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CERVANTES (US)

CERVANTES

ESCOBAR, FRANCISCO 12-13


Miguel de Cervantes y el “Quijote”

a) Vida: nació Miguel de Cervantes en 1547 en Alcalá de Henares en el seno de una familia de
vida azarosa y deambulante. Esta vida itinerante se ha relacionado con su origen converso. En 1570
marcha a Italia, donde quedará impresionado por su arte, su literatura y vida. Participó como soldado
en la batalla de Lepanto y fue militar en diversos lugares italianos. A su regreso a España en 1575 es
apresado y conducido a Argel, donde permanecerá cautivo durante cinco años y donde descubre una
nueva civilización, lo que acentúa su espíritu tolerante. Tal vez durante su cautiverio empezaron a
fraguarse sus novelas.

Rescatado, vuelve a España. Escribe “La Galatea”, que publica en 1585. Las dificultades económicas
propias y de su familia le obligan a escribir obras de teatro. Por esos años se casa con Catalina de
Salazar, natural de Esquivias, donde vivirá tres años. En 1587 marcha de allí, deja a su mujer e inicia
un período de estancia en Andalucía como recaudador de impuestos para la Armada Invencible. Es
excomulgado dos veces y encarcelado otras dos. Probablemente en su última estancia en la cárcel de
Sevilla, escribió parte del Quijote.

Mientras se publica la primera parte de su novela, que tendrá un gran éxito, marcha a vivir a
Valladolid, donde residía la corte, en compañía de su mujer, su hija, sus dos hermanas, etc. Allí
vuelve a conocer la prisión en compañía de su familia por un oscuro asunto. Sus años finales en
Madrid también se complican por problemas familiares y por dificultades económicas. Sin embargo,
prosigue con su tarea de escritor y es en estos últimos años de su vida cuando publica la mayor parte
de sus obras. Murió en Madrid el 23 de abril de 1616.

2.

b) Cervantes, poeta y dramaturgo: debió de escribir bastantes poemas, pero muchos se han perdido.
Sólo publicó una obra en verso, “El viaje del Parnaso” (1614). En ella presenta en conflicto a los
buenos y malos escritores y es interesante por los juicios literarios que vierte y por las referencias
autobiográficas. Es muy conocido su soneto “Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla” (“Voto a dios
que me espanta esta grandeza/ y que diera un doblón por describilla…”). En general, como poeta,
Cervantes es un escritor culto empapado de la tradición clásica e italiana.

Escribió Cervantes numerosas obras teatrales, de las que conservamos más de una decena, a las que
hay que sumar los ocho entremeses que hoy conocemos.

Sus comedias, de diversos temas, siguen las normas clásicas de verosimilitud y respeto a las reglas,
pero incorporan los elementos nuevos con los que Lope de Vega rompería los moldes dramáticos
clásicos. Algunas de sus comedias son: “Los baños de Argel”, “Pedro de Urdemalas”, “El rufián
dichoso”, etc. Notable es su única tragedia conocida: “La Numancia”.

Muy interesantes son sus entremeses. Partiendo de Lope de Rueda, Cervantes dota de mayor
complejidad psicológica a los personajes característicos del entremés. Así, hay personajes que
desaparecen o pierden importancia (la negra, el barbero, el vizcaíno), pero dignifica al simple o al
bobo.

Son los entremeses cervantinos un certero retrato de las clases populares de la época. Entre los más
famosos figuran: “El retablo de las maravillas”, “La elección de los alcaldes de Daganzo”, “la cueva
de Salamanca”, etc.

3.

c) Cervantes, novelista: es en el campo de la novela donde la figura de Cervantes descuella


especialmente. Su tarea como narrador le llevó a experimentar con la mayor parte de los géneros
narrativos previos, en otras palabras, todas las fórmulas narrativas del siglo XVI son ensayadas
por Cervantes: “La Galatea” es un libro pastoril; el Quijote es, a su modo, un libro de caballerías;
las “Novelas ejemplares” parten del molde de las novelas cortas italianas, pero también se utilizan
en ellas elementos de las novelas pastoriles, picarescas, bizantinas… “Los trabajos de Persiles y
Sigismunda” es una novela de aventuras o bizantina. En el mismo “Quijote” están presentes relatos
pastoriles, de tema morisco, narraciones sentimentales, etc.

No obstante, Cervantes no se limita a crear todo el acervo literario de su tiempo, sino que acierta a
convertir su cultura libresca en materia viva, lo que hace que sean fundamentales en su propia obra las
relaciones entre vida y literatura.

Su primer novela fue “La Galatea” (1585), que sigue la estela de libros pastoriles, pero que también
contiene, como es habitual en las novelas de Cervantes, digresiones de crítica literaria, juicios
teóricos, etc. Su última novela, “Los trabajos de Persiles y Sigismunda”, publicada póstumamente en
1617, también sigue un molde narrativo conocido, el de la novela bizantina o de aventuras.

Si no hubiera escrito el “Quijote”, es muy posible que Cervantes hubiera pasado a la historia literaria
como el autor de las “Novelas ejemplares”. Esta colección de doce relatos cortos fue publicada en
1613. En su prólogo dice el autor que con ellas es “el primero que ha novelado en lengua castellana”.
Esto es cierto si entendemos “novela” en el sentido de relato corto, que es el que tiene el vocablo en
lengua italiana. Aunque ha habido algunos intentos

4.

anteriores, Cervantes es el primero que compone estos relatos al modo italiano con argumentos
originales. El adjetivo “ejemplares” del título expresa su conexión con el género de los “exempla”
medievales: se trata de presentar un ejemplo del que extraer una lección o moraleja, aunque no en
todas estas novelitas es posible extraer esta ejemplaridad. Tal vez, Cervantes emplea el término
“ejemplares” en el sentido ético y estético, como modelos de creación literaria. La variedad es un
rasgo de este conjunto de narraciones. Pese a ello, suele agrupárselas en dos conjuntos: en uno
dominaría el tratamiento realista de personajes y ambientes, en tanto que otras se caracterizarían por
un tono marcadamente idealista. Serían novelas realistas: “Rinconete y Cortadillo”, “El licenciado
Vidriera”, “El celoso extremeño” y “El coloquio de los perros”. Idealistas podrían considerarse: “El
amante liberal”, “La española inglesa”, “La fuerza de la sangre”, “La señora Cornelia”. Combinan
rasgos de ambos grupos las dos restantes: “La gitanilla” y “La ilustre fregona”.

d) El “Quijote”:

-Génesis: El “Quijote” es la obra maestra de Cervantes. Consta de dos partes. La primera se publicó
en 1605 y la segunda diez años después, en 1615. Estas dos partes son bastante diferentes: la primera
es más espontánea, parece escrita sobre la marcha y contiene diversidad de elementos; la segunda, sin
embargo, está mucho más pensada y responde a un plan bien trazado. No obstante, ambas muestran
cierto paralelismo estructural: tras unos capítulos iniciales introductorios, al protagonista le suceden
ininterrumpidamente una serie de aventuras; hacia la mitad de ambas partes, el continuo deambular
del protagonista se detiene, en la venta en la primera parte y en casa de los duques en la

5.

segunda, en donde suceden hechos muy diversos, todos con un marcado cariz literario; el final ambas
partes también es simétrico: desengañado y derrotado, don Quijote regresa a casa. Antes del final, la
segunda parte contiene varios capítulos en los que Cervantes responde a la publicación del “Quijote”
de Avellaneda.
Esta continuación apócrifa de la novela se publicó en 1614, firmada por un tal Alonso Fernández
de Avellaneda, seudónimo quizá de Gerónimo de Pasamonte, autor de la época a quien Cervantes
toma como modelo para el personaje Ginés de Pasamonte, el galeote liberado por don Quijote. Este
“Quijote” apócrifo, literariamente muy inferior al cervantino, es muy interesante porque revela la
indignación que la publicación de la primera parte del cervantino habría causado al círculo de Lope de
Vega, cuyas comedias son satirizadas por Cervantes.

-Los personajes: dos son los personajes centrales de la gran novela cervantina: don Quijote y
Sancho Panza. Don Quijote, Alonso Quijano, es un modesto hidalgo de un pueblo manchego
que, loco, debido a la lectura de libros de caballerías, decide convertirse él mismo en caballero
andante. Su extraña y anacrónica figura en la España de comienzos del XVII hace de él un personaje
fundamentalmente cómico. Sin embargo, el diseño de su figura es muy complejo: fuera de su peculiar
locura caballeresca, muestra buen juicio y expone atinadas opiniones sobre muy diversos asuntos,
incluidos los literarios. Rasgo esencial de su carácter es la pertinaz defensa de sus ideas, incluidas las
que proceden de su extraña locura, lo que hace que continuamente sea vapuleado por la realidad.

Sancho Panza es el escudero que en los libros de caballerías acompañaba al protagonista. No


obstante, en su elaboración Cervantes sintetiza, además, muchas características de tipos

6.

folclóricos y literarios muy próximos, como el simple, el bufón, e rústico, el bobo, el enano, el
gracioso, el pícaro o el criado. Pero Sancho es un personaje más complejo, pues, a partir de un modelo
literario folclórico previo, crece y sobrepasa su original función cómica.

Característica de los dos protagonistas sería la transferencia de rasgos del uno al otro. Y, por ello,
se ha hablado de la “quijotización” de Sancho y de la “sanchificación” de don Quijote. Sin embargo,
ambos mantienen a lo largo de toda la obra sus rasgos básicos iniciales. Además, todos los personajes
se ven, en buena medida, influidos por los rasgos de los demás: la locura de don Quijote contagia a
los duques, que se comportan de modo insensato, o a Sansón Carrasco, bachiller del pueblo de Alonso
Quijano, que también se disfraza de caballero andante; las ilusiones de Sancho se desplazan a su
mujer, Teresa, etc.

-Intención y sentido: el propósito explícito del “Quijote” es, sin duda, la parodia burlesca de
los libros de caballerías. De hecho, fue leído en los siglos XVII y XVIII como un libro cómico.
Sin embargo, desde el Romanticismo hasta hoy los lectores de la novela tienden a apreciar en el
protagonista su ansia de libertad, su valor, su fe en la justicia, su amor absoluto hacia Dulcinea,
la dama que él mismo inventa. La novela sería, entonces, una defensa del ideal en un mundo en
el que los grandes ideales han perdido su sentido. Estas dos interpretaciones -libro cómico/libro
romántico- son probablemente insuficientes, pues, por una parte, Cervantes era hijo de su tiempo
y en absoluto propone una visión romántica del mundo y, por otra parte, tampoco la comicidad
parece explica la novela, pues la literatura caballeresca se encontraba ya en aquellos años muy
desacreditada intelectualmente y no tendría sentido componer una obra tan ambiciosa como el
“Quijote” simplemente para parodiarla.

7.

La naturaleza de la locura del protagonista acaba por hacer patético al personaje y termina por
producir la compasión del lector. Además de una novela de humor y de plantear ideas de alcance
universal, el “Quijote” es también, primordialmente, un libro de crítica y teoría literaria y un notable
fresco de la vida española de su tiempo.

En la obra cervantina los personajes hablan constantemente de literatura y en ella se vierten los
más diversos juicios sobre los géneros literarios en boga en el XVI. Además, la propia novela es
un ejercicio de experimentación literaria, pues en ella se encuentran relatos pastoriles, moriscos,
cortesanos, poemas, diálogos, etc.

La novela es también un retrato social: por sus páginas desfilan encumbrados nobles poseedores de
títulos, hidalgos o escuderos que anhelan recuperar una posición social digna, labradores ricos míseros
labriegos, unidos en su afán de medro y ascenso social, moriscos perseguidos, etc. Alonso Quijano
retrata uno de esos hidalgos manchegos que, ante la hostilidad de los villanos y el desdén de la alta
nobleza, desean ascender socialmente. Es esa vida triste y mediocre que se nos descubre en el capítulo
I la que empuja al hidalgo a huir de la aldea y a tratar de cambiar de vida. Con absoluta lógica, sus
desvaríos se relacionan con los libros de caballerías, que le ofrecen la imagen más perfecta de su
esplendor pasado. Ello explicaría la opinión adversa hacia la novela de los nobles encumbrados.

Sancho Panza, por su parte, responde también a la perfección del labriego pobre que ansía prosperar
y cuya mezcla de la agudeza y estupidez, ingenio e ignorancia, se aviene bien con el carácter y
temperamento de los campesinos de aquella época. Ambos personajes serían un reflejo abreviado de
aquella sociedad.

8.

Cervantes estaría parodiando la ilusión caballeresca y pastoril, la utopía humanista típica del XVI,
que es ya una respuesta inútil a los problemas de la España del momento. La lección final sería, pues,
comprender, en conocida expresión cervantina, que cada uno es hijo de sus obras y vale tanto cuanto
valgan ellas.

-Lenguaje y estilo: el lenguaje del “Quijote” es un acabado resumen de la variedad de estilos del
Renacimiento: el estilo elevado, el habla de la parodia burlesca, el habla culta, el habla popular, todo
ello conforme a la situación social de los personajes. Es significativa la presencia de recursos propios
de la tradición oral: dualidad de narradores, ambivalencia del léxico, las sonoridades, los ritmos, el
uso de apóstrofes, la dramatización del relato, los juegos equívocos, la atención a las inflexiones de
voz, las técnicas de puesta en escena, los incisos y digresiones del narrador…

De esta forma, Cervantes contribuye a gestar un nuevo lector entendido y cómplice, a quien dirige
prólogos y preliminares que reclaman su connivencia, que se deja llevar, pero no engañar, por tantos
embaucadores cervantinos maestros en el arte de hablar, como Vidriera y Berganza en las “Novelas
ejemplares” o, en el “Quijote”, Maese Pedro y el mismo Cide Hamete Benengeli, el ficticio y burlón
narrador arábigo que, supuestamente, escribe toda la novela. Estamos ya ante la creación del lector
moderno: un lector escéptico que erigirá la duda como sistema.

ANTOLOGÍA DE TEXTOS: EL “QUIJOTE”, DE MIGUEL DE CERVANTES.

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EL “QUIJOTE”, de Miguel de Cervantes. (Selección)

Capítulo Primero: Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la
Mancha

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un
hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo
más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes,
algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della
concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días
de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los
cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba
el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de
complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir
que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que
deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana.
Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la
verdad.

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año,
se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio
de la caza, y aun la administración de su hacienda. Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto,
que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y
así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; …/…

2.

En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en
claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de
manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así
de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas
y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella
máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más
cierta en el mundo. …/…

En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el
mundo; y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el
servicio de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo
a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes
se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde,
acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.

Capítulo XI: De lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros

Fue recogido de los cabreros con buen ánimo; y, habiendo Sancho, lo mejor que pudo, acomodado
a Rocinante y a su jumento, se fue tras el olor que despedían de sí ciertos tasajos de cabra que
hirviendo al fuego en un caldero estaban; y, aunque él quisiera en aquel mesmo punto ver si estaban
en sazón de trasladarlos del caldero al estómago, lo dejó de hacer, porque los cabreros los quitaron
del fuego, y, tendiendo por el suelo unas pieles de ovejas, aderezaron con mucha priesa su rústica
mesa y convidaron a los dos, con muestras de muy buena voluntad, con lo que tenían. Sentáronse a la
redonda de las pieles seis dellos, que eran los que en la majada había, habiendo primero con groseras
ceremonias

3.

rogado a don Quijote que se sentase sobre un dornajo que vuelto del revés le pusieron. Sentóse don
Quijote, y quedábase Sancho en pie para servirle la copa, que era hecha de cuerno. Viéndole en pie su
amo, le dijo:

-Porque veas, Sancho, el bien que en sí encierra la andante caballería, y cuán a pique están los que en
cualquiera ministerio della se ejercitan de venir brevemente a ser honrados y estimados del mundo,
quiero que aquí a mi lado y en compañía desta buena gente te sientes, y que seas una mesma cosa
conmigo, que soy tu amo y natural señor; que comas en mi plato y bebas por donde yo bebiere;
porque de la caballería andante se puede decir lo mesmo que del amor se dice: que todas las cosas
iguala.

-¡Gran merced! -dijo Sancho-; pero sé decir a vuestra merced que, como yo tuviese bien de comer, tan
bien y mejor me lo comería en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador. Y aun, si va a
decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón, sin melindres ni respetos, aunque sea
pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco,
limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la
libertad traen consigo. …/…

No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de caballeros andantes, y no hacían otra
cosa que comer y callar, y mirar a sus huéspedes, que, con mucho donaire y gana, embaulaban tasajo
como el puño. …/…

Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano, y,
mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones:

-Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no
porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella
venturosa sin fatiga

4.

alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran
en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario
sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente
les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en
magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. …/…

Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del
corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada,
ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a
los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle
en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester
para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no eran sus
adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda
encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan
pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones
que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma
simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo
de palabras para encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad
y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del
favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no
se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese
juzgado.

5.

Capítulo XLVII: Del extraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros
famosos sucesos

-Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república estos que
llaman libros de caballerías y, aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, casi el principio de
todos los más que hay impresos, jamás me he podido acomodar a leer ninguno del principio al cabo,
porque me parece que, cuál más, cuál menos, todos ellos son una mesma cosa, y no tiene más éste
que aquél, ni estotro que el otro. Y, según a mí me parece, este género de escritura y composición
cae debajo de aquel de las fábulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados, que atienden
solamente a deleitar, y no a enseñar: al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas, que deleitan y
enseñan juntamente. Y, puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar, no sé yo
cómo puedan conseguirle, yendo llenos de tantos y tan desaforados disparates; que el deleite que en
el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que vee o contempla en las cosas que la
vista o la imaginación le ponen delante; y toda cosa que tiene en sí fealdad y descompostura no nos
puede causar contento alguno. …/…

Y, si a esto se me respondiese que los que tales libros componen los escriben como cosas de
mentira, y que así, no están obligados a mirar en delicadezas ni verdades, responderles hía yo que
tanto la mentira es mejor cuanto más parece verdadera, y tanto más agrada cuanto tiene más de lo
dudoso y posible. Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren,
escribiéndose de suerte que, facilitando los imposibles, allanando las grandezas, suspendiendo los
ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden a un mismo paso la
admiración y la alegría juntas; y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y
de la imitación, en quien consiste la perfeción de lo que se escribe. No he visto ningún

6.

libro de caballerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miembros, de manera que el
medio corresponda al principio, y el fin al principio y al medio; sino que los componen con tantos
miembros, que más parece que llevan intención a formar una quimera o un monstruo que a hacer una
figura proporcionada. Fuera desto, son en el estilo duros; en las hazañas, increíbles; en los amores,
lascivos; en las cortesías, mal mirados; largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en
los viajes, y, finalmente, ajenos de todo discreto artificio, y por esto dignos de ser desterrados de la
república cristiana, como a gente inútil.

El cura le estuvo escuchando con grande atención, y parecióle hombre de buen entendimiento, y
que tenía razón en cuanto decía; y así, le dijo que, por ser él de su mesma opinión y tener ojeriza a
los libros de caballerías, había quemado todos los de don Quijote, que eran muchos. Y contóle el
escrutinio que dellos había hecho, y los que había condenado al fuego y dejado con vida, de que no
poco se rió el canónigo …/…

Capítulo XLVIII: Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras
cosas dignas de su ingenio:

-Así es como vuestra merced dice, señor canónigo -dijo el cura-, y por esta causa son más dignos de
reprehensión los que hasta aquí han compuesto semejantes libros sin tener advertencia a ningún buen
discurso, ni al arte y reglas por donde pudieran guiarse y hacerse famosos en prosa, como lo son en
verso los dos príncipes de la poesía griega y latina.

-Yo, a lo menos -replicó el canónigo-, he tenido cierta tentación de hacer un libro de caballerías,
guardando en él todos los puntos que he significado; …/… Pero lo que más me le quitó de las manos,
y aun

7.

del pensamiento, de acabarle, fue un argumento que hice conmigo mesmo, sacado de las comedias
que ahora se representa, diciendo: ''Si estas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historia,
todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza, y, con todo eso, el
vulgo las oye con gusto, y las tiene y las aprueba por buenas, estando tan lejos de serlo, y los autores
que las componen y los actores que las representan dicen que así han de ser, porque así las quiere el
vulgo, y no de otra manera; y que las que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide, no sirven
sino para cuatro discretos que las entienden, y todos los demás se quedan ayunos de entender su
artificio, y que a ellos les está mejor ganar de comer con los muchos, que no opinión con los pocos,
…/…

-En materia ha tocado vuestra merced, señor canónigo -dijo a esta sazón el cura-, que ha despertado
en mí un antiguo rancor que tengo con las comedias que agora se usan, tal, que iguala al que tengo
con los libros de caballerías; porque, habiendo de ser la comedia, según le parece a Tulio, espejo de
la vida humana, ejemplo de las costumbres y imagen de la verdad, las que ahora se representan son
espejos de disparates, ejemplos de necedades e imágenes de lascivia.

Capítulo XLII: De los consejos que dio don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar
la ínsula, con otras cosas bien consideradas:

-Así es verdad -replicó don Quijote-, por lo cual los no de principios nobles deben acompañar la
gravedad del cargo que ejercitan con una blanda suavidad que, guiada por la prudencia, los libre de la
murmuración maliciosa, de quien no hay estado que se escape. Haz gala, Sancho, de la humildad de tu
linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque, viendo que no te corres, ninguno
se pondrá a correrte; y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio.

8.

Inumerables son aquellos que, de baja estirpe nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e
imperatoria; y desta verdad te pudiera traer tantos ejemplos, que te cansaran. Mira, Sancho: si tomas
por medio a la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los
que los tienen de príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud
vale por sí sola lo que la sangre no vale. …/… Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener
mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. Hallen en ti más compasión las lágrimas
del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre
las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre. Cuando
pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es
mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea
con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia. …/… Al culpado que cayere debajo de tu
juridición considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra,
y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente,
porque, aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de
la misericordia que el de la justicia. Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos
tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como
quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos
pasos de la vida te alcanzará el de la muerte, en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y
delicadas manos de tus terceros netezuelos.

Esto que hasta aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma; escucha ahora los que
han de servir para adorno del cuerpo.

9.

Capítulo XLIII: De los consejos segundos que dio don Quijote a Sancho Panza:

Atentísimamente le escuchaba Sancho, y procuraba conservar en la memoria sus consejos, como


quien pensaba guardarlos y salir por ellos a buen parto de la preñez de su gobierno. Prosiguió, pues,
don Quijote, y dijo:
-En lo que toca a cómo has de gobernar tu persona y casa, Sancho, lo primero que te encargo es que
seas limpio, y que te cortes las uñas, sin dejarlas crecer, como algunos hacen, a quien su ignorancia
les ha dado a entender que las uñas largas les hermosean las manos, como si aquel escremento y
añadidura que se dejan de cortar fuese uña, siendo antes garras de cernícalo lagartijero: puerco y
extraordinario abuso. No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios
de ánimo desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae debajo de socarronería, como se
juzgó en la de Julio César. Toma con discreción el pulso a lo que pudiere valer tu oficio, y si sufriere
que des librea a tus criados, dásela honesta y provechosa más que vistosa y bizarra, y repártela entre
tus criados y los pobres: quiero decir que si has de vestir seis pajes, viste tres y otros tres pobres,
y así tendrás pajes para el cielo y para el suelo; y este nuevo modo de dar librea no la alcanzan los
vanagloriosos. No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería. Anda despacio;
habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación
es mala. Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del
estómago. Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple
palabra. Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de erutar delante de nadie.

-Eso de erutar no entiendo -dijo Sancho.

Y don Quijote le dijo:

10.

-Erutar, Sancho, quiere decir regoldar, y éste es uno de los más torpes vocablos que tiene la lengua
castellana, aunque es muy sinificativo; y así, la gente curiosa se ha acogido al latín, y al regoldar dice
erutar, y a los regüeldos, erutaciones; y, cuando algunos no entienden estos términos, importa poco,
que el uso los irá introduciendo con el tiempo, que con facilidad se entiendan; y esto es enriquecer la
lengua, sobre quien tiene poder el vulgo y el uso…./…

-También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles; que,
puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más
parecen disparates que sentencias.

(Sancho gobierna con discreción la supuesta ínsula, pero finalmente es burlado y apaleado)

Capítulo LIII: Del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza

Y, en tanto que estas razones iba diciendo, iba asimesmo enalbardando el asno, sin que nadie nada le
dijese. Enalbardado, pues, el rucio, con gran pena y pesar subió sobre él, y, encaminando sus palabras
y razones al mayordomo, al secretario, al maestresala y a Pedro Recio el doctor, y a otros muchos
que allí presentes estaban, dijo: -Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad;
dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací
para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas.
Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes ni de
defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir, que bien se está cada
uno usando el oficio para que fue nacido.

11.

Mejor me está a mí una hoz en la mano que un cetro de gobernador; más quiero hartarme de
gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre; y más
quiero recostarme a la sombra de una encina en el verano y arroparme con un zamarro de dos pelos
en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de holanda
y vestirme de martas cebollinas. Vuestras mercedes se queden con Dios, y digan al duque mi señor
que, desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir, que sin blanca entré en este
gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas. Y
apártense: déjenme ir, que me voy a bizmar; que creo que tengo brumadas todas las costillas, merced
a los enemigos que esta noche se han paseado sobre mí. …/…

No son estas burlas para dos veces. Por Dios que así me quede en éste, ni admita otro gobierno,
aunque me le diesen entre dos platos, como volar al cielo sin alas. Yo soy del linaje de los Panzas, que
todos son testarudos, y si una vez dicen nones, nones han de ser, aunque sean pares, a pesar de todo
el mundo. Quédense en esta caballeriza las alas de la hormiga, que me levantaron en el aire para que
me comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos a andar por el suelo con pie llano, que, si no le
adornaren zapatos picados de cordobán, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda.

Cada oveja con su pareja, y nadie tienda más la pierna de cuanto fuere larga la sábana; y déjenme
pasar, que se me hace tarde. …/…

Todos vinieron en ello, y le dejaron ir, ofreciéndole primero compañía y todo aquello que quisiese
para el regalo de su persona y para la comodidad de su viaje. Sancho dijo que no quería más de un
poco de cebada para el rucio y medio queso y medio pan para él; que, pues el camino era tan corto, no
había menester mayor ni mejor repostería. Abrazáronle todos, y él, llorando, abrazó a todos, y los dejó
admirados, así de sus razones como de su determinación tan resoluta y tan discreta.

12.

Capítulo LXXIV: De cómo don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte:

Apenas los vio don Quijote, cuando dijo:

-Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso
Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula
y de toda la infinita caterva de su linaje, ya me son odiosas todas las historias profanas del andante
caballería, ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído, ya, por misericordia
de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino.

Cuando esto le oyeron decir los tres, creyeron, sin duda, que alguna nueva locura le había tomado. Y
Sansón le dijo:

-¿Ahora, señor don Quijote, que tenemos nueva que está desencantada la señora Dulcinea, sale
vuestra merced con eso? Y ¿agora que estamos tan a pique de ser pastores, para pasar cantando la
vida, como unos príncipes, quiere vuesa merced hacerse ermitaño? Calle, por su vida, vuelva en sí, y
déjese de cuentos.

-Los de hasta aquí -replicó don Quijote-, que han sido verdaderos en mi daño, los ha de volver
mi muerte, con ayuda del cielo, en mi provecho. Yo, señores, siento que me voy muriendo a toda
priesa; déjense burlas aparte, y traíganme un confesor que me confiese y un escribano que haga mi
testamento, que en tales trances como éste no se ha de burlar el hombre con el alma; y así, suplico
que, en tanto que el señor cura me confiesa, vayan por el escribano. …/…

Estas nuevas dieron un terrible empujón a los ojos preñados de ama, sobrina y de Sancho Panza, su
buen escudero, de tal manera, que los hizo reventar las lágrimas de los ojos y mil profundos suspiros
del pecho; porque, verdaderamente, como alguna vez se ha dicho, en tanto

13.

que don Quijote fue Alonso Quijano el Bueno, a secas, y en tanto que fue don Quijote de la Mancha,
fue siempre de apacible condición y de agradable trato, y por esto no sólo era bien querido de los de
su casa, sino de todos cuantos le conocían. …/…
Y, volviéndose a Sancho, le dijo: -Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco
como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y hay caballeros andantes en el
mundo.

-¡Ay! -respondió Sancho, llorando-: no se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y
viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir,
sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no
sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos
concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no
haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que
por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más, que vuestra merced habrá visto en
sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros, y el que es vencido hoy
ser vencedor mañana.

-Así es -dijo Sansón-, y el buen Sancho Panza está muy en la verdad destos casos.

-Señores -dijo don Quijote-, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros
hogaño: yo fui loco, y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he dicho,
Alonso Quijano el Bueno. Pueda con vuestras mercedes mi arrepentimiento y mi verdad volverme a la
estimación que de mí se tenía, y prosiga adelante el señor escribano. …/…

»Ítem, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere a conocer al autor
que dicen que compuso una historia que

14.

anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le
pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito
tantos y tan grandes disparates como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle
dado motivo para escribirlos.

Cerró con esto el testamento, y, tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama.
Alborotáronse todos y acudieron a su remedio, y en tres días que vivió después deste donde hizo
el testamento, se desmayaba muy a menudo. Andaba la casa alborotada; pero, con todo, comía la
sobrina, brindaba el ama, y se regocijaba Sancho Panza; que esto del heredar algo borra o templa en el
heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto.

En fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos, y después de
haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el escribano
presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante
hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre
compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió.

Viendo lo cual el cura, pidió al escribano le diese por testimonio cómo Alonso Quijano el Bueno,
llamado comúnmente don Quijote de la Mancha, había pasado desta presente vida y muerto
naturalmente; y que el tal testimonio pedía para quitar la ocasión de algún otro autor que Cide Hamete
Benengeli le resucitase falsamente, y hiciese inacabables historias de sus hazañas.

Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete
puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por
ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero.

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