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SÍNDROME DE ASPERGER

El optometrista es el profesional encargado de la salud visual. Está capacitado


para evaluar el funcionamiento del sistema visual en las diferentes etapas de la
vida e intervenir para corregir anomalías, es decir, es capaz de resolver
problemáticas para beneficio de la población. Los pacientes de educación especial
tienen problemas oculares de distinta índole. Si no ven bien, en algunos casos,
alteran su proceso de aprendizaje, por lo que es deber del optometrista su
evaluación integral (Valera, 2007).

El síndrome de Asperger plantea un gran reto al sistema educativo.

Se trata de un trastorno que implica, no un retraso, sino una alteración, una


distorsión cualitativa del desarrollo. Afecta a lo más esencial de nuestra condición
humana: la habilidad para relacionarse, comunicar, conectarse emocionalmente
con otros, imaginar, adaptarse de forma flexible a la realidad… El funcionamiento
cognitivo y estilo de aprendizaje de estos niños es peculiar. Sus comportamientos
nos resultan muchas veces incomprensibles y corremos el riesgo de
malinterpretarlos, actuando indebidamente o sintiéndonos impotentes ante los
mismos.

¿Cómo educar a alumnos que presentan limitaciones importantes en la capacidad


de imitar, de identificarse con otro, de empatía, de comunicación, de
comprensión…, con una gran rigidez en sus comportamientos y en su
funcionamiento cognitivo y para los que las claves sociales pueden ser
irrelevantes?
Los recursos que empleamos habitualmente con otros niños pueden no sernos
útiles. Este trastorno exige formas de tratamiento que son, en gran medida,
específicas. A ellas vamos a acercarnos en esta monografía.

Sin embargo, esto requiere previamente una comprensión psicológica de su


naturaleza ya que, tanto los objetivos que nos planteemos en la escuela como los
principios que deben guiar nuestra actuación en la misma, derivan de esta
comprensión.
Como ha indicado Szatmari (2006), esta es la clave del éxito: “Cuando vemos
atrás procurando concretar cuáles son los ingredientes que aseguran un resultado
exitoso, no puedo dejar de reconocer, una y otra vez, la importancia de tener una
familia o un educador que comprende qué sucede dentro de la mente de un niño
con un trastorno de espectro autista”.

Factores neurobiológicos

Así lo confirman los estudios de neuroimagen más recientes que han encontrado
anomalías en varias regiones corticales y subcorticales. De hecho, más del 20%
de los niños con Síndrome de Asperger muestran macrocefalia y un elevado
porcentaje presenta además una disminución de las células de Purkinje en el
cerebelo, displasia en el tronco encefálico y en la oliva, señales de disgénesis
cortical y neuronas más pequeñas en el sistema límbico.
También se han encontrado cambios en la densidad sináptica, en las
minicolumnas de la corteza frontal de asociación y en la composición de los
receptores nicotínicos. Estas anomalías afectan los procesos de desarrollo
primario tales como la migración neuronal, la muerte celular programada, la
sinaptogénesis y la neurogénesis.

Asimismo, se han hallado diferencias sustanciales en las estructuras


bioquímicas del cerebro de los niños con Síndrome de Asperger, en
comparación con el cerebro de niños sanos. Por ejemplo, se ha apreciado una
concentración mayor de creatinina, fosfocreatinina y colina, moléculas que
participan en importantes funciones nerviosas como el metabolismo energético, la
densidad neuronal, el metabolismo de fosfatos y el intercambio de membranas.
Estos cambios afectan el funcionamiento ejecutivo del cerebro, sobre todo en los
aspectos relacionados con la comunicación, las habilidades sociales y el desarrollo
emocional.

Herencia y genética

Hoy se conoce que los genes juegan un papel importante en los trastornos
del espectro autista como el Síndrome de Asperger, mucho más que en
cualquier otra alteración de índole neuropsiquiátrica. De hecho, el grado de
heredabilidad es superior al 90% y las probabilidades de que el siguiente hermano
esté afectado por el trastorno son 50 veces mayores respecto al resto de la
población. Sin embargo, hasta el momento no se han podido identificar los
genes específicos involucrados en el Síndrome de Asperger, aunque se
conoce que se trata de un trastorno genéticamente complejo en el que
probablemente intervienen diversas mutaciones génicas.

Componente medioambiental

Otra de las hipótesis acerca de la etiología del Síndrome de Asperger indica


un componente medioambiental. Algunos científicos creen que el desarrollo
cerebral se modifica debido a la acción de sustancias tóxicas. Uno de los
sospechosos es el timerosal, una sustancia que se puede encontrar en los
dentífricos, en algunos medicamentos y en productos de limpieza. Se trata de un
tiosalicilato que contiene además, etilmercurio y, aunque se sabe que no tiene
transportadores hacia el cerebro y que se descompone con rapidez, muchos
expertos suponen que puede estar involucrado en el desarrollo del Síndrome de
Asperger.
Asimismo, existe evidencia de que la exposición a productos químicos como
la talidomida y el ácido valpróico puede desempeñar un rol importante en la
etiología del trastorno. De hecho, se ha encontrado que un 5% de los niños de
embarazadas expuestas a la talidomida presentan síntomas autistas, una
proporción que resulta casi 30 veces superior en comparación a los niños de las
madres que no se expusieron a esta sustancia. Sin embargo, también existen
muchos niños y madres que han estado expuestos a estos productos y no han
desarrollado el síndrome, lo que lleva a los expertos a suponer que los factores
medioambientales influyen en la aparición del Síndrome de Asperger pero no
resultan determinantes sino que son tan solo un factor desencadenante.

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