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Relaciones 118, pr imaver a 2009, vol.

xxX

Liberalismo y antiporfirismo.
Las incursiones periodísticas de Joaquín Clausell

Fausta Gantús
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Florencia Gutiérrez
Instituto Superior de Estudios Sociales
(unt-conicet)

Joaquín Clausell, uno de los más destacados representantes de la pintura impre-


sionista mexicana, promovió diversas empresas asociadas a la lucha contra el
gobierno de Porfirio Díaz. El estudio de su participación en 1892 como boletinis-
ta de El Monitor Republicano y su papel como redactor del periódico El Demócrata
permite aprehender la complejidad de la prensa independiente de la ciudad de
México a fines del siglo XIX y analizar la implementación de los mecanismos de
censura sobre el periodismo urbano.

(Joaquín Clausell, prensa independiente, porfiriato, censura, México)

Introducción

oaquín Clausell nació en Campeche en 1866, su nombre está

J
ligado al del impresionismo mexicano, que lo cuenta entre
uno de sus más relevantes representantes. Sin embargo, en
sus años de juventud, su figura aparece asociada a la lucha
contra la administración de Porfirio Díaz y el desarrollo de diversas la-
bores periodísticas.
1883 constituye un punto de inflexión en la vida de Clausell. Ese año,
a raíz de sus manifiestas y reiteradas actitudes combativas contra las
autoridades políticas de su estado, fue obligado a emigrar a la ciudad de
México. Una vez instalado en la capital de la República, primero como
estudiante de la Escuela de Minería y luego como alumno de la de Juris-

* faustagant@hotmail.com florenciagutierrezb@yahoo.com
Este trabajo forma parte de los resultados del proyecto: Prensa y caricatura en el siglo
XIX mexicano. Líneas de investigación para un estudio comparativo, financiado por el PROMEP.

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Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

prudencia, lideró algunas de las más resonantes manifestaciones públi-


cas contra el poder porfiriano. En 1892 encabezó un movimiento desti-
nado a evitar la segunda reelección continua de Díaz en la presidencia,
lucha que lo llevó a incursionar en el universo periodístico. En aquella
coyuntura electoral, junto con otros estudiantes, periodistas y obreros
capitalinos dieron vida a una importante corriente de movilización po-
pular, que halló en los principales referentes de la prensa independiente
a uno de sus promotores más decididos. Su amistad con Gabriel Gonzá-
lez Mier, periodista de El Monitor Republicano, lo llevó a desempeñarse
como articulista de aquel diario, uno de los más destacados de la capital
de la República mexicana. Desde sus páginas se dedicó a denunciar y
criticar la situación política nacional señalando los peligros que, para la
incipiente democracia, implicaba la continuidad de Díaz en el poder. Al
año siguiente, en la misma línea de periodismo combatiente y contesta-
tario, sobresalió por su activo papel como fundador y redactor de El
Demócrata, el cual contó con la colaboración de diversos estudiantes
quienes, como Clausell, provenían del interior del país.


Joaquín Clausell fue uno de los estudiantes que acaudilló, en noviembre de 1884, el
movimiento popular que logró aplazar el tratamiento del proyecto de ley que estipulaba
la consolidación y conversión de la deuda mexicana en Londres. Finalmente, Porfirio
Díaz, mediante un decreto publicado el 22 de junio de 1885, conocido como “conversión
Dublán”, estipuló la consolidación y conversión de la deuda nacional. Nuevamente,
Clausell lideró el movimiento opositor a su reconocimiento, mismo que fue reprimido
costándole, junto con un grupo de estudiantes y periodistas, ingresar a la Cárcel de Belén.
Para conocer la relación de la prensa y el poder político en la coyuntura de junio de 1885
remitimos a Fausta Gantús, Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la ciu-
dad de México, 1876-188, México, El Colegio de México, Tesis de doctorado, 2007.

¿Por qué aventurarnos en el derrotero personal de Joaquín Clausell? Responder a
este cuestionamiento supone reconocer la gravitación de la opción microhistórica en la
práctica historiográfica contemporánea. En tal sentido, la microhistoria, como modelo
cognoscitivo, supuso el cuestionamiento y la formulación de una alternativa frente a un
tipo de historia social acostumbrada a privilegiar las tendencias generales y los métodos
cuantitativos. Esta reacción implicó, entre otras cosas, una reducción de la escala de ob-
servación que invitó a “hacer aparecer, detrás de la tendencia general más visible, las es-
trategias sociales desarrolladas por diferentes actores en función de su posición y de sus
recursos respectivos, individuales, familiares, de grupo, etcétera”. Jacques Revel, “Micro-
análisis y construcción de lo social”, en Anuario del IEHS, 10, p. 130. Asimismo, invitó a re-
formular la idea de contexto reconociendo que “toda acción social se considera resultado
de una transacción constante del individuo, de la manipulación, de la elección y decisión

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Liberalismo y antipo rf ir ismo

El análisis de las incursiones periodísticas de Joaquín Clausell, posi-


bilita aproximarnos al estudio de las redes sociales y los vínculos de
amistad, los cuales fueron decisivos para articular y promover su inser-
ción en el periodismo capitalino. Asimismo, su liderazgo en el movi-
miento antirreeleccionista de 1892 y sus escritos posicionan al personaje
en estudio como un representante del liberalismo radical y confirman la
importancia del “uso de la prensa como herramienta de presión políti-
ca” revelando de qué forma, más allá de los mecanismos de censura y
represión porfirianos, los intersticios y contradicciones del régimen es-
tuvieron presentes y posibilitaron la expresión de voces disidentes,
como la del estudiante campechano.

De las caricaturas al periodismo

Gabriel González Mier nació en Ciudad del Carmen, Campeche, en


1867. Cursó sus primeros estudios en el Instituto Campechano, donde
conoció a Clausell con quien entabló una perdurable amistad. González
constituye una figura de primera importancia para conocer facetas des-
conocidas del personaje en estudio y para reconstruir las redes sociales
que posibilitaron su incursión en el periodismo capitalino.
Cuenta González Mier que su amigo y compañero de estudios usaba
los lápices para trazar sobre los muros del Instituto Campechano dibu-
jos caricaturescos. A través de ellos se burló de algunos personajes del
ámbito académico y esgrimió las primeras críticas contra las autorida-
des políticas y el poder gubernamental de su estado natal. Una de esas

frente a la realidad normativa que, aunque sea omnipresente, permite, no obstante, mu-
chas posibilidades de interpretación y libertades personales”. Giovanni Levi, “Sobre
microhistoria”, en Peter Burke, et al., Formas de hacer historia, Madrid, Alianza, 1991, 121.

Myrna Cortés Cuesta, “El periodismo como recurso de presión política: el Grupo
Reformista y Constitucional de la ciudad de México, 1895-1896” en Celia Palacio Montiel,
coord., La prensa como fuente para la historia, México, CONACYT, Porrúa, Universidad de
Guadalajara, 2006, 154.

Sobre su actuación y trayectoria como pintor existen diversas investigaciones, a
mo­do de ejemplo citamos: Jorge Alberto Manrique et al., Joaquín Clausell y los ecos del impre­
sionismo en México, México, Museo Nacional de Arte e Instituto Nacional de Bellas Artes,
1995; María del Carmen Chicharro, Joaquín Clausell impresionista: causas y factores determi-

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caricaturas, de las que tenemos referencia gracias al testimonio del pro-


pio González, resulta particularmente significativa porque trasluce una
aguda crítica al orden de cosas imperantes en la política local.

La mañana de un 24 de junio, onomástico del ya citado procónsul [Pedro


Baranda], algo muy grave acontecía en el estrado rectoral [...]
[...] Allí estaba el cuerpo del delito en cuerpo de caricatura. Representaba
ésta a un general obeso, plantado en un salón: en las manos una caja de rapé
con esta marca: “Campeche”. De su cinto colgaba una espadita, pero tan
diminuta que parecía un dije y, aludiendo a ella, esta indicación: —“Hay
que verla con lente”.
Fue condenada la pared a la regeneración lustral de una mano de lechada y
el reincidente [Clausell] a suspensión de clases por dos meses.

A través de esta caricatura Clausell denunciaba el poder de los Ba-


randa sobre la entidad. Los trazos evidenciaban el cuestionamiento a la
situación política imperante en el Estado, dominada por el barandismo:
con la pequeñez de la espada pretendía denostar los méritos del caudi-
llo, su valor militar y su sentido de justicia; a través de la caja de rapé

nantes en su obra. Disyuntiva entre su obra impresionista y su obra de estudio, México, Univer-
sidad Nacional Autónoma de México, Tesis de la Facultad de Filosofía y Letras, 1982.

La entidad campechana formó parte de Yucatán hasta 1857, cuando un grupo de
jóvenes encabezados por Pablo García y Montilla, Pedro Baranda y Quijano y Tomás
Aznar y Cano, acaudillaron un movimiento político que concluyó con la escisión y for-
mación del estado de Campeche. Lograda su integración a la federación en 1863, las dife-
rencias habidas entre García y Baranda fueron el origen de la formación de dos grupos
políticos que dominaron el escenario político campechano durante la segunda mitad del
siglo XIX. Joaquín Baranda fue gobernador en 1871, cargo que desempeñó hasta princi-
pios de 1877 cuando renunció en protesta por la revolución de Tuxtepec. Alejado mo-
mentáneamente del territorio estatal, marginado por el triunfo de Porfirio Díaz, en 1882
recuperaría su posición de poder al ser nombrado Secretario de Justicia del gabinete del
presidente Manuel González. Joaquín Baranda regresó al gobierno en 1883, pero pidió
licencia para separarse del cargo y volver a su puesto de Secretario de Justicia e Instruc-
ción Pública del gobierno de González. La influencia de Baranda en la vida política del
Estado se prolongó hasta 1902, cuando su poder en el ámbito político del centro del país
se debilitó, mermando también su ascendente sobre el escenario local.

AGEC-GGG, Gabriel González Mier, “Joaquín Clausell. El revolucionario, el precursor
y el artista”. Datos biográficos de Joaquín Clausell, sin clasificación.

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Liberalismo y antipo rf ir ismo

llamada Campeche, criticaba la actitud de dominio y propiedad con la


que actuaba el caudillo sobre el Estado del sureste, especialmente, la
pretensión de unir el nombre de Campeche con el apellido Baranda.
Esta caricatura, realizada probablemente hacia finales de 1883, suma­
das a otros actos de rebeldía, incidieron en su expulsión del Instituto
Cam­pechano, sanción que lo obligó a marcharse a la ciudad de México.
Des­de su llegada a la capital –ya fuera como estudiante de ingeniería,
ca­rrera que al poco tiempo de haber ingresado abandonó, o como alum-
no de abogacía, estudios que finalmente concluyó a principios de la dé-
cada de 1890– su estancia se caracterizó por una activa participación po­
lítica, baste mencionar el liderazgo ejercido en las “jornadas de la deuda
inglesa” en noviembre de 1884 o su disruptiva participación en la oficia-
lista ceremonia en memoria de Sebastián Lerdo de Tejada en 1889.
En México, Clausell se reencontró con González Mier, quien también
había emigrado a la capital de la República. El joven carmelita se convir-
tió en un sostén invaluable del campechano y en un compañero de lucha
contra la administración porfiriana; además, fue la persona a través de
la cual Clausell accedió al mundo periodístico. González se desempeña-
ba como redactor de uno de los bastiones del liberalismo radical: El Mo-
nitor Republicano, fundado en 1844 y liderado por Vicente García Torres.
En 1892, al calor de la lucha contra la tercera reelección de Porfirio Díaz,
Clausell fungió como articulista de aquel periódico para, un año más
tarde, emprender junto a José Ferrel, Francisco Blanco, Querido Moheno


“Por esos días ya se rumoraba que para vincular a los sucesos del 7 de agosto de
1857 [inicio del movimiento separatista] a la personalidad del general, jefe de la zona,
debería llevar el estado la denominación de ‘Campeche de Baranda’, que andando el
tiempo había de convertirse en decreto de la Legislatura”. AGEC-GGG, Gabriel González
Mier, “Joaquín Clausell. El revolucionario, el precursor y el artista”. Datos biográficos de
Joaquín Clausell, sin clasificación

Archivo Histórico del Instituto Campechano, Libreta de actas de hechos comunes,
1860-1894, fs. 108-109. El 31 de octubre de 1883, Clausell promovió una protesta en el mar-
co del “acto solemne de clausura de cátedras y distribución de premios” del Instituto Cam-
pechano, motivo por el cual la Junta de Profesores decretó su expulsión de la institución.

AGEC-GGG, Gabriel González Mier, “Joaquín Clausell. El revolucionario, el precursor
y el artista”. Datos biográficos de Joaquín Clausell, sin clasificación. Daniel Cosío Ville-
gas, El porfiriato. La vida política interior, t. X, Historia Moderna de México, México, Hermes,
1972, 559-560.

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Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

y José Antonio Rivera la fundación de El Demócrata, empresa en la que


González Mier también tuvo mucho que ver.10
Entre 1883 y mediados de 1890 es posible distinguir tres denomina-
dores comunes en el derrotero de Clausell; por un lado, la actitud desa-
fiante y la capacidad de confrontación con el poder político, postura que
lo obligó en 1883 a abandonar Campeche y diez años después –como
veremos a continuación– lo confinaría en las bartolinas de Belén por su
oposición al régimen porfiriano. En segunda instancia, merece destacar-
se la figura de su amigo González Mier, quien como defensor de los
principios liberales y la lucha contra la administración de Díaz, articula-
ría la incursión periodística de Clausell en la ciudad de México. En tercer
lugar, cabe señalar la estrecha asociación que el campechano entabló con
diversos estudiantes de la Escuela de Jurisprudencia quienes, como él y
González Mier, eran originarios del interior del país. En tal sentido, Que-
rido Moheno, nacido en Tabasco; José Antonio Rivera, procedente del
estado de Chiapas; y José Ferrel, oriundo de Sinaloa, secundaron la cam-
paña antirreeleccionista y dieron vida en 1893 a la empresa periodística
El Demócrata. Renglón aparte merece la posterior asimilación política
que el gobierno de Díaz hizo de muchos de ellos, quienes terminaron
enrolados en el oficialismo.11
En efecto, la trama de solidaridades y reciprocidades presente en el
derrotero de Clausell se vinculó con la corriente inmigratoria que fluía
del interior de la República a la ciudad de México, favorecida por la
centralización política y el significativo crecimiento económico de la ciu-

10
Cosío señala que Clausell publicó en 1886 el quincenario La Soberanía de los Estados. La
búsqueda a fin de corroborar tal dato ha sido infructuosa. Daniel Cosío Villegas, El por­firiato.
La vida política interior, t. X, Historia Moderna de México, México, Hermes, 1972, 265.
11
Daniel Cosío Villegas, El porfiriato. La vida política interior, t. X, Historia Moderna de
México, México, Hermes, 1972, 744. Garciadiego señala que: “como miembros de las cla-
ses media y alta, los estudiantes y profesores universitarios capitalinos eran de los grupos
comparativamente beneficiados por el sistema [...] puede afirmarse que de 1890 a 1910,
aproximadamente, la comunidad universitaria fue muy apolítica y poco contestataria”.
Javier Garciadiego Dantán, “Movimientos estudiantiles durante la revolución mexicana
(estudios de caso de la participación de un grupo de clase media urbana)”, en Renata
Mariske, Los estudiantes. Trabajos de historia y sociología, México, UNAM, Plaza y Valdez,
CESU, 1998, 142.

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Liberalismo y antipo rf ir ismo

dad de México,12 y se articuló a partir de la sociabilidad escolar, espacio


en el que muchos de estos jóvenes interactuaron. Ambas referencias son
claves para “estudiar cómo se estructuran las relaciones interpersonales,
cómo pueden ser manipuladas para alcanzar fines y solucionar proble-
mas de los individuos y cómo se organizan las coaliciones que estos
construyen para alcanzar sus objetivos”.13 En tal sentido, el concepto de
red social sirve para analizar las condiciones que estuvieron presentes
en la incursión periodística de algunas de las plumas de finales del siglo
XIX, como la de Clausell o Moheno, así como para conocer la promoción
de periódicos independientes que, como El Demócrata, fue una empresa
pergeñada y posiblemente subvencionada por González Mier pero co-
mandada por otros periodistas amigos.

Clausell y su lucha contra la perpetuación de Porfirio Díaz

1892 constituyó una coyuntura decisiva para la consolidación del régi-


men porfiriano.14 En efecto, una vez aprobada la reforma constitucional
que posibilitaba la reelección indefinida, y luego de haber permanecido
ocho años al cargo del poder ejecutivo nacional, Díaz definía su futuro
político.15
Frente a la inminente reelección, reapareció Clausell en el escenario
político para luchar contra la continuidad del general oaxaqueño. Junto
con José Antonio Rivera y Querido Moheno, estudiantes de la Escuela
de Jurisprudencia; Francisco Mascareñas, de la Escuela Preparatoria y
Alejandro Luque, de la Escuela de Medicina, comenzaron a organizar lo
que sería uno de los principales movimientos opositores a la reelección
12
Rabiela Hira de Gortari, “¿Un modelo de urbanización? La ciudad de México de
finales del siglo XIX”, en Secuencia, 8, 1987, 49-52.
13
Juan Pro Ruiz, “Las elites de la España liberal: clases y redes en la definición del
espacio social (1808-1931)”, en Historia Social, 21, 63.
14
En 1887, el Congreso nacional aprobó la enmienda constitucional que habilitaba la
reelección presidencial por un periodo, y en 1890 se votó la reforma que posibilitaba la
reelección indefinida.
15
El movimiento político de 1892 encuentra su preludio en las polémicas, reivindica-
ciones y luchas armadas que, en torno al tema de la sucesión presidencial, tuvieron lugar
en 1871, 1876 y 1888.

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presidencial. Los estudiantes organizaron un club político, dando a co-


nocer a través de la prensa sus principios programáticos y los móviles
de su acción; asimismo, diversas estrategias de propaganda fueron im-
plementadas con el propósito de movilizar a la opinión pública capitali-
na. Reuniones de discusión interna, gran parte de las cuales se llevaron
a cabo en la casa de Clausell –en las que se tomaban las decisiones que
competían a la organización y estructuración del grupo–, sesiones públi-
cas –que permitían ir midiendo la adhesión que la causa concitaba en la
opinión pública– y una intensa actividad publicitaria –que pretendía
alcanzar a toda la República– fueron articulando un activa corriente de
participación popular destinada a evitar la segunda reelección continua
de Díaz.16 La prensa independiente constituyó un sostén fundamental
en la promoción del movimiento político opositor al presidente.
Por aquella fecha Clausell contaba con 26 años, su espíritu combati-
vo y su necesidad de recursos económicos, para poder finalizar sus estu-
dios de derecho, lo impulsaron a desempeñarse como articulista de El
Monitor Republicano. El estudiante campechano estuvo a cargo de la fa-
mosa sección: “Boletín del Monitor”; primero, con timidez, firmaba sus
colaboraciones con la inicial C, pero un mes después, en abril de 1892,
adquirió la confianza suficiente para rubricar sus colaboraciones con su
nombre completo.
En un clima político signado por la idea del “hombre necesario”, las
manifestaciones populares para apoyar la reelección de Díaz empezaron
a hacerse presentes desde los primeros meses de 1892. Una de las más
significativas y numerosas fue la realizada el 2 de abril (coincidiendo
con el aniversario de la reconquista de Puebla en 1867, batalla decisiva
en la carrera del General), la cual fue organizada por el Comité Central
Porfirista y las autoridades del segundo Congreso Obrero. Las críticas
de la prensa independiente apuntaron, como en otras oportunidades, a
los métodos coactivos empleados para reclutar a la concurrencia. Clau-
sell, desde las páginas de su columna alzó su voz expresando:

16
Para un análisis del movimiento antirreeleccionista de 1892 véase Florencia Gutié-
rrez, El mundo del trabajo y el poder político. Integración, consenso y resistencia en la ciudad de
México a fines del siglo XIX, México, El Colegio de México, Tesis de doctorado, 2006.

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Liberalismo y antipo rf ir ismo

Sólo los actuales organizadores de manifestaciones, han tenido el valor para


llamar […] bajo improvisados estandartes, a las turbas oprimidas. Sólo ellos
parecen estar suficientemente desprovistos de pudor, para hacer pasear por
las calles de la culta México, los enjambres de infelices indios […] para obte-
ner, en cambio de grosera mascarada que pone en manifiesto la miseria y la
degradación nacional, la sonriente promesa de una curul, con que el Jefe del
Ejecutivo pagará sus afanes.
[…] cáusanos profunda pena observar cómo se conducen ante la presencia
del candidato esas cuerdas de infelices indios que al ser arrancados de sus
hogares para pasearlos por las calles de esta Capital, revelan en su atonía,
en su silencio, en su azoramiento, que ignoran si serán conducidos a Belém
[sic], a Palacio, o a un cuartel.17

Como contrapunto, la toma de las calles por los antirreeleccionistas,


encabezada por los estudiantes, dio inicio. El 7 de abril liderados por
Clausell, Rivera y Mascareñas salieron a manifestar por primera vez su
oposición a la reelección; en la Alameda congregaron a un grupo de es-
colapios y “gente del pueblo” y allí al grito de ¡muera la reelección! –y
custodiados por agentes policiales– pronunciaron sus discursos.
Clausell fue el principal orador esa mañana. Allí expresó que el obje-
tivo de la reunión era hacer pública la oposición estudiantil al principio
de la reelección, para ello convocaba a los estudiantes capitalinos a orga-
nizarse y conformar un comité encargado de dirigir los trabajos políticos
encaminados a combatir “la tiranía” y así poder empezar a sumar a ese
“grupo inmenso de ciudadanos independientes, que no acepta el actual
orden de cosas”.18 El campechano expresó su felicitación

a la juventud estudiosa aquí reunida porque está dando pruebas en estas


épocas de abyección y cobardía […] que tiene valor y patriotismo, y por-
que es capaz de levantar […] su frente en estos tiempos en que la apatía y
el temor públicos están consolidando un orden de cosas que la Nación
execra.

El Monitor Republicano, 6 de abril de 1892.


17

En abril de 1892, los estudiantes organizaron su club antirreeleccionista y dieron a


18

conocer la formación de su mesa directiva.

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Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

De lo que se trata simplemente es de trabajar dentro de los límites estrictos


de la ley en pro de la República, de la democracia y del pueblo mexicano.19

Luego de varios discursos, los manifestantes recorrieron las calles


céntricas y se dirigieron a las redacciones de la prensa independiente (El
Monitor Republicano, El Diario del Hogar y El Hijo del Ahuizote) para salu-
dar y felicitar a sus directores quienes, junto con los estudiantes, coman-
darían la causa antirreeleccionista.20 Cabe precisar que los directores de
estos diarios “mantenían vínculos profesionales desde hacía tiempo” y
habían logrado manifestar sus críticas y reclamos en diversas oportunida­
des: “cuando intentaron proponer un candidato a las elecciones presi-
denciales de 1880 [y] también cuando formaron el Grupo Liberal Refor-
mista en 1891, contra la reforma constitucional que permitía la reelección
consecutiva indefinida”.21 En 1895 estos mismos representantes del pe-
riodismo serían artífices de una nueva empresa en favor de los princi-
pios liberales: el Grupo Reformista y Constitucional.22

En defensa de los principios liberales: prensa y represión

Ante la inminencia de elecciones presidenciales, desde el oficialismo se


agitaba la bandera de Díaz como el “hombre necesario”, como el instru-
mento clave para la preservación de la paz social, el desarrollo económi-
co y la estabilidad política, variables imprescindibles para hacer de
México una nación moderna y capitalista. Frente al “necesarismo”, rótu-
lo con el que la prensa independiente ironizaba acerca de esta idea, se

19
El Hijo del Ahuizote, 10 de abril de 1892.
20
Vicente García Torres fungía como director de El Monitor Republicano; Daniel Cabre­
ra comandaba El Hijo de Ahuizote; Filomeno Mata hacía lo propio en El Diario del Hogar.
21
Myrna Cortés Cuesta, “El periodismo como recurso de presión política: el Grupo
Reformista y Constitucional de la ciudad de México, 1895-1896” en Celia Palacio Montiel,
coord., La prensa como fuente para la historia, México, CONACYT, Porrúa, Universidad de
Guadalajara, 2006, 154.
22
Myrna Cortés Cuesta, “El periodismo como recurso de presión política: el Grupo
Reformista y Constitucional de la ciudad de México, 1895-1896” en Celia Palacio Montiel,
coord., La prensa como fuente para la historia, México, CONACYT, Porrúa, Universidad de
Guadalajara, 2006, 156.

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Liberalismo y antipo rf ir ismo

levantaban las voces disidentes que alertaban sobre los peligros de la


reelección. Una de estas voces fue la de Clausell quien, desde el periódi-
co El Monitor Republicano, hacía saber a sus lectores que:

El principio de la no-reelección ha sido deseado desde hace muchos años


por el pueblo mexicano, como precepto constitucional, porque sabe muy
bien que una terminante prohibición legal sólo es capaz de contrarrestar el
poder de que pueden hacer uso los ambiciosos que se apoderan de las rien-
das del gobierno […]
Háse [sic] observado que encariñamiento tan intenso tienen y han teni-
do nuestros gobernantes con sus puestos públicos, y como es casi imposi-
bles separarlos de ellos por los medios legítimos del sufragio. Ténganse en
cuenta esto y considérese que la situación política de México en la actuali-
dad, es un poco peor que aquella en que se encontraba antes de la revolu-
ción de Tuxtepec.23

La trinchera de la prensa independiente fue uno de los medios que


utilizó para divulgar las implicaciones y peligros que la reelección supo-
nía para la nación mexicana; además, supo capitalizar su vinculación
con la Escuela de Jurisprudencia –donde se encontraba a punto de fina-
lizar sus estudios– para hacer de este espacio de sociabilidad un canal
de promoción, entre la juventud capitalina, contra la continuidad del
General en la presidencia. La prensa y la escuela fueron aprovechadas
por Clausell para promover la defensa de dos de los principios básicos
del sistema representativo y republicano: la renovación de los cargos
públicos y la necesidad de alternancia en el poder. Preceptos estrecha-
mente vinculados con la libertad de sufragio, considerada como la “base
fundamental de las instituciones republicanas”, ya que “sin estar basa-
do en el sufragio, todo gobierno es ilegítimo y tiránico”.24
Los estudiantes también sumaron a la causa antirreeleccionista a un
segmento importante de las clases trabajadoras urbanas, también orga-
nizadas en un club político, ambas fuerzas se encargaron de llevar ade-
lante una activa campaña propagandística que contó con el apoyo de la

23
El Monitor Republicano, 22 de abril de 1892.
24
El Monitor Republicano, 27 de abril de 1892.

165
Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

prensa independiente. Los principales referentes del universo periodís-


tico capitalino que secundaron esta lucha política fueron El Monitor Re-
publicano, El Diario del Hogar, El Fandango y El Hijo del Ahuizote. En sus
columnas se reseñaban los actos de los clubes políticos, se daban a cono-
cer los manifiestos, se denunciaban las arbitrariedades de la fuerza poli-
cial capitalina, se anunciaban las convocatorias para la movilización y se
alertaba a la población de lo injurioso y atentatorio que, para los princi-
pios liberales, significaba la inminente reelección de Díaz.
La tarea de promoción y denuncia fue llevada desde El Monitor Re-
publicano por Clausell y González Mier. El 4 de marzo, el escolapio cam-
pechano escribió un apasionado artículo en el cual, entre otras cosas,
precisaba su concepción de una república democrática:

Creemos que es inherente a la forma republicana el que concurran en el


gobierno la acción de muchos individuos, no de uno solo. Creemos que es
indispensable que para que exista la libertad y la democracia, que no falte
una división precisa, radical y profunda entre los tres poderes que constitu-
yen las divisiones capitales de todo buen gobierno: Ejecutivo, Legislativo y
Judicial. Juzgamos ineludible [...] que el Ejecutivo en una República sea un
simple administrador, un ejecutor de las disposiciones del Legislativo [...]
Nos parecería próspera una administración pública que no necesitase para
su estabilidad un genio, un valentísimo, un hombre de todo punto extraor-
dinario, etc., sino que, en pocas palabras, que bastase a ella, uno de esos
hombres honrados inteligentes e instruidos, que no son, por fortuna, tan
raros en nuestro país25.

Para Clausell, como para quienes acaudillaban la causa del anti-


rreeleccionismo, el necesarismo, expresión cabal de los gobiernos perso-
nales y de la tiranía, gravitaba de forma sustancial en el desdibujamien-
to de uno de los principios básicos del republicanismo: la división de
poderes. Esta situación repercutía en diversos ámbitos de la vida demo-
crática, afectando, entre otras cosas, el desenvolvimiento de la prensa
independiente. En efecto, amparado en la “sumisión incondicional” del
poder legislativo, Díaz promovió la reforma de códigos y leyes, contratos

25
El Monitor Republicano, 4 de marzo de 1892.

166
Liberalismo y antipo rf ir ismo

y decretos, llegando a “promulga[r] una ley que entrega a los escritores


públicos de la República Mexicana, a los mismos o a peores procedi-
mientos a que son sometidos los rateros y los bandidos”.26 La subordina-
ción de los jueces al poder ejecutivo y, por ende, la imparcialidad en la
administración de justicia, constituía el último y más aceitado mecanis-
mo destinado a reprimir las voces que se alzaban desde la prensa inde-
pendiente.
En lo que a esta última se refiere, en 1892 se editaron dos periódicos:
El 93 y La Guillotina que fueron impulsados por los antirreeleccionistas
para propagar su causa. El 93 fue el portavoz del club de obreros y La
Guillotina nació de la iniciativa de un grupo de comerciantes opositores
a la reelección. Sin duda, la intempestiva irrupción y desaparición de
estos periódicos se explica, entre otras causales, por los problemas de
financiamiento que suponían poner en marcha este tipo de emprendi-
mientos, así como el impacto que los mecanismos de censura y represión
tuvieron sobre la prensa independiente.
Además de los diarios, otras de las vías utilizadas para la publicidad
de las ideas fue repartir las invitaciones en las casas de vecindad, en los
paseos, así como pegar los avisos en las esquinas y en algunos comercios
de la ciudad. Estas actividades también fueron severamente persegui-
das y censuradas por la policía capitalina27, si “lo hacen de día se les en-
seña la pistola y se arrancan los avisos que pegan, y si lo hacen de noche,
se les aplica la psicología sospechosa”28. Con el término “psicología” se
aludía al recurso jurídico denominado “función psicológica”, que pode-
mos definir como la facultad que dejaba al arbitrio de los jueces la esti-
mación de posibles motivaciones e intenciones que pudieran primar
detrás de determinados acciones de los denunciados y, en circunstancias
particulares, conferirles a los mismos carácter delictivo.29

26
El Monitor Republicano, 27 de abril de 1892. Se refiere a la reforma del artículo sépti-
mo constitucional, efectuada en 1883, que suprimía los jurados populares para los juicios
de imprenta trasladándolos al dominio de los tribunales del orden común.
27
El Monitor Republicano, 14 de mayo de 1892.
28
El Diario del Hogar, 15 de mayo de 1892.
29
Fausta Gantús, Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la ciudad de
México, 1876-1888, México, El Colegio de México, Tesis de doctorado, 2007, 313 a 360. El
recurso se acuñó en 1885, cuando Andrés Horcasitas, en su carácter de magistrado de la

167
Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

Esta profusa campaña anitrreelecionista culminó cuando los estu-


diantes, obreros y periodistas tomaron las calles y se movilizaron duran-
te los días 15, 16 y 17 de mayo. Tres jornadas de intensa participación
popular, no exentas de violencia, sacudieron a la capital de la República
y determinaron la prisión de los principales referentes antirreeleccionis-
tas, muchos de ellos periodistas.30 Estos encarcelamientos, sumados a las
debilidades inherentes del movimiento, marcaron el abrupto final del
emergente grupo de oposición política. En este contexto signado por la
represión y la censura, la estrecha asociación existente entre el poder
ejecutivo y judicial explica de qué manera la falta de división de poderes
–denunciada entre otros por Clausell– repercutía en el derrotero de la
prensa independiente. En tal sentido, reconstruir el vínculo existente en-
tre el juez de distrito, Ricardo Rodríguez, quien debía juzgar a los apre-
hendidos por los disturbios antirreeleccionistas, y Díaz resulta de gran
valía para comprender la trama judicial existente detrás de la censura
porfiriana.
A principios del mes de mayo de 1892, Rodríguez le escribió a Díaz
solicitando su intervención para ingresar como magistrado de la Corte
Suprema de Justicia31 A finales de ese mismo mes, el juez le demostraría
al presidente su lealtad e incondicional apoyo.

Muy querido y respetable amigo:


El sábado fueron declarados formalmente presos como complicados en los
desórdenes habidos en esta Capital los días 15 y 16 del corriente, los indivi-
duos a que se refiere la lista que tengo el honor de remitirle. Faltan otros que
de hoy a mañana correrán igual suerte […] He trabajado sin descanso para
que dentro del término constitucional se les declare formalmente presos.

Suprema Corte de Justicia, recurrió a la aplicación del recurso legal denominado “fun-
ción psicológica” como sostén del criterio jurídico para condenar a los acusados por el
asunto de las protestas en contra del reconocimiento de la deuda inglesa.
30
La prensa dio a conocer que eran sesenta los antirreeleccionistas detenidos.
31
Colección Porfirio Díaz de la Universidad Iberoamericana (en adelante CPD-UIA),
leg. 17, doc. 008109. A la carta de R. Rodríguez, Díaz contestó: “tendré presente en su
oportunidad el deseo que me indica con la mejor disposición de obsequiarlo”. CPD-UIA,
leg. 17, doc. 008110.

168
Liberalismo y antipo rf ir ismo

Si algo de importancia ocurriese en la causa, en el acto me será grato comu-


nicárselo.32

La injerencia del ejecutivo en la elección de jueces resulta clave para


com­prender la parcial y tendenciosa administración de justicia, converti­
da por Díaz en un eficaz mecanismo de control político.33 En tal sentido,
el contubernio entre ambos poderes supuso para el régimen grandes
ventajas en términos de coacción y censura de grupos opositores, de es­
tudiantes y periodistas díscolos, entre otros muchos referentes de ese
he­terogéneo universo que no se subordinó a los imperativos de su go-
bierno.
Ahora bien, la dureza de los castigos que podían pesar sobre los de-
tenidos contrasta con el tiempo que efectivamente cumplieron en las
bartolinas. Las acusaciones que recayeron sobre los aprehendidos fue-
ron dos: delito de sedición y perturbación del orden público, por tanto,
la pena podía oscilar entre los 4 y 8 años de prisión, e incluso podía lle-
gar al destierro o confinamiento de los declarados culpables.34
Según la prensa, a fines del mes de julio, luego “de haber sufrido dos
meses y medio de persecución, fueron puestos en libertad bajo fianza,
los estudiantes, obreros y demás personas” quienes se hallaban presas
en Belén.35 Es posible pensar que frente a un desarticulado brote de opo-

32
CPD-UIA, legajo 17, doc. 008114.
33
El “Ejecutivo tuvo una injerencia directa” en el nombramiento de los magistrados,
“cuando la ley le encargaba el nombramiento de los jueces pero, en la práctica, también
la tenía […] cuando <los elegía el pueblo>, pues el fraude electoral era reconocido y
aceptado. Elisa Speckman, “Justicia y juzgadores en la ciudad de México (1855-1931).
Reflexiones desde la historia social y cultural”, Texto presentado en mayo de 2006 en el
Seminario de Historia Social de El Colegio de México.
34
La ley del 6 de diciembre de 1856, artículo 3º, fracción VII expresaba que: las asona-
das y alborotos públicos […] cuando tienen por objeto la desobediencia o el insulto a las
autoridades, perpetrado por reuniones tumultuarias […] vociferando injurias, introdu-
ciéndose violentamente en cualquier edificio […] arrancando los bandos en los lugares
en que se fijan […] fijando en los mismos proclamas subversivas o pasquines que de
cualquier manera inciten a la desobediencia de alguna ley o disposición gubernativa […]
Serán circunstancias agravantes, en cualquiera de los casos referidos, forzar las prisiones,
portar armas o repartirlas, arengar a la multitud, tocar las campanas y todas aquellas
acciones dirigidas manifiestamente a aumentar el alboroto. CPD-UIA, leg. 17, doc. 008111.
35
El Hijo del Ahuizote, 31 de julio de 1892.

169
Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

sición política que ya no tenía posibilidades, ni objetivos inmediatos por


los que rearmarse y, probablemente, ante la falta de pruebas que amerita­
ran los castigos previstos por la ley de diciembre de 1856, la liberación de
los detenidos fuera concebida como la alternativa más acertada para un
régimen en plena consolidación. De cualquier manera, la arbitraria apli­
cación de la ley de 1856 y la pronta salida de la cárcel revelan la dis­cre­
cionalidad con la que operaban los jueces al momento de impartir jus­
ticia. El caso de Clausell resultó excepcional dado que fue aprehendido,
posteriormente, el día 31 de agosto y liberado el 3 de septiembre de 1892.
Esta demora podría explicarse a partir de una actitud furtiva por par­te
del campechano, quien pudo haber eludido, en un primer momen­to, a
las autoridades policiales evitando ser conducido a la Cárcel de Belén.
Por lo expuesto, la lucha contra la reelección de Díaz fue un mo­vi­
miento que empezó bajo el liderazgo de un grupo de estudiantes y perio­
distas independientes, movilizados por la defensa del credo liberal. La
prensa independiente no sólo contó con importantes figuras que, como
Clau­sell, supieron acompañar y acaudillar la lucha política, sino que se
con­virtió en el más poderoso aliado en la campaña de promoción de la
cau­sa contra la continuidad de Díaz en la presidencia y de defensa de los
prin­cipios liberales y republicanos. La prensa, como en otras oportunida-
des, se convirtió en una poderosa herramienta de denuncia y de combate.

El Demócrata: una nueva y combativa empresa de tinta y papel

A pesar de la desarticulación del movimiento antirreeleccionista y del


triunfo electoral de Díaz, Clausell no claudicaría en su lucha contra el
régimen porfiriano. Una vez más, junto con González Mier, ideó otra
empresa, esta vez de papel, para combatir al gobierno del General. Su
huella más perdurable en el periodismo la imprimiría en el año de 1893
con la fundación y dirección de El Demócrata que, aunque sólo se editó
por tres meses –de febrero a abril–, por su acusado carácter crítico se
transformó en un referente ineludible de la prensa –tanto en su momen-
to, como para los estudiosos del periodo porfiriano–. Su actitud de de-
nuncia, su tono fresco y su posición combativa serían algunas de las
principales características.

170
Liberalismo y antipo rf ir ismo

El 1 de febrero de 1893, salió impreso el primer número de la aventu-


ra periodística bautizada como El Demócrata, empresa que reunió a un
representativo grupo de escritores jóvenes, quienes se caracterizaban
por su posición de férreos opositores al régimen de Díaz, enconados
enemigos de la reelección y convencidos defensores de los principios
liberales y democráticos, en particular del sufragio libre y efectivo.36 En
su editorial de presentación quedó estipulado que El Demócrata preten-
día constituirse, especialmente, en un “órgano de la juventud” pero
también ser un “órgano de todas las clases sociales de que la sociedad se
compone”. Se declaraba “absolutamente independiente” y “obstruccio-
nista de las malas tendencias de la Administración actual”.37
En su primer número aparecieron artículos de Joaquín Clausell, José
Ferrel y Querido Moheno, entre otros. Asimismo, en su corta pero in­
tensa vida, colaboraron personajes como Jesús Huelgas y Campo, impor-
tante líder de los obreros antirreeleccionistas y periodista; José Antonio
Rivera y, por supuesto, Gabriel González Mier, además de algunos otros
que, como Heriberto Frías, firmarían sus artículos con seudónimos. Cabe
precisar que González Mier fue en realidad algo más que un simple cola-
borador de El Demócrata.38 Como él mismo refiere, estando preso en Be-
lén entró en contacto con un individuo de nombre Francisco Blanco y

cuando lo creí suficientemente atraído, le dejé caer esta proposición: —ten-


go entre manos un proyecto de reanudar los fines que perseguimos, bajo
una nueva forma que lleve el nombre de Obstruccionismo.
—¿Qué es eso? –me preguntó.
—Pues, un periódico, redactado por gente resuelta a todo. Se requiere
una imprenta, una persona, un local y algunos recursos para empezar.

36
El propietario de El Demócrata fue Francisco R. Blanco, su director Joaquín Clausell y
el administrador Alberto Santibañez. Su periodicidad era diaria y costaba menos de un
peso ($0.99) la suscripción mensual en la ciudad de México, mientras que para los Estados
el precio era de $1.50. Los números sueltos valían cinco centavos. Con precios accesibles se
pretendía llegar a amplios sectores de la población con el propósito de hacer circular profu-
samente las ideas políticas y motivar a la ciudadanía a participar en la vida pública.
37
El Demócrata, 1 de febrero de 1893.
38
González Mier desempeñó una especie de dirección honoraria. Daniel Cosío Villegas, El
porfiriato. La vida política interior, t. X, Historia Moderna de México, México, Hermes, 1972, 565.

171
Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

—Me encanta la idea, dijo Pancho Blanco, y cuenta usted con todo lo
que necesita.39

Compañeros de múltiples aventuras y empresas, El Demócrata sería


nuevamente el punto de reunión de Clausell y de González Mier.

Al recobrar la libertad púseme al habla con Clausell. No puedo le dije, apa-


recer como Director del periódico. Siendo editorialista del Monitor Republi-
cano, tendría yo que renunciar a este magnífico elemento de oposición. Te
dejo, pues, aquel lugar de vanguardia, para que podamos así dirigir los dos.
Y salimos a reclutar plumas.40

En ese periódico, que sólo vivó tres meses –de febrero a abril–, encon-
tramos tres artículos firmados por Joaquín Clausell de manera particular
y cinco más elaborados en coautoría con Querido Moheno.41 Varios de
estos ocho artículos fueron escritos desde las celdas de la Cárcel de Belén.
Es probable que Clausell haya sido también el autor de algunas otras co-
laboraciones, bien anónimas o bien firmadas con seudónimo, pero no
contamos con información suficiente que ayude a precisar este supuesto.
Uno de sus escritos más apasionados de los días de lucha desde las
páginas de El Demócrata fue el publicado el 11 de febrero bajo el título de
“Explicaciones”. En respuesta a la campaña de desprestigio que contra
su periódico había instrumentado la prensa oficialista, descalificándolos
bien bajo el argumento de que estaba redactado por jóvenes inexpertos
o bien, en el extremo contrario, acusando que se trataba de viejos políti-
cos enemigos del sistema. El periodista replicaría a los “hombres de la
actual administración” que aunque ellos no pudieran concebirlo “en
39
AGEC-GGG, op.cit. Nada más allá de lo apuntado por González Mier sabemos de
Francisco Blanco, de quien, en el mismo escrito, señala: “En Belén conocí a un hombreci-
to, afable como una dama y correcto como un caballero. Se llamaba Francisco Blanco [...]
Alimentaba un amargo resentimiento, por aquella prisión, que él ligaba al ascendente
político de un financiero, ex-socio suyo”.
40
González Mier, “Joaquín Clausell. El revolucionario, el precursor y el artista”, en
AGEC, Datos biográficos de Joaquín Clausell, sin clasificación.
41
Los artículos de autoría exclusiva de Clausell se publicaron los días: 1 y 11 de febre-
ro y 11 de abril de 1893. Los escritos firmados en colaboración con Moheno aparecieron
los días: 4, 6, 8, 15 y 18 de abril de 1893.

172
Liberalismo y antipo rf ir ismo

esta República hay quienes puedan profesar [el periodismo] con lealtad,
convicciones políticas y principios altruistas”. Con esta afirmación se re-
fería a las motivaciones que impulsaban la labor que él mismo y sus com-
pañeros realizaban en el periódico. En el mismo sentido apuntaba, que

nuestra misión, nuestros trabajos, nuestras luchas, no son ni serán de un


día. Está frente a nosotros el porvenir. Nos alienta el ejemplo imperecedero
de nuestros héroes, de nuestros grandes hombres; nos impulsa el amor a
nuestra patria, que es inextinguible en nuestros corazones, y nos sostendrá
el cariño y la atención de nuestros compatriotas.

Con ese discurso, Clausell refrendaba sus convicciones liberales y


declaraba una abierta oposición al gobierno y a los hombres en el poder.
En efecto, en el mismo texto acusaría a los políticos y funcionarios
porfiristas de haber “colocado al civismo y la abnegación en el rango de
las demencias más o menos curables” y de ser “una generación enerva-
da por la saciedad del poder, por el abuso del mando, por la ceguedad
de la tiranía”. Hombres que no reconocían a la juventud la capacidad de
expresar sus “convicciones con lealtad y energía” y le negaban el respeto
a sus derechos, a la independencia de criterio, a la manifestación de sus
tendencias cuando éstas eran contrarias a las del régimen. Pero ante
ellos se imponía la “elevación de miras de un grupo de jóvenes, resuelto
a no humillarse ante los poderosos”.42
Las ideas liberales de Clausell afloran a lo largo de este artículo, en el
que contrapone a los vicios de los políticos –que corrompidos por el po­
der cancelaban para la sociedad las conquistas del ideario liberal y las
posibilidades del ejercicio democrático–, las virtudes de la juventud de-
seosa de participar en la esfera pública y motivada por el afán de recla-
mar sus derechos cívicos y enarbolar causas justas.
Una de esas causas que El Demócrata tomó como estandarte de lucha
fue la denuncia constante de la existencia de casas de juego, legalmente
prohibidas, pero cuyo funcionamiento solapaban las autoridades. Con-
sideraban que el juego constituía un atentado contra la moral pública,
un obstáculo para el desarrollo social y un lastre para la economía de las

42
El Demócrata, 11 de febrero de 1893.

173
Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

clases populares. Este asunto se imbricaba con otro tema importante: la


crítica al sistema de administración de justicia. Reclamaban a los magis-
trados el cumplimiento de sus obligaciones acusándolos de pervertir la
práctica judicial, por encontrarse este poder, así como el legislativo, su-
peditados a los dictados del ejecutivo.43 En uno de aquellos artículos en
los que demandaban la intervención de las autoridades para acabar con
las casas de juego, Moheno llamaba a los jueces, entre otras cosas, “ma-
yordomos del Gobierno, pagados para satisfacer sus deseos”, y afirma-
ba que “para pedir justicia se requiere tener los bolsillos repletos de di-
nero, o estar provisto de una tarjeta o carta de recomendación”.44
Ante estas expresiones los jueces del ramo penal en el Distrito Federal
aprovecharon la oportunidad para presentar una denuncia en contra del
periodista autor del artículo, así como del editor y redactor en jefe, Blanco
y Clausell, respectivamente, por considerar que aquella publicación, aún
escrita en un carácter general y sin aludir a alguna persona en particular,
les imputaba “la perpetración de los delitos de soborno y prevaricato”.45
Por esta acusación se instruyó la averiguación correspondiente y fue-
ron detenidos Clausell y Moheno. Así, en ese contexto, en el tercero y úl-
timo de sus artículos individuales, escrito en prisión por los supuestos
ataques a la dignidad de algunos magistrados, Clausell cuestionó dura-
mente la honradez y la legitimidad de los jueces que los habían denuncia-
do.46 En ese artículo, el periodista campechano se definió como un “obre-
ro del pensamiento”, poseedor de “un criterio imparcial e intachable” y
como “una conciencia incorruptible”, virtudes todas ellas que lo autoriza-
ban para interpelar a sus denunciantes y señalarles “lo que se necesita[ba]
para cumplir como un juez bueno”: la “obediencia a los mandamientos
públicos”, aunado al “rigor en los actos, y lógica en la conducta”.47 Clau-
sell contraatacaba a sus denunciantes acusándolos de ser “los sumisos

43
El Demócrata, 4 de abril de 1893. Denunciaba también el hecho de que los jueces que
deberían ser electos eran, en realidad, designados por el poder Ejecutivo.
44
El Demócrata, 16 y 17 de marzo de 1893.
45
El Demócrata, 4 de abril de 1893.
46
Un seguimiento puntual del proceso seguido a los periodistas de El Demócrata fue
realizado por los redactores de El Diario del Hogar, también férreos opositores del régimen
porfiriano.
47
El Demócrata, 11 de abril de 1893.

174
Liberalismo y antipo rf ir ismo

agentes de Tuxtepec”, de “no ser los jueces mandatarios del pueblo, sino
los jueces agentes de la administración actual”. Apuntaba: “Los límites
de vuestra conducta están señalados por la filosofía del poder que os
engendra y nombra. Cumplís con ese poder, no es verdad? [...] Habéis
recibido el imperium de la soberanía oficial”. Es más, puntualizaba que
con su actitud, con su denuncia y con el proceder del sistema judicial se
dejaba “entrever que estáis ya contaminados de esa terrible parálisis de
la conciencia política que de evolución en evolución ha llegado a la idea
resignada, de que la soberanía nacional reside ya no en el pueblo mexi-
cano sino en el grupo oficial de usurpadores que lo subyugan”.48
Sobre esas mismas ideas Clausell ya había abonado el terreno en un
escrito conjunto con Moheno, allí les hacían saber a los Jueces del ramo
Penal que “hoy, por su conducta, desconfiamos de su actividad, de su
imparcialidad y, lo diremos sin embozo, de su justificación”.49 A lo largo
de esos artículos se concentraron en el seguimiento del proceso seguido
en contra del periódico, poniendo énfasis en los alegatos legales, en de-
mostrar que el juego era un delito y en hacer evidente los manejos tur-
bios en la administración de justicia, reafirmando su oposición al régi-
men, a sus acciones y a sus representantes. La principal denuncia, la
espina dorsal de la crítica, sería la constante alusión al sometimiento del
poder judicial al ejecutivo, la docilidad de los magistrados ante el presi-
dente, el contubernio entre funcionarios para manipular la ley y castigar
no el delito, sino la oposición al gobierno.
La imposición del poder ejecutivo sobre los otros poderes, aunque
diseñada y aplicada de una manera discreta fue contundente. El poder
judicial, con jueces designados por Díaz, era un instrumento dócil al
mandato presidencial. Ello, además de corromper una de las bases más
importantes del sistema republicano liberal, que era la de la división de
poderes, también afectó otro aspecto fundamental: la libertad de pensa-
miento e imprenta. En efecto, la persecución en contra de la prensa inde-
pendiente fue posible gracias a la estrecha asociación entre los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial. Ante los dictados del ejecutivo que se
negaba a dejar existir la disidencia al régimen, aún la periodística, el le-

48
El Demócrata, 11 de abril de 1893.
49
El Demócrata, 4 de abril de 1893.

175
Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

gislativo reformó la Constitución y el judicial se dio a la tarea de perse-


guir a los periodistas críticos.
La abierta actitud combativa de El Demócrata provocaría la enjundiosa
reacción del gobierno y ya fuera de a uno, como en el caso de José Ferrel,
o en grupos, fueron detenidos y procesados los editores, directores, redac-
tores y hasta los simples impresores del combativo diario. El Hijo del Ahui-
zote –uno de los periódicos independientes más importantes durante el
porfiriato, que incluía caricaturas en cada número50–, se solidarizó con los
periodistas detenidos y denunció las acciones represivas del gobierno a
través de una caricatura titulada “Sentencia-exterminio”, en la que mos-
traba a Joaquín Clausell, a su compañero Querido Moheno y a su gran
amigo Gabriel González Mier atrapados en las garras de la Psicología.
La imagen estaba acompañada de una cuarteta en la que se ironizaba
sobre la situación:
De Tuxtepec el dominio
Está proclamando a gritos:
“Carta blanca a los Garitos.
Y al pensamiento exterminio!”51

Texto y dibujo se complementaban para evidenciar ante el público


lector la campaña de persecución desatada por el gobierno en contra del
periódico opositor, la cual tenía como finalidad acabar con su existencia.
Pero también era una denuncia más amplia, pues al aludir al exterminio
del pensamiento se refiere también al cercenamiento de espacios para la
manifestación de posiciones contrarias a los grupos de poder, mismo
que se había implementado desde 1883 con la reforma del artículo sép-
timo constitucional, que ya ha sido apuntada.
Como director del crítico diario, Clausell aprovechó este espacio,
decisivo en la conformación de la opinión pública capitalina, y decidió
contactar a Heriberto Frías, antiguo compañero de estudios, quien en
calidad de teniente se encontraba en la sierra de Chihuahua como parte
50
Vale la pena señalar que de enero a mayo El Hijo del Ahuizote publicó siete caricatu-
ras alusivas a la situación de El Demócrata. Por su parte El Universal, periódico oficialista,
publicó una ilustración el 14 de febrero de 1893 desacreditando la labor de los periodistas
opositores, al exhibirlos como títeres de Justo Benítez y Protasio Tagle.
51
El Hijo del Ahuizote, 14 de mayo de 1893: “Sentencia-exterminio”.

176
Liberalismo y antipo rf ir ismo

“Sentencia-exterminio”, El Hijo del Ahuizote, 14 de mayo de 1893

de la campaña militar que entre diciembre de 1891 y octubre de 1892


terminó consumando el exterminio de los habitantes de Tomóchic. Clau-
sell le propuso a Frías que le enviara en forma de relatos novelados los
sucesos de la campaña militar de la sierra Tarahumara, mismos que fue-
ron publicados en El Demócrata, bajo el seudónimo de Barreta.
Esos artículos desataron el enojo del ejecutivo federal. Las autorida-
des efectuaron las averiguaciones pertinentes, por incitación del propio
Díaz, procediendo a la detención de los supuestos responsables. Consta
en los documentos del proceso seguido por el Tribunal Superior de Jus-
ticia a los redactores del periódico que Clausell asumió la autoría de los
textos firmados como Barreta, seudónimo que, como apuntamos arriba,
suponemos fue el utilizado por Heriberto Frías. Por tanto, es posible
considerar que la postura del director del diario, al asumir la responsa-
bilidad de los escritos, tenía como propósito evitar que otro compañero

177
Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

fuera presa de la persecución oficial. Especialmente porque de acuerdo


con las prescripciones militares, Heriberto Frías podría haber pagado
con su propia vida las infidencias de la campaña militar en el estado de
Chihuahua. En efecto, Frías negó ser el autor de Tomóchic y Clausell al
ser interrogado por las autoridades judiciales afirmó: “como director de
el periódico El Demócrata, concebí la idea de escribir y publicar una no-
vela, tomando por modelo La débâcle de Zola, aprovechando los aconte-
cimientos de la guerra de Tomóchic. Pensé que por lo reciente del caso y
el estilo en que se iba a escribir tendría aceptación en el público”.52 Esta
inculpación lo condujo nuevamente a la Cárcel de Belén, sin embargo,
en el mes de octubre durante una de las sesiones del juicio, escapó de los
tribunales trasladándose a los Estados Unidos.
Clausell permanecería un par de años lejos de su patria escapando
del peso de la condena judicial que lo declarara culpable. De los Estados
Unidos viajaría a Europa. Aquellos días de exilio lo acercarían a lo que
sería la gran pasión de su vida: la pintura. Su regreso a México no signi-
ficó la vuelta a la arena periodística, la que jamás volvió a transitar.
José Ferrel, entrañable compañero de Clausell en la aventura de El
Demócrata, retomó la empresa un par de años más adelante, dando conti-
nuación a la publicación del periódico bajo el mismo nombre, e invitó a su
antiguo amigo a que colaborara enviando correspondencia desde el ex-
tranjero, en donde se encontraba residiendo en razón de su autoexilio. El
credo periodístico de Joaquín Clausell quedó claramente expresado en la
carta –firmada en New Jersey en diciembre de 1894 y publicada en enero
de 1895– que remitió a Ferrel, en ella escribió: “Haga del periódico no una
empresa pecuniaria, sino una empresa política; una y aliente a la juven-
tud, y que su divisa sea «pro patria semper»”.53 Agregaba, que eso lo men-
cionaba “no como un consejo sino como la expresión de un deseo ardien-
te, de una necesidad sentida” y añadía que de aceptar colaborar en la
nueva etapa del periódico no recibiría “remuneración alguna”.54 Su fun-
ción como director de El Demócrata fue la culminación de su paso por la
arena periodística, de su rol como activo opositor al régimen de Díaz en la

52
El Demócrata, 1 de enero de 1895.
53
El Demócrata, 1 de enero de 1895.
54
El Demócrata, 1 de enero de 1895.

178
Liberalismo y antipo rf ir ismo

defensa de los principios liberales y de los derechos constitucionales. Re-


tomando lo que fueron sus primeras pinceladas en los muros del Instituto
Campechano descubriría una de sus más fuertes pasiones: la pintura.

Colofón

El derrotero periodístico de Clausell resulta significativo porque permi-


te aprehender la densidad y complejidad del periodismo independiente
de la ciudad de México durante el régimen porfiriano y la destacada la-
bor que en esta actividad desarrollaron muchos jóvenes provenientes
del interior de la República mexicana.
La actuación del joven campechano refleja el heterogéneo mundo de
la prensa independiente, universo marcado por los contrastes, pero sig-
nado, de igual forma, por la censura y la represión del gobierno de Por-
firio Díaz. Su paso como boletinista de El Monitor Republicano, diario de
destacada trayectoria y permanencia en la arena periodística, y la funda-
ción de El Demócrata, de efímera existencia, sintetiza la dicotomía que
definió el perfil de la prensa independiente capitalina. Fueron pocos los
representantes del periodismo combativo que lograron pervivir a lo lar-
go de la administración porfirista, El Hijo del Ahuizote, El Monitor Repu-
blicano y El Diario del Hogar constituyen los ejemplos más representati-
vos. La experiencia de El Demócrata se inscribe en la de un conjunto de
empresas de corto aliento, que fueron sofocadas por las dificultades fi-
nancieras y las inclemencias del poder político.
La breve pero intensa presencia de Clausell en el universo de la pren-
sa pone de relieve la trascendencia política y la función social desempe-
ñada por los periódicos independientes, así como la sistemática perse-
cución que el régimen porfiriano ejerció sobre los periodistas díscolos.
Clausell, defensor de un liberalismo que podríamos tildar de “radical”,
aprovechó su paso por el periodismo para defender y promocionar los
principios liberales y republicanos: la soberanía popular como origen de
legitimidad, la división de poderes como sostén del equilibrio guberna-
mental; la libertad de sufragio como la forma representativa de ocupar
cargos públicos y la periódica renovación de los mismos como la garan-
tía para preservar las instituciones democráticas y el orden social. El pro-

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Fausta Gantús y Flo rencia Gutié rre z

pósito era promover, a través de sus escritos, la participación de la ciuda-


danía, alentarla en el ejercicio de sus derechos políticos a fin de evitar que
“la soberanía y los derechos del Pueblo Mexicano […] dejen de ser con-
culcados”.55 En síntesis, la prensa como un instrumento de denuncia y
crítica política y como mecanismo para concientizar a la ciudadanía.
No menos reveladora resulta la sistemática persecución que sufrió
Clausell, al igual que muchos otros estudiantes y periodistas, quienes
impulsaron severas críticas contra aquellas prácticas y formas de hacer
política que entendían atentaban contra los principios reformistas y re-
publicanos. En efecto, la Cárcel de Belén fue el reiterado destino de mu-
chos de ellos, destino condicionado por un régimen que supo adecuar el
cuerpo legal a sus intereses (baste recordar la modificación del artículo
7º constitucional) y el cual, a través de la injerencia en la elección de los
jueces, contó con una parcial y tendenciosa administración de justicia,
eficaz mecanismo de control político. Como contrapunto, muchos de los
nombres de esos escolapios que ingresaron al periodismo para combatir
a la administración de Porfirio Díaz terminaron cooptados por el poder
público. El caso de Clausell fue distinto, si bien no fue asimilado por la
administración porfiriana, fue su pasión por la pintura la que lo alejó de
la oposición y el activismo político; de esta suerte, el impresionismo ter-
minó por silenciar su voz de crítica y de denuncia.

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Periódicos
El Demócrata
El Diario del Hogar
El Hijo del Ahuizote
El Monitor Republicano
El Universal

Fecha de recepción del artículo: 7 de mayo de 2008


Fecha de aceptación y recepción de la versión final: 4 de junio de 2009

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