia.2
Acha no duda por esto en anotar la existencia de una aversión a la teoría
entre los críticos latinoamericanos.3 La preeminencia de ver en el artista al
sujeto del arte —y no al sistema social de producción al que en realidad se
debe— es más que un simple equívoco.4 La teoría a la que apela radica en el
seno de la distribución y el consumo. Se trata de un cierto materialismo en
su quehacer y viene a enriquecerse en más de una ocasión.
2
Entre la abundancia de ensayos que Juan Acha pudo publicar de manera constante destaca,
al respecto, “La crítica de arte en Latinoamérica”, en el que, por supuesto, hace específi-
camente referencias a estos autores latinoamericanos. Véase Re-vista, núm. 13, Medellín,
Colombia, 1979. Texto también compilado en Huellas críticas, op. cit., pp. 51-64.
3
Es importante anotar que en estas aseveraciones Acha todavía consideraba oportuno y per-
tinente realizarlas en la última década del siglo xx. Por ejemplo, en su ponencia “Problemas
artísticos de América Latina”, tomo iii, en XVII Coloquio Internacional de Historia del
Arte. Arte, historia e identidad en América: visiones comparativas, México, Universidad Na-
cional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1994, pp. 1031-1039.
4
De modo literal, anotó con precisión lo siguiente: “Nuestra crítica, constituida en produc-
tora de teorías, ha de evitar las dos premisas que la teoría del arte tomó de la historia del arte y
convirtió en sus dos pecados originales: el artista como sujeto y la obra como objeto indiscu-
tible del fenómeno estético, cuando lo son del sistema de producción de objetos solamente”.
Véase Juan Acha “Hacia una crítica del arte como productora de teorías”, Artes visuales,
núm. 13, México, primavera de 1977; texto compilado en Huellas críticas, op. cit., p. 46.
5
Véase Juan Acha, Aproximaciones a la identidad latinoamericana, México, Facultad de
Arquitectura y Diseño, uaem, Escuela Nacional de Artes Plásticas, unam, 1996, p. 2.
primera oportunidad, pero que a la vez pueden decir todavía más en otra
segunda y tercera. América Latina para Acha es un tapujo y el prurito de
la identidad el término (y espectro) que lo habita.6
El camino de superación de este estado de la historia para Acha es la este-
tología, y los estetólogos latinoamericanos que no lo adviertan están dentro
de la posibilidad no de la teoría sino del fracaso.7 Las ciencias del arte son una
utopía si únicamente se advierte que, en su posibilidad, éstas son una apuesta
descabellada.8 La teoría del arte en América Latina no sólo es componente de
un estado histórico de necesaria superación, sino de independencia.9
Importa destacar el tono también ideológico en todo esto. Acha es hom-
bre de su contexto y más de un signo connotan un cierto marxismo por en-
tonces hecho voz corriente en América Latina. La teoría del subdesarrollo y
la dependencia, y ciertas apuestas latinoamericanistas en filosofía, son ecos
igualmente concurrentes y, en definitiva, su límite.10
Contrario a toda estética unitaria (monoesteticismo), Juan Acha advierte
en la crítica latinoamericana del arte no el consentimiento de un dogma y sí
la apuesta a un devenir.11 La estética latinoamericana no debía ser una suma
de estéticas nacionales.12 El valor teórico del verbo identificar, enunció, ha-
bía pasado a ser sustantivo y, por ello, tapujo.13 En tanto que la realidad no
es una entidad desnuda, había que traer a concepto la idea de ella y no una
ilusión desarrollista como modeladora de teoría. La identidad no era asunto
de vanas referencias que un par de palabras podían dar en su acepción poli-
cial, pero sí como problema cultural.14
Una posición latinoamericana en teoría, así fuera tildada de pragmática
y simplificadora, debía emerger con base en la historia como implacable
6
Ibidem, p. 6.
7
Un trabajo en el que Juan Acha de modo constante —y con atinada extensión— discierne
estos problemas es el libro Las actividades básicas de las artes plásticas, México, Ediciones
Coyoacán, 2009.
8
Idem.
9
Id.
10
Véase Juan Acha, Aproximaciones a la identidad latinoamericana, op. cit., p. 7.
11
Ibidem, p. 6.
12
Véase Juan Acha. Las culturas estéticas de América Latina (Reflexiones), México, Univer-
sidad Nacional Autónoma de México, 1993, pp. 12 y 13.
13
Véase Juan Acha, Aproximaciones a la identidad latinoamericana, op. cit., p. 6.
14
Ibidem, p. 2.
15
Véase Juan Acha, Las culturas estéticas de América Latina (Reflexiones), op. cit., pp. 12 y 13.
16
Idem.
17
Ibidem, p. 12.
18
Ibid., p. 10.
19
Ib., p. 15.
20
Véase Juan Acha, Aproximaciones a la identidad latinoamericana, op. cit., p. 1.
21
Véase Juan Acha, Las culturas estéticas de América Latina (Reflexiones), op. cit., p. 20.
22
Véase Juan Acha, “Crítica de Arte”, Textos, año 1, núm. 2, Guadalajara, Jalisco, marzo-
abril de 1974, pp. 36-38. Texto compilado posteriormente en Huellas críticas, op. cit., p. 11.
23
Véase Juan Acha, Las actividades básicas de las artes plásticas, op. cit.
24
Véase “Nota del autor”, en Huellas críticas, op. cit., p. 1.
25
Véase Juan Acha, Las culturas estéticas de América Latina (Reflexiones), op. cit., p. 15.
26
Véase Juan Acha, Las actividades básicas de las artes plásticas, op. cit.
27
Ibidem, pp. 75 y 76.
28
Ibid., p. 79.
29
Véase Juan Acha, Las culturas estéticas de América Latina (Reflexiones), op. cit., p. 204.
Perú y México
30
Véase Juan Acha, Las actividades básicas de las artes plásticas, op. cit.
31
Véase Juan Acha, Las culturas estéticas de América Latina (Reflexiones), op. cit., p. 211.
32
Idem.
33
Ibidem, p. 215.
34
Un extraordinario libro que da cuenta de esta trayectoria es Fabiana Serviddio, Arte y
crítica en Latinoamérica durante los años setenta, Buenos Aires, Miño y Dávila Editores,
2012. (Colección Historia del arte argentino y latinoamericano.)
una crítica del arte como productora de teorías”.35 Ambos textos son gestos
del anhelo de transformación de un largo pasado emocionalista en la críti-
ca de arte —como llegó a decir—, y orientados, en contraparte, hacia un
espacio intelectual del arte. Denominación ésta de Octavio Paz acuñada en
su libro Corriente alterna y que Juan Acha hace suya de modo amplio.36
Bajo el perfil ya de obligados tópicos todos ellos, son de importante
mención, también: 1) la experiencia de realización de la primera (y úni-
ca) Bienal Latinoamericana de São Paulo en 1978, sobre la que llegó a
denunciar su declaración unilateral de conclusión,37 y 2) la organización
del segundo Coloquio Latinoamericano de Fotografía, del que anota la
característica fehaciente de falta de teoría y abundancia de ocurrencias.38
35
Respectivamente, La Vida Literaria, núm. 14, México, mayo-junio de 1975, y Artes Vi-
suales, núm. 13, México, primavera de 1977 (este último texto posteriormente compilado en
Huellas críticas, op. cit., pp. 38-50).
36
En específico, véase Juan Acha, “El espacio intelectual del arte”, op. cit., pp. 28-37.
37
Véase “La crítica de Arte en Latinoamérica”, op. cit., pp. 51-64. En el que agrega: “La prueba
la tuvimos en la Bienal Latinoamericana de São Paulo, cuya primera fue en 1978 y tuvo Mitos y
magia como tema de los envíos y del simposio. La segunda no pudo ser organizada, porque una
mayoría de críticos latinoamericanos reunidos con tal fin decidió sorpresivamente suprimirla
para siempre. Su decisión dejó ver claro que somos pobres y no podemos sufragar los gastos
de dos envíos a São Paulo: a la mundial un año y a la latinoamericana el otro. Aparte de esto,
los artistas no tenían interés de exponer al lado de sus colegas latinoamericanos: su currículum
exigía hacerlo al lado de las celebridades de los países desarrollados. Todos prefirieron, pues, la
mundial a la latinoamericana”. Las actividades básicas de las artes plásticas, op. cit., pp. 59 y 60.
38
De modo literal: “La urgencia de conocer racionalmente o de teorizar la actual realidad
social de la fotografía no fue, pues, el móvil principal del Coloquio. Hubo muy pocas po-
nencias al respecto, y lo peor: el buen nivel teórico se dio tan sólo en las contadas excepcio-
nes aludidas al comienzo de estas notas. No nos extrañemos de esto ni nos decepcionemos.
Porque si todavía escasea dicho nivel en los simposios de pintura, pese a siglos de estudio,
más escaseará en los de fotografía. Máxime si los fotógrafos quieren fungir de teóricos y los
comentaristas resultan rolleros”. Véase Juan Acha, “La teorización de la foto. 6 de mayo de
1981”, en Huellas críticas, op. cit., p. 329.
Colofón
DOMINIOS Y RESISTENCIAS
Ezequiel Maldonado1
1
Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, Depar-
tamento de Humanidades, Área de Literatura.
2
José María Arguedas, Relatos completos, segunda edición a cargo de Jorge Lafforgue, Bue-
nos Aires, Losada, 1977. En el colofón comenta el editor su decisión final de incluir el
cuento: “encontré el aval en dos proyectos de cuentos escogidos por José María Arguedas:
uno de la Editorial Peisa y otro similar de Carlos Milla Batres para su Biblioteca de Autores
Peruanos” (p. 232).
Arguedas entró a la inmortalidad literaria con Los ríos profundos, una de las
novelas más bellas y poéticas de la lengua española del siglo xx. Sus otras no-
velas El sexto, Todas las sangres, El zorro de arriba y el zorro de abajo poseen
gran interés, desde luego, como testimonios y símbolos, no tanto de una socie-
dad entera, la peruana de los Andes, como de un autor que regresa de manera
persistente a su propia biografía y obsesiones… Este autor, aislado en la provincia
3
Ibidem, p. 233.
4
Véase María Rosa Palazón, “Unas calas en la simbología del agua (La lucha de Tánatos y
Ananke en José María Arguedas)”, en Arguedas: la palabra que embruja. Un centenario con
todas sus sangres, México, Taller Abierto, 2013, pp. 257-270.
5
Sobre todo después de los estudios subalternos y los poscoloniales, o más aún, después de
Derrida, impugnador del logocentrismo occidental.
Toda la literatura oral hasta ahora recopilada demuestra que el pueblo quechua
no ha admitido la existencia del “cielo”. De otro mundo que esté ubicado fuera
de la tierra, y que sea distinto de ella y en el cual el hombre reciba compensacio-
nes que reparen las “injusticias” recibidas en este mundo. Escribimos un breve
ensayo sobre este tema al analizar los cuentos mágicos de Lucanamarca. Toda
reparación, castigo o premio se realiza en este mundo.9
6
Vladimiro Rivas I., “José María Arguedas y sus relatos”, en Tema y variaciones de litera-
tura, semestre II, núm. 37, México, uam-a, 2011, pp. 194-197.
7
Mario Vargas Llosa, La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo,
México, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 249.
8
José María Arguedas, “Mitos quechuas poshispánicos”, en Formación de una cultura na-
cional indomericana, México, Siglo XXI, 1989, pp. 176 y 177.
9
Ibidem, p. 181.
10
Martin Lienhard, La voz y su huella, La Habana, Casa de las Américas, 1989, p. 208.
11
Ibidem, p. 209
12
Elías Rengifo, “Una narrativa escrita en quechua: ‘El sueño del pongo’ o la culminación
de un proyecto literario”, en Tema y variaciones de literatura, semestre II, núm. 37, México,
uam-a, 2012, p. 69.
13
Véase Ángel Rama, Transculturación narrativa en América Latina, México, Siglo XXI, 1987.
14
Carmen María Pinilla (comp.), José María Arguedas. ¡Kachkaniraqmi! ¡Sigo siendo! Tex-
tos esenciales, Perú, Fondo Editorial del Congreso de Perú, 2004, p. 534.
15
Martine Dauzier, “Culturas de tradición oral y poderes de lo escrito”, Versión, núm. 6
(La palabra hablada), México, uam-x, octubre de 1996, p. 27.
bir: “No he hecho sino abrir la memoria y estructurar los relatos”, diría
Morales Bermúdez. En la dificultad entre escribir y registrar se opta por
la reiteración: la presencia de aparatos mecánicos/electrónicos obstaculi-
za la genuina relación. Es testimonio de un lenguaje a través de múltiples
conversaciones, como método de trabajo, que permitió la recolección de nu-
merosos arcaísmos lexicales, derivados de las viejas formas del español, y el
descubrimiento “de los variados puntos de vista con que el narrador elabora
el texto interpretativo de una realidad, y se proyectan ambos niveles sobre un
receptor-productor (Guimarães Rosa) que es un mediador entre dos orbes
culturales desconectados: el interior regional y el externo universal”.16
Por último, en una polémica que mantuvo Arguedas durante la mayor
parte de su existencia como intelectual sobre la presencia del quechua con-
temporáneo —con todas las influencias habidas y por haber del castellano
y que él expresó en el relato del pongo—, nuevamente reitera diversas sú-
plicas a los quechuólogos, a los muy regionalistas, que hablan el quechua
arcaico y erudito, para que “que consideren este librito con indulgencia…
ya que lo entregamos con amor y esperanza”. Dice Arguedas:
16
Ángel Rama, op. cit., p. 210.
17
Carmen María Pinilla (comp.), José María Arguedas…, op. cit., p. 535.
18
Ángel Rama op. cit., p. 47.
Bibliografía
DOMINIOS Y RESISTENCIAS
Alberto Híjar Serrano
DOMINIOS Y RESISTENCIAS
la propuesta de Juan Acha
Dagmary Olívar
1
Nos referimos a la exposición colectiva Papel y más papel. 14 manipulaciones con papel pe-
riódico que Acha realizó junto a otros artistas en Fundación para las Artes en 1969 y un ciclo
de conferencias agrupadas bajo el título “Nuevas referencias sociológicas de las artes visuales:
mass media, lenguajes, represiones y grupos”, que dictaría en la Galería Cultura y Libertad.
2
Manuel López Oliva, “Prólogo”, en Juan Acha, Huellas críticas, La Habana, Cali, Institu-
to Cubano del Libro, Centro Editorial Universidad del Valle, 1994, p. XI.
3
De nuestro lado, para respaldar la historicidad en la que estamos inmersos como investiga-
dores, nos apoyamos en los postulados de la estética de la recepción literaria, específicamen-
te en los elaborados por la Escuela de Constanza, tanto por el alcance que tuvo en el campo
de la literatura y otras disciplinas artísticas, como por la ubicación que le dio al receptor
dentro de la historia literaria para una sistematización de su estudio, porque: “Desde la
perspectiva de la teoría de la recepción, los hechos se reinstauran dentro de su historicidad y
se reconoce la historicidad del investigador” (D.W. Fokkema y E. Ibsch, 1997).
4
Karen Cordero, “La escritura de la historia del arte: sumando(se) subjetividades, nuevas
7
Juan Acha, El arte y su distribución, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1984, p. 88.
8
Juan Acha, “Por una nueva política artística”, Diario Nueva Crónica, Lima, 10 y 11 de
abril de 1972, en Ensayos y ponencias latinoamericanistas, op. cit., pp. 27-35.
9
Una coyuntura que sí tomarán como posibilidad y, también, como contradicción los estu-
dios culturales y artísticos latinoamericanos a partir de las teorías posmodernas en la década
de 1980.
10
Juan Acha, El arte y su distribución, op. cit., p. 56.
Coordenada 3: latinoamericanismo/llamamiento
Tanto para Acha como para la mayoría de los profesionales del sector en
esos años, la postura latinoamericanista se erigió como una alternativa para
encauzar las soluciones necesarias de las artes del subcontinente. Joaquín
Barriendos plantea que, por esta época, “el pensamiento latinoamericanista
le confió al desarrollismo estético la función de educar la racionalidad sensi-
bl y visua de la región como la condición de posibilidad para poder superar
definitivamente el hecho ‘histórico’ de haber arrancado a destiempo y fuera
de lugar en el desarrollo histórico de la modernidad”.13 Ante esta circuns-
tancia, el latinoamericanismo urdió diversas estrategias para repensarse y
reajustarse a los tiempos y, por supuesto, al arte. A pesar de las fisuras que
podamos encontrar en esta tendencia, plantearía coordenadas específicas,
11
Ibidem, p. 190.
12
Juan Acha, Arte y sociedad latinoamericana. Sistema de producción, México, Fondo de
Cultura Económica, 1979, p. 14.
13
Joaquín Barriendos, La idea del arte latinoamericano. Estudios globales, geografías subal-
ternas, regionalismos críticos, tesis doctoral, Barcelona, Universidad de Barcelona, 2013, p. 41.
(En cursivas en el original.)
Coordenada 4: diversidad
Su famoso texto “Hacia una crítica del arte como productora de teorías” da cuenta de ello.
14
la diversidad es nuestra real identidad, o sea que nos caracterizamos por tener una
identidad que no es identidad según el pensamiento europeo. Si aceptamos esta
realidad con seguridad que cambiará nuestra perspectiva en el conocimiento de no-
sotros mismos y de nuestras relaciones estéticas. No sólo esto, sino que hoy es útil
saber manejar las múltiples diferencias de un mundo en estrecha comunicación.15
15
Juan Acha, Arte y sociedad en Latinoamérica…, op. cit., p. 125.
salvo como posible público masivo de museos que, en todo caso, exhibirían
un arte que poco o nada podría decirles y que no se acercaría a su sensibilidad.
Si como intelectual Juan Acha debe ubicarse y empoderarse en el mun-
do del arte para alzar la voz desde América Latina, dentro de ese espacio
otros sujetos sensibles se posicionan claramente en su poética para marcar
la diversidad y potencia de la cultura artístico-visual en esta parte del mun-
do. La sensibilidad como temporizador del arte, en cuanto a experiencia
sensible, empodera, asimismo, a diferentes sujetos sociales latinoamerica-
nos sobre un espacio necesario para convertirlos en objeto de estudio y,
a su vez, en parte de la dinámica social del arte.
16
Ibidem, p. 282.
CONFERENCIA MAGISTRAL
en tiempos de desglobalización
Cuando acepté dar esta conferencia hubo, por supuesto, una motivación
afectiva: participar en el homenaje a un amigo que estuvo entre mis princi-
pales interlocutores cuando llegué a México; me ayudó a situarme en este
país y con él encontré coincidencias en la manera de analizar el arte, valorar
sus innovaciones y entender sus significados en América Latina. El tema
elegido retoma tres ejes centrales del pensamiento de Juan Acha: la produc-
ción, la circulación y el consumo del arte. Pero agrega una caracterización
de nuestra época, la globalización, cuyo despliegue práctico y teórico apenas
comenzaba en los años finales de la vida de Juan. Él prestó atención a las
mutaciones del arte avanzado de su época (recordemos, como ejemplo, su
detección temprana del arte no objetual) y a los cambios de perspectiva que
generaban los aportes de la lingüística, la informática, la semiótica, el estruc-
turalismo y, en el núcleo de esta renovación intelectual, el materialismo dia-
léctico e histórico para desocultar los “resortes de la relación arte-sociedad”.
No voy a extenderme en el balance de las reorientaciones de esas disci-
plinas ni en las razones por las cuales se desvaneció el marxismo como mar-
co de lectura y transformación de las sociedades contemporáneas. Prefiero
partir de esta pregunta: ¿qué significa que haya perdido interés el análisis
socioeconómico del arte y se haya estancado u olvidado lo que la sociología
del arte aportó en las décadas finales del siglo pasado? Los vínculos del arte
con las instituciones y los movimientos sociales, con el capitalismo y sus
descomposiciones no están ausentes hoy en los estudios críticos ni en las
prácticas de los artistas, pero no son los sociólogos del arte los que proveen
los instrumentos para examinarlos.
1
Profesor Distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana e Investigador Emérito
del Sistema Nacional de Investigadores, México.
Entre los asuntos que me acercaron a Juan Acha se hallaban sus obras
sobre teoría social del arte y sus textos críticos en los que hallé coinciden-
cias con el curso de sociología del arte que di en el Instituto de Investi-
gaciones Estéticas y otro semejante en la entonces Escuela Nacional de
Artes Plásticas (hoy Facultad de Artes y Diseño) de la unam, invitado por
Juan, a finales de la década de 1970. Allí expuse los nexos entre las vanguar-
dias artísticas y el desarrollismo económico. Ambos seguíamos con seme-
jante avidez las experiencias artísticas, los debates de las ciencias sociales
sobre el lugar de los procesos culturales en la crisis del capitalismo y los
movimientos alternativos.
La sociología de los campos artísticos de Pierre Bourdieu nos ayudaba
en aquel tiempo a evitar el determinismo económico sobre el análisis de la
creatividad estética, por ejemplo, en los estudios de Ricardo Piglia, Beatriz
Sarlo y Carlos Altamirano en Argentina. A mí me sirvió para explorar lo
específico de las vanguardias en el mismo país y estudiar el sentido parti-
cular de la circulación de las artesanías mexicanas y de la recepción del arte
en los museos de México, junto a un equipo de investigación en el Instituto
Nacional de Bellas Artes.
Pocos años después lo que cayó no fue el capitalismo, sino el Muro de
Berlín. Las guerrillas y los movimientos pacíficos de crítica social fueron
rudamente reprimidos en América Latina. Cuando las dictaduras conclu-
yeron, los debates se centraron en la reconstrucción democrática de las
sociedades. La globalización, orientada por el neoliberalismo, reducía el
papel de las naciones y las expectativas de los latinoamericanos de situarnos
mejor en los circuitos mundiales de la economía y la cultura. ¿Fueron los
cambios de paradigma los que achicaron desde entonces el espacio para el
análisis sociológico del arte?
2
Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Literatura/Sociedad, Buenos Aires, Librería Hachette,
1983; Néstor García Canclini, Culturas híbridas, Buenos Aires, Paidós, 1990.
3
Sarah Thornton, Siete días en el mundo del arte, Buenos Aires, Edhasa, 2009, p. 9.
En las escuelas de arte se habla de obras cuyo valor económico es, por aho-
ra, “insignificante”,4 y los maestros se dividen entre quienes piden a los es-
tudiantes desarrollar proyectos independientes del mercado y quienes ani-
man a subvertirlo. El prestigioso Instituto de Arte Californiano, fundado
por Walt Disney, mantiene vínculos directos e indirectos con Hollywood,
entre ellos dar trabajo como escenógrafos, auxiliadores de vestuario y de
animaciones a alumnos que no logran mantenerse con la venta de sus obras.
¿En qué creen las galerías y las ferias de arte? La mayoría se despreo-
cupa de lo que no es comercio, publicidad y relaciones públicas. Suelen
elegir lo que llaman un nicho de mercado, o sea, una tendencia, una época,
ciertos países o un grupo de artistas. Thornton aplica al coleccionista Da-
vid Teiger una frase que resume lo que observa al seguir los desempeños
agitados de galeristas, marchantes, historiadores y críticos: “Disfruta de ser
un jugador en el juego de poder que es el arte”. Dice Poe, un galerista: “las
notas más sutiles de una obra de arte quedan ahogadas por la cacofonía”.5
Jeremy Deller, artista británico ganador del Premio Turner, sale de la feria:
“La cantidad de arte que hay en el mundo es un poquito deprimente. La
mayor parte parece arte pero no lo es. Son cosas hechas con cinismo para
una cierta clase de coleccionista”.6
¿Sería posible hallar criterios clasificatorios más claros estudiando el
funcionamiento de los jurados, acompañando las reuniones del comité
editorial de Artforum y explorando el supuesto orden conceptualizador
de las bienales? Se dice a menudo que las bienales son la escena donde
la globalización se exhibe como homogeneización. Sin embargo, la des-
cripción hecha por Thornton muestra diversidad de artistas, curadores y
coleccionistas, directores de museos y galerías, personal de las revistas que
las documentan, artistas nunca invitados y turistas. Si agregamos políti-
cos y empresarios, percibimos en cuántos sentidos, intra y extra artísticos,
la cooperación que estudió Howard S. Becker, como rasgo distintivo del
campo artístico, es clave para que el arte exista y se vea. Cooperan y com-
piten tanto como los coleccionistas en una sala de subastas. Las bienales
más influyentes, como la de Venecia, intentan abarcar la globalización del
4
Ibidem, p. 55.
5
Ibid., p. 105.
6
Ib., p. 111.
arte, pero modifican su agenda en cada edición según las ideas de cada
director y su pretensión de lograr una marca personal en el universo dis-
perso de las artes.
No sólo las críticas de movimientos de artistas y curadores al eurocen-
trismo y los condicionamientos mercantiles o políticos descalifican a las
bienales. Thornton registra comentarios duros de protagonistas que la si-
guen visitando anualmente. De la Bienal de Venecia dicen que es: “Una
forma de circo” (Andrea Rose), “la vanguardia en una pequeña pecera”
(Laurence Allorray); “los Giardini son un ready-made” (Antoni Munta-
das); “estos pabellones cumplen la función de consulados: el suelo es de
Italia, pero cada pabellón se convierte en una especie de consulado o emba-
jada, aunque no me los imagino con refugiados”.7
¿Qué podemos concluir de la etnografía de Sarah Thornton y de otros
trabajos, como la estética relacional, que en las dos últimas décadas regis-
tran la condición postautónoma del arte en sus procesos de producción,
circulación y recepción? Las subastas, ferias, museos y bienales no pre-
sentan el mismo grado de autonomía o interdependencia con los ámbitos
socioeconómicos y mediáticos. Aun en los más “contaminados”, como los
dos primeros, hallamos coleccionistas y críticos que prefieren a los artistas
“de combustión lenta” y se molestan porque el campo da cada vez más aire
a “coleccionistas apuraditos que van a las galerías apuraditas y compran
artistas apuraditos”.8 Las primeras etnografías transnacionales sobre el de-
sarrollo actual del arte, al permitir comparaciones entre países, grupos y
modos de inserción social, registran múltiples comportamientos que no se
articulan en una tendencia única. Ante este paisaje, las teorizaciones sobre la
autonomía del arte, surgidas de análisis nacionales, quedan como registros
de una etapa moderna que ha dejado de serlo al desfigurarse lo moderno
en las sociedades euroestadunidenses y entremezclarse con la producción
artística, artesana y audiovisual de países que enlazan con poco desarrollo
moderno sus tradiciones con los flujos globalizados (China, India, África
y gran parte de América Latina). La estética relacional aparece como una
7
Mark Wigley, en Antoni Muntadas y Mark Wigley, Conversación entre Antoni Muntadas y
Mark Wigley, Nueva York, en varios autores, Muntadas on translation: I Giardini, Pabellón
de España, 51 Bienal de Venecia, 2005, p. 278.
8
Sarah Thornton, Siete días en el mundo del arte, op. cit., p. 98.
9
Angela McRobbie, Be Creative: Making a Living in the New Culture Industries, Londres,
Polity, 2016; Néstor García Canclini, Francisco Cruces y Maritza Urteaga, Jóvenes, culturas
urbanas y redes digitales, Madrid, Ariel, Universidad Autónoma Metropolitana, Fundación
Telefónica, 2012.
10
Arif Dirlik, Global Modernity. Modernity in the Age of Global Capitalism, Boulder, Paradigm
Publishers, 2007; Paulina Aroch Fugellie, Promesas irrealizadas. �������������������������������
El sujeto del discurso poscolo-
nial y la nueva división internacional del trabajo, México, Siglo XXI, 2015. (Serie Zona Crítica.)
11
Walter Mignolo, The Darker Side of the Renaissance, Estados Unidos, University of
Michigan Press, 1995. Y ����������������������������������������������������������������������
una vasta bibliografía de tesis realizadas, sobre todo, en universi-
dades estadunidenses.
están ocupadas y piden que esperemos porque “su llamada es muy im-
portante para nosotros”. ¿Quién es nosotros? Si logramos una respuesta
y no cumplen, es imposible volver a hablar con el mismo empleado. Sólo
identificamos “cadenas” de tiendas, “sistemas” bancarios, “servidores de
Internet”, sucursales del Guggenheim y del Louvre.
De ahí que, como subraya Paulina Aroch en su crítica al textualismo
poscolonial, necesitamos un conocimiento empírico de la división inter-
nacional del trabajo material y simbólico que nos permita ver “detrás del
lenguaje”. Si deseamos responder a la pregunta de Spivak: ¿puede hablar
el subalterno?, es preciso averiguar ¿qué es un lugar en la globalización?
¿Quién y desde dónde habla? ¿Quién financia una página de Internet, una
bienal o una exposición itinerante? ¿Cuáles son hoy los entornos e intere-
ses históricos de los que hablan, producen arte, lo circulan y se lo apropian?
La sociología ha tenido, en la repartición disciplinaria, la tarea de captar
“la lógica colectiva extradiscursiva”,12 la posición de los sujetos, sus estrate-
gias, lo que condiciona nuestra capacidad o incapacidad de agencia. Si bien
es necesario expandir los proyectos de las sociologías nacionales para cap-
tar la escala global de las redes del poder, el entrenamiento de esta disciplina
en el conocimiento de las estructuras es indispensable para ir más allá de las
etnografías de casos y las interpretaciones de discursos a fin de construir
una geopolítica de la cultura.
12
Paulina Aroch Fugellie, Promesas irrealizadas. El sujeto del discurso poscolonial y la nueva
división internacional del trabajo, op. cit., p. 109.
13
Federico Besserer y Yerko Castro, “Ciudadanía en comunidades transnacionales”, Bo-
letín del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales, México, 2006; Alejandro Grimson,
La nación en sus límites, Barcelona, Gedisa, 2003; Gustavo Lins Ribeiro y Carlos Alba, La
globalización desde abajo. La otra economía mundial, México, Fondo de Cultura Econó-
mica, 2016.
lo que tenemos en común y pensar los contrastes, sin hablar sólo de las fron-
teras. No olvidaremos que estamos en un mundo dividido, pero nos centra-
remos en las mediaciones que vuelven imaginable convivir en las fracturas.
d) ¿En qué sentido estas obras corresponderían a las comunidades
transterritoriales? Las más atractivas no son las que sólo documentan las
condiciones de vida deslocalizadas. Me parecen más productivas las que,
con el trabajo crítico que el arte hace a partir de sus recursos sensibles,
formales e imaginarios, generan lo que Reinaldo Laddaga llama una “eco-
logía cultural”, buscar alianzas con los demás para generar “modos expe-
rimentales de coexistencia”.14 Se trata de repensar las tareas de los artistas
y los críticos, las instituciones y las redes, como artes de la organización
experimental de la sociedad y de la traducción intercultural.
La segunda tarea de un arte sensible a la complejidad de la convivencia
entre culturas, clases y etnias es revisar el sentido de lo que hoy puede en-
tenderse como espacio público o común. Las nociones de nación o pueblo
no tienen el carácter de entidad cohesionada o uniforme que se les atribuyó
en otro tiempo. Tampoco la más reciente de multitud, demasiado impre-
cisa, me parece útil para captar las diferencias y desigualdades que caben
en la interculturalidad contemporánea. Necesitamos nuevos modelos de
cómo vivir juntos, diría Roland Barthes, vivir en idiorritmia, incorporando
el ritmo propio de cada uno. Deleuze sostenía que la obra de arte “hace un
llamado a un pueblo que no existe todavía”. Estamos pensando en un arte
que busca no sólo aumentar los públicos y su participación, sino empode-
rar a comunidades marginadas o no representadas.
La decisión de hacer es el motor principal de las comunidades expe-
rimentales, como ha dicho, entre otros, Roberto Jacoby. La noción de
experimento los inmuniza, en cierto modo, respecto de las acusaciones
que puedan hacerse: son tentativas que se realizan en parte para conocer
y en parte para disfrutar.
Se discute si lo que se hace en estas comunidades puede llamarse “arte”.
Algunos piensan que lo justifica el situarse creativamente en fronteras mó-
viles, donde se pueden explorar los procesos de autonomía y las economías
del deseo.
Bibliografía
Juan Acha con Bélgica Rodríguez (al centro) junto con amigos críticos y artistas,
Caracas, [s. a.]. Archivo Mahia Biblos y Juan Acha.
Juan Acha en su casa con José Luis Cuevas, colonia Roma, Ciudad de México,
marzo de 1990. Archivo Mahia Biblos y Juan Acha.
Juan Acha, Mathias Goeritz, Mahia Biblos y Patricia López Bago, boda de la hija
de Lily Kassner, Ciudad de México, 1990. Archivo Mahia Biblos y Juan Acha.