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Lectura 3.

Neorrealismo
Dougherty y Pfaltzgraff (1981). Teorías en pugna de las Relaciones
Internacionales, Harpers and Row, NY.

La tradicional realista ha suministrado una base abundante para la formación de lo


que comúnmente se denomina un enfoque realista de la Teorías de las Relaciones
Internacionales. El Neorrealismo se propone refinar y revigorizar el realismo clásico
desarrollando proposiciones basadas en la desagregación de variables
independientes y dependientes y en las que se denomina teorías clásicas en un
marco basado en un análisis comparativo.

La teorías neorrealista introduciría más rigor en las tradición realista, definiendo


conceptos caves de manera más clara y coherente y desarrollando una serie de
posiciones que pudieran estar sujetas a la comprobación empírica y la investigación.
El Neorrealismo ha abrazado un trabajo que se denomina realismo estructural ,
identificado con los recientes trabajos de Kenneth Waltz, tanto como el esfuerzo
implícito de remitirse a los trabajo de Hans Morgenthau por parte de Gottfried Karl
Kindermann. Para el Neorrealismo el poder sigue siendo una variable clave, si bien
existe menos como u fin en sí mismo que como un componente necesario en
inevitable de una relación política. Según Kindermann, “tanto como instrumento de
poder y de sanciones no agota la naturaleza de la ley, la naturaleza política no se ve
agitada refiriéndose al poder como su herramienta más importante”.
Por cierto, el enfoque Neorrealista representa un esfuerzo no sólo por tomar del
realismo clásico aquellos elementos de una teoría adecuada al mundo de fines del
siglo XX, sino por vincular conceptualmente otros esfuerzo teóricos de otras áreas que
la política también estudia. Así el realismo estructural de Kenneth Waltz se remite con
gran fuerza a las construcciones sistémicas y al Neorrealismo de la escuela de
Kindermann.
Tiene como base una constelación o configuración que consiste en “un sistema de
interacción: relaciones sociales entre Estados y otros sistemas de acción de la
política internacional en un momento dado o dentro de una periodo definido de la
historia pasad y presente”.
Este enfoque neorrealista contiene como categorías de investigación independientes:
1) sistema y decisión (liderazgo), 2) interés y poder, 3) percepción y realidad, 4)
cooperación y conflicto (estrategias de comportamiento), y 5) norma o ventaja. Así el
Neorrealismo plantea la existencia de un sistema internacional consistente en
elementos interactivos que deben ser estudiados por referencia a conceptos derivados
de la teoría clásica realista, pero también basados en variables tomadas de un análisis
comparativo entre diferentes culturas políticas.
Citando la descripción de Kindermann. “El Neorrealismo, en otras palabras, procede
del supuesto de que existe un grado mucho más alto de cooperación concreta y cuasi
institucionalizada entre diferentes disciplinas, y cuyo conocimiento es necesario antes
de que se pueda hacer un avance esencial en nuestra capacidad de analizar y, si es
posible, predecir procesos de acción política de los sistemas tan complejos como el
estado-nación y sus subsistemas esenciales”
Si la naturaleza defectuosa del hombre conforma el punto de partida crucial para el
análisis realista de los clásicos (desde A.C hasta inicios del siglo XX), el punto de
partida para el análisis neorrealista (1970) será la naturaleza y estructura del sistema
internacional, pero planteado de una forma diferente al realismo clásico. De esta
forma la estructura es la que configura las relaciones políticas que tienen lugar entre
sus miembros. Para el realismo estructural, la política internacional es más que la
suma de la política exteriores de los Estados y el equilibrio externo de otros agente del
sistema.
Así, Waltz insta a un enfoque neorrealista basado en relaciones moduladas entre los
agentes que integran un sistema anárquico ya que a diferencia del realismo clásico, el
neorrealismo estructural hace énfasis en aquellos rasgos de la estructura que
moldean el comportamiento de los componentes entre sí, la estructura como elemento
central de su exposición es definida como la forma en que las partes simplemente se
disponen y puede tener una connotación geográfica, económica, política, etc.
Según Waltz, en la política interna existe una relación jerárquica en la cual la unidades
mantienen una diferenciación formal entre sí por referencia a su grado de autoridad o
la función que desempeñan. Por contraste en la política internacional carece de
instituciones gubernamentales comparables a la internas, por lo que los agentes
mantienen una relación horizontal entre sí, en la que cada Estado aparece
formalmente igual al otro (soberanía).
Waltz define la estructura por el principio jerárquico – anárquico por el cual está
organizada, más aún, por la especificación de las funciones de sus unidades estatales.
Finalmente, la estructura está definida por la distribución de capacidades entre las
unidades, incluso, por ejemplo, por el nivel hasta el cual los agentes son similares o
ampliamente diferentes entre sí, es decir, la capacidad se define como aquello que
poseen para distinguirse o diferenciarse unos de otros. Al mantenerse fiel al realismo
clásico, Waltz trata a los Estados “como agentes unitarios que como máximo, intentan
la dominación universal” y en consecuencia es necesario apuntar a una necesaria
emergencia por lograr el equilibrio de poder.
El foco del realismo estructural es la disposición de partes del sistema internacional
respecto de las otras. “El concepto de estructura se basa en el hecho de unidades
yuxtapuestas, que combinadas de forma diferente se comportan de manera distinta, y
al interactuar producen también resultados diferentes.
Resulta básico para un sistema anárquico, debido a la integración de su estructura, la
necesidad de que las unidades estatales o miembros confíen en cualquier medio o
arreglo que puedan generar con el fin de asegurar la supervivencia y reforzar la
seguridad, esto debido a la existencia del principio del propio interés nacional (Self
Help), según el cual los Estados buscan siempre uno o los dos fines como cursos
básico de acción definiendo así la estructura como una variable que se define por el
comportamiento de los actores que la integran, en esencia los Estados.
Realismo, sus contribuciones y limitaciones.

Ningún enfoque teórico de estudio de las Relaciones Internacionales carece de


críticos. El realismo despertó críticas en parte a la audacia con la cual sus defensores
afirmaron supuestos acerca del comportamiento político, tanto como a los supuestos y
propuestas políticas surgidas de los actores internacionales. Si bien cada teórico
tienen defensores y críticos, la siguiente crítica se refiere precisamente a conceptos
compartidos por más de uno, pero no necesariamente por todos los analizados en
este capítulo.
Fundamental en la crítica al realismo fue el cuestionamiento , rechazo o modificación
del paradigma tradicional de las relaciones internacionales en la cual se basaba el
realismo en su formulación clásica: La política definida como una lucha de poder en
un sistema centrado en Estados y basado en los agentes cuyas disputas exteriores
podían separarse claramente de la política interna (Guerra Fría), había dado paso
para los años 60 a un paradigma o modelo más nuevo y complejo del sistema
internacional. En lugar del paradigma realista eurocéntrico, apareció un sistema
internacional global en su alcance y que contenía un número de Estados y agentes no
estatales sin precedentes. En la medida en que la política interna conforma la política
exterior del Estado, la separación supuestamente clara que había definido el realismo
se volvió borrosa, y se produjo entonces un cambio en esta relación-definición. Según
John A. Vázquez:

“Las explicaciones de la real politik no suministra una teoría de la política mundial,


sino que simplemente dan una imagen que los encargados de tomar decisiones
puede tener del mundo. La política de la fuerza no es tanto una explicación como
la descripción de un tipo de comportamiento que se encuentra en el sistema
político global. Si esto es correcto, entonces la política de la fuerza en sí misma
debe ser explicada, no es ella la que explica.”

Reflexionando sobre otra investigación de los años setenta sobre su propio esfuerzo
por probar disposiciones derivadas de la teoría realista. Vázquez llegó a la conclusión
de que aquellas que están basadas en supuestos realistas no funcionan tan bien
como aquellas que rechazan los supuestos realistas.
Por varios motivos, el concepto de “interés nacional” ha sido objetos de críticas.
Según una de ellas, “el interés nacional es un criterio necesario de la política, es obvio
e iluminador, ningún hombre afirmaría con seriedad que la política exterior debe ser
conducida en oposición a él o desestimándolo, pero es difícil darle sentido operativo al
concepto de interés nacional. A menudo los críticos están cautivos de las políticas de
sus predecesores debido a que interpretan el interés nacional como resultado de su
conformación cultural, sus valores y los datos que tienen a su disposición como
encargados de tomar decisiones. Según Stanley Hoffman:
“La concepción de un interés nacional objetivo y fácilmente reconocible, la guía
confiable y el criterio de la política nacional, tiene sentido solamente en un
periodo estable en el cual los participantes juegan por fines limitados, con
métodos limitados y sin observadores externos que perturben sus movimientos
de juego. En un periodo en que la sobrevivencia de los Estados está en juego en
mayor medida que en tiempos anteriores, los cursos de acción más divergentes
pueden recomendarse como elecciones válidas para la sobrevivencia. Por lo
general objetivos menos urgentes como el prestigio, o un incremento de poder en
una zona limitada, se suelen vincular con los temas de supervivencia dando
argumentos superficiales con el pretexto de proteger la jerarquía de un objetivo
nacional…”

Por lo tanto, en ausencia de un estudio de base empírica, es difícil determinar qué


significa el “interés nacional” en cualquier momento específico.
Entre los puntos centrales del análisis realista existe un esfuerzo por reformular y
redefinir el concepto de interés nacional para abarcar un cálculo percibido de
beneficios y pérdidas de acuerdo con metas alternativas planeadas para el Estado.
El Neorrealismo y específicamente el realismo estructural se han encontrado con
muchas críticas, incluido un supuesto desdén por la historia como proceso que está
sufriendo constantemente redefiniciones, según las cuales los individuos atribuyen a
la configuración de cada era sucesiva.
A pesar de las críticas, el realismo se ubica como el intento más importante hasta el
momento por aislar y centrarse en una variables clave del comportamiento político (el
poder), y por desarrollar una teoría de las Relaciones Internacionales. Aunque solo
sea como consecuencia de haber establecido sus premisas de forma tan audaz, el
realismo ha pintado un paisaje teórico.
El neorrealismo propone que los políticos se comprometen en esfuerzos internos para
aumentar sus capacidades políticas, militares, económicas y por desarrollar
estrategias eficaces. De igual manera emprenden intentos externos por alinearse o
realinearse con otros agentes configurando nuevos modelos de acción que tendrán
lugar incluidos los estados alineados y los opuestos entre sí, como parte de una nueva
forma de equilibrio mundial.
En la estructura anárquicas, todas las unidades enfrentan la necesidad mínima o
funcional de seguridad. Si bien hay amplias variaciones entre sus respectivas
capacidades, son precisamente estas diferencias entre los Estados y los medios que
poseen para la seguridad las que representan la característica distintiva y principal
que separa a un Estado de otro.
En opinión de Waltz, los sistemas internacionales están transfigurados por cambios en
la distribución de capacidades entre sus unidades. Tanto como la estructura cambia,
también los modelos de interacción entre sus miembros y los resultados que puedan
esperar de esas interacciones. Si bien las capacidades constituyen los atributos
centrales de la unidades, su distribución entre las diversas unidades forma la
característica definitoria de la estructura del sistema, y en este caso, del realismo
estructural. En suma, resulta central para el realismo estructural y especialmente para
el enfoque desarrollado por Waltz, la afirmación de que sólo es una transformación
estructural puede alterar la naturaleza anárquica del sistema internacional.
Si según Waltz, la estructura define el arreglo de las partes del sistema internacional
debido a que las estructuras emergen de la coexistencia de las unidades políticas
primordiales de cada época (ciudades-estado, Imperios, reinos, etc.) ¿qué o cómo
define el cambio de la estructura?. El autor no responde la pregunta de cómo y porqué
tales unidades llegan a existir en un momento dado, pues ese hecho es materia de la
historia de las unidades, es decir que el realismo de Waltz no se aproxima a la teoría
de las relaciones internacionales de una forma abarcadora porque esta requeriría un a
teoría de la política interna porque tanto las unidades configuran la estructura del
sistema, como la estructura afecta la unidades. Lo único que afirma el autor es que los
cambios en los sistemas se originan en sus partes. Las fuerzas internas de la
unidades configuran la posibilidad de cambio sistémico.

Otro análisis neorrealista contemporáneo tiene como centro de atención el cambio en


el nivel internacional basado en una reinterpretación de la teoría realista clásica.
Según Robert Guilpin, los Estados se comprometen en cálculos de costo-beneficio
acerca de cursos alternativos de acción a su disposición. En la medida que los
beneficios anticipados excedan los costos, es probable que los Estados intenten hacer
cambios en el sistema. A este respecto Guilpin intentar refinar el supuesto de
racionalidad contenidos en la teoría clásica realista. En la formulación de Guilpin , un
Estado intentará cambiar el sistema internacional a través de una expansión territorial,
política o económica hasta que los costos marginales del cambio adicional se vuelvan
iguales o excedan los costos marginales. Un sistema internacional está en condición
de equilibrio en la medida en que sus agentes principales estén satisfechos con el
statu quo territorial, política y económico. Se reconoce que todo Estado o grupo del
sistema podría beneficiarse con alguna forma de cambio, en consecuencia los costos
de cambiar forman las barreras principales de la acción perturbadora o
desestabilizadora.
La distribución de poder representa los medios principales para controlar el
comportamiento de los Estados. Los Estados dominantes mantienen una red de
relaciones dentro del sistema para este fin. El decidir sobre las políticas exteriores que
producirán cambios en el sistema internacional, sugiere Guilpin, los Estados
generalmente hacen transacciones entre varios objetivos. No intentan lograr una
meta al costo de todas las demás, por el contrario, se comprometen en un “enfoque
de satisfacción” diseñado para lograr diversas combinaciones de resultados deseados.
Históricamente los Estados han tenido como su meta la conquista de territorio que
antes de la Revolución Industrial y el advenimiento de la tecnología avanzada
representa el medio principal para reforzar la seguridad o la riqueza. Más aún, los
Estos luchan por aumentar sus influencias en otros por medio de amenazas, coerción,
alianzas y esferas de influencia. Finalmente, una meta cada vez más importante de
los Estados reside en la extensión de la influencia en la economía global. Al
mantenerse fieles al “principio de satisfacción” , de ninguna manera las submetas son
mutuamente excluyentes. Entre los objetivos de los Estados, afirma Guilpin, aquellos
que se consideran más importantes están definidos como intereses vitales, en cuya
persecución el Estado está dispuesto a ir a la guerra.
Se dice que los sistemas internacionales sufren esencialmente tres tipos de cambios:
Primero y de importancia fundamental es una alteración en la naturaleza de los
agentes o de los tipos de entidad – imperios, estados u otras unidades- que
configuran un sistema internacional particular, que Guilpin denomina cambio de
sistemas. Los ejemplos incluyen el surgimiento y declinación de la Ciudad Estado
griega, el sistema de Estados europeo medieval, y la emergencia del sistema de
Estados nucleares que llevan a la época presente. ¿Cuáles son, se pregunta, los
factores sociopolíticos, económicos y tecnológicos particulares que dan origen al
marco organizativo con el cual los grupos o individuos hacen prosperar sus intereses?.
Un sistema cambia en la medida que la relación consto-beneficio de ser miembros del
sistema existente se altera.
Una segunda dimensión del cambio tienen su centro no en el sistema mismo, sino por
el contrario, en los componentes dentro de los cuales el cambio tiene lugar. Todos los
sistemas internacionales están caracterizados por el surgimiento y caída de Estados
poderosos que configura modelos de interacciones internacionales y establece reglas
por las cuales el sistema opera. Así, la distribución de poder dentro del sistema se
altera. Aquí, el énfasis se ponen no en el surgimiento y caída de los sistemas
internacionales, sino por el contrario en el crecimiento y declinación de sus elementos
constitutivos, es decir, las grandes o menores potencias y, en especial el reemplazo
de una entidad dominante por otro agente similar.
Mientras que la teoría realista clásica se deriva en gran medida del sistema de
Estados europeo, un estudio comparativo de los sistemas anteriores y no occidentales,
produciría una comprensión de cómo y por qué tiene lugar un cambio sistémico.
Finalmente, el tercer elemento de esta teoría neorrealista de cambio tiene su centro
de interés en la naturaleza de las interacciones políticas, económicas o socioculturales
de sus miembros. En suma, el estudio del cambio abarca el sistema mismo, sus
elementos constitutivos y el proceso interactivo entre ellos.
La propensión de los Estados u otros agentes a buscar extender su control territorial,
su influencia política y dominación económica se dice que está en función de su
poder. Semejante proceso, según Guilpin, continúa hasta que los costos marginales
de cambio mayor, igualan o exceden los beneficios marginales. En la medida en que
crecen el tamaño del Estado y el alcance de su control, eventualmente llega un
omento en que el consto de la expansión relativa a los beneficios derivados limita la
capacidad de control y de ulterior expansión. Se dice que en un sistema en el cual el
costo de expansión iguala o excede los beneficios percibidos está en equilibrio. De
igual forma, el equilibrio una vez que se alcanza, en sí mismo está sujeto a cambio,
dado que hay una tendencia a que los costos económicos de mantener el statu quo
aumenten más rápido que la capacidad económica de apoyarlo.
En consecuencia, el desequilibrio representa una brecha entre las unidades del
sistema internacional y la capacidad de los Estados dominantes de mantener el
sistema existente. Tal es la condición que tiene como resultado la declinación de un
agente principal, un fenómeno que puede observarse históricamente, en los Imperios
romano, bizantino, chino y británico en ápocas sucesivas. En lugar de ese agente
dominante, eventualmente surge un nuevo equilibrio que refleja la distribución alterada
de poder. En la medida en que crece su poder relativo, un Estados en surgimiento
intenta extender su control territorial y aumentar su influencia, generalmente a
expensas de la potencia dominante pero en decadencia.
La potencia en declinación tienen en esencia varias opciones: tratar de aumentar sus
capacidades para equipararse a la unidad en surgimiento; reducir los compromisos y
así acceder graciosamente a las circunstancias alteradas; entrar en alianzas u otros
acuerdos con otras potencias; o hacer concesiones a la potencias en surgimiento. Sin
embargo, Guilpin sugiere que los medios principales por los cuales el tema del
desequilibrio ha sido resuelto a lo largo de la historia, ha sido otra redistribución de
poder entre los vencedores y los vencidos.
Así, la política internacional consiste en fuerzas que llevan al conflicto o a la
acomodación en una sucesión de sistemas internacionales marcados por el cambio.
“En última instancia, concluye Guilpin: La política todavía puede ser caracterizada
como lo era por Tucídides: el interjuego de fuerzas impersonales y grandes líderes. La
política mundial todavía se caracteriza por la luchas de la entidades políticas en el
poder, el prestigio y la riqueza en una coalición de anarquía global. Las armas
nucleares no han vuelto carente de importancia el recurrir a la fuerza; la
interdependencia económica no garantiza que la cooperación triunfe sobre el conflicto;
una comunidad global de valores en apariencia comunes, todavía tiene que desplazar
a la anarquía internacional.

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