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THE ALAN PARSONS PROJECT: memorias de una

carta amistosa
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HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Hoy se da el turno de una muy amistosa carta progresiva, específicamente, el quinto disco
de THE ALAN PARSONS PROJECT “The Turn Of A Friendly Card”. Grabado entre fines
de 1979 y la primera mitad de 1980 en el Acousti Studio de París, el disco fue gestado y
producido mientras los Sres. Parsons y Woolfson, con sus respectivas esposas y familias,
se asentaban en la Europa francófona, más exactamente, Mónaco, una mudanza que se
había iniciado en la segunda mitad del año 1978. Justamente el concepto central del disco
está inspirado en la combinación de excitación, glamour, vigilancia, neurosis y decadencia
que se respira en el día a día de los casinos de Montecarlo, un mundo donde el azar del
destino humano se traduce en un negocio drástico. La convivencia de la luz de las
pequeñas victorias esporádicas y la oscuridad de la derrota definitiva de quienes osan
enfrentarse a una casa que siempre gana con artimañas cuestionables está plasmada con
suma elegancia en este disco que muchos seguidores de THE ALAN PARSONS
PROJECT consideran como la máxima cúspide de su creatividad. El impresionante vitral
con el rey de diamantes de la portada refleja con suprema perfección este contraste de luz
y oscuridad: es una obra diseñada por Lol Creme y Kevin Godley, quienes entonces
conformaban un dúo dedicado a desarrollar carreras simultáneas en la música y los
medios audiovisuales tras su paso por la alineación original de la brillante banda británica
10CC. Sin duda, es un clásico perpetuo de la imaginería rockera. Como era habitual desde
los tiempos del “Pyramid”, el arsenal instrumental estaba a cargo de Eric Woolfson
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[teclados], Ian Bairnson [guitarras eléctricas y acústicas], David Paton [bajo y guitarra
acústica adicional], Stuart Elliott [batería y percusión], más un Alan Parsons que añade
labores ocasionales de tecladista a su permanente jefatura de ingeniería de sonido en las
consolas y demás artefactos del estudio de grabación. Elmer Gantry, Lenny Zakatek, Chris
Rainbow y el propio Woolfson se alternan en el rol vocal. Si el grupo y los cantantes
operaban en París, el ensamble de cámara a cargo de las partes orquestadas fue la
Orquesta de la Cámara de Música de Munich (en la entonces República Federal de
Alemania), que estuvo bajo la dirección de Eberhard Schoener a la hora de plasmar los
arreglos escritos por el leal Andrew Powell. Ya desde el sensible fallecimiento de Woolfson
a inicios de diciembre del 2009 toda reedición del catálogo de THE ALAN PARSONS
PROJECT tiene de por sí un aura nostálgica, pero además, teniendo en cuenta que esta
reedición de “The Turn Of A Friendly Card” tuvo lugar en el año 2015, se añade una elegía
más en honor a Chris Rainbow (nacido como Christopher James Harley), quien partió al
más allá el 22 de febrero de dicho año. El disco salió originalmente al mercado el 1 de
noviembre de 1980, siendo así que esta reedición del 2015 hizo lo propio a inicios de
octubre, o sea, a un mes del cumplimiento exacto de tu 35to aniversario.

Nos metemos ahora en el mismo repertorio del disco y


nos topamos de entrada con la fabulosa fanfarria de
bronces y percusiones que da inicio a ‘May Be A Price To
Pay’, complementada con elegantes capas de órgano.
Una vez situada la asociación de grupo y orquesta, la
canción se asienta sobre un groove de tintes jazz-
rockeros donde el bajo y el piano se alternan en el
protagonismo en la sección rockera, mientras que la
labor orquestal se apoya mayormente en las
mayestáticas bases armónicas provistas por las cuerdas
y los vientos. El interludio instrumental nos muestra a un
piano que luce gráciles colores jazzeros a medio
escondidas mientras las cuerdas ostentan su inherente
fastuosidad. Elmer Gantry, con su poderosa voz ronca,
ofrece el elemento vocal oportuno para la ocasión. La
letra retrata el carácter inherentemente clandestino que
absorbe a la compulsión de jugar: la manera perfecta de
introducirnos al drama conceptual del álbum. A
continuación sigue un hit absoluto del disco, ‘Games
People Play’, la pieza más popera del álbum: contando con Lenny Zakatek en el rol de
vocalista, la canción exhibe su gancho abiertamente y sin complejos. El intermedio
comienza con una atmósfera etérea – incluyendo efectos de voces y de sintetizador – y
termina con un par de excelsos solos de guitarra a cargo del siempre magistral Bairnson.
Pasando a la dimensión melancólica de las cosas, a continuación emerge ‘Time’, otro gran
hit del álbum que supuso el primer single de TAPP con Woolfson a la primera voz. Esta
canción, con su sencilla y a la vez conmovedora letra sobre la implacable ley del tiempo
que hace de la vida algo tenue y efímero, adopta una resonancia mística en base a la
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mágica combinación de capas orquestales y canto sereno que se articula a través de la
delicada ingeniería melódica en curso. Los flotantes efectos de guitarra que realzan las
palabras de los estribillos son prácticamente “de otro mundo”. Como dato anecdótico
indicamos que el canto de Parsons acompaña a los de Rainbow y el propio Woolfson en el
coro de apoyo. No en todos los países en que se publicó el álbum salió ‘Time’ como single
pero éste se impuso en el ideario de TAPP como uno de sus ítems más destacados en la
conciencia colectiva de amantes del rock. Incluso hubo una edición de simple con una
versión levemente reducida de ‘May Be A Price To Pay’ en el lado 1 y lo propio con el
instrumental ‘The Gold Bug’ en el otro lado, pero fue ‘Time’ la canción que más llamó la
atención a lo largo de la historia (para no decir la palabra tiempo) dentro de este repertorio:
tal vez incluso más que la muy marchosa ‘Games People Play’.

La segunda vez que encontramos a Lenny Zakatek en el rol de primer vocalista es en ‘I


Don’t Wanna Go Home’, una expresiva canción rockera con ribetes funky que nos hace
recordar en cierta medida al patrón de ese clásico ‘I Wouldn’t Want To Be Like You’ (del “I
Robot”), aunque su punche es más cercano a esa iracunda canción que ocupaba la
segunda pista del “Eve” (nos referimos a ‘You Lie Down With Dogs’). La introducción de
piano que se engarza con el fade-out de ‘Time’ apela al compás parsimonioso de un sujeto
curioso que parece empecinado en probar su suerte en el casino. Por supuesto, la letra
revela crudamente el mal hado que esto trae consigo, pero el epílogo a dos pianos alude
nuevamente a esa vieja parsimonia, esta vez enfatizando la tozudez enfermiza que es
inherente a la ludopatía. Así termina el lado A del disco y la segunda mitad del disco se
dispone a comenzar con un instrumental compuesto por Parsons: ‘The Gold Bug’. El
prólogo del mismo consiste en un reprise de la fanfarria inicial de ‘May Be a Price To Pay’,
esta vez en versión silbada, sobre un trémolo de guitarras acústicas (a cargo de Paton y
Bairnson). El cuerpo central se focaliza sobre un groove jazz-popero donde el bajo y el
clavinet con eco establecen un diálogo perpetuo para la base armónica, abriendo campo
para que al poco rato emerja un magnífico solo de saxofón. Aunque no dura mucho dicho
solo, tiene suficiente carácter como para provocar que su señorío deje una huella en los
arreglos corales, orquestales y de arpa que han de explayarse en lo que queda de la
pieza. Es un instrumental magnífico que resulta perfectamente idóneo para abrir la puerta
a la monumental suite pentapartita que da título al álbum. Aquí se concreta en su forma
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más sublime la imagen de que un casino es una especie de catedral, tal como canta Chris
Rainbow al final de la primera parte: “But a pilgrim must follow in search of a shrine as he
enters inside the catedral”.

Durante una de sus varias visitas a Le Casino de Monte-


Carlo, Eric Woolfson mostró particular interés en el
manejo del sistema de vigilancia y las modalidades de
engaño que muchos usuarios diseñaban: uno de los
directores del local, Pierre Cattalano (padre de la actual
Embajadora del Principado de Mónaco en el Reino Unido)
le dijo a Woolfson que un casino no era precisamente una
catedral, pero... ¿y si realmente era una especie de
catedral, al fin y al cabo?* Esta sugerencia fue el primer
motor de la creación del concepto del álbum en la mente
del buen Eric. La relación entre vigilante y vigilado bien
puede equipararse entre la que hay entre un dios
omnisciente y un sujeto pecador; también podemos ver
las reglas del Casino como una especie de decálogo
absoluto sobre los deberes del jugador honesto y un
régimen de terror sobre los tramposos. Además, la
noción del pecado realizado a escondidas ya está en
‘May Be A Price To Pay’ y la actitud condenatoria en las
mudanzas de ‘I Don’t Wanna Go Home’ parece replicar la
expulsión del Paraíso Original. La suite comienza con la parte 1 de la balada homónima,
cuyo precioso y envolvente motif queda debidamente instaurado por el encuadre de piano,
clavicordio y ensamble de flautas, no tardando el resto de la banda y la orquesta en pleno
en unirse al manjar sonoro. El canto de Rainbow es simplemente sublime, el embajador
perfecto de la mezcla de ansiedad y tristeza que subyace a la adrenalina de los ludópatas:
“There are unsmiling faces and bright plastic chains / and a wheel in perpetual
motion”. Tras unos aparatosos efectos de tragamonedas emerge ‘Snake Eyes’, una
canción cuyo moderado swing rockero sirve para expresar un cabal recurso de retórica
sarcástica en torno al glamour y la ilusión de omnipotencia que se vende con descarada
autocomplaciencia en el ambiente del casino. Los juegos de azar son retratados como una
cruza de empresa bélica y afianzamiento del yo. El solo de guitarra es muy elegante,
exhibiendo un vigor especial en medio del groove que se siente, a la vez, grácil y
contenido.

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Las cosas varían totalmente de registro
con la emergencia del soberbio
instrumental ‘The Ace Of Swords’ – uno
de los picos más altos de la creatividad
compositiva de Alan Parsons –, el cual
comienza con aires barrocos signados
por una serenidad palaciega en la
triangulación de clavicordio, oboe y
ensamble de cuerdas, para luego
proyectarse hacia un vivaz despliegue
de pomposa luminosidad en la que
grupo y orquesta viajan fluidamente por
elegantes desarrollos melódicos sobre el sustento de sofisticados esquemas rítmicos. La
cuarta parte de la suite, ‘Nothing Left To Lose’, nos lleva hacia otro giro radical de
atmósfera, esta vez con un talante reflexivo basado en un ambiente de barrio parisino con
guitarras acústicas, el suave canto de Woolfson, un tenue arreglo de la dupla rítmica y un
ensoñador solo de acordeón que emerge en algún momento. La coda nos sorprende con
un reprise instrumental de ‘Snake Eyes’ que nos lleva a territorio de pleno rock duro, con
una correcta base de guitarra rítmica, piano eléctrico, bajo y batería que sostiene los
frenéticos solos de guitarra que sirven simultáneamente para reflejar la furia del perdedor
que aún quiere intentar ganar una vez más y derrotar la resistencia tenazmente imperial de
los dueños del casino. El breve interludio con ritmo reggae tras las expresivas líneas
“Nothing sacred or profane / Everything to gain / ‘cause there’s nothing left” es revelador
del embate emocional que se retrata eficazmente en el viraje musical inmediato hacia esta
electrizante exhibición de polenta rockera. Bairnson se luce como un auténtico dios del
rock. Pocas veces han sonado TAPP tan pesados y realmente lo han hecho muy bien en
esta ocasión particular. La parte 2 de la balada homónima cierra la suite como debe ser,
poniendo a los ornamentos orquestales al servicio de la capitalización de las melodías y
matices más esplendorosos que se habían manifestado en instancias anteriores. El
jugador se revela finalmente como una figura trágica atada a un drama que rota sobre su
propio eje sin parar: “There are unsmiling faces in fetters and chains / On a wheel in
perpetual motion / Who belong to all races and answer all names.” Es simplemente
conmovedor el modo en que, tras el último estribillo, se suceden el último solo de guitarra,
la sección de cornos y el diálogo entre cuerdas y maderas mientras vamos en camino
hacia el opulento fade-out.

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En cuanto a los bonus tracks, éstos son
generosamente numerosos,
aprovechando el espacio de disfrute
melómano que se puede obtener en un
formato de doble CD. Por ejemplo, el
volumen 2 comienza con una nutrida
serie de diarios musicales de Eric
Woolfson donde su piano y sus
tarareos motivan la gestación de varias
canciones que habrían de ser incluidas
en el disco: dado que él no sabía leer
ni escribir anotaciones musicales, estos
diarios registrados en casetes le
servían como guía de evolución y maquetas iniciales para futuras canciones de TAPP.
Vaya todo nuestro agradecimiento a Lorna y Sally, hijas del maestro Woolfson, por
recopilar estas viejas cintas de casete para que los admiradores del legado Parsons-
Woolfsoniano podamos echar una mirada privilegiada a estos estupendos momentos
prehistóricos. No importa mucho la irregular calidad de sonido, la prestancia melódica en
gestación se hace notar como si nada. La octava pista de estos diarios seleccionados nos
muestra la ilación de la balada central de la suite, ‘Snake Eyes’ y ‘I Don’t Wanna Go
Home’: ¡era el momento preciso en el que Woolfson empezaba a pensar en una
composición de gran amplitud! Imperdible, realmente imperdible. También tenemos
rarezas reveladoras como sendas versiones de ‘May Be A Price To Pay’ y ‘The Turn Of A
Friendly Card (Part 2)’ con intervenciones más destacadas del guitarrista Bairnson: un solo
de guitarra que se omitió en la versión definitiva de la primera canción y un solo más
extenso que al final tuvo que cortarse para la segunda por causa de la irrupción de los
arreglos orquestales de bronces y cuerdas al primer plano. También están las versiones de
sencillo de ‘Games People Play’, ‘The Turn Of A Friendly Card’ y ‘Snake Eyes’: la segunda
de éstas, que sintetizaba las Partes 1 y 2 fue la primera vía de acceso al gran público de
este long-play porque se publicó un mes antes del mismo. Volviendo al volumen 1, tras el
repertorio oficial del disco, hallamos sendas maquetas hechas por Parsons a los
sintetizadores (uno de ellos, su propio Projectron) para la fanfarria prologar de ‘May Be A
Price To Pay’ y para ‘The Gold Bug’: la idea inicial de Parsons fue hacer de la primera una
pieza con un lugar autónomo dentro del disco, pero ya sabemos que se insertó como
preparación para las secciones cantadas. Todo esto suena como maquetas para un disco
de JEAN-MICHEL JARRE, algo muy revelador del lugar que la electrónica tiene en la
mente musical de Parsons. También encontramos dos versiones de la pista básica de
‘Nothing Left To Lose’ con la guía del dúo de pianos acústico y eléctrico de Woolfson,
finalmente reemplazado por una dupla de guitarras acústicas; la segunda de estas pistas
contiene no solo el canto de Woolfson sino también el flotante solo de sintetizador que
finalmente fue reemplazado por el acordeón. Siguiendo con esta canción en particular,
también se nos brinda una recopilación de geniales coros y armonías sobregrabadas de
Chris Rainbow: un homenaje totalmente oportuno que también implica un tremendo placer
melómano para nosotros.

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En el libro que acompaña a esta reedición hallamos entrevistas a Bairnson, Paton, Elliott y
Zakatek, así como al propio Parsons. Éste recuerda que la grabación de la parte rockera
del disco duró menos de dos meses – siendo así que por lo habitual empleaban varios
meses – y cuenta que en una reciente visita al Acousti Studio percibió que se mantenía
actualizado en la tecnología de sonido. La rutina consistía en viajar de Niza a París para
regresar a Mónaco y disfrutar de la vida familiar: ya el disco anterior “Eve” había sido
grabado en Niza pero para esta nueva ocasión el dúo creador prefirió la capital francesa.
Aprovechando la estadía monegasca, Parsons, Woolfson y sus esposas disfrutaron del
Monaco Grand Prix de Fórmula 1 que tuvo lugar por aquel entonces. Por su parte, los
músicos recuerdan la generosidad de Woolfson a la hora de llevarlos a pasear por lugares
significativamente históricos de París, invitándoles costosos almuerzos en lugares de lujo…
y también cómo a veces le decían a Woolfson en las sesiones de ensayo cosas como “no
nos gusta mucho esta pieza que estás tocando, ¿no tienes otra que sea mejor?”. Según
Paton, la primera sesión de grabación para ‘Games People Play’ fue genial pero quedó
borrada de las máquinas del estudio al sufrir un horrible desperfecto: aunque los cuatro
músicos estaban un poco decepcionados de que el momentum haya quedado borrado de
uan forma tan desafortunada, el conjunto se dio maña para repetir la magia inicial un par
de horas después con los magníficos resultados que todos conocemos. También tenemos
en el libro la interesante anécdota sobre la nacionalidad francesa de los músicos que tocan
el saxofón en ‘The Gold Bug’ y el acordeón en ‘Nothing Left To Lose’… ¡y que sus
nombres se perdieron en la niebla de la historia porque no quedaron propiamente
anotados en los archivos de Parsons y de Woolfson! Bueno, al menos les pagaron sus
cuotas debidas por el trabajo hecho. Todo esto fue lo que se nos mostró en esta reedición
de lujo de “The Turn Of A Friendly Card”, el recuento minucioso y entrañable de una época
de particular esplendor creativo de la dupla Alan Parsons-Eric Woolfson, y con este
recuento estamos dispuestos a echar una mirada nueva a este disco que muchos
consideramos (como ya se señaló antes) como la obra cumbre de THE ALAN PARSONS
PROJECT.

7/8
Muestras de “The Turn Of A Friendly Card”.-
Time: https://www.youtube.com/watch?v=zhRzORqNa0E
The Ace Of Swords + Nothing Left To Lose: https://www.youtube.com/watch?
v=kKSZeEUk6Io
Games People Play [video-clip del single]: https://www.youtube.com/watch?v=SLi7Ljcy6n8
The Turn Of A Friendly Card (Parts 1 & 2) [video clip del single]:
https://www.youtube.com/watch?v=kyDw_zbOZOk
May Be A Price To Pay (maqueta del pasaje introductorio):
https://www.youtube.com/watch?v=C7nWKVFVSmY
The Gold Bug (maqueta): https://www.youtube.com/watch?v=ACB22j7tQP8

* Esta figura del vigilante omnisciente situado en el top de nuestras cabezas volverá en el
hit homónimo del siguiente LP “Eye In The Sky”, aunque ése es tema de otra reseña.

8/8

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