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JUICIO: N.A. R C/ R.L.

s/ FILIACION (JUZGADO DE FAMILIA Y


SUCESIONES DE LA IIª NOMINACION).- EXPTE. N° 00/02.-
CADUCIDAD.-

EXCMA. CAMARA CIVIL


EN FAMILIA Y SUCESIONES
CENTRO JUDICIAL CAPITAL

SALA Nº 1
SENTENCIA AÑO

San Miguel de Tucumán, Abril 16 de 2017.-

TEMA A TRATAR:
Recurso de apelación postulado en este
expediente caratulado “N.A.R. c/ R. L. S/ FILIACION (JUZGADO DE
FAMILIA Y SUCESIONES DE LA 0ª NOMINACION)”, Expte. N° 00/02,
que tramita por ante esta Cámara en lo Civil en Familia y Sucesiones
del Centro Judicial Capital, Sala 1.

A N T E C E D E N T E S:

A fs 436 la señora A.R.N, a través de su


letrada apoderada P.A.C., deduce recurso de apelación en contra de la
sentencia dictada en fecha 11/05/15 a fs. 437, por el señor Juez Civil
en Familia y Sucesiones de la IV nominación, a través de la cual hace
lugar al incidente de caducidad de instancia deducido en el proceso
principal, e impone las costas por su orden.
Por decreto de fecha 06/11/15, se concede
el recurso de apelación.
A fs. 456/466, la letrada P.D.C. expresa
agravios manifestando que la sentencia recurrida pone en juego la
identidad filiatoria de la actora, revelada en autos a fs. 327/330, por
el informe pericial del Perito Bioquímico Miguel Ángel Rubio Mas.
Que además vulnera el principio de afianzar
la justicia de raigambre constitucional: el derecho de identidad,
lesionando el legítimo derecho de la actora, sin tener en cuenta los
padecimientos emocionales que sufrió hasta tomar la decisión de
acceder a la justicia para revelar su verdadera identidad.
Manifiesta que el proceso se inició en el año
2002, y se realizaron varias presentaciones de ambas partes
especialmente del demandado para evitar la realización de la prueba
biológica, la que recién se logra con fecha 05/06/2008, llegando a la
conclusión de una probabilidad de paternidad con un porcentual del
99,9998%.
Que dicho informe dio un índice de
paternidad del cual no puede excluirse al demandado como padre
biológico de la actora.
Expresa que luego, el demandado se
apersona con un nuevo letrado (Dr. P.L.Y.) con fecha 03/08/09,
impugna el dictamen pericial, no haciendo lugar al mismo ya que la
prueba pericial empleada y los valores obtenidos cumplen con todos
los criterios de genética Forense, obteniendo la máxima certeza de
dicho resultado y cuyo informe esta fuera de cuestionamiento por ser
categórico.
Que, más tarde, a fs. 355, el demandado
interpone nuevamente recurso de revocatoria con apelación en
subsidio, continuando con escollos, el cual por decreto de fecha
30/09/08, es rechazado.
Que, a fs. 357, el demandado continuo con
su estrategia obstruccionista deduciendo incidente de nulidad y a fs.
359 el Ministerio Fiscal rechaza el planteo (16/12/08).
Con fecha 27/12/08, se ordena que se
practique planilla fiscal, siendo puestos los autos a la oficina por el
término de ley.
A fs. 362, la letrada apoderada de la actora
presenta escrito manifestando que estando las partes notificadas del
pago de planilla fiscal se libre oficio a Rentas de la provincia para
formar cargo tributario respectivo. A fs. 363, el juzgado decreta que
atento a lo manifestado previamente se intime a la actora y
demandado al pago en el termino de 24 horas de las sumas de $276 y
$232, respectivamente, en concepto de planilla fiscal bajo
apercibimiento de pasar los antecedentes a la DGR a los fines que
hubiere lugar.
A fs. 366, la parte actora solicita que pasen
los autos a resolver, a lo que la juez a-quo decreta que no habiendo
las partes repuesto planilla fiscal, no ha lugar por ahora.
Expresa la parte actora que desde que se
realizó la prueba biológica favorable a su parte hasta el año 2010, no
se logró una sentencia de fondo por un estricto formalismo de
reposición de planilla fiscal, sin que el juez haya realizado el cargo
tributario correspondiente ante la DGR.
A fs. 374, el apoderado del demandado
plantea incidente de caducidad.
A fs. 377, la apoderada de la actora se
allana sin ofrecer ningún tipo de resistencia, y con una rúbrica
distinta. Motivo por el cual se advierte que la firma de la letrada
apoderada difiere de las restantes citándola a fin de que ratifique o
rectifique la presentación de fs. 377. Ratificándola a la presentación
obrante a fs. 377.
Resalta la letrada D.A.C. que es importante
informar que la actora le manifestó a la letrada que tenía su anterior
intervención que jamás tuvo conocimiento que debía pagar una
planilla fiscal ni mucho menos del planteo de caducidad.
Sorprendiéndose con el resultado del proceso, y por lo cual envió una
carta documento a la Dra. V. el 11/12/15, solicitando que le rinda
cuenta del mandato conferido e informe y aclare motivo de su
allanamiento al planteo de caducidad, adjuntando copia y aviso de
retorno y actuaciones ante el Colegio de Abogados.
Agrega que se corre vista al Agente Fiscal
por el planteo de caducidad. Con informe favorable se ordena reponer
planilla por parte del demandado ya que logró su objetivo de hacer
caer el presente juicio.
Pone de resalto que el Dr. E.Y.M., hijo, no
dio cumplimiento con los requisitos de apersonamiento a fs. 385,
tampoco el a-quo decreto el nuevo domicilio legal constituido, mi se le
dio intervención de ley. Son dos letrados distintos (más allá se ser
padre e hijo), esto fue pasado por alto por V.S.
Cita jurisprudencia y concluye preguntando
si es justo que sea privada de su verdadera identidad filiatoria, si es
posible que las formalidades del proceso "carga impositiva", sea más
importante que un derecho de raigambre constitucional, el derecho a
la identidad? y si es posible vulnerar un derecho de tanta relevancia
como lo es la identidad biológica?
Termina peticionando se revoque la
sentencia de fecha 26 de marzo de 2015, y se haga lugar a lo
solicitado por su parte.
A fs. 475/476 contesta traslado el Dr. P.E.Y.
M., apoderado de la demandada.
Manifiesta que al incidente de caducidad
planteado oportunamente y con opinión favorable de la Sra. Agente
Fiscal, conforme abra a fs. 396, la entonces letrada apoderada de la
actora Dra. M.C.V., formuló expreso allanamiento al referido
planteamiento de caducidad de instancia por lo que conforme a
derecho se produce la conclusión del proceso por ese medio anormal.
Expresa que lo manifestado por la nueva
letrada apoderada de la actora violenta de manera ostensible los
principios de la Doctrina de los Actos Propios.
Pone de resalto que la sentencia que pone
fin al pleito lleva fecha 26 de marzo de 2015 y fue notificado a la
actora en el domicilio legal constituido mediante cédula pertinente de
fecha 09/04/15 y siendo que el escrito de apelación (reitero
articulado en contra de una providencia del 11/05/15) fue presentado
el día 22/10/15, es decir seis meses después de haber quedado firme
la sentencia definitiva dictada en autos, razón por la cual el recurso de
apelación deviene improcedente por extemporáneo y además por
intentar vulnerar los principios que gobiernan la cosa juzgada.
A fs. 479 se radican estos autos en esta
Alzada, procediéndose a poner en conocimiento de las partes la
constitución del Tribunal que ha de entender en el recurso tentado.
A fs. 480/481, dictamina el Sr. Fiscal de
Cámara Subrogante, en el sentido que debe confirmarse el decisorio
en crisis.
A fs. 486 el Tribunal dispone como medida
para mejor proveer convocar a las partes a la audiencia que se
materializa en fecha 08 de agosto de 2017.
A fs. 518 se dicta resolución disponiéndose
dar traslado a las partes por el término de 10 días respecto de la
eventual inconstitucionalidad del artículo 203 del C.P.C.C. de la
provincia, ley 6.176, de conformidad al trámite previsto en el artículo
85 del Código Procesal Constitucional.
A fs 521/522 rola la presentación efectuada
por el letrado P. y a fs. 524/526 hace lo propio la letrada P.A..
A fs. 528 emite dictamen la señora Fiscal de
Cámara en el sentido que considera que el art. 203 del CPCC resulta
un obstáculo que debe ser despejado y en consecuencia corresponde
para el caso de autos, declarar su inconstitucionalidad y por ende su
inaplicabilidad.
Por decreto de fecha 22/03/2018 se dispone
el llamamiento de estos autos para dictar sentencia, por lo que, firme
esta providencia quedan los autos en condiciones de resolver.

EXAMEN DEL TEMA:

Viene a conocimiento y resolución de esta


Alzada el recurso de apelación deducido por la parte actora en contra
de la sentencia dictada por el señor juez de instancia anterior en
fecha 26/03/2015 a través de la cual hace lugar al planteo de
caducidad de instancia deducido por el demandado. Ingresando a su
estudio y consideración, dado la naturaleza de los derechos en juego
en este caso, procede formularnos la siguiente pregunta:

¿Es ajustada a Derecho la sentencia que


aplica el instituto de perención de instancia a este proceso típico del
Derecho de las Familias, a través del cual una persona busca su
verdad biológica?
Este interrogante emerge con absoluta
razonabilidad en tanto y en cuanto, como Tribunal de Familia, nuestra
tarea no se limita sólo a verificar si en el caso bajo examen se
encuentran acreditados los presupuestos legales contenidos en el
código ritual para declarar la caducidad de instancia en este proceso,
sino también, analizar si su aplicación en este tipo de proceso, resulta
ajustado a Derecho, o por lo contrario, colisiona con normas
constitucionales, nacionales y/o supra nacionales, siempre atendiendo
a la naturaleza del derecho que se reclama (Derecho a la identidad).

Para responder al interrogante planteado es


preciso efectuar un análisis de la normativa local (provincial) aplicada
en este caso y confrontarla con la constitución, las leyes nacionales, y
supranacionales en vigor, a efectos de verificar si la primera sale
indemne del test de constitucionalidad.

Si bien el Código Procesal Civil y Comercial


de la Provincia – como todo código de procedimiento- constituye una
herramienta insoslayable en el cumplimiento del derecho sustantivo,
nuestra tarea, como guardianes de los Derechos Humanos consiste en
verificar, si la disposición contenida en su artículo 203 y su aplicación
al caso concreto bajo examen, resulta inconstitucional e
inconvencional en tanto se advierte –prima facie- que se presenta
como incompatible con disposiciones normativas nacionales y
supranacionales, y, a la vez, su aplicación se presenta como un
valladar que impide avanzar en el ejercicio de un derecho humano
básico como es el derecho a la identidad, de contenido
extrapatrimonial, irrenunciable, inalienable, imprescriptible,
inembargable y oponible erga omnes.

Así, en cumplimiento de nuestra misión


debemos examinar si en el sub examen hay colisión entre normas de
orden público, una perteneciente al derecho adjetivo, que aplica el
Instituto de la caducidad de instancia, y otras, contenidas en el
derecho sustancial, como la tutela judicial efectiva, oficiosidad, y
derecho a la identidad.
La fundamentación que permita resolver la
prevalencia de los derechos en pugna debe partir inexorablemente,
desde el estudio de nuestro orden jurídico local poniéndolo en relación
con el nacional, en especial con el Código Civil y Comercial de la
Nación y la Constitución Nacional.

1) El Instituto de Caducidad de
Instancia en el C.P.C.y C. de la provincia, su existencia y
fundamentos:

El Código de Procedimientos Civil y


Comercial de la provincia de Tucumán, ley 6.176, establece en su art.
203 ‘que La caducidad de la instancia se operará, si no se insta el
curso del proceso, en los siguientes plazos: 1. Seis (6) meses en
primera o única instancia. 2. Tres (3) meses en segunda instancia, en
los recursos de casación e inconstitucionalidad y en los incidentes. 3.
En el tiempo que se opere la prescripción de la acción cuando fuera
menor que las anteriores. La instancia se abre con la promoción de la
demanda, aunque no hubiera sido notificada la providencia que
dispone su traslado. En el cómputo de estos plazos, se contarán los
días inhábiles, salvo los que correspondan a las ferias judiciales;
comenzarán a correr desde la última petición de las partes o acto del
órgano jurisdiccional que tenga por objeto activar el curso del
proceso. En caso de duda, se entenderá que la diligencia es
impulsiva’.
Así, la norma señalada contempla a la
caducidad de instancia como una institución procesal aplicable a los
procesos dispositivos, en virtud del cual pesa sobre las partes en
litigio la carga de impulsar el procedimiento. Si no lo hace, dentro de
determinado tiempo establecido en la ley, de oficio o a pedido de la
parte contraria, el juzgado y/o tribunal puede declarar el cese del
curso de la instancia.
A lo hora de definir este Instituto, la
Doctrina y la Jurisprudencia se han encargado de brindar varias
definiciones: Para Lino Palacios, la caducidad o perención de la
instancia constituye un modo de extinción del proceso que tiene lugar
cuando en él no se cumple acto de impulso alguno durante los plazos
establecidos por la ley. (Manual de Derecho Procesal Civil pag. 555).
Salvador de la Colina indica que, la ley
presume que quien ha paralizado la instancia comenzada durante los
plazos que la ley ritual fija, quiere renunciar a ella.
Por su parte, Ramiro Podetti en su Código
Procesal Civil " Tratado de los Actos Procesales", pag. 349, expresa la
instancia es toda petición inicial, trámite o procedimiento dirigido a un
juez para que satisfaga un interés legítimo del peticionante. Ahora
bien, esta instancia debe ser activada dentro del plazo que fijan las
normas procesales, ya que de lo contrario caducan, es decir, pierden
la fuerza propia de donde se concluye que el fundamento objetivo de
la caducidad es la inactividad cuando no responde a causas no
imputables a los litigantes o al imperio de la ley. Indica que el actor
que promueve una instancia o el litigante que ha deducido una
cuestión incidental, no urge su sustanciación y resolución, puede
presumirse que carece de interés, que abandona la instancia abierta,
que tácitamente desiste. Este razonamiento enraíza en la concepción
privadística del proceso.
Contra esta doctrina se alza Chiovenda,
apuntando que no se ajusta a la realidad y puede conducir a
aplicaciones erróneas, en razón de que generalmente en los
incidentes de caducidad, el actor, apelante o incidentante defiende la
instancia que se presume abandonada. La doctrina publicística, no
toma en cuenta el interés privado, ni juega con presunciones: El
estado, dice Chiovenda, después de un periodo de inactividad
prolongada, entiende que debe liberar a sus propios órganos de la
necesidad de pronunciarse sobre las demandas y de todas las
obligaciones derivadas de una relación procesal.
Empero para Podetti, la caducidad de
instancia tiene un interés público y uno privado que deben
armonizarse en toda ley procesal, que es evitar la prolongación
indefinida de los pleitos y estimular la actividad de los litigantes con la
amenaza del aniquilamiento del proceso y por ese medio lograr mayor
celeridad en el trámite.
Los fundamentos sobre los que se asienta el
instituto de la caducidad de instancia, dividen a la doctrina en
subjetiva (presunción tácita de abandono de la instancia); objetivas
(la sola inactividad procesal produce la caducidad), del interés público
y mixtas.
La Suprema Corte de Justicia de Mendoza,
sostuvo: la caducidad de instancia no reconoce su fundamento en una
presunción de abandono o deserción por el actor, sino que la
existencia o no de la caducidad se determina en base a elementos
puramente objetivos, careciendo de toda significación la voluntad
presunta o real del accionante. El art. 78 del C.P.C. habla solamente
de impulso procesal y de actuación útil, sin referencia ninguna a la
intención o propósito con que esos actos son realizados, por lo que
cualquier referencia o mención de esos aspectos caería fuera del
ámbito normativo (Fallo 8/6/83, LS 178 p 345 causa Isauguirre)

Más allá de los distintos criterios sostenidos


por la doctrina y la jurisprudencia, lo cierto es que se trata de un
instrumento conferido al Estado “para evitar la indefinida prolongación
de los juicios”, el objetivo es evitar que los juicios se prolonguen en el
tiempo ante la inacción injustificada de los justiciables.
Como lo señala Guasp, "el fundamento de
la caducidad de instancia puede apoyarse principalmente en dos
motivos: uno, de orden subjetivo, que ve en la presunta intención de
las partes de abandonar el proceso la razón íntima de la extinción y
otro de orden objetivo que se fija, por el contrario, en la necesidad de
evitar la pendencia indefinida de los procesos, por el peligro que esto
lleva consigo para la seguridad jurídica" (Jaime Guasp, "Derecho
Procesal Civil", T. 1, p. 539-540).

Así, la perención o caducidad de instancia


resguarda de modo directo el debido proceso en punto a la
razonabilidad de los plazos y de forma indirecta los valores jurídicos
de paz y seguridad de la sociedad, poniendo límite temporal a las
controversias.

Desde un punto de vista sociológico, la


caducidad se traduce en la necesidad del Estado de poner fin a los
procedimientos no instados, impidiendo que estos se eternicen, y
consecuentemente obstruya el tráfico jurídico, creando estados de
incertidumbre e inseguridad jurídica. Piénsese en aquellos procesos
iniciados con medidas precautorias, embargos preventivos,
anotaciones de litis, etc., en donde mientras no exista una resolución
definitiva o el proceso esté pendiente, existiendo bienes afectados,
personas inhibidas, creando un verdadero estado de inseguridad
jurídica. Desde el punto vista sicológico es el resultado querido por la
parte (actor o demandado) que tenía la carga de urgir la instancia y
no lo hizo, queriendo desistir o abandonar tácitamente del proceso
El debate resulta enriquecedor, sin
embargo, cualquiera que sea el fundamento al que adherimos, claro
está que los principales elementos para que funcione el instituto son
tres: 1) Existencia de una instancia abierta, entendiéndose que la
instancia existe desde el momento en que se deduce la demanda, y
abarca el conjunto de actos procesales que se suceden hasta la
resolución que la concluye. 2) Inactividad de la parte, que no es solo
aquella que supone omisión negligente de cumplir actos procesales de
impulso y desarrollo de la causa judicial donde ha planteado un
interés a tutelar, sino también las acciones inoficiosas o carentes de
idoneidad para hacer avanzar el procedimiento, y 3) Transcurso de
determinado plazo y pronunciamiento judicial desde que la inactividad
procesal debe ser continuada durante los plazos previstos en la ley
ritual. A su vez, en nuestro ordenamiento procesal, la perención no
opera de pleno derecho, lo que significa que de cumplirse el plazo
legal, el proceso no finiquita si no es por una expresa decisión que lo
termina.

Del análisis efectuado surge palmario que el


Instituto analizado es propio de los procesos dispositivos, ahora bien,
su aplicación al proceso de filiación ¿resulta compatible con las
normas contenidas en el Código Civil y Comercial de la Nación, ley
26.994, que en su Título VIII, Capítulo I legisla sobre los procesos de
familia?

2) Procesos de Familia – Código Civil y


Comercial de la Nación:
En los procesos donde se ventilan
cuestiones de familia y en general cuestiones de interés social,
precisamente por los intereses en juego, el Código Civil y Comercial
de la Nación, aplicando los estándares internacionales, ha introducido
importantes modificaciones en nuestro Derecho Interno,
fundamentalmente en los procesos de familia, ampliando la gama de
los poderes del juez, con la finalidad prioritaria de que la protección
de los derechos fundamentales se materialice.
Siguiendo a Graciela Medina en su trabajo
titulado ‘El proceso de Familia en el C.C. y C.N.’ sostiene que El
sistema jurídico receptado en la Constitución Nacional (CN) establece
que los Códigos de fondo son regulados en forma exclusiva por el
gobierno federal, mientras que las leyes de procedimiento son
establecidas por cada provincia en particular.
El Código Civil y Comercial de la Nación se
aparta de esta norma relativa a la división de poderes entre la Nación
y las Provincias y regula en su articulado tanto el proceso de familia
como el proceso sucesorio que hasta el momento ha sido competencia
exclusiva de los Estados provinciales de conformidad con lo
establecido por los arts. 121, 5; 75, inc. 12; 116 y 117 de la CN).
Puede pensarse – dice la autora citada- que
este avance de la legislación nacional por sobre las normas
procedimentales provinciales es contrario a la división de poderes
entre la provincia y la Nación, establecida en la Constitución Nacional
y que las Provincias preservan celosamente y por lo tanto que ellas
son inconstitucionales. Pero seguidamente expresa que descree que
las normas relativas a los procesos de familia sean inconstitucionales.
Lo que ocurre es que el sistema del CCyCN, impresiona porque se
presenta ordenado en un título, llamado “Procesos de familia”.
El sistema propugnado por el CCyCN sigue
la antigua doctrina jurisprudencial de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, que establece que las normas procesales dictadas por la
legislatura nacional son constitucionales, en tanto resulten esenciales
para la vigencia de la institución de fondo.
Lo cierto es que los conflictos familiares no
pueden ser solucionados de acuerdo a reglas clásicas cuya estructura
tradicional sólo permite asignar culpas y castigos, tornándose ineficaz
para solucionar conflictos familiares. De allí que es necesario para el
derecho de las familias tener una adecuada herramienta procesal para
hacerlo efectivo, y ello es lo que busca el sistema proyectado.
Cabe señalar que los principios generales
procesales, por su alto grado de abstracción, no pueden suministrar el
procedimiento exacto a seguir, pero sirven para orientar la actividad
creadora del poder judicial en toda la tramitación de los conflictos
familiares y también para uniformar las respuestas procesales en todo
nuestro vasto territorio.
Los principios generales se encuentran
establecidos en los arts. 705 a 710 (recogen las 100 Reglas de
Brasilia sobre Acceso a la Justicia en condiciones de vulnerabilidad).
El artículo 706 dispone: ‘Principios
generales de los procesos de familia. El proceso en materia de familia
debe respetar los principios de tutela judicial efectiva, inmediación,
buena fe y lealtad procesal, oficiosidad, oralidad y acceso limitado al
expediente.’ (negritas nos pertenecen)
Si bien, cada uno de los principios
enumerados reviste capital importancia, hemos de analizar los dos
principios que consideramos fundamentales para la resolución del
presente caso. Ellos son el de tutela judicial efectiva por un lado, y el
principio de oficiosidad, por otro.

2.1. Tutela Judicial Efectiva: Siguiendo a


Medina, en la publicación antes señalada, expresa que el derecho
fundamental de toda persona de acceder a tribunales independientes
en procura de Justicia está proclamado en el art. 10 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos de 1948, y en la Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre. Pero donde está
especialmente desarrollada es en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Su art. 8.1 establece más claramente su
contenido, señalando que implica el derecho: a) a ser oído con las
debidas garantías; b) a que el proceso se desarrolle dentro de un
plazo razonable; y c) a ser juzgado por un juez o tribunal
competente; independiente; e imparcial, establecido con anterioridad
por la ley. A su vez, en el art. 25.1 de esta Convención dispone:
“Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a
cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que
actúan en ejercicio de sus funciones oficiales”. En los incisos
siguientes, los Estados partes se comprometen a garantizar: a) que la
decisión del recurso antes indicado, estará a cargo de la autoridad
competente; b) que cumplirán la resolución judicial del recurso; y c)
que desarrollarán las posibilidades del recurso judicial.

El contenido del derecho a la tutela judicial


efectiva es muy amplio, ya que despliega sus efectos en tres
momentos distintos: primero, al acceder a la justicia; segundo,
durante el desarrollo del proceso; y finalmente, al tiempo de
ejecutarse la sentencia. Además la tutela judicial efectiva comprende
los siguientes derechos: a) a ocurrir ante los tribunales de justicia y a
obtener de ellos una sentencia útil, b) a acceder a una instancia
judicial ordinaria y a lograr un control judicial suficiente sobre lo
actuado en sede administrativa; c) a un juez natural e imparcial; d) a
la eliminación de las trabas que impidan u obstaculizan el acceso a la
jurisdicción (el acceso a la justicia es receptado además en forma
expresa; e) a la interpretación de las normas reguladoras de los
requisitos de acceso a la jurisdicción en forma favorable a la admisión
de la pretensión evitándose incurrir en hermenéuticas ritualistas (in
dubio pro actione); f) a que no se desestimen aquellas pretensiones
que padecen de defectos que pueden ser subsanados; g) a la no
aplicación en forma retroactiva de nuevas pautas jurisprudenciales
con relación a los requisitos de admisibilidad, a fin de evitar
situaciones de desamparo judicial; h) a peticionar y obtener tutela
cautelar para que no se torne ilusorio el derecho que se defiende; i) al
cumplimiento de todas las etapas del procedimiento legalmente
previsto, el cual deberá asegurar la posibilidad del justiciable a ser
oído, y a ofrecer y producir la prueba pertinente antes de dictarse la
sentencia; j) a una decisión fundada que haga mérito de las
principales cuestiones planteadas; k) a impugnar la sentencia
definitiva; l) a tener la posibilidad de ejecutar en tiempo y forma la
sentencia y, por ende, a su cumplimiento por parte de la autoridad
condenada; y m) al desarrollo del proceso en una dimensión temporal
razonable. (Código Civil y Comercial de la Nación Comentado. Directores Julio
Cesar Rivera y Graciela Medina. Primera edición. Buenos Aires. La Ley, 2014.
Mariela Panigadi Pág. 634)

Dice Graciela Medina que son múltiples los


supuestos en los cuales el CCyCN hace aplicación del principio de
tutela judicial efectiva tratando de eliminar trabas que impidan
acceder a los derechos y cita como ejemplos el art. 421 que admite
que el matrimonio en art. de muerte pueda celebrarse ante cualquier
juez o funcionario judicial, lo que permite hacer efectivo la libertad de
casarse; otro ejemplo es la facultad que le otorga al juez el art. 440
para solicitar al obligado en el convenio regulador del divorcio que
otorgue garantías reales o personales como requisito para la
aprobación del convenio, etc.

2.2. Oficiosidad: A su turno, el principio


de oficiosidad establece que el juez de familia debe ser un juez activo,
director del proceso, que ejerce sus amplios poderes-deberes.
El principio de oficiosidad comprende las
facultades del juez en materia de prueba, las medidas ordenatorias e
instructorias, incluyendo el impulso de oficio y la limitación del
principio de disposición de los hechos y del proceso.
Todas estas facultades deben ser ejercidas
posibilitando el ejercicio del derecho de defensa, que implica la
posibilidad de ser oído, presentar defensas, ofrecer contraprueba,
controlar la prueba, y alegar sobre su mérito.
Se consagra el impulso procesal de oficio.
Por ende el juez debe realizar todas las medidas necesarias para que
el expediente avance hacia la sentencia, incluyendo confeccionar
cédulas y oficios, proveer la prueba y fijar de oficio las audiencias,
entre otras.

Expresa Graciela Medina: ‘Se deroga


implícitamente el instituto de la caducidad de instancia. La
solución de los conflictos de familia interesa no sólo a las
partes sino a la sociedad toda. Por eso se carga sobre el
servicio de justicia el otorgar una solución jurisdiccional. Dado
que es responsabilidad del tribunal el avance del expediente,
no puede la inacción de la parte generar la caducidad del
proceso’. (negritas nos pertenecen).

3) La Constitución Nacional y los Tratados


Internacionales. Bloque de Constitucionalidad Federal.

Sabido es que las normas jurídicas no se


encuentran aisladas entre sí, sino que se interrelacionan en un
sistema coherente y legitimado denominado ordenamiento jurídico,
que contiene normas materiales sustantivas y normas destinadas a
regular la producción de normas. Dicho ordenamiento está presidido
por la Constitución Nacional que es la fuente básica o creadora.

La Constitución, como norma primaria de


producción, es la ‘fuente de las fuentes’ –norma normarum- y, como
tal, es la única que define el sistema de fuentes formales del derecho,
de modo que sólo por dictarse conforme a lo dispuesto por la
constitución, una norma será válida y vinculante.

Siguiendo esta línea de pensamiento, el


ordenamiento jurídico se estructura a partir del principio de
constitucionalidad que implica la existencia de una posición de
supremacía de la constitución. Es ella quien otorga a cada una de las
fuentes del derecho una fuerza individualizadora para introducir
normas nuevas en el ordenamiento jurídico y para derogar las
normas existentes. De tal manera, las normas se ordenan de acuerdo
con un rango que determina la existencia de un orden jerárquico.
(Derecho Constitucional de Familia, tomo I, Dominguez-Fama-Herrera, pag. 17).

La reforma constitucional operada en el año


1994, ha marcado un hito en la historia de nuestra Carta Magna al
haber producido la jerarquización de los derechos humanos.

Así, la modificación del art. 75, inciso 22 ha


significado un notable avance en dos sentidos. En primer lugar por la
mención expresa de la jerarquía superior de los tratados
internacionales frente a las leyes internas, referencia que ha venido a
reforzar los antecedentes jurisprudenciales que ya sostenían esta
superioridad. En segundo término, por la recepción de ciertas
declaraciones y convenciones con rango constitucional que ha dado
lugar a que buena parte de la doctrina constitucional haya acuñado
del derecho comparado el concepto de bloque de constitucionalidad
adicionándole el adjetivo ‘federal’, para denominar a la regla de
reconocimiento de doble fuente –interna e internacional- comprensiva
de la Constitución Nacional y los Instrumentos Internacionales
mencionados con jerarquía constitucional, sea en forma originaria –a
través del art. 75 inciso 22, 2° párrafo- o derivada –mediante el
procedimiento diseñado en el art. 75, inc. 22 último párrafo-; las
Opiniones Consultivas y las sentencias internacionales de Derechos
Humanos. (Bidart Campos, Germán. Tratado de Derecho
Constitucional. Tomo 1ª. Edición actualizada y compilada 1999-2000.
Ed. Bs As.)

Siguiendo al Maestro Bidart Campos, nos


enseña que el Bloque de Constitucionalidad Federal es un conjunto
normativo que contiene disposiciones, principios o valores
materialmente constitucionales, que no forman parte del texto de la
Constitución, sino que permanecen fuera de él compartiendo con
aquél su misma supremacía y erigiéndose en parámetro para el
control de constitucionalidad de las normas infraconstitucionales.

Es así, que a partir de la incorporación de los


Tratados internacionales con jerarquía igual a la de nuestra Carta
Magna, muchas de las normas de derecho interno deben ser
analizadas a la luz de de estos Tratados y convenciones, a efectos de
determinar su indemnidad luego del test constitucional.

En este sentido apunta Bidart Campos que la


recepción en el derecho público con doble fuente, que le vienen dando
al derecho de familia el derecho constitucional y el derecho
internacional de los derechos humanos ya no deja espacio para que
los códigos de derecho privado y las legislaciones dispersas sean
pensadas o aplicados como si en su campo fueran el techo y el árbitro
final del ordenamiento jurídico, porque ahora tienen parámetros y
normas superiores y vinculantes (Familia y Derechos Humanos, Santa
Fe, 1994, T 1, pag 29 y ss).

En concordancia con lo expuesto en el párrafo


anterior Nora Lloveras y Marcelo Salomón han expresado que: ‘El
Derecho de Familia debe ser observado para su aplicación desde la
Constitución Nacional Argentina (…) c) este imperativo se impone por
mandato constitucional y urge que los operadores jurídicos
institucionales internalicen y apliquen en su labor diaria la concepción
jurídica de los derechos humanos en las relaciones de familia (…) g)
los instrumentos existen a disposición de los jueces para resolver
conforme a la Constitución Nacional, esta es la perspectiva diferente
que debe imponerse, conforme a la fuerza normativa de la Carta
Magna.(autores citados, en ‘El Derecho de Familia y los Derechos
Humanos, una perspectiva obligatoria’ Facultad de Cs Jurídicas y Soc.
Edición homenaje. Santa Fe 2001, pag 207, citado en fallo publicado
por Thomson Reuters, sentencia de fecha 2013-08-15, Juzgado de
Familia N° 6 de Mar del Plata)

4) De conformidad con lo expresado,


observamos, que en el sub judice existe una tensión e
incompatibilidad entre el artículo 203 del Código Procesal Civil y
Comercial de la provincia frente a las disposiciones contenidas en el
artículo 75, inciso 22 de la Constitución Nacional, art. 24 de la
Constitución de la Provincia y artículo 706 del Código Civil y Comercial
de la Nación, que imponen el respeto del derecho a la identidad como
derecho humano fundamental. el deber de garantizar la tutela judicial
efectiva y la aplicación del principio de oficiosidad a los procesos de
familia.

En ese marco de protección, los jueces


revestimos el carácter de garantes de los Derechos Humanos y
debemos acudir en su defensa cuando se vean sustancialmente
perturbados. En este sentido el prestigioso jurista italiano Luigi
Ferrajoli dice: ‘La sujeción del juez a la ley ya no es, como en el viejo
paradigma positivista, sujeción a la letra de la ley, cualquiera que
fuere su significado, sino sujeción a la ley en cuanto válida, es decir
coherente con la Constitución. Y en el modelo constitucionalmente
garantista la validez ya no es un dogma asociado a la mera existencia
formal de la ley, sino una cualidad contingente de la misma ligada a la
coherencia de sus significados con la constitución (Derechos y Garantias,
La ley del más débil, Trotta, Madrid, 2004, página 26).

Es dable recordar que los tribunales pueden


declarar de oficio la inconstitucionalidad de una norma. En este
sentido, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha señalado desde
el leading case `Mill de Pereyra del 27/09/2001 (fallos 190:142)’,
ratificado in re ‘Bco. Comercial de Finanzas S.A. del año 2.004 e in re
`Simón del 2.005, el deber que tiene cada magistrado en las causas
que debe resolver, de aplicar el derecho vigente y mantener la
supremacía constitucional más allá de lo invocado por las partes (iura
novit curia), pudiendo declarar de oficio la inconstitucionalidad de la
norma, sugiriendo que la misma se lleve a cabo con suma moderación
y prudencia. Dicho fallo refiere a las condiciones que deben darse
para ejercer tal facultad-deber y los límites de sus (Fallos: 306:303;
247:121 y sus citas; Fallos 260:153, considerando 3° y sus citas;
doctrina de Fallos: 306:303, voto de los jueces Fayt y Belluscio,
considerando 4° y Fallos: 247:700; 248:702; 255:262; 264:364;
315:276; 322:528 entre otros).

Para el constitucionalista Germán Bidart


Campos `una norma general puede no ser inconstitucional en sí
misma, pero ser inconstitucional el resultado aplicativo injusto que es
capaz de originar para una situación determinada y concreta (Bidart
Campos, Germán, `El interés superior del niño y la protección integral
de la familia como principios constitucionales. La adopción de un
menor por cónyuges divorciados , LL l999-F-623).

La declaración de inconstitucionalidad de
una norma no es más que su inaplicación en el caso concreto, en
que se evidencie la notoria injusticia que conllevaría el apego
irrestricto al texto legal.

Ahora bien, la declaración de


inconstitucionalidad constituye un remedio de última ratio que debe
evitarse de ser posible mediante una interpretación del texto legal en
juego compatible con la Ley Fundamental, pues siempre debe estarse
a favor de la validez de las normas (Fallos: 14: 425; 147: 28 6).
“Además, cuando exista la posibilidad de una solución adecuada del
litigio, por otras razones que las constitucionales comprendidas en la
causa, corresponde prescindir de estas últimas para su
resolución...” “En suma, la revisión judicial en juego, por ser la más
delicada de las funciones susceptibles de encomendarse a un tribunal,
sólo es practicable como razón ineludible del pronunciamiento que la
causa requiere, de manera que no debe llegarse a una declaración de
inconstitucionalidad sino cuando ello es de estricta necesidad”(Fallos:
300:1029; 305:1304).

5) En ese orden ideas, estamos convencidos


que la aplicación legal del instituto de la caducidad de instancia en el
presente proceso de filiación extramatrimonial, que lleva 15 años, con
pericia de ADN practicada con resultado positivo (impugnada) resulta
incompatible con la norma contenida en el artículo 706 del Código
Civil y Comercial de la Nación (en especial con los principios de tutela
judicial efectiva y oficiosidad); con el art. 75 numeral 22 de la
Constitución Nacional; art. 24 de la Constitución provincial y en general
con los estándares establecidos en los Tratados y la normativa
internacional de Derechos Humanos que consagran el derecho a la
identidad, y en particular a la identidad biológica tales como: art. 3
de la Convención Americana de Derechos Humanos ; art. 6 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos; el Derecho a la
Integridad Personal, Psíquica y Moral contemplado por el art. 5.1 de la
Convención Americana de Derechos Humanos; art. 18 de la
Convención americana de Derechos Humanos.

Razonamos que, en el caso concreto, la


aplicación del instituto de caducidad de la instancia impuesta por la
ley adjetiva provincial, colisiona con el art. 706 del Código Civil y
Comercial de la Nación, con el artículo 75 incio 22 de la Constitución
Nacional y con el art. 24 de la Constitución de la provincia, en tanto
violenta la tutela judicial efectiva, el principio de oficiosidad y se
traduce en definitiva en un valladar u obstáculo procesal insalvable
que afecta el ejercicio de un derecho fundamental, como es el
derecho a la identidad.

5.a) Colisión con la tutela judicial


efectiva:
La aplicación del instituto de caducidad de
instancia colisiona con la tutela judicial efectiva prevista en el artículo
706 del CCyCN, en el art. 24 de la constitución provincial.
Como lo expresáramos en párrafos
anteriores, citando a Graciela Medina, el contenido del derecho a la
tutela judicial efectiva es muy amplio, y no implica sólo la posibilidad
de acceso a justicia sino también la eliminación de las trabas que
impidan u obstaculizan el acceso a la jurisdicción, a una correcta
interpretación de las normas reguladoras de los procesos evitándose
incurrir en hermenéuticas ritualistas (in dubio pro actione), a que no
se desestimen aquellas pretensiones que padecen de defectos que
pueden ser subsanados; al desarrollo del proceso en una dimensión
temporal razonable.
Del análisis fáctico del caso bajo examen
observamos que esta acción de reclamación de la filiación paterna ha
sido iniciado por la actora el día 06 de mayo del año 2002, habiendo
transcurrido hasta el dictado de esta sentencia 15 años, sin que la
accionante pudiera obtener una sentencia que reconozca, o no, su
estado filiatorio, y hoy, se encuentra con una sentencia dictada por el
juez a-quo basada en una disposición normativa de la ley adjetiva,
aplicable al proceso civil común –no así al proceso de familia desde la
sanción de la ley 26.994-, a través del cual se cierra definitivamente
el proceso, quedándole como única alternativa iniciar una nueva
acción de reclamación de estado (lo que será objeto de análisis infra).
Nos encontramos así frente a un proceso
que ha violentado principios propios de la tutela judicial efectiva, que
pregona el desarrollo del proceso en un tiempo razonable, habiéndose
efectuado una aplicación de la ley procesal bajo una hermenéutica
ritualista sin considerar que, además, por el principio de oficiosidad,
resultaba inaplicable al caso.
La cuestión del transcurso del tiempo y la
celeridad con la que se deben llevar los procesos de familia es un
tema de capital importancia y los operadores del derecho debemos
actuar con responsabilidad y sobre todo, celeridad a fin de poder
cumplimentar con los parámetros del principio de tutela judicial
efectiva, todo lo cual no se advierte en la especie.

5.b) Colisión con el principio de


oficiosidad:
A la luz del Derecho de Familia, atravesado
por los Derechos fundamentales, la sentencia en crisis luce
intolerable, más aún cuando la colisión normativa surge evidente
frente al principio de oficiosidad claramente consagrado en el artículo
709 del Código Civil y Comercial de la Nación. Es que, si bien el
proceso civil se rige por el sistema dispositivo, que consiste en el
señorío ilimitado de las partes, tanto sobre el derecho sustancial
motivo del proceso litigioso, como sobre todos los aspectos vinculados
con la iniciación, marcha y culminación de este, no resulta menos
cierto que hoy, el proceso de familia se aparta de este sistema que
informa que al juez le está vedado considerar hechos o medios de
prueba que no fueron aportados por las partes, que tendrá por ciertos
los hechos no controvertidos por los litigantes, que la sentencia debe
guardar congruencia, es decir, circunscribirse a lo alegado y probado
por las partes, entre otros ejes rectores. Hoy estamos frente a un
nuevo paradigma que surge expresamente de los arts. 706 y 709 del
Código, para los procesos de familia, que deja atrás el principio
dispositivo, justamente en función de la tutela judicial efectiva de los
derechos que se resguardan.
Expresamente, se consagra en el derecho
sustancial una norma que tradicionalmente puede ser considerada de
corte procesal, y así se establece que el impulso procesal está a cargo
del juez. La razón de ser de esta medida legislativa reposa en que los
derechos fundamentales titularizados por la ciudadanía en su conjunto
deben gozar de idéntica, uniforme y completa protección en todo el
país.
El juez de familia del Código Civil y
Comercial de la Nación, independientemente de su competencia
territorial, está ahora expresamente autorizado por una norma
procesal para impulsar los procesos, y también para ordenar la
producción de pruebas, excepto en aquellos casos que la cuestión sea
de naturaleza patrimonial.
Entonces, si el Juez se encuentra
constreñido por el principio de oficiosidad, mal puede decretarse la
finalización del proceso por caducidad de instancia, pues no se estaría
condenando la inactividad procesal de la parte interesada, sino la del
propio juzgador que, precisamente por los intereses en juego, que no
son ya personales del actor, sino sociales, erga onmnes, está
compelido a respetar.
En el sub examen, dada la naturaleza de los
derechos en juego, resultaba procedente formar el cargo tributario
correspondiente ante el incumplimiento de las partes con el pago de
la planilla fiscal y dictar la sentencia, o bien, dictar la sentencia y
concomitantemente formar el cargo tributario ante la Dirección
General de Rentas. Así se habría cumplido con la manda legal de
remover los obstáculos para el ejercicio del derecho en pugna y se
habría cumplido con el principio de oficiosidad. Cabe poner de
manifiesto que tal temperamento ya había sido aplicado en el
expediente bajo examen, en oportunidad de resolver otras
incidencias. En providencia de fecha 11 de marzo de 2006 (fs. 84) la
entonces juez de la causa dispuso, ante el incumplimiento del
demandado en el pago de la planilla fiscal ‘…ofíciese a la D.G.R.
comunicando que el demandado no repuso los derechos fiscales
adeudados de $ 23, a los fines que hubiere lugar. Personal. Sin
perjuicio de lo dispuesto precedentemente, vengan los autos a
despacho para resolver. Personal’ (sic).-

5.c) Colisión con las normas que


protegen el derecho a la identidad:
También advertimos que la aplicación de la
caducidad de instancia a este proceso de filiación, más allá de ser
inaplicable por su clara contradicción con los principios de oficiosidad
y tutela judicial efectiva, también colisiona con el ejercicio de un
derecho humano de primera generación, que goza de especial
reconocimiento constitucional nacional y supranacional. El derecho a
la identidad es un derecho humano consustancial a la dignidad
humana que también protege nuestro novel Ordenamiento Civil y
Comercial de la Nación, en su artículo 51.
Alex Plácido, profesor de Derecho de Familia
de la Universidad del Pacífico de Perú, señala con acierto que los
derechos humanos son prerrogativas inalienables, perpetuas y
oponibles erga ommes, que corresponden a toda persona, por su sola
condición de tal, de las que no puede ser privada por la acción del
Estado ni de otros particulares, porque ello implicaría un desmedro o
menoscabo a su dignidad. Ello se aprecia del principio genérico de
respeto a la dignidad de la persona por ser tal, contenido en la Carta
Fundamental; presupuesto ontológico para la existencia y defensa de
sus derechos. La dignidad, así, constituye un mínimum inalienable
que todo ordenamiento debe respetar, defender y promover”.
Por su parte, el Comité Jurídico
Interamericano de la Organización de los Estados Americanos (OEA)
en su Opinión sobre “El Alcance del Derecho a la Identidad”,
CJI/doc.276/07 ha expresado: El derecho a la identidad es
consustancial a los atributos y a la dignidad humana. Es en
consecuencia un derecho humano fundamental oponible erga omnes
como expresión de un interés colectivo de la Comunidad Internacional
en su Conjunto que no admite derogación ni suspensión en los casos
previstos por la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
La privación del derecho a la identidad o las
carencias legales en la legislación interna para el ejercicio efectivo del
mismo, colocan a las personas en situaciones que le dificultan o
impiden el goce o el acceso a derechos fundamentales, creándose así
diferencias de tratamiento y oportunidades que afectan los principios
de igualdad ante la ley y de no discriminación y obstaculizan el
derecho que toda persona tiene al reconocimiento pleno a su
personalidad jurídica.
El nombre, la nacionalidad, los vínculos
familiares y el registro no hacen nacer el derecho a la identidad,
derecho que preexiste como parte indisoluble de la dignidad originaria
de las personas, sujetos y titulares plenos de derechos y libertades
fundamentales, cuyo ejercicio están obligados a garantizar los
Estados.
El Comité Jurídico ut-supra aludido
considera que el derecho a la identidad tiene entre sus implicaciones y
alcances más relevantes, la de constituir un derecho de carácter
autónomo que alimenta su contenido tanto de las normas del derecho
internacional, como de aquellas que se deriven de los rasgos
culturales propios contemplados en el ordenamiento interno de los
Estados, concurriendo así a conformar la especificidad del individuo,
con los derechos que lo hacen único, singular e identificable.
A esta altura, ¿de qué dignidad humana
hablamos, si por aplicación de un instituto de neto corte procesal
aplicable a los procesos dispositivos en general, cerramos el camino
de quien reclama su identidad?

6) Para la declaración de
Inconstitucionalidad de una norma deben expresarse con claridad
meridiana tres cuestiones: 1) Indicarse la norma que se pretende
inconstitucional; 2) Indicar las normas con las que entran en colisión
y 3) Fundar pormenorizadamente las razones por las cuales se
considera que la norma debe ser atacada de inconstitucional.
Entendemos que, en esa línea hemos
indicado claramente la norma procesal y su colisión con las normas y
principios que consideramos vulnerados, brindando los argumentos
sobre los que sustentamos la colisión normativa.
Es que, de los fundamentos dados surge
con nitidez que, tal como lo señala el maestro Germán Bidart Campos
una norma puede no ser inconstitucional en si misma, pero ser
inconstitucional su aplicación en un caso concreto.
Así, frente a este proceso de reclamación de
estado, atento al principio de oficiosidad imperante en la materia, la
aplicación del instituto de caducidad luce francamente
inconstitucional, precisamente por su inaplicabilidad a los procesos de
familia en general y a este caso concreto en particular.
Coadyuva la conclusión a la que arribamos,
la circunstancia que ante la colisión de normas de derecho público,
una de corte procesal cuyo fundamento y razón de ser reposa en la
seguridad jurídica, y otra de derecho sustancial que garantiza el
ejercicio pleno de los derechos humanos, atendiendo al ‘principio
pro homine’, una correcta ponderación de las normas en juego
debemos hacer prevalecer estas últimas por sobre la norma ritual, en
el entendimiento además, que las normas de rito deben servir para
garantizar la plena vigencia de las normas de fondo.
El juez de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, Rodolfo E. Piza Escalante, ha señalado que el
principio pro persona es “Un criterio fundamental que impone la
naturaleza misma de los derechos humanos, la cual obliga a
interpretar extensivamente las normas que los consagran o amplían y
restrictivamente las que los limitan o restringen. De esta forma, el
principio pro persona conduce a la conclusión de que la exigibilidad
inmediata e incondicional de los derechos humanos es la regla y su
condicionamiento la excepción”.
La mayoría de los autores ha definido al
Principio Pro Homine como pauta que establece un orden de
preferencia normativo e interpretativo, pues se debe acudir a la
norma o la interpretación más amplia, e, inversamente, a la norma
más restringida cuando se trata de establecer de manera permanente
el ejercicio de los derechos.
Por las razones explicitadas entendemos
que la aplicación del artículo 203 del Código Procesal Civil de la
Provincia de Tucumán al caso bajo examen, resulta claramente
inconstitucional por resultar violatorio de las normas contenidas en el
art. 705 y 709 del Código Civil y Comercial de la Nación, art. 75,
inciso 22 de la Constitución Nacional y art. 24 de la Constitución de la
Provincia de Tucumán.

7) No empece a la conclusión arribada las


siguientes circunstancias:
7.a) que la acción de reclamación de estado
sea imprescriptible. No podrá argüirse que, dado el carácter de
imprescriptible otorgado por la ley sustantiva a la acción de
reclamación de estado (art. 712 del CCyCN), si se declara la
caducidad de la instancia, la acción puede ser nuevamente ejercida en
cualquier tiempo a través de un nuevo proceso, pues tal posición,
implicará también desatender el principio de tutela judicial efectiva,
que como lo analizáramos ut-supra implica entre otros, obtener una
respuesta judicial efectiva en el menor tiempo posible.
Como ya lo dijimos, el tiempo que insume
un proceso y la celeridad con la que se deben llevar –especialmente-
los procesos de familia no es tema menor y los operadores del
sistema judicial debemos actuar con responsabilidad y sobre todo,
celeridad a fin de poder cumplimentar con los parámetros del principio
de tutela judicial efectiva.
Por ello, se impone el deber de todos los
jueces, en especial de los jueces de familia, de resolver en un plazo
razonable los conflictos familiares, en pos de garantizar los postulados
internaciones.

En así que, la economía procesal se cumple


con la concentración de los actos procesales y la celeridad en los
procedimientos de manera coherente con la tutela de los derechos
subjetivos y los restantes principios que rigen en la materia
(inmediación, oficiosidad, buena fe, lealtad procesal, oralidad, jueces
especializados y apoyo multidisciplinario, entre otros).
Sostener que, la posibilidad que tiene la
actora de iniciar un nuevo proceso judicial, para conocer su identidad
biológica, no garantiza el regular ejercicio de su derecho, pues en la
actualidad la posibilidad de su ejercicio, con el dictado de la sentencia
en crisis, se encuentra con una barrera procesal que le impide
avanzar en el conocimiento cierto de su identidad biológica.
No debe pasar inadvertido que en este caso
nos encontramos en un proceso de reclamación de estado de hijo
extramatrimonial en el que se ha practicado una pericia genética en
vida del demandado, presunto padre, quien en el interín de este
proceso ha fallecido.
Si se arguye la posición de la
imprescriptibilidad y la posibilidad que ella brinda de inciciar la acción
en cualquier tiempo futuro, implica desconocer los principios tutelados
por el derecho procesal constitucional, que pregona el derecho a la
tutela judicial efectiva y propone la actuación del juez sin obstaculizar
el acceso a la justicia con el fin de consagrar los derechos de cada
persona y garantizar así, la supremacía de derechos humanos y
principios generales desde que comienza el proceso hasta que se
obtiene una resolución.
Es fundamental para ello, tener en
consideración el factor tiempo y la urgencia de cada caso en particular
como elementos esenciales para el cumplimiento del principio tutelar,
máxime cuando está en juego el derecho a la identidad.

7.b) El Allanamiento formulado por la


entonces apoderada de la actora: Con relación al allanamiento
formulado por la entonces apoderada de la parte actora, debemos
decir que el mismo no empece a la solución arribada, toda vez que,
dado el carácter del derecho humano en juego y el carácter de interés
público de los derechos de familia y su importancia para la paz social,
el principio de disposición de los hechos y del proceso sufre
limitaciones.
Conforme lo sostuvimos a lo largo de este
decisorio, si la caducidad de instancia no resulta aplicable a este
proceso en virtud de violación expresa a las normas señaladas, no
puede la letrada representante de la actora allanarse a la aplicación
de un instituto que no es aplicable al sub litium. Y es así por la
sencilla razón que tampoco resulta disponible para su representada,
por cuanto la oficiosidad en los procesos de familia es un principio de
orden público que se encuentra fuera del alcance de la autonomía de
voluntad de los particulares.
Lo dicho no implica desconocer las reglas
del mandato, pues el mandatario no puede tener facultades más
amplias de las que goza su mandante, conforme las disposiciones
relativas a la representación, pues por imperio de la ley, la
representación alcanza a las facultades otorgadas por la ley conforme
lo dispone el artículo 360 del Código civil y Comercial cuando dice:
‘Extensión. La representación alcanza a los actos objeto del
apoderamiento, a las facultades otorgadas por la ley y también a los
actos necesarios para su ejecución’.

Ello así, tratándose de un proceso de


familia, adonde claramente el Código Civil y Comercial, atento a la
naturaleza de los derechos en juego, y como lo sostiene Graciela
Medina, ha derogado tácitamente el instituto de la caducidad de
instancia, criterio que compartimos, no resulta procedente el
allanamiento a la caducidad de instancia del proceso, toda vez que
ella está fuera de la órbita del procedimiento.
Más allá que la apoderada de la actora, en
ejercicio de su mandato, haya formulado un allanamiento al planteo
de caducidad efectuado por la representación letrada de la parte
demandada, al no resultar admisible la caducidad en este proceso, tal
acto procesal, a nuestro juicio no puede ser considerado.

8) Control de convencionalidad: Con


respecto al control de convencionalidad, al que también nos
encontramos facultados desde que la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en el caso “Almonacid Arellano y otros vs. Chile”,
estableció que: “El Poder Judicial debe ejercer una especie de ‘control
de convencionalidad’ entre las normas jurídicas internas que aplican
en los casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos
Humanos. En esta tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no
solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha
hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención
Americana.” (párr.124, CIDH, “Almonacid Arellano vs. Chile”,
sentencia del 6 de septiembre del año 2006, disponible en:
www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_154_esp.pdf.).
Por su parte, la Corte Interamericana ha
señalado que "es consciente que los jueces y tribunales internos están
sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las
disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un
Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención
Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también
están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de
las disposiciones de la Convención no se vean mermados por la
aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio
carecen de efectos jurídicos". En otras palabras, el Poder Judicial debe
ejercer una especie de "control de convencionalidad" entre las normas
jurídicas internas que aplican en los casos concretos y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea, el Poder Judicial
debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la
interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana,
intérprete última de la Convención Americana -CIDH Serie C N- 154,
caso "Almonacid", del 26 de septiembre de 2006, parágraf. 124.”
A partir del voto razonado del Dr. Sergio
García Ramírez en “Trabajadores Cesanteados del Congreso”, se abre
un camino interpretativo más amplio -en esta especial cuestión- y es
que abarca también otros instrumentos internacionales de protección
de los derechos humanos, pues de que se trata es que haya
conformidad entre los actos internos y los compromisos
internacionales contraídos por el Estado, que generan para éste
determinados deberes y reconocen a los individuos ciertos derechos”
(Párr. 2 del Voto razonado del Dr. García Ramírez en el Caso
Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) Vs. Perú,
Sentencia de 24 de noviembre de 2006, ap. 128).
En el caso “Almonacid Arellano”, la Corte
IDH sugiere que tal control de las normas internas del país debería
hacerse para asegurar la supremacía de cualquier tratado
internacional relativo a derechos humanos ( en el caso argentino, los
enumerados por el art. 75, inciso 22 de la CN) y no sólo la de la
Convención Americana, que es solo uno de los tantos tratados
suscritos.
Por su parte, nuestra Corte Suprema
Federal ha reafirmado la procedencia del control de
constitucionalidad y convencionalidad de oficio por parte de todos los
jueces y juezas que forman parte del Poder Judicial del Estado
Constitucional de derecho argentino” (Gil Dominguez, Andrés, “El control
de constitucionalidad y de convencionalidad de oficio ¿una tensión difícil de
superar? La Ley, 2010-B, 1302 y del mismo autor, La Corte Suprema de
Justicia reafirma el control de constitucionalidad y el control de
convencionalidad de oficio, La Ley 2010-E, 197).
En la tarea de contralor constitucional y
convencional, para la que estamos empoderados y, en su
consecuencia aquí avocados, entendemos que resulta procedente y de
estricta justicia para la resolución de este caso, la declaración de
inconstitucionalidad y anticonvencionalidad del artículo 203 del Código
Procesal en lo Civil y Comercial de la provincia de Tucumán, ley
6.176, en tanto resulta incompatible con el ordenamiento jurídico de
conformidad a lo analizado ut supra y de imposible aplicación para la
resolución del presente caso en tanto constituye un valladar
insalvable para su justa y adecuada resolución, al aplicar un Instituto
que resulta claramente incompatible con el principio de oficiosidad
propio de los procesos del derecho familia, de conformidad a los
fundamentos dados en la presente resolutiva y al principio de tutela
judicial efectiva se encuentra consagrado en la Declaración Universal
de Derechos Humanos (arts. 10 y 11); la Declaración Americana
sobre Derechos y Deberes del Hombre (art. 28); la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (arts. 8 y 9); Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (art. 14); y la
Convención sobre los Derechos del Niño (art. 40). Por mencionar
alguno de los postulados constitucionales, la Convención Americana
sobre Derechos Humanos establece el derecho a ser oído con las
debidas garantías; a que el proceso se desarrolle dentro de un plazo
razonable y a ser juzgado por un juez o tribunal competente;
independiente; e imparcial, establecido con anterioridad por la ley. .

Lo expuesto hasta aquí nos convence que la


protección efectiva del derecho que se reclama en este dilatado
proceso se satisface con la declaración de inconstitucionalidad e
inconvencionalidad del artículo 203 del Código Procesal en lo Civil y
Comercial de la provincia, ley 6.176, pues estamos persuadidos que a
los ciudadanos, habitantes de esta República, no les sirve que el
Estado Nacional adhiera a Tratados y Convenciones Internacionales
sobre derechos humanos, si las normas contenidas en ellos, en la
práctica, no se aplican.
Costas: atento a la naturaleza de la
cuestión debatida se imponen por su orden.

Por todo lo cual, y de conformidad a lo


dictaminado por la Representante del Ministerio Público Fiscal, se
R E S U E L V E:

I) HACER LUGAR al Recurso de


Apelación deducido a fs. 436 por A.R.N. con patrocinio letrado de la
abogada P.N. De A. C., en contra de la sentencia dictada en fecha 26
de marzo de 2015, la que se REVOCA en su totalidad, dictándose en
sustitutiva: 1) DECLARAR DE OFICIO LA
INCONSTITUCIONALIDAD E INCONVENCIONALIDAD para este
caso concreto, del artículo 203 del Código Procesal en lo Civil y
Comercial de la provincia, ley 6.176, conforme a lo considerado, y en
consecuencia se DISPONE 2) NO HACER LUGAR al planteo de
caducidad de instancia deducido por P.E.Y. M. en representación de L.
R. en fecha 24/04/2013 (384).

II) DISPONER que, firme la presente


resolución y una vez radicada la causa en la primera instancia,
prosiga la misma, según su estado.

III) COSTAS: por su orden conforme se


consideran.

IV) RESERVAR pronunciamiento sobre


honorarios.

V) NOTIFIQUESE a las partes y al


Ministerio Público Fiscal.-

HÁGASE SABER.

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